Está en la página 1de 4
JUSTICIA Y LEY: VIOLENCIA ¥. J LOCURA EN LA tragedia GRIEGA Javier Edgar Tapia Navarro” ‘9 hay forma de volverse loco si no es en el seno de la ley. La locura no es un asunto que emerge en la suspensién de la ley 0 en sus limites, sino en su centralidad. Es consecuencia de la dialéctica que tensiona el infiujo de la justicia y el ordenamiento de la ley. La tragedia sofoclea es un reflejo consistente de esta tension de elementos. Sus héroes tragicos devie- nen, de una 1 otra forma, en una locura signada por la violencia. Y esta posicién privilegiada del héroe demencial no revela otra cosa sino la complejidad de una trasposicién de deseos entre dioses y hombres, cuye mecanismo trataré hacer latente con ayuda de Walter Benjamin y Alexandre Kojéve. Hay algo en el universo trigico de Séfocles que lo emparenta con la cosmovisién del arcaismo griego. No es sélo la escenificacién de un régimen de divinidades que se alzan sobre lo humano para determinarlo ex ma- china: ese artificie mecinico que tanto debié faseinar a los atenienses que acudian durante la primavera a las representaciones tragicas en honor a Dionisios. El Deus ex machina es um eco del sina homérico que gobemaba las animosas vidas de los héroes arcaicos, ‘una aparente fiancidn de las divimidades que restablecia el orden de las cosas hnmanes. Un estrateza como Séfo- cles, que lucha de la mano de Pericles en Samos hacia el 440 a.c., debia encontrar en esta causacion divina dela ‘vida nmana algo mas que un simple destino: la locura, En el lirismo trigico de Séfocles no existe resta- blecimiento del orden sin que la locura haga su apa- ricién en la escena. Una demencia infundida por los, dioses que se apresta, casi como requisito. pero mas bien como expiacién y quees inseparable del sentido mismo de la justicia “Profesor daa Universidad Salesana an la Ciudad de Mico, METAPOLITICA nim. 1, apri- junio de 2019 58 Asipues, Ayax! que, en su célera contra los hijos de Atreo y Ulises, es cobijado por la fuerza demencial de Atenea quien le hace creer que ha asesinado a los, reyes griegos cuando, en realidad, ha dade muerte a ‘um hate de reses indefensas. ¥ después, la razén sélo puede pedir la muerte: Ayax conjura su auto-expia- cién para reencausar el orden, como si un acto de lo- cura ser sanado con Ia locura misma. En Las Traguinias un misterioso oraculo escrito en ‘unas tablillas de arcilla produce la desesperacién de ‘Deyanira, esposa de Heracles, al sugerirle la muerte su amado en su batalla contra el rey Eunto de Eubea, Suamado no ha muerto pero se descubre su pasién amorosa por Ia esclava Yole, hija de Eurito, a quien ‘habia tomado como parte del botin de guerra. ‘Deyanira delira de amor, desea recuperar el afecto de Heracles y envia un fimesta regalo, un manto que debia reencausar hacia si el amor de su esposo a través, de la sustancia amorosa del centauro Neso, El manto esta envenenado, la diosa ha invertido la sustancia. De- ‘yanira ya no puede detener el destino de su obsequio, se afama, se lamenta y solloza hasta perder la cordura. ‘Al igual que en el drama de Ayax, la inica solucion es, auto-immolarse, aunque con ello no ha podido frenar la muerte de su amado, el sino es imparable. La culpable, ‘Affodita, Hay aqui un extraiio mudo que ata a la locura, con la ley’y la justicia. Nudo que se representa en toda su intensidad en Edipo Rey y Antigona. La primera de ellas, mas alld de la veneracién uni- ‘versal que se le profesa, pone en escena la represen- ‘tacién de un conflieto universal: la ley enffentada a la justicia. Todos conocemos los crimenes de Edipo: se casé con su madre, Yocasta, y asesiné a su padre, ‘La edicion utilizada de las tragedias de Safocles (2000) responde a la ‘adacciba de Assela Alamillo Sanz en la Biblioteca Clasica Gredos. Las ccusivas usada en las citas sen muestras. JUSTICIA Y LEY: VIOLENCIA Y LOCURA EN LA TRAGEDIA GRIEGA | DEBATES. I Layo, pero sin saberlo, convencido enteramente de haber sido obsequiado legitimamente al salvar a la cindad de Tebas del azote de la fimesta Esfinge. Al resolver el enigma de la Esfinge, al desmudarla de su criptico simbolismo es arrojada al abismo de la reali- dad. La ley dela ciudad, demasiado humana, deman- da obsequiar el trono de Tebas y el lecho del rey a su salvador. Edipo no ha hecho sizio encarnarse en la ley de los mismos hombres. Pero el tomar posesién legi- ‘ima de lo que le pertenece lo enffenta directamente con Ia justicia del dios. Edipo es un parricida y un incestuoso, culpable de transeredir prohibiciones ab- solutas. Aqui la justicia es el terreno de la divinidad, el de lo humano lo es en a ley. Edipo sélo puede expiar sus pecados al extirparse a simisme los ojos, No soporta la vision de su amada ‘Yocasta, madre y amante, ultrajada asi misma por el dolor ante el cumplimiento de su hada. Edipo se en- frenta a Ia verdad a través de su delirio, un mensajero relata al coro: “Algtm dios /e mosiré, a él que estaba fuera de si, pues no fue de los hombres que ‘estdbamos cerca” (Séfocles, 2000: 187). Acto segui- do se arranca los ojos. La verdad per se no es un asunto de la cordura, se artiba a ella en la delirante presa de los amreba- tos de la divinidad. La verdad, aqui, es la justicia, el cumplimienta de una existencia cuyo camino es trazado por el dios mismo. En la tragedia de Edi- po ese camino es el acto deseante de un dios que na les permite a los hombres emparentarse con su naturaleza omnipotente. Zeus es una divinidad pa- mricida e incestuosa, esa es la verdad inobjetable de la justicia; Edipo es un Prometeo inconsciente que ha atravesado la prohibicién del dios. ‘Observemos el caso de Antigona. Los hijos de Edi- po (Eteocles y Polinices) se ham dado mutua muerte al disputarse el control de la ciudad de Tebas después de que su padre se marchara al exilio, Al monir los herederos legitimos del trono de Tebas, Creonte, her- mano de Yocasta y cufiado de Edipo, se hace con el control de la ciudad. Como una de sus primeras leyes impone la veneracién de Eteacles como un héroe de Ja ciudad, dejando Polinices el tulo de enemigo, ssin exequias ¥ prohibiendo, a pena de muerte, dar se- pultura a su cadaver. ‘Sabedora de la prohibicién, Antigona se arriesga y sepulta el. cadaver expuesto de su hermano. A guisa de sus artimaias, Creonte se entera dela culpabilidad de Antigona y la condena a morir emparedada. Las consecuencias para el rey son funestas: el suicidio de su hijo Hemén, prometido de Antigona y de su esposa Euridice, enloquecida silenciosamente al enterarse de Ia muerte de su hijo. ‘Lo que Séfocles presenta aqui es una antinomia estmucturante del orden social en los polos de la ley y Ia justicia. De un lado nos encentramos con una ley Irumana de la mano de una prohibicion: no rendir exe- quias a los enemigos de la cindad y dejar expuesto al cadaver de Polinices, Pero la ley de ios hombres, encel otto polo, choca frontalmente con los designios divinos. A los ojos del dios ningim héroe debe entrar al Tartaro sin exequias, sea cual sea su condicién hu- mana, La justicia divina parece estar por encima de cualquier decreto humano. En esta tensién el frenesi amoroso de Polinices ante el cadaver ultrajado de su amada, quien se ha ahorcado con sus propias ropas, y la auto-inmolacién de su madre trazan una cadena causal de amebatos de locura que conducen al restablecimiento del or- den humano. La locura parece erigirse como el tercer componente de la dialéctica tragica del mando. Este aire de ajenidad entre Ia ley y la justicia re- presentadas en la obra de Séfocles son las determi- nantes de su visidn tragica del mundo, a pesar de que al final de su vida la incidencia motriz de la divini- dad parece abandonar la escena tragica. En elllas, en cada ocasién la locura toma un cariz mas humano, los espasmos de ira son sustituidos por la persona- lidad ndomefiable de sus personajes. El dios ya no vuelve locos a sus héroes, los toma mas humanos cada vez, hasta el hastio. En sus iiltimas tragedias, Séfocles difimina la presencia temible de la divinidad para reconducir al orden. En el drama Filoctetes que Ios es fuerzos de Ulises y Neoptolemo (¢l hijo de Aquiles) por conducir al abandonado y apestado Filoctetes a Jas murallas troyanas (condicion de Zeus para otorgar Ia victoria a los griegos), sélo la voz de la divinidad posee Ia potencia para cambiar el juicio de un hom- bre, El belicoso Filocteies accede a la peticién de sus compaiieros cuando Zeus asi se lo exige como par- te de su destino, Sin embargo, el portentoso dios no aparece en la escena, habla a través del espectro de Heracles, un famtasma que es el vehiculo de su por- tentosa palabra. En Edipo el Colono, el viejo maltrecho y antafio rey de Tebas se entera de la hora de su muerte por voz de Zeus. Nuevamente, como a Filoctetes, el dios no le babla, es el traeno que brama pavorosamente en el cielo pidiendo al anciano se encamine a la rocosa tumba que le aguarda. Los truenos y el fantasma cum- plen con una fancién oracular. METAPOLITICA nim_61. abr junio de 2018 59 Dorsares | JAVIER EDGAR TAPIA NAVARRO Asi, del mismo modo en Electra el oriculo del dios Apolo revela a Orestes, el hermano de Electra y ‘heredero de trono de Agamenén, su sino de dar muer- ‘tea los asesinos de su padre (su madre, Clitemnestra, ‘y su amante, Egisto), Abrasado por la ara que le in- fimde su hermana, Orestes marcha a su destino, da muerte a su madre en el transcurso de la escena y le ‘vemos alejarse al final del relato guardando los pasos, de Egisto en direceion de su muerte, Egisto desea ca- ‘mina hacia ella a su paso, las palabras de Orestes le increpan con dureza, ya no puede andar por si mismo, ‘y no para hur, sino: “Para que no mueras de forma que te complazca, Tengo que cuidarme de que te sea amargo. Seria preciso que esta usticia fuese inmedia- ‘a para el que quisiera transgredir las leyes: la muer- te” (Sofocles, 2000: 257-258). En esta obra del viejo Séfocles el Deus ex machina ‘pose unaire de lejania. el dios no aparece para resolver el conflicto, las divinidades parecen suspenderse de la escena trigica. Sin embargo, ha sido el oraeulo de Apolo el movil de la venganza. Aqui Séfocles no se aleja del espinitu tragico; al contrario, llega a sucorazén. Enel advenimiento de la justicia se da el abandono de si, se pierde el control sabre los miembros, sobre el andar, sobre la vida Ayax es un homicida en su delirio, Deyanira se suicida delirante de amor, al igual que Yocastay Antigona, Hemén y Edipo arriban tam- ‘ign a una verdad que sélo puede soportarse al casti- gar sus cuerpos. El precio de la verdad no se pagaen hh razén o la palabra, sino en la doliente mutilacién del cuerpo. He aqui, entonces, el abismo trégico entre Ja justicia y la ley: la pamera resuena en el cuerpo, la segunda ea la utilidad de la razén. S6focles sabia que ‘no existe manera de transitar de una a la otra si no es en el vehiculo de la locura. Para abordar el complejo problema de estas re- laciones (justicia-locura-ley) propongo tomar como claves de cid un ensayo de Walter Benja- min (2007: 113-138) escrito en 1921 (Para una criti- ca de la violencia) y el célebre seminario que Alexan- dre Kojéve dictara en la Escuela de Altos Estudios de Pars ente 1933 5 1938, En el caso del ensayo de Walter Benjamin, éste se ‘propone explorar la naturaleza de Is violencia como ‘un fendmeno que solo adquiere pleno sentido cuan- do se le pone a trasluz de la relacién entre derecho y Justicia. Lo propone asi porque considera que la vio- lencia adquiere pleno interés cuando hace aparicién en laesfera moral, es decir, en el espacio normativo. Este entrecruzamiento inicial esti dirigido a través de Ia exégesis de la violencia con relacién al iusna- METAPOLITICA nim. 61. apr -junio ge 2015 turalismo y al derecho positive, hacia la diseusién y distincién entre uma violencia legitima y una ilegi- tima. Lo que a nuestro interés sugiere el andlisis de ‘Benjamin es que conviene resaltar la idea de una dis- ‘tincién entre una forma de violencia fimdadora del derecho mismo y una violencia que se legitima en ese derecho instaurado y cuya funcién es conservar- la. Todo orden de ley (de derecho) se origina en el accionar de una violencia fndante que se legitima a ‘través dal sistema punitivo de ese orden de ley (po- licia, milicia, etcétera) y cuya fimcién es garantizar su subsistencia. Si se atiende al contento en que Ben- jamin sortea esta hipétesis y pensamos en las juven- fudes comunistas a las que con frecuencia dingia su discurso, se © que su interpretacién esta anclada en su asimilacién del materialismo histérico. ‘De ser asi faltaria un componente de su constmecién dialéctica en la que toda violencia o funda el derecho o lo conserva. Parrafos adelante, Benjamin lleva él origen de la violencia fundante més alla del derecho. Propone una segunda distincién entre violencia mitica y violencia divina, Recuperamos un pasaje de suma importancia: “La violencia divina constiuye en todos los puntos la an- titesis de la violencia mitica. Sila violencia mitica funda el derecho, la divina lo destruye; si aquella establece li- rites y confines, ésta destruye sin limites, sila violencia mitica culpa y castiga, la divina exculpa; si aquella es to- nante, ésta €3 fidlminea: si aquella es sangrienta, esta es, Jetal sin derramar sangre” (Benjamin, 2007- 134). Para ilustrarlo, Benjamin trae a la memona el mito de Niobe castigada por Apolo y Artemisa por blasfe- ‘mar de su madie, Leto. Esta actitud puede transponerse ala vision tragica de Séfocles. La ley de los hombres se origina en la violencia fmdante de la genealogia di- vina. Zeus asesina a su padre y se casa con su madre, después adviene el origen Ja comunidad humana. Esta no emerge sino a condicién de la primera. Y la tragedia sofoclea consiste en esta suerte de tension que equilibra el mundo, donde un humano se sujeta al derecho instaurado al mismo tiempo que sus acciones reclaman, sin desearlo, la manifestacién de la violen- cia divina. Distincién y dicotomia entre justicia y ley. “Justicia es el principio de toda instauracion divina de fines; poder e] principio de toda instauracién mitica de derecho”. escribe Benjamin (2007: 132) La guerra ene los hombres, los clanes o la polis, como en el caso de Eteocles y Polinices, sucede al cobijo de la ley, del reclame legitimo de la hacienda paterna, tanto como de la honra del linaje. La inter- vencién del dios es necesaria, por su intervencién se JUSTICIA Y LEY: VIOLENCIA Y LOCURA EN LA TRAGEDIA GRIEGA | DEBATES restablece el orden, se suspende la ley y reacomoda. La violencia divina no asesina con su Iuminoso rayo, no ensangrienta sus manos, més bien infunde la locura para que él inculpado sea el instrumento de su justicia. Jo sabia bien, realizé una lectura sagaz del ordenamiento del mundo antigo. Poco antes de Ja distincién entre violencia mitica y divina eseribia que “Tespecto a la legitimidad de los medios y la jus- ticia de los fines no decide jamas la razén, sino la vio- lencia fatal sobre la primera y Dios sobre la segunda” (Genjamin, 2007: 131). La razém queda suspendida, es necesario salir de si, de Ia légica del mundo, del entronamiento de su ley. Para volver a la violencia divina y restablecer la logica del mundo es necesario primeramente volver- se loco. Asi, locura no es mas que la manifestacién mis fina y consistente de la ley. No se deviene loco all margen exterior de la ley, sino dentro de ella. Por iltimo, esta dialéctica de la violencia trazada por Benjamin (violencia divina/vielencia mitica, de derecho-legitima/violencia ilegitima) tiene un ex- tuaio parecido con la lectura que realizé Alexandre Kojéve (1975) en su seminario sobre el problema del deseo en Hegel. nls inroduccica al mencionado seminaio, Kojéve ‘explica que todo deseo ha menester del reconocimien- to de un ofto a través de su propio deseo. La diferencia ‘entre el deseo natural, animal, y el deseo humano no es otra cosa que la creattza humana que coloca su deseo en el deseo de oto: “es Inmano desear lo que desean los otros, porque lo desean” (Kojéve, 1975: 14). Com este prisma del deseo, Kojéve explica el fun- cionamiento de la dialéctica del amo y del esclavo (t@pico fundamental para el materialismo histérico) a través dela sugerencia de que la relacién amo/esclavo 5 una trasposicién de deseos. El amo, para ser tal, necesita del reconocimiento del esclavo y viceversa, Pero el amo no sélo necesita ser reconocido por el otro que legitima su deseo, en tanto esclavo, sino en y por un tercero: Dios. El amo se constituye a si mismo ‘como la materializacion del deseo de Dios en el mun- do, es el esclavo de Dios. Pero, como bien observa Kojéve, ese reconocimiento es unilateral: el amo no reconoce la dignidad del esclavo. ‘Los héroes representados por Séfocles no som reco- nocidos en su dignidad por la divinidadal mismo tiempo ‘que esos homibres colocan su deseo en el deseo de Dios Ese desearlo que el dios desea es lo que desencadena en Bp tragedia ol advent de ia violencia Giving. A) cacame con su madre y asesinar a su padre, aim sin saberlo, Edipo se hace portader del deseo del tos (dela divinidad genéticamente incestuosa y parricida) El sujeto de esa negacién de la humanidad es lo que constituye ontolégicamente al loco como entidad resultante de la tension entre el deseo constituido en ley y el deseo organizado en la justicia. En definitiva, Ia divinidad munca enloquece, permanece inmutable, al azotado es el hombre de came y Ineso que debe echar a sus espaldas la pesada carga del deseo del otro. La locuza tragica es, por lo tanto, la develacion de una verdad fulminante: la del deseo del dios que se instala en el cuerpo de los heroes. REFERENCIAS Benjamin, W. (2007), “Para uma critica de la violen- cia”, en W. Benjamin, Conceptos de filosofia de ta historia, Buenos Aires, Terramar. Kojéve, A. (1975), La dialéctica del amo y el esclavo ent Hegel. Buenos Aires, Editorial La Pléyade. Séfocles (2000), Tragedias, Madrid, Gredos. METAPOLITICA nim. 61, abr -jurio de 2013

También podría gustarte