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LIBRO SEXTO, Esperas que te dé 4 conocer toda 1a prudencia de este hombre de Estado; prudencia que nace de pre- ver.....—(Nonio, 1.) Necesario es que este hombre de Estado se encuen- tre dispuesto siempre & combatir todo lo que pueda traer perturbacién 4 la Repablica.—-(Idem, v.) Cuando se dividen los ciudadanos y se declaran muchos partidos, existe sedicién.—(Idem, 1.) Cuando en una discusi6n civil Jos buenos se sobre- ponen 4 la multitud, creo que se debe pesar Jos vo- tos y no contarlos.—(Idem, v.) Las pasiones, duras sefioras del dnimo, nos hacen cometer innumerabdles faltas; como no se sacian, arrastran 4 toda clase de crimenes 4 aquellos 4 quie- nes enardecen con sus seducciones.—(Idem, v.) Cosa notable fué que encontrandose los dos bajo el 153 MARCO TULIO CICERON. peso de igual acusacién (1), no se les consideraba lo mismo, sirviendo la simpatia de que gozaba Graco de salvaguardia 4 la impopularidad de Claudio.—(Aulo Gelio, v1.) Este ilustre representante de la nobleza més distin- guida pronuncis las tristes palabras que se han con- servado como testimonio desu elevado caracter— (Nonio, rv.) Y, como él mismo escribe, mil ciudadanos bajaban diariamente al Foro, cubiertos con mantos de pir- pura.—(Idem, Ix.) Y, como has recordado, congregaéronse todas Jas clases pobres, y con sus recursos reunieron en segui da lo bastante para hacerle hermosos funerales.— (Idem, x11.) Nuestros mayores quisieron que el lazo del matri- monio fuese s6lido.—(Idem, x1.) Queda un discurso de Lelio, que todos tenemos 4 mano, en el que demuestra cudn agradables son 4 los Dioses inmortales los vasos de los pontifices y las urnas de Samos.—(Idem, Iv.) En esta circunstancia refirié Scipién un suefio, acerca del cual habia guardado silencio durante mu- (1) Cicerén habla aqui de Tib. Sempronio Graco, padre de los Gracos, y de C. Claudio Pulquer, censor en 584. Los dos censores que habian disgustado por su extremada severidad, fueron acusados ante el pueblo, irritado contra Claudio. Pero los dos fueron absueltos, porque Graco, cuyo nombre era ya popu- lar, no quiso separar su suerte de la de su cclega. DE LA REPUBLICA. 189 cho tiempo, segtin manifest6. Mostraba pesar Lelio porque no se habian alzado pablicamente estatuas a Nasica, en premio de haber dado muerte 4 un tirano; y después de algunas otras reflexiones, le contesté Scipién: «Aunque para los sabios el mejor galardén de sus bellas acciones es el testimonio de la prop‘a conciencia, sin embargo, la divina virtud aspira 4 otros honores que los que pueden prestar estatuas sostenidas con plomo, 6 laureles que pronto se mar- chitan.—jDe qué premios hablas? pregunté Lelio.— Permitidme, respondi6 Scipién, puesto que aun tenc- mos lugar durante este tercer dia festivo, que os ro- fiera un suceso.....» Asi legd Scipién al relato de su suefio, en el que demuestra que los honores duradc- ros y las coronas inmortales de que ha habiado son las recompensas que él ha visto reservadas en el cielo 4 los ciududanos eminentes.—(Macrobio, 1.) Cuando llegué 4 Africa, donde era, como sabéis, tribuno de los soldados en la cuarta legidn, bajo el consulado de M. Manilio, mi primer cuidado fué ir 4 ver al rey Masinissa, unido por justas razones 4 nucs- tra familia con vinculos de profunda amistad (1). En (1) Habla Scipién: «Masinissa, rey de Numidia, al principio de lascgunda guerra punica, habia seguido el partido de Cartago; pero habiendo cafdo prisionero un sobrino suyo, y devuelto sin rescate por el primer Scipién, impresionado por esta generosidad, se de- claré enteramente por los Romanos. No les fue inttil, y por recompensa de sus servicios, no solamente le aseguraron en su trono, sino que le dieron algunas tierras de las que tomaron 4 los Cartagineses.» 160 MARCO TULIO CICERON. cuanto me vid, el anciano Rey me abrazé llorando; en seguida alzé los ojos al cielo y exclamé: «Gracias te doy, oh sol soberano, y 4 todos vosotros, Dioses inmortales, porque me habéis concedido, antes de que muera, ver en mireino y en mi hogar 4 P. Cor- nelio Scipién, cuyo solo nombre reanima mi anciani- dad, porque nunca se separé ni un punto de mi me- moria el de aquel varén tan virtuoso como invenci- ble.» En seguida le pregunté acerca de su reino; me hablé él de nuestra repablica, y en continua conver- sacién empleamos el dia. Después de espléndido banquete regio, continua- mos departiendo hasta muy entrada la noche; el an- ciano Rey me hablaba de Scipién el Africano, recor- dando sus hechos y sus palabras. Al fin nos retiramos 4 descansar, encontrandome yo tan fatigado del viaje y larga velada, que cai en seguida en suefio mas pro- {undo que de ordinario. Presentése entonces 4 mi es- piritu, preocupado todavia con el asunto de nuestros didlogos, una aparicién (porque sucede con frecuen- cia que el objeto de nuestros pensamientos y conver saciones nos produce en suefios ilusiones semejantes 4 Ja que refiere Ennio, que sohaba con Homero porque se ocupaba mucho de él durante el dia). Presentéseme e] Africano con sus yropias faccionces, que mas cono- cia por la contemplacién de su retrato, que por haber- le. visto. Reconocile en el acto y experimenté repenti- no estremecimiento; pero é1 me dijo:—Tranquilizate, Scipién, y graba en tu memoria lo que voy 4 decirte. DE LA REPUBLICA. 16) {Ves esa ciudad que, obligada por mi 4 obedecer al pueblo romano, reproduce nuestras antiguas guerras, que no puede permanecer tranquila (y me mostraba Cartago desde elevado paraje lleno de estrellas y res- plandeciente de claridad), y 4 la que vienes ta 4 sitiar hoy, casi confundido con los soldados? Dentro de dos afios, elevado 4 la dignidad de cénsul, la des. truirdés hasta en sus mas profundos cimientos, y por tu valor merecerds el titulo de Africano que here- daste de mi. Después de destruir 4 Cartago, se te concederdn los honores del triunfo, serés nombrado censor; Visitaras, como embajador del pueblo romano, el Egipto, la Siria, el Asia y la Grecia; durante tu ausencia te nombraran cénsul por segunda vez; ter- miuariz una guerra muy importante; destruirds 4 Numancia. Mas después de subir triunfante al Capito- lio, encontrards 4 laRepablica muy agitada por las maquinaciones de mi nieto. En esta ccasién, oh Africano, tu prudencia, genio y eievado carécter habran de iluminar y sostener 4 tu patria. Pero veo en esta época abrirse dos caminos al destino. Cuando se hayan realizado, después de tu nacimiento, ocho veces siete revoluciones del sol ( 1) y estos niimeros, perfectos los dos aunque por razo- nes diferentes, por su concurso y natural encuentro, (1) Scipién Emiliano muri 4 los cincuenta y seis afios. Considerébase el nimero 8 perfecto como nt- mero par; el siete, 4 causa de una virtud sobrenatural y mistica que se le atribuia. TOMO VI. i 162 MARCO TULIO CICERON. hayan completado para ti una suma fatal, la Rept- blica entera se volvera hacia ti invocando tu nombre; sobre ti se fijaran las miradas del Senado, los varones honrados, los aliados y los Latinos; en ti solamente descansara la salud de Roma, y nombrado dictador, regeneraras la Reptblica si puedes escapar 4 las im- pias manos de tus parientes (1).—Al oir esto, lanz6 Lelio una exclamacién, todos los demas gimieron, y Scipién dijo sonriendo dulcemente:—No me desper- téis, os lo ruego; no disipéis mi visidn; escuchad el resto. —Mas para que aumente, ob Africano, tu cuidado en defensa de la Reptiblica, has de saber que todos aque- los que salvaron, socorrieron 6 ensancharon su pa- tria, tienen preparado de antemano su lugar en el cielo, donde gozaran eterna felicidad. Porque el Dios supremo, que rige todo el universo, nada encuentra en la tierra tan agradable 4 sus ojos como esas socie- dades de hombres congregados bajo la garantia del derecho, 4 las que se da c} nombre de ciudades. Del cielo descienden los que rigen y conservan las na- ciones, y al cielo vuelven.— Al oir estas palabras, no obstante el estremeci- miento que experimentaba, mas por la traicidn de los mios que por el miedo 4 la muerte, le pregunté si vi- vian todavia él, mi padre Paulo y todos los que con- (1) Créese que Scipién fué envenenado por su es- posa, hermana de Tiberio Graco. DE LA REPUBLICA. 168 siderabamos como extinguidos.—La vida verdadera, me contest6, comienza cuando se rompen los lazos del cuerpo que nos mantiene en cautiverio: lo que ti llamas vida es, en verdad, muerte, gNo ves 4 tu padre Paulo que se acerca & ti? — Lo vi y corrieron mis 14- grimas; mas él, abrazindome y besindome, me pro- hibié Horar. Cuando pude sofocar mis sollozos, le pregunté: — Oh padre excelente y santo, puesto que la vida es esta, como me dice el Africano, gpor qué he de permanecer mas tiempo sobre la tierra?| spor qué no me apresuro 4 venir con vosotros?— No puede ser, me contesté, Mientras Dios, de quien es templo todo esto que ves, no te haya libertado de la prisién corporal, no puedes penetrar en estas moradas. Los hombres han nacido para guardar ese globo que ves colocado en medio de este templo y que se lama tierra; han recibido su espiritu sacado de esas llamas eternas que Iamais estrellas y astros, y que formando globos y esferas, animadas por inteligencias divinas, realizan con ve- locidad admirable su circular carrera, Por esta razon, ti, Publio, y todos los varones religiosos, debéis man- tener el alma en los lazos del cuerpo; nadie, sin el mandato del que la dié, debe abandonar esa vida mortal, y al huir de ella, parece que abandondis el puesto que Dios os sefialé. Mas bien, Scipién, como tu abuelo que nos oye, como yo que te engendré, pro- cura vivir en la justicia y la piedad, piensa en el cul~ to que debes 4 tus padres y parientes y que principal~ 164 : MARCO TULIO CICERO. mente debes 4 la patria: esa vida es el camino que to Conducira al cielo y 4 la sociedad de aquellos que vi- vieron y que ahora, libres del cuerpo, habitan el pa- Taje que ves.— Y me mostraba ese circulo que brilla con resplan- deciente blancura, y que llaméis, con nombre toma- do de los Griegos, via lactea, y desde el cual contem- plaba el universo, viéndolo lleno de esplendores y maravillas. Estrellas invisibles desde aqui, se presen- taron 4 mi vista, y aparecid ante mis ojos la magni- tud de los cuerpos celestes que ni siquiera sospecha - mos. El mas pequefio dé todos estos cuerpos, situado en los altimos confines del cielo, siendo el mas cerca- no de la tierra, briliaba con luz ajena. El volumen de Jas estrellas era muy superior a) de nuestro globo. La misma tierra me parecié tan pequefia, que me aver- gonzé nuestro imperio que ocupa un punto de ella. Cuando me encontraba abdsorto en esta contempla- cidén, me dijo el Africano:—jHasta cuando estaré tu mente fija en la tierra? jNo consideras 4 qué templo has venido? {No ves el universo entero encerrado en nueve circulos, 6 mejor ain, las nueve esferas que se tocan? La primera y mds elevada, que abraza todas Jas dems, es el cielo mismo, es el Dios supremo que todo lo dirige y contiene. En el cielo estan fijos todos los astros que arrastva cternamente en su movimien- to. Mas abajo se agitan sicte globos en movimiento contrario al del cielu: 4 uno de éstos se une la esirella que en Ja tierra se Nama Saturno; més arriba brilla el DE LA REPUBLICA. 165 astro propicio al género humano, al que damos ¢l nombre de Jupiter; después esta Marte, de ensangrer- tada luz, temible para Ja tierra; havia la regi6n media, el Sol, moderador de los astros, alma del mundo, regu- lador de los tiempos, y cuyo globo, prodigiosamente grande, todo lo llena y abrillanta con su luz. Siguenle como satélites Venus y Mercurio, 7 en el circulo in- ferior vese la Luna inflamada con los rayos dei Sol. Debajo de ésta, ya nose encuentra otra cosa que lo mortal y caduco, exceptuando las almas concedidas al género humano por divino beneficio. Cuanto se ve por encima de la Luna, es eterno. El noveno globo esel dela Tierra, colocado en el centro del mundo y el inds alejado del cielo: éste permanece inmévil y todos los cuerpos se dirigen 4 1 por su propio peso.— Cuando recobré elimperio sobre mi mismo, des- pués del estupor de la admiracién.—jQué sonido es ese, pregunté, que tan poderoso y suave llega hasta mi?—Esa armonia, me contesto, formada por interva- los desiguales, pero proporcionados con extraordina- ria perfeccién, resulta del impulso y movimiento de las esferas, que confundiendo los sonidos graves y agudos en acorde comin, hace de e: s Sonos varia~ dos melodioso concierto: esos grandes :novimientos no pueden realizarse en silencio, y la Naturaleza ha querido que en un extremo de la escala arménica re- suenen los sonidos graves y en el otro los agudos (1). (1) Cicerén, segan cl sistema de Litigoras, com- 166 MARCO TULIO CICERON. Asi, pues, las esferas mds altas, las del firmamento estrellado, cuya carrera es mas rapida, lanzan agu- do y penetrante sonido; mientras del globe infe- rior de la Luna solamente brota nota grave y opaca. En cuanto 4 la Tierra, permanece inmévil en medio del mundo, invariablemente fija en este profundo abismo. Los ocho globos intermedios, entre los cuales Mercurio y Venus tienen igual velocidad, producen Siete tonos distintos y separados, siendo este namero el nudo de casi todas las cosas. Los hombres que han sabido imitar esta armonia con Jos sonidos de la lira y las modulaciones de la voz, se han abierto camino hacia estas regiones cclestiales, su antigua patria, asi como también todos aquellos que emplearon sus para aqui los movimientos de Jos planetas y el orden de las estrellas fijas 4 las vibraciones 6 conmociones de las ocho cuerdas que componen el] antiguo instru- mento llamado oclacordio, formado por dos tetracordios separados 6 por ocho cuerdas en conjunto, que, en el genero diafénico, producian los ocho sonidos de nues- tra misica: de manera que la Luna, el mas bajo de Jos planetas, responde 4 mi, el mas grave de los ocho so- z:idos; Mercurio 4 fa; Venus 4 sol; e] Sol a /a; Marte as7; Jupiter 4 do; Saturno 4 re; y el circulo de las estrellas, que es el mas elevado de todos, & mz, el sonido mas agudo, formando la octava con el mas grave. Como se ve, estos ocho sonidos se encuentran separados por ocho intervalos segin ciertas proporciones; de manera que de mé 4 fa se encuentra Ja distancia de un semitono, de mé 4 sol, la de un tono menor; de mé & la, la de una cuarta; de mé 4 st, lade una quinta; de mi 4 do, la de una sexta menor; y de mi 4 re la de una s¢ptima menor, las cuales con la octava forman siete acordes. DE LA REPUBLICA. 167 elevados ingenios, durmnte su vida mortal, en estu- diar las ciencias divinas. Mas el oido del hombre, lleno de esta armonia, ya no la oye, no existiendo en vosotros sentido mas torpe. Asi es que, junto al Nilo, alli donde se precipita desde altisimas montahias for- mando las llamadas cataratas, pueblos enteros ensor- decidos por el terrible fragor, han perdido la facultad de oir. La armonia del mundo entero producida por e] movimiento es tal, que el oido del hombre no puede soportarla, de la misma manera que los ojos no pue- den resistir los rayos del sol, cuyos resplandores des- lumbran y ciegan. — Admirando todas estas maravi- llas, miraba con frecuencia 4 la tierra. El Africano me dijo entonces:—Veo que contemplas la patria y morada de Jos hombres; pero si la tierra te parece pequena, como lo es en efecto, levanta los ojos hacia Jas regiones celestes; desprécia las cosas hu- manas. /Qué fama, qué gloria digna de tus deseos puedes adquirir entre los hombres? Ya ves cudn po- cas y estrechas comarcas ocupan en el-globo terres- tre, y qué vastas soledades separan esas raras man- chas que forman los puntos habitados. Dispersos los hombres sobre la tierra, estan de tal manera aislados unos de otros, que no es posible comunicacién entre los diferentes pueblos. Vesles diseminados por todos los puntos de esa esfera, 4 distancias inmensas, en latitudes tan diferentes que no es posible esperar de ellos Ja menor gloria. Contemplas también las diferentes zonas que pare- 168 MARCO TULIO CICERON. cer envolver y cefiir la tierra: las dos. mas distantes entre si, y que por una y otra parte descansan en los polos del cielo, las ves cubiertas de hielo; y la mayor de todas, la que ocupa el centro, est’ abrasada por los ardores del sol. Dos solamente son habitables; la austral, cuyos pueblos son vuestros antipodas, raza extrafa 41a vuestra; y aquella en que sopla el aqui- Jén, dela que tan pequefia parte ocupdis vosotros. Toda esa region que habitdis, estrecha en los extre- mos, mas ancha en el centro, forma isla pequefia por el mar que lamiis Atléntico, mar Grande, Océano, y & pesar de esos pomposos nombres, ya ves cudn pe- quefio es. Mas en medio de esas mismas tierras que los hombres conocen y habitan, qtu nombre 6 el de alguno de nosotros pudo extenderse alguna vez mas alla del Caucaso, 6 atravesar la corriente del Ganges? En los extremos del Oriente y del Occidente, en los ultimos confines del Septentrién y del Mediodia, iquién oiré jamas pronunciar tu nombre? Resta las comarcas donde tu gloria no penetrara jamas, y con- sidera en qué espacio tan pequciio quiere extender- se Los mismos que hablan de ti, jhablarén mucho tiempo? Aunque las razas futuras, conociendo por sus ante- cesores la fama de nuestros nombres, los trasmitiesen con extraordinario celo, las inundaciones é incendios que, en épocas determinadas é inmutables, cambian Ja faz de la tierra, impedirian 4 nuestra gloria ser, no diré eterna, pero ni siquiera duradera. ;Y qué importa DE TA REPUBLICA. leo ademas que te celebren las edades venideras, cuando no te celebraron en tiempos pasados varones no me- DOS DUMerosos y seguramente mejores? Cierto.es también que entre los mismos que pueden oir tu nombre, no hay ninguno cuya memoria abar- que los recuerdos de un afio entero. Los hombres mi- den vulgarmente el aio por Ja revolucién del ciclo, os decir, de un solo astro; pero cuando todos los as- tros hayan vuelto 4 su punto de partida, y reproduz- can, después de largo periodo, la disposicién de to- das las partes del ciclo, entonces se habré cumplido verdaderamente un aiio del mundo; y apenas me atrevo 4 decir cudntos siglos de los hombres encierra un ahio de éstos. El sol desaparecié en otro tiempo de la vista de los mortales y parecié que se extinguia, cuando el alma de Rémulo penetré en estos templos: pues bien, cuando el sol se oscurezca otra vez en el mismo punto del cielo y en iguales circunstancias, encontrandose todos los planetas y todas las estrellas en la misma posicién que entonces, se habraé cumpli- do un afio; pero ten presente que todavia no ha tras~ currido la vigésima parte de este ano (1). (1) Este grande aiio contiene quince mil afios vul- gares, segin el célculo de los astrénomos, de que da cuenta Macrobio. Desde Ja muerte de Rémulo hasta la época del suefio de Scipién, habian trascurrido 73 aos; por consiguiente, no habia corrido aan la vigésima parte del afio del mundo. Platén dice cn el Timeo: «Los otros globos, sus nombres, sus elemen- tos, conocidos son de algunos mortales; pero la ma- 170 MARCO TULIO CICERON. Asi, pues, si pierdes Ja esperanza de venir 4 esta morada en la que se encuentran los bienes de las grandes almas, jpara qué te scrvira esa gloria huma- ma que apenas puede durar algunos dias de un solo afio? Mas si quieres levantar tus ojos y fijarlos en tu morada natural y cterna patria, no pares mientes en los discursos del] vulgo; eleva tus deseos sobre las re- compensas humanas, que la virtud te muestre el ca- mino de la verdadera gloria, y que sus encantos te atraigan. Otros cuidaran de lo que hayan de decir de ti; hablaradn, sin duda, pero la fama mas grande per- manece encerrada en los estrechos limites de ese vuestro mundo que tienes 4 la vista; no tiene el don de la inmortalidad, perece con los hombres y se ex- tingue en el olvido de la posteridad.— Cuando hubo hablado de esta manera:—Oh, Africa- no, le dije, si es cierto que los servicios prestados 4 la patria nos abren las puertas del cielo, yo que desde la infancia he seguido tus huellas y las de mi padre, y que no he mancillado vuestra gloria, quicro hoy duplicar mis esfuerzos en vista de tan esplendente recompensa.—Ten valor, me contestdé, y recuerda que yor parte no suponen que el tiempo se mide también por la carrera de Jos astros, cuyo numero y maravi- llas no conoceremos jamais. Solamente han podido conocer que la sucesidn completa de las edades vol- vera 4 traer el gran aho periddico, cuando todas las esferas, después de las innumerables combinaciones de su doble movimiento, por la fuerza del espiritu divino hayan vuelto al punto donde comenzé su errante carrera.» DE LA REPUBLICA. Vi si tu cuerpo ha de perecer, ti no eres mortal; ti no eres lo que representa esa forma corpdrea; lo que hace al hombre es el alma y no esa figura que puede sefalarse con el dedo. Ten presente que eres dios, porque dios ese] que sientc, recuerda, prevé, gobier- nay rige el cuerpo 4 que estamos unidos, como el Dios supremo gobierna el mundo: asi como el Dios eterno mueve e] mundo en parte corruptible, el alma inmortal mueve el cuerpo perecedero. Lo que se mueve siempre es eterno (1): lo que ro comunica movimiento hasta después de recibirlo, en cuanto cesa de moverse debe cesar necesariamente de vivir. El sér que se mueve por si mismo es, por consiguiente, el fnico que no cesa jamas de moverse, puesto que nunca se abandona. Ademas, es para to- dos los otros seres fuente y principio de movimiento. El principio no tiene origen, puesto que del principio procede todo, y él mismo no puede proceder de nin- gun otro, porque si procediese no seria principio: si no tiene origen, no puede tener fin; sise destruyese un principio, no podria reproducirlo otro, ni tampoco podria hacer brotar de si mismo otro principio, por- que es necesario que el principio sca anterior 4 todo lo que es producido. Asi, pues, el principio del movi- miento se encuentra en el sér que se mueve por si _ mismo; ahora bien, este sér no puede tener principio (1) Esta demostracidn de la inmortalidad dei alma esta litcralmente reproducida en las Tuseulanas. Cice ron la traduce del edo de Platén. 172 MARCO TUI{0 CICERGN. ni fin; no siendo asi, se derrumbaria el cielo, y la na- turaleza entera quedaria inmévil, sin que fuerza al- guna pudiera imprimirle el primitivo impulso. Demostrado que el sér que se mueve por si mismo es eterno, jquién podré negar que esta es la natura- leza propia de nuestra alma? El sér que recibe el im- pulso del exterior es inanimado; pero el sér animado se mueve por su propia virtud y por un principio in- terior que pertenece esencialmente al alma. Si pues entre todos los seres el alma sola tiene en si misma el principio de su movimiento, es evidente que no ha tenido origen y que es eterna. Ociipala, pues, en las cosas mas elevadas, y ninguna lo es tanto como velar por el bien de la patria. El alma, accstumbrada 4 este ejercicio, remonta con mayor facilidad hacia su morada celeste, y subiraé con tanta mayor rapidez, cuanto que estaré acostumbrada desde la prisidn del cuerpo 4 elevarse y contemplar las cosas sublimes, @ desprenderse de los lazos terrestres. Las almas de aquellos que se entregaron 4 los placeres de los sen- tidos se hicieron esclavas de él, y arrastradas por las pasiones, violaron todas las leyes divinas y humanas, cuando se separan del cuerpo vagan errantes alrede- dor de la tierra, y no vicnen 4 estas mansiones hasta después de muchos siglos da expiacién.—Dicho esto, desaparecidé, y yo desperté. FRAGMENTOS CUYA COLOCACION ES INCIERTA. I. Aunque el estado mas apetecible es el de conservar siempre la fortuna mas florecicnte, sin embargo, esta felicidad constante no se apreciz tan bien como cuando se pasa 4 mejor estado después de experimen- tar grandes infortunios.—(Amiano Marcelino, xv.) a. Ciudad no es otra cosa que concordia de multitud de hombres.—(San Agustin, De Civit. Dei, 1.) ill. Cicerén Nama en sus Didlogos 4 los Africanos in- fractores de tratadus.—(Interpres Cruquianus, 4d Ho ratium, od. 1V.) Iv. Dificil es, oh Fanio, alabar 4 un nifio; porque no es & él 4 quien debe alabarse, sino al porvenir que pro- mete.—(Servio, Ad Zin., u.) 4 MARCO TULIO CICERON. Vv. ' Cicer6n dice: «La interpelacién de Filo nos obliga 4 reproducirlo todo desde la primera paiabra (a calce). Los antiguos llamaban calcem 410 que nosotros lia- mamos cretam, limites en el circo.—(Séneca, Zp. 108.) VI. Cita después varios versos de Ennio, y en primer lugar los dos siguientes sobre Scipién ¢! Africano. «Scipién, 4 quien ningin amigo ni enemigo pudo devolver jamas todo el bien 6 el mal que habia reci- bido.»—Séneca, ibid.) VII. Ea los libros De la Repiblica se encuentra este epi- grama: «Si es licito 4d un morial penetrar en la mo- rada de Ins Dioses, para mi s6lo se abre de par en par la puerta.»—(Idem, ibid.)

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