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MODERNIDAD Y MODELOS DE ASISTENCIA EN SALUD MENTAL EN ARGENTINA* DR. EMILIANO GALENDE El término Salud Mental se ha convertido hoy en una contrasefia, ritual de reconocimiento que requicre no indagar sobre sus sentidos a riesgo de romper los encantos que la creencia de su dominio promucve. En esencia todo su valor esti dado por situar en el plano social una dificultad: pensar los avatares de la felicidad humana en términos de salud-enfermedad. Hemos de intentar analizar bajo qué fundamentos ha podido fa medicina mental recortar un sector de fa pro- blematicidad social para definirlo como cnfermedad mental, y por lo mismo autolegitimarse en ese plano. En cuanto a la nocién de “Modelo Asistencial” trataremos de mostrar que sc tata de una complejidad de elementos en juego que sdlo por superficialidad y error ha sido considerado exclusivamente como la resultante de 1a existencia social (0 para algunos natural) de las enfermedades mentales y los conocimicn- tos especiales y recursos técnicos que la sociedad dispone para resolverlos. Resulta obvio que nociones como necesidad de atencién, demanda, morbilidad, poblacién cn riesgo, etc., no pueden ser utilizados al modo que sc implementan habitualmente en medicina. Recordemos entonces cémo se constituyé este campo social de la S.M. El campo de la Salud Mental Es conocido que la psiquiatria se constituye como especialidd médica como efecto de un conjunto de medidas politicas tomadas en el curso de la Revolucién Francesa. Esto produce un reordenamiento de lo que genéricamente denomina- mos el campo de la locura en la modemidad, codificdndolo desde entonces como enfermedad. Este acto fue decisivo para la fundacién de fo que hoy flamamos Salud Mental. Las estructuras generatrices de la enfermedad mental funcionan en todas las culturas y sociedades, y en distintos periods histéricos, en el mismo campo semantico en que s¢ constituye el discurso social. Pueden asf diferenciar- * Mimeo 438 IIJORNADAS DE A.P.S. - CONAMER - A.R.H.N.R.G. se dos drdenes de historicidad: 1a produccién de trastomos o dafios psiquicos en relaci6n a las modalidades de la vida social, y las formas hist6ricas en que cada sociedad se representa estos trastornos y las instituciones, disciplinas y especia- dedicados a su atenci6n. La psiquiatria no es mas que Ia forma hist6rica cn que cl racionalismo iluminista sc representa a la locura como enfermedad, y desde la perspectiva del proyecto cicntifico de la modernidad, significd un pro- greso al disputar este territorio a las representaciones miticas 0 religiosas. Esta asignacién a la medicina de los trastornos mentales puso cn cvidencia la insuficiencia de ésta en dar respuestas validas cn este campo, mostrindose cn cl Progresivo distanciamiento que se instauré con el desarrollo notable que la medi- cina cxperimentara en cl diltimo siglo. Mientras las priicticas médicas incorpora- ban con éxito los desarrollos de las ciencias fisicas, quimicas y bioldgicas, la psi- quiatrfa permanccié cnclaustrada cn su funcidn asilar de encicrro y custodia de os enfermos, lo que Ilev6 cn los iiltimos cincuenta aflos a una crisis progresiva de sus conceptos y sus modelos de asistencia. Si bien fa medicina no es una cien- cia sino una prictica social cspecitica, utiliza con cficacia los conocimicntos que incorpora de la fisica, la biologia y la quimica. El médico actual, en cl modelo médico dominante entre nosotros, realiza su prictica sobre un cuerpo bioldgico con recursos cientificos que le proveen fundamentalmente la fisica y la quimica. El estar incluida la psiquiatria en este modelo médico dominante genera numero- sas dificultades, ya que como toda disciplina la psiquiatria crea los conceptos con los que dar cuenta de su objeto, el trastorno mental, pero no puede explicar con conceptos de la fisica, la biologia o la quimica, los modos complejos con los que un indivittuo sc instala cn la vida con suftimicntos, desdicha y conflicto. Y son estas las cuestiones sobre las que cl psiquiatra es Hamado a intervenir. Tanto Ia psiquiatria como cl psiquiatra encuentran en esto la dificultad que los va lle- vando cn los ultimos cincuenta afios a la utilizacién progresiva de conceptos que no son los del modelo médico dominante sino los utilizados por las Ilamadas ciencias sociales: lingiifstica, antropologia, sociologia, tcorfa politica, psicoandli- sis, etc, La obscsin anatomoclinica de los viejos psiquiatras que buscaban la esencia de la anormalidad cn cl desorden de los érganos, ha debido dejar cl lugar a un pensamiento que centra la cuestién en el desorden de los signos. Desde Jaspers en adelante la referencia biolégica debe luchar con la referencia semanti- ca. La cxistencia objetiva de padecimientos 0 daito psiquico, dijimos antes, legi- tim6 como necesidad social la constitucién de una medicina mental. Pero este plano de necesidad, que como problema social pudo histéricamente hacer de fundamento a la constitucién de las practicas psiquidtricas, no es objetivable como tal cn la sociedad actual, ya que la existencia de una disciplina que codifi- ca cl trastorno como enfermedad transforma la necesidad en demanda especifica de asistencia mental, Procisamente es este nivel de la demanda social de asisten- cia lo que entra en juego cuando hay que definir los vinculos entre una disciplina nueva y la necesidad social. Surgida en el plano social, la medicina mental, no s6lo 1a persona que padece sino 1a sociedad misma, la familia, las institucioncs, ILJORNADAS DE A-PS. - CONAMER - AR.H.N.R.G. 439 interpelan/demandan al cspccialista las respuestas que permitan acallar el proble- ma. Es por esto que el andlisis de la demanda en psiquiatria no puede ser hecho solamente por una sociologia al estilo de “se necesitan tantas camas para cada tantos habitantes”, ya que la demanda de bicnestar psiquico estd ligada al goce, al deseo y sus cumplimientos, y s6lo se sostiene si hay otro, el psiquiatra, que cst4 dispuesto a satisfaceria o perpetuarla. La demanda social nos parece ser ley constitutiva de las practicas psiquidtricas, a la vez que la existenica de éstas sos- licne y reproduce esa demanda. Pensamos ademas que es en el interior de esta relacidn que se realizan los conocimientos tedricos, que en el campo de la psi- quiatria viencn sicmpre en un “a posteriori” a convalidar y legitimar las practi- cas, ya que no a fundarlas, por lo que los supuestos saberes sobre la enfermedad lienden a cerrar este circuito. El discurso tedrico de la psiquiatria queda asi preso de una relacién puramentc imaginaria. Aunque escapa a los limites de nuestro tema me parece importante sefialar que esta capacidad de una medicina mental prometedora de salud en la mente y bienestar en la vida social, capaz de generar y cnsanchar las demandas realizadas a sus practicantes, lleva cn sus entrafias, es decir tiene condiciones en su estructura, para una reproduccién ampliada del campo connotado hoy por el término de Salud Mental. Toda sociedad propone una simbélica sobre la sexualidad (el goce de cuerpo, 1a apropiacién de placer, el disfrute de si mismo y del otra) y la muerte (el dolor, el limite, lo perdido), en relaci6n a la cual cada sujeto vivencia su realizacion o su desdicha, es decir, sus posibilidades de sufrimicnto mental. El malestar en la cultura y en la sociedad politica estuvo ligado desde los comicnzos al encargo hecho a la medicina mental para el control de la locura. No se trata de que lo que denominamos enfermedad mental sea reductible totalmente a este malestar, se trata de que es inseparable del mismo. Los trastornos mentales son cn lo escn- cial un condensado de interrogantes que hacen a diferentes dimensiones de la vida. Sufrimiento psiquico, fracaso social, inadecuaciones de conducta, conflic- tos en la vida de pareja o familiar, desamparo, rupturas con la realidad consen- sual, delirios, son los modos visibles de este malestar que interroga a Ja psiquia- tria y a los cuales ésta dio una sola respuesta reduciéndolos a una condicién per- sonal 0 hasta bioldgica. Lo que decide del valor y el sentido de todo modclo de asistencia mental cs si esté destinado a hacer para cl sujeto mas transparentes estas relacioncs en el dominio de su propia palabra, 0 si por el contrario se Ic quita la palabra para hacer hablar a un saber profesional puesto en funcién de ‘opacar esas relaciones bajo el engafio de dominarlas. Es sin duda sobre la insuficiencia de esta respuesta y de su funcién de oculta- miento de las dimensiones en juego, que comenzaron a abrirse otros modelos de atencién, regulados también desde otros pardmetros socio-politicos: 1a Comunidad Terapéutica, 1a Psiquiatria Comunitaria, la politica del Sector, ctc. Piensen ustedes en la gran cantidad de trastornos mentales que producidos en la cotidianeidad vivida, del acontecer socio-econémico y politico, son respondidos desde los niveles del aparato juridico, politico o cultural. Sélo cuando desfalle- cen esas respuestas, cuando no funcionan o son insuficientes, una gran cantidad 440 II JORNADAS DE A.PS. - CONAMER - A.R.H.N.R.G. de esos trastornos se psiquiatrizan. No decimos que todas las enfermedades men- tales encucntren allf su causa dltima, pero si que son éstos los niveles donde el campo de la Salud Mental va produciendo su expansién. Recorran las mas de trescicntas especies localizadas por la Clasificacion Internacional de los trastor- nos mentales y veran que pocos individuos podrdn decir que no estan o no estu- vicron en algin momento de su vida incluidos en ella. Vean tamién los extraiios apetitos que las clases medias urbanas han desarrollado por las psicoterapias y el desplicgue de un abanico de respuestas que tiende a abarcar todas las posibilida- des: terapias para pequcfios grupos, control mental, laboratorios, biocnergia, tcrapias sexuales, tratamicntos para parejas, familias, instituciones, etc. Es nece- sario agregar que esta gama de respuestas técnicas, en la medida que son res- puestas a problemas de las personas, van gencrando ideologias muy particulares sobre el hombre y la vida social, que legitiman que se haya identificado a la Salud Mental con un verdadero Aparato Ideolégico en el sentido que mostrara Althusser, La cuestién de la Salud Mental debe ser vista a mi entender como situada en un plano de tensiones entre una psiquiatria médica que esta agotando sus modclos tradicionales de asistencia y un polo de desarrollo que al codificar como trastornos mentales una cantidad creciente de aconteceres humanos, cons- tituye técnicas de tratamiento para ellos, dando lugar a una demanda crecicnte de servicios, El lenguaje de los nuevos especialistas de la Salud Mental incorpora Progresivamente el vocabulario de las ciencias sociales y especialmente de la politica. Creo que, sin abandonar la critica y la denuncia a una medicina mental, representada por el modelo asilar de asistencia, es necesario definir con precision los alcances de 10 connotado por Salud Mental, porque esto hace de modo cru- cial a la constitucién de los modelos de atencién. Un anélisis especial, que no hemos de hacer en este momento, es necesario respecto de la relacién del psicoandlisis con la Salud Mental. Sefialemos sola- mente que un izquierdismo intelectual, ligado al psicoandlisis, ha empujado con frecuencia a éste a ocupar el lugar que en el plano social ocupé fa psiquiatria. Se orienta asf a suplir la respuesta médica al malestar cultural y politico por una res- puesta psicoanalitica, igualmente reductora e ilusoria, dejando afuera lo esencial del problema que la propia comunidad y los considerados pacientes tomen un papel més decisivo frente a sus padecimientos y su derecho a ser socialmente ayudados. Aparte de los efectos distorsionantes que para el propio psicoandlisis trae aparejada esta posicién, visualizamos alli el encargo ideol6gico hecho al psi- coanilisis en el intento de convertirlo en una psiquiatria modema o progresista. Al no compartir las soluciones liquidacionistas que diluyen lo especifico de Ja problematica de la salud mental en lo socio-politico, ni compartir la inversion no dialéctica operada por la antipsiquiatria originada en Inglaterra, creo necesa- rio preguntarse sobre las condiciones de posibilidad de un modelo de atencién alternativo, que no oculte, reduzca o excluya las dimensiones en juego. Hago al respecto dos constataciones y una conclusién: 1°) la especificidad de problematicas teéricas y pricticas que se juegan en S.M. no son abordables en profundidad, (es decir en la totalidad de sus determinaciones) si no se parte de la IJORNADAS DE A.P.S. -CONAMER - A.R.H.N.R.G. 441 premisa de que las formas de poder y dominacién en una sociedad deciden las formas de vida y los vinculos sociales consiguicntes, y éstos a su vez condicio- nan la subjetividad en sus realizaciones y sufrimientos; 2°) en nuestro pais las propuestas de transformacién y medemizacién surgidas de desarrollos tedricos y sus implementaciones santiarias parciales (el Plan de S.M. del I.N.S.M. de 1966, los lineamientos de Ia intervencién Carrillo en 1974, y los actuales hasta cl momento) han servido para ocultar las determinaciones reales del estado de la S.M., y por lo mismo, han sido fallidas en sus propositos de transformacién. Concluyo entonces: ya que cl aparato de la $.M., con todos sus dispositivos asis- tenciales ¢ idcologias terapéuticas, se modifica y se transforma en relacion a las luchas sociales globales y a los juegos de poder, la cuestién politica es la clave PREVIA a toda propuesta alternativa. 3. Los modelos de asistencia Habitualmente se designa con la nocin, de Salud Pablica tanto el estado de bienestar necesario de la poblacién como las estructuras y acciones que s¢ rcali- zan en el sector y la disciplina que las estudia como una situacién conjunta. La Salud Mental en nuestro pais forma parte de la Salud Pablica. En 1956 la crea- cién del Instituto Nacional de $.M., apoyada en los antecedentes de la Ley Inglesa de 1944 (que creara el Seguro de Salud y cl Servicio Nacional de Salud Mental bajo el gobierno laborista), otorgé una mayor aularquia a nuestro sector, aunque los distintos aconteceres politicos la fueron esterilizando en sus resulta- dos y anulando en su capacidad de elaborar Planes y Proyectos alternativos. Mas alld de los avatares formales y administrativos que sufrid esta relacién de la S.M. con la Salud Piblica, no se han considerado en profundidad en el pais sus ventajas ¢ inconvenientes, y en ese sentido ha Ilevado a permanentes redefinicio- nes. Es necesario consignar también que el relativo estancamiento que sufrid la psiquiatria en el pais, al lado del notable desarrollo que experimentaron las cien- cias sociales y especialmente cl psicoandlisis, hizo que no se gencraran en sus propios marcos proyectos alternativos, tal como ocurriera en otros paises. A diferencia de Francia con su politica de Sector, Inglaterra con las socioterapias 0 Italia con el movimiento de Psiquiatria Democrdtica, en Argentina las experien- cias de generar modelos de atencién alternativos a la estructura asilar fueron ais- lados, efimeros ¢ insuficientes. En ese sentido los procesos de cambio en S.M. en nuestro pais han surgido siempre por fuera de las estructuras de la psiquiatria oficial, y en general llevados adelante por psicoanalistas y psicélogos. Dependientes entonces de Salud Publica, los modelos de atencién cn S.M., estan sujetos a los sistemas de atencién médica, fundamentalmente en nuestro caso a la existencia de los subsectores estatal, privado y de Obras Sociales, lo que impone limites y complejiza una planificacién global. Definimos por Modelo de Atencién en Salud Mental la produccién teérica, técnica ¢ ideolégica de los profesionales de la S.M., estructurados en el plano sociopolitico y estruc- 442 I JORNADAS DE A.P.S. - CONAMER - A.R.H.N.R.G. turante del conjunto institucional implicado en su funcionamicnto. Es decir, no ‘Sc trata de respucstas técnicas a una problematica natural (enfermedades), sino recortada dc las formas de la vida social, sus avatares y perturbacioncs, donde la desdicha, el fracaso y cl conflicto humano, dan origen a una respuesta social especifica (técnicas) que a la vez es fundante de esas perturbaciones como enfer- medades mentalcs. Este cs el sentido mds profundo de 1a historicidad del con- cepto de enfermedad mental y de los modelos de atencién. Estos estan constitui- dos por el conjunto de las actividades y técnicas a emplear, en cl soporte de las distintas estructuras institucionales sin las cuales los objetivos, las actividades y las técnicas pueden planificarse, organizarse cn programas concretos, ejecutarse y evaluar sus resultados. A su vez, ya lo hemos dicho, todo modelo de atencién cn S.M., estd inserto en cl sistema asistencial global, cuyo funcionamiento es regulado por las politicas generales en salud y salud mental cn especial, que se nutren y son cxpresién de las politicas que el Estado sc da en su accionar. El contexto cultural, social y politico, las politicas generales en salud y espe- ciales en salud mental, las formas de organizacién de la asistencia y su financia- miento, los métodos y técnicas tcrapéuticas, las tcorias gencrales sobre salud y las que operan cn §.M., las formas en que la demanda de atencién se expresa y las instituciones encargadas de responder a través de sus especialistas, confor- man un todo complejo estructurado, en que cada nivel es determinado y determi- nante del conjunto. En este sentido no puede hacerse una Icctura aistada de cada nivel sin tencr cn cuenta sus interacciones y los efectos sobredeterminados del conjunto del sistema. Comprendido asi el sistema es posible precisar c6mo diversos procesos de cambio iniciados en alguno de estos niveles, fundamental- mente cl de las técnicas, definen sus posibilidades en funcién de las facilitacio- nes © resistencias que gencran en el conjunto. No se trata de abandonar la pro- blematica especifica de cada nivel, sino de ubicarla en cl contexto en el que lo especifico actia y puede resolverse. Es frecuente cn algunos especialistas en S.M. considerar que la evaluacién dé su prictica dependa de sus conocimicntos tedricos, los métodos utilizados y la indole de la patologia que tata. Esta ilusién de autonomia, que nicga las determinacioncs reales, hace obstéculo cuando los modelos de atencién se planifican abarcando al conjunto. Pero cs también impor- tante no ignorar que algunos procesos de transformacién psiquidtrica en los ul mos afios se han disparado por la innovacién en cl nivel de las técnicas terapéuti- cas, logrando cambios postcriores sobre el conjunto. cuyo desenvolvimiento general responde siempre a la politica que lo gobierna y determina. 4. El modelo asilar hasta 1966 La politica en $.M. hasta 1966 estuvo dirigida a sostener cl modelo asilar, no s6lo cn la asistencia dependicnte det Estado, sino que también fue dominante en las pricticas Hamadas privadas y en su reproduccién en la Universidad. Denominamos “modelo asilar” a aquel modelo de atencién cuyos rasgos esencia- IIJORNADAS DE A. - CONAMER - A.R.HN.R.G. 443 Jes han surgido del viejo manicomio, aunque éstas le prestan hist6ricamente su matriz originaria. Es importante precisar que sus rasgos estructurales se han independizado del asilo y tiene hoy vigencia en diversas instituciones asistencia- les, Sc comprendc asi que la liquidacin de los hospicios y grandes hospitales Psiquidtricos no debe identificarse con la abolicién de este modclo. Son sus caracteres esenciales: a) establecimicnto de una relacién de asistencia en Ia que el asistido reconoce y se somete 0 es sometido al saber y poder de decisién del especialista que lo asiste; b) supuesto, no siempre cxplicitado, de la enfermedad como daiio biolégico individual; c) concepcién positivista, objetivante del asistido, que Iegitima cn el plano de la prictica profesionalizada su manipulacién; d) a-historicidad y a-socialidad del trastorno a tratar; ¢) estructuracion de una actitud pasiva y una participacién subordinada cn el tratamiento por parte del asistido; f) identificacién del psiquiatra con cl conocimiento, del que se excluye al enfermo, ¢ identificacién idcolégica de ese saber con cl de la ciencia, para san- cionar fa exclusion de otras pricticas terapéuticas no profesionalizadas; g) identificacién de la gravedad del trastorno (medido por pérdida de adecua- ci6n 0 captacién de fa re.lidad consensual) con la irresponsabilidad y peligrosi- dad social, legitimando la internacién forzada y cl control. La internacién como. posibilidad cs estructural y definitoria del modclo asilar; h) este modelo de atencién es isomérfico con una estructura de clases socia- les basado en {a jorarquia y asimeuria del poder socio-econémico y cultural. La dominancia de este modelo que resefiamos no excluyé su cocxistencia en ese periodo con Ia presencia del psicoandlisis (casi exclusivamente en Capital Federal hasta entonces) que no sélo produjo 1a concurrencia de algunos psicoa- nalistas a los Hospicios, sino que sobre todo tuvo preponderancia cn su interven- cion en las carreras de psicologia que se abricron a partir de 1956/7, y cuyos egresados iban a jugar un rol fundamental en los acontecimientos que se suceden a este periodo. Esto nos Ileva a otra historia de la S.M. en Argentina, que tendria su punto culminante cn 1966 con la formulacién del Plan Nacional de S.M. Ejercitemos nuestra memoria a falta de una elaboracién que nos fuc impedida. 5. La reforma de 1966 “... que es inadmisible que en cl actual desarrollo de nuestra sociedad ef enfermo mental sca segregado como simple medio de proteccién social y en deficientes condiciones de subsistencia... Que cs urgente tomar una medida de gobierno que permita clevar la asistencia psiquidtrica a un nivel en el que la base del tratamiento sca ef cuidado y comprensién del enfermo, creando asimismo las condiciones necesarias para lograr en un futuro cercano, una asistencia fundada 444 IILJORNADAS DE A.P.S. - CONAMER - A.R.H.N.R.G. en la aceptacién de la enfermedad mental como diferncciacién dentro de la comunidad...”, asi rezaban los considerandos con los que Ia dictadura de Aramburu dicté cl Decreto-ley 12.628, en Octubre de 1957, creando el Instituto Nacional de S.M. Nada cambi6 por cierto en lo inmediato, ya que el poder de las cétedras de Psiquiatria de las facultades de medicina y los Directores de los grandes estable- cimientos neutralizaron la reforma, pero junto con el desarrollo del Psicoandlisis y las carreras de Psicologia, se habian creado las condiciones parg que el debate fuera abierto. Cuando diez afios después cl nuevo dictador de tumo nombré al Coronel Julio Ricardo Estevez interventor del I.N.S.M. sc iba a producir uno de los hechos mis curiosos de esta historia: en nombre de la dictadura militar se lanza- ba la reforma democratica de 1a psiquiatria. Un extrafio frente sc constituia al efecto. Convergfan cn 6! psiquiatras conocidos por sus posiciones fascistas, espe- cialistas on Comunidad Terapéutica, psiquiatras dindmicos de prestigio como demécratas, y la AsociaciGn Psicoanalitica Argentina daba su aporte como cl Ejército Argentino cedia cuarteles al ILN.S.M. y facilitaba el transporte para la redistribucién de pacientes. Naturalmente el proceso no podia ser homogéneo. Uno de los convocados como Director del nuevo Hospital Psiquidtrico de Entre Rios, cl A. L. Robal Dr. Guedes Arroyo, decia entonces: “Hoy tenemos la certeza de que las instituciones para la atencién de pacientes mentales son mucho mas efectivas de lo que fueron antes: muchos mds pacientes pueden ser dados de alta, cl promedio o perfodo de internacién hospitalaria puede ser reducido y el pedido de remisiones es mayor. Diversas formas de tratamiento pueden realizarse en los hospitales psiquiduricos mediante la aplicacién de programas de atencién diurna 0 nocturan y muchos pacicnics pueden scr mantenidos cn la comunidad merced a tratamicntos ambu- latorios solamente. El hospital abicrto y cl hospital como Comunidad tcrapéutica es una realidad hoy dia y aunque todavia existe alguna oposicién a ellos, estoy seguro que cn eso quedaré: cn una simple oposicidn o actitud sin mayores funda- mentos.” (el Hosp. Psig. como Comunidad Terapéutica - Sta. Fe., Junio 1968). Al mismo tiempo se modificaba la legislacién sobre las internaciones, La Comisién Ambrona, designada en 1966 al efecto de redactar el proyecto, refor- mulé el art, 482 del Cédigo Civil, y se propusicron dos proyectos de Ley para islar la internacién de enfermos mentales. El problema era tomado por la ncn estos términos: “‘... cn clinica médica la internaci6n cs optaliva y voluntaria, mientras que en clinica psiquidtrica cs necesaria y prescindente. Es necesaria porque las alteraciones psiquicas trascienden de lo individual a lo social y prescindente porque la doloncia no es reconocida por cl enfermo cu voluntad © est4 incapacitada para expresarse 0 sc opone a la internacion”. curioso: 0 Ia voluntad no se expresa y hay entonces que decidir por él, 0 si se expresa para oponerse a la internacién es porque cs demente y entonces hay que decidir por él. El Art. 23 de la Iey de Internacién, que legisla lo referente a la fuga, dice: “... ILJORNADAS DE A.PS. - CONAMER - A.R.H.N.R.G. 445 en caso de salida de enfermos mentales internados sin autorizacién del Director del establecimicnto, 0 cuando no reingresen dentro del término establecido los salidos provisoriamente, el Director o/y el Curador del enfermo y/o el Juez que ordené la internacién, podran requerir cl auxilio de la fuerza publica (Iéase Policia) para lograr su reingreso al establecimicnto.” Lo mas curioso de esta ley ¢s que fue hecha con el propésito de restar algo del poder absoluto que hasta “entonces” tenia el Director del Asilo. Los dos nticleos esenciales de esta reforma lo constituian el proyecto de pri- vilegiar las Comunidades Terapéuticas en los hospitales psiquidtricos y el Plan Goldemberg para la Capital Federal, que postulaba la creacién de Servicios de Psicopatologia en Hosp. Gral. y centros periféricos de $.M. Lo primero no alcan- 26 a lavar la cara del sistema asilar y se agoté ripidamente en sus efectos, lo segundo logré una reformulacién parcial de lo asilar, cuyos efectos ain perdu- ran, aunque no se hayan redefinido on profundidad las nucvas relaciones que se establecian entre el aparato psiquiatrico y el modelo de la medicina general. Pero Io esencial de todo el proyecto era la curiosa relacién con Ia politica general de la dictadura, que hacia que el Plan se presentara como un conjunto de programas de cardcter técnico destinados a modemizar la psiquiatria argentina, y por consiguicnte cran los mismos técnicos convocados al efecto los que por si mismos iban a realizar la transformacién, excluycndo al conjunto de los protago- nistas cotidianos de la S.M. De la lucha contra esta politica de excluir la discusién politica en $.M. y de la critica a su tecnocratismo reformista que impedia el protagonismo del conjunto de los trabajadores de la S.M., surgid la Federacién Argentina de Psiquiatras, como deciamos entonces, despertando el sello que sus fundadores habjan dejado dormir en un cajén de su escritorio desde su creacién en 1959, y que iba a prota- gonizar en la década del setenta el mayor movimiento de transformacién psi- quidtrica llevada a cabo en el pais. 6. La Federacion Argentina de Psiquiatria Es dificil en el poco espacio que dispongo condensar lo que la F.A.P. repre- sent6 para S.M. en la Argentina y para cada uno de los que a partir de alli decidi- mos Ilamarnos Trabajadores de la $.M. Quizds también porque en nuestro pais los procesos de este tipo, cortados siempre abruptamente por los periodos de represién politica, no alcanzan a claborar sus propias propuestas y nos fuerzan al duclo por idcales segados en el mismo momento de su florecimiento. Sc elabora- ron proyectos posibles, pudimos discernir qué era lo previo, la politica fundante, y donde situar lo técnico. Fracasamos, recordémoslo, muchos, casi todos, com- prometiendo nuestros saberes con el pucblo, decididos a denunciar los engafios y manipuleos que en nombre de una psiquiatria dicha académica se ejercia sobre los otros, los enfermos. Y tuvimos, es preciso no olvidarlo, nuestros muertos. 446 ILJORNADAS DE A.P.S. - CONAMER - A.R.H.N.R.G. Las cuestiones de! poder politico, la desigualdad social, la funcionalidad del dispositivo psiquidtrico con los modes socio-politicos de marginacién social, se fueron plantcando para nosotros como las cuestiones previas y condicionantes de toda propuesta téchico-profesional altemativa. No haciamos politicismo, como pretendian acusarnos los que entonces ejercian ¢) poder, no, habiamos situado con precisién argumental que sin la discusién de la cuestiOn politica en S.M. cai- amos inevitablemente en la trampa de despojamos del poder que nuestro saber y nuestro hacer técnico-profesional suponia, y que era y es sin duda ejercido justa- mente por los que desde lo técnico lo nicgan, La FAP puso asi en el centro del debate 1a cuestién politica, no porque pretendicra hacer politica, como se decia, sino porque habia descubicrio que la S.M. estd constituida alrededor de una cuestion politica. ‘Voy a recordar de esto un solo ejemplo: en 1971 el LN.S.M. pide a FAP. participar cn el Encucntro Nacional de Programacién en S.M. enviando un Documento titulado “Ideas para la elaboracién de una politica en S.M. entre las cuales cstaba la siguicnte: Ministerio del Interior, Bienestar Social, Educaci6n, Secretarias de las FF.AA., etc., que realizan un estudio sobre la vio- lencia en los sectores estudiantiles y laborales, de una zona determinada del pais: en este caso se tendran en cucnta los miiluples factores causantes del area del problema y sc evaluardn las acciones de $.M. més convenientcs para resolver la situacion.” La FA.P. respondi6 a esta convocatoria: “... bajo la aparicncia de exponer las bases de una politica respecto de la Prevencién Primaria... resulta estar cen- trada en la coordinacién entre el I.N.S.M. y diferentes organismos estatales con el fin de que los investigadores provistos por el I.N.S.M. desarrollen tareas de expertos en S.M. al servicio de organismos represivos del gobierno...” y agrega més adelante, “E} Comité Ejecutivo de la F.A.P. considera que estos ejemplos iluminan las ideas que el I.N.S.M. propone para su politica en S.M. Estas son las. ideas de los organismos de Seguridad del gobiemo que pretenden “vielnamizar” ‘su enfrentamiento con el pueblo derivando parte de Ja ingrata tarea de la repre- si6n a los trabajadores de la S.M.” (Gaceta Psiquidtrica, N° 9, Scpt. 1971). Lo manifiesto de este ejemplo no debe oscurecer las expresiones més sutiles de lo mismo en las condiciones cotidianas del hacer en S.M. En sintesis, la F.A.P. habia logrado consenso activo entre el conjunto de los T.S.M. para plantear que la reformulacién de un modelo alternativo en S.M. en Argentina, debia partir de dos premisas: discutir las bases politicas de ese mode- Jo en relacién al Contexto socio-politico, situando lo técnico-profesional como relativo a esa definicién, y segundo, el modelo que quiera impulsarse, sélo es viable si convocaba para su discusién e implementacién al conjunto de los TSM, en un movimiento de cardcter socio-politico que garantice el debate politico en la sociedad. Esto porque las decisiones de liquidar los Hospicios y Hosp. Psiquidtricos niicleos del modelo asilar, y ejecutores de la politica de margina- cién y confinamiento del enfermo, lleva al enfrentamiento con los responsables de ese sistema y hace necesario el ejercicio de un poder en el plano social. IJORNADAS DE A.PS. - CONAMER - A.R.H.N.R.G. 447 ‘También porque no hay posibilidad de crear las bases de un modelo alternativo ‘si NO se Cuenta con un movimiento que asegure consenso en la sociedad civil. Las cuestiones técnicas especificas slo son viables si esas bases estén consoli- dadas. De alli también nuestra conviccién que el proyecto que F.A.P. sustentaba dependia del desarrollo de la situacién politica en el pais. Se esperaba por enton- ces que el peronismo, a través de su viejo general, hiciera el reordenamiento que unificaria un movimiento popular fragmentado y de composicién heterogénea, en una sociedad a la que por mas de cuarenta afios no se la habia dejado librar sus debates y luchas. Creemos que ¢l movimicnto que F.A.P. protagonizé se ligé estrechamente a este proyecto y participé de la confusién de la derrota, alojando en bolsones de resistencia frente a la represién desatada a partir de 1975. En diciembre de 1983 cerramos las puertas de F.A.P. en Capital (no sin cierto orgu- lo de haber transportado hasta alli su nombre y sus banderas) conscientes de que se abria un nuevo tiempo hist6rico y que éste requeria de nuevas ideas y nueva 7. La situacion actual Las ideas que volvicron a barajarse en S.M. con la legada del gobierno democrético reeditaban remozadas las del Plan de 1966, y muchos de sus propul- sores son los mismos protagonistas de aqucl proyecto, quiz4 su sector mds pro- gresista. Nuevamente, ahora en nombre de la modernizacién, se hablé de liqui- dar los Hospicios, de abrir los hospitales psiquidtricos, de destronar el poder manicomial que hegemoniza la psiquiatria académica, y de replantear las cues- tiones asistenciales en relaci6n a los nuevos conceptos de Atencién Primaria y de una participacién de los implicados en las gestiones de salud. Consignas todas que compartimos al menos como condiciones minimas necesarias para abrir el debate sobre la construccién de un modelo altemnativo al asilar. Algunas de estas consignas han logrado plasmarse en proyectos, sobre todo en la provincia, y muchos encuentros y debates han ayudado a crear conciencia de la necesidad del cambio. Muchos esfuerzos y vocaciones volcados a la idea de un plan global transformador no se han visto atin compensadas. Y esto porque sobre un fondo de posibilismo se despliegan discursos modemizantes, que al verse condicionados por cucstiones como el poder, la organizacién federal, el presupuesto, la estabilidad y los compromisos adquiridos, sostienen la escena sin afectar la realidad. La doble ausencia de una decisién politica transformadora y de un movimiento que nuclee a los implicados en S.M., hace que las coordena- das esenciales del viejo modelo asistencial, hegeménicamente psiquiatrizante, se mantenga, al lado del no menos inquietante desarrollo de un formidable aparato psicologizante que impregna la conciencia actual de silogismos sofisticos en clave de psicoanilisis.

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