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Despus de haber hablado de esta manera, cre que se dara por terminada la

conversacin; pero, al parecer, todo lo dicho no fu ms que el preludio.


Glaucon dio en esta ocasin una prueba de su valor acostumbrado, y lejos de
rendirse como Trasimaco, tom la palabra y dijo: Scrates, te contentas con
figurarte que nos has convencido de que la justicia es de todas maneras
preferible a la injusticia, o quieres realmente convencernos?
Yo querra, le contest, convenceros realmente, si esto estuviera en mi mano.
Entonces tu no haces lo que quieres, Scrates, porque dme: no hay una
clase de bienes, que deseamos y que buscamos por lo que ellos son, sin
cuidarnos para nada de sus resultados, como la alegra y otros placeres puros y
sin mezcla, aunque no nos proporcionen otra ventaja que el placer de gozar de
ellos?
S, hay, a mi parecer, bienes de esta naturaleza.
No hay otros que amamos a la vez por s mismos y por sus resultados, como,
por ejemplo, el buen sentido, la vista, la salud? Aquellos dos motivos nos
mueven igualmente a procurrnoslos.
Es cierto.
No encuentras una tercera clase de bienes, como el entregarse a los
ejercicios del cuerpo, el restablecer su salud, el ejercer la medicina o
cualquiera otra profesin lucrativa? Estos bienes, diremos, que son penosos
pero tiles, y los buscaremos no por s mismos, sino por el salario y dems
ventajas que nos proporcionan.

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