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BIBHUMA Biblioteca de Humanidedes "Prof. Guillermo Oblols" ‘wer bibhume fanee.unlp. edu ar 2am wunlp.edu.ar Fax 64.0221.098 5745 Cala 48 entre fy 7-187, suosuslo AN eS >» siglo veintiuno editores s.a. Guatemala 4894 (c1425,nur), Buenos Aires, Argentina siglo veintiuno editores, s.a. de cv. Cerro del agua 248, Delegacién Coyoacén (04310), D.E, México siglo veintiuno de espafia editores, s.a. c/Menéndez Pidal, 3 Bis (28008) Madrid, Espa FAHCE - 2LBiUMA NO Inv:. 24523. Sig. Top:.42% Fecha ce alte: Melon Pirro, Julio César El peronismo después del peronismo : resistencia, sindicalismo y politica luego del 55. - 1a ed, Buenos Aires : Siglo Veintiuno Editores, 2009. 288 p. ; 21x14 cm. - (Historia y cultura: El Pasado Presente / dir: Luis Alberto Romero) ISBN 978-987-629-091-3. 1, Historia Politica Argentina. I. Titulo, CDD 320.982 © 2009, Siglo Veintiuno Editores S. A. Disefio de coleccion: tholén kunst Disefio de cubierta: Peter Tjebbes is6n 978-987-629-09 1-3 Impreso en Grafiner // Lamadrid 1576, Villa Ballester, en el mes de agosto de 2009 Hecho el depésito que marca laley 11.723 Impreso en Argentina // Made in Argentina Indice Introduccién Historia, politica ¢ historiografia Nuestro trabajo: temas, problemas, capitulos PRIMERA PARTE: EL CONTEXTO 1. El peronismo, del poder a la marginacion La caida del gobierno El lugar de los vencidos SEGUNDA PARTE: LA RESISTENCIA 2. Espontaneidad y mesianismo militar Mesianismo militar y organizacién clandestina Representar la clandestinidad. El movimiento de junio. De qué revolucién se trata? Perén 3. Resistencia, terrorismo, sindicalismo Las nuevas practicas clandestinas Los hechos y las cosas Los protagonistas Los inspiradores Los objetivos y los alcances iL a4 16 25 27 39 53 ae 62 67 76 79 81 gi 93 96 98 8 EL PERONISMO DESPUES DEL PERONISMO INDICE 9 indi istente 100 Siicntos y cesgtenies eee Aclaraciones metodolégicas 217 EI movimiento obrero y la resistencia civil Sane Tucié a eas de la Revolucién i p Da waiuearraes sa aves tek La lectura del “recuento” 228 TERCERA PARTE: LA POLITICA ; Conclusiones 235 4. Elimperio de la politica ae 121 iss Ber Perén y los peronistas: entre la resistencia y las urnas 122 El horizonte electoral: proyectos institucionales y tiempos politicos 125 “E] pasado que no puede volver” 126 La oposicién y la cuestién peronista 135 5, Perén, o el instrumento de la palabra 143 El exilio del carisma, gla dispersién del poder? 143 Tacticas y estrategias. Los discursos de la soledad 145 6. Prensa de oposicién y nuevos partidos en la Argentina posperonista - 159 Peronistas y no peronistas: el sueno del periédico propio 159 Nacionalistas y neoperonistas: e] suefio del . Partido propio 174. La carrera electoral: incertidumbre y expectativas 179 7, La hora de Jas urnas 191 La eleccién de convencionales constituyentes del 28 de julio de 1957: resultados comparativos 192 Las elecciones durante el peronismo 207 Anexo del capitulo VIL 215 Introduccién La caida del peronismo en 1955 y su evolucién bajo las condiciones impuestas por la “Revolucién Libertadora” constitu- yen una de las claves para la comprensi6n de la historia argentina contempordnea. Se inauguré entonces un juego politico en el que un electorado forzadamente vacante —o la incapacidad del es- pectro partidario no peronista para asimilarlo— se convirtié en uno de los factores de inestabilidad institucional, Los cismas par- tidarios se multiplicaron, y los militares, baluartes de la exclusi6n, tampoco permanecieron inmunes. La cultura politica, en fin, se vio sacudida por tensiones que, entonces definidas tajantemente, colocaron el problema en un escenario nuevo y fragil que per- duré, al menos, hasta 1973. Resulta obligado, pues, interrogarse sobre los cambios opera- dos en el peronismo, un movimiento que comenzé a recorrer un camino de sentido inverso al de su formacién, Sabido es que en el curso de estos anos los peronistas transitaron, alternativa aunque no excluyentemente, por los senderos de la violencia, el sindicalismo y la politica, pero zen qué consistieron conereta- mente estas dimensiones durante la primera etapa de la pros- cripcién? El modo en que ellas se articularon durante el perfodo 1955-1957 ghabilita el reconocimiento de un perfil del pero- nismo fuera del poder, resultado a Ja vez de sus propias peculia- ridades hist6ricas y del proceso de “desperonizaci6n”? Y, aun aceptada esta posibilidad, :cémo tornar visible la historia de los peronistas en un tiempo empefiado en negarles su posibilidad de existencia politica, en neutralizarlos mediante maniobras mas 6 menos embozadas y hasta en escondertos tras distintos eu- femismos? 12 EL PERONISMO DESPUES DEL PERONISMO Todo conduce al historiador a afrontar, con los recursos de su arte. el testimonio de quienes recuerdan (en particular los pero- nistas) y, con las ventajas y problemas de una relativa omniscien- cia, lo que recoge en las fuentes escritas, esencialmente antipero- nistas y forjadoras en diversos grados de un diagndstico negativo en cuanto a Ja posibilidad de una “supervivencia” del peronismo. Compelido a describir y narrar lo acontecido, tendera a esquivar aquello que lo simplificaba en la forma de una reflexién sobre la “paturaleza” de un movimiento que sibitamente y por vez pri- mera paso a ocupar el llano de la proscripcion y a enfrentarse con la hostilidad del estado. Sabra, de todos modos, que esta contribu- yendo a develar una realidad —la del peronismo de la proscrip- cién- por tacita oposicién a otra -la del peronismo gobernante-, sobre la que mucho se sigue escribiendo. Como siempre, sin em- bargo, partira de lo que se sabe para dirigirse a lo que se quiere saber. Aunque la historiograffa se ha ocupado de cuestionar la idea de “manipulacién de las masas” para explicar el origen del pero- nismo, asi como Ja extendida nocién de la ausencia de una dina- mica propia en el seno partidario, no existen dudas de que, desde comienzos de Jos afios cincuenta y en paralelo al desarrollo de una verdadera vocacién hegem6nica, el movimiento funcioné de un modo centralizado. Para un peronismo dotado de un lide- razgo carismatico, los afios de gobierno implicaron el disciplina- miento de su dirigencia, a tal punto que hacia la mitad de la dé- cada resultaba evidente un fuerte espiritu gregario que aseguraba el acatamiento de la voluntad de su lider y el ostracismo de toda rebeldia. La verticalidad de una dirigencia sindical capaz de movi- lizar a miles de trabajadores aparecia para confirmar, en el ritual de la plaza publica, la lealtad al garante de las conquistas obreras, y se contaba entre los principales rubros de su haber politico. Si sobre esta base el régimen peronista pudo proyectar la ima- gen de una unidad monolitica, el creciente caudal de votos le per- mitié, por otra parte, ufanarse de un incontestable consenso ple- biscitario. Estos mismos éxitos electorales cuyo significado se fundia (sin constituir su fundamento) en la omnipresente propa- ganda oficialista, junto a un ejercicio consecuente del autorita- INTRODUCCION 13 rismo, contribuyeron a aumentar el escozor que suscitaba la movi- lidad social y terminaron alimentando el antiperonismo mas radi- cal. La virulencia de este sentimiento, la rutinizaci6n de aquel ri- iual y la fragilidad de la Jealtad politica y sindical encontraron su expresién mas plena con la caida de Peron en septiembre de 1955. La Revolucién Libertadora confronté asf al conjunto de los peronistas con una realidad que era la antitesis de la de la vispera. Los primeros afios de Ja proscripcién implicaron pues, en prin cipio, el enfrentamiento con un estado hostil, empefiado en ero- sionar la identidad politica peronista y decidido a reprimir cual- quier alternativa que connotara una vuelta al pasado. En la experiencia de muchos trabajadores y de los peronistas en gene- ral, este lapso se consideré como la época de la revancha, a la que con el tiempo se superpuso el recuerdo idealizado de la resisten- cia. Pero en esta €poca emergieron cuestiones concretas que se constituirfan en una herencia no menos indeleble. Las autorida- des partidarias —cuya legalidad resultara conculcada por el go- bierno militar~ fueron impugnadas por algunos grupos que sefia- Jaron presurosamente la necesidad de desprenderse de lo que consideraban un lastre burocrtico. La vieja dirigencia sindical, a su vez, fue reemplazada por activistas que, si en un primer mo- mento se desempefiaron en la clandestinidad, con el correr del tiempo Ilegaron a ocupar importantes posiciones en el movi- miento obrero organizado. El recurso de algunos grupos a la vio- lencia politica, por su parte, originé nuevos problemas al estado, pero también planted tensiones y reacomodamientos en una fuerza que se encontraba en pésimas condiciones organizativas. Violencia, sindicalismo y politica se anuncian, pues, como una trfada simplificadora a la hora de caracterizar la actividad de los peronistas luego de 1955. E] desplazamiento hacia la politica (en un sentido, con un alcance y con unas consecuencias que se expli- can, en primera instancia, como politica electoral) torna impres- cindible considerar el rol de Perén con respecto a actores diferen- ciados que presuponjan, a partir de la geografia, el definitivo ocaso de su estrella. Este apretado tiempo histérico ofrece, pues, una oportunidad para considerar las transformaciones del peronismo a partir de cir- 14 EL PERONISMO DESFUES DEL PERONISMO cunstancias que le impusicron mudanzas de estilo, nuevas practi- cas, la renovacién de su dirigencia y otra organizacién del espacio politico interno, pero se prolonga en temas que exceden larga- mente este objeto de estudio. Si la pregunta orientadora consiste en saber si lo ocurrido en estos anos implicé efectivamente el tran- sito a otro peronismo! (lo que para los historiadores representa la biisqueda de Ia medida, de los contrastes y aun de las paradojas del cambio), este peronismo seré probablemente mas complejo, con seguridad més contradictorio y también mis dificil de aprehender y definir, que aquel que se explicaba en funcién del manejo del es- tado, las estructuras sindicales y la presencia de Per6n. Por ello, se impone explorar la necesariamente compleja relacin entre quic- nes s¢ dedicaron al activismo y al ejercicio de la violencia, el desarrollo de los intereses especificamente sindicales y la existen- cia de una esfera propiamente politica en la que surgen nuevos ac- tores que cuestionan el liderazgo distante de Perén. No debera perderse de vista, tampoco, la posibilidad de establecer en qué me- dida los testimonios y las versiones semiconsagradas del pasado se apartan de los resultados de esta investigacién. En el camino apa- recerdn, desde luego, factores y realidades operativas que, o bien han sido descuidadas por la historiografia o bien han permane- cido parcialmente ocultas en la linealidad de los acontecimientos. HISTORIA, POLITICA E HISTORIOGRAFIA. Lacesura que vino a introducir el peronismo en la historia argen- tina hizo que por mucho tiempo su estudio estuviese mediado por la discusién politica. La irreconciliable polarizacién de la socie- dad, ci recuerdo de una experiencia traumatica en los medios académicos y la propia inestabilidad institucional del pais condi- cionaron las aproximaciones académicas al tema, mientras que ra- zones semejantes le otorgaron un lugar preferencial en las preo- cupaciones de un pablico mas amplio. Esto no es menos cierto con respecto a lo ocurrido con el pero- nismo luego de su derrocamiento, aunque en este caso el “uso pt- UyTRODUGCION 15 blico de Ja historia” se verificara particularmente a la luz de los en- frentamientos internos. Cada vez que se traté de movilizar a las bases, los “duros” del peronismo apelaron a una simbologia de honda raigambre emocional, que también fue utilizada con efica- cia por los sectores radicalizados que en los afios sesenta y setenta filiaron su lucha como una continuacién de la que se habia sobre- Ilevado contra la Revolucién Libertadora. Si ciertos nacionalistas “ortodoxos” pudicron recordar entonces su participacién en una nueva gesta emancipadora, los jévenes izquierdistas vieroni en el fenémeno de la resistencia el nacimiento de un peronismo libe- rado de burécratas y encaminado, ahora irreversiblemente, hacia el “socialismo nacional”. El propio Juan Domingo Perén contribuyé a este proceso toda ver que desde el exilio necesité amenazar a los gobernantes o des- calificar las tendencias moderadas en el seno del peronismo. Con pretensiones més acotadas pero con opertuna insistencia, muchos dirigentes sindicales y no pocos dirigentes politicos que durante la Revolucién Libertadora sufricron penas de encarcelamiecnto y persecuciones tendieron a expiar inconsecuencias posteriores evocando, precisamente, su participacin en la ilegalidad. Ademis de las aproximaciones realizadas desde otras ciencias sociales, existe una importante literatura historica que ha comen- zado a ocuparse, las mas de las veces tangencialmente, de la histo- ria del peronismo durante la proscripcion. Resultaria oneroso re- ferirla en detalle, pero podemos intentar resumir sus aportes. Tenemos algiin material mas de evocacién que de estudio— so- bre la resistencia peronista en sentido estricto, pero menos sobre su efectiva vinculacién con el conjunto del movimiento. Creemos saber bastante sobre Perén, parte de cuya profusa corresponden- cia ha sido publicada, pero bastante poco sobre los peronistas que -sin exagerar demasiado- podrian ser considerados como los efectivos condicionantes de su accién. Conocemos mucho indu- dablemente sobre la historia de las Fuerzas Armadas, factores de poder de primer orden y garantes altimos ante la emergencia de la cuestién peronista. Entre los renglones menos borrosos se cuentan, también, aquellos sobre los que se ha afirmado la histo- ria del sindicalismo y de la clase trabajadora, aunque sabemos 16 EL PERONISMO DESPUES DEL PERONISMO poco sobre el vinculo entre practica sindical y “accién directa”, frecuente durante todo este periodo. Apenas contamos con traba- jos importantes sobre el peronismo politico, esto es, sobre un “partido” que en rigor de verdad no aparece como tal sino como una serie de atisbos provinciales que desde el comienzo tuvieron una logica “participacionista”, o sobre las formas y funcionalida- des de los organismos de conduceién politica que crea ¢ intenta dirigir Peron mismo desde el exilio. Carecemos, en suma, de un trabajo que se aboque a la exploracién de Jas lineas de poder pre- sentes en el interior del peronismo 0 que, al menos, nos hable de élcomo un todo complejo y diferenciado. NUESTRO TRABAJO: TEMAS, PROBLEMAS, CAP{TULOS Desde el punto de vista metodolégico wabajé intensamente en la recopilacién de datos provenientes de una gran cantidad de me- dios graficos, por lo comtin muy parcos en cuanto a la informa- cién brindada sobre el objeto de estudio. La exposicién descansa sobre una trama narrativa que procura explicar la complejidad de la situaci6n de los actores. Dicha perspectiva encubre ~a la vez que ilustra— la imposibilidad de equiparar “redes” caracteristicas tan diferenciadas como las que me proponia reconstruir. Efectiva- mente, la tinica red de poder interna que era posible reconocer como tal por su creciente grado de densidad burocratica y funcio- nal era la de los sindicatos. Dificilmente hubiéramos podido ha- cer lo mismo respecto de los politicos peronistas y de ninguna ma- nera -a menos que el trabajo se propusiera Ja reconstruccién minuciosa de alguno de sus segmentos- con el mundo de la “resis- tencia”. Asi, resulta en cierto modo inevitable que el relato se afe- rre en alguna medida a Perén como vértice reconocible de una estructura de funcionamiento difuso, aunque su lugar en esta his- toria tendra poco que ver con la figura del lider fuerte cuya perso- nalidad determina el curso de los acontecimientos. Ni el peronismo era entonces un estado, sino precisamente lo contrario, ni su lider podia operar como un jefe omnimodo, en el INTRODUGCION 147 caso de que alguna vez hubiera podido efectivamente hacerlo, en relacién con el movimiento peronista. El peronismo era o seguia siendo, en Ja proscripcién, polimorfo, a tal punto que resulta di- ficil reconocerlo ~y mucho mis describirlo- a partir de una deli- mitacién clara de sus redes de poder interno, y su lider era, quiza no por primera vez pero side un modo nuevo, “débil’. Este libro es, pues, el resultado de una indagacién dirigida al in- terior del peronismo desde su caida hasta el momento signado por todo lo que ocurrié a raiz de las elecciones de 1957. Escribir a historia del peronismo en la proscripcién es dificil por la escasa cantidad y calidad de las fuentes disponibles, de modo que hemos explotado al maximo la bisqueda de algunas y extremado el rigor en el andlisis de otras mas accesibles. No es necesario subrayar aqui los limites de los testimonios orales, sensibles a los problemas del recuerdo, cuando no de la “historia aprendida’, esto es, de la internalizacion, a posteriori de la participacién en los hechos, de un sentido histérico que entonces estuvo ausente. Los informes oficiales sobre el peronismo, por su parte, ya se trate de los que se publican en la prensa o incluso de los que entonces eran secretos, tienen los mismos problemas que la escasa documentaci6n elabo- rada por los proscriptos. Los mismos registros y trabajos oficiales sobre datos electorales hacen que no podamos olvidar que por mucho que su lectura convoque elementos estadisticos que pare- cen incontrovertibles, se trata también de textos, es decir, de fuen- tes susceptibles de ser consideradas en su dimensién de productos lingiifsticos. Hemos tratado de aprovechar, en suma, todo lo que hemos sido capaces de reunir, y también de curar con escepti- cismo buena parte de las promesas de que era portadora cada fuente que se incorporaba a nuestro inventario. El primer capitulo aborda sobre todo el desgaste de la autori- dad carismatica de Perén en el marco de los “rituales de enfrenta- miento” que se verificaron hacia el final de su gobierno. Conce- bido para interiorizar al lector de la coyuntura que desemboca en cl golpe de estado de septiembre de 1955, se ocupa también del primer perfodo de gobierno de la Revolucién Libertadora y del transito a una politica m4s dura con relaci6n al peronismo. En los capitulos 2 y 3 se analiza el surgimiento de una variedad de ac- 18 EL PERONISMO DESPUES DEL PERONISMO tividades de oposicién al régimen militar —de las insurrecciones cévico-militares y los conatos golpistas al sabotaje en los lugares de trabajo y el terrorismo politico, pasando por los enfrentamientos callejeros y distintas expresiones de irreductibilidad identitaria-, manifestaciones todas de algo que se dio en lamar la “resistencia peronista”. E] anilisis evita la imagen de una actividad clandestina vinculada principalmente al mundo del trabajo, identifica las ca- racteristicas politicas de ese movimiento y se extiende en lo sus- tancial hasta las elecctones de julio de 1957. El cuarto capitulo traza las coordenadas de la tercera seccién de este libro. Se anun- cia como “el imperio de la politica” para referirse a una tarea que los distintos partidos y sectores —fuera y dentro del peronismo— emprendicron en medio de las expectativas generadas por la rein- troduccién de la competencia tras una década de hegemonia pe- ronista. Las dudas y certezas de los actores de la época, leidas en eldoble fondo de los proyectos institucionales formulados por el gobicrno y las fuerzas que lo acompaiaban, por un lado, y el ra- pido reconocimiento de una “realidad” peronista por parte de la oposicién al gobierno de facto que se constituye al calor de esta circunstancia, definen los limites y las posibilidades de una origi- nal tentativa de refundacién democratica en un espacio puiblico que, abierto por la Reyolucién, permanecié a su vez restringido fundamentalmente por la proscripeién del peronismo. La estruc- tura de los dos primeros capitulos correspondientes a esta secci6n (‘La politica”) sigue siendo convencionalmente narrativa. Asi, el capitulo 5 implica un tratamiento detallado, ya que no exhaus- tivo, del discurso de Perén en relacién con un contexto complejo y esencialmente referido al interior del movimiento cuya jefatura cjercia, El sexto se ocupa se sacar a la luz, a través del andlisis del contenido y de la actividad de la prensa de oposicién, la emergen- cia de actores politicos que, postulando un vinculo mas o menos intimo con los proscriptos, aspiran a participar en una proxima carrera electoral. El capitulo 7 incorpora una dimensién cuantifi- cable a partir del anilisis y la comparacion de los resultados de la eleccién de Convencionales Constituyentes en todo el pais, enten- dida —tal como se hizo en la época~ como “recuento” del pero- nismo. No obstante, en lugar de las lecturas prospectivas que a la INTRODUCGION 19 luz de los resultados se impusieron en la coyuntura, hemos que- rido también deslizar una mirada hacia el pasado inmediato, en- tendiendo desde esta perspectiva a la década peronista como el punto més alto alcanzado por una democracia de masas de tonos plebiscitarios que, en lo que a este tiltimo aspecto se refiere, reco- nocia antecedentes mas lejanos. En toda esta seccin se pretende responder a problemas generalmente implicitos en relacién con el modo en que el ex presidente retuvo la operatividad de su lide- razgo y @ otros que remiten al funcionamiento del sistema poli- tico. El Gltimo capiwilo ha sido escrito con el propésito de com- pletar el panorama politico en un periodo de tiempos apretados y decisiones cruciales que abarca, precisamente, desde el “recuento globular” hasta la elecci6n de Frondizi, y las conclusiones mismas se plantean como un estudio del peronismo en la primera etapa de su proscripci6n. Lo que sigue es, también, el resultado de un recorrido mas am- plio, apenas tansitado por la generacién a la que pertenezco ano ser en el nivel de Ja evocacién de signo encontrado. Si hay algo que llama Ia atencion was una mirada retrospectiva a la época de nuestra mas temprana socializaci6n politica (el comienzo de los aiios setenta), es la certidumbre de que se traté de un tiempo vi- vido como ruptura, en el que, fundacionalmente, el discurso pi- blico tenia la urgente necesidad de remitirse a la historia. En este sentido, ese tiempo generacional es hijo, mas que del que originé al peronismo, de un fuego cruzado de interpelaciones que se for- taleci6, a la vez que se nutrié de nuevos contenides, en el proceso inaugurado en 1955. Mientras que el antiperonismo conserv6 el recuerdo de los afios del totalitarismo y lleg6 a esgrimirlo reitera- damente como el principal sustento de su legitimidad, cada vez més los peronistas politizados utilizaron lo sucedido durante estos aiios para reclamar un nuevo principio de identidad que los dife- renciara de los “enemigos del pueblo”. Resultaria menos dificil demostrar que la experiencia de la resistencia -vivida 0 evocada~ se ensambl6 con las nuevas imagenes del conflicto politico pro- pias de fines de la década del sesenta y comienzos de la siguiente, que saber hasta qué punto, para los peronistas, estas tltimas reem- plazaron o se superpusieron al recuerdo popular de una era de 20 EL PERONISMO DESPUES DEL ERONISMO bienestar hegemonizado por la figura de Perén y de su esposa. No podemos dudar, sin embargo, que a aquellas representaciones y no a esta memoria se apelé cada vez que se trat6 ya de inhibir la integracion, ya de hacer marchar al conjunto del peronismo por caminos que no habian sido previstos ni por quienes trazaron su itinerario inicial, alld por 1946, ni por quienes quisieron corregir, a partir de 1955, el trecho recorrido. Paso ahora a los agradecimicntos, en los que seguramente incu- rriré en omisiones. Deseo mencionar a Estela Spinelli, Maria Da Orden, Susana Bianchi, Ricardo Pasolini, Daniel Dicdsimo, Nicolas Quiroga, Gustavo Contreras, Delia Garcia, Juan Ladeuix, Elisa Pastoriza, Marcela Ferrari, y el estimulo brindado por Joan del Alcazar, Karina Capobianco, Victoria Persello, Rodolfo Rodriguez, Ismael Saz, Nuria Tabanera, Carlos Van Hauyart, Olga Echeverria, Lucia Lionetti, Matilde Rodriguez, Roberto Baschetti, Maria Dolores Béjax, Juan Carlos Garavaglia, Rail Mandrini, Aixa Bona, Milagros Pierini y Juan Vilaboa. Daniel James, Ezequiel Gallo, Ricardo Falcon, Joel Horowitz, Darfo Macor, Carlos Mala- mud, Antonio Manna, Ofelia Pianetto, Mariano Plotkin, Darfo Barriera, César Teach, Raanan Rein, José Aricé, Natalio Botana ¥y Mariano Plotkin me beneficiaron con sus comentarios. Samuel Amaral, Ana Maria Mustapic, Ricardo Sidicaro, Susana Bianchi, Juan Carlos Torre y Tulio Halperin Donghi fueron jueces atentos de mis tesis. Debo agradecer a Eduardo Miguez los consejos que me dio, a Fernando Devoto por haberme alentado a participar en importantes emprendimientos académicos, y a Luis Alberto Romero por interesarse en la posibilidad de esta publicacién. Caty Galdeano, de Siglo Veintiuno, realizé un respetuoso y muy eficaz trabajo de produccién editorial, Deseo agradecer también al personal de los archivos, bibliote- cas y hemerotecas piiblicas y privadas, en particular a los directi- vos y empleados de la Divisién Estadistica del Ministcrio del Inte- tior, del Instituto de Investigaciones Hist6ricas Juan Domingo Perén y de la Biblioteca Nacional. Aunque la investigacién no estuvo basada en entrevistas, me permitid conocer a protagonistas y testigos que enriquecicron mi INTRODUCCION 21 experiencia de un modo dificilmente estimable. Agradezco pues, entre otros, a Alberto Gonzalez Arzac, Sebastian Borro, Daniel Brion, Alfredo Carlino, Elena Castifieira de Dios, Fermin Chavez, Jorge y Marcelo Cepernic, Ernesto Rios, Luis Garcia Hoste, Roge- lio Garcia Lupo, Enrique Oliva, Juan Puighé, Jorge Rulli, Marcelo Sanchez Sorondo, Eva Troxler, Miguel Unamuno, y a los falleci- dos Dario Alessandro, Alberto Phillipeaux, Envar E] Kadri y Enri- que Pav6n Pereyra. Alejandro Olmos y Andrés Framini tuvieron la siempre valorada amabilidad de abrirme las puertas de sus casas. Las autoridades de la Universidad Nacional de Mar del Plata y de la Universidad Nacional del Centro apoyaron decididamente mis investigaciones. El Instituto de Estudios Hist6ricos y Sociales ‘Juan Carlos Grosso” y el grupo de investigacién *Movimientos So- ciales y Sistemas Politicos en la Argentina Moderna’ fueron siem- pre lugares amables donde escuchar criticas inteligentes de mis colegas. ees destacar la colaboraci6n de Elena Fuksman, lectora cau- tive, inteligente y perspicaz de éste y otros textos, que impulsd de modo nada condescendiente la necesidad de escribir con la ma- yor fluidez posible, Como siempre, agradezco a mis padres, Olga y Alfredo, por los ejemplos de toda la vida, y a mi compaiiera Elena y a mi hijo Da- vid, por dejarse querer a mi manera. PRIMERA PARTE El contexto 1. El peronismo, del poder ala marginaci6n Entre 1946 y 1949 la presidencia de Perén continud las jeformas iniciadas durante el gobicrno militar bajo su propio aus- picio. Siguid asf con los incrementos salariales y completé una obra legislativa de proteccién al trabajador que acompaiié el ver- tiginoso aumento de la afiliacién a los sindicatos. Institucionalizé una politica de asistencia social ¢ introdujo mejoras sustantivas en Jo que hace a la atencién de la ancianidad y de la infancia, ala vez que multiiplicé los centros de esparcimiento y descanso destinados 4 los sectores mas desprotegidos. Perén obtuvo en estos sectores su apoyo mas permanente, aun- que cl consenso de que gozaba su gobierno no provenia tinica- mente de los beneficiarios directos de las reformas, sino que in- ah nilitaresy a iglesia catélica, mientras que otros sectores veian con buenos ojos, si no el caracter plebeyo del régimen, una politica nacionalizadora que aleanzé a plasmarse en. un texto constitucio- nal en 1949, Al comenzar los afios cincuenta, el agotamiento de s acumuladas durante la Segunda Guerra Mundial, el empeoramiento de los términos del intercambio comercial para los productos agropecuarios, el agotamiento, en fin, de Ia indus- wializacion sustitutiva, junto 2 razones més inmediatas como una ia a factores de poder tan tradicionales como las instituciones las reservi serie de malas cosechas, determinaron la necesidad de imponer medidas de coyuntura a la vez que anunciaron un cambio de rumbo.2 Las contradicciones entre la necesaria reorientacién de la politica econémica y social, por un lado, y las expectativas de una base social a la que el régimen no podia renunciar, por el otro, derivaron ~y se expresaron- en el Congreso de la Productivi- dad de comienzos de 1955.° A esto vino a sumarse una significa- 26 KL. PERONISMO DESPUES DEI, PERONISMO tiva reformulaci6n del nacionalismo econémico del primer pero- nismo, cuando el gobierno comenz6 a propiciar el ingreso de ca- pitales exwanjeros, lo que concentié las criticas de Ja oposicién y generé dudas entre los propios peronistas. Los sintomas de agota- miento del modelo de gestion econémica del primer peronismo y la creciente certeza de que los problemas no se resolverian me- diante una expansion conciliable con el distribucionismo,* junto ala difusion de versiones sobre la corrupcién de funcionarios y la Presunta vida licenciosa del presidente, caracterizaron la segunda ¢tapa del gobierno peronista, en cuyos tramos finales se destacd el enfrentamiento con la iglesia. Todo este proceso, en el que no faltaron las insurrecciones mi- litares, estuvo acompatiado por un reforzamiento de la actitud re- presiva del estado, cuyas instituciones fueron cada vez menos pro- clives a tolerar las manifestaciones de la oposicion politica. Por owa parte, a medida que surgian los problemas se monté un ver- dadero culto a la persona de Per6n que se incrementé luego de la muerte de su esposa y y se tradujo en crecientes manifestaciones de adulacién p&blica por parte de la jerarquia del movimiento. Las caracteristicas carismatico-plebiscitarias del gobierno se vie- ron intensificadas tanto por la forma en que se difundian las in- formaciones oficiales como por el grado en que se trataba de mi- nimizar el lugar de los adversarios politicos. La maxima expresin de semejante situacién fue el recurso a una cada vez més fre- cuente verificacin de la relacion lider-masa, ya que las funciones consensuales de las concentraciones se redujeron progresiva- mente a un énfasis identitario que se expresaba a través de inter- pelaciones excluyentes. Las grandes concentraciones de las postri- merias del peronismo constituian, en este sentido, megamitines politicos, demostaciones de poder cuya fuerza dependia de su es- pectacularidad. Dicha espectacularidad se nuiria de la presencia y actitud fisica de los seguidores (la participacién ritualizada de la masa en un espacio especifico) y del tono del discurso del lider, es decir, de la dramatizacién del acto.> Es efectivamente en el lugar fisico de la Plaza de Mayo, que en el imaginario generado por el peronismo seguia siendo tan im- Pportante como al principio, donde puede seguirse tanto el au- EL PERONISMO, DEL PODER A LA MARGINACION 27 mento en escala y la frecuencia de las demostraciones publicas fomo su creciente inoperancia y disfuncionalidad politicas. En ese escenario se expresaria como en ningiin otro, también, la fra- lidad del consenso de masas operado por el peronismo en las postrimerfas de su gobierno. e Los dias que venérian iban a mostrar, para desesperacion de Verén y desazén de sus partidarios mas consecuentes, que el mas ensayado de los rituales puede perder fuerza a medida que se per lecciona, y que las amenazas y promesas que se formulan, cuando no son seguidas de acciones que se correspondan con ellas, su- {ven una devaluacién que es cada vez més répida y permanente. Iban a mostrar, como parecen haberlo advertido los adyersarios inis encarnizados, que el espectéculo de la amenaza piblica ya no {uncionaba para unos opositores que a fuer de ser considerados como enemigos no estaban dispuestos a dejar de serlo. En agin inomento de este acelerado proceso, propios y extraiios comenza- jon a saber, pues, que no habia salida ni retorno. LA CAiDA DEL GOBIERNO La caida del peronismo merced al golpe de estado de 1985 fue el capitulo final de una verdadera pendiente de enfrentamientos en- tre el gobierno y la oposicin, Bl proceso habia-adquirido fuerza a vaiz de un conflicto con la iglesia que tavo su cenit en junio.® El 11 de este mes la tradicional procesién de Corpus Christi se trans- {ormé en una manifestacién antigubernamental a Ja que asistie- von los mas diversos sectores politicos. La supuesta quema de una bandera argentina motivé a su vez una movilizacién oficialista oficial desde donde se formularon nuevas acusaciones a la cu- ria, dos de cuyos integrantes fueron expulsados del pais. La Santa Sede excomulgé a Perén. é Se trataba, sin embargo, sélo del proscenio de los actos mas dramaticos de los meses que restaban para su caida. El 16 de ju- nio de 1955 un desfile aéreo (previsto también en desagravio de | ensefia patria) descargé un rosario de bombas sobre la casa de 28 EL PERONISMO DESPUES DEL PERONISMO gobierno y sus alrededores. Poco después, um grupo de infantes de Marina apoyades por civiles armados intenté concluir el ope- rativo matando al presidente, objetivo que se vio frustrado por- que éste no se encontraba en la sede gubernamenial. De todos modos, un ntimero indeterminado de victimas quedé como saldo de la jornada. Esa misma noche, Inego de un discurso de Peron en el que prometia justicia, grupos peronistas se lanzaron a in- cendiar iglesias. A principios de julio el gobierno anuncié el fin de la revolu- cin, y abrié el diélogo con los opositores y facilidades para que formulasen sus criticas y exigencias. Se recuerda el discurso de Frondizi, cuya dureza correspondié a las expectativas cifradas en los ambitos antiperonistas. La célebre alocucién del 31 de agosto, en la cual el presidente de la nacién amenazé con ejercer la vio- "| lencia, fue una expresién de “la Plaza” y en realidad la nota diso- nante de aquella estrategia. Si no pudo menos que desorientar a un equipo de gobierno comprometide con dicha politica, para los adversarios se trat6 de la mas clara expresién de su falsedad. Reconocidos como enemigos por el propio Perén, aceleraron los preparativos del golpe. La suerte estaba echada. Tras la defeccién del general Aram- buru, el retirado Eduardo Lonardi asumié la jefatura de la conspi- racién al sublevar la guarnicién de Gérdoba, y triunf6 en una re- lacién de fuerzas que, hasta Ja participacién efectiva de la Marina y la deserci6n de otras unidades leales, estaba lejos de favorecer a los rebeldes.’ Qué ocurrié con Perén, el peronismo y la lubricada maquina- ria sindical? ePor qué motivo ~al decir de sus propios partidarios- Peron “se cayé” en septiembre de 1955? Las respuestas recorren niveles de anilisis que van desde el ago- tamiento del proceso de sustitucién de importaciones y las limita. ciones 0 contradicciones del populismo a las explicaciones coyun- turales, En un trabajo ya clasico, Julio Godio explicé que a partir del intento golpista de junio el comportamiento del gobierno pe- ronista se habia centrado en buscar un compromiso con las clases dominantes, y la biisqueda de ese compromiso negociado que Pe- r6n denominé durante dos meses “la pacificacién” fracas6 porque EL PERONISMO, DEL PODER A LA MARGINACION 29 era, sencillamente, imposible.® Isidoro Ruiz Moreno, en una obra ya citada, construyé un relato fundado en una valoracion opuesta y alin al punto de vista de los circulos militares antiperonistas. |xiste también una abundante literatura referencial producida jor los actores del drama, y Peron mismo se empefio en dar dis- \intas explicaciones del golpe en miiltiples registros periodisticos y, de un modo mas detenido, a través de libros que edité en los primeros aitos de exilio: La fuerza es el derecho de las bestias fue pu- blieado como folleto en Lima y Santiago de Chile a comienzos de 1056, y en Montevideo en 1958;° Del poder al exilio, cémo y quiénes me ierrocaron, del que se conocieron distintas ediciones ap6crifas en- lve 1956 y 1958,!° Los vendepatria!! y La realidad de un ano de tiranta, estos dos ditimos de 1958 y sin datos de edicion, fueron algunos ile los textos en Jos que —aunque con matices y un progresivo abandono del énfasis en beneficio de factores como “la masone- }ia"-atribuyé su caida a la victoria de la “reaccién oligarquico-cle- ieal”, ala “traicién” del ejército y, en lo que tocaba a su personal texponsabilidad, a la necesidad de “evitar un derramamiento de sangre”, argumento en el que solia traer a colacién la experiencia de la guerra civil espafiola. La literatura politica producida por los antiperonistas en la 6poca, en tanto, transmuto en clave de cobar- dia personal la opcién por el exilio. Aunque de algiin modo aqui nos centramos en el personaje, no tepararemos en las explicaciones retrospectivas sino en la obser- vacién de la rutinizacién de los medios para obtener el consenso, en el curso de conductas que, a fuer de repetirse, se volvieron es- lereotipadas y perdieron credibilidad ante propios y extrarios. La sctitud de Perén tras el bombardeo que la aviacién militar efec- tuara el 16 de junio de 1955 resulta, en este sentido, reveladora. lin esa oportunidad, los manifestantes peronistas protagonizaron \n sangriento y desigual enfrentamiento. Un testigo de los acon- tecimientos ha dejado una imagen vivida de lo sucedido: el centenar y medio de personas estaba formado por obreros... Daban las 12.40 cuando cayd la primera bomba. Dos tranvias llenos de pasajeros (...] yun Omni- bus presto a partir saltaron hechos pedazos [...]. La g0 EL PERONISMO DESPUES DEL PERONISMO bomba [...] maté a una treintena de personas [...]. Alas 14, millares de personas se concentraban en las inmedia- ciones de la Plaza de Mayo, ocupaban las recovas de Le- andro N. Alem, y, con toda clase de armas -pistolas, re- volveres, escopetas-, hostigaban a los infantes de marina, que seguian progresando hacia el objetivo. Era tre- mendo y conmovedor ver la espontaneidad de las masas [...] cada arcada de recova era una trinchera [...]. Iban a dar las quince cuando una columna, encabezada por una mujer que evaba una bandera y gritaba sin cesar algo incomprensible, irrumpié por Bartolomé Mitre y no alcanz6 a dar cinco pasos cuando una rafaga de “Pam” la derribé [...]. Un muchachito tomé una ban- dera y cayé [...]. A las 15.30 una escuadrilla de aviones que legaba desde el rio atroné el espacio [...]. E] pue- blo la salud6 entusiasmado y seguro. Pero la escuadrilla gird, se lanzé en picada y descargé sus bombas sobre la Casa Rosada. A la primera, siguieron decenas [...]. La gente que hostigaba a la infanteria de marina estaba es- tupefacta.12 Recién al promediar la tarde Iegaron tanques para apoyar el ata- que al Ministerio de Marina. A las 17.30 un diltimo avién recorrié la Avenida de Mayo disparando sus ametralladoras. Los rebeldes se rindieron al atardecer, y el almirante Gargiulo —uno de sus ca- becillas~se suicid6, pero cientos de muertos y heridos quedaron como espantosa evidencia en las calles de la ciudad. La Nacién del 17 de junio describe en detalle ese ‘momento de indescriptible y violenta sorpresa” que sobrevino con el bombardeo de la Casa de Gobierno y sus inmediaciones. Hay testimonios que indican que lo que precipité ese acto fue la deteccién del movimiento de los sublevados por parte del go- bierno (particularmente en unidades militares del Litoral). Al pa- recer, los sectores comprometidos de la aviacién naval optaron por no dilatar mis las operaciones a partir de la informacin de que Perén tenia previsto un gigantesco acto piiblico el dia 20 de junio, en el que denunciaria la conspiracién en ciernes, y decidie- EL PERONISMO, DEL PODER A LA MARGINACION 31 yon dar un golpe de efecto esperando que se les sumaran nuevas ferzas.!3 sa misma noche, el incendio de los templos catélicos (sobre cuya autorfa existe, también, un copioso anecdotario) traducia en hechos un sentimiento anticlerical que se habia fomentado desde las esferas oficiales. La declaracién de guerra a los curas opositores habia corrido por cuenta piblica del propio presidente de la na- cién en un discurso de noviembre de 1954 y alcanz6 su punto cul ininante luego de Corpus Christi, cuando la iglesia demostré6 su ca- pacidad para catalizar a la oposicién antiperonista mediante la #yanizacién de una impresionante manifestacién publica. Al dia siguiente se registré un ataque a Ja catedral metropolitana, y dos ‘ins después, tras una primera plana en donde aparecian conspi- (uos representantes de la jerarquia eclesidstica junto a los mas olensivos y personalizados epitetos, un diario oficialista se ded aba a “revelar” la “cara oculta de la iglesia”, mientras Per6n fusti- waba “a quienes sirven a dos banderas”.!4 La expulsién de los mon- seiores Tato y Novoa y la pasividad oficial frente al vandalismo wnticlerical parecieron indicar que el gobierno no tenia limites en el camino de la confrontacién. Los riesgos de un enfrentamiento «vil de proporciones que los opositores a la postre supieron capi- talizar parecen haber tenido pleno registro por parte del gobierno ‘en estas horas criticas, y el general Lucero, jefe de la represion a las {uerzas golpistas, habria recibido directivas precisas de “tomar en- Jace con la CGT y evitar la salida del pueblo a la calle”.!® Luego del criminal atentado protagonizado por la aviacion fue el propio Perén quien se preocupé6 por limitar las consecuencias ile lo ocurrido. Desalenté el proyecto de entierro colectivo de las \ietimas del bombardeo y oficié para que la prensa adicta mode- rara los términos de su repudio. El procedimiento estaba, en til- (ima instancia, calcado de Ios rituales de comunicacién ya ensaya- dos, s6lo que esta vez no hubo concentracién popular de jespuesta y las palabras se inclinaban a evitar nuevos enfrenta- mientos. Aunque el gobierno se comprometié ante “el pueblo” a no intentar moderar el castigo que correspondia a los sublevados y 4 dejar que la justicia siguiera su curso normal, también senalé "la unidn indestructible del pueblo y del ejército” y la necesidad 92 EL PERONISMO DESPUES DEL PERONISMO de evitar que el pueblo se considerara el encargado de hacer jus- ticia: “Prefiero, sefiores, que sepamos cumplir como pueblo civili- zado y dejar que la ley castigue. Nosotros no somos los encargados de castigar [...]. No lamentemos més victimas. Nuestros enemigos cobardes y traidores desgraciadamente merecen nuestro respeto, pero también merecen nuestro perdén. Por eso, pido serenidad una vez mas”. La CGT por su parte dispuso un paro general de veinticuatro horas en senal de duelo pero con el menor nivel de actividad publica posible, “recogidos en nuestras propias casas, ve- nerando la memoria de quienes ofrendaron sus vidas para defen- der la doctrina de Perén”. Tanto el texto del mensaje de Perén como el llamado del secretario general de la CGT, Di Pietro, fue- ron reproducidos en La Nacién, un diario que nunca habia po- dido decir todo lo que queria durante el gobierno peronista pero que ya, sutilmente, editorializaba a favor de los insubordinados.!° En el Congreso de Ja Nacién los diputados radicales, por su parte, no participaron en la sesién de repudio. E] oficialismo inauguraba, con esta actitud, lo que se revelaria como un tardio intento de distensién. En contraste con los ante- riores Iamados a la lucha y las acostumbradas imprecaciones a la oposici6n, deslindé las responsabilidades hacia algunos grupos de la marina y civiles organizados en actividades terroristas, relevé a miembros del gabinete sospechados de inspirar las manifestacio- nes anticlericales y favorecié una renovaci6n en las autoridades del partido. En esta linea, el 25 de junio Alejandro Leloir asumia la presi- dencia del Consejo Superior del Peronismo (CSP) por remuncia de Teissaire, y John William Cooke, la intervencién partidaria en la Capital Federal. Los nuevos hombres tuvieron a su cargo la de- fensa de la politica gubernamental en el marco de una amplia- cién de los ambitos de debate ptiblico que parecia dar marcha atras con afios de autoritarismo. El periédico de la CGT trocaba sus declamaciones de la vispera en una invitacién a realizar un “borr6n y cuenta nueva”,!” y De Frente editorializaba con vistas a ganar para la “tregua” a la “oposicién democratica”. En esos tér minos Cooke convocaha a los partidos populares contra los “ene- migos comunes”, y los llamaba a flexibilizar su actitud para que EL PERONISMO, DEL PODER A LA MARGINACION 93 “La tinica paz posible” entrara en un cauce de entendi- 18 enn pa mlento politico. Apenas una semana después, una apelacién desesperada tradu- «ia el desaliento oficialista respecto de los resultados de la nueva Apuesta politica: sugeria a los partidos definirse y asumir el costo interno de tal decisién. Remedando un estilo recién abandonado por el presidente, Cooke advertia, quiza con razén: “Perén ha de- bide frenar a sus partidarios”19 Arturo Frondizi, la figura mas prestigiosa de la oposicién, hablaba por la estatal Radio Belgrano, y consideraba, entre otras cosas, que se habia incurrido en un va- sillaje al promover los contratos petroleros. Los duros términos de su esperado discurso” fueron interpretados como el cierre de ly posibilidad de una salida pacifica, aunque retrospectivamente rwulquier alternativa en ese sentido se nos aparezca bloqueada tlesde mucho antes. Gada vez con menores posibilidades de éxito, la politica del go- bierno se mantendria hasta fines de agosto. En el curso de ese nies Leloir respondié a Frondizi “reconociendo errores” pero in- vocando la legitimidad del gobierno, mientras Cooke hizo lo pro- pio en su distrito, El Gonsejo Supremo de las Fuerzas Armadas fa- 116 contra los oficiales del movimiento del 16 de junio, pero Perén \ntercedié para que no se aplicara en todo su rigor el estado de yuerra interno vigente al producirse los hechos. Qué significé esta politica para las huestes peronistas? A la es- \uipefaccién general ante la violencia de junio sucedié la genera- linacién de un debate en el que abundaron las acusaciones al go- hierno. Este inusual marco en el que se ventilaban piblicamente ‘iiestiones largo tiempo contenidas no pudo sino haber erosio- nado la confianza en los dirigentes. En todo caso, podia inter- pretirselo correctamente como un sintoma de debilidad, sobre (odo cuando habjan cesado Jas hasta poco tiempo atras estent6- jens intervenciones del presidente, cuya figura se eclipsé en un silencio practicamente total. El efecto desmovilizador de tal pro- veno no dejaria de tener consecuencias cuando Perén, tan pronto como lo habia abandonado, volviese a apelar al meca- hismo de renuncia-concentracién tipico de las tacticas politicas le su gobierno. 94. BL PERONISMO DESPUES DEL PERONISMO La oportunidad Iegarfa el 31 de agosto de 1955, cuando éste realizé lo que a la postre seria el ultimo -y fallido—intento de vol- ver a dominar un escenario cuyo centro habia abandonado re- cientemente. En el contexto de nuevos atentados con bombas en lugares piblicos de la Capital Federal, el presidente renuncié ante la CGT y las dos ramas del partido. En la extensa carta diri- gida al presidente del Consejo Superior del Partido Justicialista (CSP), doctor Alejandro Leloir, expresé lo siguiente: “Han lle- gado hasta mf algunas afirmaciones de nuestros adversarios y ene- migos politicos, en las que condicionarian su actitud a mi retiro del gobierno. Siempre he sido un hombre dispuesto a escuchar y creo que, aunque estoy en mi puesto por la voluntad de una in- mensa mayorfa del pueblo argentino, cumple a la dignidad del cargo y al honor del hombre ofrecer mi retiro”. Luego de declarar su confianza en que los dirigentes peronistas sabrian conducir la transicién y mantener las grandes obras del peronismo, desalent6 alos “insensatos y especuladores politicos [que] hablan de guerra civil [...]. Aqui no habra tal cosa: habra paz o dictadura. Yo no tengo pasta de dictador. De modo que de imponerse tal solucion, otro u otros deberan reemplazarme”. Por eso, agrego: pido humildemente a los argentinos que confiaron en mi que me liberen de todo compromiso y acepten mi alejamiento del gobierno, para incorporarme como sim- ple soldado a nuestro Movimiento. He dedicado la tota- lidad util de mi vida al servicio del pais: creo tener dere- cho a disponer de mi vejez. Ya mis aos y mis fatigas comienzan a pesarme demasiado, cargados como estan de ingratitudes, desengaiios y sinsabores. Los tiltimos acontecimientos han colmado la medida y he debido ser muy fuerte para tomar las providencias de mi reflexién y no Jas de mi indignacion.?! Inmediatamente lovieron telegramas, misivas y declaraciones pi- blicas tendientes a disuadir al presidente de todo intento de re- nunciar. El vicepresidente de la nacién, almirante Alberto Teis- saire, luego citado como el mas célebre “arrepentido” del EL PERONISMO, DEL PODER A LA MARGINACION 35 /eyimen que finalmente caeria en septiembre, “enterado de Ja in- tencion del excelentisimo sefior presidente de la Nacion [...] de- Claro que me opongo terminantemente [y que] de llevar a cabo esa actitud lo acompafiaré en el mismo momento...”.2 La CGT, ett vez si, segtin la costumbre, declar6 la huelga general e invit6 los trabajadores a concentrarse en la Plaza de Mayo para pedir Peron el retiro de su renuncia (0 “el retiro de su retiro”, como se ha ironizado, pues ésta era la palabra utilizada en su nota). (Como es sabido, en dicha ceremonia y sorpresivamente, Per6én jonuncié un recordado, violento e ineficaz discurso: “A Ia violen- (a hemos de contestar con una violencia mayor [...]. Cuando tno de los nuestros caiga, caeran cinco de los de ellos [...] He- Mos ofrecido Ja paz: no Ja han querido”. Contra la costumbre, in- (liso, sus palabras no invitaron a la “desconcentracién en paz”: wdvirtié que la condicion para su permanencia en el cargo era “la lucha”.?3 Se ha argumentado que esperaban atemorizar a la opo- siciOn;lo seguro es que aceleraron las actividades conspirativas de low militares, Si realmente se esperaba una movilizacién popular que parali- pie a los enemigos del régimen, hay que decir que no ocurrié fida parecido: la desconcentracién fue pacifica, el partido no abr en correspondencia con las palabras de su lider y desde el obierno tampoco se actué en la medida de lo prometido. El sin- dicalismo oficialista no mosw6 excesiva predisposici6n al com- hate, S6lo una semana después el lider de la CGT envi6 al minis- yo del Ejército, general Lucero, una nota en la que ofrecia el coneurso de los trabajadores en apoyo de la institucién armada, ‘jue fue rechazada cortésmente. Por qué Perén, en el menos feliz de sus discursos, transgredi6 s)yuptamente la légica de la pacificacin (y aun la de la intimida- ion)? Aunque el mismo orador habfa justificado en la oportuni- dad el cambio de rumbo -y procurado dar un objeto a la ame- fiiva~ en razén del fracaso de la “tregua”, testimonios de illegados y adversarios suelen reducir la explicacién al “exa- iwupto”,?4 mientras que otros, ateniéndose a crénicas de la época, i) entienden como una reacci6n ante un acto menos dinamico de lo experado.®® Para un profesor norteamericano que se encon- 36 EL PERONISMO DESPUES DEL PERONISMO traba de visita en el pafs, la amenaza expres6 un sentimiento de impotencia asociado al fracaso de Ja tregua, pero su principal con- secuencia fue generalizar, aun entre los militares no hostiles al pe- ronismo, la idea de una CGT omnimoda. El mismo observador cita el siguiente cable de Associated Press, fechado el 7 de sep- tiembre de 1955: “La CGT es el sostén de la fuerza del presidente Juan Perén [...]. Los observadores consideran que rivaliza o qui- z4s sobrepasa al ejército como factor de poderio en la nacién”.° Creemos que los argumentos deben subordinarse a una expli- cacion mas general, aunque ésta pueda concentrarse sobre el mismo escenario: el perfeccionamiento del aparato burocratico en la convocatoria a la concentracion corrié paralelo a una pér- dida de vitalidad en Ja relacién de liderazgo. Como ya anticipara- mos, Per6n, que siempre necesit6 “la Plaza”, invitaba a los partida- rios, en las postrimerias de su gobierno, a participar de un ritual: tras una amenaza a la permanencia del presidente en el poder, las organizaciones oficialistas (El Partido Peronista Masculino y Fe- menino, la CGT y sus sindicatos, etc.) comenzaban a emitir comu- nicados de solidaridad organizando la concurrencia, previa decla- racién del paro general de rigor. Tras la concentracién popular y las palabras del lider, invariablemente se invitaba a desconcen- trarse en paz. El mecanismo, que funcioné eficazmente durante todo el periodo peronista, no agotaba sus objetivos en la regene- racion de la confianza interna: constituia a su vez una demostra- cién de fuerza ante los adversarios / enemigos. La frecuencia con que se lo utilizaba desde hacia un ano daba la pauta de su agota- miento, a la vez que reforzaba un circulo vicioso, como se. advirtié desde miiltiples puntos de observaci6n y ha sobrevivido en el re- cuerdo, ya que el dia del incendiario grito de “Cinco por uno!” también termin6 con un festivo retorno al hogar de los presentes. No es improbable que los recientes bombardeos hubieran desa- Jentado a la concurrencia, y, en este sentido, merece tenerse en cuenta que Perén hablé varias horas después de lo previsto.” La situacion implic6, por lo menos, el desconcierto de propios y ex- trafios, a tal punto que el embajador norteamericano informé que pese a toda Ja virulencia verbal “los descamisados se retiraron pacificamente, sintiéndose héroes de una gran victoria...”,* y un EL PERONISMO, DEL PODER A LA MARGINACION 3'7 joven militante.de la Unidn de Estudiantes Secundarios (UES) re- ord6 tiempo después que “nos volvimos a nuestras casas, conten- ton de haber vociferado todo el dia y pensando que habiamos irlunfado”2s Al hacerse tan evidente que Perén habia quebrado, para sor- jyesa de su propio gabinete, la politica de conciliaci6n, el minis- tro del Interior Oscar Albrieu, hombre clave de aquella estrategia, yenunci6. En vano watarian los hombres de Ja tiltima hora de li- wit las consecuencias de palabras que habian sefialado un punto de no retorno. Haciendo un balance forzoso de la tregua, De Fvente justificaba las palabras del presidente al sefialar que esta- hun dirigidas a “los grupos que han aprovechado estos tiltimos se- senta dias para planear complots [...] y dedicarse al atentado cri- minal contra humildes hombres que cumplian con su deber de yiirdar el orden”, En un postrer y con raz6n desesperanzado Ila- jnamiento a Ja pacificacién, Cooke proclamaba que “los sucesos del dfa 31 de agosto no obstan a que los partidos politicos argen- {inos puedan convivir pacificamente [...]. Los opositores tienen la obligacin, eso sf, de no alentar a los que procuran fomentar el | os y especular con el desorden, Y los oficialistas, por su parte, ‘eben saber que un adversario del presidente es digno de respeto iwienwas no se aparte de las Iineas del limpio juego democré- 90 tivo” 1a misma noche del $1 se sublevaba infructuosamente en Cér- doba el general Videla Balaguer, un hombre que, por la represion ‘lel intento de golpe de estado encabezado por Benjamin Menén- dey en 1951, habfa sido condecorado con Ja medalla de la lealtad. {yun dos semanas en las que no cesaron las versiones sobre inmi- ‘ientes alzamientos militares, el gobierno caerfa, poniendo de ma- iifiesto su indefensi6n ante una situacién que era harto previsible jor lo menos desde el 16 de junio. Los intentos de frenar el golpe se circunscribieron a quitar jvando de wopa a Ios presuntos conspiradores, con lo que sc Ileg6 \ desactivar el arsenal de muchas unidades de lealtad sospechosa. De ninguna manera apuntaron a la organizacién de Jas fucrzas so- clales que constitufan su mas firme apoyo, y desde el gobierno se jespondi6 con vacilaciones a los escasos intentos que esbozaron 38 EL PERONISMO DESPUES DEL PERONISMO sus partidarios. FE] ofrecimiento de Ja CGT a Lucero constituyo, una vez més, una actitud equivoca para con sus fines. Mas alla de las reales posibilidades de materializarlo, la sola imagen de las mi- licias obreras resultaba inaceptable para los militares, y justo es su- poner que habran alentado las dudas de los jefes leales y precipi- tado asi los acontecimientos que Hevaron al golpe de estado.3! Al parecer existi6 la preocupaci6n por generar algin tipo de organizacion antigolpista por parte de nucleamientos politicos de Ja periferia del peronismo: un sector de Ja Alianza Libertadora Nacionalista y grupos aislados de comunistas que habian hecho el ténsito al movimiento nacional. Segtin su propio testimonio, ante los rumores de un inminente golpe militar, el dirigente san- tafecino Juan Maria Vigo, junto a Eduardo Astesano y Rodolfo Puiggrés, decidié entrar en contacto con el secretario gremial de Ja presidencia, comandante Guillermo Solveyra Casares, para ad- vertirle de la situaci6n en Rosario y solicitar cien ametralladoras li- vianas. Por toda respuesta, el aludido habria reiterado su con- fianza en las guarniciones militares.? Sobre el avatar de la insurrecci6n del 16 de septiembre, miembros de la Alianza Liber- tadora Nacionalista que seguian a Guillermo Patricio Kelly inten- taron torcer el rumbo de los acontecimientos. Como en el pasado 16 de junio, volvieron a ganar la calle. Su actuacion culminé en la destruccién a cafionazos del local de la agrupacion. El gobierno no supo, no pudo o no quiso resolver militarmente un conflicto en el que la relacién de fuerzas militares no le cra desfayorable en un comienzo y, en determinado momento, todo parecié quedar sujeto a la libre organizacién del pueblo, Fue en- tonces cuando la idea de las “milicias”, frecuentemente referen- ciada en afios posteriores, aparecié como tal, esto es, como una idea que formaba parte de aquellos rituales de enfrentamiento, como un recurso para amedrentar que, lejos de conformar un verdadero proyecto de accion, se revelé ineficaz en lo que ya se yeia como el final del régimen. Desde el Partido Peronista, solo Cooke y sus allegados de la intervenci6n de la capital intentaron’ organizar manifestaciones callejeras, mientras que los servicios de inteligencia, a juzgar por lo poco que se sabe y lo mucho que puede inferizse, revelaron una ineptitud que guardaba un para- EL PERONISMO, DEL PODER A LA MARGINAGION 39 lelo con las vacilaciones oficiales.*4 El peronismo, que no tenia tracicion en este tipo de lucha, se encontré sin respuesta. ¢No ha- {1 hincapié su historia oficial en el tono no violento de gestas fom las del 17 de octubre de 1945, en el que la sola presencia pular habia alcanzado los objetivos? No se recordaba todos los I" de mayo que el justicialismo habia logrado transmutar una jor- 1 de sufrimiento y de lucha en Ia fiesta de los trabajadores? No registraban, en ultima instancia, los diarios de estos dias co- Wwiinicados tranquilizadores del gobierno? Mis alla de todo cuanto se especulé posteriormente sobre esta ‘\reunstancia, cabe decir que la solucién al enfrentamiento tal ‘Wal éste estaba planteado escapaba a los limites de un gobierno eon el peronista y, quiz, como alguna vez evocara Tocqueville, «ls debilidades de cualquier régimen que ha iniciado o anun- ‘julo su reforma. Mientras que los informes y comunicados reser- ‘uilog hacfan pensar a los perspicaces—Perén entre ellos~ en el pa- Hwiama de un enfrentamiento de proporciones, ese mismo Horizonte era verdaderamente temido por las maximas jerarquias tel estado peronista. Ausente la reaccién de un partido que nunca habia desempe- filo un papel importante, el desconcierto se potenciaba en Ja re- ‘10n descubierta orfandad. Peron habia presentado su renuncia {#4 Vex mas, en esta oportunidad ante Ja Junta de Generales que vaban el Comando de Represién. El 19 de septiembre éstos \pieron el ritual al aceptarla como tal.5° La desmoralizacién \nuid, y el gobierno, esta vez, decliné la posibilidad de utilizar la oficial para convocar al pueblo a la lucha. #) LUGAR DE Los VENCIDOS |) derto es que el régimen se derrumbabay el pais antiperonista semenzaba su festejo. Antes de que la Confederacién General del Trabajo (CGT) y ts Confederacién General Econémica (CGE) fueran interveni- #4, de que la inhabilitacién alcanzara masivamente a dirigentes 40 EL PRRONISMO DESPUIfs DEL PERONISMO sindicales y politicos, y de que comenzaran a liquidarse las insti- tciones paradigmaticas de la politica economica y social del pe- ronismo, como el Instituto Argentino de Promoci6n del Inter- cambio (IAPI) y la Fundacién que levaba el nombre de su esposa, Perén hacfa los preparativos de su partida hacia Para- guay, comienzo de un largo exilio, y Lonardi los de su asunci6n de Ja presidencia, principio de un breve interinato. La confusi6n, el desconcierto, el “desbande”, sumieron a los peronistas en Ja impotencia o la resignacion. El arco de posibi- lidades expres6 sus extremos en brotes de espontaneismo popu- lar y stibitas conversiones entre conspicuos dirigentes. La rebe- lién de los sectores de poblacién suburbana de Rosario fue violentamente reprimida por el ejército en un contexto de pa- ros, ataques a los medios de transporte ptiblico, lugares comer- ciales y viviendas de las zonas de clase media, lo que caus6 nu- merosos muertos y heridos. Otros centros de reaccion popular fueron Ensenada, Berisso, Avellaneda y algunos pueblos de Tu- cuman. Tiroteos y atentados con armas cortas se produjeron en varios puntos del pais, aun en lugares alejados de los centros ur- banos con grandes concentraciones de poblacion obrera. En Mar del Plata, mientras atin ardian los tanques de Yacimientos Petroliferos Fiscales (YPF) bombardeados por la Marina, se re- gistraban tiroteos “entre ocupantes de camiones y patrullas na- vales”. El 22 de septiembre, entre Jas 22 y las 5 de la mafiana, efectuaron disparos contra la infanteria de Marina personas ocultas en la arboleda aledana. También se inform6 acerca de enfrentamientos con armas cortas en Avellaneda, y dos dias des- pués en Rosario “fuerzas blindadas patrullaron frecuentemente por la zona céntrica, advirtiendo por medio de altavoces la de- cisién de Jas autoridades de proceder sin contemplaciones con- tra los alteradores del orden”. Para ese momento ya se habian producido disparos de carros blindados sobre la multitud que desde la periferia rosarina hostigaba a las tropas.** Estas mani- festaciones, a excepcion de la de Rosario, también inorganica, eran expresion de grupos aislados de personas. En opinién de Marcelo Cavarozzi, la jerarquia sindical bloqueé las movilizacio- nes de las bases, en la primera de una serie de actitudes ten- EL PERONISMO, DEL PODER ALA MARGINAGION 41 dientes a evitar el naufragio de la estrategia negociadora con el yobierno.27 i rapido y relativamente incruento desenlace del golpe de es- \uclo, el consenso de gran parte de la opinién publica y la voluntad conciliadora expresada por Lonardi contribuyeron a la difusién de \\ ereencia de que el resurgimiento de la vida politico-partidaria jinarfa espacios por sobre el mero revanchismo. El lema “Ni ven- edores ni vencidos” —acufiado en el momento de su juramento por el presidente provisional, con reminiscencias urquicistas y lan- sido estratégicamente antes en la proclama de la Marina en opera- dones- partia de un diagnéstico definitive del peronismo con el “nil no era dificil coincidir (la presuncién de que era un fené- jeno residual, una vez constatada la impotencia y la desorganiza- «ion de los derrotados), o cifraba su confianza en la emergencia de tina versién moderada de éste, para lo cual no faltarfan gestores aliciosos de ambas partes. Sin embargo, para el éxito del proyecto 110 bastaban las apelaciones del jefe de la revolucin triunfante a la jyandeza de espiritu, ni los intentos de frenar la explosién de sen- \imientos antiperonistas largamente contenidos que se manifesta- fon después del golpe. Era menester incorporar a los vencidos, «We habian visto “equivocadamente” en Perén el simbolo de una sustincial mejora en sus condiciones de vida, a una nueva Argen- lina donde el gobierno provisional no fuera percibido como el wjiete amenazador de sus conquistas. En estas condiciones “la Wasa adicta al tirano préfugo” se diluirfa politicamente ~y electo- j\lmente- entre las fuerzas partidarias tradicionales, y se abririan Jus puertas al retorno de la normalidad constitucional. lista perspectiva exigia, concretamente, poner entre paréntesis la trea “racionalizadora” de la economia que parecia venir im- a desde mucho antes. Esta, vinculada a los limites del distri- hucionismo y al agotamiento del proceso de sustitucién de impor \wiones, no habia sido ajena al mismo gobierno peronista, que ‘loydle los dias del Congreso de Ja Productividad intenté salvar \\ contradicci6n latente entre la necesidad de proceder a una jeorientacién econémica por carriles mis ortodoxos y la de no \lesatender la satisfaccién de las necesidades de las bases sociales \inis firmes de su poder politico. 42 EL PERONISMO DESPUES DEL PERONISMO Derrocado éste, desaparecian también aquellos obstaculos, y podrian satisfacerse los reclamos empresariales en pro de la res- tauracion de la autoridad patronal como principal mecanismo de control social en Ja planta de producci6n. De todos modos, Ias intenciones del gobierno de salvaguardar la paz social tenian que ver con el sindicalismo, y éste, hasta hacia unos dias al menos, con el peronismo. En dicho contexto es evi- dente que el Poder Ejecutivo abrigaba, junto a cierta vocacién ca- t6lica de solidaridad social, un no menos sincero temor al poder de convocatoria de la dirigencia obrera.** Las mencionadas son, pues, Jas razones de una actitud inicial no decididamente hostil hacia la CGT, actitud que fue correspon- dida por la maxima dirigencia sindical con un pragmatismo que expres6 en los términos mas claros. El golpe de timon fue, cierto es, poco elegante por lo abrupto, a tal punto que si el 18 de sep- tiembre el secretario general, De Pietro, habia advertido por Ra- dio del Estado y la Red Argentina de Radiodifusion que todo tra- bajador lucharia “con las armas y medios que tenga a su alcance para aniquilar definitivamente a los traidores de la causa del pue- blo que se han levantado contra el gobierno”, consumado el golpe recomendaba mantener la calma recibiendo tnicamente directivas de la central obrera, por entender que “s6lo en la paz de los espiritus es posible promover la grandeza de la Naci6n, que es el modo de afianzar las conquistas sociales”. A poco de esto, ademis, la conducci6n de Ja central obrera re- nunci6, lo cual facilité Ja promocién de un grupo también pero- nista pero menos comprometido ante la opinién publica con el régimen depuesto. El ascenso de Framini y Natalini al frente de la CGT puede interpretarse, también, como un intento de salvar la integridad de la organizacién o de negociar, al menos, la continui- dad de las autoridades de los sindicatos.t Aunque se presionaba al gobierno para que Ievase adelante una efectiva “desperonizacion”, y dirigentes opositores al sindica- lismo peronista se dedicaban a ocupar locales con la participacion de grupos paramilitares o comandos civiles, la presencia de Luis Cerruti Costa en el Ministerio de Trabajo parecié capaz de mante- ner la situacién por un tiempo. Nombrado el 26 de septiembre, EL PERONISMO, DEL PODER A LA MARGINACION 43, ste antiguo abogado de los sindicatos elegia la sede de la Uni6n Obvera Metalargica (UOM) para formular sus primeras adverten- ‘as «los empleadores en el sentido de que el gobierno no dejaria librado a su suerte al movimiento obrero,*? lo que contribuy6 a sie un tenso 17 de octubre pasara sin mayores inconyenientes. Mientras tanto, las paginas de la prensa y los espacios de comu- Aicacién pablica que hasta hacia poco tiempo habian estado ocu- julos en cantar loas a los logros del peronismo competian en la jureu de desprestigiar a los derrocados. El Libro Negro de la Segunda livania,* editado oficialmente por la Presidencia de la Nacién, siiardaria el testimonio de apresuradas investigaciones levadas a ‘abo por quienes se vieron a si mismes como protagonistas de apa fundacional de ta historia. Hina una incégnita lo que podia ocurrir con los peronistas, pero I) ausencia de Perén se contabilizaba como definitiva. El ex vice- jwesidente de la nacién y presidente del Gonsejo Superior del Par- tile Peronista, contraalmirante Alberto Teissaire, plegando su co- én a una campaita orquestada desde la Secretaria de Prensa, acusé al exiliado en un tono que sorprendié a propios y estratios. El escdndalo se ventilé en los noticieros cinematografi- son de todo el pais con la sola contestacién de De Frente, que edito- “El asco tiene nombre y apellido”.“4 Ne todos modos, ni la combativa publicacién podia sustraerse a Wy realidad que indicaba que el peronismo, y sobre todo la om- Hipresencia de su lider, eran cosas del pasado inmediato. John Wi- tian Cooke hablaba de la “linea insobornable” que los habia Wantenido“lejos de la aduloneria” para vindicar la autoridad mo- fal de su palabra. El Consejo Superior del Partido, mientras {nlo, aspiraba a dar varios pasos més all cuando declaraba, por jwwcn de su presidente, que “el movimiento peronista inicia una jnarcha sin andadores”. El gesto no se agotaba en una manifesta- ‘ion de independencia frente a Ja tutela de Perén. Leloir anulé jwmbién antiguas sanciones y sustituy6 a los interventores en la (Capital Federal y las provincias. La medida diferencié netamente lus posiciones entre Cooke y Leloir, y se prolongé en los alinea- iilentos de la resistencia. El interés del segundo por imbuir al jurtido, en plena Revolucién Libertadora, de una vida propia que luborac Halizabs 44 EL PERONISMO DESPUMS DEL PERONISMO s6lo habia conocido en los primeros tiempos (hasta pensaba en conyocar a elecciones internas) revelaria ser ilusoria, pues supo- nia la existencia de un espacio politico para los vencidos que la yersién mas dura de la Revolucién Libertadora pronto se encarga- ria de negar. Hubo, insistimos, otras actitudes, aunque de ellas haya quedado s6lo el testimonio de sus mentores, sumido con frecuencia en un. relato de justificacién politica. Segin uno de ellos, para entonces en Santa Fe un autodenominado Frente Emancipador comuni- caba al pueblo de la nacién su decisién de comenzar la lucha. El texto del manifiesto, gestado al calor de una heterogénea reunién de militantes, tenia un contenido “antiimperialista”; insistia en la “soberania politica, la independencia cconémica y la justicia so- cial” como las banderas a defender y se presentaba como un nu- cleamiento polisectorial. También evitaba cuidadosamente involu- crarse en la etapa final del derrocado gobierno: “En el Frente Emancipador estan todos los peronistas limpios que no claudica- ron, que fueron leales a su pueblo, que se jugaron contra Braden €117 de octubre, sin diferencias politicas y sin rencores religio- sos”.47 No hacia referencia explicita a las autoridades vigentes en 1955 ni invocaba representatividad partidaria alguna, a tal punto que su conyocatoria no esgrimia mas justificacion que la si- guiente: “Alguien tenia que empezar a organizar y nosotros lo he- mos hecho”. En la redaccién habrian participado un tal Luque Lépez, de filiacién nacionalista, y Juan Maria Vigo, ex integrante del Partido Comunista y silencioso acompafiante del peronismo en los afios cincuenta. Su difusién se habria efectuado en octubre en su provincia de origen, y estaba destinada en principio a la masa de afiliados peronistas. Otras memorias dan cuenta de que el cambio politico sobreve- nido en 1955 fue vivido como zozobra personal. A fines de octu- bre, en la Capital Federal, cuando se disponia a viajar a Paraguay para tomar contacto directo con Perén, era detenido el propio John William Gooke en el domicilio del escritor nacionalista José ‘Maria Rosa, quien pronto seguirfa sus pasos.‘8 El 24 de ese mismo mes la Ultima edicién de De Frenie de que tenemos noticia daba cuenta del recrudecimiento de la represién y del paso a una opo- EL PERONISMO, DEL PODER ALA MARGINAGION 45 ion durante mu- » (On mids frontal.“ Cooke permanecerfa en pri ‘ho tiempo, pero sus amigos César Marcos y Ratil Lagomarsino /onatituyeron el Comando Capital, y ambos pronto aparecerén ieando los comunicados de un autodenominade Comando Na- sonal.” Ajena a estos avatares, la nueva conduccién de la CGT habia {ormualizado un acuerdo con el gobierno en el que se comprome- {/4 s eonvocar a elecciones en un plazo de ciento veinte dias, apro- »erhando el contexto generado, precisamente, por la promesa de #\| Yencedores ni vencidos”, La suerte que corrian los politicos peronistas contrastaba con las posibilidades de negociacién que “) parecia mantener el sindicalismo. El 28 de septiembre de 19) fue una de esas jornadas prédigas en acontecimientos tras- senientes para la redefinicién del vinculo entre el gobierno y las ones sindicales. Lonardi se vio obligado a reiterar que eran " ba intervenir la GGT y que su gobierno era “mucho mas pense {sonable a los trabajadores que el régimen depuesto”. El vicepre- silente Rojas visité el Ministerio de Trabajo y al igual que el almi- foie Hartung dirigié la palabra a delegaciones obreras invitadas jor Cerruti Costa. La cordialidad terminé en un pedido de garan- {is formulado por este Giltimo a la Marina. Por la noche, en una ‘onlerencia de prensa el ministro comprometié su prescindencia, {usin que se mantendria la ley de Asociaciones Profesionales y somunic6 haber manifestado al director de Seguridad su deseo tle “hacer un Ministerio de Trabajo sin sindicatos clausurados y vin dirigentes detenidos”. Ls elecciones pactadas se realizarian con el sistema de lista (nica, lo que defraudaba a los sindicalistas antiperonistas (parti- slarios de la representacién proporcional o de mayorfa y minoria) y ‘onstitufa de hecho otro triunfo del sindicalismo peronista des- juies de haber evitado la intervencién. Pasado el 17 de octubre, jw obstante, se esfumaron las esperadas ventajas del pragmatismo que habia Hevado a instar a la concurrencia al trabajo en la fecha {\dacional del peronismo, y Framini desliz6 a amenaza de con- vovar aun paro general para el 2 de noviembre. Ese dia, un go- hierno cada vez menos capaz de cumplir sus compromisos y cada vey mnas presionado por los sectores “gorilas” de las Fuerzas Arma- 46 BL PERONISMO DESPUES DEL PERONISMO das (fundamentalmente la Marina) aceptaba las demandas de los dirigentes de la CGT: Framini y Natalini continuarian al frente de la central obrera y se integrarian comisiones conjuntas para fisca- lizar las elecciones gremiales.>! En los dias siguientes, sin em- bargo, se puso de manifiesto la impotencia de las autoridades de ‘Trabajo para impedir la continua ocupacién de las sedes gremia- les por parte de sindicalistas antiperonistas, lo cual no impidié que la dirigencia apoyara a fondo la politica esbozada por los mo- derados. Las paginas del periédico oficial de la central de los tra- bajadores traducen, precisamente, la estrategia del movimiento obrero organizado durante la primera y breve etapa del gobierno provisional. El martes 1° de noviembre de 1955 el titulo mas im- portante de El Lideranunciaba la huelga general que comenzaria esa misma noche y por tiempo indeterminado. Segin el perié- dico se trataba de “una decisién extrema y trascendente adoptada por un plenario formado por alrededor de quinientos secretarios generales y delegados de sindicatos adheridos ala CGT [..-] en vista de que ningiin funcionario del gobierno ha dado cumpli- miento a la palabra empenada [...]. La huelga sélo podra ser le- vantada una vez que el gobierno de facto satisfaga las aspiraciones de los trabajadores reflejadas en el acta labrada el 6 de octubre”. Se informaba que el plenario de gremios volveria a reunirse por la tarde en la CGT, y si eso no fuera posible “por detencién de los di- rigentes Framini y Natalini y demas miembros de la comisi6n es- pecial u ocupacién por Ja fuerza de la sede de la central obrera y sindicales, la huelga general se coneretar sin mas reparos”. No obstante lo expuesto, se autorizaba a continuar Jas tratativas con representantes del gobierno de facto, y al dia siguiente se infor- maba del “feliz acuerdo” al que se habia arribado en horas de la mafiana, “por arreglo equitativo de las partes”: los mencionados dirigentes continuarfan al frente de la CGT y el Ministerio de Tra- bajo designaria un veedor administrador, y a los gremios ocupa- dos se les asignaria un interventor que seria asistide “por una co- mision compuesta por companieros pertenecientes a las dos partes litigantes”.®2 El 3 de noviembre en primera plana aparecia el si- guiente titular: “Resuelven definitivamente el problema plante- ado por los sindicatos obreros”, y se reproducia el texto del men- EL. PERONISMO, DEL PODER A LA MARGINACION 4'7 wij 8 los trabajadores que Andrés Framini habja dirigido a Jas ‘elntitvés horas del dia anterior por LRA Radio del Estado y la Ned Argentina de Radiodifusién: “Companieros: con la directa in- lervencion del excelentisimo sefior presidente de la nacién gene- till, Lonardi, los secretarios generales [...] resolvieron definiti- Yumente la situacién que es de dominio piiblico [...]. Se Mantendra en sus funciones al compafiero Natalini y a quien les tshla, habiéndose designado administrador de los bienes al te- Hlente coronel Manuel Reimundez”. Al dia siguiente volvia a apa- fecer "Una advertencia a los patronos” formulada por el propio Ministro de Trabajo.33 Il periddico se vet6 toda referencia positiva al régimen de Pe- (ON aunque siguié presentndose, por el tono de sus notas edito- Hales, por los articulos de opinién que publicaba y hasta por los hos publicitarios, como un diario de identidad peronista. Habia § “ellos” y un “nosotros” que, no obstante, dificilmente era ex- jemido de un modo que trascendiera la reivindicacién de una (wlicion sindical. En la nota editorial del 2 de noviembre de 1955 ‘ontestaron a sus rivales del movimiento obrero y a la pedagogia Hleinperatica de los politicos en términos inequivocos: “Ellos nos \ihlan de un gremialismo ‘libre’ que les preocupa, y nosotros ha- Hamos de una sola CGT, que conocemos: la CGT del pueblo libre y tle la patria libre”. Era evidente que la voz solitaria del gremia- \ino peronista tenia un interlocutor preferencial y obligado que ein a su tradicién mas reciente, el gobierno, aunque de modo Win novedoso podia entrar en didlogo con distintos sectores poli- tion HL 1*de noviembre celebré la definicién de Frondizi en fa- ‘vy (le una central tnica, una premisa que hasta el mismo dia de * ntervencién estuvo en la base de la estrategia sindical. E] titu- \ Nido Lonardi: “En ningiin caso dividiré a la clase obrera”, tema (on el que se insistié al dia siguiente manifestando la preocupa- (14n de los dirigentes obreres por la crisis gubernamental. El 14 del 12 de noviembre recogia el pronunciamiento de un debi- ‘le noviembre, cuando ya habia nuevo gobierno, informé en un peuieho recuadro que en cumplimiento de disposiciones del Mi- H\Wslerio del Interior, se habfa hecho cargo de la intervenci6n del an de fragata Alberto Patron (sic) 3¢ periddico el capi SMO DESPUES DEL PERONISMO 48 EL PERO La CGT respondié al golpe palaciego con la declaracién, por fin, de una huelga general cuya répida y severa represion Ilev6 a su leyantarniento, altimo acto al frente de la central de Framini y Natalini.5* Gentenares de dirigentes sindicales pasaron a engrosar la poblacién de las cArceles argentinas, y el 16 de noviembre la CGT y los sindicatos miembro fucron formalmente intervenidos. En el canto del cisne de la promesa de ‘ni vencedores ni venci- dos” Lonardi habia sido tan explicito como sélo puede serlo un dirigente en su hora final: “No es posible calificar de antipatriotas 0 de partidarios de la tirania a todos los que prestaron esa adhe- sion desinteresada y de buena fe...”.5° El lonardismo fue, a su ma- nera, el primer proyecto de cooptar a la dirigencia sindical, tarea en la que contaba con las intenciones del ministro de Trabajo Ce« rrutti Costa y con las operaciones concretas del general Leén Justo Bengoa. Una denominada CGT Negra participé en algunos encuentros con los gobernantes militares, aunque muy pronto la Revolucion Libertadora perdié capacidad de gestion en el mundo del wabajo a la par que se radicaliz6 su posicién antiperonista, y de la mano de Andrés Framini y otros dirigentes de la hora se conformé la denominada CGT Auténtica, remedo principista de lealtad a Peron y al peronismo que, no obstante, participaria en los sucesivos encuentros cumbre del sindicalismo. Si es claro que la caida de Lonardi puso de manifiesto los costos de una politica conciliadora (aunque en tiltima instancia no s6lo la estrechez sino la existencia misma de ese espacio), la asuncién de Aramburu y Rojas significé el fin de toda ambigiiedad para con los yencides. La instrumentacién de la nueva politica econd- mica tendria como necesario correlato la represién de la actividad sindical, y un antiperonismo cerril legitimaria este proceso ante gran parte de la sociedad. En la Argentina de 1955 no habria lu- gar, pues, ni para la prudencia de los dirigentes sindicales ni para las ilusiones, menos fundadas, de Leloir. La Comision Nacional de Investigaciones intensificé su labor, se jungé a Perdn y a los ex legisladores peronistas por el delito de traicién a la patria, el ejército apuré la depuracién de sus filas de elementos sospechosos, se disolvié formalmente el Partido Pero- nista, se liquidaron los bienes de la Fundacién Eya Perén y, sobre EL PBRONISMO; DEL PODER ALA MARGINACION 4g fy, se inte ino la CGT. Se cumplia de esa manera con los obje {yon biwivos declarados por la Revolucién Libertadora —“suprimix 57 que intentaron dar una suerte vestigio de totalitarismo. ..” de cobertura legal a las fitnciones represivas del gobierno de fut Para escéndalo de muchos nacionalistas, los nuevos goher- foils asumfan en nombre de la Linea Mayo-Caseros,°* en medio de exultantes pronunciamientos democriticos que vastos sectores populares vivieron como humillacién \ fin de noviembre se decretaba, de hecho, la ilegalidad de los juitidos peronistas masculino y femenino. Las expectativas de po- jeuciales herederos del peronismo parecian naufragar definitiva- syente, al tiempo que comenzaban a cobrar fuerza las de los even- {wiles beneficiarios de la orfandad. | yran interrogante de la hora, efectivamente, empezaba a ser s\n qué medida se mantenfa la identidad de los vencidos, a tal punto que la revista El Mundo durante varios meses de 1956 de- dic una seccién permanente a publicar encuestas individuales © Gite y otros aspectos relacionados con la conciencia ptiblica he los argentinos. Js atencién prenunciaba una carrera que llegaria a ser ex- #1 mas adelante, cuando la politica ejerciera su definitivo im- perio sobre las ideas. Por ahora, si los socialistas del periddico La \yyuardia confiaban en una educacién democratica que alejara a Jan mass s del engafio de que habfan sido victimas y los conserva- ‘loves del Partido Demécrata Nacional hacian un alto en sus dis- pilus internas (o comenzaban a plantearlas en nuevos términos) jira preguntarse qué hacer con los partidos peronista y comu- isa, ots querian ser ms operativos. Cipriano Reyes, cuida- slow, eludia Ja condena directa a la experiencia pasada y decla- sha: “el Gnico partido que por su naturaleza puede agruparla [2 \\ nasa peronista] es el Partido Laborista”, y los trotskistas de Lu- sha Obrera (6rgano del Partido Socialista de la Revolucién Nacio- jul, pronto proscrito) alentaban la lucha sindical en Ia base con la ‘onviceién de que “el proletariado ha de inclinarse hacia el par- \i\lo que defienda las banderas del proceso revolucionario que se ale el 17 de octubre de 1945”.5? Un muy perceptivo Arturo Fron- divi se adelantaba a sus adversarios y, quiza sin saberlo, a la histo- 50 EL PERONISMO DESPUES DEI. PERONISMO, ria: “Nunca insultamos a los trabajadores peronistas. Contamos por ello con Ja simpatia de los ex peronistas”. Tempranamente, pues -y como se profundizara mas adelante-, la “herencia maldita del tirano préfugo” comenzaba a incidir en la evoluci6n de las fuerzas politicas argentinas. SEGUNDA PARTE La resistencia 2. Espontaneidad y mesianismo militar Mucho antes de que se pudieran cristalizar esos primeros evites de la politica se registraron una serie de hechos que retros- per tivamente —aunque también contemporaneamente- se cono- /ifon como manifestaciones de la resistencia peronista. Es necesa- ‘jy plantear que al hablar de la resistencia como realidad historica 90 sempre coincidiremos con el concepto que de ella ha llegado # hosotros. Aunque es probable que uno de los primeros en utilizar esta ex- jrevion haya sido el propio Perén, quien en 1956 recomendé la fesitencia civil a sus partidarios, es el contexto de la época el que Je otorga normalidad seméntica. La valoracion positiva que impli- sain la cleccién de este término refiere a una €poca de enfrenta- wientos en la que el adversario era percibido como enemigo y la politica cra interpretada en términos bélicos. Esto explica el que % Watase de una sinonimia refleja de la utilizada por quienes —re- tedando a su vez el lenguaje de los ciudadanos que enfrentaron 4/ fuscismo en Europa, es decir, el léxico de la segunda posgue- ‘iv habian combatido al régimen derrocado percibiéndose somo “resistentes” democraticos. Las paradojas aparentes no con- “yeron alli, ya que varios grupos de activistas peronistas se deno- Winarian “comandos”, en analogia con los “comandos civiles” de i) Kevolucién Libertadora, aunque no es factible determinar Ji4ula qué punto dicha denominacién de origen castrense se ins- piro en realidad en los Gomandos Tacticos y Estratégicos que sompanaron la centralizacion y el endurecimiento después del jiimer mandato de Perén.®! Lo cierto es que luego de que apare- sieran en el pais denominaciones como Comando Nacional, Co- wandos Coronel Perén (CCP), etc., el ex presidente utiliz6 un 54 EL PERONISMO DESPUES DEL PERONISMO. lenguaje parecido al designar a los comandos de exiliados, al Co- mando Adelantado en Chile, etc., hablé de Comando Tactico para referirse a las fuerzas actuantes en el pais, y se reservé la de- nominacién de Comando Estratégico para si mismo y para Cooke. Mas alld de toda discusion, la palabra expresa la forma unitaria en que la experiencia pervivio en la memoria de los peronistas, aun- que hay que tener en cuenta que su sentido no era univoco y que la polisemia continué extendiéndose, a tal punto que se cristaliz6 en paralelo a Ja reinterpretacion de que fue objeto en los afos se- senta y setenta, cuando devino en mito fundacional de un nuevo peronismo. Los conceptos, en fin, tienen una génesis y un uso, lo que pre- cisamente los hace historicos. En lo inmediato se habl6 de resis- tencia peronista para designar una variedad de actividades de oposicién al régimen de facto que abarcé cosas tan diversas como las insurrecciones civico-militares y los conatos golpistas, el sabo- taje industrial y la actividad legal de una nueva camada de dirigen- tes sindicales, el terrorismo politico, la propaganda clandestina y hasta las tomas de posicién del peronismo proscrito ante las citas electorales. Aunque frecuentemente esta expresién haya sido re- ferida a la experiencia de los wabajadores peronistas en Ia lucha por la recuperacién de los sindicatos, remite a fen6menos de ins- piracidn, alcances y fines distintos, por lo que sera conveniente analizar estos fenémenos por separada. Resulta sugerente pensar las respuesias populares de signo pe- ronista que sucedicron a las materializadas en la hora de la defini- cién del conflicto ~de tono espontaneista y callejero, segiin apun- téramos~ en relacién con algunas de las formas que habia asumido la participacién politica durante el gobierno peronista. Una de las dimensiones de esta participacion aparecia casi regu- larmente como espectaculo de masas ritualizado. La proserip clausuré rituales tipicos de una democracia plebiscitaria, en la que el voto y la concentracién importaban no sdlo en sus funcio- nes consensuales sino también excluyentes. El sentido identitario se reforzaba entonces, precisamente, con cl scntimiento que invo- lucraba a los presentes, y el lenguaje que presidia estas manifesta- ciones (en ocasiones considerado como un didlogo) proyectaba al ESPONTANEIDAD Y MESIANISMO MILITAR. 55 \udlividuo hacia un lugar otorgado, hacia el cumplimiento de una {wncion, y lo compelia, en suma, a ocupar lo que cada peronista juodia y debia sentir como su “puesto en la lucha”. Dicha presen- +i de las masas en la escena publica, apenas si se habia visto inte- ‘umpida durante la “tregua” democratica de fines del gobierno (nalitucional. Reingresada inorganicamente en pleno golpe, no \ivo en verdad chances de defender en las calles lo que se habia liecho costumbre obtener pacificamente en las urnas y en “la Viana”. I] marasmo subsiguiente revel6 que esos ambitos le estarian ve- ‘hulos, pero la proscripcién prolongaria de distintas maneras un ‘odo de participacion en los espacios publicos de la politica. \anzado el periodo considerado fue caracteristica la presencia petonista —ponderada a partir del numero- en las asambleas y sonferencias organizadas por la Union Civica Radical Intransi- wente (UCRI), sectores del nacionalismo y aun del conservado- timo, Los mas decididos encontraron allt Ja ocasion de interrum- pir la “fiesta democratica” al provocar a los oradores que 4poyaban a la Revolucion Libertadora y generar en consecuencia frecuentes disturbios. Isla practica, que comenz6 como respuesta a los festejos del Wolpe de estado setembrino, tendria destacadas manifestaciones a /omienzos de 1956. En rigor de verdad, estaba bastante alejada de |) experiencia de los concurrentes a los actos oficialistas del pero- fiisno, y como algunas fuentes inducen a pensar en su planifica- ‘ion (como en la de otros disturbios callejeros) pueden haber ju- ido un papel importante militantes de la disuelta Alianza | \bertadora Nacionalista, que ocasionalmente habian cumplido fiinciones de “grupos de choque” en los actos opositores durante | yobierno peronista. No costaré presuponer la participacién de \uucllos activistas sindicales y de otras procedencias que en mo- mentos de tensién del pasado inmediato habjan cumplido la fun- ‘ion de velar por Ja seguridad de los actos peronistas. Otras acciones tipicas de estos primeros tiempos fueron, en la ( apital Federal, las escaramuzas frente a las vidrieras de La Prensa y (a Nacidn (que registraban frecuentes atentados), la colocaci6n dle simbolos peronistas en lugares ptiblicos, la difusién de volan- 56. LL PERONISMO DESPUES DEL PERONISMO tes, etc. Todas se desarrollaban con medios primitivos. Los volan- tes solian ser confeccionados con sellos de goma sobre papel ico y frecuentemente no inclufan mas consigna que ¢l nombre de Perén. Se tataba de responder a las provocaciones de una po- litica que gozaba del consenso activo de los sectores altos y me- dios. Se trataba, mas concretamente, de “enfrentar al gorila en las calles”, a tal punto que con el cedazo y la leni¢ del tiempo no va- cilan en adjudicarse la “erradicacién de los comandos civiles de las calles porterias”.® Los miembros de estos grupos suclen negar antecedentes en el Partido Peronista. Tampoco habrian tenido relacién con la inter- venci6n capitalina de Cooke, ni siquiera con su adjunta rama juve- nil, ya que el comiin de los activistas era mas bien suspicaz hacia lo “politizado” del sector en el que se destacé un joven llamado Ma- nuel Buceta. Acompanante de Cooke en la intervencién del Par- tido Peronista en la Capital Federal, el “galego” - Buceta era un convencido peronista que, como César Marcos, tenia una forma- cién de autodidacta. Partié al exilio muy pronto, seguramente con posterioridad a junio de 1956, y muy poco es lo que se sabe de é1. Si resulta dificil abandonar las reservas sobre la fiabilidad del recuerdo de quienes evocan (sobre todo cuando esté mediado por tantos afios y atin encierra sentimientos identitarios muy fuer- tes), es significativo que, en esencia, no desentonen con la cuota de espontaneidad que, como veremos, se impone adjudicar a la resistencia. Mas que la fiabilidad de lo escrito y de lo oral, pues, conviene considerar su verosimilitud, En este sentido resulta inte- resante la coincidencia en cuanto a que el mévil de aquellas con- ductas no era sino, sencillamente, la necesidad de “hacer algo” frente a la omnipotencia “gorila” y sus simbolos, y que por norma n0 se reconozca mas ideologia inspiradora que el sentimiento pe- ronista ofendido y la necesidad de expresar 1a lealtad incondicio- nal al jefe exiliado. No deberian Hamar la atencién algunas de sus caracteristicas si tenemos en cuenta que se corresponden con un movimiento que distaba de haberse conformado en oposicién al estado y que por lo tanto carecia de tradicién y experiencia al res- pecto. ESPONTANEIDAD Y MESIANISMO MILITAR 57 \lli podria hallarse una de las claves del importante papel que jendrian los militantes de la disuelta Alianza Libertadora Naciona- ‘ita. La formaci6n intelectual de estos activistas era por demas w/irosa, y estaba alejada de los escasos referentes que podia ofre- ‘01 el peronismo, La orfandad politica tenia, pues, un correlato ileologico, a tal punto que quienes buscaban superarla se sintie- to) atraidos hacia la sede del Partido Socialista de la Revolucién ‘acional, y, mas consecuentemente, hacia las interpelaciones de jos grupos nacionalistas. La prédica de César Marcos, una especie ‘lp mito en las referencias de los resistentes, no parece haber tras- sendido el Ambito del autodencminado Comando Nacional, una eric de version clandestina de la intervencién partidaria en la Capital. MNSIANISMO MILITAR ¥Y ORGANIZACION CLANDESTINA lenia raz6n el gobierno cuando priorizaba oiros peligros por so- hve los desérdenes callejeros. Desde el inicio de la Revolucion Li- hertadora, los militares tuvieron sobrados motives para descon- fiar de la lealtad de sus subordinados. En septiembre de 1955 \iamburu fracas6é en el intento de sublevar Curuzti Cuatia, ‘londe una tropa acaudillada por el suboficial Manuel Torres | olagonizé cl significativo hecho de desarmar a los jefes rebel- (levy recuperar la unidad militar con mayor cantidad de efectivos 5,55 lel pais. Desde entonces, la suspicacia ante subalternos identi- licados con el peronismo no dejé de preocupar a los nuevos \uandos, sobre todo desde que el relevo forzado de Lonardi y la jun bsiguiente aumentaran el malestar en la oficialidad de \us Fuerzas Armadas. \si pues, todo diciembre de 1955 est atravésado por versiones sobre movimientos en gestacién cn diversos puntos del pais. Final- juente se confirmé la detencién de conspiradores civiles y milita- jes vetirados en La Plata, Cérdoba y Mendoza. Trascendié que el po platense habria estado dirigido por el coronel (R) F. Gen- lhuomo, signado de peronista,® y que el ntimero de detenidos 58 ELPERONISMO DESPUES DEL PERONISMO ascendia a quinientos,® antes de que el 22 de diciembre se cono- ciera la captura en Mendoza de *implicados en un plan de sabotax jes, destruccién y atentados personales”. Fra slo el comienzo de lo que se constituiria en la constante de la primera mitad del aha 1956, cuando los nombres de generales nacionalistas como Ben= goa y Uranga, entre otros, serian frecuentemente citados como posibles cabezas de! descontento. Mientras, en las zonas de mayor concentracién industrial co- menzaba a practicarse el sabotaje en los lugares de trabajo, fend meno que Daniel James ha interpretado como una manifestacion de resistencia a la implantacién de nuevos mecanismos de control patronal que afectaron la “cultura del trabajo” del periodo pera- nista.° Poco podria decirse del grado de compromiso de las antiguas jerarquias sindicales en esta actividad cuando, precisamente, las organizaciones habfan sido desmanteladas y muchos dirigentes habian sido encarcelados. Mas dificil resulta establecer la partici- paci6n de estratos intermedios en ellas, aun cuando sabemos que la mayoria no habfa recuperado todavia la oportunidad de com- petir por la conduccién de sus gremios. No dejaban de ser, sobre todo, manifestaciones espontaneas de descontento 0 protesta la boral. Estas acciones, que no necesitaban reivindicar filiacion alguna’ para que la sociedad les atribuyera una identidad de origen, constituian respuestas demasiado primarias e inorgdnicas para que pudieran ser efectivas de acuerdo con algtin fin que trascen- diera el de una eventual funcién intimidatoria en un conflicto le calizado. Sin embargo, en la medida en que -de generalizarse— podian afectar directamente a la produccién, causaron mas ‘ao de actividades de propaganda cuyo golpe de efecto podia agotarse en el sefiala alarma que un acto de provocacion callej miento de la presencia de irreductibles del peronismo. Por la misma cireunstancia de estar relacionadas con el trabajo de las personas, no obstante, eran mucho menos sustentables a largo plazo si pensamos que sc originaban en un Ambito tan poco pro picio a las practicas de resonancias “ludistas” 0 al ejercicio del te rrorismo como una clase trabajadora cuya tradicion era la de un ESPONTANEIDAD Y MESIANISMO MILITAR 59) YW iicalismo que en la Ultima década habia desarrollado una Hiette yineulacion con el estado. 1 | sabotaje, que predomin6 inicialmente.” a partir de abril de 10 onto en un agotamiento progresivo en favor de formas de Yelencia alas que debe atribuirse mds directamente un signifi- ‘uly politico. Resulta significative que en mayo apenas puedan silabilizarse tres actos de sabotaje al transporte ptiblico -aun ‘tide hubo una importante huelga en dicho sector- y s6lo dos ) }) industria, a partir de Jo cual los atentados en los lugares de §ihajo fueron cada vez més ocasionales. Uuienes no vacilaron en conferirle un significado univoco ye por cierto no era arbiwrario, ala par que una dimensién que +)) probablemente exagerada y, en un sentido muy concreto, ‘eididamente falsa, fueron los propios contempordneos. El sa- Sitio, al que vino a sumarse una primitiva pero siempre impre- So nwnie actividad terrorista, ocupé desde los primeros meses de 190 un destacado lugar en las preocupaciones de la opinién poblicw, sobre todo desde que comenzaron a utilizarse los pri- Ht explosivos: estallaron ocho artefactos en febrero contra tee eel mes anterior, y aunque la actividad decreci6 junto con +) hotije, a diferencia de éste renacerfa con mucha fuerza a pets de octubre.” La preocupacién Hevd a que, en febrero, la Niveccion Nacional de Seguridad advirtiera a la poblacién que ‘hin la prisién de por vida a quienes fueran hallados culpables ) tiles actos. El semanario politico mas importante, por su pill se dirigfa a un hipotético Juan Pérez, a quien instaba a *ileponer el interés nacional por sobre la identidad politica {6 aba reivindicando’, y hacia comienzos de marzo publi- +s) na lista de atentados que revelaba la envergadura del pro- Wena a percepcién, reveladora del sentido politico que se ‘Hilla al sabotaje en los lugares de trabajo, no debe hacer pre- Ssponer la existencia de una comunidad organizativa entre los / oiuandos sindicales”, a los que frecuentemente s alude para SH leline a la vinculacién de personas dispuestas a operar por Hiria de la conduccién oficial de los gremios, y los distintos “co- Hnidlos" que se postulaban como el sucedneo de una organiza- 4191) politica del peronismo o los mucho més “anénimos” que 60 EL PERONISMO DESPUES DET, PERONISMO también protagonizaron manifestaciones y atentados. Aqui se imponen una consideracién y una pregunta. La primera es que por diversas razones, entre las que cahe contar la ulterior y rela- tiva distension del componente represivo en los lugares de tra- bajo junto a margenes acotados de actividad sindical, la comuni- dad de intereses de unos y otros “resistentes”, si efectivamente existid, tendio a diluirse. La segunda es si, como por entonces se afirmaba, estos actos respondian efectivamente a un “plan” pe- ronista de alteracion del orden publico. Para quienes se consideraban bien informados, no cabian du- das sobre su fuente inspiradora: un misterioso comando que te- nia su cuartel general en Panama y cuyo titular no era otro que el presidente depuesto. El 11 de enero habia sido detenido el “correo del zar”, un ignoto personaje llamado Victor Radeglia, perteneciente al entorno reciente de Perén. La sociedad se en- teraba de sus actividades en Chile, Uruguay y Paraguay, donde habria comenzado a coordinar la subversion al frente de una di- recciOn que Heg6 a ser denominada COPERA (Comando Pero- nista Racional [sic]). La portada de Qué... ilustraba, asimismo, la percepcién de muchos argentinos: la foto de Radeglia aparecia sobre un mapa de América, desde cuyo istmo central surgian aviones, discos con la voz de Perén y dolares para fomentar la subversion de los comandos.” Hoy sabemos que, en verdad, el “correo” ya no contaba con la efimera confianza del “zar”, El emisario fue el primero de una larga serie de los muchos perso- najes de azaroso destino que acced{fan rapidamente al entorno del exiliado, Peron se convencid rapidamente de que lo habia aicionado” y deslind6 responsabilidades sobre su conducta. ‘También sabemos que las primeras Ifmeas del peronismo clan- destino desconocicron la existencia de las célebres érdenes hasta fecha mas tardfa, lo cual era mas cierto atin para quienes in mas se desempeiaban en la “amateur” actividad subversiva requisite que la dedicacién personal. Aunque la prensa exagerara la magnitud de la “campan tabilizadora peronista” y la vinculacién a su presunta fuente inspi- deses- radora no se correspondiera con la realidad, existian motives para que los contemporaneos las interpretaran como hemos dicho. De ESPONTANEIDAD Y MESIANISMO MILITAR 61 hecho, los primeros comunicados del Comando Nacional corres- pondian en lineas generales a las directivas del exilio. Para media- tlosde febrero tascendié la detencién de ms de un centenar de personas en el Gran Buenos Aires, en cuyo poder se hallaron panfletos y discos de propaganda peronista que incitaban abier- famente al sabotaje en fabricas y depdsitos de diversas mercan- efan”.”" En re lidad, las primeras recomendaciones se montaban sobre \\tividades que de hecho ya se venian realizando, Mejor atin, po- ‘lemos sostener que el tipo de noticias que Iegaban al exilio era Jo que permitia la construcci6n y la enunciacién de un discurso ile la resistencia que el maximo liderazgo peronista no dejé de re- ‘omendar durante todo el periodo considerado. Contrariamente 4 lo que se ha supuesto, la utilizacién de discos grabados por Pe- 10n es, para esta fecha, todavia muy limitada y, en rigor de verdad, ine ierta.” Radeglia habria portado, pues, si no discos y délares, como se snunciara en aquella tapa, las famosas “Directivas generales para to- los los peronistas”, del 19 de enero de 1956, documento liminar de los emitidos por Perén durante el primer periodo de su exilio, en el \[Ne, entre otras cosas, se culpa por su proceder “humanitario” en 1955 y llega.a apelar al sentimiento de la venganza.”° Tal cual es de- inida en dicho documento, la “misién” del movimiento es “salir de |i situacién de fuerza mediante la fuerza o, en su defecto, por la ac (in politica”. Postula la resistencia pasiva ¢ invita a prepararse para i “vevolucién social”. Aunque remite directivas particulares a los partidos peronistas masculino y femenino, asi como a la CGT, se- Hala que “los dirigentes deben surgir esponténeamente de las ma- «sy afirmar su autoridad en los hechos, al tiempo que desalienta liderazgos 0 “referentes” alternativos: “Los cambios de nombre, cl acercamiento a caudillos militares de moda y la exposicion de con- sejos amistosos al actual equipo de la tiranfa son inadmisibles”. La posicin del partido debe ser de absoluta intransigencia. FI Consejo Superior no puede actuar “sin acuerdo del movimiento”, y “el mo- \imiento tiene un jefe”, se afirma. Cada casa peronista debe ser una Unidad Basica”, cada peronista, “un jefe”,’? Sobre estas directivas \olveria toda ver que de recordar deberes a sus partidarios se tra- 62 EL PERONISMO DESPUES DEL PERONISMO tara. Ellas reivindicaban en esencia su jefatura y la linea intransi- gente, y descalificaban las actitudes neoperonistas (cuando apenas si se habian insinuado tales), las expectativas golpistas y el pragma- tismo de los dirigentes sindicales. REPRESENTAR LA CLANDESTINIDAD Estas directivas, que prologan las distintas 6rdenes que Per6én re- mitiera desde el exilio, nos introducen en otro tema que, desde su formulacién, implica una contradiccién aparente. El hecho de que la disputa en torno de estos documentos constituya el modo mas frecuente mediante el que intentan dirimirse las expectativas de los distintos grupos y dirigentes aporta algunos datos sobre las caracteristicas del movimiento clandestino, aunque dice bastante mas sobre las del peronismo en la proscripcién. “Representar la clandestinidad” cante quién o quiénes? Ante Per6n, sobre todo, y sdlo en segundo término (oa partir de aquél) en relaciGn con un) movimiento sobre el que no ejercian, en verdad, casi ningtin tipo de control. El grupo que “hered6” la conduccién de Cooke en la capital fue el primero en difundir aquellas directivas y, al parecer, en to- mar contacto con el ignoto enviado, Una carta de Perén a Jorge Antonio, fechada a comienzos de enero en la ciudad de Gol6n, r- 78 uno de los comendaba ponerse en contacto con Lagomarsino, lideres del Comando Capital. El 24 de febrero (aniversario de las elecciones de 1946), los mismos dirigentes firmaban un comunicado en nombre del ya denominado Comando Nacional. Haciendo hincapié en que las nuevas condiciones de la lucha no podian ser abarcadas con la “primitiva estructura orgénica”, ni por los “antiguos cuadros par- tidarios”, César Marcos y Ratil Lagomarsino se presentaban como “comando tinico y superior [...] destinado a dar a todas las agru- paciones y formaciones populares del pais, la organizacién [...], asi como la correspondiente representacion en el seno del Co- mando Nacional [...]”.”9 Al postularse, Marcos y Lagomarsino no ESPONTANEIDAD ¥ MESIANISMO MILITAR 63 © salian pues de la estructura formal de aquellas “Directivas ge- Helales” que abrian la puerta al reconocimiento de una nueva snduccion gestada al calor de la emergencia. Los mensajes del puilio, en efecto (y particularmente la correspondencia que Pe- on Comenz6 a dirigir a numerosas personas) parecian expresar ta ConvicciOn estratégica a la vez que una actitud animica: la Hecesidad de que “el movimiento” pasase la ordalia de la Revolu- ‘ion Libertadora sin sucumbir a las tentaciones de la politica alli onde éstas apareciesen. También daban la pauta de una soledad personal y un aislamiento politico que explican tanto la multipli- ‘idad de destinatarios como la aparicién de un fenémeno recu- f/ente, caracterizado por el stbito, efimero pero renovado enso de verdaderos advenedizos a la calidad de representan- tevemisarios-delegados.®° Fra slo el comienzo. Los documentos de puiio y letra del jefe del Movimiento, a veces simples cartas y aun la foto autografiada, “in que pudiera hablarse todavia de delegacion de representativi- dad en beneficio de dirigente alguno, se utilizaron profusamente ei la interna de la clandestinidad. El mentor de los Comandos Coronel Perén se vanagloria en sus memorias de que en junio de 156 estuvieran por remitir el tercero de sus informes a Panama, miientras que sus competidores del Comando Nacional iban por +! primero,8! No eran los inicos que escribian al hotel de Colén, donde a la saz6n residia el ex presidente, por supuesto. Las res- [estas presuntamente servian para aumentar el predicamento ante las bases, y la precariedad de las comunicaciones facilitaba sue cada grupo se considerara el elegido. La desorganizacién de | resistencia (sobre la que se superponian confusamente antiguas sberanias formales del partido) tornaba atin mas relevante la re- cepeién de una carta por Jo general redactada sin retacear clogios para sus destinatarios. Constituiria un error, sin embargo, atribuir las disputas en esta etapa al maquiavelismo de una remota direccién, aunque Perén ficl a.un estilo propio de su conducci6n politica~ no dejara de lamar Ja atencién de sus seguidores sobre el papel que estaban convocados a desemperiar en el futuro. Por ejemplo, Jorge Anto- pio se persuadia de su probable uncidn en enero de 1956, aunque 64 FL. PERONISMO DESPUES DET, PERONTSMO desinteligencias posteriores llevaron a su desplazamiento en favor de Cooke. Esto ultimo ocurrid, no obstante, recién en noviembre de 1956, cuando Perén remitid a John William Cooke, entonces preso, la “credencial” que lo designaba como su representante y eventual sucesor en la jefatura del movimiento. Lo cierto es que la situacion de Per6n distaba de ser la de un jefe poderoso y omnis- ciente, por lo que entre otras cosas deberiamos recordar la posi- cién que efectivamente ocupaba y considerar la particular psicolo- gia del exilio si queremos explicarnos tanto la violencia semantica de sus 6rdenes como su receptividad a las exageradas versiones que le legaban. De todos modos, el movimiento clandestino excedia en su com- plejidad (asi como en su alcance) los dichos de quienes estaban dispuestos a capitalizarlo. Una de las notas que permite hablar de su autonomia (si no ya de su espontaneidad) a lo largo del peri- odo resulta de que sus miembros no parecen haber estado sujetos a los avatares de los pronunciamientos pUblicos. Sin embargo, pese a que la resistencia habia sido desde el comienzo espontanea y tendia a una autonomia remisa a encuadrarse, lo cierto es que la proscripcién perpewué antiguas rivalidades y dio origen a otras nuevas entre quienes se postulaban como sus dirigentes. En este sentido no puede sino sefialarse que las pretensiones hegeméni- cas menoscabaron sus chances de organizarse eficazmente. Juan Maria Vigo da cuenta del panorama que encontr6 a su Ile- gada a Buenos Aires. El capitan Grassi, figura visible de un grupo en el que actuaban Puiggrés, Zapata y otros ex comunistas, censu- raba a todos los otros grupos 0 al Comando Nacional, y dejaba en suspenso sus juicios sobre los ya rivales Leloir y Cooke. De la entre- vista que mantuvieron con Capelli, a Ja saz6n el segundo de Leloir en el CSP, emergieron disputas de “jurisdicciones” dado que aquél recriminaba al grupo Gre rior”.? Los Comandos Goronel Perdn, a los que pertenecfa Vigo, haber “pretendido organizar el inte- intentaron también extender su influencia a otros puntos del pais. La yoluntad y las expectativas de la gente que integraba o es- taba en contacto con estos grupos senalan a su vez la disgregacion, imperante y las dificultades que deberia afrontar cualquier in- tento de coordinacién y reconocimiento de representatividades. ESPONTANEIDAD Y MESIANISMO MILITAR 65 |.) principal oposicién se manifesté entre la anterior conduc- 1) nacional (CSP) y el Gomando Nacional (ex Comando Capi- ii), cuyos dirigentes habian estado estrechamente relacionados +o Cooke (a la saz6n preso e incomunicado en Usuahia) y recla- wiihan cl espacio que les abria la resistencia en detrimento del ie formalmente habian poseido las antiguas autoridades nacio- ijles, El pleito se prolongaria tanto tiempo como durara la ilega- \ilad del peronismo. 1 0» integrantes de los comandos tenian otros problemas comu- ties, Cavacterizaria a toda esta etapa de Ja resistencia el incumpli- wiento y hasta el desconocimiento de las normas de seguridad jropias de la actividad clandestina. En sus memorias, Ram6n Nieto y Juan Maria Vigo se quejan constantemente de la falta de juecauciones, que redundaba en frecuentes redadas policiales.®* { ooke justificaba posteriores falencias organizativas por la prision ile “los hombres mas capaces” a rafz de errores repetidos en los al- bores de Ja resistencia,“ pero él mismo remitié desde la prision ‘/orespondencia a sus amigos de la Capital, lo que deriv6 en la dptencion de su abogado junto a los destinatarios de las misivas... ) Veron, solo después owos fracasos similares, desistiria de utilizar ¢| Correo para sus envios “confidenciales”. Los servicios de inteli- gencia del estado lograron interceptar Jas cartas, y hasta las fra- garon para provocar involuntarias delaciones. La desconexi6én wwe los dirigentes, tras las primeras razias, hizo que los recelos io se fundaran slo en la rivalidad sino también en desconfianzas rativas. 1} owo problema fue la fiebre de expectativas golpistas que se \poder6 de algunos dirigentes. Para ponerlo en los términos y en |, valoraci6n del mismo protagonista, “cada militar crefa concien- sdamente que bastaba con llevar una chaquetilla de buen corte ) hacerles arrumacos a los obreros para uansformarse en el coro- il Peron, [Los dirigentes obreros] corrian detras del primer ma- thete oxidado, esperando encaramarse en la cresta de la revolu- (Jon wiunfante”, recordara Vigo a la hora de explicar su fracaso en Rosario. En Buenos Aires, a su vez, “todos esperaban solucio- fies mesianicas [...], confiaban en que la revolucién yendria de i) momento a otro y cada cual creia estar en contacto con el ‘ver- 66 EL PERONISMO DESPUES DEL PERONISMO dadero’ comando militar peronista que daria el golpe la semana) proxima [...]. Cada cual confiaba en que la chispa saldria de al gtin lado —menos del grupo en que él estaba—.®% Contrariamente a lo que podria suponerse, a saber, que Peron se interesaba en una insurreccion militar con participaci6n civil en contraposicién a los objetivos de otros sectores del movimiento ~como los de los dirigentes sindicales, deseosos de aprovechar los espacios de la legalidad, o los de muchos politicos peronistas avi dos de participar de alguna manera en la arena electoral-, lo cierto es que (tanto en este perfodo en que esos espacios estaban. de hecho cerrados, como en el que le siguio, cuando comenzaron a abrirse) no dejé de manifestar, por todos los medios a su cance, sui aversién a la opeién militar, Apenas comenzado el exilio resulté evidente que el ex presi- dente no se resignaba al ostracismo. Mal acomodado en una situa- cién que parecia empujarlo, a los 60 afios de edad y luego de una década de gobierno personalista, a los margenes de la historia, busc6, de momento, contrastar la divulgacién de las miserias del “régimen depuesto” con gruesas acusaciones al gobierno de fac to.5° E18 de octubre concedi6 una entrevista a Mariano Montema- yor, corresponsal de Esio Es, en la que atribuy6 el impacto de sus declaraciones anteriores a una mala interpretacién.*’ E] 31 de ese mismo mes llamo a los trabajadores a “no dejarse arrebatar la CGT” y a sus partidarios, a esperar las resoluciones del Consejo Superior, al tiempo que justificaba haber abandonado el gobierno por “la defeccién de algunos traidores” y la necesidad de “no con- tinuar la defensa a costa de la vida de miles de argentinos”.88 To- das las manifestaciones del exilio, a veces moderadas por su con- dicién de asilado o ambiguas por confusién o cAlculo, revelan la acritud con que juzgaba a sus ex camaradas. En diciembre comenz6 a redactar -y posiblemente a enviar— sus directivas, y dedicé el primer mes de 1956 a concluir La fuerza es el derecho de las bestias.®° A comienzos de febrero logré que la revista Qué... anunciara la obra en su portada y que repro- dujera algunas de sus paginas “trafdas por un viajero procedente de Panama’, a la vez que wataba de hacer llegar al pais, parti- cularmente desde Santiago de Chile, la mayor cantidad de co- ESPONTANEIDAD ¥ MESIANISMO MILITAR 67 ‘/Pspondencia con documentos de tenor similar. Esta labor de propaganda subrepticia, que junto a los manifiestos del Co- sudo Nacional intentaba capitalizar el auge de los actos de sa- Holuje, rebasé el nivel de lo tolerable para las autoridades. El cé- Iehre decreto 4.161, que prohibia expresamente la utilizacion de sibolos o emblemas peronistas, incluyendo el nombre mismo ie Peron, se constituirfa a menudo en una barrera infranquea- hie para la informacién piblica.! Sin embargo, siempre existieron canales alternativos me- ‘jynte los cuales los peronistas, aun antes de contar, como a puro de andado ocurrié, con una prensa semiclandestina de es- ' +4 ocasiones de la voluntad del lider exiliado, cuando no de las yidica aparicién, podian enterarse al menos del itinerario y junilestaciones de la resistencia. A su vez, la prensa sensaciona- lisa vecurrié a informar sobre lo politicamente prohibido. Por ee Hector Ricardo Gareia que se constituiria en uno de los mas cla- fos exponentes de esta prensa centrada en hechos policiales, eri- ‘enes, escandalos y deportes populares, incluyé en su tapa la {ue probablemente haya sido la primera fotografia del ex presi- \plo, el primer néimero de Asé, un semanario dirigido por ‘lente desde su caida —un Perén sonriente, vestido de sport=, ala ‘ey que anunciaba un reportaje exclusivo.” Estas son algunas de | yrietas por donde operaba, ademas, la reproduccién de sim- holos populares en un contexto que aspiraba a suprimirlos. La jiohibicién, mas que inhibir la imaginacién, posiblemente haya slentado el mito. #1 MOVIMIENTO DE JUNIO. :DE QUE REVOLUCION SE TRATA? 1 | mito del retorno de Peron —algo que nutriria el imaginario de Viilos sectores populares durante casi dos décadas de historia ar- yentina- oper desde muy temprano, y se lo concibio de maneras sue sorprenden por su ingenuidad. Una de ellas consistia en la lagen de un vuelo que traeria de regreso al lider de los peronis- ius, Dicha representacion estaba extendida hasta tal punto que a 68 EL PERONISMO DESPUES DEL PERONISMO mediados de 1957 la figura de un “avién negro” en el humor g: fico bastaba para aludir a la imagen del retorno.?? Hubo, clar esta, formas menos inocentes que concurrian en la esperanza del retorno. Frecuentemente dicha esperanza se alimenté de rum res sobre insurrecciones reales 0 imaginadas, conatos militare: con participacion civil o revoluciones en sentido laxo. Hay, sin embargo, una diferencia enue un movimiento de ese tipo y él mito. El segundo, una vez extendido, resemantiza todo dato de | realidad en favor de su fortalecimiento y preyalece en el tiempo, mientras que “la realidad” -o Ia version de Jas cosas “tal como su: cedicron’— sélo puede sobrevivir integrandose a aquél, Esto precisamente lo que ocurrié en el caso del Gnico movimiento mi litarcivico que se puso efectivamente en marcha, el que habia ew cabezado Juan José Valle en junio de 1956. El rumor de que en la misma prisién los otrora leales al g bierno depuesto tramaban una insurrecci6n y la posibilidad d que se integraran scctores de las Fuerzas Armadas disconforme: con los cambios acaecidos desde la remocién de Lonardi recs ren el primer tramo de gobierno de la Revolucion Libertadora, Las aguas no se aquietaron tras las redadas de diciembre, y un clima enrarecido reinaba en muchas unidades militares. La ide; fue impulsada, sin lugar a dudas, por las noticias sobre los peque- Ros actos subversivos que se producian en el pais (a los que venia a sumarse un atentado en la fabrica militar de Villa Martelli). En marzo el general Juan José Valle escapaba de su libertad vigilada y_ comenzaba a establecer contactos entre sus pares. Contradiciendo Ja letra de las directivas, los corrillos de la resistencia convirtieron la especie en la gran esperanza del peronismo. Es probable -equién estaria en condiciones de determinarlo?— que el relativo decrecimiento de las actividades de propaganda y sabotaje en los meses de abril a junio de 1956 se relacionara con las expectativas cifradas en el movimiento, y no sélo con el decreto 4.161 y el re- crudecimiento de la represi6n. Desde noviembre era evidente que los peronistas no eran los unicos descontentos. Ademas de los lonardistas, en sus filas se contaban los militares pasados a retiro y aun quienes en actividad eran suspicaces respecto a que su futuro profesional se supeditara ESPONTANEIDAD ¥ MESLANISMO MILETAR 6g +) evaluacién de sus méritos como conspiradores durante la pa- eely dictadura. La situacién interna en las Fucrzas Armadas seria eilamente considerada por algunos semanarios cuya filiacién Hirolégica empujaba, si no todavia a relativizar los males del pero- Hino, 4 impugnar el liberalismo encaramado en cl gobierno ‘ule noviembre de 1955. Ejemplo de ello es Azul y Blanco, diri- wile por Marcelo Sanchez Sorondo, cuyo primer nimero anun- ‘ih que “Azul Blanco pinta en la calle sus colores de libertad” y wiliorializaba sobre “La putrefaccién del liberalismo”.4 La parti ‘pacién de José Marfa Rosa, recién salido de prisin y, como tan- otros profesores, “flor de ceibo”™ sin catedra a la cual dedi- . nos da Ja pauta de que la salida interesé desde un comienzo # ih variada gama de nacionalistas.° Entre los inspiradores ini ‘lew figuro Eduardo Ottalagano. En su domicilio de la ciudad de Hind, se mantuvieron reuniones entre los recién desplazados Hi lonalistas y los miembros del Frente Emancipador de Santa Fe, sinque las gestiones se frustraron a raiz del papel subalterno que ol plan reservaba a los civiles.97 1) ningtin momento, tampoco, y pese a haber participado en |) Walativas iniciales, se conté con el acuerdo de los referentes lo- Huilistas en el ejéreito. Cuando los generales Bengoa y Uranga {weron “tocados” por el jefe de la conspiraci6n, declinaron inter- »euii, del mismo modo que el coronel Pistarini, porque “Valle no podia prometerles que Perén quedaria totalmente marginado del poceso” y habida cuenta del cariz que iba adquiriendo el movi- Miento..® 1 gobierno parece haber tomado conocimiento de la confabu- fwion desde muy temprano. La fuga de Valle afiadié una pista Herta sobre la identidad de sus jefes. El grupo promotor estuyo fyinado por el coronel Fernando Gonzalez (ex director de la Es- ‘tieli de Suboficiales “Sargento Cabral”), los tenientes coroneles Vilentin Yrigoyen y Lorenzo Cogorno, el capitan de navio Ri- /irlo Anzorena y el mayor Pablo Vicente. Los dos ailtimos, junto ‘i el general Tanco, eran reconocidos peronistas. Durante estos fieies los contactos entre militares (retirados en su mayoria) y W/upos de suboficiales en actividad se multiplicaron. Algunos ofi- ‘Wiles especularon sobre su participacién basados en razones es- 70 BL PERONISMO DESPUES DEL, PERONISMO trictamente profesionales, habida cuenta de los resquemores sus~ citados por la reincorporacién de militares dados de baja durante el peronismo. Las deserciones que se produjeron deben relacio- narse con la consolidacién en el gobierno y en el seno de las Fuer- zas Armadas de la hegemonia del sector liberal. Asi, los continues pases a retiro que depuraron los mandos de nacionalistas alejaron la posibilidad de éxito de un golpe de estado. La politica, enten« dida como el contacto con los civiles, se impondria como algo ne- cesario, pero a su vez modificaria los planes iniciales, al punto de transformar al movimiento en una conspiraci6n civico-militar con indefinidas connotaciones insurreccionales.*? Los contactos con los grupos peronistas comenzaron, precisa mente, en marzo, y continuaron hasta las visperas del estallido. La crénica de Vigo pretende ilustrarnos sobre la oscura relaci tre comandos y militares, El testimonio alcanza hasta fines de mayo, cuando é] mismo fue preso, junto con muchos activistas, tras la caida de uno de los integrantes del Comando Nacional.!@ Siel deus ex machina de un golpe militar seducia a mas de un di- rigente, los militares estaban interesados en el apoyo civil que po- dia lograrse. Tras un breve trato con el general Tanco en Villa Martelli, en una segunda reunion los representantes de los Co- mandos Coronel Peron fueron preguntados sobre su nivel de or ganizacion. Quien afirmaba contar “con unos diez mil compane- ros [...] agrupados en unos doscientos comandos” (en el ambito de Capital y Gran Buenos Aires),'?! afirmaba: “Para empresas de gran responsabilidad no me comprometeria a proporcionar mas de ochenta [...]".!° Se aiaba del reconocimiento de que en re- alidad cl contol que se tenia sobre los militantes era muy relativo, ya que la participacion de la mayoria era esporadica y no estaba sujcta a coordinacién ni disciplina alguna De qué revoluci6n se wataba? Para el coronel Calderon, que se presentaba como jefe del sector civil y confiaba en que una pro- clama revolucionaria provocara la “huelga espontinea”, se trataba de un golpe “peronista sin yuelta de hoja”, La entrevista mante- m en- nida con el capitan Anzorena, en cambio, revela matices significa- tivos. Su testimonio, ademas, coincide con la proclama que finak mente se emitiria. “Nos informé sobre los fines concretos del ESPONTANEIDAD Y MESIANISMO MILITAR 71 inovimiento que encabezarian los generales Valle y Tanco: la con- eeatoria a elecciones en el término de noventa dias sin exclusi6n ile ningun partido politico e invitacion a regresar al pais al general Heron, para Jo cual se trasladarian a Panama representantes de las ties armas”. A la pregunta del vocero de los CCP sobre el porqué ile dicha prevencion en lugar de su restitucion al poder, habria res- jiondido: “Para no provocar resistencias, 'y también para que en el término slo tres meses antes de las elecciones tenga tiempo de hacer un andlisis de la ‘ituacion » trabar conocimiento con los hombres que realmente le pueden sunvenir para gobernar, por cuanto solo puede pensar en muy pocos del Wiejo equipo”. Las suspicacias sobre los fines del Movimiento de Recuperacién Nacional habfan ganado también a la direccién del Comando Na- ipnal, que, como la de los CCP, aspiraba a la conducci6n (0 invo- (aba la representatividad) del movimiento peronista clandestino. ‘la cabeza de ambos grupos figuraban hombres reacios a la par- firipacion en un golpe de estado. En una reunién conjunta, sin embargo, la inminencia y las proyecciones de su eventual éxito se }abrian superpuesto a las convicciones. César Marcos esgrimia un slocumento firmado por Perén en el que éste le otorgaba “plenos poderes para dirigir la resistencia”, mientras que RaGl Lagomar- “no habria argumentado, si hubiéramos de creer a su rival, preo- ‘paciOn por participar en un eventual nuevo gobierno como re- jvesentantes de “la parte civil de la resistencia”.!"* 11 conocimiento de los preparativos insurreccionales habfa co- locado, entonces, a Ja disputa por la hipotética direcci6n de la ac- ividad clandestina en un nuevo plano: el de Ja participacin o no ©» cl movimiento militar en gestacién. Ni uno ni otro grupo, em- pero, podria comprobar la validez de sus argumentaciones ni la elicacia de su estrategia. En los dias previos al estallido, la captura dle Rat! Lagomarsino, poseedor de un voluminoso archivo con di- jeccionesy nombres de activistas de la Capital Federal, Gran Bue- ios Aires y el interior del pais, asest6 un fuerte golpe a la organi- scion clandestina, Segiin Vigo, “no quedé uno sin ira la carcel”. Nuunén Prieto fue a dar a Esquel.!0% La escasa participacién civil el 9 de junio pucde explicarse, en parte, por lo antedicho. La defeccién de algunos de los militares 72 EL PERONISMO DESPUES DEL PERONISMO comprometidos y errores de sincronizacion en el movimiento afectaron sustancialmente las operaciones. Existen varios ele. mentos que permiten sospechar que, efectivamente, los grupo comprometidos esperaban una sefial que nunca Llego, y que senial estaba vinculada al plan de interferir la transmision radial de un evento deportivo de gran convocatoria,! la pelea entre argentino Eduardo Lausse y el boxeador chileno Loaysa. Uno de los grupos expectantes estaba ubicado en una casa de Florida, cuyos moradores terminarian siendo fusilados irregularmente en José Le6n Suarez en un acontecimiento que fue investigado contado magistralmente por Rodolfo Walsh en Operacién Masa cre. El combate pugilistico comenz6 a las 23 horas del dia 9 de junio, precisamente cuando de acuerdo con los planes origina les debié haberse emitido la proclama. La confianza de los jefe en la participacién espontanea de Ja ciudadania, sobre todo e una huelga general a la que se plegarfan inmediatamente los tr bajadores, llevé a mantener la fecha del levantamiento, aun des pués de que sc hiciera evidente que el gobierno sabia de los pre- parativos. Seguin otros testimonios, los jefes confiaban en el impacto de un mensaje de Andrés Framini, el altimo secretari general de la CGT, como garantia de una participacion de los trabajadores sobre cuyos alcances y formas, a decir verdad, nadie parecia haber planeado nada preciso. Segiin el mismo Andrés Framini, quien se hallaba en las inmediaciones junto al diri gente Eustaquio Tolosa, la esencia del frustrado mensaje consis- tia en un llamamiento a la huelga general, pero conocido el 1e- sultado de la insurreccién en La Plata y apenas se hizo evidente que el movimiento no tenia posibilidades de triunfar, convine con Valle en separarse y recomendar la dispersion de los come prometidos, dado que existia la certeza de que el gobierno procederia con la maxima severidad.'°? La mejor prucba del co- nocimiento que tenia el gobierno de Ia inminencia del levanta- miento militar-civico es el hecho de que cl decreto que habili- taba la aplicacién de la ley marcial habia sido firmado por Aramburu, quien, antes de partir hacia una visita programada a Santa Fe y Rosario, habia dejado la documentacién a disposicién del vicepresidente Rojas.!0* ESPONTANEIDAD ¥ MESIANISMO MILITAR 73 1) sibado 9 de junio de 1956 a las 23 horas, decia el plan, se su- Mevarian practicamente todas las guarniciones militares, copadas piu los suboficiales. Errores de sincronizacién y capturas a altimo Woniento imposibilitaron tomar la escuela de Avellaneda, desde ‘nde iba a instalarse el transmisor para difundir la proclama. Fi- Wilmente, se la ley6 desde la estacidn de Radio Nacional de La Pipa, que horas después fue tomada pacificamente por los re- Sides al mando del teniente coronel Alberto Phillipeaux.! Ade- §wis del factor sorpresa, los sublevados perdieron la oportunidad ip llegar al grueso de la poblacién, en el supuesto de que hubiera jeilido obtenerse un resultado militarmente relevante de la parti- ‘pacion activa de la ciudadania, Loy grupos de civiles, apostados en las inmediaciones de los ‘Wurieles 0 reunidos en sus domicilios, se disgregaron. No era la fiimera vez, desde septiembre de 1955, que habian esperado un /onunciamiento militar que no se consumaba. Si el fracaso de la ‘peracion en Avellaneda y la falta de direccién levaron a aban- ‘nar el intento en otros lugares del pais, la noticia de los prime- ty fusilamientos en Lants no invitaba a lanzarse a la lucha por ‘went propia. Antes de que se hubiera ejecutado la medida, un ‘ymunicado radial informé que dieciocho civiles que habian jietendido asaltar la comisaria habian sido pasados por las ar- ty! Pese a que hubo combates aislados, pronto comenz6 a Hshlarse mas de la represién que del movimiento en si. Los seis timbres que al mando del coronel José Albino Irigoyen preten- ‘Hieron instalar la emisora del comando de Valle en Avellaneda {weron capturados sin resistencia y efectivamente fusilados en la (inidad Regional de Lantis en la madrugada del 10 de junio. 1 | coronel Cogorno, jefe del levantamiento en La Plata, fue eje- jo al comenzar el dia 11 en el cuartel del Regimiento 7. El ‘\yi) Alberto Abadia, previamente curado de algunas heridas, fue ilpyado al peloton de fusilamiento recién en Ja noche del dia 12 lp junio. El 10 de junio al mediodia fueron juzgados en Campo ile Mayo los coroneles Cortinez e Ibazeta y cinco oficiales subal- fenos, y el tribunal militar resolvié no aplicar la pena capital. El Poder Ejecutivo, no obstante, mediante el decreto 10.364, con- tend a muerte a seis de los siete acusados, condena que fue cum- 4 EL PERONISMO DESPUES DEL PERONISMO plida en la madrugada del 11 de junio. Al mismo tiempo, en la Escuela de Mecanica del Ejército se fusilé a cuatro suboficiales y en la Penitenciaria Nacional a otros tres suboficiales del Regi- miento 2 de Palermo. El 12 de junio se entreg6 finalmente el ge- neral Valle, que fue fusilado esa misma noche. Antes, el general Tanco y algunos de sus acompaiiantes se habian refugiado en la Embajada de Haiti, y luego de un escandalo diplomatico se ob- tuvo un salvoconducto que permitié su salida del pais rumbo a Venezuela, a la sazén gobernada por Marcos Pérez Jiménez y cen- tro de exiliados peronistas,'!? Como es sabido, ademés de estos fusilamientos con rafagas de metralla que se produjeron was la lectura de un juicio sumari- simo, se realizaron los mucho més irregulares procedimicntos que terminaron en la confusa administraci6n de la muerte a las victimas del basural de José Leén Suarez, como probara Walsh en un trabajo que abona la duda sobre el grado de compromiso in= surreccional de estos grupos. Asi, en un detallado relato de lo ocurrido en el departamento de la calle Hipélito Yrigoyen n® 4519, Florida, propiedad de Juan Torres, vinculado a la conspira- cin y activista peronista de la zona, el cronista de Operacion Ma- sacre insinta la deletérea relacién de los civiles alli reunidos con elimovimiento del 9 de junio: “Si se produce, Torres conectara a los que quieran con el movimiento. Si no se produce, no pasa nada...”. Al especular sobre la suerte corrida por los civiles, se pregunta, respecto al caso de Livraga: “:Sabe algo a pesar de todo? Son muchos en el Gran Buenos Aires los que estan en la onda, aunque no piensen intervenir”.!!3 Segan se alega en otros testimonios, los grupos actuaron con un considerable margen de autonomia,!!* y aunque muchos de ellos estaban involucrados se “cligi” reprimir al de Florida, cuya misién al parecer consistia en colaborar en la realizacién de una marcha hacia Plaza de Mayo, con el objeto de escarmentar a los civiles. En palabras del sobreviviente Troxler, habia “miles y miles de comprometidos en: todo el pais para participar activamente: por ejemplo, cortar la luz, interrumpir determinados servicios, entre ellos los ferroca- rriles eléctricos, ocupar la zona del puerto, etc. O sea que estaba cl pueblo. Lo que fallé de inmediato fue la parte militar”. Segin ESPONTANFIDAD Y MESIANISMO MILITAR 75 | el grupo de Florida fue capturado merced a la “infidencia” {iexponsable de algunos de los muchos participantes y después div La vequisitoria sobre el general Tanco, “de quien nadie sabia Hida”, se ordené “lisa y Ilanamente el asesinato en masa”, la apli- ‘icién del terror, con el propésito de “que el resto de la pobla- (ibn dijera: ‘lo que les pasé a ellos nos puede pasar a nosotros si fos metemos’. En suma, un escarmiento criminal”.!!> E] coronel Vilentin Yrigoyen, entrevistado doce afios después, referia la per- fepeién de la realidad por parte de los involucrados en Ia insu- treccién: “No era descabellada, al contrario. No podia fallar. Se tenia la iniciativa en Campo de Mayo, tomada’La Plata y otras urniciones del interior. Las posibilidades eran enormes y on uanto se iniciara, estallaria Ia huelga general revolucionaria. Todo el jul esperaba ese levantamiento y el gobierno era tan débil que ho podria aguantar dos dias de lucha”.!! La clave, para los juramentados de junio, radicaba en Ia difi- sion de la proclama en los centros neuralgicos del pais. Pero, (iuiles eran los argumentos a partir de los cuales iba a convocarse Ia participaci6n ciudadana? Bien mirada, la declaracién del 9 de junio era una manifesta- ‘ion de nacionalismo economico. Asumia la reivindicacién de los jerseguidos politicos y sobre todo gremiales, pero prescindiendo (le toda referencia a su identidad partidaria. Su programa era la jealizacion de elecciones garantizadas por las Fuerzas Armadas en (in plazo maximo de ciento ochenta dias y la derogaci6n en dicho Japso —durante el cual reinaria la mas completa libertad de prensa y se concederia una amplia amnistia— de las medidas que lesiona- ban la economia nacional. Sus planteos cuestionan la entrega al ‘apitalismo internacional” a la vez que la actuacion [en los sindi- ‘tos intervenidos con colaboraci6n de socialistas y comunistas] (le “minorfas internacionalistas”. Por lo demas omite toda referencia directa a Peron y al movimiento pe- jonisia, circunstancia que sdlo parcialmente puede explicarse a la iz de la intencién de ampliar el consenso entre los nacionalistas reluctantes a la presencia del presidente derrocado, pues éstos ya habian sido desplazados de los puestos de mando y los propios je- {es del movimiento desestimaban el plegamiento de los oficiales 76 EL PERONISMO DESPUES DEL PERONISMO, ESPONTANEIDAD Y MESIANISMO MILITAR 77 In lo sucesivo, deberia enfrentar otras. yi) adelante, los fantasmas de junio siguieron atormentandolo al junto de necesitar apropiarse ~a desgano— de su recuerdo, la vio- ‘encla no militar y Ja politica electoral fueron cosas que supo sprovechar al maximo para seguir contando en la Argentina post 1055, en actividad."!” “No nos mueve el interés de ningiin hombre ni dena wpetly COMO Veremos gun partido”, senalaban los insurrectos, pero convocaban a los gentinos para realizar “la felicidad del pueblo y la grandeza de k patria, en una nacion socialmente justa, econdmicamente libre y politicamente soberana”.!!6 PERON Si existian elementos para que algunas agrupaciones clandestina manifestaran sus dudas sobre el levantamiento, sobraban para sus no olvidemos, se contaban entre los integrantes de Ja Junta Milit que habia aceptado su renuncia en septiembre. meses recomendaba “la resistencia civil, no el golpe”2! Un mes més tarde, cuando ya era ampliamente conocido el tragico desen- lace de los hechos, en carta a su contacto en Chile repetia sus ins golpes militares que un trabajo metédico de resistencia, sin dar cuenta de que para el pueblo no era negocio salir de una dictadura pe caer en otra [...]. El pueblo ha supuesto que la revolucién fracasada el 9 de junio era nuestra, cuando en realidad era de los militares”.|?° Lo que acababa de enfrentar Perén, en realidad, cra la mayor amenaza de surgimiento de un liderazgo alternativo que sufri desde el comienzo de su exilio. El sentido de su actitud, a cuya ex- plicacién contribuye la necesidad de tomar distancia de un fra caso, aparece opacado por consideraciones estratégicas: en misma carta hacia hincapié sobre el retroceso que para sus pro- yectos implicaba la represién y la desmoralizacién en que habia redundado la asonada. 3. Resistencia, terrorismo, sindicalismo El fracaso del Movimiento de Recuperacién Nacional de- jwostré la futilidad de la bisqueda de soluciones golpistas y dejé »)) claro que dentro de las Fuerzas Armadas no existian nGcleos dlp oficiales peronistas, que el ascendiente de los retirados se di- win ante la firme decision de los nuevos jefes y que muy dificil- j#ente una desavenencia en los mandos modificaria la relacién de poder al punto de cambiar la situacion de los proscriptos. Vin segundo término, el revés alcanz6 también a los grupos \Jandestinos menos proclives al golpismo. Desde la perspectiva de \uienes invocaban su representatividad, el incipiente movimiento suied6 descabezado, y la desmoralizacion siguié al fracaso de lo jue pa inio de restaurar a su lider en el poder. Para militares descontcn- iony civiles expectantes, pues, la desmesura de la represion apare- ‘a gran parte de los peronistas habia representado un in- +10 claramente como una respuesta a insurrecciones futuras. lor un lado, el gobierno interpreté el sentimiento de la socie- sad antiperonista y pudo complacer a una plaza colmada que re- ‘\amaba “mano dura”.!"! Sobre los acontecimientos mismos di- {wncié una informacién tan exagerada como inconsistente, que a \) vez pretendia contextualizar la envergadura de la represién, El diwio Clarén publicé en primera pagina detalles del plan que de- «\) haberse hallado en manos de los perturbadores, cuyo resumen eel que sigue: PERROR: imponer el terror mediante el empleo de ele- mentos militares desplazados, aliancistas, peronistas y comunistas. La consigna figuraba en todas las érdenes secuestradas antes y después de la asonada por los com- 80 EL PERONISMO DESPUES DEL PERONISMO ponentes de los cuerpos de seguridad y de informacion de los ministerios de las FF. AA. y de la Policia Federal. RAMIFICACIONES: tenia designios continentales. Al interve- nir el comunismo se pretendia extenderlo a toda Amé- rica [...]. FORMA DE OPERAR: actuaban dos ramas, una militar, enca- bezada por los generales Juan José Valle y Ratil Tanco, y una civil, cuyo jefe era Rail Lagomarsino, primo del ex ministro de la dictadura [...]. opjeTivos: la toma de rehenes, incendio de iglesias, inte- rrupcién de servicios esenciales de la poblacién, destruc- cin de los érganos de opinion publica, ocupacién de es- taciones, el asesinato de funcionarios, la destruccién de casas particulares y el terror sin discriminacién como elemento de dominacién.!?? La prensa volvié a congraciarse con la espontanea participacién popular, el agitar de pafiuelos blancos y el despliegue de banderas argentinas, y se hizo eco de los estribillos con que la multitud an- tiperonista celebré la represi6n del intento civico-militar de junio, Hubo, pues, otra fiesta democratica que expres6 el abismo que se- paraba a los argentinos. La entonacién del himno nacional y los vitores a la presiclencia provisional se intercalaban con repetidos estribillos coreados por la multitud, sucedidos por el constante re- clamo de que los maximos representantes del gobierno militar aparecieran en el balcén de la casa de gobierno. !23 La Nacién edi- torializ6 entonces sobre “la inesperada reafirmacién de patrio- tismo, decision civica, adhesin a los principios sustentados por la Revolucion Libertadora”, que tuvo lugar durante Ia “densa y vk brante concentracion que como reaccion por los acontecimientos ocurridos horas antes se realiz6 en Ja Plaza de Mayo”, a la par que registro el tipo de comentarios que predominaban en el lugar: “Se gobierna a los hombres libres, se manda a los esclavos”, “No existe la democracia sin la libertad”, etc.!2 La aparicién del pre- sidente y el vice en los balcones, finalmente, hizo que el himno nacional volviera a entonarse con renovados brios y que “los tres firmes ‘;O juremos con gloria morir!’” coronaran el “tributo a los RESISTENGIA, TERRORISMO, SINDICALISMO 81 (idos por la causa de la libertad”.!2* A diferencia de lo que ocu- i/iera en los albores de la Revolucion Libertadora, cuando los fes- ipjos se extendieron a todo el pais e involucraron a muchos argen- (ios corrientes, en el interior hubo un relativo silencio que quiza \yudujera la sorpresa e incomodidad de la poblacion ante la des- scostumbrada practica de los fusilamientos en la Argentina.!?6 De todos modos, la inestimable rentabilidad de agitar el espec- iro del totalitarismo acrecent6 la confianza necesaria para inten- (ar resolver el problema peronista por cauces electorales, y luego ile informar sobre la fracasada asonada atribuida a peronistas y icionalistas (aunque no faltaron alusiones a los “comunistas”), ei) una reuni6n de prensa realizada al mediodia del 11 de junio on la Casa de Gobierno, Rojas anuncié que se convocaria a elec- clones generales lo antes posible.!2” Los meses inmediatos se ca- jacterizaron, pues, no s6lo por un importante retroceso de la ac- lividad subversiva, sino por el crecimiento de las expectativas politicas. Si en esta situacién algunos politicos peronistas llegaron a con- cebir algim papel para sf mismos, los nuevos sindicalistas tendrian alin mejores razones para oponerse a practicas estériles y para in- joresarse en preservar espacios a los que progresivamente fueron accediendo en los niveles basicos de la representaci6n. LAS NUEVAS PRACTICAS CLANDESTINAS Sin embargo, a fines de 1956, en simulténeo con el recrudeci- miento de los conflictos gremiales, reaparecfa—con una magnitud pero sobre todo con una repercusién enteramente nueva— una practica destinada a perdurar: en diversas localidades del Gran lhuenos Aires, por las noches, estallaban primitivas bombas que ‘parecerian frecuentemente poco menos que en la apocaliptica perspectiva de una reinstauracién del “totalitarismo peronista”. Mientras que la prensa inclufa informacion fragmentada sobre estos hechos en las paginas policiales y cuando cditorializaba al yespecto lo hacia explicAndolos como remanentes de la “dicta- 82 EL PERONISMO DESPUES DEL PERONISMO. dura depuesta”, otros hablaban de la necesidad de lograr un cam bio de orientacién en los sectores sindicales del peronismo, brin- dando, por ejemplo, mayores garantias a la concurrencia electo- ral en los gremios como eficaz remedio a la descarnada practica de la accién directa,!28 Las circunstancias no s6lo habian cambiado para quienes se postulaban como observadores imparciales de este tiempo y entre los que mas decididamente comenzaban a perfilar el discurso de la ‘integracién”, Mas expeditivo que antes, el gobierno procedié a detener “preventivamente” a dirigentes sindicales peronistas ¢ izquierdistas y, sobre todo, aument6 la vigilancia nocturna, con lo que —de momento- logré reducir la actividad terrorista. Se estaba sin embargo, entendemos -y las apariencias tienden a confirmarlo-, ante un fendémeno distinto de aquel que habia ins pirado la “resistencia en las fabricas” en la primera mitad de 1956. Por lo pronto, no siempre estos atentados tenian que ver con el lugar de trabajo, y sus autores parecian seleccionar los objetivos de acuerdo con un criterio de “propaganda por los hechos” que -sin que hiciera demasiada falta— subrayaba inequivocamente su filiacién. La sociedad tuvo una nueva medida de aquella amenaza con las redadas de ciudadanos acusados de participar en activida- des subversivas. A comienzos de 1957, por ejemplo, la prensa daba uenta de la existencia de “instrucciones enviadas desde el exte- rior” que propiciaban el sabotaje y el crimen, y de distintos proce- dimientos que se realizaban en zonas limitrofes. El 8 de enero, en San Juan, se comenzé por arrestar, preventivamente, a varios pe- ronistas sospechosos; el 18 del mismo mes se detuvo en Jujuy a presuntos participantes en un plan subversivo.'?? Una vez que se dieron a conocer, pues, las directivas del propio Perén, era bas- tante sencillo suponer la sombra del “tirano préfugo” en cada acto y, aunque esto ultimo resultara menos verdadero que verosi- mil, todos atribuian una identidad de origen a los distintos tipos de atentados (ya sea los perpetrados en los lugares de trabajo 0 bien, como la naciente cultura del explosive parecia sugerir, los dirigidos hacia objetivos inequivocamente politicos). Seguramente estos diagndsticos también fallaban cuando con- cebian dichas manifestaciones como parte de una actividad coor RESISTENCIA, TERRORISMO, SINDICALISMO 83 finada, toda vez que cada grupo parecia actuar de modo auté- Homo, pues, como veremos, por lo general se trataba de asociacio- jes irvegulares de personas agrupadas con un fin especifico y aco- tudo, cuando no de individuos que decidian poner en practica ‘uriosas empresas reivindicativas. Sostenemos que la afirmacién de la resistencia politica coincide ‘on el progresivo abandono de las practicas subrepticias que afec- jabun la producci6n y el trabajo en general, por lo que se impone justamente la imagen de una segunda época signada por el terro- tino politico en reemplazo de una primera caracterizada por el sibotaje y la participacion de viejos dirigentes sindicales en distin- {us conspiraciones militares. Por la misma circunstancia, estamos senos convencidos de las caracterfsticas que suelen adjudicarsele \l primer periodo que de aquellas que se le atribuyen al segundo. | oy objetives politicos estuvicron presentes desde el primer mo- Mento, aunque en muchos casos se plantearian dificultades para eslindarlos de los conflictos laborales contemporaneos. Por otra parte, a partir del golpe de estado de 1955 y durante todo el pe- ‘iodo, se sucedieron continuos atentados de evidente caracter es- pontineo, Antes del reflujo que siguié a junio de 1956 y en pleno sue de la resistencia en las fabricas,'*9 en un periédico podia le- erse, en apenas cuatro dias, acerca de tres hechos ocurridos en distintos lugares del pats, Del primero, a través de la publicacion de una denuncia efectuada por ¢l Centro Socialista de la primera seccién clectoral, victima de la colocacién de un petardo: “este Aientado, como los otros cometidos en todo el pais ya sca en forma de sabotaje, con bombas destructoras, con colocacién de vi- dirios en alimentos, etc., es obra exclusiva de criminales a sucldo dle organizaciones que medraron al amparo del régimen anterior y que no se someten a ser desplazados”. Segtin se esforzaba en (lestacar el medio referido, que sostenia una linea editorial afin al partido socialista y que permanecia particularmente atento a este \ipo de manifestaciones, “en ningiin momento hechos de esta na- juvaleza pueden ser atribuidos a la clase trabajadora, que los repu- dia intensamente por ser contrarios a su condici6n de seres huma- jos que buscan, por medio de la fraternidad de clase, crear jnovimientos ¢ ideas que los liberen de la opresion del engaito y la 84 EL PERONISMO DESPUES DEL PERONISMO miseria”.!*! De todes modos 0, mejor dicho, precisamente, deb mos adyertir que la seleccién de un objetivo politico -una se partidaria~ podria no ser ajena a la presencia de dirigentes soci listas en las intervenciones sindicales decretadas por el gobierno, Dos dias después el mismo medio daba cuenta de que en Tuct man permanecian detenidos nada menos que sesenta “autores di atentados y manifestaciones”, presuntamente implicados “en plan claborado por ex jerarcas del gobierno depuesto”, asi coi del superado peligro de que dos ingenios azucareros fueran paro en demanda de la libertad de los obreros detenidos,! y, dia siguiente, de los destrozos cometidos en una iglesia de Carlo! Casares por un “adicto del ex dictador”, quien “arremetié conwa los altares, forzé el sagrario y extrajo los copones que contenian las hostias desparramando su contenido por el suelo [...], arrancé de su lugar la bandera argentina [...], arrojo al suelo can- delabros, sacras, vinagreras y campanillas [...], destroz6 partes de los confesionarios y voleé el éleo y la sal del bautisterio”. El autor del sacrilego atentado, un joven de 20 aiios Hamado Miguel Angel Rodoni, actué solo y dejé un mensaje en uno de los altares donde se leia: “La venganza de Perén’”,!38 lidad de la opinién publica fue tanto mas acusada ante la colocacién de explosivos que ante otras manifestaciones. Antes de que esta practica se generalizase hasta preponderar cla- ramente en el conjunto de actividades de la resistencia, los obser vadores tomaban sus precauciones, remisos a convalidar los obje- tivos de sus autores. Baste sefialar que cuando la restauracién La sensib’ liberal volvié a utilizar bombas de estruendo frente a las comisa~ vias durante las fiestas mayas (una costumbre abandonada du- rante el peronismo), se creyé necesario advertir al respecto “para evitar interpretaciones que no sean las correspondientes”.!34 Segim el registro de la prensa de la época, la primera recupera- cién de Ja actividad subversiva se produjo, en realidad, en octubre de 1956,! para reaparecer con mayor fuerza a fines de ese aiio. Pese a que, salvo casos puntuales, los grandes medios manifesta: ron mucha prudencia al informar sobre estas actividades y gene- ralmente reproducian como noticias los comunicados de prensa del gobierno, durante 1957 ellas se convirtieron en la nota comin RESISTENCIA, TERRORISMO, SINDICALISMO 85 ¥ \yinformacién diaria en un momento en que ya nadie se con- {wuulia sobre sus propésitos politicos (como no fuera para exage- jails), Pero gse trataba realmente, como esas paginas inducfan a primar, de los fratos de las directivas del ex presidente? ¢Eran en teilad estos hechos parte de una nueva conspiracién propero- isis o militar-nacionalista?

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