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sq + eee EL LATINO INDOLENTE CARACTER IDEOLOGICO DEL PATALISMO LATINOAMERICANG Ignacio Universidad Cenerosmericana Jost San Salvador, Queridos fitdsofos, queridos sociblogos progre: (queridos priedlogos sociales: 170 joden tanco-con la enafenacion equi donde lo mis jodizo es la nacién gjena Rogue Dalton, Poemar Clandestinos 3, EL SINDROME FATALISTA Ll. Elsoper letinoamericano © BL el mundo fatinoamericano recteado por Garcia Mérquez, los hechos més excravagantes terminan ‘por parece: normales y los an: cronismos més ‘pintorescos adquieren un caricter de cotidianeidad stemporal. Como pata el coronel que no tiene quien le escriba, el tiempo parece haberse detenido en estos pueblos, desquiciados entre las selvas tropicales y las cumbres andinas. Pueblos solos y. solitario: pare los que e! mafana ya fue ayer, y luego serd demasiado tarde, que hoy 0 ahora puedan ellos hacet-nada por cambiar ese destino fa- tal 2? Por supitesto; pero una ficcién’ que capt do a vivir pseudomarginado de la his- toria. Basta asomarse a la latinoamericana de cada dia, “desde el ca le Patagonia”, para saber que la imagisicion litereria ris que depurar un hecho esencial de nuestré realidad, En El Salvador, por ejemplo, nadz results sorprendete'y, si algo ha conseguido is guerra civil que desd= 1981 asala al pais, es hacer de lo j insolito lo cotidiano. En 1981, los hijos de uno slo de los miembros Ty do en le guertlle, mien- sindicada de "cobijar 2 los escua- drones de is muerse” y de practicer sistemdticeme asesinato, erz nombrado miembro de lz Comision de Dezechos Hi nos; un minisiro de gobierno expres por lz TY que le revoi no tenia comparacién en toda le historia, esa se le podria equiparaf, mientras que, con 0 de un intercembio de prisioneros, un Subsecrctario de Reiz- s Saludabs = un comandance gu: 3 sus érdenes, mi comendance”; en le pared de la , abandonedo por le gue ig tras que el ditector nacional de turismo declarabe del pals, yz que se podri 1, €5 decir, las cutvas excavedas en te tierra donde Ia gente se protege cons los bomberdeos de lz Fuer: 22 Armade, Le liste de absurdos histéricos podria. prol te. Como en el inconsciente fteudiano, zodas las 0: posibles en el mundo latinoamericano, ya por lo menos aqui ¢ se basa en rests. cieados, s pueblos e yroen historia, sujez crear otra cosa que-sobresaltos esporddicos co- quiea cabecer pare no caer totalmente dormido. Los periddi- cos golpes de estado que se producen en zigunos de. estos paises cons. ftuyen una parte integrante del "folklore latino” y representan sim- tas a le tortilla pare seguir asindole por el ou que otto grupo minoriterio tome el tutno en el distrute del ‘pate el pueblo todo siga igual. Este aparente estancamiento del tiempo hiscérico para los pueblos latinoamericanos parece asimilar lis realidades sociales a la naturaleza fiscie, Cada objeto sigue su ciclo predecerminada, sin mis alterecio- nes que aquellas impuestas por las minimes exigencias evolutives Les cosas son como son, como fueron ayer y como serén maine, Sélo el presente cuenta y no por le plenicud vivencial que buscaba el poeta latino (carpe diem), sino por el astrechamiento forzoso de las po- jes de vida. Arrojados ahi, de vide, se dirfa que 2 los pueblos l perspectiva que le aceptacion fatal de sus dest crdculo y, de ino inevit: able, pero también cuzndo es desgracia: fetalidad -s2 Goble conno- do, in tacibn 6 prension d jestino de todos esté udible. A los seres |, Someterse 2 s quede més opcién que aceter su la suerte que les prescriba su hado, La comprensi: sectores de los pueblos actitud bésice, ‘com: En cuanto tal smo. pone de manifiesto una peculizr relacién de sentido que establecen !2s persones consigo mismas y con los hechos de su existencia (ver Martin-Ba se traducird cualgui Las ideas mis comunes son las siguiences aen ye “escrito” Jo que podrin ser eso, la (2) las personas no pueden hacer nada por evadir 0 por cambiar su destino feral; la vida de los seres humanos esté regida por fuerzas su periores, ajenas a! propio contro! () ea fe pueblos Istinoamericancs, la, definicién del destino de las perso~ nes ¢s atri 6a serv 3 mundo y ura. 1 if 137 WVduo a fuerzas ex bers ‘dado por ven~ ido 2 la idea de que sera cap2 de determi- ¢ del individuo venciendo las fuerzas exteriores” (Adorno y otros, 1965, pég. 241), Se trata de un rasgo tipicamente fatziista, como se pone de manifiesto en el principal item con el cual la Esta F pre- tendé meditlo: “Todos debemos tener fe absoluta en un poder sobre- natural cuyas decisiones hemos de acat La idea de que la concepcién fatalista de Ie existencia constity rasgo tipico del cardcter de los pueblos latinoamericanos explica frecuencia con que 5 diversos paises que forman el cc nente, Este do propuesta desde diversas perspectivas teérices. Qu fluyente y con més pretensiones ciencificas proviene de la vision desarrollista planteada por el Centro pi: reel Desarrollo Econémica y Social de América Latine, DESAL. 5 del DESAL se centra en explicer el fendmeno de la'duali- 5 sociedades letinoameri integrar la poblacién sistema social, camnbiando sus valores jes fundamentales (ver Vekemans y Silva, 1969). El fetalismo des propias de la poblacion marginads que ado moderno y que le mantienen en la miseria Silva, 1972), Durén (1978, pags. 98-100), la mayorfa de le ineamericene presenta los siguientes rasgos caracteralagi- os: (1) autorita ‘en el sentido que se tiende a confiar en le auto- dad para fundar las acciones y 3"; (2) “identificacién del indi “ido con u mismo, acign & considerar el pasado y présente como foco temporal de la vida humana, sin prestar atencion detenida al perfodo fut partir de estos rasgos caracterolégicos se podrian entender fendmenos como el del caciguismo, que se esentarfa sobre el conformismo autorita- tio de lz poblacién, o “a falta de responsabilidad y de iniciativa”, que se basarian en la misma dependencia de la autoridad y en el presentismo provineiane, Segin Durén (1978, pags. 100-105), junto a esos cuatzo rasgos carac- te ldgicos que él considera comunes 2 la mayor‘ de latinoamericanos se encontrarian ottos rasgos diferencisles que configurarsan cinco ti de cardcter social: (a) el capitalino, de mentalidad moderna, dinémice provinciano, apegado a las tradiciones yal italisma: _ ado y opuesto 2 cualquier cambio; td) ef'caribe- caraccerizado por e por conductas desme- suradas ¢ irtesponsables; y (e) 2! indigene, par lo general aislado, pasivo, atalistae inclinade a lo magico. De acuerdo con Durén, estos cinco ti pos de caricter social coexistirfan simulténeemente en cade una de naciones del continence Iatinoamericano. yetenicay (b) (c) el campesino, Este enfoque sobre el fatalismo adolece d 5 el planteamiento de DESAL sobre el subdeserrollo de los paises latinos- mericanas (ver Sotelo, 1975; Martin-Baro, 1984, pégs, 73-75). Se atri- poblacién lati- \davia" marginedos del mundo mode: sajon, La superposicién de la culture hispa 3s estaria en Ie tafe de ncamericana se capitalisea actitudes necesarias p: ne sociedad moderna. La dicocom! producida por esta defi- Gencia psicosocial de los sectores marginados, sumisos, presentistas y 205 de todo cambio: lo psiquico serfa el fundamento de la este ‘on social y no viceverss. Que las personas se incorporen o 1 por tanto, de sus rasgos caracterolégi- rurat sistema esteblecido depender: cos, no de la naturaleza del si més sutil de a jad de los individuos se encuencra en quienes lo vin a ivacién de logro. Decir, por ejemplo, que el obrero o +! campe- ino latincamericanos, 2 diferencia de los norteamericervs, no progee de ess ambicién y empuje, es uaa forma aparente- er0 no por ello menos psicologista, de carger 2 le ion ismo al cardcter 0 a la persona desusi la experiencia de las poblaciones marginadas muestra palmarlarnente lo falso de esta tesis. No es voluntad ni deseo ni empuje ni siquiera flexibilidad lo que faltz 2 muchos marginados. En una serie de estudios sobre las actitudes hacia el trabajo, L. Goodwin (1972) ‘encontré que no habla diferencia entre la “érica del trabajo” o las aspi- raciones vitales de las personas pobres y de las personas no pobres, Para cl caso del pueblo salvadorefio, su laboriosidad y tesén son tan recono- cidos que se ha hecho de esas virtudes un estereotipo folklorico. La gue~ rma entre El Salvador y Honduras en 1969 escuvo muy relacionade con el progreso y poder Socioecondmico que los emigrantes salvedorehios habian logrado en tietra hondurefa, Por el contrario, en el interior del — otros instrumentos de medicién, Rogelio Diaz-Guerrero (1973, 1975) ha podido concluir que, a diferencia de la sociedad anglosajona, la sacie- dad mexicana tiende | a reforzar patrones. de adaptacién de cardcter pasivo y confocmista. Entre ocho tipos de mexicanos caracteristicas, 0 (1985) considera que el tipo “pasivo, obedience afi 1 més comtin, Este tipo no cabe identificatlo con el fatalista que hemos descrito, pero mostrarie algunos de sus rasgos, sobre todo su conformismo y sumision frente al orden social escablecide. Los rasgos fatalistas estarian, por tanto, vinculados 2 las condiciones econé micas, cas y culturales de cada sistema social, Estudios mds recientes lentes de mexicanos en Estados Unidos in entre medio social y fatalismo. Cathe- E. Ross, John Mirowsky y William C, Cockerham (1983), por ejem- 10 de 330 residentes de El Paso (Estados Uni- s bajos eran mas fatalistas que los de sectores més 10s en conjunto eran més fatalistas que los no teamericanos, Los estudios sobre la imagen que los diversos grupos sociales tienen de sf mismos son sin duda los que mejor permiten apceciar la presencia del esquema fatalista. Estos estudios han sido realizados sobre todo en Venezuelz, impulsados por el trabajo pionero de José Miguel Salazar. Como en esta obra se les dedica un ca brevemente 2 apare istencia rasgos como ponsabilidad, el pesimismo y a ausenci 1970; Santoro, 1975; Salazar y M: Salazar y Rodeiguer, 1982; Montero, 1984). Los estudios que la autoimagen del ve- nezolano no es rigida ni uniforme en oda le poblacion y que esté muy relacionada con las condiciones socioecondmicas propias de cada grupo; con todo, confirman que uno de los elementos més constantes en la imagen que el venezolang tiene de-si mismo es el verse en un marco de pesividad connatural frente a la realidad, ico (Salazar, Cabe preguntarse en qué medida los estudios empiticos existences cofirman lz validez del sindrome fatalisca latinoamericano, Con la pro- visionalidad que exige una revisiOn de estudios incompleta y en base a la én de los resultados de esos estudios, se pueden proponer tres conclusiones tentativas ue no hay estudios que confirnien lz presencia de todos y cade uno de los rasgos que lo hemos presentado, los est s0s sectores de la poblacién fotalisca frente a la cias historieas y sociale figuran el sindrome fataliste tal como ios disponibles comprueban que diver- joamericana mantienen una actitud fa, cuya importancia varia segin las circunstan- (b) Varios de los principales casgos del estereotipo sobre el latincame- fleano fatalisca se encuentran en le imagen que diversos grupos socia- asignan 2 los nacionales de sus propios paises e incluso de todos los paises latinoamericanes, (6) La actitud fatslista tiende 2 observarse sobre todo en los sectores socioecondmicos bajos, en los campesinos y marginados, es decir, en los sectores populares mayoritarios de los paises latincamericsnos, ientras que el estereotipo sobre el fatalismo latinoamericano se encuentra no sélo en esos sectores, sino también en otros grupos. 2. LA PSICOLOGIZACION DEL FATALISMO Analizado en frio, el fatalismo ‘constituye una visid: contrapreducente, ya que tiende a ‘sloquear todo progteso y el cambio, personel y social, En otras es una de esas pro’ de la vida muy esfuerzo por labras, S que se cumplen por si mismas (self prophecy), ya que provoca aquello mis posi de akcerar el rumbo de la propia existencia o de controlar las ecunstan- cias que dececminan la vida real de cada cual. Por allo, hay que pregun- tarse cOmo surge el fatalismo. ers0- nas y un mundo al que encuentran cerrado e incontrolable, 2s de 2 de.une actitud continuamente causada y ceforzads por =! namiento optesivo de las estructuras macrosociales. Javelas 0 champas marginales introyects el fetelismo no tento :3m0 una herencia patema, cuanto como ¢l fruto de su propia exper 2 la sociedad: dia a die aprende que sus esfuerzos en la escue. ven para nada o casi nada, que la calle recompensa mal su dedicacion laboral prematura como vendedor de periédices, cuidador de carros 0 “limpizbotas y que, por tanto, es mejor no sofar ni trezarse metas que nunca podrin alcanzarse, La resignacién sumisa Ja aprende no tanto co- © fruto de una transmisién de valores en una subcultura cerrada, cuan- to como verificacién cotidiana de la inviabilidad o inutilidad de cual quier esfuerzo por cambiar significativamente su propia realidad dentro vis d 148 cwecwmarginacibints genereda por un sistema socioeconds de un inedio que es parte de un sistema social opr 0 exluyen del que, por tanto, los marginados forman parce en cuanto marzinados, las actitudes y valores propios de la cultura de la pobreza estén siendo continuamente causadas y reforzadas por el funcionami de ese sistema social del que los pobres son miembros. firma Lewis (1969, pag. 197), “es mu pobreza que l2 pobreza mis: diffeil ain parece ar Ta cultura de la pobreza mientras se mantenge le y las eseructutas socfosconémicas que la producen y perpe- 3.1. La verdad del fa mo. imposibilidad del cambio social. Asi como hay un elemento de falsedad en el fatalismo, hay otro ele mento de verdad. Lo falso del fatalismo escriba en atr Progreso aun d : sdiante sus esfuerzos. El facalismo Gevecta acertadamente el sintoma, pero yerra en su diagndstico. La historia de cualquier pueblo latinoamericeno puede corroberar se nicleo de verdad del fatelismo. El nivel de vide de las mayor‘as sal vadoreiias no es hoy mejor de lo que era hace cincuenta, zreints o clez ahos, a pesar de que el ingreso per cépita del pafs ha seevido une cus de zscenso. Y, si come dice lo que hemos llamado al Klérico” el salvadorefo es tan trabajador, mal se puede achacar 2 su. carfccet o & deficiencis de esfuerzos este falta de progreso. En un estus dio realizado en 1978 en un mesin de San Salvador, es decir, en una vie vienda colectiva popular, donde cada familiz dispone de una 0 dos haoie taciones y comparte servicios comunes, se observ que los inguilinos aceptaban vivir en esas lamentebles condiciones porque las consideraban Hansitorias y pensaban que pronto podrian conseguir una vivienda pro- pia y mas digna (Herrera y Martin-Bar6, 1978), Sin embargo, un buen niimero de ellos ya arrastraba esa situacién desde hacfe varios ais, y todo permitia predecir que la mayoria si no todos los inguilinos pasarfa el resto de su vida en una vivienda asi, quizé cambiando a otros mesones equivelentes o leventando una “champa" (choza) en alguna co. lonia marginal, Frente a lo que se pensacia desde la perspectiva de la cultura de la pobreza, psicolégicamente casi todos los inguilinos del me- 149 AS! COMO TB oeneene pais, tan pequeto 0 aulo es el pregreso que logra el marginado que se Pefucrea como el que se abandona “al destino”, sin que aparezca corce- facign alguna entre empuje y logro. Quizd para explicar y aun justificar ta falts de progreso, el “estereatigo folklorico” del salvadoreno aad fr cudlidad. de “guanaéo", ¢s decir, de péjaro s'mplén y engahable Gque sectores cada vex més amplios de las mayorias latinoamericanas ne Sonsigan "integrazse” al sistema dominance y ni siquiera disfrucen de Sus beneficios minimos, no es por falta de esfucrzo 0 por una insufi: Hente motivacién; cuando menos, no siempre o necesariamente ¢s por so, sino que el sistema social misnio esté planteado en tales vérminos estractuteles, que no puede satisfacer las necesidades fundamentales de sz poblacign mayoriteria. La paraioja estriba en que estas mayories Stmatginales” s{ se encuentran integradas al sistema, pero en cuanto .n de tenet fos valores marginadas, y ello no porque tengen o 4 sctitudes requeridas, no porque estén mo des cosas en su vida, sino porque carecen de oportu: minimas 0 de poder para lograrlas. 2.2. Le cultura de la pobreza ina version diferente del fatalismé latinoamericano acribuye este drome al desarrollo de unas pautas culturales necesarias en un mo- mento para lograr la supervivencia, pero que al reproducirse tienden 2 perpetuar aquellas mismas condiciones que las producen, generando un Gireulo vicioso. Se trata de la llamada “cultura de la pobreza” por Oscar Lewis (1959) ¢ inmediatamence fue asumido por ficos sociales, ya que reflejaba a la perfeccion dl hecho de que “los pobres” vivian ca un mundo diferente, con sus propias normas y valores, sus comportamientos y hébicos caracteris- fos, Segiin Lewis (1969), la familia de esta subcultura se caracteriza por wuniones libres, elm ausenéia de infancia como un yd prolongado bajo proteccién, la frecuencia del abandono pa- terno, una fuerte predispo: hacia el autoritarismo y_el énfasis ver- bal en Je solidaridad familiar. Los luos se caracterizan por fuertes de marginalidad, impotencia, dependencia ¢ inferiori- carecen de un adecuado control sobre sus impulsos, tienen una E] rérmino fue,“ én de forma sistematica de 5 de la cultura nacional de fa neenque-formen parte’ Lewis, 1969, pag. 193). ‘La cultura de la pobreza es algo mas que la pobreza; es vn esiede vida que florece en un determinado contexto social. De heccho, atl ura de la pobreza constituye tanto una adaptacion como uona remtbn de los pobres haciz su posicién marginal en una sociedad cestratiada ten clases, muy individualisca y capitalista, Representa un esriuere7=f@ manejar los sentimientos de impotencia y desesperacin quesee “> Ilan ante la comprobacion de que es improbable tener éxiters fines de la sociedad més amplia” (Lewi smo serfa una forme adaptat se llevar hacia donde imponen los p=» ¢ ‘inica forma de supervivencia asem-> + le fa de personas de los sectores marginados de las sos: 2des vanas. La inevitabilidad historica se hace més scytuble cuando se percibe come destino natu 4 de ceonviene en vircud, y hasta se le saca dulzure al fatidico limon de la vi .que la cultura de la pobreza surge como un mecaniismo adsptati- yo frente 2 las condiciones de marginacion, una vez esceableciée seria més dificil de eliminar que la misma pobreza y tenderfa -2 perpenarse 2 través de lineas femiliares. De esta forma, el fatalismo se converirfa en una especie de profes x (self-taléiling q o “desesperanza eprendidi Desde une perspective algo distinta de corte psicoanalicieo, Gonailez Pineda (1971, pég. 42) mantiene que la sumision del i mexicano habria sido una actitud extrema que le habréa servide para cvitar su destruccion. Santiago Ramitez (1971, pég. 763, también en términos psicoanaliticos, afirma que ese indigena ‘ino se rebela ance [2 pobreza porque gracias a ella ha podido conservar un cierto grado de Independencia”. Asi, pues, parecerfa confirmarse que las ventajas se- i rnidas mediante el fatalismo tenderian e pecpetvarlo como elemento cultural y rasgo psicolégico. Como en el aso del “cardeter latinoamericano”, la pretensidn exp uca de la pobreza para el sindrome fatalista incurre en una vez establecido el rasgo © funcional que lo mantiene y corporado 2 fas mismas pautzs del pensemiento cultural en los paises de América Latina. El latinoamericano perezoso, ‘constante, irresponseble, juerguiste y muy religioso. Sobre esta ““ma* wiz estereotipica”, se dibujan diversos tipos: el oligarca, cosmopolita y derrochador, “hijo de papé” o pariente de algin dictador; el militar golpiste, medio populista y medio gorila, sobornable en todo menos en su machismo, visceral y de principio; el indigena vago y simplista, de apariencia obsequiosamiente sumisa, pero doblado, rencoroso y vengeti esquema de referen: fatalismo en cuanto acritud ante la vide de las persones,'del fatalismo en cuanto estereotipo social acribuide 2 los latincamericanos, incluso cuando el estereotizo se lo apliquen 2 sf mismos los propios latinoarnericanos. En otras palabras, habré que exemingr si el fatalisrio corresponde 2 una actitud real de los, latinoamericanos 0 si més bien constituye una caracterizacién que se les atribuye y que, de esa manera, tiene un impacto sobre su existencia, aunque su comportamiento real no corresponda a esa caracterizacion, es importante distin 1.3, Estudios sobre el fatalismo latinoamericano A peser de lo extendido del estereatipo sobre el fatalismo latinoeme- ane, no existen muchos estudios smpiricos que enfoquen este tema direccamente. La mayor parte de los andlisis encontrados constituyen flexiones teéricas sobre la naturaleza del fatalismo, con frecuencia considerado como un rasgo més de no” o del carfcter particular de los hebitantes de alguno de los paises latinoareri- canos. En otros casos, el fatalismo es asumido como un punto de partida, como un dato cuya evidencia vuelve innecesario su examen o su verificacion empfrica. De ahi que los estudios sobre el fatalismo no s6io sean sorprendentemente pocos, sino que le mayoria apenas enfoce el tema en, forma indirecta, al tratar algunos de los problemas de los sectores populares y marginados, Podemos espigar algunos de estos escudios més significativos. En sus trabajos antropolégices, construidos con les propias palabras de las personas entrevistadas, Oscar Lewis ha logrado transmit las for- mas caracteristicas de pensar, sentir y actuar de los sectores populares mexicanos (1961), puertorriquefios (1985) y cubanos (Lewis, Lewis y Rigdon, 19772, 1977, 1978). Muchas de las hipétesis sobre !a texctura mental del machismo han surgido o han encontrado su confirmacién en los relatos de Lewis. Asi mismo, en esas narraciones autobiogréficas aparecen zigunos de los rasgos caracteristicos del fatalismo: 140 cia mis 0 menos explicit en la imemisibilidad del destino de las perso- nas, la resignacion frente 2 lo inevitable, la pasivided y el presentismo como formes de adaptarse 2 las exigencias sobre la propia vids. Resulte parcicularmente: interesante observar la diferencia de este tipo de ex- guemnas mentale en los cubanos antes y después del tiunfo dele revo- jucién, Desde. un ‘alismo tiende a aparecer las acticudes y opi- 9s sectores populares latinoamericanos. Podemos tomar como ejemplo un estudio realizado por Reinaldo Antonio Téfel en 1972 eon 450 jefes de familias de los barrios marginales de Managua {eta 3972) 3179.79 de los entrevistados se mostrd de acuerdo con cer planes s6lo trae la infelicidad porque es ditfcil ca bo" (inutiliiad de toda planificacion), el 66.8%, sagan que aa be preocuparse de las cosas de hoy y dejar las de mafiana paca mafiana”” (presentismo); finalmente, el 93.0% considerabe que “el secreto de la feliided estd en no esperar mucho de la via, y en estar contento con lo que le toce 2 uno” (con resign éfel, és fe gue Je 10" (conformismo, resignacién) (Téfel, 1972, pags, Uno de los primeros anélisis psicosociales que toca el tema del fata- lismo latinoamericano es el estudio desarrollado por Erich Fromm y Maccoby encre 1957 y 1963 en un pequeio pueblo mexicano i 25, utilizando la tipologfe de Fromm sobre el cardeter so. cial (ver Fromm 1947, 1953). Segtin Fromm y Maccoby (1973, pag. 60), los aldeanos estudiados “son envidiosos, suspicaces de los motives mutuos, pesimistes en cuanto al fururo y fatalistas. Muchos se muss. ellos mismos aunque son capaces ce rebelarse y de iniciar la revolucién. Se sienten inferiores a los eitadinos, mis estipidos y menos educados. Existe un sentimiento abrumador de impotencia para influir a a naturaleza ova la méquine industriel que les domine”. Aperecen, pues, en estos campesinos los rasgos tipicos del faralismo: el pesimismo hacia el fururo, la sumision y la impotencia frente al mundo y la sociedad. Por supuesto, estas rasgos no son abso- lutos, ya que, por ejemplo, se mezclan con semillas de re portante, con todo, indicar que la tendencia a rebelars Ge por si . ismo, sino que puede consticuir su confirmacidn: el fatalismo afirmado en elites dla slo cs puesto en cuestion mediante la rebeldia violente y circunstan sgeneral, termina por volver al cauce de “la normalidad fatal’ no conitituye A través de un cuestionario original sobre 1a “filosafie di e que con més frecuencia ‘ano son los siguientes: tocedo en suerte, es decir, asus sido ime puesta, sin resentimientos ni rebeldias que a nada conducen; (2) la inevitabilidad de los acontecimientos de la propia vida reste impoctancia 2 cadz uno de ellos. De ah{ que carezca de sentido el experimenter grandes emociones, él dejarse llevar por le alezria 0 {a srisceza; lo que cuenta en la existencia es aceptat el propio destino con coraje y llevarlo con dignided; (3) la vida es asi una pruebe exigente y dolorosa, de cerécter trégico, que hace de ia vivencia del sufrimiento el estado normal de las per- sonas, hasta 2 la identificacion de destino y sufrimienco: “se nace para sufrir’ Finalmente, los tres rasgos 0 tendencias comportamentales mis ca- racateristicas de! fatalismo latinoamericano son las siguientes (1) El conformismo respecto 2 las exigencias del propio destino. Ance le ineluctabilidad de las circunstancias en que uno se enc los acontecimiencos que & uno se le ocurren, no queda més alter va que la de conformarse. La sumision a las imposiciones del descin es decir, el realizar lo més fielmente posible lo que se le exige y de la anera que se le exige constituye la tinica forma adecuada de acepcar ia propia suerce y de evitarse problemas adicionales; (2) la pasividad frente a las circunstancias de la vide. Puesto que nade puede hacetse por cambiar el propio destino o por evitar que tengen jugar fos: acontecimientos més significativos de la existencia, carece de sentido el esforzarse por mejorar la propia suerte, el tener inicia vas o el empefiarse en alterar el curso de las cosas. La pasividad repre senda la frOma racionalmente més cOmoda de adaptarse al destino far tal; (3) la reduccion del horizonte vital al presente. Lo finico que cuenta es el aqui y_ el ahora, tanto para bien como para mal. El conocimien- 0 del pasado o la prediccién del futuro tan sélo sirven para confir- mar ia inevitebilidad del destino, Puesto que nada esencial puede alte- rarte, es indtil planificar o pretender aquello 2 lo que se esti predes- tinado. Hey que responder a las exigencias inmediatas de la vide, tra- 138 ares seetando- de. que resulten lo menos negativas posibles y extrayendo..! maximo de sus posibilidades posicivas, El Cuadco 1 sintetiza estos rasgos del fat 10 latinoamericano con- itud. Aunque cae por su propio peso, es portance subrayar que las idess, afectos y tendencias compottamenizles gnumerados representan un desglose analicico de una forma de s manera como ciertas personas se celacionan con ubica ante su mundo. Eso quiere decir que ra discinta de analizar ese realidad existenci cardcteristicas sefaladas mismas, Cada una de personal (las personas “fataliscas"), se presentaré te en cada individuo y su sentido debe analizarse en el contexto de cade circunstancia histérica. xi or tanto, que las 2 deben cosificarse como entidedes por si Cuadeo 1 Elementos mas caracteristicos del fatalismo letinoamericano Ideas Sentimientos La vida est Resignacia frente al propio destino La propia accion no puede cambiar ese destino fatal No dejarse afectar Tendencia-a no hacer esfuerzos, Un Dios lejano y todopoderoso decide el destino de cada persona iento causado dureza del propio destino ni planificacion del futuro A partir de este catacterizacién del sindrome facalisca empieza.a div jarse una imagen escereotipada que suele atribuicse al latinoamericano pot encima de distinciones nacionales o grupales, y que fo sélo se ma- heja en otros paises de Norteamérica o Europa, sino que constituye un 139 son aspiraban y aun conflaban en mejorar su situacién econémica y ha- bitesional; era el funcionamiento inexorable del sistema social del que constituian una parce marginal el que truncaba sus sspiraciones y sue- ios, manteniéndoles en la misma situacién. Incluso politicamente, las mayorias salvadorefias han cratado de abrir el camino hacia un. cambio social. Pero los esfuerzos politicos no han tenido mejor destino que los esfuerzos laborales. En 1932, un levanta- miento popular fue ahogado en sangre (Anderson, 1976). En 1974, un amplio sector campesino acepté particjpar en un proyecto de “Transfor- macion Agraria” que el gobierno de turno le presentd como camino hacia el cambio social, El proyecto no solo fue cancelado dos meses después de que fuera anunciado, sino que se reprimié a los campesinos involucrados cuando reclamaban su ejecucin; de esta forma’pagaban con su vida el haber confiado en l2 palabra gubernamental y haber osa- do buscar un cambio 2 su destino (ver A sus Srdenes, 1976; Martin- Bard, 1977). Més recientemente, en 1980, cid un nuevo proyecto de Reforma Agrati quitar banderas 2 los movimientos revol de las condiciones sociales mas explosivas de! pais. Aunque el programa, ha continuado, mas que nada como un2 fachada requerida por el pro- yecto en marc litarmente a los grupos revotuciona~ Tios, sus virtualidades han sido bloqueadas por la falta de apoyo real y aun por la misma Conscitucién politica elaborada en 1982. De hecho, las condiciones reales de los beneficiarios han seguido siendo tan preca- rias y en ciervos casos mas que les del resto del campesinado salvadore- fio (ver Diskin, 1985; Olano y Orellanz, 1985). ria que, como pretende la teorfa de la dependencia, la situa- ‘oduce internacionalmente entre paises ricos y paises po- bres se ref terior de cada pais entre las minorias ricas 0 estable- cidas y las mayorfas depauperades y marginaies. El empobreci creciente que hace impagable la deuda externa que tiene contrzida la mayor pare de los paises latinozmricenos parece teproducirse en el empobrecimiento progresivo de los sectores mayoritarios de.sus respec- ivos pueblos, Y.asi como la impagabilidad de esa deuda ¢s consecuen- Gia de un ordenamiento econdmico y finznciero internacional gue favo- rece & los paises industrializados, [2 inmutabilidad de la:situacion de las mayorias populares latinoamericanas es el resultado’de unas estruc- turas sociales explotadoras y marginantes. ji Se cion que s: Llegamos asi a la consecuencia de que, aunque el fétalismo consti- ruye un sindrome personal, representa un cortelato psiquico de deter- minadas estructuras sociales. Reaparece asi la vieja tesis psicosoci que postula una correlacion entre estructuras objetivas y subjetiv svwoncevente-las-exigencias de los regimenes sociales y los rasgos caracceroltgi--—-~—~~" cos de los individuos. No hace falta suponer una relacin mecénica de causa-efecto ni postular una “personalidad de base”; se trata de verificar el hecho obvio de que el orden y funcionamiento de cada régimen social propicia unas accitudes mientsas dificulta owas, premia ciertas formas de comportamiento mientras prohibe y castiga otras. Ahora bien, uno de los errores cometidos en la concepcién clésica sobre la relacién entre estructuras sociales y estructuras de la personali- dad radica en el presupuesto implicita de que entre los sectores que for- man una sociedad hay armonia y unidad cultural, asuncién propia de la vision funcionalista de la sociedad, segin ia cual la pertenencia aun mismo sistema social implica una comunidad de valores y normas. Si, por el contrario, se comprueba que las sociedades latinoamericanas se basan en el dominio opresivo de unas clases sobre otras, cabe entonces esperar que las estructuras afecten de diversa manera 2 les personas se- gin su diferente incardinacién clasisca. As{ como los teéricos del apren- dizaje social han verificado que existen conductas sexualmente tipifica- das, es decir, a las que se responde de distinta manera si provienen de un hombre que si provienen de una mujer (ver Mischel, 1972), no es aventurado suponer que existen también esquemas comportamentales istas,- es decir, diferenci jembros de una clase social o de otra La consecuencia no por obvia resulta menos importante: el fatalismo racionalidad del érden n de les necesidades mas bésicas mientras posibilica lz satisfaccion suntuaria de las minorias dominantes. A lz praxis social sigue el conocimiento sobre le realidad; las clases sociales se apropian de su destino histérico y lo incerpretan ideolégicamen: desde su perspectiva desarrollan una alta " y alcanzan un “control in- terno” sobre los refuerzos, las-clases dominadas se muestran pasivas, asumiendo con fatalismo que el lugar donde se decide su destino est bajo “‘control externo”. El moldeamiento diferencial de los miembros de las clases dominan- tes y dominadas no es, por supuesto, un proceso mecénico y uniforme, sino historico, es decie, determinado por la especificidad de cada situax Ls cidn y de cada circunstancia concreta. De ahi que no se pueda esperar encoatrar un faxelismo homogéneo y tot: grupos y perso- nas de las clases dominades, sino que nud de grados y modalidades de fatalismo. Por eso es neceserio preguntarse cudl es la forma que en cada caso adquiere el fatalismo, asi como los procesos especificos a través de ios cuales se ha conformado y transmitido y los comportamientos con los cuales se matecializa y acta. Como Jo mucs- tan los estudios yz mencionados de Lewis, en algunos casos serin les uutas de crianza y educacién los principales mecanismos de socializa- ida fatalista; en otros, podrd influir lz obra educative de la escuela 0 de las iglesias; en ctros muchos, sobre todo para el campesinado, que aun consttuye un porcentje,muy elevado ameri- ‘ana, serd la experiencia laboral, la vivencia de las relaciones abrero- patrondles en el campo,-el més continuo semillero para el fatalismo, En todo caso, el fatalismo puede transmitirse en varias y diversas ciccuns- tancias institucionales, ya que es la propia estru ise, latinoamericanos el determinante ultimo de lz fatalidad de he- cho, al condenar de antemano al fracaso los esfuerzos de superacion que puedan realizer las personas. Asi, los miembros de las clases domi- nadas irén eprendiendo cudl es “su sitio” enla sociedad como pabres, 285, campesinos o ind igenas. El fatalisma como int-riorizacién de ta dominacién social. dad estructural de una sociedad nc es un dato’ natural 2, cuya construccién y funcionamiento involucra la inte idad de los grupos y personas que forman esa sociedad, Por ello, nple superestructura que se aftada 2 Jas sociedades ino que representa un importante elemento en la confi- Cie inadas concepciones las que quirido en las relaciones sociales mediante la apropiacin de los recursos ands necesarios para [a vida humana, lo que permite 2 un grupo imponer. su voluncad ¢ intereses a los demés. Sin embargo, esta domination no logra su estabilizacién mientas no encuentra acogida en el mismo ps guismo de las personas, mientras no se vuelve concepcién de la vida y, lo qe es mis, sentido comitn. La colonizacién social solo logre echar rafces cuando se articula ideolégicamente en la mentalidad de las perso- nas y grupos, quedando asi justificada con el sello de lo que aparece como una realidad no histérica sino natural. Parte importante de esta colonizacion ideoldgica la constituye el mito del “‘nativo perezozo” (Alatas, 1977). Frantz Fanon, quien acompafié como psiquiatra los procesos de libe- racion del pueblo argelino, pudo cepcer los niveles de profundidud alcanzados por la colonizacién en la misma estructura somatopsiquica del colonizado. La violencia impuesta por el colonizador es introyecta- da por cl colonizado, quedando anclada en su musculacura como una tension teprimida y en su mente como una culpabilidad asumida. El colonizado vive su sometimiento como un estado de inhibiciSn, que le lleva como compensacién psiquica 2 sofiar con “suetios musculates, sue- ios de accién, suetios agresivos” (Fanon, 1972, pig. 43 i nes periddicas de violencia frente 2 sus iguales. S una culpabilidad asumida, es més especie de maldicién, una es- pada de Damdcles” (pig. 46) que continuamente pende sobre su cabe- 22 y dloguea sus impulsos liberadores. : Los anilisis de Fanon mucstran por un ledo la penewacién de la do- minacién ch el propio dominado, pero muestran también que el mante- imiento de este daminio introyectado requiere el ejercicio externo del mn de su misma realidad como persona im- 2 instancia, que el colonizado asuma totalmente las es- Tucturas colonizadoras. Sin embargo, mientras no tome conciencia re- fleja de la contradiccién presente en su existencia, le inhibicién. corpo- y la culpabilided psiquice mantendrdn su comporamiento dentro del ambito ce lo exigido por el orden coioni Las relaciones sociales estén de t ses latinoamericanos que despojen a la mayoria de lz poblatign de los recursos minimos indispensables para configurar y ainigir su vida, La propiedad privada como uno de los principios maximos de ia conviven Gia consagra el despojo permanente de las mayorias, que no encuentran posibilidad res! de controler su propio destino. El lugar de naciiniento se convierte asi en lugar de destino. El fatalismo ¢s, por ello, una reali- dad social, externa y objetiva antes de convertirse en une actitud perso- nal, incema y subjetiva, las clases dominadas no tienen posibilidad real ce controlar su propio futuro, de definir el horizonce de su existencia y moldear su vida de acuerdo 2 esa definicin, Mediante ef fatalismo adquiere sentido, por deplorable que sea, la inevitabilidad de unas con- diciones que no abren més alternativa « la vida de las persones que la de someterse 2 su destino, anera estructuradas en los pal- Paulo Freite (1970) ha mostrado el papel que desempefa el fatalis- mo como parte de la ideologia del oprimido. El oprimido se encuentra inmerso en una realidad de despojo e impotencia,-que se le presenta somo una situacién limite que no puede superar, En esas condiciones, 153 salees de su estatu, su conciencia se acoge & norte en natucaiens, Mis abn, potencia como ieaste con la cn se convene er 10 mod Sor mucsua uns us toa) Gocligad cea consgras como destino, ino gue guedan 328 : on mediante su actitud fatalises y su campesino les pone de Sicon tun sencido + se vide. ello mismo const gico part ins cases dominantes lismo supone une scepsacion priccica del orden social opresive. lismo const poderase aliado del sistema esczblecido en por lo menos dos aspecios Cucisies: C2) al jus puturs de conformis 5 que 2 cada cual se ie imoa- mo de la naturalezs, le ahora ir 2 los mecanismos de coercion represiva, (b) al inducir 2 un comporcamiento décii irente 2 las exigencias de quienes tienen el po- el Orden existence. Ast, facie iciones de dominio socisi, los incereses de las clases, se encuentra ls conciencis oprimi . inmersa en le nacuralez2, encuentra sufrimieato, producco de la explocacion de que es objeto, la vo- Tuntad de Dios, como si El fucte ef creadar de este 'desorden organiza- do’. La alienacion de cia en el fatalismo se perpentia mediante lz teferencia + simpalos absolutos, inalcanzables ¢ inmutables, que in- 156 a M4 jculigics de Ia simbologis crisiana. Qui- cave del éxito que tienen acz idos centroamericangs las sectas funda~ x mis de 2 eoasecuenciss que arrastran los mente entte los sectores ori mentaliseas. Convencidos "stemarizados par cambiar e52 condician, muchos encuenca te: mrilenaristas, consucio en sus licurgias extarticas, cranquilidad en sv pie~ 19 individualistz, B! milenarismo cuasicristino de estas sectas remi- te 2 Dios iz salvacién inmediata del mundo, sin que al homby mis papel que el de rogar por la pronts realizacion de este individuo pare tec inoamericanas, ls confivencis ‘uno de los elementos @} orden opresor. Can i I vide sz interpreta como obedien- se convierte en una virvud noes ningune instancs. Esxé dominado, ‘do, Exel intel no necesita ser semorada; se encuentra yz en el espiritu del colonizado y sélo requiere encontrar unt circunstancia propicie para brotar. Esta observacién de Fanon lievs 2 pensar que la acticud f et cuertin de todo o nadia, sino que se presenca en civersos grados y con multicud de matices, Le creenciz en [a fatslidad iamutable de! pro- 155 ticne siempre sobs s personas r4 su conviccion fate a pera explicar el en de nar g yor se2 el control qu lo grupos sobre su realidad presente, m lisea, aun cuando sigan utilizand a 2 : desarrollo de su vida. Yes qu ima inscancia, Ie raiz del faralismo no est en ia rigider mencal de las personas, sino er: lidad de las condiciones sociales frente 2 las que les personas y grupos existen y se forman. La eliminacién del mo no puede, entonces, plantearse como gn alternative de cembiar al individuo 0 carbier sus condicio To que set Se cambiar la relacion entte la persona Jo que se trate es de cambiar la relacion enze la person lo que supone tanto un cambio personal como un cambio encia real de modi jo fucuro, Se trata de ales y ngan une exp n de su proceso di cambio d el cambio de las actitudes personales se posibi ve desde 19 ‘subversivo: mejores. Pero uno de pot ta, ha desep: eido hoy de su vocabulario y, muy probablemente, también de su psi- quismo, El proceso dialéctico por el que las mayorias latinoamericanas po- Grin climinar su acticud fatalista involucra tres importantes cambios: (2) le recuperacién de su memoria histérica; (b) le organizacién, popu- lary (¢) le préctica de clase. (2) El primer elemento pera le eliminacién del fatalismo lo constitu- ye le superacién del presentismo, no solo abriendo la mente al futuro, sino también recuperando la memoria del pasado, personal y colective. 156 sad, padrén sisuarse en una perspective ad ia identided, Saber quien se es supone saber ne y de quién o qué sc depende. No hay verdadero cono- gu han configurado su cuada pare evaluar su pro de donde se Gmiento de si genes, de la p: pueblos latinea: unitate, de la propia Los vag claca memoria hiscorica saber donde buscar las ca 28 de su opresién secuiar y de su situacién presente; como dice Fals Borde (1985, pag. 189), necesitan “descubrir, selectivamente, me: la memoria colectiva, elementos del pasado que f 25 de las clases exp! 8 d ericanos 2 Is confrontacio en concreto, a la “subversion c canos se deriveran del expansionismo soviético o comenzeran con le subida de conciencia histérice necesita una particular 9 echos y gees que hoy se ascarando el cardezer or ) tos puntos crucizies radica fn S propics interes es decir, la concepcié isladamente ito 0 fracaso ¢3 algo que sdlo con- ciemne a cada ind particular, sin que el destino de uno tenga lacién elguna con el destino de los demés. Lz organizacion pone la conciencia de que existe una profunds comunidad de in entre todos los miembros de les ases opti miento individualista. En El Salvador se ha podido apreciar el impor. ‘ante papel de las organizaciones populares coma elemento dinemizacor de le iniciativa de los oprimidos y aun como alternativa a la oferte tre: Gicional de los partidos politicos para emerge: de su marginaciin histo. rica y Fepresentar sus intereses frente 2 otras instancias socizles (ver aria, 1983). (©) El aspecto fundamental para la separacién det fanatismo de ls mayorfas latinoameridanas lo constituye su prdctica de clase. Ningin sentido tendrfa una contiencia histérica que no se operativizara en la Dasqueda de una nueva identidad social, o la organizacién que no se ‘materializara en actividades en b reficio para los sectores populares que an el circulo vicioso de su pasividad y marginacién, Més ain, es i pensar en que se desarrollé una verdadera conciencia histéricz 0 ue se logre una organizacion popular fuera del contexto de una prict- 2 popular, que por necesidad tiene que ser una praxis de clase, es decir, articulada en el eje de los intereses populares. En tiltima instancia, Ia superacién del fatalismo de las mayorias populares latinoamericanas Fequiere un cambio revolucionario, es decis, un cambio en aquellas es. tructuras, polfticas y econémicas, pero tambith psicosociales, donde se asienta un ordenamiento marginante y pasivizador que basa el bienestar de unos pocos en la explotacién opresiva de los muchos. Sélo le préctica evolucionaria permitizé a los pueblos latinoamericanos romper ia inflexibilidad de unas estructuras sociales congeladas en funcion de incereses minoritarios y superar asi los “cien afios de soledad” que los mantienen al margen de le historia, uncidos al yugo de un desting fatal BIBLICGRAFIA J. Levinson y R. Nevite personalidad cucoriearia (Traduceiéa de Dara y aida Cyar bles), Buenos Aires: Ed, Proyecci6n, (Originalmencs publicada ca 1940), ALATAS, Syed Hussein, (1977), The myth of the lazy native, London: Frank Cast ANDERSON, Thomas ?. (1976).£1 Salvador 1932.'Lot sucesos politicot, (Tradue nde Juan Maris Castellanos.) Ciudad Universitaria Rodrigo Facio, Costa I ss: EDUCA, ARDILA, Rubén, (1979). Psicologia social dela pobreza. En James O. Whictaker (£0.): Fcologi socal en el mundo de hoy, Méxien: £4. Trles A sus érdenes, mi capi 6). ECA, 337, 837-643, COWARD, B.E., [.R, Feagin and J. Williams. 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