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Cuando Augusto, atormentado por una desilusin amorosa decide poner fin a su
vida, recuerda que cierta vez ley a un escritor que reflexionaba sobre la muerte, por lo
que dese hablar con l antes de morir. Pero no se imaginaba que no tena ningn control
sobre tu vida y menos sobre su muerte, pues era Unamuno quien posea la potestad de
finiquitar o conservar la vida de Augusto. Esto que aparentemente podra no ser ms que
un recurso tcnico, rebate la seguridad que se tiene sobre la existencia, pues qu nos
confirma que la vida no sea ms que ilusin, la mera fantasa de algn frvolo soador o
la elucubracin de un lnguido sujeto que se entretiene creando mundos etreos y
construyendo seres como mero entretenimiento. Es pues as, el escritor el impostor de un
dios que crea y recrea universos a su gusto, concibiendo y extinguiendo a los seres dentro
de ellos.
Augusto dorma cuando su realidad ignoraba y solo despert al saber que era otro
quien le soaba. Su vida siempre fue una mera ilusin, una pieza ms de un inmortal
ajedrecista. Su realidad solo remita a un universo ficcional, en que el sus leyes y sus
lmites dependan de su hacedor. No haba libertad, solo el delirio de ella. El amor y el
dolor tambin eran fantasas, y cada una de sus desventuras, cada uno de sus anhelos, una
mentira. Soar o vivir?, se preguntaba Augusto. Es que no resulta sencillo diferenciar
entre ellas, pues dentro de las quimeras, lo soado tambin pareca real. Es que no hay
forma segura de reconocer un mundo imaginario, ya que lo aparente se muestra tambin
convincente. Dentro de lo ilusorio, tambin reside lo tangible, lo creble. Y no hay prueba
suficiente ms que despertar o cobrar conciencia onrica. Es decir, saber que ests
soando dentro del sueo mismo, recin en ese instante uno es capaz de competir hasta
con los dioses. Mas esto para Augusto, era imposible, pues no es dueo ni de propio soar.