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Suadernos Historia 16 250 PTAS Pet ck My Tt lifer José Manuel Cuenca Toribio Cuadernos Plan dela Obra 1. La Segunda Repiilica Espaiiola + 2 La Palestina de Jesis » 3, El Califato de Cérdoba +4, El Siglo de Oro, 1+ 5. El Siglo de Oro, 2+ 6. Faraones y pirdmides + 7, La Castilla del Cid ¢ 8, La Revolueién Indus- tial + 9, Felipe If 10. La medicina en la Antigiedad + 11. Los Reyes Catolicos * 12. La mujer medieval + 13, La Revoluin Francesa, 1+ 14, La Revolucién Francesa, 2 + 15, La Revolucién Francesa, 3+ 16. El Rgipto de Ramsés TI + 17. 1a invasién érabe de Espaia + 18. Los Mayas + 19, Carlos V + 20. La guerra de la Independencia, 1 « La guerra de la Independencia, 2 « 2. La Hispania romana + 23. Vida cotidiana en la Edad Media + 24. El Renacimiento + 25. La Revolucin Rusa + 28, Los fenicios + 27. La Mezquita de Cérdoba + 28. La Reforma en Europa * 29. Napoleén Bonaparte, 1 + 30, Napoledn Bonaparte, 2» 31. Los iberos + 32, Reearedo y su época + 33. Los campesinos del siglo XVI + $4. La Inglaterra victoriana + 35, EI Neoitico + 36, os Aztecas + 37, La Inglaterra isabelina * 38. La Il Guerra Mundial, 1 + 89, La TI Guerra Mundial, 2 + 40, La Il Guerra Mundial, 3 + 41, Tartessos + 42. Los eampesinos medievales 46,La Unidn Europea * 47. Los rei- nos de taifas + 48. La Inquisicién en Espaia + 49 Vida cotidiana en Roma, 1 » 50, Vida cotidiana en Roma, 2 + 51, La Espatia de Franco + 52, Los Incas + 53. Los eomuneros + 54. La Espatia de Isabel II +55, Ampurias + 56. Los almorivides + 57, Los viajes de Colén + 58, El cristianismo en Roma + 59, Los pronunciamientos * 60, Carlomagno, 1» 61. Carlomagno, 2 + 62. La Florencia de los Medics » 63. La Pri- mera Repiblica Espafola + 64. Los sacerdotes egipcios + 65. Los almohades + 68. La Mesta + 67. La Espatia de Primo de Rivera * 68, Pericles y su 6poca * 69, Bl cisma de Avifin + 70, El Reino nazarita + 7 La Espaia de Carlos Il + 72 El Egipio ptolemaico + 73. Alfonso XIII y su época + 74, La flota de Indias * 75. a Alhambra * 76, La Rusia de Pedro el Grande + 77. Mérida * 78, Los Templarios * 78. Veléz- ‘ques * 80. La ruta de la seda * 81. La Espavia de Alfonso X el Sabio « 82. La Rusia de Catalina II 83. Los virreinatos americanos + 84. La agricultura romana + 85, La Generacién del 98 + 86 Elfin del mundo ‘comunista + 87, El Camino de Santiago + 88. Descubrimientos y descubridores + 89, Los asrios + 90. La Guerra Civil espafola * 91, La Hansa * 92, Ciencia musulmana en Espaiia + 93. Luis XIV y su 6poca + 94, Mitos y ritos en Grecia 95, La Europa de 1848 + 96. La guerra de los Treinta Afos * 97 Los moriscos * $8. La Inglaterra de Cromwell + 99. La expulsién de los judios + 100, La revolucin informatica, +43. Enrique VIII + 44. La Espa de José Bonaparte + 45, Alt © [nformaciin e Historia, SL. Historia 16 Rufino Gonzilez, 34 bis 28037 Madrid. Tel. 304 65 75 84-7679.286-7 Fascculs) (Obra completa) Dasa ga MSS 168 Distribuciin en quiosoos: SGEL Suscripciones: Historia 16, Calle Rufino Gonziler, 34 bis 28037 Madrid, Tel. 304 65 75 Fotocomposicién y fotomeeéniea: Amoretti SF, SL Impresn: Gaficino, S.A. Eneuadernacin: Mavicam Printed in Spain - Impreso en Espaiia Historia 16 cies 2/ LA PRIMERA REPUBLICA Indice Circunstancias 6 internacionales 16 Las elecciones de junio 6 Bases econdmiecas y sociales 18 Presidencia de Pi y Margall 8 Bases politicas 21 Hacia el caos 9 Las etapas de la evolucién de 9. 3 la Primera Republica Presidencia de Salmeron 10 Presidencia de Estanislao 9 4 Figueras Presidencia de Castelar il 13 Tensin en Cataluia La via autoritaria 26 Reaccién militar 29 Fin de la Republica 14 La conspiracién de abril 30 Conclusién LA PRIMERA REPUBLICA El circo de Madrid... Miss Federal, primera maravilla, Visién satirica de los intentos de fundar una repiblica federal en 1871 (La Flaca, agosto de 1871) 4/LA PRIMERA REPUBLICA La I Republica José Manuel Cuenca Toribio Catedrdtico de Historia Contempordnea. Universidad de Cordoba In muchos aspectos, la I Republi- ca constituye el remate y culmi- nacién del ciclo hist6rico abierto en nuestra historia por el desencadena- miento de la ola democratica a raéz del destronamiento de Isabel II (28-IX- 1868). Como es sabido, la Gloriosa 0 Sep- tembrina conocié un trepidante ritmo politico hasta remansarse un tanto con la instauracién de la monarquia de Amadeo I (enero 1871 - febrero 1873). Monarca de buenas intenciones, de ta- lante muy abierto y culto y de educa- cién netamente liberal, el principe sa boyano no consiguio, pese a su esforzada labor en pro de ello, asentar su Corona, simbolo de una monarquia a la europea. Aunque la situacién configurada por la Gloriosa disponta desde la primave- ra de 1869 de un instrumento —la Constitucién de 6 de junio del citado ario— de encauzamiento politico y so- cial, a izquierda y derecha los brotes de intransigencia y el atraso de nuestra estructura social impidieron a la mo- narquia de don Amadeo convertirse en motor del cambio ideolégico y en im- ulsora de la transformacion real de las estructuras productivas de la na- cidn Una clase politica mds atenta a sus rencillas y al reparto del botin aislé al soberano de un pats muy poco dindmi- co en todos los aspectos, no obstante los aires renovadores traidos por la Glorio- sa. A mayor abundamiento, el asesina- to de Prim —28-XII-1870— quité al monarca no sélo a su valedor, sino a una figura politica de primer plano, en el que tradicién y progreso encontra- ban una rara conciliacién. Por tanto, pues, no es de extranar que, cansado de luchar por establecer infructuosamente espacios de conviven- cia entre las propias fuerzas politicas que le apoyaban, Amadeo de Saboya, el rey caballero, acabara por abandonar @ un pais a euyo avance se habia entre- gado apasionadamente. Pese al breve ciclo de su vigencia, la Primera Republica ocupa un lugar muy destacado en la historia institu- cional y politica de la Espaiia contem- pordnca. Al cabo de mas de medio siglo de expresarse hacia esta forma de Es- tado las aspiraciones de un significati- vo sector de las clases populares urba- nas y de la burguesia liberal, la Republica llegé a escribir un. azaroso y denso capitulo de nuestra historia de- cimonéniea. En algun momento revolucionario del reinado de Fernando VII y en eta- as mas dilatadas del de su hija Isabel iI, algunos nucleos radicales primero, y. las fracciones mas extremistas de ciertos partidos y agrupaciones avan- zados propugnaron como remedio para los muchos males del pais la implanta- cin de la Republica. El recuerdo le- endario de la Primera Republica francesa y, muy particularmente, el hondo impacto en la conciencia popu- lar y progresista de la instauracién en cl pais vecino de la Segunda Republica en los revueltos dias de 1848 represen- t6 en ello un papel decisivo y dificil de ponderar. Puede decirse, en efecto, que la cai- da de Isabel II’a consecuencia de la Gloriosa 0 Septembrina se debiese en ancha medida al deseo ferviente de la alianza episédica entre la burguesia progresista y el proletariado militante en pro del advenimiento de la Republi- a. No es exagerado opinar, sin embar- go, que el remate légico y natural de Jas reivindicaciones y hasta del mismo clima civico-politico de la revolucién de 1868 era la Republica. De suerte tal que al sobrevenir su llegada con moti- vo de la abdicacién del voluntarioso Amadeo I, a nadie extraiié la venida de un régimen que quebraba en la c pula del Estado una trayectoria mile- naria. Aunque se ha sefialado en repe- tidas ocasiones cémo su nacimiento implied, una vez mas en nuestra histo- ria ochocentista, la ruptura de la lega- LA PRIMERA REPUBLICA /5 lidad constitucional al proclamarse por unas Cortes monarquicas y desposei- das de cualquier caracter constituyen- te, es lo cierto que su alumbramiento se impuso como un hecho natural, al haberse agotado todas las formulas de convivencia politica y al mantenerse muy vivo en el transcurso de toda la etapa inaugurada por la Septembrina el ideario y las voces que reclamaban implantacién. Cireunstancias internacionales Por otra parte, los factores de indole internacional desempenaron también un papel nada desdenable en la forma- cién de una atmésfera favorable a la Republica. El prestigio europeo de los Estados Unidos puede afirmarse que aleanz6 en la crucial etapa de 1870 su punto maximo, El triunfo de los Esta- dos abolicionistas en su lucha contra los esclavistas surefos, la exaltacién de un héroe civil como Abraham Lin- coln eran motivo de eficaz propaganda en manos de los mas ardientes parti- darios de esta forma de Estado. En la misma Europa tampoco falta- ban los ejemplos dignos de imitarse Tras no pocos ajustes y conscnsos, cl complicado mapa politico de la Repti- blica Helvética se habia ajustado con la precision de un reloj, al asimilar y coor- dinar piezas muy heterogéneas. Bn fin, esa caja de resonancias y ese ejemplo siempre mirado por los politicos espa- holes, Francia, volvia a descubrirse para ios nucleos mas innovadores y radicalizados como un camino a seguir. ‘A pesar de la reaccién conservadora tras la Comuna y el predominio de los notables en las asambleas galas, el res- tablecimiento de la monarquia que- daba muy lejos en el horizonte por la accién incansable de quienes, al comen- zar 1875, habrian de ver la culminacién de sus suefos con el advenimiento ya para siempre de la Marianne (forma popular de denominar en Francia a la Republica). En la gestacién del mismo clima que habria de facilitar la instauracién de la Primera Republica espanola, las personalidades y organizaciones con mayor poder de convocatoria y de mo- delacion de la opinion publica fueron artifices muy principales. Con recordar la inmensa popularidad de que disfru- taban en la Espana de la época Gari- 6/LA PRIMERA REPUBLICA baldi o Victor Hugo, y el arrebato pro- vocado en las minorias y en las masas mas politizadas por la oratoria ardien- te y tribunicia de don Emilio Castelar pueden ahorrarse otras ilustraciones. Asi, sin violencia alguna, sin frac- turas importantes en la convivencia de] momento, refrendada por las mis- mas Cortes de la monarquia de Ama- deo de Saboya, la Republica se impuso como una fruta madura de las expecta- tivas e ilusiones cifradas en ella por grupos reducidos, pero muy activos e influyentes de la colectividad nacional Bases econémicas y sociales En una Espafia que comenzaba muy lentamente a sentir los efectos benefi- ciosos de la revolucién demografica, las bases econdmicas y sociales que po dian facilitar el despegue y, posterior- mente, la consolidacién del sistema re- publicano no eran las mas favorables a éste. Como habria de suceder me- dio siglo mas tarde con la Segunda Re- publica, la Primera se proyect6 sobre un horizonte econémico presidido por los signos de la recesién y la crisis. Si tales eran los condicionamientos inter- nacionales — una depresién que algun especialista inglés no ha vacilado en calificar de terrorifica— los espaioles se encontraban especificamente agra- vados por una iniciativa empresarial bajo minimos y un Estado en banca- rrota que habria de llevar a la comple- ta colonizacién de nuestra principal fuente de riqueza: el subsuelo. Los ri- cos yacimientos mineros de nuestro pais'en los dias de la Republica habian de conocer, con la venta a una firma britanica del mitico Riotinto (17-I1- 1873), el apogeo de lo que se ha llama- do con acierto e ingenio nuestra desa- mortizacion industrial. ‘Ala llegada de la Republica la situa- cién del Tesoro era ya sumamente ago- biante y avin habria de empeorar en junio. (Su déficit era de 546 millones de pesetas, no disponiéndose de més de 32 millones para enjugar los vencimientos del mismo mes, que subian a 153.) El asolamiento de algunas de las regiones més ricas por la guerra y las revueltas sociales —Catalufa, Pais Vasco, Levante, Andalucia— provoearon el abandono de fabricas e industrias, alte- rando igualmente de forma insuperable los canales tributarios habituales. Cronologia 1873 11 febrero. Proclamacién de la Re- piiblica en Madrid. Las Cortes eligen a Estanislao Figueras como presidente del Poder Rjecutivo. 12 febrero. Los ayuntamientos mo- ndrquicos son sustituidos por juntas re- volucionarias en la mayoria de ciuda- des del pais. Sucesos de Montilla. Portada de la Constitucién de la Reptblica del 11 de febrero de 1873 13 febrero. Gran manifestacion obrera en Barcelona en apoyo de la Re- publica y en demanda de la jornada de diez horas y mejores salarios, 17 febrero. Se aprueba una ley que suprime las quintas y establece la mili- cia voluntaria 24 febrero. Crisis del gobierno Fi- gueras. 4 marzo. Se convocan elecciones a Cortes Constituyentes para el 1 de El arbitrismo volvié a cobrar actua- lidad en los empréstitos exteriores, es- ialmente con los Estados Unidos, unica gran potencia que reconoceria a la Republica, ya que fueron mirados por los economiistas y prohombres del régimen como la nica gran esperanza, mayo. Se aprueba la abolicién de la es- clavitud en Puerto Rico. 23 abril. Fracasa una sublevacion en Madrid de batallones mondrquicos de la Milicia Nacional. 1 junio. Primera reunion de las Cor- tes Constituyentes, con mayoria de re- publicanos federales. 11 junio. Proclamacién de la Repti- blica Federal. Francisco Pi y Margall nuevo presidente del Poder Ejecutivo. 17 junio. Presentado a las Cortes el proyecto de Constitucién Federal. 7 julio. Huelga general obrera pro- clamada por la Comision Federal de la AIT con sede en Aleoy. Esta ciudad es tomada por los obreros que mantienen el cantén durante una semana hasta su rendicién ante el general Valverde. 12 julio, Estalla la rebelién cantonal en las principales ciudades de Andalux cia, Levante y otros puntos de la Penin- sula. 18 julio, Se forma el Gobierno canto- nal de Cartagena, que se mantendré en la ciudad, resistiendo el asedio, hasta el 12 de enero de 1874, 18 julio. Caida de Pi y Margall, que es sustituido por Nicolds Salmerén con objeto de hacer frente a la sublevacin cantonalista, El general Pavia domina Sevilla y Cadiz en los tiltimos dias de julio y la primera semana de agosto. 7 agosto. El general Martinez Cam- pos entra en Valencia. 12 agosto. El general Martinez Campos entra en Murcia. 7 septiembre. Renuncia de Salme- ron. Castelar ocupa la Presidencia de la Repiiblica. 1874 3 enero. Golpe de Estado del general Pavia, que entra en el Palacio del Con- greso y disuelve las Cortes. Bl general ‘errano ocupa la jefatura del Rjecutivo. que nunca seria realidad, para reflotar la vida material del pais, que antepuso claramente en aquellas circunstancias las soluciones politicas a las econémi- cas. Resultado légico de este proceso seria el que las dos regiones mas esenciales LA PRIMERA REPUBLICA /7 para el afianzamiento del sistema, Cata fhna y Andalucfa, experimentaron bajo éste un enervante agitacion social efecto y expresion en amplia medida del ‘deteriarg eeonsmico acabado de sefialar, Sus clases populares atraidas en su poreion mas Fegenerador y aque anveponia la revolucion politi Heologicn al cambio socioeconomico. No fue necesario el proselitism de los apostoles internacionalistas —muy poco active por to demas para que stan clases frabajadoras se centraran fen aus reivindieaslones de clase oon {mplantacion de la utopia aera, sin endose victimas del engano de los programas burgueses, que acababan Slempre por instrumentalizarios ‘ltentzas tanto, otros sectores popu lares 9 democraticos acudian con er clente vigor a alistarse bajo las bande. Fas del pretendiente Carlos Vil. lnnzado con fuerza la conquista del pais por medio de un tradicionalisino Eosméticamente renovado Desprovista de una burgueséa pu- jante'y carente de clases medias rura fes'y arbanas de verdadera entidad, Ia ila no ethan ste de poreionar al eredo republicano aque fos elementos indispensables para arraigarse ante la hostiidad declarada de unos poderes faeticos que rapida mente se'rehiceron de su desconcirto Ye su obligada pasividad durante Ia Andadura intial del regimen, ste cents eon el poysincondicio nal de ia'mayor parte de las profeso nes liberates, de\gran ascendiente en Ios medios de informacidn y en los ei. culos inteleewales, pero de exeasa pe hetracion en la masa de un pa ana fabeto y absorbentemente rural Aporte muy significative dentro de este estrato fue el de Tos hombres de pensamiento krausista, que than a lle ar al nuevo régimen tal vex el eaudal Ids riguroso dou ideario'y un contt- gente estimable de cuadros adminis {ativos ygobermantes, dando al mis Ino tiempo ata tepabliea un eardeter de mareadda civilidad en oposicion al fentuado tinte eastrense de situaco hes precedentesy ulleriores Jos cuadros del Estado se identificaron jenamente con el nuevo regimen Exisie,empero, mas de un indie para sospechar que incluso dentrodelaesfera Sy LA PRIMERA REPUBLICA de la administracién civil el proyecto republieano eoneité poeas simpatias. En cLejérito es bien claro que desde un pri mer momento contd eon la repulsa de sus mands, ganados eada ver mas por Ta idea del retorno de los Borbones, Bases politieas ‘on log presupuestos antedichos cabe fécilmente imaginar la nula 0 pra, consistencia que habia de poseor la plataforma politica sustentadora de Ja Primera Republica, No existia nin lad por la Paz yl dustcia ne en fuga asus enemigos [La Flac, nimero 6 13 de marzo de 1873) ‘gin partido de este cardeter de émbito nacional y asistido de una estructura forganizativa eon arraigo, ascendiente ydiseiplina. Ala usanza nacional, di ‘ersas facciones se disputaban Ia’ su- premacia, aglutinadas tn torno a una Figura destacada en el foro o en la tri- una periodistica o parlamentaria, Con el viento favorable de Ia instaura ion del sistema, algunos de estos nu= cleos reclutaron adietos en las clases medias y populares urbanas, pero siempre bajo la guia de algun jefe e Fismitico, como Fermin Salvoeehea en Padiz, Pi_y Margall en Cataluna y astelar en Madrid y en Levante ‘Naturalmente, a la dispersion y casi atomizacion en fratrias eorresponderia una fragmentacién de la doctrina y las piraciones republicanas. Esta division eondueiria en ultimo término a la imposibilidad de eoordinar tun programa coherente de gobierno, al impedir las decisiones maduras y las formulaciones de alguna amplitud, impreseindibles para cl planteamiento y realizacién de cualquier politica. patent palitien de las forza mente republieanas, minorita: incluso en los momentos desu mayor judo compensarse con la ineorpo- 'ycolaboracion de aquellos secto res que habian constituido el basa mento de la monarquia demoeratica y cuya adhesion al Hamante credo no Iimplicé trauma especial ni violencia olégica 0 ideologiea alguna, Estos ombres, los radieales burgueses de las etapas anteriores, no llegaron, sin embargo, a sintoniza integramente con el nuevo régimen, al que veian mas ‘como una plataforma de poder que como ln realizaeion de un ideal politico 0 ideo: Togieo. Tales medios, sin embargo, eran los més introdueidos en las palaneas y resortes del Estado, los mas relaciona- dos y bienquistos por las viejas clases dirigentes, por lo que su concurso era fesencial para la vigeneia del sistema. Es curioso y sintomatico al mismo tiempo que hombres como Galdés, entu- siasmados con Ia ideologia renovador Ge Ia Gloriosa, coneibieran la consolida tion de ésta bajo la formulacion republ cana como una estrecha alianza entre radieales y republicanos de un lado y el pueblo del otro. Al producirse el derrum- Bamiento de tales tlusiones no dudarian en achacar la maxima responsabilidad tn la pérdida de esta gran oportunidad hist los radicales, maestros en el portunismo y en todo género de manio- bras turbias gue corrompleron a sues tiva étiea del regimen republicano y aboearon a éste a st destruc, ‘Con un programa de gobierno poco homogéneo y coherente, respaldado por reducidas y contradictorias fuerzas politicas y sociales con duras resisten fias, rozaba casi en lo imposible la via- bilidad de la primera experiencia rep: blicana en la Peninsula Therica, Nadie ni aun tan siquiera gran numero dé ‘sus propios partidarios, le otorgaron el necesario margen de confianza para su rodaje e implantacion ‘Sin acudir a la socorrida teoria del liderazgo, cabe imaginar, no obstante, que mas minorias dirigentes, dotadas de'sentido politico y enfervorizadas en torno a figuras de exeepeidn, hubieran podido aprovechar la eoyuntura de fe bbrero de 1873 para impulsar decidida mente su control del Estado e imponer Toque mas tarde habria de lamarse uuna dietadura republicana. No fue asi Y'comenzé Ia condenacion histériea de la Primera Republica que habria de prolongarse en el tiompo, sin justicia para la profanda idealidad y el noble mensaje redentor de las muchas taras ¥ doleneias que de antiguo aquejaban Al cuerpo soetal del pais Las etapas de la evolucién de la Primera Republica Mas arriba califfcacién y el © ha indieado ya Ia des- aque sufridos por el La PRIMERA REPUBLICA 9 nuevo régimen a consecuencia de la ilegitimidad de su nacimiento. Un juri- dicismo rigorista 0, por mejor decir, de via estrecha, incide, en efecto, a tachar de ilegal el alumbramiento de la Pri- mera Republica. Mirada de cerea la si- tuacién en que éste tuvo lugar, la con- clusién a que se llega es muy distinta. En primer término, constituiria ractica sancionada por la tradicin Fistoriea nacional el que en sus gran- des mudanzas y cataclismos la sobera- nia fuera reasumida por el pueblo 0 por su més directa y legitima expre- sién como eran las Cortes. En segundo lugar, la situacién poli- tica derivada de la crisis sin paliativos de la institucién monarquica en 1868 estaba agotada y se hacia inevitable la apelacién a la Republica, formula iné- dita y aureolada, por tanto, del fulgor de la novedad esperanzada. ‘No debe olvidarse, por lo demas, que el recurso a la normalidad constitucio- nal, esto es, la convocatoria de unas Cortes Constituyentes, entrafaba, a mediados de febrero de 1873, la tenta- cidn de una situacién de fuerza encar- nada por una dictadura militar 0 la entrada del pais en una anarquia gene- ralizada dada, sobre todo, la guerra cada vez mas extendida en el Norte por un carlismo lleno de impetu y audacia, Presidencia de Estanislao Figueras Recibida en las dos Cémaras la re- nuncia a la Corona de Amadeo I, Con- greso y Senado acordaron —258 a fa- vor; 32 en contra—, en la tarde del 11 de febrero de 1873 constituirse en Asamblea Nacional. Sin tardanza fue proclamada la Re- publica y elegido como jefe del Rjecuti- vo, amovible y responsable, un abogado y politico catalan, Estanislao Figueras, que, de facto, ocuparia la cabeza del Estado mas prolongadamente que nin- gan otro de los restantes presidentes del nuevo régimen. Hasta tanto los di- yutados de las primeras Cortes repu- Fiicanas deren una Constitucisn al pais, la existencia de éste se regularia por el Cédigo de 1869, en aquellos arti- culos que pudieran aplicarse a la etapa ahora emprendida. Que la situacién era un extremo confusa y ambigua y, por consiguiente, 10/LA PRIMERA REPUBLICA favorable a los aventurerismos y radicalismos de toda clase, nada lo prueba mejor que la politiea de hechos consumados y de espontaneidad social que se dio en muchos puntos de la ge grafia espafola, una vez llegada a és- tos la noticia de la implantacién de la Republica, Famosos y de gran trascendencia fueron en la época los sucesos de Mon- tilla, poblacién en la que el 12 de fe- brero el irredentismo de los campesi nos andaluces encontraria una primera y ancha espita que conmocio- n6 a la conciencia burguesa, temerosa de encontrarse frente a una auténtica revolucién social, semejante en todo a 1a Comuna de Paris, muy cercana en el tiempo —febrero-mayo de 1871. Los acontecimientos tuvieron lugar en esta localidad del sur de Cordoba en las horas inmediatas a la proclama- cién del régimen republicano. Celebra- da con gran alegria por las masas, los sectores mas radicales de éstas pronto enturbiaron la alegria popular —repi- que general de campanas, bailes— con actos de inusitada violencia. El amo mis rico del pueblo —Francisco Solano Riobéo— fue vietima de este vandalis- mo, asi como un sencillo guardia rural, objeto de linchamiento por algunos grupos de desalmados. El impacto de tales sucesos fue grande en la opinién publica, instrumentalizandolos a pla- cer los sectores y prensa conservado- res, Incluso un eco de ello se encuentra en una de las mas logradas poesias de Nuinez de Arce, en la que habla de la hiena desatada en Montilla, Alcoy, Cartagena.. Los intentos el mismo dia 12 en Bar- celona por instaurar un Estado cata- ln, venian a senalar igualmente para la Republica un nuevo foco de atencién y un frente que debia liquidarse pron- tamente para preservar ‘fa misma exi tencia del régimen, amenazado asi desde dentro por algunos de los parti- darios de principios ideolégicos, aun- que no del ritmo de su mareha’ ni de los procedimientos de actuacién, consi- derados muy gradualistas y timoratos La formacion del primer gabinete republicano se imponia, pues, con im- petiosidad. Privado de tiempo y de I tad de maniobra, Figueras elegiria ripidamente a sus directos colaborado- res sin demasiada coherencia politica e ideolégica, De esta forma, seria cues- tion de horas la aparicién’ de las divi- Proclamacién de la I Repiblica por Ja Asamblea Nacional (La Ilustracién Espaiola y Americana) siones y escisiones dentro del gabinete, del que formaban parte cuatro hom bres del tiltimo ministerio de Amadeo de Saboya. Solventada mal que bien tan dificil cooperacién entre radicales y republicanos, con el incremento del aporte de estos tiltimos en las filas mi- nisteriales —segundo gabinete Figue- ras, 24 de febrero—, no por ello los problemas remitieron’o disminuyeron. Por una interpretacién mal entendi- da de la formula federalista deseada por amplios y caracterizados circulos como la solucién ideal a las tensiones entre centralismo y periferia, autono- mismo y unitarismo, el espiritu canto- nal comenz6 a expandirse a través de juntas revolucionarias como una man- cha de aceite por todo el territorio es- pantol, provocando la alarma de los see- tores conservadores y el recelo ostensible del Ejército. Tensién en Catalufia Catalufa fue el centro de toda esta tormenta. La existencia en ella de un triple fermento perturbador hizo de la regién el principal escenario de la an- dadura inicial de la Republica, y el teatro donde habria de afrontar el ré gimen sus principales desafios en estos momentos inaugurales de su marcha. Lo arraigado en ella del espiritu anti- castrense, junto con la exaltacién de la propaganda antimilitarista llevada a cabo por muchos elementos del repu- blicanismo federal en su versién mas radical, movieron al Gobierno, para dominar la situacién, a decretar la abolicién de las quintas —22 de febre- ro—. La contestacién prendié rapidamen- te en los cuarteles y en los soldados ya alistados, llegandose en Barcelona a episodios de auténtica insubordinacién y de ultrajes a algunos jefes y oficiales. Con gran esfuerzo se pudo reconducir una situacién que amenazaba entregar a Catalufa a un carlismo enseforeado de muchas de sus comarcas y con unas agresividad estimulada por {a erisis de su adversario. Indudablemente este peligro real frené el maximalismo anti- militarista y fue una baza empleada a fondo por las autoridades centrales e incluso por los sectores catalanes repu- blicanas moderados. Estos tiltimos tuvieron igualmente que emplearse a fondo para enfrentar- LA PRIMERA REPUBLICA / 1. se al tercery de los grandes desafios planteados Ta consolidacidn del ré, nen por las vias indieadas desde’ Ma. rid. Los foreejeos ocurridos a finales de febrero eomlenzos de mara en la capital de a nacon ene un gabinete lel que habfan quedado excluidos los radieales y una asamblea en la que és: tos eran muy fuertes tuvieron desde el primer momento un gran eco en la Giudad Condal yen toda Cataluna. Tas fracciones extremistas y templa- ddas del republicanism federal entra- ron. en franco antagonismo ante la ne- cesidad 0 no de implantar inmediata y tnilateralmente tl Estado eatin ara adelantarse a un posible golpe de fueraa reaceionario inspirada por Cris tino Martos y los radieales madrilenios: Los dias 6, 7 y 8 de marzo fueron de teerdadlera sobreexeitacion en ta citt dad. Los rumores dle que el Gobierno hhabia sido derrotado en ta votacion del proyecto de disolueién de la. Asamblea Y'eonvocatoria de las Constituyentes y de que Martos habia sido nombrado presidente despues de haber dimitido el anterior, hablan tomado tal incre: ‘mento que se daban por eiertos en los Imedios republicanos barceloneses, En bista de ello, el sector «intransigente: fio el domingo dia 9 para obligar a ta Diputacion @ declarar et Estado Cata- lan independiente, La tensidn era muy grande y nada podian contra ella las palabras de espera y serenidad det see for benévolo que, encabezado por los ‘miembros de los comites local y provin ial, se vetan totalmente deshordados por ta impaciencta popular. ‘Como el temor de que et Gobierno presentase fa dimision era cada dia ‘mayor, la Diputaciin dectard en su se sian del dia 8 de marzo que se conside aria esponténeamente disuelta en el ‘misma momento en que fuera un hecko Ta caida det Minesterio, y nombraba a dos delegados de su seno los diputa- dos Francisco Suner y Capdevila Baldomero Lostau—a los que se dab toda clase de facultades revoluciona: ‘as y a fos cuales se deberian unir tres individuos mas ile las diferentes frac clones del partido. Tal decision quedé sin efecto al reek birse muy pronto un telegrama del Po- der Ejecutiva comunicando que el re sultado de la votacion habla sido favorable al Gobierno. Las Cortes ha: bian al fin cedido y esto cambiaba to- | talmente te sitwacion. La proclamacion 18/L PRIMERA REPUBLICA del Estado Catalan no tenia ya razén de ser y a partir de este momento lox “bencviolos» luchardn con todas sus fuerzas para impedirlo.. Por fin, des pues de una titanica hicha entre las fdas fracciones, en la. que se eedio por ‘ambas partes, se logto desechar los propositos autonomistas; sin embargo ef elemento moderado no pudo impe dir, ante ef acoso intransigente, que se Nara y aprobara ta disalucion det jéreito permanente y st contersign en woluntario. Bt decreto deta: ‘La Diputactin provincial de Barce La Repablien ordena as presidente stansao Figueras :No mes palabras obra» com energtat contra fa insurrecion carliata ta ‘Flaca nimero 0 10 de abril de 1873) Iona, reunida en ta sesidn extraordina Fla, teniendo en consideracton la grave dad de las cireunstancias, que linicamente pueden salvarse plantean- do inmediatamente en ef Bjército los prineipios democraticos federales que ‘onstantemente viene proclamando: Considerando que siempre ha sido combatida por los verdaderos republt anos federates fa odiosa contribucton esangrey que estden ta concincta de textos la abolicion de fas quintas, y ‘Consideranclo que es indispensable una inmediata reorgantzacidn del Ejeretto actual, bajo nuevas bases, sin perjuito de fener en cuenta para cua do tata ne efectie, los godt obtenidos ¥ servicios prestados por los individuoe ‘jue fo componen. H ‘Acuerda: Primero, La disolucién inmediata del Biéreito que actualmente se encuen tra en esta provincia ‘Segundo. La conversion también in medtata det mismo en Byérelto de oo untarion» (Nieto de Sangenis, My La T Republica Bspariola en Barcelona, Barcelona, 1974, ea gravedad de la situaeion obligg a Figueras a trasladarse a Barcelons — Ii'de marzo—, logrando a traneas y buarrancas impedir, por tereera ver, La materilizacion de un Bstado Catalan, asi como Ia anarguia castrense, tuto, mds que de la actuacién directa del primer mandatario republicano, del ta {ante del nuevo capitan general de Ca taluna, Garcia Valverde La via autoritaria En Andalucia, el otro bastion, como ya dijimos, de la causa republicana, Gsta en su versién federal, concitaba Tas esperanzas mesidnieas de su cam= ppesinado que, en muchos lugares del erritorio meridional, pretendia una y ftra ver el autogobiemo y la instauri- fon de una republiea de abajo a arrt be; Estat modalad del item reps. ieano —su expresion, a ciencia cierta, mas demoeratiea y'avanzada y linico punto de confluenela del progra sma dea Internacional eon el ra ‘mo republicano— suseitaba una atrac- clon permanente en los sectores del pueblo catalan y andaluz afectos al huevo regimen, pero muy descontentos Y desconfiados del rumbo seguido has ia entoneos por unos dirigentes que, coma Pi y Margall, comenzaban ya a Ser objeto de sospecha o desealificacion por sus aparentes eontradieeiones en- tre teoria y prietiea, pensamiento y ac Tales acusaciones carecian, empero, cen la mayor parte de las voces de exac! titud, aunque reflejaban las difieulta: des en que se debatian los Iideres ro- wublicanos, enfrentados al dilema de hacer viabie su ideal republicano a trax ves de pracedimientos de autoridad e, incluso, de fuerza, 0 imposibilitar su nto permaneciendo fiel a laborados al margen de Tas realidades politicas y de las posit ciones de gobierno. Hasta entonces: comienzos de abril, la Republica sola mente habia trunfado en los momen {os en que siguiera el primer camino. Sin embargo, el deslizamiento del régi men hacia posturas conservadoras aun tra objeto de vacilaciones y disputas fen el seno del menguado estado mayor epublicano, El proximo gran escollo que deberia afrontar el régimen para eontinuar su havegaeién vendria a confirmar el fcierto de los preconizadores de la via jados del citado ‘ex mas, la Republica ten- dria que superar el reto lanzado por Tos altos euadros eastrenses y Ins esfe- ras conservadoras, de las que reciente up REPURLCA mente el Bjército regular se hacia ex- presién y portavoz. Vimos ya cémo, lle- vado de sus primeras y euforicas ‘pro- mesas, el régimen adoptaba una actitud anticastrense con la pretensién de sustituir a los cuadros profesionales por milicias convertidas en la verdade- ra salvaguardia de la defensa nacional y de las libertades democraticas. EI contingente de los cuerpos deno- minados francos se habia ambicionado muy elevado —48,000—, pero la reali- dad dio al traste con tales visiones al no alcanzar este voluntariado mas alla de los 10.000 hombres, de muy men- guada vocacién y capacidad castren- ses, aunque retribuidos muy holgada- mente en detrimento de las fuerzas de linea, Encuadrados por algunos profe- sionales, pronto se desaté la rivalidad y el antagonismo con el Ejército regu- lar. La conspiracién de abril Al igual que en la II Republica cuando ésta tuvo que enfrentarse y aplastar una conspiracién de la derecha protagonizada por parte de las guarni- ciones madrilena y sevillana —agosto 1932—, la I Republica conocié un duelo semejante a finales de abril. El 23 de este mes un héroe de la Gloriosa, el almirante Topete, acompaiiado de otras significativas figuras del Ejército, quiso dar una vuelta a la situacién bajo el estimulo y el apoyo de la derecha del régimen, encarnada por los radicales, a los que se unieron ciertos monarquicos. La III guerra carlista (1872-1876) Esta guerra es el iiltimo intento car- lista de tomar el poder por medio de las armas. Fracasados los dos prime- ros (1833-1840 y 1845-1861) don Car- los (nieto de Carlos Marta Isidro de Borbén) y sus partidarios vieron una nueva posibilidad de aleanzar sus ob- jetivos en 1872. Destronada Isabel II por la Revolucién de 1868, el carlismo habia quedado como la tinica fuerza organizada basada en el principio mo- ndrquico, lo que le habia valido un gran avance en las elecciones de 1871. En la primavera de 1872, don Car- los, duque de Madrid y autotitulado Carlos VII, entré en Espana por Vera de Bidasoa y dio la orden de levanta- miento general. Pero carecia de medios suficientes y sufrié un descalabro en Orquieta. El carlismo vizeaino tuvo que capitular poco después en Amore- bieta y don Carlos regresé a su refugio francés. El conflicto debilité aun mds el ya precario trono de Amadeo de Sa- boya, quien terminaria por abdicar el 7 de febrero de 1873. Esto favorecié al bando carlista. El pretendiente volvié a Espaia ese mismo ano contando con unos 25.000 soldados en la zona vasco- navarra, unos 9.000 en Catalufa y cer- ca de 8.000 en el resto del pais. Los carlistas obtendrian grandes éxitos en esta guerra: Eraul, Montejurra, Somo- rrostro, Abérzuza —donde perdio la 14/LA PRIMERA REPUBLICA vida el general en jefe liberal, Manuel de la Concha— y Lacar. En diciembre de 1873 —con la Repti- blica a punto de caer— précticamente todo el territorio vasco-navarro estaba en poder de los carlistas. En Cataluia lograron mantener sus posiciones largo tiempo en casi toda la regién, menos en la provincia de Tarragona. Vic, Iguala- da, Olot, Solsona y la Seu d’Urgell se convirtieron en bastiones de los insu- rrectos. En junio de 1872 don Carlos habia reconocido los fueros particula- res catalanes para conseguir el apoyo de la poblacién. En la region central ocuparon Albacete y Cuenca. Intensifi- caron sus acciones sobre el territorio aragonés, levantino y castellano, y por primera vez en Murcia, Andalucta, As- turias y el norte de Galicia. El pretendiente, viendo asegurada su posicién, fue aclamado por parte de la poblacién rural vasca, y jur6 los fueros particulares ante el drbol sagrado de Guernica, para ser ungido posterior- mente como rey, en el monasterio de Loyola. Ademds, se establecieron unos rudimentos de organizacién estatal en el territorio ocupado: un Tribunal Supremo, una especie de Gobierno con las carteras de Estado, Hacienda, Jus- ticia y Guerra, una Universidad en Onate y academias militares en Ver- gara y Azpeitia. Pero esta aparente con- El fin de los conjurados estribaba en que cuando el pais ya habia sido la- mado a las urnas para el 10 de mayo, la Comisién Permanente del Cuerpo Legislative —con mayoria radical— convocase, sin consentimiento del Go- bierno, otra vez a la disuelta Asamblea Nacional para el dia 23 de abril, provo- cando con ello la caida de Figueras y su reemplazamiento por el general Se- rrano, aglutinador de todas las tenden- cias conservadoras y reaccionarias. Los conspiradores no titubearian en acudir incluso al apoyo de aquellas tro- pas de la Milicia Ciudadana mandadas por jefes adictos a la sedicién. Sin em- bargo, la réplica de los obedientes al Gobierno y de este mismo fue contun- dente y répida y una vez mas la Repi- blica logré esquivar el golpe de sus enemigos. Con todo, y aunque fracasa- do el putsch, encarnaba una clara ad- vertencia al régimen por parte de un estamento que los republicans demo- craticos aspiraban a suprimir en un dia no lejano. En otro campo, pero en el mismo or- den de cosas de restar apoyos y credi- bilidad interna y externa ante los po- deres facticos, la suspension de los impuestos de consumo desbaraté el muy débil andamiaje fiscal del Estado, dando pabulo a las criticas interesad: en considerar a los gobernantes repu- blicanos como unos advenedizos sin idea de las complejidades de la admi- nistracién y de la politica. ‘A pesar de estar en la onda de la mentalidad més sensible de la época, la abolicién de la esclavitud en Puerto Conduecién a Pamplona de los. soldados heridos en la batalla de Oroquieta, durante la tercera guerra carlista solidacién se verta frenada tras el golpe de Pavia en enero de 1874 y la restaura- cin mondrquica en la figura de Alfonso XII en diciembre. En la primavera de ese mismo ajio, una afortunada cam- pana del general Martinez Campos marcé una segunda etapa de la guerra en la que el declive carlista se hizo ine- vitable. Una guerra legitimista a estas altu- ras era un anacronismo, El Estado que el carlismo habia montado en el terri- torio vasco-navarro entré en pugna con las particularidades forales del pats La restauracién de la monarquia y el régimen propugnado por Antonio Cé. novas recogia muchas de las aspiracio- nes de los grupos comprometidos con don Carlos, y les aseguraba proteccién contra la revolucién. El ejército carlista se desmorond en pocos meses. La accién de los generales Martinez Campos y Weyler en Catalu- na y Valencia, respectivamente, posibi- lité la concentracién de todas las fuer- 2as gubernamentales en el frente norte. E117 de febrero de 1876 el general Pri- ‘mo de Rivera ocupé Montejurra —lu- gar de especial simbolismo para los carlistas— y la ciudad de Estella, sede del poder del pretendiente. Diez dias ‘mds tarde, don Carlos cruzaba la fron- tera con la promesa de regresar. No po- dria hacerlo nunca, pero seguiria pro- clamando sus derechos al trono desde el exilio, LA PRIMERA REPUBLICA / 15 Rico —23 de marzo— como prélogo sin dduda al fin de Ta esclavitud em Cuba — reterida por los acontecimientos pe instilares hasta’ 1880— ahondé Ia Sima entre la oligarquia y el auewo re gimen. La base esclavista de la flore- Gente economia antillana sufrio con ello un reves desastroso para los ri tiples intereses eeonmicos metropal tanos e insulares que en ella conver. fan, Fue ésta, ain duda, una de las medidas mas notables ¥ acertadas adoptadas por el reimen, aunque con tin eoste social y politico de elevada smagnitud. En la Europa de Bismarck los co rienzos del regimen no habian de t ner favorable eco. Dentro de la pat so mioctaviana de los primeros afios fetenta, Espaia se perfilaba como un fico de agitaciones ¢ inestabilidad, Io due ratificaria a las grandes polencias salvo Estados Unidos — en su deci sin de no reconocer diplomaticamente ala Republica Sin embargo, ésta eontaba en sus pasos inciales con un caudal de iusio hes capaces de movilizar a ciertos sec tores de la sociedad espaol, identi cadas eon In suerte de un'sistema dlemoeratico y armonizador de las tn dencinn enntyamnestan en el nian fe in conformacion del Estado ‘Arpesar de todas las dificultades y problemas aun era posible en la pri mnavera de 1873 conccbir una tarea de gobierno ilusionante y efieaz, Esta ha Bria de concretarse fandamentalmente en la redaccion y plasmacion de una Consttucion que recogira los anhelos ¥ neceasiades'9o la hora, Las elecciones de junio Después de no povos zigzagueos y rmaniobras entre bastidores, el pats [ue feonvocado a las urnas, un mes despues de haberse instaurado el régim: Casi a fines de marzo, Figueras conse: guia que la Asamblea se disolviera, Siendo sustituida hasta la reunion de nuevas Cort Je junio— por una Comision Permanente, entre cuyos 19 miembros la mayoria correspondié a Tos radieales, acho, Las esearamuzas ¥ los pleitos entre tal Grgano y cl Bjecu tive lenan la historia del siguiente mes y explican el sentido del pronun- Giamiento del 23 de abril, va deserito paginas atras. Por fin, entre el 10 y el 13 de mayo, Espa fue otra ver a las Tia coyuntura no era, desde nego la mas propicia, habida cuenta de la tenorthe agitacién politica existente en las grandes ciudades y los disturbios sociales que se ensenoreaban de cam pos y villas. Pero un aplazamiento era Ya imposible sino queria dejarse pudrir In'sithaeién, como deseaban los enemi os del rogimen. Debido en parte a elo, tichas elecciones fueron las mas libres Arenga de os republicans: Solamentemarchando unidos pdremospaseartatriunfalmente {Ea Flaca mero 7,2 dejo de 178) de toda nuestra historia parlamenta- fa, si por ello se entiende las menos dirigidas, las menos orientadas o influi- ‘dus por los partidos y sus lideres ‘Las jornadas electorales no fueron para el régimen su mas brillante pagi na, Dentro del gran abstencionismo | Ssbinmentarinecopadolan, ia de it Brimera Republica marean su punto mas alto, La derecha eerril, la mayor parte del conservadurismo moderado ¥ fh extrema izquierda se unieron en su rechazo a los comicios, que arrojaron | en Cataluna, la region mas culta del pais y la mas afeeta al regimen, una abstencidn que rond6 cl 75 por 100. En Ta Ciudad Condal solamente 17,500 de sus 63.000 electores ejercie- ron su derecho al voto. Teniendo en cuenta que cl total de electores era de 162.690 (de los euales 4.995 eran milita res), habrian dejado de votar aprox madamente las dos terceras partes del censo electoral. En tanto, Madrid no ofrecia un panorama mejor al votar 28.088 de los cerea de 100.000 ei ddadanos que podian hacerlo (cuando se reunieron las Cortes se comprobs que lunos cuarenta diputades habian sido clegidos con menos de un millar de vo tos cada uno! Frente a la medida de DParlicipaeton que anduvo por un 40 for 100, solo Andalucia, consideraba tn au eonjunto, arrajé tn porcentaje significative 50-60 por 100. No Gbstante, tres de las elneo provincias donde la abstencién rayo por debajo del 40 por 100 pertenccerian a dicha rein: Malaga, Granada y Cordoba. Pose a que la intervencign de Pi y Margail; ministro de Ia Cobernacion fue minima al dejar que la voluntad cpular se expresase ibremente por Toweauces generados por la legislacion aticuunie de'sus seguidores fue abru muador al obtener frente al acta unica dal republicanismo unitario S48 esca in'al contar con 22 radicalen, cuatro conservadores y dos alfonsinos’ Con tal lenco de dipatades era natural que tina de las primeras medidas adopta das por las nuevas Cortes fuese Ia pro ‘lanacion, « propoesta de sw presiden fey el marques de Albatia, por 218 Yoios frente a2, de la Repablica Fede Tal como fa formia de gobierno de la na Dentro también de-una marcha nor- mal'de los aconteeimientos, It dimi- Sin de Pigueras como Jefe del poder tjecutive figuraba como aeto obligato. Ast fue; pero encomendada Ia ferma cion de un nuevo Gubierno a Py Mar- tall y rechazada la propuesta que éste fizo wutorizado por las mismas Cortes de un ministerto no bienquisto por tlias, seria requerido Figueras par constitueldn del que hubiera sido st tercer minister El atribulado polit to decling dela manera mas imprevis ite y curiosa el encargo recibide ‘La chispa desencadenante fue Ia friceion producida con su gran amigo y Colaboraior Pi'y Mangal consecsi inde [a elevacion a fa presidensia de in Repsblien de éste. Dlido por To que tniento de Pi, proyeetoabandonar Nt did antes de Aeeptar por segunda vex tas responsabilidades Gel paler ejecu ‘Con gran sigilo y disimulo mar tren a Praneia, por Zaragoza y te de las Cortes. Llegado a su punto de destino declararia que atras dejaba a Espana, donde estabun fos animos ag tados, lax pasiones exaltadas, los parti dos disueltos, la Administracion desor- LvPRIMERA REPUBLICA 17 denada, el Ejército perturbado, la gue- rra civil en gran pujanza y el crédito en gran mengua. Presidencia de Pi y Margall ‘Tras varias maniobras de pasillo y calurosas discusiones, y hasta alguna otra tentativa de pronunciamiento, Pi y Margall fue designado presidente de la Republica. Con ello, el régimen pa- recia volver a recuperar el pulso y re- tomar las ilusiones de sus verdaderos artidarios. Parecia, en efecto, que las Sortes, a pesar del escaso apego a sus funciones de la mayor parte de los di- putados, deberian acoger como tarea prioritaria los trabajos de elaboracion del nuevo cédigo constitucional. No obstante el enorme predicamento goza- do por Castelar en los medios madrile- os, el hombre de la situacién era en los inicios de aquel verano republicano Francisco Pi y Margall, que habia con- sagrado toda su existencia a la refle- xién sobre la teorfa y la praxis de un régimen republicano en un pais sin tradicién de ello como era Espana. Discipulo de Proudhon, este gran in- telectual catalén habia concebido y teorizado extensamente acerca de un planteamiento federalista de la convi- vencia espaiola y de su consiguiente estructuracién estatal. El pacto sina- lagmatico que preconizaba como ideal para armonizar la soberania de las di- versas piezas territoriales que compo- nian el Estado y los fueros y exigencias de éste no siempre recibieron buena acogida en el Parlamento y en la opi- nién publica, considerandolo una elu- cubracién intelectual mas que una de- cantacién de las experiencias y realidades histéricas de una vieja na- cidn como la espafiola. La opinién del doctrinario catalan era, sin embargo, muy distinta. Todo nuestro pasado evidenciaba la enorme vitalidad de los elementos centrifuga- dores, la fuerza de los entes locales — concejos, ayuntamientos, asambleas comarcaies, ete.— En la guerra de la Independencia, el ansia de vida, la fuerza de estas comunidades se habia erigido, en el naufragio de la monar- quia, como la tinica tabla de salvacion de Espaia. En las grandes crisis por las que atravesara la nacién, tal habia sido su elemento de salvacién y, en ul timo término, su fundente decisivo. So- 18/LA PRIMERA REPUBLICA bre estas unidades primarias tendria que basarse todo el edificio de la Repui- blica federal, estrueturada asi de abajo arriba y con absoluto respeto y concor- dancia con la omnimoda libertad del individuo y el rechazo de cualquier au- toridad impuesta o coactiva del tipo que fuese. La formula pactista, tan acreditada en el Principado catalan seria a su vez el mecanismo esencial por el cual se vertebraria el orden constitucional y su expresin en el Es- tado. Compuesta la piramide de éste por multiples entidades escalonadas, su relacién se haria a través de pactos obedientes a un fin concreto. Pactos entre municipios, entre provincias, en- tre regiones y entre éstas y el Estado. El principio rector de ello consistia en la preservacién de la libertad indiv dual en todas sus facetas y en la re- duccién de la autoridad al minimo in- dispensable, segtin correspondia a la teorfa anarquista de corte proudhonia- no en la que Pi y Margall bebiera abundantemente. La Constitucion republicana Uno de los mayores golpes de sor- presa de unas Cortes muy ricas en ellos fue el palido reflejo que las tesis pimar- gallianas tuvieron en el texto constitu- cional, En el torneo oratorio y filosofico que el pensador catalén mantuvo con Castelar, éste se alz6 con la victoria manteniendo una idea del federalismo como concesién desde el poder y ajus- tada en realidad a una formulacién meramente descentralizadora: La Repiiblica federal es aquella forma de gobierno mediante la cual todas las ‘autonomias existen y coexisten como los astros del cielo, sin chocarse jamas. En la Republica federal todo lo individual pertenece al individuo, todo lo munici- ‘pal pertenece exclusivamente al munici- io, todo Lo regional pertenece al Estado ‘y todo lo nacional pertenece a la nacién. Al analizar las concepciones de los dos grandes tedricos de la Republica, cl profesor Sanchez Agesta puntualiza: La diferencia entre los dos conceptos estribaba fundamentalmente en el pro- ceso por el que se realizaba la distribu- cin de competencias. Por un acto de soberania nacional que dividia las competencias, 0 por una escala de pac- tos de seres colectivos que contrataban entre si. Y para Pi y Margall el pacto 0 Desfile de militares y voluntarios con ocasién dela apertura de las Cortes Constituyentes (La lustracién Espaiiola y Americana) contrato era esencial a la federacién. Y también para los cantonales, que en las ciudades o las provincias procla- maban la existencia y la independencia anterior de poderes municipales 0 pro- vinciales, mas o menos dispuestos a conceder algunas atribuciones a un po- der federal para atender a las necesi- dades comunes (Luis Sanchez Agesta, Historia del Constitucionalismo espa: tol Madrid, 1978) En el proyecto de Constitucién, for- mado, aparte del preliminar, por i7 ti- tulos desarrollados en 117 articulos, cualquiera de los Estados gozaria de Constitucién propia, en tanto en cuan- to, empero, su articulado no entrafiase colisin alguna con el de la Constitu- cion federal. Con todo, era el municipio la entidad que se perfilaba como célula nuclear del nuevo modelo de conviven- cia y de organizacién territorial de la Espaia republicana. El articulo 106 establecia muy nitidamente los tres poderes que se aunaban en su seno. En tanto que el Legislativo correspon- dia al Ayuntamiento, el Ejecutivo lo personificaba el alealde y un Tribunal Municipal elegido por sufragio univer sal directo encarnaba al judicial. Su autonomia politica, econémica y admi- nistrativa era completa y su democra tizacién total, al designarse mediante sufragio universal directo el alcalde y los ediles. En la articulacién del poder estatal, la novedad quiz mas importante des- cansaba en el deslindamiento de la fi- gura del presidente de la Republica La presencia del modelo norteamerica- no, tan ostensible en muchos puntos de esta Constitucién non nata linda aqui casi con el mimetismo. El jefe del poder ejecutivo, designado por sufragio universal indirecto para un perfodo cuatrienal, tenia la facultad de escoger y separar al jefe del Gobierno, poseia la capacidad’ de promulgar leyes y la iniviativa legislativa, asi como la de- signacién de embajadores y el derecho de gracia. En lo tocante al segundo poder, éste residia en las Cortes, de composicién bicameral. En el Congreso de los Dipu- tados, elegidos bienalmente, éstos es- tarian en la proporeién de 1 por cada 50.000 habitantes; al tiempo que el Se- nado estaria integrado por cuatro se- nadores mayores de 40 afios por cada uno de los Estados de la Federacién. Compuesto por tres magistrados por LA PRIMERA REPUBLICA /19 cada_uno de los Estados, en el Tribu- nal Supremo residia el poder judicial. El] alto organismo era competente muy especialmente en el cuidado y la vigi- lancia de la constitucionalidad de las leyes. Finalmente, otra nota original del proyecto descansaba en la visién de un cuarto poder, el de relacién, correspon- diente al presidente de la Republica. Extremo de la Constitucién non nata republicana que merece por su valor simbélico siquiera una breve alu- sién es su planteamiento de las rela- ciones entre la Iglesia y el Estado. Es claro que los articulos 34-37 del Pro- yecto de Constitucién Federal de la Re- publica Espariola, del 17 de julio, en- trafian una novedad radical en la formulacién de dichas relaciones. La El canton de Cartagena Bajo la presidencia de Pi y Margall estallaron de forma casi simiultdnea fo- cos de insurreccién cantonalista en va~ rios puntos de Andalucia y Levante e ineluso en poblaciones tan alejadas de alli como Salamanca y Béjar. Todos esos focos serian aplastados rdpida- mente, y sélo el de Cartagena se man- tendria durante un notable periodo de tiempo, erigiéndose en verdadero ar- quetipo del género. El dia 12 de julio de 1873 se produ- ce la insurreccién de esta importante base naval. En el Gobierno Civil de Murcia se instala una Junta Revolu- cionaria presidida por Antonio Galvez ‘Aree, el Tonete que aparecerd en los Episodios Nacionales de Pérez Galdés. ientras, el general Contreras asume el mando en el proclamado canton de Cartagena. Por vez primera en la his- toria de Espana se produce un amoti- namiento de marinos que se apoderan rapidamente del arsenal y del puerto. En Madrid, Gonzélez Iscar, ministro de la Guerra, no reacciona ante los he- chos, favoreciendo de esta forma el le- vantamiento. El ministro de Marina, Anrich, in- tenta efectuar una gestién personal pero fracasa, viéndose obligado a re- gresar a Alicante. Para entonces la Ar- ‘mada se ha unido a la insurreccion, ante el desconcierto y el abandono de sus oficiales. Los cantonalistas nom- bran entonces jefe supremo al sevillano Roque Barcia, exaltado intelectual. Es- tos hechos deciden la retirada del po- der de Pi y Margall y su sustitucién — el 18 de jwlio— por Nicolas Salmerén. El nuevo presidente dedicaré todo su esfuerzo a aplastar los focos insurrec- cionales, al tiempo que la guerra car- 20/LA PRIMERA REPUBLICA lista rebrota en el Norte poniendo al Gobierno en una situacién verdadera- mente apurada. Asi el dia 20 la escua- dra rebelde es declarada pirata por las autoridades, mientras los generales Pavia, Martinez Campos y Villacampa se aplican a la tarea de aplastar los le- vantamientos. Pero mientras caen en cadena Valen- cia, Sevilla, Cadiz, Castellén, Grana- da, Salamanca, Alicante, etcétera, el cant6n cartagenero se mantiene vivo. El dia 29 de julio las fragatas insu- rrectas Almansa y Victoria bombarde- an Almeria, pero en su ruta hacia Ma- laga son apresadas por buques alemanes, franceses y britdnicos que las conducen a Gibraltar. Muy pocos dias antes habia sido atacada Torre- vieja; alli log rebeldes habian robado los fondos existentes en la aduana, las explotaciones salineras y la oficina de recaudacién de contribuciones. El si uiente objetivo de ataque seria una in- dofensa Orihuela, que asimismo sufrio un desordenado y destructivo saqueo. Sin embargo, el asalto lanzado sobre Chinchilla fracasarta debido a la ac- cién de las fuerzas gubernamentales que derrotaron a los ingurrectos en este primer enfrentamiento directo entre los dos bandos. El desorden general que reina entre los cantonalistas impide una organiza- cidn adecuada de la situacién. Al verse privados de las naves capturadas, son armados otros dos buques, el Numan- cia y el Méndez Nuiitez. Pero las equi- vocadas maniobras de la marineria y la ausencia de oficialidad harén que muy pronto ambos acaben encallando. En agosto comienza el asedio de la ciu- dad, dirigido por Martinez Campos. neutralidad del poder estatal preconi- zada en dichos articulos es rigurosa- mente inédita en nuestro pais y supo- ne una concepcién y un enfoque revolucionarios que forzosamente ha- brian de provocar, por su deseo de rup- tura con una situacién mds que secu- lar, réplicas y reacciones de absoluto rechazo por parte de la inmensa mayo- ria de los catélicos del momento y no se diga nada del clero y de la jerar- quia. Hacia el caos Si Pi no pudo imponer sus puntos de vista en el proyecto constitucional — cuya discusin no comenzaria sino el 11 de agosto—, menos atin pudo poner Ello no impide, sin embargo que el dia 27 de ese mes la flota rebelde bombar- dee Alicante, y poco después asalte y saquee el puerto de Valencia obtenien- do un cuantioso botin. El 10 de septiembre tiene lugar un enfrentamiento naval entre buques de ambos bandos. Desde dos dias antes Enilio Castelar ocupa la presidencia de la Republica. Nicolas Salmerén ha dimi- tido del cargo la vispera tras negarse a firmar dos sentencias de muerte para dos cantonalistas, con lo cual se preten- dia llevar a cabo un castigo ejemplar. Mientras en el Norte cobra nueva viru- lencia la guerra carlista, legado el mes de diciembre el general Lopez Domin- guez—sobrino de Serrano— prosigue el asedio de la ciudad por tierra, en una operacién combinada con la escuadra mandada por el almirante Oreivo, que establece ef Bloqueo por mar. Cartagena es para entonces un autén- tico nido de piratas, que acuden al calor del libertarismo y del desorden domi- nantes ante la falta de una autoridad responsable. La posicién de los canto- nalistas es cada vez mas precaria ante la creciente presién de los atacantes, y la ciudad apenas sobrevive unos dias al ‘mismo hundimiento del régimen repu- blicano. En efecto, el 11 de enero de 1874 las tropas de Lopez Dominguez ocupan la plaza y las instalaciones navales. Toda Cartagena esta sumida en un tremendo caos que ha permitido a los principales cabecillas cantonalistas huir en la fragata Numancia hacia el puerto argelino de Mazalquivir. Muchos otros implicados que no han podido eseapar serdn confinados en ilipinas. Solamente nueve dias antes el general Pavia habia disuelto por la fuerza la reunion de los diputados en el Congreso, decidiendo con ello la muerte dela Primera Republica Espanola. En el aio 1878, ya en plena Restau- racién borbénica, él general Lépez Do- minguez escribiria una obra acerca de los hechos que habia protagonizado ante la ciudad cercada: Cartage Memorias y comentarios sobre el sitio de aquella poblacién. El canton de Cartagena habia constituido un episo- dio verdaderamente romdntico convir- tiéndose en uno de los hechos mds ca- racteristicos de la revuelta historia espanola del siglo XIX. LA PRIMERA REPUBLICA / 21 dique a la anarquia que inundaba al pais. En tanto se discutia con ardor la nueva Carta Magna —muy répida y atropelladamente, por lo demas, entre el 11 y el 14 de agosto en un Parla- mento semivacio— la situacién de la nacién se habia ido degradando a ojos vista. Al tiempo que la guerrilla car- lista habia dado paso a una auténtica ofensiva general del pretendiente coi tra un régimen debilitado por sus med: das militares y socioecénomicas, los cantonalismos habian comenzado a imponer su ley y la bancarrota amena- zaba a la Hacienda cstatal. No obstante el prestigio moral e in- telectual de que gozaba muy justamen- te Pi y Margall, su actuacion al frente del poder ejecutivo no cambié las cosas ni el sombrio panorama en que el pais se adentraba a ritmo acelerado. El po- der carecia de la autoridad necesaria para hacer actuar a su maquinaria bu- rocratica y administrativa, viendo cre- cientemente reducido su’ margen de maniobra y el campo de su accion. Por todas partes se encendian nue- vas hogueras de contestacién contra el Gobierno de Madrid, impotente para galvanizar las energias nacionales ha- cia un objetivo de convivencia comin. Las asistencias de Pi y Margall se re~ dujeron drastica y prontamente e in- cluso entre los hombres y grupos que habian acogido con satisfaccién su nombramienio presidencial. Precisamente de su regién natal y de Andalucia vendrianle los principa- les problemas que tendria que afron- tar. El cantonalismo meridional se ha~ bia convertido de hecho en un verdadero secesionismo. Bastin de los sectores mas radicalizados de la Repi- blica, el dominio de la situacién por los lideres burgueses con gran predica- mento en las masas populares condujo a éstas al control del poder en grandes municipios como Sevilla, Cadiz, Mala- ga, Granada, Ecija, eteétera. Esta a téntica revolucién popular hizo cundir el panico en los sectores mas progre- sistas de la burguesia —término em- pleado aqui en su acepeién mas amplia y englobadora por tanto de las clases medias altas y bajas— que se habjan identificado hasta entonces con el pro- yecto republicano. Ejemplo muy expresivo de la acele- racién del giro a la izquierda de esta Republica federal y de la quema de etapas en manos dé sus adalides mas 22/ LA PRIMERA REPUBLICA radicales, lo encontramos en el caso de Sevilla. En la capital de Andalucia la subida al poder de Pi y Margall fue in- terpretada como la sefal de salida para poner en practica las ideas defen- didas por el presidente anos atras, ideas refractadas en un prisma popu: lar de enfebrecimiento y tensién maxi- mos. E130 de junio, el ayuntamiento his- palense acordaba eonvertirse en Repti ica social. Saldado con una frustra- cién dicho intento, llegé la hora de que el sector mas radicalizado de los repu- blicanos fedcralistas pusicra en prac tica sus ideas —proclamacién del Can- tén en el Ayuntamiento en la madrugada siguiente a la dimisién de Pi y Margall (19 julio). Necesitado de alianzas, su tactica fluctué entre la urgencia de no concitarse el desvio de los efreulos mas conservadores de su movimiento y la perentoriedad de aquistarse el apoyo de las masas con programas de corte avanzado. Deli- cuescente e indeciso, el cantonalismo federal hispalense dejé como legado el heroismo de gran parte del pueblo. ‘A los dos focos de, paraddjicamente, maximo apoyo-rechazo de una Rept- blica que habla tardado en enearritar- se por las rutas federalistas, Cataluiia- Andalucia, vino a afadirse en la presidencia de Pi un tercero: Levante. La naturaleza de éste fue, cuando me- nos, tan compleja como la de los dos precedentes, si no la rebasé En Alcoy, los internacionalistas de- dujeron las ‘iltimas consecuencias que podian desprenderse sin violencia lo ca de un credo que en su vertiente mas radical propugnaba una revisién total de las relaciones sociales basadas en el sistema de propiedad burgués, que permitian el colectivismo predicado por el internacionalismo dcrata. Los acontecimientos de Alcoy, que arroja- rian un triste saldo de asesinatos y muertos caidos en la represién, no tu- vieron continuidad y este nuevo y sig- nificativo intento de ruptura se apagé por si mismo, merced a la propaganda bien dirigida'de las autoridades y, so- bre todo, de los propios excesos y des- manes. Incluso en manos tan poco sos- pechosas de proclividad burguesa 0 autoritaria, la propaganda del poder central tendié con todo el empeno en presentar a los internacionalistas alco- yanos como saboteadores de la obra re- publicana, desplegada con tanto es- Dos escenas de la sublevacién cantonalista; arriba, el ejército asalta una barricada del cantén sevillano; aba- jo, el cadaver del alcalde Albors, esearnecido por los ‘antonalistas de Aleoy (liminas de La Ilustracién Espaiiola y Americana, 1873) fuerzo y sacrificio por sus legiti- mos intérpretes y actores. Confundido en un principio cara a la opinion publica con el mencionado movimiento, aparece- ria el del canton de Cartagena- Murcia, el mas célebre de todos los generados en la primavera y verano de 1873. De inmediato se vio, empero, su diferente fisono- mfa, Con igual intuicién, pero tal vez con mayor conviccién en la va- lidez de sus ideas que los andalu- ces, los cantonalistas cartagene- ros pensaron que eran ellos los auténticos depositarios de las esencias de una Republica —Ia fe- deral— que entranaba, frente al Estado burgués precedente, una auténtica ruptura en la ordena- cidn del territorio y, muy singu- larmente, en la estructura admi- nistrativa de la nacién espafola, alejada de una concepeién centra lizadora e incluso descentralizado- ra para ahondar en un régimen autonémico alzado sobre un muni- cipalismo vigoroso. Desafiada por tantos envites, la Republica huyé del suicidio me- diante el otorgamiento de plenos poderes a Pi y Margall. Debatién- dose entre sentimientos encontra- dos, el presidente no tuvo tiempo para aplicar leyes salvadoras de la Republica por la oposicién que a su presunta promulgacién en- contré en algunos miembros de su mismo gabinete, que con su acti- tud le facilitaron muy posiblemen- te la salida que él deseaba. Presidencia de Salmerén Unandaluz, catedratico de Meta fisica e intelectual krausista de gran relieve y celebridad, el alme- riense don Nicolas Salmerén le reemplazaria —119 votos frente a los 93 que propugnarian el mante- nimiento de Pi— en lugar, enton- ces, tan poco apetecible. El cambio roduj efectos espectaculares, mas que por la capacidad del profesor en Madrid, por la situacion limite a que se habia llegado, en la que cual- duier respuesta a la quiebra com: pleta del Estado tenia que hallar el aplauso favorable de capas muy anchas de la nacién. LA PRIMERA REPUBLICA /23, En Ia coyuntura atravesada por el pals, el nuevo presidente pensaba que 1 unico rumbo que le salvaria del nau fragio era el mareado por la reconstit: cidn del orden burgués. De este modo, fen su diseurso de presentacion de st, Gobierno a las Cortes afirmaria: A wna sola condicién podemos esperar el reco- nocimiento y ef concurso de Europa para nuestra Republica, » esta condi Cidn es mostrar que no es inherente ala frganizacion republicana ef virus de la demagogia, y que hay virtud bastante en nuestro Gobierno para vencerla, gastiarlaextioarta, Pero esa zara tia no fa pueden ofrecer en mado alg no te izqtierda ni el centro de esta Ca ‘AL igual que seis afios atrés habia realizado respecto a la Revolucion francesa un pensador galo, Salmerdn, con honda perspicacia observaba en el mismo discurso como las reformas po: litieas que no impregnan ni ealan pro: fundamente en la organizacion social estdn condenadas al fracaso, La Glo: viosa y con ella la Republica, su rema. te logleo, ni ha creado ni se ha atraido 1 elementos soctales; ha extendido et derecho politico, pero no ha hecho que ol derecho politico sirva de garantia tun interés vial. La Repiiblien, pues, Seria conservadora @ no seria. ese a sus profundas conviceiones de hombre civil y de liberal a ultranza, Salmerdn entendid que era insoslaya ble la apelacién al Ejéreito, reconstitu: yendo sus cuadros, funciones ¥ disci plina. EI pacto funcioné a Ia perfeccion; yal término del verano las insurreccio hes andaluza, valenciana y mureiana fstaban sofoeadas, aunque no asi la del tantén cartagenero,en el que la contes: tacion tomaba vuelos insospechados, Ineluso dentro del horizonte de la to: pia. Aveces, en esta senda se lego Gemasiado lejos, como cuando se solt- cite veladamenie la colaboraeién de alguaas Marinas oxtranjeras para Impedir las aeciones de los buques afee- tos al anton de Carta ‘Creyendo que sus concesiones al au- toritarismo habian llegado al miximo para una concieneia como la suya, Sal- merén dimitio. Las presiones interna. cionales, las reclamaciones de buena parte de la opinion publica y las cre- fientes exigencias del propio Ejéreito hieieran comprender a Salmerén que para evitar el suicidio Ia Republica de- bia ante todo reforzar los aparatos e0- 24a PRIMERA REPUBLICA lectivos del Estado, empresa y situa ion que requerian ‘un nuevo hombre. El motivo de su voluntaria separaeién dol poder fue el restablecimiento de la pena capital, estimada como indispen Enble por los altos cuadros del Ejercito para luchar con éxito contra carlistas y cantonales, Aceptada la medida consti tueional tras su aprobacién por las Cortes, Salmerdn no quiso convertirse fen su instrumento ejecutivo, ano de a Replica ante situacion espaol, que no ogra Slominar el presidente Salmersa Ua Place, 6,6 de agosto de 1873) Presidencia de Castelar El nacimiento y la trayectoria del mas famoso orador espaol de todos los tie pos eonstitufan un simbolo y a la vez Sompendio de le historia de nuestro republicanismo, Gaditano por obligada residencia de su padre, a consecuencia desus ideas liberates, Castolar se convir= {is en el apeistol mas encendido e incan- sable desde su moeedad como alterna tiva factible y urgente ala anquilosada monarquia de Isabel II: su Gobierno, festaba destinadloa salvar a toda costa et forden interior. Un gobierno destinado a ‘aeabar con toda eneraia la guerra civil ppues lo que el pais necesitaba era orden, fautoridad, orden y gobierno, Sus eseritos y palabras gozaban de audiencin curopen muy grande fue Slmpre tanta na prestige en Hi ancamériea depositando en el las mejores esperanzas para el futuro de Ta'Repabiiea los prineipates politicos italinnos y francetes aditos tal is etapa presidencial puede cons derarse por mas de un mative como él ‘Thermidor de ln Primera Republica Ohvtenidos los plonos poderes 13 de septiembre por el Parlamento, sus Sesiones quedaron aplazadas hasta Tos inicion de enero proximo. Salus Repu dice, syprema tex. tnvocando el libee jieto, Castelar suprimio algunas ga rantias constitucionaes ¢ intent a baron el frccionamionto y dispersion dels poteres del Eotado ‘Gran drama el de este insobormable republicano convertido on gobornante Enimada como poco democrat por los sectores radieates mas afoctor a cliay la Repdblica sera considerad por Castelar sus pnBlicanos dor den como excosivamente democrat, Para hacerla adentrar profundamente par lo caminos de ln auoridnd, Caste. Er oo eprecunaets o teanbar a apoyo de Tos poderesfacticos hasta aque mo- tonto muy reaciose incluso hostile a Sr viabildad El Bjreto fu la prime: ® nstancin solicitada con terminante Compromise de hacer valer sus prerro futlvas y comotide. Muy atras queda: fan fos espontanetsmos y Ia vel dades que en tal materia habian tsado a panto de romper el urmazon dela mis sclida do las inatiwetones det Beta, Al lado del restablecimiento comple to de las Ordenaneas ¥ de nw directo: nos generates de fas distintas armas in medida mas trascondente en sto for mejor deci, In teorgantencioy del rma do Artilerin (Ot de septiembre) otenciar més al Rjéreit, se o dene 6 Hamamiento a fifa de’ 80,000 reclutas, aboliéndoee la redencion a ales fae igvalmente requerida para auspiciar'el'nuevo rambo dein Reepublien. Ua nuevo modus vivends cont Rema no se hizo esperar cara Ia normalizacion de relaciones entre Ia tsfora eclsigatiea la civil hast foncos muy tensienadas, Gon haba dads el antiguo politi anticlerical Condujo las negoeaciones con Ia Santa Sede para solventar in espinosn cues {ign plantenda por la designacion de prelados para Tas vartas dlocests va Eantes desde ls dias de In Gloriosa Las couse, sin etbarge, fueron, como siempre, algo compleadas pro: dlcto mas de la transaecion ye con: Senso que del empecinamiento en py Clones $prerrogativas intangibles. Con ‘éeniea ¥ procedimientos insigurado™ Fes de un eamino seguido con habit ifdad yn en ol Noveclonto, el Vaticano y Madrid se pusieron de seuerdo para Consultarse entre silos eandidatos pro: pests por sno y otro partes iguales LAPRINERA REPUBLICA 25 y nombrados todos ellos externa y ofi- cialmente motu proprio por el Papa. Banqueros y hombres de negocios fueron también calmados por Castelar ante sus aprensiones cara a la situa- cidn econémica del pais y convocados a prestar sus esfuerzos para la reconsti- tucién de ésta, La situacion de la Ha- cienda publica habia caido en el mayor de los desastres: El caos politico y la desconfianza de los hombres de nego- cios precipitaron el crédito del Estado @ niveles jamds conoeidos (J. Fontana). No encontrando créditos en ningtin si- tio, la Republica debié echar mano al oneroso expediente de los empréstitos forzosos. Con la llegada de Castelar se atisbé algun vislumbre de cambio. La penuria casi increible del Tesoro, arrastrada desde la inauguracién de la etapa democratica, mostraria ahora la hon- dura de su mal a causa del rearme mili- tar impuesto por Castelar, como piedra angular de toda su conducta inicial. Estas urgencias militares obligaron — 14 de septiembre— a un impuesto extraordinario para sufragar el arma- mento y equipo del Ejército. Igual- mente se recurriria a la consecucion de anticipos del Banco de Espana con un interés del 6 67 por 100, a costa de la contribucién territorial e industrial Se siguié asimismo con la politica de empréstitos exteriores, concertados de manera menos onerosa que en las pre- sidencias anteriores. Todo ello propor- cion6 unos 500 millones de reales, con los que pudo hacerse frente al doble despliegue militar cara a carlistas y cantonalistas. Una vez desarmada la oposicién de las principales instituciones y sectores de la Republica y unificando energias en torno a su labor, Castelar pasé a la ofensiva en todos los frentes. Reaccién militar En primer.término, claro es, los bé! cos. Con su moral rehecha, el Ejército afronté decididamente el desafio car- lista y se aprest6 con seriedad a liqui- dar la nueva guerra civil encendida en el Norte. Sin embargo, la situacién no se modificaria instantaneamente a fa- vor de la Republica, como lo prueba la famosa victoria carlista en Montejurra , sobre todo, el cerco a Bilbao a fina- les de 1873. 26/ LA PRIMERA REPUBLICA Previamente, no obstante, sus es- fuerzos tendieron a la extirpacién del cant6n murciano. El reconocimiento de las principales cancillerias europeas, meta obsesiva de Castelar, pasaba in negablemente por la erradicacién de unos cantonalistas cuya escuadra ha- bia llegado a poner en peligro con sus actos de pirateria la propia paz inter- nacional de Espana. Aunque Castelar no lleg6 a cosechar los laureles deriva- dos de la ocupacién de Cartagena — enero 1874—, si puede afirmarse que dejé resuelto ‘el tema al no escatimar su apoyo y recursos a los jefes milita- res encargados bajo el mando del gene- ral Lépez Dominguez de aplastar una rebelién que tendria, tiempo muy ade- lante, en la pluma de Ramén J. Sender una lucida y justamente famosa re- construccién literaria —Mister Witt en el Canton. Encauzado en parte el problema mi- litar en la Peninsula, Castelar no olvi- daria por ello la dificil coyuntura atra- vesada por Cuba como consecuencia igualmente de un nuevo brote insu- rreccional en aquella isla, cuyo peso en la politica de la metrépoli era cada dia mas relevante y hasta decisivo en no pocos asuntos. El éxito no acompand aqui a los trabajos del gabinete Caste- lar. La intervencién norteamericana en el conflicto se manifestaba cada vex de manera mas descubierta y vigorosa. El camino enérgico emprendido por el Gobierno espaiol en el episodio inicial del navio Virginius, que transportaba hombres y material para reforzar a los cubanos én la lucha con Madrid —fusi- lamiento de la mayor parte de éstos—, no tardé en desandarse al capitular el mismo Ministerio ante las exigencias de los Estados Unidos, Por ultimo, las preocupaciones go- bernantes de Castelar atendieron a otros frentes neuralgicos para la vida de la nacién y el régimen. Aunque el panorama distaba mucho de hallarse despejado, el dinero comprendis que bien la Republica conservadora de Castelar se consolidaba —hipétesis harto improbable—, o bien se conver- tia en puente para una solucién mo- ndrquica, trdnsito a su vez hacia la monarquia —supuesto harto mas pro- bable—. Realizados tales calculos, no es de extrafar, como se apuntaba mas atras, que los empréstitos levados a cabo por el ministro de Hacienda, Ma- nuel Pedregal y Caiiedo, del ultimo ga-

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