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La cortesia La cortesia es la primera virtud, y quizds el origen de todas. También es la mas pobre, la mas superficial, la mas discutible ¢Tal vez no sea una virtud? En todo caso, virtud reducida. La cortesia se burla de la moral, y la moral de la cortesia. Un nazi cortés no modifica en nada el horror del nazismo, y ese nada es caracteristico de la cortesia. Virtud de pura forma, virtud de etiqueta, virtud de ostentacién. Apariencia de virtud y s6lo apa- riencia. Si bien la cortesia es un valor innegable, es ambiguo, insufi- ciente en si mismo (puede disfrazar lo mejor y lo peor) y por ello, turbio. ¢La insistencia en la forma oculta algo? Es un artifi- cio, un adorno, y éstos son siempre equivocos. En alguna parte Diderot evoca la nsultante cortesia” de los poderosos, y habria que recordar también los modales obsequiosos y serviles de los infimos. Seria mejor el desprecio sin elocuencia y la obediencia sin modales. Hay peor. Un cabrén no es menos indigno por ser cortés, y quiza lo sea mas. Resulta incierto que su ignominia se deba a la hipocresia, pues la cortesia no pretende ser moral. El cabrén cortés podria incluso ser cinico, y malvado, sin faltar a la corte- sia. Quizd lo mas chocante sea el contraste. Mas no el contraste entre la apariencia de virtud y su ausencia (eso seria hipocresia), ya que nuestro cabr6n es cortés por antonomasia (por lo demas quien lo parece lo es en grado suficiente). Contraste, mas bien, entre semblanza (en la cortesia, la semblanza es la realidad: el 17 PEQUENO TRATADO DE LAS GRANDES VIRTUDES ser de la cortesia se acaba en la apariencia) y ausencia de toda virtud, entre apariencia de virtud y presencia de vicios, de mal- dad genuina. Al considerar el contraste por si solo, semeja mas estético que moral y produce mas sorpresa que rechazo, mas asombro que reprobaci6n. Se suma lo siguiente, de orden ético: la cortesia torna peor y mas abominable al malvado: revela en el cabrén una educacién sin la cual su maldad seria, de alguna manera, comprensible. El cabrén cortés es lo opuesto de un animal (y no es que pensemos mal de los animales); es lo opues- to de un salvaje, sin insultar a los salvajes. Antitesis del bruto espeso, grosero, inculto, sin duda temible, pero cuya obstinada y feroz violencia es excusable por la incultura. El cabrén cortés no es un animal, no es un salvaje ni un bruto: es civilizado, educado, bien criado, e imperdonable en consecuencia. ¢Quién puede saber si el patan agresivo es malvado o sdlo mal educado? Sin embargo, en el caso del torturador refinado no caben dudas: la sangre destaca mejor en los guantes blancos y el horror es mas evidente si es una politica. Dicen que los nazis, al menos algunos, sobresalfan en ese papel. Y todos saben que parte de la ignomi- nia alemana se jugé alli, en esa amalgama de brutalidad y civiliza- cién, de violencia y civilidad, en esa crueldad a veces refinada, a veces bestial, pero siempre sanguinaria, y acaso mas culpable por su finura, mas inhumana por su forma humana, mas barbara por ser civilizada. En un ser grosero podemos culpar lo animal, la ignorancia, la incultura, atribuir la falta a un trauma infantil o al fracaso de la sociedad. No asi en el refinado. Su urbanidad es una circunstancia agravante que acusa al hombre, al pueblo y a la sociedad en sus éxitos —no en sus falencias, que podrian ser disculpas—. Bien educado, se dice, y es decirlo todo. El nazismo, en cuanto victoria de la sociedad alemana (Jankélevitch agregaria: y de la cultura alemana, pero eso sélo podian permitirselo él o sus contemporaneos), condena a Alemania, me refiero a esa Alema- nia que escuchaba a Beethoven en los lager mientras asesinaba nifios... Me extravio, mas por vigilancia que por descuido. Con la cortesia, lo mas importante es no dejarse engafiar. La cortesia no es una virtud, y no podria hacer las veces de ninguna. 18 LA CORTESIA ePor qué decir entonces que es la primera y tal vez el origen de todas? Es menos contradictorio de lo que parece. El origen de las virtudes no podria ser una de ellas (pues supondria un origen anterior, lo que no puede ser); y quien sabe si no es propio de la esencia de las virtudes esa falta de excelencia de la primera. ¢Por qué primera? Hablo segin el orden del tiempo y me dirijo al individuo. El recién nacido no tiene moral ni puede tenerla. Tampoco el lactante ni, por bastante tiempo, el nino pequeiio. Lo que éste descubre, sin embargo, y muy pronto, es la prohibicion. “;No hagas eso: es sucio, esta mal, es feo, es malo..!” O bien: “es peligroso”; luego diferenciara lo que esta mal (la infraccién) y lo que hace mal* (el peligro). La infraccién es el mal propio del humano, el mal que no duele (al menos a quien lo propina), el mal sin peligro inmediato o intrinseco. ¢Entonces, a qué prohibirla? Porque asi debe ser, porque es sucia, fea, mala... En el nifio, el hecho es anterior al derecho, o mas bien, el de- recho sélo es un hecho entre otros. Existe lo permitido y lo prohibido, lo debido y lo indebido. :El bien? ¢El mal? Basta la norma, principio y soporte del juicio. ¢Significa eso que la nor- ma no tiene otro fundamento que la convenci6n, otro justificati- vo que el uso y respeto de los usos: regla de hecho, regla de pura forma, regla de cortesia...2? No decir malas palabras, no interrum- pir a las personas, no empujar, no robar, no mentir... Todas estas prohibiciones se presentan al nifio de manera andloga: “no esta bien”. La cortesia es entonces anterior a la moral, 0, mas bien, al principio la moral sdlo es cortesia, sometimiento a la costumbre (aqui los sociélogos tienen razén contra Kant, por lo menos en el inicio, y Kant no lo negaria), a la regla instituida, al juego normado de las apariencias: sumisi6n al mundo y a los modales del mundo. No se puede, dice Kant, deducir lo que se debe hacer a partir de lo que se hace. Sin embargo el nifo esta obligado a ello, y es su tinica manera de llegar a ser humano. “El hombre sdlo puede hacerse hombre mediante la educacién”, reconoce Kant, “y es * “Ce qui fait mal”, literalmente, “lo que duele”. (N. del T.) 19 PEQUENO TRATADO DE LAS GRANDES VIRTUDES, s6lo lo que la educacién hace de él”,! y la disciplina, en primer lugar, “transforma la animalidad en humanidad”.? Es imposible decirlo mejor. El uso es previo al valor, la obediencia anterior al respeto, la imitacién preexistente al deber. Asi, la cortesia (“eso no se hace”) precede a Ja moral (“eso no debe hacerse”), que s6lo se instaura poco a poco, cual una delicadeza interiorizada, libe- rada de apariencias e intereses, concentrada en lo intencional (que no tiene relacién con la cortesia). Sin embargo, si la corte- sia no preexistiera, la moral dificilmente podria emerger. Los buenos modales preceden a las buenas acciones, y Ievan a ellas. La moral es cortesia del alma, savoir-vivre de si-mismo a si-mismo (incluso cuando se trata sobre todo del otro), protocolo de vida interior, cédigo de deberes, liturgia de lo esencial. “Moneda de papel”, dice Kant, pero mas valiosa que nada; seria tan desatina- do suprimirla cuanto tomarla por oro genuino;? “moneda de vell6n” dice también, amable periferia de la virtud.* ¢¥Y qué nifo llegaria a ser virtuoso sin esa apariencia, sin esa amabilidad? La moral empieza entonces por lo mas bajo (la cortesia); en alguna parte debe empezar. Ninguna virtud es natural: hay que volve; virtuoso. gDe qué manera? “Aprendemos a hacer las cosas haciéndolas”,® explicaba Aristdteles. Sin embargo, es dificil ha- cerlas sin haberlas aprendido primero, lo que produce un circu- lo vicioso, cuya tinica salida -a no ser por la cortesia~ seria el a priori. Pero el a priori no esta a nuestro alcance; la cortesia, si. “La practica de acciones justas nos torna justos”, proseguia Aristéte- les, “la practica de acciones moderadas nos vuelve moderados, la practica de acciones valientes nos transforma en valientes”.® ¢C6mo actuar con justicia si no se es justo? ¢Con moderaci6n, sin ser moderado? ¢Con valentia, sin ser valiente? Por habito, parece responder Aristételes, y la respuesta es insuficiente: el habito supone la existencia previa de aquello a que estamos habituados y, asi, no puede ser explicativo. Kant nos ilumina més, cuando describe esos primeros simulacros de virtud por la disciplina, es decir por un apremio externo: lo que el niiio, a falta de instinto, no puede hacer por si mismo “debe ser hecho por otros en su lugar” y asi “una generacién educa a la otra’.’ Sin duda. :Mas qué es la disciplina, en una familia, sino el respeto de los usos y 20 LA CORTESIA de los buenos modales? Disciplina normativa mas que apremian- te, menos dirigida al orden que a una cierta sociabilidad amable; disciplina de finura, no de vigilancia. Gracias a ella, imitando los exteriores de la virtud, tenemos la posibilidad de volvernos vir- tuosos. “Si bien la cortesia”, observaba La Bruyére, “no inspira siempre bondad, equidad, complacencia o gratitud, al menos las figura y hace que el hombre parezca por fuera como deberia ser por dentro”. Por eso es insuficiente en el adulto, e inevitable en el nifio. Es s6lo un comienzo. Decir “por favor” 0 “disculpa” es semblanza de respeto; decir “gracias”, apariencia de gratitud. Respeto y gratitud empiezan asi. Tal como la naturaleza imita al arte, la moral imita a la cortesia, que a su vez la imita. “Hablar de deber a los nifios es perder el tiempo”, reconocia Kant, y sin duda tenia razon. ¢Pero quién, por ello, renunciaria a ensefiarles cortesia? Y sin ella, gqué sabriamos de nuestros deberes? Nos convertimos en seres morales ~y es necesario que asi sea para que la moral, e incluso la inmoralidad, sean simplemente posi- bles— por educacién, no por virtud; por la forma, no por el bien; por cortesia, no por moral; por respeto de las costumbres, no de los valores. La moral es primero un artificio y después un artefac- to. Uno se torna virtuoso parodiando la virtud de otros: “Por el hecho de que los hombres acttian esos roles”, escribe Kant, “las virtudes —cuyas apariencias concertadas imitan por un tiempo- poco a poco despiertan, y se integran en sus habitos”.!° La corte- sia es anterior a la moral, y la permite. “Fingimiento”, dice Kant; pero moralizador.'! Se debe primero adoptar “las formas del bien”, sin duda no para contentarse, sino para acceder a la virtud que figuran, que s6lo adviene mediante la imitacién.'? “La apa- riencia del bien en los demas”, escribe también Kant, “no deja de tener valor para nosotros: de ese juego de simulaciones, que suscita el respeto acaso sin merecerlo, lo serio puede nacer”,!3 y sin ello la moral no podria transmitirse ni constituirse. “Las incli- naciones morales vienen de actos que se le parecen”, decia Aris- t6teles.!* La cortesia es esa semblanza de virtud de donde provienen las virtudes. La cortesia, por tanto, salva a la moral del circulo vicioso (sin la cortesia habria que ser virtuoso para poder Hegar a serlo) al 21 PEQUENO TRATADO DE LAS GRANDES VIRTUDES. crear las condiciones necesarias para su aparicién e incluso, en parte, para su desarrollo. Las diferencias entre una persona per- fectamente delicada y otra sdlo benigna, respetuosa, modesta... suelen ser infimas: uno termina por parecerse a lo que imita, y, sin querer, la cortesia lleva o puede llevar a la moral. Los padres lo saben, y es lo que llaman educar a los nifos. Entiendo que la cortesia no lo es todo, ni siquiera lo esencial. Con todo, ser bien educado, en el hablar corriente, es ante todo ser cortés, y eso dice mucho. Si sdlo estuviera en juego la urbanidad, ninguno de nosotros, salvo por mania o cursileria, reniria a los nifios mil veces (;qué digo, mil! muchas més...) para que digan “por favor”, “gracias”, “disculpa”. El respeto se aprende alli, en esa domestica- cién. Esta palabra puede molestar, lo sé, pero la verdad es inevi- table. No basta el amor para educar a los nifios; ni siquiera basta para hacerlos gentiles y amables. La cortesia tampoco alcanza, y por ello ambas cosas son necesarias. La educaci6n familiar se juega entonces, me parece, entre la mas pequenia de las virtudes —que atin no es moral- y la mas grande, que ya no lo es. Resta el aprendizaje del idioma. Pero si la cortesia es el arte de los signos -como queria Alain- aprender a hablar toma el relevo.!5 Es un uso continuo, y respeto del uso, que sdlo es bueno cuando es respetado. “El buen uso” podria ser el titulo de un manual de saber vivir, y es también el de una gramatica (la de Grevisse) muy famosa y bella. Hacer lo que se hace, decir lo que se dice... Es revelador que en los dos casos se hable de correccién, cortesia minima, y como obligada. La virtud y el estilo vendran después. La cortesia, entonces, no es una virtud, sino el simulacro que la imita (en los adultos) 0 que la prepara (en los nifios). Con los afios cambia su alcance, si no su naturaleza. Esencial durante la infancia, no lo es en la edad adulta. Un adulto malvado es peor que un nifio mal educado. Y ya no somos nifios. Sabemos amar, juzgar, querer... Asi, somos capaces de virtud, capaces de amor, a lo que la cortesfa no puede reemplazar. Un patan generoso sera siempre més valioso que un egoista bien educado; un buen hom- bre incivil, mas que una basura refinada. La cortesia sdlo es una gimnasia de la expresién, decia Alain,’ es decir que pertenece al cuerpo, y sin duda en ella importan el corazén y el alma. Incluso 22 LA CORTESIA hay personas a quienes incomoda la cortesia, por su alarmante perfeccién. “Demasiado delicado para ser honesto”, se dice en- tonces, ya que la honestidad impone a veces chocar, disgustar, empujar. Aun honrados, muchos seguiran toda la vida prisione- ros de los buenos modales, y s6lo se mostraran a los demas a través del cristal -nunca transparente- de la cortesia, como si hubieran confundido de una vez por todas la verdad y la civili- dad. En el estilo BCBG,* como se dice ahora, hay mucho de eso. La cortesia, si se la toma demasiado en serio, es el reverso de la autenticidad. Aquellos que son “bon chic bon genre” semejan niiios demasiado obedientes, aprisionados en las normas, engafiados por los usos y los artificios convencionales. Les falté la adolescen- cia -por la que nos hacemos hombres y mujeres-, la adolescen- cia que relega la cortesia a lo irrisorio, la adolescencia que no necesita lo convencional, que s6lo ama el amor, la verdad y la virtud, la bella, la incivilizada adolescencia... Una vez adultos, serén més indulgentes, y mas sabios. Sin embargo, puestos a elegir entre distintos tipos de inmadurez, es moralmente mejor la prolongada adolescencia que un nifio demasiado obediente para poder crecer: mejor honesto y descortés, que cortés y des- honesto.. La vida no es sdlo un arte de vivir. Cortesia no equivale a moral, pero es importante porque prepara grandes cosas. Es un ritual sin Dios, un ceremonial sin culto, una etiqueta sin monar- ca. Forma vacia, s6lo valiosa por su vacuidad. Una cortesia hen- chida de si misma, una cortes que cree en si misma, es cortesia engafiada por sus modales y que viola las reglas que prescribe. La cortesia es insuficiente, y es descortés ser suficiente. ia que se toma en serio, una cortesia La cortesia no es una virtud; es una cualidad puramente for- mal. Considerada en si misma, es secundaria, irrisoria, casi insig- nificante: es casi nada al lado de la virtud, o de la inteligencia. Y * “Bon Chic Bon Genre”, “bien educado, bien nacido”, diriamos tal vez. (N. del T.) PEQUENO TRATADO DE LAS GRANDES VIRTUDES la cortesia, en su exquisita reserva, debe saber expresarlo. Es obvio, sin embargo, que los seres virtuosos e inteligentes no es- tan dispensados de ella. Ni siquiera el amor podria prescindir de las formas. Es lo que los nifios deben aprender de sus padres, de esos padres que los aman tanto -incluso demasiado, incluso mal- y que no dejan de regafiarlos, no sobre el fondo (¢quién osaria decir a su hijo/a “no me quieres bastante”?), sino sobre la forma. Los filésofos discutiran para indagar si la forma primera es, en verdad, el todo, y si lo que distingue la moral de la cortesia es algo mas que una ilusién. Es posible que todo sea uso y respeto de los usos, que todo sea cortesia. Sin embargo, no lo creo. El amor persiste, y la dulzura, y la compasion. La cortesia no es todo y es casi nada. Pero el hombre, también, es casi un animal. 24

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