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45 Teoria politica -EL ANALISIS DE LA BURGUESIA COMO ACTOR POLITICO* Carlos H. Acufia** Este texto apunta a discutir problemas tedrico-metodol6d- gicos del andlisis politico de la burguesia como actor colec- tivo. El objetivo es doble. Primero, identificar los proble- mas ligados a reduccionismos que tienen presencia en los anélisis de la burguesia. Segundo, desarrollar una serie de argumentos y premisas tedrico-metodoldogicas para la arti- culacién de variables estructural-econdmicas, politico-ins- titucionales e ideoldgicas en el andlisis de la burguesia como actor politico. I, Introduccién 1. Algunos de los argumentos de este trabajo fueron ya explicitados en “The Bourgeoisie as a Political No prestarle atencién a la burguesia ni Actor. Theoretical Notes for a Reassessment of an ea ; «Old» and «Forgotten» Topic”, Department of a la articulacién de variables estructural- Political Science, The University of Chicago, 1984; econdmicas, politico-institucionales e ide- “Empresarios y Politica (Parte I). La Relacién de olégicas en el andlisis politico son noveda- Jas Organizaciones Capitalistas con Partidos y des en América latina.':? En una serie de aoe pe ee ee me ee 2 5a ‘i . gentino y Brasilefio”, Boletin Techint, N? 255, trabajos seminales, @ partir.de mediates por. aired, adt-acvidic, 1988, ph 17045; de los afios 60 y durante algo mas de una —“Dererminantes politicos sobre la relativa ausencia década, autores ligados a la “teoria de la de exportaciones industriales en la Argentina”, * Trabajo presentado en el Seminario: Empresarios y estado en América latina: balan- ce y perspectivas. VI Seminario Internacional organizado por el Grupo de Trabajo “Empresarios y Estado” del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLAC- SO), 28 al 30 de septiembre, 1994, México D.F., México. Centro de Estudios de Estado y Sociedades (CEDES), Buenos Aires y Kellogg Institu- te for International Studies, University of Notre Dame. 46 dependencia” emprendieron justamente esa direccién.2 Dos procesos afectaron el desarrollo de esa linea de investigacién. Por una parte, como afirma O’Donnell, Realidad Econémica, N° 100, 1991; y “Notas para el Andlisis de los Procesos Politicos”, Ficha de Catedra, Historia de los Sistemas Politicos, Depar- tamento de Historia, Universidad de Buenos Aires, 1992. Por otra parte, un desarrollo pormenorizado de los argumentos aqui sintetizados se encuentra en varios de los capitulos de La Burguesia Industrial como Actor Politico. Un estudio de caso sobre el significado politico de la organizacién y estrate- gias de la burguesia industrial en la Argentina, ‘Tesis Doctoral, Depto. de Ciencia Politica, Univ. de Chicago, 1994, 2. Empresario/empresariado y capitalista/burguesia son conjuntos no equivalentes dado que el primero admite la inclusion de personal jerarquico que, aunque con capacidad de decisién, no comparte la propiedad de la firma en la que trabaja, mientras que el segundo apunta especificamente al individuo y grupo social que sf son propietarios de medios de produccién, Sin embargo, y teniendo en cuenta que el foco de este trabajo se centra sobre el papel de aquellos que toman decisiones en funcién de los intereses del sector capital, se opt6 por utilizar a estas categorias como equivalentes funcionales. 3. Entre otros, Cardoso, F. H., “The Entrepreneurial Elites of Latin America”, Studies in Comparative International Development, vol. I, 10, St. Louis, 1966; Ideologias de la burguesia industrial en sociedades dependientes (Argentina y Brasil), Siglo XXI, México, 1977; Cardoso, F. H. y Enzo Faletto, Dependencia y Desarrollo en América Latina, Siglo XI, México, 1969; y O'Donnell, G., Modernizacién y Autoritarismo, Paidés, Buenos Aires, 1972; “Estado y Alianzas en la Argentina, 1956-1976", Desarrollo Econdmico, vol. 16, N° 64, enero-marzo, 1977; “Notas para el estudio de la burguesfa local, con especial referencia a sus vin- culaciones con el capital transnacional y ¢l aparato estatal”, Estudios Sociales CEDES, 12, Buenos Aires, 1978a; “Reflections on the Patterns of Chan- ge in the Bureaucratic-authoritarian State”, Latin American Research Review, 13, 1, 1978b; El Esta- do Burocrético Autoritario: Triunfos, Derrotas y Crisis, 1966-1973, Editorial de la Universidad de Belgrano, Buenos Aires, 1982. Si bien el trabajo de Philippe Schmitter no se ajusta a la teoria depen- dentista, esté entre los primeros que presta atencién central al empresariado, rompiendo con los presu- puestos liberal-desarrollistas y articulando varia- bles econémicas, politico-institucionales ¢ ideolé- “ala dependencia» se convirtié en campo fértil para numerosos simplismos. Uno de ellos fue concebir al capital internacional y al imperialismo como demiurgos todo- poderosos que implican, entre otras cosas, la carencia de autonomia de la bur- guesia local’.4 Por otra parte, y en un proceso en el que la crisis keynesiana y el fortalecimiento neoclasico tienen mucho que decir, la discusién académica desde los aios ’80 retomé muchos de los “vicios” previos a la teoria de la depen- dencia: la burguesia volvié a ser uno de los tantos “grupos de interés”, los capita- listas meros “empresarios” de sus nego- cigs y el pluralismo liberal mostré ser una teoria que, aunque muerta, gozaba de bastante buena salud. Muchos economis- tas “retomaron” su independencia de la politica, politélogos “reencontraron” su especificidad frente a los “economicis- mos”, y socidlogos volvieron a reductos culturalistas bien defendidos de la influencia de factores econdémico-estruc- turales y del accionar estratégico de acto- res racionales.5 La diaspora tematica y tedrico-metodolégica resulté en muchos aspectos empobrecedora del analisis socio-politico porque gran parte de los temas, como los relacionados a la organi- zacién y comportamiento de la burguesia, son inexplicables sin una metodologia de andlisis que evite los reduccionismos pro- pios de esta diaspora disciplinaria. Son problemas inexplicables sin una metodo- logia que acenttie el cardcter codetermi- nante de los factores estructural-econémi- cos, politico-institucionales e ideolégicos. De esto trata la presente discusién. II. Los capitalistas y “su” cultura (0, zqué les “falta” a los capitalistas latinoamericanos?) Numerosos estudios y articulos que par- ten de la centralidad del papel social a cum- El andlisis de la burguesia como actor politico 47 plir por los capitalistas, apuntan a una “falta de conciencia” que los caracterizaria en América latina. Las razones que fundamen- tan esta consideracion son que los capitalis- tas tenderfan: 1) a eludir los riesgos politico- econémicos de liderar la “modernizacién” de la sociedad; 2) a maximizar ganancias con un criterio cortoplacista que atenta con- tra las inversiones productivas en nuestras sociedades. El comportamiento especulativo y con- sumista de los capitalistas locales estaria en el centro del problema latinoamericano dado que, por un lado, a falta de una clase capita- lista polfticamente activa en el proceso de modemizaci6n, el estado termina ya sea en manos de la vieja clase hegeménica 0 bien de aventureros populistas, asumiendo un gicas: Interest conflict and political change in Bra- zil, Stanford University Press, Stanford, 1971. 4, O'Donnell (ob. cit, 1978a, p. 4) lo afirma coinci- diendo con Fernando Henrique Cardoso en “The consumption of dependency theory in the United States”, trabajo presentado en la reuniGn anual de la Latin American Studies Association, 1977. 5. Esta afirmacién con respecto a cambios en la linea dominante del andlisis de la burguesta/empresaria- do en América latina no implica negar la relevancia de trabajos de autores que mantienen un enfoque {que articula variables estructural-econémicas, polt- tico-institucionales ¢ ideolégicas. Como ilustra- cién, vale recordar los trabajos de Renato Boschi, “Industrial Entrepreneurs: Interest Representation, Leadership, and Dilemmas of Economic Develop- ‘ment in Brazil” en Organizaciones empresariales y politicas piblicas, Ciesu/FESUR/ICP, comp., FESUR/Edic. Trilce, Montevideo, 1992; “Lide- rangas empresarias ¢ problemas da estrategia libe- tal no Brasil” —coautora Eli Diniz—, presentado en el Seminario “Experiments Neoliberales de Refundacién”, Grupo de Trabajo de Empresarios y Estado en América Latina, CLACSO, Rio de Janeiro, agosto de 1992; Elites Industriais e Democracia, Graal, Rio de Janeiro, 1979); David Becker, “Business Association in Latin America. ‘The Venezuelan Case”, Comparative Political Stu- dies, 21, 1, abril 1990; Catherine Conaghan, “Hot Money and Hegemony: Andean Capitalists in the 1980s” en Business and Democracy in Latin Ame- rica, Emest Bartell y Leigh Payne, comp., Univer- sity of Pittsburgh Press, 1994; “Retreat to Demo- papel paternalista “inevitablemente” autori- tario e ineficiente; por otro, la no reinver- sién de las ganancias pone en cuestién, a la larga, la posibilidad de reproduccién social dentro del capitalismo y, paradojalmente, la propia existencia de la burguesia como cla- se. La “falta de conciencia” capitalista sobre sus intereses parece clara: es su propio com- portamiento el que a la larga pone en cues- ti6n su existencia... La contradiccién entre la realizacién de los intereses individuales de los capitalistas por una parte, y la de los intereses de su pro- pia clase y sociedad como conjuntos por la otra, se explica sobre la base de una supues- ta particularidad politico-cultural “latinoa- mericana” (0, dado el caso, algiin equivalen- cracy: Business and Political Transition in Bolivia and Ecuador” en Democratic Transition and Con- solidation in Southern Europe, Latin America and Southeast Asia, Diane Ethier, comp., Macmillan, Houndmills, 1990; Restructuring Domination. Industrialists and the State in Ecuador, Univ. of Pittsburgh Press, Pittsburgh, 1988; Eli Diniz, “The Post-1930 Industrial Elite” in Modern Brazil: Eli- tes and Masses in Historial Perspective, M. Con- niff & F, McCann, comp., Univ. of Nebraska Press, Lincoln and London, 1989; “Empresarios e Consti- tuinte: Continuidades e Rupturas no Modelo de Desenvolvimento Capitalista no Brasil” —coautor R. Boschi— en Continuidade e Mudanca no Brasil da Nova Republica, A. Camargo y E. Diniz, comp., Venice, Sio Paulo, 1989; “Empresarios, Sindicatos € Conflito Distributive no Brasil da Nova Republi- ca”, Cuadernos de Conjuntura, 15, TUPERI, 1988; Francisco Durand, “Business Peak Associations in Latin America: The case of Peru” en Ernest Bartell y Leigh Payne, comp., ob. cit., 1994; The National Bourgeoisie and the Peruvian State: Coalition and Conflict in the 1980s, Ph.D. diss., University of California, Berkeley, 1990; Los Empresarios y la Concertacién, Diagnéstico y Debate, 23, Funda- cién Friedrich Ebert, Lima, 1987; Peter Evans, “Reinventing the bourgeosie: State Entrepreneurs- hip and Class Formation in Dependent Capitalist Development”, Maraist Inquires: Studies of Labor, Class and States, Theda Skocpol & Michael Bura- woy, comp., Suplemento del American Journal of Sociology, 88, 1982); Blanca Heredia, ‘“Business- men and Democracy in Mexico, Can Rational Pro- 48 te funcional como, por ejemplo, “argentina”, “boliviana”, “chilena”, etcétera).® El problema politico-cultural latinoame- ricano se centra, para estos trabajos, en que los capitalistas no se han constituido en el grupo de mayor “status”, de la sociedad. Por una serie de factores —entre los que se sue- len citar la fuerte presencia de valores caté- licos y/o corporativos,’ el peso inmigrante, los bajos niveles educativos y la condicién de “nueva clase” del sector capitalista—* las actividades ligadas a maximizar ganancias individualmente no gozan de legitimidad social. La funcién social del capitalista, por To tanto, no es valorada ni reconocida por los otros grupos sociales. fit Maximizers be Democratic?” en Emest Bartell y Leigh Payne, comp., 08. cit., 1994; y Julio Labasti- da, Grupos Econdmicos y Organizaciones Empre- Sariales en México, comp., Alianza, UNAM, Méxi- co, 1986, Dado que el objetivo de gran parte de los ejemplos es la ilustraciGn del argumento y no su comproba- ccién para cada uno de los casos latinoamericanos, ‘$u uso se circunscribiré a estudios referidos al caso argentino dejando al lector familiarizado con los otros casos el margen para recordar trabajos de similares caracteristicas referidos a otras socieda- des. Con respecto a la particularidad politico-cultu- ral “latina”, John W. Freels nos brinda un equiva- lente funcional al imputar la falta de cohesion de los industriales argentinos a la “hostilidad y aliena- cién” supuestamente caracteristicas de la sociedad argentina. Cf. Freels, John W., El Sector Industrial en la Politica Nacional, p. 159, EUDEBA, Buenos Aires, 1970. a Como en los diversos trabajos de Howard Wiarda. Como apunta José Luiz. de Imaz en los capitulos 7 y 8 desu libro Los que mandan, EUDEBA, Buenos Aires, 1964, 9, Como concluye por ejemplo Dardo Ciineo al anali- zar cl comportamiento de los industriales argenti- nos, CE. Cuineo, Dardo, Comportamiento y crisis de la clase empresaria, pp. 278 y 280, Pleamar, Bue- nos Aires, 1967. 10. Los argumentos que siguen concentrardn la aten- cién en los casos europeos més que en el norteame- ricano, Las razones para ello tienen no sélo que ver con la extensidn del presente trabajo, sino también con la existencia de un mayor ntimero de estudios sobre las burguesias europeas que sobre las de los Estados Unidos y el Canadé. a =x Dado que este reconocimiento es precon- dicién para que los capitalistas actien plena- mente como tales y cumplan con la funcién modernizante y reproductiva en la sociedad, su ausencia determina una tendencia por parte de ellos a buscar un mayor “status” copiando el comportamiento especulativo y consumista de las viejas oligarquias entroni- zadas como “aristocracias” locales.* Por esta raz6n es que los capitalistas no terminan de asumir su papel de inversores productivos y agentes de “modemizacién”. Y también por ello es que en sociedades como las latinoa- mericanas, la ausencia de capitalistas que asuman plenamente su papel y responsabili- dades sociales desemboca inevitablemente en estados autoritarios, “despilfarro” de recursos, crisis de acumulacién y violentas tensiones por la distribucién. El supuesto implicito en estos argumen- tos es que las burguesias del “norte”, ya sean europeas 0 norteamericanas,'° gozan de algunas caracterfsticas que serfan propias de los “verdaderos” capitalistas y que brillan Por su ausencia en los locales. Los capitalis- mos “desarrollados” han llegado a serlo por- que su clase capitalista reconocié, o al menos cumplié, su papel modernizador e implement6 estrategias politicas y de inver- sién que permitieron la realizacién de ganancias individuales sin contradecir los intereses generales tanto de la propia bur- guesia como de la sociedad. Estos “verdade- Tos” y casi “heroicos” capitalistas, no habri- an vacilado en enfrentar tentaciones oportunistas y fuerzas semifeudales en sus propias sociedades. Los empresarios euro- peos no necesitaron del liderazgo estatal ni copiar a ningiin otro grupo social para obte- ner el reconocimiento del papel estratégico de su funcién social. El problema es que la determinacién de las variables culturales sobre el comporta- miento capitalista es mds que incierto. 4Cuénto codeterminan a este comportamien- to los factores econémicos e institucionales? Es mas, aquellas burguesfas “heroicas” de E] andlisis de la burguesia como actor politico las culturas del norte, {se caracterizaron por un comportamiento diferente del de las lati- noamericanas? ,gozan efectivamente de particularidades ausentes en los capitalistas Jatinoamericanos? Diversos trabajos sobre las burguesfas europeas describen caracterfsticas muy simi- lares a Jas que se Je imputan a las latinoame- Ticanas en términos de su actitud histérica con respecto a la politica y la forma de maximizar ganancias."" Apreciaciones del estilo de las siguientes han sido, y son, un lugar comin en los estu- dios sobre el papel de los capitalistas en las recurrentes crisis sociales latinoamericanas: “Esta burguesia que en todo momento sacrifi- 6 sus intereses generales de clase, esto es, sus intereses politicos, por los més angostos y sordidos intereses privados.”” O bien, “[los capitalistas] estén hasta hoy tan profun- damente penetrados por un sentido de su inferioridad social que mantienen, a su propia expensa y a la de la nacién, una casta oma- mental de zénganos para representar a la nacién dignamente en todas las funciones del estado.” Por lo que Seymour Lipset concluye, “[esta] es una situacién en la cual la vieja cla- se alta, que habfa decaido en poder econémi- co, continué manteniendo su control sobre la maquinaria gubemamental porque se mantu- vo como el grupo de status mas alto en la sociedad.”"2 El hecho es que la primera de estas tres Ultimas citas es de Marx refiriéndose a la burguesfa francesa,'* mientras que la segun- da es de Engels hablando de los capitalistas ingleses...14 por lo que la conclusién de Lipset, que tanto se ajusta a la situacién de “nuestros” capitalistas, en realidad apunta a aquella burguesfa miticamente considerada como modelo de “verdadero” comporta- miento capitalista, Los valores culturales ligados al laisez 49 faire, laisez passer del liberalismo no influ- yeron demasiado sobre los comportamientos de los capitalistas ingleses cuando éstos tuvieron que definirse en diferentes coyun- turas con respecto al papel estatal ligado a aranceles (esto es, subsidios) y competencia econdémica: los industriales en el siglo XVIII defendieron consistentemente la necesidad de altas tarifas arancelarias que protegiesen a la produccién local, mientras que en el siglo XIX demandaron la anula- cién de la proteccién arancelaria del maiz dado que la importacién permitirfa aprove- char los més bajos precios internacionales; ademas, los cafiones de la Royal Navy no s6lo fueron claves en la “apertura” de nue- vos mercados, sino en la realizacién de los derechos mercantiles monopélicos que otor- gaba la corona por regién imperial. Y con respecto al status o imagen social de los capitalistas, fue Winston Churchill y no un estadista latinoamericano el que afir- m6 que en su sociedad muchos pensaban que “la actividad industrial era exclusividad de ladrones emprendedores...”. 11. Ver al respecto, Pirenne, Henri, “The Stages of the Social History of Capitalism”, en American Histo- rical Review, 19, abril de 1914; y, Bergier, J. F., “The Industrial Bourgeoisie and the Rise of the Working Class, 1700-1914”, en el volumen The Industrial Revolution de a coleccién The Fontana History of Europe, C. M. Cippola (comp.), Fonta- na, Londres, 1973, 12. Afirmado por Seymour Lipset en “Social stratifica- tion: social class” y citado por Jon Elster en Making Sense of Marx, p. 413, Cambridge Univer- sity Press, Cambridge, 1985. 13. Cf. Marx, Karl, The 18th Brummaire of Louis Bonaparte, p. 107, Imernational Publishers, New York, 1981 (mi traduccién). 14, Citado por Seymour Lipset en “Social Stratifica- tion: social class” y por Jon Elster, op. cit, p. 413. 15. Recordado por Roberto Rocca en su presentacién “Industrializacién, Sociedad y Cultura”, en el Seminario sobre Cultura, Industria y Nacién orga- nizado por fa Unién Industrial de Jujuy, la Unién. Industrial Patagénica y la Unién Industrial de Salta en Buenos Aires el 28 de agosto de 1986. 50 En relacién con los procesos de “moder- nizacién” y el papel de los capitalistas en los otros casos europeos, Gerschenkron'é demostré que la produccién de acero y ferrocarriles de los capitalismos “tardios”, como Francia, Prusia y Rusia, 1) requirié de una concentracién de capital muy superior a la de la produccidn de textiles que caracteri- z6 al capitalismo “temprano” de Inglaterra; y 2) enfrenté un costo de ingreso al mercado internacional muy superior al que caracteri- 26 la expansi6n inglesa, dado que esta ulti- ma ocurrié sin tener que competir con otras naciones productoras de bienes industriales. La incapacidad de “suficiente” acumulacién por parte de los capitalistas en las socieda- des industriales “tardias” determind, segin Gerschenkron, tanto la ausencia del lideraz- go social de la clase capitalista, como el sur- gimiento de estados que “forzaron” estrate- gias de “modernizacién” (equivalente a “industrializacién” en esta etapa histérica) imponiendo en forma autoritaria los costos de la acumulacién requerida. En otras pala- bras, estados que actuaron apropidndose autoritariamente de los recursos de distintos sectores y Clases sociales para transferirlos a la burguesia industrial. Causa fascinacién encontrar un patrén de recurrente “provincialismo” en los estudios sobre el comportamiento histérico de cada burguesfa europea. Los historiadores en cada pafs terminan “descubriendo” que “su” burguesia no fue “como las otras”, que a “su” burguesfa algo le falta... Y, sin embar- go, cuando comparamos todos los estudios, encontramos que el patrén de comporta- miento de la “heroica” burguesia que lidera procesos de modernizacién (esto es, desa- 16. Cf, Gerschenkron, Alexander, Economic Back- wardness in Historical Perspective, Harvard Uni- versity Press, Cambridge, Mass., 1962. 17. Blackbourn, David y Geoff Eley, The Peculiarities of German History: Bourgeois Society and Politics in Nineteenth-Century Germany, Oxford Univ. Press, Oxford, 1985, pp. 42-43 (mi traduccién). rrollo econémico en democracia) resulta la excepcién y no la regla. Veamos una iiltima ilustracién con respecto al comportamiento politico de los capitalistas europeos: existe un supuesto generalizado entre los historia- dores alemanes en el sentido de que, “(...) la burguesfa alemana era una burguesia débil y subdesarrollada, que fallé durante el siglo XIX en constituirse como un sujeto de clase autoconsciente, que actuase politica- mente en funcién de sus propios intereses colectivos. En confrontacién directa con la dominacién establecida de la aristocracia terrateniente, la burguesia (...) fallé en lograr teformas basicas del estado y permitio su propia asimilacién al sistema de valores aristocratico» y «autoritario» existente."17 Si tomamos en cuenta que la culmina- cin politica del siglo XIX la constituyé la “Gran Guerra” de 1914 a 1918 y que, en el caso de Alemania, es imposible separar esta derrota del proceso que se desaté a partir de ella (instauracién del orden republicano/cri- sis de la Repiblica de Weimar/surgimiento y gobierno nazis/segunda guerra/nueva derrota/partici6n alemana/democracia impuesta militarmente), no parece arriesga- do suponer que el cardcter “débil” y “subde- sarrollado” descubierto por los historiadores alemanes con respecto a su burguesia, deter- miné también la dindmica politica de esa sociedad hasta que, no hace mucho, fuerzas externas a la misma forzaron una reorgani- zaci6n total del pais. Una mirada histérica no nos muestra rea- lidades demasiado diferentes en cualquier otro pais europeo en lo referido al comporta- miento politico empresarial y su relacién con el estado. Sin embargo, a esta altura se podria argumentar que esto es historia pasa- da: hace tiempo que los capitalistas europeos profesan una vocacién democrdtica mientras que, simulténeamente, lideran procesos de significativo crecimiento. Si los capitalis- mos curopeos hoy pueden mostrar un alto desarrollo con estabilidad politica en demo- cracia, y si el papel politico de los capitalis- El andlisis de la burguesia como actor politico 51 tas y su imagen social ha variado, no son éstos fenémenos que puedan considerarse resultado de su cultura. En primer lugar, son fendmenos relativamente nuevos dado que se habrian manifestado en las tres tltimas décadas. Y, en segundo lugar, sus causas estén estrechamente ligadas al resultado de la segunda guerra mundial, la consecuente expansion de la influencia econémica y politica de los Estados Unidos en el conti- nente, la redefinicién de los mercados e ins- tituciones internacionales que ocurre en este periodo (Comunidad Econdémica Europea, FMI, Banco Mundial, GATT, etc.), y el sur- gimiento de mecanismos neocorporativos de organizacién y participacién de intereses en varios estados europeos. En definitiva, la realidad hist6rica euro- pea poco ha tenido que ver con capitalistas imbuidos de una “conciencia” de clase y valores sociales que determinaron su lide- Tazgo econémico-politico hacia la “moder- nizacién” de sus sociedades. Como vemos, la presencia de argumen- tos donde se identifica a factores culturales como causa de “ineficiencias” empresariales no es originalidad argentina ni latinoameri- cana. De hecho, parte de la actual discusién que en los Estados Unidos se refiere a las razones de la incapacidad de sus industrias para competir con productos japoneses, pone el acento en la ausencia de una “cultu- ra del trabajo y produccién” como la que caracterizaria a los empresarios y obreros japoneses. La paradoja es que esta cultura, supuestamente superadora en su naturaleza “modemizante” no sdlo de la norteamerica- na sino, por cardcter transitivo, también de Ja europea y la latinoamericana, est4 indiso- lublemente ligada a un orden socioeconémi- co con: a) una legislacién laboral que por sus contenidos autoritarios resultarfa en gran parte inconstitucional ya sea en los Estados Unidos, las democracias europeas o gran parte de América latina, y b) una estructura de subsidios (via aranceles y cuotas de importacién, tasas de interés negativas, reembolsos a las exportaciones y otorga- miento de derechos monopélicos) no sélo muy distante de un libre juego de las fuerzas del mercado, sino donde el estado nunca (ni antes, durante, o después de la segunda gue- tra) dej6 de jugar un papel rector en la dis- tribucién de los recursos sociales y la fija- cién de prioridades sobre estrategias de. inversién (tanto publica como privada). Es por ello que no se equivocan aquellos capi- talistas estadounidenses que, en funcién de sus intereses, apuntan no tanto a cambiar “mentalidades” o valores culturales (ya sea empresariales u obreras) sino a dar una lucha politica con dos objetivos: 1) redefinir las bases de la legislacién laboral en su sociedad y, 2) neutralizar los efectos de los subsidios de la economia japonesa (ya sea forzando la “desactivacién” de las medidas que afectan a los bienes de produccién esta- dounidense 0 logrando subsidios a la pro- duceién —via aranceles o limitaciones a la importacién— y/o exportacién con niveles similares a los japoneses). Las caracteristicas y propiedades de los capitalistas y su racionalidad son en gran medida similares en todas las sociedades. Quiz4 por ello es que Joseph Schumpeter, al referirse a la naturaleza del capitalista mas alld de particularidades culturales 0 espacio- temporales, afirma: “(...) un genio en su empresa, fuera de ella puede ser, y muy seguido lo es, absolutamen- te incapaz de asustar a un ganso (...). Sabien- do esto, quiere que lo dejen solo y dejar sola a Ia politica.” Por lo que “(...) sin la protec- cién de algdn grupo no-burgués, la burguesia es politicamente inutil e incapaz no sdlo de liderar su nacién, sino inclusive de encargar- se de sus intereses particulares de clase. Lo que equivale a decir que necesita un amo.”"® Lo que causa un diferente comporta- miento empresario no es la ausencia 0 pre- 18 Schumpeter, Joseph, Capitalism, Socialism and Democracy, p. 138, Harper & Row, New York, 1976 (mi traduccién), 52 sencia de categorias definitorias de la “ver- dadera naturaleza” del capitalista, sino las caracteristicas de las diversas opciones que enfrentan los capitalistas en cada sociedad. Puede ser racional para dos capitalistas en distintas sociedades 0 momentos actuar de manera distinta (por ejemplo, frente a las opciones de invertir 0 no, exportar 0 no) si los contextos politico-sociales definen dis- tintos costos, beneficios, riesgos y probabili- dad de éxito a cada una de estas opciones... Por ello, cuando observamos que uno invir- tié y el otro no, con respecto a este iiltimo no podemos concluir que es menos capita- lista ni serfa demasiado util preguntarnos sobre “lo que le falta”. Las diferencias culturales existen y, seguramente, se relacionan con el comporta- miento de los actores econdémicos y polfti- cos, inclusive de los capitalistas. Sin embar- go, las caracterfsticas culturales no se desarrollan previa e independientemente de factores estructural-econémicos y politico- institucionales. Lo econémico-estructural y politico-institucional no son contextos don- de “lo cultural” despliega su potencialidad, sino conjuntos de factores codeterminantes no s6lo del comportamiento de los sujetos, sino de las propias identidades colectivas e individuales y, por ende, también codeter- minantes de las caracteristicas culturales. Por lo antedicho es que concluimos que la explicacién de la importancia politica y comportamiento de los capitalistas no puede ser reducido a particularidades culturales. Es mis, los factores culturales no pueden haber determinado una conducta de los capitalistas latinoamericanos diferente a la de “verdade- tos” capitalistas de las sociedades capitalis- tas desarrolladas, dado que el comporta- miento efectivo (histérico) de ambos grupos ha sido en gran medida similar hasta no hace mucho. Mas todavia, en caso de que se observen correlaciones entre distintas con- ductas y distintas culturas, no existen razo- nes a priori para suponer que los distintos valores culturales actuaron como variables independientes y determinantes de las dis- tintas conductas. Y esto no sélo porque pue- den haber influido otras variables, sino tam- bién porque las distintas culturas pueden haber quedado situadas como variables dependientes de comportamientos cuyo ori- gen no estuvo en valor o norma alguna, y cuya repeticién y generalizacién dio lugar al surgimiento de valores 0 normas sobre com- Portamientos deseados/esperados. En sintesis, ni la racionalidad de los capitalistas es tan diferente entre distintas sociedades, ni la observacién de correlacio- nes entre la cultura A y el comportamiento a y entre la cultura B y el comportamiento b es raz6n suficiente para asignar a la cultura un papel determinante sobre la conducta. El papel determinante (esto es, como variable independiente) de los factores culturales no debe ser un presupuesto teérico-analitico sino una hipétesis empfrica a demostrar por caso, proceso y coyuntura. II. Los reduccionismos politico-institucionales (0, sobre Ja necesidad de incorporar lo estructural econémico al andlisis politico) En los capitalismos democraticos la estructura de gobierno y participacién politi- ca esta basada sobre la competencia electo- ral entre partidos politicos que pugnan por ocupar espacios en los poderes ejecutivo y parlamentario. Asi, los intereses representa- dos en el gobiemo son los de los ciudadanos individuales y los de las regiones (estados 0 provincias). El presupuesto liberal es que todo otro interés social podré participar en un pie de igualdad en la pugna por la distri- bucidn de recursos, sean éstos polftico-insti- tucionales, ideolégico-culturales 0 econémi- cos. Los intereses comunes resultardn en su reconocimiento por parte de aquellos que los comparten y en acciones tendientes a realizarlos: donde hay un interés comin sur- gird un grupo que se organizard para presio- El andlisis de la burguesia como actor politico 53 nar al sistema polftico para realizarlo 0 defenderlo.1® La teoria de los “grupos de interés” o “de presién” nos dice que dada la libertad de asociaci6n, de expresién y de acceso a los poderes piiblicos, la realizacién de diversos intereses depende de la capaci- dad que tengan distintos grupos sociales para definirlos, organizarlos y promoverlos. “En el Ambito de este modelo, el sistema politico viene conceptualizado como un con- junto de interacciones entre grupos organiza- dos de la sociedad que compiten para la dis- tribucién de recursos sociales. Las politicas ptiblicas son el resultado del conflicto, com- promiso, acuerdo, bargaining, entre grupos con intereses diferenciados, no antagénicos y por tanto negociables.”20 Es en este contexto que el sistema plura- lista de representacién de intereses puede ser definido como: “un sistema (.:.) en el que las unidades cons- litutivas estén organizadas en un niimero no especificado de (...) categorias miltiples, voluntarias, competitivas, no ordenadas jerar- quicamente y autodeterminadas, que no son autorizadas, reconocidas, subsidiadas, crea- das, ni de cualquier otra forma controladas por el estado en la seleccién de su conduc- cién o en la articulacién de sus intereses y que no ejercitan dentro de su categoria res- pectiva el monopolio de la actividad repre- sentativa.”24 El pluralismo tradicional no reconoce contradicciones estructurales en la determi- naci6n de intereses, privilegios en el acceso y determinacién de politicas publicas por parte de grupo o clase social algunos, ni tampoco mayores problemas en la transicién de la existencia de un interés colectivo a la organizacién y accionar conjunto por parte del grupo que lo comparte. Obispos, femi- nistas, obreros, ecologistas, capitalistas, campesinos u homosexuales son considera- dos en un mismo plano de oportunidades para presionar al estado en funcién de sus intereses.22 El pluralismo asume, de esta for- ma, a) que en el capitalismo democratico los Privilegios no existen; b) que si los empre- sarios tienen intereses comunes (jy los tie- nen!) y éstos son de relevancia social (jy lo son!), necesariamente surgirén asociaciones empresariales destinadas a jugar un impor- tante papel sociopolitico; y ¢) que, por lo tanto, podemos explicar la dinémica de organizacién y conducta polftica de los empresarios reduciendo nuestra atencién a variables politico-institucionales. Y, sin embargo, los tres supuestos son falsos. Por una parte, diversas teorias de accién colectiva®s han mostrado que actores maxi- mizadores de beneficios individuales, como los capitalistas, pueden encontrar que su aporte a la accién colectiva es minimo% y que es preferible gozar de los beneficios 19. Dentro de la profunda produccién de trabajos sobre Ja relaci6n entre gobierno y organizacién/compor- tamiento de “grupos de interés” 0 “‘de presién” se destacan como clésicos: Bentley, Arthur, The Pro- cess of Government, Principia Press, Evanston, Illi- nois, 1949 y Truman, D. B., The Governmental Process, Alfred A. Knopf, New York, 1951. 20. Alberti, G., Golbert, L. y Acufia, C., “Intereses industriales y gobemabilidad democrética en la Argentina”, Organizacién Techint, Boletin Infor- mativo N® 235, p. 84, Buenos Aires, octubre- noviembre-diciembre 1984. 21. Schmiueer, Philippe, “Still the Century of Corpora- tism?” en Trends Toward Corporatist Intermedia- tion, Philippe Schmitter y Gerhard Lehmbruch (comp.), p. 15, Sage, Beverly Hills, California, 1979 (mi traduccisn). 22, Un importante trabajo dentro de esta corriente en el caso argentino es la obra de José Luis de Imaz Las que mandan, EUDEBA, Buenos Aires, 1964. El estudio se centra sobre grupos de “poder” y de “presin”, por lo que contempla a los politicos, nililares, jerarquia eclesifstica, industiales, wema- tenientes, sindicalistas, etcétera. 23. Comenzando por el trabajo de Mancur Olson, The Logic of Collective Action, Harvard University Press, Cambridge, Mass,, 1980, 24. Midiéndose el peso del aporte individual con res- pecto al niimero total n de Jos participantes en la accién colectiva en téminos de la relacién 1/n, esta afirmacién es vélida si n es de gran magnitud dado ‘que el peso del aporte es tan infimo como la exten- sign de n, Por oro lado, obviamente el aporte indi- vidual cobra més sentido en casos donde n es pequefio. 54 obtenidos por las acciones comunes sin sufrir los riesgos y costos del aporte indivi- dual. Dada esta estructura de costo/benefi- cio, 1a estrategia racional por parte de actor maximizador de beneficios es reconocer la necesidad y desear el éxito de las acciones colectivas, aunque sin aportar a ellas. La generalizacién de este cdlculp entre los potenciales miembros de la organizacién o participantes de las acciones colectivas, resulta en el fracaso de la estrategia comiin.5 Por ello, no es legitimo asumir ni rela- cién causal ni correlacién positiva entre la existencia de intereses grupales 0 necesida- des comunes y acciones colectivas en fun- 25. Como es sabido, esta contradiccién entre la racio- nalidad individual y las acciones colectivas “nece- sarias” en funcién de intereses comunes, es des- cripta en la teorfa de los juegos por la estructura del “dilema del prisionero” que muestra cémo el com- portamiento de actores racionales puede desembo- car en situaciones subdptimas de distribucién de recursos entre los mismos. El dilema muestra por qué la resolucién del problema del “colado” es cen- tral para la posibilidad de accién colectiva. Aqui “colado” se usa como equivalente de la expresién en inglés “free-rider” (traducida muchas equivocadamente, como “francotirador” independiente” o hasta “jinete de la libertad’), que se refiere al comportamiento de aquel que es un maximizador individualista porque intenta aprove- char las ventajas del esfuerzo colectivo evitando los costos individuales de su aporte a éste. 26. Tensiones capital doméstico/muliinacional, capital monopélico/atomizado, gran/pequefio-mediano empresariado, produccién intensiva en trabajo 0 capital, presencia de la logica del capital financiero en el capital productivo, etcétera. 21. Lo que puede equivaler al estado resolviendo el “dilema del prisionero” que enfrenta la burguesia al tratar de organizar sus intereses comunes, algo que a su vez. implica para la burguesfa un beneficio y un riesgo: es un beneficio (y un privilegio) que el estado invierta recursos politico-econémicos para resolver los problemas de organizacién de un actor de la sociedad civil; es un riesgo porque puede colocar a la capacidad de obtener recursos por par- te de este actor, y por tanto a su capacidad de accién estratégica auténoma, en una relacion de dependencia frente al estado, sus inteteses y priori- dades. cién de ellos. Sélo podemos asumir que la existencia de intereses comunes es condi- cién necesaria pero no suficiente para la organizacién y accién colectiva de los capi- talistas. La organizaci6n y accionar conjunto de los capitalistas depende no sélo de intere- ses comunes, sino también de variables como Otros intereses que cruzan el desafio de la organizacién y comportamiento de estos actores?6 o el nimero de los potencia- les coparticipantes, dado que a mener numero mayor es el sentido del aporte indi- vidual y también mayor la posibilidad de constatar/sancionar a los que “traicionan” el esfuerzo colectivo. Por ello, la capacidad de organizacién y accién colectiva capita- lista variard significativamente en funcién de su capacidad de resolver el “dilema dei prisionero” en el que se encuentra como “grupo latente”, lo que a su vez depende de variables como el grado de concentracién oligopélica de cada sector 0 rama de activi- dad econémica, su relacién con el mercado internacional, presencia del capital multi- nacional, legislacién que incentiva la orga- nizacién del actor,?? etcétera. Por otra parte, en toda sociedad caracte- rizada por un patron capitalista de acumula- cidn, es la burguesia la clase que por su pro- piedad de los medios productivos y el consecuente control sobre las decisiones de inversi6n, determina la posibilidad de reali- zaci6n de los intereses econémicos de todo otro grupo social. La caracteristica central del capitalismo, a través de la institucién de la propiedad privada o la apropiacién priva- da del excedente productivo bajo la forma de ganancias, es que el grupo que cumple el papel de agente de acumulacién —los capi- talistas—, al controlar el excedente de lo producido puede decidir consumirlo, aho- rrarlo, expatriarlo o invertirlo. Por un lado, el nivel de actividad econémica depende de la proporcién del excedente que sea inverti- da (niveles de produccién y empleo, capaci- dad exportadora, precios, etc., son variables El anilisis de la burguesia como actor politico en gran medida determinadas por la tasa de inversi6n). Por el otro, las posibilidades dis- tributivas entre los sectores/grupos sociales no Capitalistas se ven definidas por los nive- les de actividad econédmica (no sélo el traba- jo y la remuneracién de trabajadores y pro- fesionales dependen de los niveles de produccién, ventas y ganancias, sino tam- bién la propia captacién de recursos por par- te del estado via impuestos). De esta forma, la realizacién de los intereses de cualquier grupo social no capitalista depende en iilti- ma instancia de la previa realizacién de los intereses del sector capitalista (0 sea, de la existencia de ganancias), asi como de la conducta que tenga la burguesia con respec- to al excedente social bajo su control (esto es, si una vez obtenidas las ganancias, los capitalistas invierten, ahorran, consumen 0 expatrian los recursos obtenidos). El control sobre la inversién constituye por ello a la burguesia en la tinica clase social estratégica y privilegiada: es estratégica porque si sus intereses no se realizan tampoco lo hacen los del resto de la sociedad; es privilegiada porque la realizacién de sus intereses debe ocurrir antes que la de cualquier otro grupo, clase 0 actor social para que se pueda cum- plir el ciclo ganancia-inversién/actividad econémica-distribucién (pago de sueldos y salarios/captacién impositiva). El capitalismo es, por lo tanto, estructu- ralmente clasista y no igualitario, inequidad que al ser propia del modo de acumulacién se encuentra més alld de la vigencia de regi- menes de gobierno democraticos o autorita- tios. El privilegio que goza la burguesia como agente de acumulacidn reviste, ade- més, contenido politico dada la capacidad que los capitalistas tienen de “vetar” progra- Mas 0 estrategias gubernamentales que per- ciban como amenazantes 0 atentatorios a sus intereses. La desinversién como respuesta a medidas gubernamentales percibidas de esta manera redundard en disminucién de la acti- vidad econémica, crisis distributiva, incre- mentos de tensién social y, eventualmente, 55 €n crisis politicas que usualmente llevan a que los gobiernos “corrijan” los errores pasados e implementen medidas que esta vez si responden a los intereses de la bur- guesfa. Con suerte, la respuesta de la bur- guesfa hacia este gesto de buena voluntad gubernamental no se hard esperar demasia- do y habr4 aumento de la inversién con el consecuente mejoramiento de la critica situacién econémica, social y politica. Asumir que si los intereses comunes de los empresarios son importantes resultardn necesariamente en importantes organizacio- nes empresariales, 0 no incorporar las carac- teristicas estructurales del capitalismo por las que los intereses de la burguesfa quedan colocados en un lugar estratégico y privile- giado con respecto al resto de los intereses sociopoliticos, torna falaz. cualquier explica- cién: reducir el andlisis de 1a organizacién y comportamiento politico del empresariado a las variables o caracterfsticas polftico-insti- tucionales propias de la democracia liberal no es s6lo una opcién ideoldgica sino mala metodologia. TY. Los reduccionismos estructural-econdmicos (0, sobre la necesidad de incorporar Jo politico-institucional y lo ideolégico al andlisis) El reduccionismo neoclasico La teorfa neocldsica nos presenta un mercado preexistente a las relaciones socio- politicas, mercado cuya eficiencia se vio menguada por reglamentaciones, disposicio- nes y controles estatales invasivos y exdge- nos a su naturaleza optimizadora de recur- sos.?8 La légica del mercado tiene una 28. Los limites de lo neoclésico son menos claros de lo que permite una sintesis como la presente. Por ejemplo, Adam Przeworski afirma que utiliza “individualism metodoligico”, “marco de la elec-

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