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ENSAYO po fact6tum por David Rodriguez-Arias Vailhen. VIDA Y MUERTE HUMANAS éHECHOS O VALORES? “Aunque haya muchas maneras de estar vivo, esta claro que hay muchas mas de estar muerto” Richard Dawkins: The Blind! Watchmaker Pocos acontecimientos se imponen de un modo tan necesario ¢ ineluctable como la vida y la muerte. Bn cierto sentido, son to més coercitivo que existe, Dificitmente se me puede convencer cle que al escribir esto en realidad estoy muerto, 0 de que las pieles que un laxidermista algociona podrén algtin dia reeuperar eso que se conicibe como vida. La vida y la muerte se nos imponen de manera tan inevitable que lo més ‘comiin es que sean interpretadas como hechos obje Vos y no como resultados de una convencion, En este articulo me propongo formular la tesk contraria: que la vida y la muerte humanas no son hechos brutos que los sujetos se limiten a constatar: sino acuerdos normativos que marcan criterios para decidir quignes ccben ser considerado vivos y quiénes muertos. En tales acuerdos intervienen juicios de valor relacionados principalmente con dos factores: la calidad de vida y la utilidad social. La vida y la muerte humanas tienen, como las del resto de los seres vivos, una dimensién biolégica. Los seres humanos comienzan a existir como vidas inclv duales en algin momento entre la fecundacién y el nacimiento. Sin embargo, en Espana, el recién nacido comienza a portar sobre si la categoria juridica de “persona” una ver, que han pasado veinticuatro horas después de nacer. Hasta ese momento, el bebé no es tun sujeto de derechos. Pese a que la vida puede ser considerada desde un punto de vista meramente biolégico, no se agota en esa dimensi6n. La vida y la muerte (y sobre Lodo, aunque no exclusivamente, la vida y la muerte humanas) suelen ser objeto de una valoracién moral Alo largo de la historia, la forma de diagnosticar Ja muerte de los seres humanos ha variado. De hecho, * Stnece: Epstalas morales a Lucio, Gredas, Madrid, 1988, sigue sin existir u separa la vida de identificactén, sobre todo en el caso de los seres humanos, siempre ha sido un tema de debate, Mi hipdtesis es que esto se debe a que los juicios des- ‘criptivos referidos al comienzo y al final de la vida se entremezclan con juicios de cardicter normativo y valorativo. ‘Cuando los médicos se preguntan si deben man- tener o no con vida a un enfermo terminal, suelen entremezclar tna serie de vérminos descriptivos refe~ idos a la vida -cantidad, esperanza de vida- con una terminologia normativa -santidad, calidad, dignidad de la vida-, Estas fltimas son categorias que hablan de la vida y de la muerte humanas como de algo que contiene un valor, el cual las impregna de algin tipo de deber: a cuestion del valor de la vida humana en el mbito de la ética médica se ha venido planteando en Ja terminologia del dilema “cantidad versus calidad de vida’. Este problema fue ya sugerido en la filosofia de los estoicos, quienes pensaban que el vivir no es ‘un bien en cuanto tal, sino que lo realmente bueno es vivir con rectitud. Séneca sostenia que, aunque la mejor vida no es siempre la més larga, la mejor muerte si es siempre la més corta.’ Para mostrar hasta qué punto existe un solapa- lento entire hechos y valores en los conceptos de Vida y muerte que las personas emplean, propongo examinar como ha sido histéricamente identificada la muerte y cual es el criterio de muerte que se emplea actualmente en los pafses occidentale, La definicién de muerte y el diagnéstico de muerte cerebral A Jo largo de la Historia, médicos, verdugos, sok dados y carniceros han constatado que Ia muerte no SS fact6tum obreviene a todas las partes de un organismo ulléneamente. Tales observadores nunca han ocul- tado su perplejidad ante la supervivencia, du cierto tiempo, de animales y personas decapitados. Esto ha vuelto complicada una definicién universal de la muerte, cuyo diagndstico ha sido siempre una tarea controvertida y variable en funcidn de épocas y luga- res. Fin la Grecia cldsica, los médicos erefan que la muerte podia empezar por los pulmones, el cerebro 0 el corazén, aunque estaban bastante convencides de que el corazén era el auténtico indicaclor de muerte. Esta visiOn no era la que predominaba en la tradicién hebraica, para la cual la vida se identificaba con la subsistencia del soplo respiratorio. La idea de que la vida se acaba cuando la persona termina de respirar determiné el pensamiento cristiano y su forma de concebir la vida humana hasta la Edad Media, Pero ni siquiera centro de! pensamiento judio esa posicién estuvo libre de objeciones: una corriente talmiidica minoritaria basaba el diagndstico de muerte en la interrupeién del latido del corazén y Maiménides, f6- sofo y médico rabino del siglo XII, afirmaba que la Importancia de la cabeza era vital, pues alegaba que cn ella se instala el alma, La falta de un consenso hizo afirmar a Plinio el Viejo que tan incierto es el juicio de Ios hombres que ni siquiera puede determinar la muerte. Durante siglos se aceplé que la ausen- cia del pulso, la respira- cidn y el latido eran los ntomais de que una persona estaba muerta. Sin embargo, estos sig- nos servian més para determinar cuando la tarea del médico debia darse por concliida que para identificar cuando realmente habia muerto una persona, Esto éitimo exigia pruebas mas con- cluyentes. Conocidas son las practicas hebraicas empleadas para evitar diagnésticos erréneos, consistentes en visita caddver hasta tres dias después de haber sido decta- rada la muerte y comprobar el fallecimiento antes de proceder a la inhumacion. El anatomista ilustrado J.B. Winstow® relata eémo en periodo de grandes epide- mias, cuando tomar tales precaticiones suponia un grave riesgo de contagio, se generalizaba el pnico popular ante la posibilidad de ser enterrado vivo. El cuestionamiento de la competencia médica para el diagndstico dle la muerte aumenta hacia mediados del siglo XVIII, con la invencién de la respl- ‘aci6n artificial y la aplicacién incipiente de ciertas; téenicas de reanimacién cardiaca y respiratoria, Estas téenicas supusieron un ineremento del ntimero de estados confundibles con la muerte, No casualmente nace en esta época el mito de Frankenstein,’ testimo- nio novelaco de los problemas éticos y epistemoloat- cos que planteaba la distincién entre vida y muert Hacia mediados del siglo XIX se insistié en la necesi- dad de mejorar las téenicas de diagndstico. Ast, para saber si el paciente continuaba respirando, se solfa colocar un vaso con liquido en el pecho del moribun= do, 0 una candelabro encendido, una pluma 0 un espejo ante su nariz. Otra técnica empleada era la de ‘sumengin en agua la cabeza del paciente y comprobar si exhalaba burbujas. Para testar la existencia de pulso, a veces se escuchaba el latido del corazén, se ° Winslow, J.B: The uncertenty ofthe signs af death and the danger of precipitate interment. V. Cooper, Landon 74 * Shelley, Mary Frankenstein, Edebe, Barcelona, 2002 EXEL cu fact6tum SS realizaba una exploracién manual 0 incluso se abria una arteria y se comprobaba si la sangre seguia circu- Jando, Otras veces se caba por definitiva la frialdad del cuerpo. También se emple6 como criterio la ausencia de respuesta a estimulos, tales como la inhalacién de sales 0 el sonido de una trompeta al lado de los ofdos. De forma paralela al progreso los criterios de diagnéstico fueron evolucionando los instrumentos necesarios a tales efectos. El mas importante de ellos es el estetoscopio. BI desarrollo de ta viviseccién experimental y de la anatomfa a lo largo de los siglos XVII y XVII permi- tieron a Dunglison’ constatar que el corazén, los pul- ‘mones y el cerebro son partes del cuerpo capaces de vivir durante un tiempo considerable en ausencia de las dems. La desconfianza que se tenia respecto de los diagndsticos disponibles de muerte se mantiene hasta el siglo XIX, época en la que el mismo autor firma que “el Gnico signo seguro cle muerte real es el ‘comienzo de la putrefaccién” mientras que otros. como W. Hawes 0 MILB. Orfilia,” ddan incluso de que eso fuera suliciente. Finalmente se adopté como diagnéstico de muerte el cese de actividad cardliovas- cular, lo que implicaba una interrupeion general de todas las funciones vitales. BI siglo XX representa para la historia de la muerte en Occidente una época ce cambios importan- tes. Estos se deben en gran medida al protagonismo que adquiere ta técnica en los procesos «que acom- pafan al final de la vida. Los pafses oecidentales han visto, sobre todo a partir de los arios 50, cémo la Lee- nologia aplicada al soporte vital (respiradores automaticos, reanimacién cardio-respiratoria, hidra~ tacién y nutrici6n automaticas) ha dotado a la medici- na de la capacidad de mantener a una persona con vida durante periodos dle tiempo que hasta entonces eran inconcebibles. La muerte, que en otro tiempo era ‘un fendmeno relativamente siibito e inaplaz dejado de serlo, Antiguamente las personas falteefan ‘en un periodo relativamente corto de tiempo, de enfermedades infecciosas que no tenfan curacién. Hoy 1 morir es gran medica un fenémeno previsible y lento 0, como sefala Philippe Ariés, un “fendmeno enico”, identificable mediante méquinas muy com- plejas y posibilitado por el cese de los cuidados. La inmensa mayorfa de las muertes que se producen en Jos paises desarrollados tienen lugar en un hospital, y en las tres cuartas partes de estas muertes interviene una decisién médica, que suele consistir en no in rar o bien suspender las medidas terapéuticas. S6lo en un reducido ntimero de casos et momento de morir depentle de la voluntad de los pacientes, pues el pro- plo avance tecnolégico hace que la muerte se produz~ ca cuando ya hace bastante tiempo que el paciente ha perdido la conciencia. Uno de los resultados de este proceso es que, en la segunda mitad del siglo XX, los grandes hospitales se han encontrado ante un niimero reciente de pacientes que, aunque siguen respirando, tienen irreversiblemente dafadas sus eapacidades vas. Este es el contexto en el que se gesté la 1 de lo que hoy sigue conociéndose como muerte cerebral En 1967 se constituyd el “Comité Ad Hoe de ‘Muerte Cerebral de Harvard’, formado por diez sani- tarios, un historiador, un abogado y un tedlogo. De sus reuniones surgié un informe, publicado un aiio mas tarde.’ que iba a marear, a partir de entonces la prictica médica relacionada con el final de la vida en todos los paises occidentales (con la excepcion de Japén). Tal y como se expresaba en ese informe, la primera finatidad que perseguta el “Comité Ad Hoc de Muerte Cerebral de Harvard” era liberar a los hospi- tales y a la sociedad en general de la carga que suponia el gran niimero de hospitalizados que perma- necian en coma durante periodos de tiempo indefini- dos. Personas cuyo coraz6n podia seguir latiendo pero cuyo cerebro estaba irreversiblemente daiiado. Se era consciente de que los avances en las medios de resucitacidn y de soporte vital habian trafdo como resultado un mantenimiento de vidas humanas en cir cunstancias que, para muchos, eran horribles. Los recursos sanitarios que exigia el mantenimiento de “Dunglisan,R: A new dictionary of medica science, Charles Bawen, Boston, 1833, vol. 2.48. 5 Dungisan, R: A new dictionary of medical science, Charles Bowen, Boston 1833. vol lp. 57. * Hawes, W An address to the pul on premature death and premature interment, thor. London 780; Url M. J.B: A popular treatise onthe ‘ramedies to be employed in cases of poisoning and apparent death. iliam Philips. London, BIB. " jrias, Ph: Historia de l Muerte en Gccident. Desc la Eded Mecia hasta nuestros das, El Acantilado, Barcelona 2000. * eh Definition of Irraversible Coma, Repart ofthe Ad Hoc Comittee ofthe Harvard Medical School to Examinate the Dfiion of Brian Death. Journal ofthe American Medical Association 205, n® & (5 de agosta de !968), pp. 387-340. SS factotum sus vidas eran enormes, y sin embargo se sabia que en esos casos era imposible la recuperacién, Mientras las cifras de pacientes en coma no hacian sino aumentar, otros enfermos con mejores prondsticos necesitaban esas plazas en los hospitales para sobre vivir La segunda finalidad del comité era optimizar las condiciones de extraceién de érganos para transplan- tes, El no-deterioro del érgano para el transplante es un factor importante para que el eventual receptor lo tolere y la operacién sea exitosa. Si se tiene que espe~ rar a que el corazén deje de latir para proceder a la extraccién, el érgano generalmente sutre dainos que dificultan posteriormente su aceptacién en el otro cuerpo. fn cambio, si se permite extraer los Srganos de los pacientes antes de ser desconectadlos definiti- vamente de los respiradores y de interrumpirse su actividad cardiaca, los Organos extraidos se encuen- wan en las mejores condiciones para el transplante. Las personas que se encontraban en coma irveversi- ble fueron vistas como un gran banco de érganos en perfecto estado, cuyo potenecial de salvar vidas atin viables (conscientes, auténomas y con una cierta cali- dad) era enorme, Para conseguir estos objetivos, su propuesta con- sistia en incluir el entonces llamado “coma irreversi- bie" dentro de la definicién de muerte. Bs deci ‘muerte cerebral” diagnosticada como una ausencia de toda actividad cerebral constatable y un cese de toda actividad fisica depen diente del cerebro seria, a partir de entonces, sinénimo de muerte a todos los efectos. El cerebro humano esta compuesto por la corteza y ¢l tronco cerebral. Bn la corteza cerebral se instalan las funciones de tipo cog- nitivo, tales como el lenguaje o la conciencia. Del tronco cerebral dependen las funciones espontineas vegetativas, tales como la respiracién o los actos reflejos. A finales de los afios 60 los mediios técnicos disponibles todavia no permitian diferenciar con pre- cisién si un dato cerebral afectaba s6lo a la corteza 0 si habia implicado también el tronco encefélico. Hoy * La definicdn que se emplea actualmente en Espana sobre muerte cerebral es la siguiente: "Un sujeto : ENSAYO se sabe que no todas las lesiones cerebrales implican forzosamente una lesiin en el tronco cerebral. Actualmente es posible realizar dlagndsticos muy pre- isos sobre la localizacién y aleance de una lesion cerebral. En la década de los 70 se produjo en BE. UU. un caso que impulsarfa de manera decisiva el conocimiento médico sobre las lesiones cerebrales. Ese caso ha abierto un profundo debate ético sobre el status ético y médico de quienes permanecen duran- te perfodos indefinidos en estado de inconsciencia irreversible: los pacientes en estado vegetativo. A Karen Ann Quinlan, una paciente diagnosticada de muerte cerebral, se le permitié, a solicitud de sus padres, que el respirador artificial que la mantenia con vida fuese interrumpido. Tras un largo proceso, la justicia finalmente concedié a los padres de Karen Ann Quinlan que se dejara morir a su hija. Sin embar- 20, ante la sorpresa de todos los médicos, la paciente comenz6 a respirar por si misma. La raz6n era que no se hallaba en estado de muerte cerebral, sino en estado vegetativo. Algo asi no podria ocurrir actual- mente en un hospital dotado de los medios necesarios de diagndstico, Hoy en dia si se sabe diagnosticar un estado vegetativo permanente (KVP) y diferenciarlo de un estado de muerte encefélica. Los pacientes que se hallan en EVP mantienen las funciones vitales propias del tronco cerebral (suficien- tes como para sobrevivir sin necesitar un respirador Los juicios descriptivos referidos al comienzo y al final de la vida se entremezclan con juicios de cardcter normativo y valorativo artificial), pero han perdido tas funciones caracteristi- cas del cértex (aquellas que, generalmente, se consi- eran mas relacionadas con la personalidad). La definicién actual de muerte cerebral contem- pla el cese de toda actividad, tanto la de la corteza ‘como la del tronco cerebral y es la que marca la linea legal entre las personas vivas y las muertas.’ Esto sig- nifiea, entre otras cosas, que, mientras que a un estado de muerte cerebral es aquel en que se ha producido el cese irreversible de todas las funciones de los hemisferias cerebrales y del tronca del encéfalo. pero en el que se mantine cl funcionarienta del sistema cardiovascular y respiratorio con la ayuda de procedimientas artifiales(.). La muerte del encéfelo es enuivaents a la muerte del indviduo com conjunto” en Sociedad Espafola de Fisianeuralagia Clnics, Dingndstca neurafsalégico de muerte cerebral, Sanes, Nadi, (986, p paciente en muerte cerebral se le pueden extraer sus Grganos vitales antes de interrumpir todos Jos medios. de soporte, hacer lo mismo a un paciente en estado vegelativo seria equivalente a un asesinato, Vida y muerte como valores: Las distintas definiciones de muerte humana que se han utilizado a lo largo de la historia han servido en la medida en que reflejaban el modo habitual de rmorirse las personas y en la medida en que facilita- ban un acuerdo sobre las condiciones que permitian identificar a una persona como muerta, Sin embargo, desde mediados de los aitos 50 las personas que vivian en los paises més desarrollados empezaron a morirse en cireunstancias que para muchos dejaron de ser “las habituales”. Bn esa época se vivi6 un pro- _greso enorme de los métodos de diagndstico y prone lico de patologias cerebrales. Esto hizo que se empe- zase a hablar de “cerebros inactivos”, de “pacientes irrecuperables”, “comatosos”... Otra novedad fue la tendencia a que las personas dejasen de morir en sus casas y empezaran a hacerlo cn los hospitales, asisti- dos por un gran aparataje técnico y a menudo mucho después de haber perdido la concienci Con toda probabilidad, el desarrollo tecnolégico fue un factor que provocé la redefinicién de la muerte evada a cabo por el Comité de Muerte Cerebral de Harvard. Mientras estar vivo necesariamente equi- valia a tener una vida consciente, intencional y pro- yectiva, no habia problema en mantener el criterio tradicional de la muerte. El problema surgié cuando ‘empezé a ser posible vivir durante periods indefini- dos sin que al mismo tiempo la persona fuera cons- ciente de su existencia. 2B Comité de muerte cerebral de Harvard estaba admitiendo otra excepcién a la idea de que la vida numana debe ser mantenida durante ef mayor tiempo posible? Lo que esta claro es que se empez6 a sospe- char que los limites de la vida tal ver estaban siendo empujados mas allé de lo deseable. Peter Singer defiende que, en aquella ocasidn, se acept6 por valido factotum un cailculo ultilitarista sobre el beneficlo social, hasta cel punto de justificar que se podia dar la muerte a una persona carente de calidad dle vida y sin expectativa de recuperacion. Esto, que habria sido muy dificil de justificar piiblicamente, se prefirié encubrir con una redefinicién de la muerte. El razonamiento de Singer sostiene que el Comité de Harvard opté por conside- rar a esas personas como muertas antes que haber Intentado convencer a la opinién publica de que su vida no tenfa un valor suficiente como para ser pre~ servada cuando habia otras personas que necesitaban sus drganos. Haber basaclo la desconexion de los res piradores de los pacientes en coma y la extraccién de sus Organos en una concepeidn que mantuviese que esas personas estaban vivas, habria resultado social- mente muy conflictivo. Reconocer a las personas con muerte cerebral como personas completamente muertas era més facil que tatar de justificar ka extracelon de Grgatios vitales en personas vivas. En terminologia bioética, matar a alguien implica romper con el principio de No-Maleficencia sobre el que se basa la profesién médica en su conjunto y que obliga, ante todo, a “no dafiar” (primum non nocere)."* Considerar que algunas personas que ain respiran y que tienen un aspecto natural estan muertas resulta muchas veces contraintuitivo. No deja de sorprend la posibilidad de que haya personas muertas a las ‘que. tras extraérsele determinados drganos 0 tas dar a luz, se les “deje morie”, 0 la idea de que haya muje- res muertas que puedan seguir gestando en su vientre a un bebé." Sin embargo la definicién de muerte cere- bral de Harvard cuenta actualmente con una apoyo undnime en los paises tecnoldgicamente avanzados (con la excepcién de Japon), lo que significa que algu- has personas pueden ser consideradas muertas aun- que todavia no presenten Ios sintomas que en otro tiempo habrian sido necesarios para un tal dlagnésti- 0 (rigidez del cuerpo, falta de pulso, etc. Lo que se hizo en Harvard fue dar una salida pragmatica al asunto espinoso que se les venia enc- ma. Ello fue posible gracias a una pirueta terminolégl- cca: un reencuadre tedrico de la sitwacién clinica de esos pacientes.” El pragmatismo subyacente a ka * En este mismo nimera de Factatum Del Cafizo, Agustin: «iQue es la Biética, pp 19-18 "Un caso préctico de estas carecteristicas sparace en Sols Velasco, C. y Parada Sanchez-Nigellon. M.: «Mujer en situacdn de muerte enceélica gestente de un fato morfologicamente normel de 22 semanas, en Sarabia y Alvarezude: Bloética un debate ebiarta, Asociacin de Bintica Fundamental y Clinica, Madrid 2002. pp 437-440. ” La metadalagia pragmatista para la resolucin de problemas a través de un reencuadre de los misma ha sido estuciada y aplicads por algunos a fact6tum nueva definicién de la muerte consistia en rechazar como criterio de verdad la evidencia, ta objetividad y todo eventual criterio dle verdad incapaz de afrontar los dos objetivos que se planteaban. Asuna por com- pleto la tesis cle que la mejor definicién es siempre la mais ttl, Dicho de otro modo, se identified verdad con La definicién actual de muerte cerebral separa legalmente a las personas vivas de la muertas é 6 ulilidad.” La estrategia Hevada a cabo por el Com Ad Hoc de Harvard, pese a ser bien habil. no esta exenta de criticas, Estas eriticas se dividen princ mente en dos": en primer lugar, quienes afirman que la definicion de muerte cerebral es excesiva, pues permite considerar a personas vivas como muertas: en segundo lugar: quienes consideran que la definiclon es insuficiente, en la medida en que no incluye a los pacientes en estado vegetativo, a los que, segiin estos autores, también se les deberia considerar como a las personas muertas y dle este modo proceder a la extraceiin de sus érganos. Hans Jonas, que representa al primer grupo, se muestra favorable a la nueva definicién de muerte, pero sdlo en la medida en que permite establecer con claridad el momento a partir del cual se puede inte- rrumpir un tratamiento artificial de mantenimi la vida, Mas dudas morales muestra respecto del pro- blema de la extraccién de drganos dle una persona en muerte cerebral. En st opinién, que se considere cadaver a efectos de interrupeién de las medidas de soporte no implica que sea realmente un cadaver. El desconocimiento médico det momento exacto en que se produce la muerte exige, segin él, una “determina- ima” de muerte, lo que obligarfa a dejar que el paciente “muriese completamente” antes ce proce- der a la extraccién, Mientras que para cesar los trata~ mientos no considera necesario el conocimiento det ‘momento exacto de la muerte (lo importante es cl pronéstico irreversible del paciente), ese conocimien- to si se precisaria en todo acto que pudiera violentar ce cuerpo y acaso producir por si solo la muerte: “Si mediante el mantenimiento artificial de la respiraci6n, ete., sélo se puede obtener el coma permanente, deténgase (...) el pulmén artificial y todo lo demé déjese morie al paciente: pero déjescle ‘morir en toda su integridad. hasta que se detenga toda funeidn orgéinica.”* Peter Singer. que protagoniza la segunda de estas criticas al concepto actual de muerte cerebral, pese a que comparta los fines del Comité de Harvard, duda que un reencuadre teérico sea lo més oportuno para llevar a cabo los os objetivos que se planted en su momento tal comité, En su opinidn, la estrategia de a redefiniciéon ‘como método de resolver problemas précticos suele dar lugar a incoherencias. A propdsito de la redefini- cién de muerte como muerte cerebral, sostiene que os argumentos que en 1968 sirvieron para legalizar la interrupcidn de las medidas dle soporte en los pacientes en coma, deberian ser igualmente aplica- bles a los pacientes que se encuentran en estado vegetativo. Los pacientes en estado vegetativo perma- nente necesitan para sobrevivir que se les allimente, se les hidrate y se controlen las infecciones de kas heridas que les provoca el hecho de permanecer en na misma postura cle manera prolongada. No neces!- tan forzosamente otras medidas como la didilisis 0 la reanimaci6n cardio-pulmonar. Lo tt rencia de los pacientes que se encuentran en muerte cerebral es que respiran espontncamente ¥ que, con secuentemente, no precisan de la ventilacion mecéni- ca para seguir viviendo, Sin embargo, tanto desde el punto de vista de su conciencia como del dle sus posi- bilidades de recuperacion, se puede decir que un paciente en estado vegetativo y un paciente en estado de muerte cerebral presentan el mismo dafio irrever- sible. En su opinién, una asuncién coherente del caréeter pragmético” de la definieién de muerte cere- y estudiosos dela camunicactn y picoteropeutas perteneciantas a lo “Escuela de Palo Alto Sobre esto, Watelaic,P., Weatand J. Hy Fisch, R ambia, Formac ysolcén de los problemas humanos, Herder Barcelna, 185 yJuts. J-P: f enfoque paadjic, Salva, 887. Pera un abarda~ Je nregmetista dea bittice, Mcbe, 6 (a): Pragmatic bizethics Neshil, Vanderbilt Univesity Press, 1998. * lj justicacidn dela teolapragmetsta del verdad se encuentra en Rory, R: «ben ser reltvstas ls pragmatistas?» en El pragatis ‘mo. na vrstn Antautoritariomo en episternogay tia Ariel Barcelona 200, pp 06-2 ™ Beecher. «The new dfn cf death, some oppsing viewpoints, Internationa ournal af Chica Pharmacology 8 "81, pp. [20 y ss ® Jonas, H: Tonic, Medicine y ic, Herder, Barcelona, 987. 7 ® Vertn Benjamin es favorable basa el dzgnstica de muerte en l suprvivencia del corteza cerebral. a en le del tronco cerebral Su defensa de una dfncnpragmatica de le muerte se puede eneatrar en «Pragmatism andthe determination of death Mappes, Th A. ENSAY‘ bral, entendida como mera “fiecién conveniente” implicarfa poder aplicar el mismo concepto a los pacientes en estado vegetative." Propone por ello: 0 que se incluya a los pacientes en estado vegetali- Vo como pacientes muertos, 0 que se mantenga el eri- trio tradicional de muerte, menos contlictivo con et sentido comin: y, e80 si. que se asuma por fin y sit rubores la validez. dle las siguientes tre 1. Que la distinci6n entre los Hlamados “medios extraordinarios” (respirador artificial, reanimacién cardio-pulmonar) y “ordinarios” (alimentacién ¢ hidrataci6n artificiales) no moral. 2. Que provocar intencionadamente la muerte de ‘un paciente inocente no es siempre (con independe cia de las circunstancias de ese enfermo) moralmente inaceptable (lo que significa para él anular, en nombre de la calidad de vida, el principio de la santidad de vida). 3. Que se debe acortar la vida ce quienes han perdido irreversiblemente toda posibilidad de experi- mentar placer y dolor, si de ese acortamiento se puede beneficiar otra persona con mits posibilidades de ver cumplidas sus expectativas."* Conclusiones A finales det siglo XX, Jonas afirmaba que se ignora dénde esta exactamente Ia linea que separa la vida de la muerte, Esta afirmacién tiene plena vigen- cia. Ante tal desconocimiento, una de las posible salidas tedricas consiste en pensar ka muerte ms como el resultado de tn proceso que como un hecho puntual en el tiempo. Pero eso no termina de encajar ‘con la intuicidn general de que “Ia muerte es algo completamente diferente a a vida, intuicién segiin la cual deberia haber un instante en el que ta vida deja de darse, y en el que sobreviene la muerte. fact6tum Pienso que hay que reconocer, como lo hace Singer, que la identificaetén de la muerte humana es en buena medida una conver ion en la que inevitable- mente se adopta un jt de valor: Si esto El autor David Riodriguez-Arias Vailhen Licenciado en Filosofia y ‘doctorando en Biostica por la Universidad de Salamanca, Actuaimente investiga on el Laboratoire d'Ethique médicale ot biologique de Paris V, centonces la muerte no €s el objeto de ningiin descubri- miento en el que el ser thumano se pueda mantene ‘como un simple espectador De lo que no cabe nit guna duda es que la definicién pragmdtica de ta muer- te realizada en 1968 ha tenido un gran apoyo. Abo bien, si el diagnéstico de muerte cerebral se ha con- sagrado, esto se debe a Jos mismos mecanismos que 10 largo de la historia han operado como factores de consolidaciGn de otras tantas definiciones de la muer- te: cada una de ellas fue. en su momento, titil. Cada ‘uno de los criterios de diagnéstico de muerte emplea- os a lo largo de la historia se pudieron mantenet mientras servian para que las personas se pusiesen de acuerdo sobre el momento que habia que dejar de considerar a una persona como viva, En cambio, ‘cuando dejaron de servir a tales efectos, se tuvieron, ‘que inventar otros criterios. La definicién actual de nuerte, que integra a los pacientes con diagndstico de muerte cerebral, sigue sin crear un acuerdo undini- me. Mientras que para algunos esos pacientes no estan auténticamente muertos, otros piensan que tal definicién deberia integrar también a los pacientes en estado vegetative. Médicos, filésofos, tedlogos, juris- tas y todo el resto de la sociedad sigue buscando un criterio convergente para diferenciar, en cada utiles de los enfermos que estén ingresados ¢ pitales sin posibilidad de recuperar nunca su capaci- dad para tomar decisiones y para comportarse inten- cionalmente han dle ser considerados como cuerpos sin vida y cudles como sujetos con derechos. DeGrasi (eds: Biomedical thes. McGrew Hil, Kew York, 20 pp. SIE-B24, Sobre el tema de la muerte cerebral y surelaién con el caso de los avienes en estado vegetatvo, Russel cs there a ference belween tse declared “brian dead” and toe in persistent vegetative state or other normal bron states?» y «ls brain death necessary and sufficient for death, ambns articles campitadas en el bra Brain death. Phlasopical concepts and problems, Aldershot. Asgate, 2000. ° Singer. P: Una wid ética, Taurus, Madrid, 2002, p. 208. ® Singer, P: Repensar fa vida y ls muerte, Paidés Barcelona 1987.

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