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REVISTA DE HISTORIA PUBLICACION TRIMESTRAL Consejo de Direccién: Sergio Baga, Roberto Etchepareborda, Juan Carlos Ferreira, Narciso Machinandiarena, Gregorio Weinberg. Buenos Aires (R. A.) ler. trimestre de 1958 SUMARIO --Presentacién 3 “Roberto, Etchepareborda: Aspectos politicos de la crisis de 1930 © Ricardo M. Ortiz: BI aspecto econémico-social de la crisis de1930 .. 41 ‘Juan V. Orona: Una logia poco conocida y la revolucién del 6 de se- tiembre «0.0... Pha nee Baa pl ate aaa ‘Testimonios José Benjamin Abalos . Lise Ce 95 Matias G. Sanchez Sorondo 98 Francisco Ratto : mee wae ie ie 109 Federico Pinedo eee ORE pene tee ts toe ee: » Juan E. Carulla : 119 "Diego Abad de Santillin: El movimiento obrero argentino ante el golpe : de estado del 6 de setiembre de 1930 .... woes cles EOD Roberto F, Giusti: La sublevacién civil y militar de 1930. 132 é * ~ Sergio Bagi: Cronologia internacional .............. fe “Roberto Etchepareborda: Cronologia nacional .... “144 Roberto Etchepareborda: Bibliografia de la revoluctén de 1930 | er) * ~M. Guillermo Gandarillas: La crisis de 1930 en Chile ...... 0... 174 é Claudio Williman (h.): La crisis de 1930 en el Uruguay SUSE is Viana: La Revolucién brasilena de 1930 Sos ee TESTIMONIO FEDERICO PINEDO 1. La Revolucién de 1930 no fué un rayo en un dia de sol. 2. Se la considere o no justificada tiene explicacién sencilla pata todo el que no se empeiie en hacerla complicada, atribuyéndole imaginarias cau- say profundas, que en realidad no existieron. 3. La explicacién sencilla est4 en que a la época de su estallido la in- mensa mayoria de la opinién responsable estaba convencida de que el ré- gimen de Yrigoyen no podia prolongarse. No se trataba simplemente de que el gobierno fuera malo. La realidad era que no habia_gobierno. El régimen habia entrado en un proCese ae tescompesteran pe epttble para todos, aun para los que habian sido, eran y serian fervientes partidarios de la fuerza politica que habia elegido a Yrigoyen. 4. A mas de un cuarto de siglo del 6 de septiembre, la natural re- novacién de la poblacién nos coloca a los sobrevivientes de aquellos su- cesos en medio de connacionales que no conocieron lo que era el yrigoye- nismo, y a los que intencionalmente o por pasidn politica se les ha dado una version de ese régimen y de su caida fantisticamente alejada de la realidad. 5. En 1930 habian corrido casi 15 afios desde el advenimiento del leader radical al gobierno. Ese advenimiento no fué, aunque se lo diga todos los dias, y haya Ilegado a creerse, consecuencia de un pronuncia- miento popular abrumador. Ni en la eleccién primaria ni en los colegios electorales que lo ungieron tuvo Yrigoyen otra cosa que una mayoria escasa. De los 15 distritos que entonces tenia la Repiblica, el Partido Radi- cal perdié en 8 y gané en 6. En el restante distrito (Santa Fe) triunfé un desprendimiento del radicalismo que fué a la lucha y triunfé como grupo hostil a Yrigoyen. Con el concurso de esos electores disidentes de Santa Fe, que eran 19, Yrigoyen no tuvo sino 152 yotos sobre un total de 300, es decir apenas uno mas del minimo necesario. Ese fué el “plebiscito”; el mandato extraordinario con que empezé la primera presidencia y que sirvié de titulo para justificar todas las extralimitaciones. 6. Para gobernar el pais se requerian otras condiciones que las que bastaban para acaudillar una fuerza politica de la naturaleza de la Unién Civica Radical de entonces, desentendida de todo problema que no fuera el sufragio. Para director omnimodo de su fuerza politica la capacidad de Yrigoyen era indiscutible. El partido, con las caracteristicas que tuvo, fué su obra. Tuvo condiciones de jefe de partido, que! permitian atraer a la masa anénima de sus adherentes y.—lo que es m4§ raro— Je-dieron.ascen- diente positivo sobre algunas personas de cierta calidad, Pero esos atributos de caudillo politico de primera magnitud no eran en si garantia de capaci- dad para dirigir con acierto los asuntos publicos. En realidad desde sus pri- meros actos de gobernante el jefe radical, convertido en presidente, que mo- destamente habia expresado, cuando simulé rechazar Ia candidatura, que estaba convencido de que podia hacer “un gobierno ejemplar”, mostrd. que carecia de versacién tespecto de todos los problemas de gobierno, que no 112 tenia aptitud para considerarlos con seriedad escuchando a los entendidos; que ni siquiera sospechaba lo-que es la misién de un jefe de gobierno en un pais regido por reglas de derecho, especialmente si esas reglas de derecho responden a la idea de Ia distribucién de poderes y la limitacién de facul- tades de los mandatarios, 7. Alguna vez he escrito que si seria injusto, a més de importar un anacronismo, decir que Yrigoyen era “totalitario” —como se dice ahora de cualquiera con harta ligereza— porque no hay razén para atribuirle Ia Weltanschauung que se formuld afios después y porque nunca mostré con los adversarios la crueldad y la bajeza que hemos visto mas tarde en varios “conductores”, es evidente que Yrigoyen mostré constantemente m4s in—) clinacién a lo que es tipico de los regimenes dictatoriales, especialmente del clisico estilo sudamericano del restaurador mas 0 menos populachero, que a las formas y procedimientos de los gobiernos limitados en sus poderes, como ef que adopté nuestra Constitucién del 53. 8, Fué el propio Yrigoyen quien se encargé de presentarse a si mismo como un iluminado, mas propio para desempefiar funciones de profeta o de apéstol que de magistrado de un pais republicano. Como homenaje a su memoria se dicté una ley especial, que Ileva el N° 12.839 y en virtud de ella se recopilaron, con la intervencién de algunos de sus correligionarios y admiradores, buena parte de sus abracadabrantes lucubraciones, que los que no estuvimos bajo el embrujo de su fliido misterioso hubiéramos indi- cado.como. prueba suficiente de que el Presidente de 1916-22 y de 1928-30 era cualquier cosa menos un gobernante normal, mensaje al Congreso (15-10-21), agregando que “en ese caracter no ha- i J a J 9. “Sé bien que no soy un gobernante de orden comin”, decia en un \ bria habido poder humano que me hiciera asumir el cargo” (pag. 99). Antes habia dicho que nunca fué su pensamiento gobernar cl pais..-3 que “un gobierno no es nada més que una realidad tangible, mientras que mi apostolado es un pensamiento tinico, una espiritualidad que perdurar’ a través de los tiempos” (diciembre 1915; pag. 88). El mismo se habia pintado como el “alucinado misterioso que los refractarios motejaron de una devocién incomprendida” que subja “la abrupta montafia a pura orien- tacién de pensamiento, a puro vigor de virtudes y a pura entereza de caracter” (12-10-16, pag. 90). Su engreimiento y su soberbia ilimitados, su convencimiento de que tenia toda la ciencia y toda Ja virtud, fueron constantes. Como hablaba en 1909 de su “virtual capacidad y elevacién” y de “integridades tales como no hay otro caso en Ia vida” (pag. 57), decia de él en 1918, dirigiéndose a un interventor, que él era “la mas nitida y pura probidad de que haya mencién en los anales de la vida publica” (pag. 93). Declaraba en esa misma ocasién que conocia “todas las institu- ciones politicas que rigen a la humanidad en sus origenes y desenvolvi- miento” (pag. 92) y en las pintorescas presentaciones a la Suprema Corte, en 1931, decia que en la eleccién de sus ministros no habia dado impor- tancia a la capacidad de los candidatos, porque “nunca he necesitado sabi- durias a mi lado, pues siempre me he creido poseyéndolas por mi mismo, de tal manera que jamds he tenido que consultar a nadie en él desempefio de todas mis labores” (pag. 311). 113 10. Con semejante idiosinerasia y con el convencimiento exteriorizado a cada rato de poseer condiciones ultraterrenas y de estar encargado por el destino de una misién redentora, era légico que Yrigoyen, desde el comienzo hasta el fin de su carrera gubernativa, mostrara una repugnancia invencible a todo lo que significara una barrera a su omnipotencia, como las que x] resultaban de la existencia en el pais de otros drganos del poder, como el Congreso o las provincias. Por el Congreso en particular parecié sentir verdadera aversién. Sus relaciones con él no fueton un solo dia ni cordiales ni normales. Parecia no poder explicarse cémo siendo él el ungido de la Nacidn pudiese haber un cuerpo, en el que para colmo figuraban adversa~ rios, que.se_permitiera someter.a.examen sus nebulosas concepciones; que se atreviera a exigir precisién en sus proyectos; que tuviera la osadia de negarle atribuciones para hacer a su albedrio el bien de la patria; que se creyera autorizado a controlar la administracién; que al dictar la ley pre- tendiera fijar limites a las atribuciones de los funcionarios ejecutivos, Todo eso le parecia una monstruosidad, un atentado a sus titulos de ungido de las masas populares. En cierto mensaje oficial, refiriéndose a una decisién del Congreso que fijaba término a una intervencién federal en San Luis, dijo que eso era una irreverencia, 11. Nunca Ilegé a desconocer formalmente al Congreso como poder del Estado, pero en forma creciente hizo todo lo posible para disminuirlo, por desconocerle atribuciones, por apropiarse las que era evidente que no podian corresponder al Poder Ejecutivo, lo que ms de una vez desaproba- ron como abusivo sus propios correligionarios, sobre todo en los primeros tiempos, cuando estaba todavia vivo en el pais el recuerdo de lo que siem- pre habian sido nuestras instituciones. Con el andar del tiempo —y precisa~ mente cuando el control del Congreso cayé en manos de sus correligiona- rios— la inquina hacia ese érgano vital del régimen republican se convirtié en desdén y practicamente lo redujo a la nada, dando a sus secuaces, que formaban mayoria, la orden de obstaculizar cada vez mas las reuniones, Esa practica, que fué acentuéndose al final de la primera presidencia, se hizo més persistente al iniciarse el segundo periodo presidencial y se acen- ué todavia mas en 1930, hasta el punto de que al estallar la revolucién del 6 de setiembre, a 24 dias de terminar el periodo ordinario de sesiones, jno se habia inaugurado el Parlamento. 12, El respeto del “restaurador” por las instituciones federales del pais fué parejo con el que demostrd por la division de poderes en el orden nacio- nal. No fué sin duda Yrigoyen el primer gobernante nacional que intervino en las provincias y climiné de ellas por motivos més 0 menos especiosos a gobernantes que le eran desafectos, pero en esa funcién de “allanador”, con el propésito de llegar a la uniformidad, de alcanzar sin decirlo el Gleichbal- fing hitlerista no hay nadie que le haya sobrepasado, ni siquiera el ultimo dictador. El derecho del gobierno federal de imponerse a las provincias en nombre del mandato histérico que el presidente se atribuia fué ascendido a la categoria de principio. Alguna vez expresé Yrigoyen que la autonomia de las provincias solo se concebia después de que éstas fueran regeneradas, es decir después de que él las interviniera y se eliminara a los mandatarios que estaban en funciones; pero el hecho es que hubo bajo Yrigoyen muchas més intervenciones que provincias (la mayor parte sin ley que las autori- zara) de donde se infiere que la regeneracién previa no era condicién sufi- 114 S ciente del derecho de Jas provincias a conservar los gobiernos elegidos por ellas y que ni siquiera para correligionarios legades a! poder con Ia bendi- cién del apéstol nacional existia el derecho de dirigir los asuntos locales prescindiendo del omnimodo presidente. 13, Y¥ el trastorno institucional era sélo un aspecte del trastorno més profundo, que todos percibian. Si cada vez habia menos Congreso y menos provincias auténomas, también habia cada vez menos administracién, me- nos finanzas ordenadas, menos jerarquia intelectual, politica o social, menos orden. Como si democratizacién significara forzosamente eliminacién de todo lo elevado y endiosamiento de lo inferior, marchabamos al caudillismo populachero, cuyo dominio hace imposible el juego de las instituciones re- presentativas, y eso lo veia todo el mundo, en todas las clases sociales, en todos los partidos politicos, sin excluir por supuesto al radical. Durante la primera presidencia, en pleno apogeo plebiscitario de Yrigoyen, en 1918, en el propio grupo parlamentario radical Ia disconformidad absoluta con Ia arbitrariedad imperante fué declarada publicamente por algunos de sus miembros més caracterizados, como los doctores Victor Molina, Crotto, Ortiz, Miguel Laurencena, Tamberini, Taboada, Villafaie, Quirés, Cara- coche, Quiroga, Ferraroti, Fox, OReilly, Gil, Alem4n, que figuraban en la plana mayor radical, como el coronel Ferndndez, el revolucionario de 1905 y muchos otros. 14, La presidencia del doctor Alvear importé una reaccién contra las practicas inferiores de demagogia que habia entronizado el irigoyenismo, pero precisamente por eso el irigoyenismo le hizo la vida casi imposible, esterilizando Ja accién de ese gobierno, clegido por los radicales, que sélo pudo mantenerse en el poder por el apoyo que le dieron las restantes fuerzas politicas y gracias a una acentuada prosperidad econdmica. El radicalismo * irigoyenista luché contra su vastago alvearista o antipersonalista con safia parecida a la que habia mostrado frente al “régimen”, esgrimiendo parecidas razones o sinrazones, y su abrumador triunfo comicial en 1928 —que ese si fué plebiscitario~ “aparecié pera muchos como un triunfo de los ‘“des- \ camisados”, antes de que otro demagogo inventara 0 se apoderara del tér- mino. “ASs “EL breve periodo de la segunda presidencia no fué sino Ia acele~ racién de la marcha hacia el abismo, iniciada en la primera y que dever- mind por si lo ocurrido el 6 de setiembre. El seior Yrigoyen, que segdn él nunca habia querido gobernar, porque preferia ejercer el “apostolado”, volvia a la “realidad tangible” del gobierno y lo hacia con menos apticud que nunca para desempefiarlo, notoriamente debilicado en sus facultades, istanciado de casi todos los hombres de valor que en un tiempo lo acom- pafiaron y que podian haberle ayudado, envuelto hasta en Jos salones de la Casa de Gobierno por una masa ululante, qtve-cuando-no se contentaba~con’ pédirfavores-personales’ se movia por instintes y pasiones, sin tin atisbo siquiera de lo que era el interés nacional y de lo que era su propio interés. 16, No es aventurado decir —aun después de la cragedia que hemos \ vivido coi’ pasterioridad 2 1943— que el pais no ha conocido-un-régimen \ mis" inferior-y-mas inepto que el que se entronizé en 1928, que fué el artifice principalde su “dérrocamiento en 1930. Lo unico que tenia de legal y de regular la seguada presidencia de Yrigoyen es que habia surgido de comicios correctes —presididos por sus adversarios— pero de otra 11s legalidad o regularidad cavecia en absoluto. La actual generacién no sabe que en 1930, cuando segtin la leyenda un “cuartelazo” derribé al gobierno “legal”, no habia Congreso en funciones, no habia provincias con autori- dades propias; no habia ministros, porque no lo eran los que tenian el titulo de tales; en realidad no habia Presidente, porque el anciano titular de la primera magistratura no estaba en condiciones de desempefarla. El sefior Yrigoyen concutria a Ja Casa de Gobierno, en buena parte convertida en tolderia de mendicantes y atendia alli, segtin lo decidia el intendente de palacio, a algunos solicitantes de puestos o favores; pero no despachaba asuntos de gobierno ni grandes ni chicos, ni atendia a funcionarios ni a los ministros, condenados a soportar lo que se Ilamaba la “amansadora”, ni se dignaba recibir a los embajadores ministros extranjeros. La firma presi- dencial, indispensable para la marcha de la administracién, no se podia ‘obtener sino esporddicamente, después de largos periodos en que no se fit- maba nada, por lo que se recurrié al procedimiento de los “decretos émni- bus” en que se incluia en una sola resolucién toda clase de asuntos, sin conexién entre ellos. Seguian funcionando, por inercia, como piezas sueltas, algunos de Jos rodajes administrativos, pero era patente una creciente anar- quia, en que los seudogobernantes mantenian Ia apariencia de un gobierno que no gobernaba y al que nadie respetaba. Eso era lo que existia en 1930, y ese fué el régimen que se desploms como un castillo de naipes, sin que nadie lo defendiera en la Capital ni en el interior, ante la intimacién del general Uriburu, quien al frente de pocos centenares de soldados Ilegé a la Casa de Gobierno ya abandonada por los ocupantes de la vispera. 17. Prescindiendo de su lamentable liquidacién, grepresenté el régimen de Yrigoyen, como se ha dado cn decir y como tantos Io crcen, la alborada de un nuevo régimen de gobierno y un nuevo orden social? Nada es mas inexacto, aunque se¢ lo repita. 18. Revisese con objetividad lo hecho bajo Yrigoyen y aun lo pro- puesto en forma viable y se ver4 que no se hizo ni se planed en forma que pudiera realizarse un solo cambio fundamental de la estructura juridica, ‘econémica o social del pais que pueda ser tenido como el hecho inicial o ef anuncio de una nueva era. Llegado Yrigoyen al gobierno como Mesias, cuando se esperaban sus proyectos redentores se produjo, como fruto de una gestacién de 20 afios, el mas grotesco parto de los montes, concrerado. en ha aparicién de cuatro proyectos enviades al Congreso con los dos, mensajes de diciembre-de 1916, de un-infantilismo risible. En uno de los mensajes se anunciaba el proyecto de modificar el régimen agrario del pais por medio de Ja colonizacién agricologanadera, bajo el control del Estado, que se declaraba necesaria para evitar los males que —seguin se decia— habia pro- ducido la accién privada; pero en realidad el proyecto de ley remitido con- sistia en la simple autorizacién al Poder Ejecutivo para emplear Ia ridicula suma de 30 millones de pesos en préstamos a agricultores para cosas tan distintas como comprar tierra publica o privada y la construccién de casa- habitacién 0 adquisicién de animales, todo como lo decidieran los funcio- narics designados por el Poder Ejecutivo, sin que Ia ley estableciera siquiera por medio de quién y en qué condiciones se harian los préstamos, dejando todo al arbitrio del gobierno, Con el otro mensaje se acompafiaban tres proyectos todavia més extraordinarios como demostracién de ineptitud legislativa y de puerilidad en las concepciones: a) una autorizacién para 116 hacer un empréstito interno 0 externo de 250 millones de pesos oro, que se pensaba colocar en los Estados Unidos, lo que da idea de la firmeza de la repulsién por los empréstitos externos de que tanto se ha hablado; 5) el establecimiento de un impuesto de 5% a la exportacién, con un rendimiento calculado en 40 millones, que se destinaria, al total arbitrio del gobierno, a cosas tan coherentes como reparar pérdidas sufridas por los agricultores, dandoles semillas 0 maquinas agricolas (I!) y a construir puentes 0 cami- nos (!); y ¢) contraer un empréstito de 100 millones de pesos y dedicar esos fondos, como Jo quisiera el gobierno, a fundar un Banco agricola, crear la Marina Mercante nacional e impulsar la explotacién de Yacimientes Petroliferos Fiscales, todo eso dicho exactamente en 6 lineas, sin el mas vago indicio de lo que se dedicaria a cada uno de esos proyectos ni en qué consistia el Banco, ni hacer la menor referencia a lo que seria la Marina Mercante o cual era el programa petrolero. Ese conjunto informe de autori- zaciones discrecionales para hacer el bien paternalmente —que esta con- signado en los anales del Congreso (Dip. 16.4.2789, 2791) para que lo vea el que dude de Ia verdad de lo que digo— fué la revelacién de la aptitud gubernativa del mandatario reparador, que jam4s habia encontrado nada bueno en sus predecesores. 19. Las concepciones econémicas y sociales de Yrigoyen concordaban con las de su paternalismo gubernativo. No veo motivos para dudar de que deseara el bien a las masas desheredadas, pero lo que se le ocurria para mejorar Ia suerte de éstas pasé rara vex del expediente transitorio o de Ia medida de emergencia, que cuando mucho aliviaba un efecto del mal pero que no curaba nada y que no prometia beneficios permanentes, Como a la mayot parte de los gobernantes de su tipo le sorprendia desagradablemente la carestia, pero no era capaz de ver en ella la consecuencia de causas mas hondas que “la especulacién”, y para luchar contra ella sélo atinaba a pro- cedimientos primarios, que a veces eran risuefios, como el reparto de azticar en las comisarias. Guiado por iguales concepciones contra el mal de la escasez de casas no vid otro remedio que la limitacién de los alquileres; contra el malestar campesino, debido a causas mundiales que la inepticud oficial agravaba, todo lo que se le ocurrié fué la rebaja del 50% en los arrendamientos, Se lo pinté frecuentemente como el iniciador 0 propulsor de la legislacién social, pero poca es la obra de cardcter permanente que puede inscribirse en su activo, fuera del establecimiento de algunas de las Cajas sociales, de las que no puede enorgullecerse nadie porque se las pro- yecté sin ningin estudio serio y nacieron con un grueso y previsible des- equilibrio entre sus recursos y sus compromisos. Se lo recuerda como modelo de gobernante “obrerista” porque lo mismo que su sucesor y discipulo cul- tivd a algunos dirigentes sindicales y porque en varios conflictos gremiales estuvo “en contra de los patrones”, pero el “cbrerismo” y la camaraderia con algunos “compaferos” que se dejaron atraer por él no le impidieron liquidar algunos conflictos sociales a palos y aun a tiros, como pasd en Santa Cruz y en la “semana trgica” de 1919, En politica general se lo cita como un constante defensor de los humildes y desvalidos y como un implacable adversario del privilegic, y hubo actitudes mas o menos teatrales que autorizarian a creerlo; pero, por lo que resulta de su obra positiva, como por ejemplo en materia financiera, puede verse que si incrementd impresionantemente los gastos piblicos no se le debe un solo progreso en 117 , el sistema impositivo que hiciera la carga menos pesada para las masas “\ populares. Ese patentado gobernante superdemécrata no mejoré en nada el sistema tributario que encontré y no fué capaz en 8 afios de gobierno | de implantar el impuesto a los réditos, que supieron organizar en pocos meses los “oligarcas reaccionarios” que lo voltearon. 20. Mucho antes del “cuartelazo oligarca”, con “més olor a petrdleo que a pélvora”, segdn dicen los inventores de una leyenda grotesca, el mito del personaje reparador habia sido destrudo en buena parte de las masas argentinas, y hay pruebas irrefutables que lo demuestran, Antes de setiem- bre del 30, Yrigoyen no sdlo habia perdido todo presfigio entre personas de valor, cualquiera fuera su clase, sino que habia perdido popularidad y lo pusieron de manifiesto los escrutinios de Ia eleccidn de ese aio, no obstante la buena dosis de presién y de fraude que el Gobierno puso en juego en varias regiones. Donde los comicios fueron mas limpios, como en la Capital, fel gobierno sufrid un desastre: en 1928 el irigoyenismo obtuvo 152.000 votos contra 50.000 del Socialismo Independiente y 45.000 del viejo Partido Socialista y en 1930 los irigoyenistas no obtenian sino 82.000 yotos contra 109.000 de los Socialistas Independientes y 83.000 del candidato socialista L més yotado (doctor Repetto). En la provincia de Buenos Aires los radi- cales bajaban de 213.000 votos en 1928 a 172.000 el aio 30, mientras los votos conseryadores pasaban de 65.000 a 154.000, En Santa Fe los irigo- yenistas bajaban de 117.000 a 68.000 mientras los demécratas progresistas pasaban de 15.000 a 57.000. En Cérdoba el radicalismo tuvo la desver- giienza, reconocida por sus propios diputados, de secuestrar a los fiscales generales contrarios para manipular las urnas cuando vid que perdia la eleccién, pero la manicbra —por tardia— no impidié que los escrutinios revelaran cl triunfo de los demécratas con 78.000 votos, cuando dos afios antes sélo habian tenido 32.500 votos contra 108.000 votos radicales. En otros distritos menores también se produjo aumento de los votos opositores y disminucién de los oficialistas. 21. Todo eso demuestra que antes del 6 de setiembre el pais estaba sublevado contra el régimen de Yrigoyen. El pais expresé en las urnas que no queria que el régimen continuara, pero éste, sordo y ciego, en lugar de enmendarse acentué sus abominables caracteristicas, con lo que se hizo carne en muchos la idea de que habia que proceder a eliminarlo por la fuerza; fuerza que encabezada por el general Uriburu, s6lo necesité exhi- birse, pues ni uno de los 800.000 “plebiscitarios” de dos afios antes ni los gobiernos radicales de provincia opusieton resistencia a la orden de desalojo. 22. Dando por sentado que el irigoyenismo tenia que ser climinado, gpodia, sensatamente, pensarse en recurrir a las fuerzas armadas para lo- gtarlo? Muchos lo dudaban, pensando, en lo que habia costado desenterrar Ja practica de los pronunciamientos militares libertadores, tan difundida en nuestro mundo Latinoamericano, de la que Yrigoyen fué un cultor sin éxito durante 30 afios. ePodemos creer hoy que la revolucién fué un acier- to? Cuando después de 70 afios de sucesién ininterrumpida de gobiernos (1860-1930) hemos asistido en el ultimo cuarto de siglo a una serie de pronunciamientos hay motivos para dudarlo, si es que lo que ha pasado puede presentarse como una consecuencia de la operacién de 1930. 23. Pero el hecho es que en 1930 aun los que deploraban que se hubiera recurrido a la accién militar juzgaban que el derrocamiento de 118 Yrigoyen y sus secuaces cra una necesidad. Eso no lo pensaban y no lo decian solamente los oligarcas, y los nacionalistas y los fascistas. Lo decia todo el mundo. Lo decian aquellos de “votos, si, armas, no”; lo dijeron los socialistas; lo dijeron los grandes diarios independientes; lo admitieron Jos mAs conspicuos radicales, que entonces no creian que la revolucién tu- viera el “olor a petréleo” que despué qorads.-Estuvieron a favor delderrocamiento de“Yiigoyen o lo aplaudieron entre otros muchos el doctor Alvear, ex presidente radical y candidato mas tarde a presidente por el radicalismo unido. Lo estuvieron los doctores Melo y Gallo, prominentes radicales de los tiempos heroicos. Lo estuvieron los doctores Menchaca y Mosca, ex gobernadores radicales de Santa Fe, este ultimo més tarde can- didato radical a la vicepresidencia; lo estuvo el doctor Guido que después de setiembre integré con el doctor Pueyrredén la formula radical en Buenos Aires, Fueron favorables a la Revolucién los radicales de Entre Rios en masa, con sus dos prohombres a Ia cabeza. Se pronunciaron a favor del movimiento hombres que habian ocupado antes y que ocuparian después lugar destacadisimo en Ja representacién parlamentaria, en los gobiernos de provincia o en Ia direccién partidaria del radicalismo, algunos de los cuales hasta este tltime tiempo han figurado en la representacién 0 conduccién del gran partido. 24, Cuando todo eso ha pasado hay derecho a decir para terminar, como se dice al comenzar este articulo, que el desalojo violento en 1930 de los ocupantes de la Casa Rosada y de las satrapias provinciales no fué un rayo en dia de sol. No fué un episodio imprevisible e inexplicable; no fué un atentado que nada justificara, Haya sido un acierto o un error, fué un episodio resultante de las imperfecciones de nuestra vida publica que todos debemos procurar que no vuelvan a producitse. Cuando tanta probabilidad existe de que Ileguen al gobierno los que se consideran 0 de- claran suceseres de los que fueron desalojados el 6 se setiembre, para que se tenga presente y se eviten los errores que Ilevaron al desastre, he creido oportuno expresar lo que dejo escrito, que es parte de lo que recuerdo de la crisis del afio 30, ENTRETELONES DE LA REVOLUCION DE 1930 JUAN E, CARULLA Cierto dia, al comienzo de 1928 decidi visitar al general Uriburu, a quien me unia alguna amistad desde los tiempos de Le Voz Nacional, semanario liberal-nacionalista, si cabe juntar estas dos denominaciones. Aparte del propésito de saludarlo me animaba otto: EL DE CONVERSAR con él sobre la situacién politica y social del pais, que por ese tiempo se aboca~ ba a una segunda presidencia de Yrigoyen. Se mostré preocupadisimo ante tal posibilidad, formulando un andlisis profundo de los acontecimientos 1 La Voz Nacional aparecié en febrero de 1926 y dejé de hacerlo pocos meses después. 119

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