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1, 2Qué se sabia? El alcance del conocimiento y la naturaleza de la Naturaleza Entre finales de 1610 y mediados de 1611, el filésofo natural y matemiatico italiano Galileo Galilei (1564-1642) apunts el recien- temente inventado telescopio al Sol y observé unas manchas oscu- ras que estaban aparentemente situadas en su superficie. Galileo tanuncié que las manchas tenian una forma irregular y que variaban diariamente en nimero y grado de oscuridad (fig. 1). Ademds, no permanecian estables, sino que parecian moverse regularmente cruzando el disco del Sol de oeste a este. Galileo no pretendia conocer con certeza la naturaleza de las manchas. Podrian ser caracteristicas fisicas de la superficie solar, podrian ser algo similar 2 las nubes terrestres, 0 podrian ser evapores que se elevaban desde {a Tierra y eran atraidas hacia el Sol Pero, mientras que otros observadores contemporéneos consideraban que las man- chas eran pequefios planetas que giraban alrededor del Sol a una distancia considerable, Galileo estaba seguro, baséndose en célcu- los de dptica matematica, de que «no estan en absoluto alejadas de 6e junio Figura. Las observaciones de Galileo de las manchss solares el 26 de j de 1612, Fuente: Galileo Galle, Istora © dimanstrazion itorno alle macchie solar. (Roma, 1613). ‘superficie, sing que se hallan contiguas a ella o separadas por intervalo tan menguado que resulta del todo imperceptible» " No fueron las observaciones de Galileo de las manchas solares, “ing su interpretacion particular de éstas lo que fue generalmente ‘gonsiderado como un serio desafio a todo el edifcio de la filosofia atural tradicional transmitida desde Aristételes (384-322 aC), “con las modificaciones introducidas por los filésofos escolésticos de la Edad Media y el Renacimiento.' Las opiniones de Galileo sobre las manchas solares, junto con una serie de observaciones y formulaciones tedricas, cuestionaron profundamente la distincién ‘asistatlica fundamental entre la fisica de los cielos y la de la Tierra El pensamiento ortodoxo, desde !a antigiiedad hasta la época de Galileo, consideraba que la naturaleza y los princpios fisicos de los cuerpos celestes diferian en carécter de los que prevalecian en la Tierra. La Tierra, y la regién que se extendia entre la Tierra y la Lune, estaba sometida a procesos de cambio y cortupcién que resuitaban familiares, En la Tiera todo el movimiento era rectifineo y discontinuo, Pero el Sol, las estrellas, y os planetas obedecfan a Principios fisicos muy diferentes. En sus dominios no habia cambio ni imperfeccién, Los cuerpos celestes se movian continuamente en circulo, sies qué se movian, ya que el movimiento circular uniforme era el mas perfecto posible, Por ello el pensamiento ortodoxo loca~ lizaba los cometas en la atmésfera de la Tierra 0, coma maximo, debejo de la Luna: estos cuerpos efimeros, dotados de un movi riento iregular, eran precisamente el tipo de cosas que no podia pertenecer a fos cielos. Y aunque fa idea de la mutabilidad de los Cielos no era desconocida en los circus aristotélicos de finales de! siglo xu y comienzos del siglo xn, todavia conservaba nitidamente $4 caracter de desatio a la ortodoxia. Dentro de ese marco ortodoxo, era inconcebibe que el Sol pudie~ ' tener manchas 0 imperfecciones de ningtin tipa. Galileo conocia "Muy bien el tipo de razonamiento a prior que inferfa que las manchas ‘i Laescoldsica or un forma dea tosole ato, especialmente tl como\adesae 176 Santo Toms de Aqui (1225-1274), que se encfiaba en ias universades me ‘Govales(escvelas») A su segudores te les lamaba a veces escolisicss, ‘no podian estar en la superficie solar de la creencia tradicionalmente aceptada segiin la cual el Sol era inmaculada e inmutablemente per- fecto. Argumenté contra un oponente aristotélico que, sencillamente, 10 era legiimo considerar la perfeccién del Sol como una premisa indudable en un argumento fisico, Mas bien, debemos pasar de lo {que Galileo consideré como un hecho observacionalmente bien esta- blecido, es decir, que las manchas estaban en ta superficie solar, a la conclusién de que podria haber tanta imperfeccién en los cielos como en la Tierra: No prueba nada decir [_] que es increble que existan manchas oscu- ‘2s en el Sol porque el Soles un cuerpo muy resplandeciente, Mientras ‘que los hombres fueron obligados de hecho a llamar al Sol sel cuerpo més puro y resplandecientes no se percibieron en él ni manchas ni impurezas de ringin tipo; pero ahora que se nos muestra parcaimen- te impuro y can manchas, spor qué no deberfamos lamar emanchado € impuros? Pues los nombres y abibutos se deben acomodar a la esencia de las cosas, y no la esencia a los nombres, ya.que las cosas vienen antes que los nombres. En la época, esta argumentacién se identificé como una nueva manera de pensar acerca del mundo natural y acerca de cémo se deberia. conseguir un conocimiento fiable de dicho mundo. Galileo estaba adoptando una postura contraria a la creencia tradicionalmen- te aceptada acerca de la estructura fundamental de la naturaleza, y estaba argumentando que la doctrina ortodoxa no se deberfa dar por supuesta en el razonamiento fisico, sino que se deberia someter a los descubrimientos de la observacin fable y el razonamiento matemné- ticamente disciplinado? En lo que respecta a las posiblidades del 2. La faidad y auton de as observacones telescépicas de Galo —de a Luna y —tierra, agua, aire y fuego— tenfa su elugar natural, y cuando estaba en ese lugar permanecia en reposo. Es cierto que riingin cuerpo de los que nos encontramos en la Tierra es elemen- talmente puro, pero lo que parece terroso tiene a la tierra como su elemento predominante, el aire elemental es el componente prima~ rio del aire que respiramos, y asf sucesivamente. La terra y el agua son elementos pesados, que pueden permanecer en reposo sélo si se encuentran en el centro de! cosmos. El aire y el fuego tienen tendencia a elevarse, y sus esferas propias estén por encima de la Tierra, Pero los cuerpos celestes, incluyendo el Sol, las estrellas y los planetas, estén hechos de un quinto elemento —la «quintaesen- ciae 0 #éter— que es una clase de materia incorruptible, sometida 2 principios fisicos diferentes. De manera que, mientras la tierra tiende a descender hasta que alcanza el centro del universo, y el aire y el fuego tienden a elevarse, los cielos y los cuerpos celestes tienden a moverse naturalmente en circulos perfectos, y la materia de la que estén hechos es perfecta e inmutable. Asi pues, el cosmos gira alrededor de la Tierra, que es donde viven los seres humanos y, en este sentido, la cosmologia preco- pericana es literalmente antropocéntrica. Sin embargo, ese lugar tan especial no connotaba necesariamente una virtud especial ‘Aunque se entendia que los seres humanos, y su entorno terrenal, eran creaciones Unicas del Dios judeocristiano, se consideraba que la Tierra y la existencia terrena, comparados con los cielos y la vida celestial que esperaba después de la muerte, eran miserables y corruptas, y que el infierno estaba situado en el centro real del cosmos. A finales del siglo xv, el ensayista francés escéptico Michel de Montaigne (1532-1599) —que todavia aceptaba el sis- tema ptolemaico- describia el lugar donde moraban los humanos ‘como «la ciénaga y la inmundicia del mundo, la peor, més baja y més inerte parte del universo, el s6tano de la casa®. E incluso en as 4a _ggrrompieron, tan tardia como 1640, un partidario inglés del coperni- o reconocia que un poderoso argumento comin contra el rismo proventa de «la vileza de nuestra Tierra, porque esté de una materia més baja y s6rdida que cualquier otra ‘pp va la mayor distancia de aqueloscuerzos incorupbles més ‘ os cielos, Ademas, después del pecado original cometido spor Adén y Eva, y su expulsién del Edén, los sentidos humanos se las posibilidades del conocimiento humano resuk tason muy limitadas. Por ua parte, el pensamiento tradicional con- sideraba que tnicamentg el mundo en que transcuria la vida ‘mortal de los humanés- so era cambiante e imperfecto; por otra patte, el alcance y a call- dad del conocimiento que los humanos podian conseguir eran limitados, Los filésofos naturales que, a finales de! siglo xu y en el xvi, abrazaron y desarrollaron las ideas de Copérnico, atacaron los aspectos fundamentales del antropocentrismo. La Tierra ya no estaba en el centro del universo. Elevada hacia los cielos, la Terra 1 mundo situado en el centro del univer- se convirlié simplemente en uno de los planetas que giraban alre~ dedor del Sol y, én este sentido fisico literal, el antropocentrismo fue rechazado‘ La experiencia humana de habitar una plataforma estética, alrededor de la cual giraban diariamente el Sol y las es- trellas, sometidos a su propio movimiento anual, se vio contradi- cha, Si el sentido comin atestiguaba la estabilidad de la Tierra, la ‘nueva astronomia hablaba de un doble movimiento de ésta, diario alrededor de su eje y anual alrededor del Sol, que ahora perma~ necia estatico.® En este sentido, se consideraba que la experien- 4. notable que a nueva cincia del sil x cetuviara ol antropoceitsm en oto sent 1, Como se discutird en el captdo 3, as concepclones macdnicas de a natureezs con ‘sear yrespdarn la possén nia dels Sees huranes nto de un natraeza ‘rena, cays parte ao humanas habansdo especialmente planeades por Dos cone in ‘de proporconar aos humans moraday recursos para a vda. Esta ase de antropacen- ttamo sigid sendo una caracteiticn central de la cionca haba aceptacén del darw lame a fale del igo xx. ‘8. En realidad, Copénico inode también un tercer movininto de a Tira: un sala ‘20 céeico muy lena del je dela Tera. que pretencia expen’ los pequetos cambios de cia comiin era s6lo una «apariencias. Si el sentido comin espera- ba que dichos movimientos, en el caso de ser reales, obligarian a la gente a sujetar su sombrero para que no se lo levara el viento resultante o harfan que la gente se cayera de la Tierra, entonces tanto peor para el sentido comin. Y si las piedras lanzadas hacia arriba volvian a caer en el punto de partida, entonces se necesi- taba una fisica nueva que, yendo més alld del sentido comin, pudiera explicar por qué ocurrfa lo mismo en una Tierra en movi- rmiento. La posicién de la Tierra en el universo ya no era Unica. Algunos copernicanos consideraban incluso que el hecho de que 1no lo fuera aumentaba las posibilidades de que hubiera otros glo- bos habitados y otros tipos de humanos y, en 1638, el matemé- tico inglés John Wilkins (1614-1672) publicé un tratado «para demostrar que es probable que haya otro mundo habitable» en la Luna. Y sila percepcién humana comin veia una béveda celeste car- gultura. El arte humano y el natural resultaban opuestos en la jpisma medida en que se comparaban. Y en el pensamiento tradi- ‘Gonal, las razones de esta oposicién eran otras tantas razones que | gprvien para negar que fuera legitimo utilizar ingenios artificiales para interrogar 0 modelar el orden natural. ‘Sin embargo, una condicién previa de la inteligibilidad de la filosofia mecénica de la naturaleza, y de su posibilidad préctica, eta la eliminacién de esa distinci6n aristotélica, tal y como habla sido desarrollada y salvaguardada a lo largo de la Edad Media y el Renacimiento. Algunos escritores, como por ejemplo Bacon, hicieron de ese rechazo la base de una historia natural reforma- dade manera que ahora incluyera los productos del arte hurma- no- y de una actitud mas optimista hacia el potencial del arte humano: «Lo artificial no difiere de lo natural por su forma o esencia (.] ni importa, con tal de que las cosas estén dispuestas para producir un efecto, que éste resulte producido por medios humanos 0 de otra manerar. Esta concepcién baconiana fue generalmente aprobada por los fildsofos mecanicistas del siglo xvi, En Francia, el atomista Pierre Gassendi (1592-1655) escri- bid que ten lo que respecta a las cosas naturales, las investiga mos del mismo modo que investigamos las cosas que hemos hecho nosotros mismos», Y el filésofo y matemético francés René Descartes (1596-1650) proclamé que eno hay diferencia entre las maquinas que construyen los artesanos y los cuerpos diversos que s6lo la naturaleza componer, excepto que las pri- meras deben guardar necesariamente proporcién con el tamafio de las manos de los que las construyen, mientras que las maqui- ‘nas que producen los efectos naturales pueden ser tan pequefias Que resulten invisibles. «Es seguro, escribié Descartes, «que no ., Say reglas en mecénica que no se cumplan en fisica, de la cual Ia Mecdnica es una parte o un caso particular (de modo que todo lo es artificial es también natural); pues no es menos natural un reloj, que esté compuesto de! ntimero necesario de rue- indique tas horas, que un Arbol que ha crecide de una otra semilla, produzca un fruto particulars Se puede comparar legi mamente el calor del Sol con el fuego terrestre; el oro supuesta~ mente producido por el alquimista es el mismo que el que se encuentra en la Tierra de forma natural; la fisica apropiada para comprender las maquinas hechas por los humanos puede ser la misma que la que se requiere para comprender los movimientos colestes; y, como veremos, se puede considerar que las causas de todos los efectos naturales perceptibles provienen de las acciones de «microméquinas. En el siglo xvi estaba muy exten- dida la conviccién de que los humanos s6lo pueden conocer con _ seguridad lo que ellos mismos construyen con sus manos 0 modelan con su mente. De todos los instrumentos mecénicos cuyas caracteristicas pueden servir como modelo del mundo natural, el reloj es el que ims atrajo a muchos filésofos naturales de comienzos de la edad moderna. En realidad, aplicar /a metéfora del reloj a la naturaleza, en la cultura europea de comienzos de la edad moderna, equivale ‘a trazar los contomos principales de la filosofia mecénica y, por consiguiente, de a mayor parte de lo que, segin la interpretacién tradicional, desempefié un papel central en la Revolucién cientiti ca. Los relojes mecénicos aparecieron en Europa hacia finales del siglo xi y, hacia mediados del siglo siguiente, los que funcionaban mediante pesos se habjan convertido en una caracteristica razo- nablemente habitual de las grandes ciudades. Era tipico que los primeros relojes tuvieran su maquinaria a la vista y, por tanto, se entendia muy bien la relacién existente entre los movimientos de las rmanecilas que marcaban la hora y los medios mecénicos que producian dichos movimientos. Hacia el siglo xv, sin embargo, se comenz6 a encerrar los relojes en cajas opacas, de modo que sélo eran visibles los movimientos de las manecillas, no tos medios mecénicos que los producfan, Los efectos que podian producir los relojes pablicos se hicieron cada vez més complicados y cada vez se integraron més en la vida préctica de la comunidad, Ast, por ejemplo, mientras que las thoras» temporales tradicionales que median los relojes de sol varisban con la estacién y la laitud, las que media el reloj mecénico eran constantes en el tiempo y espacio, e independientes de los ritmos naturales del univer- 3 0 de las variadas précticas de la vida humana. Ahora resultaba que las pautas de la actividad humana se regularan segiin ipo mecénico, en lugar de que el tiempo se midiera con los fos de la vida humana o los movimientos naturales. Para aquellos sectores de la sociedad europea en los que el tela] y sus funciones reguladoras eran aspectos importantes de la steperiencia dria, esta maquina leg6 a ofrecer una metéfora de un oder, comprensibilidad e importancia enormes. El atractivo de la maquina, especialmente el reloj mecénico, como metéfora extraor- dinariamente inteligible y adecuada para explicar los procesos naturales, no s6lo sigue a grandes rasgos los contornos de la expe- riencia cotidiana con este tipo de instrumentos, sino que ademés reconoce la potencia y legitimidad de los instrumentos como medios de ordenar los asuntos humanos’ Esto es, si queremos entender totalmente el recurso a las metéforas mecénicas en las swevas practicas cientificas ~y el consiguiente rechazo de la dis tincién entre la naturaleza y el arte— tendremos que entender, en sitima instancia, las relaciones de poder existentes en una socie~ dad europea cuyas pautas de vida, produccién y orden politico estaban experimentando, a comienzos de la edad moderna, cam- bios enormes a medida que el feudalismo daba lugar a un capita- lismo incipiente, En 1606, el astrénomo alemén Johannes Kepler (1871-1630) Proclamé el rechazo de su antigua creencia en que «la causa ‘motriz» de los movimientos planetarios «era un almas: Estoy muy ‘ocupado con la investigacién de las causas fisicas, Mi objetivo en este aspecto es mostrar que la maquina del universo no es similar @ un ser animado divino, sino a un relojs. En la década de 1630, Descartes elaboré un conjunto de amplias analogias causales ‘entre los movimiertos de los relojes mecénicos y los de todos los 2 SuetPos naturales sin exceptuar sigue los movimients del cue pe humano: «Vemos que los relojes [-] y otras méquinas de este Bets ‘aunque han sido construidas por el hombre, no carecen, por Figura 6. £1 reloj de a catedral de Estrasburgo. El segundo reoj dea catedral ‘que es alque se refiere Boyle, se termin6 de construiren 1574, Estailustracién ‘muestra el reloj tal y como se reconstruyé en a década de 1870. No se imitaa ‘marcar a hore, ademds indica los cclos lunares y solares, calcula los ecipses, ttc. El gallo autémata gue esta sitvado en la parte superior de la torre iaquierda canta tres veces a mediodia, en memos dela tentacién de San Pedro, Fuente Scientific American, 10 de abril de 1875. ello, del poder de moverse por si mismas de maneras diversase, Por qué no se deberia explicar la respiracién, la digestién, a foco- mocién y la sensacién de la misma manera que explicamos los movimientos de un reloj, una fuente artificial o un molino? En la década de 1660, el filésofo mecanicista inglés Robert Boyle (1627-1691) escribié que el mundo natural era «como si djéra- ‘mos, un gran reloje. Asi como el espectacular reloj de la catedral de Estrasburgo (fig. 6), que fue construido a finales del siglo xv, util zaba mecanismos y movimientos para imitar los complejos movi- mientos del cosmos (geocéntrico), Boyle, Oescartes y otros fil6sofos mecanicistas recomendaban la metéfora del reloj corto un medio, flos6ficamente legitimo, para comprender la estructura y el funcionemiento del mundo, Para Boyle, la analogfa entre el uni- verso y el reloj de Estrasburgo era tan fértil como exacta: «Las diversas piezas que forman esa curiosa maquina estén tan bien montadas y adaptadas entre si, y tienen tales movimientos que, aunque las numerosas ruedas y otros mecanismos se mueven de maneras distintas, lo hacen sin nada parecido al conocimiento designio; sin embargo, cada pieza realiza su cometido de acuerdo ccon el fin para el que fue ideada, tan regular y uniformemente como silo hiciera deliberadamente y con la preocupacién de cum- plir con su debers, Ast pues, muchos fildsofos mecanicistas del siglo xvi quedaron impresionados por varias caracteristicas de! reloj, y vieron en ellas recursos metaféricos apropiados para la comprensién de la natura- leza. En primer lugar, el reloj mecénico es un artefacto complejo, disefiado y construido por personas para cumplir unas funciones ‘Que otras personas han pensado. El reloj, aunque es inanimado, invita la complejidad e intencionalidad de los agentes inteligentes. ‘Seno se conociera la existencia de un relojero inteligente que lo 5 BWetruy6 intencionadamente, se podria suponer que ei rele; mismo vinteligente y funcionaba deliberadamente. La popularidad con- ea de los autdmatas ~méquinas que imitaban fielmente mientos de fas humanos y de los animales impresioné ‘varios filésofos mecanicistas (wéase el gallo autémata en la fig, 6). Que maquinas habilmente disefiadas pudieran engahar a los observadores ingenuos, haciéndoles creer que estaban viendo algo natural y animado, contaba a favor de la legitimidad de la metéfora mecénica. Sin embargo, la gente més avispada sabia con seguridad que 10s relojes y autématas no eran agentes inteligentes. Por lo tanto, el reloj, y otros instrumentos mecénicos similares, suministraban recursos valiosos a los que se esforzaban por pro- porcionar una alternativa convincente a los sistemas filos6ficos que Utiizaban nociones de inteligencia y finalidad en sus esquemas del funcionamiento de la naturaleza, Las méquinas pueden actuar comolios agentes intencionales, e incluso pueden sustitur el traba- jo humano intencional,y esta semejanza formaba parte de su atrac- tivo como metéforas. Sin embargo, esta claro que no son agentes intencionales, y esta diferencia formaba parte de su poder explicar tivo, Se puede conseguir la apariencia de designio complejo y fina- lidad en la naturaleza sin atribuir designio y finalidad a la naturaleza material, Como veremos en el capitulo 3, en el universo podria exis- tir un agente inteligente que tuviera la misma relacién con la natu raleza que la que tiene el relojero con sus relojes, pero no se debe ‘confundir el producto inanimado de la inteligencia con la inteligen- cia misma, El reloj era también un ejemplo de uniformidad y regulavidad. Si los filésofos consideraban que el mundo natural exhibia pautas ordenadas de movimiento, el reloj mecénico era un modelo accesi- ble de la produccién mecénica de movimientos naturales regulares. ‘Las méquinas tenian una estructura determinada: los materiales y movimientos requeridos para construrias, y para hacerlas funcio- nay, eran familiares y, en principio, especificables, Esto es, se juzga- ba que las maquinas eran totalmente inteligibles. Segin esta representacién cultural, en una méquina no habia nada misterioso 0 magico, nada impredecible o causalmente caprichoso. La meté- fora de la méquina podria ser, pues, un vehiculo para seliminar el ‘asombro» en nuestra comprensién de la naturaleza 0, como lo for- rmulé el socislogo Max Weber a comienzos de! siglo xx, para tel desencantamiento del mundo». De esta manera, las méquinas pro- naban un modelo de la forma y el alcance que el conoci- ito adecuado de la naturaleza podria tener, y de cémo podrian correctamente formuladas las interpretaciones humanas de la yraleza, Se trata de pensar la naturaleza como si fuera una ying; de atender a las uniformidades de sus movimientos, Vadesentendiéndose de las irregularidades ocasionales que se pue~ ‘aden observar incluso en las méquinas que estén mejor construid ‘de interpretar la naturaleza, en la medida de lo posible, como si fuera una maquina causalmente especificable. Las interpretacio~ ‘nes de la naturaleza que adoptan esta forma son filos6ficamente adecuadas, legitimas e inteligibles. Sin embargo, debe apuntarse que, por asi decir, no hay nada sen la naturaleza» de las méquinas que impida que se las conside- re misteriosas, y una linea de pensamiento que se remonta al petiodo helenistico explicaba las mAquinas como si fueran algo que fa suma de sus partes materiales. Boyle, por ejemplo, escribié acerca de la variablidad cultural de las apreciaciones de Jas méquinas. Relaté una historia ~probablemente apécrifa- acer- cade los jesuitas «que, segtin se dice, regalaron un reloj al rey de China, el cual consideré que era una criatura viva, El mismo Boyle aceptaba la adecuacién de una explicacién formulada enteramen- te en términos de «la forma, el tamafo, el movimiento, etc, de los muelles, contrapesos y otras partes del reloj, pero reconocia que «no podria haber expuesto un argumento que hubiera conseguido Convencer al monarca chino de que el reloj no estaba vivor. Una metéfora mecénica de la naturaleza implicaba, como ocurre con todas las metéforas que se consideran legitimas, que nuestra com- Prensién de ambos términos cambia con su yuxtaposicién. La legi- timidad de una metifora no estd sujeta a prueba. Para los flésofos que tenian la misma orientacién que Boyle 0 Descartes, la explicacién mecénica de la naturaleza contrastaba Axplicitamente con el antropomorfismo y el animismo de gran 4e la filosofia natural tradicional Practica la filosoffa mecé- suponia, por consiguiente, separarse radicalmente de los que ibuian finalidad, intenci6n o sensibilidad a las entidades natura~ les. Las explicaciones mecénicas de los fendmenos naturales variaban ampliamente. Algunos flésofos se atrevian a ir més lejos que clres a la hora de especiticar la constitucién mecénica de ta naturaleza. En secciones posteriores de este libro se discutiré io {que implicaba proporcionar una explicacién mecénica de fos fend- menos naturales, cudles eran los I les de este tipo de explica- cién, y cuales eran los dominios en los que las explicaciones mecénicas resullaban aprapiadas. Sin embargo, a pesar de estas diferencias, todas las explicaciones mecénicas que se propusieron en el siglo xm estaban enfrentadas a la tradici6n que adscribia a la naturaleza y a sus componentes, las capacidades de finalidad, intencionelidad y sensibilidad, En el siglo xv1 era un hecho bien conocido que las bombas aspirantes no podian elevar el agua a una altura superior a diez metros aproximadamente (fig. 7). Esta incapacidad se atribuia, en parte, a las caracteristicas de los materiales que se utiizaban ~por ‘ejemplo, la porosidad de los tubos de madera y en parte a la doc- trina tradicional que consideraba que la naturaleza aborrece el vacio* Desde el punto de vista tradicional, el hecho de que una bomba aspirante pueda elevar el agua se debe a que, como el agua aborrece et vacio, intenta ascender para impedir que se forme el vacio en la parte superior del tubo, Asimismo, (a altura imitada de la columna se puede considerar como una medida cuantitativa de la intensidad con que el agua aborrece el vacio. Por consiguiente, la ‘explicacién tradicional de un efecto bien conocido, y de importancia Practica, adscribia caracteristicas intencionales a una pequefia parte de la naturaleza, en este caso, una cantidad de agua. Los problemas planteados por los fenémenos de las bombas aspirantes constituyeron un punto central en la distincién entre las filosofias de fa naturaleza «nuevas» y wiejase, «mecanicistas» y «aristotélicas». En 1644, el matematico italiano Evangelista Toricel 8. Muchos titsoos naturales de la antigledad, aunque no todos, conaderaban imposible ue eisira el vcio en la raturelezaCietamentdta eral inuyent opin de ‘Aistteles Los fissofos mecaicistas de igo mm eslaban dviddos con respect ala cuestén de sel vais ea ponte os a natralera estaba lena de mate es dec, ra un plenum Figura 7. La elevacién de! agua mediante la bomba aspirante de ‘Robert Boyle. Cuando se hizo este experimento en la década oe 1660, era bien conocido en los efculos loséficos y artesanales que as bom- bas podian eleva el agua hasta una altura limite de unos diez metros. E1 hecho habla sido establecido por Gasparo Berti en ia década de 1640 el cual, a su vex, se haba ins Pirado en algunos comentarios que aparecian en las Oiscorsi(1638) de Galileo. Boyle se queria asegurar de hecho, porque sospechaba que fos aparatos utiaados anteriormen- {e «no eran suficentemente hermé ticos i la operacién se habia real- zado con el suficiente cuidado y aterciéne, Para facta la observa ién, la porcién superior del tubo, que tenia una longitud de sesenta a noventa centimetrs, era de vdtio'y i ‘esaba cimentada ala parte metal- ca inferior, de unas diez metros, La bbomba de Boyle elevé el agua hasta tna altura maxima de 10,2 metros. ' ‘Probablemente, la casa uliizada pa: ‘a este experimento estaba cerca de la residencia londinense de Boyle, en Pall Mal Fuente: Robert = Boyle, Continuacién de las Nuevos Experimentes fisico-mecénicos re- lativos al resorte y peso del aire (1669) Voumres. Firp ab, (1608-1647), un admirador de Galileo, intent6 explicar mejor los efectos de las bombas y, en particular, contrastar la validez de la explicacién mecénica, que no atribuia a los fiuidos nada parecido tuna capacidad de aborrecer. Supongamos que la altura de los qui dos en las bombas aspirantes no tiene nada que ver con la exis~ ‘encia e intensidad de una «capacidad de aborrecers, sino con una simple equivalencia mecénica que estd presente en la naturaleza Dentro de la bomba hay una columna de agua, fuera una colurnna mal fad Bere “2 an Trl aM stg th DG mee ip ecifer cE 1 raieerieanptet see ci Pa ok a ola re . ies on hold Wee ccpepein nate Sea Siomiasiyeainees “iatebt 7 Mm Figura 8. Esta representacién del experimento torceliano proviene de la Physiologia Epicuro-Gassendo-Chartoniana (1654) de Walter Chalet, una cobra inluyente en la ecuperacién, que tivo lugar en el siglo xv del atomismo atiego y latino, lustra una version del fendmeno puesto de manifesto original mente por Evangelista Toricel en 1640, Chatleton (1620-1707) argumentaba que el espacio que estésitvado encima de la columna de mercu- fio no contiene aire. Cuando el tubo se incina respecto de la perpendicular (Gerecha),e1 nivel de mercutio lena el espacio previamente existente, y Chariton preguntaba retsricamente edénde podia ir el aire que supvestamen- te existia en ese espacio, ya. que la parte superior del tubo estaba hermética- mente cerrada y no se vefan burbujas pasando através del mercurio. de aire atmosférico, La columna de agua alcanza su altura de repo- so cuando su peso es igual al del aire atmosférico que empuja con- tra su base. De esta forma, Torriceli pretendia utilizar el bien conocido funcionamiento de la balanza como modelo para com- prender los fendmenos de las bombas. En realidad, la idea misma que el aire tiene peso es un desatio a las creencias basadas en rnocin de slugar naturale, ya que los aristotélicos sostenian que el aire ni el agua pesan en sus «lugares naturales», por ejemplo, a.aice en la atmésfera y el aqua en el mar, 5 Se sabla que el mercurio es, aproximadamente, catorce veces tog denso que el agua Por consiguienta, a expcaciin mecénica predecia que si un tubo de vidro, cerrado en un extremo, se llena- ba de mercurio y se invertia en un recipiente que contenia este metal, a altura del nivel de mercurio en el tubo deberia ser s6lo una catorceava parte de la altura que alcanzaba el agua en las bombas, aspirantes. Y esto fue lo que se observs (fig. 8). Vivimoss, procla- rié Torricelli, «en el fondo de un océano del elemento aire, el cual mediante una experiencia incuestionable, se demuestra que tiene peso. En realidad, Torricelli habia consiride et primer barémetro — de los términos griegos para «peso y «medida» y muchos lo vie~ ron como una confirmacién decisiva de la concepcién mecénica de la naturaleza. Muchos, pero no todos. La idea de que el horror al vacio desempefiaba algin papel legitimo en la explicacién de estos resultados estaba muy arraigads, y muchos filésofos de la primera mitad del siglo xvi, que sin embargo estaban bien dispuestos hacia el mecanicismo, pensaban que la idea era plausible. El mismo Galileo lo pensaba asi. En Francia, Pascal consideré inicialmente que el experimento torricellno s6lo probaba que la fuerza con la que la naturaleza aborrecia el vacio era finita, Torricelli habia establecido, simple- mente, que diez metros de agua y setenta y tres centimetios de mercurio median esa fuerza igualmente bien, Ya que le faltaba confianza para formular generalizaciones acerca de la naturaleza a partic de unos pocos efectos producidos artiticialmente, Pascal no estaba dispuesto a aceptar la analogia con la balanza mecénica, a menos que pudiera varias los pesos en ambos lados. En 1647, Pascal pidié a su cufiado Florin Périer que transportara el baréme- | tto torrceliano a la cima del Puy-de-Déme, un pico voleénico de y Francia central, para observar los cambios, si es que habia alguno, p Producidos en el nivel de mercurio por una altura mayor. Cuando finalmente se hizo la ascensién, en septiembre de 1648, se dejé al cuidado de un monje de un convento sitvado al pie de la montafia Un barémetro igual, de modo que su nivel de mercurio pudiera ser- vir de «controls El cufiado informé que la altura del nivel de mer- curio en la cima ~que estaba a unos novecientos metros por encima del punto de partida~ era aproximadamente siete metros y medio menor. Hay menos atmésfera capaz de ejercer su peso sobre el barémetro en la cumbre que en el pie de la montana, Se considers que la causa de la conducta del bardmetro era el peso del aire y, a su vez, que el barémetro ofrecia una medida fiable de dicho peso. Pascal, en consecuencia, anuncié su conversi6n a la concepcién mecénica: “Todos fos efectos atribuidos al [horror al vacio] se deben al peso y a la presién del aire, que es su Gnica causa reals.” Ser un filésofo mecanicista significaba preferir expli- caciones en términos de factores inanimados, como el peso del aire, alas que introducian factores intencionales, como el horror al vacio presente en la materia Muchos filésofos mecanicistas contrastaron. favorablemente sus explicaciones de los fenémenos naturales con las que invoca~ ban poderes «ocultos». En la tradicién «mégico-naturalista» del Renaci iento, por ejemplo, era comtin suponer que los cuerpos podian actuar entre si a distancia mediante poderes ocuitos de simpatia, atraccién y repulsién. Aunque los efectos de estos pode- res eran observables, los medios por los que actuaban no lo eran (Por eso se llamaban ocultos) y no podtan ser especificados en términos de las ordinarias propiedades «manitiestas» de la materia sensible, Las influencias astrolégicas de los cuerpos celestes, como los planetas, sobre los asuntos terrestres se explicaban invocando poderes ocultos. Ast se explicaba que el Soi tenga el poder de blanquear, que el rvibarbo pueda actuar como laxante y 10. Otros fiésotosrepiteronvaras veces en obas montafias, el expeimento del Purd Dtme. Aunque el experimeno orignal ue, evidenterente decisive para Pascal ots no pu ‘ero repzoducadaminucin del ive de merc Tampacofataronrcurscs que Pe tieran expla dsmincioncbservada sn aceptercompatamente la expicacion mecirca, or elampo,sflando la posbl infuanca dees cambios de lemperatue Eno prime ‘apo se disuted una distin entre al paso yla resin de ue Fife el iman atraiga a! hiero, Se afirmaba que los efectos de todos js poderes eran perceptibles, pero que los poderes mismos no Pike podian infer de la apariencia manifesta de los planetas,e! Sol, J ruibarbo 0 los imanes."' El cuerpo humano (el microcosmos) pstaba conectado con el universo (el macrocosmos) mediante una erie de influencias y correspondencias ocultas, No es cierto en Fabsoluto que los nuevos flésofos intentaran desacreditar la legit f “inidad de los poderes ocultos o rechazar todas las afirmaciones ‘Ge la tradicién astrolégica. Entre los astrénomos, Kepler y Tycho * por ejemplo, aceptaron sinceramente el principio de las influen- las celestes naturales, aunque simulténeamente expresaban su sscepticismo frente a algunas formas predictivas de astrologia {que eran més ambiciosamente espectticas. Boyle y otros miem- bros de la Royal Society de Londres, en la década de 1660 y en “ta siguiente, no dudaban que espititus incorpéreos, brujas y demo- ios ejercieran efectos en el mundo natural aunque, como vere~ mos, tanto el lugar de estas entidades en la flosofia mecénica como los medios utllizados para establecer la veracidad de las “afirmaciones concretas relacionadas con ellas estaban sometidos discusién y control. Sin embargo, era caracteristico de la nueva “prdctica que se expresaran sospechas sobre una gama de afirma- clones empiticas relacionadas con las influencias ocultas 0 que, “eh otros casos, se intentara traducirlas a términos mecénicos y hateriales. le, come fora de acusacin, a descripcién de una explcacin como oculta ejemplo, ls fisofes de incknaién mecanicsta que se negaban a poporconar unk papicacion causl espectice dea manera en que se produc un deterinadoeleto f= ‘ser acusades de rentoducedesacredtados poderes ecuos, que es 10 que ona dispute entre Lebrizy Newton acerca de a raitacén qe tivo loge a co= ng del siglo Wu, ala cual te har roterencia postorormente en este capo, te se ha arqumentado incluso que cuando los fsofes naturales moderns rn a nocién de cualdadecuta, haciendo que significa no yalo culo imper= ‘sino lo que lena eecios visbles pero eva nintegibieen ines mechnics y cular, eslaban en realidad, enreduciendo las cuadades ool, por mucho que dieran recharaias ‘Aunque 1a filosofia mecénica se desarrollé, en gran medida, como una flosofia que se oponta a la doctrina aristotéica, ta trad ién del «naturalismo renacentistae proporcioné también un modelo importante de lo que se debia combatiz. Se consideraba que este naturalismo» estaba profundamente enraizado en fa cultura global, y muchos de los que se sentian atraidos por el mecanicismo estaban preocupados, en los siglos xm y el Mm, por las consecvencias del paturalismo en una amplia garna de valiosas précticas culturales y sociales. El surgimiento y el desarrollo de la concepcién mecdnica de la naturaleza se debieron, en parte, a estos procesos de oposi- cién. En la Francia de comienaos del siglo xv, por ejemplo, el fidso~ fo y matemético padre Marin Mersenne (1588-1648) de la Orden de los Minimos consideré que de la recuperacién renacentista de ta doctrina del anima mundi, 0 alma del mundo, se seguian conse- ccuencias muy peligrosas: la nocién de que la matesia estaba llena de Vida y la consiguiente ientificacién de Dios con la naturaleza Estas doctrinas conferian legitimidad a las prcticas y creencias magicas, yrademés, a la herejia religiosa, que es lo que Mersenne temia espe~ cialmente. Mersenne temia que la proyeccién de poderes sobrena- turales en las cosas que, hablando con propiedad, no los tienen, terminaria por difurninar la distincién religiosa crucial entre lo natural y lo sobrenatural, o cual, en titima instancia, ifa en detrimento de las creencias e instituciones cristianas. i dotar a la naturaleza con una mulitud de poderes activos herentes, el naturalismo renacentista tendia a eliminar el papel explicativo desempefiado por Dios, que se debia concebir como la nica entidad completamente sobrenatural. Era esto, més que cualquier otra cosa, a lo que habia que oponerse en nombre de la religién cristiana. Aunque el aristotelismo posefa recursos que, en principio, eran valiosos para combatir el naturalismo —por ejemplo, ‘su aprobacién de la inmortalidad del alma y su rechazo del deter- minismo—, sus resultados como medio efectivo de afrontar e! desafio del naturalismo renacentista no habjan sido satisfactorios. El aristotelismo tampoco habia ofrecido explicaciones convincen tes del tipo de fenémenos que aducian constantemente los natu- ae por ejemplo, la atraccién magnética y las plantas curativas. Mersenne, el problema fundamental estaba en ta concepci6n ‘consideraba que la materia era esencialmente activa, y la solu- se debia encontrar en una interpretaci6n de la materia que de ésta algo totalmente pasivo e inerte: en otras palabras, ‘metafisica que resultara apropiada para una interpretacién canicista del mundo natural* Merced a esta interpretacién de tz materia como algo pasivo, se padian preservar las importantes | istinciones entre fo natural y lo sobrenatural. En realidad, el pre- Aipuesto de la pasividad de la materia fue fundamental en la gama de versiones de! mecanicismo que existieron en el siglo xvi La F influencia de Mersenne en el desarrollo del mecanicismo y de la bncepcién mecanicista de la materia fueron considerables. Su amigo Descartes elaboré esta concepcién en las décadas de 1630 y de 1640, y su version fue continuada, con modificaciones, por Hobbes, Boyle y muchos otros. Sin embargo, aunque la con~ ccepcién de la materia como algo pasivo ocupé un lugar funda- mental en la filosofia natural mecdnica a lo largo de! siglo xm, dicha concepcién fue atacada, en ocasiones, tanto por fildsofos como por algunos que no lo eran, y los modos en que intervenia en las tareas explicativas espectticas variaron mucho, Formaba parte del credo de los mecanicistas la idea de que se Podia probar que todos los efectos genuinos en ia naturaleza eran explicables en téminos de causas ordinarias, comprensibles, {, Mecsnicas y materiales. Asi, Bacon sospechaba de los supuestos fhichos involucrados en el famoso tbalsamo de las espadas. Se ‘admitia generalmente que una herida causada por un arma dada '8@ podia curar si se untaba no la herida, sino la espada 0 el cuchi- La metafscs sa nesta osha de os pers incase indy ode crcctara arn ln eo un ense on nna Au ges raderresconsderaban qe a metaicaera ura pare importante fo. nu gum ea ou tnaament oes conderaban a epoca mela onsidraban que estaba és a deo nespropis ela hresbacon er un eins 9 ene yea, ue m abovaas sacs 00 ilo que la habia producido, incluso en el caso de que e arma y la herida estuvieran separadas por una distancia de hasta cincuenta kilémetros. Bacon no estaba dispuesto atin a aceptar 0 rechazar la realidad del supuesto efecto y sugirié que se sometiera a una con- trastacién més estricta. El efecto podria ser susceptible de una ‘explicacién en términos materiales, pero primero se debia estable- cer la realidad de su existencia. Bacon también pasé revista a «muchas tradiciones y observaciones antiguas que han llegado hasta nosotros, relacionadas con la simpatia y antipatia de las, plantas», Era algo habitual explicar, mediante principios ocultos de simpatia, por qué algunas plantas se desarrollaban mejor cuando crecfan cerca de otras. Al respecto, Bacon rechazaba categérica~ mente «cualquier amistad y odio secretos de este tipo» por ser «completamente erréneos* y sugeria que algunos efectos genui- nos se podian explicar mediante causas més prosaicas: los efec- tos sobre las plantas se debian a que sus vecinas extraian del suelo ciertas sustancias nutritivas. ‘A mediados de la década de 1660, médicos y fildsofos natura~ les ingleses discutieron la realidad y la explicacién correcta de supuestas curas mediante timposicién de las manos», que se atri- buian al curandero irlandés Valentine Greatrakes, Muchas fuentes fiables testificaron que Greatrakes habia curado, imponiéndoles las manos, a enfermos que Sufrian escréfula, siceras y piedras en los rifiones. Boyle abordé tan testupendos resultados* dando cré- dito cautelosamente a su realidad y proponiendo una explicacién mecénica provisional de cémo se producian las curas realmente. Afirmé que no estaba convencido de que hubiera algo «puramen- te sobrenatural» en las curas y se esforz6 en sproporcionar una cexplicacién fisica». Quizés pasaban del cuerpo de Greatrakes al del 18, i Bacon era reticent a aceplar et hecho, e! samo de las espadas (0 polos de ‘impair tuo ilayentessbaqados ene siglo xv Se Kenai Digby (1603-1665), cor- {esano inglés tidsofoy Feuimente embro de la Royal Socety de Londres estaba sats- {echo desu chicai: lo vli pra curr a un Gulla herido que los crujanos del ey eran incapaces dere Digby tarts oes una expcesin de mo craba of alsa, en Iaque se metclan los fcirsos del mecaricismo yin simpetia outa de unamanera que 0 cera inrecventa ent fosofa del sigo me. nte prensibles. Materia y movimiento eran como las letras del alfa- beto, que son simples y finitas tomadas por si mismas, pero combinadas pueden dar lugar a una diversidad casi infinita. | Todos los efectos naturales que concernian a una préctica » correctamente concebida de la flosofia natural se debian expli-\ car mediante las propiedades irreductibles de ‘a materia y sus | estados de movimiento: esto era lo que convertia la explicacién de la naturaleza en algo semejante a la de las méquinas. En el y discurso sobre la materia y el movimiento no intervenia nada ‘-pculto, La explicaciin mecénica de la naturaleza recibié enton- F 86 Ia delimitacién de su forma y contenido: se trataba de espe~ : tificar la forma, el tamatio, la disposicién y el movimiento de los ‘tonstituyentes materiales de las cosas. £2 Los fildsofes mecanicistas del siglo xvi hicieron depender de Huenies bibicas Ia legitimidad de esta concepcién de la estruc- fundamental de la naturaieza. La apécrifa Sabiduria de Bpiomén afirmaba que Dios tha dispuesto todo segiin numero, 0 y medida» y, a lo largo de la Edad Media, se expresaron a es ideas similares. Lo nuevo del siglo xvi es la resolucién con se formulaban los principios de materia y movimiento como elementos que definian a una filosofia natural correcta. Si Figura 9. Esquema utiizado por Descartes para expica os efectos magnét- cos. Fuente: René Descartes, Los prncipos de la filosofia(1644). ‘una pretendida explicacién en filosofia natural introducia recur- 505 que no fueran los principios de materia y movimiento, corria seriamente el riesgo de que se la tachara de ininteligible y no filosética. ~~ a, Algunos filésofes influyentes estaban seguios de que el 1 { objetivo de la ciencia era, y debia ser, la determinacidn de leyes de la naturaleza fijas y mateméticamente formuladas, mientras que | otros dudaban que las representaciones matemslticas pudieran { ‘captar las contingencias y complejidades de los procesos naturales reales. Alo largo del siglo xv, hubo voces influyentes que manifes- Yaron su escepticismo ante la legitimidad de las «idealizaciones> mateméticas que se utiizaban en la explicacién de la naturaleza {Yisica real, Fisofos como Bacon y Boyle afirmaban que las expli- ones matematicas funcionan muy bien cuando se considera la raleza en abstracto, pero no tanto cuando se consideran sus icularidades concretas. La ley matemética de la caida libre de Ccuerpos, formulada por Galileo, rige et movimiento de cuerpos les en un entorno desprovisto de rozamiento. Es posibie que most marae propor Figura 12. €lesqunma que is Ker pra mst a : Fae ee weno pr ne dlc or gas loaves Kei, acca dlunrea aden (1620. ringin cuerpo real se haya movido nunca obedeciendo precisay mente a esa ley. Galileo proclamé que «el movimiento ha sido ‘sometido a la ley del ndmero, pero los cuerpos en movimiento alos que se referia sélo se parecen aproximadamente alos cuerpos rea les de tamatio medio cuyos movimientos son objeto de la experien- cia diaria La cuestién, sobre la que se volverd en el capitulo 2, ¢s si el dominio propio de la flosofia natural es o! del ideal matematico 0 el de lo concreto y particularmente real, o si se puede llegar a algu- ina soluci6n de compromise. Johannes Kepler se cuenta entre los platénicos matematicos més apasionados. Su Mysterium cosmographicum (EI secreto de! universo), publicado en 1596, anuncié un gran descubrimiento relativo a las distancias entre el Sol y los planetas en un universo a4 bipemicano modificado. Kepler habia descubierto que las srbitas fia los seis planetas entonces conocidos tenian una semejanza prendente con las distancias al Sol que se obtienen si las » planetarias se inscriben en, y son circunscritas por, los co sdlidos regulares de la geometria de Piatén: el cubo, el te- ‘Hliedro, el dodecaedro, el icosaedro y el octaedro (fig. 12). Una F éstera que circunscribe un cubo transporta el planeta més exterior, ‘Saturno. En el cubo se inscribe la esfera de Jipiter, la cual, a su de Marte, y asi sucesivamente. El descubrimiento de Kepler es (que la estructura del sistema planetario sigue un orden geométri- .Y explica por qué esto es asi «El Creador Optimo Maximo, al atuvo a los cinco cuerpos regulares que han sido tan famasos desde los dias de Pitagoras y Platén hasta los nuestros y [.J en funcién de su naturaleza ajusté su numero, sus proporciones y la f)_raz6n de sus movimientos». Un astrénomo con inclinaciones mate- mméticas habia descubierto que Dios creador ©s un matemético: el Creador habia empleado los principios de la geometria para esta- esferas era una caracteristica sustantiva de la creacién del mundo ¥ de los principios que gobiernan sus movimientos. La naturaleza E. obedece leyes matemticas porque en la creacién Dios utl26 este F tipo de leyes. La idea de que la naturaleza obedece a leyes matemsticas dio confianza a los que promovian una concepcién matematica de la f. flosofia natural. En tanto que investigadores de los fenémenos fisi- b .c0s, los filésofos trabajaban con la evidencia fisica, real y sensible, 18 intentaban darle sentido; en tanto que mateméticos, pretendian tablecer las pautas formales que subyacen al mundo natural y quizé te hayan dado origen. Esta confianza alcanz6 su punto ulminante, en los desarrollos que tuvieron lugar a comienzos de la (1642-1727): Philosophie naturalis principia mathematica incipios matematicos de la filosofia natura), La maquina de! {crear este mundo mévil y al disponer el orden de los cielos se * blecer las distancias planetarias. La armonia matemdtica de las mundo sigue leyes que tienen forma matematica y que se pueden expresar en el lenguaje de las matematicas. Matematicas y meca~ nicismo se funden en una nueva definicién de lo que es una filoso- fia natural correcta. ‘Muchos corttemporéneos considereron que el logro de Newton representaba la perfeccién de la filosofia mecénica, y muchos histo- riadores lo consideran como la culminacién de la Revolucién cienti- fica. No cabe duda de que Newton hizo avanzar decisivamente el impulso galileano hacia la consolidacién de los dominios en los que se puede aplicar legitimamente un esquema Unico de filosofia natu- ral. Los Principia unificaron las matemdticas y la mecénica terrestre y celeste. Newton mostré que las érbitas elipticas de los planetas, que habian sido descritas previamente por Kepler se deben explicar mediante dos movimientos: uno es inercial —Ios planetas tienden a moverse con velocidad uniforme en una linea recta y, por consi- guiente, a moverse por la tangente a sus 6rbitas el oto es la atrac~ cién gravitacional centripeta entre los planetas y el Sol, que tiende a tirar de ellos hacia el centro del sistema solar. Todds los cuerpos — terrestres o celestes— tienden a moverse uniformemente en linea recta 0 a permanecer en reposo; todos los cuerpos ~dondequiera que estén situados— se atraen gravitacionalmente. La gravitacion es universal y acta entre cualesquiera dos cuerpos con una fuerza que es inversamente proporcional al cuadrado de la distancia que los separa y que se puede describir mediante la ecuacién matemé- tica F= G{mm’/D’), G es una constante que tiene el mismo valor en todos los casos, independientemente de si la fuerza acta entre Marte y el Sol, entre Marte y Venus, o entre el libro que tiene el lec- tor en sus manos y la Tierra. «Todos los cuerpos*, afirma Newton, ‘estén dotados con un principio de gravitacién mutuas Con ello se dio un paso de gigante en el proceso hacia la homogeneizacién y objetivacién del mundo natural que se hizo notar a comienzos de este capitulo, cuando se discutieron las afir- maciones de Gaiileo sobre las menchas solares. Los historiadores han utilizado la expresidn ela destruccién del cosmos» para descri- bir el logro de Newton, Mientras el pensamiento tradicional, e inclu- buena parte de! pensamiento de comienzos de la edad moder- y/concebia un universo finito que tenia regiones espaciales cua~ amente diferenciadas, Newton proclamaba un universo de tao indefinido, unido, seguin ha escrito el historiador Alexandre é, «s6lo por la identidad de sus leyes y contenidos fundamen- 6%, un universo en el que no existia ninguna distincién fisica ‘gomponentes, y en el que sla astronomia y la fisica llegan a ser inferdependientes y unidas por su comin sujecién a la geometras, Simulténeamente, el conocimiento mismo de este universo se hace | objetivo. Algunas veces se afirma que en este mundo homogéneo, en e! que cuerpos abstractos se mueven en un espacio abstrac- ‘o#, ya no hay lugar para nociones de finalidad.* En este mundo homogéneo y abstracto, sélo existen causas materiales. Ahora se concibe que todos los procesos naturales tienen lugar en una ‘rama de tiempo y espacio abstractos, autosuficiente, y que carece de referencias a la experiencia humana, local y limitada. En los Principia, Newton introdujo las definiciones necesarias para la ‘wveva préctica: +E! tiempo absoluto, verdadero y matemitico en si Y por su naturaleza, y sin relacién a algo externo, fluye uniforme- mente [.] El espacio absoluto, por su naturaleza y sin relacién a ‘cualquier cosa externa, siempre permanece igual e inmévil. Se llewé a la perfeccién a la nueva ciencia cuando se creé para ella un sustrato que esta divorciado de los reinos de 10 local, de lo limitado y de lo subjetivo. ‘Aunque la idea de que Newton complet el programa galileano despierta un amplio acuerdo, hubo, y todavia hay, una divergencia ‘considerable respecto a la cuestién de si es correcto considerar que Newton perfeccions la filosofla mecénica de la naturaleza. No hay de que la fuerza gravitacional que mantiene unido el universo ofrecié, incluso, como modelo de una practica cuyo objetivo era la 18. En elcaptulo3seinteducién agunas mabzacones my impntantas de asta oii, desempehé un papel destacado en algunas inerretacones taciconales de laden dea Revlucién centica caracterizacién, mediante leyes, de las reqularidades matematicas de la naturaleza, leyes que debian ser (seguin afirmé Newton) «sdeducidas» de la conducta real observada de los cuerpos. El obje~ tivo era la certeza fisica, y las mateméticas el instrumento para con- seguirla. Sin embargo, el precio de esa concepcién de la ciencia incluia, en ocasiones, un abandono de la investigaciGn de las causas fisicas. En este sentido, Newton reconocié abiertamente que «no he podido todavia deducir a partir de los fendmenos la raz6n de estas Propiedades de la gravedad y yo no imagino hipétesis». Pretendia snicamente proporcionar una nocién matemdtica de esas fuerzas, sin considerar sus causas fisicas», La matematizaci6n del universo se podria, entonces, oponer a la investigacién de las causas macé- ricas, materiales 0 de otro tipo. Asi pues, segtin una interpretacién de la empresa newtoniana, ésta dejé de lado la investigacién causal para concentrarse en las formulaciones mateméticas de las regula- ridades observables en la naturaleza, mientras que otra interpreta- cién celebra que Newton ampliara el alcance de la explicacién mecénica causal Una cuestién crucial, sin embargo, es que Newton reintrodujo 0, ‘al menos, puso un nuevo énfasis en el papel que podian desempe- far los «poderes activos® inmatertales en una filosofia natural correctamente constituida, especialmente a la hora de explicar ‘efectos cuya reduccién a principios mecdnicos consideré imposible © incorrecta: el magnetismo, la electricidad, la accién capilar, la ccohesién, la fermentacién y los fenémenos de la vida. Aunque toda~ Via se puede afirmar que en la filosofia natural de Newton la forma prefetida de explicacién causal era mecénica y material, la préctica de dicha filosofia ya no debia circunscribirse a la provisién de dichas explicaciones. (EI capitulo 3 se ocupard de los contextos filoséficos y religiosos que proporcionaron gran parte de su impor- tancia a esta posicién.) Newton insistfa en que no habie sacrifica- do al mecanicismo. Filésofos rivales, como el alemén Gottfried Withelm Leibniz (1646-1716), le acusaron violentamente de utilizar e! enorme prestigio cultural de fas mateméticas pata reintroducir los principios ocultos y de abandonar el suefio de especificar un 88 Ty Sane verso completamente mecénico. Para Leibniz, como para otros, condicién suprema de inteligibiidad era la provisién de una isa mecénica plausible y, ya que Newton no la habia respetado somo en el caso de la gravitacién—, se debia juzgar que sus expii- gaciones eran ininteligibles y ocultas. Newton consideraba sabsur- ida» la nocién de que Ja gravedad actia a distancia entre los E cuerpos, sin fa mediacién de cuerpos materiales, e intent6 tenaz~ transmit a través de un medio. Sin embargo, incluso sin esa teor‘a fisica la atraccién gravitacional no se debia considerarininteligibl: su inteligibilidad residia en el hecho de que su accién obedecia a una ley La ley de la gravitacién se podta utilizar para fines expica- tivos, aunque no s€ pudiera especificar una causa mecénica, Por tanto, no puede existir ninguna generalizacién que permita decidir fécilmente si el logro newtoniano representa la culminacién de la filosoffa mecénica, su subversi6n por haber reintroducido las cualidades ocultas 0 la creacién de una nueva practica que debe ser juzgada utilizando criterios filoséficos nuevos. Los filésofos de finales del siglo xu y comienzos del xvii debatieron precisamente |, estas cuestiones, que estan relacionadas con la correcta com- prensién del logro de Newton. Discutieron si Newton habia per feccionado el mecanicismo 0 lo habia negado, debatieron si la }. Condicién de la explicacién fisica es la determinacién de causas F mecénicas; cuestiones que también discuten los historiadores y muchos cientificos de hoy.

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