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Observatorio eclesial
22 agosto, 2017
La maana del lunes, la polica local levant a un muchacho hondureo que ayudaba a meter
unas camas al albergue de migrantes donde (por el tiempo que necesiten) reponen sus fuerzas
quienes caminan a diario con sus sueos a cuestas y al costo. No hubo argumento o intento al-
guno que valiera para detener tal arbitrariedad ya comn por parte de las fuerzas del orden
quienes, dicho sea de paso, actan como bandidos, en vehculos a los que no se les ve por nin-
gn lado logo oficial alguno y vestidos como pistoleros.
Con el corazn constreido nadando en la tensin cotidiana, el personal del albergue tiene que
alternar su jornada entre las labores necesarias para la acogida vespertina de personas en situa-
cin de migracin y las necesarias diligencias en el ministerio pblico para asegurarse que no le
suceda al joven levantado, lo que es bien sabido sucede en estas circunstancias aciagas de
que son vctimas innumerables migrantes en nuestro pas.
La accin de los victimarios (en este caso guardianes del orden) parece no necesitar mayor
justificacin en un pas donde la presuncin de inocencia es un privilegio caro cuando se trata
de poblacin comn, y definitivamente inaccesible si vienes del sur de la frontera. Basta el mo-
mento equivocado (un par de homicidios ocurridos recientemente en la zona) y el lugar equivo-
cado (cualquier lugar, de hecho, pero ms las inmediaciones de un albergue), para ser decla-
rado ilegalmente culpable, encarcelado y luego procesado por mero trmite.
En este ambiente de densa ansiedad, acrecentada por rumores de una inminente redada de mi-
grantes por parte de las autoridades federales, tiene lugar el 38 Encuentro Anual de la Red de
Solidaridad Sacerdotal, conformada hace ese mismo nmero de aos (en 1979) por curas revo-
lucionarios que abrazaron sin reservas la teologa de la liberacin y desde entonces vienen ates-
tiguando con sus vidas el compromiso y la solidaridad con los pobres, migrantes, desplazados,
obreros, vctimas de trata, comunidades de la diversidad sexual, desempleados, pueblos indge-
nas y campesinos, familiares de desaparecidos y de vctimas de feminicidio, defensores de dere-
chos humanos y con todas y todos aquellos que sufren las consecuencias exacerbadas de un
sistema violento, sealado por el papa Francisco como la raz de todos nuestros males sociales:
la economa de mercado.