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Boletin del Instituto de Historia Argentina y Americana “Dr. Emilio Ravignani” Tercera serie, nis, 16 y 17, 2 semestre de 1997 y 1"* de 1998, ABUNDANCIA DE CLERIGOS, ESCASEZ DE PARROCOS: LAS CONTRADICCIONES DEL RECLUTAMIENTO DEL CLERO SECULAR EN EL RIO DE LA PLATA (1770-1840)* ROBERTO D1 STEFANO** Los estudios sobre el clero secular de las sociedades de Antiguo Régimen constitu- yen un drea particularmente relevante para la reconstruccién histérica de éstas. dado el cardcter estructurante, vertebral, del cuerpo de los presbiteros en la Iglesia Catéli- cay visto el lugar fundamental que ocupaba la institucién eclesidstica en la sociedad. Los resultados, para otras dreas geograticas, estan a la vista: los trabajos que posee- mos para distintas regiones de Europa e Iberoamérica han echado luz sobre aspectos significativos del pasado no sdlo desde el punto de vista religioso, sino también a ni- vel social, polflico, cultural ¢ incluso econémico. Mas adelante haremos referencia a algunos de ellos. Para el Rio de la Plata, lamentablemente, los datos con que contamos sobre un te- ma tan elemental como el reclutamiento y ta evolucién cuantitativa del clero secular son imprecisos y a menudo contradictorios: multitud de fundaciones de capellanias, abundancia y “lustre” del clero, parroquias vacias, quejas de los obispos por la es- casez. de pastores... Ms atin, es muy curioso que la relevancia que la historiografia —sobre todo la de matriz catélica— ha atribuido a la participacién de los clérigos en €l proceso revolucionario no se haya traducido en més y mejores estudtos sobre el clero secular colonial. Las preguntas son entonces numerosas, y elaborar respuestas satisfactorias a ellas es primordial para la comprensién de la Iglesia y de la sociedad rioplatenses de los siglos XVII y XIX: ,cudntos eran los miembros del clero secular de Buenos Aires antes y después de la revolucién? {Qué factores incidfan en el re~ clutamiento del cuerpo presbiteral? ;En funcién de qué consideraciones un joven ele- * Este trabajo es parte de mi tesis doctoral: R. Di Stefano, Cleru secolare e societa coloniate. La diow esi di Buenas Aires nel tcamenwo del monde coloniale xpugnoto, 1780-1810, Universidad de Bolonia, 1997. Agradezco especialmente los comentarios de José C. Chiaramonte, que sigui6 el trabajo de wsis, de Juan C. Garavaglia, de Jaime Peire y de dos dabitros anénimos de! Boletin * coniceT/nstituto de Historia Argentina y Americana “Dr. E. Ravigna Letras, usa. Facultad de Filosofia y 33, gia ingresar al clero secular 0 al regular? ¢Cual de los dos cleros era mas numeroso ¥ por qué? Es cierto que la reforma eclesidstica de Rivadavia diezmé un clero meroso ¢ ilustrado”, como se ha escrito? En este articulo nos ocuparemos del reclutamiento del clero secular de la diéce- sis de Buenos Aires entre el periodo tardocolonial y cl posrevolucionario. tratando de explicar los factores religiosos. profestonales, sociales y politicos que fueron inci- diendo sobre él en cada etapa. Presentaremos primero algunas de las razones que in- ducfan 2 muchos jévenes a incorporarse a las filas de la Iglesia como presbiteros, aunque nos extenderemos muy poco sobre este punto por ef hecho de que constituye cl objeto de un articulo en proceso de elaboracién, Luego intentaremos aproximar- nos a la consistencia cuantitativa del clero secular antes de la revolucién, y nos ocu- paremoy entonces de esa especie de paradoja que en el caso del Rio de la Plata ha resultado a menudo motivo de confusién: la aparente contradiccidn entre un clero nu- meroso y una realidad pastoral que denunciaba su eseasez. Por ultimo anilizaremos, Jas alternativas del reclutamiento en el perfodo postevolucionario, una cuestién cen- tal para la historia de la Iglesia Catdlica del siglo XIX, cu “ME DARAS FL PRIMOGENITO DE TUS HUOS”! Existfan fundados motives para que las familias portefias intentaran colocar uno de sus vaslagos en el clero secular. En primer lugar. el fervor religiaso colonial —que se expresaba ademas prédigamente en donaciones y fundaciones pias, en la patticipacién en las terceras drdenes y en las actividades devocionales— cumplia un importante pa- pel en tal decisién. Pero, por otra parte, la ineorporacién de un hijo a las filas del cle- ro constituéa un modo de ampliar y reforzar la participacién de la familia en redes sociales que buscaban el control de distintos Ambitos de poder, incluidos cetermina- dos beneficios y cargos eclesidstivos. En la estructuracién de estas redes los hijos cumplian un rol fundamental: se aspiraba a casarlos convenientemente, a colocarlos en el servicio de la administracién real, en el cahildo, en el cuerpo de oficiales de mi- licias, 0 en uno de los mejores beneficios eclesidsticos, preferentemente en el cabildo catedralicio o en uno de los curatos rectorales de la capital. En este sentido, y sin ne- gar sus connotaciones especificamente religiosas, la vida clerical en las sociedades de Antiguo Régimen constituéa una carrera mas, y posefa sus dindmicas propias.” Pero gdecidia la familia la incorporacidn de sus hijos al servicio de la Iglesia? De una muestra de 120 sacerdotes de los que poseemos referencias al respecto, 61 de 4 Bxodo 22, 28 2 CED. Julia “Le prétre au xvitte siécle. La théologie et les institutions”. Recherches de Science Reti- louse. $8 (1970), pp. 521-534, Sobre el tema de las reds sociales puede verse Z. Moutoukias, “Réseaux per- sonnels et autorité coloniale: les négociants de Buenos Aires au XVille sitcle”, Annales &5C, mims. 4-5 34 clos fueron los primeros hijos varones de sus padres. Si a éstos sumamos 8 casos en los que el primer hijo varén no fue clérigo pero sf en cambio miembro de una orden religiosa —situacién que podemos incluir en la misma tendencia—, vemos que las familias que siguicron este patron de conducta representan nada menos que el 56,8% de los casos. Mas atin, es probable que la muestra sea todavia més significativa, si te- nemos en cuenta que en los pocos casos en que los clérigos son segundos o terceros hijos varones no es improbable que existieran factores que impidieran el acceso al clero del primero, como la mortalidad infantil, o cualquier tipo de defecto fisico o mental inhabilitante. Es el caso del candnigo Miguel José de Rigios, cuarto hijo pe- ro primer varén habil luego de dos hermanos fallecidos prematuramente y una her- mana mujer que fue monja.> Verificamos entonces la tendencia a donar para el servicio de Dios al primer hijo var6n apto para el ejercicio del ministetio sacerdotal, una costumbre que puede ser relacionada simbslicamente con el concepto de primicia. Como sabemos, la primicia cra un impuesto eclesidstico de origen veterotestamentario que se pagaba en la Amé- rica cofonial como en Europa y que interesaba a los primeros frutos de la produecién agricola+ En la costumbre de entregar a los primeros hijos varones para el servicio de ta Iglesia el concepto parece ser el mismo que daba lugar al pago del impuesto: ta prictica de ofrecer a la Iglesia los primeros frutos del campo se extendia de este mo- do a los del matrimonio. Esta motivacién devocional coincidia con una muy inteligente estrategia que bus- caba garantizar la cohesién de la familia y compensar eventuales desequilibrios en- tre sus miembros, En efecto, el hecho de que el mayor de los varones abrazara el celibato sacro comportaba indudables ventajas, de las que nos permitimos sefiaiar las més evidentes: por un lado, en caso de muerte del padre el hijo sacerdote podia asu- mir sus funciones cohesivas y protectivas en favor de la viuda y los huérfanos, libre de la responsabilidad que habria significado presidir una familia propia. En segundo lugar, su nivel de instruccién lo convertia en la persona ideal para administrar Ios bie- nes de la familia hasta ef momento en que fuesen distribuidos entre los herederos me- nores. Por Gltimo, un hermano mayor sacerdote podfa compensar situaciones de desequilibrio como hermanas definitivamente célibes, hermanos discapacitados, ma- dre viuda, Numerosos casos de clérigos jefes de famitia con madre y hermanos a car g0 son indicios de cuanto decimos y pueden rastrearse fécilmente en los padrones coloniales. También sucedia a menudo que el hermano mayor sacerdote mejorase la dote de una hermana con la fundacién de una capellanfa para sus futuros sobrinos, ulio-octubre de 1992), pp. B89-915, Respecto de la extracciGn social de los clérigos y las estrategias fasni- Tiares que incidfan en el reclutamiento, estamos actualimente preparando un trabajo especifico. Por el momen- to no podemos mis que remitir al lector a nuestra tesis de coctorado citada al comienzo. 3H, Femmindez Bureaco, Aportes biogenealigicas para un padrdn de habitantes del Rio de 'a Plax 1a, Buenos Aires, 1987, vol. 8, vou “Miguel José de Riglos” (padre de! arcediano). 4 CE sobre todo Bxodo 22, 28: Deuteronomio 26. 1-11; niims. 18, 13-15, 35 una inversion que estimulaba més tarde el surgimiento de nuevas vocaciones... Ob- viamente, que el hijo mayor fuera clérigo y no religioso era condicién indispensable para que esta cstrategia funcionase, dado que los presbiteros podian disponer y admi- nistrar libremente sus bienes, mientras los regulares estaban sometidos al control de la comunidad de pertenencia. Ademis, la pertenencia al clero secular abrfa las pucr- tas a los mejores beneticios, vedados a los religiosos: las prebendas del cabildo y los curatos rectorales de la capital Lo que decimos prueba que las “vocaciones” eran meros frutos de intereses fi miliarcs de 1o mas profanos? No es asf. La opcién por el clero —dlecidida por el mis- mo clérigo 0 por su familia— estaba determinada por un marco cultural y religioso, por una percepcidn colectiva de valores que concebia la carrera eclesidstica como un modo de servir a Dios, al rey y ala propia familia. En un régimen de unanimidad re- ligiosa la distincién entre fo sacro y lo profano era mucho mas difusa de lo que lo es actualmente.’ Por lo que hace a la incidencia de la voluntad y las elecciones de los padres sobre las decisiones profesionales de los hijos, cabe preguntarse si fa idea de vocacién como experiencia estrictamente personal no llega, por lo menos al Rio de la Plata, con el romanticismo en el siglo XIX. Veamos entonces si el fervor religioso colonial y las estrategias de las familias ye- neraron o no un clero suficiente para cubrir las necesidades de la EL CLERO EN CIFRAS Cuando Alexander Gillespie dejé el Rio de la Plata para regresar a su tierra natal, se Hev6 consigo la impresiGn de que en 1806 los eclesidsticos de la diécesis de Buenos Aires eran “poco menos de mil cien”.6 Varios aftos después del estallido de la revo- lucién otro briténico, Samuel Haigh, observaba algo alarmado que La ciudad [de Buenos Aires, RD), vista desde la rada, presenta un aspecto sombrio y monastico por sus numerosos campanarios y cipulas, y esta impresién se robustecia, en la época que describo, por el niimero de clérigos y frailes que colmaban sus calles.” > F Houtart, “La vocation au sacerdoce comme perception collective de valeurs”, Archives de So- ciologie des Religions, 16 (1963), pp. 39-43. © Gillespie residié en Buenos Aires durante dos afios a partir de su llegada al Rio de 1a Plata como, parte de las fuerzas britdnicas que invadieron la regién en 1806, y publicé su libro cn 1818 =n Londres, Nosotros hemos consultada la version tituiada Buenos Aires y el interior, Buenos Aires, Hyspamérica, 1986, La cita est en la p. 62. 7 Samuel Haigh viajé en varias ocasiones al Rfo de la Plata, Chile y Peni por asuntos de negocios. La imagen de Buenos Aires que reproducimos data de 1817 y esta extractada de su obra Sketches of Buenos Ay- res, Chile and Pere, Londres, 1829. La teaduccién a la que hemos accedido se encuentra en el volumen Bue- nos Aires visto por viajeras ingleses, 1806-1826, Buenos Aires, Emecé, 1945. La cita en p. 43. 36 Estos testimonios pueden dejarnos ta impresién de que en Buenos Aires aparecfan sa- yos y sotanas donde quicra que se dirigiera la mirada, pero como veremos se trata de impresiones exageradas, nacidas probabtemente de la escasa familiaridad de los au- tores, de confesién protestante, con las estructuras eclesidsticas y el clero catdlicos. En realidad, de los dos testimonios el segundo es mas fiel a la realidad que el prime- ro: si la cifra de Gillespie quizds no se alcance ni siquiera sumando a todos tos miem- bros de ambos cleros de los tres siglos de dominio colonial, no es improbable que el recuerdo de Haigh refleje mas fielmente lo que era el centro de la ciudad, las cerca- nfas de la catedral y del seminario; el breve radio en el que atin hoy se concentran las ctipulas de la Merced, de San Francisco y de Santo Domingo. Por lo que hace a los historiadores que se han ocupado de esta cuestién, casi siempre al pasar, en términos generates comparten con los viajeros la tendencia a a imprecisi6n: algunos han hablado de un clero secular numeroso, como es el ca- so de Mons. Nicolas Fasolino,® mientras otros han sostenido en cambio Ia hipste- sis de su escasez, como por ejemplo Juan Carlos Zuretti,? Guillermo Furlong!® y, mas recientemente, Candido Guerrero Soriano.'! La ausencia de estimaciones mas precisas se explica por ef considerable estuerzo que implica elaborarlas sin fuentes homogéneas y seguras, asf como por las numerosas dificultades metodolégicas in- herentes a la cuantificacién del personal eclesidstico en las socicdades de Antiguo Régimen. La investigacin prosopografica que estamos realizando desde hace afios sobre el clero secular de Buenos Aires nos ha permitido reunir una cantidad considerable de datos que nos dardin una idea mucho més fiel de su entidad numérica. Pero an- tes de ver el caso concreto de Buenos Aires, es conveniente ofrecer al lector, como punto de referencia, una idea aproximada de la dimensién cuantitativa del clero on las sociedades de Antiguo Régimen en general y en Ibcroamérica colonial en par- ticular, Empecemos por Italia, donde a fines del siglo XVIII y principios del XIX en ¥ N. Pasolino, "La didcesis de Buenos Aires en la colonia”, en Historia de la Nacidn Argentina, Buenos Aires, Academia Nacional de 1a Historia, 1938, vol. 1v. En las pp. 495-496 Fasolino afirma que “EB! clero de la didcesis de Buenos Aires, ya bien formado el obispado. en tiempos de monsefior Lug, era ddigno de ser tenido muy en cuenta por su nimero, virtud y ciencia” CE I.C. Zuretti, Historia Ectesiéstica Argentina, Buenos Aires, Huarpes, 1945, p. 172, conde el autor llega a afirmar que “el clefo secular apenas existia” y que como consecuencia la pastoral estaba en ‘manos sobre todo de religiosos. "© ELP. Furlong explica fa segunda fundacidn del seminario por parte de Mons. Lut y Riega por fa escasez de presbiteras. Haciendo referencia a la creacién de nuevas parroquias en la Banda Oriental en 1805, en efecto, el historiador jesuita interpreta que “Como apenas contaba el Obispo con sacerdstes pa: ra estas nuevas parroquias, se vio costreaido a reabrir el Seminario”. cf. G, Furlong, “Monseftor Benito Lué y Riega antes y después de 1810", Archivum, nim. 4:2 (1960), p. 477 "' C. Guerrero Soriano, /glesiat y sociedad et la Diddcesis de Buenos Aires. 1700-1800. Asperws se: ciales y econsmicos, tesis doctoral inédita presentada en ta Universidad de Sevilla en 1989. El autor sos- tiene en Ja p. 404 que la escasez de curas “fue siempre un problema endémico. Jams conts [Ia ¢idcesis, RD] con mas de cincuenta clérigos”, afirmacién que, como veremos, es completamente errénea, Agrade- ‘ccmos al Dr. José Hemdndez Palomo el haber facilitado este material 37 algunas ciudades se legé a la proporcién de un miembro del clero cada 45-65 ha- bitantes —o sea, un 2,2 y un 1,5% de la poblacién, respectivamente—: es el caso de Bolonia, Turin o el sur de la peninsula, Otras ciudades, como Bérgamo, conta- han con un eclesidstico cada 110-115 habitantes —-0.9% aproximadamente—, acer- candose mas a los datos que parecen constituir la media europea.!? En la Francia de Luis XIV la proporcidn era de mas de un miembro del clero cada 100 habitan- les. y aunque se verificé una disminuci6n en el siglo Xvin la relaciGn siguid sien- do alta.!? Para Espaiia, Vincens Vives da un 1,5% de eclesidsticos.'* Aunque esta afirmacién tiende a ser desmentida por recientes estudios regionales que revelan una proporcién menor,'> ningiin estudioso pone en duda la importancia numérica del clero en la peninsula ibérica. Si dirigimos la mirada a Ibcroamérica vemos que la situacidn no era sustancial- mente distinta. Para México poseemos célculos muy divergentes: mientras segdin Fa- ris los cleros regular y secular constitufan cl 0,24% de !a poblaci6n en 1810, Ganster habla de 1,4% para 1790. A pesar de estas imprecisiones, basta considerar le enorme presencia indigena mexicana para advertir que una parte conspicua de los varones blancos adultos —el acceso a las érdenes mayores de indios y mestizos constituys hasta el siglo XIX una cuestin problemstica— abrazaba el estado clerical. En Puc- bla, por ejemplo, en 1781 los sacerdotes eran el 1,4% de la poblacién total, pero re- presentaban el 10.4% de los varones adultos espafioles o de descendencia espafiola. En la ciudad de Trujillo, situada en la costa norte peruana, frailes y clérigos consti- tuian el 1,5% de la poblacién urbana, pero si tomamos en cuenta slo los varones de origen espafiol cl porcentaje sube a 9,2%. Una situacién similar se verificaha en los mismos afios en Lima, capital det virreinato peruano." ‘Veamos ahora el caso portefio a fines de la época colonial. El cuadro que sigue nos presenta las cifras que poseemos para la ciudad de Buenos Aires entre 1778 y 1805. ?2 CF. X. Toscani, “Indicazioni sul elero bergamasco, sulla sua estrazione sociale e su talune condi- ioni pastorali nel secolo XIX", Rivista di Storia della Chiesa in Halia, nim. 2 (1967), especialmente pp. 416-417, También en el centro de Italia el clero era muy numeroso: cf. C. Fantappi®, Riforme ecelesiasti- che @ resistenze sociali, La sperimentazione istituzionale nella diacesi di Prato alla fine dell'antico regi ‘me. Bologna. II Mulino, 1986, p. 40. A nivel de la peninsula P. Stella, en su articulo "Strategie fauniliari e ccelibato sacra in Italia tra “600 e *700", Salesianum, XL (1979), pp. 73-109. ofrece numierosos datos, asi como L. Fiorani, “Identita e crisi del prete romano tra Sei e Settecento”, en Ricerche per la Storia Reli- ivsa di Roma, 7 (1988), p. 139 12 Bstos datos en J. Queniart, Les hommes, UEglise et Diew dans ta France du xvite si Hachette, 1978, p. 15. CE, Historia social y econdmica de Espaiia y América, Barcelona, 1957-59, tv. p. 80, citado por N. Faris, Crown and Clergy in Colonial Mexico, 1759-1821. The crisis of ecclesiastical privilege, Lon- dres, 1968, p. 2, nota 2 '5” CL, por ejemplo los datos que para Galicia ofrece B. Barreiro Mallén, “El clero de la digcesis de ‘Santiago: estructura y comportamientos (siglos XVS-XIX)", Composiellanum, Xx1u (1988), pp. 471-472. 16 N, Farvis, Crown and Clergy.... . p.2. nota 2; P. Ganster, “Churchmen”, en L. Schell Hoberman y Susan Migden Socolow, Cities and Suciety in Colonial Latin America, Albuquerque, University of New Menivo Press, 1986, p. 138. le, Paris, 38 Cuapro 1. Evolucién cuantitativa det clero secular en la ciudad de Buenos Aires, 1778-1805" Atta Sacerdotes Poblacion % 1778 0 26.165 0,26 1795 80 35.076 0.22 1805 140 41.280 0,33 EI cuadro evidencia un importante crecimiento del clero secular en relacién con ta poblacién de Buenos Aires: entre 1778 y 1805 los clérigos se multiplicaron en un 100%, con un gran salto que se verifica en Ja década a caballo del cambio de siglo. EL incremento es significativo incluso con respecto al de la poblacisn urbana, ya que la misma se expandis slo un 57,7% entre 1778 y 1805. El clero secular crecid, en cambio, af ritmo de la poblacidn total de la jurisdiccisn: entre 1776 y 1810. en efec- to, la poblaciGn urbana y rural de Buenos Aires sc duplicé, pasando de 41.403 a 81.963 individuos, segiin los catculos de César Garcia Belsunce, lo que pone mayor mente en evidencia la concentracién urbana del clero secular." Este desequilibriv se acentué en las tiltimas dos fechas tomadas por cl cuadro: si comparamos el creci- miento del clero secular y de la poblacién urbana entre 1795 y 1805, vemos que mientras ésta se increments en un 17,6% los sacerdotes residentes en la ciudad lo hi- cieron en un 75%. Volveremos sobre este punto enseguida. FI crecimiento no Hega, de todas formas, a dar a Buenos Aires una poblacién eclesidstica “pletrica”: aunque agregéramos a estas cifras el clero regular les pro- porciones no cambiarfan significativamente y se mantendrian por debajo de los va- lores que hemos presentado para los ccntros vitales de la Iberoamérica colonial. En efecto, en 1778 habfa en Buenos Aires, ademas de los 70 sacerdotes scculares sefia~ lados en el cuadro, otros 167 regulares pertenecientes a las drdenes de San Francis- co, Santo Domingo, La Merced y Betlemitica; la suma de ambos grupos representaba en esa fecha s6lo un 0,6% de la poblacién censada, de manera que po- demos estimar que habia en la ciudad un sacerdote —secular 0 regular— por cada 155.6 personas. '" Lacifra de 1778 proviene del "Estado gencral. que manificsta el nimero de havitantes que ay en esta Cindad...”, Documentos para la Historia Argentina, tomo Xi, "Tertitorio y poblacién, Padrén de la Ciudad de Buenos Aires (178)", Buenos Aires, 1919, Doc, tim. 7. Las de 1795 y 1805 se encueatran en AGN IX 31-8-3, exple. 1294, "Sobre el establecim.to de una congregac.on de S.n Felipe Neri en esta Ca- I" (18051, f. 30v. Agradecemos a Maria Elena Barral a referencia a este documento. Los datos sobre Ta poblacién urbana los hemos tomado de C. Garcia Belsunce, “Diezmos y produccién ageicola en Bue- hos Aires virrcinal”, en Investigaciones y Ensayos, nim. 38 (julio-diciembre de 1988), p. 348. "SC. Garcia Belsunce, “Diezmos y produccién...". El autor retoma. para Ja ciudad, los datos ofreci- dos por Nicolés Besio Moreng en su obra Buenos Aives, puerto de la Republica Argentina. Estudio de su poblacién, 1536-1936, Buenos Aires, 1939 39 Es preciso sefalar que en 1805, a pesar del evidente incremento del clero secular. el ndmero total de sacerdotes —sumados ambos cleros— se redujo proporcional- mente en relacién con la poblacién: un testimonio de Ia época sefiala la existencia de unos cien sacerdotes regulares, lo que demostrarfa la notable disminucién de los re- ligiosos en esos Ultimes afios del siglo XVUI y primeros del XIX. Los sacerdotes reli- giosos habrian disminuido de 167 a circa 100 entre 1778 y 1805: si a ellos sumamos los 140 seculares, podemos estimar que en 1805, en el émbito urban, la suma de sa- cerdotes seculares y regulares representaba un 0,58% de la poblacién, lo que equiva- le a uno por cada 172 personas. Estamos frente a ciftas que, si bien inferiores a las de México, Pert o Francia, no nos permiten hablar de escasez de sacerdotes. Trataremos ahora de reconstruir la evolucion de las ordenaciones de sacerdotes seculares en un periodo mds amplio: él grafico que sigue ilustra la evolucién de las ordenaciones sacerdotales durante el perfodo 1730-1840.79 GRAFICO |. Beneficiarios de capellanias 100 eo 1 4 1790-1759 1760-1769 770-1779 TTHO-ITHO——«1790-1799 “1800-1809 1810-1819 ‘Total: 267 individuos beneficiados. AGN 1x 31-8-3, expte, 1294, f.30v: “BI [mimero, RD] de Sacerdotes de los quatro Conventos, uti= les pa las funciones del ministerio no Hega a ciento, y el de Eelesiasticos soculares residentes en la Ciu- dad, sera de ciento, y quarenta poco mas, o menos segun las diversas estaciones del afio.” 2 Las cifras surgen de la sistematizaciGn de datos dispersos provenientes de los mis varialos docu- imentos y textos imaginables, durante el desarrollo de nuestra investigacién prosopogrifica. O sea, no he~ mos partido de fuentes homogéneas como podrian haber sido listados de ordenandos, cédulas de ‘ordenacidn, 0 cartas dimisoriales, porque no hemos localizado estos documentos, utilizados proficuamen- lw para cl estudio de otras didcesis, y no nos consta tampoco su actual existencia. Hemos encontrado la fe- cha de ordenacién para 181 de los 320 sacerdotes individualizados durante et periodo 1780-1840, de manera que disponemos de este dato para cl 56,5% del total de los presbiteros. 40 Fl grafico 1 nos muestra que la mayor parte de los sacerdoles se ordené entre 1760 y 1810. y muy particularmente a partir de 1780, con un maximo de ordenaciones en la década de 1790-1799, Poseemos ademés fuentes cualitativas de la época que tes- timonian que la curva que hemos trazado se corresponde, en términos generales, con ta realidad: el documento citado precedentemente afirma en efecto que FI numero de Eclesiasticos seculares se aumenta de dia en dia, como se echa de ver de diez afios a esta parte, que apenas se contaban ochenta en esta Capital...7! Una ulterior confirmacién Ja encontramos en el gran aumento de las adjudicaciones de capellanias y patrimonios que servian como titulos de ordenaciGn. El siguiente grdfico muestra la frecuencia con que fueron asignados.?? GRAFICO 2. Ordenaciones de presbiteros W730, 740.1750. 1760 1770-17807 1800-810 18201830 173917491759 176917791789 7D 1kOD BI 1829 1839 Total: 181 casos. 2 AGN, IX 31-8-3, expte. 1294, f. 30v, Estos datos no coinciden con el calculo de F. de Azara, que da 136 clérigos en 1793 para la sola ciudad de Buenos Aires. No sabemos cuiil ¢s la base del cileulo de Azara, ni heros encontrado indicios que lo confirmen. Cf. F. de Azara, Viajes por la América del Sur de don Félix de Azara, comandante de ta comisidn de limites espaola en la seceién del Paraguay... Mon tevideo, 1850, p. 274. * Para acercarnos lo més posible a la evolucién de las ordenaciones hemos contado los individuos beneficiados con capellanias y no el mimero total de fundaciones, que exceden ampliamente al de aque. os. El criteria adoptado fuc contar tinicamente la primera capellanfa obtenida por cada clérigo, supo. nniendo que se trata de su titulo de drdenes. Esta pauta metodol6gica fue confrontada a menudo con tas fechas de ordenaci6n para coroborar su validez, con resultados en general positives. Hemos restado 4) Vemos también aqui que a partir de 1780 las adjudicaciones crecen rapidamente has- ta ptincipios del siglo XIX, por lo que la evolucién de estos datos concuerdan sustan- cialmente con los del grafico 1. Mas alld de la imprecision de algunos de estos datos —es sospechoso, por ejemplo, e) generalizado redondeo de las cifras—, queda claro que en las iltimas décadas coloniales s¢ verificd. por lo menos en la capital del virreinato y sede epis- copai, una importante disminuciGn del clero regular compensada en parte por un sensible incremento del secular.2* Los datos globales, que arrojan un promedio de un sacerdote cada 172 habitantes en el ambito urbano, nos permiten concluir que si bien la importancia numérica del clero en el Rio de la Plata pretrevoluvionario era menos significativa que en los epicentros del poder colonial —donde la con- centracién demogréfica era ademas muy superior—, en principio la actividad pas- toral diocesana no habria debido verse obstaculizada por faita de personal. Mas adn, podemos afirmar que cl incremento de las ordenaciones de presbiteros ofrecié ala didcesis un clero secular compuesto en general por hombres muy jvenes y por Jo tanto aptos para el servicio pastoral. Veamos por ejemplo los datos que nos ofre- ce al respecto el censo de la ciudad de Bucnos Aires de 1778, anterior incluso al auge de las ordenaciones.** también fas capellanias asignadas a mujeres ¥ reunido las que sirvicron para a ordenacisn de una dni ca persona en aquellos casos en que ei tituto se obtuve sumando distintas fundaciones, Los datos que componen el grafico provienen de diversas fuentes: AGN 1x 15-1-25. “Libro primero de Capellanias y Patrimonios. que gozan los Clerigos de esta Diocesis: como tambien de todas las demas de que se en cuentra alguna razdo 0 noticia en el archibo Eclesiastico”, Las capellanias registradas son en total 48, pero una no tiene fecha de moda que la hemos excluido, De las 47 restantes, no todas fueron fundadas en el periods 1762-1801, por lo que hablamos de “adjudicaciones” y no de “fundaciones” a veces se trata de viejas capellanfas que en el periodo indicado vuelven a servir Ue titulo de Srdenes a nuevos clé- rigos, Tambien utilizamos datos obtenidos en AGN IX 6-7-4: 1X 6-7-5: IX 6-7-6: 1X 6-7-7, Muchas de las referencias provienen en fin de E. Saguier, “El reclutamiento y promocién eclesiastica en ef Rio de la Plata colonial”, Revista de Historia de América, nim. 118 (julid-dic. 1994), pp. 83-138, cuyo cuadro fi- nal, basado en los protocolos notariales. nos ha sido muy dil para confrontar y chequear informacién proveniente de otras fuentes inéditas 2 El documento de 1805 que nos ha ofrecido parte de los datos que preceden sefala explicitamen- te la reduccién numérica del clero regular: en efecto, al referirse al sensible aumento del clero secular en ta ultima década, es decir, entre 1795 y 1805, sus autores afirman que “al contrario el de los Regu fares se disminuye sensiblem.e, siendo muchos mas los q.¢ mueren, que los que reciben el nabito, de que resulta estar todos los Conventos de la Provincia muy escasos de Religiosos.” Cf. AGN IX 318-3, expte. 1294, £. 306 24 Los datos del censo en Documentos para la Historia Argentina... Heros confrontadc los datos con el fichaje de varios expedientes incluidos en AGN IX 9-7-6 “Pudrones de Buenos Aires. ciudad y cam- paiia 1778-1779", lo que nos permitis ubicar a fos clérigos restantes. 42 GrArico 3. Edades de los clérigos 25 ne ersengeegee Heit 20-29 30.99 049 50-59 y+ Tota: 60 casos. El grifico muestra las edades de los 60 clérigos censados de los que consta la edad, y nos revela que mds de la mitad de sus miembros no Ilegaba en esa fecha a los 40 afios, y menos de Ia cuarta parte superaba los 50. Debemos tener en cuenta ademds que, en general, en las ciudades cabecera de obispado como Buenos Aires residian los sacerdotes mds ancianos, como los miembros mds antiguos del cabil- do eclesidstico, los curas rectores de las parroquias urbanas y aquellos que por mo- tivos de salud habian abandonado la actividad pastoral. En la campafia, por el contrario, Ia edad de los parrocos tendfa a disminuir relativamente. Come decia- mos, el censo de 1778 es anterior a los picos mds altos de la curva de ordenacio- nes que esbozamos ms arriba, lo que nos sugiere que a fines del perfodo colonial los sacerdotes jévenes debieron constituir una proporcidn ain ms alta que la que encontramos en este censo. MUCHOS CLERIGOS Y POCOS PARROCOS: UNA PARADOJA COMPRENSIBLE Sia fines del periodo colonial habia un sacerdote secular o religioso por cada 172 ha- bitantes y si entre los presbiteros primaban tos hombres jdvenes y por lo tanto en principio aptos para el servicio pastoral, es necesario responder a la pregunta inelu- dible: gpor qué eran tan frecuentes los petitorios de vecinos sin parroco y por qué los 43 obispos se vefan obligados a mover cielo y tierra para cubrir curatos vacantes? Esta- mos frente a un fendmeno comdin al conjunto de los reinos de ultramar: la presencia clerical sc modera en la medida en que nos alejamos de las ciudades y nos adentra- mos en las dilatadas campafias iberoamericanas, Por lo que hace @ nuestro caso, hemos ya constatado ta fuerte concentracién de los presbiteros en la capital. Una estimacién de 1805 nos confirma las dimensiones del problema: en esa fecha, de 185 sacerdotes de la jurisdiccién de Buenos Aires, unos 140 residfan en la ciudad.> Esta alta densidad de clérigos tenfa como contra- parte la ausencia a veces total o la presencia precaria de sacerdotes en ciertas zonas de la campafia. En 1802, por ejemplo, el administrador de correas de Espinili, Vi- cente Pinazo, aseguraba que Desde el afio de Ochenta, hasta el de la fecha, ha conozido el q.¢ declara, dos curas co Iados ene] Espinillo, q.e el mas tiempo q.e han durado han side ues afios: 1 Curas In- (erinos, hd cenozido trese”* Esta desproporcién del clero entre el mundo rural y el urbano respondia en gran me- dida a la desigual distribuci6n de los recursos econémicos, ya que en las ciudades abundaban las iglesias, los conventos, las capellanias, y hab‘a més oportunidades de empleo; era en las sedes episcopales que se realizahan los concursos para ocupar los curatos, ademas de que la concentracién de parroquias ¢ iglesias ofrecsa la posibili- dad de ofrecer —y cobrar— servicios ocasionales; era alli que tenian sede institucio- nes que, como los cuarteles y los hospitales, requerfan la asistencia de capellanes. En las ciudades se concentraba la mayor parte de la riqueza en manos sobre todo de los comerciantes, a veces generosos donantes. Como decia el Arcipreste de Hita en uno de sus poemas mds notos, “donde hay mucho dinero hay mucha bendicién” Sin embargo, hay que sefialar ademas que esa desigual distribucién tenfa origen también en otros factores no estrictamente econdmicos. El clero abundaba en las ciudades ademas porque era allf donde se desarrollaban las actividades culturales y didacticas, donde funcionaban colegios, universidades, escuclas catedrelicias 0 conventuales, salones en los que se discutfan las “novedades” del siglo. Este segun- do elemento nos introduce en una dimension fundamental del clero colonial: la de estamento consagrado institucionalmente a la elaboracién y difusién del pens miento para toda Ja sociedad, funcidn que conservara por lo menos hasta el desen- cadenamiento del proceso revolucionario. En estas wltimas décadas de! periodo colonial —y serd asf por mucho tiempo atin— Ja campafia no era vista como un dmbito adecuado para la residencia de una persona “decente”, mas alld de eventua- AGN IK 31-8-3, expte, 1294, fF W-30v. La desigual distribucidn del personal eclesifstico entre ci ‘dad y campaiia fue sefiatada por T. Halperin Donghi, Revalucién y guerra. Formacién de una elie dirigen- te en la Argentina criolla, Buenos Aires, Siglo XX1, 1972, p. TL 2% AGN 1x 31-7-8, expte. 1239, “Autos seguidos entre los curas de los Partidos del Espinillo y Tas Vi- horas sobre los fimites desus respectives curatos” [1800]. f. 120, 44 les vacaciones 0 de periodos de restablecimiento luego de una enfermedad. Inclu- so aquellos miembros de la clite que tenfan sus intereses econdmicos en el campo posefan habitaciones en la ciudad y en clla desarrollaban su vida social.?7 Las fucntes eclesidsticas del perfodo reproducen a menudo la queja de Los obis- pos acerca de la escasez de su clero. En realidad esta afirmacién no refleja la rela- cidn existente entre et mtimero de sacerdotes seculares y el de los cargos a cubrir, y mucho menos si nos limitamos a las necesidades especificas de la pastoral, es decir al numero de oficios de cura de almas como parroquias y capellanias militares. La queja episcopal debe ser entendida mds bien en el sentido de escasez de clero dispo- nible a hacerse cargo de la cura de almas en las condiciones materiales en las que és- ta debia ejercerse en gran parte de los casos, dado que existian en la didcesis numerosos sacerdotes de los cuales el ordinario no podia disponer. Veamos las cau- sas de esta situacion, Para acceder a las érdenes sagradas mayores —subdiaconado, diaconado y pres- biterado— el Concilio de Trento habia prescripto que cl candidato debiese poser un “titulo de drdenes”. Por tal se entendia un beneficio eclesidstico —y por lo tan- to la responsabilidad anexa de ejercer un determinado oficio en la Iglesia— o un pa- trimonio personal que evitara el riesgo de que el futuro clérigo tuviera que dedicarse, para sobrevivir, a actividades indignas de su estado 0 en relaciones de tra- bajo serviles 0 casi. 1 Concilio habia tomado tal decisién para erradicar modos de vida considerados humillantes para los clérigos y que eran bastante comures, co- mo el caso de saverdotes que trabajaban como secretarios o como simples escribien- tes de sefiores laicos, a veces Hevando ta contabilidad de las bodegas y depésitos de los feudos.? En América esta disposicién habia sido ademas sancionada por las Le- yes de Indias.” 2 Diario de Sesiones de ta Honorable Junta de Representantes de ta Provincia de Buenas Aires, Imprenta de ta Independencia, s/f, En la sesién del 16 de octubre de 1822 el Pbro. Zavaleta deciara que: “los pudientes de la campaaa tenian sus casas en la ciudad, y en ella se hacian sus entierros y casamien- tos”. 2% Conciliorum Oecomenicarum Decreta, curaniibus J. Alberiga, P-P. Joannon, C Leonard, P. Pro di, consattante H. Jedin, Basileac-Barcinonae-Friburgi-Romae-Vindobonae, 1962: ef. el cap. Ide Ia Sess xt del Concilio de Trento. titulado "Arcentur a sacris ordinibus qui non habentunde vivere possint” 2" A pesar de tales disposiciones el problema subsistié durante siglos. Podemos recordar por ejem- plo el caso de Juliin Sorel en Ia novela Rojo y negro de Sthendal: aqui el eérigo se convierte hacia 1830, después de las mis variadas alternativas. en secretarie —mas bien despreciado— de un noble parisino. CT. también C. Donati, Eeclesiastici e laici nel Trentino del Settecento( 1748-1763), Roma, Istituto Storico per I'Eri Modema e Contemporanea, 1975. capitulo Ul. donde se explican los mecanismos mediante 10s les los nobles, ayudando a los clérigos a reunir los fondos necesarios para la ordenaci6n, los transforma- ban en sus secretarios, asimilados a los dems domésticos, 4 Recopilacion de Leyes de tus Reynos de las Indias, mandadas a imprimir y publicar por la Mat gestad Catolica del Rey Don Carlos I Nuestro Senor... [1791], reproduccisn fotostitica del Censejo de la Hispanidad, 1943, tomo {, tit. 12 “De los clérigos”, leyes J a V, referidas a las actividades evendmicas prohibidas a los miembros del clero secutar 45 La posibilidad de ordenarse a titulo de patrimonio privado implicaba que una cantidad de sacerdotes podian sustraerse al poder decisional del ordinario y negar- se a servir en la cura de almas ni en ningtin otro oficio, a pesar de ser “domicilia- ris” de la didcesis. Se les lamaba “clérigos particulares” y, aunque es muy dificil determinar su némero exacto, sabemes que en Buenos Aires rondaban los dos ter- cios del clero secular: cn 1778 representaban casi el 66%, y lo mismo ocurria en 1805. El hecho de que la mayor parte del clero estuviera compuesta de “clérigos parti- culares” creaba serias contradicciones y conflictos en el caso de la didcesis del Rio de la Plata, dende el numero de oficios vacantes era relativamente abundante por la frecuencia con la cual se erigian nuevos curatos. En efecto, si los habitantes del Rio de la Plata constituian una “sociedad de frontera”, en el plano religioso contformaban una “Iglesia de frontera”, dado que en la medida en que se consolidaba el controt cristiano sobre nuevas areas geogrificas se iba verificando una subdivisiGn de tipo “celular” de las estructuras eclesidsticas. Esta caracterfstica de la Iglesia del Rio de la Plata, que Ja distingue tan abrupta- mente de los a veces milenarios obispados europeos, representa un elemento esencial de cualquier andlisis sobre ella que no esta presente, lamentablemente, cn los esca- sos y a menudo fragmentarios estudios especificos. Como “Iglesia de frontera”, ta didcesis del Rio de la Plata se encontraba periédicamente frente a la necesidad de crear nuevas estructuras pastorales y obligada por lo tanto a encontrar el personal dis- puesto a hacerse cargo de ellas. La tarca era por demés ardua, dadas las caracteristi- cas de las nuevas fundaciones, en general emplazadas en zonas marginales y de reciente ocupacién, con baja densidad de poblacidn y por consiguiente con escasa congrua. En algunas ocasiones, ademés, se agregaban problemas de seguridad impor tantes, dado que las nuevas parroquias solfan crearse en proximidad de zonas ocupa- das por indigenas belicosos. Una carta del obispo Antonio de la Torre al virrey Vértiz del 26 de septiembre de 1771 nos ilustra claramente los problemas que el gobierno de la didcesis entrentaba para cubrir los curatos vacantes: Consta a Vs: que para el nuebo Pueblo de Sn Carlos hemos hechado mano de un cle- rigo de Espafa; de otro, me he valido para el Curato, que diven de las Vivoras en ta otra vanda del Rio: para el Grande. fue necesario valemos de otro clerigo de Cadiz; y para el Zamborombon sirve un clerigo Paraguayo; porque en esta ciudad, y aun en to- do el Obispado, no hay clerigos idoneos; por cuia causa faltaron Opositores para los Curatos de Indios de los Quilmes, y el Baradero, que vacaron en el allo de 69 por As- censo de sus Curas Doctores. No faltan de tales Graduados tanto Aqui, como en la Ciu- CE. para 1778 el “Estado general, que manifiesta el nsimero de havitantes que ay en esta Ciudad”, donde de 70 clérigos 46 aparecen sin oficio alguno; los datos de 1805 en AGN 1X 31-8-3, exple. 1294, f 30v: “Las dos tetcias partes de este numero [de 185 sacerdotes seculares, RD] se hallan de obligacion™ 46 dad de Sta Fe; pero estos, en Jos presentes tiempos solo tienen vocacion para la Ma- gistral, y Rectorados; y aunque yo hé deseado, y deseo con ansia Ordenar Preshiteros: no hall. en quien exercer mi Potestad; por estar incapaces en 1a Latinidad, los pocos Escolares, que se encuentran’ Como vemos, el obispo debié servirse de saverdotes externos a kt didcesis para cu- brir una serie de heneficios poco “apetecibles”. Contrariamente a cuanto muchas ve- ces se ha supuesto, los sacerdotes peninsulares a menudo desempefaban en la didcesis los oficios menos interesantes desde el punto de vista material, salvo en el caso, naturalmente, de que Tlegaran al Rio de la Plata como familiares de un obispo © como titulares de una prebenda en el cabildo eclesidstico. Mons. de la Torre atir- ma que en la didcesis faltan elétigos idéneos, pero agrega enseguida que los curatos vacantes son parroquias de indios y que los presbiteros doctores slo estan dispues- tos a presentarse a concurso para los mejores heneficios curados —las parroquias rectorales de la ciudad— o para ocupar la silla magistral, puerta de entrada al cabil- do celesidstico. Es decir, el problema no era la falta de sacerdotes, sino la imposibi- fidad concreta de obligarlos a servir las parroquias pobres. La “escasez” del clera, entonces, no estaba en relacién con el némero absoluto de los presbiteros sino con las posibilidades coneretas del obispo o del cabildo en sede vacante de disponer de sus servicios. La posesién de titulos de drdenes basa- dos en su patrimonio personal permitia a muchos clérigos contar con una indepen- dencia econémica y profesional considerable, en relacién directamente proporcional a sus posibilidades econémicas personales. En base a esta relativa independencia. un clérigo podia ordenarse y esperar, para presentarse a un concurso, que entre los beneficios ofrecidos figurara uno realmente interesante. Mientras tanto, un puesto como docente, un intcrinato —que no lo comprometeria con el obispado como el acceso por concurso a la propiedad de una parroquia— o la colaboracién con un pa- rroco paricnte o amigo le ofrecerfan la experiencia necesaria para aspirar a benefi- cios mejores. Durante el periodo tardocolonial existié una verdadera puja entre los obispos y estos “clérigos particulares” como consecuencia de la escasa disponibilidad de tos a servir los curatos menos favorecidos. El problema, desde el punto de vista del obispo, radicaba en la fundacidn de capellanias y patrimonios, por lo que en 1791 Mons, Azamor traté de aumentar ef capital necesario para las capellanfas de Grde- nes de los dos mil a los cuatro mil pesos. El obispo intentaba de este modo obsta- culizar las ordenaciones “sub titulum patrimoni sui", to que habria obligaco a ta parte mas pobre de los aspirantes al presbiterado a ponerse al servicio de ta didce- sis para acceder a él. Este proyecto del obispo Azamor se vio obstaculizado por el cabildo secular, que alegé en su contra el interés de las familias y el del mismo rey, AGW IX 6-7-4, “Ohispado de Buenos Aires", documentacisn sin foliar a7 que se veria de ese modo privado de la recaudacién de impuestos sobre las propie- dades vinculadas a las nuevas capellanias.** Otros testimonios dan cuenta de los multiples intentos de los sucesivos obispos para constringir a su clero a ponerse al servicio de ta didcesis. En 1784 un sacerdote joven escribia al virrey para pedirle que se aceptara su renuncia al curato que servia y atitulo del cual habfa sido ordenado por Mons. Maivar y Pinto. En su carta, el Pbro. Mariano Magan acusaba al diocesano de haberle negado las érdenes a titulo de pa- trimonio propio y de obligarlo, en consecuencia, a presentarse a un concurso del que no le interesaba participar: estando p.ra ordenarme in Sacris, y Teniendo Congrua p.ra ello, despues de haber cur- sado los estudios competentes, no quiso el Ill.mo S.or Obpo Conferirme las Sagcadas Oms a otro Titulo, g.¢ cl de Curato, Obligandome assi, 4 q.e me Opusiese alos qe iba a proveér el a.” pas.do 1781 La congrua propia habria permitido a Magan recibir las érdenes mayores y esperar serenamente una oportunidad ventajosa para acceder a un beneficio interesante, co- mo hacfan tantos otros clérigos. Las responsabilidades del enorme y despoblado cu- rato de Magdalena, por lo demas sobre la frontera con los indios, eran demasiada carga para un joven criado en la ciudad: Yo, q-€ por extremo repugnaba esta determinacion, por no coneiderarme con las fuer- zas suficientes p.a suftir en mi Juventud un peso de Tanta gravedad, como por q.¢ los qe iban aproveérse eran una multitud qe $1. havia dividido arbitrariamente en el ‘Campo, donde en opinion de Todos tos inteligentes havian p.r necesidad de quedar in- congruos, y los Curas expuestos perecer, y por otra parte me persuadia que siendo principiante, en Caso de Tocarme alguno, seria el mas inutil, Confieso a V.E. cristia- ham.te que forzado, y contra Toda mi Voluntad me resolvi a presentarme a Ooosiss.on. “Todos los inteligentes...": se trata obviamente de clérigos conocedores de la reali- dad de ta campaiia. Es facil imaginar que cada vez que se publicaban edictos [laman- do a concurso corrfan entre los miembros del clero informaciones acerca de las condiciones de vida que tocarian a quienes ganaran cada beneficio, la suficiencia 0 exigtiidad de la congrua, las posibilidades que podian abrirse para acceder a mejores posiciones en el futuro. Magan sabfa, por otra parte, que a su edad y “siendo princi- piante” no podia aspirar a una posicidn conveniente, pero podia esperar sustentando- se con su capellanta; el obispo pudo obligarlo a participar del concurso negéndole las § “Acuerdo det 19 de septiembre de 1791", en Acwerdos det Extinguide Cabildo de Buenos Aires. Buenos Aires, Archivo General de la Nacidn, Serie tl, tomo 1x, Buenos Aires, 1931. pp. 652-653. MAGN 1x 31-4-4, expte. 372, “Mariano Magano Cura de la Magdalena, Renunciando del Curato”™ [1784]. Las citaciones referidas a Magan que reproducimos a continuacién provienen del mismo expe- diente sin numeracién de folios 48 Srdenes para las que habia dedicado tantos afios de estudio. Bl pretado sabia perfec- tamente que el tinico modo de cubrir los curatos vacantes era negar a los pretendien- tes las érdenes a otro titulo, y sabfa también que entre las parroquias vacantes no todas eran igualmente desdefiables, por lo que opté por Hamar a un concurso en el que no era posible a Jos participantes —como era costumbre— elegir el futuro des- tino seguin las propias conveniencias: « Yo no me opuse expresam.te a este Curato; mui distante estuve de pretenderto, Otros fueron mui distintos, los que fueron el objeto de mis Tareas, El Prelado fue, el qe puesta la mira en aumentar Curatos, y mui lejos de las concideraciones de su con- grua me obligd como obligd entonces 8 Todos los Pretend tes de ordenes mis Coopo- silores a gee dirigiesemos la Oposicon indistintamente a Todos Jos Curatos q.¢ queria proveér, con la scria resolucion de no ordenamos a otro Titulo... El caso de Magan, como vemos, no constituyd una excepcisn, sino que, por lo me- nos en esa ocasién, los demds aspirantes al presbiterado corrieron 1a misma suerte La fuente revela adcmés que una vez ocupado el curato vacante, Mons. Malvar y Pin- to no estuvo ya dispuesto a rever el nombramiento, a pesar de las dificiles condicio- nes de vida de su sacerdote.* las frecuentes invasiones de los indios® y la exigiiidad de la congrua.*” y no obstante el hecho de contar Magan con patrimonio propio su- fictente: Toda esto lo he reprecentado ya vervalm.te al Ili.mo S.or Obispo mas ha de una vez le he hecho patentes mis padecimientos; le consta lo exiguo de el Curato; y nada ha sido bastante & moverlo A piedad, y q.e me permita hacer renuncia; haviendole pedido su venia p.a ello, vajo el supuesto de qe le precentaria renta ece.ca fija, y perpetua, q.c me fundase la congrua sustentacion g.¢ se requiere en este Obispado subrogandola p.r Titulo de orns p.a q.¢ no Tubiesse este Tropieso en admitirla, Pero S.1. inflexible en su determinacion nada le ha bastado p.ra moverse & Compacion, y concederme la Licen- cia q.e le pedia permitiendome unicam.te qe hiciesse la renuncia ante V.E. como Vi- ce Real Patrono. *5- [mpresiona, por ejemplo, ta desolante vacuidad del curato de Magan: “posessionado de el Cu- rato, y reconocido su Distrito, y Feligrecia halle que aquella era p.r extremo dilatado, y esta reducida en la mayor parte & gente Volante, sin Domicilio fijo, p.r q.e las principales Haciendas de Campo es- tan asistidas de gentes de esta Clase, y sus Duefos assisten en Ia Ciudad el Todo, 3 la mayor parte del aio”. 8 Decia Magan que “Aun hoy dia és mayor la escaséz de Gentes: con motivo de las continuas irrupciones de los Indios, y la ultima, que en estos dias han hecho, en qe dieron la muerte al Sarg.to mor da Clemen.te Lopez principal Vez." de aque Parage, haviendo con esta novedad retiradose los de- mas que havian quedado, abandonando sus Casas, de forma que ya no hay casi q.n vaya & Ia Parrog.& a oir Missa” 27 EL joven parroco se quejaba de “la ninguna Congrua que produce, y puede producir aquel Curato” dado que “en bos dos Afos que lo he Servido, no me ha rendido siquiera p.a el diario ali- mento” 49 En 1783, dos afios después del concurso a que se refiere Magan, el cabildo eclesiis- tico denunciaba a monseiior Malvar y Pinto al virrey acusdndolo de varias irregula- ridades, entre las que se contaba el hacer “padecer a los pretendientes de drdenes. ncgiindolas como Jas niega, por més capaces que sean y teniendo su capellania supe- rabundante congrua”." Evidentemente no era facil para los prelados enfrentar la den- sa telarafia de intereses de una sociedad en la que, a fin de cuentas, era un extranjero. EI grifico nimero 2 ya presentado nos permite verificar cuantitativamente Ia pu- ja entre obispos y “elérigos particulares”: al desagregar los datos nos es pesible no- tar una significativa coincidencia entre cl aumento del nimero de capellanfas adjudicadas y las sedes vacantes, lo que se ve claramente en el siguiente cuadro. CUADRO 2. Beneficiarios de capellanias 1780-1810 Aiio. Beneficiario Ano Benefictario 1780, 0 1796 5 1781 2 1797 i2 1782 4 1798 15 1783 15 1799 13 1784 10 1800, 14 1785 6 1801 4 1786. 8 1802. I 1787 5 1803 5 1788 7 1804 1 1789 4 1805 o 1790 4 1806 2 1791 5 1807 0 1792 7 1808 0 1793 5 1809 2 1794 7 1810 1 1795 8 En 1783 y 1784, con la salida de Mons. Malvar y Pinto de la dideesis, se produjo un pico de asignaciones, y en 1796 con la muerte de Mons. Azamor y Ramirez se ini- cia un boom que se interrumpe s6lo en 1802, en visperas de la llegada del nuevo obis- po, Mons. Lué y Riega. Es impresionante el contraste entre el perfodo del episcopado de Mons. Azamor y la sede vacante posterior: durante los afios de su gobierno contamos solo un promedio de 5,7 asignaciones de capellanias al afio, que aumentan a 11,5 luc- go de su muerte, con 69 capellanias en total. Estas tendencias nos revelan dos fené- * Oficio del cabildo de 12 de febrero de 1783 en AGN IX 1-4-2. citado por C, Bruno, Historia de ta Talesia en Argentina, vol. Vi, Buenos Aires, 1970. p. 309. 50 menos interrelacionados: por un lado, la general adversién de los obispos a ordenar a titulo de capellania a “clétigos particulares” con los que luego no podrian contar para el servicio de Ja didcesis; en segundo lugar y como respuesta a esta estrategia episcopal, que quienes podian acceder a una capellania preferian para ordenarse los periodos de sede vacante, por lo que se apresuraban a hacerlo cuando el prelado mo- rfa 0 era trasladado, o antes de la Tegada de un nuevo obispo. Por otra parte, si tenemos en cuenta la creacién de curatos en la jurisdiccién ve- remos que ¢] aumento de las ordenaciones coincide, significativamente, con un pe- riodo —entre 1785 y 1804— en que no fueron erigidas nuevas parroquias, Entre esta uiltima fecha y el inicio de la revolucién, ademés, fueron creados solamente circo cu- ratos nuevos. uno de los cuales en Ia Iejanisima —y peligrosisima— Carmen de Pa- tagones. Los concursos para la adjudicacién de beneficios en toda la didcesis nos dan una visi6n mas completa del problema: de 120 beneficios concursados entre 1769 y 1808, 68 (el 56%) estaban situados en la jurisdicciGn de Buenos Aires, pero sélo en 22 casos se trata de las parroquias rectorales de la capital. Los restantes 46 bencfi- cios vacantes eran curatos de campafia y en muchos casos capellanias castrenses de frontera, situadas en miseros fuertes 0 fortines expuesios en primera linea a los ata- ques de los indios.” LA EVOLUCION DE LAS ORDENACIONES EN EL PERIODO POSREVOLUCIONARIO El clero secular habria sido mas que suficiente para cubrir las necesidades de la did- cesis, si los obispos y provisores en sede vacante hubiesen podido disponer de él. La crisis de las ordenaciones —y la consecuente escasez “real” de sacerdotes— se produjo a partir de los primeros aftos del siglo XIX, antes incluso del estallide de la revolucién. La primera inflexidn de la curva, a principios de! siglo, puede atribuir- se a la inminencia de la Hegada de Mons, Lug, conocida en Buenos Aires desde 1801, y responde a los patrones de comportamiento normales: hemos visto que la presencia de los obispos era més bien evitada por los ordenandos. La particularidad de la nueva situacién es que no habria ya recuperaci6n en el futuro. Veamos por cud- les razones. E} proceso de mililarizacién iniciado con las invasiones inglesas de 1806-1807 dio la posibilidad a muchos jévenes de insertarse en un dmbito en el que el ascenso social era mds sencillo que el que oftecfa el clero secular. En primer lugar, porque las oportunidades eran mucho mas numerosas: en aquellos afios se crearon mas de 1.200 2 Los datos sobre Tos concursos los hemos recogido en numerosos legajos del AGN. especialmente IX 6-7-4, 1x 6-7-5, 1X 6-7-6, IX 6-7-7 y IX 31-3-B, El concurso para los beneficios de 1783 en AGN Ix 31- 4-2, expte. 315, “Afio de 1783. Concurso varios Beneficios y Curatos". 51 puestos de oficiales pagados por el tesoro real, una enorme cantidad de nuevos car- gos que contrastaba demasiado evidentemente con las s6lo ocho prebendas del cabil- do eclesidstico y con un nimero similar de parroquias “apetecibles” —cue serfan ocupadas, no sin grandes sacrificios, aceitados contactos y buena suerte, por un gru- po muy reducido de miembros del clero—. Por otra parte, los puestos de oficiales de milicias. a diferencia de los altos cargos eclesidsticos asignados desde la metrépoli, dependian casi completamente de decisiones tomadas en Buenos Aires, lo que deja- ba libre el terreno a las influencias de Jas familias locales. Ademés, la carrera de las armas no implicaba aiios de costosos y dridos estudios, comenzando por los fastidio- sos latines. Las milicias se presentaban, entonces, como una alternativa mucho més atractiva para los jovenes de las familias porter En aquellos mismos anos, ademas, otro elemento novedoso irrumpia er Ia socie- dad rioplatense, que se iba complejizando progresivamente: por primera vez nacia, por influencia de la renovacién ideoldgica dieciochesca, una generacion de intelec- tuales no pertenecientes al clero. El surgimiento de economistas, escritores, juristas, ingenieros como Francisco Bruno de Rivarola, Manuel Belgrano, Juan H. Vieytes, Pedro A. Cervifio, Manuel José de Lavardén 0 Mariano Moreno —fenémeno que de- be relacionarse ademas con et surgimiento det pertodismo local y con transiormacio- nes significativas en el modo de expresién de la opinién publica —” puso fin a la casi total identificacién entre trabajo intelectual y pertenencia al clero. Por ultimo, con la revolucién entré en crisis toda la sociedad colonial —y en pri- mer lugar su paquidérmico aparato burocratico— y junto con ella la Iglesia, que constitua uno de sus pilares, En aqucllas primeras y frenéticas décadas del siglo xix cambié la percepcién colectiva de los valores religiosos, se difundicron las ideas Ii berales, aumenté Ja presencia de micmbros de otras confesiones cristiana sobre todo anglicanos y presbiterianos escoceses— a las que se concedié la libertad de culto en 1825. Comenzs, en otras palabras, a desestructurarse la cristiandad colonial espafiola. La reforma eclesidstica de [821-1822 no hizo mas que dar, con sus expro- piaciones, el golpe de gracia a las bases econdmicas de la destartalada Iglesia por- tefia. Como consecuencia de todos estos cambios, la imagen y el mismo rol del sacerdote s¢ transformaron, perdiendo el atractivo de antafio. Se desdibujzba, en el nuevo estado de cosas, lo que la sociedad esperaba de sus sacerdotes.*! Por otra par- te, en el esquema de la cristiandad colonial el clero estaba al servicio de la Iglesia y del Rey, como repetian incansablemente los clérigos en sus fojas de servicios y ase- veraba la legislacién colonial. La ruptura del vinculo con la metrépoli, por lo tanto, ® CE. P, Gonzalez Bernaldo, “La Revolucign Francesa y la emergencia de nuevas practicas de Ia po- Iitica: la irrupeién de ta sociabilidad politica en el Rfo de la Plata revolucionario (1810-1815)", Bovecin def Institute de Historia Argentina y Americana “Dr. E, Ravignant”. Tercera Seric, Niimero 3. 1991 41 Sobre las identidades sacerdotales en jucgo a fines del perfodo colonial cf. R. Di Stefuro, “Magis tn clericorum, estudios eclesidsticos e identidades sacerdotales en Buenos Aires a fines de la epoca colo- nial”, Anuario 181s, 12 (1997), pp. 177-195. En este trabajo pueden hallarse ciertas claves para la interpretacién del periodo posrevolucionaio. 52 obligé a redefinir esta asociacién tan estrecha entre el servicio de la Iglesia y el de Ja corona, sobre todo porque ésta habfa progresivamente convertido a los parrocos —en particular bajo el reinado borbénico— en una pieza esencial de su aparato bu- rocratico.? Ya en [822. durante la reforma eclesidstica, se constataba que la revolucién habia traido consigo transformaciones con las que habrfa que aprender a convivir, como El estado a que han Hegado las luces; Ja variacion de nuestra situacion politica, el co- mercio libre con todas las naciones del globo; y ta franca concurrencia de hombres de todas sectas, y religiones, que no deben perseguirse, siempre que no dogmaticen.** De algunos afios mis tarde data un documento relativo al restablecimiento en 1836 de la Compania de Jestis en Buenos Aires que hace referencia al “estado ruineso en qe se hallaba el Estado Eclesiastico” y nos explica sus causas: Porg.e ademas de Ia suma Pobreza aq. habian sido reducids [los sacerdotes, RD| por las revoluciones pasadas, apenas habia quien abrazase un estado q.e se miraba con su- ma indiferencia y aun

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