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Las noticias sobre la crisis siguen siendo, cuando menos, desesperanzadoras. Recesión
en España, hasta 2011, cuotas de paro que llegarán al 19% ... Pero incluso en periodos
de menor bonanza económica hay sectores que viven un momento. Negocios de empeño,
venta de segunda mano, empresas de cobro a morosos e incluso oficios tradicionales
como reparación de ropa y calzado son algunos de ellos.
La morosidad en España se ha disparado con la recesión y titulares del tipo “El Cobrador del
Frac se forra con la crisis y atiende un 40% de casos más en España” comienzan a verse con
cierta frecuencia. Los inconvenientes de recurrir a este tipo de servicios radican en que no
son económicos y generalmente actúan a partir de 1.000 € de deuda. Sin embargo, con una
cifra de morosidad en España que supera los 15.700 millones de euros, no parece haber
muchas dudas en cuanto a la utilidad de los mismos.
No todas las empresas de cobros, en cualquier caso, recurren al disfraz como método de
trabajo. Algunas de ellas, como Intercobros, siguen la forma de proceder tradicional. Son los
que piensan que hacer pasar vergüenza al deudor no garantiza el cobro de lo que se adeuda.
Y es que si bien en los últimos años han proliferado la figura los morosos profesionales que
van creando empresas mientras cierran otras con el fin de endeudarlas al máximo, también se
da el caso de quien, sencillamente, no puede pagar por falta de liquidez. En este supuesto,
de nada servirá ridiculizar al que no paga, siendo mucho más efectivo llegar a un acuerdo
sobre la forma de satisfacer la deuda.
Si bien cobrar las deudas que se tienen pendientes es una forma evidente de obtener
liquidez, los hay que entretanto, o incluso como único recurso, se ven obligados a acudir a
otras fuentes de ingresos y aquí es donde pasan a jugar un papel otro tipo de empresas: las
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casas de empeño. También este sector ha experimentado un aumento considerable de
transacciones, consistentes en la concesión de un préstamo con una prenda en garantía, ya
sean joyas, objetos de arte, ordenadores portátiles o cualquier otro objeto de valor. Es el
tipo de actividad que desarrollan empresas como EurosYa, Oro Mayor o Superefectivo.
Las casas de empeño, que hasta hace escaso tiempo habían caído en desuso, ofrecen una
alternativa a los créditos instantáneos. Buena prueba de su renacimiento es la cifra de
préstamos concedidos mediante esta modalidad, que en el año 2006 se situó en los 103
millones de euros. Con todo, el recurso a esta forma de obtener efectivo tiene también sus
inconvenientes. Por un lado, las tasaciones de los objetos destinados a constituir la prenda no
suele ir más allá del 75% de su valor; por otro, los intereses pueden alcanzar hasta el 25%.
El procedimiento por lo general consiste en concertar una cita por teléfono con el fin de
realizar la tasación. Los requisitos para poder acogerse a estos servicios son ser mayor de
edad y firmar un contrato donde figura el compromiso de recuperar el objeto empeñado en el
plazo acordado, abonando entretanto el tipo de interés convenido. En caso de que se
incumplan las condiciones de este contrato, la prenda pasa a ser propiedad de la casa de
empeño.
Una alternativa a las casas de empeño son los Montes de Piedad, toda una tradición en España
puesto que llevan más de trescientos años dando servicio en nuestro país. Actualmente, su
número asciende a 20 y todas ellas se encuentran adscritas a alguna caja de ahorro. Para
obtener un préstamo, hay que acudir primero a alguna de estas cajas, donde se tasará el
objeto a empeñar y se exigirá su título de propiedad.
El plazo máximo para recuperar la prenda será por lo general de un año, siempre que se haya
devuelto el préstamo y los intereses que correspondan. Si no se puede pagar, el objeto pasará
a ser subastado públicamente. Si el precio obtenido en subasta supera el valor del préstamo,
el excedente se concede al dueño original de la pieza. Si, por el contrario, es inferior, será
éste quien deberá abonar la diferencia. Según datos de la Comisión Nacional de Montes de
Piedad, el 95% de los prestatarios recuperan el objeto dejado en prenda. Los mayores
usuarios de este servicio son las amas de casa de entre 30 y 50 años y los inmigrantes.
Los artículos se revisan cuidadosamente para comprobar que funcionan bien y además pasan
un control policial con el fin de garantizar que no se trata de objetos robados. Los que se
hayan vendido con opción a recompra se guardan en el almacén hasta que vencen los plazos
pactados; si el vendedor no regresa a por ellos vencido ese periodo, se ponen a la venta.
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El mercado de segunda mano abarca un amplio abanico de actividades, incluyendo
inmobiliarias y vehículos, entre otras cosas. El número de furgonetas usadas a la venta en
estos días duplican en número la oferta habitual de este tipo de vehículos, provocando un
descenso de más de un 15% en el precio medio de los mismos. El origen de tan curioso
fenómeno está en el impacto que la crisis tiene en el colectivo de autónomos, que recurren a
la venta de vehículos que han perdido su utilidad. Los más numerosos son los que se
dedicaban a reparaciones de pequeña entidad, como fontaneros o electricistas, o quienes
trabajaban en el transporte ligero de mercancías, que han visto reducidos drásticamente sus
niveles de actividad.
Los automóviles de segunda mano se presentan también como una buena opción en un
mercado tan afectado por la recesión como es el de automoción, en el que la venta de
turismos de primera gama y todoterrenos se ha reducido considerablemente. El mercado de
ocasión, por el contrario, no ha experimentado más que un leve descenso.
Otro tipo de artículo que ha multiplicado por dos su oferta en este mercado es el los equipos
informáticos y electrónicos de consumo. Fuentes de empresas dedicadas a este sector
confirman el aumento en productos de estas características provenientes de estocaje o que
han quedado obsoletos. La demanda de modelos de bajas prestaciones y menor precio ha
aumentado considerablemente, debido al afán generalizado de obtener el máximo ahorro a la
hora de conseguir un equipo.
Que arreglar lo que se tiene para alargar la vida útil en lugar de comprar nuevo resulta más
asequible económicamente, es algo que tenían muy claro nuestros padres. En una sociedad
consumista como la que nos ha tocado vivir, sin embargo, quizá haya sido necesaria una crisis
para tomar conciencia del valor real de las cosas. En cualquier caso, lo cierto es que en estos
días negocios como la reparación de calzado, arreglos de ropa o tintorería no se ven
afectados negativamente en su actividad, sino todo lo contrario.
A la vista de este razonamiento, cabría pensar que también los talleres de automóviles se han
beneficiado de una mayor demanda de sus servicios. En este caso, sin embargo, la reacción
de los consumidores es distinta. Por un lado, ha disminuido el número de vehículos que
acuden para una revisión de rutina y en cuanto a las reparaciones, si no son importantes, se
aplazan todo lo posible. Esta forma de actuar desemboca en reparaciones posteriores de
mayor coste y envergadura, lo cual en muchas ocasiones aumenta los niveles de impago, al no
poder hacer frente el usuario al coste. Así, parece haber aumentado el número de coches
aguardando en el taller a que su dueño pase a recogerlo.
La fórmula de “hágalo usted mismo” parece haberse convertido en otra de las recetas para
afrontar la recesión, de forma que se ha incrementado la venta de artículos de bricolaje
como papel para revestir paredes o suelo laminado.
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Economía sumergida
De ellas, el 60% lo constituyen personas que han perdido su empleo, el 20% complementa su
actividad laboral habitual con un segundo trabajo, el 8% correspondería a los autónomos
obligados a darse de baja por no poder afrontar el pago de sus cuotas a la Seguridad Social y
sus impuestos. El 12% restante pertenecería al “grupo sin trabajo conocido”.
Las actividades más afectadas por esta situación son las de pequeñas reparaciones como
fontaneros, carpinteros, albañiles, electricistas, etc., personas dedicadas a la enseñanza,
sanidad y servicio doméstico, portes y mudanzas y algunas profesiones liberales. También en
el ámbito de la hostelería se da con mucha frecuencia este fenómeno.
Los síntomas de este aumento de la economía sumergida son varios. Para empezar, en los
últimos meses de 2008, el número de cotizaciones a la Seguridad Social cayó más de lo que
aumentó el paro. Además, el IVA recaudado no ha descendido de forma proporcional al
consumo, siendo la caída del primero mucho más acusada.
Las irregularidades de que suele ser objeto el trabajador en la economía sumergida pasan por
la carencia de contrato, ausencia de alta en la Seguridad Social, exigencia de hacer horas
extras que no se abonan, prácticas como no incluir la totalidad del salario en la nómina o
tener un segundo trabajo sin contrato para poder llegar a fin de mes. El prototipo de persona
afectada con más frecuencia es el de mujer mayor de cuarenta años, con estudios básicos y
empleada del servicio doméstico o limpieza, así como el colectivo de inmigrantes.
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