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Así, como si fuera de golpe, los cables notifican que el ex presidente Vasquez, “líder
indiscutido de nuestra fuerza política” según figuras representativas del FA pasa a ser
asesor del Fondo Monetario Internacional. Sí, no nos sorprendamos, es el mismo FMI
que toda la izquierda uruguaya señaló durante décadas como un instrumento del imperio
y un productor de miseria para nuestras poblaciones con sus recetas que eran elaboradas
en función de los intereses y apetencias de los países ricos con EE.UU. a la cabeza. Este
poderoso organismo, articulado férreamente con el poder dominante a nivel mundial,
nos dice ahora que puede cambiar su rumbo si gente como el ex Presidente están en su
seno. Verdaderamente, hemos escuchado muchas fantasías perversas, pero pocas tan
desproporcionadas. Claro está aquí no hay nada de fantasía, lo que hay es afinidad.
Algunas relaciones carnales anteriores hacen que esto resulte casi “natural”.
Se trataría, faltaba más, de un remozado FMI. Estaría en fase de renovación, que no se
confunda con lavado de cara para seguir haciendo fundamentalmente lo de siempre.
Entonces estas figuras tercermundistas le darían oxígeno para su nueva etapa. No sería
aquel FMI que aparece allá por el 1944 en los Acuerdos de Bretón Woods y después
constituyendo pieza fuerte del modelo neoliberal junto a instituciones hermanas como el
Banco Mundial, la OMC, el BID. ¿De que estamos hablando? Quien duda que su alma
no cambiará, su siembra de miseria para los de abajo tampoco, que seguirá, porque es
fiel, la política que dicten los poderosos. Pero, y no es poca cosa, será mas educado, sus
recetas más prolijas y agregará figuras políticas que lo tornen más simpático. Por lo
menos hace la jugada para que así sea.
El siniestro sistema carcelario aparece una vez en escena. Esta vez envuelto en el visible
horror que lo constituye. 12 presos sociales arden, se queman poco a poco, gritan,
sufren lo inimaginable, sus cuerpos son hogueras, la desesperación no encuentra eco. El
cuadro no puede ser descrito con palabras. Frente a esto que significa la palabra horror,
crueldad, asesinato vil. Ninguna de ellas podría dar cuenta de tamaña bestialidad
institucionalizada. Ocurrió en Rocha, no en Irak o Afganistán donde el imperio
bombardea casas habitadas y después aparecen las imágenes de cuerpos destrozados y
sus partes desparramados entre escombros. Ocurrió en Rocha y su cárcel. Seres
humanos viviendo peor que las bestias, amontonados, careciendo de medios
elementales, paredes húmedas y roídas y durante el fuego alaridos de dolor arrancados
del fondo mismo de la existencia. Seres humanos que se van transformando en carbón
rodeados de un denso humo, con gritos que salen de las entrañas están los últimos
pensamientos que se mezclan con esta atroz pesadilla. Los cerrojos y cadenas aseguran
que la pira humana continúe. Los carceleros, no interesa quien eran los responsables,
una vez más, no llegan hasta que el hecho ya es desastre. Están educados, disciplinados,
para que su sensibilidad no se conmueva ante esos episodios. Se trata de anormales, de
antisociales y eso justifica tomar estas cosas con distancia. Finalmente están a tono, las
reglas de estas instituciones es el encarnizamiento, es la sangre prometida. Son estas
instituciones articuladas al poder dominante las que permiten “relanzar sin cesar el
juego de la dominación”. Y vendrán los silencios, las explicaciones, los intentos de
justificación. Allí tomarán su puesto los técnicos, comunicadores y políticos. Se pondrá
en juego todo el mecanismo que secuestra el suceso. Debe mostrarse lo aleatorio de algo
que no lo es. Ocultar que “el suceso en lo que tiene de peligroso debe estar sometido y
disuelto en la continuidad de un poder de clase que no se nombra”.
Pero no nos dejemos confundir, no somos todos culpables como un humanismo de a
vintén nos sugiere. No es la sociedad en abstracta con nosotros adentro que produce
estas infamias. Es otra cosa, es el poder social el productor de un sujeto que se ve
arrojado al fondo del pozo. No sólo por ubicarlo en un lugar de miseria económica, sino
también de frustraciones, de esperanzas truncas, de desmotivación perenne, de ultraje
cotidiano. Es al mismo tiempo el sujeto que permite al poder reforzar la represión
social, las cuadriculaciones policiales, el insuflar miedo a la población. De manera
simultanea otros mecanismos, culturales, ideológicos, realizarán la exaltación del sujeto
normal, racional, que hace lo que corresponde, que está adaptado a esta única vida que
se ofrece como posible. Así se refuerza la ideología del bien y del mal, de lo normal y lo
anormal, los que subvierten valores consagrados y los “civilizados”. Y los medios de
comunicación alertarán con más fuerza y con ningún rigor sobre esos seres dispuestos al
“delito”, a no respetar la propiedad. Fabricando así el sentimiento de que estamos ante
seres naturalmente deformes y no producidos por un poder social bien preciso. Y aquí
sí, con la internalización que este conjunto de practicas logra sobre nosotros nos
tornamos algo cómplices y cierto silencio es respuesta ante el drama lacerante.
Y pasan reaccionarios, liberales de derecha, progresistas y el sistema carcelario sigue
cumpliendo el rol de siempre. Instrumentan, de una y otra manera, una ideología de
inocencia y de culpabilidad que habita en una espesa capa institucional en la que se ha
investido, cristalizado, reproducido. Su práctica, su funcionalidad, se articula con todo
un conjunto de instancias e instituciones que efectivizan lo mismo a su manera, en su
especificidad. Es una ideología que no se puede cambiar sin cambiar las instituciones y
la trama en que anidan y a las que dan vida.
Ardieron 15 minutos. ¡No, ardieron 4 minutos nada más! ¡Más cárceles, más seguridad!
Gritan unos y otros. Y el espantoso drama se torna sainete y con liviandad politiquera
llegan interpelaciones al Ministro. Este explica impávido que todo se hizo dentro de lo
previsto y la ley. Es el momento en que muchos desearían no pertenecer a esa raza
humana y mucho menos estar sirviendo a un sistema tan canalla. Pero el sistema tiene
juego hipnótico, atrae, atrapa, educa y prepara para lo que sea. Para lo que sea. Si esto
no fuera nauseabundo hasta podría ser triste. La indignación, la amargura y el odio
fecundo valen, pero socialmente solo da repuesta aquella ruta difícil y auténtica que
lleva en el corazón a los pobres del mundo.