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Voltaire a Olympe Dunoyer (1713) Jean-Jacques Rousseau a la condesa Sophie d'Houdetot (1757) Johann Wolfgang von Goethe a Charlotte von Stein (1784) Wolfgang Amadeus Mozart a Constanze Weber (1789) Napoleén Bonaparte a Joséphine (1796) Ludwig van Beethoven ala Amada Inmortal (1812) Mary Wollstonecraft Shelley a Percy Shelley (1814) Victor Hugo a Adéle Foucher (1822) ‘Simén Bolivar a Manuela Séenz (1825) Honoré de Balzac a la condesa Hanska (1833) Robert Schumann a Clara Schumann (1834) Nathaniel Hawthorne a Sophia Hawthorne (1839) Carmen Arriagada a Mauricio Rugendas (1841) Gustave Flaubert a Louise Colet (1846) Karl Marx a Jenny Marx (1856) Mark Twain a Olivia Clemens (1875) José Marti a Rosario de la Petia (1875) Friedrich Nietzsche a Mathilde Trampedach (1876) Sigmund Freud a Martha Bernays (1882) Emilia Pardo Bazan a Benito Pérez Galdés (1888) Pierre Curie a Marie Curie (1894) Oscar Wilde a lord Alfred Douglas (1895) Jack London a Anna Strunsky (1901) James Joyce a Nora Barnacle (1904) Delmira Agustini a Enrique Job (1909) Franz Kafka a Felice Bauer (1912) Gabriela Mistral a Manuel Magallanes Moure (1915-1923) Katherine Mansfield a John Middleton Maury (1917) Fernando Pessoa a Ophelia Queiroz (1929) Amelia Earhart a George Putnam (1931) Scott Fitegerald a Zelda Fitzgerald (1934) Virginia Woolf a Leonard Woolf (1941) Como quisiera decirte Antologia de correspondencia amorosa Prologo de Sara Bertrand PROLOGO Por Sara Bertrand ‘Si me gustan las canciones de amor son naturalmente ridicules) Alvaro de Campos (Bernando Pessoa) Cuenta la leyenda que Marie de Rabu conocida como Madame de Sévigné, huérfana de padres, viuda a temprana edad y dotada de una importante for- tuna, se hizo adicta a la escritura de cartas. Decia que apenas recibia una, necesitaba otra y otra y otra. S ellas, la heredera no podia vivir y, por eso, se aplicé es cribiéndolas. Queria respuestas. Sometida a ese impulso irrefrenable, se dice que lleg6 a escribir mas de un mi lién, la mayorfa a su hija y aunque jams pensé que se- rian pl és de su muerte, las cartas de Ma- dame de Sévigné se convirtieron en lectura escritores como Marcel Proust o Virginia Wo inspiradas misivas, ella logré ofrecer una cronica politica y social de Paris del siglo XVII, y también —no es dif. cil aventurar— sobre sus amores, ausencias y desencan: tos. ;Cuntos enredos se urdieron bajo su diligente plu ma? No lo sabremos, pero si conocemos que ya entonces el correo amoroso funcionaba como institucién en toda Europa, ofreciendo citas, transportando secretos 0 sim- plemente elogiando a sus receptores. Porque, tal como afirma Roland Barthes en Fragmentos de un discurso amo- r0s0, “la carta, para el enamorado, no tiene valor tdctico: es puramente expresiva, en rigor aduladora (pero la adu- lacién no es aqui en absoluto interesada: no es sino la pa labra de la devocién)”. Hojear un epistolario amoroso es, por antonomasia, adentrarse en una expresividad sin de- coro: “Te idolatro hoy més que nunca jamés" (Simén Bolivar a Manuela Saenz); “lo que la sabiduria es para el fildsofo, o que Dios es para su santo, eres tii para mi” (Oscar Wilde a lord Alfred Douglas). El enamorado firma con los pies en el abismo: “Cémo temo volverme un estiipido” (Gustave Flaubert a Louise Colet) Sin estos testimonios, la historia de la humanidad se- tia menos sabrosa que la que conocemos hoy. Faltarian matices, detalles que permitan comprender las vidas y relaciones de sus actores. Alguna vee, el pintor Salva: dor Dali afirmé, subestiméndola, que la politica era una anécdota de la historia y, en cambio, recalc6 el papel que tenfan el juego, el placer y el amor en las expresiones humanas. Algo de ese ejercicio indiscreto nos ofrece el acercarnos a cualquier carta de amor. Sin ir més lejos, e inmiscuyéndonos en el tridngulo amoroso que configu- 16 el pintor catalén junto a Gala y el poeta Paul Elouard, podemos entender lo que estuvo en juego entre ellos tres. Elouard le escribe a Gala luego que la rusa lo abandona- xa para convertirse en la musa de Dali: “Todo es siniestro, todo es horrendo. En mi, la idea de la muerte se mezcla mas -y més con la del amor. Te creo perdida’. ¥ seguiré escribién dole, ¢ intentaré atraerla conténdole sobre su hija Cécile que quedé a su cuidado mientras Gala posaba para el su- rrealismo. Las cartas ofrecen pistas, construyen mapas y, gra- cias a ellas, configuramos el paisaje, sumergiéndonos en la intimidad de las biografias de artistas, politicos y pensadores. En otras palabras, en el contexto de sus pro- pias vidas. ¥ ese es uno de los aciertos de este epistola- rio amoroso: disponer de cartas y de las circunstancias en que fueron escritas. El dite, dite, come fu de Rigoletto, el cémo, cuando y por qué un comprometido Karl Marx escribe a su querida Jenny: “Pero el amor, no por el hombre de Feuerbach ni por el metabolismo de Moleschott, ni por el proletariado, sino el amor por una dulce enamorada y en es- pecial por ti, hace que un hombre vuelva a ser un hombre” Estas cartas nos acercan a una voz que crefamos enterra- da, hundida bajo el peso de la contingencia o, en el mejor de los casos, de las obras a las que dio origen. Surge esa voz intima y personal que solo una carta es capaz de revi- vir: “Ah, si hubieras clavado una daga en mi corazén, habrias sido mucho menos cruel que usando esta fatidica arma que ‘me esté matando! Mira lo que era y lo que soy, mira hast punto me has rebajado’, le escribe el filésofo Jean-Jacques Rousseau a Sophie d’Houdetot. Ella no es su mujer; es su amada, la mujer a quien él desea. Porque, tal como su- giere Barthes, la dialéctica particular de la carta de amor esta “cargada de ganas de expresar el deseo”. Esclavo, guardian, servidor, el discurso del enamorado exagera: Y Adéle, mi adorable Adéle, jtengo tanto que decirte! jOh, Dios! Llevo dos dias pregunténdome a cada momento si acaso tanto amor no es un suerto’, escribe Victor Hugo a su amiga de la infancia y esposa Adéle Foucher. Treinta y dos cartas conforman este epistolario. Treinta y dos personajes disimiles: poetas, narradores, misicos, politicos e intelectuales. {De qué nos hablan?, aqué miisica sugieren?, gcudl es el soundtrack de estos amores prohibidos, platénicos, domésticos, ingenuos 0 desesperados? {Qué aman Marx, Balzac o Wilde? Qué esperan Carmen Arriagada, Virginia Woolf 0 Gabriela Mistral? gQué papel desemperian en la relacién con el sujeto amado? La diversidad es parte de su riqueza. En este epistolario, no todos son amores no correspondidos, como el caso de Rousseau; los hay apasionados, tiernos, serios y circunspectos. Incluso, considerados escandalo- 808, como los de Voltaire u Oscar Wilde, quien llegé a pa- gar con la cércel: “Aun cubierto de fango te llenaré de elogios, desde el abismo mas profundo clamaré por ti. En mi soledad estards conmige Ordenadas cronolégicamente, abarcan desde 1713 hasta 1941, afo en que esta datada la fatidica tiltima car: ta que le escribiera Virginia Woolf a su marido Leonard antes de morir: “Si hubiera habido alguien capaz de salvar- me, ese habrias sido ti. Todo me ha abandonado, menos la certeza de tu bondad’ Las cartas de amor interpelan, y al leerlas, igual que el poeta Gonzalo Rojas, preguntamos: gqué se ama cuan- do se ama? “Te beso y te abrazo 1.095.060.427.082 veces (esto te daré una buena oportunidad para practicar el con- teo)", escribe Mozart a Constanze Weber. Pero no todo es hipérbole, como podemos apreciar en la carta que envi raa aviadora Amelia Earhart a su futuro marido, George P. Putnam, poco antes de su compromiso: “Veo este paso como lo més tonto que podria hacer en este momento. Sé que pueden haber recompensas, pero no tengo corazén para mi rar hacia delante’. Las cartas no mienten, el emisor esta dispuesto a desnudarse. Voltaire le escribe a su prohibi- do amor, Olympe Dunoyer: “Dejaré el hotel de incognito, tomaré un carruaje 0 un carro, conduciremos como el viento @ Scheveningen; llevaré papel y tinta com nuestras cartas”. ;Qué significa “escribiremos nuestras car tas” sino la promesa de exponerse y confiar hasta lo mas recéndito? Pues, tal como afirma el poeta espaol Pedro Salinas en El defensor, la primera claridad de una carta es lo que muestra de quien la escribe: “Todo el que escri- be debe verse inclinado —Narciso involuntario— sobre una superficie en la que se ve, antes que a otra cosa, a si mismo”. Cuando el enamorado escribe y describe, cuan do exagera; cuando atenta contra el uso de la esdrij cuando se contiene; cuando guarda recato, aun cuando reta o insulta, como Napoledn a su Joséphine: “Ya no te ‘amo més; al contrario, te detesto, Eres horrible, muy torpe y estuipida, toda una Cenicienta’; quiere atraer al otro y en ese affn, se exhibe. Por eso, la cuestién de las cartas de amor, y yendo un poco més allé, de cualquier carta, ademas del artificio, la realidad o ficcion con que se presente lo que narra; ade- mis del invaluable testimonio de época que constituyen y de los datos biogréficos que aportan, es la pluma, el quién la escribe. La pregunta acerca de si son literarias en simismas 0 se vuelven objeto de literatura por su rubrica s una pregunta antigua que tiene adeptos y detractores. Pero independiente de si se esta a favor o en contra, Ma- dame de Sévigné es el mejor ejemplo de que no necesaria- mente se tiene que ser poeta o escritor para sobresalir en este arte. Y, también, que ser poeta o escritor no asegura que esas cartas sean una obra de gran valor literario. De hecho, entre las parejas literarias emblematicas que tuvo intensa correspondencia amorosa se encuentra Ted Hug- hes y Silvia Plath, ambos con epistolarios publicados, el de Hughes llenos de imagenes cotidianas y esa atmésfera familiar tan exquisita a la hora de leer una carta, y las de Sylvia, mas discretas, aun cuando literariamente hablan- do la cuestién fuera al revés. En su verso titulado “Carta de amor’, Plath es capaz de conducirnos directamente a lo que se siente al recibirlas: ‘Empecé a brotar como una rama en marzo: un brazo, una pierna, un brazo, una pierna. Y ascendi de piedra a nube" La posibilidad de adentrarnos en un espacio pequefio y contenido, lo que precisamente ofrece esa cotidianei- dad relatada, es lo més inquietante y, a la vez, seductor del ejercicio de leer cartas. Las misivas de Schumann, Hawthorne, Twain o Mansfield aluden a esos mundos, se trata de amores tranquilos y hogarefios, pero no por ello menos inspiradores: “Hay quienes odian la belleza y sostienen que los cisnes no son mas que gansos grandes; uno podria decir con la misma légica que la distancia es tan solo una cercania que ha sido separada’, le escribe en su ausen cia Schumann a su mujer, la pianista Clara Schumann, y, con ello, muestra uno de los elementos mas caracteris- ticos del epistolario amoroso: las cartas representan un anhelo de cercania. Como dice Barthes, “donde no estas: tal es el comienzo de la escritura’. Por eso, independiente del tipo de amor que reflejen o del estatus que le asignemos, las cartas de amor suelen sonar febriles, ansiosas o exageradas. El objeto amoroso parece siempre tan lejos, un cuerpo celeste que hace se- fas desde lo inasible, que la voz desespera, clama, ansiay no descansa, pero, tal como agregara Pessoa en su poema sobre cartas de amor: Alfinal solo las criaturas que nunca escribieron cartas de amor son las que son Voltaire a Olympe Dunoyer Haya, 1713. Soy prisionero aqui en el nombre del rey; pueden quitarme la vida, pero no el amor que siento por ti. Si, mi adorable amante, esta noche te veré aunque tenga que poner mi cabeza en la guillotina para hacerlo. Por amor de Dios, no me hables en términos tan tragicos en tus cartas; debes vivir y ser cautelosa, cuidate de tu madre como de tu peor enemigo. :Qué es lo que digo? Cuidate de todos, no confies en nadie. Mantente aler apenas la luna se pueda ver; dejaré el hotel de incégnito, aré un carruaje 0 un carro, conduciremos como el viento a Scheveningen; llevaré papel y tinta conmigo; escribiremos nuestras cartas. Si me amas, ten calma, y usa toda tu fuerza y compostura a tu favor; no dejes que tu madre se dé cuenta de nada, trata de tener a mano tu retrato, y ten claro que ni la amenaza de las peores torturas evitaré que sea tu servidor. No, nada tiene el poder de separarme de ti; nuestro amor se basa en la virtud, y durard tanto como nuestras vidas. Adiés, no hay nada que no me atreva a hacer por ti; te mereces mucho mas que eso. |Adiés, mi querido corazén! AROUET Jean-Jacques Rousseau a la condesa Sophie d'Houdetot Eremitage, junio de 1757 Ven, Sophie, para que pueda torturar tu injusto cora- 26n, para que asi yo también pueda ser implacable con- tigo. @Por qué debiera tenerte piedad cuando me robas la razén, el honor y la vida? {Por qué debiera permitir que pases tus dias en paz cuando haces que los mios sean in- soportables? jAh, si hubieras clavado una daga en mi co raz6n, habrias sido mucho menos cruel que usando esta fatidica arma que me esta matando! Mira lo que era y lo que soy, mira hasta qué punto me has rebajado. Cuando te dignaste a ser mia, yo era més que un hombre; desde que me has apartado de ti, soy el mas ruin de los morta- les. He perdido toda razén, todo entendimiento, y todo coraje; en una palabra, jme has quitado todo! {Cémo has podido decidir destruir tu propia obra? {Cémo te atreves a considerar indigno de estima a quien alguna vez hon- raste con tu gracia? Ah, Sophie, te imploro, no te aver giiences de un amigo al que alguna vez quisiste. Por tu propio honor te pido que no te desentiendas de mi. ;No soy acaso de tu propiedad? zNo has tomado posesién de mi? Eso no lo puedes negar, y como te pertenezco a pesar de mi y a pesar de ti, déjame al menos merecer ser tuyo. Piensa en esos momentos de felicidad que, para mi tor tura, nunca podré olvidar. Esa llama invisible de la que una segunda y més preciosa vida le entregé a mi alma y mis sentidos toda la fuerza de la juventud. El bri- llo de mis sentimientos me elevé hacia ti. ¢Cuantas veces 10 sentiste tu corazén, lleno de amor por otro, tocado 18 por la pasi6n del mio? {Cudntas veces me dijiste en la ar- boleda junto a la cascada: “Eres el amante més tierno que yo pudiera imaginar; no, jnunca un hombre amé como til"? {Qué triunfo fue para mi escuchar tal confesion de tus labios! jSi, fue real! Fue producto de la pasién que yo exigi tan ardorosamente, la que esperaba que te volvie- ra més receptiva y despertase en ti una compasi6n de la que ahora te arrepientes tan amargamente. ih, Sophie! Tras todos los dulces momentos, la idea de la renuncia eterna es terrible para quien se entriste- ce por ya no poder ser mas uno solo contigo. :Acaso tus tiernos ojos nunca volverdn a caer ante mi mirada, con esa dulce vergienza, que me lena de sensual deseo? zAcaso nunca més voy a sentir ese temblor celestial, ese fuego enloquecedor y devastador, que mas rapido que un rayo... oh, ese momento inexpresable! ;Qué coraz6n, qué dios podria haberte conocido y resistido? Johann Wolfgang von Goethe a Charlotte von Stein 20 28 de diciembre de 1786 jfan solo déjame agradecerte por tu carta! Déjame olvi- dar por un momento la parte dolorosa de sus contenidos Mi amor! {Mi amor! Déjame rogarte de rodillas, implo- randote, haz mi retorno a ti més facil para no quedar exi- liado en la grandeza del mundo. Perdéname generosamente por mis pecados ha- cia ti, y absuélveme. Cuéntame a menudo y con detalle cémo estas viviendo, que ests bien, que me amas. En mi préxima carta te contaré acerca de mi itinerario de via- je y lo que pienso hacer; ojalé el Cielo lo haga prosperar. Solo te ruego que no me consideres como alguien ajeno a ti, nada en el mundo podria remplazar lo que perderia si te pierdo a ti y mi historia contigo. Espero conseguir la fuerza para sufrir con mAs hombria toda contrariedad. No abras las cajas, te ruego, y no te sientas ansiosa. Dales mis saludos a Stein y Ernest, le agradezco a Fritz por su carta, deja que me escriba a menudo, ya he empezado a coleccionar lo que me ha pedido, y lo tendra Que estés enferma, enferma por mi culpa, oprime mi corazén a tal punto que no puedo describirtelo. Per- déname, yo mismo he estado luchando entre la vida y la muerte, y no hay palabras para expresar el estado en que ‘me encontraba. Este otofio me ha devuelto a mis senti- dos. {Mi amor! jMi amor! Wolfgang Amadeus Mozart a Constanze Weber Dresden, 16 de abril de 1789 Querida esposa, tengo algunos requerimientos que hacerte: ero. Te ruego que no estés melancélica. 2do. Que te cuides y no te expongas a las brisas de la primavera 3ero. Que no salgas a caminar sola; de hecho, mejor seria que no salieras a caminar del todo. Ato. Que te sientas completamente segura de mi amor. No, te he escrito una sola carta sin tener tu querido retrato de- lante de mis ojos, Sto, Te ruego que no solo cuides de tu honor y del mio a tra- vés de tu conducta, sino que también tengas el mismo cut dado con las apariencias. No te enojes por esta petici hecho, debiera hacer que me ames aun més, al ver la preocu- paciGn que tengo por nuestro honor. 6to. Finalmente, desearia que me dieras mas detalles en tus cartas. Me gustaria saber si acaso mi cuftado Hofer lleg6 el dia que debia; si acaso va a menudo, como prometi6 hacer- lo; si acaso los Langes van a visitarte; si acaso el retrato est avanzando; cudl es tu rutina, Todas estas son cosas que, na- turalmente, me interesan mucho. Ahora te digo adiés, mi més amada. Recuerda que cada noche, antes de irme a dor mir, converso con tu retrato por una media hora, y que hago lo mismo al despertarme. Vi Sigue escribiéndome via Poste Rest: te abrazo 1.095.060.427.082 veces (esto te dar: oportunidad para practicar el conteo), y soy siempre tu fiel esposo y amigo, Napoleén a Marie-Joséphe-Rose Tascher de la Pagerie Napoleén a Joséphine en Milan Marmirolo, 17 de julio de 1796 He recibido tu carta, mi adorada amiga y ha Ienado mi corazén de jbilo. Te agradezco que hayas enviado noticias a pesar de las dificultades. Espero que hoy estés mejor. Estoy seguro de que ya te habrés recuperado. Sinceramente espero que puedas cabalgar: sin duda te beneficiara Desde que te dejé, he estado constantemente depriini- do. Mi felicidad es estar cerca de ti. Todo el tiempo recuerdo tus caricias, tus lagrimas y tu caritiosa atencién. Los en- cantos de la incomparable Joséphine encienden continua- mente una brillante llama en mi corazén. ;Cudndo, lejos de toda atencién y acoso, podré pasar todo mi tiempo con- tigo, amandote y pensando solo en la felicidad de decirtelo Y probartelo? Te enviaré tu caballo, pero espero que pronto te retinas conmigo. Hace meses pensé que te amaba, pero desde que nos separamos siento que te amo mil veces més. Cada dia desde que te conoci te he adorado mas y mas. Esto prueba que la maxima de Bruyére! de que “el amor llega de repente” es falsa. Todo en la naturaleza sigue su propio cur- soy tiene diferentes grados de crecimiento. jOh!, te ruego me permitas ver algunos de tus defectos. Sé menos bella, menos elegante, menos afectuosa, especialmente menos buena; sobre todo jamas seas celosa y nunca llores. Tus lagrimas me quitan la raz6n e inflaman mi sangre. Créeme, no esta en mi 1 Jean dela Bruye poder tener un solo pensamiento que no esté relacionado contigo o desear algo y no compartirlo contigo. Descansa. Restablece tu salud lo més répido que puedas. Ven y retinete conmigo para que finalmente, antes de la muerte, podamos decir “tuvimos muchos dias felices”. Mil besos para ti, e incluso uno para Fortuna’, a pesar de su rencor. Bonaparte Verona, 13 de noviembre de 1796 Ya no te amo més; al contrario, te detesto. Eres horrible, muy torpe y estipida, toda una Cenicienta. Nunca me es- cribes, no amas a tu esposo; aun sabiendo el placer que tus cartas le dan, no le escribes ni seis lineas de notas azarosas. @A qué dedica todo el dia entonces, Madame? ;Qué asunto es tan importante que te quita el tiempo desti: nado a escribirle a tu buen amante? {Qué afecto es este que sofoca y empuja a un lado el amor, el amor tierno y constante, que le has prometido a este? ;Quién puede ser esta maravilla, este nuevo amante que absorbe todos tus instantes, tiraniza tus dias enteros, e impide que atien das solicita a tu marido? Joséphine, cuidado, porque una buena noche las puertas se abriran y yo entraré, De verdad estoy ansioso, mi bueria amiga, por no saber de ti; escribeme unas cuatro p: rapidas, y dime esas cosas amables que llenan mi corazén de emocién y placer. Fortuna: pea Espero tenerte pronto entre mis brazos y cubrirte con un millén de besos tan ardientes como bajo la linea del ecuador. Bonaparte Napoleén a Joséphine en Génova Milan, 27 de noviembre de 1796 Llegué a Milén, corri a tu apartamento, habia dejado todo para verte, para estrecharte en mis brazos... y t no estabas ahi. Corres a los pueblos donde hay fiestas; me dejas cuando llego, no te preocupas mds por tu querido Napoleon. Amarlo fue un capricho para ti; tu volubilidad te hace indiferente a él. Acostumbrado a los peligros, co- nozco el remedio para las preocupaciones y desgracias de la vida. La mala fortuna que me abruma es incalculable yo merecia librarme de esto. Voy a estar aqui hasta la noche del 9. No te apartes, corre tras los placeres, la felicidad est hecha para ti. El mundo entero esta dichoso de poder complacerte, y solo tu esposo esté muy muy infeliz, Bonaparte Ludwig van Beethoven a la “Amada Inmortal” 7 de julio de 1812 Incluso en la cama mis ideas te anhelan, mi Amada In- mortal, por aqui y por alla, felices, luego tristes, esperan- do al Destino, para saber si acaso este nos escuchard. Si no puedo vivir enteramente contigo, prefiero no vivir del todo. Si, he decidido vagar libremente, lejos, muy lejos, hasta que pueda volar a tus brazos y finalmente procla- mar mi hogar contigo, y enviar mi alma envuelta en Ja tuya hacia el reino de los espiritus, asi, me temo, debe ser, Lo entenderas aun mas cuando sepas lo fiel que soy a ti; nadie mas podra ser duefia de mi coraz6n, nunca jnuncal Oh, Dios, por qué debe uno separarse de los que ama tan- to; ademas, mi vida en W. es ahora una vida miserable Tu Amor me hizo a la vez el hombre mas Feliz e Infeliz del mundo. A mi edad necesito algiin tipo de continuidad en mi vida, alguna rutina, llamado “Persévérance d'amour’, que puedes leer sin miedo. Te dara una idea de cémo son los dos primeros dizains. Ahora ya has leido El médico rural. jLastimal Mis amigos criticos y yo hemos encontrado ya mas de dos. cientos errores en el primer volumen. Espero ansioso la segunda edicién para asf poder llevar el libro a su per- feccidn. {Apartaste el libro en el momento en que Be- nassis pronuncia el nombre adorado? Estoy trabajando ahora en Eugenia Grandet, una composicién que aparecers en L’Europe littéraire cuando esté viajando. Debo despedirme. No estés triste, mi amor, no est permitido estar triste mientras puedas vivir todo mo- mento en un coraz6én que sabes que te es tan propio como el tuyo, y donde encontraras mas pensamientos llenos de ti que en el tuyo, Me he mandado a hacer una caja para guardar y per: fumar el papel de carta; y me he tomado la libertad de mandar a hacer una igual para ti. Es tan dulce decir: “Bila va a tocar y abrir esta pequetia cajita’. Ademés, creo que es tan lindo; estd hecho de bois de France; y también puede servir para guardar tu Chénier*, el poeta del amor, el mas grande de los poetas franceses, cuyas Tineas me gustaria leer, cada una de ellas, arrodillado ante ti. bu scritos por Balzac entre ier (1762-2794), poeta frances y uno de Adiés, tesoro de felicidad, adiés. ;Por qué dejas p&- ginas en blanco en tus cartas? Pero déjalas, déjalas. No hagas nada a la fuerza. Yo mismo llenaré esos blancos, Me digo: “Su brazo pas6 por aqui’, y beso el espacio en blanco. Adiés, esperanza mia. Hasta pronto. El correo se demora en llegar, dicen, treinta y seis horas a Besancon. Bueno, adiés, mi adorada Eve, mi estrella elocuen- te y lena de gracia. ;Sabias que cuando recibo una car- ta tuya, una especie de presentimiento ya la ha anun- ciado? Asi, hoy, el 9, estoy seguro de que recibiré ‘una mafiana. Veo tu lago; y mi intuicién es tan fuerte que a veces siento que cuando te vea de verdad diré: “Bs ella Ella, mi amor, eres tu Adids; hasta pronto, Robert Schumann a Clara Schumann Leipzig, 1834 Mi querida y adorada Clara: Hay quienes odian la belleza y sostienen que los cisnes no son mas que gansos grandes; uno podria decir con la misma logica que la distancia es tan solo una cercania que ha sido separada. Y asi es de hecho, pues hablo contigo a diario (i, ¢ incluso de forma més silenciosa de lo usual) y sé que me entiendes. Al comienzo ten‘a varios planes en relacién a nuestra correspondencia. Queria, por ejemplo, iniciar una correspondencia piblica contigo en el periédi- co de la miisica; luego queria llenar mi globo aerostatico (a sabes que tengo uno) con cartas, y disponer un ascenso con viento favorable y un destino adecuado... Queria atra~ ar mariposas para usarlas como portadoras de cartas ha- cia ti, Queria enviar primero mis cartas a Paris para que las abrieras con gran curiosidad, y luego, con mas sorpre- ‘sa, me creyeras en Paris, En resumen, tuve muchas ideas astutas en mi cabeza, de las que solo hoy el sonido de la sirena del postillén me ha despertado. Los postillones, mi querida Clara, tienen un efecto tan mégico en mi como el de la champaita mas excelente. Parezco perder la cabeza y el corazén se vuelve deliciosamente ligero al escucharlos pasar por el mundo con sus trompetas llenas de jibilo. Es- tos estruendos de trompeta son para mi como verdaderos valses de afloranza que nos recuerdan algo que no posee- el postillon me sacé de mis v llevindome hacia ls nuevos. Nathaniel Hawthorne a Sophia Peabody Hawthorne 8 de agosto de 1839 Custom House ‘Tu carta, mi amada esposa, fue recibida por el corazén de ‘tu esposo ayer. Me fue imposible mantenerla el dia ente- ro con su sello intacto en mi bolsillo; asi es que la abriyla lei a bordo de un navio de sal, donde estaba trabajando, en medio de todo tipo de ruidos y parloteos de irlande- ses, entre otras incomodidades. Sin embargo, tuvo un efecto bendito, como si hubiera mirado hacia arriba des- de la cubierta de la nave y hubiera visto el dulce rostro de mi esposa mirandome desde una nube trashicida de sol. Querida, si tus alas de paloma no logran traerte tan lejos, te imploro que te poses sobre una nube como esa alguna vez, y que dejes que te lleve a mi. La verdad es que nunca miro hacia el cielo sin pensar en ti, y dudo que me sorprendiera encontrar un rastro de ti en esas regiones supremas. Entonces, todo lo que hay de espiritual en mf anhelaria tanto ir hacia ti, que dejaria mis asuntos terre= nales atrés y flotaria hacia ti para abrazarte en medio de ese sol celestial. Sin embargo, creo que seré més feliz pax sando una vida entera mezclando felicidades terrenales y celestiales. Soy tan humano, amada mia, que no renun- iaria a la esperanza de amarte y tenerte junto a nues- tra fogata por ninguno de los goces inimaginables de las altas esferas. Tu influencia me purificara y me preparard para un mundo mejor, pero sera por medio de nuestra fe- licidad aqui en la tierra. {Se habra escrito en Custom House una rapsodia asi antes? Se siente casi como un pecado escribirle a mi Pa Joma aqui, porque su imagen viene ante mi de manera tan vivida... y este lugar no la merece. Sin embargo, dejo de lado mis escripulos porque, habiéndome despertado alas cuatro de la mafiana (ya van trece horas) y salido al amanecer, me sentiré con mas animos de relacionar- me con mis suefios que con mi pluma cuando vuelva a la tranquilidad de mi habitacién. Albergo la esperanza, ahora, de encontrarte en mis sueitos. ¢Sabias, mi amada, que soné contigo la noche entera después de la ultima vez que nos encontramos? Es verdad, al comenzar a re- cordar el suefio inmediatamente empez6 a confundirse con la realidad; pero habia sido tan vivido y tan feliz que dej6 una sensacién de felicidad en mi corazén. jVen de nuevo, mi dulce esposa! Abrete paso a través de las nie- blas y vapores que envuelven mi sue, iluminame con un brillo que no se desvanezca al despertar. Te arrojo mi corazén tan abierto como puedo. Ven a descansar dentro de él, Paloma. Oh, qué feliz me haces llamandome tu marido, decla- randote mi esposa. Beso esa palabra cuando la encuentro en tus cartas; y la repito una y otra vez: “Ella es mi es- osa; yo soy su marido”. Queridisima, casi podria pensar que la institucién del matrimonio fue creada, en primer lugar, para ti y para mi, y solo para ti y para mi; parece tan fresca y tan nueva, algo tan distinto a todo lo que la gente a nuestro alrededor haya disfrutado 0 conocido antes. Nadie ha tenido uno esposa antes que yo, nadie un sposo, salvo mi Paloma. Si acaso este esposo pudiera ser atin mas merecedor de su mujer; pero ella lo ama, y su coraz6n sabio y profético no lo haria si acaso él no lo me- reciera, 9 de agosto de 1839 En mi habitacion aso de las 104. M. Es tan raro que tu marido pueda estar en la soledad de su habitacion en medio de la mafiana que no puede évitar contarle tan notable hecho a su Paloma. Por algin mal- entendido, me enviaron a una fitil encomienda en East Cambridge, y me he detenido aqui en el camino de vuel- ta a Custom House para descansar y refrescarme, zy qué me puede refrescar y descansar mejor que sostener un intercambio con mi adorada esposa? Pero debe ser sola- mente una palabra y un beso —una palabra escrita y un beso borroso—. Adiés, queridfsima. Debo volver a soste- ner una discusién, supongo, con un molestoso francesito acerca de un trozo mas o menos de carbon; pero le daré otras palabras y otro beso ami amada cuando el esfuerzo del dia haya terminado. Acso de las 8 P.M. Recibi tu carta, tu dulce, dulce carta, mi dulcisima es- posa, al llegar a Custom House. A propésito de esa cara inflamada, habia empezado a hincharse cuando nos vi- ‘mos por iiltima vez, pero no te lo dije porque sabia que ensarias que me doleria, cuando realmente no signifi c6 ningiin dolor. Me alegro mucho de que mi Paloma no me haya visto cuando uno de los lados de mi cara estaba hinchado al doble de su tamafio, porque la monstruosa imagen de ese lado, que eran como dos lados en uno, ha- bria penado en su memoria por las siguientes dos sema- nas. Queridisima, jes signo de debilidad que tu marido quiera verse siempre agradable a tus ojos?, jjy hermoso de ser posiblel! Mi Paloma es bella, y esta llena de gracia; no deberia tener un compatiero feo, Pero volvamos a esta “hinchazén traviesa” que empez6 a disminuir el martes y ahora, creo, ha desaparecido del todo. Ya no tengo pro- blemas; salvo que mi corazén ahora esta tan hinchado como antes lo estaba mi mejilla, hinchado de amor, de amor acumulado, que deseo mezclar con el corazén y la sangre de mi dulce esposa. Oh, queridisima, jtengo tanto que decirte!, cuantos pensamientos caritiosos. Queridisima, no me atrevo a darte permiso a salir a causa de los vientos del Este. El viento Oeste saldré a me- nudo, estoy seguro, aunque sea solo por el bienestar de mi Paloma. No tengas nada que ver con ese odioso viento del Este. 2 sociedad taut oméntico qua nacional stintag) El huasg contra toda convenciéfl lacién paralela con Rugendag ves de unt pada, is pareja amente estas cambié ade of 13 de noviembre de 1841 ‘Amor mio, jmi tierno amigo! vuelvo, al fin, a poder escribirte con libertad, a abrir mi corazén con el que lo posee y lo hace feliz. ;Cuanta falta me hace esta clase de correspondencia! ;Cudnto la necesito! Me dirds ta, Moro mio, por qué no he emplea- do este tiempo que estoy libre en escribirte largas car: tas. Y tenfas razén para esperarlas, pero por mucho que lo deseaba yo también, por muy grato que es a mi alma abrirse contigo y dejarte ver que siempre ti la ocupas por entero, un temor, un temor mas poderoso que el de- seo de darme ese dulce placer, me ha retenido. La idea de que pudiera por un accidente descubrirse nuestra co- rrespondencia me martiriza, me consume y me quita el animo para escribirte. ;Oh! Cuando imagino, en la vis- pera del correo que tti podias haberme escrito una carta de amor, lena de las expresiones con que tu sabes pintar este sentimiento, las dulzuras que, sin los obstaculos que tenemos, debia yo gozar se convierten en una inquietud devoradora, en un martirio de infierno; si pudieses ti verme, entonces, te compadecerias. Sufro hasta sentirme enferma. Y cuando llegan tus cartas y solo son para la amiga, respiro. Pero también mi gozo es incompleto, me falta algo; bien puedo, es verdad, entrever tus verdaderos sentimientos en los que tus cartas expresan, pero esto no te satisface; me faltan tus palabras de amor, ide ardien: te amor! Y aun las de la amistad tengo yo que reprimir y ™oderar cuando te escribo por temor a que vuelvan sus sospechas, porque El lee siempre mis cartas y las tuyas, No obstante, ahora parece que sus sospechas han dismi- nuido y desea verdaderamente que tii vengas. Quizds mi estado de salud le da también seguridad. ;Oh, Moro! Esta idea me hace venir las lagrimas a los ojos. Muerta a log goces de la vida antes que por la edad debiese perderlos, |Oh! Perdona si, nuestro amor es incompleto. Pero qué pudo traerme esta idea, yo no amo en ti sino tu almay esta la poseo, qué mas puedo desear! jBien mio! Tu carta de ayer me ha Ilenado de consuelo, Estaba torturada por la tardanza del correo que solo sa- lid de Santiago el ocho. Esperaba una carta de mi Moro, una carta de lo que ti eres para m{ en tu interior, no lo que te obliga el mundo a aparecer; crei que te aprovecha- rias de la incertidumbre de estar El en Santiago y temiay me agitaba, Pero vale mas no exponernos a las mil casua= idades y contingencias y perdernos no. Las amistosas cartas suplan hasta que te estreche entre mis brazos. La de ayer me consolé y enternecié, Te recuerdas del primer viaje, cuando conociste a tu C. y cuentas los seis atios de amor que hemos gozado. Si, mi tinico, verdadero y eter no amor. Seis aitos hacen que volvi a estimar la vida, seis afios que me senti levantada como por la mano de un n= gel, que la estimacién de mi misma se desperté en mi; en fin, que mi alma volvi6 a ser capaz de sentir y apreciat Jo bueno, lo justo. ¢¥ quién fue el autor de esta regenera- ion? Ti, mi incomparable amigo; ti, a quien de amor gratitud consagré desde entonces esta alma que tu amor. ennoblecié. En estos afios, ni un goce n haya venido de tu mano. Cudnto te debo, mi dulce amor, nto! Pero todo te lo paga mi corazén con su ternura, con su carifo. Dime, spor qué perderds tu tiempo en irte por el va- por a Talcahuano si no piensas interesarte en los indios? ‘Tu cartera no se enriqueceré con lo que ya has visto y te fatigas y difieres el estrecharme en tus brazos, sin utili- dad. Cudnto mejor seria que tit te vieneses directamen- te y que fuese luego. |Oh! jNo perdamos mas tiempo! Me siento tan feliz cuando pienso que te he de ver lue~ go. Que en algunos dias, al caer del sol, estaré sentada a tu lado en el comedor, quizé solo los dos. Cuando ya se hace noche, en esa hora de amor y de misterio, en esa hora en que se siente una alma predispuesta al placer y débil como la incierta luz que alumbra. Entonces te veré a mi lado, sentiré tu brazo que estrecha mi cuerpo y mi cabeza se reposara en tu pecho y quizés un dulce beso, un beso en que va toda el alma, nos indemnice de tan- to sufrir. Solo la idea me reanima y gozo de antemano. No burles, te ruego, tan dulce esperanza. jOh! Te casan en Santiago con la sefiorita Condarco. El me lo escribe y afade: “Yo no creo nada, R. me escribe diariamente y no me dice una palabra; si fuese asi, ya me lo hubiera dicho”, Dios se lo pague. £ me hizo un bien con dudarlo. Pero no el mas leve temor agité mi animo. No te hice el agravio de creerte falso y miserable como los otros hombres. Si esto fuese asi, me dije a mi misma, si tu felicidad lo exige si por una inaudita desgracia hubiese yo perdido su amor, €l me lo escribirfa, me abriria su pecho con confianza, me veria sofocar los tormentos de mi alma y sonrefr a un proyecto que me mataria. Esta reflexién o mejor este convencimiento que tengo de tu probidad me hizo reir de Ja noticia; ta debes hacer lo mismo y no dejar de visitara tus amigas. Cuento los dias, cuento las horas que faltan para que realices tu viaje, para que me veas y me digas que me amas. Tanto tiempo, Moro, que no oigo tan dulce palabra ¢Sabes, querido, que al escribirte siento cierto embarazo que no me deja estampar en la carta todas las palabras que te pudiesen dar una idea de lo mucho que te amo? Tengo delante de mi una carta de él; tengo que contestar esta carta que es fina y carifiosa y siento que no tengo una palabra tierna para tanto cariflo que expresa, jtti me las robas todas, Moro! Siento casi remordimientos. Tengo que fingir, y esto, ti sabes, no me es facil. Asi no te escribo mas. Voy a dirigirte una carta como amigo y esta ird en el sobre a la Luna, por temor de accidente. Adiés, dulce Moro de mi alma; te ama con constancia y ternura. Un beso, otro y mil. ‘Tu Amante” Gustave Flaubert a Louise Colet Croisset, 1846 Me dices cosas muy tiernas, querida Musa, Bueno, recibe a cambio cosas més tiernas de las que puedas imaginar. ‘Tu amor consigue entrar en mi como una Iluvia tibia, y me siento empapado en él hasta el fondo de mi corazén, éNo tienes acaso tii todo lo que se necesita para que te ame: cuerpo, mente y ternura? Eres simple de alma y fuerte de mente, muy poco poética y extremadamente poeta; no hay nada mas que bondaden ti, y eres tal como tu pecho, blanco y suave al tacto. Aquellas que he cono- cido no eran iguales a ti, y dudo de que aquellas que he deseado fueran tus pares. A veces trato de imaginarme tu cara cuando seas vieja, y me parece que te amaré tan- to como ahora, o quizés mas. Soy, en mis actos menta- les y fisicos, como los dromedarios, con los que uno tiene problemas tanto para hacerlos partir como para que se detengan. La continuidad de descanso y movimiento es lo que mas me acomoda. En el fondo, no hay nada més variopinto que mi persona. iCémo temo volverme estupido! Me estimas a tal extremo que creo que debes estar equivocada y que terminards enceguecida. Ha habido muy pocas personas tan elogiadas como yo. Ah, Musa, site confiara todas mis debilidades, jsi llegara a decirte todo el tiempo que amo pasar sofiando con mi pequeito appartement del préximo fio! {Cémo nos veo juntos en él! Pero uno nunca debe pensar en la felicidad, pues esto atrae al demonio, quien ha inventado esta idea para volver furiosa a la raza humana. El concepto del Paraiso es, en el fondo, mas infernal que el Infierno. La hipétesis de una felicidad perfecta crea més desesperanza que la de un tormento sin fin, pues estamos destinados a no obtenerla jamas; por fortuna, es absolutamente inconcebible y eso nos sirve de consuelo. Como al parecer nunca beberemos el néctar, nuestra satisfaccion aumenta al sorber chambertin. jAdiés! (Qué listima que sea tan tarde! No tengo deseo alguno de dor- mir, y tengo atin tantas cosas que decirte, hablar sobre tu teatro, etc, El martes no le hables de Du Camp* a Gautier’; deja que él venga a ti si es que quieres hacer un amigo, Creo que Bouilhet™ es un tema que no le gusta mucho. Qué pobre opinién debe uno tener de si mismo para sentir envidia de otra gente, Mil ternuras. {Sabias que el padre Hugo" comienza a tener aspecto de buen hombre? Este largo carifio por Juliette me enternece; amo las pasiones Jargas que viajan pacientemente y en linea recta a través de las corrientes de la vida, como buenos nadadores sin desviarse, 1843 Karl Marx a Jenny Marx ia fama da) las cartas; bieron permanecer amable, y deja Manchester, 21 de j 34 Butler Street, Greenheys. Mi querida amada: ‘Te escribo de nuevo porque estoy solo y porque se siente extrafio hablar contigo en mi cabeza todo el tiempo sin que lo sepas o me escuches 0 seas capaz de responderme. Con todos sus defectos, tu retrato cumple su propésito lo suficientemente bien, y ahora entiendo cémo incluso Jos retratos menos agraciados de la madre de Dios, las “Madonnas Negras”, pueden tener devotos admiradores. De hecho, tienen mas admiradores que los buenos retra- tos. De cualquier forma, ninguna de estas “Madonnas Negras” ha sido tan besada y observada y adorada como tu fotografia, la que, si bien no es negra, tiene una ex- presion de fastidio que no refleja de manera alguna tu semblante querido, adorable, besable y dulce. Pero yo voy enmendando lo que los rayos de sol no han sabido repre- sentar y descubro que mis ojos, si bien algo arruinados por la luz artificial y el humo del tabaco, pueden sin em- bargo pintar no solo durante el suefio, sino también du- rante la vigilia. Te veo frente a mf, como en la vida real, y te levanto en mis brazos y te beso de pies a cabeza, y Me arrodillo ante ti clamando: ‘Madame, te amo’. Y te amo, con un amor mas grande que el que puede haber Las personas falsas y malas sentido el moro de Venecia 1 interpretan el mundo falsa y malamente. Quién de mig muchos calumniadores y enemigos de lengua venenosa me ha reprochado alguna vez por representar al héroe roméntico en un teatro de segunda clase? Y sin embar- 80, es cierto, Si los rufianes tuvieran algo de inteligencia, habrian puesto de un lado las ‘relaciones sociales y pro- ductivas’ y del otro a mi, a tus pies. Bajo esto hubieran escrito: MIRA ESTA IMAGEN Y LUEGO ESO. Pero los rufianes estipidos son y estipidos seran, in seculum se- culorum'®, La ausencia pasajera es buena, porque en la presen= cia de una persona las cosas se empiezan a parecer de- masiado como para distinguirlas. Desde cerca, incluso las torres parecen enanas, mientras que lo que es vulgar y comin cuando lo vemos desde corta distancia, pue- de volverse de proporciones extraordinarias. Lo mismo pasa con las pasiones. Los pequefios habitos que, dada su proximidad, se imponen ante uno y toman la forma de asiones, se desvanecen ni bien su objeto inmediato se pierde de vista. Las grandes pasiones que, en las cerca- nias de su objeto, toman la forma de pequetios habitos, se expanden y recuperan su tamafio natural bajo el efecto magico de la distancia. Ast sucede con mi amor. La mera separacién espacial de ti me basta para volverme inme- diatamente consciente de que el tiempo le ha hecho a mi amor lo que el sol y la Iluvia les hacen a las plantas: lo ha hecho crecer. Mi amor por ti, apenas estas lejos de mi, se prey siempre’ aparece como lo que es: un gigante, y en él estén puestos todo el vigor de mi mente y todo el ardor de mi corazén. Me siento nuevamente como un hombre porque siento una pasién intensa, pues las variopintas ocupaciones en Jas que nos vemos envueltos por el estudio y la educacién ‘moderna, sin olvidar el escepticismo que inevitablemen- te nos hace cavilar ante cada impresién subjetiva y ob- jetiva, nos vuelve débil y mezquinos, resentidos y dubi- tativos. Pero el amor, no por el hombre de Feuerbach ni por el metabolismo de Moleschott, ni por el proletariado, sino el amor por una dulce enamorada y en especial por ti, hace que un hombre vuelva a ser un hombre, ‘Te sonreirds, corazén mio, y te preguntaras “spor qué toda esta retorica asi de repente2”. Pero si pudiera poner tu blanco y dulce pecho contra el mio, guardaria silen- cio y no diria palabra alguna. Como no puedo besarte con is labios, debo besarte con mi lengua y darle forma de palabras. Podria, incluso, darle forma de versos, un Libro de las penas alemén parecido al Libri Tristium de Ovidio. A 1, sin embargo, solo lo habfa exiliado el emperador Au- gusto; yo estoy exiliado de ti, y eso es algo que Ovidio no podria entender. Hay, en efecto, muchas mujeres en el mundo, y algu- nas pocas son bellas. Pero gdénde més voy a encontrar un rostro que en cada faccién, en cada linea incluso, despier- te los mejores y més dulces recuerdos de mi vida? En tu dulce semblante puedo leer incluso mis penas infinitas, mis pérdidas irreparables, y cuando beso tu dulce cara, con esos mismos besos mi pena se va. ‘Sepultado en sus 62 brazos, revivido por sus besos" —en tus brazos, eso es, y por tus besos— y dejemos que los brahmanes y Pitégo- ras mantengan su doctrina de la reencarnacion, y que la cristiandad se quede con su doctrina de la resurreccion. Para terminar, algunos hechos. Le he enviado hoy a Isaac Ironside el primer tratado de la serie y, ademas, he hecho algunos apuntes con mi puiio y letra y en inglés. Debo decir que me senti un poco ansioso cuando Friedrich”, con esa pequefia mirada inquisidora que tiene, ley con toda calma el texto antes de enviarlo, Mais pour la premiére fois'® estuvo bastante sorprendido y exclamé que esta importante obra debia ser publicada de otra forma y, por sobre todas las cosas, en alemén, Les enviaré el primer tratado a ti y al viejo Schlosser, el historiador, en Alemania. A propésito de esto, veo en el Augsburger® que se refiere especialmente a nuestras circulares” discutidas en el juicio comunista en Colonia que otra circular ‘supuestamente’ de la misma fuente fue enviada desde Londres. Es una imitacién, una mescolanza miserable de nuestras cosas, armada por Mr. Stieber, quien al no recibir honor en Prusia, trata de hacerse pasar por un gran hombre en Hanover. Engels y yo pretendemos 16 Versos del poeta alemin Ludwig Ubland. 1? Roferencia a Friedrich Engels 18 "Pero por ve primers 19 Allgemeine Zeitimg, Mare se refiere al reporte de Hanover publicado en el N° 169,16 dejunio de K.Mancand F Engels, ‘Circulardela Autoridad Centralaa Liga’, marao de 1850, y Circular dela Avtoridad Central ala Liga, junio de 1850. publicar una refutacién en Allgemeine Zeitung de ‘Augsburgo. ‘Adiés, mi corazén querido. Mil besos para ti y para los nitios, Tu Karl Mark Twain a Olivia L. Clemens salud alia. A esposa, besos ahos: len Hartford, 27 de noviembre de 1875 Livy querida, han pasado seis aiios desde que consegui el primer gran éxito de mi vida y te conquisté, y treinta anos han pasado desde que la Providencia hizo los arre- glos para que ese feliz éxito sucediera y te envié al mun- do. Cada dia que pasamos juntos aumenta mi confian: za en que nunca més desearemos estar separados y que nunca podremos siquiera imaginar arrepentirnos de es- tar juntos. Te quiero més hoy, mi nia, que para el ultimo aniversario de tu nacimiento; y te queria mas entonces que un afo antes. Has sido cada vez mas y mas querida desde el primero de estos aniversarios, y no tengo dudas de que esta preciosa progresién continuaré hasta el final. Todo esto si mi amor, que es fuerte, pero lento en sus de- mostraciones, no ha llegado ain a su limite y perfecci6n, Esperemos con alegria entonces los préximos aniversa rios, con su edad y sus cabellos grises, sin miedo y sin eza, confiando y creyendo que el amor que tenemos el.uno por el otro sera suficiente para bendecir esos afios. Asi, con abundante carifio para ti y nuestras hijas, jte saludo en este dia que te entrega la gracia maternal y la dignidad de tres décadas! Siempre tuyo, S.L.C2 José Marti a Rosario de la Peha Decia yo anoche la verdad. Tristeza como sombras me nadan a veces y me envuelven. Y tienen estas peque seces tan real grandeza, y crezco yo en ellas tanto y me muevo yo tan bien, que —aunque yo no soy mas que una perenne angustia de mi mismo— todavia tengo una ex- trafia sonrisa para mis locos dolores, y pensamientos de carifo para estas invencibles tristezas que me envuelven Parece que debia yo contestar a Ud. ahora sus letras. De tal manera estoy yo ahora envuelto en pena, que, aun cxeyéndolo yo verdad, seria mentira cuanto dijese a Ud. de esto. Una vez mas ha querido Ud. contener su corazén enfrente de mf; més me hubiera dicho Ud. que lo que en sus letras me dice: pero yo si que las amo como son, y las amo mas cada vez que las veo, y pocas y cortas, todavia perdono a Ud. a despecho de mi exigente voluntad, y en esas letras pudorosas o calculadamente frias, gozo y leo y Amo en las letras que Ud. escribe. Esto podria llegar a ser principio de toda una plenitud en el amor. Amar en mi —y vierto aqui toda la creencia de mi es- tu— es cosa tan vigorosa, y tan absoluta, y tan ex. traterrena, y tan hermosa, y tan alta que en cuanto en la tierra estrechisima se mueve no ha hallado en dénde Ponerse entero todavia. Probablemente —amarguisimo dolor— se habra ido de la tierra sin completarse y sin Ponerse. Angustia esto, de sentirse vivisimo y repleto de ternuras y de delicadezas inmortales, y de gemir horas eras, sin que mi alma me permita el derecho de ex: 68 halar gemidos, en esta atmésfera tibia, en esta pequehez insoportable, en esta igualdad monétona, en esta vida medida, en este vacio de mis amores que sobre el cuer= po me pesa, y que a él lo abruma, y a mi dentro de él me sofoca perennemente y me oprime. Enfermedad de vivir: de esta enfermedad se murié Acufia Rosario, despiérteme Ud., no como a él, disculpable en alteza de alma, pero débil al fin e indigna de mi. Porque vivir es carga, por eso vivo; porque vivir es sufrimiento, Por eso vivo: vivo, porque yo he de ser mas fuerte que todo obstaculo y todo valor. Pero despiérteme Ud. a la agitacién, a la exaltacion, a las actividades, a las esperanzas, a todo cuanto pudiera hacerme posible la excusa y el olvido de la vida. No hay inmodestia en las supremas angustias de mi espfritu. Rosario, vivo en ellas, y cuando yo hubiera ven ido todas las miserias que me agobian, sufriria yo mu- cho, Rosario, sufriria yo siempre de estos mis nobles do- lores de no hallar vida y de vivir. Esfuércese Ud.; venzame. Yo necesito encontrar ante mi alma una explicacién, un deseo; un motivo justo, una disculpa noble de mi vida De cuantas vi, nadie mas que Ud. podria. Y hace cua- tro o seis dias que tengo frio. José Marti Friederich Nietzsche a Mathilde Trampedach Ginebra, 11 de abril de 1876 Querida mia, quizds esta tarde estés escribiendo algo para mf; y yo también escribiré algo para ti. Acopia todo el coraje de tu corazén para no tener que volver al comienzo de la pregunta que aqui te dirijo: “;Serias mi esposa?”. Te amo y me parece que ya me perteneces. |No te sorprendas sobre lo stibito de mi declaracién! Al menos hay deshonra alguna en ella, no hay nada de ella que amerite justificacion. Pero lo que yo quiero saber 5 si acaso ti sientes lo mismo que yo; nunca hemos sido realmente unos desconocidos el uno para el otro imi por un momento! {Acaso no crees tii también que unidos cada uno de nosotros seré mas libre y mejor que por separado, y que por ende seremos excelsos? {Te arriesgarias a estar conmigo como se esta con quien anhela con todo su corazén liberarse y ser mejor en todos los caminos de la vida y el pensamiento? Sé franca y no te guardes nada, Nadie sabe sobre esta carta y mi propuesta, salvo por nuestro amigo mutuo, Herr V. S. Vuelvo maiana a las once en el expreso a Basilea. Tengo que volver; te adjunto mi direccién en Basilea. Si puedes decir ‘iS{!” a mi propuesta, le escribiré de inmediato a tu sefiora madre, cuya direccién habré de pedirte entonces. Si tienes el corazén para decidir répidamente, oun “No”, tu palabra me encontrar hasta majiana a las 10 en punto en el Hotel Garni de la Poste. Desedndote todo lo mejor y las mas grandes bendiciones por siempre, Friedrich Nietzsche Sigmund Freud a Martha Bernays Viena, 19 de junio de 1889 Mi preciosa y amada nitia: Sabia que solo luego de tu partida me daria cuenta real. mente de la magnitud de mi felicidad, y jay de mil, tame bign de la magnitud de mi pérdida. Atin no logro com- Prenderlo del todo, y si no tuviera frente a mi esa linda cajita y tu dulce retrato, pensaria que todo pudo haber sido un dulce suetio y temeria despertar. Sin embargo, mis amigos dicen que es cierto, y yo mismo puedo recor- dar detalles atin mas encantadores y mas fascinantes'que los que cualquier fantasia onirica pudiese crear. Debe ser verdad. Martha es mia, la dulce nifia de la que todos ha- blan con admiracién y que a pesar de toda mi resistencia cautiv6 mi corazén en nuestro primer encuentro. La nifia a quien temia cortejar y que se acercé a mi con absoluta confianza, fortaleciendo la fe en mi propio valor y me dio nuevas esperanzas y energias para trabajar cuando mas lo necesité, Cuando vuelvas, querida nifia, habré superado la tic midez y la torpeza que hasta ahora me ha cohibido en tu presencia. Nos sentaremos otra vez solos en aquella line da habitacion, y mi nifia se sentaré en aquel sillén café (en el que nos dimos tan gran susto ayer), yoa sus pies en el piso redondo, y hablaremos de un futuro en el que no habré diferencia entre el dia y la noche, cuando ni intro- misiones del exterior, ni despedidas, ni preocupaciones, puedan ya volver a separarnos. iY qué puedo decir de tu preciosa fotografia! Al co- mienzo, cuando la tuve frente a mi, no le di demasiada importancia; pero ahora, mientras mas la miro mas se parece al objeto amado, y hasta espero que las palidas ejillas se ruboricen con el color de las rosas y que los de- licados brazos salgan de la superficie y tomen mi mano, pero el dulce retrato no se mueve. Solo parece decir: “Pa ciencia! jPaciencia! Soy solo un simbolo, una sombra re- flejada en el papel; la nifia de carne y hueso ya va a volver yme descuidards nuevamente” Me gustaria tanto darle al retrato un lugar entre los dioses domésticos que cuelgan sobre mi escritorio; sin embargo, aunque si puedo exhibir los severos rostros de los hombres que admiro, debo esconder y guardar bajo lave el delicado rostro de mi muchacha. Tu retrato des- cansa en la pequefia cajita que me regalaste y casi me avergilenza confesar cudntas veces, en las ultimas vein- ticuatro horas, he cerrado mi puerta y lo he sacado para refrescar mi memoria. No podia dejar de pensar que en alguna parte habia lei- do acerca de un hombre que Ilevaba con él, en una cajita, la imagen de su amada y buscando entre mis recuerdos por un buen rato, me di cuenta de que debia ser en “La nue- va Melusina’, el cuento de hadas que aparece en Artos de andanzas de Guillermo Meister de Goethe, y que recordaba muy vagamente. Por primera vez en afios, tomé el libro del estante y confirmé mis sospechas. Pero encontré mas de lo ue andaba buscando. Aqut y alla aparecian sutiles alusio- nes, y tras cada aspecto de la historia parecia asomar una referencia a nosotros; y cuando recordé los escandalos que mi nifta hace porque soy mas alto que ella, tuve que dejar de leer, entre divertido y molesto, y solo encontré consuelg al pensar que mi Martha no es una sirena, sino un adorgs ble ser humano. Pero como no siempre nos retmos de lag mismas cosas, puede que te decepciones cuando leas est pequetia historia. Por lo mismo, prefiero no contarte todos los pensamientos alocados y graves que se cruzaron por mi mente mientras la lefa, Estas paginas, mi querida Marty, no han sido escris tas de una sola vez. Tanto ayer como esta tarde han yeu nido Eli y Schonberg’, es més, ayer vinieron con varias muchachas, y para evitar sospechas, traté de mostrarme bastante sociable, a pesar de que hubiera preferido mil veces estar a solas. Solo mirar a Schonberg me recon= forta, pues la vista de sus honestas y vivaces facciones evoca en mi, con sonidos y colores, una serie de preciosos recuerdos. ;Qué hechiceras son las mujeres! Cada vez le tengo mas estima. Recib{ tus tiltimos saludos desde la es: tacion y hoy, a través de Eli, la noticia de tu buen retorno a casa. Tu hermano parece disfrutar estar con nosotros no he llegado a conocerlo mucho mas, ya que no he podi= do frecuentarlo a solas desde que te marchaste. Por otra Parte, busco evasion en el trabajo y me consuelo con la certeza de que mi Martha seguira siendo mia mientras ella siga siendo Martha. Mi adorada pequetia novia, si alguna vez tuve dudas sobre la posibilidad de unirme a ti para toda la vida, Marta ahora no te dejaria ir aunque cayera sobre mi la mas horrible maldicién y tuviera que arrastrarte conmigo. Por favor, trata de robarles a tus parientes todas las fotografias que encuentres de cuando eras nifia; creo que deberia haberme quedado con esa foto que tenia tu madre, al menos hasta que regresaras. Si deseas algo de aqui o necesitas ayuda con algiin encargo, por favor no le pidas a nadie mas que lo haga, yo lo haré por ti. Asi de dedicado soy cuando me enamoro. Escribeme y cuéntame todo lo que haces; asi sera mas facil para mi soportar tu ausencia. Aprovecha tu estadia en Hamburgo para cuidar tu salud. Me encantaria verte con esas mejillas redondas que muestran los retratos de tuninez. El dia ha llegado a su fin, las hojas ests cubiertas de tinta, y debo controlar el deseo que tengo de seguir ha: blando contigo. Adiés y no te olvides de este pobre hombre al que has hecho tan inmensamente feliz Tu Sigmund Emilia Pardo Bazan a Benito Pérez Galdés ia relaciiq onial de Bazépy Sf —Galdés era Paris, 1888 Hoy sabado, “Triste, muy triste’... como diria un orador de la mayo- ria, me quedé al separarme de ti, amado compaftero, dul- ce viditia. Soy de tal condicién que me adhiero y me in- crusto en el alma de los que me manifiestan carito, y el trato va apretando de tal manera los nuditos del querer, que cuando menos lo pienso me encuentro con que estoy atada y no me puedo soltar. Siendo td quien eres, y tan amable visto de cerca, este afecto tenia que ser doble o triple de lo que seria en cualquier otro caso andlogo, pero con distinta persona. Me quedé —aunque alegrandome de que hubieras cogido el tren— con un velo de sombra negrisima sobre el espfritu; me retiré a mi cuarto como quien se mete en una tumba; me eché en la cama como si se al turbio Sena en momentos de desesperacién; y desahogué con Ilanto y traté de olvidar con un sueiio oscuro, cargado de pesadillas. Al otro dia me mudé y esto me distrajo un poco: un poco nada més. Ya hago mi vida de costumbre, yendo ala Exposicién, viendo gente y comiendo con la Rattazzi to- das las noches. Pero squién reemplazaré condignamente nuestras expansiones a la mesa y en el execrable puesto; nuestras dulces y disparatadas causeries*; nuestras char- las ora guasonas™, ora serias y literarias; nuestra ternura g y que era la salsa secreta de todo el compagnonnage” y de toda el alma amistad que nos venimos mintiendo? ‘Ahora es cuando la picara imaginacién representa con lindos colores toda la poesia de este viaje feliz. Ahora es cuando van idealizandose y adquiriendo tonos color de rosa, azul y oro, las excursiones de Zurich, las severas be- Mezas de Munich, las géticas y misticas curiosidades de Nuremberg, y en especial la sublime noche de Francfort, la noche que he sentido tu corazoncito més cerca del mio y tu amor se me ha aparecido mas claro, acompafiado, jay mel, de remordimientos y escozores, de mi conciencia, que distan mucho de haberse aplacado todavia. No sé si algin dia dejaras de quererme y la absolu- cién que hoy debo a tu amor vendra solo de la indul- gencia que da nuestro roio oficio y el conocimiento de la realidad... No lo quiera Dios. Tengamos esperanzas. ‘Acaso pueda yo poner de acuerdo conmigo misma, mas tarde o mas temprano. ‘Ayer me han dicho que Zola esté a punto de enloque- cer por miedo a la muerte. ;Qué tonto es ese hombre de genio! ;Miedo a la muerte! Si hubiera vivido en una se~ manalo que yo..., ylo que ti, nole tendria miedo alguno. Nada eleva el esptritu como el amor: estoy convencida de que de él nacen no solo las bellas acciones, como opina Dante, sino el fuego artistico. Hemos realizado un suefio, miquifio adorado: un sue~ fo bonito, un sueiio fantastico que a los 30 afios yo no creia posible. Le hemos hecho la mamola al mundo necio, que prohibe estas cosas; a Moisés que las prohibe tam- ign, con igual éxito; a la realidad, que nos encadena; @ la vida que huye; a los angelitos del cielo, que se creen los tinicos felices, porque estén en el Empireo con cara de bobos tocando el violin... Felices, nosotros. jAy!, cuando volveré a estrecharte en mis brazos, mono, felicidad mia, cuando ser! Vente pronto a Madrid, te quiero ahora como nunca, y sin ti ya no me encuentro, sin tus caricias, sin tu charla y la miel hibleo-suiza de tus bromas y de tus agudezas que tienen la sal del mundo. Saldré para Ma- drid del martes al miércoles: al llegar te escribiré otra vez y te daré instrucciones de como has de responderme. Lo arreglaré muy bien, ya verds. Que hayas legado al puerto, sin peligro ni molestia, mi bien, mono, compafierito; que te acuerdes mucho, mu cho, de mf, y con las mismas saudades que yo de ti; que suefies en renovar horas tan venturosas, que vayas tra- mando el modo de realizarlo en compaiiia de tu Peineti- ta, que te besa un millén de veces el pelo, los ojos, la boca yelpescuezo. Pierre Curie a Marie Curie de agosi jada me habria sido més placentero que tener noticias, tuyas. El prospecto de pasar dos meses sin saber de ti fue extremadamente desagradable: por lo mismo, tu peque: iia nota fue mas que bienvenida. Espero que estés aprovisionandote de buen aire y aelvas a nosotros en octubre. Lo que e que no voy a salir a ningiin lado; me quedaré en el cam- po, donde paso todo el dia en frente de mi ventana jerta o en el jardin 's prometimos ser, a lo menos, grandes amigos, gno es asi? [Espero que no cambies de opinién! Pues no hay promesas que generen obligaciOn; este tipo de cosas no pueden ordenarse a voluntad. Seria muy bueno, aunque creo que es muy dificil que suceda, que pudiéramos pa- sar nuestras vidas cerca el uno del otro, hipnotizados por stros suefios: tu suerio patristico, nuestro suefto hut nitario y nuestro suerio cientific De todos estos suetios, el ultimo es, creo yo, el nic gitimo. Quiero decir con eso que no tenemos el poder para cambiar el orden social e, incluso si pu ‘mos qué hacer; al actuar, sin importar en qué direcci6n, inca estariam 1ros de estar haciendo mas mal que bien al retrasar alguna solucién inevitable. Desde el punto sta cientifico, al contrar esperan- za de hacer algo; el terreno es mas solido ak descubrimiento que haga equetio, .e mantendra como conocimiento aprendido. 98 acordado ser grandes ami. gos, pero si te vas de Francia amistad demasiado platénica, una del tipo que tienen dos criaturas que nunca volverén a verse, :No seria mejor que te quedaras conmigo? Yo sé que esta pregunta te enfure. ce, y que no quieres volver a hablar de ello; y adem4s, me siento tan absolutamente indigno de ti desde cada punto de vista, Pensé en pedirte permiso para encontrarme contigo or casualidad en Friburgo. Pero, si no me equivoco, te vas a quedar ahi solo un dia y ese dia le perteneceré, natural mente, a nuestros amigos los Kovalskis (Créeme que soy tu muy devoto, Pierre Curie Oscar Wilde a lord Alfred Douglas 10 de mayo de 1895 Hoy se solicité que se entregaran los veredictos por separado. En este momento deben estar juzgando a por eso he podido volver aqui. Mi dulce rosa, mi delicada flor, mi 8, Sera quizas en prision donde pondré a prueba el poder del amor. Veré si el intenso amor que ti logra endulzar estas aguas amargas. Ha habido momentos en los que he pensado que seria mas sabio separarnos. jAy, momentos de debilidad y locura! Ahora me doy cuenta de que eso habria mutilado mi vida, arruinado mi arte, roto los acordes musicales que hacen un alma perfecta. Aun’ cubierto de fango te 10s, desde el abismo mas profundo clamaré por ti. En mi soledad estaras conmigo. Estoy resuelto a no rebelarme, a aceptar todas estas atrocidades por devocién al amor, que deshonren mi cuerpo con tal que mi al es para mi la perfeccion, el dolor | curar sus heridas con solo tocarlas y recobrar el alma s esa esperanza la que esa esperanza. Lo que la sabiduria lo que Dios es para su santo, eres ti nco narciso en carga que cae sobre tus amor puede alivianar. rel égrate ber colmado de un amor inmortal el alma de un hombre que a el cielo en su corazon. Te rosa que tu amor ha hecho florecer, mi vida es un desierto aba por la deliciosa brisa de tu aliento y refrescado Por los manantiales de tus ojos; tus pequenos de tu p siempre. Tu has sido el amor y perfecto de mi vida; no puede haber otro. n de cobarde disfraz, una vida siendo > Oh, el mas dulce de todos los muchachos, el ms ama: Jack London a Anna Strunsky do de mi alma se aferra a la tuya, mi vida eg tu vida, y en todos los mundos del dolor y del placer, ta eres mi ideal de admiracién y jabilo. Oscar 88 de 1901 Querida Anna Ge he dicho que los humanos podemes clasificarnos en categorias? Bueno, y si lo dije, déjame especificar — no todos los humanos—. Ti te me escapas. No puedo situarte, no puedo aprehenderte. Puedo vanagloriarme de que, en nueve de diez casos, puedo predecir las acciones de los humanos bajo cualquier circunstancia; que nueve veces de diez, ya sea por su hablar por su actuar, puedo sentir el pulso de sus corazones. Pero a décima vez me sobrepasa. Esta mas alla de mis capacidades. Ti eres esa décima jHabré habido otras dos almas, con sus torpes la~ bios, mas incongruentemente reunidas! Podemos sen- tir cosas en comin —y, seguro, a veces lo hacemos— y cuando no sentimos en comiin, de igual forma nos en= tendemos; y sin embargo no tenemos una lengua en co- min, Las palabras no nos llegan. Somos ininteligibles. Dios se debe reir de nuestra performance. El nico destello de cordura en todo esto es que am- bos somos bastante temperamentales, lo suficiente para a menudo entender todo mal. Es verdad, a veces com prendemos, pero de forma vaga y tenue, mediante oscu- ras percepciones, como fantasmas que, mientras duda- ‘mos, nos penan con su verdad. Y aun asi, cuando sucede, yo, al menos, no me atrevo a creerlo, porque ti eres la décima que no puedo predecir. estoy siendo ininteligible? No lo sé. Me imagino que si. No puedo encontrar el idioma comin. Bastante temperamentales, eso es. Es la Unica cosa que nos contacta. Ti y yo hemos recibido, como un relémpago que nos atraviesa, un poco de lo universal, y es por eso que nos atraemos. Y sin embargo somos tan distintos. {le sonrio cuando se apodera el entusiasmo de ti? Es una sonrisa perdonable... no es cierto, es casi una sonri sa envidiosa. He vivido veinticinco aios de represién. He aprendido a no ser entusiasta. Es una leccién que cuesta olvidar. Comienzo a olvidarla, pero muy de a poco. En el mejor de los casos, antes de morir, espero haberla olvi dado del todo o la mayor parte. Puedo gozar, ahora que estoy aprendiendo, de las cosas pequetias, de otras cosas; pero de mis cosas, y de las cosas que por ser secretas son doblemente mias, no puedo, no puedo. ¢Me estoy vol- viendo ininteligible? gEscuchas mi voz? Me temo que no. Existen impostores. Yo soy el mas exitoso de ellos. Jack James Joyce a Nora Barnacle 15 de agosto de 1904 ida Nora: de darme cuenta, Llegué a las once y media. ¥ des. de que entré he estado sentado en una silla como un ton No podfa hacer nada. No oigo nada mas que tu voz. Parezco un loco oyéndote decirme: “Querido”. Hoy ofen: di a dos hombres al abandonarlos sin dar explicaciones. Queria escuchar tu voz, no la de ellos. Cuando estoy contigo dejo de lado mi naturaleza des- pectiva y recelosa. Desearia sentir tu cabeza en mi hom, bro, Creo que me iré a la cama Llevo media hora escribiendo esta carta. Me escri- birias ta también? Espero que lo hagas. Como deberia firmar? No firmaré del todo, porque no sé como hacerlo, Delmira Agustini a Enrique Job Cada vez se me hace mas largo el tiempo! Vivo sonando el dia que nos veamos. Ahora tengo la esperanza que serd muy pronto... @Por qué me dices, mi Enrique, en tu iltima carta que no te olvide? Crees acaso que eso sea posible? {No sabes que en la ausencia te quiero mas, si es posible, que cuan- do estaba a tu lado? Convéncete de que aqui vivo para tu recuerdo y con tu recuerdo, que dondequiera que vaya va conmigo, y que espero como la suprema dicha el momento de verte. Hoy he robado un minuto para escribirte. Todo lo que te diga de las dificultades que me atormentan es poco. Y aci6nl... La mitad de lo que quisiera decirte se me queda en el tintero. Sin embargo, siempre tendré tiempo para decirte que te quiero cada vez mas, mas y que cada dia soy mas tuya... y tit ya no dudas mas y me quieres mucho, mucho siempre, verdad mi Enrique? Sigue formal como hasta ahora en tus cartas, nunca, ni por casualidad aludas a esta correspondencia... A ve- ces cuando pienso en si llegara a descubrirse... jNo puedo Peligro! yr Franz Kafka a Felice Bauer 11 de noviembre de 1912 Sefiorita Felice: curios, Le pe é un favor absolutamente demencial, y que yo ales, por lo que’ también juzgaria como tal si fuera yo quien recibiese esta 0. Conacil carta. Es también la prueba més dura a la que incluso la ersona mas amable del mundo pueda ser sometida. Bue- no, aqui voy: escribame solo una vez.a la semana, para que asi su carta legue los d¢ ingos. No puedo soportar sus cartas diarias, soy incapaz de soportarlas. Por ejemplo, i” respondo una de sus cartas, luego me tiendoenlacamaen 95 nte cal na, pero los latidos de mi corazén atraviesan fuertemente todo cuerpo y solo puedo pensar en usted. Le pertenezco; no existe otra forma de expresarlo, y esta ni siquiera es suficiente, Por esta misma razén no quiero saber cOmo est vestida; me altera tanto que no puedo li- diar con la vida, y por esto prefiero no saber que me quie- era, gcémo podria —considerando lo loco que soy— sentarme en mi oficina o quedarme en casa, en vez e ismo de subirme en el préximo tren con los ojos cerrados para | abrirlos solo cuando llegue a su lado? jOh!, hay una razén triste, muy triste para no hacerlo y esta es mi salud, que solo alcanza para la soledad, no es suficientemente bue nna para el matrim y qué decir para la paternidad. Sin embargo, cuando leo su carta, siento que p indl ignorar aquel iposible de ser ignorado. {Si solo tuviera su respuesta ahora! De qué horrible manera a atorment y como la obligo, en la quietud de las cartas que alguna vez haya tenido sobre su escritorio. de su habitacion, a leer esta carta, la mas Honestamente, a veces tengo la impresién de estar Gabriela Mistral a Manuel Magallanes | iéndom de tu dichoso nombre como un fantasma, Moure Si solo hubiese enviado la carta que escribi el sébado, en donde le imploraba que no me escribiera mas y en la que yo tam in prometia no volver a hacerlo... Oh, Dios, 2 e : gqué me impidi6 enviar esa carta? Todo estaria bien, 1280 tag de la mu Ahora, en cambio, gseré posible una solucién amigable? cAyudaria si nos escribiésemos solo una vez a la semana? No creo, si mi sufrimiento pudiera ser aliviado con tan M s quien desou a de Mistral y 96 poco no seria verdadero. Ademas, ya presiento que ni ale una carta, Ese euns 97 siquiera pod: aguantar esas cartas de los domingos. spor smoros slongaria hi 3 Entonces, para remediar aquello que no tuve el valor de an e ' hacer el pasado sabado, le pido, con las pocas energias u que me quedan al final de esta carta, que abandonemos ela todo si valoramos en algo nuestras vidas. leans su amor en varias ce eAcaso podria pretender firmar esta carta como tuyo"? No, nada podria ser mAs falso. No, estaré enca- 2 poeta un debate interne, pues ameb: ' denado a mi mismo eternamente, eso es lo que soy, y con a ‘ eso debo intentar vivir. n sus aprens i Franz 28 correspondide

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