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“Bernardo Garcia Martinez et al, (editores) Lae lasoi aerate) 246 CHARLES VERLINDEN tucional no ha tomado suficicnte en cuenta. Ademés, el incremen- to demogr4fico durante el perfodo que va de 1650 a 1800 prueba que asf es. En ese momento tuvo lugar la crisis alimenticia latente que contribuye a explicar las perpetuas vacilaciones como consecuencia del aumento, del desarrollo y de la productividad acrecentadas de haciendas y estancias ‘espafiolas. Ahora, es en ellas donde los virreyes quieren asegurar la productividad y por ello acabaron por sancionar la evolucién que se esbozaba desde fines del siglo xv1 en la economia y la sociedad, si no en el flujo y reflujo de sus ordenanzas y mandatos. LA PESTE DE 1643 EN MICHOACAN: EXAMEN CRITICO DE UNA TRADICION Jean-Pierre BerTue ° INVESTIGACIONES DE CoNJuNTO sobre la historia de las enfermedades en Ja Nueva Espafia durante los siglos xvi y xvm nos Ilevaron a estu- diar la epidemia que, segtin diversos historiadores, causé estragos en Michoac4n en 1643, Si juzgamos por sus relatos, esta “peste” fue una de las més violentas en la larga serie de epidemias que abaticron, desde 1520, a las poblaciones indfgenas de México. En su libro sobre los hospitales de Nueva Espajia, Josefina Muriel subraya muy particu- larmente las consecuencias demogrificas de la plaga: En 1643 el matlazéhuatl o tifo exantematicus se extendiéd por todo Michoacan y parte de Guanajuato. Fista fue la mds terrible epidemia del siglo xvu; fue tan destructiva, especialmente en Michoacdn, que en Tzintzuntzdn, por ejemplo, de veinte mil indios que la poblaban no quedaron arriba de doscientos. Se calcula que de seis partes de pobla- cién indigena murieron cinco. Lucharon contra la peste las autoridades y los particulares, pero quien realizé la labor més importante fue el Ilmo. Sr. D, Fr. Marcos Ramfrez de Prado, formando numerosos hos- pitales provisionales y lazaretos, pues no eran suficientes los hospitales existentes. Procuré Ia salud de los enfermos y su aislamiento, para evitar la propagacién de la epidemia. ° El profesor Jean-Pierre Berthe (* Prudes, Francia, 1926) es hoy sub- director de la Escuela Practica de Altos Estudios de la América Latina de Ja Universidad de Parfs, y editor de los Cahiers des Amériques Latines. Ha publi- cado un libro titulado La Mexique d la fin du XVIe siécle, ou par le voyageur Italien Gemelli Carrerri (Paris, 1969), pero es ms conocido por sus numerosos articulos sobre la historia econémica novohispana. Apenas Hegado a México en 1953 ~donde permanecié hasta 1961— conocié al doctor Miranda en unos ar- chivos de Guanajuato y Io frecuenté después en archivos de México y en una Mesa Redonda de Historia Social que el propio profesor Berthe dirigia en el Instituto Francés de la América Latina. Cultivé, pues, su amistad, y le reconoce gran parte de su formacién de historiador. 2AT 8 JEAN-PIERRE BERTHE Pero sus esfuerzos se estrellaron contra la ignorancia médica de la ép0ca y Ia virulencia de Ia enfermedad. Hallamos un relato anélogo en la mayorfa de las obras que tratan de la historia de Michoacén o que consagran una noticia biografica a fray Marcos Ramirez de Prado, quien ocupé de 1640 a 1666 la silla episcopal de Valladolid. ‘Todas estas relaciones presentan dos rasgos comunes: hacen hin- capié en el aspecto catastréfico'de Ja epidemia, en Ia mayorfa de los casos presentada como “la mis terrible que habfa conocido el pais desde la conquista”, hundiendo a la provincia en una profunda deso- lacién; por otra parte, desoriben en términos extremadamente favo- rables las actividades caritativas desplegadas en estas tragicas circuns- tancias por el obispo fray Marcos Ramirez de Prado. A la amplitud de Ja catastrofe responde as{ el conjunto no menos excepcional de las virtudes del prelado, que, organizador y pastor a la vez, improvisa hos- pitales y lazaretos, distribuye con profusién las limosnas y administra personalmente los sacramentos a los enfermos.* 1 Josefina Muriel: Hospitales de la Nueva Espafia. I, Fundactones de los siglos XVII y XVIIT, México, 1960, p. 245. 2 Recogimos las siguientes: Mariano Cuevas: Historia de la Iglesia en México, México, 1940, ILI, pp. 113-14, Jesis Romero Flores: Historla de Michoacén, México, 1948, I, p. 210, y: Diccionario michoacano de historla y geografia, Morelia, 1960, p. 368. José Bravo Ugarte: Historia sucinta do Michoucdn, 1, Provincia Mayor @ Intendencla, México, 1963, pp. 70-71. Dicctonario Porria de historia, biografia y geogrofia de México, México, 1965, p. 1286. Leén Lopetegui y Félix Zubillaga: Historia de la Iglesia en la América espa- fiola, desde ef descubrimiento hasta comienzos del siglo XIX, México, América Central, Antillas, Madrid, 1965, p. 660. ® J. Romero Flores: ‘Diccionario michoacano, toc. oft: “[Fr. Marcos Ra- mirez] atendié con verdadero celo al pueblo michoacano en Ia peste que sufrié en el afio de 1643, Esta peste hizo estragos, principalmente, en la raza indi gena. EI padre Larrea en su Créntca afirma que de seis partes de indios mu- Heron cineo partes”. J. Bravo Ugarte, loc. cit.: [Fr. Marcos Ramfrez] muestra en seguida inmensa caridad con los millares de enfermos que caen en su diécesis victimas de una extraordinariamente asoladora peste, que diezma la poblacién y se ceba espe- cialmente en los indios. Improvisa hospitales y lazaretos en muchos lugares, distribuye copiosas limosnas y atiende personalmente a los apestados”. Diccionario Porréa, loc. cit.: (Fr. Marcos] desplegé su caridad en la peste jue hizo grandes estragos en Ja poblacién, sobre todo entre los indios; entonces hospitales, multiplicé los lazaretos, hizo cuantiosas limosnas 6 personalmente Tos sacramentos a los enfermos”. Lopetegui y Zubillaga, loc. cit.: En la peste de 1643, Ia més terrible sufrida por el pais desde la conquista, que diezm6 la poblacién indigena novohispana y LA PESTE DE 1643 EN MICHOACAN 249 El paralelismo de estos relatos muestra claramente que todos deri- van de una misma fuente, y de hecho el estilo y a veces hasta los términos.son tomados, en la mayorfa de los casos, de la obra del canénigo José Guadalupe Romero, Noticias para formar la estadistica del obispado de Michoacén (1860). Cuando no se refieren directa mente a J. G. Romero, los historiadores modernos se apoyan en el trabajo clisico de Francisco Sosa, El episcopado mexicano; * pero, so- bre este punto preciso, Sosa, en su biografia del obispo, reproduce casi hasta en los detalles el texto de J. G. Romero. Es pues éste el que constituye, on ultima instancia, la autoridad sobre la cual se fun- da, desde hace mis de un siglo, Ja tradicién historiografica relativa a Ia peste de 1643, He aquf la transeripcién: Fr. Marcos Ramirez de Prado tomé posesién de su obispado en 17 de marzo de 1640 y entré a gobernar personalmente el 19 de noviem- bre del mismo. .. EI 6 de enero de 1642, celebré un Sinodo Diocesano que contuvo veintisiete constituciones: en ellas se daban a conocer su alta capacidad, su celo y su amor a la disciplina: fueron impresas ese mismo afio, El siguiente afio de 43 una peste horrible, la mAs destructora. que ha tenido el pas desde la conquista hasta la época actual, tuvo lugar en toda la clase indigena de Nueva Espafia y principalmente en Mi- choacén, Fueron tales sus estragos que la ciudad de Tzintzuntzin, que tenia veinte mil indios, quedé reducida a doscientos. El P, Larrea, testigo ocular de esta devastacién, dice: “De seis partes de indios mu- rieron las cinco en esta provincia, reduciéndose su multitud a tan poca muy particularmente In de Ja provincia denominada entonces Michoacén, tanto que un testigo inmediato aseguraba que en la ciudad de Tzintzuntzin su pobla- cién de veinte mil indios se habia reducido a doscientos, el prelado desplegé, en circunstancias tan luctuosas, la fuerza de su celo y todos los recursos de su caridad: improvisé hospitales,'multiplicé Jazaretos, dlistribuy6 profusamente li- mosnas y administré personalmente sacramentos a Jos contagiados”. Cuevas: Historia de la Iglesia, y J. Romero Flores: Historia de Michoacdn, loc. cit, reproducen, a través de Sosa, el texto de José Guadalupe Romero; véanse las notas 4 ¥ 5. # José Guadalupe Romero: “Noticias para formar Ia estadistica del obispa- do de Michoacén”, en Boletin de la Sociedad Mexicana de Geografia y Estadis- tice, 1 época, VIII (1860), pp. 531-560 y 609-840; y IX (1862), pp. 1-188. Es ah{ donde consultamos Ja nota consagrada al obispo Fr. Marcos Ramirez de Prado, en las pp. 543-44. J. G. Romero escribe: Ramirez del Prado, hemos conservado Ia forma utilizada por Gonzilez Davila: Ramirez de Prado, El trabajo de J. G. Romero fue objeto de una edicién separada: Noticias para formar la historia y la estadistica del obispado de Michoacdn, presentadas por Ie Sociedad Mexicana de Geografia y Estadistica en 1860, México, 1862, A esta edicién se refieren Francisco Sosa y Josefina Muriel, ® Francisco Sosa: El episcopado mexicano, México, 1962, II, p. 10, La pri- mera edicién es de 1877. ee 250 JEAN-PIERRE BERTHE gente, que a cada paso se ven las ruinas y cimientes de poblaciones muy grandes que fueron ayer, y hoy no son... las paredes estdn cai- das, las calles solas y las ciudades asoladas..., apenas hay indios que aren los campos, cultiven las sementeras y guarden los ganados... Si suceden otras dos o tres pestes como cualquiera de las pasadas, hemos de preguntar cémo eran los indios, su color, trage y tratamientos, etc. . .” En éstas aflictivas circunstancias desplegé el prelado toda la fuerza de su genio y todos los recursos de su caridad. Improvisé hospitales, multiplicé los lazaretos, derramé con profusién sus limosnas y admi- nistré personalmente a los contagiados. Semejante a San Carlos Borro- meo, se puso al frente de su clero y socorrié a los apestados con tanto amor y constancia, que sus trabajos me parecen muy superiores a los de Belzunce; porque éste redujo sus servicios a sélo Marsella, cuando el sefior Ramirez estendié su caridad a un millén do feligreses, disemi- nados en un drea de mds de seis mil leguas cuadradas.* La tradictén ast establecida no parece haber sido jam&s objeto de un examen critico; plantea, sin embargo, diversos problemas. Si es cierto que la peste de 1643 fue Ia més terrible que habia conocido el pais desde Ja conquista, es sorprendente que una plaga tan violenta y tan extendida —ya que, como nos dicen, afectd a toda Ja Nueva Espafia— no sea evocada con mds frecuencia en los docu- mentos y en las crénicas de la época, cuando que las epidemias del siglo xvi fueron relatadas muchas veces. En el México del siglo xvn, Ia peste —en el sentide de enfermedad epidémica— es sin duda un hecho comprobado y bastante banal en si mismo: pero la tinica epide- mnia general que conocemos bien para esta época es la que siguié a las grandes hambres de 1692-1693, Investigaciones en curso nos permiti- rdn quizé completar este cuadro: observamos para ciertas parroquias paroxismos de mortandad en 1607 y 1619, pero no son quizt més que aceidentes locales, En cambio, para el perfodo 1630-1635 so sefialan, en una zona que se extiende de Oaxaca a Zacatecas, numerosos casos de epidemias, relacionadas con malas cosechas y sequias repetidas. Sabemos asimismo que la ciudad de México fue fuertemente atacada por varias enfermedades debidas a la carestla y a la sequia, entre junio de 1641 y septiembre de 1642." Pero nada permite, fuera de la © J. G. Romero: op. cit, p. 544. 1 Encuestas en curso bajo nuestra direccién en el Laboratorio de Investiga- ciones del Instituto de Altos Estudios de América Latina de la Universidad de Paris sobre los registros parroquiales mexicanos: mortandad excepeional en Te- peji del Rio en 1607, en San Juan Teotihuacdn en 1619. Las epidemias de 1630-1635, segin S. Zavala y M. Castelo: Fuentes para Ia historia del trabajo en Nueva Espafia, VI-VIL, passim, y las encuestas ya citadas. Para el periodo 1641-1642, Actas antiguas de Cabildo, Libros 32 y 33, Afios de 1640 a 1643, México, 1910, passim. LA PESTE DE 1643 EN MIGHOACAN 251 tradicién que nos trasmite J. G. Romero, asegurar lo mismo para el afio de 1643, Pero es sorprendente, por otra parte, que Gil GonzAlez Davila, quien consagra a fray Marcos Ramirez de Prado una nota particular- mente prolija en lo que toca a los diversos méritos del prelado, no haga mencién de la extraordinaria peste de 1643 ni de las virtudes poco comunes que habfa manifestado el obispo en esas circunstancias ex- cepcionales. Ahora bien, Gonzdlez Davila, quien escribe en 1649, se habfa informado personalmente con el consejero de Castilla don Lorenzo Ramirez de Prado, hermano de fray Marcos. sCémo es que ‘un cronista tan bien informado, y probablemente solicito en compla- cer a esos poderosos personajes, haya callado semejantes acontecimien- tos? ® Estos argumentos ex silentio por s{ solos no tienen ms que un al- cance limitado. Pero el texto mismo de J. G. Romero contiene algunos detalles que no dejan de sorprender: los datos miméricos concernientes a Tzintzuntz4n, Seria ya totalmente fuera de lo comin que la ciudad hubiera podido perder en algunos meses el 99% de su poblacién, pero, sobre todo, es absolutamente imposible admitir que Tzintzuntzin haya tenido hacia 1640 20000 habitantes, 0 a fortiori, 20 000 tributarios, lo que corresponderia a otros tantos jefes de familia. Recordemos breve- mente que, segiin los datos mas precisos, Ia ciudad de Mechoacan, es decir, el conjunto que forman Patzcuaro y Tzintzuntzdn, tenfa cerca de 14000 tributarios hacia 1562 y slo un poco mas de 5000 en 1581. En los ultimos afios del siglo xvr, Pétzcuaro no tenfa més que 3026 tributarios y Tzintzuntzin 849. En 1623, las cifras respectivas descen- dieron a 1943 y 509. Cualquiera que sea el coeficiente que adoptemos para deducir, del mimero de tributarios, la cifra de Ja poblacién total (40 5), quedamos lejos de 20000 habitantes.* 8 Gil Gonzilez Davila: Teatro eclesidstico de la primitiva Iglesia de las Indias Occidentales, Madrid, 1649, t. I. La noticia sobre Fr. Marcos, pp. 127-36. Sobre la fecha: “El obispo vive en este afio de 1649” (p. 133). Sobre las fuentes de Gonziilez Davila: “La mayor parte de Io que se ha historiado deste prelado se debe a su muy noble hermano D. Lorenco Ramirez de Prado, del Orden y Caballerfa de Santiago, consejero en ell Consejo Real y Supremo de Castillo (sic), piblico y gran bienhechor de las historias de Es- pafia y de las del Nuevo Mundo, verdadero amparo de las letras humanas y curiosas” (p. 135). ® Datos estadisticos sobre P&tzcuaro y TzintzuntzAn: ‘Tasacién de la ciudad de Mechoacan, 13 de octubre de 1562: 13839 tri- butarios y medio. F. del Paso y Troncoso: Epistolario de Nueva Espafia, 1X, documento 521, pp. 185-86. En 1581, 5000 tributarios, segiin la descripeién do Pitzcuaro del 8 de abril 252, JEAN-PIERRE BERTHE Nos vemos pues conducidos, ante estas inverosimilitudes, a un exa- men més atento de las fuentes de J. G. Romero. Este se refiere exclu- sivamente al padre Larrea (o mds bien La Rea), a quien califica de “testigo ocular” de la catdstrofe. Se trata evidentemente del francis- cano fray Alonso de La Rea, originario de Querétaro y autor de una Crénica de la provincia franciscana de San Pedro y San Pablo de Michoacén. Pero esto no hace mds que complicar el problema, ya que, si la Crénica de La Rea efectivamente fue impresa y publicada en México en. 1643, nos convencemos fAcilmente de que el texto fue redactado en 1639. El tftulo mismo lo establece, distinguiendo bien el afio de la composicién: “compuesta por... Fr. Alonso de La Rea... Afio de 1639” del de la impresién: “En México, por la viuda de Ber- nardo Calderén. Afio de 1643”. EI examen de la obra misma refuerza, por si fuera necesario, esta certidumbre. Primero, las fechas de las autorizaciones que exigia la reglamentacién canénica y civil del siglo xvm: la licencia del padre Cristébal Vaz, provincial de los franciscanos de Michoacan, es del 4 de mayo de 1639 (pp. xv-xv); la del comisario general de la or- den de San Francisco para la Nueva Espafia, el padre fray Juan de Prada, del 10 de diciembre de 1639 (pp. 1v-v-vr); la censura del padre Antonio Méndez y del padre Alonso Bravo de Lagunas, del 10 de enero de 1643 (pp. mv), Queda fuera de duda que la redaccién de la crénica se sitia en 1638 y 1639; algunas alusiones lo confirman en el texto mismo: asf, en el libro II, el titulo del capitulo 31 (“De los provinciales que ha habido... hasta este afio de 1630”), 0, en el capitulo 18 del libro III, la expresién: “desde el afio de 1583 hasta éste de 1639”.4 1581, en Relaciones geogréficas de la didcesis de Michoacén, Guadalajara, 1958, TL, p. 109. Otros informes para 1596, 1601 y 1623 en: F. V. Scholes y E. B, Adams: Moderacién de doctrinas de la Real Corona administradas por las érdenes men- dicantes (1623), México, 1959, pp. 53-54, y Boletin del Archivo General de la Nacion, segunda serie, INI: 1, México, 1862, p. 74. 10 Fray Alonso de La Rea: Crénica de la Orden de N. Serdfico P. 8. Fran- cisco, Provincia de San Pedro y San Pablo de Mechoacan en la Nueva Espaiia. Compuesta por el P. Lector de Teologta... de la misma Provincia, Dedicada aN. P. Fr. Cristébal Vaz, Ministro Provincial de ella. Aiio de 1639. Con Pri- vilegio. En México, por Ia viuda de Bernardo Calderén, afio de 1643, No tuvimos a nuestra disposicién la edicién original. Consultamos Ja reim- presién de México, 1882 (Edicion de La voz de México), XV, p. 488, debida al padre Vicente de Paul Andrade. La tipografia es verdaderamente execrable y Ja fe de erratas, incompleta, abarca no menos de 12 pdginas. Nuestras citas y referencias provienen de esta edicién. 11 La Rea: op. cit., p. 404, El texto da 1638, corregido a 1639 en la fe de erratas, p. 487. LA PESTE DE 1643 EN MICHOACAN 253 Ademés, La Rea suministra una lista de obispos de Michoacin (libro I, cap. 39): el ultimo que menciona es fray Francisco de Rive- ra, religioso de la orden de la Merced, fallecido en 1637. En efecto, fray Marcos Ramfrez de Prado no fue nombrado para ocupar la silla de Valladolid en Michoacén por el papa Urbano VIII y por presen- tacién del rey de Espafia hasta el 15 de marzo de 1639, siendo obispo de Chiapas, y comenzé a gobernar personalmente su nueva didcesis el 19 de noviembre de 1640.%* Si La Rea no cita el nombre de fray Marcos en su libro, es que ni siquiera conocié el nombramiento del obispo: el manuscrito de la erénica debe haber sido terminado antes del 4 de mayo de 1639, ya que, cuando el provincial otorga ese dia Ja licencia de impresién, la obra ya ha sido examinada y aprobada por dos religiosos del convento de México dedicados a ese fin." Es evidente que la decisién romana del 15 de marzo de 1639 no podia conocerse en Nueva Espafia antes del 4 de mayo. De tantas precisiones —y en verdad bastante fastidiosas— resalta hasta la evidencia que fray Alonso de La Rea no pudo informar, en calidad de “testigo ocular®, en un libro terminado a principios de 1639, sobre los acontecimientos acaecidos en 1643. gCémo explicar entonces que J. G. Romero haya crefdo poder citarlo de tal manera, sin proporcionar ademés referencias precisas? Para comprenderlo, hay que regresar a la Crénica misma y exa- minar el plan general. El libro I comprende 39 capitulos: los cuatro primeros constituyen una descripcién geogrdfica de Michoacin y el autor consagra después 35 capftulos a un largo relato cronolégico que abarca toda la historia de la provincia. La Rea describe la civiliza- cién de los tarascos desde sus origenes legendarios y relata los prin- cipales episodios de la conquista y de la evangelizacién después de Ja Hegada de los espafioles. El capftulo 39, que sirve de conclusién a este primer libro, resume la historia del asiento episcopal de Mi- choacén y termina normalmente con la muerte de fray Francisco de Rivera, Ultimo obispo conocido por el cronista, en 1637. Pero desde el principio del libro II, La Rea efecttia una vuelta atrés, y en lo sucesivo se detiene, sin gran preocupacién por el orden cronolégico, en algunos acontecimientos sobresalientes de la 32 G. Gonzdlez Davila: op. cit., p. 130. 18 La Rea: op. cit., pp. XIV- XV: Pet padre Lector Fr. Alonso de La Rea] «-ha ordenado y dispuesto la erénica que se le encargé; la cual ha sido. vista y * aprobada, por comisién nuestra, por los padres Fr. Alonso Bravo, Lector de Prima del conyento de México, y Fr. Andrés de Arteaga, Lector de Visperas.. .” (Texto de la licencia de publicacién otorgada por el padre Provincial el 4 de mayo de 1639.) 254 JEAN-PIERRE BERTHE historia de la provincia franciscana. Examina en los tres primeros capitulos las razones que provocaron, en 1606, la separacién de las provincias franciscanas de Michoacdn y de Jalisco y las consecuencias de esta medida hasta 1626. Regresa después a los principios de la evangelizacién misma, para subrayar las dificultades particulares y exaltar los méritos de los religiosos que la emprendieron: el capitulo 4 trata de los problemas presentados por la multiplicidad de las Jen- guas indigenas. En cuanto a los capitulos 5 y 6, llevan respectiva- mente por titulo; “De la disminucién y acabamiento de los tarascos en las generales pestes de este reino” y “De la puntwalidad de los religiosos en el socorro de los enfermos y asistencia de los hospitales en tiempo de peste”; sus temas son, pues, la historia misma de las epidemias que afectaron a Michoacén. Una lectura un poco atenta de esas pAginas demuestra sin lugar a dudas que la Gnica epidemia descrita por La Rea —la misma que hallamos en el origen del relato de J. G. Romero— tuvo lugar en el siglo xvi, y no en 1643. En efecto, en el capitulo 5, los presagios que anuncian Ja “mortandad de los indios” son descritos’ en estos términos: Y asf el afio de 43, se vio un gran cometa de color raro y de des- comunal grandeza en toda la Nueva Espafia con la novedad y asom- bro que tendrfa un corazén que adivinaba las ejecuciones del presagio, Otro cometa se vio en la Purificacién, que es en el reino de la Nueva Galicia, de la misma hechura que una espada de fuego muy hermosa, con pomo y cruz. Corrla de Oriente a Poniente, levando Ja punta baja hacia el suelo... Y como el tarasco caia debajo del curso recto del cometa, Ilevando Ia punta baja, Je alcanzaron las heridas que a las de- més provincias, acab&ndose como todas. Otras sefiales pone el padre maestro Grijalva; véalas el curioso en su Crénica, edad 2, cap. 3.14 Este cuadro dramético se inspira efectivamente, como lo da a entender La Rea, en la crénica de fray Juan de Grijalva, O.S.A., que apareciéd en México en 1624 y que relata la historia de la provincia agustina de Nueva Espafia de 1533 a 1592.15 Sigue inmediatamente, en La Rea, la descripcién de Ja epidemia: Vistas estas sefiales empez6 una peste tan grande, que de seis partes de indios murieron las cinco en esta provincia de Michoacan, resolvigndose su multitud a tan poca gente que a cada paso se ven las ruinas y cimientos de poblaciones muy grandes que ayer fueron y 14 La Rea: op. eit, pp. 210-11. 18 Fray Juan de Grijalva: Crénica de la Orden de N. P. S, Augustin en las provincias de la Nueva Espafta. En quatro edades, desde el aiio de 1533 hasta el de 1592, México, 1624. LA PESTE DE 1643 EN MICHOACAN : 255 hoy no son, por Ja presura con que se acabaron; contentdndose sdlo la fortuna con mostrarnos paredes caidas, calles solas, ciudades asola- das, para ostentar la opulencia de esta provincia, como lo hacen las ruinas de Numancia y de Cartago. Después de esta peste del afio de 43, que fue la primera, ha habido otras, que como corsarios han re- vuelto por lo que quedé, y asi la han ido acabando con tanta prisa, que ya apenas hay indios que aren los campos, cultiven las sementeras y guarden los ganados.** Aqui también sigue y resume La Rea lo esencial del texto de Grijalva. Este ultimo describe, con algiin desorden en su cronologia, la sucesién de acontecimientos en la Nueva Espafia durante los afios 1543, 1544 y 1545, En el primer capitulo del libro II, Grijalva sitia en 1543, con Ia crisis politica que levanta en México la proclamacién de las Leyes Nuevas sobre la supresién de las encomiendas, el prin- cipio de los males de la Nueva Espafia; fecha entonces en el aiio de 1544 los presagios celestes (sefiales en el cielo) que anuncian nuevas catdstrofes y da una primera descripcién somera de la epidemia que les sucede: “Apestése el ayre el afio adelante de 45 y empego tan cruel mortandad que de seis partes de indios faltaron las cinco”,!* precisién numérica que pronto va a repetir y que le plagia La Rea. Grijalva vuelve con mayor amplitud sobre el mismo tema en el capt. tulo 8 del libro: “De las sefiales que en esta tierra se vieron por este tiempo y de la gran peste que Iamaron cocoliztli”, fijando esta vez en 1543 el principio de los presagios: “El afio de 43 fue la primera sefial triste que se vido y fue un gran cometa... el cual se vio en toda Ja Nueva Espafia” y refiere toda una serie de otros signos (co- metas sobre Huejotzingo y la Purificacién, fluir de sangre en las fuen- tes, arco iris extraordinario, erupcién volcénica, etc.), antes de enca- denarlos con una segunda descripcién de Ia peste, a la cual no le asigna fecha precisa: “Estas sefiales se terminaron en una peste ge- neral que IHamaron cocoliztli de que (como deziamos) de seis par- tes de indios murieron las cinco”.* Prosigue interrogdndose, como lo hace también La Rea, en términos muy parecidos, sobre el signi- ficado de esta plaga y los designios de la providencia.” Es en este 38 La Rea: op. cif., p. 211. Grijalva: op. cit., libro II, cap. 38 Grijalva: op. cit., libro II, cap. 3°, ff. 67v-68r. + Grijalva: loc. cit.: “Todas las vezes que Ilego aqui y lo considero, encoxo los hombros y adoro los Sacramentos del divino beneplicito, Muchos an discu- rrido en esta materia: y la concluyé ya nuestro Padre S, Agustin en los libros de Ia Ciudad de Dios...” La Rea: op. cit., pp. 211-12: “No hay consideracién humana que en Ile- gando aqueste punto y a contemplar el acabamiento tan accelerado de estas 256 JEAN-PIERRE, BERTHE capitulo 3 de Grijalva en el que se inspiré principalmente La Rea para el capftulo 5 de su segundo libro. Le toma prestada su estruc- tura misma y Ia sucesién: presagios, peste, reflexiones teolégicas y morales, y hasta detalles: desaparicién de cinco sextas partes de Ja poblacién india, la fecha del afio “43”, la confusién entre 1543 y 1545 ara el afio de Ia epidemia provocada por la imprecisién eronolégica del segundo relato de Grijalva, De la misma manera, al capitulo 4 de Ia erénica de Grijalva: “De la solicitud y charidad con que los religiosos curan a los indios”, corresponde al capitulo 6 de La Rea: “De la puntualidad de los religiosos en el socorro de los enfermos y asistencia de Ios hospitales en tiempo de peste”. No es imposible, por otra parte, que La Rea también haya tomado prestadas algunas férmulas de la crénica del dominicano fray Agus- tin Dévila Padilla, de quien pod{a conocer las dos ediciones de 1596 y 1625, Estamos tentados a creerlo al comparar una frase de La Rea con la pagina donde Davila Padilla comenta Ia oélebre profecia de fray Domingo de Betanzos sobre la exterminacién de los indios*” gentes, no encoja los hombros y enarque las cojas, remitiendo el caso a los grandes juicios de Dios... ¢Por qué ver morir tantos indios cuando Dios habia de reduplicar sus misericordias, por lo que les retardé la luz del Evangelio? eQué sino julclo escondido suyo? Y mds cuando aquesta mortandad viene tan aprisa que parece venganza contra yerros pasados y defectos de Ia ydolatria, ¢Qué es sino decretos de su divino beneplécito? Diga cada uno Io que quisie- re; lo que siento yo es, que son Sacramentos del que los obra; quick por pagar con breve Jos siglos que detuvo Ia luz de su conocimiento a los antepasados; que podria ser que mischos de ellos alumbrados, fucran grandes cristianos. Pero ellos son juicios retiades y Sacramentos escondidos que no malltan debajo de la especulacién humana. Y asf certs Sen Agustin la puerta a aquesta dificultad, con aquella repetida sentencia: Hun trahat, et illum non trahat, noli déjudcare i non ole errare”. 2 Fray Agustin Dévila Padilla: Historla de la fundacién y discureo de la Provincia de Santiago de México de la Orden de Predicadores. Por las vidas de sus warones insignes y casos notables de Nueva Espafia, Madrid, 1596, Una segunda edicién de esta obra fue imprera en Brusclas en 1625; es la que utilizamos, en la reproduecién publicada en facsimil en México en 1955. He aqui el pasaje al que haclamos alusién (lib. I, cap. 33, pp. 100): “Lo que conocidamente dixo el Santo [fray Domingo de Betanzos] varias vezes a sus frayles... fue que por justo juicio de Dios, antes de muchas edades sc avian de acabar totalmente los indios desta tierra, de tal suerte que los que de otras vi- niesen a ella, preguntarfan de qué color eran aquellos indios que vivian en estas partes antes’ que los spatioles viniesen a ellas. Para verdad desta_profecia hastava lo que ya hems visto por nuestros proprios ojos en a isla Espafola, que Haman de Santo Domingo, adonde avia tanto numero de gente... y agora no ha quedado ni aun wn indio que se acuerde de qué color fueron los pasados.” Volvemos a hllar en La Rea (op. oi, p. 213), lo esencial de estas alusio- nes: “...si (Io que Dios no permita) suceden otras dos 0 tres pestes como cualquiera de las pasadas, hemos de preguntar cémo eran los indios, su color, traje y tratamiento, como hacen hoy Jos de la isla de Santo Doming A PESTE DE 1643 EN MICHOACAN 27 A través de este proceso, creemos haber establecido bien que la epidemia relatada por La Rea es la que asol6, en 1545, no sblo a Michoacén sino a toda la Nueva Espafia, y que desoriben tock antiguos cronistas: los fi como Davila Padilla y G: Es de Grijalva de quien La Rea tomé lo esencial de su informa- cién, trasponiendo al cuadro de Michoacén lo que su predecesor decfa del conjunto de México. De sus lecturas clisicas, el cronista franciscano extrajo ademés algunos embellecimientos retéricos que Ie hacen evocar, a propésito de su provincia, las ruinas de Numancia y de Cartago, 0 més all4, el recuerdo infame de Jas furias destruc- tivas de algunos grandes tiranos: |Herodes, Nerén, Otén y Vitelio! No hay nada en esto que deba sorprender, la historiografia antigua acostumbra tales procedimientos. En cuanto a José Guadalupe Romero, tuvo Ia mala suerte de leer demasiado répido Ia crénica de La Rea y de citarla inexactamente, Suprimié notablemente, justo en el centro del texto que pretendié reproducir, una frase esencial que hubiera debido probarle manifies- tamente que la epidemia descrita en esa fuente no podia ser un acontecimiento contemporéneo de la erénica: “Después de esta peste del afio de 43, que fue Ia primera, ha habido otras...” Asf, le atri- ‘buyé, en un resumen sorprendente pero falaz, a la tinica peste “del afio de 43" las consecuencias desastrosas que habfan provocado en Michoacin varias epidemias extendidas a través de un siglo, Lo més sorprendente es, desde luego, que no so haya fijado en Ja verdadera fecha de redaccién de Ia crénica: al punto que se puede Preguntar si en realidad consult6 la edicién original en su texto fntegro. Cualquiera que sea el caso, una vez cometido este primer error, se dejé engafiar por la pobreza del texto de La Rea en indi- caciones cronolégieas precisas y por la costumbre, entonces frecuen- te, de suprimair las cifras que sefialan cl siglo en el enunciado de una fecha. Leyendo “el afio de 43” en dos ocasiones, a unas decenas de paginas de un catilogo de obispos que se terminaba en 1637, re- produjo este afio “43” en esa misma perspectiva cronolégica, como si se hubiera tratado de 1643, lo que le conducfa infaliblemente a integrar el acontecimiento en el episcopado de fray Marcos Ramirez de Prado (1639-1666). Es més grave sin duda el que J. G. Romero haya calificado a fray Alonso de La Rea como “testigo ocular” de la epidemia, hecho que nada en el texto de la erénica le autorizaba afirmar. Para terminar, precisa, lo hemos visto, que la peste habia reducido de 20000 a 200 el nimero de habitantes de Tzintzuntzin: 258 JRAN-POERRE BERTIE informacién que recogié bien en La Rea, pero para agregarla abu- sivamente a su propia descripcién de Ja epidemia, La Rea da tales cifras hasta el final del capitulo 6 del libro II con el fin de subrayar el contraste entre la numerosa poblacién de Ia ciudad en Ia época de Ja conquista y su presente despoblamiento en el momento en que el mismo escribe, en 1639, después de un siglo de pestes mortiferas.** Francisco Sosa reprodujo todo con buena fe en su Episcopado mexicano. A. su vez, los historiadores modernos, engafiados por la aparente autenticidad de Ia cita y por la mencién del “testigo ocular”, se apegaron a. uno u otto de estos autores, sin tener cuidado con las, inverosimilitudes del relato y descuidando remitirse a las fuentes. Y he ahi por qué Ia epidemia de 1643 tuvo acceso a la existencia his- tériea, para convertirse, al gusto de unos o de otros, en “la més terri- Dle del siglo xv” o “la mis devastadora que habla conocido el pats desde la conquista”. .. Quepania vor exriican todavia en qué datos bas6 J. G. Romero la segunda parte de su relacién, es decir, el cuadro edificante de las actividades desplegadas por el obispo con ocasién del desastre, Esta yez no pudo haber malinterpretado algin texto de La Rea, ya que éte no menciona siquiera, Io hemos visto, el nombre de fray Marcos. ¢Sucumbirla el canénigo de Morelia a un movimiento de elocuencia y cederfa a la tentacién de establecer un paralelo entre el obispo de Michoacén y otros héroes de Ia caridad, como san Carlos Borromeo, de quien se conoce la abnegacién que demostré durante la peste de Milén en 1576, y el obispo Belzunce, que se sefialé por su celo durante In peste de Marsella en 1790? ‘Nos inclinarfamos més bien a pensar que J. G, Romero interpreté y demasiado libre y abusivamente, desarrollé una menctén que pudo haber hallado en el Teatro Eelesidstico de Gil GonzAlez. Davila, aun- que no se refiere explicitamente a este autor. En la noticia biogrd- fica que consagra a fray Marcos Ram{rez de Prado, Gonzdlez Davila reproduce el texto de una Real Cédula, firmada en Zaragoza el pri- mero de octubre de 1643 por Felipe IV, y dirigida al obispo perso- nalmente. El Rey acusaba recibo de dos cartas enviadas por fray Marcos el 8 de febrero y el 20 de marzo del mismo aifo, felicitandolo por el celo que habia manifestado en sus miltiples actividades: en particular por haber realizado Ia visita eclesifstica de su didcesis, 21 La Rea: op. clt., libro Il, cap, 6, p. 218: “..-shora que Tos cocoliztliz (sic), strarmpiones y pojamientos de sangre han acabado esta Provincia, que pueblos de veinte mil indios como Tzintzintzin estin hoy de doscientos. LA PESTE DE 1643 EN MicHOACAN 259 editado ordenanzas, defendido los privilegios del Real Patronato, ve- rifiendo las cuentas de la catedral, reconstruido el monasterio de Santa Catarina de Siena de Valladolid, etc.... y también por haber “empefiado sus rentas de 8000 pesos con el fin de comprar trigo y maiz que fueron distribuidos en diferentes lugares, gracias a lo cual se remedié el hambre y mantuvo a raya la peste que tenfa lugar entre Jos naturales de esta provincia’. Hay una gran distancia, sin duda, de esta mencién tajante y precisa al panegfrico tan frecuentemente reproducido de Romero. Pero podemos explicamnos bastante bien que, si J. G. Romero conocié este texto, haya asimilado: ese fuerte empuje de mortandad provocado por una carestfa a In gran “peste de 1643", cuya existencia no le dejaba duda alguna, y que haya asf atribuido al obispo de Michoacin, dramatizando fuertemente el cuadro, Jas ma- nifestaciones de dedicacién a los afligidos que los cronistas por su parte sefialan de los religiosos de San Francisco y San Agustin. La equivocacién inicial se convirtié, pues, de piedra en alud, y este re- lato de buena clase literaria, pero sin congruencia hist6rica, piadosa- mente reproducido por excelentes historiadores, vino a tomar lugar en la “vulgata” de la historia de Michoacén, Ciertamente que ya es tiempo de concluir, Ya no hay que dudar en borrar de los anales mexicanos, seguramente demasiado bien abastecidos de catéstrofes de este género, la “gran peste de 1643”, tal como nos la remite una tradicién tan tenaz como mal fundada. Por lo mismo, es cierto, tenemos que resolvernos a amputar a la biografia de fray Marcos Ramirez de Prado su episodio més ed cante; pero la memoria del prelado, de quien ni sofiamos en negar que haya podido ejercer en circunstancias mAs reales virtudes incon- testables, nada tiene que perder con esta medida de saneamicnto. Nuestros estudios, por su parte, ciertamente tienen mucho que ga- nar de tales ojercicios de higiene hist6riea No es despreciar el in- menso aporte historiogrfico de los eruditos mexicanos del siglo xxx el someter los resultados de sus trabajos a In exigencia de una critica sana.** Haciendo de vez en cuando, al decir de Ios bollandistas, el # Conzilez. Divila, op. cit. T, pp. 191-2. Sosa reproduce el texto (op. city pp. 11-12): “.. .empefiasteis vucstras rentas ‘en ocho mil. pesos para comprar trigo y malz que se repartié en diferentes partes, con que se remedié el hambre ¥ ataj6 Ta peste que habia entre los naturales de esa Provincia”. 28 Un bello ejemplo de trabajo entico de este sénero es el artfeilo de Daniel Olmedo, S. J.: “slndiofilia mitémana o credulidadl excesiva? Estudio erltico sobre ef catilogo de ‘Indios célebres’ de Antonio Cartién”, en Boletin de la Biblioteca Nacional de México, 22 époce, IV:1 (1933), pp. 9-29, El autor mues- tra eémo Carrién, yor credulidad, ausencia de sentido critico 0 simple fantasia, 260 JEAN-PIERRE BERTHE papel ingrato de “descubridores de santos” respetaremos el espiritu que animaba a nuestros grandes antecesores, tal como aparece en la obra de don Joaquin Garcfa Icazbalceta; y también es asi como nos mantendremos fieles a las ensefianzas que algunos de entre nosotros tuvieron el privilegio de recibir, en tiempos més recientes, de un maestro como José Miranda, a cuya memoria dedicamos este corto estudio, en testimonio de reconocimiento y afecto. ADDENDUM Aunque ya hayamos agobiado al lector, en el curso de este articulo, con demasiados detalles, bordeando la pedanterfa, nos perdonar4 qui- z& el revelar todavia algunos, con el fin de mostrar qué incertidumbre reina a véces sobre los hechos més simples en los mejores autores. Se trata ahora de Ja fecha de la muerte del obispo fray Marcos Ra- mfrez de Prado. Lopetegui y Zubillaga, quienes fijan entre 1639 y 1667 los lIfmites de su episcopado en Michoacén (op. cit., p. 660), sefialan su deceso un poco mds tarde, el 14 de agosto de 1668 (p. 661). En Cuevas, (op. cit., IIL, p. 114) tenemos la misma fecha, y nos da también, para el mismo acontecimiento, las del 2 de mayo de 1667 y de 1668 en el cuadro de la p. 139, Para Bravo Ugarte (op. cit. p. 71), el obispo muere el 2 de mayo de 1667, en México, y para Romero Flores (Diccionario michoacano, p. 369) también en 1667, pero en Valladolid. Francisco Sosa da dos fechas en su Episcopado mexicano: prime- ro, el 14 de agosto de 1608 (sic), probable error de impresién de la tercera edicién de su obra (p. 10), por la 1668 —no pudimos verificar con las ediciones anteriores~, lo que no le impide escribir un poco més adelante (p. 13) que fray Marcos murié en Tacubaya el 11 de mayo de 1667. Esta es en efecto Ja fecha correcta y el sitio exacto, habiendo podido consultar Sosa, en el tomo II de Documentos para la historia de México (México, 1853), la primera edicién del Diario de sucesos notables (1665-1703) de Antonio de Robles. Si nos remitimos a la cre6 los personajes puramente imaginarios de un cierto ntimero de “indios céle- bres”: por ejemplo, el indio dominicano Martin Duran (supercherla ya sospe- chada por Joaquin Garcia Icazbalceta), el “jesuita apache D. Baltazar Iberri Rino”, ademés de los otros ocho jesuitas que Carrién disfrazé de tarascos u otomies, sin més fundamento que su _ignorancia o su imaginacién excesiva. jLas biografias de algunos de estos indios falsos Wegaron a los diccionarios de Carcfa Cubas, Leduc y Perall Hay que felicitarse de que el reciente Diccionario Porrta los haya eliminado de sus columnas. | | | 1 LA PESTE DE 1643 EN MICHOACAN 261 segunda edicién de ese Diario (México, 1946, 3 vols.) leemos en efecto que fray Marcos fue designado en 1666 para suceder a don Alonso de Cuevas D4valos como arzobispo de México. La noticia Negé el 21 de septiembre de 1666 a la capital de la Nueva Espafia (Robles, I, pp. 24-25). El 17 de noviembre, fray Marcos llegaba a México y a partir del dia siguiente tomaba personalmente posesién de la admi- nistracién de su nueva diécesis (Robles, I, p. 26). Murié en Tacu- baya, cerca de México, el 11 de mayo de 1667 y sus exequias fueron celebradas el 16, en la catedral de México (Robles, I, p. 36). Pero sus restos fueron transportados a Valladolid para recibir sepultura definitiva.

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