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En la Cronología del Beato Manuel González destacan los siguientes

acontecimientos acaecidos en el mes de julio:

El 5 de Julio de 1901 recibió en Sevilla el título de Doctor en Sagrada


Teología.
El mes de julio de 1907, en Huelva, don Manuel formalizó la compra y
derribo de dos casas anejas a la iglesia de San Francisco para ampliar el espacio
destinado a las aulas de las Escuelas del Sagrado Corazón.
En la historia de las Escuelas del Barrio de El Polvorín, destaca el mes de
julio de 1908, porque el día 10 se bendijeron inauguraron los edificios provisionales,
y el 11 se celebró en la capilla la primera misa y quedó instalado el sagrario.

EL BEATO MANUEL GONZÁLEZ, DOCTOR EN SAGRADA TEOLOGÍA


5 de julio de 1901
Ildefonso Fernández Caballero

Al finalizar el curso de 1889, cuando tenía 12 años, D. Manuel González terminó la


enseñanza primaria con las máximas calificaciones.

Durante el verano de ese mismo curso, sin decir nada a nadie, se presentó a examen de
ingreso en el Seminario y fue aprobado. Sus padres se enteraron cuando volvió radiante a casa,
después del examen.

Con 12 años, pues, entró en el seminario, situado en el antiguo edificio de la Trinidad, en la


que es hoy calle de María Auxiliadora, el mes de octubre de 1889.

Cursó allí tres años de humanidades y tres de filosofía, matemáticas y ciencias naturales.

Después del verano de 1896 pasó a cursar los otros seis años de estudios del seminario
mayor: teología fundamental, dogmática y moral, derecho canónico y Sagrada Escritura.

Terminó sus estudios teológicos en septiembre de 1901, con veinticuatro años, estando
ya el Seminario en San Telmo, que había sido antes palacio de Antonio María Felipe de Orleans y
María Luisa Fernanda, infanta de España, duques de Montpensier, y hoy sede de la Presidencia de
la Junta de Andalucía,

El curso 1900-1991 fue el primero de la estancia de los seminaristas en el edificio de San


Telmo. Unos años antes (1897), el Seminario de Sevilla había sido elevado al nivel de Universidad
Pontificia por decisión del Papa León XIII, con un renovado plan de estudios teológicos, bíblicos y
canónicos.

Desde septiembre del año 1900 a a septiembre de 1901, transcurrieron doce meses decisivos
en la vida de D. Manuel. El 23 de septiembre de 1900 recibió el subdiaconado; el 11 de junio de
1901, el diaconado. El 5 de julio de 1901obtiene el doctorado en Sagrada Teología. El 21 de
septiembre del mismo año, recibió la ordenación sacerdotal de manos del arzobispo Beato Marcelo
Spínola y Maestre, todavía no cardenal, en la capilla del Palacio Arzobispal de Sevilla. Cantó la

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primera misa solemne el 29 de septiembre, fiesta de San Miguel Arcángel, en la iglesia de la
Trinidad, que había sido la del Seminario hasta el traslado de éste al Palacio de San Telmo,
regentada ya por los Salesianos, que habían llegado hacía poco a Sevilla.

Con el doctorado, culminó la formación teológica de D. Manuel. En el sexenio teológico


(1895-1901) estudió fundamentos de religión, lugares teológicos e historia eclesiástica (dos cursos),
hebreo, teología dogmática (en cuatro cursos sucesivos), arqueología cristiana, teología moral (dos
cursos), Sagrada Escritura (dos cursos), instituciones canónicas (dos cursos), liturgia (dos cursos)
teología pastoral (dos cursos), cuestiones selectas, patrología y oratoria sagrada. El último trienio
predomina la formación canónica: derecho canónico y derecho civil, y “Decretales con las
principales cuestiones de Derecho Romano y Patrio; de derecho Penal y de Procedimientos
Eclesiásticos”. En todas las materias obtuvo sin excepción la nota de sobresaliente y en casi todos
los cursos fue “primer premio” en el respectivo grupo.

Tanto la orientación de sus conocimientos teológicos como la de su vida sacerdotal fueron


eminentemente eucarísticos y pastorales.

De ahí que estuviera convencido de que toda la formación de los futuros sacerdotes había de
orientarse hacia la Eucaristía:

“No hay que olvidar que el seminario no es otra cosa que eso: un semillero en donde se
siembra un niño y de donde sale un sacerdote” (Obras Completas, Tomo II, n 1982. Edit. Monte
Carmelo y El Granito de Arena, Burgos, 1999)

“ Sí, hay que hacer un seminario en el que la Eucaristía sea e influya lo más que pueda ser e
influir. Esto es: un seminario sustancialmente eucarístico. Un seminario en el que la Eucaristía
fuera: en el orden pedagógico, el más eficaz estímulo. En el científico, el primer Maestro y la
primera asignatura. En el disciplinar, el más vigilante inspector. En el ascético, el modelo vivo y el
punto de partida y de llegada y el más corto y seguro camino entre los dos. En el económico, la gran
providencia, y en el orden arquitectónico la piedra angular...

Yo no quiero un seminario en el que la sagrada eucaristía sea una de sus cosas, aunque la
principal, sino que el seminario aquél sea una cosa de la Eucaristía, y por consiguiente, en que todo
de ella venga, a ella lleve y vaya, desde la roca de sus cimientos hasta la cruz de sus tejados. En el
que todo lo que viva, se mueva o pase, sea homenaje a ella...” ( cf ib. nn. 1994-1996).

La visión teológica de don Manuel, centrada en la Eucaristía, que quiso transmitir a sus
seminaristas, es teocéntrica, cristocéntrica y eclesial con marcada orientación pastoral.

Afirma con equilibrada intensidad la primacía de la acción de Dios y, al mismo tiempo, el


destino de esa acción de Dios a la salvación del hombre. Esta bipolar aplicación del criterio
teocéntrico aparece claramente tanto en su acción como en sus escritos.
Para don Manuel la gracia de Dios es siempre gracia que ha de encarnarse en todas las
realidades humanas. Y esta exigencia de encarnación condiciona en cada momento no sólo su
reflexión teológica, sino también sus programas y sus tácticas pastorales: «Antes, dice, en siglos
cristianos, la tarea principal era conservar el espíritu cristiano, y el campo, principalmente la iglesia:
Hoy, perdido el espíritu cristiano social, la tarea principal es renovarlo e introducirlo, y el campo,
principalmente también, fuera de la iglesia, la plaza pública, el hogar, el casino, el club, el
periódico, el mitin, el taller, la fábrica. Es decir, en donde quiera que haya alguien que volver a
Cristo»1

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Su teología es cristocéntrica. La gracia de Dios es gracia encarnada porque es gracia de
Cristo.

Desde que el Hijo de Dios se ha hecho hombre, el camino normal de la acción pastoral pasa
por el hombre. La encarnación de la Iglesia es la consecuencia y el signo de la encarnación de
Jesucristo. El Jesucristo del Evangelio conoce profundamente la vida y la cultura de su pueblo, se
deja conocer, actúa y habla con el lenguaje de la gente. Pasó como uno de tantos. La acción pastoral
de la Iglesia ha de realizarse con las mismas actitudes de Cristo; y esto, no solamente por deseo de
eficacia sino, principalmente, por fidelidad a la humanidad de Jesús y a su manera de decir, de
sentir, y de hacer.

Por eso escribe don Manuel: “Corazón de Jesús, te tengo tan metido en cuanto escribo,
hablo, proyecto, que si de mis escritos se quita tu nombre no dicen nada. Si de mis palabras se quita
tu palabra no significan nada. Si de mis obras se quita lo que Tú haces calladamente en ellas, son
ruinas o edificios sobre arena. Si de mis proyectos se quita lo que se cuenta contigo y lo que de Ti
se espera, son castillos en el aire o pompas de jabón”.

La acción pastoral de don Manuel González refleja, también en este aspecto, un modelo de
síntesis teológica entre trascendencia y encarnación, eternidad y tiempo, fidelidad y compromiso.

Dimana de su visión teológica de los sacramentos, especialmente de la Eucaristía, la


disponibilidad generosa para colaborar en la elevación cultural, humana y cristiana de la sociedad, y
su esperanza inquebrantable para «hacer la vida de los niños y de los hombres y de los pueblos
buena, agradable, radiante de felicidad y santa con la fe viva...»

La actividad y los escritos de Don Manuel reflejan su pensamiento teológico sobre la


Iglesia. Desde este punto de vista, se propuso como centro de su actividad la pastoral eucarística,
pero no de forma exclusiva. Supo armonizarla equilibradamente dentro de la totalidad de la
pastoral litúrgica de la Iglesia, y esta actividad en estrecha conexión con la pastoral catequética, con
el cultivo de la vocación de cada fiel según su puesto en la Iglesia, con la pastoral caritativa y
social, y con la transformación, o, como él decía, la “eucaristización” del mundo.

Este sentido de eclesialidad se manifestó en él como antídoto contra toda forma de


aislamiento particularista. Así se esforzó por evitar que los grupos de fieles que asumen alguna de
las actividades pastorales: catequética, litúrgica, caritativa y social, se cerraran sobre sí mismos,
perdiendo el sentido de la totalidad de la vida y la acción de la Iglesia. Sabía que quienes se alejan
de la solidaridad eclesial terminan encerrándose en tendencias sectarias.

La formación teológica de D. Manuel le permitió mantener las realidades pastorales válidas


acumuladas por la experiencia de la Iglesia y, al mismo tiempo, integrar la renovación, que ya
apuntaba en su tiempo, en los campos de la liturgia, la catequesis, la acción caritativa y social y el
apostolado de los seglares, promoviendo la presencia y la acción de los bautizados, hombres y
mujeres, en la Iglesia y en el mundo.

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LAS ESCUELAS DEL SAGRADO CORAZÓN
En la historia de las Escuelas, sobresale el mes de julio de 1907 porque don Manuel formalizó
la compra y derribo de dos casas anejas
a la iglesia de San Francisco
para ampliar el espacio destinado a las aulas.

Ildefonso Fernández Caballero

L
No se había cumplido aún el primer año de la llegada del Beato Manuel González a la
Parroquia de San Pedro. Le había conmovido profundamente “el espectáculo de centenares de
niños arrojados al arroyo”. En abril de 1906, empezó su primera aventura en el campo
escolar:“nos echamos a la calle a hacer unas escuelas muy grandes, muy buenas, muy cristianas y
absolutamente de balde para los niños pobres”.

¿Dónde encontrar el lugar mínimamente adecuado para tan urgente necesidad?


Una Real Orden de 24 de enero de 1823 había impuesto la supresión del convento
franciscano de Huelva, entre otros de la misma orden esparcidos desde antiguo por la provincia. A
partir de ese momento, una parte de los frailes se trasladó al convento de Moguer, mientras que
otros cuatro religiosos franciscanos permanecieron todavía en la casa de Huelva hasta 1834. El día
28 de agosto de 1835, el convento de San Francisco pasó finalmente de derecho y de hecho a
disposición de la Junta de Enajenación de Edificios y Conventos suprimidos. La iglesia, exceptuada
de la desamortización, permaneció abierta al culto y subsistió, con todos sus altares, imágenes,
pinturas y enseres, como ayuda de la parroquia de San Pedro.

Cuando don Manuel González llegó a Huelva, el templo de San Francisco estaba muy
deteriorado . Y la huerta del convento, desaparecida su vieja noria, se había convertido ya en plaza
del barrio.
Como solución de urgencia, Don Manuel habilitó para instalar las primeras aulas los
espacios de las capillas del lado del evangelio y el coro alto de la iglesia, y poco a poco los fue
ampliando. A mediados de julio de 1907 Don Manuel logró comprar dos casas anejas a la iglesia
de San Francisco y derribarlas para aumentar el número de clases. Tantos alfajores, “suspiros”,
tortas, bizcochos, yemas, “lágrimas de San Pedro”, golosinas y refrescos se hicieron y se vendieron
en la Huelva de hace un siglo para ayudar a comprar las casas y a sufragar las obras de adaptación
que don Manuel repetía: “Si se estrujaran las paredes de la escuela chorrearían almíbar”.

El día 25 de Enero (fiesta de la Conversión de San Pablo) de 1908, el Cardenal Almaraz


bendijo e inauguró las Escuelas. Estaba, por fin, el edificio. Faltaban los maestros. En un aparte del
acto inaugural don Manuel González preguntó a su colaborador don Manuel Siurot, ya entonces
prestigioso abogado y escritor brillante: “¿Dónde están los maestros, Dios mío? ¿Qué sabe usted
de maestros?”. Las palabras angustiadas del Arcipreste cayeron como semilla sobre tierra
preparada y fecunda. Siurot venía sintiendo como una llamada en lo más profundo de su corazón:
¡Los niños pobres te esperan! . Siurot formuló con otra pregunta la oblación que le comprometió
de por vida:¿Me quiere usted aceptar como maestro?. A partir de ese providencial momento, las
Escuelas del Sagrado Corazón, del Barrio de San Francisco son impensables sin don Manuel Siurot,
el otro yo de don Manuel González, como éste lo llamaba.
Don Manuel González escribe en el prólogo del libro de Siurot “Cada Maestrito”: «Él ha
dado a las escuelas de niños pobres su diaria asistencia personal a la clase como si fuera un maestro
de plantilla, y con esa asistencia ha dado y da a sus niños toda su inteligencia de genio (y ahora que
se fastidie su modestia y se ejercite en acciones de gracias a Dios) todo su corazón, y me consta que
lo tiene grande de verdad, toda su imaginación de poeta delicado y creador, toda la paciencia de su

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alma, naturalmente impaciente, junto con toda la fuerza de sus pulmones, que no poca se necesita; y
hasta todo el gracejo de su carácter andaluz.
Y da todo eso no una semana por sport, ni un mes por vía de experiencia: da todo eso hoy,
mañana y pasado mañana y todos los días, a pesar de sus atenciones de abogado y padre de familia ,
a pesar de los reparos que , amigos, más buenos que prudentes, le hacen contra esa manía de
hacerse maestro de escuela pudiendo subir y hacer tanto por otros caminos, a pesar de la ingrata
prosa del constante machacar, que consigo lleva la profesión, y a pesar de todos los pesares D.
Manuel Siurot es, sin duda, el hombre de las Escuelas del Sagrado Corazón...»
Corría el año 1918 y todavía las Escuelas se ampliaban. El consagrado obispo Don Manuel
González había dejado Huelva camino de Málaga. Pero en el ánimo de don Manuel Siurot
permanecía aún clavado como una flecha el interrogante que el Arcipreste le dirigiera el día de la
inauguración de las Escuelas del Sagrado Corazón : «¿Dónde están los maestros, Dios mío? ¿qué
sabe usted de maestros?». Siurot había aprendido mucho de pedagogía y de maestros, contagiado
de las preocupaciones de don Manuel. El 15 de octubre, festividad de Santa Teresa, bajo la
dirección de don Manuel Siurot se emprendieron las obras para la construcción un Seminario de
Maestros, puesto bajo el patrocinio de la Virgen Milagrosa. El modesto edificio del Internado
gratuito para estudiantes de Magisterio se labró sobre un pequeño corral de la sacristía de la iglesia
de San Francisco, aneja a las Escuelas, y sobre algunas habitaciones de la misma sacristía. La
preocupación de Siurot por el modo de hacer frente al costo de la obra en aquel tiempo de penuria
era como se refleja en una carta dirigida por él a su amigo salesiano, P. Tognetti de la comunidad de
Utrera: «(...) El agobio de una obra superior a mis fuerzas, de un Internado de estudiantes de
Maestros pobres, gratuitos, ahora en su período de albañilería y busca de fondos, me tienen tan
preocupado y preocupan que no me queda espíritu ni para redactar una carta». El Internado
comenzó a funcionar el 15 de octubre de 1919, y de él salieron muchos maestros cristianos que han
sido expertos pedagogos y testigos de la fe en la escuela.

El edificio de la iglesia, las Escuelas del Sagrado Corazón y el Seminario de maestros del
barrio de San Francisco permanecieron en pie después de la guerra de 1936 y de la posterior
operación urbanística que abrió la que hoy es la Avenida de Martín Alonso Pinzón con la
edificación del actual Ayuntamiento. En la parte posterior de éste, completando manzana con él,
quedaron todavía la iglesia de los franciscanos y las Escuelas del Sagrado Corazón que habían sido
amasadas con la dulzura del almíbar y la amargura del sudor, y de no pocas decepciones, de don
Manuel González y don Manuel Siurot.

El 18 de junio de 1964, las Escuelas resultaban manifiestamente insuficientes. Los tiempos


cambian, y las nuevas exigencias pedagógicas demandaban ya un edificio nuevo. Para construirlo,
la Diócesis de Huelva, que fue creada en 1954, vendió a la Compañía de Jesús todo el conjunto de
iglesia y dependencias escolares. En septiembre del mismo año se demolieron las ya vetustas
edificaciones y sobre el solar de la iglesia franciscana y escuelas del Sagrado Corazón se levantaron
una nueva iglesia y residencia de la Compañía de Jesús, según proyecto y bajo la dirección del
arquitecto Francisco de la Corte. La casa residencia de los jesuitas fue inaugurada el año 1966, y la
nueva iglesia aneja permanece abierta al culto desde el 9 de junio de 1973.
Sobre el edificio, en el lateral donde se abre la puerta de esta iglesia que hace esquina con la
calle Palos, una sencilla lápida recuerda:”Don Manuel González García, Arcipreste de Huelva y
Obispo de Málaga y Palencia, fundó aquí las Escuelas del Sagrado Corazón de Jesús el 25-1-1908.
El Ayuntamiento y la Ciudad, en el primer centenario de su nacimiento le dedican este recuerdo y
homenaje. 25-2-77”.

La Iglesia de Huelva se siente depositaria del carisma de don Manuel González y de don
Manuel Siurot para educar en la fe a las nuevas generaciones en relación con la cultura de nuestro

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tiempo y en el interior de la comunidad humana. Continúa siendo actual la urgente necesidad de
educar a los niños, promover la formación de educadores cristianos, renovar las formas de presencia
y de acción pastoral de la Iglesia en los centros de enseñanza, cuidar y alentar la vida cristiana y la
actividad de los profesores de religión, y acompañar a las asociaciones de educadores cristianos.

Desde su primer emplazamiento junto a la Iglesia de San Francisco, las Escuelas de don
Manuel González y de don Manuel Siurot han pasado por distintas sedes hasta que la Diócesis
terminó de construir un nuevo edificio sobre el solar adquirido el 27 de agosto de 1969 en la calle
Juan de Oñate, esquina con la avenida de Fray Junípero Serra.
Desde aquí, final y felizmente, han pasado a ocupar una parte importante del edificio del
Seminario. El Colegio Diocesano “Sagrado Corazón de Jesús” fue inaugurado oficialmente el 27 de
febrero de 1966 por el obispo de Huelva D. Ignacio Noguer Carmona. Pervive, pues, en Huelva la
institución creada por don Manuel González, dirigida y orientada por don Manuel Siurot. Así lo
recuerda el azulejo conmemorativo de la bendición: “Este Colegio Diocesano, en continuidad con
sus Escuelas, recoge el testigo de su ideal educativo con el compromiso de mantenerlo vivo y
operante en la educación de niños y jóvenes”.

En la historia de las Escuelas del Barrio de El Polvorín, destaca el mes de julio de


1908, porque el día 10 se bendijeron inauguraron los edificios provisionales, y el 11 se celebró
en la capilla la primera misa y quedó instalado el sagrario.

Ildefonso Fernández Caballero.

Don Manuel González había conseguido abrir las Escuelas del Sagrado Corazón de Jesús
junto a la Iglesia de San Francisco en el centro de Huelva. Puso el futuro de las Escuelas en manos
de D. Manuel Siurot que se le ofreció como maestro.
Pero había que atender a la periferia: “Hay en Huelva,-dice don Manuel- dos barrios
apartados del centro de la población, barrios que, por el estado de prosperidad de aquella, cada vez
se hacen más populosos; pues bien, en estos barrios, Las Colonias el uno y el Polvorín el otro, no
hay iglesia ni escuela; se conoce que aquello pertenece al mundo civilizado porque están
establecidos allí dos puestos de la guardia civil”.
De los dos, el más abandonado entonces era el del Polvorín: “Hay que tener en cuenta que
este barrio del Polvorín comprende tres barriadas bastante pobladas y separadas entre sí; y son: el
barrio de la Peste (llamado así por las fábricas de guano allí establecidas y las aguas que, por ser
aquel terreno todo de marismas, quedan estancadas), el barrio de Valbueno, situado a lo largo de la
carretera de Sevilla y el propiamente Polvorín en donde la Compañía de Río Tinto tiene sus
depósitos de minerales”.
Para elevar el nivel cultural y religioso de este barrio, don Manuel empieza por arbitrar
soluciones provisionales y de emergencia. Apenas inauguradas las Escuelas del Sagrado Corazón el
25 de enero de 1908, ya en febrero del mismo año unos jóvenes de la parroquia de San Pedro
“tomaron posiciones en la habitación que una amable vecina les prestara, colocando en lo alto del
portón una placa del Corazón de Jesús y recorrieron las calles y las casas preguntando a todo el que
encontraban, grande o chico: ¿quiere usted aprender a leer?” Así quedó asentada una primera
cabeza de puente en aquella barriada.
Poco después, continúa don Manuel, “se presenta uno a un señor que tiene una casa bastante
grande y desalquilada en el Polvorín y le dice: ¿Me arrienda usted por ahora sus almacenes del
Polvorín? El dueño presenta buena cara, entran en negociación, se plantea un arreglo de la casa para
el fin a que se destina, se ultima el trato y se mandan albañiles para que hagan de aquella dos
salones de escuela de unos setenta metros cuadrados cada uno, una capilla de una extensión

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aproximadamente igual y que pueda ampliarse cuando convenga con los salones anteriores, unas
cuantas habitaciones para el capellán y los maestros, y un patio regular, y tenemos ya las tan
deseadas escuelas e iglesia del Polvorín” Era el mes de julio de 1908. El día 10 se bendijeron capilla
y escuelas, y el día 11 se celebró la primera misa y quedó el Santísimo en el sagrario.
Don Manuel, con motivo de la apertura de estas primeras escuelas y capilla, dejó escrito en
el libro 14 de matrimonios del archivo parroquial de San Pedro: “Habiéndose prolongado
excesivamente la población rural de esta parroquia, que desde hace años fórmase próxima al
Polvorín, llegando hasta el antiguo punto de Verdigón en la actualidad y constituyendo los grandes
barrios de San Cristóbal, Matadero, Pozo Dulce y Polvorín alto, en los cuales habitan varios miles
de almas, las que por su apartamiento de esta Parroquia y de las demás Iglesias de esta población
se verán privadas de cumplir en su gran mayoría los preceptos religiosos de oír la divina palabra y
con gran dificultad de ser visitados y socorridos espiritualmente en sus necesidades urgentes, y
teniendo en cuenta también el lamentable abandono de esos barrios, sin ninguna escuela oficial ni
particular, teniendo en cuenta también el lamentable abandono de esos barrios del campo, ninguna
escuela oficial ni particular, los Párrocos decidimos dotar a aquella extensa porción de nuestra
feligresía rural de Iglesia y Escuelas. Para ello después de ponerlo todo, como siempre, bajo los
auspicios del Corazón de Jesús y de su Inmaculada Madre la Virgen María pedimos la autorización
de Nuestro Excelentísimo Prelado y alquilamos unos grandes Almacenes existentes frente el
Matadero, que forman esquina a la carretera del Polvorín, por bajo de la Huerta de los Perales y a
la calle que conduce al sitio del Pozo Dulce. Como carecíamos de toda clase de recursos para la
obra de adaptación del local, compra de ornamentos y vasos sagrados, imágenes y utensilios de
Iglesia y Escuelas propuse la idea en la Revista órgano de la Junta Arciprestal de Acción Social,
titulada “El Granito de Arena”, dirigido por el infrascrito Cura Arcipreste y existente desde el mes
de Noviembre del año anterior de 1907, en la cual se invitaba a todos los católicos de Huelva y
España a cooperar a la obra, obteniéndose un resultado providencial, pues pudo abrirse este nuevo
templo con todo lo necesario y las Escuelas igualmente, con los donativos recibidos”. (Acta de la
fundación de las Escuelas provisionales del Polvorín. Archivo parroquial de San Pedro, libro 14 de
matrimonios).
Se advierte, en este texto fundacional de lo que más tarde serían, en nuevo lugar próximo,
las Escuelas definitivas, el sentido de trabajo colectivo con que se emprende la obra y, por otra parte
el vínculo de comunión diocesana con Nuestro Excelentísimo Prelado.
El arciprestazgo de Huelva no sólo funcionaba ya con registro sacerdotal, sino también
seglar con una Junta Arciprestal de Acción Social.
Esta nueva solución para la actividad pastoral, aunque más estable y adecuada, no era sino
otro paso hacia la que sería permanente.
Cada uno de los barrios, de la Peste, de Valbueno y del Polvorín, “está situado en los tres
vértices de un triángulo casi equilátero que viene a formar toda la barriada. Pues bien, el centro del
triángulo era el lugar estratégico para la Obra por ser el de más fácil acceso para todos, el más alto y
el más sano”.
Es sabido cómo consiguió diez mil quinientos metros cuadrados de aquel terreno, cedido por
el Ingeniero jefe de la Compañía de Riotinto, inglés y protestante, por la insólita compensación de
mil avemarías por metro cuadrado.
“El Polvorín contaba ya con su iglesia de 18 metros de larga por 10 de ancha...con sus cinco
amplias clases ventiladas...con sus patios espaciosos para niños y niñas, con sus mapas de alto
relieve, con su pozo de agua dulce de diecisiete metros y medio de profundidad, con su molino de
viento para extraer y distribuir el agua, con su azotea de cuarenta metros, con sus viviendas para
capellán y maestros, con su gran campo para sembrar árboles, verduras y flores los mismos niños...”
El Arzobispo de Sevilla, Cardenal Almaraz y Santos, bendijo las Escuelas. Las fiestas de
bendición e inauguración fueron los días 1 y 2 de abril de 1911.
Después de tres años de funcionamiento de las Escuelas, para asegurar el futuro de aquella

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obra, D. Manuel la encomendó a la Compañía de Santa Teresa de Jesús. Las religiosas llegaron a
Huelva en septiembre de 1914; las reformas de ampliación necesarias en la capilla, aulas y
residencia quedaron terminadas en octubre de 1915.
Aquellas escuelas se transformaron en un magnífico Colegio de Santa Teresa de Jesús con
instalaciones y servicios adecuados a los objetivos de un centro católico al servicio de la Iglesia y
de la sociedad concreta en que vivimos.
De la escuelas permanece todavía hoy, como testigo de la época de don Manuel González, la
antigua capilla que, como templo parroquial de la de San José Obrero, sirve a una zona de Huelva
totalmente transformada.

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