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Dice Scheler “Quien posee el ordo amoris de una persona, tiene a la persona.” Esta afirmación no es más que la aprehensión moral del sujeto como el núcleo básico sobre el que se sustenta lo que es denominado como el ser espiritual, es decir, lo que se tiene en mano son las líneas básicas del ánimo, las cuales representan la variedad y la complejidad empírica de la vida. Todo aquello que se sitúa alrededor de un ser humano representa: en el espacio, el entorno moral del mismo, y en el tiempo su destino, es decir, la modelación de lo que es posible, de aquello que le puede suceder a él y solamente a él.
Es así que, en cada jerarquización de valores el ser humano avanza dentro de la estructura determinada por su ordo amoris, mediante ella contempla el mundo y a sí mismo, es por razón de esta estructura que puede dar cuenta del mundo según su situación, magnitud y color. Ya que la estructura del mundo entorno de cada ser humano no se desplaza y no se transforma cuando la persona se desplaza en el espacio. Lo que sucede en este ir y venir del sujeto es que la estructura de mundo se llena con determinadas cosas individuales; de modo que lo que se sigue es, en suma, una ley formativa que prescribe la estructura de los valores del ambiente. Tenemos entonces, una relación entre el mundo como estructura y la estructura de valores los cuales se determinan en sus modos de interacción por el ordo amoris de cada sujeto que puede ser visto como un mecanismo de selección.
Dice Scheler “Quien posee el ordo amoris de una persona, tiene a la persona.” Esta afirmación no es más que la aprehensión moral del sujeto como el núcleo básico sobre el que se sustenta lo que es denominado como el ser espiritual, es decir, lo que se tiene en mano son las líneas básicas del ánimo, las cuales representan la variedad y la complejidad empírica de la vida. Todo aquello que se sitúa alrededor de un ser humano representa: en el espacio, el entorno moral del mismo, y en el tiempo su destino, es decir, la modelación de lo que es posible, de aquello que le puede suceder a él y solamente a él.
Es así que, en cada jerarquización de valores el ser humano avanza dentro de la estructura determinada por su ordo amoris, mediante ella contempla el mundo y a sí mismo, es por razón de esta estructura que puede dar cuenta del mundo según su situación, magnitud y color. Ya que la estructura del mundo entorno de cada ser humano no se desplaza y no se transforma cuando la persona se desplaza en el espacio. Lo que sucede en este ir y venir del sujeto es que la estructura de mundo se llena con determinadas cosas individuales; de modo que lo que se sigue es, en suma, una ley formativa que prescribe la estructura de los valores del ambiente. Tenemos entonces, una relación entre el mundo como estructura y la estructura de valores los cuales se determinan en sus modos de interacción por el ordo amoris de cada sujeto que puede ser visto como un mecanismo de selección.
Dice Scheler “Quien posee el ordo amoris de una persona, tiene a la persona.” Esta afirmación no es más que la aprehensión moral del sujeto como el núcleo básico sobre el que se sustenta lo que es denominado como el ser espiritual, es decir, lo que se tiene en mano son las líneas básicas del ánimo, las cuales representan la variedad y la complejidad empírica de la vida. Todo aquello que se sitúa alrededor de un ser humano representa: en el espacio, el entorno moral del mismo, y en el tiempo su destino, es decir, la modelación de lo que es posible, de aquello que le puede suceder a él y solamente a él.
Es así que, en cada jerarquización de valores el ser humano avanza dentro de la estructura determinada por su ordo amoris, mediante ella contempla el mundo y a sí mismo, es por razón de esta estructura que puede dar cuenta del mundo según su situación, magnitud y color. Ya que la estructura del mundo entorno de cada ser humano no se desplaza y no se transforma cuando la persona se desplaza en el espacio. Lo que sucede en este ir y venir del sujeto es que la estructura de mundo se llena con determinadas cosas individuales; de modo que lo que se sigue es, en suma, una ley formativa que prescribe la estructura de los valores del ambiente. Tenemos entonces, una relación entre el mundo como estructura y la estructura de valores los cuales se determinan en sus modos de interacción por el ordo amoris de cada sujeto que puede ser visto como un mecanismo de selección.