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han podido lanzar realmente una mirada a nuestro mundo como globo. Desde entonces nos hemos acos- tumbrado también a esta imagen, lo mismo que a to- das las demds. El alunizaje de 1969 y la mirada desde el espacio césmico, desde la Luna, a nuestro planeta, representan probablemente la hora del nacimiento de la moderna conciencia global. Comenz6 entonces la caida de la euforia en el panico. Efectivamente, en la medida en que la sociedad y la historia universal es arrastrada como nunca a la globalizacién, se des- pierta también la duda angustiosa de si no hay dema- siada globalizacién o demasiada globalizacién falsa, de si en principio nos encontramos en la configura- cién correcta. La duda y la desaz6n desembocan por fin en una pregunta antropolégica: gcudnta globali- zacién podemos soportar? 2 Globalizacion Comencemos mencionando algune Vivimos en una época de globali incuestionable. Desde la bomba atémica estamos in- mersos en una comunidad global de la amenaza. El potencial de las armas atémicas permite el suicidio colectivo de la humanidad y la desertizacién global. La vida en el globo esté en manos del hombre. Las guerras ya no se limitan a regiones, ni se desarro- lan ya bajo la direccién exclusiva de los estados. Un poder sin Estado, o un terrorismo con cambiantes puntos estatales de apoyo y con la consiguiente cri- minalidad organizada, actiia globalmente ¢ intenta acercarse a las armas de destruccién masiva. Lo sa- bemos desde el 11 de septiembre, pero ya nos lo te- miamos con anterioridad. En todo momento es po- sible una transformacién terrorista del uso civil de la energia atémica, por ejemplo, mediante un aten- tado contra alguna central nuclear, También técni cas altamente peligrosas, usadas hasta ahora en el Ambito civil, y relacionadas con la biologia y la ge- nética, pueden desviarse hacia un uso terrorista, con efectos globales. Baste el esbozo de estos temas para resaltar que la globalizacién moderna ha co- mengado con la globalizacion de la angustia y del pinico Sabemos que eso afecta también al aspecto ecol6- ico de la globalizacién. El saqueo econémico ¢ in- dustrial de la Tierra, desde el mar hasta la atmésfera, se condensa en un tinico y terrible escenario ame- nazante. En este sentido, globalizacién significa el expolio de nuestro planeta, Podemos ampliar la lista de horrores que van li- gados a la globalizacin, 0 que pueden atribuirse a ella. Las enfermedades caen real o imaginariamente en la corriente de la globalizacién. El sida transfor- ma el mundo en una comunidad global de contagio. La superpoblacién es otro aspecto terrorifico de la globalizacién. Cabria afadir asimismo la dinamic: estrictamente econémica y técnica de la globaliza- cidn, por medio de la cual crecen la densidad y el en- cadenamiento: en los planos econémico, cultural, tu- ristico, cientifico, tecnico y comunicativo. Segtin una definicién de la Organizaci6n para la Cooperacién y el Desarrollo Econémico, la globalizacién de la eco- nomia es aquel proceso por el que los mercados y la produccién en los diversos paises entran cada vez més en una dependencia reciproca a causa de un co- mercio transnacional con bienes, servicios, fuerzas de trabajo y el movimiento del capital y de la tecno- logia. Con la globalizacién triunfa un capitalismo que, tras el derrumbamiento del bloque oriental, se ha convertido en el modelo tinico que domina la eco- nomia. A pesar de que perduran las diferencias poli- ticas y religiosas, las formas de la economia y de la técnica se unifican, si bien en diversos niveles de evo- 16 lucién. Hay ciertamente movimientos en contra, pero éstos dependen del capital y de la técnica occidental. La desregulacién de los mercados financieros arrui- na la economfa de pueblos enteros. Determinadas so- ciedades industriales que actian globalmente desvir- tian la politica local y legitima, Las corrientes de capital, a la manera de los torrentes reales, van mas allé de los limites nacionales y producen tanto inun- daciones y crecimientos salvajes en algunos lugares como sequia y aridez en otros, en un sentido que no es meramente metaforico. El todo acttia como una catastrofe natural de dimensiones globales y, sin em- bargo, ha sido hecho por los hombres, aunque no lo hayan planificado, Los actores se limitan a proceder de forma técnica y calculada, con estrategias bien medidas para obtener los maximos beneficios posi- bles. Los procesos son racionales en lo particular ¢ irracionales en el conjunto. Y en todo ello se cuida esmeradamente la dimension de la publicidad. Con ayuda de la tecnologia global de la informacion se puede saber por doquier en el mundo qué sucede en cualquier parte del mismo. La globalizacién moderna implica un alto grado de autorreferencia y de esfuerzo por hacerse visible a sf misma. También antafo todo estaba en relacién con todo de alguna manera. Pero entonces se trataba de procesos realizados a espaldas de los que partici- paban en ellos. Hoy, en cambio, la propia percepcién del encadenamiento, que oscila entre la euforia y la histeria, pertenece a la globalizacion moderna. Por tanto, ésta significa en primer lugar encadenamiento en sf; y, en segundo lugar, un encadenamiento acerca 17 del cual sabemos, aunque no con exactitud, que, en general, todo esta muy conectado entre sf. La globali- zacion moderna es autorreferencial y, por lo que se re- fiere a las t6 tivas, se realiza en tiem- po real, Ahora bien, la globalizacién no es solamente el conjunto de malas noticias que circulan en torno al globo. Hay también formas dichosas de comuni- dades de cooperacién global. No pueden negarse los efectos beneficiosos que para la conservacién y me- jora de la vida han traido consigo la difusién de las modernas ciencias naturales, la medicina y la téeni- ca, La ONU es tna institucién global, y existe toda una red de organizaciones y acuerdos interestatales 0 su praestatales que la complementa 0 compite con ella, y que esta encaminada a la contencién de la violencia y la guerra. Se ha establecido una opinion piblic: mundial; los regimenes tiranicos se sienten ahora mas observados y son sometidos a la presién de tener que legitimarse. Las violaciones de los derechos huma- nos, aun cuando no sean censuradas regularmente, de ninguna manera pasan inadvertidas y, en consecuen. cia, suscitan protestas. Est en vias de desarrollo un tribunal internacional de justicia, y si crece el movi- miento de critica a la globalizacién, lo hace bajo la direcci6n de personas que destacan en el uso de tecno- logfas mundiales de la informacién y la movilizacién. 3 Globalismo La «globalizacién» no es un proceso unitario, sino, mas bien, multiple; por eso serfa mejor hablar de «globalizaciones». Tampoco faltan globalizacio- nes -incluso antiglobalizaciones~ alternativas, in- tentos de controlar y transformar la dinamica del apital y de la técnica. Cuando los criticos de la glo- balizacién, sean estados, organizaciones, o indivi- duos, anudan su malla econémica e informativa, pre- tenden conquistar de nuevo espacios concretos de accién y desarrollar formas alternativas de una étic global. Eso sucede principalmente en el terreno prac- tico, pero la magnitud de la tarea total favorece tam- bién el nacimiento de grandes teorias ideol6gicas de lo global, sea con intencién critica o con propésito afirmativo. Por eso no s6lo tenemos que habérnos- las con globalizaciones facticas, sino también con el «globalismo» como idea o ideologia. El globalismo como ideologfa engendra la imagen de una sociedad mundial que se presenta mis unitaria de Jo que en realidad es. Con frecuencia se deja de lado el hecho de que mientras en determinadas regiones crece la homogeneidad, en otras surgen problemas dramat cos que tienen que ver con la desconexién del restante 19 acontecer mundial. Las comunidades y las regiones se comunican entre si, pero algunas se convierten en imperceptibles «manchas blancas» y caen en estadios evolutivos anteriores. En un mundo que se comunica en tiempo real, crecen las discordancias. Se forman nuevas zonas de tiempo, no en el sentido del tiempo originario, sino en el sentido de la época. En Africa, por ejemplo, algunos estados se disuelven en tribus, en guerras de bandas; se est produciendo una refeu- dalizaci6n y asistimos al regreso de fenémenos como el bandidaje y la piraterfa maritima, Una pobreza in- concebible y absurdas luchas bestiales por la super vivencia derogan las reglas sociales. El minimo ci lizador ha desaparecido. Entre nosotros, las terribles discordancias produ- cen diversos reflejos en la conciencia piblica. Todo lo malo que consideramos evitable en Occidente nos parece posible en Oriente, por ejemplo, una guerra at6mica entre Pakistan y la India. Quien quiere guar- darse del alarmismo y no ser victima del panico se atiene a un cémodo principio liberal, que ahora pre- senta un deje de cinismo, a la conocida sentencia: cada pais tiene sus costumbres. Por ejemplo, China es ala- bada por su rigurosa politica familiar («prohibici6n de nifios»), esgrimiendo que ésta va dirigida contra Ja superpoblacién; pero a la vez, dicha politica resul- ta detestable, pues se opone a nuestros esténdares democriticos. Por tanto, en el terreno de la globalizacién surgen nuevas diferencias, aunque apenas afloran las actitu- des adecuadas para comportarse con ellas. El globa lismo como ideologia no quiere darse por enterado de 20 que crecen las discordancias y las diferencias en la evolucién, 0 sdlo los admite como fenémenos de tran- sicién. En este sentido no es suficientemente realista. En el fondo, el globalismo no es tanto una descrip- cin de la realidad cuanto un postulado. Del ser glo- bal hace un tener que ser global. Globalismo es la globalizacién que se ha hecho normativa. Si no cae en el dogmatismo y se mantiene movil y rico en per- cepciones, entonces se trata de ideas; en caso contra- rio, estamos ante una ideologia. Pero de una u otra manera el globalismo repercute en el movimiento real, encubriendo, forzando, paralizando, legitimando. El globalismo como ideologia es el aspecto intelectual de la trampa de la globalizacién. Pueden distinguirse tres variantes del globalismo normativo. En primer lugar, el neoliberalismo, como la va- 1c con mayores repercusiones. Como es tan po- deroso, es el primero que la opinién publica critica pone en la picota. El neoliberalismo usa la referencia a la globalizacién como argumento para deshacerse de las obligaciones sociales del capital, y asf especula con el razonamiento de que, como los estados com- piten por los puestos de trabajo, hay que atraer la inversién con medidas que eliminen los llamados im- pedimentos para dicha inversién, entendiendo por tales los aspectos ecolégicos, sindicales, sociales ¢ impositivos. El globalismo neoliberal es una ideolo- gia legitimante del movimiento sin trabas del capital en su biisqueda de condiciones favorables a la renta- bilidad. Trabaja con la advertencia de que podemos vernos separados de las corrientes de capital. Con 2 tales palabras pone sobre nuestras cabezas un esce- nario amenazador, y la amenaza no persigue otro fin que la imposicin del primado de la economia. El Estado y la cultura han de servir a la economfa. El neoliberalismo esgrime el caracter bisico de la eco- noma con tanto énfasis como antafio lo hizo el mar- xismo vulgar: Por eso, en cierto sentido significa la resurrecci6n del marxismo como ideologia de los eje- cutivos. De hecho, tiene a la vista un orden del mun- do que El manifiesto comunista describi forma: de esta «Ha destruido todas las relaciones patriarcales ¢ as. No ha dejado otro (..) vinculo entre hom- bre y hombre que el interés desnudo, que el frio “pago en efectivo”. (...) Ha disuelto la dignidad humana en valor de cambio», Los idedlogos del mercado desencadenado se las componen bien en el juego alternante entre el ser y el deber. Afirman que el ser econémico determina la conciencia, y a la ver introducen la exigencia de que ese ser ha de determinar la conciencia. El juego rect- proco entre lo fictico y lo normative posee ventajas argumentativas, pues en el caso de una critica nor- mativa del mercado es posible escudarse en el poder de lo factico, y en el caso de una empirica de las realidades del mer a la idea del mismo, que supuestamente no se ha realizado en forma pura. De este modo, se ocupan al mismo tiempo los campos del ser y los del deber, remitiéndo- se para ello a Adam Smith, el gran teérico del merca- 22 in embargo, lo cierto es que no defendi6 el do- minio ilimitado del mereado. En efecto, Adam Smith ib «Sélo es un buen ciudadano el que esta dispuesto a respetar las leyes. Indudablemente, es un buen ciudadano aquel que acaricia el deseo de fomen- tar el bienestar de la comunidad entera con todos los medios que tiene a su disposicién» Para Adam Smith el mercado sélo puede produ- cir el bien comin si se basa en la moral del bien de todos. Por si mismo, el mercado no puede crear los presupuestos espirituales y morales que se requieren para su propio funcionamiento. Adam Smith, que era un filésofo moral y no s6lo un teorico del mercado, comprendié algo que sus descendientes ideolégicos olvidan por razones interesadas. Joseph Stiglitz, Pre- mio Nobel y anterior jefe de economia politica del Banco Mundial, defendia un liberalismo econémico; pero recientemente ha pasado cuentas con la ideolo- gia neoliberal, que gobierna en las jefaturas de las instituciones globales de la economia, Stiglitz descri- be cémo esgrimiendo los pretextos neoliberales de la apertura de mercados, ast como los de la privatiza cion y la reduccién del presupuesto social del Est do, se atenta contra una realidad compleja, y como a través de esos lemas se puede arruinar la econom de algunos pueblos, tal como sucedié en Argentina y en Rusia. Una variante especialmente desdichada del «globalis ¢ en pensar ideolégicamente y ac tuar globalmente. mo» con! Un segundo aspecto del globalismo ideol6gico es el antinacionalismo. Algunos creen que se pueden superar los traumas de la destructiva historia del na- cionalismo en Europa apelando a la idea de que el futuro radica en lo global. En este contexto, globalis- mo significa: gnacionalismo?, nunca mas. Los pro- nunciamientos globalistas son especialmente ardo- rosos en Alemania. Aqui los bienintencionados en el campo politico han escogido primero Europa y lue- go el mundo entero, 0 sea, lo global, como refugio en la huida del desagradable pasado nacionalsocialista. También este globalismo es normativo (lo mismo que el neoliberalismo), aunque con intencién cosmopoli- ta. Segtin esa variante, a través de una red plural de uniones transnacionales y apoyandonos en las técni cas de la comunicacién y del trafico, hemos de liberar- nos de las incubadoras nacionales y de los estimulos asociados a éstas. Y eso es completamente deseable, si recordamos las perversas excrecencias del nacional- socialismo. Pero tampoco el globalismo antinacio- nalista cambia nada en la fundamental condicin antropol6gica de que la movilidad y la apertura al mundo han de compensarse con la radicacién en un lugar. Podemos comunicarnos y viajar globalmente, pero no podemos habitar en lo global. Solo es posible habitar aqui o alla, no en todas partes. Para indicar con énfasis especial la radicacién firme en un lugar, en aleman se usa la bella expresi patria, lo doméstico). Pero es precisamente en Alemania donde este término hace saltar las sirenas de alarma. Tras la palabra se sospecha lo rancio, el arraigo local ¢ incluso el revanchismo. En un pueblo como el ale- 24 mén, que, al grito de guerra de «pueblo sin espaci lanzado a los cuatro vientos, destruyé la patria de otros pueblos, o los expulsé de ella, y luego tuvo que sufrir a su vez la expulsi6n y la destruccién, no es de admirar que la palabra «patria» haya perdido su ino- cencia por algin tiempo. Y ojala sea s6lo por algan tiempo, pues ahora necesitamos de nuevo una valo- raci6n positiva de la patria, y la necesitamos ya por razones antropolégicas, entre otras cosas, En efecto, sigue vigente este principio fundamental: cuanto mas sazonada emocionalmente esté la vinculacién al lu- gar propio, tanto mayor ser la capacidad de aper- tura al mundo y la disposicién a ella. La histeria de los atletas de la movilidad y de los «jugadores de la globalidad> no ha de confundirse con la apertura al mundo, No es hombre de mundo quien lo tinico que hace es perseguir sus negocios en el mundo entero, 0 quien sélo esté de camino como un turista. La aper- tura al mundo implica la disposici6n a dejarse invo- lucrar en lo lejano. Sélo ha recorrido mundo quien ha sido transformado por la riqueza de las experien- cias habidas en él. Y, en tercer lugar, hay un globalismo con el que propiamente ha comenzado la moderna reflexin so- bre lo global. Como si nos encontréramos en el espa- cio césmico, miramos compasivos y alarmados a la Tierra, a la que estamos a punto de destruir y que, por otra parte, hemos de salvar. Descubrimos la Tierra como el biotopo global, como la casa de nuestro ser, amenazada de ocaso por la hybris de nuestra cultura técnica, por cuanto no reflexionamos sobre nuestra responsabilidad comunitaria. Este globalismo se en- 25 tiende en un tono elevado; aqui el gran «nosotros» de la humanidad celebra su resurreccién, y se sirve ade- mas de una panoplia de amenazas que exhorta a la conversion. Es entonces cuando inician su carrer (es del Apocalipsis, cuando se condena la cul- tura consumista y los profetas del ocaso se disponen a empumar el cilicio. En su variante mas sobria, este globalismo es un pensamiento frio, que menosprecia algunas conse- cu is de la técnica y pone de manifiesto sus gran- des riesgos, con lo cual tiene consecuencias ttiles. En efecto, la percepcidn publica de dichos riesgos hace que se tomen decisiones polit la investiga cin, la tecnologia y la inversién de capital, campos que hasta ahora en gran medida no se hallaban so- metidos a las decisiones democrati Y, sin embargo, la presi6n sobre la responsabili- dad politica relacionada con los problemas globales del entorno -pensemos, por ejemplo, en la posible catistrofe climatica— no encuentra un sujeto de la ac- cién globalmente unido, al que pudiéramos hacer en- trar en razén y exigirle luego responsabilidades. Es cierto que se habla de la sociedad mundial como una comunicacién universal, Pero esta sociedad mundial en proceso de comunicacién no constituye ningdin sujeto de la humanidad como una instancia activa, tal como se habia sonado con anterioridad en el pla- no de la filosofia de la historia. Solo tienen poder los estados y las confede ambio, la «huma- nidad» carece de cualquier forma de poder. Es slo un conjuro en la arena de los poderes reales, donde las asimetrias globales del poder, de la productividad 26 y de la riqueza producen una escala de soberania de tipo nuevo. Se pone de manifiesto que es soberano el que puede desplazar a otros las consecuencias de la propia acci6n. En este sentido, cuando Estados Uni dos sabotea los acuerdos internacionales de prote cién del medio ambiente es mas soberano que otros estados. Cuando escasean los recursos de energis del agua o del aire, es el poder el que sigue decidien- do todavia sobre la distribucién de las posibilidades de vida. Las consecuencias de la escasez las soportan ante todo los débiles, aunque luego se vean afectados también los mas fuertes. En cualquier caso, es enga farse a uno mismo creer que los problemas globales de dimensiones apocalipticas puedan conducir a la solidaridad global. También aqui cabe afirmar que los iiltimos soportan la carga. Mientras tengamos la esperanza de pertenecer a los pentiltimos, esta logic mantendra su vigencia. 6 Lo global y el otro todo En lo que se refiere a un orden global de paz, el pensamiento relativo a lo global se pierde en lo in- cierto, en una espesura de problemas acerca de los cuales el globalismo como ideologia se engafa de buen grado con sus soluciones universales. La globa- lidad supone una conexién compleja, y la accién en ella produce sobre todo efectos distintos de los pre- tendidos, Es cierto que siempre fue asf, pero hoy sa- bemos mis al respecto y hemos perdido la inocencia de la ignorancia, Pues ahora se impone incluso a la conciencia cotidiana el horizonte global de los pr blemas, por lo cual hay cada vez mas ocasién de ex- perimentar la propia impotencia. El respecti do de la vida ya no es un espacio de proteccién. Casi todos los cambios en los ambitos cercanos, en el tra- bajo, en la comida, en el trafico, en la utilizacion de medios, en cuestiones de sanidad, pueden entenderse en cada caso como el tiltimo eslabén de una cadena causal que no podemos ver en sus detalles particula- res, por mas que sabemos acerca de ella que lega muy lejos en la supercompleja red global. Antaiio hubo elites expertas en el gran todo; en primer lugar, los sacerdotes y los filsofos y luego los vo mun- 65 6 Lo global y el otro todo En lo que se refiere a un orden global de paz, el pensamiento relativo a lo global se pierde en lo in- cierto, en una espesura de problemas acerca de los cuales el globalismo como ideologia se engana de buen grado con sus soluciones universales. La globa- lad supone una conexién compleja, y la accién en ella produce sobre todo efectos distintos de los pre- tendidos. Es cierto que siempre fue asi, pero hoy sa- bemos mas al respecto y hemos perdido la inocencia de la ignorancia, Pues ahora se impone incluso a la conciencia cotidiana el horizonte global de los py blemas, por lo cual hay cada vez, més perimentar la propia impotencia. El respective mun- do de la vida ya no es un espacio de proteccién. Casi todos los cambios en los Ambitos cercanos, en el tra- bajo, en la comida, en el trafico, en la utilizacin de medios, en cuestiones de sanidad, pueden entenderse en cada caso como el tiltimo eslabén de una cadena causal que no podemos ver en sus detalles particula- res, por mas que sabemos acerca de ella que llega muy lejos en la supercompleja red global. Antafio hubo elites expertas en el gran todo; en primer lugar, los sacerdotes y los filsofos y luego los « ‘ocasion de ex- 65 politicos. Quien cultivaba un manifiesto contacto con el gran todo era considerado como un ser excepcio- nal. En un mundo con grandes espacios politicos, en la época de los giandes imperios, crecieron las exi- gencias practicas a estas elites, que no sélo habian de concebir el gran todo, sino también convertirlo en objeto de acciones politicas concretas. En el Impe- tio romano hubo por primera vez gran politica: urbi et orbi. La globalizacién moderna incluye el hecho de que cl pensamiento global se democratiza. Se ha conver: tido en asunto de la conciencia general. Por eso, se da también de forma completamente coherente el glo- balismo ideol6gico, que es la expresién actual de una politizacion que a través de grandes impulsos ha mar- cado su impronta en la conciencia moderna. Reco} demos la importante cesura de finales del siglo xv En el absolutismo, la politica era un monopolio del Estado monarquico. La cumbre mondrquica era ab- soluta, pues poseia integramente el poder politico. El Estado absolutista monopolizaba la politica, La so- ciedad estaba libre de politica en un doble sentido: por una parte, prescindiendo de algunas excepcio- nes, aquélla no buscaba formas de expresién politi a; y, por otra parte, el Estado no la atraia a la esfera de la politica. Un decreto del gobierno prusiano del afio 1767 expresa con brevedad y concisién el mono- polio politico en el absolutismo tardio: «Ningtin particular esta legitimado para pronun- ciar juicios publicos (...), incluso recriminato- rios, sobre las acciones, los procedimientos, las le- 66 yes, las medidas y las disposiciones de los sobe- ranos y cortes, ni para dar a conocer y difundir por la prensa noticias que le Ieguen acerca de todo ello». Los «particulares», excluidos de la politica, res- ponden con la revalorizacién de su vida interior, de su moral y cultura, Contra la politica sacan a escena «al hombre», al hombre en una definicién que lo eleva por encima de todo lo meramente politico. Por ejemplo, Schiller ensenia en 1784 que el escenario teatral tiene que ser para el puiblico un lugar donde se ofrezca la sensacién de «ser un hombre», y ha de asumir la funcién de un juez. Seguin este autor, la jurisdiccién del escenario, que entabla un proceso con la esfera politica, comienza «donde termina el Ambito de las leyes mundanas». El espiritu de la hu- manidad, la verdadera chumanidad», se dirige con- tra el mundo politico, que es percibido como dema- siado estrecho, Por eso, el tribunal del escenario ha de ser a la vez consciente de si mismo y riguroso: «Cas- tiga mil vicios que aquél> [el tribunal politicol «deja impunes; y recomienda mil virtudes que aquél si- lencia» Es sabido el curso ulterior de la historia. Con la Revolucién francesa el piblico moralizante y litera- rio experimenta una transformacién politica, y exige al absolutismo el principio de la expresi6n publica. Con ello la sociedad rompe el monopolio absolutista de la politica y lo reivindica para sf, con la conse- cuencia de que el ambito de lo politico cambia com- pletamente, pues la politica se convierte en asunto 67 del hombre entero y de las masas. En este sentido, se hace total. La levée en masse, las reclutamientos ge- nerales en los ejércitos revolucionarios que inundan Europa, traen el final de las guerras de gabinete y de los mercenarios. Y transforman de forma radical las relaciones del hombre normal con la historia, que antes irrumpfa entre los hombres como una catastro- fe natural. Ahora se entiende como un curso histérico en el que todos pueden ser asumidos como activistas potenciales. Todos pueden participar en las obras que hacen historia, Cuando Napolesn afirma que «la politica es el destino», no sdlo esta diciendo que la po- Iitica lo determina todo, sino ademas que ésta es un destino recibido en nuestras manos. Esta politica que se apodera del hombre entero y emancipa las masas para la historia ocupa ahora aquel puesto que antes Henaban lo numinoso, lo misterioso y lo trascenden. te. La politica pasa a ser un asunto del coraz6n. Y esa totalizacién de la politica significa también que lo que no puede traducirse a lo politico se convierte en irrelevante. Era necesario recordar el impulso epocal de glo- balizacién que se produjo en torno a 1800 como una forma previa del globalismo actual. Entonces se con- figuré de nuevo la relaci6n entre el individuo y el todo. Las cuestiones de sentido para las que anterior- mente era competente la religién, ahora se desplazan a la politica. Se produce asi un impulso de seculari- zacién que transforma la llamada «pregunta tiltima» en una cuestin de politica social. Robespierre leva al escenario un culto de la raz6n politica, y en la Pru- sia de las guerras de liberacién de 1813 circulan por 68 primera vez los devocionarios del patriotismo, que se dispone a transformarse en nacionalismo. La politizacion fue el primer estrechamiento dra- matico en la percepeién del todo. A mediados del siglo xix se produce el segundo estrechamiento, a sa ber, el del economicismo. Este alza ahora la preten- sion de poser el poder sobre el destino y el poder ex- plicativo. Para este economicismo la vigencia de los valores se convierte en dinero, y la verdad del mundo pasa a ser la mercancia, De hecho, el dinero y el in- tercambio de mercancfas lo unen todo con todo, y penetran en el Angulo mas oculto de la sociedad y de los individuos. Si el dinero es capaz de crear un valor comiin de intercambio para cosas tan diferentes como la Biblia, el alcohol y el comercio sexual, entonces puede descubrirse en él una conexién con el concep- to de Dios que propuso Nicolas de Cusa, autor para el que Dios es la coincidentia oppositorum, el punto de unidad de todas las contraposiciones. En cuanto el dinero se convierte en equivalente de todos los valo- res, se eleva, lo mismo que otrora Dios, por encima de la multiplicidad del mundo aparente. El dinero pasa a ser un centro donde lo distinto y lo opuesto encuentran lo que tienen en comin, El poder de circulacién del dinero se ha sobrepuesto al espiritu, acerca del cual se decfa antafo que sopla donde quiere. ; En el globalismo actual convergen la politizacion y el economicismo, que son dos reducciones en la percepci6n del todo, No es de extraiiar que hoy solo pueda pensarse en el todo con congoja y sentimiento de opresién. El economicismo suscita la representa 69 cién de un universo en definitiva monétono, com- puesto de lugar de trabajo, mercado, corrientes fi- nancieras y tréfico de mercancfas, Y la politizacién reduce el pensamiento a la dimensién de las estra- tegias y las contraestrategias. En el prisma visual de la politica, lo global empobrece hasta convertirse en mero objeto de célculo del poder o de la impotencia. Dicho de otro modo: en el intento de dirigirse al todo también el pensamiento cae en una trampa de globa- lizaci6n. Se mueve monétonamente en el cfrculo de las dos preguntas fundamentales: ¢eémo dominare- mos lo global?, ¢cémo lo salvaremos? A las repre- sentaciones les sucede lo mismo que al pensamiento. Permanecen cautivas en las imagenes televisivas de miseria y riqueza, poder y placer, desierto y metré- poli que tantas veces podemos ver. Para la conciencia globalizada, apoyada en los medios de comunica- cién, los espacios se hacen estrechos, falta el senti- miento de la anchura abierta. La mayoria de las co- sas nos parecen conocidas, sin que las conozcamos realmente; no nos sorprenden y, sin embargo, exhi- ben un fondo de angustia. Se muestra un mundo que «esté golpeado con la semejanza» (Adorno). Lo glo- bal ha dejado de ser una lejanfa atrayente, En qué medida son reductivas las formas de per- cepcién del globalismo se nota en el contraste con el cosmopolitismo, que representa la anterior forma historica de referirse al todo, El cosmopolitismo, des- de que existe como una experiencia articulada, ha te- nido la funci6n de una cldusula de apertura El cinico Didgenes de Sinope, la contrapartida de Platon, puso en circulacién la expresién «cosmopoli- 70 tismo» (habitante del kosmos), Al reproche impli- cado en la pregunta de por qué raz6n se desviaba de las costumbres y la manera de pensar de la ciudad, habfa respondido que él no era habitante de una ciu- dad, sino del cosmos. El cosmos era considerado como el gran todo, al que los hombres pertenecian y en el que encontraban refugio frente a las leyes y re- glas restrictivas de la «polis». Estas adquieren un va- lor relativo desde la perspectiva de un orden superior Al describir las ciudades, los pueblos y las naciones como comunidades Henas de estimulos, aparece el doble sentido del cosmopolitismo. Quiere desembria- gar y al mismo tiempo ofrece una embriaguez de tipo peculiar. Por lo que se refiere a la desembria- guez, el cosmopolitismo recuerda los aspectos comu- nes basicos que comparten los miembros del género humano. La distancia al Hades es la misma desde to- das partes, dice Aristipo. El cosmos nos recuerda que omos mortales. Sélo en la ciudad intentamos sobre- valorar la propia importancia. Esto por cuanto se re- fiere al primer aspecto. Mas para el cosmopolitismo hay todavia otra parte, pues el cosmos no s6lo limita con el Hades, sino también con el cielo, con el Dios uno, que descuella sobre las respectivas ciudades y los dioses tribales. El cosmopolita rebasa la esfera dominada por la ley humana en las dos direcciones, llega a la conciencia de la cercania comtin respect del Hades y a la conciencia de un «encaje entre los hombres y Dios», tal como proclama Epicteto. Hubo épocas en las que incluso un cosmos sulté demasiado estrecho. La gnosis, el gran antago- nista espiritual del cristianismo temprano, condend a toda Ja esfera del mundo como una creacién fracasa- da, como una prisién del alma, Un hecho que no tie- ne que admirarnos, pues entonces la esfera terrestre coincidfa con el Imperio romano universal. Puesto que el mundo entonces conocido en cuanto imperio se habfa convertido de algin modo en una tinica ciu- dad, la eliminacién de fronteras en el cosmopolitis- mo aspiraba a rebasar ese cosmos conocido en lo acésmico. Frente a esto, el cristianismo supuso la ge- hial empresa encaminada a construir un reino espiri- tual dentro del Imperio romano. Los limites de am- bos reinos podian coincidir en la Tierra, pero el reino espiritual de los cristianos estaba abierto todavia ha- cia arriba. Habia amplitud de espacios. ¥ entonces, lo mismo que ahora, se trataba de una espacialidad animada y animable. Tampoco en la edad moderna pierde el cosmopo- litismo su funcién de cléusula de apertura, Cuando Dante quiere recordar la lucha de las ciudades del norte de Italia y evitar que lo arrastren a la caldera de las guerras civiles, también se da a si mismo el c lificativo de poeta cosmopolita, para quien la patria es el mundo. Un cosmopolita que relaja sus vinculos sociales y politicos apelando al circulo més amplio de lo huma- No, no puede por menos de concitar enemigos que le echen en cara su falta de responsabilidad y la huida a un reino de ideas donde se puede sofiar, pero no habitar; fantasear, pero no actuar: El hombre, dice la critica, tiene que realizar lo humano en una comu- nidad concreta, en una tribu, en un pueblo, en una nacién, pues, de no ser asi, carece de cualquier 2 dad. Esta critica no se dirige en principio contra el cosmopolitismo, sino tan s6lo contra una tendencia escapista, quizds incluso simuladora. Hay que pen- sar de forma cosmopolita, decia Fichte, y actuar pa- tridticamente, Lo cosmopolita y universalmente hu- mano no ha de fluctuar por encima de nosotros, sino que ha de concretarse en algo especial, y eso es nues- tra «patria». Fichte aboga por un cosmopolitismo que no tema echar raices en un «Estado comercial cerrado». Es ésta una critica todavia amistosa al cosmopoli- tismo. En cambio, es sabido que, en la época de la dic- tadura del nacionalsocialismo, el cosmopolitismo fue estigmatizado explicitamente como enemigo y ame- nazador, En las prisiones totalitarias de los pueblos sometidos a dichos sistemas, el cosmopolita apareci como alguien indigno de confianza y, en el peor de os casos, como un traidor: En ese tiempo la cléusula de apertura cosmopolita demostré su eficacia de for- ma impresionante. El globalismo actual ya no tiene esta funcién, Re- sumamos de nuevo segiin el punto de vista que nos ocupa las diversas formas de globalismo. La ideologia liberal permite que el capital sea cos- mopolita en un sentido muy trivial, a saber, siempre que se cumpla la siguiente medida: «Mi patria est alli donde me va bien». De hecho, el capital tiene mu- chas patrias, se encuentra en casa dondequiera que produzca beneficios. En este sentido también son cosmopolitas los jugadores de lo global, que habitan en las rutas de su capital y giran en torno al mundo con fax, correo electrénico y avién privado. El globa- B lismo como ideologia de los jugadores de lo global tiene también la funcién de una cléusula de apertu- ra, pero en un sentido que no coincide con la del cos- mopolitismo. Este globalismo reivindica la apertura de los mercados para la inversién de capital, para los productos y servicios del tercer mundo, pero sin de- rogar el principio de la economfa nacional cerrada, El globalismo como antinacionalismo (0 multi- culturalismo) no se muestra, sobre todo en Alema- nia, como apertura, sino como mera maniobra de exoneraci6n. En la huida de la propia historia se bus- ca refugio en el todo, Y por lo que se refiere finalmente al globalismo ecolégico y ecuménico de la salvacién del mundo, éste no arranca de la amplitud del espacio cosmopo- lita, sino del miedo global por la falta de espacio. Bajo cualquiera de las modalidades, el globalismo estrecha los espacios y, alli donde es realmente sensi- ble, moral y responsable, amontona una desesperan- zadora montafa de problemas. EI globalismo es un sintoma de sobrecarga. Pa- rece obvio que ningtin hombre soporta la globaliza- ci6n; de ahi la tendencia a parapetarse en ideolo- gias (neoliberalismo, multiculturalismo, etcétera) y la buida a fantasfas de decadencia o de salvacién. No ray duda de que se da también un comportamiento prictico con los problemas de la globalizacién, una forma de accién que es serena, que esta versada en lo politico y guiada por el sentimiento de justicia. Por ejemplo, los criticos de la globalizacién del movimien- to Attac no se refocilan ante el escenario del ocaso del mundo, sino que hacen circu is, descu- 14 bren contradicciones y escandalos, ¢ incitan a accio- nes pragmiticas de resistencia. También en los apa- ratos del poder de la politica oficial hay sintomas de un cambio de opinién. A pesar de todo, 0 precisa- mente por eso, hemos de decir que lo global se ha convertido en escenario de la economfa, de los me- dios de comunicacién, de la politica, de las estrate- gias y de las estrategias contrarias. Ya no estamos ahora ante el todo de la teologia, de la metafisica, del universalismo y del cosmopolitismo; en el momento actual tenemos que habérnoslas con un todo que ha pasado a ser objeto de la elaboracién econémica, téc- nica y politica. De ahi el sentimiento peculiar de en- cogimiento en las dimensiones de lo global. En cierta manera todo le parece familiar a uno, incluidas las ma- las noticias. Desde todas las regiones del mundo suenan los imperativos globales. Cada informacién transmite a la vez un sentimiento de impotencia. La globalidad se presenta como una interconexién del stema, el cual funciona de forma tan colosal y, a la postre, tan olvidado de los sujetos, que ya casi resulta obsceno recordar la importancia del individuo. Pero no podemos por menos de dar la vuelta al escenario y dejar en claro que no sélo la cabeza esta en el mundo, sino que también el mundo esta en nues: tra cabeza, Es cierto que el individuo no existe sin el todo, al que pertenece. Pero también es cierto lo con- trario, a saber, que no existirfa este todo si no se re- flejara en nuestras cabezas, en la cabeza de cada uno. Cada individuo es el escenario donde el mundo tiene su entrada y aparece. El mundo estaré lleno de signi- ficacién o sera un desierto en funcién de que el indi- 5 Viduo sea hicido o poco inteligente. Por eso, configu- rar la globalizaci6n es una tarea que s6lo puede llevar- se a feliz término si no se descuida otra necesidad, la de que el individuo se configure a sf mismo. No he- mos de olvidar que también el individuo es un todo, una totalidad en la que se tocan el cielo y la tierra. 7 El individuo y su sistema inmunolégico Volvamos ahora desde lo global al hombre como individuo, en el mundo limitado de su vida y de su tiempo. Aqui es donde cada uno debe determinar por s{ mismo su relaci6n entre lo que puede pensarse y lo que puede decirse, Para ser individuo hay que darse una forma, un contorno, o sea, hay que trazar unos limites. Y eso es una tarea dificil, en cuya solucién se ha formado todo un mundo de ideas, el mundo de ideas del individualismo. El individualismo es una conquista importante de la cultura politica y filos6- fica de Europa. Se basa en el pensamiento de que la diversidad humana, ademas de ser un hecho efec~ tivo, es también un bien, una riqueza que debe con- servarse, No sdlo se supone que hay individuos, se exige ademas que haya individualidad. Esta decision normativa va unida a la idea de que el Estado y la vida social habrian de organizarse de tal manera que los hombres puedan desarrollar plenamente su in- dividualidad, sin ponerse obstaculos los unos a los otros. A partir de este pensamiento, en el que el ser plural se convierte en deber y en un bien digno de protegerse, se desarrollaron las otras ideas normati- vas que han constituido la modernidad ilustrada de 7

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