Está en la página 1de 33
45 Teoria politica -EL ANALISIS DE LA BURGUESIA COMO ACTOR POLITICO* Carlos H. Acufia** Este texto apunta a discutir problemas tedrico-metodol6d- gicos del andlisis politico de la burguesia como actor colec- tivo. El objetivo es doble. Primero, identificar los proble- mas ligados a reduccionismos que tienen presencia en los anélisis de la burguesia. Segundo, desarrollar una serie de argumentos y premisas tedrico-metodoldogicas para la arti- culacién de variables estructural-econdmicas, politico-ins- titucionales e ideoldgicas en el andlisis de la burguesia como actor politico. I, Introduccién 1. Algunos de los argumentos de este trabajo fueron ya explicitados en “The Bourgeoisie as a Political No prestarle atencién a la burguesia ni Actor. Theoretical Notes for a Reassessment of an ea ; «Old» and «Forgotten» Topic”, Department of a la articulacién de variables estructural- Political Science, The University of Chicago, 1984; econdmicas, politico-institucionales e ide- “Empresarios y Politica (Parte I). La Relacién de olégicas en el andlisis politico son noveda- Jas Organizaciones Capitalistas con Partidos y des en América latina.':? En una serie de aoe pe ee ee me ee 2 5a ‘i . gentino y Brasilefio”, Boletin Techint, N? 255, trabajos seminales, @ partir.de mediates por. aired, adt-acvidic, 1988, ph 17045; de los afios 60 y durante algo mas de una —“Dererminantes politicos sobre la relativa ausencia década, autores ligados a la “teoria de la de exportaciones industriales en la Argentina”, * Trabajo presentado en el Seminario: Empresarios y estado en América latina: balan- ce y perspectivas. VI Seminario Internacional organizado por el Grupo de Trabajo “Empresarios y Estado” del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLAC- SO), 28 al 30 de septiembre, 1994, México D.F., México. Centro de Estudios de Estado y Sociedades (CEDES), Buenos Aires y Kellogg Institu- te for International Studies, University of Notre Dame. 46 dependencia” emprendieron justamente esa direccién.2 Dos procesos afectaron el desarrollo de esa linea de investigacién. Por una parte, como afirma O’Donnell, Realidad Econémica, N° 100, 1991; y “Notas para el Andlisis de los Procesos Politicos”, Ficha de Catedra, Historia de los Sistemas Politicos, Depar- tamento de Historia, Universidad de Buenos Aires, 1992. Por otra parte, un desarrollo pormenorizado de los argumentos aqui sintetizados se encuentra en varios de los capitulos de La Burguesia Industrial como Actor Politico. Un estudio de caso sobre el significado politico de la organizacién y estrate- gias de la burguesia industrial en la Argentina, ‘Tesis Doctoral, Depto. de Ciencia Politica, Univ. de Chicago, 1994, 2. Empresario/empresariado y capitalista/burguesia son conjuntos no equivalentes dado que el primero admite la inclusion de personal jerarquico que, aunque con capacidad de decisién, no comparte la propiedad de la firma en la que trabaja, mientras que el segundo apunta especificamente al individuo y grupo social que sf son propietarios de medios de produccién, Sin embargo, y teniendo en cuenta que el foco de este trabajo se centra sobre el papel de aquellos que toman decisiones en funcién de los intereses del sector capital, se opt6 por utilizar a estas categorias como equivalentes funcionales. 3. Entre otros, Cardoso, F. H., “The Entrepreneurial Elites of Latin America”, Studies in Comparative International Development, vol. I, 10, St. Louis, 1966; Ideologias de la burguesia industrial en sociedades dependientes (Argentina y Brasil), Siglo XXI, México, 1977; Cardoso, F. H. y Enzo Faletto, Dependencia y Desarrollo en América Latina, Siglo XI, México, 1969; y O'Donnell, G., Modernizacién y Autoritarismo, Paidés, Buenos Aires, 1972; “Estado y Alianzas en la Argentina, 1956-1976", Desarrollo Econdmico, vol. 16, N° 64, enero-marzo, 1977; “Notas para el estudio de la burguesfa local, con especial referencia a sus vin- culaciones con el capital transnacional y ¢l aparato estatal”, Estudios Sociales CEDES, 12, Buenos Aires, 1978a; “Reflections on the Patterns of Chan- ge in the Bureaucratic-authoritarian State”, Latin American Research Review, 13, 1, 1978b; El Esta- do Burocrético Autoritario: Triunfos, Derrotas y Crisis, 1966-1973, Editorial de la Universidad de Belgrano, Buenos Aires, 1982. Si bien el trabajo de Philippe Schmitter no se ajusta a la teoria depen- dentista, esté entre los primeros que presta atencién central al empresariado, rompiendo con los presu- puestos liberal-desarrollistas y articulando varia- bles econémicas, politico-institucionales ¢ ideolé- “ala dependencia» se convirtié en campo fértil para numerosos simplismos. Uno de ellos fue concebir al capital internacional y al imperialismo como demiurgos todo- poderosos que implican, entre otras cosas, la carencia de autonomia de la bur- guesia local’.4 Por otra parte, y en un proceso en el que la crisis keynesiana y el fortalecimiento neoclasico tienen mucho que decir, la discusién académica desde los aios ’80 retomé muchos de los “vicios” previos a la teoria de la depen- dencia: la burguesia volvié a ser uno de los tantos “grupos de interés”, los capita- listas meros “empresarios” de sus nego- cigs y el pluralismo liberal mostré ser una teoria que, aunque muerta, gozaba de bastante buena salud. Muchos economis- tas “retomaron” su independencia de la politica, politélogos “reencontraron” su especificidad frente a los “economicis- mos”, y socidlogos volvieron a reductos culturalistas bien defendidos de la influencia de factores econdémico-estruc- turales y del accionar estratégico de acto- res racionales.5 La diaspora tematica y tedrico-metodolégica resulté en muchos aspectos empobrecedora del analisis socio-politico porque gran parte de los temas, como los relacionados a la organi- zacién y comportamiento de la burguesia, son inexplicables sin una metodologia de andlisis que evite los reduccionismos pro- pios de esta diaspora disciplinaria. Son problemas inexplicables sin una metodo- logia que acenttie el cardcter codetermi- nante de los factores estructural-econémi- cos, politico-institucionales e ideolégicos. De esto trata la presente discusién. II. Los capitalistas y “su” cultura (0, zqué les “falta” a los capitalistas latinoamericanos?) Numerosos estudios y articulos que par- ten de la centralidad del papel social a cum- El andlisis de la burguesia como actor politico 47 plir por los capitalistas, apuntan a una “falta de conciencia” que los caracterizaria en América latina. Las razones que fundamen- tan esta consideracion son que los capitalis- tas tenderfan: 1) a eludir los riesgos politico- econémicos de liderar la “modernizacién” de la sociedad; 2) a maximizar ganancias con un criterio cortoplacista que atenta con- tra las inversiones productivas en nuestras sociedades. El comportamiento especulativo y con- sumista de los capitalistas locales estaria en el centro del problema latinoamericano dado que, por un lado, a falta de una clase capita- lista polfticamente activa en el proceso de modemizaci6n, el estado termina ya sea en manos de la vieja clase hegeménica 0 bien de aventureros populistas, asumiendo un gicas: Interest conflict and political change in Bra- zil, Stanford University Press, Stanford, 1971. 4, O'Donnell (ob. cit, 1978a, p. 4) lo afirma coinci- diendo con Fernando Henrique Cardoso en “The consumption of dependency theory in the United States”, trabajo presentado en la reuniGn anual de la Latin American Studies Association, 1977. 5. Esta afirmacién con respecto a cambios en la linea dominante del andlisis de la burguesta/empresaria- do en América latina no implica negar la relevancia de trabajos de autores que mantienen un enfoque {que articula variables estructural-econémicas, polt- tico-institucionales ¢ ideolégicas. Como ilustra- cién, vale recordar los trabajos de Renato Boschi, “Industrial Entrepreneurs: Interest Representation, Leadership, and Dilemmas of Economic Develop- ‘ment in Brazil” en Organizaciones empresariales y politicas piblicas, Ciesu/FESUR/ICP, comp., FESUR/Edic. Trilce, Montevideo, 1992; “Lide- rangas empresarias ¢ problemas da estrategia libe- tal no Brasil” —coautora Eli Diniz—, presentado en el Seminario “Experiments Neoliberales de Refundacién”, Grupo de Trabajo de Empresarios y Estado en América Latina, CLACSO, Rio de Janeiro, agosto de 1992; Elites Industriais e Democracia, Graal, Rio de Janeiro, 1979); David Becker, “Business Association in Latin America. ‘The Venezuelan Case”, Comparative Political Stu- dies, 21, 1, abril 1990; Catherine Conaghan, “Hot Money and Hegemony: Andean Capitalists in the 1980s” en Business and Democracy in Latin Ame- rica, Emest Bartell y Leigh Payne, comp., Univer- sity of Pittsburgh Press, 1994; “Retreat to Demo- papel paternalista “inevitablemente” autori- tario e ineficiente; por otro, la no reinver- sién de las ganancias pone en cuestién, a la larga, la posibilidad de reproduccién social dentro del capitalismo y, paradojalmente, la propia existencia de la burguesia como cla- se. La “falta de conciencia” capitalista sobre sus intereses parece clara: es su propio com- portamiento el que a la larga pone en cues- ti6n su existencia... La contradiccién entre la realizacién de los intereses individuales de los capitalistas por una parte, y la de los intereses de su pro- pia clase y sociedad como conjuntos por la otra, se explica sobre la base de una supues- ta particularidad politico-cultural “latinoa- mericana” (0, dado el caso, algiin equivalen- cracy: Business and Political Transition in Bolivia and Ecuador” en Democratic Transition and Con- solidation in Southern Europe, Latin America and Southeast Asia, Diane Ethier, comp., Macmillan, Houndmills, 1990; Restructuring Domination. Industrialists and the State in Ecuador, Univ. of Pittsburgh Press, Pittsburgh, 1988; Eli Diniz, “The Post-1930 Industrial Elite” in Modern Brazil: Eli- tes and Masses in Historial Perspective, M. Con- niff & F, McCann, comp., Univ. of Nebraska Press, Lincoln and London, 1989; “Empresarios e Consti- tuinte: Continuidades e Rupturas no Modelo de Desenvolvimento Capitalista no Brasil” —coautor R. Boschi— en Continuidade e Mudanca no Brasil da Nova Republica, A. Camargo y E. Diniz, comp., Venice, Sio Paulo, 1989; “Empresarios, Sindicatos € Conflito Distributive no Brasil da Nova Republi- ca”, Cuadernos de Conjuntura, 15, TUPERI, 1988; Francisco Durand, “Business Peak Associations in Latin America: The case of Peru” en Ernest Bartell y Leigh Payne, comp., ob. cit., 1994; The National Bourgeoisie and the Peruvian State: Coalition and Conflict in the 1980s, Ph.D. diss., University of California, Berkeley, 1990; Los Empresarios y la Concertacién, Diagnéstico y Debate, 23, Funda- cién Friedrich Ebert, Lima, 1987; Peter Evans, “Reinventing the bourgeosie: State Entrepreneurs- hip and Class Formation in Dependent Capitalist Development”, Maraist Inquires: Studies of Labor, Class and States, Theda Skocpol & Michael Bura- woy, comp., Suplemento del American Journal of Sociology, 88, 1982); Blanca Heredia, ‘“Business- men and Democracy in Mexico, Can Rational Pro- 48 te funcional como, por ejemplo, “argentina”, “boliviana”, “chilena”, etcétera).® El problema politico-cultural latinoame- ricano se centra, para estos trabajos, en que los capitalistas no se han constituido en el grupo de mayor “status”, de la sociedad. Por una serie de factores —entre los que se sue- len citar la fuerte presencia de valores caté- licos y/o corporativos,’ el peso inmigrante, los bajos niveles educativos y la condicién de “nueva clase” del sector capitalista—* las actividades ligadas a maximizar ganancias individualmente no gozan de legitimidad social. La funcién social del capitalista, por To tanto, no es valorada ni reconocida por los otros grupos sociales. fit Maximizers be Democratic?” en Emest Bartell y Leigh Payne, comp., 08. cit., 1994; y Julio Labasti- da, Grupos Econdmicos y Organizaciones Empre- Sariales en México, comp., Alianza, UNAM, Méxi- co, 1986, Dado que el objetivo de gran parte de los ejemplos es la ilustraciGn del argumento y no su comproba- ccién para cada uno de los casos latinoamericanos, ‘$u uso se circunscribiré a estudios referidos al caso argentino dejando al lector familiarizado con los otros casos el margen para recordar trabajos de similares caracteristicas referidos a otras socieda- des. Con respecto a la particularidad politico-cultu- ral “latina”, John W. Freels nos brinda un equiva- lente funcional al imputar la falta de cohesion de los industriales argentinos a la “hostilidad y aliena- cién” supuestamente caracteristicas de la sociedad argentina. Cf. Freels, John W., El Sector Industrial en la Politica Nacional, p. 159, EUDEBA, Buenos Aires, 1970. a Como en los diversos trabajos de Howard Wiarda. Como apunta José Luiz. de Imaz en los capitulos 7 y 8 desu libro Los que mandan, EUDEBA, Buenos Aires, 1964, 9, Como concluye por ejemplo Dardo Ciineo al anali- zar cl comportamiento de los industriales argenti- nos, CE. Cuineo, Dardo, Comportamiento y crisis de la clase empresaria, pp. 278 y 280, Pleamar, Bue- nos Aires, 1967. 10. Los argumentos que siguen concentrardn la aten- cién en los casos europeos més que en el norteame- ricano, Las razones para ello tienen no sélo que ver con la extensidn del presente trabajo, sino también con la existencia de un mayor ntimero de estudios sobre las burguesias europeas que sobre las de los Estados Unidos y el Canadé. a =x Dado que este reconocimiento es precon- dicién para que los capitalistas actien plena- mente como tales y cumplan con la funcién modernizante y reproductiva en la sociedad, su ausencia determina una tendencia por parte de ellos a buscar un mayor “status” copiando el comportamiento especulativo y consumista de las viejas oligarquias entroni- zadas como “aristocracias” locales.* Por esta raz6n es que los capitalistas no terminan de asumir su papel de inversores productivos y agentes de “modemizacién”. Y también por ello es que en sociedades como las latinoa- mericanas, la ausencia de capitalistas que asuman plenamente su papel y responsabili- dades sociales desemboca inevitablemente en estados autoritarios, “despilfarro” de recursos, crisis de acumulacién y violentas tensiones por la distribucién. El supuesto implicito en estos argumen- tos es que las burguesias del “norte”, ya sean europeas 0 norteamericanas,'° gozan de algunas caracterfsticas que serfan propias de los “verdaderos” capitalistas y que brillan Por su ausencia en los locales. Los capitalis- mos “desarrollados” han llegado a serlo por- que su clase capitalista reconocié, o al menos cumplié, su papel modernizador e implement6 estrategias politicas y de inver- sién que permitieron la realizacién de ganancias individuales sin contradecir los intereses generales tanto de la propia bur- guesia como de la sociedad. Estos “verdade- Tos” y casi “heroicos” capitalistas, no habri- an vacilado en enfrentar tentaciones oportunistas y fuerzas semifeudales en sus propias sociedades. Los empresarios euro- peos no necesitaron del liderazgo estatal ni copiar a ningiin otro grupo social para obte- ner el reconocimiento del papel estratégico de su funcién social. El problema es que la determinacién de las variables culturales sobre el comporta- miento capitalista es mds que incierto. 4Cuénto codeterminan a este comportamien- to los factores econémicos e institucionales? Es mas, aquellas burguesfas “heroicas” de E] andlisis de la burguesia como actor politico las culturas del norte, {se caracterizaron por un comportamiento diferente del de las lati- noamericanas? ,gozan efectivamente de particularidades ausentes en los capitalistas Jatinoamericanos? Diversos trabajos sobre las burguesfas europeas describen caracterfsticas muy simi- lares a Jas que se Je imputan a las latinoame- Ticanas en términos de su actitud histérica con respecto a la politica y la forma de maximizar ganancias."" Apreciaciones del estilo de las siguientes han sido, y son, un lugar comin en los estu- dios sobre el papel de los capitalistas en las recurrentes crisis sociales latinoamericanas: “Esta burguesia que en todo momento sacrifi- 6 sus intereses generales de clase, esto es, sus intereses politicos, por los més angostos y sordidos intereses privados.”” O bien, “[los capitalistas] estén hasta hoy tan profun- damente penetrados por un sentido de su inferioridad social que mantienen, a su propia expensa y a la de la nacién, una casta oma- mental de zénganos para representar a la nacién dignamente en todas las funciones del estado.” Por lo que Seymour Lipset concluye, “[esta] es una situacién en la cual la vieja cla- se alta, que habfa decaido en poder econémi- co, continué manteniendo su control sobre la maquinaria gubemamental porque se mantu- vo como el grupo de status mas alto en la sociedad.”"2 El hecho es que la primera de estas tres Ultimas citas es de Marx refiriéndose a la burguesfa francesa,'* mientras que la segun- da es de Engels hablando de los capitalistas ingleses...14 por lo que la conclusién de Lipset, que tanto se ajusta a la situacién de “nuestros” capitalistas, en realidad apunta a aquella burguesfa miticamente considerada como modelo de “verdadero” comporta- miento capitalista, Los valores culturales ligados al laisez 49 faire, laisez passer del liberalismo no influ- yeron demasiado sobre los comportamientos de los capitalistas ingleses cuando éstos tuvieron que definirse en diferentes coyun- turas con respecto al papel estatal ligado a aranceles (esto es, subsidios) y competencia econdémica: los industriales en el siglo XVIII defendieron consistentemente la necesidad de altas tarifas arancelarias que protegiesen a la produccién local, mientras que en el siglo XIX demandaron la anula- cién de la proteccién arancelaria del maiz dado que la importacién permitirfa aprove- char los més bajos precios internacionales; ademas, los cafiones de la Royal Navy no s6lo fueron claves en la “apertura” de nue- vos mercados, sino en la realizacién de los derechos mercantiles monopélicos que otor- gaba la corona por regién imperial. Y con respecto al status o imagen social de los capitalistas, fue Winston Churchill y no un estadista latinoamericano el que afir- m6 que en su sociedad muchos pensaban que “la actividad industrial era exclusividad de ladrones emprendedores...”. 11. Ver al respecto, Pirenne, Henri, “The Stages of the Social History of Capitalism”, en American Histo- rical Review, 19, abril de 1914; y, Bergier, J. F., “The Industrial Bourgeoisie and the Rise of the Working Class, 1700-1914”, en el volumen The Industrial Revolution de a coleccién The Fontana History of Europe, C. M. Cippola (comp.), Fonta- na, Londres, 1973, 12. Afirmado por Seymour Lipset en “Social stratifica- tion: social class” y citado por Jon Elster en Making Sense of Marx, p. 413, Cambridge Univer- sity Press, Cambridge, 1985. 13. Cf. Marx, Karl, The 18th Brummaire of Louis Bonaparte, p. 107, Imernational Publishers, New York, 1981 (mi traduccién). 14, Citado por Seymour Lipset en “Social Stratifica- tion: social class” y por Jon Elster, op. cit, p. 413. 15. Recordado por Roberto Rocca en su presentacién “Industrializacién, Sociedad y Cultura”, en el Seminario sobre Cultura, Industria y Nacién orga- nizado por fa Unién Industrial de Jujuy, la Unién. Industrial Patagénica y la Unién Industrial de Salta en Buenos Aires el 28 de agosto de 1986. 50 En relacién con los procesos de “moder- nizacién” y el papel de los capitalistas en los otros casos europeos, Gerschenkron'é demostré que la produccién de acero y ferrocarriles de los capitalismos “tardios”, como Francia, Prusia y Rusia, 1) requirié de una concentracién de capital muy superior a la de la produccidn de textiles que caracteri- z6 al capitalismo “temprano” de Inglaterra; y 2) enfrenté un costo de ingreso al mercado internacional muy superior al que caracteri- 26 la expansi6n inglesa, dado que esta ulti- ma ocurrié sin tener que competir con otras naciones productoras de bienes industriales. La incapacidad de “suficiente” acumulacién por parte de los capitalistas en las socieda- des industriales “tardias” determind, segin Gerschenkron, tanto la ausencia del lideraz- go social de la clase capitalista, como el sur- gimiento de estados que “forzaron” estrate- gias de “modernizacién” (equivalente a “industrializacién” en esta etapa histérica) imponiendo en forma autoritaria los costos de la acumulacién requerida. En otras pala- bras, estados que actuaron apropidndose autoritariamente de los recursos de distintos sectores y Clases sociales para transferirlos a la burguesia industrial. Causa fascinacién encontrar un patrén de recurrente “provincialismo” en los estudios sobre el comportamiento histérico de cada burguesfa europea. Los historiadores en cada pafs terminan “descubriendo” que “su” burguesia no fue “como las otras”, que a “su” burguesfa algo le falta... Y, sin embar- go, cuando comparamos todos los estudios, encontramos que el patrén de comporta- miento de la “heroica” burguesia que lidera procesos de modernizacién (esto es, desa- 16. Cf, Gerschenkron, Alexander, Economic Back- wardness in Historical Perspective, Harvard Uni- versity Press, Cambridge, Mass., 1962. 17. Blackbourn, David y Geoff Eley, The Peculiarities of German History: Bourgeois Society and Politics in Nineteenth-Century Germany, Oxford Univ. Press, Oxford, 1985, pp. 42-43 (mi traduccién). rrollo econémico en democracia) resulta la excepcién y no la regla. Veamos una iiltima ilustracién con respecto al comportamiento politico de los capitalistas europeos: existe un supuesto generalizado entre los historia- dores alemanes en el sentido de que, “(...) la burguesfa alemana era una burguesia débil y subdesarrollada, que fallé durante el siglo XIX en constituirse como un sujeto de clase autoconsciente, que actuase politica- mente en funcién de sus propios intereses colectivos. En confrontacién directa con la dominacién establecida de la aristocracia terrateniente, la burguesia (...) fallé en lograr teformas basicas del estado y permitio su propia asimilacién al sistema de valores aristocratico» y «autoritario» existente."17 Si tomamos en cuenta que la culmina- cin politica del siglo XIX la constituyé la “Gran Guerra” de 1914 a 1918 y que, en el caso de Alemania, es imposible separar esta derrota del proceso que se desaté a partir de ella (instauracién del orden republicano/cri- sis de la Repiblica de Weimar/surgimiento y gobierno nazis/segunda guerra/nueva derrota/partici6n alemana/democracia impuesta militarmente), no parece arriesga- do suponer que el cardcter “débil” y “subde- sarrollado” descubierto por los historiadores alemanes con respecto a su burguesia, deter- miné también la dindmica politica de esa sociedad hasta que, no hace mucho, fuerzas externas a la misma forzaron una reorgani- zaci6n total del pais. Una mirada histérica no nos muestra rea- lidades demasiado diferentes en cualquier otro pais europeo en lo referido al comporta- miento politico empresarial y su relacién con el estado. Sin embargo, a esta altura se podria argumentar que esto es historia pasa- da: hace tiempo que los capitalistas europeos profesan una vocacién democrdtica mientras que, simulténeamente, lideran procesos de significativo crecimiento. Si los capitalis- mos curopeos hoy pueden mostrar un alto desarrollo con estabilidad politica en demo- cracia, y si el papel politico de los capitalis- El andlisis de la burguesia como actor politico 51 tas y su imagen social ha variado, no son éstos fenémenos que puedan considerarse resultado de su cultura. En primer lugar, son fendmenos relativamente nuevos dado que se habrian manifestado en las tres tltimas décadas. Y, en segundo lugar, sus causas estén estrechamente ligadas al resultado de la segunda guerra mundial, la consecuente expansion de la influencia econémica y politica de los Estados Unidos en el conti- nente, la redefinicién de los mercados e ins- tituciones internacionales que ocurre en este periodo (Comunidad Econdémica Europea, FMI, Banco Mundial, GATT, etc.), y el sur- gimiento de mecanismos neocorporativos de organizacién y participacién de intereses en varios estados europeos. En definitiva, la realidad hist6rica euro- pea poco ha tenido que ver con capitalistas imbuidos de una “conciencia” de clase y valores sociales que determinaron su lide- Tazgo econémico-politico hacia la “moder- nizacién” de sus sociedades. Como vemos, la presencia de argumen- tos donde se identifica a factores culturales como causa de “ineficiencias” empresariales no es originalidad argentina ni latinoameri- cana. De hecho, parte de la actual discusién que en los Estados Unidos se refiere a las razones de la incapacidad de sus industrias para competir con productos japoneses, pone el acento en la ausencia de una “cultu- ra del trabajo y produccién” como la que caracterizaria a los empresarios y obreros japoneses. La paradoja es que esta cultura, supuestamente superadora en su naturaleza “modemizante” no sdlo de la norteamerica- na sino, por cardcter transitivo, también de Ja europea y la latinoamericana, est4 indiso- lublemente ligada a un orden socioeconémi- co con: a) una legislacién laboral que por sus contenidos autoritarios resultarfa en gran parte inconstitucional ya sea en los Estados Unidos, las democracias europeas o gran parte de América latina, y b) una estructura de subsidios (via aranceles y cuotas de importacién, tasas de interés negativas, reembolsos a las exportaciones y otorga- miento de derechos monopélicos) no sélo muy distante de un libre juego de las fuerzas del mercado, sino donde el estado nunca (ni antes, durante, o después de la segunda gue- tra) dej6 de jugar un papel rector en la dis- tribucién de los recursos sociales y la fija- cién de prioridades sobre estrategias de. inversién (tanto publica como privada). Es por ello que no se equivocan aquellos capi- talistas estadounidenses que, en funcién de sus intereses, apuntan no tanto a cambiar “mentalidades” o valores culturales (ya sea empresariales u obreras) sino a dar una lucha politica con dos objetivos: 1) redefinir las bases de la legislacién laboral en su sociedad y, 2) neutralizar los efectos de los subsidios de la economia japonesa (ya sea forzando la “desactivacién” de las medidas que afectan a los bienes de produccién esta- dounidense 0 logrando subsidios a la pro- duceién —via aranceles o limitaciones a la importacién— y/o exportacién con niveles similares a los japoneses). Las caracteristicas y propiedades de los capitalistas y su racionalidad son en gran medida similares en todas las sociedades. Quiz4 por ello es que Joseph Schumpeter, al referirse a la naturaleza del capitalista mas alld de particularidades culturales 0 espacio- temporales, afirma: “(...) un genio en su empresa, fuera de ella puede ser, y muy seguido lo es, absolutamen- te incapaz de asustar a un ganso (...). Sabien- do esto, quiere que lo dejen solo y dejar sola a Ia politica.” Por lo que “(...) sin la protec- cién de algdn grupo no-burgués, la burguesia es politicamente inutil e incapaz no sdlo de liderar su nacién, sino inclusive de encargar- se de sus intereses particulares de clase. Lo que equivale a decir que necesita un amo.”"® Lo que causa un diferente comporta- miento empresario no es la ausencia 0 pre- 18 Schumpeter, Joseph, Capitalism, Socialism and Democracy, p. 138, Harper & Row, New York, 1976 (mi traduccién), 52 sencia de categorias definitorias de la “ver- dadera naturaleza” del capitalista, sino las caracteristicas de las diversas opciones que enfrentan los capitalistas en cada sociedad. Puede ser racional para dos capitalistas en distintas sociedades 0 momentos actuar de manera distinta (por ejemplo, frente a las opciones de invertir 0 no, exportar 0 no) si los contextos politico-sociales definen dis- tintos costos, beneficios, riesgos y probabili- dad de éxito a cada una de estas opciones... Por ello, cuando observamos que uno invir- tié y el otro no, con respecto a este iiltimo no podemos concluir que es menos capita- lista ni serfa demasiado util preguntarnos sobre “lo que le falta”. Las diferencias culturales existen y, seguramente, se relacionan con el comporta- miento de los actores econdémicos y polfti- cos, inclusive de los capitalistas. Sin embar- go, las caracterfsticas culturales no se desarrollan previa e independientemente de factores estructural-econémicos y politico- institucionales. Lo econémico-estructural y politico-institucional no son contextos don- de “lo cultural” despliega su potencialidad, sino conjuntos de factores codeterminantes no s6lo del comportamiento de los sujetos, sino de las propias identidades colectivas e individuales y, por ende, también codeter- minantes de las caracteristicas culturales. Por lo antedicho es que concluimos que la explicacién de la importancia politica y comportamiento de los capitalistas no puede ser reducido a particularidades culturales. Es mis, los factores culturales no pueden haber determinado una conducta de los capitalistas latinoamericanos diferente a la de “verdade- tos” capitalistas de las sociedades capitalis- tas desarrolladas, dado que el comporta- miento efectivo (histérico) de ambos grupos ha sido en gran medida similar hasta no hace mucho. Mas todavia, en caso de que se observen correlaciones entre distintas con- ductas y distintas culturas, no existen razo- nes a priori para suponer que los distintos valores culturales actuaron como variables independientes y determinantes de las dis- tintas conductas. Y esto no sélo porque pue- den haber influido otras variables, sino tam- bién porque las distintas culturas pueden haber quedado situadas como variables dependientes de comportamientos cuyo ori- gen no estuvo en valor o norma alguna, y cuya repeticién y generalizacién dio lugar al surgimiento de valores 0 normas sobre com- Portamientos deseados/esperados. En sintesis, ni la racionalidad de los capitalistas es tan diferente entre distintas sociedades, ni la observacién de correlacio- nes entre la cultura A y el comportamiento a y entre la cultura B y el comportamiento b es raz6n suficiente para asignar a la cultura un papel determinante sobre la conducta. El papel determinante (esto es, como variable independiente) de los factores culturales no debe ser un presupuesto teérico-analitico sino una hipétesis empfrica a demostrar por caso, proceso y coyuntura. II. Los reduccionismos politico-institucionales (0, sobre Ja necesidad de incorporar lo estructural econémico al andlisis politico) En los capitalismos democraticos la estructura de gobierno y participacién politi- ca esta basada sobre la competencia electo- ral entre partidos politicos que pugnan por ocupar espacios en los poderes ejecutivo y parlamentario. Asi, los intereses representa- dos en el gobiemo son los de los ciudadanos individuales y los de las regiones (estados 0 provincias). El presupuesto liberal es que todo otro interés social podré participar en un pie de igualdad en la pugna por la distri- bucidn de recursos, sean éstos polftico-insti- tucionales, ideolégico-culturales 0 econémi- cos. Los intereses comunes resultardn en su reconocimiento por parte de aquellos que los comparten y en acciones tendientes a realizarlos: donde hay un interés comin sur- gird un grupo que se organizard para presio- El andlisis de la burguesia como actor politico 53 nar al sistema polftico para realizarlo 0 defenderlo.1® La teoria de los “grupos de interés” o “de presién” nos dice que dada la libertad de asociaci6n, de expresién y de acceso a los poderes piiblicos, la realizacién de diversos intereses depende de la capaci- dad que tengan distintos grupos sociales para definirlos, organizarlos y promoverlos. “En el Ambito de este modelo, el sistema politico viene conceptualizado como un con- junto de interacciones entre grupos organiza- dos de la sociedad que compiten para la dis- tribucién de recursos sociales. Las politicas ptiblicas son el resultado del conflicto, com- promiso, acuerdo, bargaining, entre grupos con intereses diferenciados, no antagénicos y por tanto negociables.”20 Es en este contexto que el sistema plura- lista de representacién de intereses puede ser definido como: “un sistema (.:.) en el que las unidades cons- litutivas estén organizadas en un niimero no especificado de (...) categorias miltiples, voluntarias, competitivas, no ordenadas jerar- quicamente y autodeterminadas, que no son autorizadas, reconocidas, subsidiadas, crea- das, ni de cualquier otra forma controladas por el estado en la seleccién de su conduc- cién o en la articulacién de sus intereses y que no ejercitan dentro de su categoria res- pectiva el monopolio de la actividad repre- sentativa.”24 El pluralismo tradicional no reconoce contradicciones estructurales en la determi- naci6n de intereses, privilegios en el acceso y determinacién de politicas publicas por parte de grupo o clase social algunos, ni tampoco mayores problemas en la transicién de la existencia de un interés colectivo a la organizacién y accionar conjunto por parte del grupo que lo comparte. Obispos, femi- nistas, obreros, ecologistas, capitalistas, campesinos u homosexuales son considera- dos en un mismo plano de oportunidades para presionar al estado en funcién de sus intereses.22 El pluralismo asume, de esta for- ma, a) que en el capitalismo democratico los Privilegios no existen; b) que si los empre- sarios tienen intereses comunes (jy los tie- nen!) y éstos son de relevancia social (jy lo son!), necesariamente surgirén asociaciones empresariales destinadas a jugar un impor- tante papel sociopolitico; y ¢) que, por lo tanto, podemos explicar la dinémica de organizacién y conducta polftica de los empresarios reduciendo nuestra atencién a variables politico-institucionales. Y, sin embargo, los tres supuestos son falsos. Por una parte, diversas teorias de accién colectiva®s han mostrado que actores maxi- mizadores de beneficios individuales, como los capitalistas, pueden encontrar que su aporte a la accién colectiva es minimo% y que es preferible gozar de los beneficios 19. Dentro de la profunda produccién de trabajos sobre Ja relaci6n entre gobierno y organizacién/compor- tamiento de “grupos de interés” 0 “‘de presién” se destacan como clésicos: Bentley, Arthur, The Pro- cess of Government, Principia Press, Evanston, Illi- nois, 1949 y Truman, D. B., The Governmental Process, Alfred A. Knopf, New York, 1951. 20. Alberti, G., Golbert, L. y Acufia, C., “Intereses industriales y gobemabilidad democrética en la Argentina”, Organizacién Techint, Boletin Infor- mativo N® 235, p. 84, Buenos Aires, octubre- noviembre-diciembre 1984. 21. Schmiueer, Philippe, “Still the Century of Corpora- tism?” en Trends Toward Corporatist Intermedia- tion, Philippe Schmitter y Gerhard Lehmbruch (comp.), p. 15, Sage, Beverly Hills, California, 1979 (mi traduccisn). 22, Un importante trabajo dentro de esta corriente en el caso argentino es la obra de José Luis de Imaz Las que mandan, EUDEBA, Buenos Aires, 1964. El estudio se centra sobre grupos de “poder” y de “presin”, por lo que contempla a los politicos, nililares, jerarquia eclesifstica, industiales, wema- tenientes, sindicalistas, etcétera. 23. Comenzando por el trabajo de Mancur Olson, The Logic of Collective Action, Harvard University Press, Cambridge, Mass,, 1980, 24. Midiéndose el peso del aporte individual con res- pecto al niimero total n de Jos participantes en la accién colectiva en téminos de la relacién 1/n, esta afirmacién es vélida si n es de gran magnitud dado ‘que el peso del aporte es tan infimo como la exten- sign de n, Por oro lado, obviamente el aporte indi- vidual cobra més sentido en casos donde n es pequefio. 54 obtenidos por las acciones comunes sin sufrir los riesgos y costos del aporte indivi- dual. Dada esta estructura de costo/benefi- cio, 1a estrategia racional por parte de actor maximizador de beneficios es reconocer la necesidad y desear el éxito de las acciones colectivas, aunque sin aportar a ellas. La generalizacién de este cdlculp entre los potenciales miembros de la organizacién o participantes de las acciones colectivas, resulta en el fracaso de la estrategia comiin.5 Por ello, no es legitimo asumir ni rela- cién causal ni correlacién positiva entre la existencia de intereses grupales 0 necesida- des comunes y acciones colectivas en fun- 25. Como es sabido, esta contradiccién entre la racio- nalidad individual y las acciones colectivas “nece- sarias” en funcién de intereses comunes, es des- cripta en la teorfa de los juegos por la estructura del “dilema del prisionero” que muestra cémo el com- portamiento de actores racionales puede desembo- car en situaciones subdptimas de distribucién de recursos entre los mismos. El dilema muestra por qué la resolucién del problema del “colado” es cen- tral para la posibilidad de accién colectiva. Aqui “colado” se usa como equivalente de la expresién en inglés “free-rider” (traducida muchas equivocadamente, como “francotirador” independiente” o hasta “jinete de la libertad’), que se refiere al comportamiento de aquel que es un maximizador individualista porque intenta aprove- char las ventajas del esfuerzo colectivo evitando los costos individuales de su aporte a éste. 26. Tensiones capital doméstico/muliinacional, capital monopélico/atomizado, gran/pequefio-mediano empresariado, produccién intensiva en trabajo 0 capital, presencia de la logica del capital financiero en el capital productivo, etcétera. 21. Lo que puede equivaler al estado resolviendo el “dilema del prisionero” que enfrenta la burguesia al tratar de organizar sus intereses comunes, algo que a su vez. implica para la burguesfa un beneficio y un riesgo: es un beneficio (y un privilegio) que el estado invierta recursos politico-econémicos para resolver los problemas de organizacién de un actor de la sociedad civil; es un riesgo porque puede colocar a la capacidad de obtener recursos por par- te de este actor, y por tanto a su capacidad de accién estratégica auténoma, en una relacion de dependencia frente al estado, sus inteteses y priori- dades. cién de ellos. Sélo podemos asumir que la existencia de intereses comunes es condi- cién necesaria pero no suficiente para la organizacién y accién colectiva de los capi- talistas. La organizaci6n y accionar conjunto de los capitalistas depende no sélo de intere- ses comunes, sino también de variables como Otros intereses que cruzan el desafio de la organizacién y comportamiento de estos actores?6 o el nimero de los potencia- les coparticipantes, dado que a mener numero mayor es el sentido del aporte indi- vidual y también mayor la posibilidad de constatar/sancionar a los que “traicionan” el esfuerzo colectivo. Por ello, la capacidad de organizacién y accién colectiva capita- lista variard significativamente en funcién de su capacidad de resolver el “dilema dei prisionero” en el que se encuentra como “grupo latente”, lo que a su vez depende de variables como el grado de concentracién oligopélica de cada sector 0 rama de activi- dad econémica, su relacién con el mercado internacional, presencia del capital multi- nacional, legislacién que incentiva la orga- nizacién del actor,?? etcétera. Por otra parte, en toda sociedad caracte- rizada por un patron capitalista de acumula- cidn, es la burguesia la clase que por su pro- piedad de los medios productivos y el consecuente control sobre las decisiones de inversi6n, determina la posibilidad de reali- zaci6n de los intereses econémicos de todo otro grupo social. La caracteristica central del capitalismo, a través de la institucién de la propiedad privada o la apropiacién priva- da del excedente productivo bajo la forma de ganancias, es que el grupo que cumple el papel de agente de acumulacién —los capi- talistas—, al controlar el excedente de lo producido puede decidir consumirlo, aho- rrarlo, expatriarlo o invertirlo. Por un lado, el nivel de actividad econémica depende de la proporcién del excedente que sea inverti- da (niveles de produccién y empleo, capaci- dad exportadora, precios, etc., son variables El anilisis de la burguesia como actor politico en gran medida determinadas por la tasa de inversi6n). Por el otro, las posibilidades dis- tributivas entre los sectores/grupos sociales no Capitalistas se ven definidas por los nive- les de actividad econédmica (no sélo el traba- jo y la remuneracién de trabajadores y pro- fesionales dependen de los niveles de produccién, ventas y ganancias, sino tam- bién la propia captacién de recursos por par- te del estado via impuestos). De esta forma, la realizacién de los intereses de cualquier grupo social no capitalista depende en iilti- ma instancia de la previa realizacién de los intereses del sector capitalista (0 sea, de la existencia de ganancias), asi como de la conducta que tenga la burguesia con respec- to al excedente social bajo su control (esto es, si una vez obtenidas las ganancias, los capitalistas invierten, ahorran, consumen 0 expatrian los recursos obtenidos). El control sobre la inversién constituye por ello a la burguesia en la tinica clase social estratégica y privilegiada: es estratégica porque si sus intereses no se realizan tampoco lo hacen los del resto de la sociedad; es privilegiada porque la realizacién de sus intereses debe ocurrir antes que la de cualquier otro grupo, clase 0 actor social para que se pueda cum- plir el ciclo ganancia-inversién/actividad econémica-distribucién (pago de sueldos y salarios/captacién impositiva). El capitalismo es, por lo tanto, estructu- ralmente clasista y no igualitario, inequidad que al ser propia del modo de acumulacién se encuentra més alld de la vigencia de regi- menes de gobierno democraticos o autorita- tios. El privilegio que goza la burguesia como agente de acumulacidn reviste, ade- més, contenido politico dada la capacidad que los capitalistas tienen de “vetar” progra- Mas 0 estrategias gubernamentales que per- ciban como amenazantes 0 atentatorios a sus intereses. La desinversién como respuesta a medidas gubernamentales percibidas de esta manera redundard en disminucién de la acti- vidad econémica, crisis distributiva, incre- mentos de tensién social y, eventualmente, 55 €n crisis politicas que usualmente llevan a que los gobiernos “corrijan” los errores pasados e implementen medidas que esta vez si responden a los intereses de la bur- guesfa. Con suerte, la respuesta de la bur- guesfa hacia este gesto de buena voluntad gubernamental no se hard esperar demasia- do y habr4 aumento de la inversién con el consecuente mejoramiento de la critica situacién econémica, social y politica. Asumir que si los intereses comunes de los empresarios son importantes resultardn necesariamente en importantes organizacio- nes empresariales, 0 no incorporar las carac- teristicas estructurales del capitalismo por las que los intereses de la burguesfa quedan colocados en un lugar estratégico y privile- giado con respecto al resto de los intereses sociopoliticos, torna falaz. cualquier explica- cién: reducir el andlisis de 1a organizacién y comportamiento politico del empresariado a las variables o caracterfsticas polftico-insti- tucionales propias de la democracia liberal no es s6lo una opcién ideoldgica sino mala metodologia. TY. Los reduccionismos estructural-econdmicos (0, sobre la necesidad de incorporar Jo politico-institucional y lo ideolégico al andlisis) El reduccionismo neoclasico La teorfa neocldsica nos presenta un mercado preexistente a las relaciones socio- politicas, mercado cuya eficiencia se vio menguada por reglamentaciones, disposicio- nes y controles estatales invasivos y exdge- nos a su naturaleza optimizadora de recur- sos.?8 La légica del mercado tiene una 28. Los limites de lo neoclésico son menos claros de lo que permite una sintesis como la presente. Por ejemplo, Adam Przeworski afirma que utiliza “individualism metodoligico”, “marco de la elec- 56 naturaleza o “fuerza” que subyace en toda sociedad y, por lo tanto, es “reencontrable” si se remueve el chaleco de fuerza de la intervencién estatal “paralizante ¢ ineficien- te”. La fuerza del mercado est latente en todo momento y sociedad, por lo que el papel de los reformadores estructurales neo- clasicos no es la construccién de mercados sino su liberacién. El poder empresario y su cién racional” y “economia neoclésica” de forma intercambiable (“Marxismo y eleccién racional”, Zona Abierta, N® 45, 1987, p. 99). Pienso que el reconocimiento de la importancia politica de la for- macién histérica de las preferencias (esto cs, las preferencias individuales y colectivas consideradas ‘como producto de los procesos y luchas sociopoli- ticas), asf como el reconocimiento de que los mer- cados y lo estructural-econémico no son preexis- tentes al resto de las relaciones sociopoliticas (como los que hace ¢l propio Przeworski en gran parte de sus trabajos, incluyendo el arriba citado), son premisas que caen necesariamente fuera de los limites de lo neoclésico. 29. En funcién del objetivo de nuestra discusién, no vamos a diferenciar entre marginalistas del siglo ‘XIX, neomarginalistas de la primera mitad del XX y monetaristas de la segunda mitad, sino que consi deraremos a todos como “neoclisicos”. En las mas seis décadas la produccién tedrica neoclésica sobre las ineficiencias de las corporaciones, la intervencién estatal en la economia, las economias semicerradas 0 las politicas de desarrollo y de industrializacién, fue abundante. Con respecto a textos que con premisas neoclésicas extienden el anélisis a las esferas sociopoliticas (entre muchos otros): Buchanan y Tullock (The Calculus of Con- sent: Logical Foundations of Constitutional Demo- cracy, Univ. of Michigan Press, Ann Arbor, 1965, edicién original en 1952, asf como Downs a partir de Schumpeter, An Economic Theory of Demo- cracy, Harper and Row, New York, 1957), desarro- Ilan teorias de la democracia; Olson (The Logic of Collective Action, Harvard University Press, Cam- bridge, Mass., 1980, edicién original en 1965, y The Rise and Decline of Nations, Yale Univ. Press, New Haven, Connecticut, 1982) elabora un enfo- que puntual sobre los problemas de accién colecti- va y, en la segunda obra, una teoria sobre la organi- zacién de “grupos de interés”, la distribucién de recursos y el desarrollo de las naciones; Becker intenta demostrar que el marco es aplicable a todo comportamiento humano (The Economic Approach to Human Behavior, Univ. of Chicago Press, Chi- papel como agente de modernizacién y efi- ciencia, por tanto, son los que se plasman cotidianamente y a nivel micro en el merca- do, por lo que sociedades organizadas efi- cientemente no deberfan mostrar la presen- cia de asociaciones empresarias (0 de trabajadores) relevantes. Desde este punto de vista, si excepcionalmente se da la pre- sencia de organizaciones empresariales con peso significativo y como formaciones cor- porativas que apuntan a influir las decisio- nes piiblicas que afectan al mercado, actiian como fuente de ineficiencias en la genera- ci6n y distribucién de los recursos sociales. Ademis, la biisqueda de eficiencia via el fortalecimiento de los mercados implica el debilitamiento de estas organizaciones cuya disciplina y acatamiento de la légica del mercado es para los neoclasicos muchas veces tan necesaria como la de los sindica- tos. En sintesis, la organizacién y accién colectiva empresarial no es relevante, pero si se diese el excepcional fenémeno, su caracterizacién neocldsica es la de un pro- blema a remover del contexto social. Ademés, la teoria neoclasica no se ofre- ce simplemente como explicacion de la econom(a y receta estratégica para la refor- ma modernizante del capitalismo, sino que se presenta como un marco de explicacién del comportamiento humano (individual y colectivo).28 Como argument6 Becker (1976), los presupuestos que estan en el “corazon” de este “enfoque econdémico” son que toda conducta humana (p. 8) esta orientada por la maximizacién individual de utilidades, la nocién de equilibrio de los mercados y el convencimiento de que las preferencias permanecen estables (p. 5). El enfoque, por tanto, no hace distinciones entre decisiones trascendentes y las que no lo son (el proceso de decisién es similar en materias como el suicidio 0 con respecto a la marca de café que se va a tomar), y por ende entiende todo comportamiento huma- no como Ilevado adelante por sujetos que maximizan su utilidad desde un conjunto El andlisis de la burguesia como actor politico 67 estable de preferencias y acumulan un nivel 6ptimo de informacién y otros insumos en una variedad de mercados (p. 14) en los que se despliegan todas las actividades indivi- duales y grupales. El trabajo de Mancur Olson se inscribe en esta direccién, desarrollando la conocida teorfa de la accién colectiva como subpro- ducto. La teoria, que es una clara superacién del simplismo que caracteriza al pluralismo tradicional, nos cuenta que los “grupos de interés” tienen éxito en la provisién de bie- nes colectivos como subproducto de la orga- nizaci6n basada sobre los beneficios selecti- vos que se les ofrecen a los potenciales participantes 0 en las motivaciones extrarra- cionales que los caracterizan.% Sin embar- g0, la teoria de Olson se caracteriza por: a) una ausencia de definicién de condiciones de “racionalidad” observables en forma independiente a sus consecuencias en el pla- no de la conducta; b) una definicidn de “racionalidad” que se circunscribe al presu- puesto axiomético de que la decisién de par- ticipar 0 no de acciones colectivas depende- 14 del beneficio individual neto obtenible (resultado del beneficio bruto materializado en los beneficios selectivos menos los cos- tos del aporte individual a la organizacién 0 accionar colectivo); y c) ausencia de defini- cién de condiciones observables de “no- tacionalidad” o “irracionalidad” més alld de Ja presencia de una serie de factores (como lideres, movilizaciones, etc.) que no son suficientes ni necesarios como causa de “irracionalidad”. Por ello, la teorfa resulta articulando una nocién angosta y ahistérica de “racionalidad individual” con una nocién residual de “irracionalidad”. E principal producto de esta articulacién es la construc- cién de una teorfa no falsable. No hay observacién posible que mine la explicacién olsoniana (y, en general, neoclasica) de la acci6n colectiva porque es por medio de los eventos en cuestién que arribamos a la explicacién de la especificidad de los even- tos analizados. Lo que esto nos muestra es que la definicién de “racionalidad” neoclési- ca, como en un saldn de espejos, nos cuenta una y otra vez la combinacién de presencia ‘0 ausencia de incentivos selectivos y accién colectiva que observamos desde un primer momento, variando el signo positivo o nega- tivo de la racionalidad en la direccién nece- saria para que la nocién a priori de “‘racio- nalidad” neoclasica se sostenga. Por lo tanto, la teorfa neoclésica de accién colecti- va reproduce la estructura formal de la espe- culacién ideolégica-filosdfica, esto es, se sostiene a partir de una validez axioméatica que, al no ser falsable, queda més como un aporte a discusiones ontoldgicas que a la teorfa y metodologfa de las ciencias socia- les. Esto, por supuesto, no implica desmere- cer el valor de la discusién ideolégica 0 de la filos6fica, sino que apunta a evitar expli- caciones falaces diferenciando en el andlisis social, por un lado, las herramientas de conocimiento empirico de, por el otro, prin- cipios que por su carécter metaffsico no pueden sino ser normativos en vez de expli- cativos. cago, Illinois, 1976) y desarrolla una teoria sobre la influencia politica de la competencia entre “grupos de presin” (“A Theory of Competition among Pressure Groups for Political Influence” en Quar- terly Journal of Economics, N* 98, 1983); y Stigler (“Economic Competition and Political Competi- tion” en Public Choice, N° 13, 1972) establece relaciones entre la competencia econémica y la politica. 30. Estos incentives, como planes de salud, vivienda, acceso a créditos subsidiados, etc., son “selectivos” porque s6lo pueden ser obtenidos por los miembros de la organizacién. Los incentivos selectivos no ‘son necesariamente positivos: en un sentido negati- ‘vo se pueden entender como costos suftidos por el individuo en caso de no unirse a la organizaci6n, como es el caso de los acuerdos “close-shop” entre ‘empresas y sindicatos en los EUA, por los que las primeras no contratan trabajadores que no estén afiliados al sindicato. Asi, la no afiliacién al sindi- cato conlleva el costo de perder la fuente potencial de empleo. Estas afirmaciones no necesariamente estén en desacuerdo por lo planteado por algunos de los 31. 58 La identidad politica de los sujetos y su entendimiento.o “mapeo” de las relaciones sociales determinan sus preferencias y eva- luacién/percepcién sobre la probabilidad de influir distintos resultados. Es més, esta per- cepcidn sobre la probabilidad de influir la ocurrencia de ciertos resultados en detri- mento de otros 0 la percepcidn del costo de participar en acciones colectivas como “suficientemente bajo”, no depende mera- mente de condiciones “objetivas” dadas, articuladas con una racionalidad utilitaria individualista. La explicacién de la accién colectiva demanda un marco de anilisis capaz de articular la racionalidad de los individuos producida y actuando dentro de relaciones sociales especificas.* Y la pri- mera condicién para poder alcanzar ésta es reconocer la complejidad de la accién colec- exponentes mas licidos de la teoria neoclésica: Ronald Coase, uno de sus més brillantes exponen- tes, durante el periodo de preguntas y respuestas posterior a su discurso de recepcién del Premio Nobel de Economia en 1991, se refirié a la econo- mia neoclésica como una forma de teologia (citado por Hollingsworth, Schmitter y Streek, 1994, pp. 14-15). Las identidades y preferencias como un objeto central y producto de la lucha politica (y no facto- res dados y previos a los procesos politicos) es afirmado por muchos autores. Excelentes trabajos en esta direccién son los de Alessandro Pizzomo, “Sobre la racionalidad de la opcién democrética”, en CLACSO (comp,), Los limites de la democra- cia, vol. 2, CLACSO, Buenos Aires, 1985, pp. 9- 45; y “Political Exchange and Collective Identity in Industrial Conflicts” en Colin Crouch y Ales- sandro Pizzorno (comps.), The Resurgence of Class Conflict in Western Europe since 1968, vol. 2, MacMillan, Londres, 1978, pp. 277-298; asf como los de Amartya Sen, “Isolation, Assurance and the Social Rate of Discount”, en Quarterly Journal of Economics, N? 80, 1, 1967, pp. 112- 124; “Rationality, Interests and Identity”, en Ale- jandro Forley, Michael S. McPherson y Guiller- mo O'Donnell (comps.), Development, Democracy, and the Art of Trespassing: Essays in Honor of Albert O. Hirschman, Notre Dame Univ. Press, Notre Dame, Indiana, 1986; y “Rational Fools: A Critique of the Behavioral Foundations of Economic Theory” en Jane J. Mansbridge 3 QR tiva, lo que a su vez demanda necesariamen- te el abandono del mitico y mistico célculo individualista-utilitario como nuestro tinico pardmetro de racionalidad. Reduccionismos clasistas Si bien la ventaja del marxismo sobre los marcos pluralistas (tradicionales o neoclési- cos) es que reconoce la contradiccién estructural de intereses de clase propia del capitalismo, también acentia el carécter dominante del plano estructural-econémico —en el que se desarrollan las fuerzas y rela- ciones de produccién— sobre la superes- tructura politico-institucional ¢ ideolégica® Como es sabido, el tipo de propiedad (medios de produccién 0 fuerza de trabajo) determina el lugar o espacio estructural en (comp.), Beyond Self-Interest, Univ. of Chicago Press, Chicago, Ilinois, 1990 (articulo de publica- cién original en 1978). 33. Es de destacar que resulta més (iil desestimar esta direccién explicativa cuando se la sintetiza de esta forma que cuando se despliega en excelentes inves~ tigaciones hist6ricas. Por ejemplo, el impresionante trabajo de Perry Anderson sobre el estado absolu- tista (El Estado Absolutisia, Siglo XXI, México) explica su surgimiento y las formas politco-insttu- cionales ¢ ideol6gicas que adopta justamente a par- tir del patron que caracteriza en Occidente a la cri sis del desarrollo de las fuerzas y relaciones de produccién feudales. En este sentido, su modelo explicativo es de una “ortodoxia” admirable y se da de lleno con marcos teérices como los implementa- dos por otros excelentes trabajos, como el de Theda Skocpol. Skocpol, rompiendo con presupuestos centrales del marxismo, argumenia en su trabajo que la autonomia del estado es mayor. Dos son lis fazones centrales: la organizacién de la coercién (Cuncién central del estado) no se deriva de la orga nizacién de las relaciones de produccién, por lo 4que las variables que se encuentran en el plano de Ta competencia entre estados (esto es, la ligica peo politica) son de mayor determinacién sobre las decisiones y estrategias de los administradores del estado que la necesidad de realizar los intereses y reproducir la dominacién de la clase econdmica- mente hegeménica (ef. Skocpol, Theda, Estados y Revoluciones, Fondo de Cultura Econsmica, Méxi- 0/1984), El andlisis de la burguesia como actor politico 59 el que se encuentran los individuos en el contexto de las relaciones de produccién.4 Estos espacios estructurales definen los limites de los intereses comunes de la clase y la relacién entre estos espacios determina los contradictorios. Sin embargo, la teorfa de clases no sdlo es una teorfa sobre relacio- nes de comunalidad y contradiccién de inte- Teses sino también sobre los determinantes y contenido del comportamiento de actores individuales y colectivos. En La Sagrada Familia (1844) Marx afirma que no importa lo que el proletariado considera su objetivo. Lo que importa es lo que el proletariado se va a ver obligado a hacer, su fin y accion histérica, un evento que es irrevocable y est4 més alld de las intenciones y racionali- dad estratégica de los actores. Por otra parte, en La Pobreza de la Filosofia (1847) al teferirse a las causas de la legislacién, con- cluye que simplemente expresa en palabras la voluntad de las relaciones econdmicas. 34. En palabras del propio Mars: “...es precisamente cl hecho de que los no-trabajadores tienen la pro- piedad de los medios de produccién lo que convier- te a los trabajadores en obreros asalariados y a los no-trabajadores en capitalistas”, Capital, Vol. 3, International Publishers, New York, 1972, p. 41 (mi traduccién), 35. Praeworski, Adam, ob. cit., 1987, pp. 97-136. 36. Elster, Jon, Making Sense of Marx, Cambridge Univ, Press, 1985. 37. Althusser, Louis y Etienne Balibar, Para leer El Capital, Siglo XXI, México, 1967. 38. Cohen, G. A., en varias de sus obras, como en La teorfa de la historia de Karl Marx. Una defensa, Euit, Pablo Iglesias/Siglo XX1, Madrid, 1986, o en “Réplica a «Marxismo, funcionalismo y teoria de fos juegos» de Elster”, Zona Abierta, N? 33, 1984, pp. 63-80. 39, Es pertinente recordar que autores como Antonio Gramsci (Notas de Prisidn), Ralph Miliband (entre ‘otros trabajos, en Marxismo y Politica, Siglo XI, México, 1978) y Louis Althusser, otorgan a lo politico © ideolégico un gran peso. La obra de Gramsci fundamenta la importancia politica de la formacién de identidades por lo que desarrolla una nocién de hegemonia que nunca cs estrictamente econdmica sino también politica y cultural, asi como las razones por las que las clases no se cons- En la misma Ifnea, y como apuntan Prze- worski®s y Elster®, autores como Althusser y Balibar®” o Cohen® argumentan que al marxismo no le interesan las conductas de los actores sino las fuerzas y relaciones que las constrifien y orientan, en el centro de las que se encuentra el desarrollo de las fuerzas y relaciones de produccién. Los individuos wu actores colectivos pasan a ser “portadores” 0 “apoyos” de los espacios estructurales propios de la légica de acumulacién capita- lista. La ldgica de organizacién y comporta- miento de estos actores es un mero epifend- meno de la dinamica de acumulacién que caracteriza al capitalismo.% Un claro correlato de este tipo de reduc- cionismo estructuralista lo brindan los sim- plismos “dependentistas” a los que hicimos referencia en la Introduccién: en los traba- jos donde “la dependencia” efectivamente coloca al capital multinacional y al imperia- lismo como demiurgos todopoderosos, se tituyen como tales en el plano puramente econdmi co, Por otra parte, la de Miliband reconoce la rele- vancia que tienen los intereses no clasistas 0 la acci6n individual en los procesos politicos. Tam- bién Althusser percibe los problemas del reduccio- nismo economicista y desarrolla teorfas donde acentéa el papel del estado (en Political Power and Social Classes, Verso, Londres, 1978) y de la ideologfa (en “Ideologia y aparatos ideolégicos del estado”, Lenin y la filosofta, Era, México, 1970) en la reproduccién de la dominacién y las relacio- nes de produccién capitalistas. Sin embargo, todos estos autores mantienen a los factores estructural- econémicos ligados al desarrollo de las fuerzas y relaciones de produccién como os determinantes iltimos “en tiltima instancia” de los procesos sociopoliticos, lo que implica, por ejemplo, que el poder politico del estado nunca es propio en senti- do estricto pues, en iltima instancia, es el poder estructural de la clase dominante que ha sido “prestado” o transferido al estado por diversas razones (no todas compatibles entre si y a las que haremos referencia en el préximo apartado). Una excelente critica (a la que Przeworski lama “corrosiva”, cf. 1987, p. 101, nota 12) es la de Fer- nando H. Cardoso en “;Althusserianismo o mar- xismo?", Las clases sociales en América latina, R. B. Zenteno (comp.), Siglo XXI, México, 1973. 60 obtura la posibilidad de autonomia de las burguesias locales, quedando estas tiltimas eliminadas “como sujeto social en sentido propio”, por lo que no es necesario estudiar- las “desde que sus comportamientos apare- cen determinados por aquellos factores «extemos»”. La tesis central de la teoria de la depen- dencia es que la relacién desigual y de subordinacién entre los paises centrales y los periféricos no impide el desarrollo de los tiltimos sino que determina un tipo de desarrollo que asigna una posicién politico- econémica privilegiada a los sectores domésticos ligados al mercado internacio- nal (F. H. Cardoso y E. Faletto, ob. cit., 40. Argumentos desarrollados por José Aricé constitu- yen ejemplos de este tipo de planteos (citados por Elizabeth Jelin y Juan Carlos Torre en “Los nuevos trabajadores en América latina: una reflexién sobre Ja tesis de la aristocracia obrera”, Desarrollo Eco- némico, vol. 22, N° 85, abril/junio 1982, p. 4). 41. Como argumenta Adolfo Gurrieri, también citado por E. Jeliny J.C. Torre, ob. cit,, 1982, p. 3. 42. Importantes levantamientos de sectores obreros pertenccientes a la “aristocracia obrera”, asi como su accionar clasista y militante, como por ejemplo Jos ocurridos en la Argentina durante 1969 y 1970 {el “Cordobazo” y el “Viborazo”), eran eventos politicos que ya “no podian” ocurrir por las carac- teristicas de la relacién de dependencia de la estructura socioecondmica nacional. 43, Un ejemplo de este tipo de argumentacién lo cons- tituye el trabajo de James Petras y Thomas Cook, “Components of Political Action; Argentine Indus- trial Executives”, trabajo presentado cn la reunién de la American Sociological Association en agosto de 1972 (luego publicado en Desarrollo Econdmi- co, vol. 12, N® 46, julio/septiembre), En este traba- jo se afirma que “el presupuesto de conflicto entre los industriales nacionales y extranjeros que podria dirigir a los primeros a jugar un papel nacional- desarrollista es incorrecto. Las elites socioeconé- micas extranjeras y nacionales se han entrclazado a través de relaciones financieras, tecnolégicas, eco- némicas, politicas e ideolégica” (pp. 31-32, mi tra- duccién). El acceso y control del Ministerio de Economia por parte de la Confederacién General Econémica, representante de los intereses del pequeiio y mediano empresariado regional que corresponde a la llamada “burguesfa nacional”, que se dio en la Argentina en 1973, asf como su estrate- 1969). Estos privilegios quiebran la unidad de las clases porque, a) los trabajadores ven emerger un sector privilegiado (la “aristo- cracia obrera”, empleada por las firmas més dindémicas y relacionadas con el mercado internacional), respecto de los niveles sala- tiales, capacitacién y condiciones laborales del resto; y b) los capitalistas también sufren un gran corte entre aquellos grupos 0 sectores privilegiados por su relacién con el mercado internacional —a través de propie- dad, lazos financieros 0 tecnologfa— y el resto caracterizado por condiciones econé- micas mas estancadas, propiedad local y produccién trabajo-intensiva (diferencia- cidn que también se materializa en distintos niveles de tasa de ganancias, productividad, inversién y segmento del mercado en el que actiia cada grupo). Si bien hasta aqui acordamos con el planteo, la conclusién que conlleva un reduccionismo estructuralista es que, tanto el corte en los sectores trabajadores como en el de los capitalistas, necesariamente neutra- lizaran a ambas clases como actores politi- cos de relevancia. Con respecto a los traba- jadores, la “aristocracia obrera” desarrolla estrategias no clasistas® pasando a colabo- rar con la patronal en relaciones en el nivel de las empresas para mejorar sus condicio- nes de vida.4' Por otra parte, el resto de los trabajadores intenta mejorar las suyas por medio de estrategias de confrontacién mili- tantes y clasistas, aunque sus esfuerzos estan condenados al fracaso por el poco impacto de su accionar sobre el proceso de produccién: los que estén colocados en los lugares estratégicos en el proceso de pro- duccién y acumulacién son, justamente, los que han abandonado formas militantes y clasistas de accién colectiva, 0 sea la “aris- tocracia obrera”.42 Con respecto a los capi- talistas, el argumento es que los sectores internacionalizados de la economia desarro- Ilan una visién “economicista” del mundo que reduce su valoracién de la politica y reformas domésticas.43 Mientras que la E] andlisis de la burguesia como actor politico 61 mejor defensa de los intereses de este grupo seria el statu quo, la “burguesia nacional”, interesada en cambios sociopoliticos que le permitan mayor autonomia, es incapaz de llevar adelante estrategias politicas signifi- cativas por su debilidad y subordinacién estructural frente al capital multinacional y el sector internacionalizado de la burguesia. Desde este marco, entonces, se prevé que .tanto trabajadores como capitalistas —ya sea por su desinterés en la politica y apoyo al statu quo, ya sea por su debilidad estruc- tural— no constituiran actores politicos relevantes, lo que es falso.# Divorciarse de este tipo de reduccionis- mos no implica negar la centralidad compar- tida por lo politico-institucional ¢ ideolégico con factores como “...el importante grado de subordinacién de la burguesia local res- pecto de las empresas transnacionales y, atin més decisivamente, respecto del proceso global de transnacionalizacién del capital”, porque “los fenémenos de subordinacién... no obstan para que, al mismo tiempo, 1a bur- guesfa local tenga suficiente autonomia como para constituir un sujeto social en sen- tido propio ni para que sostenga significati- vos puntos de friccién con el capital trans- nacional” (cf. O'Donnell, Guillermo, ob. cit., 1978a, p. 4). El problema es que si bien los factores econémico-estructurales fijan efectivamente los limites dentro de los cuales la burguesia (asf como los otros actores sociopoliticos) toma sus decisiones de inversién y realiza sus intereses, el comportamiento especifico —hist6rico— de este sector no puede ser explicado por medio del mero uso de varia- bles estructural-econémicas. Supongamos que el sector capitalista enfrenta cuatro posibles estrategias econé- mico-politicas: a, b, ¢ y d. Supongamos también que el andlisis estructural-econémi- co nos permite concluir que tanto a como b afectan negativamente los intereses de este sector, mientras que tanto ¢ como d permi- ten que éstos se realicen, aunque la primera opcién frustra la posibilidad de aumentar los salarios mientras que la segunda la permite. Desde ya que para el andlisis del proceso politico, la diferencia entre una conducta ¢ 0 d es central. Los “limites” estructural-eco- némicos nos permiten comprender el porqué los capitalistas no actuaron de manera a 0 b, pero no permiten explicar por qué lo hicic- ron de manera c o d. La raz6n para ello est4 dada, en primer lugar, porque las condicio- nes estructurales fijan el campo de posibili- dades para las estrategias de los actores y no las estrategias 0 movimientos especfficos. Es més, lo que es condicién estructural en un momenw dado es producto de un proce- so hist6rico, en el que las acciones y los movimientos de perfodos anteriores revistie- ron importancia.4 En este sentido es que la “objetividad” de lo estructural se halla en su efecto de validar o invalidar proyectos como histéricamente realizables 0 no. Ahora bien, si las condiciones estructura- les fijan los limites de factibilidad de las estrategias especificas, éstas, a su vez, son la resultante de una intencionalidad que se materializa dentro de marcos donde la orga- gia de desarrollo fortaleciendo al estado y profun- dizando la autonomia econdmica nacional, también ceran eventos politicos que no “podian” ocurrir des- de este tipo de lectura. 44. Con respecto al caso de los trabajadores, Jelin y Torre (ob. cit., 1982) argumentan en coincidencia con este texto, que su organizacién y comporta- miento no pueden ser inferidos de las condiciones estructurales en los que est4n inmersos, sino que es necesario articular estas condiciones con las pro- piedades politico-institucionales e ideolégicas pre- sentes en cada caso, 45, Esta nocién de la relacién entre Jo estructural y las estrategias especificas de clase a expresan tanto Elizabeth Jelin en “Espontaneidad y organizacién en el movimiento obrero”, Revista Latinoamerica- na de Sociologia, N® 2, Instituto Torcuato Di Tella, 1975, p. 79; asf como también Guillermo O'Don- nell, ob. cit., 1978a, p. 7. 46, Como afirma Adam Praeworski en “The Process of Class Formation from Karl Kautsky's The Class Struggle to Recent Controversies”, Political & Society, N*7, 1971, p. 361. 62 nizacién de grupos sociales, las instituciones estatales y el régimen politico y legal fijan y son las réglas que determinan probabilida- des diferenciales para el logro de los diver- 808 objetivos.4” Si, por un lado, al poder lo entendemos ya sea como la capacidad de los actores de alcanzar sus objetivos, ya sea como la capa- cidad de una clase para realizar sus intereses especificos,*® y, por el otro, aceptamos el hecho de que el conjunto de mecanismos organizacionales y juridico-institucionales determina una probabilidad diferencial para el logro de objetivos o intereses, entonces este conjunto constituye nada menos que la organizaci6n social de poder politico.49 Como tal, el conjunto de mecanismos orga- nizacionales y juridico-institucionales deter- mina la capacidad o poder de todo grupo 0 clase social de organizarse, definir tanto intereses comunes, como objetivos y estrate- gias en funcién de ellos. Por lo tanto, no resulta concebible la explicacién del com- portamiento capitalista, ya sea individual o 47. Esto es claro si imaginamos una situacién donde el ‘objetivo obrero es el logro de un incremento sala- rial, Frente a la resistencia patronal a otorgar este incremento, la probabilidad de que el sector obrero alcance su objetivo variard radicalmente en funcién de la legislacién referida a libertad de organiza- cién, reunién y expresién, asf como a la referida al papel del estado y el poder judicial en las relacio- nes laborales. 48. La primera definicién corresponde al enfoque generalizado en Ia teorfa politica no marxista, mientras que la segunda se refiere a la nocién de poder politico sugerida por Nicos Poulantzas, Cf, Poulantzas, Nicos, Political Power and Social Classes, Verso Editions, p. 104, Londres, 1978. 49. Apuntado por Adam Przeworski en varios lugares. Cf, entre otros, “La Democracia como Resultado Contingente de los Conflictos”, Zona Abierta, N° 39-40, 1986, pp. 1-25. 50, Como apunté Karl Polanyi en La Gran Transfor- macién, Claridad, Buenos Aires. . Ver al respecto, Przeworski, Adam, “The Process of Class Formation from Karl Kautsky's The Class Straggle to Recent Controversies”, en Politics and Society, N°7, 1977, pp. 348 y 367. 5 colectivo, sin contemplar el conjunto de mecanismos que organizan el poder politico en una sociedad. Es mas, la légica estructural del capitalis- mo se presenta a los capitalistas a través de opciones materializadas en mercados en los que son oferentes de sus productos y consu- midores de una serie de insumos (mano de obra, servicios, bienes finales e intermedios). Esta “Idgica de mercado” no es previa ay redefinida por instituciones politicas sino que las acciones del estado y de los actores colectivos, asi como las instituciones y reglamentaciones de gobierno, son factores que co-constituyen al mercado. Si aceptamos esta afirmacién quedamos enfrentados a las dos teleologfas que han marcado profunda- mente al andlisis de la burguesfa. Por un lado, al afirmar que no hay mercados fuera de o previos a la existencia de estados o ins- tituciones gubernamentales,5° desestimamos la teleologia neoclasica. Por otro lado, al afirmar que las intenciones, acciones y estra- tegias de los actores importan, quedamos enfrentados a gran parte del marxismo. Para el andlisis politico, las clases que nos intere- san no son las definidas como lugares en las relaciones de produccién. En el andlisis polf- tico las clases que nos interesan son las que “mueven” la historia; son por tanto actores constituidos como tales, lo que implica que tienen capacidad de comportarse estratégica- mente y que lo que hacen importa para el curso de los procesos histérico-sociales. Es mis, si éstas son las clases que constituyen el objeto de nuestro andlisis, no estén dadas tinicamente por las relaciones de produccién porque constituyen efectos de luchas y con- flictos que no estan determinados iinicamen- te por las relaciones de produccién.51 En sintesis, es verdad que existen articu- laciones econémico-institucionales y com- portamientos que resultan en un desarrollo econémico més eficiente y dindmico que otras, y también es verdad el papel central de los factores econémico-estructurales en la fijacién de los limites de factibilidad para El analisis de la burguesia como actor politico 63 la realizacién de los distintos intereses sociales. Lo que no es verdad es que lo estructural-econémico y su légica existan fuera de lo polftico-institucional y como conjunto de variables necesariamente inde- pendientes (y, por tanto, de existencia pre- via) de las estructuras politico-instituciona- les, las formaciones ideoldgicas, la legislacién, las reglamentaciones y las acciones y estrategias de los actores. Por tiltimo, y con respecto a la relevancia de los factores ideoldgicos, las conductas politicas especificas no son explicables como mero resultado de la articulacién de lo estructural y lo politico-institucional. Las estrategias efectivamente implementadas por los actores también dependen de su per- cepcidn de los limites de factibilidad para sus acciones y objetivos, como de la dindmi- ca que rige las relaciones sociales tornando mas 0 menos probable el logro de estos objetivos.®2 Por ello, incorporar la ideologia implica comprender las estrategias de los actores en funcién de intencionalidad. Y esta intencionalidad resulta de lo que el actor percibe como interés, opta como prio- tidad y “conoce” sobre la factibilidad y pro- babilidad de éxito de sus objetivos y estrate- gias, respectivamente. La percepcidn de limites de factibilidad puede determinar tanto la fijacién de un objetivo irrealizable, como la desestimacién de otro que cae dentro de lo factible, por lo que es constitutiva de la Iégica que gufa el comportamiento de todo actor social y polf- tico.%s A modo de ejemplo, pensemos en las consecuencias politicas de la revolucién keynesiana y de la difusién de sus principios entre los gobiernos y sectores capitalistas latinoamericanos. En efecto, durante la cta- pa prekeynesiana el paradigma neoclasico definia al salario en términos microeconé- micos, acentuando su peso en la estructura de costos de una empresa. Por ello es que tanto gobiernos y burguesfas que enfrenta- ban una crisis recesiva, descartaban al aumento de salarios como uno de los meca- nismos para reactivar la economia. La redefinicién keynesiana acentué, en cambio, el peso salarial en la composicién de la demanda agregada. Por ello, y dentro de este nuevo paradigma, los aumentos sala- riales dejaron de significar meros aumentos en los costos de produccién y consecuentes caidas en la tasa de ganancia, de inversién y acumulacién. Por lo contrario, si bien en nivel micro y en el corto plazo el keynesia- nismo acepté la existencia de un aumento en los costos de produccién, incorporé el efec- to que un aumento de la demanda global tendrfa sobre las ganancias. Asi, aumentos de salarios en una situacién de estancamien- to en vez de profundizarlo permitirian una reactivacién global de la economfa. El para- digma keynesiano posibilité pensar, de esta 52. Por lo que Femando H. Cardoso hace ya muchos afios nos decia que “dadas tales y cuales condicio- nes econémicas, sociales y politicas, abrese un ciimulo de posibilidades limite, en el interior de las cuales los sistemas de representacién se articulan con cierta autonomia, del conservadurismo al revo- lucionarismo, pasando por varios matices espectti- cos”, por Io que “la representacién ideolégica, al ‘expresar un modo de concebir una relacién politi- a, es al mismo tiempo una condicién de existencia —y no un simple reflejo— del conjunto del siste- masocial” (0b. cit,, 1978, pp. 47, 48). Ejemplos en ambos sentidos los podemos encontrar en el anilisis de Joel Colton sobre el comporta- mieato de la burguesia y la politica econémica de! Frente Popular francés (1936) frente a la depresién. Por un lado, el gobierno del Frente utiliz6 informa- cin incorrecta sobre la desocupacién y la actividad fabril al disefiar su programa econémico (Colton, p. 196) y ademas, sobreestim6 la capacidad industrial de incrementar la produccién (p. 206). Por otro lado, el cardcter prekeynesiano de la ideologia eco- némica dominante determiné la desestimacién, tan- to por parte de Blum como de la burguesfa, de poder solucionar la crisis a través del incremento de los gastos fiscales o de salarios (pp. 198, 199). Cf. Colton, Joel, “Politics and economics in the 1930s: The balance sheet of the «Blum Dealy”, en From the Ancien Regime to the Popular Front, Charles Warner (comp.), Columbia University Press, New York, 1969. 5 s 64 manera, un espacio donde la realizacién de los intereses de los asalariados —via el incremento del salario real— era compatible con la realizacidn de los intereses de los capitalistas —vfa aumento de la demanda agregada, a su vez determinante de un incre- mento de las ventas y las ganancias—. En otras palabras, el keynesianismo al redefinir los limites de lo factible, revolu- cioné la estructura de opciones estratégicas percibidas por los actores sociales y politi- cos y, por ende, su comportamiento histéri- co. En definitiva, el comportamiento de los capitalistas y su significado politico no pue- de ser explicado a partir de variables estruc- tural-econdmicas, La comprensién del com- portamiento especifico de los capitalistas demanda la incorporacién de aquellos facto- tes que lo codeterminan, los politico-institu- cionales ¢ ideoldgicos. V. Correccién de reduccionismos estructural-econémicos para caer en las estado-céntricos Uno de los problemas que surge al acen- tuar el peso de variables econémicas y la ubicaci6n estructural de los individuos para explicar la conducta empresarial es ¢l dar cuenta de por qué la dinamica de lucha entre Capitalistas o firmas individuales que se da en el plano del mercado, no redunda tarde 0 temprano en caidas en las tasas de beneficio, Procesos monopélicos, reduccién de pro- ductividad, crisis de acumulacién y, final- mente, en la crisis global del sistema. 54, Marx y Engels afirman en La Ideologia Alemana, “dentro de esta clase una parte aparece como los pensadores de la clase (sus activos idedlogos, aque- los que hacen de la perfeccién de la ilusién de la clase sobre si misma su principal modo de vida), mientras que la actitud de los otros con respecto a estas ideas es més pasiva y receptiva porque ellos ‘son en realidad los miembros activos de esta clase y tienen menos tiempo para inventar ilusiones ¢ El dilema apunta a la tensién que existi- rfa entre la légica microeconémica e indivi- dualista de realizar intereses que caracteri- zarfa al comportamiento capitalista, y la necesidad de implementar medidas y accio- nes tanto en funcién de los intereses colecti- vos de la burguesfa, como de la reproduc- cién de consenso (dominacién) y estabilidad del capitalismo como sistema social. La respuesta de algunos marcos analiti- cos es: 1) asumir que los capitalistas no pue- den 0 no necesitan organizarse o actuar colectivamente en el dmbito de la sociedad. civil; 2) concluir que las asociaciones empresariales resultan fenémenos necesaria- mente irrelevantes o marginales en el estu- dio de la burguesia; y 3) identificar al estado ‘como el actor politico clave en el proceso de defensa de los intereses colectivos de la bur- guesia. Sin embargo, la realidad histérica nos muestra que el estado no siempre res- ponde a los intereses de la burguesia en el capitalismo, que los capitalistas a veces necesitan y pueden organizarse como actor colectivo y que, también a veces, las organi- zaciones empresariales gozan de un peso politico significativo. Revisemos los presu- puestos cn los que se origina el error de las premisas que obturan el reconocimiento de la presencia de estos fenémenos histéricos, Por un lado, la lectura instrumentalista de la relaci6n burguesia/estado sugiere que la burguesfa se caracteriza por una “divisién de trabajo” interna entre aquellos que produ- cen bienes materiales y los productores de bienes simbélicos (ideologfa). Los primeros estan inmersos en la lucha cotidiana del mercado y se comportan estrictamente en funcién del interés individual. Los segundos son los administradores del estado y desa- trollan su actividad en funcién de los intere- ses colectivos de la burguesfa, tomando las medidas y ajustes necesarios para asegurar la estabilidad del sistema. El estado es un instrumento de clase y en el capitalismo, obviamente, esté en manos de la burgue- sia. 65 El andlisis de la burguesia como actor politico Por otro lado, es el propio Marx el que abandona esta lectura de la relacién estado/burguesia, comenzando a reconocer la posibilidad (e importancia) de que el esta- do goce de autonomia con respecto a los intereses puntuales de la burguesfa.% El conocido argumento es que la defensa de los intereses globales/colectivos de la burguesfa en ciertas instancias demanda la contradic- cién de algunos de sus intereses puntuales, para lo que el estado debe contar con el sufi- ciente poder politico o autonom{a con res- pecto a las demandas coyunturales o prefe- tencias e intereses capitalistas particulares. Sin embargo, si bien el estado goza de cierta independencia polftica con respecto a la bur- guesia, esta autonomia sélo puede ser relati- va: en una sociedad de clases, las politicas estatales deben reproducir en tiltima instan- cia un orden social que no es neutro porque tiene a la realizacién de los intereses colecti- vos de la burguesia como precondicién necesaria para la reproduccién de la domi- naci6n y las relaciones sociales capitalistas. En este contexto analitico, los capitalis- tas no pueden’ organizarse mas alld de las empresas para defender sus intereses colec- tivos. Para eso estd el estado. Organizacio- nes empresariales, regimenes y partidos politicos resultan epifenémenos anecdéticos del control que en tiltima instancia tienen los intereses de la burguesia sobre el estado. De esta manera, los capitalistas fuera del estado no “hacen” politica. Ni pueden, ni les interesa demasiado porque la autonomia telativa del estado es también una condicién para la reproduccién de la dominacién sobre la clase no propietaria: el estado, proyectan- do una imagen de neutralidad, desbarata la capacidad de esta clase de defender y reali- Zar sus intereses por medio de su desorgani- zaciOn en un conjunto de ciudadanos indivi- duales.? La obra de Marx es cambiante no sélo sobre la relacién estado/burguesia, sino tam- bién sobre si los capitalistas no necesitan 0, por lo contrario, no pueden organizarse como actor colectivo en el plano de la socie- dad civil. Por un lado, hasta fines de los '40 (cubriendo textos ya citados, algunos en coautoria con Engels, como La Ideologia Alemana, La Sagrada Familia 0 El Mani- fiesto) indica que la divisién del trabajo entre los productores de bienes politico-ide- olégicos, que ocupan el estado, y los pro- ductores de bienes materiales, que se desen- vuelven en el mercado, es una propiedad estructural del capitalismo que no esté sujcta a la opcién de los actores. En este sentido, pareceria que el modelo explicativo es que al no poder los capitalistas “del mercado” organizarse como actor colectivo y cumplir las funciones macropoliticas necesarias para la reproduccién sistémica, el estado es orga- nizado para suplir esta incapacidad: en La Ideologta Alemana explica con Engels el surgimiento del estado moderno afirmando que cuando la clase burguesa necesita orga- nizarse en nivel nacional para dar forma a sus intereses generales, organiza al estado. En otras palabras, la burguesia organiza al estado para responder a una necesidad que no puede resolver desde el “Ilano” de la sociedad civil. Por otro lado, a partir de ideas sobre sf mismos”. Cf. Karl Marx & Friedrich Engels, The German Ideology, pp. 136, 137, Inter- national Publishers, New York, 1971 (mi traduc- cidn), Que el estado es s6lo el comité para la admi- nistracién de los negocios de la burguesia lo afirman también Marx y Engels en el Manifiesto Comunista (1848). Esta quiebra en el pensamiento de Marx se da alre- dedor de 1850 y se plasma en El XVIII Brumario (1851/52), La Lucha de Clases en Francia (1852) y La Guerra Civil en Francia (1870). 56. Como apunta Praeworski (ob. cit., 1987, p. 117), Poulantzas esté entre aquellos que sostienen que muchas veces las contradicciones intercapitalistas son de tal magnitud que impiden su accién colecti- va, y el acento de este timo sobre la importancia de Ja funcién del estado es claro al afirmar que el equilibrio necesario enire los distintos niveles de ta sociedad (econémico, politico ¢ ideolégico) “...nunca esté dado por lo econémico como tal, ‘sino mantenido por el estado”, ob. cit., 1978, p. 45. 57. Poulantzas, ob. cit., 1978, p. 282, 55. a 66 1850 (y como se dijo antes, en el XVIII Bru- mario, La Lucha de Clases en Francia, La Guerra Civil en Francia) desarrolla la teoria de la autonomfa del estado articulada con la de la abdicacion. Seguin esta iiltima, cuando la burguesfa es derrotada politicamente y la clase obrera no esta todavia organizada para gobernar, la burguesfa abdica su poder poli- tico en favor de un estado (el bonapartista) que, aunque auténomo politicamente, se verd obligado en ultima instancia a defender y teproducir los intereses de la clase domi- nante. La sugerencia de que la burguesfa opta (porque se “abdica” sdlo aquello que se puede retener) y por tanto tiene la posibili- dad de organizarse como actor colectivo y mantener en sus manos 0 abandonar cl poder politico, también la expone en una serie de articulos publicados en Nueva York en los afios *70, En esa oportunidad explica que mientras la victoria de la burgues{a inglesa sobre la aristocracia en relacién con las leyes del maiz demostraba que la prime- ra habia alcanzado un poder politico domi- nante, su decisién de dejar el gobierno en manos de la aristocracia obedecfa a la inten- cién de disolver potenciales frentes de opo- sicién diluyendo una imagen unificada entre el poder politico y el econémico de la bur- guesia. La ambigiiedad del marxismo con res- pecto a la burguesfa como actor politico esta en gran medida vigente: todavia hoy encon- 58, Mas alla de los matices, podemos destacar los tra- bajos de Fred Block, “The Ruling Class does not Rule: Notes on the Marxist Theory of the State”, Socialist Review, N® 33, mayofjunio 1977; “Beyond Relative Autonomy: State Managers as Historical Subjects”, en New Political Science, N° 7, otofio 1981; y Revisiting State Theory, Temple University Press, Philadelphia, 1987; asi como, Claus Offfe & Helmut Wiesenthal, “Two Logics of Colective Action: Theoretical Notes on Social Class and Organizational Form" en Political Power and Social Theory, Maurice Zeitling (comp.), Vol. 1, JAT Press, 1980. 59, Fred Block, ob. cit., 1981, p. 34. tramos trabajos que la presentan como una clase “‘boba” e incapacitada politicamente, a la que las reglas del juego estructural y el estado la toman sistematica y casi tramposa- mente en ganadora de distintos conflictos 0, en su defecto, que la presentan como un actor politico sin mayores problemas de accién colectiva (0, al menos, con menores problemas que la clase trabajadora para organizar sus intereses colectivamente) y de una gran sofisticacién estratégica (como la que demandarfa el abdicar el gobierno a favor de la aristocracia con el objetivo de evitar brindar una imagen unificada de su poder politico-econdémico). Existe una serie de trabajos que han intentado corregir estos problemas yendo mas “alla” de la autonomia relativa y desa- trollando una versién més “estructural” de la relacién burguesfa/estado que rompe con la nocién de un estado necesariamente colo- nizado por miembros o agentes de la bur- guesia (ya sea por una divisién de wabajo “{nterna” a la burguesia, ya sea porque el estado estd en manos de aquellos que “cono- cen” y operan sobre los intereses colectives de los capitalistas en forma més eficiente que los mismos capitalistas).5* Desde este punto de vista, representantes de intereses distintos y hasta contradictorios a los de los capitalistas pueden acceder al gobierno y, por tanto, controlar el aparato del estado. Sin embargo, el poder sigue estando en manos de la burguesia dado que ésta contro- la el mecanismo central para la reproduc- cidn de la sociedad, o sea la inversién. Dentro de esta linea, Fred Block argu- menta que las estrategias estatales tienen su propia especificidad, la que esta determina- da por los intereses colectivos de los admi- nistradores estatales como tales y por la for- ma en que éstos definen los intereses estatales en competencia con otros esta- dos.5* La diferencia entre el planteo de Block y, por ejemplo, el ya citado Skocpol (cf. nota 31), es que para el primero la arti- culacién entre los intereses estatales y los de El andlisis de la burguesia como actor politico 67 los capitalistas se da como la consecuencia de mecanismos estructurales por medio de los que el capitalismo se “racionaliza” a si mismo “a espaldas” de los principales acto- res sociopoliticos (clase trabajadora, admi- nistradores estatales y clase capitalista). El planteo es que si bien los administradores estatales pueden fijar sus propios objetivos, su realizacién depende del poder relativo del estado. Mientras que el poder relativo del estado depende de cierto nivel de actividad econémica capaz de asegurar suficiente cap- tacién impositiva y recursos fiscales, el nivel de actividad econémica es resultado de la tasa de inversién, por lo que Block con- cluye: “Esto implica que los capitalistas, en su papel colectivo de inversores, tienen un veto sobre politicas estatales porque si fallan en invertir en niveles adecuados pueden crear grandes problemas politicos para los administradores estatales, Esto desincentiva la toma de medi- das que puedan disminuir seriamente Ia tasa de inversién por parte de los administradores estatales,”60 El esquema explicativo se sostiene mas. allé del tipo de régimen politico, implican- do tanto al autoritarismo como a las deci- siones piblicas en la democracia capitalista. Como vimos mas arriba, en capitalismos democraticos existen dos formas simulté- neas y jerérquicamente relacionadas de decidir la organizacién y distribucién de los recursos sociales. Por un lado, los ciudada- nos votan periddicamente por aquellos pro- gramas y candidatos que sintctizan sus pre- ferencias. El criterio decisorio es el de mayoria y los ambitos de realizacién de la voluntad mayoritaria son los diferentes espacios gubernamentales donde se dise- fian, legislan e implementan politicas piibli- cas. De esta forma, el acceso al estado de representantes de intereses distintos y, como ya se dijo, hasta contradictorios con los de la burguesia, se posibilita a través del meca- nismo partidario-electoral que caracteriza a la democracia polftica. Sin embargo, la efec- tiva organizacién y distribucién de los recursos no se agota en este proceso. Los Capitalistas, como agentes de acumulacién, no sélo votan en las coyunturas politico- electorales, sino que lo hacen cotidianamen- te convalidando o vetando las decisiones de Ja mayoria y sus representantes. Este segun- do “voto” capitalista se da a través de sus decisiones de invertir 0 no, contratar 0 expulsar mano de obra, comprar 0 vender bonos puiblicos, exportar o importar, etcé- tera, Por ello, cualesquiera sean las intencio- nes y objetivos de la conduccién estatal, las medidas que contradigan a los intereses de Ja burguesia se enfrentardn con el veto capi- talista via la desinversién y la consecuente crisis econdmica y social. Mas all4 de quién controle el estado, cudles sean las reglas de participacién y gobierno y cudles sean las preferencias mayoritarias, todo gobierno no comprometido con una ruptura revoluciona- ria del orden social capitalista y que priorice la estabilidad del régimen politico, debe en tiltima instancia crear las condiciones para la existencia de tranquilidad sociopolitica. Y para lograr esta tranquilidad depende, nece- sariamente, de la existencia de inversiones por lo que no puede sino crear las condicio- nes como para que ellas redunden en tasas de ganancia aceptables para la burguesfa. O, dicho de otro modo, debe implementar poli- ticas para la realizacién de los intereses de los capitalistas. Desde este contexto analfti- co, se concluye que la centralidad econémi- co-politica del control de la inversién torna innecesaria la organizacién y accién colecti- va de los capitalistas. O, en otras palabras, {para qué prestar atencién a las organizacio- nes empresariales u otras formas de accidn colectiva de la burguesfa si basta el estudio del comportamiento microeconémico de los capitalistas? Como surge de las primeras 60. Fred Block, 0b. cit., 1977, p. 15 (mi traduccién). 68 planas de los diarios latinoamericanos, pare- ceria que con analizar los vaivenes y “gol- pes” del mercado —a veces reducido al comportamiento de un pufiado de grupos econdémicos— estamos en condiciones de explicar cémo, con cierto fatalismo del que no se escapan los estudios progresistas del tema, la minorfa capitalista pone sistemati- camente “en caja” a aquellos funcionarios estatales que no le son totalmente fieles, y termina imponiendo una distribucién del ingreso cada vez més regresiva y concen- trada. En este marco, es nuevamente el estado el encargado de defender los intereses colec- tivos de los capitalistas. Y ya no porque éstos lo controlen, sino porque la ldgica estructural que caracteriza al patrén de acu- mulacién y distribucin capitalista predomi- na sobre los mecanismos decisorias propios del poder estatal y la democracia politica al colocar al estado y sus politicas en una posi- cién de dependencia frente a las preferen- cias y comportamiento de la burguesia. Si en el capitalismo los primeros privile- giados son los capitalistas, entonces, mas allé de quién controle el estado, los capita- listas no necesitan organizarse o desarrollar estrategias colectivas para defender sus inte- reses comunes. Es gracias al control que ejerce la burguesia sobre la inversin que el estado est4 obligado a defenderlos, Un trabajo seminal (y brillante) en esta misma direccién es el de Offe y Wie- senthal.®' Su tesis parte de que los trabaja- dores se encuentran en un primer momento desorganizados como oferentes de fuerza de trabajo en el mercado. Organizaciones colectivas como los sindicatos representan un segundo momento en la lucha por la rea- lizacién de sus intereses. En cambio, el pri- mer momento de la organizacién capitalista es la empresa o firma. Los capitalistas se encuentran desde un primer momento en 61. Ob. cit., 1980. una posicién dominante porque las empre- ‘sas son simultaneamente la principal fuente de recursos fiscales asf como las que organi- zan y compran la fuerza de trabajo disponi- ble en el mercado. En comparacién con los trabajadores, el primer momento de la orga- nizaci6n capitalista no es s6lo consistente con los intereses individuales de los capita- listas, sino también coloca al estado en una posicién de dependencia y ejercita un efecto organizacional sobre los trabajadores que es contradictorio con sus intereses de clase. El supuesto con el que trabajan estos autores es que los intereses de los capitalis- tas son més homogéneos que los de los tra- bajadores. Los capitalistas priorizan su posi- cién dominante sobre el estado y los trabajadores y tienen un claro pardmetro de la realizacién de intereses —la tasa de ganancia—. Por ello es que Offe y Wiesent- hal definen a la forma politica de la organi- zaciOn capitalista como monolégica: los capitalistas tendrian intereses dados, fijos, cuya formacién esté fuera y es previa a su accionar colectivo, por lo que el reconoci- miento del interés no demanda ni necesita del acuerdo o dialogo con otros capitalistas, resultando monolégico. Por otra parte, los trabajadores deben organizar intereses cuyos objetivos, limites y paraémetros empfricos de realizacién son permanente objeto de lucha politica y evaluacién con otros trabajadores, asi como con representantes y lideres sindi- cales y politicos, por lo que tanto la defini- cidn de los intereses individuales y grupales como su pardmetro de realizacién, en el caso de los trabajadores estén siempre mediados por un proceso de lucha y didlogo, De esta forma, la realizacién de los intereses de los trabajadores es no sdlo dependiente de la accién colectiva sino su resultado, revistiendo necesariamente una forma politi- ca dialégica. El lugar de capitalistas y trabajadores en la estructura de clases conlleva diferencias de poder y de practicas asociativas (p. 76). Primero, mientras que los trabajadores El andlisis de la burguesia como actor politico deben actuar colectivamente para defender sus intereses, los capitalistas ya estén orga- nizados en forma consistente con los suyos. Segundo, los trabajadores dependen de for- mas de accién colectiva distanciadas del individualismo utilitario y basadas sobre la redefinicién de identidades colectivas (p. 79). Simulténeamente, los capitalistas tienen tres formas posibles de organizacién (empresas, las basadas sobre relaciones informales y asociaciones empresarias), todas fundadas sobre una racionalidad utili- taria que no se distancia de las premisas del mercado. De estas tres opciones, Offe y Wiesenthal consideran a las asociaciones empresarias como la menos efectiva porque poseen un poder limitado para sancionar a sus miembros y porque son vistas como meras respuestas defensivas frente.a la orga- nizaci6n de los trabajadores 0 a la interven- cin del estado en la economia. Por ello, al referirse al poder de la burguesia, concluyen que “...la fuente del poder decisivo se man- tiene en la empresa individual y sus eleccio- nes estratégicas” (p. 83). Si bien los intere- ses colectivos de los capitalistas son més faciles de organizar que los de los trabajado- tes,® el estado, en este esquema, vuelve a jugar un papel central porque al llevar ade- Jante las acciones necesarias para que los trabajadores no resuelvan sus problemas de accién colectiva (esto es, no resuelvan los “dilemas del prisionero” que les plantea el mercado de trabajo para su accionar colecti- vo), cumple una funci6n estratégica para la reproduccién de la dominacién. Lo importante para nuestro andlisis, es que el marxismo —ya sea en la versién ori- ginal de Marx y Engels, la de “autonomia relativa”, o la que va mas alld de ésta— implica que la investigacién no debe focali- zarse en la burguesfa como actor politico. De una forma u otra, el presupuesto es que mientras el comportamiento predominante de la burguesia se da en el plano econdmico, las clases subordinadas luchan para realizar sus intereses a través de un amplio especiro 69 de formas (partidos, sindicatos, cooperati- vas, etc.) que implican un accionar colectivo contradictorio con la légica estructural en la que estén inmersos. El supuesto se refuerza al asumir que si las asociaciones empresa- riales existen, son la consecuencia de politi- cas estatales o una reaccién defensiva frente a la organizacién obrera, o ambas. Por tanto, en el marxismo los capitalistas son vistos como un actor no polftico o un actor politico cuya debilidad demuestra que la iniciativa politica esté en manos de los actores que si son centrales en la arena politica: el estado y Jos sindicatos. Las consecuencias metodolé- gicas de estos presupuestos son inmediatas: las variables e¢ indicadores para comprender el comportamiento de la burguesia deben ser predominantemente econémicas. Aquellos que proponen ir “més alla” de la nocién de autonomia relativa, reconocen que el anélisis de las condiciones de merca- do y de los intereses “objetivos” (esto es, estructural-econdémicos) de los capitalistas no basta para comprender su comportamien- to. Este reconocimiento no termina de resol- ver el problema porque la “dimensién polfti- ca”, aquella ligada a los intereses colectivos de la burguesia y clave para la reproduccién del sistema como tal, se incorpora a la expli- cacién via la sola inclusién en el andlisis del estado y sus politicas: el comportamiento de la burguesia se ve reducido a la dialéctica entre las condiciones econémico-estructura- les y las politicas estatales. En otras pala- bras, aunque los capitalistas puedan organi- zarse y actuar colectivamente en funcién de sus intereses, 0 bien no lo necesitan o bien tienen opciones més eficientes. Prestar aten- cién a las organizaciones empresariales supone nuevamente una pérdida de tiempo porque la burguesfa no es un actor politico relevante. 62. Por ser menor el némero de potenciales participan- tes en la accién colectiva, enfrentar por tanto un menor costo de transacci6n y tener intereses més homogéneos. 70 Si bien son ciertas tanto el papel estraté- gico y privilegiado de los capitalistas, como la importancia de la naturaleza y variante intensidad de las relaciones de subordina- cién y dependencia que caracterizan a dis- tintas clases, fracciones de clase y estructu- ras socioeconémicas, ¢l significado hist6rico-politico de estas caracteristicas depende de aquellos factores que potencian o acotan la capacidad de “veto” capitalista via la desinversién, asi como de aquellos que potencian o acotan la relevancia del accionar colectivo capilalista. En primer lugar, en ciertas coyunturas econémicas la desinversién pierde capaci- dad de amenazar politicas estatales. A modo de ejemplo, pensemos en procesos recesivos donde la desinversién ya est4 presente como respuesta a “las condiciones del mercado”. En estas coyunturas, y frente a un estado que comience a desarrollar estrategias no aceptadas por la burguesia, los capitalistas ven sus posibilidades de oposicién y veto efectivo a las mismas sensiblemente dismi- nuidas dado que los costos sociopoliticos de la caida de la actividad econémica “ya estén sobre la mesa”. Skocpol ilustra justamente este tipo de posibilidad cuando constata que, “A principios de los afios treinta, los capita- listas de los Estados Unidos estaban mal pre- parados para actuar juntos como clase."63 Por lo que concluye, “(...) medidas centrales del «New Deal» fue- Ton aprobadas ¢ implementadas sobre la opo- 63. Cf. Skocpol, Theda, “Political Response to Capita- list Crisis: Neo-marxist Theories of the State and the Case of the New Deal”, en Politics and Society, p: 164, N° 10, 1980 (mi traduccién), Ibid., p. 169 (mi traduccién). Este dato comesponde a la década de los afios "60. Es més, en 1969 el estado chileno fue responsable del 75% de la inversién bruta: 50% bajo la forma de inversiGn directa y 25% indirecta. Cr. Stallings, Barbara, Class Conflict and Economic Develop- ment in Chile, 1958-1973, Stanford University Press, Stanfdrd, 1978. & az sicién de los capitalistas. Los capitalistas no slo fallaron en controlar el proceso politico durante la mitad de la década de los afios treinta, sino que hasta perdicron la habilidad de vetar importantes resoluciones legislativas que tocaban directamente las prerrogativas a las que estaban acostumbrados.”6 En segundo lugar, el mayor 0 menor papel del estado como inversor y, en gene- ral, en el proceso de acumulacién y distri- bucién de recursos, amplfa o disminuye el impacto potencial de la desinversién por parte de los capitalistas. Por ejemplo, esta- dos como el argentino, dependientes del sector capitalista agrario para obtener divi- sas, se encuentran en una posicién relativa- mente débil con respecto a estados que controlan la produccién/extraccién y comercializacién de los principales bienes exportables de su sociedad. Asi, la desin- versién de la burguesia pampeana coloca al estado argentino en una situacién de depen- dencia mucho mayor a la que, por ejemplo, caracteriza al estado chileno o al venezola- no con respecto a cualquiera de los grupos capitalistas locales. La posibilidad de que el estado capte recursos de un “enclave” productivo o lo controle (como seria el caso de la extraccién y comercializacién del estafio, el cobre o el petréleo en impor- tantes periodos de la historia de Bolivia, Chile, Venezuela o el Ecuador, respectiva- mente), redefine los términos de influencia entre capitalistas y estado. En sintesis, la capacidad de “veto” de la desinversi6n no puede sino disminuir cuando, como en alguna época en Chile, ¢l estado realiza el 70% de la inversién bruta de la sociedad... En tercer lugar, mecanismos politico-ins- titucionales de sancién a la desinversién 0 falta de inversién pueden tornar estas estra- tegias “demasiado” costosas para los capita- listas. Desde impuestos a la renta potencial hasta controles y amenazas de expropia- cién/intervencién estatal legitimadas por la “necesidad de sacrificio nacional” en situa- El andlisis de la burguesia como actor politico 71 ciones de confrontaciones bélicas, actian como disuasién de la desinversién, En otras palabras, desgravaciones impositivas 0 sub- sidios constituyen ventajas tendientes a redefinir en funcién de los intereses capita- listas la estructura de costo/beneficio que éstos enfrentan al evaluar el sentido de una opcién de inversién. Sanciones a la desin- versién pueden también actuar redefiniendo Ja estructura costo/beneficio enfrentada por ¢l capitalista, aunque en vez de incremen- tando el beneficio en el caso de inversién, haciéndolo con el costo en caso de desin- versién. La aprobacién de estas medidas, asi como su implementacién (algo que implica eficientes mecanismos de medicién y control del comportamiento capitalista por parte del estado), seran resultados con- tingentes tanto de la lucha politica nacional e internacional, como de reformas burocré- tico-estatales, por lo que no es posible infe- rir la factibilidad y/o efectividad de estos mecanismos desde condiciones estructura- les propias del capitalismo. En cuarto lugar, el impacto de estrategias de desinversién también se ve condicionado por el grado y patron de contradicciones interburguesas. Politicas estatales de gran impacto negativo sobre un sector capitalista, quiza no afectan o, usualmente, afectan positivamente la situacién de otro. Si la res- puesta desinversora del primero se ve con- trarrestada por incrementos de inversién por parte del segundo, su impacto no tendré las consecuencias sociales que constituyen a la desinversién en el mecanismo por el que los capitalistas “vetan” polfticas estatales. Es de destacar que un patrén diferente de contra- dicciones interburguesas puede producir el efecto opuesto, a saber, la inexistencia de una masa “minima” de inversién como para evitar crisis cfclicas dada la desinversién recurrente de uno y otro sector capitalista. De hecho, O’Donnell define una situacién de este tipo al explicar la dindmica del pro- ceso econémico-politico argentino entre 1956-1976.8 Finalmente, en quinto lugar, si fuese cierto que los intereses de los capitalistas son mas homogéneos y faciles de organizar que los de los trabajadores, ld consecuencia empirica (y observable), como marca Streeks?, serfa que en las sociedades capita- listas habria un menor mimero de asociacio- nes empresarias que sindicatos, con una alta capacidad de agregacién de intereses empre- sariales por producto, rama, regién, etc. Sin embargo, tanto mediciones en Europa como en América latina muestran que el nimero de asociaciones empresariales por rama 0 sector econémico es siempre significativa- mente mayor que el de los sindicatos.6* El problema con argumentos como los de Offe y Wiesenthal es que asumen que la contra- dicci6n estructural de intereses entre capital y trabajo se trasladaré como contradiccién principal al plano politico. Sin embargo, los empresarios se manejan en varios mercados simulténeamente: en el laboral, en el de sus insumos como consumidores de bienes tran- sables 0 no transables, y en el de sus pro- ductos como oferentes. La organizacién empresaria con el objeto de presionar al estado en relacién a contradicciones de inte- reses con otros grupos capitalistas (ya sea con proveedores de bienes 0 servicios, ya sea de otra rama, sector, 0 provenientes del 66. Ver O'Donnell, Guillermo, “Estado y alianzas en la Argentina, 1956-1976", CEDES/CLACSO, 5, 1976. Streek, Wolfgang, “Interest Variety and Organizing Capacity: Two Class Logics of Collective Action”, trabajo preseniado en la International Conference on Political Institutions and Interest Intermediation, University of Konstanz, 20-21 de abril de 1988. 68. Ver W. Streek, ob. cit., p. 17 y Acuiia, Carlos H., “Cuadro legal que rige la organizaciGn de actores sociales y las negociaciones capital-trabajo en la Argentina”, Capitulo 7 (Borrador), en La Burgue- sia Industrial como Actor Politico. Un estudio de caso sobre el significado politico de la organiza- cidn y estrategias de la burguesia industrial en Argentina, Tesis Doctoral, Depto. de Ciencia Poli- tica, Univ. de Chicago, 1994, 67. 3 72 mercado internacional y que amenazan con penetrar el doméstico) es histéricamente previa y més frecuente que su organizacién para enfrentar a los sindicatos. En la capaci- dad de influir al estado sobre medidas que afectan contradicciones intercapitalistas, muchas veces se juega la supervivencia de la empresa, de sectores econémicos 0 ramas productivas. Histéricamente, la organiza- cién y accién colectiva empresarial ha mos- trado el gran peso de las contradicciones interburguesas sobre su Idgica: el evitar la apertura del mercado interno, la variacién de la tasa de cambio, la busqueda de arance- Jes de importacién altos para “mis” produc- tos y bajos para “mis” insumos, la obtencién de créditos o ventajas impositivas preferen- ciales, han constituido incentivos permanen- tes para la organizacién y accién colectiva empresarial por rama, sector 0 producto. Esta es una de las razones centrales de la presencia de un mayor niimero de asociacio- nes empresariales y menor homogencidad de los intereses capitalistas que la prevista por Offe y Wiesenthal. Y es también una de las razones centrales como para que la 69, Algunos trabajos que arriban a conclusiones simi- lares son: Bowman, John, 1982, “The logic of capi- talist collective action”, Social Science Information, 21, 4/5, SAGE, Londres y Beverly Hills; Bowman, John, 1984, “The Politics of the Market: Economic Competition and the Organiza- tion of Capitalists", Political Power and Social Theory, 5; Whit, J. Allen, 1979, “Can Capitalists Organize Themselves?”, The Insurgent Sociologist, 9. 70, Esel mismo Offe, asi como Przeworski, quienes en varios trabajos explican las razones por las que la organizacién de actores, como la burguesfa, fue una respuesta a la incapacidad de controlar al esta- do via el mero control de la inversién y, a su vez, causa de la crisis fiscal que éste sufrid a partir de los avios "60. La intervencién socioeconémica del “viejo” estado de bienestar keynesiasno resulté en Ia confusién de los limites “liberales” entre la polt- tica y la economia, asf como entre lo puiblico y lo privado. La intervencidn estatal removié al merca- do como principal mecanismo de resolucién de conflicto de intereses sociales, colocdndolos bajo defensa de los intereses colectivos de un gmupo 0 sector econémico no sea dejada en. manos del estado y se desarrolle en forma independiente y con el objetivo de enfren- tarlo y presionarlo. A diferencia de lo planteado por gran parte del marxismo (asf como por las versio- nes simplistas de “la dependencia”), puede ser que los capitalistas “en el llano del mer- cado” necesiten organizarse, puede ser que lo hagan, y hasta puede ser que su organiza- cién y comportamiento resulten importantes determinantes del proceso politico en una sociedad. Como se dijo més arriba, estos factores no niegan ni la centralidad que tiene la bur- guesfa por su control de la inversién en el proceso de acumulacién y reproduccién social capitalista, ni la importancia politica tanto de las limitaciones estructurales que enfrenta, como del comportamiento microe- conémico de sus miembros. Los factores enunciados muestran, en cambio, que los capitalistas, como agentes de acumulacién, pueden ver su capacidad de control y veto sobre las politicas estatales hist6ricamente acotada, por lo que no es valido asumir que la burguesfa no “necesita” organizarse como actor colectivo para realizar intereses comu- nes a una fraccién 0, inclusive, a la propia clase. El grado de necesidad, capacidad y televancia de la organizacién y comporta- miento de la burguesia como actor politico, si bien est4 acotado por las caracteristicas estructurales de su posicién en el conjunto de relaciones capitalistas, dependerd de pro- piedades contingentes a procesos sociales hist6rica y espacialmente especificos.7° VI. Algunos comentarios finales sobre como analizar la organizacién y comportamiento de la burguesia como actor colectivo {Qué nos dice lo elaborado con respecto a la conducta politica de los capitalistas y El andlisis de la burguesia como actor politico 73 sus consecuencias? Poco. {Qué podemos inferir con respecto a la relacién entre este comportamiento y los regimenes y partidos politicos de las sociedades capitalistas lati- noamericanas? No mucho. ,Cudles son los capitalistas de los que hablamos al hacer referencia a su centralidad politica? yLos organizados como actor colectivo en asocia- ciones, los que actéan como un actor colec- tivo informal, los que acttian en partidos, todas estas formas de accién colectiva? No queda claro. Si a los capitalistas les convie- ne organizarse para defender sus intereses comunes, ;podemos concluir que a pesar de lo sugerido por tantos estudios, cuando lo “necesitan” los capitalistas se organizan y despliegan importantes estrategias colecti- vas? En realidad ya vimos que no. Es conocido que autores como Guiller- mo O’Donnell, Philippe Schmitter, Wolf- gang Streek y Claus Offe han desarrollado sofisticados marcos para el andlisis de la burguesia y/o sus asociaciones empresaria- les. En todos esos casos subyace, aunque con distinto grado de explicitacién, la pro- puesta de articular los conjuntos de varia- bles estructural-econémicas, politico-institu- cionales ¢ ideolégicas. O'Donnell parte del supuesto de que el estudio de una clase o fraccién implica ocu- parse de tres niveles. El primero, o estructu- tal y referido a su posicién en el sistema productivo, apunta en dos direcciones: a) su telacién con otras fracciones de la burgue- sia, las clases subordinadas y el aparato estatal; y b) “hacia adentro” o la que apunta a establecer su propia diferenciacién estruc- tural. El segundo, el plano de la organiza- cién corporativa, usualmente bajo la forma de asociaciones empresariales. Y el tercero, el de la actuacién especificamente politica de estas asociaciones, lo que implica tras- cender la defensa de intereses puntuales para —en el contexto de alianzas con buro- cracias estatales, partidos politicos u otros sectores sociales— presentarse como porta- dora de intereses generales de la sociedad por medio de alguna propuesta de organiza- cin polftico-econdémica de la misma. Dado que no “se es clase sélo en el plano estructu- tal” y que “una clase o fraccién se constitu- ye como tal simult4neamente en aquellos tres niveles”, los planos que debe abarcar el andlisis de la burguesfa son el estructural, e corporativo y el politico-ideolégico.” Schmitter y Streek afirman que las orga- nizaciones empresarias y su comportamien- to s6lo pueden ser comprendidos entendién- dolos como el resultado de la simulténea presién de dos légicas: la de influencia y la de sus miembros. Las asociaciones se estructuran, en primer lugar, de tal manera de poder ofrecer a sus miembros suficientes incentivos como para poder obtener de los mismos el apoyo y los recursos necesarios para sobrevivir y crecer para cumplir efi- una tutela estatal que, a su vez, respondia a priori- dades determinadas por objetivos politico-electora- les. Paradojalmente, el proceso que en los afios °30 “fortalecié” el poder y autonomia del estado resul- 16, a partir de los "60 y "70, en su “debilitamiento” y pérdida de eficiencia en su capacidad de alcanzar abjetivos. Lo que Offe denominé la “politizacién del mercado” generé como respuesta la moviliza- cién y organizacién de intereses sociales con el objetivo de influir las politicas estatales. La organi- zaci6n colectiva de intereses que antes no era “necesaria” se habia vuelto imperativa. Esto acele- 16 la penetracién del estado por parte de multiples ¥ contradictorios intereses, llevando a la pérdida de autonomia y eficiencia en la captacién impositiva yy administracién de los recursos fiscales. Este pro- eso tuvo dos conocidas consecuencias: crisis fis- cal y la incorporaciéa en el aparato del estado de las contradicciones y clivajes presentes en la socie- dad civil, CE. Offe, Claus, 1974, “Structural Pro- blems of the Capitalist State”, German Political Studies, 1; Offe, Claus, 1975, “The Theory of the State and the Problem of Policy Formation”, en Stress and Contradiction in Modern Capitalism, Leon Lindberg (comp.), Lexington, KY, D.C. Heath; Offe, Claus, 1984, Contradiction of the Welfare State, Cambridge, The MIT Press; Prae- worski, Adam, 1990, The State and the Economy under Capitalism, New York, Harwood Academic Publishers. TL. O'Donnell, Guillermo, ob. cit, 1978a, pp. 5-8. 74 cientemente la defensa de los intereses comunes. Es dentro de esta légica donde “emerge” la tensién entre el interés indivi- dual y el colectivo, siendo una funcién cla- ve de la asociacién no tanto agregar los intereses individuales dados, sino su redefi- nicién en funcién del interés comin. En 72. Schminer, Philippe y Wolfgang Streck, “The orga- nization of Business Interests”, Discussion Paper, International Institute of Management, Berlin, 1981, pp. 49-50. 73, Ahora en “Atribucién de estatus publico a los gru- pos de interés. Observaciones sobre ¢! caso de Ale- mania Occidental”, en Suzanne Berger (comp.), La organizacién de los grupos de interés en Europa Occidental, Ministerio de Trabajo, Madrid, 1988, 74. Existen una serie de trabajos que, mas alld de su aporte al conocimiento de los patrones de organiza- cidn corporativos, tienden a “recortar” 0 “divor- ciar” estos distintos planos, Por ejemplo, Jorge Schvarzer, y a pesar de su condicién y trayectoria como economista, argumenta que la serie de inves- tigaciones Ievadas adelante sobre el empresariado el Centro de Investigaciones Sociales sobre el Estado y la Administracién (CISEA, Buenos Aires), respondieron a la ausencia de un andlisis en profundidad sobre las organizaciones corporativas del empresariado. Dada esta ausencia es que se habria adoptado el enfoque que Offe denomina “desde adentro” (Jorge Schvarzer, “Estructura Comportamiento de las Grandes Corporaciones Empresarias Argentinas (1955-1983). Un Estudio «Desde Adentro» Para Explorar su Relacién con el Sistema Politico”, mimeo, CISEA, 1990, p. 3). La cuestion es si el “desde adentro” es comprensible “desde adentro” o si, como sugirié O’Donnell hace ya tiempo, y ms recientemente Schmiuer y Streek asi como Offe, el “desde adentro” demanda necesa- riamente para su explicacion del “desde arriba” y del “desde abajo”. Lo que queda cuestionado es la validez de arribar a conclusiones generales a partir de la predominancia de uno de estos planos sobre los otros, asi como a posibilidad de arribar a con- cclusiones escalonadas, esto es, primero concentrar- nos en uno de los conjuntos de variables, analizarlo ¥ explicarlo como si gozase de una Iigica propia e independiente de los otros conjuntos de variables, para luego concentramos en otros de los “plano” o “enfoques”, arribar a sus conclusiones especificas y, finalmente, arribar a conclusiones generales arti- culando no los conjuntos de variables sino los con- juntos de conclusiones parciales... Esto, por supuesto, no implica la imposibilidad de Hevar ade- segundo lugar, las asociaciones tienden a organizarse tanto para definir los intereses comunes y el disefio de estrategias con autonomia respecto de los otros actores sociales, como para influir a las autorida- des estatales y otras organizaciones de defensa de intereses (ya sea de otros grupos capitalistas 0 ligadas a los intereses de los trabajadores). Es a estas dos légicas que Schmitter y Streck han denominado la “légica de sus miembros” y la “légica de influencia”.’2 La dimensién estructural econémica penetra a la asociacién a través de la légica de sus miembros, y lo politico- institucional e ideolégico a través de la l6gica de influencia. La asociacién empre- saria es resultante, por ende, de la interac- cién de los tres conjuntos de variables, y su accionar demanda la simulténea operacién sobre los mismos. Por otra parte, es Claus Offe?? quien vuelve a tomar distancia de algunos de sus Planteos originales al afirmar que el estudio de las asociaciones empresariales demanda un marco que articule tres miradas: “desde abajo”, “desde arriba” y “desde adentro”. La primera se refiere al conjunto de intere- secs comunes agregados por la asociacién (en el caso de asociaciones empresariales, los estructural-econdmicos ligados al domi- nio de intereses organizado); la segunda se refiere a las relaciones politico-institucio- nales ¢ ideoldgicas de la asociacién en el contexto del sistema politico en el que esta inmersa. Por fin, la tercera apunta a las caracteristicas organizacionales del actor colectivo. El desafio y dificultad del andlisis de la burguesia y su organizacién, es que las “miradas”, “planos” 0 “Iégicas” de las que hablamos, no son entradas opcionales al tema, Dado que estos conjuntos no se sos- tienen en o por s{ mismos, su estudio no Constituye entradas teméticas entre las que se puede optar, sino esferas de andlisis que se deben desplegar en forma simulténea y articulada.7 El andlisis de la burguesia como actor politico 75 Las variables que componen estas dis- tintas esferas deben ser identificadas asu- miendo que la capacidad, grado’s y patrén de organizacién y accién colectiva capita- listas variaran en funcién de las luchas, fac- tores polftico-institucionales y sociolégicos que redefinen la estructura costo/beneficio de participacién individual. Por un lado, el patrén y grado organiza- tivo en funcién del cardcter “empleador” de los capitalistas sera mayor 0 menor segin el tipo de actor que enfrente, asi como de la legislacién laboral ¢ instituciones vigentes: Ja existencia de un sector trabajador organi- zado y militante, de activos ministerios de trabajo, juzgados laborales 0 de fijacién de salarios y/o condiciones de trabajo por medio de negociaciones colectivas con el sector trabajador en niveles regional 0 nacional, determinara el sentido de asocia- ciones patronales también en niveles regio- nal o nacional. Por otra parte, patrones y grados organi- zativos en funcién del cardcter “producti- vo” (no ya como empleador, sino como “industrial” 0 “productor agropecuario”) dependeran, por ejemplo, de la existencia y nivel decisorio de mecanismos estatales neocorporativos, de las reglas que definan su funcionamiento y las caracteristicas de “Jegitimidad” para participar en ellos, asf como del comportamiento colectivo de los Otros grupos de capitalistas. En tercer lugar, el grado de densidad y homogeneidad de las relaciones personales interempresariales afecta, simplificando o complicando, las interacciones necesarias para la accién colectiva. Por ejemplo, y como muestran Zeitlin y Ratcliff", las rela~ ciones familiares entre capitalistas y terra- tenientes en Chile han sido tan estrechas que pemmiten concluir que no son dos cla- ses sino una, en la que existe un reducido grupo de familias con un papel central en la ted de relaciones y con un despliegue de intereses que es simulténeo cn ambos sec- tores econdémicos. Los lazos familiares y su control de espacios clave tanto en empresas de capital local como de capital multinacio- nal en estos sectores econémicos, forman una densa ¢ intima red de relaciones que sostiene y reproduce la posicién dominante y unidad de! capital local y el multinacio- nal. La cercania entre los individuos que componen este grupo social y la poca amplitud de esta red de relaciones, facilita la resoluci6n de tradicionales problemas de accién colectiva: por una parte, los costos de transaccién son bajos porque la comuna- lidad de intereses est dada por el 4mbito de accién de los grupos familiares, el numero de potenciales participantes clave es reducido y las relaciones de confianza han sido establecidas desde la nifiez; por otra parte, la informacién sobre comporta- mientos “discolos” 0 no colaboratives con las acciones colectivas es de facil obten- cién y su sanci6n llega a cubrir planos que ante o ausencia de valor de traajos que focalizan en uno de los niveles 0 planos mencionados, como bien lo muestra la serie de investigaciones que lle- v6 adelante el equipo dirigido por Schvarzer: Itzco- vitz, Victoria, “Organizaciones Corporativas del Empresariado Argentino: La Cémara Argentina de Comercio", mimeo, CISEA, Buenos Aires, 1985; Palomino, Mirta L. de, Tradicién y Poder: La Sociedad Rural Argentina (1955-1983), CISEA/GEL, Buenos Aires, 1988; Schvarzer, Jor- Be, ob. cit., 1990 y Empresarios del Pasado. La Unién Industrial Argentina, CISEA/Imago Mundi, Buenos Aires, 1991. 75. Bl grado se refiere al tipo de dominio organizado por la asociacién. Las de cuarto grado organizan y representan simultdneamente a diferentes sectores econémicos (agricultura, industria, servicios, etc.) ‘mientras que las de tercer grado cubren sdlo uno de estos sectores (por ejemplo: industria). Las asocia- ciones de primero y segundo grados pueden seguir patrones organizativos en funcién de diversos crite- rios, a saber, rama de industria, regién, tipo de pro- ductoetc. Finalmente, el orden numérico que cali- fica el grado sugiere que asociaciones de orden ‘menor son miembros efectivos o potenciales de las de orden mayor. 76. Zeitlin, Maurice y Richard Ratcliff, Landlords and Capitalists: The Dominant Class of Chile, Prince- ton University Press, Princeton, New Jersey, 1988. 76 afectan la vida familiar cotidiana de los aspirantes a “colados”. Finalmente, politicas y decisiones que favorezcan 0 reduzcan la efectividad de formas de accién colectiva opcionales a las asociaciones empresariales afectarén nece- sariamente su relevancia. Por ejemplo, en la mayorfa de las sociedades latinoamerica- nas uno de los resultados de la crisis de la tiltima década ha sido el surgimiento y for- talecimiento de grupos econémicos con- centrados, dinamicos y con actividades diversificadas. Si las politicas estatales no s6lo neutralizan el funcionamiento de negociaciones colectivas 0 mecanismos neocorporativos de toma de decisiones, sino que acentian los canales de consulta y codecisién informales con estos grupos econémicos, el resultado redundard en acciones colectivas no institucionalizadas por parte de ellos y la pérdida de relevancia de las formas institucionalizadas de accién colectiva. La organizacién y comportamiento de. los capitalistas no sélo depende de estas condiciones, sino del “nivel” de los con- flictos y amenazas que enfrentan en cada sociedad. Pueden enfrentar conflictos de tres lipos o tres diferentes niveles al eva- luar posibles acciones colectivas. En pri- mer lugar, encontramos conflictos sobre tesultados especfficos, como puede ser una tasa de beneficios determinada. La estruc- tura de opciones estratégicas que enfrentan los capitalistas en este nivel se presenta dentro de un conjunto de reglas “dadas”, por lo que los capitalistas pueden, por ejemplo, regular la competencia 0 tratar de imponer reducciones salariales en las nego- ciaciones con los trabajadores. En segundo lugar, enfrentan conflictos sobre las reglas que determinan las posibles estrategias para obtener resultados especfficos. De esta forma, pueden participar en la lucha por la redefinicién de las leyes referidas a acuer- dos de precios 0 convenciones colectivas de trabajo. En tercer lugar, se pueden ver inmersos en luchas por la redefinicién de las reglas que gobiernan a aquellas de menor nivel que, como vimos, afectan a los resultados especificos. Estrategias tendien- tes a modificar las leyes que rigen la parti- cipacién politica y el proceso de toma de decisiones en nivel social, esto es, el propio régimen politico, caracterizan a este nivel de conflicto. La participacién en uno u otro nivel de lucha depende en gran medida de las estra- tegias de los otros actores sociales y politi- cos, un evento que es contingente a las for- mas organizativas, ideoldgicas y politicas que asumieron los procesos de cada socie- dad. Es més, la lucha en cada uno de estos niveles implica enfrentar actores y reglas de resolucién de conflictos diferentes, por lo que un conflicto que se “extiende” de un nivel a otro conileva el desarrollo de dife- rentes tipos de redes de alianzas y oposi- ciones, asi como el uso de diferentes recur- sos, determinando por lo tanto variaciones en la estructura organizacional de las for- mas de accién colectiva empresariales. La presencia, importancia y tipo de organizacién capitalista para actuar colecti- vamente dependerd del patrén y “nivel” de los conflictos en que participan, asi como de la distribucién social de los recursos politicos, ideolégicos, institucionales y econémicos que admite o frustra diversas estrategias en coyunturas determinadas. Y dado que tanto la forma de estos conflictos como la distribucién de recursos es un resultado contingente de la lucha politica en cada sociedad, la propia organizacién de los capitalistas como actor colectivo y sus caracteristicas resultan también hist6rica- mente contingentes e imposibles de prever fuera de relaciones sociales espacial ¢ his- téricamente acotadas. Por ello, las pregun- tas que encabezan este ultimo apartado no son respondibles desde teorias “macro” sobre la organizacién y comportamiento empresarial, como por ejemplo las que lo inficren desde las propicdades generales E! andlisis de la burguesia como actor politico 77 del modo de acumulacién. El andlisis de la burguesfa como actor colectivo nos plantea el desafio de su desagregacién en teorias de nivel medio que incorporen la diversidad caracteristica de los procesos histéricos, inico nivel en que las preguntas menciona- das pueden ser respondidas. En sintesis, el andlisis de la organiza- cién, comportamiento y relevancia politica de la burguesia, asi como el de los otros actores sociales y politicos, demanda una metodologia que articule en teorias de nivel medio el peso y codeterminacién de varia- bles econémico-estructurales, politico-ins- titucionales e ideolégicas. El uso de teorias demasiado “macro” o la no incorporacién de algunos de estos conjuntos de variables en los estudios histérico-politicos conlle- van una alta probabilidad de caer en fala- cias reduccionistas.

También podría gustarte