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oH EL GUERRERO DE LA PERIFERIA Biografia de Jorge Rulli Juan Mendoza Del Nuevo Extremo Juan Mendoza colabord en las siguientes publicaciones: La Maga, Veintitrés, Pistas, Todo es Historia, Mass, La Mano; integré el equipo de investigacién de la revista Los ‘70; dirigié El Explorador y se desempenié como secretario de redaccién de la legendaria Cerdos y Peces desde el afio 1997 hasta su tiltima reaparicién en el afio 2004, JUAN MENDOZA el guerrero de la periferia Biografia de Jorge Rulli & Del Nuevo Extremo Mendo, Juan El gurtero de a periferia:biografia de Jorge Rulli Juan Mendoza; coordinado por Tomés Lambréjedicién literara a ‘argo de Carlos Suntos Sie, - 1a ed. - Buenos Aires: Del Nuevo Extremo, 2011, 456 p : 15223 em, ISBN 978-987-609-291-3, 1. Nacativa Argentina. Lambré, Toms, coord I, Carlos Santos Stes, eit I. Tiewlo DD ARG (© 2011, Juan Mendora © 2011, Baivral Del Nuevo Fxtemo SA, ‘A.J. Carmamaa 1852 (C1414 COV) Buetos Aires Argentina Ted Bae (54 11) 4773-3228 all: exitrisl@delnewsextrema com ndelauevoesteemo.com Imagen edivorid: Marta Cénonse Correccin: Ménica Ploewe Disefio de tapas M. L., Disefo interior mies estudio Primera edicidn:serriuess DE 2011 ISBN: 978-987 609-291-3 Reservados toes lo derechos. 'Ninguna pare de esa publicacia puede ser reproducida, alacenacla 6 transmitda por nnn medio sin pexmso del editor, Hecho el depésio que paca la ley 11.723 Impreo ena Agenting - Printed in Argentina AGRADECIMIENTOS ‘A Hugo Chumbita, quien una tarde de mayo del afio 2000, cuando re- gresdbamos de la provincia de Corrientes adonde habfamos ido a rastrear los origenes indios de San Martin, me hablé de la vida de Jorge Rullis luego de narrarme algunas de sus experiencias extremas y del porqué de la necesidad de dara conocer esa historia, me soled con vehemencia: “Vos tenés que contar la vida de Rul’, A Aldaria Demettio, por la correccién de los primeros capitulos del libro, y aunque lamenrablemente la distancia y otros sobresaltos emocionales ince- rrumpieron ese imprescindible aporte, sus certeras sugerencias me ayudaron a descubrir el “eémo” contar esta historia. A Eduardo Galeano, Rogelio Garcia Lupo, Héctor Spina, Florencio “Cho- ché” Monzén, Luis Sosa, Marrén, Fernando Robelli y a toda su far i, Eli- rabet Kusch, Dardo Castro, Julio Spina, Heman Scandizo, Vicente Zito Lema, |Lednidas Lamborghini, Lili Ruggia, Cascote (de San Pedro), el “Gallego” Vallén, Claudio Flores, Pancho Gaicén, Osvaldo Agosto, Julio Bérbaro, Mario Sénchez Proafio, Nelly Muifio, Agustin Alvarez Rey, Horacio Gonzélez y Martin (el filésofo de Coronado). Muy especialmente a Miguel Grinberg, Javier Veldrdez y Analia, Pelusa, Wa Galeotti, Misty, Javiera, Carlos Rulli, Alicia Pasquali, Marcelo Otha- nin, Marfa Moreno y a todas mis calles de tierra. A mis maestros: Korneta y Enrique Symns (los hacedores de mi tinica bandera). A mi santoral pagano: Los Gardelitas, Los Redondos, Henry Milles, Thomas Merton. A mis amantes (los que son y os que fueron): Familia Sues, Joan, Juan Pablo, Cristian, Gaby Bilinki, Blanca, Marta, Aldana y Melina. A mi familia (muy especialmente a mis sobrinos, su libertad). “Vivimos en un mundo de éxitos Funestos y fracasos heroicos”, Irving Louis Horowrrz, Los anarquistas Prélogo E sca biogratia de Jorge Eduardo Rulli escrica por Juan Mendoza es més que una historia de vida. El aucor sigue no solo la exposicién verbal del prota- gonista y la investigacién de los hechos, sino las huellas grabadas en su rostro. Ia lectursede la obra nos deja la sensacién cabal de que esas marcas hincan en ln profundidad de su alma, Més que con una biograffa nos encontramos con el corazén de un hombre y st época. Escribir este prélogo fue para mé mucho més que confeccionar un texto presentando un libro por demas interesante. El haber sido elegido para esta 6n tiene una connotacién muy especial, ya que Jorge Rully yo tenemos edad y una historia paralela que tuvo en comtin, abora lo sé, ma biisqueda, pero por caminos y sobre todo experiencias muy dife- rentes, sin que munca se diera la oportunidad de cruzamos. Yo no sabia de su cxistencia hasta hace unos pocos afios cuando tomé contacto con el Grupo dle Reflexibn Rural. La primera referencia que tuve de él me la dio mi amigo Miguel Benasayag en los afios noventa con una expresién que lo dice todo: “Es tun hombre que lleva el mapa de su vida en el rostro”. Al leer estas pdginas he encontrado la explicacién al extrafio hecho de que dos personas con origenes idcolégicos y politicos, métodos, trayectorias y su- frimientos tan disimiles como Rulli y yo, artibemos a esta altura ~en que los saberes y las experiencias dejan lugar a la sabidurfa- a conclusiones tan simi- ares sobre los destinos de la civilizacién, Porque lo notable ¢s que yo, que fui un abs ‘én y la civiligacién urbana, hoy tengo una visidn del presente y el fueuro inmectato de a humanidad mds cereana a la de wlerado de la industrial Rulli quea la de la mayorfa de mis viejos compaficros sobrevivientes. Esta lec- tuta me ha reve ac tuvimos algunos insospechados, lado queen nuestra y sobre todo nunca asumidos, sentimientos comunes, por encima de la for- ‘malidad de nuestras ideologias enfrentadas:cierta influencia del pensamiento anarquista ms fuerte que la asimilada o reconocida, ctco que por ambos y que hoy se abre camino frente a las decepciones vividas por cada uno. Jorge Eduardo Rulli fe un fundador del peronismo revolucionario, Di- gamos claramente, del legitimo peronismo revolucionario. El no perrenecia 4 aquellos, un tanto advenedizos marxistas ~o cristianos-, gran parte de ellos ex gorilas, que en 1955 cantaban La Marsellesa en la Avenida Santa Fe cele- brando la “caida del tirano”, y después de 1959 impactados por la revolucién ccubana y seducidos por la “transgeneracionalidad” de Perdn, “descubrieron” el ser nacional en el peronismo. Aquellos no eran el peronismo revolucionario sino revolucionarios que “peronizaban’; grupos que pretendieron “canalizat” al peronismo, reemplazar a Perén. No, Rulli en cambio, como Cacho El Kadte, se asumieton siempre como “ser nacional” aunque no lo formularan asl, pertenectan a aquellos peronistas fandadores de las FAP para quienes el movimiento y el General caudillo no eran instrumentos manipulables para una pretendida estrategia de guerra popular calcada de otras, por cierto exirosas, sino la expresién especifica del movimiento revolucionatio en Argentina. Eso es lo que este libro deja bien claro, lo que Rul exeiafirmemente, idea que yo, como marxista leninista, ‘nunca compart, Peto respetaba su autenticidad, su fata de oportunismo, en el mismo grado que rechazaba todo intcato dle “utilizar” en forma oportunista al peronismo como cra Ia préctica de otras organizaciones, incluso algunas que se reivindicaban ‘marxistas, como el PRT que dirigia Nahuel Moreno. Porque el rasgo que marca toda la trayectoria de Rul y queda plasmado cn la obra que estamos comentando, es la bisqueda de la autenticidad, de lo que cs de identidad propia, de aquello de donde salen las rafces que aseguren la potencialidad de los esfuerzos de masas de mujeres y hombres con un proyecto comin. Creo que ese rasgo de la subjetividad es lo que més hemos compartido sin saberlo, por caminos muy diferentes, hasta antagénicos y que hoy, epito, paradgjicamente parecen confluir. Ciertamence que esta biografia basada en su propio relato y las investi- gaciones del autor, pone en evidencia la diversidad de enemigos que debié enfrencar y la frustracién de sus expectativas que provenian de sus errores de apreciacién, como se ve claro, por ejemplo, en el relato del desconcertante en- cuentro con el General Perén en su exilio en Puerta de Hierro. ¥ esa diversidad !a constituian en primer lugar los enemigos antiperonistas, feroces impulsores de [a llamada revolucién libertadora, expresién de uno de los revanchismos mis encarnizados y criminales de nuestra historia, pero también fa apenas menor safa de peronistas que no le perdonaron a Rulli su coraje inteleceual y su fuera milante, sn olvida las decsiones desaurrizantes 0 condenatoras del propio Pern. Tal fue la situacién de la masacre del 20 de junio de 1973 en Fueiza el dia que regresaba Perén a la Argentina. sta biografia refleja en primera instancia la tragedia de un hombre, sus vicisitudes militantes, la descruccién de su familia, torturas, prisiones, exilios, decepeiones, una historia de dolor con pocas alegrias. Tienta parafrascar a Manuel Galver, “La cragedia de un hombre fuerte”. Pero si uno logra hacer por un momento abstraccién del individuo, sacarlo de la posicién de victima ¥ eneajar todas esas calamidades dentro de una visién perspectiva, podria ver cn tealidad todo el stmbolo de la impronta de ese hombre que tenazmente cevité correr la infausta suerte de su movimiento, que esquivé en forma clara el banal argumento del “aggiornamicnso” que emplean hoy muchos de sus ex camaradas y un buen niimero de “setentistas” ex antiperonistas subidos nue- vammente al carto criunfal del supuesto ‘ser nacional”, Para jugar con la riqueza del castellano se puede decir que antes era el “set” hoy ese “estar, Pod con- jevurarse que el gran mérito de Jorge Ral, su triunfo personal, -ain en medio de suftimientos y subvaloraciones— fue evitar que su tragedia se convierta en farsa, Como ocuttié con ese poderoso movimiento social y politico, quizds el nportance de la historia nacional, una cragedia con Centeniaes ce maui tes que terminé siendo farsa o comedia con la destruccién de st propia obra, ‘como no lo habfan logrado hacer los gorilas de la “libertadora”, ni siquicra el nnefasto poder del terrorismo de Estado, Ein efecto, en los mismos tiempos que Carlos Sail Menem acaudillaba ese ‘movimiento nacional eansvestido ahora al neoliberalismo, e imponta cl mo- elo sojeto que hoy nos rige, acompafado no solo de peronistas sino también de buena parte de los ahora llamados proggesistas, que por esfuerzos que hagan tno pueden explicar el mis de cincuenta por ciento de los votos que avalaron In dlestruccidn de los tiltimos restos del Estado de Bienestat, Jorge Rul, este eterno combarience de la periferia, lanzé un nuevo grito de guerra: “volver a la tina” funds junto con un pufiado de poetasy suicidas el “Grupo de Re~ Hlexidn Rural” 10s después oligarqu reemplizada por la burguesta agraria, se cambid esa precisa palabra agricultu- cl io cultiva- a cransgénica cubre la mitad del tervitorio ¢ ‘con olor a bosta de vaca, se transformé o fae on 1a por “agronegocios”; més de 200 000 pequerios productores fueron expul- sados del campo y conforman las villas miserias en las ciudades; un modelo productivo fabricante de pobreza, engendrador de pobres, una acurnulacién cnorme de divisas que entusiasman y a la vez oculta las perspectivas por de- ‘més imprevisibles de este modelo agrario. © sea, como nunca el poder del capital, nacional o internacional impuso un modelo productivo por encima de los gobiernos de turno, mejor dicho, con la complicidad, obligada © no, de estos, Hse es ol enemigo de siempre con distintas formas, pero lo realmente lamentable, doloroso, es quc desde las atalayas que la “izquierda progresista” ¥ el ex “socialismo nacional” ha construido para defender su sat quo actual, se saludan con euforia las transformaciones biotecnolégicas del campo con el gastado discurso del progreso y ese viejo guerrero es sumado despectivamente ala lista de los “posmodernos”. Fiel a su historia, magnfficamente derallada en esta biografia, Rulli sigue siendo el rebelde revolucionario que no se resigna a pesar de estar en extre- ‘ma minoria, casi se podria contar con los dedos de las manos sus actuales ingpiradores: el subcomandante Marcos y el zapatismo; Bové y los campe- simos franceses, las nuevas lecturas del inagorable Marx; la reivindicacién de las diversas rebeldtas populares que se hacen fuera del control “orgdnico” de las sectas que hace tiempo dejaron de ser vanguardias, cierto resurgir del espititu dcrata, el despertar de las luchas indgenas y en particular el ccologismno, van conformando el nuevo rostro de la revolucién que invulucra a millones de personas andnimas. Y es asf como quien esto escribe, viejo spartaquista de los afios sesenta que hoy reconoce su corazén anarquista refunfufiando a su cere- bro manxista, termina este prélogo con ese saludo que contenia y contiene el ‘optimismo del corazén por sobre el pesimismo de la conciencia: Hasta la Victoria Siempre viejo guerrero de la perferia. Luts Marnini* “Amnol Kremer, euyo “nombre de guerra” era Lis Marin, fe el screato general el Partido Revolucionario de los Tabajadores, PRT, y jefe del Fjército Revolucionario det Pueblo, ERP, en reemplazo de Mario Roberto Sancucho, mucrio durance un enfientamiento con el Ejicito en julio de 1976. ‘En 1968 se incorporé al PRT y como tal fue fundador del ERP, organizacion en la que luego fuera miembro del Burs Politico y despues scretario general hasta 1980, A partir de 197 tavo que exiliase en Mésieo, Espata y Suecia. Regres aa Argentina en 1984 ‘eincorporindose ala actividad poltica, Fue uno de ks investigadores de la FISIPy secreario de cedaceién dela revista Idole y Politica, Fe fundador de las Céredras bres Che Guevara Es columnists en La Fgata digital yertico de libros en Le Monde Diplomatigue en su edcién Argentina. is Va publicado Hombres y Mjeres del PRT-ERP, La politica como subuesién, El Encantamien ‘ 28 Pero, mesmorias de um Politica De los revolucioneios de les uetenta aos rebels de Hoy, Los Peron, ‘ombatienterevelucienari, Los Pees 2, memoria dele rebeldiafemenina;y en colaboracién con nos aucores, Chee argentino, Lr eps rots, Contrapodery Qué som lis asamtblew: Introducci6n Zozobras A\ssedia que hombre avanzaba po el pasillo que atravesaba los princi pabellones de la cércel, un eco de golpes metiicos se iba multiplicando a cinco afios y acababan de anunciatle que pasaba ‘sun régimen de libertad vigilada. Apenas unos instantes mds y estarfa en la calle, Pero no fac en a calle en lo que pens6 cuando le confirmaron la nocicia, no en anteriores anuncios de supuestasliberaciones y en su fatidico desenlace posterior. Safir de la prisién no siempre podia signficar recobrar la libercad, por ‘so sencla que cada reja que se cerraba detrds de él, matcaba la proximidad de tuna suerte incierta, Un policfa del servicio penitenciaro caminaba a su lado, el mismo que algunos minutos antes se habia acercado hasta la puerta de su celda para orde- narle que se preparara con todas sus cosas. Atravesaron el pabellén principal y al llegar a la guardia de entrada, el hombre descubrié que habia otros deteni- los en el patio. Apenas pudo cruzar con los demés algunas miradas furtivas, peto eso le basté para percibir el grado de angustia que habia cn todos ellos. [istaban vestidos de civil y también habfan sido retirados de sus celdas con todas sus pertenencias que ahora cargaban dentro de bolsos de gran tama y » varias bolsas de pléstico que aferraban entre sus manos, No noté nada fuera de lo normal, nada que lo pusiera sobre avis0, los mo- vimientos que se observaban parecian responder a la rutina propia del penal. se ubicé entre sus compafieros. Con él suma- jez los presos politicos que, si bien seguirfan a disposicién del Poder in embargo, spresiones vas aduscas y un brillo de inquictud en algunas micadas hacian evidente en todos tun estado de desconfianza; al igual que en él, la salida inminente no les habia generado alegtia, sino alatma. ‘Una vox, quesoné dura y altanera,impartié la orden y el grupo se apresus a formar fila frente al portén que los sepataba de la calle. Cuando el hombre cups su lugar en la hilera de detenidos, el contraste can los otros presos fue contundente. Era el mas alto del grupo, y aunque habia adelgarado mucho durante el encietro, su metro novenca de altura atin se correspondfa con un fisico de una marcada corpulencia. A pesar de tener el pelo completamente blanco, no aparentaba mis aftos de los cuarenta y dos que habta cumplido hacia pocos meses. Lo que desconcertaba al observaclo, pero que a su ver también le imprimia un cardcter enigmdtico, era la inexpresividad de su cara, ‘Unas cxjas anchas de color pardo que sc clevaban pot sobre unos ojos castafos ‘laros; una nariz pequefiay algo respingada; una boca de labios bien delines, dos y una mandibula ancha y firme se consttuian sobre un rostro en el que no era posible leer ninguna emocién. Solo un aire de impasibilidad parecia delinea su semblante. Ningtin sentimiento se vetareflejado en ese rosto, pero stse podtan observar algunas hucllas que el pasado haba dejado sobre él: una cicattiz que atravesaba de manera vertical su mejillaizquierda y un ojo inmévil ¥ ciego que hacia ain més impercurbable su expresi6n, Su carga, si bien no era mucha, era un tanto singular: dems de un pequetio bolso que colgaba de 1 hombr, levaba uns abultede earpota avi rectangular de gran tamafo que aprisionaba contra su pecho. ELhombre sabia que cualquier cosa que pasara sucederta una vee que estu- vieran afuera de la prisién, Su mirada estaba detenida en uno de los oficiales «que montaba guardia en el portén de chapa: una de sus manos se apoyaba sobre clcerrojo que ya no llevaba candado, la otra sobre la cartuchera desu nuteve mi- limetros. Esa imagen terminé por hacer mis nftdo un recuerdo que lo acecha. ba, y que habla convertido su espera en una calda libre desde que se enteré de ue estaba por recobrar la libertad, Luché todo lo que pudo por desplazar ese recuerdo que lo arrastraba diez afos tris y que le anunciaba que aquello otra vee podia volver suceder, pero le era imposible desprenderse dela imagen que surgfa ance él y una vez. mds se vio saliendo del penal uruguayo Punta Cartetas luego de estar dos afios detenido, Aquella mafiana del ao 1971 dos personas amigas lo esperaban en la es- Auina de la cireel. No entendié en ese momento el porque de sus rosttos pé {tcos ni tampoca por qué no corrian a abravarlo, Pero la respuesta llegd unos 6+ metros antes de que se uniera a ellos: todo sucedid en cuestién de segundos, lus frenadas como aullidos, el amartllar de armas, los hombres que se le tira- ton encima para introducirlo a pacadas dentro de un auto y luego, otra vex el ‘ecierro, pero esa ver en condiciones peores. \Volvié a luchar contra ese recuerdo hasta que aquellas imAgenes se hicieron uliusas y contemplando la figura del oficial, solo se conceneré en qué harla una ver que hubiera ganado la alle, Pero cuando vio cémo el cerrojo se deslizaba strabar el portén, un escalofifo de incertidumbres se antepuso a su para La misma voz de mando ordené que el grupo avancara hacia afuera. Con lo primero quee! hombre se encontré fue con el viento célide de octubre, pero tungueestaba afuera de la prisén, atin sentia sobre el el peso de sus muros. Tixdavia segutan escoltados por un grupo de policias del servicio penitencia- tio, algo inusual ya que, una vez en libertad tendrian que habetlos dejado a ada uno liprado a su suerte, Algunos iatentaron preguntar qué pasaba, pero {eron callados. gritos. Ain eran presosy segu‘an siendo eratadas como tales. "Puede ser que nos levanten ahora’, pens6, al observar la soledad que impe- tub en los alrededores de a ciel. El oficial que venta dando las Srdenes al po le indicé a uno de los uniformados que se pusiera delante dela fla que faba os denies, Con un sto pert in ae aaa Aitigiéndose al grupo, grité a vor en cudllo: “Ahora... Marchen!. El grupo fue Be a remem aeter o | frente de la prsién. Del otro anco los segutan los polictas dl ne extend servicio penitenciario, *;Adénde nos levarin?”, pensé el hombre. Llegaron a la quia de kx manana y el ofcial doblé por la vereda que bordeaba el muro lateral de la prisién. Cuando el oficial doblé nuevamente en la siguiente es- ‘quina llevando al grupo a caminar por el costado del muro que daba a la parte tissera, ef hombre comprendié: “Nos estin haciendo marchar alrededor de {Qué escondia esa orden caprichosa? ,Serla este un tiltimo ls cdrcel”, pens so ee Ni dl ni ninguno de sus compafieros entendfan el porqué de tlgo tan absurdo, pero a medida que avanzaban bordeando aquellos muros, todos sencfan que se estaban llevando una imagen completa de donde yacla repuiltado el tiempo muerto de cada uno de ellos; parecta que sus verdugos, al hacerlos marchar alrededor de la cérce, les estaban diciendo “Este ¢s el lugar do :in sepultados sus afios no vividos, su pedazo de libertad cercena- de est {Qué otra razén podta haber en est orden aparentemente intl? Llegaron otra vez a las puerta de a cércel, ali los estaba esperando, junto a otros uniformados, el mismo oficial que habfa departido las 6rdenes. “Les pus. 16 el pasco?", preguntd, y endureciendo el tomo de vor grid: “Ahora. den. trot”. Ya los empujones, los detenidos ingresaron nuevamente@ la prisicn Aunque su halo de inmutabilidad no lo dejaratraslucin una enorme de- sazén lo embargé cuando se encontré otra vez formando fila en el patio. In- ‘ula que todo podrfa tratarse de un juego cruel que practicaban los verdugos antes de dejaslos ir definitivamente, pero sus propios recuerdos lo empujatery 4 pensar que, en realidad, all, el destino de su vida estaba en manes de sas ee EI oficial caminé 2 lo largo de toda la fila de prisioneros y lucgo le observarlos a uno por uno, se aparté hacia el costado del portén que aiin Scguia abierto y con fingido asombro se dirigié a uno de los policias: “;Quué hacen todavia acd adentro? ;AFuera!”. ¥ esta vez el grupo recibié la orden de avanzat, pero no lo hicieron escoltados. Cruraron el portén solos y cuando aaa sey ; Pottén se cerré a sus espaldas, se encontraron otra vez en lt vereda de la cércel, pero sin ningtin uniformado como escolta, ahora st hablan ganado la calle ae paral Todavia es de mafiana y el hombre lo tinico re lo tinico que percibe es que la cércel va aquedando atrés. No puede saber con claridad dénde se encuentra, porque el lugar se va reconstruyendo ante sis ojos 2 medida que va dandy ews primeros pasos en libertad Estd mareado, siete que las calles ondulan bajo sus pies e tambalea, a veces tiene que aferrarse a algiin compafiero para no perder el quilibrio. No sabe cuinto ha caminado, pero ahora las calles y los edificios {luc irumpen ance us ojos parecen segue el ritmo del vient: se mecen de un lado hacia otro y a veces parecen flotax, suben’y bajan como si se deslizaran sobre un slo de tenue corriente. Salt en libertad es también tener que volver aprender a caminat y a respirar los pulmones se Ienan de impacienciay las pisadas solo siguen el ritmo que marca la ansiedad. Respira y camina, suclta el aire despaci y , aire despacio hasta que su cuerpo se va recu- erando poco a poco y ya las pisadas se vuelven mas fires, Como si abriera los ojos por primera ver después de estos cinco afios de e Conciencia de que estéen la ciudad de La Plata, El hombre va asoméndose len- tamente a una Argentina de principios de octubre de 1981, que atin co bajo una dictadura militar. No hal ia Ps del 24 de marzo de 1976, ncierro, toma plena bia transcurrido un afio del golpe de Estado » cuando fue detenido, Siete meses estuvo desapare- Re do hasea que en el mes de septiembre de 1977 fue pasado a disposicién del Poder Ejecutivo y trasladado a la Unidad Nueve de La Plata. Y ahora que ha ‘cuperado ka libertad, avanza como emergiendo de un suefio. Sus compafieros atin estén con él. Bl temor a ser evantados en la calle hizo que caminaran todos juntos hasta la estaci6n de trenes. En el trayecto algunos: han comentado el caso del dirigente montoncro Dardo Cabo, que se encon- truba preso también en Ja Unidad Nueve. Cuando Cabo abandons el penal todos creyeron que habia recuperado la libertad. Pocos dias después salié pu- Illeado en los diarios que habia sido muerto en un intento de fuga. i viaje a Constitucién es en absolut silencio y luego, arriba del tren, a me- lla que se suceden las estaciones, el grupo se va disgregando, Saluda alos com- ppafieros que van descendiendo y en est despedida todos prometen tin pronto eencuenteo y él sella ese pasado compartido con abrazos intensos que, aunque Hhinguno lo sabe, marcan el adids definitivo con todos ellos. Jamés volverd a ver 0s rosttos. De Constitucién parte hacia Retiro y de allf toma el tren que lo leva al domicilio donde la policta debe controlarlo, Observa las estaciones que van ‘quedando attés como postales de un paisa irreal, luego abre la carpeta azul que Hlovn sobre sus piernas, son recortes de diferentes periédicos que fue juntando 1 sus ilkimos afios de encierro: alli tiene més de quinientos articulos sobre fi- Jovofla, historia de las religiones, antropologia y literanura, Hojea casi che manera iviomdtica algunas pégins hacta que se da cuenta de que el tren se ha detenido tiv la estaciin Saavedra. Repasa mentalmente la diteccién adende debe ir y miencras camina trata lle voner una imagen clara de cémo se encuentra. En cada paso que da se pre- junta cuinto de su humanidad habr& quedado atrés de aquellas rej, custo Ye qué manera lo habrd cambiado la circel. No lo sabe, pero la cércel lo ha nunsformado més de lo que él puede llegar @ intuir y aunque atin no puede Vero, legars el dia en que ese lado oscuro que fue cultivandose en él durante ip aos cle encierro, avanzard a través de todo su ser y emergeré afuera como lun 1lo desbordado que haré estallar al dique que antes lo contuvo. Pero ahora solo sience uma seguridad férrea ante la decisi6n que ha tomado, su destino est puesto alll y no deja de repetirse que no tiene otra alternativa. Sabe que frente ‘él ya no queda ninguna superficie s6lida por dénde avanzar. Su sendero se ha tlesmoronado, ha llegado al final de su viaje y es una broma demasiado amar- yr darse cuenta dle que ante dl no se extiende otra cosa mas que un péramo Alniestro, un cerritorio que solo alberga hs ruinas de un suefio que alguna ver 439 stey6 que podfa ser real. La patra, finalmente, no fue liberada, sino cercada. ee Por asesinos que se impusieron a sangre y fuego en su territorio. ae su primera salida de la cdrcel, hace casi veinte atios ates. ‘auclh oportunidad una multitud de compatteros lo esperaban a la said pus de tes afios de encierro. Esa primera ver no dudé en continua eee {a cdreel habfa interrumpidos la segunda vez que sali de prisié Seema las rorturas alas que habia sido sometido lo obli an a movilizarse en silla de ruedas, pero no detuvo su andar; la tercera ulié de la eéreel como un clandestino, y baj pees un clandestino, y bajo otro nombre retomé su march: “alegria del encuentro inminente se confunde con la desazin de saber pas avivira ke a de sus padres como cuando era un adolescente, a puerta se abre y como tantas otras veces, los abrazos dan paso a ‘kncio casi cémplice por parte de su padre y a un nerviosismo de cu made «pe se traduce en un monélogo incesante quie el hombre acompah 4 fentos suaves de su cabeza, asintiendo, ace tesla dicend, Ober su noc hogar sungu ena lo ee mirada, lo encuentra pequefio como para albergar aun tercero. Después de desplomarse en el silln del living que serd también su cam: saa de poner en claro la situaci6n en la que se eheuentray cudl serd l ea Bente paso que tendrd que dar. Piensa en su compafiera Pelusa y en sus hij yen la necesidad de que estén ahora con él, pero ella ha devidido parts ng oe idea del teencuentzo en Buenos Aires, una chudad arteada pon “ae INo es aqui donde quiero que nos volvamos a ver, le dij lla en a ghia Visita que l hizo ena cétcel anes de partir para Fspata. Aquella vista ictriste. Hablaron mucho. Ella sentla que la vida que estaba llevando era iva con sus tres h pequefia casa 1 un rincén hierable, no tenfan nada propio. ‘uc habia podido alquilar, alli dormia sobre un sofi que estal ‘bk casa que hacka de living. Para ella, aquel lugar - uwhueco para vivir. Cuando el caso de él salié en lo 1 su hueco de espera, no diatios, y se supo que i libertad era inminente, ella le pregunts qué querta hacer, “No quiero vivir ion mis en la Argentina”, fue la respuesta del hombre. Enconces, desde ese Wwoinento ella acelerd su propia partida, Tenfa temor de que el tan ansiado Weehieuentro se produjera en la misma ciudad que los habia atrapado antes, en Hee iwlaino pals gobernado por quienes habfan mutilado sus vidas. Por eso, en Aue dltima visita, Pelusa le dijo que parti y que lo aguardaba en Espafia. J 9 en08 pensamientos trata de conciliar un suefio imposible, pero lo que lnveviene es casi una pérdida total de la conciencia que lo arrastra hacia ‘Wt abortus oscura y silenciosa que es por donde siente que eae junto al il- HW parputco. Al dla siguience, recibe la visita de su hermano que le pasa un dinero por ‘yo del Citrden que le dejé Pelusa. Bs lo tinico con lo que cuenta. No Jun plan, solo apenas una decisién comada. Y para levarla a cabo debera lr algunas cosas que no puede posponer ms. Con ese penssamiento sale tulle pernsando a cuil de las dos personas visitaré primero. | Deelide que primero vera a quien ahora es su ex mujer, aunque legalmente oneretaron la separacién, ill lel colectivo, miencras trata de hacerse una imagen de eémo estard Ws le casi dice afios de no verla, recuerda aquellas primeras charlas ma- eas por teléfono, cuando el era apenas un adolescente y no se animaba wile su amor y solo se acercaba a ella como admirador y discipulo. No Jy con exactitud el déa en que la vio por primera vers tal vez haya sido en ‘le lay tantas reuniones cuando todavia no estaba conformada la primera {wil 0 tal ver haya sido en alguna de esas noches de violentas tefriegas en wien y Bumeralda, cuando peleaban con la policfa o con los comandos » Pero af recuerda aquellas largas discusiones entre todos los muchachos, [is que ella descollaba por su bravura y su lucidez implacable, y también re- I auel dia en el que lla se le declaré en sl pabell6n de visitas de la cércel ‘Giweros, donde él cumplia una condena deseis afos de encierro, Se casaron Ws fl rcuperd su libertad. EI nacimiento de su primera hija, Maria Eva, Wi ali ts el camino militante que ambos habjan emprendido como J Horo ete camino al poco tiempo estuvo signado de sobresaltos, ya que Hime se puso al frente de una organizacién armada. La pobreza que so- lovalun y la frig salu de ella también fueron una constante en ese andar. Hogi al Himive de sus fuerzas cuando en 1967 lo detuvieron y lo corturaron. nos Mejfa hasta casi matarlo. A part luchar contra su propio ocaso fella comisarfa de Ra YA no Lavo fuerza p

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