El obispo lo llam a captulo en su oficina y escuch sin contemplaciones su confesin
descarnada y completa, consciente de que no estaba oficiando un sacramento sino una
diligencia judicial. La nica debilidad que tuvo con l fue mantener en secreto su verdadera falta, pero lo despoj de sus encomiendas y privilegios sin ninguna explicacin pblica, y lo mand a servir de enfermero de leprosos en el hospital del Amor de Dios. l suplic el consuelo de decir la misa de cinco para los leprosos, y el obispo se lo concedi. Se arrodill con una sensacin de alivio profundo, y rezaron juntos un Padre Nuestro. El obispo lo bendijo y lo ayud a incorporarse. Que Dios se apiade de ti, le dijo. Y lo borr de su corazn. Gabriel Garca Mrquez.