Ante el fuerte temor de que Colombia regresara a la postración total frente al
terror del narcotráfico, de las hoy mal llamadas guerrillas; de los grupos disidentes del paramilitarismo, y de no sé cuantas bandas de criminales que deambulan, ya no por veredas y caminos sino por las comunas y localidades de las grandes ciudades capitales, un treinta y tres por ciento (33%) de los ciudadanos que conforman el censo lectoral votaron por el actual mandatario Juan Manuel Santos Calderón; un doce por ciento (12%) por el candidato del Partido Verde Antanas Mockus y un poco más del cinco por ciento (5%), expreso su voluntad en el voto en blanco o no marco el tarjetón. Sin embargo, la participación electoral no alcanzo el 45%, lo que arroja una abstención por encima del 55%.
En artículo anterior afirmaba: “Tiempos difíciles le esperan a Colombia”. Y el
monstruo del terrorismo no tardo en mostrar sus garras, ahora lo llaman “terrorismo inteligente”; de las extremas, le corresponde ahora a la Ultraderecha atacar, el centro está ocupando buena parte del ejecutivo y los analistas ven en los primeros proyectos presentados al Congreso un claro sesgo de gobierno liberal, de pura cepa sin referencias a neologismos o terceras vías. De allí la tesis de la Revista Semana: “Hay otra hipótesis bajo consideración, que toma cada vez más fuerza y apunta, irónicamente, a que fuerzas oscuras de la extrema derecha pusieron la bomba. Los recientes anuncios del presidente Santos no han caído nada bien entre estos fanáticos. La puerta del diálogo que abrió con Cano sumado al restablecimiento de relaciones con Venezuela han (sic) generado inquietud. El carro bomba estalló a escasas 48 horas después de la cumbre entre Santos y Hugo Chávez, en la cual quedaron superadas profundas diferencias y las relaciones entre los dos países adquirieron una nueva dinámica. No es descartable que lo que el ex presidente Virgilio Barco llamó las "fuerzas oscuras" esté tras el ataque con la intención de enviar un mensaje al nuevo gobierno y tratar de torpedear cualquier intento de paz con las Farc o con Chávez”.
Por su parte la politóloga Claudia López afirma en la Sillavacia.com: ¿Qué teme
la extrema derecha? Su principal temor es que al restablecer el respeto y facilitar el trabajo de las Altas Cortes y eventualmente nombrar un Fiscal independiente, finalmente los develen y judicialicen. Saben que el cúmulo de pruebas que los señalan ha ido creciendo y temen que a un juez independiente se le dé por desempolvarlas y hacer justicia. Temen perder cobertura política. Si Chávez y las Farc dejan de ser los cocos que la justifican, la extrema derecha queda al desnudo y reducida a las mínimas proporciones de legitimidad. Temen que la cooperación judicial con Estados Unidos finalmente funcione. Ya empezaron a trasladar a los jefes paramilitares a una misma cárcel para facilitar sus diligencias judiciales y mejoraron las medidas de protección a sus familias. ¿Qué tal que eso los incentive a confesar un poco más? ¿En qué quedarían sus otrora socios?
En síntesis, el gobierno de Santos Calderón esta en el ojo del huracán de la
ultraderecha; por ello, creo respirar un aire que obliga, sin vacilaciones, entrar a apoyar algunas políticas del Presidente Santos, sin caer en el unanimismo; cada día habrá más temores de bombas y magnicidios, la extrema derecha y la extrema izquierda son un monstruo bicéfalo, pero con un sólo corazón, que únicamente destila odio y muerte. Cada acto de gobierno está siendo supervigilado con microscopio por los antiguos comodatarios de la Casa de Nari, por los anfitriones de los abogados del narcotraficante alias “Job”, por los determinadores de las chuzadas, pese a que todavía mantienen al alfil del DAS: Felipe Muñoz Gómez y a otros peoncitos, que juegan el ajedrez de la política colombiana.
Estamos entonces ante una encrucijada los demócratas, ¿prepararnos para la
hecatombe y consolidar fuerzas en el gobierno de Unidad Nacional? o, ¿establecer una oposición ciega que sólo facilita la labor de la extrema derecha? Será que ahora es mejor como en el 46 apoyar a Gabriel Turbay en lugar de respaldar a Gaitán, Santos no es ni la sombra del caudillo liberal pero las fuerzas oscuras de hoy, si se parecen a los determinadores de los magnicidios de Uribe Uribe, Gaitán y Galán. Épocas diferentes, espaciadas por décadas, cada una, pero hitos históricos que indican que la barbarie se puede repetir. Sólo la participación directa de la ciudadanía y de la juventud podrán impedir que el terrorismo, de izquierda y de derecha, le pase factura a los propósitos de decencia e institucionalidad que enmarcan los primeros días de la administración Santos Calderón. Por ello, parodiando a Daniel Samper Ospina en: “Así es difícil hacer oposición”: “Santos (…): reconstruyó en menos de una semana lo que Uribe había destruido en ocho años”.
*Constituyente de la fundación democracia y libertad, abogado constitucionalista.
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