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Obra posiuma de Francaise Dolio, La cause dd Tos adotescentes examina el petiodo de la vida humana que va de los dice bos diecistis aftos: epoca de la «muerte de Ta infact del arduo recorrido que lleva a fos umbsales de la enistencia adulta, en la que la auiora ve wn verdadero putgatorio, un duro viempo de prueba ‘para vada individuo, Encarada a los sintomas principales de Ia adolesvencia en nuesira sociedac ‘en crisis (alto indice de suicidios, droga, fracaso escolar, sexualidad), Francoise Dolto, basandose en los datos de una rigurosa encuesta internacional, entabla un combate para dar vor ‘quienes no la tienen todavia ¢ introdatciren la ceducacién el amor y el respeto par los demas ¥ por uno mismo. El presente libro se propor fnauguear una era de nuevas relaviones cou la juventud y encierra un proyecto global de sociedad nueva, A XN SEIN BARRAL 20811290 MMO m a 8 e & 8 = s n I & 8 o & La causa de los adolescentes Titulo origina: acon de odoescente riser elicit 190 © fEitons Robert Laffoct, S. A. Pcs, 1988 Derechos excusvos de ect en catlano reservados pra todo el tunce ' propiedad de ln traduccion: © 1980: aor Seis ural, S.A. (Corcega, 770 08008 Bareiona ISBN: 8632246025 Dede lea: B. 9.191 - 1980 Segunda seimpresisn (México: abril de 1992 Colectivo de encuesta dirigido por André Coutin PROLOGO: Hace tres aftos, la gran resonancia de La causa de los niflos ayud6 a Frangoise Dolto a medit Ia fuerza de pene- tracién de sus nuevas ideas. El libro desencadend una serie de debates, reflexiones e iniciativas. y contribuy6 a intro- ducir més atin en la sociedad francesa y europea los temas de investigacién esenciales y las lineas de accién capitales que se desprenden de la obra de Frangoise Dolto. La obra ‘iba ditigida a todos los padres, educadores, animadores y quienes toman decisiones en la sociedad. Rapidamente, Frangoise Dolto intent6 proseguir este tra- bajo de pedagogia y de comunicacién aplicéndolo a la etara de Ia adolescencia, Unos dias antes de reunirse en la otra orilla con su ma- rido Boris Dolto, Francoise habfa terminado de corregir el ‘manuscrito y se alegraba con la idea de que los jovenes, asi como los adultos, pudieran leer este segundo libro. «La ‘causa de los niflos —decia— es aqui considerada desde el unto de vista del adolescente.» El nacimiento es muerte; la muerte es nacimientor,re- pite ella a lo largo de esta investigacion en compatia de jbvenes de dice adiecistis afos. La que muestra aqui cémo Acompafiar al adolescente en su «muerte de la infancian supo dar el citimo paso de la vida adulta encontrando las Palabras para definir la experiencia. Cuando, con el eorae 26n latiendo accleradamente, Ia creiamos ya en el cltimo momento, Frangoise supo regresar de su propia muerte para hablarnos de ella a sus parientes y amigos. A mi me Ia deseribié como una isla tranquila en medio de Ia term pestad. Dias mas tarde, habiendo dominado todo miedo a lo desconocido. se despedia defintivamente Con qué coraje y qué exigencia, radiante de esprituai- dad, habrd llevado a cabo esta «tarea social urgente>, Ia 3 ‘causa de los adolescentes, economizando sus energias para ‘concentrarlas mejor en sus horas de trabajo. El oxigeno que, en los dktimos tiempos de su vida, ella tenia que in- halar noche y dia, lo insufla en estas piginas. transmuta- do de inteligencia, para restituir a su projimo el deseo de Hlegar y la volunted de estar presente en los otros. Una obra doblemente generosa que ella lega a todos los jé- Anpré Couriw DE LA CAUSA DE LOS NINOS ALA CAUSA DE LOS ADOLESCENTES ‘Esta investigacion consagrada al ertioo periodo de la ado- lescencia es la continuaci6n y prolongamiento naturales de La causa de los nitos. En aquella primera obra, dejamos a log nifios en el umbral de ese «paso» determinante que les ‘conduce a la toma de autonomia, hacia los diezonce afos. No existe una edad precisa que estabtezca Ia fecha de esta fase del desarrollo del individuo. Lo que hay es una influen- cia que les empuja hacia esia zona de turbulencias. pues ‘cada uno la vive segin su relativa precocidad, 0, por el con- ‘ario, segin sus retrasos, al capricho de su propio ritmo. En todo caso, tarde o temprano, en esta fase del crecimien- to, en el momento de la prepubertad, les aguarda un gran trayecto antes de poder entrar en la vida adulta, de asumir responsabilidades de ciudadano y participar de alguna ma- nera en la construccién del futuro de su sociedad. Para llegar ala otra orilla, tendrén todos que sufrir cier- to nimero de pruebas, franguear obsticulos, resolver ci- sis originadas en su interioridad 0 en las presiones del medio. Segin su propia sensibilidad, su fragilidad © su nueva fuerza, se encontrarén con mas © menos dificulta- des para salvar este paso, Aquellos que de entrada no hhayan consumado la ruptura que realiza la toma de auto- nomia, aquellos que aborden este suelo de inestabilidad y de fracturas, la adolescencia, con bloqueos estarsn en con diciones de inferioridad respzcto a los otros, pero todos ne~ cesitaran de toda su voluntad de vivir, de toda la energia de su deseo de llegar para afrontar esta muerte de la in fancia, El propésito de este libro es plantear las verdade- ras preguntas y tatar de inspirar los comienzos de una respuesta. Para mantener la justa perspectiva de las eta pas del crecimiento y los origenes de fos conflictos y ato lladeros observables, sugerimos que se remitan a los and: lisis de nuestra primera obra, La causa de los niftos. PRIMERA PARTE EL PURGATORIO DE LA JUVENTUD Y EL SEGUNDO NACIMIENTO sla edueacion oficial no te ensefta la educe- idm em el amor... en el respeto del otro, en el respeto de ti» Feancors Doz, CAPITULO 1 EL CONCEPTO DE ADOLESCENCIA: PUNTOS DE REFERENCIA, PUNTOS DE RUPTURA No se conoce tan bien al adolescente como al no. Hay ‘que extenderse sobre la realidad que oculta este término, Se habla hoy de la poblacion de los wAdos», expresion me- istica que tiende a aislar a los individuos jovenes ude paso», wen trénsito», encerrandolos en un tipo de edad. En ver de limitarse a situaria en la pirimide de las edades, mas interesante buscar un consenso y superar las con: troversias y desacuerdos entre psicélogos, sociélogos ¥ endocrinélogos-neurélogos. unos prolongan la infancia hasta los catorce afios y sitian Ia adolescencia entre los catorce y los dieciocho afios, como una simple transicién hacia la edad adulta. ‘Aquelios que la definen en termines de crecimiento, como un periodo de desarrollo muscular y nervioso, se sienten tentados incluso de prolongaria hasta los veinte afos Los sociélogos toman en cuenta el fendmeno actual de los wadolescentes retrasados», estudiantes prolongados que viven en casa de sus padres mucho mas alla de su mayo- tla. Algunos psicélogos reducen la adolescencia a un capi tulo final de la infancia. Bs una edad cerrada, una edad marginal, 0 una etapa original y capital de la metamorfosis del nitio en adulto? En mi opini6n, es una fase de mutacién. Es tan capi- tal para el adolescente confirmado como el nacimiento y los primeros quince dias de su vida lo son para el nino equefio. El nacimiento es una mutacién que permite dar el paso del feto al nifto de pecho y su adaptacién al aire y 4 la digestion, El adolescente, por su parte, pasa por una ‘muda respecto de la cual nada puede decir, y es, para los adultos, objeto de un cvestionamiento que, segin los p: dres, esti cargado de angustia 0 pleno de indulgencia. Mi profesor de filosofia, parafraseando el proverbio, decia de tuna de mis compafieras de la que pensaba que se habia ‘quedado en la adolescencia: «Dios, mesa o palangana: cen qué se convertiré?y A sus ojos, todas deberlamos haber sido ya jOvenes adultas. He aqui una de las posibles y gri- ficas maneras de definir | adolescencia como una edad en que el ser humane no es dios, mesa ni jofaina, El esta- do de adolescencia se prolonga segin las proyecciones que Jos jévenes reciben de los adultos y segin lo que la socie- dad les impone como limites de exploracién, Los.adultos estin ahi para ayudar a un joven a entrar en las respon- sabilidades y a no ser lo que se llama un adolescente re- trasado, La sociedad tiene imerés en que el adotescente no pier dia el tiempo en una vida de benefciado. Pero esta justa Dreocupacion leva también al exceso de celo que consist fn estimular demasiado a un nito de once afos @ no ser tin mito protongado. Si bien no hay que dormirse, tampo- 0 hay gue precipitar las cosas. Em al lenguaje popular. se dice con frecuencia’ «Siempre te portas como tn mi, pero ya no eres um rion cAcaso mo es dste um lenguale fotalmente pernicioso 9 culpabilicante, si el padre o la ‘madre le dicen esto a um preadolescente? ‘Yo creo que él no le presta a estas palabras a menor ‘atencién. Se la prestaria si fuera uno de sus compaferos, quien se la dijera, Pero no los padres. Los padres, de todos modos, dejan de ser a sus ojos los valores de referencia. En las escuclas hay Grandes Meaulnes en todas las épocas ‘que gozan de cierto prestigio. Son los lideres de pequetios grupos. Y siempre corretes por alli un muchachito menos afirmado, menos desarrollado, que tiene problemas en ha- cerse aceptar por el arcangel o el cabecilla. Se le rechaza: Eres un pequeflin, un renacuajo: no sabes de qué va lérgate-» Esta infantilizacién es peyorativa viniendo de un joven; afecta més al nifo que si su madre le dice: «No te hagas el pequefiin.» Es también muy vulnerable a las observaciones despec- tivas procedentes de otros adultos que tienen el papel de mandar a les jévenes. En el curso de esta mutacién, re- 2 produce la fragilidad del bebé que nace, sumamente sensi- ble a lo que recibe como mirada y oye como palabras que le conciernen. Un bebé cuya familia lamenta que sea como 8, que se parezca a aquel otro, que tenga una nariz asi o sé, y llega hasta lamentar el sexo que tiene 0 el color de su cabello, corre el riesgo de quedar marcado para toda la vida, mientras la gente piensa que no comprende ada. Ha captado este handicap social con cl que ha nacido. A esa edad, todos los juicios surten efecto, incluyendo aquellos. que expresan gentes de poco fiar, por ejemplo, personas celosas o rescntidas con los padres. El nifo no tiene en cuenta las cosas, no hace més que oir que hablan mal de 1, y se lo toma al pie de la letra. Y se trata de algo que puede comprometer, de por vida, sus relaciones con la $0- ‘iedad. El papel de las personas ajenas a la familia y que conocen a un adolescente, que tienen relacion con él por causa de la escuela, o por causa de la vida social, es muy importante durante algunos meses, Pero, desgraciadarmen- te, la gente no sabe cual es el periodo sensible para dicho Joven. En cl caso del bebé, se ignora que oye todo lo que le dicen. «jAh! {Qué pena que se parezca a tia Lili... Qué demonio eral» Y Iuego se ponen a hablar de la tia Lili, y el nifo recibe a quemarropa una descarga negativa que ie afecta profundamente. Lo sabemos ahora. Pues bien, lo mismo sucede con un joven en pleno desarrollo. Para comprender adecuadamente qué es la inopia, la Acbilidad de la adolescencia, tomemos la imagen de los bo- gavantes y langostas que pierden su concha: se ocultan bajo las rocas en ese momento, mientras segregan su nueva, concha para adquirir defensas. Pero, si mientras son vul- nerables reciben golpes, quedan heridos para siempre: su caparazén recubrira las heridas y las cicatrices, pero no las borrara. Las personas secundarias juegan un papel muy importante en ia educacién de los jévenes durante este pe- riodo, Aunque no estén encargadas de dar dicha educacién, todo lo que hacen puede favorecer la expansién y la con: fianza en si, al igual que el valor para superar sus impo- tencias, 0, al contrario, pueden estimular el desaliento y la depresién. Hoy, muchos jévencs a partir de los once aftos ‘conocen estados depresivos y estados paranoicos. Y ejecu- tan actos de agresién gratuites. En estas werisis», el joven ‘Se opone a todas las leyes, porque le ha parecido que al- wien que representa la ley no le permitia ser ni vivir, 13 ePero acaso esta reaccién de defensa no les deja atin mds desarmados? En este momento de extrema fragilidad, se defienden contra los demés, bien mediante la depresién, 0 por medio de un estado de negativismo que agrava ain mas su debi- lidad. La soxualidad podria ser un recurso para ellos. No tienen aiin vida sexual, si no es a través de la ima- ‘ginacién. Con mucha frecuencia, penetran en un falso nivel ‘expansivo de sexualidad, que depende de lo imaginario: la masturbaciSn. En el momento dificil en que los j6venes se sienten incSmodos en la realidad de los adultos por falta de confianza en si mismos, su vida imaginaria les sostie- ne. El muchacho o la joven estén casi decididos a excitar fen si Ia zona que les daré fuerza y valor, es deci, la zona genital que se anuncia. Y de ese modo la masturbacién, de remedio de su depresion, se convierte en trampa. Tram: ‘Pa, porque de este modo se descargan nerviosamente y tie- nen mayor dificaltad para afrontar la realidad, para ven- cer estas deficiencias, mucho mas imaginarias que reales, ‘pero que han sido alimentadas por frases inoportunas de las madres, como por ejemplo: «No llegarés a ser nada, geomo quicres gustar a una chica, si siempre vas tan de- ‘saseado?», 0 por el entorno que les sorprende y les hace rruborizar con frases como: wAh, vaya, no le eres indiferen te, ¢Es tu novia?» Resulta espantoso para un joven ser des- cubierto asi y ver puesto de manifiesto el sentimiento pre- coz. que experimenta; ello puede lanzarle verdaderamente fla masturbacin, porque ésta es un sostén a la excita- cién de las pulsiones que le permitirian superar esta de- presiGn, Desgraciadamente, como se satisface de una m nnera imaginaria, carece ya de le fuerea para ir a buscar en Ia realidad, en otro ser humano, muchacho o mucha- cha, el apoyo, la camaraderia o el amor que le sostenga y Te ayude a salir de esta trampa en que le han encerrado algunos adultos indiferentes 0 agresives. 0 celosos, pues hay adultos que estén celosos de esta cedad ingratan. Re- cuerdan que ellos fueron maltratados por adultos. y. en lugar de evitar cometer el mismo error con los otros, como si fuera mas fuerte que ellos mismos, cargan Ia mano: “4 iQué es lo que vas a pensar? No estas en edad de pen- sar: atin tienes el gusto de la leche en los morros.» Ete. ‘Cuando un joven comienza a tener ideas propias y a mez- clarse en la conversacion de los adultos, no pierden un ins- tante en desalentarlo, cuando seria el momento de darle la palabra: «Te interesas por esto; bien, dime tu opinién; ab, ‘es interesante...» El padre no quiere que se diga que su hijo empieza a ser escuchado por los jovenes que le ro- dean. Es él quien debe tener la supremacia. Hay muchos padres que no saben ser padres de adolescente. Y lo cu- Fioso es que no saben serlo delante de su mujer y de su hija, pero cuando estan solos con los muchachos, los en- tienden mejor. Eso se debe a que no desean que al mu- cchacho se le preste la misma atencién que @ ellos cuando se ponen a hablar en la mesa y el joven diserepa de su padre. El padre quiere que su opinion prevalezca sobre la de su hijo. La frase justa serfa, por ejemplo: «Bueno, a dos edades distintas, pensamos de manera diferente. No hay problema.» Si el joven se ve interrumpido, o bien lo tolera con una sonrisa de condescendencia («Papa no quie- re reconocer su error; bien, jtanto peor!»), o no se atreve a afirmarse para expresar en otro lugar una afirmacién que hha sostenido en casa; cuando esio, en otro lugar, le confe- riria valor. Pero como en casa esto le ha wdlesvalorizado», queda marcado por una depresion y cree que no tiene de- echo a pensarlo. En este momento es cuando tendria necesidad de ser fortalecido. Los educadores parecen muy indicados aqui ara tomar ei relevo. Y no sélo los que imparten disciplinas escolares, sino los que ensefian deporte, ate, etc. A ellos corresponde dale Ja vor al nifio, pidiéndole su opinion, su juicio sobre un combate, su parecer sobre una exposicion. Y que no con- ‘cedan solamente el derecho de hablar a los vozarrones que ‘¢ imponen, sino también a todos los que Genen una opi nign pero no dicen esta boca es mia, Se trata de animar- les: «No dices nada, pero tendras tu opinién. He visto que contemplabas el partido con mucha atencion; seguro que te has hecho una idea sabre éste © aquel jugador El joven imterpelado reconoce entonces que, aungue no se ha mos- trado entre los activas, cuenta en el jicio de aquel profe: Is ‘sor que conoce bien el pafto, y eso puede salvar s un mu- chacho que en casa es abrumado por sus padres. ‘Se trata de una edad fragil pero asimismo maravillosa, porque reacciona también a todo lo positive que se hace ‘por él. Sélo que los adolescentes no lo manifiestan en el mismo momento. Es un poco decepcionante para los edu ccadores que no ven los efectos inmediatos. No me cansaré de incitar a los adultos a perseverar. Digo y repito a todos. Jos que ensefian y se desaniman, que traten de valorizar- los: continuad, aunque el joven parezca «tomaros el pelo», ‘como s¢ dice. Cuando son varios, con frecuencia le toman ‘1 pelo a una persona mayor, y cuando estén solos, esta persona es para cllos alguien muy importante. Pero hay que soportar ser abucheado. Uno puede pensar: si, soy abu- cheado porque soy adulto, pero lo que les digo les ayuda yy les sostiene. Asi pues, clos once aftos son realmente un punto de méxima fragilidad? Si, de once a trece aflos: tienen rubores, se tapan el rostro con los cabellos, azotan el aire con las manos para vencer su malestar, su vergilenza, 0 pueden incluso enmas- carar una gran herida que quiz sea indeleble. cs la pubertad la cresia de esta travesia critica? La época dificil es el momento de la preparacién de la primera experiencia amorosa. El joven siente que hay en cello un riesgo. lo desea y lo teme al mismo tiempo. Al res- pecto existe una gran polémica que la cargada estadistica de suicidios © de conductas suicidas pone sobre el tapete de Ia actualidad. Plantea en definitiva esta pregunta esen- cial: {Lo problemético es la primera experiencia sexual, que ‘es una cresta culminante en la vida del adolescente, 0 cier- ta nevesidad de experimentar la muerte? Es decir: se trata de la confrontacién con el riesgo y e! peligro, 0 del nodeseo de viv ‘Opino que es indisociable. Porque precisamente ef ries- go del primer amor es experimentado como la muerte de la infancia. La muerte de una época. Y este final que os arrastra y aniquila como cuando os dais en el amor, cons- tituye ef verdadero peligro de dicha cresta, punto de paso 16 obligado para inaugurar su dimensién de civdadano res- ponsable, y acto irreversible. En nuestra sociedad, los j6- venes no reciben ayuda porque no tenemos el equivalence de Jos ritos de iniciacion que antafo marcaban esta epoca de ruptura. Las prucbas colectivas eran impuestas a ui ftos de la misma edad, pero que no estaban todos igual- mente maduros para que prodijeran un efecto mutante en ellos. Sin embargo, era un acontecimiento que marcaba, 7 la sociedad les consideraba entronirados, es deci, que bian superado la iniciacién que permite convertirse en ado- lescente a partir de dicho paso, Tanto si estaban prepacados interiormente como si no, los adultes les concedian el de- recho @ acceder a ella. Reducides 2 si mismos, los jévenes de hoy no son conducides juntos y solidariamente de una orilla 2 Ia otra: y se ven obligados a conseguir este dere- cho de paso por si mismos. Esto exige de st parte una conducta de riesgo. El Africa negra » Oceania ofrecen a la etnologia una gran variedad de ritos de intciacién y de aprenditaje. Serd interesante pasar revisia a las diversas soluciones que las sociedades antiguas encontraron para ayudarles @ pasar este periodo de mutacién, la muerte de la infancia Pero antes de comparar las actitudes del cuerpo social a través de la historia de las sociedades, y de investigar cémo tos adolescentes de hoy pueden, solos 0 en grupo, afrontar la realidad, trataremos de describir lo que sucede ‘en el interior de cada individuo, y poner de relieve la trans- formacién capital que hace del nifio un adolescente en ciernes. El hecho trascendental que marca la ruptura con el es- tado de infancia es la posibilidad de disociar la vida ima- inaria de la realidad; el suefio, de las relaciones reales. ‘Tras la crisis lamada edipiana que opone al mucha. ‘cho perdidamente enamorado de su madre a su rival, el adre, en quien ve, en el mejor de los casos, un motive de Admivacion, los fuegos se apagan. y el nifo llega a la edad ue nosotros llamamos «latenciay. Sabiendo que no es mAs Que un niffo, se resigna a esperar el futuro. Ello no exclu Ye que tenga claramente la nocion de una sexualidad a- femte, pero comprende que no podré encontrar su objeto e amor en Ie familia. Asi pues, en el mejor de los casos. 7 1 nifto del final de Edipo, hacia los ocho-nueve afios, con- ‘serva una gran ternura idealizada por su madre, y tam- bién por su padre, aunque con un sentimiento dividido ‘entre la confianza y el temor de apartarse de la ley que el padre quiere que guarde, y que no slo es una ley dictada por el padre, sino que ésie Ia representa y ejemplifica. El nifo ve en el padre al garante de la ley y al mismo tiempo al testigo ejemplar duefio de sus pulsiones. ‘De todos modes, a los once afos se manifiestan los pri- ‘meros indicios de una sexualidad que se anuncia con un fortisimo componente imaginario antes de que el cuerpo entre en juego: esto corresponde, en el muchacho, a las primeras emisiones involuntarias de esperma, y, en las mux ‘chachas, a las primeras reglas. Pero antes de que el cuer- ‘po siga, se diria que el joven y la muchacha preparan este ‘2contecimiento fisiol6gico con una especie de fiebre psiq ‘ca de amor imaginario per modelos que actualmente se co- nnocen como idolos de masa, y que han sucedido alos hé oes de ayer. El urelevon ha llegado de los Estados Uni dos. Heroes idolos constituyen sus compafleros en el juego de papetes donde lo imaginario desplaza a la rea- lidad. » Le respond: «¥ usted qué hice?» «No le permito que lo hhaga y trato de hacer que me escuche.» Le dije: «Eso no es muy inteligente, que digamosl» «Esti fuera de'si y yo estoy muy inquieta; tengo miedo por mi vida, porque lanza unas extrafas miradas cuando hace eso.» Era un fantas- ma erétioo de hijo sin padre. Con toda seguridad tenfa eree- ciones al mismo tiempo. Su madre no le habia comprendi- do. Finalmente, ella le dijo lo que yo le habia sconscjado {Si te doy Ia lata para que no juegues con los cuchilles, es Porque me inquieta ver que haces gestos que no pareces: controlar y que pueden ser dafinos para (u cuerpo 0 para cl cuerpo de alguien. EI mio, por ejemplo; el otto dia me heriste (en efecto, 1a habia herido) y es0 ni siquiera te im- orté porque estabas enfrascado en tu juego. Por suerte, fo fue grave. Pero me preocupa verte tan enfrascado en uun juego haciendo cosas que pueden ser perjudiciales. Estoy segura de que me quicres, pero estaris bien arre- slado si realmente me haces dafo, 6 te lo haces a ti.» Mas tarde, la mujer me conté: ube dije lo que usted me indicb, ¥ eso le detuvo instanténeamente. Es milagroro, No le he retirado ni un euchillo; le dejo solo en casa, evando hasta ahora no me atrevia, porque a la vuelta siempre le encon: traba haciendo cosas peligrosas con los cuchillos. Todo ha terminado, y ha vuelto a ser el nifo que era antes, muy ‘amable.» (Creo que le produjo la castraciém al decirle: «Pero ti 102 no te das eventa.» El chico debia saber perfectamente que estaba en ereccién al hacer aquello. Era como en un suefio Creo que la mujer supo poner un limite de este modo, mientras que, al culpabilizarle, lc inhibia cada vez més, y ‘con ello enfrentaba al chico con su madre. 'E] deporte del lanzamiento puede ayudar a-un adoles- ‘cente que sufre del fantasma del cuchillo. Citemos el ejem- plo de un muchacho de quince afos que blandia continua- ‘mente, en el interior de la casa, armas blancas fabricadas por él. Su madre le dijo: eBscucha, ten euidado con nues- fro perro, puede resultar herido, 0 conmigo, que puedo pasar por alli en ese momento, o con los demés; ten mucho Cuidado: debes buscarte un lugar en el jardin, como un ugar de tiro, con un blanco.» Y a partir de aquel momen- to todo perdié su crispacion y el joven comenz6 a practi- car el lanzamiento, Su padre le traia de sus viajes imitar Cones de cuchillos antiguos, pero que no servian para lan- 4ar. El chico vio que cl euchillo podia ser un objeto en si mismo, que ensefia cosas histérieas o sobre Ia artesania de antafio. De un lado hay el cuchillo que se contempla, ‘que se mete en una vitrina, que se colecciona, y, del otro, cl cuchillo de lanzar, que es un arma deportiva. Se consi- guid asi derivar, y luego sublimar, aquel fantasma. El terrorismo verbal estdé de moda. Algunos adolescen- tes que se consideran «al loron impiden hablar a sus pe- ddres: «Cillaten, «No te escuchan «No tienes nada que decir, tno dices mds que tonterias». Actualmense, entre los esco- ares, exisie la moda de hablar ast a los padres. En el bien centendido, claro, de que los hay que fo hacen de una ma era perversa. Pero la mayoria fo hace sélo para darse Bisto con los compateros. Provocan sin verdadero conflic- to. Cuando no se dispone de suficientes medios dialécticos para responder a un adulto que si los tiene, ¢5 la mejor ‘manera de cerrarle la boca, de impedirle hablar: ponen rei ‘ica 0 dicen claro y directo: «Cillate, 0 te atizo.» so sélo puede ser una moda, pero, no obstante, es sig- nifieative, porque se trata de cierta respuesta, en wna Epoca dada, No es tan sorprendente si tenemos en cuenta que el rift, desde la edad de cuatro 0 cinco aflos, ha sido excesi- vvamente colocado en el centro de Ia familia nuclear (de hijo Gnieo). 103 Formar psicoanalistas de niiios Ouienes desean convertirse en psicoanalistas de nitos cereen con frecuencia que eso es mis facil que ocuparse de los adultos. En realidad es mucho mas dificil, porque se tiende a oir lo que se quiere oir y no lo que la gente dice Yo invito a los nifios a ra una plazoleta o a un jardin pablico, un dia de fiesta, y una ver alli les digo: «Quiero {que llengis un cuaderno, Iréis a sentaros aun rincon, y fingiréis leer un libro, escuchando todo lo que dicen los chiquillos entre si, y lo que las madres les dicen a los rios, Jo que oeurre en los grupos donde hay mujeres ¥ pequefios, lo que pasa en los bances, etcétera. Lo anotais todo, para que pueda ver lo que sois eapaces de observar, pero no de abservar s6lo con los ojos... Los que miran, in- terpretan lo que ven. Escuchad las palabras que dicen los nifios, exactamente. sin corregir lo que querriais haber ofdo. Las formas gramaticales mis erréneas, sean las que sean; indicdis palabra por palabra lo que los nifios hablan entre suando juegan en el banco de al lado, lo que dicen los ‘adultos cuando ven divertirse a sus hijos. y lo que las ma- ‘res les dicen a sus bebés.» Hay que escuchar con talante analitico lo que la gente dice, palabra por palabra. Si por ejemplo, un nifio os dice: ‘Mii mama hacer tal cosa», o que hay que oir y anotar es ‘emi mamé hacer tal cosa», y no «oy a hacer tal cosa para mi mama; es: «yo que soy mitad mamé, mitad yon. En el hacer infinitivo, no hay ningin «yo». Esté, pues, fuera del tiempo y fuera del espacio de cada uno, ya que es «fusion nal. ¥ éste es el lenguaje que hay que haber escuchado: ara comprender dénde se encuentra el niffo en este caso: ‘en su deseo. He escogido este ejemplo, pero siempre hay aparentemente una falta de sintaxis; la gente escribe de ‘ofra modo, Una palabra es una frase entera para un nifio, pero no sabemos cuél. Asi pues, es necesarlo deceifrarla, fanto mediante su comportamlento como por las frases que le siguen. Hay que escuchar. Un psicoanalista debe saber escuchar lo que te dice. Es por esto que eapta los lapsus. Escucha a alguien que habla muy bien el francés, y que comete de repente una enorme falta de idioma, que no es ‘un simple lapeus, sino algo extraordinariamente importan- te, porque ha descendido de nivel en su historia vivida y aborda inconscientemente algo de aquella Epaca en que ha- 104 bblaba asi. Ee diferente del lapsus, que es otro nivel de pa Jabra. Es lo que se lama un acto fallido, y un acto logra. do por el inconsciente. El lapsus jreudiano. Es un acto failido verbal o un acto fallido gestual. Ni 1 adulto ni siguiera el psicoanalista estan exentos de él En un congreso de criminologia, el presidente de la Socie- dad de Psicoanslisis se instalé en Ia tribuna y dijo: «De- claro levantada la sesions, cuando en realidad ésta empe- zaba, en lugar de decir: «Declaro abierta Ia sesién.» En- tonces se explicé: «Esto no me asombra, porque me ‘pregunto qué pinta la criminologia en un congreso en que ‘8 habla no de los actos, sino de los deseos que no se con- vierten en acto» Cierto que era el primer congreso de psi- coanalistas sobre el tema de la criminologia, y era el co- ‘mienzo de la gpoca en que los pricoanalistas se interesa- ron por los asesinatos, los comportamientos criminales. ‘Antes nos enfrentabamos con Ia enfermedad, con Ias his terias, no con los asesinatos y los actos eriminales. El acto fallido, ‘vas de suicidio entre las chicas, los muchachos tienen cexiton cuatro veces mis: asi es como los suicidios de j6- ‘venes de raza blanca representan los dos tercios de suc. ios de adolescentes en Estados Unidos El medio sociocultural no parece ser un eriterio signifi ccativo, y, como dice Alfred DelBello, copresidente del Co- ‘mité Nacional de Prevencion del Suicidio Juvenil, es difiel cextraer datos significativos correspondientes a los diferen- tes casos analizados. Pareceria, no obstante, que las regiones que tienen un desarrollo demogrifico rapido son las més afectadas por ‘este problema. Asi, Nevada se sitéia en primera posicién, ‘seguida de Nuevo Mexico. Las causAs Las razones de Jos suicidios en los j6venes norteameri- ccanos son dificiles de determinar, y variadas segin los En funcion de los estudios que se han realizado (véase Jas obras de la bibliografia), se desprende que actualmen- te los adolescentes serteamericanos sufren a menudo de tuna falta de seguridad y de identidad debido a los cam- nz bos en la calidad de la vida familiar: reciente mimero de divorcios (el 72°% de los suicidios se producen entre nifos ‘euyos padres estén divorciades o separados) y movilidad frecuente de las familias (mas del 75% de casos corres: ponden a jévenes desarraigados); a fenimenos sociales: uti lizacién de drogas y de alcohol (la tercera parte de las vice timas corresponden a intoxicados), presién del fracaso es- ‘colar (Ja mayor parte de los casos han sufrido decepeiones ‘ fracasos escolares); angustia ante el futuro: miedo de una guerra nuclear (31). Hay otros factores que pueden entrar en juego: la muer- te.0 el suicidio de un padre o de un amigo, la explotacién del sulcidio por los media (28), el cardetér «roménticon ati- bbuido al acto por los adolescentes (6), un trauma durante el nacimiento (22, 29) Segiin los estudios del psicélogo y tanatélogo Edwin Shneidman, fundador de la Asociaciin Americana de Sui- ‘eidologia, el 80% de los futuros svicidas dan a conocer a su entorno, a través de diferentes rodeos, su intencién de matarse (18). EsEMPLOS DE casos Desde hace algunos aos, Ia prensa y Ia literatura nor: teamericanas se han ocupado de este creciente problema de los suicidios de adolescentes Los ejemplos de casos no faltan, por desgracia, Citare- ‘mos sélo algunos de entre los mis significative. — Vivienne Loomis. Sin verdaderas causas aparentes, cesta adolescente se ahoreé a los catorce afos, en 1973, A su muerte dej6 un diario, poemas, cartas que evi- denciaban sus angustias y sus dificultades con la vida. Un psiquiatra que leyé sus escritos se sorprendié de ver cuan bien reflejaban los problemas de lor adolescen tes, y, a partir de ellos, con In ayuda de sus padres y uno de sus profesores, escribié un libro que esclarecia cl tema a5). = Craig Badioli y Joan Fox. Estos dos adolescentes se ‘suicidaron en 1969 para protestar contra la guerra del Viet nam (2). 43 — Danny Holley. Un muchacho de trece aos que se shoreé para aliviar a sus padres, que tenfan problemas eco némices por «una boca mis que alimentar» (36). — Irving Lee Pulling. Un adolescente de diecistis afios que se snicidé después de una maldicién lanzada sabre él ‘con ocasi6n de un juego de simulacién llamado Dungeons ‘& Dragons (Mazmorras & Dragones). ‘Su madre Hlevé a cabo una investigactén y fund6 una asociacién que trata de probar que 51 sulcidios de adoles- ‘centes han tenido relacién com este juego (30). — Un ejemplo de influencia literaria 0 cinematografica Un libro roméntico que relata una historia de amor que termina en suicidio: Oficial y caballero, de Steven Smith, sobre el que se hizo una pelicula, empuja a suicidarse 8 una pareja de adolescentes que ha visto varias veces Ia pe- licula, Otro adolescente se suicida poco después de haber visto este filme (6), — Los suicidas «por contagion Varios casos ilustran este problema frecuente en Esta- dos Unidos. * Plano: esta comunidad de Texas fue afectada por ‘ocho suicidios de adolescentes en dieciséis meses. '* Omaha: en menos de dos semanas, cinco adolescen- tes de la misma escuela de Omaha efectuaron intentos de sticidio: tres de ellos lo consiguieron (23). * Los iltimes «pactos de la muerten: cuatro adolescen- tes de Nueva Jersey se suicidan juntos en un garaje, expe- lencia que provocé otros dos suicidios andloges en una ciudad del sur de Chicago. Estas vepidemias» de suicidios entre los jovenes susc!- tan la pregunta: ;Es contagioso el suicidio entre los ado- lescentes? Todo permite pensar que si (24, 35). LAS MEDIDAS DE PREVENCION Enfrentadas con este ereciente problema de suicidios de adolescentes, Ins autoridades gubernamentales se han visto forzadas a reaccionar. Se han seguido varios caminos: ua = La ereacién de eentros de prevencién Mis de doscientos centros se ban creado en los Esta- dos Unidos. Estos llevan diferentes nombres: National Save Life League, Suicide Prevention Center, Suicide and Crisis Center, Helpine.. pero sus objetives son idénticos: ofrecer una ayuda puniual e inmediata a las personas en peligro (llamadas telefnicas noche y dia) Estos cents estin bajo Ia eoordinacion de la Asocia- ‘ibn Americana de Suicidologia. — La creacion de centros de investigacion sobre el sui dio: ‘Los Centros para el Control de la Enfermedad analizan los diferentes casos y tratan de encontrar medios para pre- venir estas tragedias. Igualmente, el Instituto Nacional de la Salud Mental hha creado un departamento de investigacién sobre el sul = La creacién de programas escolares de prevencién. Destinades tanto a los padres de alumnos, como a los profesores y a los estudiantes, estos programas aportan Consejos e informaciones sobre el problema: cmo recono- ‘cer a una persona con tendencias suicidas, cémo ayudar- Ja, cudles son las instituciones a las que uno puede dirt gitse en este caso. ‘La prevenciéa: nombrar la muerte Et ndmero de nies depresivos que quieren morir es mis considerable de lo que se piensa, pues jamés tienen ceasién de decirlo. Sélo pueden manifestarlo por la negati- ya a autoestimarse: el sujeto se desprecia, y desprecia a la Persona que se ocupa de él, puesto que él es despreciable. ‘Soy un asco, soy un moj6n, cpor qué os ocupéis de mi? Los adultos le dicen: «Soy la iltima de todas», «Soy cul- able», «Qué he hecho? Mi pobre marido, mis pobres hijos; los he destruida». La madre eree que ha destruido a los suyos. Pero cuando se ve lo soberbios que son los hijs, se comprucba que no hay tal cosa. Ella tiene esta vision ‘egativa a través de una melancolia, de un sentimiento de Inferioridad y de destruccion, de autoacusacién. Se com- us prende emtonees que tenga necesidad de despreciarse por {na causa que se remonta a su propia infancia. Cuando nacio, su madre no esperaba nada de ela. Convertida a vee on madre, tampoco espera nada de sf misma, ES su manera de salvar a sus hijos, sin que ella lo sepa. En Cuanto al pequefo, su manera de salvar « su madre es dex preciarse: puesto que lla no esperaba nada de fl, no tiene {ue sobrevivir. Silo hace, es un malvado que causa dano ‘i mamé. Pero la madre no comprende nada y se queja de 41 eiAb, este nfo, que hace esto y lo otrol» Ahora bien, fen cuanto al niio, es la madke de antafo la que él trata de salva; la madre de ahora ni siquiera la conoce. Es este lenguaje interior el que hay que entender, pero todo de- pende del psicoterapevta, y de su manera de abordar al nit. Y cuando se hace confesar aun nif muy pequeno su deseo de mort, eso lo camibia todo. Puede ast estable- ceree el contacto después de algunas sesiones: wHlace ya dos 0 tres veces que nos vemos. y me pregunto si ti no me estaris diciendo, sin conocer la palabra para decirlo, que quersias morirte» Inmediatamente, os mira al fondo de os ojos, 9 INego sus labios temblan. Yo prosigo en este sentido: «Si quicres seguir viéndome, yo no te impedite mori, pero ests en una casa en que esto no es posible. Hay barrotes en las ventanas: no te puedes lanzar.» De repente, mira hacia la ventana. «Ya lo has probado, has tenido un accidente en la escalera, y nadie supo que era porque querias morirte. Pues bien, ahora yo comprendo Qque tt querrias lanzarte..» Se esboza na ligera sonrsa Finalmente, ha comprendido. «Bueno, no es tan malo que- rer mori, todo el mundo mavere. Pero, puesto que estis, vivo y que no puedes conseguiro, mis valdria que crecic- 135, para poder salir de la guarderia infantil. Entonees ya esti, podris matarte, porque serés libre.» Gracias a esta Somprensién del otf, estos nos ya no estan absolutae mente solos, ya no se sienten despreciados iCudntes parejas se rompen porque hay on nifol Los ninos sufren teriblemente por ell se sienten culpables. {os nifios querrian siempre salvar a su madre, y también anu padi, de manera que se han dejado coger en Ia trame a de Ia vida, y se dan cuenta luego de que se han equi= ‘cado; entonces se sienten culpables, se sumen en Ia de- resin, y les deprimides 2on velentos exteiormente 0 vio- Jentos contra si. Si se adopta una psicoterapia de silencio 16 xy de escucha, no se rompe el aislamiento, se esté cada vex ‘mis con un moribundo. No es cierto que el nifo tenga siempre necesidad de ser ayudado en lo que siente. Pero ‘quando se dice con palabras, incluso con palabras de mé- dico, en lugar de ser significado con comportamientos, eso se vuelve humano. De otro modo, es intolerable, porque ‘es inhumano. Para un niflo que somatica y verbaliza poco, el psico- drama puede ser interesante, porque en este caso el nino juega con su cuerpo, representa un papel, sale de st Esto es. por otra part, lo que hacen los psicoterapet tas con el modelado. «Toma un pedazo de pasta; este es tu papé, ésta es tu mamé, éste eres ti, y éste soy youn El nillo queda fascinado, hace vive cosas entre €ly los otros Si veo, por ejemplo, que echa al suelo el trozo de masa que le representa dle digo: «T'é querrias echarte a slgin sitio para dejar de existi. Entonces ya no habria mis paps Y¥ mamé, y Iuego estara yo. Me has puesto en el lugar en ‘ue estabas 16, y yo soy el malo, yo soy al que tendrias ‘que matar..0» En este momento, esboran sonnsitas, «No. x0 depende..» La psicoterapia de nifos es todo un arte. No creo en absoluto que se les ayude adormeciendo y no ucriendo nombrar lo que les produce sufrimiento, dején doles vivir con ese secreto. Jame! Algin dia eso saldrd a 4a luz de modo dramética. Por el contrario, hay que men clonar aquello que se reprime Si 10 que se calla llega a la fase adolescente, debe de ser bastante dificil de extirpar. Es por eso que hay tantos adolescentes que tienen de tuna manera normal y sana ideas de suicdio, y otros que ueden tenerlas de una manera morbida. Las ideas de su fidio son alga imaginario, y el desco de legar verdader Mente al suicidio es mérbido, La frontera entre ambos es uy delicada. Seria quizé deseable hablar con mas franqueza de la Juuerie y desu enfoque alos adolescemes que tienen prom u7 Ela muerte de todo lo que se ha sido antes... Los ‘adultos que, como se dice, wevacuan la mucrte de los ‘otros, no 1a muestran, y menos atin hablan de ella... La ddisfrazan, enmascaran la verdad. Cuando ha sucedido un drama, cuando cvidentemente el joven buscaba matarse, los paires se niegan a creer en oira cosa que en un acci- dente En realidad, aunque el gesto no estuviera claramente premetitado, formaba parte del desco incansciente de sui dio en un intento de que el exterior se adapte a la fantasia. Nuestros abuelos hablaban a menudo de ninos temera- ,sufcidas. El término ha perdido actwalidad. Aunque 0 fueran verdaderos aventureros, les niftos, ‘en sus juegos, corran riesgos. Los padres tentan esta preo. ‘cupaciba: uno de sus hijos era un poco temerario. Estos jucgor «prohibidos» correspondien a una época pretérita. ‘Ahora, los adolescentes se enfrentan més bien a ma pos traci, incluso aquellos que no se drogan 0 no eaen en la ddelinciencia. Arrastran su. vida, terminan con apuros sit ‘escoleridad, pero no tien ideas precisas sobre su presen- ‘ia ena tierra. No estin motivados por nada. Les padres se quejan: «Nuestro hijo esté postrado, no habla» Todo les resbala, y estén completamente desamps rados: no saben qué hacer, qué decir. Su indiferencia es lo ‘ontraio del amor. El odio que podia haber ana, y las fesoonss que algunas adolescentes les hacen ain a sus par ddres, es una iaversiin del amor, pero también una fijacién ‘en los padres, mientras que la actitud que observamos ahora {74 no esté en absoluto fijada: los padres no tienen valor, y 15 propia vida carece ya de valor. Es la pérdida del deseo, EL ROBO Hay madres que ensefian a robar a sus hijes, In- formandeles de que los grandes almacenes destinan, ‘por la pérdida provocada por los robos, de un 5 a {in 10% de Ia recaudaclén a pérdidas y ganancias, ‘Los Jovenes hurtan, pese a llevar dinero encima. Con: tevion de poder decir a sus padres: «Mire, no derro- ‘cho ml dinero para gastos; afin me queda» us La delincuencia es una conducta sulcida que com- bina un rechazo de In realidad cou la blsqueda de Ia facilidad y de la provocactén. Los pequetios robos del sibado por Ia tarde se cometen sin pulsién cr- ‘minal. Pero se pagan caro. La emocl6n, Ia tensiéa erética hacen olvidar por unos instantes el aburrt- ‘mento o el miedo de vivir. Nada que recuerde el in- sipido calmante prescrito por el pedlatra en el trans- curso de Ia mifier. Martine, dieciocho aitos: «Cuando era adolescen- te, consideraba que birlar algo era una especie de ex- ploracién de Io desconocido, un medio de superar Cletar cos, de salir un poco dela propa pel de Ya no hay estructura La falta de estructuras es lo propio de la adolescencia: es sano. No hay estructuras en el feto del primer dia. Hay {que ayudarle; sio ello, moriria, Hay que darle calor, cu brirlo, asistirlo, El recién nacido, dejado sobre una mesa se morira. Al adelescente Is sociedad le deja de lado; no. ‘es nada en relaciéa con lo que era antes. La madre que le hha dado a luz ya no puede hacer nada por su bebé; esta ‘demasiado fatigada, debe dormir. La eomadrona, la enfer- ‘mera, toman el relevo. Lo mismo sueede con los padres de los adolescentes: ya no pueden hacer nad, estén en situacién de mate como dicen los jugadores de ajedrez. Sin salida, Pero es la sociedad que les rodea la que puede actuar. Los padsinos, madrinas, tfos, tas. La cosa va muy bien con los adolescentes cuando los que intervienen son per- sonas diferentes de los padres. A aquellos gue no expresan deseo, no habria que abor- dar, de una manera directa 0 indirect. Ta cues de a de fa muerte? Quied se sentirfan mejor compren- aides, me Naturalmente. Algunos jévenes consiguen expresarlo si 1 psicélogo les pregunta: «(Has pensado ya en morir?» Y I dice: «jPero si no pienso més que en esoly «@¥ qué te us lo impide?» Bsta pregunta es la clave de todo: «Que te lo Implde?» «lis porque tengo miedo.» «Cuéntame tu miedo; {de qué tienes miedo?» «Bueno, tengo miedo de lo que hay después de la muerte.» «{¥ qué te imaginas que podria hhaber® Se le hace hablar de sus fantasmas, que son fan- tasmas de cine, fantasmas de beaterias, de diablerias De Ia misma manera que las madres tienen mucho ‘miedo de decir que no querian a este nif. también tienen mucho miedo de hablar del deseo de muerte. Dicen: «Sobre todo, no hables de ello!», si alguien quiere abor- ar la cuestién. Tienen miedo de que el simple hecho de pronunelar [a palabra «suicidio» sea como una especie de IncitaciOn, Si es la madre la que habla de ello, hay un cin- ‘cuenta por ciento de posibilidades de que es0 sea una inci- tacién. Pero no hay peligro si es otra persona la que se in- teresa por el nif, alguien exterior en quien el nifio pueda

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