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JorGe EsQuinca Episopio EN AL-QaYROUAN One of tbe boty cities of Ialam(..)As a result of Bedouin {mcursioms in the 1189 century, the decline of seppe cul ‘lyation tn favour of nomadic lif, and the raise of Tw- ‘nis as capital. Al~ Qayrawan declined into an isolated ‘market town for nomads Encyclopaedia Beitannica El mar entero cabe en el ojo de una aguja Durante la noche, los enormes pijaros marinos duer- men al amparo de la antigua ciudad amuraliada. El viento del desierto se afila contra sus picos acera- dos y se desliza como el instrumento de un presagio, tuna daga, un repti. ‘Yo catalogaba las dunas del desierto, las olas de un mar disperso en las plumas de los grandes péjaros. ‘Todo pasaba en el ojo de una aguja que se erguia en <1 centro de mi suefio como un minarete de diamante, afin de que yo pudiese desglosar los colores del es: pectro y mostrarios 2 los pastores nmadas que atra- vesaban la pradera La yor de mi madre vino con la tluvia a despertar- me, “Busca entre las rafces del naranjo la piedra te- ue de tu suefo.” ‘Yo miraba el rostro de mi madre en el ojo de la agu- jay era una isla rodeada por el agua del mar que habia egado con los péjaros. Junto a los muros de la ciudad crecen ortigas. Los mercaderes instalan tiendas blancas como la sal de los veranos, 'Y sus pregones son mas blancos que ta sal Para referie la historia de las caravanas basta con in- vocar al ojo de la aguja, su resplandor intermitente, su levitaci6n serena. “La linea del horizonte ¢s la oracién del peregrino, quiere siempre clevarse pero 3 paciente” En mi suefio se abria paso su voz delicada como wna ube en el desierto. ‘Vuelta al ciclo mi mano ¢s un estanque nimio. Antes de lavarme, antes de beber siquiera, alzo la cara al sol y el dia comienza con un batir de alas. “Cuida tus rebafios pues no hay pensamientos més elaborados que las piedras"” Bebo el mar en la palma de mi mano y su sabor €s amable. Nada se interpone entre la turquesa liquida y ‘mis labios abrasados por el sol inmévil del mediodia. “Entra despacio a la meaquita pues su extensién no desconoce el desierto™ Por las tardes unas cuantas garzas sobrevuelan las al- ‘menas, bajan majestuosas hacia la gran fuente y se di- suelven antes de tocar el agua. “Ama s6lo aquello que te quite el svetio, pues s6lo aquello esté destinado a durar” —habia dicho su voz ‘Yo catalogabsa las naves que nunca he visto. Los puer- tos fecundos que no habré de pisar, las anchas bahias bordeadas de palmeras donde se rednen los nifios a inventar historias como ésta; yo era el coraxén de Ia aguja por la que flufa un fita- mento luminoso y la plegaria de una mujer a la que he llamado madre ara no develar el misterio de sus ojos imantados como el dmbar de los mercaderes; yo era el pez cautivo en la resina, esta luna turbia que vigila en las murallas la respiracién de ta ciudad. Antes del anochecer hemos visto desvanecerse la si Jueta de una caravan AI principio parecia dirgirse ha- cia nosotros, el rumor de su trinsito llegaba de vez en vez. Luego, un parpadeo, el silencio infinito de la arena Mds tarde —a la bora en que se encienden tas bogueras— te bablaré del mar. Supe de ti por ¢1 ofo de la aguja, por las espigas que brotan hechizadas en los labios de la acequia. Supe de ti por el perfil cambiante de las dunas, por et viento que dibuja con ellas una nueva versién de tu destino. Supe de ti, gemela profuga, cuando menos supe y caminaba 2 tu lado enire el desierto y su ausencia, Més tarde —a la bora en que se encienden las bogueras— te bablaré del mar En la palma de mi mano —vuelta al cielo— ha naci- do un espejo. Veena 176 JUO DE 1991 31

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