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LA CARIDAD FRATERNA COSTAMAGNA-ALCANTARA LA CARIDAD FRATERNA INSIRUCCIONES ESPIRITUALES SOBRE LA CARIDAD DIRIGIDAS A LAS COMUNIDADES RELIGIOSAS EXCMO, ¥ ROMO, P, SANTIAGO COSTAMAGNA RECOGIDAS Y ORDENADAS P. PELIPE ALCANTARA 4 Ca ¥ (oma come KS ‘ 5 \ ¥, mmm LIBRERIA SALESIANA BARCELONA ES PROPIEDAD (© Cibreia Selina Beredlona, 1958 Depésito Legal. 8. 6, — 1958 oenpnates SARIN. -BancaLoravshth 1958 AL LECTOR ‘Alma grande ¢ inflamada en colo apostélion fue la del Obispo Salesiano Monsefior Costamagna, Eau- calo bajo Ta mirada paternal de San Juan Bosco, pronto adquirid hondo conocimiento del corazén fu- ‘mano y de las dificultades de la vida religiosa en los Geliendos cargos que Te encomends nucstro Santo Fundador. Pue posteriormente enviado a la. Argen~ tina donde dexplegé wna actividad incansable. Bran los primeros aftos de nuestras fundaciones en aquella Repiblica; se trataba no sélo de implantar y afian- ‘sar Tas obras en los contros civiliendos, sino do em- prender las misiones entre los Onas de ta Pampa y los Pehuelohes de ta Tiorra det Fuego, Huelga decir que el P, Costamagna fue wio de los elementos que contribuyeron a dar vida a todas aquellas obras. "Entretanto la Congregacién Salesiana iba exten- diondo sus campos de mision por Tas selvas det Matto Grosso (Brasil) y por las Jibarias del Beuador. ¥ fue ‘entonces cuando ta Santa Sede nombré at P. Costa- ‘magna Vicario Apostélico de las misiones jibaras de Mendez y Gualaquice (Feualor). Aunque repetidas ‘veoes To intenté, no pudo poner los pies en su misiGn, ebido al veto de los Gobierno mas6nicos que enton- ces privaban en aquella Ropiblica, 5 Bl, por su parte, no cesaba de predicar y de escri- bir, micntras desempetiaba otras misiones que Te ne ‘comendaba 1a Sede Apostélica. ¥ asi en el aio 1907 visité la Republica de El Salvador; y a ruegos det Sw perior de aquella Inspectoria Salesian, Te entregé unos cuadernos con notables instrucciones sobre LA CARIDAD FRATERNA que se publicaron en San Sal- ‘eador. ‘Los que entonces, en su mayor parte, eran sim~ ples esboz0e de conferencias, los ha recogido el Padre Felipe Alodntara, ordendindolos y completandolos, ‘como hizo anteriormente con las Conferencias para Religiosas de vida activa det mismo autor; y es de esperar que, ast como esta obra fus tan bien reci- ida como lo demuestran las varias ediciones que de ella se han hecho, también este libra sobre La Chx IDAD FRATERNA gozard de no menor acoptacién. BLP. Costamagna habls y escribié para sus Her ‘manos Salesianoe; digamos que 1a obra es igualmen- to itil para todas las Comunidades de uno y otro ‘sexo, para los predicadores de religiosos, y también ‘para los mismos Seminarios; ya que Ta virtud de la Caridad no ex privativa de uno u otro Instituto reli- 991080, sino nevesaria para todos como camino obii- ‘dado do aantidad y vinculo de perfeceién. EL EDITOR INTRODUCION Stiper omnia autem caritétem habentes, quod est vinculum perfectionis (Col, 8, 14); mas sobre todo esto tened earidad, que es el vinculo de la perfeccién. Con el auxilio de Dios y de la Santisima Virgen ‘Maria, Madre del Amor hermoso, entremos en el her- ‘moso jardin de las rosas, que no carece al mismo tiempo de punzantes espinas; pero antes recemos 1a iadosa jaculatoria, a Ja que Pio X en 24 de mayo ‘de 1904 concedié semet in dic 100 dias de indulgencia: {Dios mfo, haced la unidad de los espiritus en la ‘verdad, y la unién de los corazones en Ia caridad! CAPITULO PRIMERO (Caridad fraterna. Su excelencia Y ante todo, zqué entendemos por caridad fra- tema? Bien sabemos que caridad es amor; y el pre~ ‘eepto de Ia caridad se desdobla en dos preceptos: amar a Dios sabre todas las cosas, y al préjimo como si mismo por amor de Dios. Pucs este precepto de amar al préjimo adquiere una modalidad particular referido a la vida religioss, donde los religiosos for~ ‘man uma verdadera familia y viven como hermanos bajo la paternal direecién del Superior. Por esto, centre ellos la caridad adquicre un matiz més subido, ‘mis delicado, y se llama caridad fraterna. Dedticese de aquf que entre los religiosos la cari- ‘dad ha de tener vinculos més subidos, deberes més eatrictos, lo que al mismo tiompo produeiré frutos mAs sazonados de perfeccién individual y de con- vivencia social, 1, Tres cosas enclerra el concepto de In. verda~ ora caridad fraterna: amar al préjimo, amarlo como asi mismo y amarle por amor de Dios. 2) Amar al préjimo. Este mandamiento tenemos -9- de Dios, que et que ama a Dios, ame también a su hermano (1). ‘Pero aquel que dice sélo con los Tabios “yo amo a Dios”, y odia al miemo tiempo a su hermano, és ‘mentiroso es; porque el que no ama a su hermano a quien ve, jcbmo podré amar a Dios a quien mo ver (@). ‘“Dadme, Sefior, una seal para sabor con certese si me amdig”, dijo la B. Angola de Foligno © Jests, y Bate lo respondié: “La més clara sefial del amor Feciproco entre mis slervos y Yo, no os otra que el famor santo quo ellos tienen a su préjimo.” ‘EI bibito do la. earided hacia el préjimo no 63 Aistinto del hibito de la caridad hacia Dios, sino una sola y malsma cosa; de modo que en la proporeién en ‘que uno ama a Dios, ama también a su projimo. ¥ asi, fo ea posible que el amor a Dios sea grande en tun 60 azén en que hay poco amor hacia el projimo; ys Por ‘Gl contrario, tampoco es posible que sea débil nuestro famor hacia el préjimo, ai reina en nosotros con fuer za el amor hacia Dios. ‘>) Amar al préjimo como o sb migmo. ;¥ cbmo hia de entenderse el amor @ sf mismo? Hablamos religiosos, y no nos hemos de esforzar en demostrar fque el amor de que aqui so habla, no es un amor ‘Soupa de Ins comodidades terrenas, del bienestar cor~ poral, del halago de los sentidos, sino del provesho Sel alma, del adelanto en la virtud, del vencimien- (a) me hoc mantétum nabemus a, Deo, wt gut itt sin eliigat et tree stm. Go Joan. 4, 22) A Fo deere, quéniam lio Dem, et frtrem sum tack, reer ect il en aon digit festrem um que fie Beg oan Son ie spe et see 10 to de les pasiones, de la hulda de las ocasiones. Pues tal ha de ser el amor nuestros hermanos, amor que bbusque sobre todo su bion espiritual, amor de buen ejemplo y de buen consejo, preoeupindonos también de ayudarle en Jas cosas materiales, enfermedades, trabajos, ete, con Ia misma solicitud con que nos ppreceupamos de que nos ayuden en Jos nuestros. ‘Claro que todo esto no se hace como no reine ex el corazén un verdadero y encendido amor de Dios. Por esto dice San Agustin: Ama al préjimo como a af mismo aguot que ama a Dios; porque si no ama a Dios, no ve ama a si mismo (3). Santo Toméa, explicando el precepto Diliges pré- imum tim sfout tefpoum, amarés a tu préjimo como a t mismo (Mt., 22, 88), hace estas oportunas observaciones: ‘La caridad hacia el préjimo, para que sea legfti- ima, debe ser: santa en au motivo, es decir, por Dios y en orden a Dios; justa en su objeto, es decir, que se lame al préjimo en el bien y jamés en el mal; recta fen su fin, 0 sea, amando al préjimo para su bien, ¥ Jjamés para el nuestro, (6) Amarle por amor ide Dios. De To expuesto se deduce que no es de ningtin modo laudable, ni es si- ‘quiera caridad fraterna verdadera, la que no se funda fen el amor de Dios. Si amamos al hermano tan sélo ‘Porque nos produce tn utilidad temporal, honor, pla~ fer, ete,, no seré Sate sino amor de complacencia, comin & loa mismos animales; si lo amamos por alguna dote que en él encontramos, por ejemplo, her- ‘maosura, buen corazén, buenas maneras, Vor hermo~ 8). Digit pour stam scat spam, a itt Déum: eh som gt Deon mon ei tins ent 8 —n— 2, etc,, tendremos entonces un amor de amistad, co- amin hasta a los paganos. ‘Este amor no es duradero, porque no une 10s ¢o- rrazones oon In cadena de oro de la caridad de Nuestro Sefior Jesueristo, sino solamente con le cadena de vldrio dal interés, de la simpatia, del capricho. Se- mejante amor ni es virtud ni puede darnos felicidad. L, .Queréis ver cémo la caridad fraterna ea vir tud excelente por demés? Baste decir quo constituye el mandamiento predilecto do Nuestro Sefior Josu- cristo: Este es mi Mendamionto, dijo en la. titims Gena, que os anéie lor unos a Toa otros coma Yo o# hie amado (4), ¥ Io lama evyo, porque ha brotado de gu propio Corazén, Corazén do un Dios, y Diov e ‘aridad (@). Jeni ea ol Deus pacis, el Dice de la paz, Gescendido ex profes del Ciclo para estableoer entre los hombres la paz y la caridad, vireudes deseo- hocidas hasta aquel entonces, tenidas por viles en el mundo pagano, Lo llama fuyo porque este precepto, unido como esté-con el del amor de Dios, encierra en af todos Tos demas Mandamlentos; de 1 depende toda ta Ley ¥ Jos Profetas Lo llama suyo, porque B! mismo nos lo ba enset do, primero con el ejemplo, después con sus palabras; porate ejemplo os he dado para que, conforme lo he practicado Yo, también vesotros to proctiqué's (6); {no durante unas horas, sino durante toda vida, y ‘tun hasta st timo sugpiro en el patibulo de la cruz, (4) Hoe ext prascéptum méum ut digatis tavicem, stcut cauent vou, Gen. 15, 22). (&)" Deus etrtas ea. Goan, 418) (8) Besmplum dain ‘cel vot ut quemdimodum eo fel Sha et You facts, (Jun 13,1 —Re porque no hay mayor muestra de amor que dar ta ‘vida por los amigos (7). ‘La caridad, dice San Agustin, es le seiial de los clegidos; ella hace que se distingan los verdaderos hijos de’ Dios, separdndolos de los hijos de Satands. ‘ata es la pledra de toque que sofala el grado de santidad de su alma; si es grande la caridad do su falma, grande seré también su santidad; si mediocre, mediocre; y si ninguns, también nula’seré su san- tdad. IIL Mas donde mejor se nos muestra la exco- lencia de Ia earidad, es considerando principalmente los beneficios que produce. Dadme una comunidad, por numerosa que sea, hhaced que en ella go alberguen individuos de carfic- ter diverso por su nacimiento, patria, temperamento, condicién, costumbres, etc.; pero haced que en ella reine la earidad, y veréis que siempre seré un reflejo de las virtudes de los primeros eristianos, de quienes festd escrito en los Hochos de Toe Apéstoles, que te- nnfan un solo corazén y una alma sola: multitudo ore déntium érat cor ‘inium et énima una. (Act. 4, 32.) En ella todos son hermanos, porque si la hermandad de la carno y do ln sangre nos hace semejantes en el ‘cuerpo, Ia de la caridad nos igusla en el espiritu. “Ah! 7Quién podré cantar dignamente himnos de gloria aie earidad fraterna? Mirad cuin bueno y ‘un agradable es habitar los hermanos en unlén (8). “Vivir juntos y no amarse, es un tormento; no amar- (1 Majirem nae dusctiinem nemo bet ut énimam scam pimat guia pro emcls pals (iby 15,38.) Ta) Beco quam bani at quan) 9ucondum est habltare sratias in anu (Ps. 182, 1) —B— Renee se y vivir separedos, una fortuna; pero amarse y vivir juntos, ya es un paraiso.” (Victor Hugo.) 10h, y cudntas y cum hermosas virtudes nacen de Ia caridad! Nos lo dice San Gregorio Magno. Asi ‘como de una gola raiz resultan muchas ramas del 4rbol, asl también se engendran muchas virtudes de Ja sola caridad; que no haya quien espere lograr fron- dosas ramas de buenas obras, si no cultiva la raiz do la caridad (9). ‘La caridad, dice San Pablo, es paciente, es bonig- a ta caridad no ov envidioed, no obra precipitada- ‘mente, no se ensorberbece, no es ambicioea, no bus ea el propio interés, no se mucve a ira, no pionoa ‘mal, no se goza en ta iniquidad, mas o¢ gous on la verdad; todo lo sobrelleva, todo lo cree, todo lo e=- pera, toda To soporta... la oaridad nunca serd des- arraigada (10). ‘¥ qué decir de los numerosos y encantedores ca- pullos de vocaciones religiosas que despuntan y 6° fabren en el rosal de una comunidad religioss en Ia (que reina la earidad? ;Qué decir de la paz de los corazones, de la presencia amigable de Dios que pare- ‘ce como que aletea entre los hermanos unidos por el dulce vinculo de la caridad? Pues todo eso es nada comparado con lo que nos dice Sen Juan: Carfsimos, amémonos lor unos 4 Tos VE éaim saul sborla raza ex una radice prédeant sto Multae sirtites ec Una. caritate generdatur. New babel ‘gu viet fone bo Sper o'hon manent a adn ‘arial: om. 27, Evang, Lon) GO)” Caritas pétiens est benigna eat; efrtas non come tur, non dgit ptperam, now inazar, non ert ambiteas, non RNnGAE ques sun aunt, non fertatur, non cogiiat mala, Son pads: saper nigaliate, conghudet 6utem vertait Omnia ‘arte, ommin ord, crane aperat, omnis. wisinet, cértas otros, porque la caridad procede de Dios; y todo ch ique ama, és hijo de Dios y conoce a Dios (11). {08 Sais cuenta? El que ama es hijo de Dios! ,Queréis garantia mis firme de vuestra eterna salvaciéa? Por sto afiade el mismo santo en otra parte, Hl quo per- ‘manece en la oaridad, en Dios permanece, y Dios on & (12). Por el contrario, jdesdichado el que cierra ‘su corazén a Jos dulees encantos de Ia caridad! Por que eserito est: ef que no ama, en mucrte perma- thece (13); en muerte eapiritual y privacién de la gra- tia; y no quiera Dios que ello traiga como terrible consecuencia la muerte eterna. IV, Kato explica aquella frase, al parecer atro- vida, do San Agustin: Ama, et fac quod vis: ama ¥ hhaz lo que quieras, Que como en tu corazin reine ‘como sefiora Ia caridad en su doble aspecto de amor de Dios y de amor al projimo, puedes estar seguro fde que es imposible que te desvies del recto ca ino del Cielo, y de que tu ple se extravie por sende- ros de pecado. 'Y ved por qué Sen Pablo escribiendo a tos Colo- senses @, 14) insiste y les dico: Pero sobre todo man- toned la caridad, fa cual es vinculo de porfeocién (14) + Gulee vineulo, hermostsimo lazo, que une unos con ‘otros los corazones, y a éstos con Dios. "¥ San Pedro, insitiendo sobre este punto funda- (ai) Cevtesimi, duigemas noe tnvicem, quia c&ritas ‘Doo ent: et oma’ it igi ex Deo nats ext ot cogndectt Det, ty 7) A, Oe ndnet in caitat, im Do manet et Deus in oo. a, 418) “a5 ut non igh, rane im morte, (MD. 3,14) G3} Super omni tem hace earitatam habein, quod est insult perfection, —6— Neereere ee eer ‘mental, afiade otra razén que no deja de ser de gran- Gisimo eonsuelo para quienes tal vez tienen sobre ou coneliencia el peso de pasadas culpas. Poro sobre todo mantened constante entre vosotros la caridad ‘mubua, porque la caridad cubre la multitud de Tos pe- cados (15). Refiérese de Sen Juan quo, cuando ya en avan- zadn edad, no podia ni caminar pare ir & presidir las ‘asambleas cristianas, haciase conducir a ellas por sus ién y en primer término deliberada advertencia, ;Y quién puede asegurar que Ia hubo? —'“Te lo he dicho y te lo repito, dijo Jess a Santa Cataline de Siena, en ninguna ocasiéa esté permitido jusgar a las criaturas ¥ @ las almas de mis siervos, y mucho menos pe- netrar en el sagrado de sus intenciones, pretendiendo ‘alificarias de buenas o malas.” Pero nuestra ignorante petulancis no cede ante razones, y entra a saco on las acciones, palabras ¥ ‘aun intenclones del hermano, para hacer la diseecién de cuanto en ellas podamos encontrar de defeetuoso 0 desfavorable, y asi lanzar contra 61 nuestro julelo adverso. ;Qué ceguedad! Penetremos por un momento en un ‘Tribunal de Justicia, y fijemos on él nuestra atencién. ;Cudntas formalidades antes de pronunciar una sentenela! In- terrogatorios y mAs interrogatorios, pruebas sobre pruebas, alegatos de acusacién y alegatos de defensa, ‘Nunca se da fin buscando nuevos teatimonios, veri- ficando nuevas consultas, alegando nuevas eircuns- tancias atenuantes. Y cuando se acerca Ia hora de fallar, jcudnta circunspeccién, qué de considerandos antes'de que caiga sobre el reo, eonvieto y confeso, I espada de la Justi Ah! Pero, jse trata de un hermano? No hay quion no se sienta autorizado pera penetrar en el tribunal, y tomar asiento en la misma poltrona del ‘Juca; y desde alli, sin admitir atenuantes, ni preocu- arse de que el acusado se defienda, ae despedaza a —s1— tected ft troche y moche la fama del préjimo inerme, y aungue se trate del mAs caracterizado Superior, infalible- ‘mente se le condena. ",Cémo has olvidado, oh juez sin jurisdiceién, que 1a caridad no piensa mal? iQuién eres ti, pregunta. Santiago, para que te atrevas a juzgar a lov de- nds (2). :lgnoras que hay que ir con pies de plomo para juzgar? No querdis, pues, sontenciar antes de tiempo (3). gNo plensas, hombre miserable, dice San Pablo, que dl condenar a Los demds, te haces inozou- ‘sable, pues en To que condonas « otro a ti te condenas, haciendo como haces To mismo que condonas? (4). E insistiendo sobre eate punto, afiade: 7%, pues, oh ‘hombre que condenas a los que tales coeas hacen tno obstante las haoes, splensas que podrés huir det juioio do Dios? (5). “Ab juez intruso, sal inmediatamente de ese ‘Tri- bunal de Justicia que no te compete, abandons este sitial de que abusivamente te has apoderado, y deja ‘que 6 asiente en 6l el verdadero Juez, Cristo Nuestro Sefior, ya que s6lo a Bl, que es la misma bondad y misericordis, le eorresponde! TIL. Coneretando un poco mis, sefialemos aqut ‘1 deber que tienen los superiores de eviter los juicios temerarios contra loe inferiores. Y advirtamos que, ‘aungue hablamos en general de los superiores e infe- lores religiosos, hay que hacer extensiva esta doc- (2) 3 ute guise, gul{ddlas préaimam® (Sas, 4 38.) (). Note ante tempus uaiaare G cor, 43.) {2 Bebptor quod inmceneabite cg, homo osanls qu jae casts un nin los teu, tum onde eae (Gm agie qune faiean (om, 23 “G) Esstimas dater hon onomo qul Jidicas coe qui tia Augunt, of facie co, Gua to eetugles juiclum Dal? OD. 22) — 82 — trina a los superiores de los cologios, macatros y asistentes respecto de los alumnos, ‘También los superiores pueden pecar y realmente ‘pecardn, si son demasiados ligeroa en juzgar a sus ‘Sibditos, puos también para ellos se ha escrito: No- lite ante tempus iudicare, no queria senteneiar antes de tiempo. Pongémonos en guardia; pues a menudo nuestro amor propio lastimado nos hace ver una montai donde no hay mis quo una arenilla y convierte en una viga_Io que no es mis quo una pajuela; y como ‘no tengamos paciencia para dar luger a la reflexién ¥ 2 un estudio reposado de los hechos, hacléndolos Sobre todo objeto de nuestra oracién, eorremos peli- {gro de equivocarnos de medio a medio, con gran per- Juicio nuestro, del inferior y aun de la comunidad, Pues no sucede en més de una ocasién que el gue informa desfavorablemente del hermano, lo hace impulsado por la antipatia o por Ia envidia, © porque tiene una cabeza tan chica que en ella no le caben ni Jas cosas medianas? Pero aun suponiendo que quien informa sea una persona buena, de recta intencién, {ino pudiera haberse engafiado do buena fe? Quandio- que bonus dormitat Homerus, escribié Horacio: a ‘veces tiene también sus deseuidos el insigne Homero. Por otra parte, ;no tenemos todos nuestro triste ‘cuarto de hora en que, bien a nuestro pesar, mostra ‘mos al descubierto nuestra misoria y nuestra raiz de ecado? Mentiroso es todo hombre (6). ;Pluguiera ‘1 Dios no fuera verdad! Refiérese del rey Felipe II de Espatia que, euando recibia alguna queja contra un vasallo, #e tapaba un oldo con el indice. Y preguntado por un cartesano (©) Omnis éuter homo méndax! (Rom, 8, 4) — 33 por qué lo hacia, respondié: EE otro odo se abrir, ‘cuando se presente el acusado a defenderse. 'Y nuestro Padre Don Bosco solia decir: Antes de pronunciar nuestro fallo, escuchemos siempre las dos campanas, es decir, las razones del acusaddo des~ ‘pués de haber ofdo las del acusador. De este modo fe lograré con facilidad la armonia en casa, pues no se debe atender al sonido de una campana sola. ¥ nuestro Fundador, conforme lo deci, 1o hacia. TV. 2¥ qué diremos del deber do evitar los jui- log temerarios contra nuestros iguales? ;Cuintes ‘veces creemos que nucstro juicio es sereno, objetivo, ‘que responds @ wna realidad; y todo ello no €3 Ids que figuracién do nuestra fantesfa! Aquf tiene plena aplicacién aquello de que todo es segtin el 2o- Jor del eristal con que se mira; y con frecuencia al defecto que interiormente eriticamos en los dems, no existe mis quo ea nuestro amor propio herido, © en nuestra negra nvidia, o en nuestra ignorancia, due son la caura y razéa de nuestros errados julcios. ‘Aquel compatiero goza entre los alumnos de un aseendiente que para nosotros quisiérasos; hoy ba fenido un pequeio fracaso; y al punto la envidia se ceba en Gi, tildindole de ignorante y de que no ‘sabe lo que se hace. El otro ea el {dolo de los muchachos gozando de tuna popularidad que nos hice sombra; pero hoy Ie hemos visto entrar en la iglesia dlstraido, y hacer la sefal de le cruz a medias y sin tomar agua ben- dita; y nuestro amor propio herido sentencia al pun- ‘to: {Si mucho ruido; pero de piedad, cero! ‘Al otro lo sefalan los superiores como modelo, y ya esto os bastante para que nuestro orgullo se Fedele contra él negindole tales méritos. Pero hoy, ae al tocar la campana para ir a clase, su fila estaba, sola. ¥ como solazindonos de su ausencia, pensamos: Valiente modelo, y falta a uno de los deberes mis elementales, el de estar al frente de su fila cuando toca Ia campana! —;Y eémo iba. a estar si, momen- tos antes, sufrié una indisposicién que le obligé a retirarse a la enfermeria' ‘Y aqui hay que sefalar una importantisima obser- vacién que a este propésito hace un autor muy expe rimentado, a saber, que el juicio temerario sucle ser pecado de quienes tienen la pretension de pasar por ‘eapirituales y observantes. ;Menguada virtud In que piensa crecer rebajando los méritos de los demés con olvido de las reglas fundamentals de Ia earidad fraterna! Teman esos tales el severo reproche del Divino Macatro: ;Cémo dices a tu hermano: Deja que saque osta pajita do tu oja, cuando Novas ti: una viga alravesada en ol tuyo? Hiprécrita, saca primero 1a viga de tu ojo y entonces verds cémo has de s0- car la. mota del ojo de tu hermano. (Mt, 7, 4 5.) Procedamos, pues, con mucha cautela cuando se trate de juzgar a nuestro hermano; no lo analicemos con ojos inguisitoriales de ples a cabeza; no emplee- ‘mos el microseopio para examinar gu eonducta. Aqui Gebemos recordar la norma de San Pranciseo de Sa Jes, empleando con la caridad un sagrado pudor seme- Jante al que so tiene con la castidad. Y cuando se Febele nuestra pasiin pretendiendo presentarnos al hermano leno de defectos, repliquemos: ;¥ quién esti, exento do ellos? Y tapémosle la boca con las pa- Inbras do Cristo: ET quo 80 encuentre ein falta, que 1a primera piedra. (Joan., 8, 7.) ‘En el crisol no queda més que el oro; las impu- rezas se apartan sin tenerlas en cuenta. Crisol es el ‘alma en que reina la caridad, en donde brilla el oro —8— de las buenas acciones del préjimo, y donde no se ‘ven ni se tienen en cuenta sus defectos. V. Pero donde hemos de extremar nuestro cui- dado es en evitar los juicios temerarios contra los meine iQué frases més severas las que encontramos en na sft ans conta nn qs neon eo trot engine a Ser No cue mar nin ecg iia, hogar oo mie Prof tas Gh ean ones tu pan me ponder ‘Fath gta! late cada: Bl gn eer toot fos oe pa do rope) 108 Sele dias cota open Sls ser opi i uso et de independencia, revuélyense fécilmente contra el supe- 2a a eames ay ane ure mem fas Sita Gtenon sar aoe fo Som cre Sue cone tar yy ttn enero SStar eles iw dle: Sheeran Fore Stato ona gun Ee @ grain SES sal fe my ner per por cosets Cami? sade roar om xpi akan er, soln Sys tater or prin npr gue iRise opt 2S aap sents arpa No vet cats fs ssa lind? poten sto Ste Sie Gu nf seman sie Soo 0 ra twit secs doce pogo t Pome Moun cer is aly oar eo el ot og ec mo we mn oe hap (G) Qui doin tatigert Vos, tdngit, pupllsm Goull mé ae, 3,8.) , — 86 — Salmista: Bion mo esté haber sido humillado, para que conozca tus caminos de santidad (9). ‘Pero ea que, ademas, el superior ha sido contigo prudente y earitativo, pues al haber sido piiblica ta falta, te ha ayudado a corregirla, reparando el escin- dalo que hebias causado a tus hermanos. ‘Lo que pasa es que nos preoeupamos poco de nuestro adelanto espiritual, vivimos muy humana- mente, ¥ eon nuestro gesto dlsplicente obligamos a los superiores @ ahorrarnos una eorreceién que por tuna parte nocesitamoa, y por otra rehuimos eon dis gusto, olvidando las palabras del Espiritu Santo: Odiar ta correccién, indicio ex de hombre pocador; quion @ Dios tome, luego entra en cuentas consigo mismo (10). “Lo que a m{ me molesta on el superior, dir otro, son las dos medidas, Para fulanito todo son atenciones, preferencias y excepciones; jab, pero que no se las pida yo, que buena repulse me espera! iY esto hay quion lo aguante? —Diffeil es dar una contestacién cuando se des- conocen los pormenores del caso, Pero me permito sefialar las consideraciones siguientes. Las atenciones y excepeiones que se conceden Fulanito, ;son razonables? Entonces, ; por qué no se le han de conceder? Recuerda la palabra de Cristo en Ja pardbola de los viiadores: Ha de sor tw ojo ‘malo 0 envidioso porque yo soy tuemo? (11). ¥ th, {puedes decir con verded quo el superior te haya Regado algo razonable quo Te hayas pedido? ea) Batam fa ums! me, ut cam futien “Go). Gal cat comeptisnem, vestigium est pocoatirs: et aqui Umet Deum, couvertctur ad cor alum. (oes 2, a) 1d) An oulun tan nagar ‘et guia ogo bonts sum? (act, 20,35) —ar— Por otra parte: ;qué tienes que decir de fulanito? No es buen religioso, no es sacrificado, no es traba- Jador? ;No es cierto que el superior tiene siempre en l al religioso dispuesto a cualquier obediencia por dificil que sea, en cualquier momento que lo necesite? iY puedes decir lo mismo de ti? ;Cémo no quieres, Dues, que el superior tenga dos medidas, una de agra- decida preferencia para él y otra de atencién indife- mite para ti? ,0 es que la justicia consiste en tratar por igual al que es servicial y al que no lo es? No, y precisamente aqui esti mi queja. ;Por qué se han de tener atenciones con fulanito euando todo el mundo sabe que tiene muy poco de buen re- ligioao y que no es precisamente buen ejemplo el que da a la comunidad? —Pues aun en este caso te diré: no pienses mal de tu superior y admira su caridad. No es el sano el ‘que necesita de atenciones, sino el enfermo; y ti mis- ‘mo reconoces quo fulanito eapiritualmonte lo esté. Y el superior tal vez extrema con él los cuidados para ver si logra salvar esta voeacién que se tamba- lea, imitando al Divino Maestro de quien profetizs Isalas que no aplastaria la cafia rota ni apagaria Ia mecha humeante (12) —iQuiere esto decir que nunca podremos juzgar los hechos del superior? —Jugar mal y sin fundamento, no se debe ja- ‘mis, ni de los superiores, ni de los iguales, ni de ios inferiores. Pero te diré més, Si quieres ser buen reli- szioso, nunca pongas tus ojos en la conducta del supe lor; nolite téngere christos meos, Sélo en el caso de ‘que fuera evidente una falta grave o un mal ejemplo 2) Célamum quansdtum non céotert 1 Haun fis: ‘zene non extinguet. Usa, 42,3) del superior, deberias tomar nota de ello, no para hacerlo comidilla de tu conversaeién entre los herma- nos, sino para comunicarlo al superior inmediato, ‘para que pusiera el oportuno remedio. En resumen: nunea seremos lo suficientemente prudentes en nuestros juicios sobre el préjimo, pues como advierte la Escriture, ef hombre aponas se da ouonta de lo que sucede ante sus 0j08, pero Dios pe- nnetra en To mds reodndito del corazén (13). A I, pues, corresponde tmmicamente oseudrifiar los corazo- nes y calibrar sus intenciones més intimas. El alma del préjimo, dice San Francisco de Sales, es como el rbol del Paraiso de la cloncia del bien y del mal, al quo estaba rigurosamente probibido ‘acercarse; su juicio se lo he reservado Dios. En la vida de Santa Margarita de Hungria, s0- brina de Santa Isabel, se cuenta que su confesor, el Padre Mareelo, hacia tiempo que queria conocer por qué via los entiguos Padres habian egado a tan alto grado de santidad, y In Santa lo pedia al Sefior en sus oraciones. Una noche el confesor tuvo una visién fen que se Je mostré un libro con letras doradas, y oy6 tuna voz qus'le decia: ; Marcelo, levantate y lee! Obe- doci6 el miniatro del Sefior y leyé estas palabras: El camino de perfeccin de aquellos Padres fue éste: Amar a Dios, despreciarse a si mismos y no despre- iar ni juzgar mal a nadie. 3), Hlomp yidet eu quus pdrent: Deus dutem intuétur con Rag 38, 2) CAPITULO IX Caridad fraterna en las palabras Difieil se hace a veces la prictica de la caridad fraterna en los pensamientos; no menos dificil se hhace el practicarla en las palabras. Con cuinta ra- én se nos advierte en el sagrado Libro dol Bclesifis- tieo: ;Bionavonturado el varén que no ha tropesado ex palabra de su boca! (1). En efecto, es tan humano dar tna contestaciin airada, hacer un comentario poco earitativo, dejarse Hevar del mal humor y decir tuna palabra ofensiva, que sélo las almas que han faleanzado un gran dominio sobre si, tienen a raya st. Tengua y eviten las faltas de caridad en las palabras. Por esto exclama el Apéstol Santiago: i alguno no tropieza en palabras, de exe tal se puede decir quo as vardn porfecto (2). L Yala verdad, ;quién es capex do calcular les datios tue puede causar una palabra, no ya ma- ced, ROE ME oo nee pe wt oe ore tk 2)" Bt gids in verbo non oftéait, hic pertstus est vir. an, 3,2) =i liciosa, sino simplemente imprudente? ;Quién puede enumerar los males que ha produeldo en el mundo tuna mala lengua? No ce de extrafiar que el ApSetol Santiago en ma notabilisima Bpistola Catéliea we deeate con santa energia contra fos estragos de una mala lengua. Ved, dice, como un poco de fuego Mega a incendiar una gran selva (8). La Tongua también oe fuego, 02 un ‘mundo entero de maldad; y oiendo inflamada det fuer 90 infornal inflama Ta rueda o carrera de nuestra vida (4). ‘Y asi es en realidad. Una mala lengua es un ins- ‘trumento de muerte, de quo so vale el demonio para fencender el fuego de nuestras malas pasioncs y re ducir @ cenizas el ediiclo de nuostra santiieacion, Calediese ahora el mal que nos catmamos a nosotros ‘ismos con la lengua, el que con ella eatsamos a lo demés, y el que éstos se hacen a si mismos y al pro imo, y ge ver cunts razén tuvo el Apéatol Santiago ara ilamarla wnivérsitas iniquitatis, todo un mundo do iniguidad. Pues en 4, como en seiva traidora, anidan toda clase de serplentes, las que hhieren con doloresa mordedura, las que se enroscan y destrozan Ja fama ajena entre sus espires maldicientes, y las terriblemente yenenosas que emponzofan y matan cuanto tocan, ;Qué son, si no, ts palabras ofensivas ‘contra ta carded, la difamacién y maledicenci, In re- ‘lain do ajenos secretos, lad butlas o ftrisiones, Jas palabritas mordaces, as disputas acaloradas y sin eridad? Pecados son que hallan féoll acogida aun entre personas religiosas, las cuales desgractadamen- ce.) BO* apantun fens, quam magna svar Inna "(GB Unga Ignis oat uivérsites iniguais ot inn sat Pitam nadia norte, ‘Spe —2— De led epee Visio emplear desollar al projimo la lengua que rere ce Ft gn se ar neater, oh aes ae See eas Be ie ee ne Se iran gaan crema Sap enorme eae Seti ne mange Se ees Oe ame Soha er ima Demedie Sadek nied een Si ney na ties at sr te Sore cce ee beet te (5). Pero... ;no estara mal aplicado este texto? 2 ay pce eye aie ca siceeenints Be te Bes rs hate eles fealty eines ocean ge Ti en rn yo ri tema sted ae mine ae ct a Seana oe alec paste arms oe Bi ned Bost tie ca capone Bis ge a ae Le file alsin tatera Gece lengua: Aujus vana est religio, su religién vana es, ‘Y Mons. Martini da la razén; porque bajo la capa (8) Bot via quae vidétur némlat just: novsslma date ‘gus tocunt ad mortem. (Prev. 1 22.) (6) St gia dutem pitt se religdeuim ease, non refraenans agama abn ofan Varna est feligi, aos 128) os de celo, de apostolado y de piedad, se esconden vicios nefandos: la maledicencia y la detraccién, las con- tiendas obstinadas, 1os odios eoncontrados, las locua- cidades importunas y el desprecio del préjimo. Si vana es la religién de ese desdichado, ;podrtis iin dudar de que el camino que sigue en el abuso de su desatinada lengua, lejos de ser camino recto Justo, conduee a la muorte y a Ie perdicién? ‘De entre los muchos pecados, dice el Criséatomo, 6 la maledicencia el que més fécilmente se comete, ¥ na vez cometido, el que menos remordimiento ‘causa; pero no por eso dejar el Sefior de castigario ‘con severidad mayor. ;Y pensar que éato e8 el de- fecto dominante en cicrtas casas religiceas! IL La justicia nos obliga a reparar los dafios causados sl préino en sus bienes materiales o en sx hhaeienda; de igual modo nos obliga a reparar los dafios catisados en su fama y en su honra, que son bienes espirituales de un precio mucho mayor. ‘De Jos Libros Santos son estos pensamfentos: Vale mds et buen nombre que ta abundancia de rique- 208 (7). Cuida de tu buen nombre, porque seré para Be duradero que mil tovores‘precisoe y grav ‘De agui el deber de respetar el honor y la fama del prjimo, Mas, jen qué consiste el honor y a ‘Honor ea el reconocimiento externo de la exoelen~ cin de otro; y se demuestra bien con palabras, bien (D)_ Maus ext nomen bésum quam rultae, Pro verbies, 21) ee con hechos. Llege un Jefe de Estado; hay un desfile militar, tovan las bandas, se hacen las salvas de orde- hanza, se oyen vitores y aclamaciones populares; todo ‘son honores con los que se reconoce la excolencia del vvisitante por el cargo que ostenta. Al encontrarnos con un superior, le cademos el paso, nos descubrimos, Je saludamos; es honor que le tributamos, recono- ciendo su excelencia por la autoridad de quo esta revestido, La concesién de una medalla, de una Gran Cruz, de una encomienda, es un honor con que se reconoee la excelencia o el mérito de aquél e quien ‘80 concede. TEI honor debldo al préjimo se quebranta con In contumelia, que es la injusta lesién del honor debido f otro; tal seria insultar de palabra u otra forma a un superior. Fama es el aprecio y buen opinién que de una persona tienen las gentes. Y miontras no se demues- tre piiblicamente Io contrario, todos tienen derocho ‘a ser tenidos en buena oponién y a gozar de buena fama, Pero si un individuo ha cometido un crimen ¥ ea condenado por el juez a presidio, por esto mismo plerde el derecho al buen nombre y a la fama. ‘Opénese « la fama la detraccién, ct falso toetimo- ‘io, la revelacién del seoreto y el juicio, sospocha y duda temerarios. De estos iltimos hemos tratado ya ‘en Jos poeados de pensamiento contra la earidad; de los otros pecados contra el honor y la fama del pré- jimo vamos a tratar en los capftulos siguientes. CAPITULO x Detracelén, Murmuracién ‘Ya hemos dicho quo a la fama debida al préjimo se Je opone en primer lugar la detraccién, llamada también maledicencia, la cual, consiste en la injusta lesién de la fama o el buen nombre ajeno. Tres for- ‘mas puede revestir la detraceién: murmuracién, chis- me y calumaia. Comencemos por ls murmuracion. I. Liémase murmuracién el manifestar sin justo motivo un pecado 0 defecto ajeno, verdadero pero ‘cculto, en ausencia del ofendido. Para que haya murmuracién ae requiere: 1 Que el interesado tenga derecho a la buena fama; pues si pesa sobre él-sentencia de jusz, ésta le ha quitado ei derecho al buen nombre; y el eomen- tar su erimen no ¢s murmuracién, 22 Que la falta do que so habla sea oculta; que si es piiblica, o va a serlo en breve, no hay tal mur- muracion, 32 Que se revelo a falta ooulta sin juste causa; ‘si no habrit murmuracién cuando se digen las cosas —sT— te a fa ‘a log padres o 2 los superiores para que pongan re- ‘medio; o @ avisa a un amigo para que se guarde de un mal compafiero; o se dan a una familia malos informes sobre un criado o persona de servicio que se ha portado mal, etc. 49° Que la murmuracion se tenga sin que el into- resado eaté presente. ‘Ast, pues, habré murmuracién: Cuando se revelan sin necesided los pecados ocul- tos eometidos por el projimo, o sus vicios y defectos no eonoeidos; ‘i se interpretan mal sus dichos y aeciones; se niegan sus buenas cualidades, o las buenas obras que se sabe ha realizado, o se sostiene meligna- ‘mente que no merece las alabanzas que se le tribu- tan; ‘atenuando sus virtudes o disminuyendo el mérito de sus buenas cualidades y acciones laudables; ‘cuando se alaba con entusiasmo a un hermano, ¥ nosotros lejos de hacerles coro, contestamos con mati- cha frialdad, 0 guardamos silencio, o dejamos caer maliciosas reticoncias, Io que equiveldria «una cen sura, YY ndtese que, si es pecado la murmuracién contra 41 préjimo, no lo es menos contra una Comunided, un ‘Monasterio o una Orden religiosa; por el contrario, puede revestir gravedad mayor, por cuanto el dere cho de una colectividad se antepone al de un indi- vyiduo, y el perjuicio ocasionado por la murmura- elén, en igualdad de circunstancias, es mayor si 96 Jhace a una Comunidad que a un individuo en par~ ticular. GY qué decir de los que levan su villanta hasta no Tespetar ni la memoria de los difuntes? A lor muertos, dice el Eapfritu Santo, no les niegueo tu ol benevoloncia (1). Hs cierto que a ellos les es menos necesaria la fama y, por lo mismo, bajo este aspecto ‘es menor el pecado de quitirsela; si bien en ocasiones pueden resultar perjudicados sus parientes o here- eros, y entonces el dafio que se eausa puede agravar Ia maledicencia, Pero dice muy bien San Francisco de Sales que manchar la reputacién de las difuntos es luna especie de impiedad; y los que tal hacen, imitan las hienas quo desontierran los eadaveres para. de- vorarlos. TH, 108 peeado os Ia murmurackin? De suyo es pesado mortal, aunque admit parvedad de mater: Don ruzones adc Sato ‘Toms’ primera, con ls rmurmracién ae lo prva al projimo do un gran bien, Guat ole fama, al que tenepleno derecho, segunda, AU guitare a fam, no Te impido relia mruchas Obras buenas ‘de que seria expe mos dicho quo la murmaraslin admite parve dal do materia; ¥ eato wo modire sin sea quien habe qué se dice y ante quitnes se dice. quo murmurs enn eatigler,poca por. tancia elo dn; en cambio le du sucha sles a persona repetabe, Declr dou chiguilo que ex mentirso, poco Ie ofende; dcirio de uh Obispo, seria ofensa grave, No eb lo mismo decir do ano que t veooe eeha ‘acon (Gl pilabrotas), quo decir quo u Yoos bie. fens, Nicolo mimo comenta una falta entre personas pradents, que lablarla delante de gente Joven para {lets pola ser do echndale Desomdiendo a easoe mia particulars, dremos 1) Mértuos ne proaibans gratia. Beet, % 8.) 9 que hay parvedad de materia, o mejor, que la mur ‘muracién no es pecado grave: ‘Cuando en ella sélo se hace mencién de defectos eves del préjimo. "Bn un espiritu ligero 0 sobrado locus, podré no ser grave por falta de plena advertencia y de inten- cin de eausar dafio al projimo. ‘Digase lo mismo cuando se euentan las cosas como ofdas de otra persona, y lejos de darles crédito, ‘se refutan como inexactas 0 falsas, procurando que de su divulgacién no le venga dafo al projimo. ‘Asimismo, cuando la persona de quien se habla, no goua ya de buena fama, Y asi, seria pecado grave Gecir de tn sacerdote que se habia batido en duelo 0 gue es aficionado a la bebida; 10 que, en cambio, apenas tendria importancia (el ejemplo es do San ‘Alfonso) dicho de un goldadote o de un individuo vvicioso o de fama dudosa. Por el contrario, notemos aqui con el Padre Ro- riguez (y ya lo hemos indicado anteriormente) que la revelacién de una falta o defecto leve que, tratin- ‘doce de seglares, no pasaria de culpa venial, podré egar a ser culpa grave contindola de un religioso, de un sacerdote o Prelado, Y Ia razén es clara; por- ‘que clertas cosas apenas empafian la reputacién de un segiar, y en cambio perjudican notablemente el buen nombre del sacerdote a religioso. ;Quién duda, por ejemplo, que causarfa mis dafio decir de un Su- perior o de un Prelado quo es un mentiroso, que no ‘ene espiritu de pledad, que no tiene eriterio.., que no afirmar de un seglar que no ayuna nunca, o que no va los domingos a misa? IIL En resumen, diré alguno: dedicese de lo di- ‘cho que lo mejor seré no hablar nunca de nadie para — 100 — no incurrir on el rieago de caer en falta. —No, con festaremos; una eoea es hablar mal y otra hablar bien, y esto nadie Io prohibe. Lo que se nos prokibe fs la maledicencia, la cual supone revelar culpns 0 efectos. del projimo oeultos, quitindole ura. fema tua que tiene porfeeto derecho, y revelaris sin ne tecidad, o a quien no tiene derecho de conocertos. Pero nadie nos prohibe que lo hagames materia, de hnuestras conversaciones, eontando de € hechos edi antes, alabando sus buenas etalidades, comentando tun aciertos y buenos ejemplos, lo cual Tejos de ser Gino do reproche, en en extreme laudable y de gran edifencién, Pero es que, ademis, pueden presentarse casos en que el ella ns fats ajenas no sea acto de virtud 1 de caridad, sino todo lo contrario, Y asf, e8 tn Gober eatricto, y al mismo tiempo un gran acto de caridad, edyertr a loa padres los malos peaos de sus hijos, dar a conocer 1 los amoe les infidelidades de sus dependientss, comunicar al Superior las faltes, fel hormano pars que pueda avisarle y paternalmente cortege, "Y realicaré también une positiva obra do carided et que, pare impedir el dato y In ruina de wn ino- tente, Ie abra Tes ojos sobre los defectos.y malas {ntensiones del desgraciado que intents aprsionarie fn mia redes do perdicién, 0 envolverle en un no- socio ruinoso, ete. el gran moralisa Frasinetti son los pirrafos guicntos: “Hay algunos individuos tan malvados: y Poligrosos, quo es de suma necesided sean como tales bien conocidos; y- para logrario, hay que decir de ellos too lo malo que se sepa, para que asf os demés puedan guardarse de sus ascchanzas y seducciones esto os ain mis nocesario al tratarse de indviduoe = 101 — ‘que ejercon positiva influencia en las personas sen- cillas y en Ta juventud. Gritar 7AZ Jobo! es una gran. ‘obra de caridad para con las ovejas.” “Afiadamos que hablar de los vieios 0 defectos de ‘alguno @ personas que ya los conocen o en lugar donde son ya piblicos, no es murmuracién, con tal do que nada se exagers. ‘Sin embargo, aun cuando un delito sea piblico y notoria, revelar sin causa el nombre del delincuente ‘2 quion Jo ignora, no podré excusarse al menos de ‘culpa venial, si no contra la justicia al menos contra, Ta earldad. El Cardenal Gousset pone el caso de un pecado greve quo antes fue notorio, pero que actualmente nadie conoee, o euyo recuerdo ya se ha borrado en el ugar que #e cometié, :Seria falta volverio a revelar? Indudablemente, y pecado mortal, a no ser que, ha- Dando del peeador se dé a conocer al mismo tiempo Ta penitencia que hizo, y la estimacion que después se ssupo granjear cambiando de conducta. TV. Ya hemos dicho que la maledicencia es pe- ‘eado que va contra la justicia; por de pronto se Ie ‘quita al préjimo eu fama, lo que se equipara al robo, Y¥ puede, ademés, causarle dafios y perjuicios. De aqui ‘dos obligaciones de Justicia: 1a de devolverle al pro- {fimo Ia fama que se le ha quitado y Ia. de reparar los afion materiales que se hayan sezuido. 2¥ quién no advierto le gran dificultad que todo lle encierra? Néteso que Io dicho del projimo en la ‘murmuracién, suponemos que es verdad. 7Vamos dovolverle la fama diciendo que no, que es mentira quo no ha habido tales cosas? Eso seria mentir; To que no ee Iicito. Deberé uno acudir e medios indi- reetos, diclendo que estaba mal informado, que algu- — 102 — nos Je han tratado mal sin merecerlo, dar al ofendido muestras de estimacién, excusar sus defectos y ala- Darle cuando se presente ocasin, ete. {Pero bastard esto? ;Ah! Ved aguf una pregunta cuya respuesta es difiell entre Ins dificiles. ;Quién ‘no conoce Ia historia de la gallina de San Felipe Neri? Generalmente creemos mis lo malo que 1> bueno. ;Hasta dénde habré Uegado ya el torrente devastador que sali de laboca dei maldiciente? {Quid podré decir por cufntas bocas y oidos han Pasado ya aquellas palabras de difamacién? ,Quién enumerar cudntas Ienguas, cuéntos corazones, cuin~ tas almas se han contaminado ya con ese pecado? Fé- cll, muy féeil es hacer un nudo con un hilo de seda; pero, :quién es el valiente que luego es capaz de soltarlo? — 103 — CAPITULO XI De los chismes o susurracion, Otra forma de maledicencia os ol chieme, al que se le acerca la susurracién. Mala es la murmuracién, més grave es el chisme y la susurracién. I. ;Qué ge entiende por chisme? Hs toda noti- cia, verdadera o falsa, con que se pretende indisponer ‘@ tnas personas con otras. Hs decir, no se trata ya de difamar a nadie (aunque puede haber difamacién si la noticia es falsa); el mévil del chismoso es sem- brar la discordia, porturbando la amistad y las bue- nas relaciones que reinan entre los individuos, las familias o las comunidades. Parecido al chismoso es el susurrador. Susurra- cién es Ia murmuracién secret, sigilosa, dicha en ‘vor baja como dando una noticia importante, confian- do un secreto al ofdo del amigo, las més de las voces con Ia despiadada intencién de enemistarlo con otro. ‘A esta categoria pertenece el vulgarmente ama- do soplén; es el que indebidamente acusa en secreto y cautelosamente, es el que se sirve de la delacién ‘baja y amaiiada con segundas intenciones. = 105 — Importanie, Ba evidente que bard mal ol que ‘quiera confundir la delacién, et soplo, el insultante chivatazo, con Ia obligacién que todo religioso tiene fen eoneiencia de poner en conoeimiento del Superior lag faltas graves que sabe de un hermano o los des- Srdenes que pudieran haberse producido en la Comu- nidad. El sembrar chismes, de suyo, es pecado mortal y de mayor gravedad quo la murmuractén. Y Santo ‘Toms lo razona de esta manera: vale més ser amado ‘que honrado; el amigo fiel tiene mis precio que el ‘0; y asi dice el Espiritu Santo por el Helesiistico: Nada hay que compararse pueda con un amigo fiel (1). La murmuracién le priva a uno de Ja fama; pero el chismoco Jo roba ol amigo. Su pecado aleanza, Pues, mayor gravedad. Y téngase en cuenta que la gravedad del pecado no dependo de la gravedad de los informes que da el chismogo; pues con informes en cosa leve, verdade- 103 0 fals0s, se puede incurrir en culpa grave; a sa ber, cuando @ uno le guia Ia malévola intenciin de Aividir a personas, cases o familias unidas con vincu- Jos de Iieita y sana amistad, o cuando, aun sin haber ‘mala intencién, los chismes son causa de litigioe o de ‘graves enomistados, IL Este vieio del chisme y de la susmracién ‘es uno de los mas fustigados en la Sagrada Bseritura. Dice el Espiritu Santo en el Libro de los Prover~ Dios: Seis aon las eosns que aborrece el Sevior, y Ta séptima la detesta con toda su alma. ;Cudl es? Et ‘que siembrra discordias entro los hermanos (2). @) Amico ndett nulla est compardtio, ect, 5, 15) (2) Bum git séminat Sntor featres aisordian’ (Provee- bos, 6, 16) += 106 — Y¥ el Kelesistico lanza esta terrible amenaza: Malaita el chismoso y el hombre de dos lenguas, por- (que turbard a muchos que poscen la pas (3). ‘Si los pacificos son lamados hijos de Dios porque siembran la paz entre los hermanos, los chismosos deberdn lamarse hijo det diablo, porque imitan a su padre cl demonio, que sélo os desunion y rencor, x enticiparnos los odios etemos y las maldi- nes de su eterna desesperacién. ‘ba lengua teroera, sigue diclendo el Eclesiéstico, hha quitado ta paz a muchos y aun Tos ha obligado a Twin de ou patria hasta remotos continentes. (4). Y explica Martini: Llama le Hscritura lengua tercera 1 la det chismoso, porque se introduce en medio de os emigos para dividirlos, valléndose de patrafias| embustes. 7 OP contnin ol Sagrado Texto: La longua det chi ‘oso destrayé las ciudades amuralladas de Tos pode- roses, y derrumbd Tos palacios de los magnates. Destruys la fortalesa de Tos pueblos, y vencid a naciones muy fuertes. : La lengua tercera (dol chismoso) arrojé a las mux Jeres hacendosas privindolas de sus trabajos. EL que la escucha, no tendré descanso, ni tendré amigo en quien descansar. (To.) Quién a vista de tanto estrago no temerd trope: zarse eon la lengua del chismoso, y con mayor razon hhacerse reo de tan desastrosos males? Por eato en las Proverbios se nos advierte que el camino prudente no es el de la lengua desateda que de todo habla y todo lo comenta, sino el del que sabe (6) Susuro ot Stings malediotus, maltos Gan tuxbsbit pcem babantes Feel, 18, 15 “@), Lingua teria mmo commévit, et alopérsit Mw do gente in gatem eel, 25.28) 107 — callar y cubrir con el manto del silencio los deslices que conoce del projimo. El que mantiene secreto el delito, cobra amistades; quien lo cuenta una y otra ‘vee, separa a los que eatin unidos (5). ¥ el Eclesiéstico nos da este consejo: No quieras que te amen chismoso, para que tu lengua no te siren de lazo y quedes confundido (8) No olvidemoa que Dios es earidad y amor; y por Jo mismo no puede ver con buenos ojos ni podré me- nos de castigar severamente a quien con sus chismes Jmaprudentes rompe los lazos con que la caridad habia, unido las almas, ya dando noticias falsas 0 exage rando las cosas, ya sacando a la luz lo quo dcbiera quedar coulto o removiendo recuerdos que ya se habian olvidado, ya con frases de doble sentido o con malignas reticencias que, dada In flagueza humana, ordinariamente turban el alma y dejan herido el co- raxén. YY aqui una observacién muy importante, Si abo- rrecible es el chismoso, no lo es menos el que se le Junta y le hace coro, ET chismoso manoiia sw alma {¥en todo sera odiado; mas quien a él se junta, odioso ‘serd también (1). Y¥ a la verdad, ;hay algo més contrario a la ca- ridad ni més nocivo para Ia salvaeién eterna que ell trato y la intimidad con los chismosos? Por donde pasan dejan un reguero de males: envenenan las ‘mentes, turban los corazons, fomentan las discor- dias y eneienden los odios. ;¥ cémo aai pretenderin (0) it etigt detctam, quart amitias: qu Alters ser si espe adparat Toran (Pow ‘Nn apie saruro, ot Sgn tn ne capris coinage, Beets, 36). a prea (G)"Susdiro eingunkQt Grimm stam st tn. Gnnibus cult: et gut cam oo manson eds Cat Go, 81) — 108 — después obtener de Dios el perdén de su pecado? Porque no basta Ia simple confesién; es preciso re- parar el mal causado. ,Y oSmo conseguir la recon- eiliacién de los que uno ha desunido, y devolver la paz a quienes se les ha quitado? ¥ aliore. pregunto yo: zoémo podrin estos infelices proveer a su eterna Salvacién cuando tan dificil es hacer In penitencia ebida y reparar ol estrago causedo por su lengua viperina? TIL Cuil ha de ser Ia norma que debemos se- guir? La que nos da el Expiritu Santo que dice: {Oiste alguna cosa contra tu préjimo? Mucra en ti; hho temas que por callar vayas a reventar (8). Por ol contrario, nada te atraeré tanto las copiosas bené ciones de Dios y el afeeto y estimacion de los hom- bres como Ja seguridad de que sabes guardar un sc creto y callar lo que has ofdo. Al que asi obra, todcs se disputan su amisted. Pero dir alguno: —Si yo he contado a mi amigo lo que fulanito ha dieio de él, ha sido, pri- ‘mero, porque es mi amigo; ademas, de sobra sabia, que se iba a cnterar en seguida por otras personas. Yai se lo dlje, fue porque & mismo me lo pidié y me obligé a hablar. “Por lo visto, ese amigo tuyo tiene defectos no tan pequefios que’ otros resultan motive de escfin- dalo; ;no es asi? Pues si ti le quieres en realidad ‘de un modo santo, dale el aviso con santa libertad, ‘como si fuera cosa exclusivamente tuya. 'Té conven ris conmigo en que no se demuestra la amistad provocando divisiones y odios entre hermanos. Por (8) Audit vértum advermus peéxinum tum? Commo- viata ior lene guétiath non te aiartmpet, se, 19,100) — 109 — eso debes ser ti quien lo haga sin necesidad de poner de por medio a tercera presona, porque al hacerlo asi cometerias un grave despropésito. ;Quo iba a auberlo en aoguida. por otras bocas? Exo no es razin, jLe darias un bofetén a tu amigo, porque sabias de cierto ‘que un par de insolentes se hablan propuesto abofe- tearle? —Si lo que yo le conté, me dirés, fueron cuatro simplezas sin importancia que en un grupo dijeron de él. ;Cémo iba yo a pensar que se lo tomara tan en serio, y que perdiera los estribos por esas nifierias? Pues es0 mismo demuestra el sumo euidado eon que hemos de evitar los chismes. Si fulano, por ejera- plo, no puede sufrir que otro diga de 61 que es un Gesmemoriado, que tiene el ofdo duro para la miisiea, que oculta su calva con unas magniticas persianas, qué sucederia si le dijeran que fue zutano quien le ‘motejé de vanidoso, © le lamé cabeza de chorlito, © le tildé de ignorantén, testarudo, imprudente, en- trometide o maloliente? ;Cémo se pondria si le fue ran con el cuento de que mengano le remeda la vor, el esto, su modo de ander, ete. ‘Nunca aprenderomos bastante en el conocimiento del corazén humano, Las palabras del chismoso pe- notran hasta la médula de los huesos y se clavan ‘en lo mas hondo de las entrafias. Ha habido quienes, al verse convertidos por un hermano en objeto de ‘mofa y hazmerreir de los demés, Io tomaron tan en serio, que no encontraron con facilidad el camino del perdén ni aun en la hora de la muerte; y en aquel duro trance, acuciados por el demonio que avivaka fen su corazin las ascuas del rencor, eran prosa de horribles congojas, jviéndose en inminente peligro do perderse, como en mas de una ocasién lo ha de- mostrado una dolorosa experiencia! — 10 — yuemos de To dicho un grande horror a los chis~ snes ya la unurocion, No repeat patra mala ¥ dura, y no eufrirds menoscabo (8); €3 decir, como ‘xplica Martini, no cuentes a nadie la palabra dura w ofensiva que de él hayas ofdo, ¥ nada perderis ni en tu honor, ni en tu reputacién ni en tu paz interior; por el contratio, mucho ganaras practicando 1 obra de caridad y prudencia, B insiste el Belesiés- tivo: No repitas la conversacién que oyeres, descw- briondo ta palabra oida en scoreto; y no tendrds que ‘avergonzarte y hallarés gracia delante de todos tos hombres (30). sea) gNgstge, youn sequen et drm ot non minor ‘o) Noh diplices serménem auditus de revelations ser~ sonia tecundie et cris vere tne. confusion et invenien {Eratinm in eonpects Gmnitsn homiaum. (cll 42, 3) --m— CAPITULO XI La calumnia Es la calumnia uno de los pecados més aborreei- bles y mas extendidos en el campo de los enemigos dde Dios y de la Iglesia, Ya el Sofior les advirtié a sus Jisefpulos que no se verfan libres de sus mordeduras, ¥_por esto lea dice: Rogad a Dios por los que og por Siguon y calumnian (1). Lo triste es que ni aun den- tro de los muros tutelares de Ia casa religiosa esta- ‘mos al abrigo de sus dentelladas; y no ya de las calumnias que pueden venir del exterior, sino tam- Dién de las que lance alguno de los que eon nosotros conviven. Veamos, pues, qué es la calumnia y su gra- vedad. I. Calumaia es atribuir maliciosamente al pré- jJimo culpas o defectos que no tiene. ‘Habré, pues, calumnia: Cuando se le cargan al projimo faltas en que no hha incurrido, como seria declararle autor de un robo que no ha cometido, toll) _Qiate 0 persouéntius o calumniéatinus vos, A 20,8, 48) — 113 — ta eta fate ‘Cuando se le imputan defectos que no tiene; por ‘ejemplo, decir de un administrador que es un cica- tero o un avaro, cuando no es mis que un religioso exacto en el cumplimiento de su deber, ‘Cuando se le atribuyon toreidas intenciones que no tiene; come decir del superior, cuando nos enco- ‘mienda tna obediencia pesada, que lo hace por fa8- tidiammos, por la ojeriza que nos tiene. Y, en fin, en todos estos casos para que haya car Tumnia es menester que la imputacidn sea maliciogs, bien porque nos consta de su falsedad, bien porque cearece de fundamento racional. "Adviértase que puede darse calumnia material sin que haya pecado formal. En una conversacién se dice de fulano que es el autor de un desorden sucedido en tease, aunque en realidad no lo os. El superior me pregunta, y yo doy su nombre afiadiendo de quiénes lo he oido, Ciertamente hay calumnia, por cuanto s¢ atribuye @ fulano una falta que no ha cometido; pero fs una calumnia material; en mi no ha habido inten- cin maliciosa, ni me consta que la noticia sea falsa; no soy culpable de pecado de calumnia. ‘La calumnia es peeado més grave que Ia murmu- racién; el murmurador, al fin, dice verdad, mientras que el calumnindor dico montirs. 1 maurmmuredor pre- gona faltas que son verdaderas, mientras que el ca- Tumniador cuenta falsedades que él se inventa. El ‘murmtrador falta contra la justicia, pero el calum- niador « la falta contra la justicia afiade 1a mentira. Bien retrata el Salmista a los murmuradores dicien- do: Agusaron sus lenguas como de sorpiontes; ve* neno de dspides debajo de sus labios (2). ¥ temeroso (@)_Acsérant nguas suas slout serpents: enémum 65D dium tup bus era (Pa 389, m4 de sus acometidas exclama: He practicado rectitud y justicia; no me entregues a ov que me calumnian. Responde por tu siervo para bien; no permitas que ‘me calursion Tos soberbioe (3), ___,_zSerh poable que tan horrible pcado pueda Sntroductse et una casa religion? abe suponer que ana lengua gue debiera santiiarse cada manana AV eontacto dl Cuerpo sacratisimo de Crieto en la tanta Comunlén, quiere mancharse doopuéa do tn todo tan torpe? Por dengraciaes ota i realidad. Y ff sucee con demasiadnfrectencia que, quien se a. Acostumbrado a ia mrmdracio, legn con la mayor faelad a Ie exageacion de los efecto ajonoe, y hasta'e tiem ealumia, Y Go agu! una conse exenela peor, Dado el detenfado con queso procode AU babar, nl we preocupa, no de hacer Inego una Sie dre ys inn de hacer ee ractacidn y resituir al promo la fama quitada Coma si pera ton no se hubieran escrito equelas palabras del Expiitu Santo, que a todos nov bli fan: Fon culdado del buon nonbro, porque ard pera th mai duradoro que mil tesores Grandes ¥ preco- sor). a alumni, ace el Eclesiasté, perturba al ae bio y deribatafortatoa te su corain 8). er que donds cava su emponsofado diente, ro hay be ombre que rest, ni reputacion que ), Pet iuseiam ot jutam: nom tradas me cam signtioar me. Sisepe strain tom in bisa’ non celum Iintur me super thy 6, 319352) {Gleam habs de ao nbting ee gol mags per rmanth int gum ml thoes prin ot tage Gas: Bilis, 8) ye ee “6)" Gahran contrat sapien, et pérdt rébur corls swe essen 8) . eae — us — tno salte hecha pedazos, ni fortaleza que no se que- brante y se derrumbe por los suelos. ‘Ved esos dos hermanos. La obediencis les da una ‘eupacién comin, a la que se entregan con todo ardor. El trato engendra confianze; el afin por cumplir bien eon su cometide haco que menudeen sus con- vveraaciones buscando el modo de hacerlo mejor. ;Qué hay en eso sino el noble anhelo de superarse en su trabajo? ;Ah! Pero al seecho hay un censor que no los pictde do vista. Si, aquellas risitas, aguel gol- pecito en la espalda, aquellas miradas de inteligencia, aquella reunién sigilosa... Y en la fantasia. ealentu- rienta del severo Catén surge el fantasma al que sin mis averiguacién le da cuerpo en una confirmacién rotunda: jamistades particulares! Y la acusacién llega a oidos del Superior con todo lujo de detalles imaginarios, y en grupitos y en conversaciones, en ‘vor baja eso si, el censor sefiala con su dedo acu sador: ;Veis? ;Amistades particulares! —jCon qué derecho? ;Es que una sencilla amistad fraguada en fl trato intimo de la ocupacién diaria, autoriza a nadie a darle torelda interpretacién? ‘Menos mal ai los acusados gozan de simpatia en Ja comunidad, que entonces Ia calumnia se deshace sola como aztcarillo en el agua, Pero que sean dos individuos poco gratos, 0 que el censor sea persona influyente; y veréis emo la calumnia se propala por todos los rineones de la casa; y la comunidad les va haciendo el vacio, ¥ los pobres vietimas de la ealum= nia se sionten poco a poco acchardados, abatidos, humlllados, hasta quedar anulados fisioa_y moral- ‘mente; Ia calumnia les llegé hsta la médula de los Ihuesos. No le digs a aquel infeliz que se presente en piblico para prediear, 0 dar Ia instrucctén cate ‘quistica, o dar unos avisos. No lo hard, no se siente — 116 — con énimos; y, aunque Io haga, no estarén dispuestos| Jes demis a escucharle con fruto como antes. Ca- lumnia, calumnia, escribié el infame Voltaire, que algo queda. Si el agua pura arrojada sobre una tela preciosa basta para mancharla, jqué sucederd ai 86 Te echa encima un fraseo de tinta nogra? ‘Con euinta razin exclama el Eeleaiéstico: De tres cosas tiene miedo mi corazén: la maladicencia en le cudad, motin de la muchedumbre y ta fatsa calum- nia; todas tres son peores que Ia muerte (6) TIT. De la ealumnia hay que decir To que de la murmuracién: es un peeado contra la justicia por su naturaleza grave. Exige, pues, primero, la repara~ cign de Ta injuaticin dovolviondo Ia fama a quien se le quit; y en segundo lugar, si se siguieron datios, es obligada su juste reparacién. i@5mo debe repararse la calumnia? Confesando claramente que se dijo una falsedad; y debe repa- arse de igual modo como se propslé la. calumnia, es decir, de palabra, por escrito, en piblico, etc. ¥ esto apenas necesita explicacién. Hl que ha calum- niado en conversacién con un amigo, tiene el deber de confesar al amigo que no dijo verdad. El que pro- palé una calumnia en un periédico, debe publicar la rrectificacién en el mismo periédico, yen lugar y letra igual. Si uno lo hizo en piblfeo, en un discurso, en Ia clase, ete,, debe en otro discurso, en Ia clase, donde sea, desdecirse de lo quo antes dijo. ‘Adviértase que la fama del préjimo se debe res- tituir de modo eficaz, aunque con ello el calumniador (6) A tefoue time cor méam.. delatcram eivitatis, et ‘otoctisnem papal, caldmatam mandcem, euper aadstem Sevain previa. Wee, 2, 6) ut sufra quebranto en su propia fama; y si no hay otro medio, deber confesar que mintié y ealumnls. Y ‘como dicen los autores, pueden darse easos en que tenga que jurarlo y aun ante testigos, si fuera precl= s0. La earidad para con el calumnlador se contenta, no obstanta, eon que la fama quode debidamente re parada, para lo cual puede servirse de los medics lieitos que mejor crea convenientes, procurando, si puede, que quede a salvo su propio honor. —2¥ ai s6lo hubo calurnnia material y no formal? —EI que ha ealumniado sin saberlo, en euanto advier- ta su yorro, esta obligado a dosdecirse, no sélo por Geber de caridad, sino también de justicia; aai San Alfonso. Pues no puedo dejar en pie una cause puesta por mi, de la que puede seguirse dafio al préjimo, mas ‘tengo el deber de quitarla o suprimiria, Recordemos, por iltimo, que también en Ja ca- Jumnia puede darse parvedad de materia, Mas si de una calumnia por su materia leve se siguiera gra- ve perjuicfo al préjimo, seria pecado mortal. Y. son ejemplos cldsicos en la materia: el que calumniosa~ ‘mente afirmase que un sacerdote era mentiroso 0 que ‘un obispo habfa sido verdugo. ¥ la razin es clara, a suber, la grave deshonra que se les podia seguir. IV. Al terminar uno el estudio de este tema, no puede menos de exclamar: ;Deflende, guarda, Sefior, mi lengua de toda maldad! ¥ repetir las palabras del Belesifstico: ;Quiée pusiera wia guardia a mi boca 1 tn sello de cireunspeecién a mis labios, para que ror ellos no caiga y no mo pierda mi Tongua! (1). (Quis davit ort meo eustédiam, et aGper Mbia mea si apse ce. tom car abel gun be ft mel (Bea, 22,33) — us — Feliz el que esth a cubierto de ln lengua malvada, y no es victima de su furor, ¥ no tiene que soportar Su yugo, ni se ve preso en sus cadenas, Porque su sugo es yugo do hierro y sus cadenas son cadenas ‘de bronce. Muerte espantoss es la muerte que da y el sepulero es preferible a ella, (Koel, 28, 23..) Hasta aqui el Belesidstico. ¥ comenta Martini: La muerte eausada por la lengua del calumniador es una, raverte eruel porque es larga y lenta, y va con fre ‘cueneia acompafiada de infamis. Por lo mismo es ‘mis de temer que el mismo sepulero, y aun que la ‘muerte natural con todas sus amarguras. “Mas, jay del calumniador! Bscrito esta: La len- ‘gua del calumniador no vivir mucho tiempo. Dios no permitiré que puoda hacer mucho datio. 1s espada ¥ es fuego; espada que dividiré y destrozaré a los pecadores con la violencia de sus detracciones, con- sumiéndolos en lamas de odio y de furor; y aunque también desgarrard la honra de los justos, el fuego de sus calumnias serd un fuego purifieador que lim- piard la escoria de sus imperfecciones como el oro en. el crisol, y del que saldrén nimbados de méritos Yy de glotia, cual salieron los tres j6venes del horno de Babilonia, —1u9— CAPITULO x Lo maledicencia vielo universal y fumesto Uno de Jos mayores heneficios que noa ha hecho el Sefior es clertamente el habernos llamado a la vida religiosa, on le cual tenemos tantisima abundan- cia de medios con que atender a nuestra salvaciSn. Pero el hombre es débil, y aun estando en esta mis tiea fortaleza, se puede perder. ;No cayé el angel estando on el Cielo? ;No cayé Adin en el Paraiso? No cay5 Judas en ol Colegio Apostélico, con todo ¥ estar al lado de la misma santidad y de la fuente de la gracia, Cristo Jess? También puede exer el religioso, ¥ al decir esto, no hay que pensar en los desgraciados quo, infiles a su vocacién, se vuelven al mundo pisoteando las sagradas promeans de sus votos. ;Por qué no pensar en log que, aun viviendo en Ia casa religiosa, pueden ofender a’ Dios de otras mil maneras? El angel le ofendié con su soberbia; Adin con su desobedieneia; Judas con su avaricia; ¥ muchos roligiosos le ofenden con la malediconcia, con que manchan su lengua y su corazén. Tnsista- ‘mos una vez més en la malicla de este vielo tan fu- nesta, 1a — I. Por desgracia la maledicencia es un vieio uni- versal. Es como el pan, que no falta en ninguna co- mida; es la comidilla de todos los efreulos, el tema oblignda de todas las conversaciones, la misicn de salén de todas las tertulias, Se interpretan mal hasta las acciones mas santas; se inventa, se exagera, 3 ealumnia, se deseubren aun las llagas més secretas del préjimo, Con una sonrisa se le dan dnimos al ‘maldiciente; se aprucba lo que dice, con la mirada. Se murmura con un gulfio de ojos, con un ademan, ¥, iquién lo creyera!, hasta con los pies. Asi se ha, Podido decir que medio mundo habla mal del otro odio, y que toda la bumanidad murmura de toda Ia ‘humanidad. LY o6mo es posible tal aberracién? Contesta la Glosa: Primero, porque ef mimero de los necios es infinito (1); y e8, en efecto, una gran necedad meter- se @ indagar vidas ajenas. Segundo, porque pocos son los que anden por camino de salvacién, y asi no les importa pecado mis o menos. Tercero, en cambio, son pocos los que tienen tal delicadeza de conciencia que no se atreven a empafiar en lo més minimo la fama del préjimo. Por esto se ha escrito: Vardn per- fecto ce quien no tropieza en palabras (2). iA cudntos he hecho naufragar este vicio! Sin ojos para ver los propios defectos, como dice el Cri s6stomo, finicamente los tienen para descubrir los ‘ajenos, Se murmura por el inieo placer de murmu- rar. ;Dichoso el varén que no ha pecado con su boca). “Dadme un varén, dice Santa Maria Magdalena (1) Stultsram sentun eat nomen eel, 1,15.) (2), Si guls in verbo ton offend, Me pecectun est vir (ey, 2) 3} Jeatus qui lingua sus non eat lepsus! (Bell, 24,2.) im de Pazzis, que sepa encubrir Ios defectos y culpas de fus hermanos, que nunca manche su lengua con pa- labras que lastimen la oridsd, y yo, ain necesidad de ms pruebas, os diré que es un santo.” "Yes que caer en este pecado es muy facil. Para cometer otras faltas, gon menester ordinariamente elementos exteriores, servinse de personas 0 cosas fextrafias @ uno mismo, Pero, para la maledicencia, basta tener lengua; esta sierpecilla, como decia uo, que a cada paso se empefia en salir de su madriguers. “Muchos, eseribe San Alfonso de Ligorio, oyen risa, rezan el Rosarlo y haste comulgan; pero tienen fsu lengua negra a causa del pecado de maledicencia. La lengua negra! ;Os fijiis? Y tener la lengua ne- ra jes sintoma de muerte! TL ;Quisiora el Cielo que, al menos en las co- munidades religiosas, no anidara este vieio repug- nante! Pero ya San Jerénimo se lamentaba de que hay muchos religiosos que desgraciadamente se dejan arrastrar por la maledicencis, Los veréis exentos do tres violos, y sin embargo, eaen cominmente en. Este, que es uno de los peores lazos que el demonio tiende a las almas, “Hermanos mfos, sigue diciendo fl Santo, cuando denigréis la fama de vuestro her~ mano, gran delito cometéis, porque le dais muerte por medio de vuestra lengua. ;Oh, qué cosa mis fea 3 no stber callar y andar do celda en celda difa- ‘mando al préjimo!" ‘Ofd ahora al Beato Padre Champagnat, Fundador de los Hermanos Maristas: Confesemos con légri- ‘mas la pura verdad. Hay clertos pecados a cuyo po- ligro estamos més expucetos en la Religion que en el ‘mundo; tales gon, por ejemplo, el abuso de la gracia, los sacrilegios y for pecados contra la caridad. Hn la 123 — Religién esti uno menos expuesto a los ataques de la avarieia, de la blasfemia, de la ambicién, ete.; pero ciertamente esti mis sujeto a las contiendas, ‘Quejos y murmuraciones. Poco importa, hermanos Ialog quo non condenemor por este pedo 0 por aqui Y afiade ol Criséstomo: Nos precipitamos en el infieno no ya por la via ancha, sino por senderos tortuosos que nada tienen de hermoso y atractivo. ‘Somos fcles en loa mandamicntos dificiles, y en eam= bbio nos condenamos por pecados que se podrian evi tar con tanta facilidad, Lo triste es que hay religiosos de conciencia al parecer timorata, muy observantes en todo To demas, pero que en materia de detraceién parece como si tuvieran otra concieneia y rigicra para ellos otro ‘Evangelio; su criterio es de manga ancha, como suele decirse, y tan relajada ex su teorfa y més ain su préctica en esta materia, que eausan verdadero es- panto, Sienten siempre una apremiante necesidad de vyomitar todo lo que saben contra el préjimo; no dan. un momento de sosiego a las inexorables tijeras, al empleo de agudos alfileres y saetas voladoras, a1 traen siempre escondidas en los pliegues de sus vesti- dos, y con ello cortan, punzan, desgarran la honra del préjimo sin duelo ni compasién. ‘Pero si en os seglares la maledicencia es peeado, por qué no ha de serlo, y mayor, en los religiosos? {Religiosos e6lo de nombre, a quienes rechaza San- ‘tiago; pues ai el religioso no refrena su lengua, vana, ces su religién! Ved oémo explica Martini este pensa- miento: “No basta oir la ley; hay que practicaria. Por eso so engafian a si mismos Ios que, tenléndose por cclosos de eu religion, dejan sin freno a su len- ‘gua; y bajo capa de indignado celo se permiten male- 1m detracciones, obstinadas contiendas, co- jportunos y desprecio del projimo, ; Vana ces su Religign e imitil el eulto que pretenden dar a Dios, a quien ten mal sirvon con la licencia desen- frenada de su propia lengua!” “Hay ciertas comunidades, dice Saint Jure, donde por desgracia es frecuente hablar mal del préjimo; ppero lo peor es la concieneia errénea que se van for~ mando, Creen que no pasa do ser una cosa baladi, por 80, o no se conflesan de su maledicencia, 0 lo hhacen a la ligera, ain verdadero arrepentimiento ni propésito firme, ¥ ain pensar siqulera en la repara- cidn del daiio causado con su lengua. ¥ esto es enga- fiarse miserablemente; esto 08 cobijar el peeado en la propia casa, y exponer a evidente peligro su propia salvacion.” E] Padre Claudio Aquaviva, quinto Superior Ge- neral de la Compafia do Jesiis, reunié en cierta oca- sign @ los Padres y les propuso que, en votacién secreta, contestaran la siguiente pregunta: ;De qué modo y por qué camino los miembros de la Compar {do Jestis estan més expuestos a perder Ia caridad y a cometor pecados mortales? La mayor parte contesta~ tron lo siguiente: Con ef pocado de maledicencia, En~ tonees el Padre Aquaviva mand6 una eiroular a todas las Casas de la Compaiifa exhortando a sus religiosos a que, ai algiin dia hubieran sido poco delicados en teste punto, no go fucran 2 dormir sin haberse antes confesado. En el Breviario de Don Bosco se encontré un pa- pelito con este aviso de San Pedro Damidn a sus reli- Biosos: Portate, fratres me’, vobiscum clivem céliue dae: portato et clivem lingua; hermanos 708, levad con vosotros la lave de Ia celda, pero igualmente no olvidéis la de Ta lengua. — 15 — ‘in las paredes de los claustros de las casas reli- ssiosas debieran grabarse en caracteres cubitales estas dos reglas de oro: Primera: no decir nunea de los ‘emis lo que razonablements no quisiéramos que 3¢ Aijera de nosotros mismos. Segunda: fuera del caso de necesidad, no hablar nunce del préjimo sino para decir todo lo bueno que sepamos de él ‘Asi lo practicaba San Agustin, el cual habia man- dado coloear en las paredes del refectorio el conocido Aistico: Quisquis dmat dictis abséntium rodere vitam, Hane ménsam indignam néverit esse sibi. ‘Que es como decir: “Quien se complace en hincar 1 diente en Ia fama ajena, téngase por indigno de sentarse a esta mesa! IIL Pero es que Ia maledicencia es un vicio fu- neato. ih, cémo quisiera yo tener palabras bastantes, ‘para pintaros con los colores més tétricos la asquero- ‘sa fealdad de la maledicencia! Podrfamos compararla ‘las langostas de las plagax de Rgipto, que todo lo Gevoraron sin hacer ruido; es como furioso huracin ‘que todo lo reduce a ruinas; es como granizo deves- tador que destroza los frutos que habla producido la caridad, llevando a todas partes la desolacién; es mi ‘robio terrible de muerte moral y esplritual, y alguna ‘vez, aun corporel; es virus coniagioso que introduce la pestilencia del’ mundo hasta on las casas religio- ‘sas; e8 germen de muerte que se propaga de modo alarmante y fatal, ‘Entre los jibaros de Jas selvas virgenes del Eeua dor aparecen a menudo unos moscardones, que re yolotean zumbando alrededor de nuestras exeuilides vvacas; y en cuanto hallan oportunidad, dan un pico- — 126 — tazo al animal, y al mismo tiempo depositan en el ‘cuerpo de los pobres animales sus huevecillos; y al desarollarse éstos, dan mis tarde origen a dolorosos labscesos, de Jos que mana una materia fétida que con tiene una prodigioss cantidad de gusanos; como no se ‘acuda al remedio, es segura al poco tiempo la muerte dde las pobres bestias. Pero el peligro no es slo para Jos animales; loa mismos salvajes y los habitantes de la comarca, como no se guarden, son también vie- timas de este insecto, sufriendo igualmente sus terri- bles consecuencias. ‘Cuando con mis propios ojos pude darme cuenta del daiio ocesionado por una sola de las picaduras del mortifero moscardén, pensé con tristeza en las heri- das y lagas profundas que causa en el pré; engua del muraurador. ;Oh, con qué fecilidad 1a pa labrilla que dijimos en son de broma, erece y aumen~ ta, hasta convertirse en terrible absceso, que causa al préjimo dolores de muerte! ;Y con qué prontitud rotan al punto centenares de moscardones que ‘nundan la casa religioss, nacldos de la picadurs dada por la Jengua de un solo murmurador! ‘Con razén dice San Juan Criséstomo que Ia male- dicencla es madre funesta de muchos males, sicndo raros los malos hijos que no vienen de tal madre; de ‘lla provienen la desconfianza, Ia contrariedad, les contiendas, las divisiones, los odios, las enemistades, Ja ruina de las familias, de las comunidades mis fo- recientes, de las ciudades. Y afiade San Francisco de Sales: “La maledicencia es la perdicién de las casas re- tigiosas, como ee deje entrar en ellas este maldito ‘Antes que ellos dijo el Espiritu Santo por boca el Eclesiéstieo: EI golpe det azote hace cardenales; 1 ‘mas el golpe de Ta lengua quebrantard 10s hucsos (A). Muchos caen al filo de ta espada; pero muchos mas cayeron por su lengua (5). No seas de escdndalo ew tus labios; por atencién a ellos, no sea que caigas y eohes sobre ti la infamia (6) Haga el Sofior quo estas consideraciones nos mue- van a cobrar horror a vieio tan sutil y maligno, cual es la maledicencia. Y recordemos las palabras que San Pedro dirigia a los primeros eristianos: Dichosos i soie infamados por el nombre de Cristo, Quien pa- deciore por ser cristiano, no se avergitence, antes alabe por ello « Dios. Pero jamés se dé el caso de que alguno de vosotros sea custigado por homicida, 0 ladrén, 0 maldiciente, 0 codiciador de lo ajeno. (1 Po- tri, 4, 1416.) ,Os dais cuenta? Al maldiciento lo pone en el mismo pie de igualdad que al ladrén y al homicida. ;Dios libre a nuestras comunidades de semejante peste! (4) Winget plage liydrem tet; plage dutern ingune comminuet desu. Ut, 2525) (G)_" Muli cocidérant 2m ore gid, sed non aio quast gut ‘mteriérant per tnguam sun. ds. 22.) Non acandalizeris in Ubls tia. Attends fa Sig, ne toris cada ct duces tnimae tne inhonorstionem, (ele: Sitio, 1, 87 7 8), CAPITULO xIV Retrato del maldicients ‘Me vais a permitir hoy que os trace el retrato del maldiciente, es deoir, del que tiene el triste vi- cio de Ia detraccién. Y os lo voy # presentar enfo- eéndolo deade dos angulos distintos, a eaber a la luz de las méximas divinas de la Sagrada Bscritura, palabra viva del Espiritu Santo, y en razon de lo que 1nos dicen los Padres y Maestros de Ia vida espiritual 1. ¥ comenzando por Ia Sagrada Ezcritura, po- driamos copiar series de versiculos, sobre todo de los Libros Sepienciales, en los que el Fspfritu Santo pinta al maldiciente con los colores e imigenes mis repelentes, Oigamos a Salomén en ol Libro de los Proverbios: Como et loco que lanza Namas y sactas mortife- as, tal es el hombre que fraudulentamente dain a su amigo, y dice después: ;Lo hice por broma! Por falta de Teha 9¢ apaga el fuego, y donde no hay maldiciente cosa Ta digcordia, ‘Camo ot carbén para las brasas y ta Tein para el fucgo, asi et maldiciente para encender contiondas. — 129 — ae ee Jat Las palabras det chismoso parecen senile, pero 30 Gavan ors honda de Tas entra. P20 erties 25, 18-22), eis Io quo e el maldiciente? Uno Toe in ude de contionta; sus palabras son lames y #85 Sefowtferany sus azine, dichas al parecer com choral dengaire, son earbones gue mantenen al so vnjosrenmores, © leta qe atiza el fuego de Srt- terman discord. "Yigus diciendo més adelante: 21 maldicionte es do une tea euyos dientes som cucilos y sus mselar Seats (i), Doe Santo! 7Q38 horror, qu expant Girtow sobrecogeria si por le mafana, at bandonar Rleutee celdn, No topérames de manos & bose 2m {n'monstrun vsti de hibit como nowotoe, Pero Weytiyes feoces deumesuradamente ablertas viée- ee anemar or dente usa oblohilera de corlastes Capadnn! Puss este mona ea el madilente, que ‘ihe nuestro inhibit, vive ears alma, boca es abominale ante los ojos de Dios Pers s"anuay el mismo Salomin habla dicho: Hay ion a hablar da tantor etocedas como. pale bras 2). arecldas frases soa las quo dice el Sefior por Joremias contra las thalas lenguas del pusblo de Ta- acl: un Yonguas gon eoetas mortfeas, ls palates Tet Bova oon dodo promton pas ou prdjimo y= ‘Sout inate eno coraan (1 que bien ne Pinta fellas el maldisiste! Acérease sonriento, con aire (1) Cenerttio quae pro, Séatbus gliios nabet, et com- sat Sell a ay, 1938) 2) Quast gladio pungitur oaecl 112,18 (G} Sagitte vanerens lingua eorum, dln Tocuta est in We pacem cum armico aus Ioguitur et occlte pSnet ei addins ers 9 8) — 130 — de confidencia, mas su lengua es saeta emponzofiada tras la que we esconde el engafio y se oculta la male dad de corazén, ‘Duro es el epitsto que al maldicionte aplica el Espiritu Santo por boca del autor del Eclesiastés El que en secreto habla mal del hermano, €3 como ser= piente que muerde sin hacer rwido (4). Ea un simil ‘que emples ya David cuando dijo de los maldicientes: Agusan sus Tenguas como de sorpiente; vonono de spides debajo de sus labios (6). iSerpiente! ;Veneno de dspides! Qué terrible comparacién! Y notese que nno son frases de poetas o de literatos; son expre- siones de la Hscritura Divina, son palabra inspirada por Dios, quo de esta manora tan grifica nos quiere infundir un vivo horror contra el vicio de la maledi- cencia. ‘Ya le verdad, ;quién puede imaginar los abismos dde maldad que se esconden en el alma del maldieien- te? David lo describe con estas palabras: No hay on ‘s« booa sinceridad, henchido esté su pocho de mali ia, sepuero abierto es su garganta y brufien con doto ‘v1 lengua (6). Y més adelante, en el salmo 49, 50 ‘describe de mano maestra la doblez e hipocresia’ del maldiciente a quien duramente apostrofa el mismo Dios, Dice asi: Desafabus tu boca para et mal y iw longa aderesabo engaios. Te gentabas a hablar con 4 tu hermano, y oubrias de oprobio al hijo de tw madre, Reo hiciste, ¢y voy a callar yo? ;Pensaste 2) 81 mérdeat séepens im abate, nihil co minas steer sal 20 Sh ae ‘Acutruntlingng ng att vena pian sib lla Gram. (Pe 230, 2), Pn’ Yemeni Gn fre erin vias; oF cum isu septltram patene eet galiur coum, ngula ule Sloe teat Gm ona0'y31) fae — 11 — ‘que Yo era como tii? Yo te argitiré y te lo echaré en cara (7). ‘No es de extrafiar, pues, que el elestistico nos ‘presente al maldiciento como un cbjeto de temor ¥ do odio para sus conciudadanos. Terrible es en Ta ‘eudad el hombre lenguaraz, y odioeo el que en el ha- blar co pérfido (8). Terrible, explica Mons. Martini, por el dafio que puede hacer y a menudo hace; te- Frible, porque con su maledicencia y su pérfda len- igus es capaz de enzarzar a una ciudad entera; y por {> mismo se convierte para todos en un cbjeto de terror y de odio, y es tan abominable como tn perro Tabioso, Por esto dice el Hspiritu Santo en el Libro Go los Proverbios: Abominable a los hombres os et detractor (9). ‘Concluyamos, pues, haciendo nuestro el consejo de San Pablo a los de Corinto: Que si aquét que 9° Tama hermano ucstro es deshonesto, o avariento, 0 idélatra, 0 MALEICIENTE, 0 beodo, o ladr6n, com éste ‘ni sontarse a ta mesa (10). Donde vemos que, al igust gue San Pedro, como antes se sefialé, tiene por tan bominable al maldiciente como al que se manchs con Ia idolatria, o la deshonestidad o ¢l robo. Por esto texclama leno de santa indignaci6n: A este mal hom- bore arrojadlo de vuestra compafiia (11). (7) Oo tum abundat mata ot tingua tin consinnsbat ‘oise) sSdens svermun fritrem tur loguebaria, ot avers ffl at ins pws wonton Hae ot st (Pei, 18) ah Tetris eat in evita wa bom inguoms, & teme- holag in ore eo abs est. Cael 9, 2.) Ha)" Somnatio, houlnum deirdctor. (Prov, 24, 0.) (2, ARON fedter nominktir, eat fornedtor, aut evae rua woe sSotssdviena ant malodlous eit etriomus, oat répex, Tata jasmodt nes finan sdmare. CL Cor, 5,11) Til) autor maium ex vols ips. OD, 5, 13.) 1 TL Aleceionados con le palabra viva del Eapiritu Santo, jqué van a decir los Padres y Maestros de espiritu sobre el maldicinte, sino recargar aim mis las tintes, ponlendo de manifesto cuin repugnante es eu figura y cum dafiose su compaiifa? Preguntad a San Bernardo qué es el maldiciente, yy os contestard: El maldiciento es un apestado, es un lepreso que contagia a los demis, causando la pér- dide de su alma; su boca envenenada exhala un hedor ‘eadavérico; eu lengua es vibora terrible que al mismo tiempo emponzoia a tres almas; es espada de tres filos que de un solo tajo da muerte a tres personas, es decir, al maldiclente porque quita la honra a au hhermané, al ealumniado porque plerde su reputacién, yy hiere tambizn al quo escucha lt ealumnia, porque birla con fruicién os peeado. ‘¥en otto pasaje dice: “El que habla mal de otros, slenta al demonio en su lengua; y el que le escucha, ‘Buena compafia, por cierto! de in maledicencia! Con toda razén San Jusn Criséstomo ama al rmaldiciente “el peor de todos los Isdrones, porque farrebate al préjimo la mis preciada de todas las Joyas, la buena reputacion” 1Qué es el maldicionte? Contesta San Ambrosio, y lo llama calamidad piiblica, que leva la desola- ‘ign a todas pries; es como torrente devastador que, saliéndose de madre, deja arrasada una comarca, centera. Ved, en efecto, aquella comunidad que es un ‘remanto de'paz, todos trabajan con la sonrisa en los labios y la alegria en el corazén, reina entre todos los hermanos Is. unién més perfecta, la carded mis ‘exquisita, Pero un mal dia entra en ella el maldi- ‘iente; poco poco comienza su labor devastadora; — 193 — y con éste we explaya en tono de confidencia, y 80 jnsinéa en el otro con artera adulacién, y a aquél Je habla con la sincera franqueea que debe haber centre religiosos; y entretanto va solapadamente ha- tlendo jirones el buon nombre de que goza un her~ ‘mano, y tiende insidias sobre Ins toreidas intencio- nes de tal superior, y slembra cizafia entre unos y otros; de suerte que, al poco tiempo, la comunidad testé desconoeida, ha huido la paz, unos sospechan de otros, por doquiera go ven rostros sombrios, se eact- cchan reepuestas agrias... Sobre la comunidad ha eaido ‘un azote devastador, el maldiciente, que ha trocedo cl remanso de pax en un campo de desolacién. ‘1Qué ee el maldiciente? Ks un ser despreciable, abotrecido de Dios y de los hombres. El Padre Ro- riguez en su Ejercicio de Perjeccién pone este her- ‘moso comentario a algunas de las frases que hemos yya-eitado de a Escritura: “Los que murmuran dice el ‘Apéstol San Pablo que son aborrecidos de Dios. Y ‘el Sabio dice que también son aborrecidos de los hom- bres. Abominan los hombres de los murmuradores y tiénenles gran aversién y ojeriza; y aunque exte- iormente #6 rien y parece que gustan, alld interior~ ‘mente les parece muy mal y se guardan de ellos; por- ‘que temen, y con razén, que lo que hacen con otros ‘elante de ellos, hardin después con ellos delante de ‘otros, sto bastaba para aborrecer y huir mucho este ‘vieio; porque, zqué mayor mal puede ser que ser aborrecidos do Dios y de los hombres?” ‘TY qué diremoa de nuestro Santo Padre Don ‘Bosco? El tan ecudmime, tan comprensivo con los do- fectos ajenos, reservaba sus mis duras invectivas contra e] maldiciente, porque saba el dafio gravisimo ‘que au acclén producia entre los demas, En una con= versacién se vino a hablar de los murmuradores, y 61 — 134 — exclamé: Ved aqui una peste terrible, los murmura- Gores. Como entren en una case religiosa, todo 8° desmorona y apenas queda de salud, EI {inieo medio es arrancar resueltamente, bruscamente a rama infectada. Hs preciso que, poco poco, n0s resolvamos a imitar lo que se hace en otras casas religosas, a saber, a alejar sin contemplaciones al que esta tarado, sin aguardar ulteriormente a que fe corrija, (M. B, Vol. XIIT, pég. 398.) Para Don Bosco el maldieiente os peste terrible, es una rama tarada e infeeta que cuanto antes hay que arrancar. ‘En enero de 1976 cont6 una visién (wn euotio) que habfa tenido. Vio una extensa lanura quo cult ‘Yaben con inusitado ardor un grupo de agricultores (us saleeianos). Otros entretanto iban echando buc- na semilla en loa ya preparados surcos. Pasd un espacio de tiempo; y de pronto presentése una nube de gallinas que no tardaron en Gar cuenta del grano ‘quo los otros habian sembrado. Y dio la explicacién: ‘Queréis que os diga Io que significan esas aves? Son las murmuraciones. Se oye una plitica ‘que podria produeir muy buen efecto; se va con loa amigos; tno toma a chacota el gesto, 1a vor, la pala ‘bra del predicador, y en un momento se pierde el fruto del sermén. Otvo Je achaca al predicador un de- feeto fisico 0 intelectual, un tercero ae burla dé su len~ guaje tal ver Incorrecto, y todo el fruto del sermén 430 10 lleva el viento, Las murmuraciones son tanto mis perniciosas cuanto que generalmente son se cretas, y en este clima viven y erecen hasta un punto jamés sospechado, Aunque tn campo no esté muy taultivado, la buena semilla crece y de fruto. Puede venir tna tormenta, dejaré arrasado el campo, pero ‘aunque no tanto, su fruto lo daré todavia. Pero como faves y phjeroa se coman Ia semilla, no hay nada que = = hhacer; el eampo no rinde ni mucho ni poco; no daré nada de fruto, Asi, ai después de un sermén, de una ‘exhortacién, de un buen propésito, vienen distraccio- nes, tentaciones, etc., el fruto seré menor, pero alguc no habré; mas como entre la maurmuracién, el hablar mal o cosa. parecida, no bay nada que esperar, el fruto se pierde por completo, (M. B., Vol. XI, pé- ‘gina 44.) ‘asia aqui Don Bosco; y perdénesenos Ja larga cite en gracia a su meridiana claridad. Y adviértase ‘que, aunque estas palabras van dirigidas direotamen- tow aus jévenes educandos, la experiencia ensefia que 80n de oportunisima aplicacién a muchas comuni dades de religiosos y de religiosas. Permitasenos una cita més. Don Bosco tovaba ya los setenta afios de edad; se sentin agotado. Y antes e partir para la eternidad, quiso dirigir a aus hijos tuna especie de Testamento Hepiritual. De él son estas, Palabras: “Todos los Hermanos Salesianoa que vi- ‘Yen en una misma casa, deben formar con su Director tun solo corazén y una alma sola. Y tengan bien pre- sente que Ia peste peor de la que deben buir, es la ‘murmuracién, Haganse cuantos sacrificlos sean neoo- sarios, pero jamis se toleren critieas acerea de los Superiores." (M. B,, Vol. XVI, pag. 267.) ‘Con’ razén dice un piadoso autor que el maldi- lente reeuerda el euervo do Noé que, en ver de traer en ¢l pico como la paloma un ramo de olivo, simbolo de esperanza y de paz, se arrojé sobre loa eadéveres Dutrefactos que quedaban del diluvio; asi el mldi- ciente, cual cuervo feroz, clava sin piedad su corvo Pico en los defectos del préjimo, en vez de publicar las virtudes que le adornan, Ved a ese perro que entra a hurtadillas en un Palacio real, adornado con bronees, marmoles y valio- — 138 — ‘sag pinturas; nada de tanta grandeza lama su aten- ign, mas encamfnase hambriento en derechura a Ia cocing, rebusea en la basura, da con una piltrafa naus seabunda y huyo eatisfocho, como diciondo a los tran- seiintes: —; Vols esta piltrafa? Pues no habia en el palacio otra cosa mejor. Como esotro animal inmundo (su nombre ya dice Jo que ea), que 90 entra procipitadamento en un ffo- rido jardin; y sin quo amen su atoncién ni los macl- 20s de flores ni el perfume de rosas y azucenas, lén- zase con avidez a aquel montén de estiéreol que ha divisado en un rinedn; Hégase gruflendo, y remueve y hora las més asquerosas inmundicias con particu lar fruici6n... ;Qué os parece este cuadro? Pues es ol vivo retrato del maldiciente. Qué mis puedo deciros? Alguien ha habido que ‘ha definido al maldiclente como un inferno ambu- lente, peor ai cabe que el mismo infierno; pues si el fuego de éste s6lo devora a los malvados, el maldi ciente envuelve en sus lamas no s6lo a loa perversos, sino también a los buenos. Y¥ ereemos con esto haber hecho un acabado re- trato del maldiciente. EI Espiritu Santo dice que sus palabras son la- mas y saetas mortiferas, sus dientes cuchillos y sus muelas espadas; es como serplente y fspld venenoso; ‘su presencia es temible; por esto es odiogo ante Dios y ante los hombres, y hay que arrojarlo de nucstra ‘compatia. ‘Los Padres y Maestros de vida espiritual no son ‘menos expresivos; para unos es un apestado, un le- proso, vibora tertible de boca envenenada, espada de tres filos y el peor de los ladrones; para ‘otros es azote piblico y torrente devastador, un ser despre- — 137 — clable, aborreeido de Dios y de los hombres; Don Bosco dice de él que es la peor de las pestes. TEI florilegio no puede sor mas escogido. ;¥ no serd bastante para hacernos coneebir un vivo horror hacia vielo tan execrable como es la maledicencia? ;Quiera Dios que nuestras comunidades se vean Mires de su azote! Asegura el santo Job que es una de las calamidades de que libraré Dios a los que en #1 confian. Te preservard dol azote de las malas Ton- guas (12), (22) A Magoo tngune abwconterin Job, 6, 21.) — 138 — CAPITULO XV Castigo de Ia maledicencia uPuede el Sefior dejar impune un pecado de tan gran trascondencia social como la meledicencia? Cier- tamente, castigo sovero es el quo Ie amanaza en la otra vida; mas aun en eta ha lanzado Dios a veces terribles castigos contra los maldicientes; y aun los ‘mismos Fundadores de Institutos religiosos sefiala- ron normas coactivas para extirpar tan nociva cl zaiia, Para més claridad trataremos en este Capitulo del castige de la maledicencia contra los iguales y los inferiores, dejando para el siguiente el castigo de la maledicencia contra los Superiores. Le Maledicencia contra los iguales I. Hspiguemos en los Libros Santos. Guardaoe de 1a maledicencia, que de nada apro~ vecha, dice el Espiritu Santo en el Libro de ls Sa- bidurfa, y preservaas de ln lengua: maldiciente; por- — 139 — quo la booa tenebroaa no quedaré sin castigo (1). No ‘quodari sin castigo, en ésta o en la otra vida. “VY enfindo vendré el castigo? Cuando uno menos 10 epere, Nos lo dice en el Libro de los Proverbios: Teme al Seior, hijo mio, y no te unas a Tos detrac- tores, porque de improvisa vendrd sobre ellos Ta per- dicién; gy quién sade cudl seré su ruina? (2). Pero tened por seguro que al maldiciente, si no ‘enmienda su pecado y no repara el dafio que caus6, Je epera, al menos en Ja otra vida, el mAximo cas- tigo. Ofd a San Pablo: No og hagdis dlusiones; ni los deshonestas, ni los idélatras, ni los ladrones, mi Jos avaros, ni Tos ebrios, ni Tos maldiciontes, ni los ra- ‘paces poscerin el remo de Dios (3). Ya lo hemos visto anteriormente; para San Pablo tan mal cristiano es (Gigamos nosotros, tan mal religioso es) el Iadrén ‘o deshonesto como el maldicionte. Por lo mismo para todos amenaza igual castigo, Ia pérdida del Cielo, Son ideas qua tal ver. nos cueste aceptar, por la fa- cilidad eon que vemos se comete este pecado aun en Je vide religiosa; pero, ;quién puode enmendar Ia Eescritura’ Y la razin es clara. La maledicencia es pecado que vva directamente contra el hermano, que es viva ima gen de Dios, que es su hijo muy amado; y el d- tractor ge ensafia en desgarrar esa imagen haciendo firones su fama con la espada de su mala lengua. (1) Custodte vos murmurations quae nihil prédest, ot f detrastone ‘rake linguae, qudnlam sermo obscure in ‘Yacuurm non in bs 1,11). (@) ime, Déminum, it ml. et cam detractibus ne conmiacearss: quiniam repente ‘eonatget pera ‘era; ‘oF ruinam vtriasgue qula nove? (by 24, 21 y 22) (By. Nollte errare: noque foraisart, neque 1s servion- tea nee fares, neque svar, neque ebro neque maledl ‘eque tapeces régnsm Del posiasbint. (2 Gary 6,9 7 10) — 140 — 4Cémo no va a salir en su defensa? ;Cémo no va ‘2 castigar a quien le roba su tesoro més preciedo quo os su buen nombre? Pero suponed que la maledicencia, bien presen- tada y arteramento aderezada, se ha abierto paso ‘hasta los Superiores; y el pobre hermano calumniado no plerde sélo la estimacién de los demés, sino de ‘sus Superiores quo lo dejan arrinconado, cuando pu- diera ser elemento do mucha valia que hieiera gran- Ges cosas por la gloria de Dios y el bien de las almas. {Qulén responde de este bien perdido? ;Quién de las ‘mas que no ha podldo salvar? ;Quién del daiio que ‘sufre la Congragacién y del quebranto de la gloria de Dios? {El maldiciente! ;¥ pensdis que luego no hhabré de pedirle Dios estrecha cuenta del uso in- fame que hizo de su lengua, y darle el merecido cas- igo? IL. Esto nos explica el rigor con que en los anti- ‘guos monasterios se castigaba al maldiciente, En la regla de San Basilio se mandaba. que los detractores fueran separados de la comunidad como apestados ‘atacados de enfermedad contagiosa; y ordenaba asl- mismo quo se castigara severamente a quienes les hhabfan prestado ofdos. San Francisco de Asis, para desarraigar este vi- cio de gus conventos, envié una cireular en que decia: “Mando a todos los Superiores que hagan todo lo posible para impodir que se difunda esta peste; y orden que se castigue severamente a los que hayan, hhablado mal de otros. Aquel que hays despojado al hermano de su reputaclon, sea despojado del hibito religioso, y no se le permita ira hacer oracién con los emis hermance mientras no haya reparado del todo seclpa” Mi — San Alfonso de Ligorio iba més allé y deeia que Jos religiosos de mala lengua deberian ser arrojados. del convento, o bien encerrados en uns cdreel durante toda la vida, porque impiden el silencio, la devocién, Ja concondia, la unién y la tranquilidad de los demas, hermanos; y porque, al se dejan andar sueltos, serén, a ruina de la comunidad. "Y nuestro dulcisimo San Juan Bosco ya hemos ‘visto que no se mostraba menos severo. Segiin él, el maldiciente ea peste terrible, rama tarada e infecta ‘que resueltamente, bruscamente hay que arrancar. ste era el concopto que a los Santos mereeia vieio tan nefasto como la maledicencia entre reli- ioeos, IIL, Pero es que aun on osta vida recoge con fre- cuenela el maldiciente cl fruto amargo de su mal hablar. No en vano ha dicho el Divino Maestro: Con la. misma medida con que midiereis seréis medi dog (4). ¥ asi, una ver se dan cuenta los hermanos de que uno es un malhablado que a todos pone en solfa, suelen pagarle con la misma moneda, y no se recatan de sefialario como tal, como a persona de quien se daben guardar. Y es natural; porque cada. tuno piensa para sus adentros: Hoy éste hinca el dente en fulano o mengano, porque estando ausen~ te no le van a contestar; mafiana, cuando yo tam- Diéa esté ausente, Dios sabe cdmo me va a desollar. ‘Todos le temen, todos so recatan de él; y el que en cotro tiempo con sus chismes hizo el vacio a otros hermanos, ve como hoy se lo hacen a él, sin que le quepa el consuelo de tener ni un amigo leal, :No (4) Im qua menmura mens fuérti, remetictur vobis aut, 2 12 — os parece un justo y, al par, un terrible castigo de Dios? ‘Comentando un dia esto toma con un Padre muy experimentado, tuvo conmigo esta confidencia: —Siendo Provincial, di a un hermano carta de obe- Gioncia para determinada ciudad. —Padre, me dijo respetuosaments, ruégole de todo corazin me cambie esta obediencia. —Pues, ;qué dificultad tiene el her~ mano? —Alli esti el Padre X, y con él no quisiera estar en modo alguno. —jCémo! ;Con el Padre X, tan sento...? —;Lo cree ast Vuestra Reverencia?, me replicé, Yo también antos le tenia por santo: ahora ‘me da miedo... y repugnancia. —;Qué me dics, her~ ‘mano? —S!, porque de continuo hace la diseocién do, cada uno de nosotros; todos, segrin él, estamos lenos de defectos, sélo 61 es observante, discreto, perfecto. Con 1 no hay pez en I comunidad. ;Feliz quien pueda escapar de las garras de este santo! No, Padre, or lo que mis quiere, no me obligue a estar con 6 su compasifa me ha hecho mucho dafio. Y concluia, cl Superior: —j¥ el hermano tenia razén de sobra! Pero en este punto se da a menudo la paradoja Ge que el censor se cambia on censurado y el acust- Gor en acusudo, es decir, que permite el Sefior que el Getractor eaiga on las mismas faltas que antes criticd ‘en los demés. ‘Los Apéstoles murmuraron indigados contra los hhijos del Zebedeo por la necia peticién que hicieron ‘a Jesis de querer ser los primeros en su reino. No pasaron muchos dias; y en la dltima Cena, y después ‘que Jesés les anuneia Ia traicién de Judas, también cllos, cuenta San Lucas que comenzaron a disputar ‘quién en su reino habla de ser el primero. ‘Conocido et el hecho que reflere Casiano de un ‘monje principal que, en un monasterio, vio que unos — M3 — ‘monjes so hacian abrir una hinchazin que se les habia formado en el interior dela boea y que les pro- ducia gran dolor; vio también que otros, en vez de dormir sobre una pobre estera, se abrigaban con tuna manta de pelos de cabra; de todo lo cual mur- ‘muré y eritieé como muestra de poca mortificacién, Mas no pasé mucho tiempo sin que a 61 también se lo produjese la misma hinchazin en la boca, y no tuvor ‘ms remedio que hacérsela abrir. ¥ con la febre que le dio, hubo de acogerse a 1a manta de pelo de cabra. Todo lo cual humildemente contaba. mis adelante, nombrado abad, para advertir a los monjes que huye- ran de la maledicencia, si no querian que el Seior, ‘en castigo, les dejara caer en lo mismo que repren- dian. 2° Maledicencia. contra los inferiores ‘Ya en otro lugar se sefialé el deber que tenemos a practicar caridad no sélo entre nuestros iguales, sino también con nuestros inferiores. De aqui la obli- gacién de evitar también la maledicencia contra ellos. Y advirtamos de nuevo que, si éste es grave deber el Superior de la Comunidad para con sus sibditos, zo Jo es menos del maestro para con sus alumnos, de ‘cualquier superior para con sus subordinados. 1. ;¥ hay momentos en que es tan fécil perder Ja calma, o dejarse levar del amor propio herido, y obrar a impulso de una antipatis injusta, o aun coga- dos por la envidia!, que todas estas miserias caben en el corazén humano. De aquf la nevesidad de que el Superior guarde la maxima cireunspeceién en el ha- Diar, y se abstenga siempre de aprecizeiones piblicas — 4 — Sobre la. conducta de sus inferiores, y mucho menos que deje se le escapen palabras amargas contra algu- no de sus sibaitos. Siempre me han impresionado hondamente aque- las palabras del Libro de la Sabiduria: Juicio seve- risimo se hard de los que mandan (5). ,C5mo esi? I mismo Sabio da ln razén: Porque siondo minis troo do ou reino, no jusgasteis rectamente, ni guar dasteis la ley de 1a justicia, ni seguin la voluntad de Dios caminasteis (6). ¥ se ea el paligro del Superior, no juzgar rectamente y segin ley de justicia. Uno one su confianza en determinado individuo; y ya cuanto ate diga, es verdad de fe; y se juzga a los hermanos segin sus informes, sin indagar poco ni ‘mucho sobre su exactitud; y viene Iuego en el Supe- rior el hablar despectivamento de tal hermano, y verter conceptos injustos sobre la actuacién del otro, y el informar a los Superiores Mayores pintando las cosas de modo contrario a In realidad... Pues, ;qué es esto sino caer en plena detraccién y maledicencia? Y¥ si descendemos a un plano inferior, el de las Telaciones entre Superiores y alumnos, jn0 se dan también casos andlogos y de igual, o tal ver, de peor gravedad? {Qué es aquel juicio estereotipado del chico a quien invariablemente se le pone mala nota, ‘aungue no haya hecho cosa quo lo merezca, pero & quien siempre tal maestro lo achaca faltas que hace moses cometié? ;Qué es aquel hacer mal ambien- te entre los Superiores contra un alumno a quien 8¢ tiene entre eeja y ceja por motivos personales de ‘amor propio herido? ;Qué es aquel eargar las tintas, (©) Zedctum duvtstmum nie aut pradeant. (Sap, 6, sua San iter at iN ata aeantn tee cstotsan ue, neque secindant ‘eltnidten Du smut Og) — 5 once uy ea inet eet i cae ia tees cas came nao oe mere eit cee cae a stan wn ag ec game Meta nice ma Smee ee eer Keele oi yin Se Save bree mecarn setae era Se in wa noe aan te aes ancihndemaran dalla re tt a Sitoed, ilo

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