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CESAR IZQUIERDO PARA COMPRENDER EL VATICANO II Sintesis historica y doctrinal PALABRA ator proag por derechos e ur Coleccién: Libros Palabra Director de la coleccién: Juan José Espinosa © talctones Palabra, ¥.8., 2012 Paseo de la Castellana, 210 - 28046 MADRID (Espafia) Telf.: (34) 913 507 720 - (34) 913 507 739 www.palabra.es epalsapalabra.es Disefio de la cubierta: Raiil Ostos 1.5.B.N, 978-84-9840-809-6 Depésito Legal: M. 364-2013 Impresién: Graficas Anzos, 8. L. Printed in Spain - Impreso en Espafia ‘Todos Ios derechos reservados. No esta permitida la reproduccién total o parcial de este libro, ni su tratamiento Informatico, ni la transmision de ninguna forma 0 por cualquier medio, ya sea lectranico, mecanico, por fotocopia, por registro u otras métodos, sin el permiso previo y por escrito del editor. CESAR IZQUIERDO NOSTRA AETATE DECLARACION SOBRE LAS RELACIONES DE LA IGLESIA CON LAS RELIGIONES NO CRISTIANAS La declaracién Nostra aetate sobre las relaciones de la Iglesia con las religiones no cristianas fue aprobada so- lemnemente el 28 de octubre de 1965 tras obtener 2.221 placet, 88 non placet y 3 votos nulos. El nimero de votos contrarios era clevado, pero muy inferior al obtenido en la votaci6n previa sobre la totalidad del documento cele- brada el 15 de octubre, en la que los non placet Negaron a 250. En ellos se reflejaba el descontento de quienes no quedaban satisfechos con el modo como el concilio se re- feria a los judios, bien porque pedian que no se abordara el tema o bien porque deseaban un tono mas enérgico en Jas condenas contra el antisemitismo. Otras objeciones se referian a la visi6n positiva y optimista con respecto a las religiones no cristianas que no eran presentadas en su verdad total La historia Unos meses después de convoc el concilio, Juan XXIII encarg6 al cardenal Augustin Bea, presidente del Se- eretariada para la Unidn de los Cristianos, la preparacién de una declaracion sobre el pueblo judio. Pero, cuando el texto De Iudaeis llegé a la Comision central preparatoria en 1962, se desestim6 la oportunidad de incluir un documen- to sobre los judios en la agenda del concilio. E] motivo no eran las ideas en é] contenidas, sino las circunstancias polf- ticas de entonces en las que los enfrentamientos entre ju- dios y arabes harian dificil una correcta interpretaci6n de la postura de la Iglesia. Seguia en pie, sin embargo, la deci- sién del Papa de llevar a cabo el encargo recibido, y con este motivo se introdujeron algunas referencias a los judios 148 LAS DECLARACION| DEL CONCILIO VATICANO IT en el esquema De oecumenismo que se estaba trabajando por entonces. Tras la muerte de Juan XXIII, el Papa Pablo VI renové el mandato de abordar en el concilio las relacio- nes con los judfos. Tras diversas vicisitudes, lo que el conci- lio quiso decir sobre los judfos se completé con referencias a otras religiones, dando asf lugar a la Declaracién Nostra aetate sobre las religiones s no cristianas. Religiones «no cristianas» El Vaticano II se ocupa en diversos lugares de los no cristianos, pero solamente en Nostra aetate se refiere a las religiones stianas. No era una novedad radical, por- que ya Pablo VI habia utilizado esta expresion de «religio- nes no cristianas», pero era la primera vez que un concilio se ocupaba de ellas de esa manera. El cambio que supo- nfa no era pequefo. En efecto, el acercamiento a las reli- giones tenia lugar normalmente en el campo de la apolo- gética en la que no era raro que se acabara enfrentando a Ja religion verdadera con las demas religiones, con las re- ligiones «falsas». Solamente cuando se difundi6 el atefs- mo se adquirié conciencia de que las religiones tenian al- go en comin —la creencia y el culto a Dios— frente a la negaci6n y critica que planteaba el ateismo con crudeza. Este y otros motivos mas teologicos Hevaron a mirar a las religiones de manera mas positiva, como portadoras de elementos de verdad, y a considerarlas como aliadas fren- te a la increencia. no La declaracién Nostra aetate es muy breve, y solo com- prende cinco puntos. En el primero, relaciona la religion con la respuesta al enigma del hombre, formulado en una serie de preguntas sobre el problema humano, semejantes a las que aparecen en Gaudium et spes, 10. «Los hombres esperan de las religiones la respuesta a los enigmas rec6n- 149 CESAR IZQUIERDO ditos de la condicién humana que hoy como ayer con- yones» (n. 1). La religion, en consecuen- cia, se debe situar en la Ifnea de respuestas que el hombre trata de encontrar a sus interrogantes mas profundos. «Tratan de responder a la inquietud del corazén humano proponiendo caminos, es decir, doctrinas, normas de vida y vitos sagrados» (n. 2). mueven sus coraz En el n. 2. el concilio toma en consideracién las reli- giones no cristianas en conjunto. El sentido religioso, afirma también Nostra aetate, surge cuando la percepcidn y el conocimiento «de la divinidad e incluso del Padre» penetra toda la vida. Tras referirse breve pero explicite mente al hinduismo y al budismo, concluye: «La Iglesia catélica no rechaza nada de lo que en esas religiones hay de verdadero y santo. Considera con sincero respeto aque- llos modos de obrar y de vivir, los preceptos y doctrinas que, aunque discrepen mucho de lo que ella profesa y en- sefia, no pocas veces reflejan un deseo de aquella verdad que ilumina a todos los hombres. Anuncia y tiene la obli- gacién de anunciar constantemente a Cristo, que es el ca- mino, la verdad y la vida (Jn 14, 6) en quien los hombres encuentran la plenitud de la vida religiosa y en quien Dios reconcilié consigo toda las cosas» (n. 2). Més en concreto, el concilio se refiere al islam (n. 3) y al judaismo (n. 4). Respecto al islam afirma: «La Iglesia mi- ra también con aprecio a los musulmanes que adoran al tinico Dios, viviente y subsistente, misericordioso y todo poderoso, Creador del cielo y de la tierra, que hablo a los hombres, a cuyos ocultos designios procuran someterse con toda el alma...». Se refiere a continuacién a elementos stianos que gozan de algtin reconocimiento entre los musulmanes: Abraham, Jestis como profeta, su madre vir- ginal, el juicio universal, la vida moral y el culto a Dios con Ja oracion, las limosnas y el ayuno. Invita, finalmente, a ol- vidar y superar experiencias histéricas de confrontacién y cr 150 LAS DE “LARACIONE DE |. CONCILIO VATICANO IL a promover conjuntamente la justicia social, los bienes mo- rales, la paz y la libertad para todos los hombres. Como cabia esperar a partir de la historia de la redac- cién de Nostra aetate, la referencia conciliar a la religion ju- dia es la mas extensa y detenida. El concilio queria cortar de base toda raiz religiosa al antisemitismo que tan tragi mente se habfa manifestado en la primera mitad del siglo. Reconoce la estrecha relacién de la Iglesia —cnuevo Pueblo de Dios»— con el pueblo elegido de quien ha recibido el An- tiguo Testamento y al que pertenecfan el mismo Jestis, su madre la Virgen Marfa, los Apdstoles. Ademas no olvida «que se nutre de la rafz del buen olivo en que se han injerta- do las ramas del olivo silvestre que son los gentiles». Res- pecto a la responsabilidad de los judfos en la muerte de Je- sus, Nostra aetate reconoce el papel cierto que tuvieron en ella las autoridades judfas de entonces, pero excluye que su responsabilidad se extienda indistintamente ni a todos los judfos que entonces vivian ni a los judfos de hoy. Por tanto «no se ha de sefalar a los judfos como reprobados de Dios ni malditos, como si esto se dedujera de las Sagradas Escri- turas». Por esa raz6n, la Iglesia deplora los odios, persecu- ciones y manifestaciones de antisemitismo de cualquier tiempo y persona contra los judios. Mas atin, teniendo en cuenta el patrimonio espiritual comin a judios y cri , desea fomentar el mutuo conocimiento y aprecio entre ellos, que se consigue sobre todo por medio de los estudios biblicos y teoldgicos y con el diélogo fraterno. «La Iglesia cree que Cristo, nuestra paz, reconcilié por la cruz a judios y gentiles y que de ambos hizo una sola cosa en sf mismo» tianos, El dltimo ntimero (n. 5) de Nostra aetate vuelve a to- mar en consideracién a las religiones en general para in- istir en la fraternidad universal de todos los hombres y reprobar como ajena al espfritu de Cristo cualquier discri- minaci6n realizada por motivos de , de condi- cion o religién za 0 colo 151 CESAR IZQUI DO La relacién del cristianismo con las religiones después de Nostra Aetate La declaraci6n Nostra aetate era en cierto modo un documento de minimos. Suponia un profundo cambio de enfoque, al presentar a las religiones no cristianas toman- do en cuenta solamente algunos aspectos positivos de ellas, aquellos que ofrecian puntos de posible encuentro con el cristianismo. No entraba a fondo en la cuestién compleja de las relaciones entre la revelacion c! las religiones, sobre las que la teologia de la pri tad del siglo XX ya hab{a producido obras de notable inte- rés. La declaracién queria ser, sobre todo, un documento que invitara a una nueva forma de relacién de la Iglesia con las religiones, sin entrar en mas consideraciones teo- légico-dogmaticas. jana y mera mi- Algunos afios después, sin embargo, la relacién cris- tianismo-religiones fue adquiriendo una importancia ca da vez mayor en la teologia hasta convertirse en una de Jas cuestiones mayores de la reflexién de los tedlogos. Nuevas propuestas de relacién incidieron en el caracter no solo positivo, sino teol6gicamente relevante de las reli- giones hasta el punto de que algunos tedlogos plantearon una teologia del pluralismo religioso, lo cual directa o in mo religioso. Las directamente acababa en un relat consecuencias que de esa forma experimentaba la fe cris tiana eran indudables: Jesucristo no seria el inico med: dor entre Dios y los hombres, ni la Iglesia, el instrumento de salvacién querido por Dios, sino caminos muy impor- tantes, pero no excluyentes de otras formas que también respondian al plan de Dios. Ante la confusi6én creada en muchos ambientes, la Con- gregaci6n para la Doctrina de la Fe, cuyo prefecto era enton- ces el cardenal Joseph Ratzinger, publicé el 6 de agosto de 2000 la declaraci6n «Dominus Tesus» «sobre la unicidad y la 152 LAS DECLARACIONES D! 31 CONCILIO VATICANO II universalidad salvifica de Jesucristo y de la Iglesia». Otros documentos importantes de la Iglesia que se refieren al sig- nificado de las religiones en el plan de Dios fueron la exhor- tacién apostélica Evangelii nuntiandi, de Pablo VI (1975), la enciclica Redemptoris missio, de Juan Pablo TI (1991), el do- cumento Didlogo y anuncio, del Secretariado para el didlogo interreligioso y de la Congregacién para la evangelizacién de Jos pueblos (1991) y el Catecismo de la Iglesia Catélica. La importancia hist6rica —y también las limitaciones— de Nostra aetate ha sido recientemente puesta de relieve por Benedicto XVI, que ha afirmado que el encuentro de Ja Iglesia con la modernidad no se dio tanto con Gaudiuwm ef spes, sino con las declaraciones Nostra aetate y Dignita- tis humanae. Estas son las palabras del Papa sobre Nostra aetate!: «Inicialmente se tenia la intencién de preparar una declaracién sobre las relaciones entre la Iglesia y el judaismo, texto que resultaba intrinsecamente necesario después de los horrores de la Shoah. Los padres concilia- res de los paf arabes no se opusieron a ese texto, pero explicaron que, si se queria hablar del judaismo, también se debia hablar del islam. Hasta qué punto tenfan razon al respecto, lo hemos ido comprendiendo en Occidente solo poco a poco. Por ultimo, crecié la intuicién de que era justo hablar también de otras dos grandes religiones —el hinduismo y el budismo-, asf como del tema de la religién en general. A eso se afladié luego espontaneamente una breve instruccién sobre el didlogo y la colaboracién con Jas religiones, cuyos valores espirituales, morales y socio- culturales debian ser reconocidos, conservados y desarro- Hados (n. 2). Asf, en un documento preciso y extraordina- riamente denso, se inauguré un tema cuya importancia todavia no era previsible en aquel momento. La tarea que 1 BenEpicro XVI, «Recuerdos personales sobre la apertura del Coneilio Vaticano II hace cincuenta anos», L’Osservatore Romano 11-X- 2012 153 co ESAR IZOL 2RDO ello implica, el esfuerzo que es necesario hacer atin para distinguir, clarificar y comprender, resulta cada vez m: patente. En el proceso de recepcién activa poco a poco se fue viendo también una debilidad de este texto de por sf extraordinario: habla de las religiones solo de un modo positivo, ignorando las formas enfermizas y disto: das de religion, que desde el punto de vista histé teolégico tienen un gran aleance; por eso la fe cristiana ha sido muy critica desde el principio respecto a la religion, tanto hacia el interior como hacia el exterior». DIGNITATIS HUMANAE DECLARACION SOBRE LA LIBERTAD RELIGIOSA Uno de los documentos del Concilio Vaticano II que mas resonancia suscité dentro y fuera de la Iglesia fue la declaracion Dignitatis humanae, sobre la libertad religiosa. La preparacién de la Dignitatis humanae se extendid, como en otros casos, a lo largo de todo el proceso conciliar. Antes de iniciarse el concilio ya habia unos primeros esbo- zos de ensefanza sobre la libertad religiosa, pero hasta la misma vispera de su clausura no se sometié a votacién so- lemne el texto definitivo del concilio. Tanto el Secretariado para la uni6n de los cristianos como la Comisién teolégica central presentaron borradores sobre la libertad religiosa en 1962, con el propésito de que la asamblea conciliar los estudiara. Desde el principio se aprecié la dificultad de He- gar a un texto facilmente aceptado por todos los Padres, dadas las diferentes experiencias histéricas de las que pro- cedian. Algunos de ellos pertenecfan a pafses en los que es- taba vigente la confesionalidad del Estado (Espana, entre otros). Otros, como los procedentes de USA, no conocian otra realidad que la de la separaci6n entre la Iglesia y el Estado. 154

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