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238 UNA OJEADA RETROSPECTIVA rt tercera pregunta gue puede plantearse en sclacién con el aT ne et EB pe Ba qué colocd la cultura norteamericana al Andzew Jackson simb6lico como prototipo a cmular? Mas allé de fas influencias intelectuales que hasta qui he mencionado, hubo otra més, muy importante, entonces y ahora: Ideslegy and Utopia (Londres, 1936), de Karl Mannheim. :Qué clase de sociedad xa aguella que celebraba los valoses que se encuentran al examinar ef simbolo Andrew Jackson? ;Qué funcién desempeiié el simbolo? O, en términos de Manheim, zcudl Fue la sociologia de la pauta de valores ides. les de la cultura democrdtica norteamericana de principios del siglo xix? Originalmente yo habia iacluido un tiltimo capftulo iatitulado “{Simbolo de Qué?”, que efa un intento de responder a tales preguntas. Lo guité por dos razones: una estética, la otra préctica. La razén estética fue, simple mente, que tesponder a esas preguntas era tanto como comenzar otto libro, Tal como est ste, me parece qpe tiene deste uunidad y —sean cules fueren mis dudas— una integcidad que s6lo podsfan comprometer las, nuevas preguntas, La ra26n practica fue mi ignorancia. Por entonces 20 sa bia yo bastinte para contestar 2 Ia pregunta que reconocts como impor tante, quizds decisiva. Lu sespuesta a esa pregunta tuvo que quedar para otro libro, que atin esté en elaboracién. i De cémo el reino del gran Makoko y ciettas campanas sin badajo se volvieron temas de investigacién JAN Vansinca Jan VANSINA naci6 el 4 de septiembre de 1929, en Amberes, Bélgica. Estudi6 historia y derecho en la Universidad de Lovaina, donde obtuvo su licenciatura en 1951 y su doctorado en 1957. En el University Col- lege, de Londres, pasé el examen calificador del grado de Ph. D. en antropologia, en 1952, De 1957 a 1959, y en 1966-1967 fue profesor hhuésped en Ia universidad de Lovaniam, en Kinshasa, en el Congo. De 1932 a 1960 fue funcionasio investigador y luego director del Institut pour Ja Recherche Scientifique en Afrique Centrale (1msac). Desde 1960 es profesor de historia y antropologfa en la univérsidad de Wiscon: sin, Madison, ‘También ha sido profesor huésped en Ia universided de Lovina (1968-1969) en Ja Nosthwestem University (1962196) Entzc las muchas organizacioues piufesiouales 2 las que pertenece’ se cucntan la Asociacién Historica Americana, la Asociacién ‘de Estudios Africanos, Ia Academia Real de Ciencias de Ultcamar (Bélgica) y el Instituto “Afsicaao Internacional. Vansina gané un premio de investi- gaciéa del Consejo de Investigacién de las Ciencias Sociales en 1963, y el Premio Herskovits de la Asociacin de Estudios Afticanos, en 1967 Recibié, ademés, el Premio Quinquenal de Historia, de Bélgica, en 1967, pata el petiodo 1961-1966, y una Guggenheim Fellowship, en 1969- 1970. Entre sus numerosas publicaciones se incluyen De la Tradition Oval: Esai de Methode Historigue (Tervuren, 1961, traducido al inglés (Chicago, 1965] y al espaiiol [Barcelona, 1966}; L’Evolnaion du Ro- Janine Ruvanda des Origines & 1900 (Tervuren, 1962); De Geschiedenis tan de Kuba van ongeveer 1500 tot 1904 (Historia de los Kuba, Ter- vyuten, 1963); Kingdoms of the Savanna (Madison, 196, Premio Herskovits); Introduction 2 PBthnogeaphie du Congo (Kinshasa, 1966); y atticulos de tan yasta difusién como."A Comparison of African King doms", Africa (Londres), XXXII, 4 (1962); “Longdistance Trade Routes in Central Aftica”, Jounal of African History (Londres), 11, 3 (1962); "The Foundation of the Kingdom of Kasanje”, ibid, IV, 3 (1963); y “The Use of Process-Models in African History”, en J. Van- sina, R. Mauny y L. Thomas, eds., The Historian in Tropical Africa (Londres, 1964), EN UN expediente que tengo a mano sobre mi mesa de trabajo se halla una pila de documentos accrea de los Tio, poblacién de s6lo unos miles, que 0 240 EI. REINO DEL GRAN MAKOKO. viven al norte de Brazzaville, en la Reptiblica del Congo, en el Africa Ecuctorial. Tal documentacién consiste en una serie de libros de notas Nenos de observaciones, principalmente de naturaleza antcopoldgica, efec tuadas durante una temporada de trabajo de campo efectuado allé en 1963- 1964. La mayor pacte de las observaciones trata de cémo eta Ja vida en 1963, pero algunas pretenden decit cSmo cta Ia vida durante ef fin del siglo anterior y un poco antes. Casi no hay datos precisos en este material —supuestamente hist6rico— porque en aquella parte del mundo la gente puede recordar cémo vivia, pero no cecuerda las fechas. Ademés, los expe. dientes contienen unas cuantas copias de manuscritos, a partit de 1886, que cesan a partir de 1886, con alguna pieza ocasional de las décadas de 1930 y 1940, Hay también una cajita con tarjetas en las que se han registrado ‘unas palabras para los diferentes lenguajes dentro del pais de los Tio y sus alrededozes, junto con unas listas de caracteristicas culturales, simileres y diferentes 2 las de los Tio, A pattic de esto, y con Ia ayuda de los relatos publicados acerca de los ‘Tio desde 1880 —y que son escastsimos— se supone que se desarrollara un libro acerca de la vida de los Tio, alrededor de 1880, y una historia de su reino desde sus principios. Y este reino es antiguo, pues en 1491 ya se le conocis en Europa como el reino del gran Makoko. Hasta ahora, el titulo del libro es The Lion's Court (La Corte del Leén) Y algunos datos de toda esa masa han sido resumitlos en forma impre- sionista. Sera necesario cotejar el resumen con los datos originales 7 me- jorarlo hasta el punto en que realmente contenga todos los datos pero de manera més ordenada. Bl formato escogido 0, si et lector lo pretiere, el modelo implicito, es el de todos Jos estudios etnogrificos: ecologia, eo- nomia, estructura social y politica, religién —una rica veta— y artes. Este ejercicio debe refrescar mi memoria de tal cultura. Luego, deberd ser po- sible disponer estos materiales de tal modo que pueda escribirse el libro. Para complicar més atin las cosas, en cada punto de este primer ordena- miento de los datos deben establecerse cuidadosas distinciones entre lo que se aplica a 1963 y Jo que se aplica a un periodo anterior, digamos alre- dedor de 1900. ¥ todos los datos aplicables a tiempos anteriores deberdin rotularse por separado. Entonces, ya se podra escribir el libro. Su objetivo principal no es sélo presentar un cuadro esencial de fa cultura Tio allé por 1880, en visperas de Ia legada del propio Brazza (primer francés que penetsd en la segién), sino abordar, asimismo, [a cuestién de lo cue se ‘conoce por “presente etnogrifico”, presente que todos —o casi todos— los antropélogos han usado, pero que debe ser anatema para los historiadores, ya que no se Ie puede fijar exactamente en un dia, en un momento par ticular de la historia, ¢Cudl serd la solucién de este problema? AGn lo aera EL REINO DEL GRAN MAKOKO 2a ignoro. Sélo puedo plantear el problema claramente, con el conocimiento de que tengo en las manos los datos necesarios. Ahora mismo estoy tratando de impedic que el polvo se acumule sobre cl expediente, y me siento culpable de llevar, ya en este punto, un afio de retraso. Y no estoy haciendo nada al respecto, aunque més adelante, en este mismo verano, volveré a abrir Ja cantera, En este momento, tengo que escribir unos articulos para ciestas historias generales del Africa, asi como este ensayo. Y eso no es todo. Sobre la mesa se halla un grupo més pequefio de notas, mecanografiadas en tarjetas. Tratan de campanas. Para ser preciso, tratan de las campanas de hierto, sencillas y dobles, robla- das, sin badajo, de ciesta forma, que se encuentran en el Africa Occidental y Eeuatorial. Todas las notas con que estoy trabajando provienen de referen- cias publicadas, y ef objetivo del ejercicio es descubrir dénde se originaron estas campanas y cmo se difundieron por una comarca tan extensa del Continente. Por qué campanas y no cuentas © peinados? Bueno, sucede que estos artefactos pueden ensefiarnos algo acerca de la difusién de cierto vistuosismo en el trabajo del hierro, y también estin ssociados a las estruc- turas politicas, La difusién de las campanas no s6lo nos dice algo de las voncaioncs entre culturas, sino de los vinculos entre organisaciones polt ticas en distintas partes del Africa. Fxtrafio? Quizés, pero razonable. 'Y, desde Ivego, aliora es verano y no hay clases. De otra manera, Ia mayor parte del tiempo se pasarfa en conferencias, en prepararlas, en ir a reuniones, aconsejar estudiantes y pasticipar en los chismes un tanto polvo- rientos y sus inseparables indignaciones, que florecen en todos los jardines de Academo. La tinica regla que todos conocemos acerca de la investige- cién —aun si no la mencionamos muy a menudo— es que, en su mayor patte, viene con el verano, durante las vacaciones, 0 con tiempo extra, eCémo se model6 esta investigaci6n? ¢Cmo se encontré su autor en Ja posicién en que hoy est4? Tal es el objeto de este relato, y todo comienza con mi propia preparacién. A fines de los cuarentas era yo un estudiante de historia medieval en la universidad de Lovaina. El punto culminante de Ia ensefianza recibida fue el seminatio, ditigido entonces por el hoy falle- cido profesor De Meyer. Fue, en realidad, un seminario muy similar en su método al célebre modelo alemén de fines del siglo xsx. El maestro de nuestro maestro habia estado a los pies de Bernheim,* y habia importado €l seminatio, Este me gustaba, pues nos producia Ia confortable impresién de que lo catacterfstico de la historia era su método, y porque cuanto mas se aprendia acerca del método, més I6gico y completo parecia ser éste. La tarea de Iz historia era descubric lo que habia pasado (wie es gewesen war) y, con una aplicacién apropiada de la critica, esto podia lograrse. Ahora Emest Bernheim, profesor de historia en Greifswald, autor de varias obras tradu- das 2. diversor idiomas. [7.2 par EL REINO DEL GRAN MAKOKO bien, ciestamente haba mucho positivismo en este enfoque; pero, por otra parte, no pretendia ser enteramente objetivo. El ejemplo de Ia obm de Seignobos, donde Ia mera disposicién de los documentos ya repteseataba una evaluacién subjetiva, parecia mirarnos desde los estantes de una de las paredes del seminario. También aprendimos —sin percatarnos apenas— cémo aplicar un poco de psicologia prctica a nuestras fuentes de infor. macién, pues oculta tras a légica del método yacen una apreciacién de los motivos y las metas, asi como ciertas deformaciones inconscientes. Aun asi, la historia catecta de todo objetivo especial que no fuera Ia reconstruc. cién del pasado, de cualquier parte de éste que atrajera a cada practicante, Bernheim, Feder y Bauer* ejercieron sobre mi la mayor influencia en aquellos tiempos? Por otra parte, a causa de ciertas influencias externas, también «estaba yo interesado en los modos de vida europeos y de otros continentes. Esto me Ilevé a Londres, y de allf al Africa. En el University College de Lon- dres estndié antropologia social ducante un afio (1951-1952) y cai bajo Ja influencia del profesor D. Forde y de In Dra. Macy Douglas. Umi vez mis, la antropologia me atrajo porque parecia ser muy ldgica. Pattia de nachos casos distinios y luegu mostiaba cémo operaban los principios ocul- tos tras la diversidad de todos ellos. Estas generalizaciones eran las “expli- caciones” de Ia ciencia social. Iuminaban porque unfan précticas de dife- rentes campos en una sola cultura o en pricticas de una misma natucaleza ‘en diferentes culturas. ¥ con mi preparaciGn anterior, también tomé estas sgeneralizaciones como “reales” en un sentido positivista. Fue alli donde descubri a Radcliffe-Brown, a Malinowski y a Lévi-Stravss.? La antropologia hist6rica’parecia muy embrollada, Me habia gustedo la Anthropology de Kroeber? pero no parecia “explicat” nada. Y otro punto me fue penosamente obvio, Los antropélogos trabajaban con un marco conceptual sinceénico. Poner 1a historia en el papel era algo que hacia al antropdlogo escribir “jHistoria!” en el margen, en tono acusador, y con tinta roja. Y es que 1a historia era diacrénica y no capacitaba a nedie © Alfred Feder: excitor lelga, profesor de eritica y metodotogia en ta Universidad de Valkenburg. W. Bauer: historiador alemin, autor de una introduccién a Ta Wisteria ‘que gous de cierta fama durante Ja década de tos treiatas, (T.) ; TE Becoheim, Lebrbach der Bistorchen Metbode snd der Geschchtiphiosophie (Leipzig, 1908); WW. Bruce, Binftbrung in des Strdium der Geschichte (Tabiogs, 1928); Aedes, Lebronch der gercicbilichen Metbodih, Ratisbona, 1924) 1s Weave Ac Re Radcllie Brown, Siracture and Pancton 10 Primitive Society (Lan dues, 1962)2 ©. LéviStrauss, Lev Sirnctarr obementares de le parensé (Pasls, 129); ¥ fe cayoria de las obras de Malinowski La fofluenta de Radcliffe Brown y de Lév Sucauss se hizo cada vez mayor, hasta. que desputs de 1960 —poco mis 0 wenss— ascii pasarme del lado de los ctructuralises como Lévi-Strauss. | TA. Kroeber, Anibropelogy (Nueva York, 1948), un slmacén de informactén, pero rerriblemente embrellado po EL REINO DEL GRAN MAKOKO 25 ver la relacién entre las partes. La antropologia social, por su parte, era muy til, al mostrar esta relacién para un momento determinado del tiem- po. De aqui crecia un interés en la telacién entre el “presente etnogré- fico”, ef anilisis de un momento en el tiempo, y el estudio de la cultura a través de los tiempos: 1a historia. Sin embargo, en 1952 los métodos de Ia antropologia social no me parecian aplicables 2 los problemas his- ‘6ricos. La beca para estudiar antropologia me Ileg6 del Institut pour Ia Recher- che Scientifique en Afrique Centrale (1RsAC), que me envid al Congo en 1952 a investigar Jas esteucturas sociales y politica de los Kuba. Fn cotta parte he descrito cémo el interés en su historia oral me present6 stbita- mente un reto.* Las tradiciones orales no eran algo absolutamente nuevo paca mf, En realidad, Bernheim las habia analizado, y mi propia tesis para obtener el titulo de Maestro en Artes, sobre el valor de ciertos tipos de endecha en latin medieval, se habfa basado en unos cuantos casos de tra dicién oral, a veces conservados como probatio pernae al margen del ma- auscrito, Ahora bien, me habia Iamado la atencién que algunos textos fueran aprendidos de memoria y asi trasmitidos. Por lo tanto, se trataba a los textos de modo muy parecida a como se trataha a Ine datos escritas ‘Aunque era muy tentador compilar todos Jos datos que se pudieran des- cubsir acerca de Ia historia de los Kuba, en su mayoria orales, me encon- tré ante el grave problema de establecer un método fidedigno de evaluar- Jos. No ignoraba yo que muchos historindores aficionados alguna vez en Africa habian dependido de las tradiciones orales, pero no pude encontrar f ninguno que realmente hubiese justificado el valor que atribuia a esos datos. Durante mi periodo de trabajo de campo entre un pueblo tan consciente de su historia, me resultd claro que seria incompleto todo andlisis antro- polégico que no tomara en cuenta el cambio, Esta conciencia también me movida compilar datos orales. Primero aparecieron los nombres enco- mifisticos y Ie. poesia, después Ios relatos contados por el rey y Ia realeza, luego las tradiciones populares, por muy bumildes que fueran, acecca del origen de las familias y de secciones de clanes. A 1a postre, se reunieron tales historias de familias para las secciones de clanes en todo el reino. Cuanto més me familiaricé con 1a cultura y su lenguaje, tantos més datos hist6ricos descubri al respecto. En aquellos afios tuve ocasién de asistir a reuniones de colegas en el IRsac, y en 1954 pasé castro meses en un centro del 1RSAC. Los seminarios comunes, asi como Ja vida en comin, resultaron un gran estimulo intelec- tual. Aprendf, sobre todo, de los lingtiistas, pero debo confesar que yo ya + J, Vansina, “History in the Field", en D. G. Jongmans y P. C. W. Gutkind, eds, Anithropologivn nthe Field (Asse0, 1967). 24 EL REINO DEL GRAN MAKOKO estaba prendado de los idiomas, y més aiin de Ia lingiiistica descriptiva. La rigurosa l6gica de los lingiistas eran tan bella que, en comparacién, la antzopologia. social resultaba insipida. En 1954 Hlegé al centro un bushang, y pudimos trabajar intensivamente en una gramética del idioma, siguiendo tua modelo ofrecido por as obras del profesor Mecussen, y contando con el consejo in situ del profesor Coupez. Era una gramética pequefia ¥ mo- desta, elaborada sencillamente para registrar algunos de los lineamientos principales de un idioma del que yo habja aprendido a hablar un poco y que era, en realidad, el idioma de los documentos orales histoticos. De otros colegas’aprendi fragmentos y piezis, especialmente, quizés, del proiesor Hictnaux, que iba en camino de Megar a set uno de los mis distinguidos antropélogos fisicos de nuestra generacién. El Hlamé mi atencién sob:e la ayuda que la antropologia podia prestar a un historiador, Un proyecto de campo conjunto de tres a cuatro semanas con él me ayudé a empezar a abrir una brecha para mi educacién antropolégica, que habia incluido poca © ninguna arqueologia y antropologia fisica. Finalmente, mis colegas en sociologia rural y economia me introdujeron en las estadisticas sencillas y, Jo que fue més importante, en los problemas de sacar muestras de proce- dimientos, que mi preparacién anterior Iiabia ymitide por completo, Y todo esto se hizo no tanto en los términos de unas disciplinas abstractas, sino de visu, Nos velamos unos 2 otros trabajando en problemas particulares, y por nuestras visitas conociamos los campos y la gente de cada quifn, y discutfamos les progresos en los seminarios de ciencias sociales celeb:ados cada seis meses. Por entonces, y mas atin después, estuve en contacto con naturalistas que me ensefiazon algo acerca de ecologie y de los problemas y proced mientos de la investigacién en estos campos. Aun cuando estas influencias fueron difusas, he aprendido, no obstante, prestar atenci6n a la geogra- fia fisica y al microclima, y a hacer preguntas acerca de las interreladones del hombre y 1a naturaleza. En el caso de los Tio, donde la desnutrici6a, la baja densidad de poblacién y la escasez de agua son factores de impor- tancia, este difuso conocimiento me ha sido vtilisime. Lo que saqué de aquella experiencia fue que en las ciencias naturales el progreso no adopts la forma de establecer firmes “Leyes” absolutas, sino que hemos de enfren- tarnos a la misma clase de aproximaciones, incertidumbres ¢ indeterminis- ‘mos que ya encontramos en las ciencias sociales y, en rigor, en Jas hums- nidades. De octubre de 1954 a marzo de 1956, el servicio militar me impidié hacer alguna investigacién, pero aun as{ me las arreglé para empezar @ escribir ef borrador de un estudio sobre las tradiciones de los Kubs. 2 bo- rrador inclufa todas las tradiciones, y un andlisis de las diferentes versiones de cada tradici6n, En 1956 se present6 1a oportunidad de volver a los Kuba I. REINO DEL GRAN MAKOKO 25 ppara una permanencia de tres meses, y de colmar las lagunas de mi estudio. Al mismo tiempo, estabz abordando los problemas tedricos concernientes a las versiones, la interdependencia de las tradiciones, etcétera. Finalmente, decid buscar un Ph. D. en historia, y no en antropologia, y establect los rimeros contactos. A mi regreso a Europa en el verano de 1956, empecé a pasar al papel mais investigaciones. Pero antes reli a los escritores alemanes clisicos en materia de métodos; luego compilé datos comparativos de las tcadiciones orales del Africa y otras regiones del mundo, La investigaciéa bibliogtéfica debia sex sistemdtica, y en retrospectiva me asombra hoy ver cuinto se reconstruy6. En rigor, se omitieron algunas fuentes considerables. La teoria ‘musulmana acerca de Ie cadena de la tradicién 0 isnad es un ejemplo im- portante. Resulté ser idéatica a la mia (vive la logique). En la literatura africana, me evadieron obras como Jas de Callet y Guillain.* En general, se apilaron muchos materiales; los datos de los Kuba fueron cotejados con ellos, y se invent6 un método para tratar las tradiciones orales. Aciso no fuera muy original, pues el método hist6rico ya existia; pezo yo estaba con- vencido de su légica, y si se podta aplicar a los datos escritos, también debfa aplicarse a los datos orales. ¥ asf fue. Tos tinieas rasgos especiales fueron la cadena de la tradicién (no un testigo y muchos copistas, sino muchos testigos. ..) y el cardcter verbal de la propia tradici6n, que puede tener un contenido y no un texto. Sin embatgo, poner por escrito este material result6 algo mucho més dificil. Aquf, uno de mis profesores, el Dr. De Smet, constituy6 Ja piedra de toque para Ia experimentacién, Re- chaz6 ciettos lineamientos propuestos porque seguian la teoria bastante bien, pero realmente no convenian a los datos que se analizaban, En otros formatos, introduje separaciones donde en realidad no debia haberlas, y cn general parecia que habria que escribir acerca de todo a la vez, y que cualquier modo de abocdar el tema para presentar las cuestiones paso a paso tesultaba sumamente artificial. Un formato pareci6, Finalmente, un poco inenos ofensivo que los demds. ¥ fue adoptado, La teoria general asé a ser la primera parte: cien paginas bien cumplidas de 1a tesis. as siguientes 600 0 700 paginas que trataban de Ia historia de los Ku se escribieron en menos tiempo que la primera parte. El plan fue sencillo: presentaci6n de la cultura, presentacin de las tradiciones étnicas, una tras ‘otra, presentacién de la historia de la aldes y del lan, y un estudio del origen de los Kuba. Después, Ia historia del ieino, rey tras rey, precedida © P. Callet sepisteé les tradiciones reales de los merina de Madagcscar y las publicé ex cinco volimenes intitulados Tentarar’ny Andriana (Tenanerive, 1873-1902). Ch Guillain, en Documents sur Ubictoire, la géograpbie ot le commerce de la pariie acciden tale de Maiagarcar (1845), evalv6 especiticamente ol valor bistérico que padferan tenet las tradiciones orales, Bstoy agradecido al Dr. R. K, Kent por haber llamado mi aten- cin hacia estos dos ejemplos de omisis 6 EL, REINO DEL GRAN MAKOKO por un anilisis de la cronologia, Los resultados positivos se expusieron en. fonces en una breve secci6n final. Toda ta segunda paste foe publicda después en flamenco, porque una traduccién se habia atascado en el tedio de las variantes y diversas versiones.* Si el trabajo se hubiese realizado ahota y no entonces, yo babria subrayado mas el hecho de que silo era tun registro de tradiciones, pues el paso del tiempo, junto con la edicién de mis datos lingiisticos y etnogrdficos, ha mostzado que, especialmente fen 105 origenes, el papel de ciertos grupos fue mayor del que se habia supuesto. ‘Durante este mismo periodo, segui —como oyente— varios cursos en lenguas y lingiitstica africanas a fin de poder entender de qué hableban los lingiistas, aunque no fuese yo uno de ellos. Era importante para los antropélogos aprender tanto como les fuera posible del idioma de las cul turas que estuviesen estudiando. Obviamente, era un pecado moztal que un historiador no conociese Ja cultura de la que exctibia, Por lo tanto, tamsién G1 debia conocer un poco de lingiistica; y también fue éste el parece: de Jos historiadores (buenos medievalistas) que se sentaron a juzgar al can. didato a un Pb. D: sondearon la competencia del candidato en Ja lengua local, se informaron sobre ai habia vivido con el pueblo en cuestién, sobre Jo que habfa. hecho y cudnto entendia de su cultuee, Es une perograllada decir que quienes escriben historia deben conocer al pueblo acerca del que tscriben. ¥ sin embargo, por perogrullada que sea, en muchos de los ac- tutles escritos sobre la historia del Africa, sus autores desatienden esta regla. En afios anteriores, hemos visto casos en que las “tradiciones orcles” de un pueblo son presentadas después de dos o tres semanas de investiga- ‘ién en el campo. Una proposicidn muy seria que yo conozco recomniznda Ja fSrmula siguiente para estudiar las tradiciones en un lenguaje descono- cido para el investigados: con una geabadota, registrense las tradiciones; luego, grébese una traduccién hecha por un intérprete que haya escuchado, 7 ilisto! Misién concluida. Piénsese en ia confusida de ideas acerca de todo testo. Este esquema y otros similares para tratar las “tradiciones oralas al vapor" no sélo son espantosos, sino que constituyen un triste comentario sobre la erudicién en general, 'Al volver a salir de Bélgica, avanzado 1957, yo habia esperado ic a vivie entre un grupo vecino de los Kuba y proceder alli con el mismo tipo de trabajo, volviendo de ver en cuando a los Kuba pare adquirir un conoci- miento més profundo de su cultura. Pero se me confié 1a administeacién del centro de Butare (Ruanda). Como mis deberes s6lo me ocupabar. uno 6 dos dias a la semana, podia pasar el resto de mi tiempo iavestigando. Y no faltaban temas de estudio, Las tradiciones hist6ricas de Burundi presen- * Geschiedenis van de Kuba, Annglon Koninblij, Musenim voor Midden Afri, Wotcnchappen van de Men, aim. 44 (Tervoren, 1963) EL REINO DEL GRAN MAKOKO 247 taban todo un desafio. Eran dispersas, carentes de profundidad nen deal En per crn sna a ol po setfa concentrarme en dos géneros principales: el cuento histbrico y una categoria de poesia histérica, El abad Kagame ya estaba haciendo compila ciones activamente en los otros géneros. No se habia fijado un limite Ja terminacién de estos proyectos; pero, tal como resultaron las cosas, todo fue interrumpido bruscamente después de casi tres alos. i ‘Alli, la situacién era casi ideal para el historiador oral. El IRSAC contaba con un equipo experimentado en la transcripcién y traduccién de idiomas, y asi para el ruanda como para el burundi (el habla de Burundi) no s6lo se disponia de excelentes gramaticas, sino de lingiistas a quienes dirigirse en caso de necesidad. Lo it6nico del caso es que yo realmente no aprendt tune a hablar ninguno de Jos dos lenguajes. Mis. deberes administeativos me impidieron instalarme entce el pueblo de las colinas, y las instalaciones no me ayudaron a adquirir gran cosa, aparte de un conocimiento filoloyia de ambos lenguajes. a Una vez ms, mucho aprend del estudio de estas tradiciones. Para Bux rund, resulté que no habia un solo especialista. Todos conocfan algo de la historia, y unos sabfan més que otros. Fein. presentaba un ‘problems bas tante intrigante al buscar un muestrario. Obviamente, jera imposible entre- vistar a tres millones de Rundi! Por [o tanto, “peiné” un buen némero de zonas piloto en busca de todo nacrador de histotis y todo adulto que cono- ciera las tradiciones. Me percaté entonces de que era esencial conocer todas las variaciones de una tradicién determinada, y que las variaciones estarian condicionadas por Ja distancia y la cercanfa de los sitios histéricos. Asi, podzia obtenerse un muestrario que garantizara Ja inclusién de todas lag variantes. .Tal como result6, el estudio pudo terminarse antes de julio de 1960, aunque después se perdieron algunos datos. Pero el andlisis de los datos y Ia redaccién de un libro sobre la tradicién oral Rundi me ocu- patia hasta 1967, Fue s6lo al poner al dia y comparar sisteméticamente Gentos de variaciones, cuando noté que en un mimisculo sincén fronterizo del pats habia algunas preciosas tradiciones orales que revelaban algo de un periodo muy anterior de Ja historia. Para aquel rinc6n no bastaba una sola ojeada; habia que emprender un examen, colina tras colina, hasta con incidir en dos regiones no Rundi, del otro lado de la frontera, Sin embargo, a jnzgar por los resultados, creo que Jas muestras fueron suficientes? Bn Ruanda se compilacon poemas dinésticos con ayuda de un Ruanda aque hizo traducciones provisionales y comentarios acerca de ellos. Estos poemas frecuentemente aludfan a hechos o personajes en particulas, y no podian comprenderse sin explicaciones del informador. Lo nico malo era cet Elimite ele on La Lends ds pasts Tradtons ores dv Bae 248 EL REINO DEL GRAN MAKOKO ‘que muchos de Jos informadores desconocfan las explicaciones. Por lo de Ja historia contemporénea—, sea porque los datos on tan hetcrogincos que se sequetiré de afios para descubrirlos todos. Considérese el caso de los Tio, en el que afios de investigacién indudablemente pudieron producir considerablemente més material del que hoy disponemos. Pero es peligroso diferir Ja publicacién demasiado tiempo, por temor de que nunca haya wna publicacién. Siempre habri més datos que compilar. Asi, la solucién con- siste en basar los estudios en diferentes tipos de indicios y dejar esto per- fectamente claro: X, tal como salié de los archivos del Foreign Office, Y¥ segiin Ia tradicién oral, etc. La investigacin ulterior podrd edificar sobee la publicaci6n anterior y, con el afladido de otras clases de datos, corregir y mejorar las interpretaciones. De esta manera, los historiadores pueden evitar no s6lo las dificultades mencionadas por Carr acerca de as masas de datos, sino también 1a solucién del propio Carr, que es simplemente sanconar el éxito, Un peligeo més reciente es la manera en que algunos historiadores usan sus datos, tan s6lo como ilustraciones paca probar un modelo, Duzante muchos afios, ésta ha sido Ia préctica de los socidlogos, y afin més ds los antropélogos. En realidad, uno de los antropélogos més respetados, 2. E. Evans Pritchard, en su estudio de los auer nos dice que “los hechos s6lo pueden set seleccionados y dispuestos a 2 Iuz de Ia teorfa”. Después de Jamentar que "se confunda la documentacién con ta ilustracién”, conc:uye: “Pero en Caso de que se diga que slo hemos desceito los hechos en relar *% Lynn White, Medieval Technology and Social Changs (Londres, 1960). HL, REINO DEL GRAN MAKOKO 259 cién con una teorla de ellos como ejemplificaciones [cussivas mfas] y hemos subordinado la descripcién al anilisis, sesponderemos que ésta es nuestra intencién.”* Se puede comprender el problema, pero no se puede estar de acuerdo. Todos los hechos son importantes, y quien escribe historia debe a sus lectores todos los hechos, de modo que ellos puedan juzgar si la teoria del historiador realmente es adecuada, pertinente y completa. Fl historiador no puede limitarse a “ilustrac” y dejar el resto en Ja oscuridad. Y,, sin embargo, esto esté convirtiéndose en costumbre, Por todo ello, nuestra primera tatea consiste en encontrar datos y expo- neclos. Debemos trabajar con gran perspectiva, y con In debida modesti Después de dos mil afios, ya no nos interesan las teorias de Lucrecio, por- que estén irremisiblemente anticuadas, pero atin leemos lo que Técito fuvo que decir acerca de los germanos,” pues ¢s0 est basado en datos, En nuestro propio trabajo, los historiadores colocamos algunos ladrillos en un edificio que quedaré completo después del paso de incontables generaciones. Fuadamentalmente, la historia de Kuba segtin sus propias tradiciones orales se oftece al préximo historiador que —acaso dentro de una generacién— Hegue a interesarse en este tema ‘Otea pregunta se sclaciona con In significacién de todo ato. ¢No hay algunos hechos y datos que son importantes, y ottos que soa triviales? Los filésofos de la historia han hablado mucho acerca de esto, para demostrar que los historiadores tienen tendencias internas, que varian de una geners- cién 2 otra, Mas recientemente, algunos han afitmado que sélo lo impor tante es digno de estudio, y resulta que lo importante es 10 exitoso. Una turba que triunfa crea una revolucién; una que fracasa ha cteado lo que, en el mejor de los casos, podria llamatse una “insucreccién”. Tal como yo lo veo, realmente no hay datos sin significacién, Hasta una minucia, como el conocimiento de que la Sra. Tuppence arrojé su gato por la ventana el 5 de junio de 1883, puede resultar de interés para el estudiante de historia de la Sociedad para la Prevencién de la Crueldad con los Animales. El hist riador escoge unos datos porque son pertinentes a un tema. Toda invest gacin empieza con una pregunta, no en realidad con el descubrimiento de tuna pila de documentos. Y Ia tinica obra que no envejece es la publicacién. de las fuentes originales, 4 E, E. Evans Pritchard, The Nuer (Oxford, 1940), p. 261. No obstant, este autor es uno de los antcopdiogde més polifecéticos 'y precavidos. Ha repistrado masas de Gatos, que ha puesto a fa digposieién general. El simil siguiente acerca de Técito y Lucrecio. puede ateibuisale dio, De origine situ moribws ac popelis Germanoram. La mayor parte de cstos indicios se cbtavo de vidas, y se ha demostrado que el interes de Técito en la materia consistis en conttaponer’ Ye “decadente” Roma con la. “vigotoss", Germanis Por tanto, la calidad de esos inicios es muy inferior a la de Ia meyoria de Tas obras rmodernas’ basadas en tn trabajo de campo. Aun asi, es un testimonio de ta validez de cevelar los_datos disponbles, 260 EL REINO DEL GRAN MAK <0 Puede decirse que las mismas preguntas nunca volverin 2 plantearse, porque las que planteamos son producto de muestra época, y todas las épocas difieren. Asi, realmente no hay continuidad en fa historiogragia. Esto suena bien; pero una ojeada a la auténtica historiografia del pasado nos most:ncd que esta opinién es ercénea. Algunas cosas son significativas ahora y des. pués, y otras pueden perder su significado para una 0 dos generaciones, y Tuego volver a la circulacién, Mucho més peligrosos que las corrientes pasaderas de Ia historia son aquellos criticos que desean encasillar al historiador y conservarlo dentro de su caja modelo. La significacién es para ellos un absoluto, que se deriva de la teoria propuesta y del modelo expuesto. La historia es ciexcia social. Debe dedicarse al descubrimiento de aquellas famosas Leyes, y 2sto sdlo puede logratse si se edifica un organismo de tcorfa que muestre una ecurrencia de los hechos y generalice a partir de ella. Algunos de los ex tremistas de esta escuela se quejan de que los hechos tan s6lo desordenan los registros. A mi parecer, I sociologia y las disciplinas similares pueden ayudar a interpretar los datos histéricos, pero su tarea es generalizar, en tanto que la del historiador es, bisicamente, registrar y reconstruir la ima- gen mis fiel posible del pasado tal como sucedi6. ¥ esta asignaciGn bastard para mantenerlo ocupada. Asimismo, sucede que 12 historia no s6lo es una ciencia social. “Trata del hombre como paste de la sociedad, y trata del individuo. Pero también la psicologia ha pasado a ser una ciencia social, y la ciencia social es genesa- lizadora y por lo tanto inhumana. La historia es, asimismo, el humo de le batalla, el polvo de los escombros, el brillo de Ix hoz, y esto no es mero romanticismo, pues Ia historia es para Ie gente y acesca de la gente. No se Ja puede deshumanizar y esterilizar. La ciencia social hace precisamente esto Debe hacer abstracciones a fin de encontrar sus regulacidades. Pero cada abstracci6n debe devolverse a la realidad, Una analogia con la quienica pondré esto en claro: al principio, esta disciplina no se ocupaba de Ia fra- gancia de las rosas 0 el sabor del vino. Pero hoy se sabe bastante acerca de las propiedades bisicas de Ia materia para empezar a estudiar olores, subores y exomas y alcanzar et nivel de una comprensién mucho més compleja. La ciencia social atin trabaja sélo con unas cuantas variaciones burdas; quizis ‘en siglos venideros podré abordar otros més sutiles y mostrarse agcadecida de ver a su disposicién los documentos que en nuestros dias algunos ex pettos en ciencias sociales desean suprimis por “improcedentes” Hay otto limite pare el anilisis de las ciencias sociales. La poesia no ¢s tan slo una buena sintaxis 0 un juego de seméntica. La relacién entie el objeto de arte y el que lo contempla es similar a la relaci6n entre una situacién en un momento dado del pasado y nosotros mismos. ¥ esto EL REINO DEL GRAN MAKOKO 261 también es una parte esencial de la realidad, parte que el historiador debe hacer todo lo que esté a su alcance para conservar. Finalmente, puede preguntarse para qué sirve la investigaci6n histdcica Podemos no creer ent Ia historia como en el destino o en Ia astrologia. Pero la historia enseita. Muchos de nuestros estadistas o dirigentes en otros campos leen historia para aprender del pasado. Y sin embargo ésta no es la raz6n por la que yo hago investigaciones hist6ricas. Las hago porque me gustan y, a fin de cuentas, porque deseo conservar Ja constancia de las cosas que ha hecho el hombre, de modo que Iz humanidad 0 algin hombre, en el futuro, pueda contemplarla. Para mi, la cultura es como una flor, y los cientos de cutturas que han florecido en el pasado son el jacdin de la hhumanidad, un jardin para vagabundest, para disfrutaclo y pare aprender de dl, con ciecta humildad y modestia ante la presencia de nuestras propias realizaciones culturales comparadas con las de otros. Esta e3 la razén por la cual la tecopilacién y presentacién de datos y Ia insistencia en los métodos apropiados para descubtirlos han dominado tanto mis propios esfuerzos.

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