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Olga
Empleado del Hotel
Olga: Hombres, leones, guilas y encornados ciervos Todas las vidas, todas
las vidas, todas las vidas cumpliendo su triste crculo se han extinguido
Mientras las almas de todos se han fundido en una. Ese alma comn del
mundo soy yo, yo En m est el alma de Alejandro Magno, de Csar, de
Shakespeare... En m se han fundido, recuerdo todo, todo, todo y revivo en
cada una de esas vidas dentro de mi ser.
Pausa.
Golpean la puerta de la habitacin.
Pausa.
Olga abre la puerta de la habitacin y se aleja de la puerta dejando lugar al
muchacho para que pase. l lo hace, mientras ella apoya un brazo sobre el
respaldo de una silla, sosteniendo as todo su peso y mirando al suelo, perdida.
Empleado: Buenos das, Seora. He venido a retirar las copas, el cubo de hielo
y la bandeja. Tambin quera informarle que debido al extremo calor de la
maana, el desayuno ser servido en el jardn. Espero esto no le sea
inconveniente, le ruego nos disculpe si es as. (Le extiende el jarrn con las
flores)
Olga: Imagine que va por una calle atestada de gente. Venga, prese aqu.
Imagine que debe realizar un encargo muy importante. Pero nadie tiene que
percatarse de eso. Es como si llevara un gran jarrn con rosas amarillas; un
jarrn enorme y pesado, lleno de rosas amarillas. Est apurado, no, impaciente.
Pero que no se note. Camina decidido, como un caballo con embozos, como
mula terca. No se olvide del jarrn. Llega a la puerta imperiosa, levanta la
aldaba y la deja caer una, dos, tres veces.
Lo mira esperando que haga el ademn, el empleado la mira sin entender.
Pausa. Ella insiste con un gesto. l suelta el jarrn con una mano, la levanta en
el aire simulando que golpea tres veces la puerta con la aldaba. Ella se para a
su lado, esperando, silencio.