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Johannes Wilbert Metafisica'del taba.co entre los indies déeSuramérica DNIVFRSIDAD CATOLT¢A=ANDRES “BELLO Metafisica del tabaco entre los indios de Suramérica Johannes Wilbert 1. INTRODUCCION ENTRE LAS PLANTAS, ninguna como el tabaco ha atraido la atencién de lantos ernditos y de disciplinas tan diversas, Ya en el siglo XVIII, Schloezer (1775-1781) hizo la sugerencia de que el tabaco no podria historiarse adecuadamente sin estudiar sus aspectos religioso, terapéu- tico, médico, sociolégico, econémico, financiero y comercial, a los que Putnam, después (1988: 47-48), anadié el arquelégico, lingiiistico, filo- légico, etnografico, quimico y teoldgico, En la aetualidad, ningtin estudioso de la materia podria permitirse el lujo de ignorar, ade- mas, aspectos tan importantes como el botinico y farmacolégico, para no hacer mencién del yeogralico. Y, ni aun asi, se agota toda la gama de intereses que tiene el profesional en esta subs- tancia sicodindmica, la mds universal tal vez de las que ha emplea- do el hombre. Las paginas que siguen encararin el tabaco nada més en su as- Reds magico-religioso, y éste, de manera concreta, como se entre los indios de Suramérica. Mas, comoquicra que los que al observador ocasional le parccen sélo usos medicinales o farma- céuticos del tabaco casi siempre conlengan un vital elemento ma gico-religioso, y viceversa, también tocaremos de vez en cuando las practicas y creencias de tipo etnomedicinal. E] tabaco (Nicotiana ssp.), como se sabe, es de origen americano y_se deriva de varias y diferentes especies. Pero, entre todas, la Nicotiana tabacum y la N. rustica, por ser las de mayor uso como narcoestimulantes rituales entre los indios de América, son las que tienen més interés para nuestro estudio. La primera —un cruce de N. tormentosum y de N. sylvestris— probablemente se origind en los valles que hay al oriente de los Andes bolivianos. En las tierras de aluvién del Amazonas, la Guyana e Indias Occidentales, se man- tuvo muy ligada a los plantadores de las selvas tropicales, arawa- kos, caribes. y tupis, y, aunque es posible que Iegara a extenderse hasta unas zonas del bajio brasilefio, jamds Megé a ser tipica de esta frea ni de las tiewras altas del Brasil. De difusién relativa- mente limitada, la Nicotiana tabacum, cuando los europeos descu- bricron cl Nuevo Mundo, no habfa podido pasar —en sti camino ‘Praduccién de René Acuia. hacia cl norte— mis alld de Ja faja tropical de las tierras bajas de México, En contraste, la mas diffeil de cultivar, la Nicotiana rustica, des- bordé el trépico americana y casi tocd los tltimos limites de la agricultura del Nucvo Mundo. Fra el tabaco que fumaban log in- dios de los bosques orientales de Norte América, el piciéil de los aztecas y, probablemente, el petiin de los brasileiius. Viéndolo bien, Ja Nicotianu rustica fue —en expansién— rival del mismo matz y en nada inferior a cultivos como el algodén y Ja calabaza La- genaria, que son los que avanzaron mas hacia el norte en cl con- tinente de América. Hija posiblemente del cruce de la Nicotiana paniculata y de la N. undulata, la Nicotiana rustica parece originaria mis bien de las vertientes occidentales andinas, de esa regién fron- teriza del Ecnador y el Pert donde florecieron otrora Jas culturas Mochica y Canari (Sauer 1950:522-23; 1969:128-9). Teniendo en cnenta que las propicdades narcéticas de su principal alealoide, 1a nicotina, fueron el foco exclusiva del interés fiend del hombre por el tabaco, uno puede conjeturar que fue sobre todo por su mayor contenido de nicotina que la Nicotiana rustica dejé atrés a la N, tabacum, hecho que adquicre significado especial en conexién con la prictica ampliamente cxtendida del rito de fumar, sobre todo en Suramérica. Y otra caracteristica que seguramente contribuyé a que, una tras otra, las tribus adoptaran r4pidamente la N. rustica es el hecho de que, wma vez sembrada, requiere me- nos cuidado que la N. tabacum (Goodspeed 1942; Saucr 1950:522- 1969:128-9). A la luz del amplio radio geografico de difusion que ambas clases de tabaco tenfan en las Américas, se puede decir sin vacilacién que la planta empezé a usarse unos milenios antes de que legara Colén. Aunque la fecha cxacta sea elnsiva, las pipas de piedra des- cubiertas en California por los arqueélogos resultan ilustrativas de Ta antigiiedad del tubaco, ya que, silas primeras huellas del maiz en Norte América se remontan a alrededor del aiio 2000 A.C, aqué- las datan de varios milenios antes. Obscrvando, ast mismo, la intima y sostenida asociacién del tabaco con el ritnal e ideologia abori- gen, desde el tiempo de la conquista hasta el presente, también pudiera decirse que su uso se confiné siempre a una esfera. pr ponderantemente mégico-religiosa: Asi, pues, la extraordinaria di tribueién geogrifica del tahaco cultivable en la época prehispd- nica, tanto como la exclusividad ritual de su uso por los indios americanos, parecen evidenciar la enorme antigiiedad que tiene esta planta como elemento integral de la cultura amerindiana. Por causas que no entraremos a analizar cn detalle, durante los afios de la conquista y colonizacién europea, y mas atin en tiempos recientes, la expansién territorial y tribal del tabaco se aceleré en Norte y Suramérica, siendo ahora dificil hallar, desde ef Canadd hasta la Patagonia, poblacién indigena alguna que no lo conozca. Y, (lo que) en ninguna parle es mas cierto que en el norte de 2 Suramérica, por un lado, y en su extremo sur, por cl otro, cs que tan asombrosa expansién ha acarreado consigo una creciente secu- larizacién de las funciones del tabaco antes confinadas a lo ritual, efecto atribuible en gran parte a la inflmencia europea. Para los europeos, entre Jos cuales cl tabaco sélo empezd a conocerse des- pués del primer viaje de Goldn, la planta fue apenas una novedad ornamental, con ciertas propiedades medicinales pero sin ningim sig- nificado religioso profundo. Los términos “santo” y. “divino” usados a veces para teferirse al tabaco, mas que un indi de que Tas actitudes indigenas se hubieran asimilado, eran mas bien eufemis- mos. Y es que las propiedades milagrosas que el europeo atribuy6 en un principio al tabaco se basaban sobre todo en sus supuestas virtudes panacea. Por eso, cuando se demostro que éstas eran una ficcién, quedé tnicamente ese interés hedonistico —suficiente, por otra parte— que impulsé la rdpida asimilacién de la planta por la cultura europea y su amplia expansion geografica en el continente del Vicjo Mundo. Entre los indios, por el contrario, el uso secular o hedonista del tabaco continué siendo, mds que la regla, la excepeién, como en el caso de aquellos indios de Haiti de los que cuenta Benzoni (1565: 96-98), uno de los primeros cronistas, que fumaban cigarros “sim- plomente porque les producia placer”; aunque también nos dice después que sus doctores y hierofantes los fumaban de manera ritual, ya para consultar con sus dioses zemi lo concerniente a la salud del enfermo, ya para procurarse en el suefio ciertas visiones. Esto es, como decia Purchas (1626- 5:957), otro de los primeros escritores, que estimaban cl tabaco, no sélo “por sanidad, sino por santidad también’ Mas, a pesar de que en los primeros tiempos de la Colonia hubo probablemente grupos indigenas que Hegaron a usar el tabaco por mero placer, como norma general se puede decir que, “en el periodo que va desde el primer descubrimiento hasta casi 1700, el uso que se daba al tabaco en la mayor parte de su 4rea de difu- sién, era al parecer, o bien exclusivamente magico-religioso, o bien solamente medicinal, o bien ambas cosas” (Cooper 1949; 526-27). Lo cierto es que, conforme uno se aleja mas de la civilizacién y se aden- tra en el corazén de la primitiva area de difusion de! tabaco en las selyas del trépico, més estrechamente descubre uno que continaia asociado con su sentido ritual antiguo. Alli, la_especie aborigen del tabaco, por lo menos, se continta empleando prin- cipalmente en un contexto magico-religioso. Y, aunque hay grupos en que se fuma por gusto, donde esto ocurre, cl tabaco que culti- van los indios mismos se reserva para usos ceremoniales, dejando para los otros efectos cl tabaco importado o “de Virginia”, como Te llaman frecuentemente. Recapitulando, pues, y basdndonos en la combinacién de evidencias eronolégicas y espaciales pucstas de manificsto por las casi univer- > sales funciones culturales del tabaco entre los indios de Suramérica, Hegamos a las conclusiones siguientes: 1) Durante las épocas prehistérica e histérica temprana, el tabaco tuve una difusién bastante extensa en gran parte de las selvas tro- picales, el Caribe y los Andes, constituyendo en esa virtud elemento integral de la cultura intelectual y de las practicas rituales de las tribus de Suramérica. Entre muchos grupos del centro y del norte andino, el tabaco tuvo también, o inclusive primariamente, un uso higiénico y terapéntico. 2) Durante los tltimos tiempos, y en especial desde 1700, el tabaco se ha difimdido practicamente por el resto del continente, llegando cn su cxpansién hasta la mds remota region del sur, la Tierra del Fuefo; pero, en este proceso, el modo y las bases ideologicas de su uso, haciéndose cada vez mas profanos, han dejado de ser ma- gico-religiosos. ee De las varias y diferentes maneras en que los indios de Suramérica usan el tabaco, la de fumar —en cigarrillos, en cigarros y en pipas— es la mas generalizada. Entre las otras técnicas, beberlo, chuparlo, masticarlo y aspitarlo por la nariz, son las mds conocidas. Aunque no es facil establecer cual de estas maneras la mas antigua, pues- to que no hay evidencias arqueoldgicas 0 histéricas de que se fu- mara en ninguna drea de Ia domesticacién original del tabaco, es posible que Sauer (1969:48) tenga raz6n al sugerir que “el tabaco debe haberse usado al principio como bebida ceremonial, masticé- dose y aspirado después y, tal vez al final, fumado”. En ocasiones, el tabaco se usa en combinacién 0 asociado con verdaderos alucinégenos como la Datura y la Banisteriopsis caapi, 9, como sucede especialmente en el Peri, con cactus sicotrépicos como el Trichocereus panachoi; pero lo corriente es que se subor- dine a su fimcién sagrada primaria de agente sobrenatural pur- gativo, mortificador y revivificante, en clertas ceremonias iniciato- tins y, de manera especial, en aquella larga y penosa del entre- namfento del novicio shaman, quien subsecuentemente empezard a usar [ambién otras plantas sicotrépicas, como, por ejemplo, la Ranisteriupsis capi. Finalmente, para los shamanes de Suramérica el tabaco es uno de tantos medios para alcanzar cl éxtasis y, en esta virtud, se puede tomar combinado con otras plantas para inducir estados de trance narcéticos 0, camo sucede entre los waraos del Delta del Orinoco, se puede emplear como timico agente sicoactivo mediante el cual cl shaman se transporte a la esfera de lo metafisico. Debido en gran parte a esa falta de comprensidn, ya mencionada antes, del profundo sentido ideolgico y ritual del tabaco, seguimos atin sin un estudio sistematico sobre su uso mégico-religinso en Stiramérica. El tema que emerge, empero, al examinar la significacién meta- fisica del tabaco en la religion indigena es el del papel catalitico 4 gue ticne Ia hoja sagrada en el comercio existente entre la huma- nidad y los espiritus. fn el plano de esta reciprocidad, el tabaco opera un intercambio de cnergias materiales y siquicas entre las paries lerrestres y celestiales que garantiza Ja existencia y manteni- miento de la vida en ambos niveles césmicos. La variacion més extendida, aunque menos profunda, se presenta bajo la forma de una actitud de dependencia, asociada sobre todo al simbolismo externo del humo del tabaco. Asi, el humo aseendente se transforma en una plegaria o mensaje, 0 bien en un medio de comunicacién con los espiritus. La atencién que pueden, entretanto, prestar los espiritus a estos mensajes humanos queda, empero, li- brada a la caprichosa voluntad de.los dioses. Lo que ellos decidan cn modo alguno no afectaré a su gloria, sino sélo a la fortuna del suplicante, Sin embargo, la adquisicién del tabaco y el sacrificio de rito mds o menos elaborado suponen una inversion de energia fisica considerable que, en opinidn de los indios, tiene que merecer- les —por lo menos de vez en cuando— las bendiciones de los es- piritus. Una segunda variacién del tema central surge probablemente del simbolismo latente asociado con los efectos sicoactivos de la yerba sagrada, y se basa en cierta actitud religiosa de toma y daca, bas- tante gencralizada entre los indios del Sur, del Centro y del Norte de América. Dentro de este contexto gencral de permuta, el ta- baco y sus propiedades narodticas adquieren la proporcién de un manjar indispensable para los dioses. Mas, como esti firmemente ajo el control del hombre, su adqnisicién por los dioses ha hecho deseable, y hasta forzoso, entablar relaciones de tipo contractual. En la actitud de dependencia, la vida y el bienestar del hombre sobre la tierra dependen primariamente de los dioses y de sus bendiciones; pero, cn la relacién contractual, cl hombre deja de ser un pobre mendigo y pasa a ser el poseedor de la lave de la felicidad, y ann de la supervivencia de los dioxes, ya que, sin el tabaco, los espiritus sufren y no pueden vivir. Dentro, pues, de este contexto pragmatico de asociacién mutua, los dioses y los mortales quedan ligados en un contrato que ninguna de las partes podré rom- per sin producirse mutuamente la destruccién. Mientras se cumpla esta accién reciproca, Ia produccién del tabaco y su consumo (liberacion de cnergia fisica), asi como las bendi- ciones de los dioses (realimentacién de energia siquica), provocaran el intereambio de cantidades enormes de energia fisica y siquica. Dicho intercambio, lejos de ser una accién reciproca meramente aparente, resulta muy real y sumamente efectiva. Y asi es como se debe ver y entender en sus diferentes niveles. Hasta donde yo he podido colegir, esta actitud religiosa de asociacién mutua no se ha comprendido bien y todavia rcquicre abundante estudio por parte de los etndlogos. © * Considerindola como ‘un tema general, casi al final del primer tra- bajo contenido en el presente volumen, se dice que esta actitud se presenta en lus tribus indigenas de las distintas areas extremas de distribucién del tabaco en Surameérica, mientras en el estudio siguiente se da un ejemplo baslanle concreto de esta religién de aso- ciacién mutua entre los indios waraos del Delta del Orinoco, en Venezuela. Pero, al sefialar que dicha distribucién geogréfica cs ciertamente in- dicativa de la extensién de este concepto religioso en Suramérica, en modo alguno hemos querido decir que sélo existié en esta parte del continente, Los indios de los bosques norteamericanos (Wood- land), como dice Underhill (1965:186), “atribuyen a los espiritus Ja misma aficién que ellos experimentan por el tabaco”. Ademas Ja autora citada reconoce claramente el tema de la reciprocidad entre la humanidad por un lado y, por otro, el Gran Espiritu, los Abuelos y los fenémenos naturales, al sefialar que, “cuando Gitche Manitou regalé a los hombres esta yerba poderosa, al mismo tiempo puso en sus manos un instrumento de dominio sobre los dioses, tanto menores como mayores” (ibid). Si consideramos, ahora, el caso de los indios fox, el tema de la asociacién mutua se pone claramente de manifiesto. Para cllos, la antoridad del Supremo Espiritu, antes que en un principio de inmanencia ontolégica, descansa en la opinién ptblica. Como a ereador del hombre, los mortales le deben admiracién y alabanza; por eso, sus preocupaciones empiezan cuando alguno de los abuelos indios sc embarca en la bisqueda de una vision, quejandose de la brevedad de la vida, la_incertidumbre del porvenir, y la cons- tante necesidad, cnfermedad, deshonra y humillacién. El Gran Ma- niton se le revela, entonces, al hombre que vaga sin rumbo fijo y le promete sn ayuda y sus bendiciones. Sus compaiteros, los mami- tous de los cuatro puntos cardinales, también se comprometen a derramar sus bendiciones y a cuidar de la humanidad en la me- dida cn que los indios, a su vez, los tengan siempre debidamente presentes. Tener debidamente presentes a los espiritus significa hacerles ofren- das de tabaco. Este, originalmente controlado por los manitous, fue puesto en manos del hombre en senal de la sinceridad con que Jos cspiritus se comprometian a cumplir sus promesas. Obrando de esta manera, los espiritus —para quienes el tabaco es un arliculo de primera necesidad— se pusicron enteramente a merced de los mor- tales, garantizdndoles asi que las ofrendas periddicas de tabaco ue se les hicieran infaliblemente pondrian a los espiritus de parte lel hombre. “Unicamente cuando ellos ofrenden humo, fumaremos nosotros”, declararon los manitous. “Fs todo lo que queremos de ellos, nosotros los que recibimos el nombre de manilous’. “An- tiguamente —dijo el Cran Manitou—, yo jamas me guardé ni siquic- ra una pipa para mf solo... Verdaderamente, en correspondencia, nosotros perisaremos cn sus vidas, siempre que ellos nos adoren {sacrificando tabaco y perros}” (Michelson 1932:127). 6 E] anterior es un buen ejemplo de ese concepto de asociacién mu- (ua que se basa en el tabaco, en una tribu de Norteamérica. Re- sulla, pues, obvio que los dioses dependian tanto del hombre, como éste de ellos, siendo, aqui también, el tabaco el agente que afianza el vinculo de reciprocidad, y el que sale garante de ese contrato de canje de energias vitales entre uno y otro plano del cosmos. Pero no basta investigar profundamente este fendmeno de la me- tafisica indigena, sino que es necesario indagar, desde el punto de vista etnohistérico, las funciones asociadas con cl tabaco en toda su area de difusién. Asi, por ejemplo, sabemos que la yerba se pro- pago, desde el Sur, al Norte de América y que, ademas, se extendid como wna planta sagrada, mas que como una de uso comdin, gCabré suponer, entonces, que a la asombrosa propagacién del tabaco contribuyeron conceptos preexistentes y compartidos par la mayoria de las wibus que lo adoptaron, y que dichos conceptos estaban relacionados con la ya indicada actitud de toma y daca entre los indios de América? gSeri, en fin, posible que esa actitud de asociacién mutua represente una forma espe da de la actitud mas general de trueque que aparecié en Suramérica, donde. los sha- manes descubrieron primero las propiedades “subyugadoras” del t baco, cuya urgencia cs tan parecida a las angustias del hambre? “Me duele el estomago”, gime cl shaman warao cuando se le acaba el tabaco. Si uno se basa, pues, en cl hecho de que este senti- miento de dependencia del tabaco se experiment6 por primera vez en Suramérica, parece posible concluir que su interpretacién metafisica se haya desarrollado también alli y, desde alli, propagan- dose a otros Iugares como un concepto religioso asociado a la yerba sagrada, Estos, y otros pensamientos que se le escapan a uno, tienen que quedar, sin embargo, entre Jas muchas preguntas e hipétesis que sélo indagaciones mas amplias podrin responder © corroborar. 2. MAGIA, RELIGION Y TABACO. Como he sefialado antes los indios usan el tabaco en varias y dife- rentes maneras. Entre las téenicas Ia de heber, chnpar, masticar, aspirar por la nariz, y fumar, son las més conocidas. El tabaco como bebida y como jarabe Dos son las principales areas de difusién del tabaco donde éste se usa como bebida, segin Cooper (1949:534) lo ha demostrado: la region de la Montara’ y la Gnayana. En ambas las infusiones de tabaco tienen un gran papel mégico-religioso. Asi, entre los ji- varos de la Montafa, el rito del tabaco Bebido ha Ilegado a ser 7 muy elaborado y formal. La preparacién de la bebida se puede hacer hirviendo las hojas; pero, también, escupiendo sobre las pal- mas de las manos 0 sobre el vaso en que se han despositado ya mas- cadas las hojas para dejarlas que se maceren en la misma saliva G agus Otter ‘allios de le Cuavana, ama Ion cabertdal™nie Te rama o los akawaios, simplemente cstrujan las hojas y las maceran en agua. El jugo resultante de este proceso puede beberse o inhalarse por la nariz, Entre los jivaros, por cjemplo, la aplicacién depende del sexo: las mujeres, por lo comin, lo beben; los varones lo inhalan. Algunas tribus —jivaros, witotos, horas, campas y piros— de los afluentes del Alto Amazonas prefieren, en cambio, hervir las hojas hasta obtener un liquido espeso, al cual se le puede dar una con- sistencia pastosa echando en la pocién de tabaco un poco de al- midén de cazabe. La pasta que resulta se llama ambil y, en los tiempos precolombinos, también la hacian las tribus de los Andes venezolanos y de la vecina Colombia, Personalmente, nosotros hemos visto a los icas de la Sierra Nevada usando todavia ciertas cala- bazas pequefias para ese fin y, como ellos, los kogi mantienen esta vieja costumbre, siendo interesante, ademds, que hay cierta pasta llamada chimé, preparada con un tabaco especial, que sigue tomando “una buena porcién de la poblacién moderna no-indigena” del oriente de Venezucla (Kamen-Kaye 1971:1). En general, sin embar- go, lo mas comin es que las infusiones indigenas de tabaco sigan sicndo liquidas, de modo que se puedan beber; aunque también SE ARBESY cotioe Rinberen el Gis er theleneens Gada eee o simplemente un palillo, para lamerlo después. En ocasiones, el ambil y Ja coca se toman juntos, Mas, comoquiera que se prepare o ingiera, el tabaco Hquido siempre produce en el que lo usa un rpido estado de somnolencia, siendo normal que la nicotina haga sentir sus efectos inmediatamente después de beber unas dos o tres dosis. El sujeto, entonces se pone pilido y su cuerpo empieza a _temblar, pudiendo esto ir acompaiiado de vémitos, reaccién fisiolégica que se considera in- dispensable en los ritos de iniciacién y en algunos propios de las crisis de vida, cuando se debe purgar el cuerpo de todas las im- purezas, La ingestién de repetidas y fuertes dosis de jugo o de tabe de tabaco conducen a veces a situaciones de nansea extrema, sobre todo en las mujeres, produciendo ast el deseado estado de coma con su secuela de afiebradas visiones, El tabaco ocupa cl primer lugar entre las plantas narcéticas que eultivan los jivaros del Ecuador, quienes consumen en forma l{- quida la mayor parte de la produecién, aunque no falten, en oca- siones, los grandes cigarros para fumar. En cualquier caso, como brebaje narcético, el tabaco tiene una funcién magico-religiosa bien definida en el universo conceptual jivaro, palpablemente distinta de las asignadas a la ayahuasca —brevaje alucinante de Banisteriop- sis— ya la Datura. 8 No importa cudn a menudo, o qué distintas sean las ocasiones y Jos propdsitos con que los jivaros beben tabaco en jugo, el objetivo en todos los casos es siempre mAgico-religioso. Y esto ocurre, hasta cierto punto, inclusive cuando el tabaco se bebe profilacticamen- te para atacar los sintomas generales de un malestar, sean de ¢atarro o resfrio. En el ultimo caso, el shaman sostiene su cristal de toca sagrado sobre Ja calabaza con agua de tabaco, bendicién- dola antes de que el paciente beba la medicina. Siempre, aunque se use como remedio contra la picadura de culebra, el valor te- rapéutico del jugo de tabaco cs sobre todo magico. En todas las formas, pues, sea que se beba en [uertes dosis 0 que se aplique exiernamente sobre el cuerpo como pintura, la creencia que pre- side todas estas acciones es la de que el tabaco licnado for- talece a las personas contra los malos espiritus. Y es tal la magia de su _virtud que. ademés de robustecer el cuerpo, irradia de quien lo bebe, predisponiendo a favor suyo todos los elementos que Je rodean. FI_jfvaro, finalmente, bebe tabaco licuado —asi como otras be- bidas sicotrépiceas—, ya para adquirir un alma aruiam (Tamer 1978:186), ya para que algan espiritu en especial le pronostique su fortuna en la guerra y, en general, en la vida, La aparicién de dichos espiritus puede producirse bajo la influencia de cualquiera de los alucinégenos rituales corrientes. Los jévenes son quienes con mas frecuencia dejan sus pueblos para retirarse en pequehos grupos a la soledad de ciertas “casas de suefios” que se construyen especialmente para este fin en las afueras del pueblo, junto a alguna caida de agua. Alli, los jévenes, de manera espontanea se sujetan por varios dias a una dieta, en la que beben a diario considerables dosis de tabaco licuado, comunicdndose mutuamente cada manana sus Suciios, e interpretandose de igual modo sus respectivas visiones. Sdlo después de haber cumplido con su propésito, se reintegran a Ja vida _comumitaria, extenuados fisicamente, pero siquicamente ro- bustecidos, Cuando se juntan los guerreros y los ancianos para tratar asuntos de caza, guerra, 0 las infracciones que ha cometido alguno contra Jas normas éticas de Ia tribu. los vitotos de Colombia suelen prac- tiear ceremonias en que se lame tabaco. Los participantes, enton- ces, se sientan en el suclo alrededor de una fuente Mena de jarabe de tabaco, metiendo en ella de vez en cuando los dos indice y medio y lamiéndoselos después. Mediante la participacién en la cé- remonia, los hombres sellan los pactos o los acuerdos a que se hubiera Hegado durante la reunién (Koch-Griinberg 1923:399). Toda- via en 1936, segiin el Padre Gabriel (1944:58), la poblacién mencio- nada seguia considerando sagrada la csencia de tabaco. Los que hubieran hecho algo malo, tenfan que paladcarla de pie y abandonar inmediatamente después la casa. “Dios”, segiin su creencia, venia durante la ceremonia a alimentar a los sanos y a dar a los enfermos temedio, Y, antiguamcnte, con ocasién de las ceremonias de los 2 momentos criticos de la vida, como el nacimiento de un nifio o el matrimonio de una pareja, se acostumbraba hacer regalos de coca y de tabaco en esencia (Wiffen 1915). Entre los jivaros, cl jugo de tabaco que se destina para lus fiestas mayores se hace de cicrto modo especial, usando saliva para la maceracién de la hoja. Las mujeres tienen que usarlo forzosamente en la fiesta nupcial, y los varones en las fiestas de iniciacién y en Ja gran fiesta de Ja victoria. Invariablemente, los preparativos de estas fiestas suelen ser prolongados. Las mujeres pueden celebrar los cua- tro dias de la fiesta del tabaco tinicamente después de los prepa- rativos generales y de cumplir con las restricciones de_comida ta- ba, todo lo cual puede durar hasta dos y tres afios. El fin prin- cipal de este rito de fertilidad es iniciar en la pubertad a las doncellas jivaras mediante la intereesién del espiritu del tabaco. Este penetra en el cuerpo de la muchacha para transmitirle su der en el cuerpo de una serie de elaboradas cercmonias de Aictatranto y frecuentes HbaGlocen (da agvards isbecte Hiatt gfe esta impregnada, y a veces ungida, con agua de tabaco, la fuerza productora de vida no empieza a itradiar del cuerpo de la joven, penctrando sus cosechas presentes y futuras, y asi sus animales. Cuando Ilegue la noche, la muchacha hablaré con la Gran Madre Tierra, vera en sus suehos huertos foridos y rebafios que se mul- tiplican, y recibir la promesa de su propia fertilidad y larga existencia. Los jévenes, a su vez también tienen una fiesta equivalente de iniciacién, con preparativos igualmente prolongados, un ayuno del mismo tipo, y las mismas libaciones de agua de tabaco. El propé- sito general de la ccremonia es, también aqui, asegurarse una facil y larga vida, con la diferencia formal de que los muchachos, ade- mas de beber tahaco licuado, Jo tragan en forma de humo. Esto ultimo puede hacerse de dos maneras: echando el maestro y direc- tor de la ceremonia el humo en la boca del iniciado por medio de una cafia de bambé, o bien metiéndose en Ia boca el cigarro por la brasa, y soplando a través de él el humo en la boca del muchacho hasta que cl cigarro se consume. El rito se practica de seis a ocho veces diarias durante dos dias consecutivos, y el novicio, inmediatamente después de tragar el humo, ticne que heber en cada ocasién el tahaco en jngo que ha preparado con abundante saliva el maestro de ceremonias. También cn la fiesta de la victoria beben los jivaros fuertes dosis de jugo de tabaco, sicndo esto més notorio durante el lavado ceremonial de la cabeza-trofco, El fin de esta ceremonia es dar proteccién al matador y a su parentela contra los malos espiritus vengativos, y dotar al primero por medio de su tsanta (la cabecita trofeo) con fuerzas productoras de vida. 4 Los shamanes de las tribus de la Montafia ecuatoriana y peruana, por su parte beben tabaco siempre que tratan de ponerse en con- tacto con el mundo de los espiritus, pudiendo despucs usar el poder 10 que adquieren positiva © negativamente, ya para curar a sus gentes, ya para hacerles dafio a sus enemigos por medios mégicos. En los dos casos, al tabaco le corresponde una funcién importante. Para actuar como shamén “negro” y prepararse a arrojar cl proyectil magico que habra de herir a la victima con la desgracia o la enfer- imedad, el shaman tiene que ayunar varios dias a base de jngo de tabaco. Este jugo tiene el efecto complementario de confcrirle al brujo poder para producit en su cuerpo el patégeno magico y para manipular los “dardos” que causan la cufeieceds Paralelamente, cuando desea actuar como shaman “blanco”, inhala por la naviz fuertes dosis de tabaco licuado, a fin de conjurar la presencia del espiritu del tabaco y pedirle el diagnéstica y el remedio del mal- estar que han producido los shamanes hostiles, o los espiritus malos y otros agentes sobrenaturales (cf. Karsten sobre los jivaros, 1920, 1935). E] sheripiari, 0 “shaman del tabaco” entre los campa —olra tribu de la Montafia—, hace con el tabaco un jugo espeso como jarabe, bebiendo cl cual —junto con otros brebajes de Banisteriopsis caa- pi y Datura— alcanza estados de trance extdticos. Bajo su influen- cia, el espiritu le confiere el poder necesario, tanto para lograr la salud y la subsistencia de sns hermanos de sangre, como. para rescatar las almas que pudieran haber robado y extraviado los demonios (“robo del alma”). Con la ayuda de dicho jarabe pnede, ademas aliviar a aquellos enfermos que han sido victimas de los proyectiles de los shamanes negros, de los espiritus de la selva, o de Ciertas avispas y hormigas de indole demoniaca, Bajo cl efecto narcético del tabaco, el curandero puede diagnoslicar esas enfer- medades y, ungiendo al paciente con esencia de tabaco y soplando sobre Ia parte afectada, liberarlo del mal. Aquellos que aspiran a echarse algtin dia sobre los hombros la pe oecbiilad enorme de ser shamanes tienen que comenzar desde tempranos adolescentes a beber tabaco en esencia, Y, cuando se inicien como novicios en la compaitia de los espfritus, los futu- ros shamanes campus, después de tomar una infusion de Baniste- rigpsis, tendran que beber jugo de tabaco en gran abundancia. Elick (1969:206-207), al transcribir la experiencia de uno de estos novicios, dice: El cuarto se iluminé brusca e intensamente y, poco después, Tsori (el nombre del iniciado) sintié como que gradualmente abandonaba su propio cuerpo a través de la coronilla. Y, mien- tras veia al sheripiari y a lo que era su propio cuerpo. se encon- tro caminando por la penumbra de un bosque. Algo hizo ruido, volvié los ojos, y descubrié un tigre grande que se aproximaba. saltando entre log arboles. No luvo miedo, sin embargo. El tigre Jo apreté entre sus garras y, cuando parecia que iba a cerrar Jos colmillos sobre su cara y alrededor de su cuello, se desvane- cié de repente, dejando en su lugar a una joven cuyas manos IL sf ls sujetaban los hombros. Era la “Madre del Tabaco”, su es- pfritu principal. Ya le habian dicho que esto sucederia si él era aceptado como shamdn. Bruscamente se hallé6 de nuevo en la choza, sentado en cl suclo frente a la joven, mientras ella le repetia una y olra vez una cancién siempre nueva y distinta que él comprendié que habria de ser la suya. La canté con la joven hasta que se grabé en su memoria. Fue la tnica vez que el nuevo shaman contemplé a la Madre del Tabaco, De alli en adelante, el que acudid siempre a sus reclamos fue sn propio espiritu del tabaco. El novicio se embarcé al otro dia en un segundo transporte de éxtasis, esta vez para recibir los espiritus de Ias picdras que sirven para"fungir como shamén blanco o negro. Y el shaman campa tiene, ademés, otra picdra a la que a diario alimenta con sm racién de jarabe de tabaco: es la roca sagrada que se transforma en tigre “hija” cuando el shaman la sopla. El mismo puede trocarse en tigre con la ayuda de su mujer espiritu, o con la de su espiritu feme- nino asistente, que sirve en el vaso tubular de bamba donde se guar- da el jarabe. Cuando novicio, el shaman tiene que consumir dosis considerables de tabaco licuado para conjurar la presencia de sus sobrenaturales esposa, hija y sobrina del tabaco; pero, conforme vaya teniendo mas experiencia, le bastard con pasar la lengna por el tapén de su recipiente de tabaco para obtener los mismos efectos. Los mismos métodos que sus contrapartes masculinos usan las shamanes mujeres para conjurar la presencia de sus “hijos” e “hijas” tulelares (Elick 1969). En Ja Guyana, sobre todo entre los caribes, el tabaco bebido en forma de jugo es esencial para las practicas curativas y para al- canzar los trances de éxtasis. Aqui, como en todas partes, “el hombre debe morir antes de hacerse shaman” (Wavell, Butt y Epton 1966:48). La crisis iniciatoria del aspirante a ser lo que se llama shaman de tabaco se provoca mediante un prolongado ayuno a base de tabaco licuado. Es la timica forma en que se hara capaz de ser admitido en el mundo de los espiritus, y de usar el tabaco co- mo ellos lo hacen. Mas, perteneciendo el tabaco a la jerarquia de los espiritus de los cerros, los shamanes akavaios van a bus- carlo y a recogerlo, gracias a sus’ especidles poderes, en la cumbre de las montafias. Y nadie mas que ellos puede hacer uso de él, ya que el tabaco de la montana es originalmente don de un espiritu. Uno recnerda con esto que los shamanes jivaros van también a bu: car matas de tabaco semi-silvestre para usarlo en sus ritos. En las sesiones de cura, para conjurar la presencia del “viejo”, ao espirita del tabaco, el shaman bebe antes grandes cantidades le jugo: * Entonces se deja oir cl espiritu del tabaco con su resoplido caracteristico. Se lo imaginan como un anciano. Al resoplido 12 z sucede inmediatamente el ruido que hace el espiritu al acercar- se a beber por su intermediario el sham4n. Este tiene, para el efecto, cerca de si una taza rebosante de jugo. Los espiritus se presentan uno tras otro para beber, por turnos, del jugo de tabaco. Mediante sonoros y elaborados ruidos que semejan los de tragar, chupar y escupir, se simboliza que el espiritu que en ese momento posee al shaman esta sorbiendo su ra- cién de tabaco. Si el espiritu del tabaco puede seducir a los demas espiritus es porque a éstos les pasa lo que los akawaios confiesan acontecerles a ellos mismos, esto es que no resisten la atraccién del tabaco. Tan pronto como un espirita bebe del jugo de tabaco, se pone “alegre” y contento, y pucde ser inducido a ayudar al shaman, condescendiendo a dejarse in- terrogar (Wavell, Butt y Epton 1966:54) Para entrar en éxtasis el shamAn sorbe tabaco por la nariz y, en cuanto se halla embarcado en su viaje sobrenatural, le sale al en- euentro su espiritu, su mujer y asistente, la clarividente pajaro-mu- jer. Entre los dos buscardn la compatiia de los espiritus que puc- den ayudar al shaman en la curacién del enfermo. Fl vuelo del shaman se hace posible mediante el esfuerzo combinado del espiritu del tabaco y de la asistente pajaro-espiritu (cometa-cola- de-golondrina). La segunda es quien le proporciona al shaman alas m4gicas que éste, al regresar de su viaje cosmico, tiene que devolver, recuperando asi nuevamente su forma humana ordinaria. También, entre los indios de la Guyana, hay curanderas que se valen del tabaco para comunicarse con el mundo de los espiritus; pero, en esta drea nororiental del complejo del tabaco hebido, faltan los ritos de la bebida comunal del tabaco que hay en otras partes de Suramérica. Tabaco en mascadura El uso de mascar tabaco se halla localizado, sobre todo en el centro de Ja Guyana y el Caribe, en la regién del Alto Amazonas y entre las varias tribus del Gran Chaco; pero su difusién entre los indios de Surameérica es mds bien esporadica. Se sabe que los antiguos chibchas y los goajiros de Colombia acostnmbraban mascar tabaco, Como Zerries (1964:99-100) y otros autores ‘han sefialado, la distribucién irregular de la practica y su acusada presencia en Jos pueblos “marginales” y “submarginales” constiyuyen un indice de que su antigiiedad es remota. Cuando se masca tabaco, el jugo naredtico se traga y la nicotina pasa al sistema a lravés de las paredes estomacales. Lo corriente es que el usuario mezcle las hojas de tabaco picado, o en rollo, con otras sustancias de naturaleza alcalina, tales como las cenizas del fog6n, tierra negra nitrada, o concha pulverizada. Estas se afaden simplemente al puiiado de picadura, o bien se despolvorean sobre 13 el rollo de tabaco verde o reseco que el usuario tiene en la boca, de ordinario contra la encfa superior o inferior: Las ponen, antes de usarlas (hojas de tabaco), en una cuia (olla) con poca agua y, después, junto al fogén, las mezclan con ceniza hasta que se resecan, Por lo comin, agarran unas tres hojas, las sacuden para quitar la ceniza, y las enrollan una sobre Ja otra. Si son demasiado largas, las doblan tantas veces como sea necesario, hasta que forman una especie de chorizo alargado, el que, después, se meten en el pliegue inferior del labio (Bio- cea 1970:135). Tos«efectos sicotrépicos del tabaco mascado pueden, al parecer, ir desde leves a muy severos. Nosotros, sin embargo, que vivimos entre los yanoamas del Alto Orinoco, donde tanto hombres como mujeres mascan tabaco continuamente y durante largos espacios, jamés observamos que resultara de dicha practica ninguna intoxica. cién aguda. Nimeuendaja (1952:104), en cambio, vio temblarle las piernas y desplomarse de espaldas a un shamén Tukuna que estaba chupando a dos carrillos sendos trozos de tabaco. Amerigo Vespucci, en lo que pudiera bien ser la primera observa- cién conocida de esta costumbre en el Nuevo Mundo, en una carta fechada en 1504, le escribfa a su amigo Piero Soderini que los indios de la isla Margarita “tenian cada uno los carrillos col- mados con cierta yerba verde... y cada uno llevaba suspendidas del cuello dos calabazas sccas, Ilena la una con la yerba misma que tenfa en la boca y, la otra con cierta harina blanca que parecia polvo de yeso” (Brooks 1937:189) *. El perplejo explorador pronto ha- bria de descubrir que, en esta isla donde escasea el agua, los pescadores nativos mascan hojas de yerba para matar la sed. A pesar de que la costumbre parece ser mas bien hedonista entre los yancamas de la Guayana, donde tanto adultos como menores de ambos sexos mascan —o, mejor, chupan— tabaco constante- mente, se da, sin embargo, el caso de que a los agonizantes se les suele poner en el pliegue inferior del labio un ‘ltimo rollo de tabaco, a fin de que a Rayo y los otros espiritus del mas alld los puedan reconocer. Mas, fuera de esta costumbre obviamente ritual, hay suficiente evidencia en otros lugares de que las ideas magico- religiosas estén estrechamente asociadas a Ia masticacién de tabaco. Asi, aun en sitios donde el tabaco mascado se aplica a fines medi- cinales, el propésito es muchas veces alejar los malos espiritus que han causado [a enfermedad del paciente (Bernal Villa 1954:237). También usan el tabaco mascado los shamanes para espantar cl arco iris y para que los nifios, asi, no sufran de sarna. En algunas 1, Algunos eruditos sospechan, sin embargo, que las palabras de Vespucci, publi- cadas ca 1507 por Waldscemiller, se referian a la coca de mascar y no al tabaco. 14 tribus, como es el caso de la tukuna, los que mascan tabaco son, sobre todo, los shamanes negros. La finalidad —ya se dijo— es que los espiritus ayudantes entren en ellos y los provean de esos mi- ial racvectlics que’ caisentantermedates (Niaendelaiouertaa)t Tabaco en polvo La inhalacion de narcéticos es una costumbre tipicamente del Nueyo Mundo y que sélo se extendié al Viejo en la época post- hispdnica, concretamente con el rapé de tabaco. Dicha costumbre en América, estaba localizada principalmente en Jas regiones occi dentales y, de manera especial, en el hiimedo valle del Amazonas. Actualmente, entre los tacana de los Andes bolivianos, los shamanes contintian empleando, para repeler magicamente a los demonios hostiles y a los espiritus que acarrean enfermedades, tabaco en polvo, Suelen soplarlo contra sus adversarios sobrenaturales (Hit Hahn 1961). En México y Norteamérica actuales se han regi sdlo unos cuantos casos dispersos de inhalacién de tabaco; durante el tiempo de la conquista, los mexicanos usaban piciétl (Nicotiana rustica) pulverizado, si bien, més que para inhalarlo, para aplicarlo externamente al cuerpo de los enfermos. En Suramérica, la inhalacién de tabaco se practica, sobre todo, en el Guaporé, por las tribus arawakas de la Montafia y por las tribus del Juruaduris de habla panoano; pero el rea de difusién se extiendé también hacia el sur, abarcando a los que hablan nechua en el centro y en el sur del Pera, y a los grupos aymaras de Bolivia, Focta de ésta, que es la regién principal, Ia inhalacién de tabaco parece haber sido exclusiva de unas cuantas tribus de la cuenca del Orinoco y de las Indias Occidentales (Zerries 1964:96). En muchas partes de Suramérica se usaban antes (y se usan hoy) especies como la Virola y la Anadenathera en la preparacion de poderasos polvos alucinantes (Schultes 1972:24-31); pero, como el mismo Schultes ha scfialado en otro lugar (1967:292), no hay duda de que el rapé de tabaco ha servido extensamente como narcético. Aunque se han registrado diversos casos cn que cl rapé se mezclaba con la coca (Frythroxylon coca), lo corriente es que se usara solo, o bien tinicamente complementado con otros polvos de indole sicotrépica. Si algo sugieren la relativamente difundida costumbre de inhalar tabaco y su peculiar relacién con las técnicas shamdnicas de éxtasis y adivinacién cs que su antigiiedad debe ser muy remota. En todo caso, es mas probable que haya existido antes de las grandes civi- lizaciones andinas, que no que sc haya originado con ellas y difundido después entre los pueblos menos complejos de la Montafia. Aunque hay datos deque, en los primeros tiempos de la conquista, sé prepataba a veces un polvo de tabaco, no con las hojas, sino con la raiz de la planta, lo ordinario fue que se pulverizaran las hojas secas. Las razones farmacolégicas porque, a veces, se mezcla 15 cenizas vegetales en el rapé son, posiblemente, las mismas por las que se echa ceniza en los polvos de Anadenanthera o de Virola, y cal en la coca. Por lo que alate a las formas en que sc inhala el rapé, hay quienes lo hacen sin instrumento alguno especial, y hay quienes se sirven de un tbo que puede ser recto o ahorquillado. Este puede servir, ya para inhalar a través de él cl rapé, ya para soplar cl polve en las fosas nasales de otro sujeto. Técnicas e instrumentos. muy parecidos se emplean para inhalar polvos de Anadenanthera y de otras drogas, El rapé se toma a veces, como el jugo de tabaco, con fines pro- fildcticos, por higiene; pero sirve también, en ciertas ceremonias, para sellar alianzas de paz. Sn principal funcién, sin embargo, tiene qué ver con ciertos ritos shamdnicos, como cuando en la cura magica el curandero sopla rapé en las fosas nasales del enfermo, 0 como cuando se lo administra a los participantes en ciertas ceremonias. Hay datos de que los shamanes otomacos han inhalado rapé (mez- clado probablemente con Anadenanthera) para obtener en snefios revelaciones proféticas de los espiritus. Por el contrario, entre los seis distintos ingredientes que los tukuna ponian en su rapé, prepon- derantemente distintas cenizas vegetales, no se inclula el paried (Anadenanthera). Entre estos indios —hay que notar de paso— el mascar tabaco caracteriza a los shamanes negros, y el inhalarlo se practica exclusivamente en conexién con la ceremonia de los instrumentos musicales sagrados. La trompeta sagrada, por ejemplo que se toca en las ceremonias de iniciacién de las nifas 0 para espantar a ciertos demonios e “inmortales” invisibles, sélo pueden soplarla los hombres y los nifios mayores de siete afios que ya han sido iniciados en cl uso del rapé. Este suele tomarse en el sitio donde el sagrado instrumento se halla escondido de la vista de las nifias y las mujeres. Es el lugar, asi mismo, en que los hombres caen en éxtasis para comunicarse con esos espiritus protectores de os instrumentos sagrados y que, ademas, son los que ayudan a ase- gurar la proteccién magica de las jévenes adolescentes y las mujeres. Dicho lugar es, en fin, cl mismo donde los nifios, cuando les cambia la voz, son tradicionalmente iniciados en la pubertad por medio de Ta observancia de ciertas formalidades. Se les segrega, entonces, del grupo y, bajo la influcncia narcética del rapé, se les inicia en los misterios de Ja trompeta sagrada (Nimuendajti 1948:718). Lo corriente entre las tribus del Guaporé es que el rapé se use, 0 combinado con el polvo de Anadenanthera, o después de éste. Valiéndose de unos tubos de bambi de dos o tres pies de largo, los shamanes soplan en las fosas nasales de su paciente el rapé, y lo inhalan ellos también. La embocadura de dichos tubos se adorna, a veces, con una cabeza de pajaro. Entre los aikana, dicha cabeza de ave puede tener por afiadidura un par de ojos, los cuales supuesta- mente habr4n de facilitar la vision del shaman en el mundo de 16 los espiritus. Durante sus trances, los shamanes tupari se comunican con los shamanes ancestrales, los cuales se le revelan, “arriba”, bajo figura a medias de hombres, a medias animalescas (Caspar 1952:287; 1953:158). Tabaco para fumar La de fumar, como se dijo ya, es la forma mds extendida y corriente en que se usa el tabaco. Para este fin, las hojas secas se enrollan en forma de cigarrillos y cigarros, 0 se meten en una pipa. Segtin Cooper (1949:527-8), “en los tiempos antiguos, antes o 1m poco después del descubrimiento —y, en gran parte, ahora también—, el uso de cigarros y cigarrillos era sobre todo caracteristico de la gran drea central del norte del continente, y de las vecinas Antillas y Mesoamérica, mientras el de las pipas formaba alrededor del sureste, el sur, el surponiente y el occidente, una especie de cinturén ancho, rodeado a su vez por otra faja periférica en la que no se usaba el tabaco”. Fl cigarro y la pipa son unas de las primeras formas en que los europeos presenciaron que se usaba el tabaco. Ast, dos marineros gue envid Colén a explorar la isla haitiana descubricron que los nativos fumaban unos cigarros de tabaco enrollado en hojas de clote sccas. Y Benzoni (1565:81), cuyas experiencias datan de 1541-55, dice: Cuando estas hojas (de tabaco) estén en sazén, cértanlas y hacen de ellas manojos que cuelgan junto al fuego do sus cocinas hasta que se resecan. Y, cuando les apetece usar de cllas, cn una hoja de su grano (mazorea de maiz) ponen otra (de ‘tabaco) y las aprietan en rollo. Después, encendido un extremo y metido el otro en los labios, chupan de él hasta que cl humo se les entra en Ia boca, en Ja garganta y en la cabeza, reteniéndolo alli lo mas que pueden por encontrar en ello placer. Y es tanto lo que se Jlenan de este humo cruel, fe debido a sus excesos, dan en tierra como muertos y qué- lanse alli privados la mayor parte del dia o de la noche. Otros se conlentan con aspirar de este humo sélo hasta atolondrarse, sin ir a ms. Habia, también islenos que inhalaban cl humo por la nariz, cos- tumbre ésta “muy perniciosa” que practicaban sirviéndose de un tubo recto 0 ahorquillado y que, segin Oviedo (1526), solian prolongar tanto, que quedaban los indios como atontados. Pero, aunque en general lo que primero y mas Tlamé la atencién de los europeos fueron los efectos fisicos que producia el fumar, a Benzoni (1565:82) no se le pasaron por alto algunas de sus funciones magico-religiosas. Dice: a En la Espafiola y en las islas restantes, cuando aukiee alguno de sus doctores curar a un enfermo, {banse al sitio en que habria de ministrar cl humo y, cuando se intoxicaba del todo, dabase casi por cumplida la cura. Y tornando, entonces, en si, contaba mil historias de haber estado cn junta con sus deidades, y otros tantos embustes. En la Suramérica de hoy, el humo de tabaco sigue siendo entre los funcionarios shamanes una técnica casi universal, que se extiende mas allé del area tabaquera. El hecho tiene que ver con la creencia de que el aliento del shaman esta cargado de un poder magico que el humo de tabaco hace mayor aun. El verdadero “poder del shaman frecugntemente se asocia con su alienta o con el humo de tabaco, atribuyéndose a ambos esas propiedades purgativas y revigorizadoras que juegan tan importante papel en las curaciones y demas practicas magicas” (Zerries 1969:814). “Recibe el poder del espiritu”, exclama el shaman tupi cuando insufla sobre su gente (De Léry 1592:281). “Brisa dadora de vida”, llaman los mbyé-guarani al humo de tabaco, ya que lo identifican como fuente de vida, atributo del dios de la primavera, patrono de los shamanes (Cadogan 1958:93). En términos generales, el humo de tabaco insuflado Bor tn shamén blanco, ya sea que lo haga sobre un paciente o sobre cualquiera que atravicsa un momento critico de la vida, o sobre objetos, como comida, siembras, rios y bosques, tiene invariablemente como fin principal purificar lo que se halla impnro o contaminado, fortificando al déhil y alejando el mal en todas sus formas. Asi_es como el shaman blanco de los waraos preside en uno de los antiguos cultos de fertilidad, viajando en su suefo o trance producido por el tabaco a la parle oriental del universo, a la Casa de Humo de Tabaco. El puente celestial de humo de tabaco que 4 frecuenta y mantiene entre su comunidad y la casa del Espiritu- P4jaro del Oriente es un canal de energia que garantiza la salud y_la vida larga en la tierra. Bajo la proteccién de un shaman blanco, nadie puede ser lastimado, aun cuando otro shaman hostil Ie “dispare” un dardo cargado de enfermedad. Todo shamén que alimente como es debido a sus espiritus tutelares con humo de labaco puede contar con su ayuda para curar tales enfermedades y, al colocar su mano sobre la parte afectada del cuerpo de su paciente, los espiritus que le asisten diagnosticarén la enfermedad que hubieren causado las malas flechas, E] curandero, entonces, inhalando grandes bocanadas de humo de tabaco, la chupa y hace que cl dardo magico, viajando a través de su brazo, salga por un agujero que hay en su mano, donde éste “naceré” para que lo contemplen el paciente y sus familiares Los shamanes negros, en cambio, se oponen a la energfa prpductora de vida de los shamanes blancos. El humo de tabaco que ellos insuflan sélo sirve para matar y debilitar. Cuando cl shaman negro de los waraos enciende el cigar donde estan los espiritus de sus 18 ijos”, entona una cancién destructora. Los extremos de una cuerda de humo de tabaco que lleva él enrollada en el interior de su echo empiezan, entonces, a aparecer lentamente en las comisuras us sus labios. Cuando esos extremos Ieguen a su destino, el shaman dard una fuerte chupada a su cigarro, le dara vuelta y, metiéndose en la boca la brasa del cigarro invertido, soplaré a su través como si fuera una cerbatana. Las cintas de humo que se produzcan asf serdn las que transporten el mdgico proyectil hasta la victima. El dardo, entonces, penetrard en su cuerpo, la cuerda de humo de tabaco se cerrara, y el proyectil magico, Iegando hasta el coraz6n, Je dara la muerte. Pero el poder del humo que se emite por la boca no es privativo del sham4n. Mis amigos waraos me dijeron muchas veces que, si queria evitar que acudicran los espiritus, no deberia fumar en las inmediaciones del rio ni en la montafia. Los akawaios, entre otros caribes de la Guyana, suelen usar tabaco en sus rilos shaménicos y para insuflarlo sobre la gente, “porque tiene un espiritn excep- cionalmente fuerte y poderoso”. También acostumbran pata protegerse ellos mismos, sobre todo cuando se dirigen a la montafia, arrojar bocanadas de humo (Butt 1956). Cuando los tukanos invocan secre- tamente y con gran picdad cl cspiritu de un animal, recitan un ensalmo y lo combinan con humo de tabaco. “En toda clase de invocaciones, el humo de tabaco es el medio mds importante, ya qué es el que trasmite directamente la siiplica (0 el maleficio, segtin el caso) ...Combinada con el uso del tabaco, la invocacién es tal vez la actitud ritual més a menudo observada por los individuos” (Reichel-Dolmatoff 1971:153, 155) Dentro del marco ideolégico de muchas culturas indigenas de la América del Sur, puede tomarse casi al pie de la letra el concepto de que existe una energia productora de vida que se asocia con el humo del tabaco y, en general, con toda clase de tabaco. Segin el simbolismo religioso de los tukanos, por ejemplo, el tabaco tiene earacteristicas seminales: Fumar, con su complejo simbolismo, combina el acto de mamat con un simbolo falico, el cigarre, y otro ulerino, la brasa, viniendo a ser Ja ceniza como el “tesiduo”. Fumar, ademas, es bogd, un elemento fertilizador que se levanta de abajo para arriba y que une la Via Lactea con el gran bogd universal, La menuda semilla del tabaco tiene, asi mismo, un significado seminal. Y, cuando se usa el porta-cigarrillo ahorquillado, es mas claro su simbolismo sexual; la unién félica entre los varios planos superiores e inferiores se logra cuando lo clavan en tierra como un eje cosmico (Reichel-Dolmatoff 1971:152). No cabo duda, pues, que el significado mas profundo del tabaco es el de fertilidad en su mas amplio sentido, ya que, al valerse cl hombre de este medio para comunicarse con las esferas sobrena- 19 turales, sea cuando invoca o cuando quicre curar, sea cuando se jnicia en una ceremonia o cuando busca una vision o un. éxtasis, lo que persigue siempre es Ia fertilidad. Lo que uno inevitable- mente se pregunta es, desde luego, cémo Tlegs el tabaco en. sus distintas formas a adquirir de un modo tan total ese papel. Una explicacion meramente farmacolégica es probable que resultara més facil y sencilla que una religiosa, ya que los datos etnograficos relatives al sentido metafisico del tabaco son escasos. No tanto, sin embargo, que no se puedan hacer algunas observaciones tenta- livas y generales. Notas finales Lo que se ha puesto cn evidencia es que, tomese como se tome, el tabaco tiene un papel central en el shamanismo y religién de Suramérica. Como los hongos sagrados, el peyote, las morning glories, la Datura, la ayahwasca, los diferentes polvos sicotomiméticos y toda una serie de otros alucindgenos del Nuevo Mundo, el tabaco se ha empleado antafio y hogatio por los shamanes para fines purgativas, para la cura sobrenatural, y para alcanzar estados de trance. En comparacién, mascar tabaco parece un modo de consumo menos cfectivo para lograr dichos fines que, por ejemplo beberlo e inha- larlo por Ja nariz. Fumar, en cambio, es definitivamente la técnica mas difundida y la que mas se destaca por sus funciones fisiolégicas y metafisicas. Esto puede tener varias explicaciones, Como portador volatil del alealoide nicotinico, el humo resultaba, desde luego, fa- cilmente compatible con las creencias preexistentes relativas a los poderes exhalatorios de los shamanes. Con el humo, ademas, se hacia visible cl alicnto del shaman, y en consecuencia, las fuerzas benévolas 0 malignas, segin el caso, emanadas de él. Confluyendo, por fin, en el humo del tabaco fuego y aire mezclados, aquél adqui- rid la densa y antitética complejidad simbélica del incienso, lazo unitivo de tierra y cielo mediante el fuego. Lo desmaterializado del humo, por otra parte, lo hace el ideal y més apropiado snstento de los espiritus. Liquide, como lo siguen usando los jivaros, par ejemplo y los conihos y caribes de la Guyana, no hay duda de que el tabaco lo capacitaba a imo para propiciar y visitar el mundo de los espfritus ¢, inclusive, para pro- vocar una Iluvia de bendiciones sobre los hombres; pero, una vez que se empezd a usar cl tabaco en su forma de humo, inmedia- tamente tuvo que descubrirse que era cl camino mas expedito y directo hacia los espirilus y, en consecuencia, se transformé en la oftenda sacrificial preferida para los dioses en muchas partes del Nuevo Mundo. Segim una creencia muy extendida, dioses y espiritus apetecen tan desordenadamente el humo de tabaco, que son incapa- ces de resistirlo. En consecuencia, como no existe otro humo de tabaco que el que produce el hombre mediante el fuego, los seres sobrenaturales resultan dependiendo de los humanos en un sentido muy real para obtener un sustento y pan favoritos. Pero, en esto, 20 no deja de haber también un caso de tansferencia, ya que se attibuye a los dioses y otros espiritus la misma aficién que sienten por el tabaco muchos shamanes, Tal parece, pues, que, asi como el shaman de tabaco warao necesita fumar con una urgencia fisiolégica y sicolégica apremiante, de la misma manera los dioses aguardan con ansiedad de adictos su ofrenda de humo, dandole al hombre sus beneficios en trueque de la droga. Definitivamente, otro tipo de ofrendas, como aguamiel, casiri, harina de moriche, ete., no constiluyen un sustituto adecuado. Sin embargo, seria equivocado interpretar como una profanacién esa transferencia a los dioses del habito de fumar del shamdn, ya que el cardcter esencialmente shamdnico de los seres supramundanos (con su aficién al tabaco, por ejemplo) se debe precisamente a su origen: tanto los dioses como los otros habitantes de la ¢sfera meta- fisiea son, ni més ni menos, shamanes antiguos que, al morir, se transformaron en espiritus puros. Si el tabaco es, de wna manera indirecta para el hombre, una esencia productora de vida por cuanto que le permite cl acceso a los poderes protectores del mundo del espiritu, para los dioses lo es de una mancra directa. Por eso, si el humo de tabaco no fuera su comida y sustento, los dioses no lendrian que depender del hombre, su unico provecdor. Hasta la Madre del Tabaco, que producia un humo muy sui generis y que guardaba las hojas en una calabaza de la que sacaba de tiempo en tiempo su vital ali- mento, segtin el mito Munduruci, murié tan pronto como el humo generador de vida se le agoté (Kruse 1951-52:018). Esa relacién del hombre con los espiritus como su abastecedor de alimentos se ha registrado y documentado en muchas tribus de Suramérica, desde el Brasil al Caribe y desde el Atlantico a la Montafia. Asi, se dice que los espiritus de los indios de la Guayana se vuelven “locos” por el humo, en virtud de lo cual los shamanes los controlan y manipulan con ofrendas y comidas periddicas de tabaco. Pero, esto que se dice sobre todo del humo, puede aplicarse también a los otros usos del tabaco que, al parecer, fueron anteriores a la invencién del fumar, y de manera particular, al jugo y al rapé de tabaco. De alli, cl caso del shamdn que persuade a la sobrena- tural Mujer del Tabaco de los akawaios a que ofrende “un trago de jugo de tabaco... a Imawali, que representa la principal jerar- quia de los espiritus de la naturaleza”, a fin de disuadir a los otros seres sobrenaturales del monte y de Ia vegetacién de causar daiios y enfermedades a los miembros de la tribu (Butt 1965-66:170). el del shaman waiwai, que alimenta con humo de tabaco una piedra magica para conjurar la presencia de sus propios espiritus ayudantes, cuyo sustepto es el tabaco (Fock 1963:126). Los waraos, como se dejé ya indicado, se pasan una buena parte de su vida propiciando a los numerosos Espiritus Supremos que se Haman Abne- los, y a cierto espfritu femenino que se llama Madre del Bosque. al Su habitacién comin son las montafias del Mundo que estan en los puntos cardinales ¢ inter-cardinales del universo, y exigen que Ja gente los sustente con humo de tabaco. Como los Balam de las cuatro direcciones en el universo maya, los dioses waraos consumen unos cigarros descommnales y su buena disposicién para con los hombres depende de la medida en que éstos se los hacen propicios con tabaco, harina de moriche, miel, pescado y cangrejos. Sin em- bargo, de todas las ofrendas, la tinica que los dioses se guardan pata si por serles propia es el tabaco. Si se descuida esta vital ofrenda, los espiritus se valdran de sus mégicos proyectiles para sembrar entre los hombres la enfermedad y la muerte (esto es, que se porn como shamanes negros, en este caso de una clase mas poderosa) Para sustentar a los dioses, el shamén warao mantendra vertical su largo cigarro y, apuntando con él a donde se encuentran los Supremos Espiritus, después de dar una profunda chupada, se tragard ol humo. Se ofrenda humo también a la maraca sagrada, ya que ¢l piritu de las piedras que tiene adentro exige, asi mismo, humo de tabaco. Como sucede entre los tupinambas del Brasil, la maraca Warao es una cabeza-espiritu a la que cabe consultar como si fuera un ordculo. Los tupinambas, empero, en vez de insuflar el humo adentro de la maraca, como hacen los waraos, queman adentro las hojas y se ponen en comunién con sus espfritus inhalando el humo que emerge a través de los orificios de la cabeza-espiritu (Métraux 1928:67; Wilbert 1972b), Semejante parece ser el concepto de los munduructis, cuyo shaman inhala las nubes de humo de tabaco que arrojan sobre él, a través de sus respectivos cigarros invertidos, los colegas curanderos, Durante el trance subsecuente, cl shaman alimenta a la Madre de los Animales de Caza con atole dulce de yuca (Murphy 1958:40). En un con- texto parecido de caceria magica, muchas otras tribus brasilefias propician a su Sefor (o “Duefio”) de los Animales (Barbosa Ro- drigues 1890:9, 12) No hay por qué repetir que el shamdn de los campos de la Montafa peruana tiene que alimentar a diario con jarabe de tabaco una piedra sagrada. Harner (1973:163) refiere que entre los jivaros el shaman trata de asegurarse, mediante ofrendas de tabaco periddicas, la beneyolencia de sus espiritus asistentes. Estos se le revelan, cuando se encuentra bajo los efectos de la Banisteriopsis (ayaluasca), en “ima variedad de figuras zoomérficas que revolotean sobre él, y¥ que, posindose en sus hombros y emergiendo de su piel lo ayudan a chupar el cuerpo del enfermo”. Para mantener alimen- tados a estos espiritus, y para que no les falte voluntad de ayudarlo ni lo abandonen, el shamén tiene que beber jugo de tabaco cada cuatro horas. 22 En suma, sobre la base de un hecho tan extendido, es dable suponer que entre los indios de Suramérica el tabaco se consideré cominmen- te como un alimento propio de los seres sobrenaturales. Dichos seres y el hombre se necesitan reciprocamente, los primeros para obtener su alimento, los segundos para gozar de esa proteccién sobrenatural para su vida, su salud y sus bienes, que tnicamente los espiritus pueden proporcionar. Unos y otros desean, pues, como dicen los guaranies, que las cosas “lleguen a un entendimicnto” (Cadogan 1965:212), Para eso, para que se cumplan sus respectivas pero interdependientes finalidades, son precisamente utiles los ser- vicios del shamdn. Visto a esta luz, ademés, se pone plenamente de manifiesto que cl papel del tabaco es el de mediador entre los mundos natural y sobrenatural. Por un lado, el tabaco transporta al hombre al reino de los espiritus, donde puede aprender a “ver” cosas que estan mas alld de su campo éptico y participar de una vida bienaventurada, exenta del sufrimiento y del hambre y la muerte que hay en su propio mundo. Por otro, los espiritus y su esfera, gracias al tabaco, se sienten atraidos hacia esta tierra en que algunas bendiciones trascendentes de su mundo metafisico se derraman sobre el hombre. No es extrafio, pues, que los indios se tengan por dichosos en su humilde posicién de mortales. A pesar de los pesares, tienen algo de valor que ofrecer a los seres inmor- tales. Tampoco debe cxtrafiarnos, en fin, que cl tabaco en el mundo indigena se considere demasiado sagrado como para darle un uso secular o meramente hedonista. En Suramérica, pues, el tabaco ha sido el lazo de unién entre los mundos natural y sobrenatural, funcionando entre los dos como un principio efectivo, Eliminado el shaman y su ceremonial del tabaco, la humanidad y el espiritu del mundo perderian contacto y, tal vez, perecerian. Actualmente, bajo las diversas presiones de la acul- turacién y desintegracién de los valores tradicionales, cada vez son mds los indios y las tribus que abandonan la costumbre de alimentar a sus dioses con tabaco. Y tal parece, en verdad, como que los espiritus se han marchitado. Goma predecia una india cubeo, no esté lejano el dia en que los indios perecerin de hambre e imanicién y, entonces, “tinicamente ha de quedar el tabaco” (Gold- man 1940:243), Esta profunda dimensién metafisica del tabaco es la que los pri- meros exploradores, prisioncros de sus miopes prejuicios, jamds pudieron pescar, y la que —hay que confesarlo con tristeza— se nos ha venido escapando desde ese entonces. 8 EL TABACO Y EL EXTASIS Aunque el tabaco (Nicene spp), por lo comim, no se clasifique entre las plantas alucinégenas, su importancia entre los shamanes del Norte y de Suramérica es por todos bien conocida desde hace tiempo. Como el peyote, los hongos, las morning glories, la Datura, los polvos sicotomiméticos y tantos otros alucinégenos del Nuevo Mundo, el tabaco es usado por los shamancs para aleanzar ciertos estados de trance y, también, para la purgacion y medicina sobrenaturales. No serA, putes, un “verdadero” alucindgeno desde el punta, de vista bot4nico o farmacolégico; pero, conceptual y fun- cionalmente, opera como tal muchas veces. Como se sabe el tabaco, ha sido, desde el Canad4 hasta la Patagonia, una de las plantas medicinales y magicas mds importantes para los indios, algunos de los cuales lo emplean como yehiculo de éxtasis, destinandolo casi siempre y en todas partes —desde la época pre- histérica hasta épocas mas recientes— a fines estrictamente rituales. La secularizacién del tabaco, cada vez mas frecuente entre los indios actuales, la han inducido los europeos, entre los cuales sélo se conocié Ia planta después que Colén hizo su primer viaje: Pero cl antiguo significado ritual persiste, a pesar de todo, si bien asociado ahora al tabaco nativo. Asi, se da el caso de que muchas tribus reserven para sus rilos y ceremonias el tabaco. El tabaco, por consiguicute, es uno de tantos medios para alcanzar el éxtasis, y puede tomarse combinado con otras yerbas para inducir, como queda dicho, estades de trance narcéticos. O los shamanes pueden tomarlo solo, como tnico agente sicoactivo, para transpor- tarse al mundo celeste de lo sobrenatural, como el caso de los waraos del Delta del Orinoco en Venezuela. Pero esto no se sabia hasta ahora, porque, aunque ya desde los primeros contactos con los waraos se observé que sus shamanes: fumaban unos “cigarros” enormes, a veces de 50 a 75 centimetros de largo, el significado idco-cultural del tabaco entre los waraos jamas fue advertido, lo que resulta por otra parte muy natural. Pocos serdn los investigadores que esperan calar significativamente en una cultura extrafia durante esas temporadas tan breves que normalmente se asignan al trabajo de campo. Y, a este propésito, permitaseme citar mi propia experiencia. Mi temporada inicial de trabajo de campo, en 1954, apenas me permitié columbrar, en la complejidad religiosa de la cultura warao, la existencia de tres clases de shamanes y la de un culto que tenia su templo-sacerdote- idolo (Wilbert 1957). Por més de veinte afios me he dedicado, desde entonces, a trabajar con el shaman warao a quien debo la mayor parte del contenido de las siguientes paginas, y con el que me comunicaba al principio mediante intérprete, en espaiiol después, 24 y mds tarde en su propia lengua. No fue, sin embargo, sino hasta 1969 que é1 consintié en servirme de guia y conducirme, paso las paso, hasta las fronteras de ese complejo mundo religioso del mas all4 que se le abre al shaman cuando fuma intensamente tabaco. Los Waraos* De vida tipicamente ribereiia y pescadora, la mayoria de los waraos se _asienta en los esteros y sinuosos canales de la parle oriental del Delta del Orinoco en Venezuela. Hay, sin embargo, al poniente del mismo Delta, en las inmediaciones de Sucre y de Monagas, unos cuantos grupos menores y, sobre la pantanosa faja costera de la Guyana y de Surinam, otros que se asentaron al sureste del area principal de distribucién. En esta extension de aproximadamente 17.000 km*, cuya dificultad ha desalentado los avances afro-curopeos y los de las otras tribus indigenas, han vivido, pues los waraos como en una fortaleza desde la época prehistérica. Si siguen siendo en la actualidad de los pocos pueblos nativos de Suramérica cuya sociedad ha sobrevivido en un nimero sustancial, sin haber perdido su cultura tribal y, hasta cierto punto, libres de toda mezcla genética y cultural, ha sido gracias wnicamente a su aislamicnto geogrifico. Contando los cerea de 500 waraos que viven en la Guyana y en Surinam, este grupo tienc en la actualidad una poblacién de catoree a quince mil miembros. Seguin la gente warao, su tierra tiene la forma de un plato y esté rodeada por una cintura de agua. La boveda “escalonada” del cielo, que cubre el mar y la tierra, descansa sobre los cerros que hay en los cuatro puntos cardinales e intermedios, los cuales son el limite del mundo y, ademas, la casa de los cuatro Kanobos o Espiritus Supremos. Buena parte de Ia existencia warao se pasa en propiciar a esos seres a los que el hombre tiene que alimentar como humo de tabaco. En los sueiios 0 trances que se provoca fumando, el wishiratu o shamdn viaja hasta esos espfritus cuyo mensaje él trasmilira a su gente al volver en si, Todas las comunidades suelen tener una piedra sagrada a la que yeneran, que representa al mayor de los cuatro espiritus. La fiesta anual del moriche, o nahanamu, en la que suele presidir el shaman, ticne por objelo precisamente la propicia- cidn de los Supremos Espiritus a cuya peticion se celebra, los cuales protegerdn a la tribu si ésta obedece sus érdenes. Cualquiera de los cuatro Kanobos divinizados puede causar enfermedades, segiin se cree, y, por lo tanto, mostrarse disgustado y mandar su jebu (espiritu) para dafiar e incluso matar al sean: Doe tis expuestos a esos ataques suelen ser los nifios y el tinico que les pucde poner remedio, por ser el tinico que se puede comunicar directamente con los Kanobos, es a sacerdote-shaman. Para una descripcién mas detallada de la cultura warao, consultar Wilbert 1972 25 Aparte de él, los waraos tienen otros dos funcionarios religiosos de importancia: el shamdn “blanco” o bakanarolu, que todavia. presi- de un antiguo culto de fertilidad Hamado habisanuka, y e) shaman “negro” o hoarotu. Como veremos después, el bahanarotu viaja en suefios, o en esos trances que le produce el tabaco, a la parte oriental de la béveda césmica. También mantiene y frecuenta un puente celestial de humo de tabaco, que une a su comunidad con el Supremo Bahana (espiritu) del oriente y que les garantiza la abundancia sobre la tierra. En su papel agresivo de shaman, cl bahanarotu siembra la enfermedad y la muerte entre sus enemigos, arrojindoles ciertos dardos mdgicos; infortunios que sélo otro baha- naroiu amigo puede aliviar mediante el tabaco y la técnica shama- nicastradicional de chupar los cuerpos extrafios que causan la enfer- medad y que ha introducido magicamente el shaman maligno. Por su parte, el shamén “negro” o hoaroiu es quien mantiene, entre los waraos —que estin en el centro del universo— y los poderes del occidente, cierta conexién que se arruiné en la antigiiedad y que sdlo el hoarotu pucde restablecer. Entretanto, Ja subsistencia de los espiritus del oeste depende del shaman negro, quien, para procurarle Ia carne y la sangre humanas que necesitan, mata a sus ie con los magicos proyectiles que arroja ayuddndose del tabaco. Los waraos, pues, tienen tres funcionarios religiosos cuyos poderes shamdnicos se derivan de tes fuentes césmicas diferentes, y los tres pueden adoptar lo mismo un papel benévolo que uno maligno: el wishiratu puede causar y curar la enfermedad del jebu; el bahanarotu, la del haiabu, y el hoarotu, la del hoa. El humo del tabaco es el principal vehiculo terapéutico y de éxtasis para los tres, siendo una verdad general que ni la iniciacién ni el éxtasis ni la cura shamdnica pueden imaginarse siquiera, a pesar de las diferencias de concepto que hay en cada regién, sin la mediacién del tabaco. Pero, lo mas notable en esta abrnmadora importancia magica que se atribuye al tabaco es que, originalmente, éste no existia en el Delta del Orinoco, donde, siendo aun ahora’ sn cultivo poco corriente, el trueque y el cambalache han sido las formas normales de con- seguirlo. Asi, hasta’no hace mucho, fumar era una_prerrogativa exclusiva de los funcionarios religiosos y méagicos, los cuales se abastecian con los colonos criollos del occidente del Delta, o bien en la isla de Trinidad. Para esos cigarros descomunales con cuyo humo alimentan a los espiritus Kanohos y Bahanas, los wishiratus y bahanarotus necesitan grandes cantidades de tabaco; de alli que, atendiendo a que la propiciacién de dichos espfritus con humo de tabaco es una condicién imprescindible de la cultura intelectual warao, uno puede razonablemente pensar que el deseo de abaste- cerse de la planta sagrada es el que debié motivar sobre todo los viajes de los waraos al mar abierto y a las azarosas tierras fron- terizas. % Las cosas han cambiado bastante, sin embargo. Otrora los comunes mortales, temiendo provocar un indeseable encuentro con alguno de esos espiritus golosos de tabaco, no se alrevian a fumar; pero, hoy en dia, pocos son los waraos que no fuman a discrecién ciga- rtillos y tabaco de todas clases. Y hasta las mujeres, a la caida del sol, se permiten fumar con més 0 menos desenvoltura. Sin embargo, los largos “cigarros” indigenas son todavia privativos de Jos shamanes, distinguicndose de los nuestros —que son todos de tabaco —en que constituyen realmente un envollorio alargado y cilindrico de estfpula de palma de manaca, lamado wina moru en warao, en cuyo interior se aprieta el tabaco que ha de quemarse con él. Estos son los “cigarros” rituales, y jamés un shaman warao intentard siquiera alimentar a los Supremos Espiritus con “mixtura de Virginia”, porque el aroma del “perfume” extranjero les resul- taria ofensiva. (Ignorando este hecho, con ocasién de una cercmonia en el santuario, yo presenté como oftenda para los espiritus Kanabos un cigarrillo Camel, El shamén oficiante me pidid al punto gue lo sustituyera por otro de tabaco “negro”. Este, ademas de ser ms del gusto de los Kanobos, no tendria el ingrato aroma que despide el papel quemado). EL MUNDO SITAMANICO DE LUZ Y DE OSCURIDAD El Wishiratu Los cuatro espiritus supremos —tres hombres y una mujer—, que se aman Kanobos, “Nuestros Abuelos”, viven cn los confines del universo (aitona). Uraro, el Kanobo supremo, vive en el mundo de la montafia del sur; en la del este vive el Kanobo Ariawara; y, en la del norte, el Kanobo Warowaro. E] cuerpo serpentino del Kanobo femenino, Daunarani, la Madre del Bosque, vive en el surponiente y, en el sureste, su espiritu. En general, mientras los hombres se los hagan propicios con labaco, harina de moriche, pescado o cangrejos, e incienso, los cuatro Kanobos se mostraran benignamente inclinados hacia la humanidad y, después de aceptar con gratitud las ofrendas y quedarse sélo con él tabaco, que es su natural alimento, devolyeran el resto a la gente para que se consuma de manera rilual. Cuando esta perfu- mado con incienso, los Kanobos sienten particular agrado en el humo de tabaco, y podrian enojarse y mandar wishi (dolor) y muerte sobre la tierra, si el sacerdote-shaman omitiera por largo tiempo esa ofrenda. Concebidos como agentes materiales de los Kanobos, los wishi o, dolores son, no obstante, invisibles; pero el shamén puede controlarlos en virtud del poder que recibe de los Kanohos, y de alli que reciba el nombre de wishiratu, “ducfio de los dolores”. Fl principal poder del shaman estriba en eso precisa- 7 mente; aunque hay que notar que existen varias jerarquias de wishiratus, correspondiéndole la mas alta en la comunidad a aquél que tiene a sn cargo la custodia de la picdra sagrada. Dicha piedra, cuyas medidas no deben exceder normalmente de 30 cm. de largo por 10 cm. de ancho, y cnya superficie irregular se llama indife- rentemente “imagen del Kanobo, “Abuelo”, 0 “Hijo del Kanobo”, a pesar de estar totalmente en bruto, se la imaginan los indios como una cabeza de rostro bien delineado en cuya parte inferior trasera hay una llaga de la que mana sangre incesantemente, Y tienen, ademés, bien arraigada la creencia de que, si una persona ordinaria —de la tribu o de fuera— le pusiera la vista encima, se quedaria ciega instant4neamente. El mito del origen de la cabeza se remonta a ciewa primordial “vez primera” en que un shaman ancestral, preo- cnpado por el dolor y la muerte que azotaban a su comunidad, emprendié una fatigosa peregrinacién a una de las montafias sa- gradas que hay en los confines del cosmos para pedirle al Kanobo que le pusiera fin a la mortandad y que se fueta a vivir con su gente en vez de vivir aislado en su montafia. El Kanobo, no sélo accedié a la stiplica asumiendo la forma de la imagen pétrea sa- grada, sino que prometié, a condicién de que se le hiciera um sactificio inicial de diez hombres y de que la gente se compro- metiera permanentemente a hacerle ofrendas de humo de tabaco, que aconsejaria en el futuro al shaman y que se refrenarfa de en- viar sus penas. Mediante el acto de trasladarse a vivir en la casa de culto o templo de la comunidad en forma de imagen, el Kanobo traspasé al primer shaman y, por extensién, a todos. los wishiratus futuros, su poder sobre el dolor. Los diez elegidos para el primer sacrificio fueron tendidos en el suelo codo con codo, y el Kanobo les dio la muerte saltando sobre ellos. Desde el tiempo de este primer contrato cntre el wishiratu ancestral y el Kanobo, las comunidades waraos se identifican a si mismas como “Gente del Kanobo Karoshimo”, “Gente del Kanobo Ariawara”, © “Gente del Kanobe Warowaro”, de acuerdo con ¢l Kanobo que, segiin la tradicién local, haya sido el objeto de la primera peregrina- cién, Fl templo de la imagen del Kanobo suele ser una pequeiia cabafia de paredes de hoja de palma o de hojas de temiche entretejidas, que se alza lejos de las viviendas. Para cumplir con aquel compromiso primordial de ofrecer abundante humo sacrificial de tabaco, los wishiratus fuman de manera incesante unos “cigarros” que miden —como se dijo— de 50 a 75 cm. de largo, los cuales contienen varias hojas de tabaco bien enrolladas y rociadas con Ia fragante resina del Curucay o Tacamakaco (Protium heptaphyllum [Aubl.), llamado por los waraos arbol de shiburu. Ta oftenda de incienso se hace, ya en unos quemadores especiales, ya junto con el humo de tabaco, a cuyo efecto énvuelven unos granos de incienso con el tabaco del cigarro o, si no, mientras fuman, queman una bola de incienso sobre la brasa del cigarro. 28 Pero la obligacién del wishiratu no se limita a “alimentar” al Kanobo cuyo espiritu petrificado se hospeda en el templo de la aldea, sino que esti ademds, obligado a ofrendar tahaco e incienso a los otros Kanobos que viven en los confines del mundo. Para este fin, tiene que sostener verticalmente su alargado cigarro y, micntras chupa y se traga grandes bocanadas de humo, apuntar cn la direc- cién de los supremos Kanobos, Viajando sobre bien trazadas calles, los Kanobos suben desde la plataforma de baile en el centro de la aldea, hasta el cenit, donde vive un Kanobo menor de nombre Yaukware, que es quien los abastece con tabaco fresco. Desde el nadir, las calles se bifurcan sobre la curvatura del firmamento en direccion a los puntos cardi- nales ¢ intermedios del aitena, confin del universo warao, termi- nando las que levan a los Kanobos mayores en la cima de unos cerros sagrados que semejan troncos de arholes gigantes, sobre los cuales descansa —en un concepto reminiscente de la cosmologia mesoamericana con sus drboles que sustentan el cielo— la béveda del cosmos. Los Kanobos pueden viajar, por fin, sobre la linea circular del aitona que cifie las fronteras del mundo para visitarse entre si. Aunque el wishiratu transita por las mismas calles celestes, la que frecuenta mas es la que conduce a la montafa en que vive cl Kanobo patrén de sn comunidad y donde él mismo tiene una casita propia, Cuando el wishiratu desea verse con su Kanobo, viaja primero al cenit en el humo de su cigarro, donde, después de fumar mas intensamente, sc montara en el caballo volador (behoroida, literalmente “gran perro”) que lo Ievaré hasta cl aitona. Por en- tendido se da que sdlo los wishiratus bien preparados y establecidos —esto es, aquellos que llevan tres pares de penas (wishis) en el pecho y que han viajado con éxito en el trance de iniciacién hasta sus Kanobos— son capaces de efectuar estos viajes. Yaukware, ese Kanobo de menor rango que vive en el cenit, fue también otrora un wishiratu, cl que subié por primera vez a los cielos (Wilbert 1970:184-85). Este vivié con su madre, un hermano, su mujer y su hijo, pacificamente sobre la tierra, hasta que un dia sorprendié en adulterio a sn hermano y a su mujer. Lleno de profundo pesar, el wishiratu agarté su maraca, lamé a su hijo, y se senté con él sobre su caja shamanica. Encendié, entonces, uno de sus largos cigarros y, desoyendo las stplicas de su madre, ascendié lentamente con su hijo al cenit entre el humo de su cigarro shamanico. Desde alli, Yaukwaro manda dolores para dar muerte a los adilteros y causar enfermedades entre los otros waraos. En la actualidad, los wishiratus novicios tienen que aprender a fu- mar tabaco de manera que pucdan subir a la casa de Yaukwaro en el cenit, Después*de instruirse en el conocimiento especial de los wishiratus, y de salmodiar y ayunar por varios dias, recibe del wishiratu instructor un largo cigatto cargado de espiritus wishi, los 29 cuales habrin de ser los Kanobos espirituales del wishiratu joven y sus familiares especiales. El candidato se sume, entonees, en un profundo suefio de trance, y es asi como se encontraré embarcado en su viaje iniciatorio, siguiendo la “Ruta de los Wishiratus” hasta el confin del mundo. En este viaje inicial al Otro Mundo, el yuelo extatico mds crucial que el wishiralu jamas volvera a emprender, no sélo tendrd que superar obstéculos numerosos, sino que vera amenazada su propia vida por la constante posibilidad de que se interrompa su suefio tan bruscamente que su alma errabunda no tenga tiempo de regresar a su cuerpo. La consecuencia de una desgracia tal, ademas pe arete no para cjercer su oficio, muy pronto lo privarfa de la vida, Una vez que el wishiraiw abandone en cl trance extatico que le produce el tabaco Ia casa del Kanohbo Yauktware cn cl cenit, tomard una de las rntas que conducen a algimo de esos Kanobos que estan en el fin del mundo. La jornada es dificultosa y, si no fuera por un invisible sicopompo que va adelante mostrindole el camino y aconsejando al joven viajero, él solo fracasaria, La primera estacion en el camino seré una palma de manaca, del tallo de cuya hoja —como se dijo— los waraos sacan la cuticula con que hacen la wina 0 tubo de sus cigarros, Es el arbol shamanico por excelencia, y todos los wishiratus van a ese Ingar a grabar sus marcas en su corteza. Al novicio se le aconseja imitar a sus predecesores y se le dice que su marca se mantendra fresca mientras él viva. A continuacién, el alma viajera y su guia arriban a un sitio de muchos pozos, donde todo wishiratu viviente tiene su propia fuente para apagar la sed y purificarse, Esta se secard para siempre cuando su duefio se muera. Dejadas atras las fuentes, el novicio shaman yer al lado del camino otra palma de manaca, donde él, por primera vez, enrollar4 su propio cigarro shaménico (el anterior Jo habia recibido de su wishiratn instructor). Pasando adelante, el iniciado tendra que salvar un abismo Teno de tigres hambrientos, mandibulas erujientes de cocodrilos y tiburones enloquecidos, todos ansiosos de devorarlo. Fl novicio saliaré al otro lado agarrandose firmemente en un bejuco que hay colgado sobre el abismo. Pero la prueba no habra terminado alli. Todavia le esperan otros obsticulos adelante. El sendero se va a poner suma- mente resbaladizo, y él tendra que hacer enormes esfuerzos para guardar el equilibrio, porque por todos lados habré demonios amena- zantes armados con sendas lanzas, listos a darle muerte al novicio que se resbale. Y habré, después, cuatro paradas donde le esperan para probarlo sendos grupos de gente que eslaran preparando barbacoas de pecari, de venado, de tapir y de cocodrilo, respectivamente, gon cuya came invitardn al novicio. Pero, no importa cuan hambricnto se sienta y cuan fuerte sea la tentacién, él deberd declinar los ofre- 30 cimientos y aceptar sélo la carne de venado. Y con la misma fortaleza debera resistir, mas adelante, la tentacién de unas mu- jeres que hallaré haciendo pafios de corteza para cubrirse el pubis, y an las cuales no podrd demorarse y, mucho menos, tener tralo sexual. Una vez que haya vencido la fuerte seduccién de esas mujeres, aguardaré al novicio el pavoroso paso donde hallard, desplegado frente a él, el gavilan gigante que devora a los wishiratus jovenes. Su pico atrapa, sus garras son rapaces, y sus alas se extienden y repliegan. El novicio, sin mostrar miedo, deberd pasar sobre el ave de presa y cruzar por una gran pila de huesos blanquecinos que son la triste reliquia de sus menos afortunados predecesores. El aspirante a shamdn tendré, por fin, que saltar al través del paso que hay abierto en el tronco de un &rbol gigantesco, cuyas puertas se abren y cierran rapidamente. Como su guia y acompanante habré ya cruzado el peligroso pasaje, el novicio slo oid su voz del otro lado del tronco aditiols animos para que siga su ejemplo. Saltaré, entonces, por las puertas batientes y, al cruzarlas, contem- plara de un vistazo a una enorme serpiente de cuatro pintados cuernos y con una pelota al rojo en la punta de su lengua ex- tendida®, y a su sirviente, un reptil de cabeza humana, llevandose Jos huesos de los novicios que no pudieron cruzar el paso. Saliendo de alli apresuradamente, el candidato se encontraré en- tonees en el confin del cosmos, frente a Ja empinada montaiia de su Kanobo patron. Aqui es donde se le dard una casita s6lo de él para que se quede en el futuro, cuando en los trances que le provoque el tabaco venga a consultar al Kanobo, y aqui es donde con el tiempo, al final feliz de su vida de shaman en la tierra, vendra a morar para siempre. Gonsumado el encuentro de iniciacién en el fin del mundo con su Kanobo patron, cl joven wishiratu despertard de su trance transfor- mado en un hombre nuevo. Se habré traido consigo scis espiritus wishi que lo ayudarén a curar a aquellos que sufren de esa enfer- medad del espiritn que suelen causar los twishiratus hostiles. Y, en su maraca shaménica, transformados en cristales de cuarzo, Ilevara otros espiritus que lo asistiran en las curaciones extrayendo las wishi que causan la enfermedad. Con el tiempo, sin embargo, el joven wishiralu se ira familiarizando mas y mas con el complejo mundo de los Kanobos e ir aprendiendo a mantener sabiamente las buenas relaciones contraidas entre ellos y su gente. Esta ultima obligaci6n es una carga monumental que él Ilevaré sobre sus hombros, y que implica un ciclo interminable de observancias ri- tuales y de éxtasis producidos por el tabaco, con sus viajes consi- guientes a las fronteras del cosmos. Esto recuerda el antiquisimo y bien conocido motivo chino e hindi det dragéa celeste con su perla de los descos. =~ El Bahanarotu La historia warao “de su propio descubrimiento” como pueblo tivo su origen en la “Casa del Humo de Tabaco”, sacada de la nada or el “Pajaro-del-Alba Creador”. Y esta Casa del Humo es la cuna cl shamanismo “blanco”, Hamado bahana. Su materializacién por medio del humo solidificado de tabaco se realizé en virtud del acto consciente de un espiritu-pajaro que, en el principio del tiempo, surgié en oriente bajo la forma de un joven cuyo cuerpo radiante, asi como sus armas y su maraca shamvinica, estaban hechos de humo de tabaco, LA CASA DEL HUMO DE TABACO El joven, pucs, que habia surgido en el oriente, un dia extendid sus brazos y proclamé: —Yo soy Domu Hokohamana Ariawara, el “Pajaro-del-alba Creador”. En su ala izquierda llevaba un arco y_ dos flechas vibrantes; sacudia con la derecha una maraca. Las plumas de su cuerpo cantaban sin parar la cancién nueva para que se oyera en el oriente. El Pajaro-del-Alba puso entonces sus pensamientos en una casa y, al instante, la casa aparecié. Era una casa redonda y blanca de humo de tabaco, y parecia una nube. El Péjaro cantor penetré en ella voltejeando su maraca. Después quiso tener por compafiia a cuatro hombres con sus mu- jeres, La Casa de Humo tenfa ya en la parte oriental los cuartos que habitarian las cuatro parejas. Dijo cl Pdjaro-del-Alba: —Ven conmigo, Abeja Negra, a compartir mi soledad. Y asf, después de Megar la Abeja Negra con su mujer, se transfor- maron en humo de tabaco y se pusicron a cantar la cancién del PAjaro-del-Alba. Dijo cntonces el Piijaro: “Avispa, ahora te toca a ti, y Iegé Ja Avispa roja con su mujer, También se transformaron en humo y se agregaron al canto. “Comején, ahora tc toca a ti”, dijo el Pajaro-del-Alba, y el Comején y su esposa, cuyos cuerpos eran amarillos después de ocupar el euarto vecino al de la Avispa, se transformaron en humo y apren- dicron el nuevo canto. “Y ahora, Abeja Melera, de ultimo vienes ti”, dijo el Pajaro. Las Abejas, cuyos cuerpos cran azules, ocuparon el cuarto siguiente al del Comején y, como los otros, se transformaron en humo y se agregaron al coro, Exclamé, entonces, el Pajaro Creador: —Yo soy el Duefio de esta Casa del Humo, y ustedes mis_com- paiieros. Abeja Negra es el jefe, Avispa es el alguacil, los obreros 32 son Comején y Abeja Mclera. Aceptada esta disposicién, cada com- pafiero se acereé al Duefio y le pasé la mano por la cabeza, hombros y brazos, a fin de conocerlo directamente. Después can- taron y fumaron cigarros. Es asi como se transformaron en los bahanaraos, los sopladores de humo. Los pensamicntos del Pajaro-del-Alba se posaron, entonces, en una mesa de mantel blanco en la que habia cuatro platos en fila y, al instante, estas cosas aparecieron en el centro de la casa, hechas enteramente de humo. Dijo el Pajaro, poniendo sus armas sobre que se juega el Juego del Bahana‘, Sobre el plato de Abeja Negra aparecié, entonces, un cristal de roca resplandeciente: sobre el de Avispa, una bola de pelo blanco; sobre el de Comején, unas piedras blancas y, sobre el de Abeja Melera, humo condensado de tabaco, Son los cuatro elementos con que se juega el Juego del Bahanat. La Casa de Humo del Pajaro-del-Alba Creador es asi, pues, y asi es como Hegé a ser la cuna del hbahana, la practica shamanica de insuflar humo y de chupar las enfermedades, Est situada al oriente, equidistante de la _unién del cielo y la tierra y del cenit de la Boveda césmica. Empezd a existir mucho antes de que viviera ningim warao. Un dia, pues, aparecieron en el centro de la tierra un hombre y una mujer. Eran buenas gentes, pero de mente imperfecta. Mas he aqui que tenian un hijo de cuatro afios®, inteligente en extremo. Como ponia su pensamiento en muchas cosas, un dia lo puso en el Hoebo, ese lugar del poniente con olor fético de cadaveres, con sangre, lleno de oscuridad. “En el oriente debe también haber algo”, pensé el muchacho. “Algo que es Inminoso y con color”. Tomé, entonees, la decisién de marcharse y explorar el universo. Mas, aunque el cuerpo del muchacho era relativamente ligero, todavia resultaba demasiado pesado para volar, El nifio pensé mu- cho tiempo en esto, hasta que un dia le pidié a su padre que le pusiera un montén de lefia bajo la hamaca. Se pas6, entonces, cuatro dias sin comer ni beber y, por la noche del quinto después de prender la lefia con fuego virgen, se eché a dormir, Sucedié, pues, que con el calor que subia y el humo del fuego nuevo el espiritn del muchacho ascendié al ‘cenit. Una voz le decia: —Si- gueme. Voy a mostrarte el puente que va a la Casa de Humo en el criente. 4, Los principales agentes del poder del shaman son un cristal, una bola de pelo, lunas rocas y el humo de tabaco. Cada uno se identifica con un insecto y con tun color especificos y, como las flechas y otros objetos, pueden servic de Vehieslos migicos atsoledizoe para ttansportar lag enfermedades, Para la tée nicas empleadas pot log shamanes en 1a consumacién de esa hazana sobrenatural, ¥ para una descripci6n del "Jurgo del Babana", jugado en una especie de “sesién de tabaco”, ver un poco més adelante, 5. El cuatro es el nimero sagrado de los wataos, concepto que comparten con numerosas tribus indigenas del Norte y de Suramérica 33 Se EN eT Muy pronto se hallé el muchacho pisando un puente de gruesas cuerdas blaneas de humo de tabaco. Cuando a la zaga de su invisi- ble guia Megs a un Ingar muy cerca del centro de la béveda celestial, empez6 a ver wnas flores maravillosas que serpeaban a los Tile del pucute. cd uncareultts de belle enieree” Gleecel ince! amarillas y rojas al lado izquicrdo, hileras de flores verdes y azules a la derecha. Las balanceaba una suave brisa y, como el puente al que adornaban, estaban hechas de humo solidificado de tabaco. ‘Todo era didfano y apacible, El guia invisible condujo al muchacho a la Casa de Humo; pero, ya desde lejos, él pndo ofr el canto del bahanarao. EL pyente Ievaba directamente al umbral de la Casa de Humo en el oriente. Al escuchar desde alli la armoniosa misica, se puso el muchacho tan exaltado que tnicamente queria entrar inmediata- mente. —Dime quién eres —ordend una voz desde adentro. —Soy yo, el hijo de Warao, —gCudntos afios tienes? —Cuatro, —Puedes pasar —dijo hospitalario el PAjaro Creador, ya que cra él, el Supremo Bahana, quien habia interrogado al muchacho. Ta eres puro —afadié—, y no has tocado mujer. El_muchacho puso su planta en el interior de la Casa de Humo y saludé al PAjaro-del-Alba Creador y a sus cuatro compajicros, que habian salido de sus cuartos. Parandose, entonces, frente a la mesa en que estaban las cuatro piezas del Juego del Bahana con las armas encima, tuvo deseos de saber de qué se trataba. —zCuél de ellos te gustaria tener? —pregunté el Supremo Bahana. —Todos —dijo el muchacho,— el cristal, el pelo blanco, las piedras, el humo, y el arco y las flechas. Su respuesta fue de mucha sabiduria. —Quédate con ellos —asintié el Bahana. —Ahora, enséfiame tu linda cancién, El muchacho vio, al punto, emerger del piso de la Casa de Humo la cabeza de una serpiente con cuatro plumas: una de color blanco, otra amarilla, otra azul, y otra verde, Junlas cmitian un retintin como de campanas. La serpiente emplumada sacé su bifida lengua y dejé ver una esferita blanca, incandescente, de humo de tabaco. iYa sé el bahana! —exclamé exultante el muchacho. —Ahora que lo posees —dijo el Bahana,— eres un bahana-rotu. La scrpiente, entonces, se retir6, los compafieros insectos yolvieron a sus alcobas, y el muchacho se desperté de su trance extitico. Durante cuatro dias, y mis, se negd a comer lo que le daba su madre. 34 —Acabards por morirte —le decia cella, Pero él estaba muerto sélo aparentemente, Nada le apetecia, ni la harina de moriche, ni el pescado ni el agua; sélo la comida del bakana, el humo de tabaco. Al comienzo del quinto dia, el joven bahanarotu sufrié una extraiia uansformacién. Al principio slo su cabeza, sus pies y sus manos, estaban brillantes; pero, al final, sus brazos, sus piernas, todo su cuerpo se puso de un blanco incandescente. Aparecieron, entonces, alrededor de su casa unas gentes: diez parejas de gentes de Abela Negra, diez de Avispa, otras diez de Comején, y otras diez de Abeja Melera. Habia, ademis, entre cllos muchos hermosos nifios. —Esta vivo —exclamaron. —Me llamo bahanarotu— dijo el muchacho. Esta fue Ja primera vez que el nombre bahana se pronuncié en la ticrra. El bahanarotu, después, se construyé una casita, puso las cuatro piezas de su Juego del Bahana en wma canasta y, junto a ellas, su arco y sus flechas. Con el humo de sus cigarros hizo un sendero, desde el centro de la tierra, hasta el cenit donde empieza el puente que va a la Casa de Humo en el Oriente. Gomiendo muy sobriamente, el bahanarotu mantuvo la Jevedad de BieeeraisBl homo databace eankinuh «anda ad prnacel alimenia. Gomo muricron sus padres y no habia otro warao sobre la lierra, tomé en matrimonio a una linda muchacha Abeja, nifia como él. Pero, aunque vivian hajo el mismo techo, no dormian juntos. En la palma de sus manos, el joven bahanarotu empezé a notar que le salfan cuatro manchas oscuras, una en el arranque de cada dedo. ¥ desde all, formando un arco en sus brazos, le Hegaban al pecho donde estaban sus cuatro hijos —los pequenos insectos— poco a poco adquiriendo forma, unos senderos de humo. Abeja Negra, el Her- mano Mayor, estaba instalado sobre el Hermano Menor, Avispa, en la fuerza del lado diestro del pecho. El otro Hermano Mayor, Comején, estaba en el lado izquierdo, instalado sobre el Hermano Menor, Abeja Melera. Alli iban ereciendo cada vez mas, mientras el bahanarote no paraba de alimentarlos como humo. Para hacerlo, enrrollaba en el tubo de su cigarro cuatro tantos de tabaco, uno por cada uno de sus hijos. Y, como sus hijos aim estaban débiles, no dormia con su mujer, ya que, de hacerlo, habrian muerto los espiritus nifos y el bahana se habria desvanecido en la tierra. Por eso, la joven pareja guardé abstinencia sexual durante cuatro veces cuatro afos, hasta que los hijos del bahana estuvieron grandes y fuertes con el tabaco, Entonces, el bahanarotu creyé oportuno hablar con ellos, —Hijos mfos —les dijo les voy a dar una madre. No se me asusten. Esta noche Soy a mostratles su madre Cuando durmié por primera vez con su mujer Abeja, el bahanarotn se porté con mucho comedimienta, y solo le metié en la vagina la 35 cabeza del miembro. Los cuatro espiritus hijos contemplaron, enton- ces, a su fulura madre y les gustd, La madre, a su vez, mir6 en un suefio a sus hijos de blanco humo, y los hallé galanes y de su agrado. Durante las sucesivas noches siguientes, el bahanarotu fue entrando mas y cada vez més para adentro. Y asi fue como se formé la primera familia bahana. La Casa de Humo vio, entonces, volver a la gente insecto que habia estado viviendo alrededor de la casa del bahanarotu. —También nosotros deberlamos regresar —le dijo a su esposa el bahanarotu—. Esto est& demasiado solo. Empezaron, pues, a ayunar para aligerar sus cuerpos. Y, después de ogho dias de fumar y fumar, el bahanarotu ascendié. Su mujer lo siguié en seguida; més, apenas entraba en la Casa de Humo, Giaitel Supremo Bahana suftié un ataque. —Yo sé cémo ayndarlo —dijo la mujer y, aceredndose al Supremo Bahana, se transformé en un ave de mar negra y hermosa ®. Exten- diendo, a continuacién, sus alas, las sacudié como si fueran maracas y, mientras soplaba el humo de tabaco sobre el cuerpo convulsive de su paciente, con sus plumas lo apacigué suavemente. FE] Supremo Bahana se recobré, y dijo: Ti sf que eres un bahanarotu de verdad. No te vayas de aqui, Sinaka Aidamo, espiritu de los ataques. Asi se quedaron, pues, el bahanarotu y su mujer, fumando, tocando sus maracas, y cantando a coro con los bahanaraos, De esto hacia ya largo tiempo, cuando aparecié en el centro de la tierra mucha gente que no sabfa nada ni del bahana ni del puente que iba desde la aldea hasta la Casa de Humo de Tabaco. Preo- cupado por eso, el hahanarotu enrrallé entonces un cigarro con dos bahanas adentro, y lo apunté contra el joven escogido por él para recibirlos, El] Humo y las Piedras penetraron, respectivamente, en el lado derecho y en cl izquierdo del pecho del elegido, transfor- méndose el primero en el Hermano Mayor y en el Menor las segundas. Pero, al recibir su impacto y penetrar en su cuerpo los espiritus bahanas que habrian de ser més tarde sus ayudantes, el joven se desplomé como muerto. Al volver en si blandiendo sus armas y su maraca de humo de tabaco, las gentes se habian desvane ido, transformandose en Cangrejos de Rio y Duefios de la Yerra. Un dia, por fin aparecieron muchos waraos en el centro de Ia tierra, y el joven bahanarotu que era warao él mismo volvié a lanzar ols hers, Gade bs Coe do Humo, cl mismo par de espiritus bahanas. Esta vez, sin embargo, el joven recipiendario sobrevivié y legé a aprender el modo de hacer el viaje por el puente celeste. Probablemente cl ave que se cdnoce por el nombre vulgar de rabihorcado, Fregata Magnificens, 0, tambicn, como el Péjaro del Guerrero, cuyo ancho con Jas alas extendidas ‘cs de siete a ocho pics. 36 Alli se Je dieron abundantes consejos sobre qué hacer para preser- var sus Bahanas y usarlos bien. Por eso es que el bahana ha seguido en la tierra hasta nuestros dias, aunque ahora ya no es tan perfecto y tan poderoso como era hace tiempo, cuando el primer bahanarofu recibié los cuatro e: piritus ayudantes. Mas, comoquicra que sea, el bahana ha preva- lecido y sigue con mucha fuerza entre los Waraos. En forma abreviada, asi relata la tradicién el origen del shaman bahanarotu, y éste es el cédigo conforme al cual él regula su existencia consciente y, sin duda, también su experiencia sobrenatu- ral. Esto es, en substancia, lo que ol maestro le ensefia en las largas y fatigosas sesiones de iniciacién y lo que se graba tan proftmdamente en su alma que, cuando se le juzgue ya listo para su éxtasis inicial de tabaco, el mismo novicio podrd vivirlo repi- tiendo la experiencia shamdnica primordial. Dicho de otra manera, esta leyenda es el medio con el cual se condiciona culturalmente al candidato para aquella experiencia extatica especifica que él su- frira bajo los efectos narcéticos del tabaco. Cuando un joven decide haccrse bahanarotu, lo primero que hace es llevar un regalo a la casa de uno de los mas vicjos y respetados bahanarotus al que ha elegido por su maestro. Si éste accpta cl regalo, prepara a continuacién um cigarro con cuatro lacos de hoja de tabaco negro y le dice al aspirante: —Fiimatelo, y los cuatro bahanas que contiene vendran a abrirte el pecho. Se trata de Abeja Negra, Avispa, Comején y Abeja Melera. El primero Ic dard al fumador un fuerte golpe cuando inhale la primer bocanada, micntras los otros tres le rasgaran el cuerpo doloro- samente, No se cree que el humo vaya al estémago, ya que los espiritus bahanas suelen vivir cerca del corazén; pero ellos son los que purgan a los novicios de las comidas impuras. —Fimalo sin_prisa, muy despacito— suele aconsejar ¢l maestro bahanarotu, Mas te valdria estar limpio completamente. Con este primer cigarro se inician cuatro dias de ayuno y, una vez que haya terminado satisfactoriamente este periodo purgativo, cl hahanarotu novicio pasard todavia cuatro mas de abstinencia, du- rante los cuales fumard uno tras otro cigarros encendides con fuego virgen (esto es, con fuego que no haya servido para cocinar). EI noyicio cae, después, en trance o, como dicen los indios, “se muere”, Y, cuando se halla en ese estado, “de repente succde”. El inconsciente aprendiz, percibe, entonces, Jas vibraciones sonoras de los cuatro insectos, los espiritus bahanas, Estas van en crescendo asta que los Arboles. de la selva se transforman en gigantescas maracas estremecidas ¥ cimbreantes, cuya mtsica es un puro regalo para el ofdo. El novicio, cuférico y transportado con la inefable armonia, emprende entonces su primera jornada a Lravés del puente 37 celeste y de su arcoiris de colores. Leve como un copo de algodén, la brisa lo empuja hacia la Casa de Humo de Tabaco, donde se encontraré con el Supremo Bahana. Cuando despierte por fin de su éxtasis, el nuevo bahanarotu se apretard en el pecho su Humo Blanco y sus Piedras Blancas que Ie ha obsequiado el bahana. Pero, débiles atin y pequeiios, los espiritus necesitan mucho cuidado. Por eso, el joven bahanarotu comera poco y, en cambio, fumarié mucho, manteniéndose casto por mds de un mes y cvitando, ademéas, tocar sangre o respirar olores tales como el del pescado asado, cebollas, limones y aceite rancio. Asi, poco a poco se irin haciendo visibles en la palma de sus Manos unas manchitas cafés cuyo crecimiento es proporcional al de les bahanas en su cuerpo. Los bahanarotus actuales, empero, a diferencia del que fuera el primero, tienen tinicamente uma salida de bahana en cada mano, siendo alli por donde saldrén sus espiritus hijos para ayudarlo en los trances o en las sesiones de cura’. —Trgate este palillo ahora —ordena el maestro—, y deja que tus bahanas |o transformen. Fl palillo viaja a través del espiritu del pecho y, recorriendo el brazo del nuevo bahanarotu, “nace” ya de color blanco por la abertura mistica de la mano. La operacién vuelve a repetirse con idéntico resultado en la otra mano. —Trigate ahora los palos blancos —ordena el maestro entonces. Y, con esta accién, se consuma la ultima prueba en una iniciacién que ha tenido éxito. Los palos blancos pasaran a través de los bahanas del pecho y, recorriendo los brazos, naceran esta vez. en forma de cuentas de cristal blanco. —Ya han empezado a jugar los espiritus bahanas —observa el maestro. Satisfecho entonces del resultado, después de insuflar humo de tabaco sobre los brazos de su joven colega, lo exhortard a marcharse con la siguiente advertencia: —Si te baiiaras ahora, te ahogarias, y si cohabitaras con tu mujer, moririas. Tus hijos espfritus volverian a mi, de donde han salido. No uses tus flechas para hacer daiio. 7. Esta, naturalmente, es la forma cn que ven los iridios Jas cosas, aprehendiendo ellos con los ojos de Ia fe el fenSmeno shaminico como una realidad religiosa. Personalmente, me acuerdo de una ocosién en que los indios sanemas de Vene- zuela me dijeron que sus shamanes volaban y, crando menos, andaban flotando a cetca de un pie del suelo. Como yo opnsiers el reparo de que los vela andar exactamente lo mismo que los demis, me dijeron: “Pero eso es porque no entendés” (Wilbert 1963: 222). Uma experiencia muy parecida tuvo el P. Martin Dow brizhoffer, que trabajaba cntre los abipones del Paraguay a meffiados del siglo XVII, evando, al tatur indtilmente de convencer a los indies de que ra pura patraiia eso de que sus shamanes se convirticran en. tigtes, le respon dicrom: “Ustedes los padres no entienden de esto” (Dobrizholfer 1822; 78). Glaro esté que muchos bahanarotus, a pesar del consejo, arrojarin sus mAgicos dardos para matar o para causar_ enfermedades, ya que todos, sin excepcion, poseen este poder. Por la noche, sus ojos son capaces de ver esos proyectiles volando como meteoros. Ya saben ellos que, en algun sitio, un bahanarotu maligno se ha tragado un trozo de vidrio, una varilla, un cabello humano, una piedra u otro objeto cualquiera, y que lo est4 mandando para que, al entrar en el cuerpo de su victima, le cause una enfermedad. El procedimiento es sencillo. Después de tragarse el objeto elegido, el bahanarotu deja que le pase a través de a hahanas del pecho y que le Megue hasta la mufieca recorriendo sus brazos. Al Megar aqui, el objeto empieza a moverse con lentitud hacia la abertura de salida en la mano. El bahanarotu da, entonces, una profunda chu- pada en su cigarro, se lleva a la boca la mano con la mfgica flecha, arroja una bocanada de humo, y lanza hacia su destino el proyectil. Cundo un bahanarotu dispara de esta manera sus dardos migicos cargados de enfermedad, recibe el nombre de hatabu-arotu, “duefio del dardo”. La hora. normal para practicar esta magia ma- ligna es por la noche, cuando se puede seguir con la vista esa bocanada incandescente de humo de tabaco en que viaja la flecha. Su impacto resulta penoso siempre y puede herir indistintamente cualquier parte del cucrpo. Nada mas un bahanarotu benévolo tiene poder y conocimiento para extracrla*. Si se le llama’ para atender a un paciente, el bahanarotu no acude sino hasta la caida del sol, cuando el calor del dia se ha mitigado. Entonces, colocando su mano sobre la parte afectada del cuerpo del enfermo, diagnostica con la ayuda de sus espiritus bahanas la clase de mal que ha trasmitido’ la flecha. A continua- cién, inhalando grandes bocanadas de humo, chupa la parte enfer- ma y hace que el dardo magico, viajando a través de su brazo, salga por la abertura que hay en su mano, donde aquel “nacera” para que lo vean cl paciente y sus familiares. 8. Las cteencias waraos felativas al poder del shamdn para lanzar proyectiles cargados dle enfermedad, valiéndose del humo de tabaco. y usando el brazo a ‘modo de cerbatana que tuviera su otificio de salida en 1a palma de Ja smino, encuentran un paralelo estrecho en Ins de los caribes del Rio Barama en la Guyana (antes Guyana Inglesa). Gillin (1936: 173) dice que el shamia neéfito aprende estas vécnicas de su respective maesito, quien “coloca en la boca del novicio una piedriespiritu, extrayéndola de alli, después, tres veces a teavés del hombro y a través del brazo del candidato, a fin de formar ef tubo a través del cual se efectuarén los disparos". Y, en otto lugar (p. 140), afade: “Tienen la creencia de que hay un tubo, parecido sl cuidn de uns escopeta, que se extiende desde el cucllo del piaiven (shamén) hasta la coyan- tura del codo y, desde alli, hasta un pequeio orificio que se abre entre el arranque del primero y sepundo dedos... Cuando el piaiyen esti listo pata entrar en accién, con ® carga de “tiras” preparada més arriba del codo, inhala uns profunda bocinada de humo de tabaco, primero, y a continuacién extiende al brazo derecho en direcciéa a su blanco. Semin ellos, el axente fisico necesario Para arrojar ¢! tiro, es el humo de tabaco”. 39 Durante la noche, el bahanarotu maléfico se le revelara en suciios al curandero, y, después de explicarle por qué ha mandado sus dardos de maieficio, advertira a su victima que no lo vuelva a ofender. El convaleciente recibird el mensaje a la manana siguiente. Como su vista es capaz de ver en la oscuridad los bahanas, de vez en cuando, varios bahanarotus celebran una sesién de tabaco para jugar, frente a los espantados aldeanos, el sobrenatural Juego del Bahana. Entre Beside de humo, lanzan una tras otra a la escuridad de la casa las cuatro brillantes piczas de sus respectivos Juegos del Bahana, acto en que participan con gran deleite los cuatro espiritus, Dichas piezas suelen ser los ya mencionados “sim- bolgs del poder”: cristales de roca, cabellos, piedras y nubes de humo; pero, una bala, un pedazo de vidtio, o un botdn, pueden servir también de magicos proyectiles. Hstos flotan a la ventura en el aire, persigniendo indistintamente a cualquiera de los especta- dores; mis, como la cosa es en juego, no penetran en ningén cuerpo. Sin embargo, la gente que estd en el cuarto suele asustarse ante estas demostraciones del sobrehnmano poder shaménico, Guan- do el juego amenaza ponerse serio o escapatse de su control, in- mediatamente los “padres” de los errantes bahanas aman de vuelta a sus “hijos”. Con el humo de sus tabacos cortan entonces el yuelo de los espiritus, y los tornan a colocar en sus cestos. Todo bahanarotu hace frecuentes viajes a la Casa de Humo del Este, a donde irda morar para siempre cuando se muera, El Hoarotu El Guacamayo Escarlata (Ava chloroplera) es el Supremo Hoa, el espiritu que preside la Mansién de la Sombra que se llama Hoeho, y que se halla al oeste cn el fin del mundo. Es la morada de los shamanes “negros” o hoarotus difuntos, cuyas Animas son a medias humanas y a medias animalescas. En el aire flota ese aroma fétido que despiden los muertas y Ios cuajarones de sangre, y el desfile de hoarotus que Megan de todas partes de la tierra warao cargando sobre sus hombros cad4veres no tiene fin. Y asi, sin fin debe ser, si se quiere que el Hoa Supremo y su corte de espiritns contintien viviendo, el primero a base de alimentarse con higados y corazones humanos, los segundos devorando los cuerpos. En el Hoebo, ademés, los hoaraos van a apagar su sed en una inmensa canoa hecha con huesos humanos y rebosante de sangre. La Mansién de la Sombra ha existido desde el principio del tiempo y, desde entonces, el Supremo Hoa y su corte se han sostenido a base de sangre humana. Pero, antiguamente, se surtian de sangre mediante una especie de artcria 1» ombligo largo, la cual Megaba a través del agua, desde el confin del mundo en cl sccidente, hasta Ia aldea warao. Conectindose en el Hocho a una gigante masa roquiza (o de hierro) donde la iluminaban una luz blanca y otra amarilla, la arteria, pegada a la curvatura del arco celeste, ilegeba 40 al cenit para bajar, después, vertical sobre la plataforma de baile nla aldea warao. Dotado el extremo de este conducto con una brillante bola de Juz, por la noche buseaba las cabezas dormidas de los waraos para meterse, a través del craneo, a sorber en sus corazones Ja sangre viva. La sangre, entonces, por el conducto, corria a alimentar los espiritus del Hoeho, sin quo nadie se dicra cuenta de que existfa la arteria césmica y sin que ninguno de los Waraos muriera a consecuencia de la sangria. Se quedaban un poco débiles, es verdad, pero luego se recobraban, Un dia, empero, en un violento rapto de celos, cambié este estado de cosas. Desaparecié el canal celeste de sangre, y se transfor- maton los hearotus en tmicos proveedores de los espiritus que viven cn el mundo de sombras del occidente. Todo pas, mas o menos, de la manera siguiente Habia una vez un anciano llamado Miana (Sin vista) que, como su nombre Jo indica, no tenia ojos. Este vivia en la soledad del cenit, donde tuyo un hijo llamado, como la Mansién de la Sombra, Hobo, quien imitando a su padre aprendié a cantar para activar la busea de sangre del ombliyo celeste. Asi las cosas, un dia quiso Hogho visitar al Supremo Hoa, para lo cual padre e hijo cmprendieron viaje. A medio camino estaban, cuan- do empezaron a escuchar desde lejos el susurrante coro de los Espiritus del oeste y a ver las luces amarillas y blancas que traspasaban la oscuridad del Hoebo. Miana invité a su hijo: —Mira la arteria del hoa ahutu. Escucha su melodia. Cuando més ansioso cstaba el muchacho de llegar al Supremo Hoa, sus ojos descubrieron abajo, en la aldea warao, a una hermosa doncella, con la que, al punto, quiso casarse. Descendié de cabeza, pues, por el ombligo del hoa ahutu hasta la plata- forma de baile que estaba en el corazén de la aldea. Mas estaba asomando apenas, cuando un celoso enamorado de la muchacha le cercend la cabeza. La esfera que estaba al fin del canal de sangre, cayendo entonces en tierra, se desaparecio, y toda la gente sc puso enferma de pronto con retorcijones de estomago, 11] canal de sangre, entretanto, se encogié como un hule hacia el occidente ®, Cf. Wilbert 1969: 56.60. Un concepto notblemente paralelo fue resistrado Por Tozer (1907: 153) entre los mayas del sur de México: Segtin informes recogidns entre los mayas de los alrededorcs de Valladolid, ¢l mundo sctual se halla ahora en el cuatto petioda de su cxistencia, Ea ef Primero vivieron los saiyanwinkoob, los Ajustadores, que formaban la. primi- iva raza de Yucutin. Eran enanos, v fueron los constructores de les rains foda esta obra se hizo en fa oscuridad, antes de que existiera ningin sol, Mas, cuando aparecié el sol, estas gentes’ se transformaron en piedtas,.. Era gatonces cuando existia un camino suspendido en el ciclo, que iha desde Tuluum y Cobé hasta Chichen Ite y Uxmal. Dibon a ‘este sendero el nombre de Lusansam 0 sakbé (camino blanco), por concebitlo como una tripa (suon) alargada y viva (Aiswn), ena de sangre. Crefan que eta pot 4i Ast fue como se dafié para siempre la conexién entre los waraos y ese Hoebo que esté en el confin del mundo, en el occidente. Aunque el dnima de Hoebo signe flotando sobre la aldea, a poca distancia del cenit y ligeramente al oeste, el hilo umbilical no existe y, ahora, desde el cenit al Hoebo, nicamente queda un camino negro. Es el sendero que toman los hoarotus cuando evan a cuestas hasta cl oeste sus victimas humanas, a fin de que se alimenten, de corazones e higados, el Hoa Supremo, de cuerpos, los hoaraos que viven en el Hoebo. En sefial de suprema burla y desdén por la victima, el hoarotu siempre la lleva cabeza abajo, aga- trada_ por las rodillas de manera que el cuerpo se bambolee a su espalda. Los Rearotus no hallan precisamente placer en matar al prjimo con suettasgicow dards: perd, dem qué pataria In-hamantdad aigaeteet ellos de abastecer con carne y con sangre humana al Hoa Supremo y a los hoaraos del mundo oscuro del occidente? Todos y todo se acabarian, No hay mds remedio, por consiguiente, sino que sigan los hoarotus cumpliendo con su fanebre oficio. La Cuerda Hoa de Humo de Tabaco Ningtin joven puede llegar a ser shamén hoarotu sin someterse a severas pruebas iniciatorias. Mucho tiempo antes de decidirse a acu- dir a un hoarolu ducho y pedirle que le ensefie a hacer y curar los maleficios mégicos del “hoa, el candidato empicza a sufrir gran amargura interior. Si es aceptado por el maestro, ambos se van a una pequefia choza en el monte y se recluyen alli por cinco dias. El novicio, fumando incesantemente, aguarda a que lo leven al cenit a visitar el Hoebo. Antes, empero, tendra que aprender los numerosos cantos del hoa, los que sirven para causar y los que sirven para curar maleficios. Después de esto, por fin, el maestro enciende un largo cigarro y, dandole vuelta, sopla a través de él con la brasa en la boca. El cigarro contiene, ahora, listos para meterse en el cuerpo del aprendiz y transformarse en sus “hijos”, dos es- piritus hoas. El maestro le pasa, entonces, al aprendiz el cigarro hoa y, brusca y dolorosamente, ambos hoas se le meten al cuerpo. su intermedio que recibfan el alimento los antiguos gobernadores que vivie- fon en los palacios ahora en ruinas. Por alguna razdn, esta tipa, después de ser dividide derramando toda fe sangre, desaparecié para siempfe, No csté de_mas observar, también, que en el area maya y en otras partes de México la Guacamaya Escarlata es el Ave Solar, concepto que parece sobrevivir tennemente en el ritual oaxaquerio de los hongos sagrados, para el cual son indispensables las plumas de la Guacamaya Escarlata, Ambos, pues, el complejo warad del wishiratu-templo-fdolo y el complejo del boa evocan, de hecho, palpablemente Ia religiin y los ritos de Mesoamérica. No cabe, ‘cmpero, en €l contexto de las presentes paginas, entrar a hacer un andlisis de estos. intere- santes y, desde el punto de vista etnogeéfico, enigméticos paralelos. Acéptense, pues, solsmente como observaciones que se hacen por vez primera, y sélo en Jo que tienen de relacién con el uso del tabaco, El dolor es extremo. La primera prucba ha Iegado. ¢Querrin los hoas aceptarlo por aoe: ¢Ha mantenido su cuerpo fuerte? eSerd capaz de ser un buen abastecedor? ‘ Los dos hijos hoas tnicamente se quedardn en el pecho del joven, si éste consigue probarles que es aceptable. Sin parar de cantar los cantos del hoa, el novicio siente cu la base del esternén una presién creciente. Es su Kaidoko, la cuerda de humo de tabaco del hoarotu, que ha empezado a crecerle. De ahora en adelante, siempre gue cante o hable ritualmente en voz alta, le saldrén ondulantes le las conmisuras de la boca las gufas de su Kaidoko. Mas, para aumentar su alcance efectivo, el hoarotu novicio tendra que ayunar y fumar incesantemente por cerca de un mes. Entre- tanto, su maestro no deja de preguntarle cada manana: —éTe ha sucedido algo anoche? Y, asi, hasta que una noche, por fin, sucede. En el estado de somnolencia extitica qne le produce el tabaco, el novicio se cruza con un espiritu que le da con una maza en la nuca. —Me quedé como muerto —informa el novicio—; pero no me mori, El maestro se queda muy satisfecho con este suefio. Otro segundo se sigue, en que cl sanguinario espiritu, después de darle muerte al novicio, deposita su cuerpo en un tronco ahuceado. —Pero yo no estaba muerto realmente —explica el novicio—. Por eso, cuando estaba en mi caja y descubri que habia un hoyito en la enyoltura de hoja de palma, por alli me escapé”, Los sueiios, sin embargo, no han terminado. Durante el tercer suefio, el demonio pone al hoarotu novicio frente a un cadaver humano, y le ordena: —Cémete este pedazo. El novicio, sin embargo, siente repulsién y halla imposible el tra- garse el trozo de carne humana que se ha Ilevado a la boca. También rechaza con repugnancia la taza de sangre humana que Je presenta el demonio. Se la lleva a los labios, pero no consigue sobteponerse a su asco y beberla, © También esta vex su maestro hoarotu oye el relato del suefio con aprobacién, y le dice al agitado novicio: —Vos no te vas a morir jamds. Vas a vivir para siempre. El cuarto suefio Mega, por fin; aunque a veces, solo después de varias semanas, cuando el novicio est tan extenuado fisicamente que a duras penas puede moverse o realizar las funciones més perentorias. Est4 francgmente en el umbral de la muerte, cuando, 10. Los waraos entierran tradicionalmente a sus muertos en una piragua o en un tronco. ahuecudo. GB al entrar en trance, se le aparece otra vez el espiritu demoniaco y lo conduce a su tumba, en esta ocasién hecha ae lajas de piedra, E] interior esta helado y oscuro como boca de lobo. La materia en putrefaccién exhala una fétida pestilencia dificil de soportar, El novicio, sintiéndose a punto de sufrir un desvanecimiento, al mismo tiempo se aterra anle la posibilidad de volver en si. Si tal sucediera, una niuerle cierta le esperaria y ya no saldria mas de su tumba, Pero, por suerte, ha empezado a romper la aurora. Gracias al sol naciente, halla entre las lajas de piedra que lo aprisionan una ranura. Consigue escapar por ella, y se ha librado otra vez. El maestro hoarotu, complacido con cl relato, llama a su mujer para que, despacio y pacientcmente, alimente al novicio y lo retorne a la*vida. La comunidad ha adquirido un hoarotu nuevo, cuyo oficio consisle en lralar con suma prudencia a los hoaraos del occidente, hacerlos propicios, y surtirlos con sacrificios tinicamente cuando no haya otro remedio. Mientras canta, el hoarotu se fuma seis cigarros grandes y, al concluir su_cancién, soltando una bocanada de humo, dispara el maleficio. El Kaidoko tardara todo el siguiente dia en contraerse y tegresar por completo al pecho del shaman. Este, al anochecer, Yolveré a _fumar y, enlonces, echindose a la espalda el 4nima (viviente) de la victima, se Ia Ilevar4 al cenit, primero, y desde alli, al Huebo que esta en el occidente, donde el alma habra de morir a garrote, y sera después sangrada y despedazada. Para un hoarotu resulta imposible no matar, Cuando los dos “hijos” hoas, por ejemplo, se le acercan en suefios y le imploran que les dé de comer, él puede entretenerlos y apaciguarlos, cuatro veces a lo sumo, déndoles yuruma (almidén de palma moriche) y humo de tabaco; pero nunca podra dejarlos insatisfechos cuando ellos se presenten la quinla vez, exigiendo su sustento de sangre humana. Al otro dia, él iré solitario a Ja montafia, se sentara sobre algéin tronco caido, y encendera alguno de esos cigarros que contienen a sus hoas, Mientras fuma y canta su Miana, lentamente las guias del Kaidoko empezarin a emerger de las conmisuras de sus labios, llegando hasta donde quiera que su victima esté. Al tocar su des- tino, el hoarotu, después de darle una fuerte chupada, imvertird su cigarro y, apretando entre sus labios el extremo encendido, soplard a su través. Los listones de humo, pasando sobre las copas de los drboles, transportarin la flecha del hoa, la cual, penetrando bajo Ja caja tordxica, buseara el corazén del sacrificado En el mo- mento n que las tenazas de humo del Kaidoko se cierren, el hoa entrara al corazén y dard la muerte. 11. Fsto recuerda la navaja de pedernal con que los sacerdotes aztecas

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