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la Muerte Como Problema Filosofico Ignacio Martin Baré, S. J. en Filosofia per la Universidad Javeriana, Presentamos a nuestros lectores este interesante trabajo del joven filésofo Martin Baré, en el que nos expone la doctrina de la muerte bajo el consolador prisma de la inmortalidad. He aqui, fen resumen, el hilo de su razonamiento: 1.—Frente a materialistas y a espiritualistas, afirmamos que la muerte es un fenomeno humane y que, por fo tanto, afecta al hombre entero, ya que el hombre es una unidad sustancial, 2—EI hombre, en cuanto material, es afectado intrinsecamente por la muerte, ya que es capaz de cambios sustanciales, es decir, de corrupcién. Por lo tanto, el hombre entero muere. 3EI hombre, en cuanto espiritu personal, no puede ser afectado por la muerte, ya que €s simple —incapaz de cambios sustanciales—, y se sitda fuera del espacio y del tiempo. Por consiguiente, el hombre entero es inmortal. l—Si el hombre entero muere y el hombre entero es inmortal, afirmamos que la muerte presenta un paso de una existencia espacio-temporal, a un estado de existencia definitiva, 5—Como explicacién a este paso que representa la muerte humana, afirmamos que el hom- bre, mediante su muerte, pasa de una relacién con el mundo limitada espacio-temporaimente. por este cuerpo concreto, a una relacién pancésmica, Esto debido a que lo que desaparece con la muerte es el empirismo, permaneciendo la realidad ontolégica del ser. Se suele pensar comiinmente que el filésoto es un ser objetivante que busca el meollo de Jos problemas vitales con Ia misma frialdad con que abre un fruto en busea de su carne. En muchos casos, esta concepeién acierta, Sin em- argo, la historia de 1a filosofia se encuentra cargada de nombres, verdaderos filésofos para quienes los problemas formaban Ia intimidad de su propia vida. Tal vex la figura mas exeelsa de todas los tlempos a este respecto haya sido a de Séerates, para quien filosofar era vivir, Hay problemas, en verdad, que por su mis- ma esencia nos aguijonean de tal manera, que In objetividad frente a eles es dificil, por no decir imposible. Ante su propia realidad, por ejemplo, ningiin hombre puede sentirse indife- rente. Si asi no fuera, habria que dejar de Ta- marle hombre. Ahora bien, si hay alguna realidad que se nos imponga en esta vida, esta realidad es la de que esa vida, nuestra vida, mi vida, ha de terminar. Concluiré ante o después, pero con- eluiré. ¥ si, como decia Pascal, “nada hay mas brutal que un hecho", el hecho de la muerte, de mi muerte. es de una sangrante brutalidad. De abi que ante cl problema de la muerte sea dificil que e1 filésofo se despoje de su existen- cialidad. El existencialismo haré de Ja muerte uma de las realidades claves de la existencia humana, el latigo fundamental de Ja angustia, Para Heidegger, como para la eortiente exis tencialista mas tipiea, 1a muerte es el abismo final al que va a parar el ser humano, El hom- ber es un “ser-para-la-muerte”, el hombre —en otras palabras— es un “ser-para-la-nada”. Tal vez no: hayamos caldo suficientemente en la cuenta de la gravedad de esta afirmacion; ol hombre es, per esencia, un ser-para-la-nada, Si asi es, en verdad la vida del hombre es “una pasién imitil” (Sartre), y estaremos de acuerdo con Camus en que el tinico problema verdade- ramente importante que nos podemos plantear es el del suicidio, es decir, si la vida merece la pena vivirse o no. Sin embargo, ni l mismo Heidegger pretendié afirmar tal cosa. De he- cho. la nada para él tiene im sentido sumamente hondo, y més que a'vacio se inclina a plenitud No es este el momento de analizar a fondo la concepeién heideggeriana sobre la muerte, Sin embargo. dejemos anotado que en ningiin mo- mento la muerte representa para él una total aniquilacién. Si asf fuera, Heidegger vendria a igualarse al materialismo mas burdo. De hecho, ante el problema de la muerte se han adoptado dos posturas filoséfiess, totalmen- te inconeiliables, basadas ambas en una concep- cién fundamental de la naturaleza humana. La primera posicién es 1a del materialista para quien ei hombre consiste en materia o productos de la materia. El hombre no es mas que eso que vemos y palpamos, que podemos medir y cuantificar. Los asi lamados fenéme- nos espirituales, como el pensamiento, la vefle- xiéno el amor, son productos directos de la materia, que en ellos llega a una gran perfec- 7 clén. Asi, 1a muerte significaria 1a destruccién total del hombre, aunque no la destruccién de Ia materia. Para el materielista, 1a muerte viene a relvindicar una vez mis la soberania abso- luta de la Materia, de quien todo sale y a quien todo vuelve, El hombre paga el tributo de su vida, pero la Materia contintia su progreso in- finito, Por e50, la muerte es un acontecimiento accidental, 1a destruccién total de un hombre si, pero la consagracién del poder de la Materia, ‘ota seria una primera postura, extremista: el hombre no es més que materia y, como tal, ¢ destruido totalmente por la muerte. El hombre, eomo hombre, es aniquilado por la muerte. ‘Una segumda posicién, no menos extremista que la anterior, es 1a puramente espiritualista 0 platénica. Como todos sabemos, para Platén Ia realidad del hombre se constituye por su espi- itu, que, en este mundo, se encuentra prisio- nero del cuerpo. El hombre, es decir, el espiritu, 5 con relacién a su cuerpo como un caballero fa su caballo, 0 como un piloto a su navio. La muerte, por lo tanto, representa la Tiberacién, Gel espiritu humano —del hombre— que absn- dona la cércel de su cuerpo. El hombre, por 1a muerte, se libera de las ataduras de este cuerpo aprisionador, En realidad, para esta concepeién platénica, Ia muerte no es un fenémeno propia- mente humano, ya que la realidad del hombre “su alma— para nada es alcanzada por la muerte. Para el materialista, la muerte del hombre en nada difiere de la muerte de un animal, mientras que para el espiritualista platénico, 1a muerte no es una realidad que aleance al hom- bre. Uno y otro hacen de la muerte un fen6- meno despojado de su categoria de “humano”. Contra unos y otros, afirmamos que 1a muer- te es un fenémeno humano, mas atin, nos atre- veriamos a decir que la muerte es el fen6meno hhumano por exeelencia. Una cosa es més hu- mana cuanto mas comprometido esté en ella el verdadero ser del hombre. ¥ en la muerte, co- mo esperamos mostrar, el ser del hombre se hhalla comprometido en su totalidad. Mas atin, es la muerte la que da valor a toda la vida del hombre. Si la muerte no existiera como un fin imprevisto, tendriamos pleno derecho a la in- dolencia, ya que siempre podriamos dejar para “mafiana” la realizacién de cualquier acto. Es ta muerte, por tanto, la que da valor a cada instante de nuestra existencia. Con razbn podi afirmar Gide: “Un pensamiento no suficiente- mente constante de la muerte no ha esclarecido todo lo que vale el mas pequeiio instante de tu vida... Cada instante no tomaria este resplan- dor admirable sino destacado, por asf decirlo, Sobre el fondo oscurisimo de la muerte”.1 Asi, @ GIDE, André.—“Les nourritures terrestres”, Pa- His, 1927, pig. 49. 8 pues, la muerte afecta intrinseeamente toda nuestra vida, mas ain, todo nuestro ser. La muerte se puede decir humana porque afecta ‘al hombre, y al hombre entero. ‘hora bien, el hombre constituye una rea- idad que se manifiesia en una doble vertiente. Por una parte, el hombre es una realidad espa- cio-temporal, una realidad somato-biolégica. Por otra parte, el hombre se constituye como una realidad personal, una realidad siempre di- ndmica que va edificdndose dia a dia, mediante el ejercicio de su libertad, plasmada en valores. En su aspecto somato-biol6gico, el hombre es una realidad material, situada en el espacio y en el tiempo, Esta realidad material del hom- bre se presenta ante nuestros ojos como su cor- poralidad, Cabria preguntarse aqui qué es el Cuerpo humano, Anatémica y fisiolégicamente, ya lo conocemos: una estructura animal perfec- ta, con un orden admirable en la armazén de sus 208 huesos, los dinamismos y resortes de sus miiseulos, el pasmoso sistema de regadio que constituye la eireulacién sanguinea, ete. Pero hno,es:tanto 1a composicién empirica del euerpo, cuanto su composicién ontolégica 0 metafisica Ia que nos interesa. Y nos preguntamos: Qué es el cuerpo humano? En otras palabras: caué es lo que hace que toda esa serie de elementos quimicos constituyan un cuerpo humano? Mis ‘9 menos, un cuerpo humano normal consta de: 1. Agua’ suficiente como para Wenar un reci- piente de unos 40 litros; 2. Grasa en cantidad bastante como para producir unos 7 jabones; 3) Carbén con el que se podrian hacer unos 9.000 Tapiceros; 4. Fésforo que bastaria para unas 2.000 cerillas; 5. Acero suficiente como para hnacer un clavo de medianas dimensiones; 6. Cal bastante como para blanquear una habitacién, y otras pequefias eantidades de azufre, magne- io, ete, Nos volvemos a preguntar: ;Qué es lo que hace que todos estos elementos no sigan tranguilamente su camino, cada cual por st parte, y se agrupen y organicen en Ja estructura maravillosa que e# un cuerpo humano? Sélo nos queda una respuesta: Existe un “principio vital” que anima a todos estos elementos, in- fundiéndoles un orden, una dindmica, y asig- ndndoles una funcién dentro de un conjunto (Gestalt). El principio vital ordena todos e308 elementos quimicos de manera andloga a como un iman ordena las limaduras de hierro en un campo magnético, Todo ser viviente posee un principio vital: las plantas, los animales, el hom- bre. Ese principio vital suele recibir el nombre de “alma’': asi, tendremos un alma vegetal, otra animal y otra’ humana. De hecho, el alma del hombre es esencialmente espiritual, es decir. traselende su labor de informadora o vitalizado- rade ua materia, siendo capaz de volver sobre si misma y de abrirse al absoluto. Asi, pues, el ‘alma humana, a diferencia del alma o principio vital vegetal y animal, es un alma espiritual (Lo que diferencia al hombre no es la “psiche”, sino el “nous”). Ahora bien, los elementos que componen el cuerpo humano, puesto que estan animados por un principio espiritual, en eierta manera como que se espiritualizan ellos mi mos. Por eso el cuerpo humano se sitiia en un. plano especialisimo con relacién a los demas ‘cuerpos del universo, y s6lo mediante la analo- ia podemos situarlos en un mismo orden y: bajo-el mismo apelativo de cuerpos, Pero puesto que, segin el viejo adagio escoldstico de que “lo que se recibe se reeibe a la manera del recipiente”, el cuerpo humano, aun cuando humano por Ia informacién de un principio vital espiritual, es fundamentalmente material: Ia materia recibe la informacion del espiritu a Ja manera de la materia, Por consiguiente, el hombre, en cuanto corporal, es material La materia dice por su misma eseneia dis- persién. Donde hay materia no puede haber mas materia, es decir, una parte de materia, centrada espacio-temporalmente, impide que otra parte de materia ocupe el mismo espacio en el mismo tiempo. Vemos, asi, claro que la materia es dispersion. La materia tiene unas artes fuera de otras partes, Por consiguiente, Ja materia puede ser Hamada, con razén, “prin- cipio de alienacién”, es decir, aquel principio que hace al ser dispersarse, salir de si mismo como un enajenado 2 ocupar el espacio y el tiempo. Cuanto mas materia, més dispersién —mis alienacién, Por otra parte, como nos muestra bellamente Bergson en su obra “Matiére et Mémoire”, si la materia es duracién diluida, distendida, es de- cir, expansién de ser, el espiritu es el maximo de concentracidn, es —decimos nosotros— iden- tificactén de ser, En otras palabras, el espirita es “principio de identifieacién”, Observemos a tuna persona que se concentra para pensar: veamos emo instintivamente se reeoge en si misma —se diria que preseinde de su cuerpo, reducido al minimo— y se identifiea en un pun- to mental: el espiritu esti mostrando sus earac- teristicas —concentracién, identifieacién, Todos hemos vivido la experiencia de que nos sinta- mos mis plenos de ser, mas nosotros mismos cuando obramos conscientemente, que cuando, dormimos u obramos mecénieamente. En el obrar consciente, influye primariamente nuestro espiritu. —prineipio de identifieacién. En el ‘obrar mecénico, influye primariamente nuestra materialidad —principio de alienacién, Ahora bien, ya sabemos que el hombre es una sintesis de espiritu y materia (“espiritu-en- la-materia”), que en el hombre su materialidad es animada por im principio vital espiritual. ASi, el hombre es como un resorte distendido centr esu espiritualidad y su materialidad, entre su alienacién y su identificacién (recordemos, a este propésito, 1a teoria del P, Teithard de Chardin’, Deciamos que la materialidad, principio de alienacién, se plastia espacio-temporalmente: toda materia ocupa un espacio y un tiempo. Mas ain, en ‘cuanto materia se reduce a estas dos dimensiones: espacio y tiempo. Por consiguien- te, la materia es una especie de cépsula vacia en espera de algo que la Informe y la especifi- que. La materia es de por si mera alienacién 0 dispersién Ahora podemos preguntarnos qué es la muer- te en general. Una palabra se nos viene inme- diatamente a la lengua: destrucci6n. La muerte fs una destruceién. Destruecién que, en término mis filos6fico, es llamada corrupeién, La corrup- cién representa una disolueién del estado pre- sente de un ser, que pasa a otro estado. Si la corrupeién es accidental, es deeit, no afecta a la esencia intrinseca de un ser, el paso ser mera- mente accidental. Ahora bien, si la corrupeién es sustancial, es decir, afecta a la eseneia misma del ser, el paso serd sustanelal. Asi, por ejem- plo, mediante 1a asimilacién digestiva, los ali- mentos que un hombre eome pierden su forma sustancial —dejan de ser pan, o banano, o hue- vo— para adquirir una forma distinta dentro del organismo humano. Su esencia de pan, o banano, © huevo se corrompié, con Jo cual pasaron del estado de pan, banano, © huevo a un estado de elementos en el cuerpo humano, Tenemos, pues, que muerte es destruccién 0 corrupeién, Ahora bien, para que pueda darse la muerte es necesario que un ser pueda ser afectado por la corrupelén. Se entiende que aqui nos referimos,a la corrupeién sustanciel, Y para que se dé corrupeién tiene que haber un ser eapax de cambios sustaneiales, Un cam- bio implica siempre un punto de partida y un punto de Tlegada, y algo que permanece (si no, en lugar de cambio se daria una “aniquila- cién” y una nueva “ereacién”). Es decir, im- plica una dualidad. En otras palabras, Ia exis- tencia de una dispersién, Por consiguiente, sélo se puede corromper lo que es compuesto, lo que tiene en si mismo pluralidad. Lo que por st misma eseneia es simple no puede eorromperse, ya que no es sujeto de un cambio sustancial, Apliquemos ya el concepto de muerte al hombre. EL hombre, en cuanto ser corporal 0 mate- vial, es mortal. {Por qué? Evidentementé, por- que posee una materia, un principio de aliena- cién que Io hace susceptible de cambios sus- tanciales. Por consiguiente, la muerte puede al- canzar al hombre en cuanto material. Mas ain, deciamos que la materia, en cuanto prineipio de“alienacién, se plasma en espacio y tiempo. Esto quiere decir, en otras palabras, que el 9 hombre, en cuanto cuerpo animado, ¥ por lo tanto, intrinsecamente material, se constituye como una continua corrupeién: 1a actividad cor poral supone una continua consumacién, hasta llegar a la consumacién total, al cambio sustan- cial, que viene dado en la muerte, De hecho, el hombre se va acercando cada dia més a st muerte corporal. Lo cual no quiere decir que Ta muerte vaya a llegar en un momento pre- fijado por 1a estructura corporal, aunque tam- bién puede darse el caso. La muerte puede su- poner para el cuerpo —y consiguientemente pa- ra el hombre— un ataque traicionero, una in- vasién sorpresiva. En todo caso, la muerte trae ‘al cuerpo humano una ruptura brutal, una ¢o- rrupeién, Ahora bien, puesto que cl hombre es tuna unidad sustaneial —y hay que recalear am- bos términos: unidad y sustancial—, si un as- pecto suyo, la materialidad en este caso, muerte, el hombre entero muere. Si algo de uno no muere, muere todo el uno. En el hombre, que es una unidad, muerte 1a materialidad. Luezo “muere el hombre entero”. Por otra parte, examinemos la otra vertiente © aspecto del hombre, su. aspecto personal, com. relacién a la muerte. Ya desde el primer mo- mento de su existencia, el hombre es constituido omo un ser con un alma espiritual, que fuera de informar o vitalizar la materia (lo que ha de constituirel cuerpo humano) trasciende esa in- formacién, y se abre al absoluto. Ese ser espi- ritual, ese principio de identificacion empieza a obrar, desde el abismo de la alienacién o ma- terlalidad en que se halla sumergido, hasta Ne- kar a dar cima a esas perfecciones humanas, ‘que podemos admirar en los grandes hombres, Al espiritu humano, desde el momento en que el hombre inicia su existencia, se le pre~ senta una ardua labor. Primero, como obrero deseonoeido de un gran edificio, ha de poner Jos cimientos. Al espfritu le toca dirigir esa empresa que es la edificacién ordenada del cuerpo humano, Todavia en este momento, el espirituhumano se halla tan absorbido en la materialidad, que le es imposible pensar en un desarrollo propio. Antes de volar, tiene que construir el avién. Una vez terminada la ardua empresa de construir y preparar el cuerpo hu- mano, empieza su labor mas propia, la de su desarrollo por mediacién de la materia. El hombre, dada su esencia espiritual tras cendente, se abre por su inteligencia al absoluto ¥y por su libertad a Ja efernidad. Evidentemente, S610 al hombre, entre todos Ios seres del uni- verso, se le presenta la facultad de juzgar. El hombre, en contacto con los demas seres que le rodean, afirma: “Esto es”, 0 “esto no es! Pero precisamente en este acto de “iluminacién’ de Jos seres que le rodean (Heidegger) el hom- 10 bre percibe su limitacién, y pereibe la infinitud del ser, en el que se encuentra y siente sumer~ gido. En otras palabras, por el juicio el hombre se abre al absoluto del ser, al ser absoluto, con To que se eonoce mas a si mismo y consigo mis- mo se identifica. El ser humano se Mena de sentido, se identifica con su realidad. Este ser, gue es identidad, queda ya por lo mismo fuera del espacio y del tiempo (que es alienacién), Como participacién del absoluto es, en cierta manera, absoluto en si mismo. Por otra parte, el hombre se abre por su li- bertad al reino de los valores. Cada vez que el hombre, conocido un valor en su riqueza de ser, dice “si” mediante su libertad, y realiza ese valor, el hombre realiza un acto que se sitia en Io absoluto de ser, y en la eternidad. Supongamos que un hombre realiza un acto de amor. Ese acto, realizado en el espacio y en el tiempo, permanece como acto ya coneltiso, como un valor ya puesto. La oportunidad de realizar ese acto de amor conereto fue ‘inica: esa opor- tunidad no se volverd a repetir en el mismo sitio y tiempo (Scheler). Si el hombre puso ese acto, la oportunidad imica se realizé y, por con- siguiente, permaneceré como una realidad ab- soluta, Absoluta no quiere decir otra cosa sino que no depende de ninguna condicién. ¥ ese acto de amor ya realizado no puede set supri- mido por ninguna condicién, ya que se sitiia en. el pasado. El tiempo lo absolutizé. Mejor atm, ‘ese acto como que se salié del tiempo. Ese acto tiene un valor de eternidad, lograda en el tiempo. Ahora bien, el acto no es una cosa que Se dé con independencia de un ser. No es que se dé un acto de amor aislado, como una entidad im- palpable, sino mas bien es un ser, es un hom- bre conereto— el que realiza ese acto de amor. La actividad mo es mas que la manifestacién de un ser. Todo ser, mediante su actividad esen- cial, manifiesta su naturaleza, y al mismo tiem- po va perfeccionando su entidad (se entiende. todo ser que viene dado potencialmente, 10 que implica decir ser contingente). Asi, cada vez que un hombre ejercita un acto de amor plasma su ser en él, se realiza, Ese ser se eterniza como jersona humana, mediante su actividad esen- cial. Por eso, lo que permanece como secuestrado fuera del tiempo, no son los actos aislados, sino el ser personal del hombre, que se va actuali- iso enn ee mag mean Si se ha seguido nuestro raciocinio, técil- mente se comprendera que el hombre, en cuanto persona espiritual, se va realizando a través del tiempo. Pero esa realizacin es eterna, ya que libre y tnica. En este plano si valdria la afirmacién de Sartre de que “el hombre es lo que é1 mismo se hace’.2 En realidad, somos obra de nosotros mismos. En este aspecto persona espiritual, el hom- bre no se va consumiendo —eomo en el aspecto material—, sino que se va haciendo: personal- mente, el hombre va siendo. Si como materia ‘el hombre tiende a la disolucién, como espiritu el hombre camina hacia su identificaeién, hacia su perfeccién, Desde este punto de vista, 1a muerte es como la firma que echamos al pie de nuestra obra personal (Viktor E. Frankl). La muerte, como corrupeién, supone algo que pueda cambiar susatncialmente. Y si nuestro ser personal es algo esencialmente simple, ab- soluto y eterno —algo que esti fuera de las categorias espacio-temporales—, la muerte no puede aleanzarlo, Por consiguiente, podemos afirmar con toda certeza que el hombre, en cuanto ser espiritual, personal, no puede mori, es inmortal. Ahora bien, y aqui hemos de repe- tir nuestro argumento anterior, si el hombre es una unidad sustancial, y el hombre como ser spiritual es inmortal, hemos de afirmar que todo el hombre, el hombre entero es inmortal Nos encontramos, con esto, ante una doble afirmacién, aparentemente contradictoria: De- eimos, por una parte, que el hombre entero os mortal y, por otra, que el hombre entero es in- mortal. Cémo se ha de entender esto? Una de las definiciones mas populares de la muerte nos dice que esta representa el fin de Ja existencia del hombre en cuanto peregrino. En otras palabras, por la muerte el hombre de- Jarla ya de ser un peregrino (homo viator). ‘Trasladamos esta concepein a términos mis metaffsicos, y responderemos con ello a 1a con- tradiecién que se nos ha presentado, El hombre, deciamos, en cuanto ser mate- rial camina hacia su muerte. En cuanto ser es- piritual, se va haciendo. Por Jo tanto, a muerte no puede suponer mas que un paso, en que el hombre, liberado de las ataduras espacio-tem- porales, queda en la realidad ya definitiva de lo que fue realizado. El hombre permanece como aquello que él mismo ha hecho, lo que su es- piritu fue sacando del espacio y del tiempo, por el ejercicio de su libertad. Por eso, 1a muerte es como e! paso de una existencia en la que el hombre se encuentra ligado intrinsecamente al espacio y al tiempo hacia una existencia libre de estas categorias (no categorfas kantianas), ¥, Por lo tanto, a una existencia definitiva, Co- (2) SARTRE, Jean Paul-—“L’homme nest rien ‘jutre ae ce\quil se fait”.Lexistentialleme est un humanisme, Paris, 1916, p. 22 ‘mo dice bellamente un joven fildsofo espafiol, “en la muerte no muoro; s6lo ocurre que el tiempo muere en mi”.S Hay ocasiones en que un shock eléctrico hhace que un alienado mental recupere su lucidez y empiece a vivir una vida personal. Podemos pensar que la muerte es como un shock que recibe el hombre entero, en el que desaparece su ligazén a este cuerpo espacio-temporal, para iniciar una existencia definitiva, puramente personal. Pero si el hombre, por la muerte, deja de tener una relacién con “esta” materia espacio- temporal, por esencia tiene que seguir consti- tuido por una relacién de espiritu y materia, Esa materia —1o que los tedlogos Haman “cuer- po glorificade"— posterior a la muerte ya no seria espacio-temporal, sino distinta. ;Cual? EI filésofo se siente impotente ante un problema euyas premisas se le ocultan. Si podemos decir, en primer lugar, que el concepto de materia es andlogo y, por consiguiente, no hay que jidentificar “Ia” materia, con esta materia con- ereta que nosotros sentimos. En segundo luger, si (en términos escolisticos) materia prima y forma sustancial se relacionan trascendental- ‘mente para formar una unidad, tlenen que ade- cuarse mutuamente, Luego si el alma humana, se va realizando personalmente, también la ma- terai se tendré que adecuar 2 ella en alguna manera. Por ultimo, podemos afirmar que el alma bumana, con la muerte, no se separa del mundo, sino que permanece en su relacién mundana, hundida en el ablsmo del ser. El hombre, ‘con la muerte, ni se queda en este mundo, ni se va de él, Seneillzmente, ya no se Je pueden aplicar as categorfas espacio-tempo- Yales, y sf un eriterio ontol6gico. Por eso, afir- ‘mamos con Rahner, que el alma, “por la muerte, no se convierte en acésmica, sino en pancésmi- ", e§ decir, no abandona absolutamente el mundo, sino que adquiere una relacién total con él, puesto que ya no la limita ni el espacio ni el tiempo. Solemos suftir el error de creer ‘que Io mas real es Jo sensible, lo meramente empirico. De hecho, lo empirico es como una capa superficial que indica, en cierta manera, Ja presencia de un ser ontolégico, real pero in- tangible. Con la muerte, desaparece la unién empiriea de hombre y mundo, pero se mani- fiesta en toda su plenitud la unién ontoldgica. “Esta relaei6n paneésmica del espiritu humano con el mundo, que siempre tiene y a la que se abre en la muerte —nos dice e] mismo Rahner— (3) ECHEVARRIA, José, ‘ur fa. mort et le problé 142, Citado por Fetrater § ‘Madrid, 1962, Réflexions métaphysiques du sujet”, Paris, 1051, p. EI ser y la muerte, 11 no ha de interpretarse en el sentido de que por ella el mundo sea cuerpo del alma, como 1o era antes de la muerte de su propio cuerpo. No se trata de una informacién sustancial del mundo en su implicacién en el tiempo y el espacio. Esa Informacién es el concepto metafisico esco- listico de Ia relacién entre cuerpo y alma. Ni tampoco se trata, naturalmente, de una omni- presencia del alma en la totalidad del cosmos, EI alma, en efecto, abandona su lugar determi- nado en tiempo y espacio dentro de este mundo y de la relacién de las cosas particulares entre si, y por eso no puede pensarse en una repen- tina ubicuidad en esta dimensién”. (...) “Esta relacién eésmica... acaso pueda significar que el alma, al abandonar en Ia muerte su forma corporal limitada y abrirse al todo, concurre de alguna menar a determinar el universo y. lo determinaria precisamente como fondo de la vida personal de 10s otros en cuanto seres cor~ poreoespirituales”.4 (4) RAHNER, Kasl—“sentido teolégico de ta muer- te”, Barcelona, 1965, pags. 24-25. Las Amas de Casa que saben Cocinar prefieren las Estufas TROPIGAS ° Por su rapidez © Limpieza ¢ Sencillas de operar * Econémicas. Convénzase pidiendo una demostracién al Tel. 4004 Tropical Gas Company, Inc. UN PRODUCTO LAMINAS de asbesto cemento “ cI ONUICGOW N

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