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Il. CLASES DE ARQUEOLOGIA Y DE ARQUEOLOGOS Hay muchas clases de arqueologia y de arquedlogos. Estos iiltimos, a Giferencia de los médicos 0 de los abogados, no precisan de una licencia ara practicar su profesién y, sin incurrir en penas que tenga que impo- nerles 1a ley, pueden investirse de aquella personalidad. La verdad es que cualquier persona, sujeta tnicamente a los dictados de su conciencia, pue- de lamarse a si misma arqueblogo 0 arqueSloga. Cuando los anuncios impresos en algunas publicaciones se refieren a ciertas personas como ar- quedlogos 0 cuando las noticas de los diarios hablan de descubrimientos arqueol6gicos, al lector de tipo medio se le hace cuesta arriba estar seguro de quién es realmente un arqueblogo y si todo el asunto vale la pena tomarlo ‘amos a describir aqui algunos aspectos de la arqueologia, de modo resado esté en condiciones de poder evaluar mejor la autenticidad de lo que lea. «aQuign es un arquedlogo?s. gEs el campesino que al arar su terreno encuentra puntas de flecha y luego las guarda en su caja de puros? ,O lo es quien estudia lenguas antiguas? ¢Podemos considerar arqueélogo al mu- chacho de escuela secundaria que excava los domingos algin monticulo indigena de la localidad, y en seguida pergefla un informe de lo que ha hecho? Lo es acaso el beduino de Jordania que lleva a cabo bisquedas en Jas cuevas del Mar Muerto con ta esperanza de encontrar més rollos y, por ese medio, volverse rico? {Es arqueélogo el profesor que, trabajando en un Departamento de Antropolo exploraciones en el verano? logia, ges por- ello, é1 mismo, un arquedlogo? ,O hemos de tener por ar- queélogo, en fin, al nadador que, porque sabe bucear, nos trae a la su- perficie algunas fnforas sacadas de un barco sumergido? La anterior no es una lista completa de las clases de personas que podriamos lamar arquedlogos; pero resulta itil en la discusién del punto. YY la misma enumeracién sugiere una pregunta pare¢ «2Quién de todas estas personas es realmente el arquedl ffeil: ninguno de los enumerados es necesariamente un ar- los ellos, por otra parte, pueden ser arqueélogos, y todos alguna o varias de las tareas propias de estos especiaistas. ontestar aquella pregunta, empero, con mis detalle, y dar princi- pio, de este modo, a la exposicién del estudio modemo de la arqueologia prehistérica, nos sera de mucha ayuda examinar répidamente la historia de este tema y ver como comenzb todo y de qué modo ha venido desenvol- vigndose con el tiempo. Como disciplina académica, ie historia que ape- ‘nas va mds allé de unos cien altos; ‘personas, sin embargo, practi caban alguna forma de arqueologia hacia fines del siglo XIV. Las mani- ‘CLASES DE ARQUEOLOGIA ¥ ARQUEOLOGOS 2 festaciones tempranas de la arqucologia, estimuladas por el interés en Ia Grecia y Roma antiguas, desembocaron principalmente en el rescate de monedas y de objetos de arte. Por entonces el énfasis estaba puesto en la coleccién y catalogacién en si mismas y més bien para el placer personal, ‘que no para el beneplicito del puiblico. De esta tradicién de interés en el pasado surgi6 el aspecto romintico de la arqueologia. De hecho, algunos de los relatos més amativos de aven- turas y exploraciones arrancan precisamente de esa cariz de romanticismo que envuelve a los descubrimientos y a las colecciones. Las narraciones de los primeros viajeros, quienes venturosamente se enfrentaron a las priva- ciones, a las enfermedades y, algunas veces, hasta ala muerte, en su afan de descubrir tesoros en diversas partes del globo, aceleran el pulso atin en nuestros dias. Esta afirmacién sigue teniendo validez, a pesar de que, como ha dicho M. Wheeler (1956, p. 241): «el romance en esto no es més que la aventura cuando Ia recordamos rodeados de tranquilidad, y ya deslas- trada de sus males y ansiedades, de las pulgas, de las fiebres, de la sed y del dolor de muelas, calamidades todas éstas susceptibles de constituirse en una de las més porfiadas experiencias.» No cabe la menor duda de que la motivacién mas persistente a lo largo de toda la historia de la arqueologia ha sido la coleccién de antigiedades. En algunos casos era preciso hacer excavaciones, en otros, esto no era ne- cesario, En muchas ocasiones, la coleccién que se pretendfa formar era un ma; en otras, ella s6lo era un paso hacia un objetivo de fines Peo eualesguers mains que de todo ello bayan rel el formar una coleccién era, tradicionalmente, to central de la ar queologia. En la actualidad, el énfasis ha cami ss colecciones pri- vadas las hacen, en su parte, los aficiot quienes tienen te- cursos para pagar las erogaciones; los arqueélogos profesionales, en cambio rehuyen este aspecto particular. ‘Aunque la reunién de objetos para colecciones ¢s una actividad im- portante de Ia arqueologia, esto no nos dice mucho sobre el tema. Cuando se coleccionan varios artefactos, bien sean éstos textos de escritura cunei- forme, estatuas griegas, utensilios de pedemal o fragmentos de cerémica, los arque6logos han de describirlos, clasificarlos y hacer un registro de informacién que de ellos han podido recuperar: terminada esta tarea, deben hacer una interpretacién de los datos obtenidos. Las diferencias entre las varias clases de arqueologia dependen, en gran parte, de las reas geogrificas a que se refiere, de las épocas particulares que estudia y del modo en que interpreta la informacién recogida. Las siguientes secciones jo tratan de describir cuatro temas, bastante amplios, de arqueologia, ¢ intentan explicar algo de su desarrollo desde el punto de vista historico. la le la xbiisqueda de tesoros» cuenta entre sus puntos de alto relieve intervenciones de caballeros amantes del arte, de hombres temera. los que ansiaban fama y prestigio, sal i oficial, de vaqueros y de aventureros en los casos, estos seflores conmovieron la cin de un mundo compla: ciente y egocentrista; en el peor de los ejemplos, ellos realizaron un datio irreparable al registro del pasado del hombre. Esta misma historia de la caza de tesoros debe ser vista en contraposi- cién al tento desarrollo de la arqueologia, a contraluz del surgimiento de tuna conciencia de cémo deberia realizarse, y al lado de la aparicién de un Piiblico edueado, asi como de gobiemos que, conscientes de su verdadero Papel en este campo, no han sido lerdos ni perezosos en proteger, con- fra la destruccién, los restos antiguos de sus propios pueblos. Nos gus- taria juzgar a los hombres involucrados en todo esto, pero hemos de tener Presente que nuestra erftica de su trabajo deberia estar condicionada por los conocimientos no asequibles hace unos cien aflos o més; es decir, que si hubiéramos de evaluar trabajos hechos en 1800, verbigracia, de acuerdo on las téenicas actuales, seguramente que los encontrariamos reprocha. bles. La noticia més antigua que se conoce de un trabajo arqueolégico fue realmente descubierta por arquedlogos de época bastante posterior. El pri- met arqueélogo que aparece en a historia es Nabénides, el iltimo de los (555-538 a. C.) y padre de Baltasar. Nabénides llegd a excavaciones en edificios antiguos; salvé lo que pudo encontrar y establecié ‘un museo en el cual puso en exhibicién sus descubrimientos. Desde tiempos muy antiguos, los amigos de lo ajeno han considerado como metas de su codicia las tumbas en las que se habian inhumado Personajes de importancia, juntamente con articulos de valor, por ejemplo joyas y metales preciosos (Parrot, 1939). Como observa. con claridad Eme- submarinas, En el mejor de 50 contigo»; como resultado de tal creen- cia, enterraban a sus muertos acompafiados de gran cantidad de objetos de valor. De modo, pues, que Belzoni y otras personas de su calafia al robar euando excavaban no hacfan nada nuevo. Es bien sabido que en la An- tiglledad se practicd el saqueo de tumbas reales; esto lo han podido com- Probar los excavadores de nuestros tiempos, quienes han encontrado que sus Investigaciones en esas tumbas han venido a ser hechas ya con muchos formulé una lista de los 1 J. A. Wilson, 1956, pp. 282-285) CLASES DE AROUEOLOGIA ¥ ARaUEOLOGOS 25 rico proveniente de China, segin el cual, en el affo 281 ira de una tumba antigua (Creel, 1937, p. 25). Casos en César establecié, en un sitio del antiguo Corinto, una colonia para los veteranos de sus campafias, se descubrieron cementerios antiguos que luego fueron profanados en busca de vasijas de bronce, las cuales eran vendidas 4 los coleccionistas romanos: éstos consideraban dichas piezas como de manufactura griega. Los conquistadores espafioles, al sentar sus reales en México, Panamé y el Peri, pronto se dieron cuenta de que podian hacer trabajos de «mineria» en los antiguos cementerios, pues en ellos se encon- traban objetos de oro; y no tardaron en poner manos a la obra, tan pronto como lograron el dominio de los nativos. Uno de sus cronistas, de Oviedo, nos dejé una descripcién detallada de la apertura de una tumba en Darién, en 1522, Si a este tipo de trabajo, precisamente, quisié- ramos tlamarle arqueologia, de Oviedo vendria a ser uno de los mds tempranos informes arqueol6gicos en el Nuevo Mundo. Durante el siglo XV, 0 sea 2.000 afios después del rey Nabénides, Ia de papas como Sixto IV complementar la técnica de remover meramente los monumentos que esta- ndro VI, que fue papa entre los afios 1492 y 1503, tbo excavaciones que agrandaron sus colecciones. A Io hombres de influencia en los negocios, asi como los Iglesia, pusieron de moda adornar sus mansiones con abundante estatuaria de la Antigitedad. Para hacer alusion al gozo que ‘estos sefiores de la Italia renacentista experimentaban con las bellas artes, se les empezé a llamar dilettanti. El espiritu coleccionista, por ast decirlo, no permanecié confinado a Italia. Al extenderse el Ren‘ to, quienes a lo largo y a lo ancho de Europa gustaban de hacer colecciones, comenzaron a acumular objetos, los mismos que mis tarde se convirtieron en el miicleo de muchos de los farwosos museos del mundo. Fue por este tiempo, cabalmente, cuando Ja ciudad de Hereulano que yacia bajo una espesa capa de material volcé- nnico que le habia arrojado ei Vesubio en el afio 79 d. C. —ocasién en la que Pompeya quedé igualment> enterrada—, ida» en busca de esculturas romanas para vendérselas a los coleccionistas ricos. ‘Cuando Thomas Howard, el conde de Arundel, visit6 Italia a principios del siglo XVII, empezd a integrar su gran coleccién de arte de Grecia, ses de medios econémicos, pues muchos de éstos, a lo largo de los siguien- tes 200 afios, siguieron el ejemplo de Howard en la zona del Mediterraneo. Hasta dénde se extendié el celo con que el conde lev a cabo aquel trabajo puede apreciarse, hoy en dia, en el Museo Ashmoleano, ya que Este es el repositorio del miicleo de lo que en otro tiempo fue una mucho més extensa coleccién de mérmoles. La coleccién original del conde de Arundel, que no recibié el debido aprecio por el lado de sus descendientes, fue destruida en parte y, més tarde, diseminada, A prineipios del siglo XIX, el escenario de las colecciones en gran escala empezé a cambiar de pues el aciones més antiguas principié a ser entonces el gran punto de atraccién. En efecto, fueron los valles desiertos del Nilo, del Tigris y del EGfrates donde tuvieron lugar las grandes proezas de los cazadores de tesoros. Hasta fines del siglo XVIII, el mundo occidental apenas habia tenido noticias de las rique- zas que aguardaban ser descubiertas en el sudoeste asiético, Unos cuantos ladrillos de barro que ostentaban inscripciones indescifrables, un pufado de sellos cilindricos y las leyendas de algunas imponentes ciudades en ruinas era todo cuanto habia llegado al conocimiento de Europa desde que habian tenido lugar las Cruzadas. No fue sino hasta el afio 1802 cuando —. Ninguna historia de bisquedas de tesoros deberia dejar de mencionar a uno de los personajes mas extraordinarios de los que han sido llamados arquedlogos alguna vez. Giovanni Battista Belzoni fue quizé el pillo mas desaforado y audaz de todos ellos (Clair, 1957). Al principio de los afios 1800 y en parte, por lo menos, bajo los auspicios del cénsul inglés en El Cairo, Belzoni culmin6 su polifacética vida de hombre fuerte de circos y de dedicdndose a saquear tumbas. Esta persona, @ quien Mayes (1961, p. 296) ha descrito, si bien no con gran acierto, como «el hombre que establecié los fundamentos de 1a egiptologia inglesa», fue cier- tamente un hombre gigante, cuyos hechos tuvieron también la proporcién de cosas de gigantes. La carrera de Belzoni en Egipto comenz5 en Tebas, y sus primeras hhazafias las describi6 en es «Con cada uno de mis pasos dafiaba alguna momia, ya por uno de sus lados, ya por otro. Cuando por mi propio peso perforaba el cuerpo de uno de aquellos egipcios, éste quedal aplastado como si hubiera sido una de esas cajas para sombreros. Y, me hundia totalmente, entre las momias ya rotas, produciendo el tipico ruido que dejan oir los huesos, y los trapos viejos y las cajas de made 1a,..No podia evitar yo el quedar Iuego cubierto con huesos, piemas, bra- z08 y cabezas que rodaban desde arriba.» (Daniel, 1950, pp. 155-156.) Mas tarde dej6 las tumbas y se dedic6 a trabajar en proyectos que concibié realizar ya en la superficie, Asi fue como hizo excavaciones en Abu Sim- bel, abrié 1a segunda pirdmide, rescat6 en Tebas la cabeza (de ocho tor Jadas de peso) de Ramses II, y es muy probable que hubiera tenido éxito ‘en Ia prodigiosa hazafia de ingenieria de sacar del pafs el obelisco de Filae, de no haber sido porque se le adelanté un grupo de bandoleros mucho mejor armados, quienes rec el monumento como suyo. Sin embar- 0, no hay que pensar que Belzoni (1820, 1, pp. 239-240, 294) fue solamente tun tosco demoledor y mal coleccionista; y menos hay que pensarlo si se toman en cuenta sus interminables esfuerzos para hacer moldes de cera del interior de dos tumbas egipcias cuya estructura era muy complicada: el fin que con esto perseguia era lograr reproduciones exactas para mostrarlas al piblico en Europa. Belzoni no fue ciertamente le semilla de la cual brot6 Ia egiptologia de los ingleses, sino el licido otofio de una hoja que, por fortuna, se marchité pronto, y cay6...Howard Carter, famoso por sus 3 INTRODUCCION AL ESTUDIO DE LA PREISTORIA excavaciones en la tumba de Tutankamen en 1923, escribié lo siguiente, a propésito de los tiempos de Belzoni: +Aquéllos fueron los grandes dias de las excavaciones. Si cualquier cosa hacfa volar la imaginacién, obligando a que se le tomara carifio, fuera esa cosa un simple escarabajo o un gran obelisco, resultaba natural y era y si habfa diferencias con algin colega excavador, lo que uno hacia era acecharlo con un arma en la os antiguos desempefiarian un gran papel en el desciframiento de la historia de esas partes del globo; comenzaron, pues, @ excavar con el gunas de étas habjan arqueologia se incli- que tomaba las cosas més pausadamente y con un mayor énfasis en la erudiciOn: facetas éstas de escasa importancia en los dias en que los museos estaban vacios, como igualmente estaban las mentes de muchos de los que se dedicaban a excavar. En el occidente de Europa surgi, justamente hace poco més de un siglo, un verdadero entusiasmo por las cosas de aquella remota edad en que el hombre vivia en las cuevas, tos datan de la dltima parte del muchos sitios, que fueron escenarios de ocupacién humana a través de varios miles de afios, ya habian sido sisteméticamente explorados. Para buscar en estas «canteras» se habfan contratado cuadrillas de trabajadores; éstas tenfan el encargo de encontrar las escasas tallas hechas en hueso y en marfil, las figurillas de barro y de piedra y los utensilios, tan extraordina- riamente bien hehos, de pedernal y de hueso, y cuya hechura habia oct do varios miles de aflos atrs. Aquel sefluelo no lo producian tanto el. vi , sino la gran antigtledad que ellos represe ban. En aflos recientes, se han venido reexcavando, de manera ordenada, i saat eee na oe Conte ‘completa del total conjunto de elementos culturales que se hallaban en tal © cual caverna 0 refugio, si bien este material resulta irremisiblemente hhuérfano de su contexto de jén. Hombres como Otto Hauser —un ‘comerciante suizo en antigledades— se hici nar y vender materiales a los museos que le: , que en todo el continente, y en CLASES DE ARQUEOLOGIA Y AROUEOLOGOS 3 ‘empleaban sus dias de ocio en excavar diversos sitios. Estas actividades de pillaje, no obstante, fueron decayendo gradualmente hasta casi desaparecer a medida que empez6 a reconocerse la importancia histica de aquellas piezas in notable en Io que se acostumbraba entonces lo constituyé 1a famosa y Ja asociaciaeién de Henry Christy, un banquero inglés, y Eduard Lartet, magistrado de Francia que abandoné la carrera de leyes para dedicarse a la paleontologia. Entre 1863 y 1865, cuando Christy falle- cié, a consecuencia de una enfermedad contraida al izar trabajos de exploracién en una cueva en Bélgica, los dos hombres hicieron excavacio- nes en los célebres yacimientos franceses de La Madeleine (de donde tomé ‘su nombre la Cultura Magdaleniense), Le Moustier (sitio tipico de la Cul- tura Musteriense), Les Eyzies, Laugerie Haute, y otros. Su trabajo en cooperacién fue levado a cabo con mucha inteligencia y entre sus logros ‘mds importantes hay que mencionar el primer reconocimiento del arte del grabado paleolitico, el reconocimiento y 1a definicién del Paleolitico Supe- ae ee se hizo las. con en la fauna asociada (Daniel, 1950, p. 100; Breuil, 1941). En los Estados Unidos, cuando el Oeste habia sido arrebatado « los Indios y abierto a la cria del ganado, los vaqueros vinieron a ser los pioneros en los descubrimientos arqueolégicos. Y cuando se dio por termi- nada Ia guerra con México, muchos ingenieros del ejército triunfante fue- i iidos en lo que hoy es el sud- Mesa Verde, algunos de los restos prehistéricos mas impresionantes y mejor conservados en el Hemisfe- rio Occidental. Richard Wetherill y Charley Mason, al estar buscando un hhato de ganado que se habia perdido de vista, se encontraron de repente, precisamente en el afio 1 rocosos més grandes que ce». Después de este descubs is haya construido el hombre: el «Cliff Pala- jento, Jos hermanos Wetherill se dedicaron 4 explorar en detalle los cafiones de Mesa Verde. Los arqueblogos no perdieron el tiempo en seguir el ejemplo. Mas tarde, en 1893, un arqueé- logo sueco, el barén Gustay Nordenskiold, escribié el primer informe ver- daderamente amplio acerca de dichas ruinas. Este informe, empero, visto desde nuestros das, parece haber sido una abierta invitacion para que los saqueadores probaran su suerte alli también. Mesoamérica y Peri, centros de las grandes civilizaciones del Nuevo Mundo, han sido escenarios de pillajes ain més grandes. Dificilmente IWTRODUCCION AL ESTUDIO DE LA PREHISTORIA habré tienda de objetos de arte 0 «studior de decoracién en los Estados Unidos que no ofrezea un lugar de honor a numerosos objetos precolombi- nos; generalmente se trata de piezas de cerémica finamente modelada, de esculturas en piedra o de tallas en jade. Tales objetos de arte antiguo son producto del contrabando sacado de algin pais en donde fueron descu. biertos o exhumados por los nativos, quienes escarban con dicho propésito fen sus ratos libres, para vendérselas luego a los coleccionistas: los coleccio- nistas, de este modo, se han visto eximidos de tener que ser ellos mismos los Belzonis de hoy. En la exposicién que sigue hemos de aludir a otro aspecto més con respecto a Ia caza de tesoros. Nos referimos al que, con cierta mofa, ha sido amado «salvacién arqueolégicas (De Borhegyi, 1961, p. 44), ya que se trata de rescatar objetos de debajo del agua, en la cual habfan quedado de algin hundimiento. Este jarmente en el Mediterréneo, mmerciantes han traido y levado objetos en barcos en el trans- ‘de aflos. Sucede, pues, que en esta area ha habido nautra- sgios sin fin y los restos de esas zozobras han estado bajo aguas relativa- mente poco profundas y en lugares que son facilmente accesibles a los bu- zos. Poco después de haberse inventado el equipo de aqualung en los afios 40, un grupo, cada vez mas creciente, de hombres amantes del depor- te y de aventuras descubrié ese tesoro que aguardaba fueran por él. Parece set que todo fue relativamente sencillo, segiin se desprende de la siguiente cita: Tan pronto como corrié la voz de que en Anthéer se habia hecho un descubrimiento arqueolégico (se trataba de una embar- cacién sumergida), los buzos aficionados de todas partes de la Riviera francesa se lanzaron a la correspondiente bésqueda y, con mo desmedido, lograron obtener cientos de souvenirs ‘al Ingar, Y alli no paré todo, pues cierto dia de 1949, ‘un yate norteamericano anclé sobre el sitio de un antiguo naufra- gio y el duefio preparé todo un especticulo para sus huéspedes. Para ello puso los pescantes de su buque a la disposicion de los buceadores que alli nadaban, de modo que pudiesen subir los objetos pesados que yacian en el fondo del mar (De Borhegyi, 1961, p. 10) Por supuesto, no toda la arqueologia bajo el agua carece de reputacién, y la verdad es que en este campo existen grandes posibilidades para la investigacién en el futuro, toda vez que los arqueblogos vienen desarrollan- do técnicas adecuadas para la salvacién y registro de las piezas que deben cobrarse (véanse Bas, 1963; Dumas, 1962; Frost, 1963; Goggin, 1960; Ryan y Bas, 1962; Silverberg, 1963; Throckmorton y Bullitt, 1963). La importancia potencial de la arqueologia bajo el agua hace ya bas- CLASES DE ARQUEOLOGIA ¥ ARQUEOLOGOS % tante tiempo que fue reconocida. Sir Charles Lyell (1872, 2, Cap. 46) cita tun mimero considerable de ejemplos conocidos de.materiales arqueolégicos — sul yy su lista del ntimero de embarcaciones inglesas que se fueron 4 pique entre 1793 y 1829 nos da una idea de las posibilidades que existen para la arqueologia en el fondo del océano. Lyell coneluye diciendo que «es probable que una gran cantidad de monumentos producidos por la habili- dad y la industria del hombre en el curso de las edades seré obtenida conjuntamente del lecho del coéano; dicha cantidad sera todavia mayor de Ja que exista en un momento dado en la superficie de los continentes». Si se quiere conocer un recuento ya bastante viejo de las tradiciones — nas de ellas probablemente estén basadas en hechos ciertos— acerca de esta- blecimientos humanos en lugares que hoy estin bajo la superficie de lagos 0 del propio océano, véase el informe que preparé Lord Bishop of Saint David (1859). Durante el inviemo de 1853-1854, que fue extremadamente seco por cierto, ef nivel de numerosos Iagos bajé mAs alld de lo normal; esto dio origen a que se descubrieran estructuras de pilotes para casas que databan del Neolitico y de Ia Edad del Bronce: tal fenémeno tuvo lugar en las mérgenes de ciertos lagos suizos que, por entonces, quedaron al descubier- to. Ahora bien, con el objeto de recobrar mas restos de esta naturaleza, los arqueélogos han acudido a veces al recurso de drenar algunos lagos (Brisse y Routrou, 1876; Geoffrey, 1876). De acuerdo con lo que ahora sabemos, tuna enorme cantidad de de naturaleza ‘inica se perdi6 para siem- pe antes de que se desa ‘buenas téenicas para la conservacién de la Espdere’.de os troncos que. hen estado’en el. agua’ por muchisimos: afios. Para las personas que vivian en el siglo XV, y aun las de gran parte del XIX, el saqueo a que nos hemos venido refiriendo era una actividad completamente respetable (T. Wright, 1844). Pero tan pronto como qued6 demostrado que el estudio serio de 1a arqueologia podia pagar dividendos en forma de conocimientos, cuyo valor virtual sobrepasaba el precio que en si mismo podia rendir cada objeto antiguo, las personas de bastante cultu- Fa que se entregaban a aquel pillaje legaron a la conclusién de que estaban actuando en contra de la corriente principal de la conciencia pi- blica. Dicho pillaje, si se compara con la historia de la vida de la arai logia, viene a aparecer como una actividad propia de jovenzuelos irre ¥0S; de los adultos se espera que estén mucho mejor informados y que ofrezean el ejemplo que deba servir de guia. No cabe duda de que los testimonios del pasado del hombre son completamente perecederos, y que Juna vez, destruidos jams podrin rehacerse de nuevo. ‘TEXTOS, TEMPLOS ¥ TUMBAS Este ‘iltimo nos hace recordar el de la seccién anterior, pues en ella, ceasi todos los que aparecen dedicados a la caza de tesoros, necesariamente 36 INTRODUCCION AL ESTUDIO DE LA PRENISTORIA tienen que ver con textos, con templos y con tumbas. Sin embargo, lo medular, en lo que vamos a tratar ahora, es el propésito hacia el cual va dirigido el trabajo. Hablaremos aqui, pues, de los estudios acerca de las antiguas civilizaciones, ast como de sus antecedentes inmediatos. Este tipo de trabajo lo llevan a cabo, por lo general, personas preparadas en estu- dios humanisticos. La arqueologia clisica recibié su mayor impulso con las actividades de Heinrich Schliemann, si bien no fue 61 quien dio origen a los estudios clasicos en su forma cientifica. En realidad, para muchos, los métodos ‘empleados por Schliemann no deberian arse con el término de arqueo- logicos. La impaciencia de este excavador, por llegar a la base de los sitios en que escarbaba, le dejaba muy poco interés por las asoci estratigraficas de Ia clase necesaria en estos menesteres. Ya en sus tiltimos afios, un compaiiero suyo, Dorpfeld, puso un poco de orden en las excava- ciones de Schliemann; mas, por lo que respecta a los primeros trabajos, apenas se pueden considerar éstos como algo mas que esfuerzos levados ‘cabo meramente para rescatar objetos. En contraste, Giuseppe Fiorelli, et predecesor de Schliemann y que ‘excav6 en Pompeya en 1860, intenté reconstruir el cuadro general de toda Ja ciudad romana. Fiorelli declaré que el descubrimiento de objetos de arte sélo tenia una importancia secundaria; no obstante, fueron los traba- jos de Schliemann, no los de Fio ‘ién, i, los que el mundo sigui6 con aten- fue también su ejemplo el emulado por exploradores posteriores & en tanto que los métodos de excavar seguidos por Schliemann deja: ron bastante que desear, fueron sin embargo mejores, con mucho que los de quienes le precedieron en el rea del Mediterraneo oriental. Las lecturas que de nifio habia hecho Schliemann acerca del saqueo de Troya durante el periodo homérico le habian dejado tan impresionado que, luna vez que amas6 su fortuna personal como comerciante, al punto co- ‘menzé a estudiar historia antigua: lo que 61 se proponfa era corroborar, ‘mediante el descubrimiento de Troya, lo que habia lefdo en las obras de Homero. ¥ en sus diversas temporadas de trabajo de campo, hechas entre 1869 y 1889, tuvo mucho éxito al encontrar una Troya que parecia con- vineente (era Hissarlik) y otros sitios de semejante grandeza. En las tumbas de pozo, en Micenas, Schliemann dio con un tesoro que por entonees fue considerado como «no de los descubrimientos més de la vida prehistérica griega que era todavia anterior y hasta entonces desconocido; esto, por supuesto, abrié un mundo nuevo a la crudicién en los estudios clasicos. La influencia de Heinrich Schliemann, no obstante, fue todavia més efectiva en cuanto al hecho de que le abrié los ojos al mundo, por asi decirlo, con respecto a las posibilidades de las excavaciones arqueologicas CLASES DE ARQUEOLOGIA ¥ ARGUEOLOGOS a cencaminadas a resolver determinados problemas, y no s6lo como un medio de recobrar piezas de arte antiguo, La historia reciente de la arqueologia clésica ha sido la de una sucesién continua de descubrimientos e interpretaciones. Por el tiempo de Schlie- mann, ya se habfan descifrado los jeroglificos egipcios y podia leerse Ia escritura griega; hay, empero, otras escrituras antiguas que no han podido ser descifradas atin hoy en dia. Una civilizacién pregriega, la minoica, fue Ia responsable de dos formas de escritura, Ia menos vieja de las cuales, Ia Lineal B, vino a quedar demostrado, apenas en 1952, que era una forma del antiguo gricgo (Chadwick, 1961). La forma més temprana, 0 sea, I Lineal A, espera todavia que se le descifre adecuadamente. Por las inscripciones cuneiformes més tempranas de Mesopotania, 1a escritura fen documentos hititas de Anatolia y los signos de Mohenjo-daro, corres- pondientes a Ia civilizacién del Valle del Indo, rio pueden leerse afin. Los expertos en arqueologia clisica son, con frecuencia, estudiosos de Jenguas antiguas. Contemplado el cuadro desde este punto de vista, resulta que su labor viene a comple: escrita mediante 1a combina cio . Nétese, por ejemplo, el mapa, tanto de la Grecia homérica como de las regiones distantes del Mediterréneo, que ha azar con base en los detalles geogtdi- cos que contiene la Ii 9). Sin embargo, los arqueélogos que se especializan en las civlizaciones de Mesopotania y de Egipto, a menudo se les adiestra més bien en arte o en arquitectura que en lenguas. Su tra- bajo consiste tanto en descubrir hechos prehistoricos como en aumentar el co- nocimiento de la historia escrita. A los peritos que transcriben los textos antiguos, por otra parte, se les llama epigrafistas, y muy bien puede ocurrir que, de hecho, éstos jamas participen personalmente en una excavacion. Por supuesto, In escritura no constituye Ia nica preocupacion de los especialistas en estudios clésicos. A muchos de estos expertos los fascina el fate, y algunos otros se consagran a estudiar las monedas antiguas (para datos acerca dé determinadas publicaciones, raras y sumamente interesan- tes, que traten el lado cultural, que no el aspecto de las finanzas ni el ‘mumismético de tas monedas antiguas, véase el reciente trabajo de Zeuner (4963) sobre fa domesticacién de los animales; también la obra de M. Grant (1958) sobre In historia de Roma, segin qued6 ilustrada en las ‘monedas, y la excursién de D. Allen (1958) hacia los iltimos tiempos Prerromanos, en lo que hoy es la Gran Bretatia, segin se puede ver en los artificios a que se acudié en las monedas belgas); otros, por su parte, Prefieren la arquitectura, y, por supuesto, est& el campo de la ya consa- grada base en que se apoya en gran parte la arqueologia: 1a cerdmica; ésta Sirve, lo mismo como un medio de determinar la cronologia que como otro de revelar las conexiones culturales entre diferentes sociedades de la anti- Biledad (Colton, 1953; Ford, 1962; Shepard, 1956). ‘A pesar de esta diversidad de asuntos y de enfoques, cuando se estu- - 38 MPIRODUCCION AL. ESTUDIO DE LA PREISTORIA dian antiguas culturas, la mayor atencién se concede generalmente a los rrasgos materiales de la civilizacién, es decir, al arte en sus variadas mani- festaciones, a la arquitectura monumental y a I estudian en las ramas de las humanidades que universidades. Dentro de un campo tan amplio, no obstante, la investiga ci6n cientifica se divide en departamentos, tales como el de Lenguas Orien- tales (entre las que se incluyen las del sudoeste de Asia), el de los Clési- cos, el del Arte, el de la Arquitectura y, a veces, el de la Historia Antigua, Los trabajos de Schliemann pusieron el tono en lo que atin se hace actualmente. Los cambios de mayor significado que se han venido introdu- Giendo, desde sus tempos haste hoy, han tenido ugar en el desarrollo do técnicas més precisas para adquirir infor lado 10s conocimientos hi las excavaciones mas ideado procedimientos antigtledades, los nder mas y mejor. sus objetivos y han podido jor caminos cada vez més sofis- inados para excavar, arquedlogos han estado en Los arquedlogos de lo dedicarse a la recaptura de la histor ticados. LA PROTOHISTORIA Christian Jurgensen Thomsen, curador del Museo Nacional de Copen- hhague en 1836, ideé un método para clasificar y exhibir los objetos anti- ‘gus que estaban a su Este método consistia en colocar separada- Mente las plezas de piedr, las de bronce y las de hiro. Con ello dio origen al nacimiento del sistema (Heizer, 1962a, pp. 10- 26; 19625), que ha plagado el pensamiento arqueolGyico de tipo més te, debido a las excavaciones realizadas por el propio Thomsen y sus colaboradores —entre ellos J. J. A. Worsaae (Rowe, 1962a)—, que en Dinamarca habfa una yerdadera sucesién estratigrafica de piedra de peder- nal, bronee y hierro. Con este hecho, como fen6meno-guia, fue natural que los arquedlogos tlegaran a la conclusién de que el hombre habia recorrido i estas tres etapas casi en todas partes. EI principio de la superposicién, 0 sea, la estratificacion (llamado a veces Ia ley de Steno), se le ocurrié por primera vez a Nicolaus Steno tun doctor en Medicina danés, que estaba agregado a la corte . El Prodromus de publicado en véase Heizer, 1962a, pp. ). Cuando empez6 a aplicarse el principio de Ia CLASES DE ARQUEOLOGIA Y AROUEOLOGOS 3 sucesién estratigréfiea, pudo ya emplearse la arqueologia para lograr una extensién de la historia local, mediante el registro de testimonios del pasa- do cultural en su orden cronolégico propio. Apoydndose en estos funda- rmentos, los arque6logos activos volcaron su atencién hacia sus respectivos pasados nacionales y, en el proceso de este trabajo, obtuvieron informacion que demostr6 el desparramamiento de la civilizacion a través del mundo occidental. Sin una escritura que pueda ser descifrada, la arqueologia viene a ‘quedar en lo que Albright (1957, p. 49) llama sanepigréficas (la ciencia de los documentos no escritos), 0 en lo que C. Hawkes (1954) denomina «sin bre civilizaciones olvidadas, como falmente las crea. Los escitas del sur de Rusia no tuvieron in embargo, fueron bastante bien descritos por Herodoto, y, combinacién de documentos griegos y de la arqueoloy se sabe bastante acerca de ellos. Los arqueélogos de la Europa Oc a diferencia de sus colegas, que trabajaban con materiales griegos y ‘manos, no podian, asi como asi, asignar nombres a los pueblos cuyos restos estaban excavando, Es cierto que los ingleses tenian conocimiento historico de tos celtas, de los anglos y de los sajones; mas de quiénes les precedieron a éstos: nada. Y en la mayor parte de Europa ocurria pues no se tenia conocimiento alguno de quiénes habian sido ies, en qué apoyarse, los téricos de acuerdo con algu- arqueblogos bautizaron nos de sus artefactos mas caracteristices. Tenemos, asf, el curioso espec- téculo de pueblos como el de la «gente de las vasijas con pico»*, cuyos desplazamientos han podido ser reconstruidos primero hasta la zona de «Rhineland» —Holanda— y, finalmente, alrededor del aflo 1800 a. C., has- ta las Islas Britinicas. Otro grupo, quizh habiendo en las estepas del Asia Central, fue el lamado de batallas**. El grupo de las vasijas con pico y el de las hachas de batalla se encontraron en algéin lugar de Europa y parece que ambos entraron, aproxi- madamente por la misma época, en la Britania de entonces. Nadie puede conjeturar siquiera eémo se lamaban estos pueblos a s{ mismos, o cual era la Jengua que hablaba cada uno de ellos. iesoro de Sakiz,recién descublerto Una placa de metal en el tablero ostenta Boguna tr insicin conoid, y pode se puede muy bien stribuir a les ipelén jeroglfia que n vez, una forma de esti 0 PTRODUCCION AL ESTUDIO DE LA PREIISTORIA En el periodo en que la gente de Ia mayor parte de estas regiones se dedicé al cultivo de la tierra, més que @ la caza, fue cuando eayeron bajo la influencia de las civilizaciones del Mediterréneo y del sudoeste de Asia. Estos centros continuaron irradiando su influencia sobre las zonas adyacen- tes durante un gran lapso de su historia. Como una légica consecuencia, los estudiosos que se ocupan de esas freas periféricas se han puesto a estudiar sus materiales en términos de aquellas civilizaciones con tan no- table influencia. ,De qué otro modo podrian comparar un frea con otra, 0 interpretar la informacién tan fragmentaria, que s6lo aparece completa en los propios centros de difusi ramente de que la parte tardia de la prehistoria del norte et tos ya fechados del frea mediterrénea; al respecto, escribié: «Tanto para el historiador como para el arqueblogo, resulta igualmente interesante deter- minar hasta qué punto la luz. de su cultura (es decir, la de Egipto, Asiria, Etruria, Grecia y Fenicia) penetré jad de la Europa Central, inte y del Norte, y ver si esposible... situar el periodo histérico de la Mediterréneo en relacién con el periodo prehistorico del nort is entrelaz6, de manera efectiva, (Bibby, 1956, pp. 176-182). Con respecto a las tierras biblicas, Ia arqueologia ha puesto en claro bastantes referencias que en el Libro de los libros son muy breves o su exposicién es més bien enigmética, pero que costumbres y eventos hist6ricos. Asi pues, en es estado en posibilidad efectiva de agregar una apreci les especificos a la documentacién histérica (D. W. Thomas, 1961). En el Periodo de Migracién (la Edad del Oscurantismo), después de Roma, en el siglo II d. C., el noroeste de Europa perdié el contacto directo con el mundo letrado del Mediterraneo y, por un lapso de més o ‘menos medio milenio, volvié hacia atris, hacia lo que fue esencialemente tuna fase eno histéricas, y que nosotros conocemos més por evidencias arqueolégicas que por pruebas documentales. Por consiguiente, el estudio de la protohistoria ha estado estrechamente unido a las tradiciones huma- nisticas que rindieron los estudiosos clasicos. Esto resulta en contraste con la vieron antes 0 que no estuvieron al aleance de I Piggott (1959, Cap. 5) ha hecho un excelente estudio de los grados hhasta los cuales las sociedades pueden ser lamadas histéricas. Pueblos que carecen de eseritura (0 cuya escritura no puede ser descifrada), pero cuya existencia tuvo lugar en la penumbra de civilizaciones que ya habian deja- do de ser Agrafas, pueden ser conocidos hoy dia por nosotros por su CLASES DE ARQUEOLOGIA Y ARQUEOLOGOS 4 propio nombre, y hasta hay la posibilidad de que sus vecinos mas adelan- tados hayan registrado parte de su historia. Los escitas del sur de Rusia, deseritos por Herodoto y Estrabén, los ocupantes de la Tierra de Punt (Somalilandia) —con quienes los egipcios comerciaban y cuyas costumbres registraron (W. S. Smith, 1958, pp. 136-138)— y los celtas de Europa, cono- cidos por los escritos de César, Técito y otros autores, pertenecen a la categoria de pueblos bérbaros, que no sabfan leer ni escribir y que vivian ‘més alla de las fronteras del mundo civilizado, en el cual la escritura y Ia lectura eran practicadas por determinadas capas de la poblacién. Pero el Puro hecho de que dichos grupos aparecen mencionados y hasta descritos también, as{ como el de que ciertos eventos de su historia antigua merecie- ron ici6n de los otros més adelantados, los singulariza como pueblos reales» ¢ identificables; es decir, que tal hecho los diferencia de otros grupos, en esto menos afortunados, pues no alcanzaron ni aquella penum- bra, por una parte, y para los cuales no tenemos ni nombres adecuados, Por otra: este es el tipo de gente que le es tan familiar a los prehisto- riadores, y cuya mera existencia es un hecho descubierto por los arques- logos. Este género de conocimiento, acerca de sociedades prealfabetas, no esti circunscrito exclusivamente a las gentes que vivian en las comarcas vecinas a los mundos griego, egipcio'y romano, sino que es el mismo que se tiene de todas las culturas primitivas del Viejo y del Nuevo Mundo y que ha sido factible gracias a los relatos y a las colecciones de museos, escritos unos y compiladas las otras, por viajeros, exploradores y etn6logos. Cristobal Colén y Hernan Cortés escribieron, o dieron motivo para que se escribieran, informes 0 relatos de sociedades cuyos ves s6lo de naturale: personas fueron -queolégica, y al haber ocurrido ast hist6rico de la humanidad y, como consecuencia, esquivar asi el destino de fantos y tantos otros pueblos de Ia prehistoria, euyo sino fue vivir y desapa- fecer para siempre en el anonimato total. En el Nuevo Mundo, los grandes imperios autéctonos de los aztecas y los incas, que por obra y gracia d: Tepentino y ahogado en sangre en las primeras décadas del siglo XVI, tuvieron también la suerte siquiera de que, por los menos, alguna parte de Su historia quedara incorporada en las crénicas de sus conquistadores. Estas shistorias» tienen la forma de genealogias tradicionales de familias importantes y de hechos notables en las vidas de determinados individuos, incluidas las dinastias en el poder. Asi, por ejemplo, por lo que toca a los gobemantes pervanos, contamos con lstas de emperadores; estos recuentos de sueesores han resultado de gran utilidad para identificar y para fechar Tugares correspondientes al tiltimo periodo inca (Rowe, 1944, pp. 56-59; 1945, 194Sb). El relato épico de Homero lo formaban leyendas conservadas de memoria, que un dia legaron a registrarse por escrito cuando aiin se 2 INTRODUCCION AL ESTUDIO DE LA PREMISTORIA hha Megado a sostenerse (Albright, 1957, p. 73: Miada describe una situacion hist6rica real que puede dela Edad del Bronce. 1959, p. 104) emplea la frase «registros escritos condicionados-* tizar las alusiones por escrito que sobreviven de sociedades, tales como la de Micenas, en su Escritura Lineal B (Chadwick, 1961) macién acerca de la estructura econémica y (Chadwick, 1959), no contienen, en ca gin aspecto literario 0 relato histérico. Los famosos cordones anudados del Per, Hamados quipus y que servian como recursos mnemotéonicos (Locke, 1912), tenfan proba ‘blemente una funcién similar; Rowe (1944, p. 57) considera que los quipus nunca fueron usados para registrar fechas. Los ‘inicos ejemplares de libros (cédices) de las culturas maya y azteca, que se salvaron de la hoguera y jan cuando se produjo la conquista espafiola, son materiales di importancia para nuestra comprensiOn de la parte iltima de Ia his tos aspectos calendaricos de estas sociedades. Asi tenemos, entonces, que una marcada cantidad de variaciones queda involucrada cuando nos referimos a tuna sociedad como «histérica» (cf. Albright, 1957, pp. 64-76). HABLANDO DE ADAN, Y DE MUCHO ANTES QUE’ EL, A diferencia de otras clases de arqueologia, 1a prehistoria no corre Pareja , de modo primordial, con la dist siquiera con la histérica. La prehistoria siempre ha estado est emparentada con la antropologia (que empez6 a desarrollarse més 0 menos por el mismo tiempo) y con Ia geologia (que le ha proporcionado las pruebas de remotidad para determinadas antiguedades) centran en los estudios de 1a evolucién, hombre; Ia segunda es su evolueién tos tienen una historia que vaya mucho més atrés de los tiempos de Darwin, que fue cuando se expuso al mundo, por primera vez en forma clara, el concepto de la evolucién. Por una ‘coincidencia, en el affo 1859 se presentaron dos hechos importantes: apare- i6 el gran libro de Charles Darwin, El origen de las especies —que for- Conditional literacy. CLASES DE ARGUEOLOGIA ¥ ARQUEOLOGOS: 6 mulé la teorfa de la evolucién por seleccién natural—, y el nacimiento de la arqueologia del paleolitico. En ese afio, varios ge6logos ingleses (John Eyans, Prestwich, Flower y Falconer) visitaron Amiens, en Francia, sitio en rio Somme. Estos utensilios, antiguos y rudos como eran, eneajaron muy bien con la idea implicita (pero no declarada) en la obra de Darwin, acerca del progreso del hombre a partir de formas inferiores. No se cono- fan en ese afio de 1859 huesos fésiles de tipos humanos pi excepttian el primero de los erdneos de Neanderthal, que habia sido descu- bierto tres afios antes (1856) y acerca del cual se origind una controversia sobre si se trataba del crdneo de una forma primitiva del hombre o del de tun hombre patol6gicamente idiota (véase Heizer, 19622, capitulos 2 y 3; Oakley, 1964). Los primeros prehistoriadores tuvieron que reconocer que los restos que ‘exhumaban tenfan su més cercana imagen en los grupos humanos pi 40s, entonces contempordneos, y no en los pueblos civilizads. Para ellos fue, pues, un paso légico, en la biisqueda de inspiracién y de ayuda para sus interpretaciones, dirigir su mirada més bien hacia los antropSlogos —y, entre éstos, especialmente los etnélogos, que se dedican a obtener infor- macién sobre pueblos primitivos— que hacia los historiadores y humanis- tas. Y fue alfenémeno de la evolucién cultural que se atribuyé, més cortiendo que andando, el desarrollo de la tecnologia del hombre, desde lo més simple hasta lo més complejo, a través del enorme lapso de su exis- tencia. Como resultado natural, entonces, muchos prehistoriadores se han yenido preocupando més por el descubrimiento y la interpretacién de las tendencias universales de la evolucién de la cultura que por la reconstruc ifn detallada de las secuencias culturales en su dmbito regional. Los inten- os mis tempranos de descubrir la evolucién cultural estuvieron funda- ‘mentados, en gran medida, en la analogia con pueblos vivientes pri ‘cuales se pens6 que eran de la cultura, Esta idea de tipo basico ha persistido durante tiempo, pero investigaciones minuciosas de secuencias particulares hhan venido a demostrar que la historia humana ha sido sefialadamente Variada, y no puede, por tanto, ser descrita por medio de un sistema simplista de etapas 0 fases de desarrollo (South, 1955; Steward, 1955; L. A. White, 1947). Por otro lado, pocos historiadores tienen a competencia necesaria para comprender los vericuetos de la evolucién biolégica; consecuentemente, se Yen en la necesidad de trabajar lado a lado con los antropélogos fisicos, feada vez que encuentran esqueletos 0 cuando tienen que realizar interpre Aaciones que han de basarse en las constantes biol6gicas del hombre. Debi- “ INIRODUCCION AL STUDIO DE LA PREIISTORIA do a que Ia historia pristina del desarrollo del hombre est més fntima- mente entrelazada con la biologia que con la cultura tal como la cono- ‘cemos hoy, las interpretaciones arqueol6gicas del hombre fésil se tienen que apoyar tan a menudo en las teorias de la biologia como antropologia.: La extensién hasta la cual la evolucién cultural y la evolucién bbiol6gica han marchado tomadas de la mano, por una parte, manera en que la cultura ha contribuido a modelar el cuerpo por otra, aparecen expuestas con gran nitidez en Washburn (1959-1960) y en Washburn y Howell (1960). La arqueoiogia americana constituye, en cierta manera, un caso dife- rente. No existe aqui un desmedido interés actual por la evolucién biols- gica del indio de este continente, y ello se debe a que cuando el hombre alcanz6 estas tierras ya era modemo, desde el punto de vista fisico. Tam- poco hay entre nosotros una gran preocupacién por la evolucién cultural de Jos indfgenas, no obstante que su cultura sufrié cambios de no poca monta cen los quince a veinte mil afios en que dichas gentes han ocupado el continente. El principal esfuerzo de la arqueologia americana tha estado cencauzado més bien a Ia elaboracién de secuencias regionales de ocupacién Gennings y Norbeck, 1964). te, los arqueblogos han empezado a considerar el desarrollo de tipo pancontinental de 1a cultura, particular- mente en su relacién con el desenvolvimiento de las civilizaciones y su influencia posterior concomitante. Las publicaciones de Willey (1955-1960) il i in, en un panorama bastante amplio, el Mundo. La prehistoria, de este modo, puede verse en contraste con la bisqueda de tesoros, con la historia del arte, con la filologia, con la historia y ain con Ia protohistoria en su inspiracién y en su método. Este contraste perdura, a pesar del hecho de que el fin de cada una de estas actividades © estudios —Ia comprensién del pasado del hombre— es esencialmente el mismo. Esta es la razén por la cual hemos titulado este libro Introduccién 4 la arqueologia prehistérica y no simplemente Introduccién a la arqueolo- ia. Los fines, métodos y resultados que deseribimos en el resto de la obra pertenecen a la arqueologia prehistérica. ARQUEOLOGIA DE SALVAMENTO En las titimas décadas se ha venido teniendo cada vez més conciencia de que algo deberia hacerse para rescatar, en lo posible, los yacimientos arqueolégicos de las arremetidas que sufren con motivo de los modernos trabajos de construccién. En Estados Unidos, por ejemplo, donde se levan- tan enormes presas y se hacen grandes carreteras, las instituciones 0 cen tros responsables, a menudo dedican ciertas cantidades de dinero para salvar los sitios que luego van a ser cubiertos por el agua o que, de alguna ‘CLASES DE ARQUEOLOGIA ¥ ARQUEOLOGOS 6 otra manera, van a ser arrasados en su estructura fisica, El caso més notable de este dramatismo arqueolégico ha sido el lamado para salvar varios monumentos histéricos en Egipto, donde la presa de Assuan los cubriria de no emprenderse una accién oportuna. En respuesta a aquel Iamado, vatios gobiernos extranjeros han financiado los trabajos arqueolé- gicos necesarios para excavar y registrar lo més importante de los sitios directamente afectados (Brew, 1961). La arqueologia de salvamento viene a ser una rama muy especial, y tiene lugar s6lo cuando se hace aprecio del tener el con- servar determinada informacion acerca del . En este senti- do, no es nada nuevo. En fecha, ahora tan del pasado, como es el afio 1627, Carlos I de Inglaterra declaré oficialmente que «el estudio de las antigiedades... es de mucho servicio para el bien general del Estado y del Commonwealth.» Y hace unos cien aflos se tomaron cartas en el asunto en Britania para conservar lugares de est clase cuando se rescaté, ciertamen- te con gran éxito, un anfiteatro romano que iba a ser derribado por encon- trarse en el derecho de via de una linea férrea (Jessup, 1961, pp. 200-201), La ueologia de salvamento se basa, de un modo general, en el postulado . En estos casos, pues, ligadamente se echa mano de métodos de trabajo que no se considera- rian ortodoxos en excavaciones hechas con todo el tiempo necesario, y no Son raras las dreas los trabajos de arqueologia de salvamento han sido las tinicas nes sisteméticas que se han podido realizar; asi y todo, han cont de modo notabilisimo a nuestro conocimiento de dichas areas. Viendo las cosas desde este punto de vista, podria afirmarse ‘que deberfan imitarse sus procedimientos de tr salvamento, empero, actia en contradiccién con 70, y ello de dos modos. Primero, los arquedlogos de esta categoria han de trabajar sin establecer preferencias y en los lugares que las circunstancias los reclamen; es decir, que cuando ias necesidades impe- tativas hablan de una operacién de rescate, no hay mucho lugar para Aecidir por seleccién. Los arqueblogos de salvamento resultan técnicos al- truistas, en el sentido en que tienen que hacer a un lado sus intereses de erudicién en los problemas que han elegido como motivo de estu: enfrentarse a otros problemas en bien general de la arqueologia ful segundo lugar, estos arquedlogos siempre se ven forzados a operar bajo 0s perentorios y, por ello mismo, tienen que ignorar, de muchas de las téenicas més refinadas con que cuenta la ictual. La pérdida resultante en muchos Angulos de la infor- diciendo que, después de todo, algo pudo salvarse de 1o que, de otra manera, hubiera sido una pérdida de Por otra parte, la ciencia debe mucho a los arque6logos de salvamento, Pues éstos, al actuar bajo una presién inminente del tiempo, han ideado técnicas para la investigacion de superficie y para la excavacién que han 46 {TRODUCCION AL ESTUDIO DE LA PREHISTORIA hecho mis féciles los procedi normalmente planeadas (Wen¢ ‘unos cuantos arqueblogos tratan disponiendo de todo el tiempo on una visién demasiado estre- que ha resultado en una con- pérdida de perspectiva en la distribucién, lo mismo que en la variacién propiamente dicha. Ill. LOS SITIOS ARQUEOLOGICOS CLASES DE sITIos La arqueologia se preocupa por los sitios en que ha de trabajar. Un itio ¢s cualquier lugar, grande 0 pequefio, en donde se encuentran arte- tos. La variedad de sitios prehistoricos s6lo esté limitada por el mimero y Ia clase de lugares donde los hombres prehistéricos habitaron o donde ejaron lo que podriamos llamar los restos de su equipo para la existen- cia, o también donde sus artefactos vinieron a quedar finalmente. Un sitio puede ser tan extenso como una ciudad o tan reducido como el punto donde descansa, digamos, una punta de flecha, ‘A pesar de la gran variedad de sitios especificos, todos se pueden clasificar, de una manera neral, por supuesto, en grupos que facili- ten su estudio, A veces, la acin se hace baséndose en los artefactos ip at ae oan or a el asia (oe a ea ad que representa (podemos. mencion: acampar, sitio de cantera, sitio de habit ‘que fue habitado (tendrlamos: permanente, temporal, de poca de simple ocupacién y otros), 0 por el contexto arqueolégico (est eripeiones que hacemos a continuacién estén agrupadas por la actividad que se desarrolla en los sitios arqueol6gicos. Sitios de habitacion mAs importantes son los sitios de habitacién. En cierto modo, todos ‘arqueolégicos suponen Ia idea de habitacién, aunque ésta pueda habs relativamente corta; pero, por comodidad en lo que decimos, ‘yamos a definir como sitio de habitacién todo aquél alrededor del cual se entraron las actividades rutinarias de un grupo de personas. Algunos si- tos de esta clase pueden haber sido ocupados més 0 menos todo un aflo, y €s frecuente que éstos muestren restos de casas, aunque pudieron ser tam- bién simples cuevas 0 refugios rocosos y aun Areas abiertas, en las cuales o se encuentran trazas de permanencia humana. Los sitios ocupados s6lo ‘en ciertas estaciones tienen muchas menos huellas de arquitectura alguna, Por Ia etnografia sabemos que los hombres prehistéricos pueden haber ‘buseado proteccin de las inclemencias del tiempo en varias clases de construcciones, que van desde un efimero quiebra-vientos, hecho con sim- pple maleza, pasando después a colgadizos, mamparos y «tipiss, hasta legar

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