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Para los que no gustan del fútbol, el Mundial tiene sus

pequeñas ventajas. Como la atención está dirigida hacia la


pelota, las películas casi no se alquilan y hay para
escoger.
Fue en una de esas tardes, eligiendo títulos,
cuando escuché a una jovencita
recomendar a su amiga:
-“Tenés que ver Julio César…
No sabés la falta que le hace
a nuestro país un Sulla …”

¿Qué era un Sulla? Me picó la


curiosidad y decidí averiguarlo. Entonces me adelanté para
tomar a Julio César. Así comienza la película …
En el año 82 A.C. las
legiones rodean Roma.
Para que el pueblo
escuche, un pregón lee
en voz alta mientras sus
ayudantes pegan unas
listas en las paredes.
-“Sulla regresó para
restablecer el orden.
Dice que los inocentes
no tienen nada qué
temer, pero que los crímenes perpetrados contra él serán
severamente castigados. Los hombres que figuren en
estas listas serán declarados fuera de la ley, pederán sus
derechos civiles y podrán ser ejecutados a la vista. Toda
persona que acepte matar a uno de esos hombres será
considerada amiga del Estado y será recompensada con
los bienes dejados por los criminales”.
Mientras, en el
Senado, Catón
exponía: “El interés de
cualquier conductor
es mantener la paz de
nuestro pueblo. Y el
pueblo sólo podrá
estar en paz cuando
tenga un Senado que
lo represente …”
En ese momento se abren las puertas y Sulla entra
preguntando: “¿Y desde cuándo el Senado representa al
pueblo?” El silencio responde. “Quiero que el hombre con la
educación más humilde me responda.” Nuevo silencio. Sulla
ríe. “Entonces voy a responderles … Todos ustedes son
aristócratas. Sus pies nunca tocaron el suelo. Sus trastes
nunca tocaron un caballo. ¿Cómo es posible representar a
un pueblo que la mayoría de ustedes nunca conoció?”
Catón explica: “Representamos
al pueblo preservando sus
tradiciones. Si piensan que usted
quiere ser rey …”
-“¿Qué me puede dar una corona
que ya no tenga? Eso sí, no sería
un verdadero republicano si no
les presentase un elemento …
digamos … más grosero en su
equipo”, dice Sulla mientras que
ordena entrar a sus soldados.
-“Ustedes continuarán
asesorándome y debatiendo lo
que es mejor para el pueblo. Pero
mis hombres permanecerán aquí
sólo para estar seguros de que
las decisiones que tomen sean
las correctas”.
Metelo, uno de los
senadores protesta.
Desafiante pregunta a
quién va a perdonar y a
quien va a matar.
Sulla responde:
“Comencemos contigo”
Al darse cuenta de su
error, Metelo balbucea:
-“Yo sólo pregunté lo
que todos piensan”.
-“Como no puedo matar
a todos ustedes,
comenzaré contigo …
Pero puede que me retracte (sonríe)… o puede que no. Eso
te lo haré saber después de la cena. Y por tu bien, más vale
que la comida sea buena …
Evidentemente, el
cocinero no satisfizo
por completo el gusto
de Sulla porque
mucho más tarde en
las mazmorras se
escuchaba a un
desesperado Metelo
que gritaba:

-“Quiero hablar con Sullaaaaa. Soy miembro del Senado


desde hace 30 añoooosssss …”

Los brazos del verdugo estaban cansados de tanto cortar


cabezas.
¿Quién era Sulla?
La respuesta puede
ser encontrada en
un libro llamado “El
Quinto Infierno” y
es la historia de
Lucio Cornelio Sila,
el dictador que
gobernó con tanto
patriotismo como
con crueldad. A lo
largo del relato,
marcado por las interminables luchas que enfrentaban a los
plebeyos con la oligarquía, se narran los sucesos que
desencadenaron el fin de la República, para dar paso al
Imperio: la Guerra de Yugurta, la revolución de los Graco, la
Guerra Social y la dictadura de Sila.
El partido popular, representante de los caballeros y del
pueblo romano, forzó la destitución de Sila en favor de Mario;
pero él respondió marchando sobre Roma con sus legiones
para recuperar el poder. Tan pronto como regresó a Oriente,
Mario volvió a hacerse con el control en la ciudad y
desencadenó la represión contra los aristócratas que
apoyaban a Sila.
Destituido
oficialmente, Sila
continuó al
mando de las
legiones de
Oriente,
convertidas en un
ejército personal,
con el que
prosiguió la
Guerra de
Mitrídates (88-84).
Sólo después de la victoria pudo regresar a Roma y expulsar
a Mario del poder mediante una guerra civil (83-82), en la que
los senatoriales masacraron a los marianos y a los pueblos
que les apoyaban en Italia.
Se hizo conceder entonces poderes dictatoriales (82-81), con
los que emprendió la depuración de sus enemigos y la
reforma de la constitución romana (Leyes Cornelianas).
Redujo los poderes de los tribunos de la plebe y reforzó los
del Senado, al tiempo que reservaba las funciones judiciales
para la clase senatorial en detrimento de los caballeros.
Luego abandonó la dictadura, quedando como cónsul hasta
que se retiró de la política en el 79.
El Tesoro público
llenó sus arcas con
350 millones de
sestercios. Sin
embargo, los más
beneficiados fueron
los asesinos, el
propio Sila y sus
allegados, que se
hacían adjudicar
propiedades a
precios ridículos. Los
esclavos de dichos
proscripti se convirtieron en libertos al servicio de Sila:
los Cornelii, en número de 10.000, fueron su ejército privado
como una verdadera policía política. Las fuentes hablan de
numerosas matanzas, crímenes y venganzas cometidos por
secuaces de Sila al amparo de la lex de proscriptione.
Cumplidos finalmente sus objetivos, Sila volvió a la
condición de simple particular, siendo el único dictador de
la historia que, habiendo asaltado el poder absoluto por la
fuerza de las armas, renunció voluntariamente al mismo.

Estos hechos hacen de Sila un personaje extraordinario y


moralmente ambiguo. Político sagaz y militar genial, su
carrera refleja fielmente su época: fue uno de los últimos
defensores de la legalidad constitucional, pero también uno
de los principales responsables de la caída de la República.

La posteridad ha estado muy dividida en su juicio sobre


Sila, considerado por algunos un monstruo sanguinario y
elogiado por otros a causa de sus dotes políticas.
Antes de concluir esta historia, nos preguntamos por qué
una jovencita –tan ignorante que ni siquiera sabe quien es
“Sulla”- quisiera que hubiera uno de estos personajes en su
país.
Como no podemos preguntárselo, sólo nos resta suponer
que no está muy conforme con lo que sucede a su alrededor.
Y tal vez sería conveniente que se ilustre un poco más acerca
de ciertos conceptos como: “Democracia” y “República”.
Este es un texto publicado por Juan Carlos Bujanda Benítez ,
en enero del 2005:

Estamos viviendo actualmente los problemas de no saber el significado y


diferencia entre república y democracia. Y uno de los mayores problemas es la
demagogia de nuestros políticos y gobernantes.

El significado literal de democracia es: "El gobierno del pueblo por el pueblo".
Pero en ningún momento hemos renunciado a ser una república para pasar a ser
una democracia, sino que escogimos ser una república democrática.
República significa: “La cosa pública o común”. Y se refiere a que cualquier
acción política debe estar orientada hacia el bien común, en contraposición al
beneficio de grupos o clases. Escogimos vivir en un régimen democrático, pero
avalado por instituciones republicanas, estas instituciones prohíben que el poder
esté representado en una sola persona o que este sea hereditario.

Pero la noción de una república, tampoco contempla el concepto de una


democracia directa, el poder debe recaer en una asamblea, en nuestro caso
representada en primer lugar por la cámara de senadores y en segundo lugar por
la de diputados.

El problema de no conocer la diferencia entra una y otra (desconocimiento por


parte del pueblo y disimulo por parte de los políticos) ocasiona principalmente el
uso de la demagogia como elemento de disuasión, corrupción y falta de
preparación para puestos públicos.

Cuando algún gobernante en funciones (a diferencia del aspirante) busca el aval


del pueblo por medio de plebiscitos o consultas públicas, está pasando por
encima de las instituciones republicanas, instituciones que fueron aceptadas por
el pueblo para que los gobernantes no tuvieran que estarles consultando de cada
cosa que suceda en la nación, en su búsqueda del bien común.
Estas instituciones se llaman leyes, se llaman constitución, se llaman congreso,
se llaman escuelas, se llaman educación laica (entendida por cierto erróneamente
como educar promoviendo el ateismo en vez de educar con respeto hacia las
diferentes creencias religiosas personales).

Una de las principales razones de ser de una república, es el imperio de la ley, y


es una tremenda contradicción pretender librarse de esta con el pretexto de hacer
lo que el pueblo manda, en este caso el pueblo no tiene la razón en
contraposición de las leyes, si así fuera, cualquier mayoría podría decretar la
desaparición de minorías (indígenas, protestantes, pordioseros, etcétera).

Pero también la república protege en forma inversa, no se puede defender a una


minoría con el pretexto de preservar sus usos y costumbres (vender o maltratar a
los hijos), si estos dañan los derechos protegidos por las leyes de la república,
recuérdese que hablamos de la cosa pública o común.

En el nacimiento de las primeras repúblicas estaba contemplado el derecho del


pueblo a rebelarse contra las leyes en caso de que estas fueran injustas, pero
actualmente el problema no es que sean injustas, sino que no se aplican cómo,
cuándo y contra quienes deberían, y una de las razones es precisamente la
demagogia.
Ahora bien, no toda la culpa la tienen los gobernantes demagogos, sino también
el pueblo inculto que no sabe cómo reconocerlos y para esto la república también
contempla soluciones. “El pueblo no es naturalmente republicano, la educación
debe prepararlo” (Ikram Antaki).

La democracia es uno de los mejores sistemas de gobierno actuales, pero si no


está soportada por las instituciones que representa la república, entonces esta
puede degenerar en una tiranía del pueblo o en un pretexto para avalar políticos
prepotentes y deshonestos.

Dice Madison: “En la república, la voz pública expresada en los representantes


del pueblo, puede ser más cercana al bien público que la expresión misma del
pueblo”.

Los políticos que buscan sólo el consentimiento de las masas por medio de
acciones populistas, en realidad sólo buscan el poder aunque tengan que
despreciar las leyes, pero en una república están separados; el poder reside en el
pueblo y la ley en las instituciones.

Pero esto sólo lo saben quienes conocen la diferencia entre república y


democracia.
Existen o han existido monarquías republicanas, democracias militares (si, es
posible si el pueblo lo elige), tiranías republicanas, democracias anárquicas, pero
nosotros hemos elegido el sistema de República Democrática.

Y para esto tenemos que saber –mínimo- qué significado tiene en la práctica, de
lo contrario vamos a seguir viviendo en un sistema que se llama a sí mismo
democrático y republicano, pero que en la realidad es un sistema que permite y
alienta líderes déspotas, populistas y demagogos que utilizan la constitución y
las leyes para lo que se usa el papel de baño.

Todo esto lo resume magistralmente Ikram Antaki en una frase: “La ideología


republicana va a la par del triunfo de la razón sobre el imperio de los prejuicios, el
oscurantismo religioso, la superstición y las creencias; esta convencida de que el
progreso de la conciencia pasa por la difusión de la instrucción”.

En vez de desear “Sullas” o bullas, deberíamos exigir


educación y que las instituciones cumplan con su deber.

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