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de Ja cuarta y furtad y rep ie, de aquilla que se trata sino de una fécticus claberada pars dad de Berl ca o caupida. Sin Juda, anhelu era el de ite tons las parcels di una part i, la ttica peeventa 1 gata obra como una oudisea que bordea en todo mam insondable mo esti en explo- rio y Hogar a escuidrifiar | lo que hay mis ala de sus lindes- cLAsicos rece de cotccon Jocobo Mutoz © Edtonal Tota SA_200 Sagat, 3328004 Modnd Taleloro 91 593:90.40 Fax 91 593.91 1 Email wrote 3 ip ota 8 (© Robots Rednguez Atomayo 200) Duate Joann Golly? ISBN 04 8)64.440x epost vogal #22/2001 Inptescn ‘Smancat Edronee INDICE ESTUDIO PRELIMINAR: La ética de Schopenhauer: una odisea hacia el abismo de la mistica. ‘Unas «Lecciones» para la posteridad, que no para sus coeténeos El gran descubrimiento (Platén, Kant, el brahmanismo y la estarua de Memn6n) rn Del magnetismo y el ensuefio como claves de acceso ala xcosa- ens. Excurso freudiano La disolucién aporética del enigma de la libertad Los reproches esgrimidos contra la érica kantiana. Un viaje hacia os confines del pensamien la «nada» como destino de la moral. sssssessesssesseeees Algunos datos relativos al texto, las notas y otras incidencias de la presente versién castellana Bibliografia. Repertorios bibliogréficos .. Ediciones criticas de sus obras. Algunas versiones castellanas de Schopenhauer Libros en torno al pensamiento schopenhaueriano, Tabla cronolégica METAFISICA DE LAS COSTUMBRES Capitulo 1: Sobre la filosofia préctica en general. Hechos de la conciencia moral; a modo de problema va XL XLII XLII XLV ROBERTO RODRIGUEZ ARAMAYO El propésito de mi ética. Capiculo 2: Acerca de nuestra relaci6n con la muerte La vida como algo consustancial a la voluntad Vida y muerte En plantas y animales.. Laextincién de la consciencia ... La forma presente de la realidad Afirmacién (provisional) de la voluntad de vivir Capitulo 3: En toro a la libertad de la voluntad. ‘Acerca del arrepentimiento.. Sobre la determinacién de eleccién 0 el conflicto de los motivos (o de la oposicién entre motivacién intuitiva y meditada, asi como de la diferencia entrafiada por ella entre hombres y animales). Acerca del carécter adquirido. Las esferas de Ia alegria y el sultimiento.. En tomo alla libertad de la voluntad para negarse y afirmar- sea s{ misma Capitulo 4: Del estado de la voluntad en el mundo de su ma- nifestacién, o del suftimiento de la existenci Naturaleza inconsciente ...... Animales nrnne E! sufrimiento en la existencia humana » Conato sin meta ni satisfaccién... Etedio.. Consideracién metédica tales de la existencia humana svn La negatividad de toda satisfaccién.. Capftulo 5: En toro a la afirmacién de la voluntad de vivir. va 35 45 49 51 52 53 53 54 55 56 62 62 75 t El derecho coercitivo. INDICE Dos camino que desbordan a mera airmacin dl cuespo individual. sn Afirmacién de la voluntad por encima del propio cuerpo (procteacién). Capitulo 6: Acerca de Ia injustica y el derecho, o sobre la doc- trina filosdfica del derecho. Deduccién del egoismo. La injusticia . Seis ribricas para la injusticia.. Las relaciones sexuales. Deduccién de la propiedad Dos formas de practicar la La menti El concepro del recho El derecho a mentir. La dimensién ética del significado de lo justo y lo injuso EI Estado ..... En torno a la doctrina kantiana del derecho Acerca del derecho penal Capitulo 7: En torno a la justicia etern: Capfeulo 8: Sobre la significacién ética de la conducta; 0 en Yomo ala eseacia de la vid y el vito. Sobre los conceptos de «bueno» y «malo» El cardcter perverso La cruel Los tormentos de la concienci ELbuen carder yl vi. tabends espontinea onda. ado gnores compasio La amistad El llanto. 76 7 129 129 133 134 136 140 144 145 151 153 155 156 ROBERTO RODRIGUEZ ARAMAYO Capitulo 9: En torno a la negacién de la voluntad de vivir, 0 acerca de la renuncia y la beatitud Aeétepog mow La redencién. Acerca del suicidio se Sobre la relacién de la negacién de la voluntad con la inexorabilidad de la motivacién . ‘Ejemplificacién de esta doctrina a eravés de los dogmas cris- tianos. se Dela nada, en el mundo abolido Una tiltima cuesti Indice onoméstico. LA ETICA DE SCHOPENHAUER: UNA ODISEA HACIA EL ABISMO DE LA MISTICA : Roberto Rodriguez Aramayo «Eixiste, certamente, lo mefable. Exto se deja traslucir; es lo mésticon (Tractatus logico-philosophicus, 6.522). Unas eLecciones» para la posteridad, que no para sus coetdneos Al comienzo del prélogo a la segunda edicién de E! mundo como voluntad y representacién, Schopenhauer se muestra consciente de que los principales destinatarios de su obra no habran de ser sus compatrio- tas, ni tan siquiera sus contemporaneos, sino mds bien las generaciones venideras, habida cuenta de que todo cuanto es realmente valioso tarda mucho tiempo en llegar a obtener un justo reconocimiento. Comoquie- ra que sea, ésa fue la suerte que habia de correr su efimera carrera docente. Sus apuntes de clase tuvieron que aguardar bastante para encontrar audiencia. En realidad, ésta s6lo se formé cuando dichos manuscritos fueron publicados a comienzos del presente siglo, dado que sus cursos no lograron despertar el interés de los estudiantes berlineses, ‘quienes dejaban desierta su aula, miencras abarroraban la de Hegel. En el semestre de verano del afio 1820 Schopenhauer dicté un cur- so quc se proponia versar sobre «La filosofia globalmente considerada 0 acerca de la quintaesencia del mundo y del espiriqu humano». Fue la primera y la tinica vez que lo hizo, no alcanzando a reunir ni media docena de alumnos. La razén de tan parco auditorio era bien sencilla. El horario escogido (de cuatro a cinco de la tarde) era el mismo en que Hegel impartia su clase més concusrida, Durante algo més de una década, la presencia de Schopenhauer en Ja Universidad berlinesa se limit6 al anuncio de sus cursos. Resulta curioso seguir la pista de dichos anuncios. El rétulo recién mencionado se repite sin mas en el semestre de invierno, donde solo se registran dos pequefias alteraciones; en lugar de seis veces por semana, se ofertan linicamente cinco sesiones y el horario es ahora de cinco a seis de la xi ROBERTO RODRIGUEZ. ARAMAYO tarde. En el semestre de verano de 1821 el titulo sufte una pequefia ‘modificacién, Se habla entonces de «Las Iineas maestras del conjunto de la filosofia, esto es, del conocimiento de la quintacsencia del mundo y del espiritu humano». Como los alumnos contintian sin acudir, para cel semestre de invierno de 1821/22 se anuncia un curso de sélo dos horas por semana y de caricter gratuito sobre «Dianologfa y légica, es decir, la teoria de la intuicién y el pensamiento». En un desesperado intento por captar alguna clientela, nuestro frustrado profesor universi- tatio alternaré y combinaré estos anuncios a lo largo de varios afios hasta el semestre de invierno de 1831/32 ', es decir, hasta que decide abandonar Berlin en el otoho de 1831, huyendo de una epidemia de célera que acabaria con la vida de su odiado rival. No es extraiio que, con tan amarga experiencia, Schopenhauer die- ra en denostar la ensefianza universitaria de la filosofia y consagrara todo un capitulo de su Parerga y Paralipomena a la catarsis del sarcas- mo. Hegel es agraciado alli con los mas feroces epitetos. Queda con- vertido en el patadigma del antifildsofo, en el prototipo del profesional de la filosofia que, lejos de vivir parc la filosofi, vive della filosofia®. Su excesivo protagonismo en las aulas universitarias habria terminado por adocenar a los espfritus ¢ incluso seria el tiltimo responsable de que no surjan ya genios creadores como Kant, Goethe 0 Mozart’. Sus doctti- nas vienen a compararse con un galimatias ininteligible que nos hace recordar las mentes delirantes de los manicomios*, Para Schopenhauer, la filosofia «es una planta que, como la rosa de los Alpes o las florecillas silvestres, s6lo se eria al aire libre de la monta- iia y, en cambio, degenera si se cultiva artficialmente»’, Pretender con- Ta Tita es recogida por Franz Mockrauer en el prélogo a su edicin de las Lesions li, Anhur Supenbaursdandehifcher Nachle Ploaphice Vr sungen, en Arthurs Schopenbanerssamtiche Werke (bsg. von Paul Deusen), R. Piper and. Co, Verlag, Munich, 1973, vl. X pp. xexl * Aquel que «se hubiera dedicado a la invextigacién de Ia verdad y nos oftecie- se ahora sus frutos, qué acogida tendela que esperar de aquellos nepocianes de citedis, contratados por fines politics, que han de vivir con la mujer y Tos nis dela flsofa,y euyo lema es por tanto: “primum vives, deinde philophare”». Ch Prt nd Pigomone ther de Une Dipl ch, Ara Shon hauen, Zurcher Ausgabe. Werke im zebn Banden (hing. von A. Hlbscher) Diogenes, Zitich, 1977 (10 vols), vol VIL, p. 166; en lo sucesivo nos referiremos a esta ed idm mediance la sigla ZA (Ziircher Ausgabe), indicando a continuacin ef nme ro de volumen (en romanos)y de la pégina (en arabigos) donde se localiza el tex to en cuestion, Sigo aq la waducion de Francesc Jexin Herndndr i Dobn: Sobre 4a flop univertgra, FA. Natin, Valencia, 1989. p57 "Chi op ety ZA VIL, 193 (ed. cast. cit, p. 84), 4 Chr op. cits ZA VI, 162 (el. case. p53). fr op. ety ZA VIL, 175 (ed. eas. cit, p. 67). xl ESTUDIO PRELIMINAR vertirla en un oficio y querer ganar dinero con ella supone tanto como prostituirla*, Sdlo Kane consticuye la gran excepcién a esta regla, si bien su filosofia chabria podido ser més grandiosa, més decidida, més pura y mas bella, si l no hubiera desempefiado aquella plaza de profe- sor’. Pero lo peor de todo es que sus presuntos epigonos, a pesar de que no logran comprender cabalmente las enseftanzas del maestro, gus- tan de revestirse con expresiones kantianas, «para dar a sus chismorreos tuna apariencia cientifica, poco més 0 menos como juegan los nifios ‘con el sombrero, el bastén y el sable de papin*, Esos parisitos de la filosofia, que ostentan las cétedras universita- rias, no dejan de conspirar contra los auténticos filésofos’, condenan- do al ostracismo sus aportaciones a la historia del pensamiento. Scho- penhauer viene a quejarse amargamente de que sus escritos no encuentran eco alguno en las revistas y publicaciones especializadas ", en tanto que las obras de quienes ocupan una cétedra universitaria son reeditadas constantemente. Su mayor consuelo ser4 identificarse con esta tesis vertida por Voltaire en su Diccionario filoséfico, al hablar de quienes pertenecen al mundo de las letras: «Entre las gentes de letras, quien ha rendido un mayor servicio al pequefio ntimero de pensadores repartidos por el mundo, es el estudioso solitario, el verdadero sabio que, encerrado en su gabinete de trabajo, no ha disertado en las aulas de la universidad, ni expresa las cosas a medias en el seno de las acade- mias, y que casi siempre se ha visto perseguido» Schopenhauer esti convencido de que consagrarse ala bisqueda de Ia verdad se muestra incompatible con la persecucién del sustento. T ganar dinero con la losoflaconsiuye entre los anciguos la efi que s+ Lingua os stra defor fof, La rain defor sot cn los Hiofon rerun, por coniguente, completamente andlogn Ia que se da ene las micha- has que se han coegado por amor las rameras pagadasy (ftp. ee, ZA Vil, 172; ed. case cits pp. 63-69 * Cheon is BA VIL, 169-170 (ed. cae. cit, p61. * Che op ats ZA VI 191 (ed est city p83). > Che op. ce, ZA Vl, 174 (ed. east. ci pp, 65-66) © Chi tp. es ZA Vl, 204 Ce. eases p96) ° Che op. ets ZA Vil 200 (ed. ests. 92). © El certo en custin es ciado por Schopeahauer ft. op. cit, ZA VIL, 215+ 216 (cae cpp OBO . 7 {imo podita pues alguien que busque unos ingresos honest pars mise mo, incluso para la mujer los nos, consagrae al mismo Gempo Ia verdad ‘Ais verdad, que en rador los tempos ha sido cna compat peligro una inv Cada Inoportua en cualquier pure, probablemence por tn hr sta rpmrcentada siempre desnuda, porgue no tse nad, i naga tiene que repay sino que mente quiee set busada por si misma (cf op city ZA Vil, 171; ed. ast. cits 763). xm ROBERTO RODRIGUEZ ARAMAYO «Pues lo cierto es que quien corteje a esa beldad desnuda, a esa atract va sirena, a esa novia sin ajuar de boda, debe renunciar a la dicha de set filésofo de Estado o de citedra. Llegard, a lo sumo, a filésofo de bohar- dilla. Sélo que, en compensacién, en vez de un piiblico de estudiantes de oficio que van a hacerse ganapanes, tendré uno que conste de los raros individuos, escogidos y pensadores, que esparcidos aqut y all entre la inniimera muchedumbre, aparecen aislados en cl curso del tiempo, casi como un juego de la Naturaleza. Y alli, a lo lejos, se vis- lumbra una posteridad reconocida» ". He ahi el auditorio al que, andando el tiempo, habran de llegar sus ensefianzas: la posteridad'®, A fin de redimir su estrepitoso fracaso en las aulas, Schopenhauer se persuadira de haberse tomado «ta filosofia demasiado en setio como para haber podido ser profesor de tal materia», diciéndose a si mismo que, «después de rodo, ala filosofia seriamente cultivada le vienen muy estrechas las Universidades» ”. Por eso, tras haber intentado exponer su propio sistema filosdfico en la palestra universitaria, se permite, sin embargo, recomendar que la ensefianza de la filosofia en la universidad se cifia tinicamente a la exposicién de la légica y de una sucinta histo- tia de la filosofia que abarque desde Tales hasta Kane", Pues nada pue~ de suplir a la lectura directa de los grandes textos clésicos, «Las ideas filoséficas s6lo pueden recibirse de sus propios autores; de ahi que, quien se sienta inclinado hacia la filosofia, debe buscar a sus inmortales maestros en el silencioso templo de sus obras». Cl Cher den Willen in der Natur, ZA V, 342. Sigo aqut la versén castllana realzada por Miguel de Unamuno (Madrid, 1900), reditada en Alianza Editorial (Madrid, 1987) con prélogo y nota de Santiago Gonzi Noriega; fp. 199. © Esa misma posteridad que sabra valorar sus esritos también pondra en sa justo lugar a la filosofia hegeliana, na mistficacién colosal gue daré a la posts dad un tema inagotable para burlare de nuestra época: und scudoflosfla paral zadora de todas las fuerzs xpirituales, que ahoga todo pensamiento rely ques gra ‘as al abuso mis insolente de la lengua, coloca en su lugar el vocabulario més hhuero, absurd, iteflexivo y, como confirma el éxito, més entontecedor; pseudo losofia que, teniendo como niicleo una ocurrencia absurda y sacada del ait, ca ce tanto de razones como de consecuencias, es dect, que nada la demuestra, ni explica ni demuestra nada por si misma, y que, falta de originalidad, no es sino tuna meta parodia del realismo escolisticos (ci. Uber die Freviet des menshlichen Willen, ZA VI, 19. Sigo aqui la wraduecién de Vicente Romano Garcla: Sobre el libre albedrio, Aguilar, Buenos Aires, 1982, pp. 54-53) Che. op city ZA VI, 16 (ed. cast. cit, p. 51). © Che Ober den Willen in der Natur, ZV. 342 (ed. east, cits p. 199) " Ghz Ober die Universtits-Philowphi, 28 VII, 216. De hecho, sus Parerga. inden, nos Fragments sobre I hora de si ate materia ea Sugerenca, enrigueeiéndola —eso si con un capitulo final sobre s propio sist ma filossfieo ° per "Chr. Die Welt lh Wille und Vorsellung, ZA 1, 22 xiv ESTUDIO PRELIMINAR Quien se autodescribia como una suerte de Kaspar Hauser secues- trado por esa conspiracin gremialista que pretendia hurtarle un mere- ido reconocimiento®, confié en que sus escritos acabarian siendo revisados por «el tribunal de la posteridad, esa corte de casacién de los juicios de los contemporineos que, en casi todas los tiempos, ha teni- do que ser para el verdadero mérito lo que es el Juicio Final para los Santos», Al fin y al cabo, en opinién de Schopenhauer no es el Esta- do, sino la Nacuraleza, la tinica instancia competente para otorgar las auténticas citedras, entendiendo por tales el talento para realizar un legado filosofico que resulte de interés para las generaciones veni ras, Haciendo de la necesidad virtud, el autor de El mundo como voluntad y representacién se felicita por no haberse convertido en un rofesional de la docencia universitaria y asegura estar dispuesto a pulit lentes, como Spinoza, antes que a constrefiir su pensamiento alas conve- niencias del oficio®. Es més, su abandono de la docencia le habria per mitido entregarse de lleno al estudio y no car en los defectos de un Fichte, «a quien la ensefianza jamds le dejé tiempo para aprender", 0 cn las incohetencias del maestro Kant, debidas en parte a que «la ince- sante ensefianza en la cétedra apenas deja tiempo a muchos sabios para dedicarse a aprender a fondo: El gran descubrimiento (Platin, Kant, el brabmanismo y la estasua + de Memnsn) ‘Como cs bien sabido, Schopenhauer se autodesigna como albacea de la gran herencia kantiana, gustando de presentar su. pensamiento como culminacién de la empresa iniciada por Kant. Solo él habria sabido desarrollar cabalmente las premisas del maestro. Si alguien pre tendiera encontrar ciertos antecedentes de sus intuiciones en los filoso- femas de Fichte o Schelling, cometerfa un error imperdonable, habida cuenta de que «quien encuentra una cosa es el que, reconociendo su valor, la recoge y conserva, y no el que, habiéndola cogido por casuali- ‘er don Willen in der Naar, ZA V, 184 (cst. ps 24) y Frag mene ar Geschichte der Pilenphie, ZAM, 154 (et cat cp. 188) Gi. Chordie Grandlage der Mor, ZA VI, 224 Sigo ag a tadecign de Vicente Romano Carcl El findament dele moral, Agar, Bucoos Airs, 1965, TD Pe Cli, Uber die Univeritéts-Philoophie, ZA VUl, 218 (ed. cas. cit pp. 110- ” Cf. Uber den Willen in der Natur, ZA V, 342 (ed. cas. city p. 198). » Chi, Uber die Grundlage der Moral, ZA VI, 222 (ed. cast. cita pp- 109-110). © Cin op. cits ZA VI, 180 (ed. cast. city pr 55). xv ROBERTO RODRIGUEZ ARAMAYO. dad en la mano, acaba por arrojarla; asi ¢s como América fue descu- bierta por Colén y no por el primer néufrago que las olas dejaron en sus playas»®, Asi es exactamente como nuestro filésofo se ve a sf mis- mo, como un explorador que, gracias a la cartografia trazada por la filosofia trascendencal, pretende navegar hasta el confin mismo del pensamiento ¢ incluso Hegar a traspasar en ocasiones esa linde aparen- temente infranqueable. Cuil es ese descubrimiento del que tanto se precia Schopenhauer? Pues el haber despejado la gran incégnita kantiana, esa «X» con que la cosa en si, el trasfondo del mundo fenoménico. quedaba designada dentro de ia filosofia trascendental, La clave de béveda que cierra el sis- tema schopenhaueriano, «el meollo y el purto capital de su sistema», se cifta en esa «verdad fundamental y paradéjica de que la cosa en sf, que Kant oponia al fendmeno, llamado por mi representacién, esa cosa en si, considerada como incognoscible, ese sstrato de todos los fené- menos y la naturaleza toda, no es mis que aquello que, siéndonos conocido inmediatamente y muy familiar, hallamos en el interior de nuestro propio ser como voluntady”. Sirviéndonos de su propio s{mil, bien podria decirse que Schopen- hauer acaso no desdefiarfa verse comparado con Américo Vespucio en relacidn a este descubrimiento, El «Colén» de Kénigsberg habria fijado el rumbo en la direccién correcta, pero no atribé el primero al conti- nente que otro habria de bautizar con su nombre. Pese a encontrarse muy cerca, «no llegé Kant al descubrimiento de que la apariencia del mundo es representacién y que la cosa en si es voluntad» *. El destino habia reservado semejante honor para él mismo. «Si se consideran —leemos en sus Parerga y Paralipomena— las contadag ocasiones en que, alo largo de la Critica de la razin pura y de los Profégémenos, Kant saca s6lo un poco a la cosa en si de las tinieblas en donde la mantiene, al presentarla como la responsabilidad moral dentro de nosotros y, por lo tanto, como voluntad, también se advertiré entonces que yo, median- te la identificacién de la voluntad con la cosa en si, he puesto en claro y Ilevado hasta sus tilkimas consecuencias el pensamiento de Kano», ‘Tal como explica en su Critica de la filosofia kantiana™, con su dis- tincién entre la cosa en si y el fenémeno, Kant habria restaurado, des- de una perspectiva original y sefialando una nueva ruta de acceso a la % Chi. Fragmente zur Geschicbre der Philosophie, ZA Vil, 151 (ed. cast. cit p. 185), © Chie Ober den Willen in der Natur, ZA V, 202 (ed. east. cit, 40). * Che. Kriik der Kamtischen Pbitsophie, 2A Uh, 519. » Chi. Versuch uber das Geistersehen sind was damit eusammenhangs, ZA VI, 291-292, * Ese Apéndice a El mundo como voluntad y represencacin inexplicablemente xvi ESTUDIO PRELIMINAR + misma, una verdad ya enunciada hace milenios por sendos mitos. ‘Tanto el célebre mito platénico de la caverna como la doctrina capital de los Vedas, plasmada en el mitico velo de Maya, supondrian una for- mulacién poética de aquello que la filosofia trascendental acerté a expresar en términos filosdficos, Ya en fecha tan temprana como 1814, Schopenhauer identifica por primera vez la idea platénica y la cosa en sf kantiana con la voluntad, «la idea platénica, la cosa en si, la voluntad (puesto que todo ello configura una unidad) constituyen algo ‘dgico, que no se halla en los contornos de las fuerzas naturales y cuyo img es inagotable, ilimitado e imperecedero, por hallarse al margen_ del tiempo» ®. Sélo dos afos después establecers otra equivalencia ter- ia de los Vedas, aquello que deviene continuamente, mas nunca es», seffalado por Platon, y el efenémeno» de Kant, son una ¥ Ja misma cosa, son este mundo en el que vivimos, son nosotros mis ‘mos, en tanto que pertenecemos a dicho mundo» *. Eneremedias nues- tro autor ha entrado en contacto con una influencia que le marcaria decisivamente, traba conocimiento con algunas tradiciones escritas de Ja ensefianza esotérica brahménica prebudista, gracias a la lectura de una versin de las Upanisad® que acababa de publicarse por entonces™, ampurado én las reimpresiones que se hicieron de la traduccién de Eduardo Ove- jero y Mauri publicada por Aguilar hacia 1928. * Che. Krit der Kantschen Philosophie, ZK Ul, $16. © Cit. Der handichrifiche Nachlap’(hisg. von Arthur Hbschet), Deutscher Taschenbuch Verlag, Munich, 1985 (5 vols), vol. I, pp. 187-188. En lo sucesivo, al referimos a esta edicién lo haremos designdndola con la sigla HN, afiadiendo el ‘ndimero del volumen (en romanos) y de la pagina (en guatismos) de que se erate. 2 "Schopenhauer cia en griego un pasaje tomado del Timeo (eft. 27 d). Cie. HIN 1, 380, Ferrater se hace eco en st. Diccionario de una observacién realizada por S| Bucea, seg [a cual deberfa hablarse de [as Upanisad, y no de los Upanizad 0 | } Upanisadas, dado que «Upanisads ex un sérmino femenino y en sinscito no pare ce formarse plural en el sustantivo, Su significado etimolégco sela vol sentarse (sed con devocign (1) junto a (apa) un maestto» y alude a las explicaciones dadas Ja tansmisin del saber véieo. "ek francés Anquetilclité esta coleeciin de textos bajo el tculo Oupnethat En esta edicidH TOF textos estaban oscurecidos por partida doble, pues se tata de tuna traduccién latina a partir de una taducein persa del stnsritor (ft. R.Saftane ski, Schopenbauer y lor afiossalnaer de la fleofia, Alianza Universidad, Madrid, 1991, p. 280). Schopenhauer, sin embargo, escribic lo siguiente a este respec sCémo se sient a través del Oupnethar el alien del esirtn sagrado de los Vedas! Cain hondamente imbuido de ese xpiivu queda quien se ha familiarzado con el Ineinspétcicn de este lhen incomparable! Cie replers se halla cada Iinea de un sig- sificado preciso! ;Y cdmo se purfica el expiiu de todos ls prejuiciosjudaicos que le han sido inculcados, asf como de todo cuanto tenia esclaviada a la filosofal Se xvi ROBERIO RODRIGUEZ ARAMAYO Hacia 1820 Schopenhauer matizara que wa voluntad, tal como la reconocemos en nosotros, no es la cosa en sf, dado que la voluntad s6lo emerge mediante actos volitivos particulates y sucesivos, los cuales caen bajo la forma del tiempo y consticuyen por ello un fenémeno. Sin embargo, este fendmeno supone la més clara manifestacién de la cosa en si, Al emerger cualquier acto volitivo desde las profundidades de nuestro interior se verifica en la consciencia un trénsito, enteramente originario ¢ inmediato, de la cosa en si (que mora fuera del tiempo) hacia el fenémeno. Por eso me veo autorizado a decir que la esencia {intima de toda cosa es oluntad o, lo que viene a ser lo mismo, que la toluntad es la cosa en si, apostillando que se trata tinicamente de una denominatio a potiori»”. Muy poco después vuelve a reflexionar sobre la presunta contradiccién de que la voluntad sea la cosa en si y, sin ‘embargo, nuestro conocimiento de dicha voluntad no exceda el ambito fenoménico. La incoherencia se desvanece, al advertir que la cognitio intima que cada uno tiene respecto de su propia voluntad representa el punto donde més claramente la cosa en sf transita hacia lo fenoménico y por ello ha de ser el intérprete de cualquier otro fenémeno»™. Pero, sin duds, el texto que refleja mejor su peculiar interpretacién del con- cepto kantiano de cosa-en-si se halla recogido en el manuscrito conoci- do como Cogitata Il. «Yo he dado en llamar —escribiré en 1833— casa en sia la csencia intima del mundo con arreglo a lo que nos resulta mds concienzudamente conocido: la voluntad. Ciertamente, nos hallamos ante una expresi6n subjetiva, que ha sido escogida en atencién al sujero del conocimiento, pero semejante deferencia no deja de ser esencial, puesto que se trata de comunicar conocimiento. Y por ello se muestra infinitamente més adecuada que si hubiera decidido denominayla Brahm, Brahma, alma césmica 0 algo de idéntico tenor». Como vemos, Schopenhauer no escamotea las deudas intelectuales contraidas con Kant, Platén y el brahmanismo, aun cuando tampoco desdefie recener para s{ el mérito de haber sabido encauzat, como nadie lo habria hecho hasta entonces, el caudal filoséfico que mana de tales fuentes. «Reconozco que —anota en uno de sus manuscritos hacia 1816— no creo que mi doctrina hubiera podido nacer antes de que las Upanisad, Platén y Kant pudieran proyectar sus destellos al mismo ticmpo sobre un espiritu humano. Pero también es verdad que (como ‘vata de Ta lecrura més gratificante y conmovedora que uno pueda hacer en este ‘mundo; ha sido el consuelo de mi vida y lo seri de mi muertes (eft. Einiges zur Senbrsdineratun, ZA %, 437) °C. HN Ill, 36. » Cie HIN Ill, 103, » Cf HN IV, 143, xvil ESTUDIO PRELIMINAR dice Diderot en El sobrino de Rameau), a pesar de haber muchas esta tuas y de que brillara e. sol sobre todas ellas, sélo sonaba la de Mem- én». Entre la cohorte de los filésofos, él era quien habia sido llama- do a ocupar ese privilegiado pedestal. Del magnetismo y el ensuefio coma claves de acceso a la wcosacen-sl> El autor de £l mundo como voluntad y representacién también lo es de un opisculo bastante mas desconocido, cuyo titulo es Ensayo en tor- no a la clarividencia y cuanto esté relacionado con ello®. Sin embargo, a A habré de acudir quien se halle inceresado en refrendar las tesis pri mordiales de la filosofia rascendental. Porque, cuando Schopenhauer se propone hacer tal cosa, vuelve sus ojos a los fendmenos paranormax les consignados por la teor‘a (muy en boga por la época) del «magne- cismo animalv®, esto ¢s, por lo que hoy denominarfamos como hipno- © Chr. HN 1, 422. La esamua de Memnén (hijo de Titén y de la Aurora) en la Tebas egipcia tenia fama de emit armonioros sonidos cuando sala el sol. El pasaje de # sobrine de Rameau aludido por Schopenhauer reza como sigue: «El {Cretis que no lo hice? No tenia ni quince afios cuando me dij, por primera vez! Qué te pasa, Rameau? esis softando, ZV en qué suefas?, en gue te gustarla haber hecho hacer algo que exctara la admiracién del universo. Pues bien, no tines mis que soplar y mover los des. La lauta suena por casualidad. Estos mismos ensamientos infaniles me los repedt a una edad mas avanzada. Hoy todavia me los repito: ysigo dando vureas alrededor de fa esatua de Memoén, Yo: 2Qué es 50 de la estatua de Memnén? Fl: Algo muy sencillo, a mi modo de ver. En tor~’ no a la estatua de Memnén habia muchas otras a las que también tocaba el sol cada mafana; pero s6lo la de Memnén sonaba, Para posta, Voltaire: hay alg cago, Voltaire el tercero, Voltaire: y el euarto, Voltaire. Para misicos.. En torno {ste pequeio grup de mennone el eo sun sono de tac a cuyo exten fo se hubietan clavado sendas orejas» (cfr. D. Diderot, Novela, traduccién y notad Ye-Falix de Ania, Alfaguara, Madrid, 1979, pp. 239-240), “Exe opisculo fie publiado en castellano, junto a otros eapitulos de Parga y Parlipomens, con el dessfortunado titulo de La nigromancia (La Espaha Modern, Madrid, SA. versa castellna de Edmundo Gonzdlee Blanco). Hoy en dia quiad se Jmpusiera el rétulo de «Parapicologlav, aunque hay quien muy recientemente ha opt, do por el de £1 acubiomo (CS Bdiciones, Buenos Aires, 1991. En esta dltima edicin, ademis del opisculo dedicado a la «Especulacién tracendente en torno a la aparen- te intencionalidad en ef destno del individuos, se incluye también el capitulo acerca del magnedsmo animal y la magia de Sobre la vobunted en la naturale). "También conocido cemo smesmerismos, por set F. Mesmer (1733-1815) el iis extoso propagador de una hipétesis cuys fnalidad era explcar el conjunto de fendmenos que hoy en dia constituyen el abjeto del hipnotismo, Antes de recono- zr el hecho de lz sugestin hipndtica, se ctela en la existencia de una fuera fic dlo, similar al del magnetismo terreste, destinado a explicar toda suerte de fend ‘menos paranormales. ROBERTO RODRIGUEZ AKAMAYO. tismo, «Lo prodigioso del magnetismo —nota en 1815— se cifra en abrir al conocimiento las puertas que conducen hacia el gabinete secre- to de Ia voluntads®. La clarividencia manifestada por algunas personas en medio del trance hipnético (al que Schopenhauer se reliere con el cérmino de esondmbulos») viene a suponer —segtin cade leer en su Ensayo sobre la clarividencia— «una confirmacién de la doctrina kantiana de la ideali dad del espacio, del tiempo y de la causalidad, asi como una confitma- cién de mi doctrina de la realidad nica de la voluntad, en cuanto micleo de todas las cosas». «Lo delirantemente asombroso y por elle lo absolutamente increible (hasta verse corroborado por la coincidencia centuplicada de testimonios dignos del mayor crédito) de la clarividen- cia sonambular (por cuanto devela lo encubicrto, lo ausente, lo mas remoto € incluso aquello que todavia dormiea en el regazo del futuro), pierde cuando menos absoluta inconcebibilidad, si reparamos en que —como he dicho tantas veces— el mundo objetivo es un mero fend- meno cerebral, pues es el orden y regularidad de dicho mundo (orden y regularidad que se basan en las funciones cerebrales de espacio, tiem- poy causalidad), lo que queda suprimido en alguna medida por la cla- rividencia sonambular. En efecto, gracias < la doctrina kanciana de la idealidad del espacio y el tiempo, concebimos que la cosa en si (y, por ende, lo tinico aucénticamente real de todos los fenémenos), al estar desvinculada de esas dos formas del inteleeto, no conoce la diferencia entre lo préximo y lo remoto, ni distingue el presente de lo pasado y lo porvenir; de ahi que las disociaciones basadas en esas formas absolutas no se muestran como absolutas y en los casos de que hablamos dejan de presentarse barreras infranqueables, al quedar modificado el modo de conocimiento merced a la transformacion de su érgano en sce cial. De lo contratio, si el tiempo y el espacio fueran algo absolue\men- te real e integraran el ser en si de las cosas, entonces aquel don clari dente de los sonambulos constituiria un milagro absolutamente inconcebible, al igual que toda televidencia © premonicién en general. En cambio, la doctrina de Kant viene a recibir en alguna medida una confirmacién factica mediante los hechos aqui mencionados. Pues, como el tiempo no constituye una determinacién del auténtico ser de las cosas, el antes y el después carecen de significado a ese respecto, y de acuerdo con ello debe poder conocerse un acontecimiento antes de que suceda tan bien como después. Toda mantica, esté cifrada en sue- fios, en la premonicién sonambular o en cualquiera otra cosa, no con- siste sino en cl descubrimiento del camino conducente a liberar al SCR HN 1, 338 * Gtr Verh Uber Geisterschen und was damit exsammenbngr, ZA VIL, 327 x ESTUDIO PRELIMINAR © conocimiento de la condicién del tiempo. Esta cuestién también se deja ilustrar por la siguiente alegoria. La cosa en ses el primum mobile del mecanismo que otorga su movilidad a toda la compleja y variopin- ta maquinaria de este mundo». En Sobre la voluntad en la naturaleza, Schopenhauer confiere al mag- netismo animal el eiulo que Bacon habia ororgado a la magia, Para él se trata de una metafsica préctica, de una suerte de metafisca empirica 0 experimental, que logra hacer aflorar a la voluntad como cosa en sf, con- jurando ef imperio del principium individuationis y quebrantando con ello las barreras espaciotemporales que separan a los individuos. En el sroceso hipnético «la voluntad se abre camino a través de las lindes del endmeno hacia su primordialidad y acnia como cosa en sf". De ahi gue «el magnerismo animal —lecmos en el manuserito denominado Cogitata I— suponga la confirmacién fictica més palpable de mi doctri- na de la omnipotencia y la sustancialidad tinica de la voluntady*, ‘Con todo, estos primeros pinitos del hipnotismo no coparon su insaciable curiosidad y Schopenhauer dedicé también una gran atencién a la vida onirica, que habria de revelarse asimismo como una privilegiada via de acceso hacia el universo de la voluntad como cosa en si, En un apunte fechado hacia 1815 describe a la vida real y al mundo de los ensiehos como las hojas de un mismo libro. La diferencia entre ambos estribaria en que, si ben durance la vigilia nuestra lectura recorteria orde- nadamente cada una de sus piginas, al sofiar hojeariamos pasajes de la ‘misma obra que todavia nos resultan desconacicos”. A Io largo de todos los escritos de Schopenhauer cabe detectar un. gran interés por la oniromdntica®, es decir, por descifrar el criptico len- guaje de los suefios. De hecho, estaba convencido de que una ver cier- to suefio admonitorio le habsrfa salvado la vida'", El ensuefio se presen- ta como una mediacién entre la vgiliay el trance hipndtico, un puente que a través del intrincado simbolismo de los suefios Hlevaria hasta nuestros recuerdos parte de la omnisciencia lograda por el sonambul © Chr op. cit, ZA VIL, 287-288 . * Chr Ober den Willen in der Natur, ZA V, 299. fe. HN 1.1, 29 Cf HIN VL, 30, © Che HN 1, 340, : % Cf HIN IIL, 525 En la nochevieja de 1830 Schopenhauer sof que un grupo de hombres le daba la ienvenida cuando visitabs un pais desconocido para él. De alguna forma logs reeonocer en un adulto 2 un compatero de juegos de a Infancia que tenia su misma edad y habla fallecido a los diez anos, hacia ya tres décadas. El suefo fue interpretado como un aviso de que, si no sbandonaba Berlin, podria ser witima de la epidemia de edlera (cfr. HN 1V.1, 46-47). xx ROBERIO RODRIGUEZ ARAMAYO. mo magnético®, En todo caso, su interés estriba en que, tal como lo hacfa el hipnotismo, también el suefio puede servirnos para vislumbrar los oscuros dominios de la cosa en si, esto es, de la voluntad. «Cuando nos depertamos de un sueffo que nos ha conmovido muy vivamente —leemos en un manusctito fechado hacia 1826—, lo que nos conven- ce de su inanidad, no es tanto su desaparicién, cuanto el descubrimien- to de una segunda realidad que late con mucha intensidad bajo noso- tros y emerge ahora. ‘Todos nosotros poseemos el presentimiento de que, bajo esta realidad en la cual vivimos, se halla escondida otra com- pletamente distinta y que supone la cosa en si», «El hecho —escribira dos afios depués— de que yo sea el secreto director teatral de mis sue- fios representa una segura prucba de que mi voluntad mora mas allé de Excurso freudiano El concepto schopenhaucriano de voluntad es tan sencillo como complejo al mismo tiempo. Es caracterizado como lo radical, la natu- raleza o esencia intima de las cosas, el set en si del mundo. Se trata del corazén mismo del universo, del magma que late bajo la Naturaleza, de algo que, «considerado puramente en si, constituye un apremio inconsciente, ciego e irresistiblex”. Esta tiltima definicién, can emparentada con la libido freudiana, bastarfa para preguntarse si acaso nos encontramos ante un pionero de las indagaciones psicoanaliticas, méxime teniendo en cuenta el interés © CHAN I, 236 y 502 * CHL FIN II, 281, En ee send, sla vida es como una noche qu ena un larg shen (HN, 115); en snc a sna los meres Se de on ei etn y Yoda mere sponds on despa (HN Tal). sada es on Steg yn mucteconles @ deperar (FN i, 36) "Zee HINT, 392 sDent al enseno nos convetinos en un amaturd geval qu hae hblr as penomja'e inven ceases maine eal She {Espa nel suc mio potinc dl sonanbulso legumes express de tntmodo steafo'y subline, mowtando hondosconormiente qc no poseemos ‘lspci nos txnamoneloacso proessee HN I 26) gua the ov son, donde somos serge apuntader year ei de eu Reson o siuncons puccan en dh a'menado pesminos y anand IMtemanoTo que san dear o alg que cui, tn ane de uc lar psoas Iablen'o venga gu lo atocenientos alguns veo time tenemos oI Taha un lin ml ac) prsatimi 3 ns cs qs Hes Camu, ce 4x psy desta gen ‘Ende 2 isn see,aunqe de un pace desta qu no cu bap I one Stic (ce HN Vi, 108 Met Die Wot ab Wile nd Vorellng, ZA I, 347 xx ESTUDIO PRELIMINAR <1 demostrado por las fenémenos hipnéticos y la vida onirica, esto es, los dos primeros caminos recorridos por Freud en su intento por atisbar el inconsciente. La cuestién parece clara incluso para el propio padre del oanilisis, quien leg6 a reconocerlo con estas palabras: «Sélo una minorfa entre fos hombres se ha dado clara cuenta de la importancia decisiva que supone para la ciencia y para la vida la hipétesis de proce- sos psiquicos inconscientes. Pero nos apresuramos a afiadir que no ha sido el psicoanilisis el primero en dar este paso. Podemos citar como precursores a renombrados fildsofos, ante todo a Schopenhauer, el gran pensador cuya “voluntad” inconsciente puede equipararse a los instin= tos animicos del psicoaniliss, y que atrajo la atencién de los hombres con frases de inolvidable penetracién sobre la importancia, desconoci- da atin, de sus impulsos sexuales»*. ‘Ortra cosa es que al pionero se le quiera ver como a una musa. Eso es algo a lo que Freud no parecfa muy dispuesto, como apunta en su. Autobiografia. elas amplias coincidencias del psicoandlisis con a filoso fia de Schopenhauer, el cual no sélo reconocié la primacia de la afect vidd y la extsordinaria significacign de la sexualidad. sino cambién el mecanismo de la represién, no pueden atribuirse a mi conocimiento de sus teorfas, pues no he leido a Schopenhauer sino en una época muy. avanzada ya de mi vida. ue Freud prefiere declararse ignorante y confesar un déficie de lectu- ras, antes que renunciar a la gloria de atribuirse un descubrimiento. Saliendo al paso de las afirmaciones que sefialan a Schopenhauer como tuna notable influencia de la teoria psicoanalitica, no dejard de admitit su parentesco intelectual, pero insistiendo en el hecho de que no cono- fa previamente su pensamiento y, por lo tanto, no le guié en unos descubrimientos que no desea compartit. «En la teorfa de la represién —leemos en la Historia del movimiento psicoanalitico— mi labor fue por completo independiente. No sé de ninguna influencia susceptible de haberme aproximado a ella, y durante mucho tiempo cref que se trataba de una idea original, hasta que un dia O. Rank nos sefialé un pasaje de la obra de Schopenhauer Hl mundo como voluntad y npresen- tacién, en cl que se intenta hallar una explicacién de la demencia. Lo que el fildsofo de Dantzig dice aqui sobre la resistencia opuesta a la aceptacién de una realidad penosa coincide tan por completo con el contenido de mi concepto de la represién, que una vex més debo sélo a ri falea de lecturas el poder atribuirme un descubrimiento. No obstan- * Chic eUins isla del prisunlisie (1917), cu Sigganend Preush, Obras comme pletas (traduccibn de Luis Lopez Ballesteros), Biblioteca Nueva, Madeid, 1972-75 (9 vols), vol. VIL. p. 2436, Chi, op. cit, vol. VIL, p. 2971, soa ROBERTO RODRIGUEZ ARAMAYO te, son muchos los que han leido el pasaje citado y nada han descubier- | to. Quizé me hubiese sucedico lo mismo sien mis jévenes afios hubie- J ratenido més aficién a la lectura de los autores filos6ficos» *, En 1933 fueron publicadas las Nucuas lecciones introductorias al psicon anéliss. AIM se refiere Freud por tiltima vez a las posibles influencias de Schopenhauer y el tono utilizado revela claramente Jo enojoso que le resultaba todo este asunto. «Diréis, quiz’, encogiéndoos de hombros: Esto no es una ciencia natura, es filosofia “schopenhaueriana’. ;Y por qué un osado pensador no podria haber descubierto lo que luego confir- marfa la investigacién laboriosa y detallada? Ademés, todo se ha dicho alguna vez, y antes que Schopenhauer fueron muchos los que sostuvie- ron tesis andlogas. Y por ltimo, lo que nosotros decimos no coincide en absoluto con las teorfas de Schopenhauer» ”. El destinatario de la contundencia con que viene a expresar este liltimo aserto no seria sino él mismo y, més concretamente, el autor de Mas alld del principio del placer, quien tsece aios antes patecta opinat una cosa bien distinta. «Lo que desde luego no podemos oculearnos es que hemos arribado inesperadamence al puerto de la filosofia de Scho- penhauer, pensador para el cual la muerte es el «verdadero resultado» y, por tanto, el objeto de la vida y, en cambio, el instinto sexual la encar~ nacién de la voluntad de vivim ®. Pero dejemos a Freud con su tan curiosa como delatadora obsesién por obviar el parentesco que cabe observar entre la filosofia de Scho- penhauer y ciertas claves de la teoria psicoanalitica, para retornar al objeto principal del presente trabajo, donde se trata de presentar un texto que versa sobre su penszmiento moral ‘Como es bien conocido, Schopenhauer se preciaba de la estrecha trabazén que mantenia unidos entre sf a los distintos capitulos de su sistema filoséfico, donde tanto la filosofia de la naturaleza como la estética y la ética gravitan sobre su concepcién metafisica de la volun tad, aquello que consideraba su mds genial descubrimiento. Pero acaso Che op. cit, vol V, p. 1900, Se dirfs que Freud no tiene le conciencia muy tranquila en este punto y parcee dudar incliso de si, en efecto, leyé « Schopen- hhauer-en su juventud, aun cuanco ahora no sea capar de recordarlo porque su memoria se halle bloqueada por aguna resistencia. Un cexto, en definiiva, que se presenta muy jugoso para la propia integpretacién psicoanalitica, />_" Che. ap. et, vol. Vill, p. 3161. El passje citado prosigue ast: «Nosotros no afirmamos que el tinico fin de la vida sea la muerte; no dejamos de ver, junto a la ‘muerte, la vida. Reconocemos dos instintos fundamentales y dejamos a cada uno su fin propio. Cémo ze mesclan ambos en cl proceso de la vida y mo el instin- to de muerte es llevado a coadyutar a los propésitos del Eves, son problemas que quedan planteados a la investgacién fucura» (cfr. ibid, p. 3162), © Chi. op. cit, vol. VIL, p. 2533. ESTUDIOPRELIMINAR no se haya repatado tanto en el hecho de que, como ha escrito recien= temente Fernando Savater, da moral —es decir, la seocién préctica de su filosofia— no es un apéndice ni un corolario, sino la rizén de ser misma del sistema», Ciertamente, su reflexién ética constituye entrafia misma de su pensamiento y a ella conducen el resto de tesis, Por eso pudo escribir el autor de fn torna a la libertad de la voluntad humana que su filosofia ves como la Tebas de las cien puertas: por todas partes se puede entrar y llegar en linea recta hasta el cen- tro», esto es, hasta la ética®. La disolucién aporética del enigma de la libertad Lo primero que nos revelard la ética de Schopenhauer es que no somos libres, entendiendo por ello el ser capaces de optar por dos 0 més alternativas. No ste lo que se ha dado en lamar liberum arbi srium indifferentiae, bajo cuyo supuesto «toda accién humana seria un milagro inexplicable, al constituir un efecto sin causa», Como nada de cuanto se halla inmerso en el tiempo puede ocurzir sin responder a una ley causal, nuestros actos tampoco dejan de obedecer a esa causali- dad tamizada por el entendimiento que supone la motivacién. «No es ‘metéfora ni hipérbole, sino una verdad seca y literal, que, lo mismo que una bola de billar no puede entrar en movimiento antes de recibie tun impulso, tampoco un hombre puede levantarse de la silla antes de que lo determine a ello un motivo; pero entonces, se levanta de una Ianera tan necesaria ¢ inevitable como la bola se mueve después de haber recibido el impulso. Y esperar que alguien haga algo sin que lo :mueva a ello ningiin interés, es como esperar que un ozo de madera se acerque a mi sin que tire de él ninguna cuerda>“. El comportamiento del ser humano se reduce, dentro de las coor- denadas del planteamiento que hace Schopenhauer, a una ecuacién entre una motivacién dada y un determinado caracter; «cualquier accién humana es el producto necesario de su cardcter y del motivo que Sfz su contibucién al segundo volumen de la Historia de le dice edtada por Vicoria Camps (Editorial Critica, Barcelona, 1992, p. 500), © Ober die Fribet de merchlichen Wills ZA V1, 8 (ed. cst. cits p. 40). © Identifcada en ocasiones con la entrafia misma de su metaisica, como cuan- do en 1813 constata etar gestando tuna flosofla en la gu sla ica y la metafcica se une sol cum (ce. HN, 35) quince aos mis tarde 6 pregunta: Qué ‘metafica se compadece tan bien con la moral como la mia’ (et. FIN II, 908). Chis Ober die Freheit des mensclichen Willen, ZA Vl, 84 (ed. east its. 136). Che. op. city ZA V1, 83 (ed. cast. cit, pp. 134-138), xxv ROBERTO RODRIGUEZ ARAMAYO haya entrado en jucgo. Una vez dados estos dos fictores, su accién se sigue inevitablemente. Asi las cosas, bien podria pronosticarse e incluso calcular de antemano con seguridad tal accién, si no fuera porque, por un lado, el cardcter resulta muy dificil de sondear y, por otra, el motivo no estuviese con mucha frecuencia también octlto y expuesto a la réplica de otros motivos diferentes». Tal como Kant explicé con su ejemplo de los sien téleros que una esencia sin existencia no constituye realidad alguna, tampoco cabria conferir ninguna realidad a una existencia sin esencia, pretensién que se oculta bajo la doctrina del liberum arbierium indiferentiae. Segiin los partidarios de dicha doccrina, el hombre seria cuanto es merced al conocimiento y, por ello, cabrfa concebir el que se vayan introdi do nuevas formas de comportamiento, Sin embargo, en opinién de Schopenhauer, seria justo al revés. El conocimiento se limitarfa tinica- mente a darnos noticia de lo que ya somos de una ver para siempre”. A su modo de ver, «el hombre no cambia jamds y, al como haya actua- do en un caso, volverd a actuar siempre, en las mismas circunstancias» «Aguardar que un hombre acre, bajo circunstancias idénticas, una vee de una manera y otra de forma completamente distinta, seria tanto como esperar que ese mismo Arbol, que nos ha dado cerezas este vera~ no, nos proporcione peras el préximo afio»®. Al enfrentarse con el enigma de la libertad, Schopenhauer decide disolverlo en una insoluble aporia. «La persona —leemos en un manus- crito de 1816— nunca es libre, aun cuando sea manifestacién de una voluntad libre, cuya libre volicién se manifiesta en esa individualidad y adopta en dicha manifestacién la forma de todo fenémeno, esto es, el i op. cit, ZA VI, 95 (ct. ed. case. cit, p. 150). Ese paaje nos hace recor dar aquel den Critica dele razén pricica, donde se nos ice que, si pudieamos penetar en ka mente de un hombre, de modo que no nor fuese ano ni el mis insignificance de sus miles, yconociéramos sl mismo tiempo todas aquells cit canstancias externas que operan sobre él, eabriasaleular con seguridad a conduc- ta de un ser humano en Io porveir, al igual que se ace con ls eclipses de sol y unas (ce Ake, V, 99), Sélo que Kant lo wtilimba como preimbulo pars morte al perio de la libertad: cf. Raberto R. Aramayo, Critia dela ran werdmca (Ei. td en torn alas aporas marates de Kant), Veenos, Madtid. 1992, pp. 43 y ss. oC HIN, 91 © Cle Uber die Freie des menshlchen Wills, ZA V1, 89 (ed. cast. ct p. 142). © Clr op. cit, ZA VI, 97 (ce. ed. it, pp, 152-3). Cuando redacta estas thi sas lineas para su crsayo premiado por la Academia noruegs, su autor est tenien Ge pecsct wn teato Feld ee 1032 y que poonigue ant le face suc bye dicho dtbol pode muy bien ser de una u otra clase, pero éxe se ve deverminado a ser un cerezo yy al dor de ser Io primordial deja también de see libre, siendo tsto algo que tge para todo individvo» (Cit. HN IV.1, 124), >I ESTUDIOPRELIMINAR | principio de raz6n y, por ende, también el espacio y el tiempo. Ast pues, en tanto que tal manifestacién se despliega en una sucesién de actos, todos ellos quedan sometidas bajo la necesidad merced a la esencia de la persona, Mas en cuanto esta persona misma supone la manifestacién de un libre acto volitivo, las acciones no tienen otra fuente al margen de la voluntad libre y, como el conjunto de la manifestacién se debe a ésa, ella ¢s el origen de todas y cada una de las acciones»”, En este contexto, las cosas han de ser como son y no podrian haber sido de otra manera. «Puesto que todo cuanto sucede, tanto lo que tie- ne importa sello que se modo estrictamente necesatio, resulta inttil ponerse a meditar sobre cudn insignificantes y contingentes eran las causas que dicron lugar a tal 0 cual acontecimiento, asi como sobre cuin ficilmente hubieran podido ser distineas, al ser esto algo ilusorio, ya que todas ellas encra- ron en juego con una necesidad tan inexorable y una fuerza tan perfec- ta como aquella merced a la cual el sol sale por Oriente. Mas bien hemos de considerar los acontecimientos tal como tienen lugar con los mismos ojos que leemos un texto impreso, sabiendo que, antes de que nosotros lo leamos, ya esté ahi”. No podemos llegar a conocernos més que leyendo en ese libro redactado por nuestras propias acciones, ya que nuestros actos vienen a expresar nuestra esencia wy en lo que hacemos reconocemos aquello que somos», Como sugiere Riidiger Safranski en su magnifico libro reciente- mente traducido al castellano, esta teorfa podria tener en su base una experiencia biogréfica que Schopenhauer hubo de vivir muy intensa- ‘mente. Se trata de aquella gran eleccién ante la que le habrfa sieuado su padre, cuando le puso en la encrucijada de optar por prepararse para ir a la universidad o realizar un largo viaje por Europa que condicionaria su vocacién profesional, dado que con ello asumia la promesa de aban- donar su pasién por el estudio y proseguir la tradicién familiar, dedi- candose al comercio. «De ese modo, el padre fuerza a Arthur a adoprar la postura existencial de la decisidn: una cosa o la otra. Se le pone en una situacién que le obliga a “proyectarse” a si mismo. Cree saber lo que quiere y por tanto tiene que decidirse. Pero ser precisamente en su decisién donde podré leer lo que verdaderamente quiere y es. En la eleccién no podemos sustraernos a nuestro propio ser y después de ele- gir sabemos quiénes somos”. uestra irrelevante, ocurre de un * Ch HN 1, 357, Cit. Ober die Preiets des menihlichen Willens, ZA VI, 101 (eft. ed. cast. lt, p. 158). © Gli. op. city ZA VE, 99 (ed. cast. cic, p. 205), ” Clr. R. Saffanski, op, cit, p. 60. Precisamente, para iluscrar el texto recién XXVIL ROBERIO RODRIGUEZ ARAMAYO. duda, Schopenhauer se sorprendié a s{ mismo, al traicionar sus convicciones y elegir un sendero que le apartaba de su camino. Esa ‘crucial experiencia le hizo comprender que, contra lo que pensaba, no se conocia bien a si mismo y que sdlo Ilegé a conocerse realmente tras haber elegido una de las alternativas. «Todo hombre —escribié en 1821— es cuanto es merced a su voluntad, posee originariamente su voluntad y su caricter, constimyendo el querer la base de su naturaleza; el conocimiento lega después y sirve tan sélo para mostrarle aquello que ya es; de ahi que no pueda decidir ser de tal o cual manera, ni tam- poco sea capaz de ser algo diferente a lo que ya es, sino que es cuanto es de una vez para siempre y va conociendo paulatinamence aquello que ya es». Solo al ir conociendo aquello que realmente queremos, cuan- do nos vemos obligados a elegir entre varias opciones, cobramos con- ciencia de lo que somos. Ahora bien, pese al automatismo con que vienen a ejecutarse las acciones como meros corolarios del encuentro entre un carécter deter- minado y tales 0 cuales motivos, Schopenhauer no destierra de su reflexién’a la responsabilidad, ese pilar sin el cual no es posible ningu- na referencia ética. Es innegable que albergamos el sentimiento de sabernos responsables por cuanto hacemos, y ese hecho de la concien- cia nos impide disculpar cualquier tropelfa en base al mencionado automatismo”. «Por muy estricta que sea esa necesidad con la cual, ante un caricter dado, los actos quedan suscitados por los motives, no se le ocurriré a nadie, por muy convencido que se halle de tal cosa, dis- culparse por ello y pretender descargar la culpa sobre los motives, al saber perfectamente que, con arreglo a las circunstancias, esto es, obje- se acude a-un pasaje de la Metafsca de las costumbres, que canscribimos fagul siguiendo nuestra propia traduccién: «Aun cuando se cif a las pretensiones fue se adecian 2 su idiosincrérico cardcter, no deja de sencit —sobre todo en cier tos momentos y en determinados sstados de Animo— la incitacién de las preten- siones antagénicas y, por elo, incompatibles, que habrin de verse sojuzgadas, si quiere encregurse sin reservas 2 hs primeras, Pues, al igual que nuestro iineratio| fisico sobre la rierra es una linea, y no un piano, en el sendero de la vida, cuando {quetemos asir y asumir una cosa, hemos de renunciar 2 innumerables otras que van apareciendo 2 ambos ldos del camino, Ciettamente, podemos no clegir y trasteat todo lo que nos atrae fugazmente, cual nifos en una feta; este erastocada afin equi- wale a convertir ea un plano la linea de nuestro camino, corriendo erriticamente dée un lado para otro en 7ig-2ag sin llegar 2 ninguna parte. Quien quiere serlo todo, ro puede ser nada (eft. pp. 263-264 del manuserio) * Che, HN IIL, 91. “Se rata del setimiensa caro y seguro elaine als rppnanbided por cvan- to hacemos, la imputabaldad de rests accones,rodo fo cual se apoya en fa certeainqucbrantable de que noseton mismos somos lo autores de nuetor actos (Ge. Uber de Freie des menchien Well, 28 Vi, 134 ed cast. ct p. 200). xxv ESTUDIO PRELIMINAR + tivamente, tal accién bien podria haber sido totalmente distinta, con tal de que también él hubiera sido muy otro», «Las recriminaciones de la conciencia se refieren, ante todo y ostensiblemente, a lo que hemos ‘echo, peto en realidad y en el fondo, a lo que somos, ago sobre lo cual s6lo nuestros actos proporcionan un testimonio valido, al comportarse ‘con respecto a nuestro cardcter como el sintoma en una enfermedad”. En este orden de cosas, «la empresa de querer corregit los defec- tos del cardcter de un hombre mediante discursos moralizantes, que~ riendo transformar as{ su propia moralidad, es comparable a la de trocar el oro en plomo mediante una reaccién quimica o al proyecto de conseguir, gracias a un cuidadoso cultivo, que una encina dé albaricoques»”, «;Acaso no tuvo Nerén a todo un Séneca como pre- ceptor suyo%»”, nos pregunta Schopenhauer. A su modo de ver, es verdad que cabe «modificar la conducta, mas no la volicién propia- mente dicha, siendo esto lo tinico a lo que corresponde valor moral. No se puede modificar el fin que persigue la voluntad, sino s6lo el camino que toma para llegar a él. La instruccién puede variar la cleccién de los medios, pero no la de los fines iltimos» ®. Resulta obvio que, con arreglo a este planteamiento, «la ética puede contri- buir a forjar la virtud en tan escasa medida como la estética es capaz de producir obras de arter™, WET piers haber sido oto y en aquello que reside anto su culpa come st mérito, Plies todo lo que hace se infire de sf mismo como un simple corolariow (che. Uber die Grundlage der Moral, ZA VI, 217; ed. east. cit, p. 103) ” Chr op. cit, ZA VI, 297 (cl. ed. cast cit, p. 206), «Todo acto supiere a la conciencia el comentario de que »podias haber actuado de otra manera, aunque su verdadero significado sea el de «podrias muy bien ser de otra formas. Ahora bien, dada por un lado la invarabilidad del careter y, por otto, la exticta necesidad con {que se presntan todas las circunstancas en las que dicho caricter va colocéndose Sucesivamente, el «ranscurso vital de cada cual se ve determinado sin excepcin des- Ge la A hasta la Z; pero, como dicho curso vita resulea desgual tanto en su deter tminacién subjtiva como en lt objetiva, mostrindose para unos més aforcunado, noble digno, que para ottos, esto nos conduce, sino se desea elimtinar toda jus ticia, al supucito Rumemente srraigado en cl brahmanismo y el budismo, de que aquellas condiciones bajo lat cuales uno ha nacido vienen 2 ser la conseeuencia moral de una exitencia precedente (cfr. Zur Ethik, ZA IX, 254) " Chi. Uber die Freibeit des mensclichen Willen ZA Vi, 91 (et. ed, cas. cits p. 145) » Che ibid, 93. * Ctr, Uber die Grandlage der Moral, ZA V1, 296 (eft. ed. cast cits pp. 204- 205). " Che. HN 1, 147 ROBERTO RODRIGUEZ. ARAMAYO Los repraches esgrimidos contra la ética kantiana ” Esra es la discrepancia radical que sus premisas morales mantienen con respecto al disefio ético de Kant. En oposicidn a su maestro, Scho- penhauer sostiene que wel moralista, como el filésofo en general, ha de conformarse con la explicacién e interpretacién de lo dado, esto es, aceptar lo que realmente hay o acontece, para llegar a su compren- sidn». Su cesis es la de que «no hay otro camino para llegar a descubrit el fundamento de la ética salvo el empirico, es deci, indagar si se dan acciones a las que debamos atribuir auténtic valor moral —como seria el caso de los actos orientados a la justicia esponténea, la pura filantro- pfa o una genuina generosidad»®. Este punto de partida le hace ironizar sobre la compulsién pres- criptiva esgrimida por los adalides del rigorismo kantiano; «en la escue- Ja kantiana la razén préctica con su imperativo categérico se presenta cada vez. mas como un hecho sobrenatural, como un templo de Delfos instalado en el énimo del hombre, de cuyo tenebroso santuario ema- nan ordculos que, desafortunadamente, proclaman, no lo que ocurrind, sino lo que debe suceder»™, Por de pronto, Schopenhauer habré de reprochar a la ética kantia- na su comprobada ineficacia. «Puesto que la moral ha de habérselas con la conducta real del hombre y no con apriéricos castillos de naipes, ante cuyos resultados no retrocederfa ningin hombre inmerso en los graves apremios de la vida y cuyo efecto frente al torbellino de las pasiones resultaria, por lo tanto, comparable al de querer apagar un vasto incendio con una jeringuilla». En su opinién, el formalismo éti- co se muestra insolvente para combatir a ese antagonista de la moral que representa el egofsmo; «para hacer frente a semejante adversario se requiere algo més real que una sutil argucia 0 una apriérica pompa de jabono™. Pero Schopenhauer no se contentard con este reproche y, en un segundo momento, tildaré de inmoral a la ética kantiana, cuyo deber incondicionado supone un ideal quimérico, «Una voz que ordena, ya provenga ésta del interior © del exterios, resulta sencillamente imposi- ble de imaginar sin que amenace o prometa; pero entonces la obedien- cia que se le preste podea verse calificada, con arreglo a las circunstan- cias, de astuta 0 de necia, pero lo tinico cierto es que nunca dejard de © Cle. Ober die Grundlage der Moral, ZA VI, 160 (ed. cast. cit, p. 29) op. ty ZA VI, 235 (cf ed. cast. cit, p. 126). op. cit, ZA VI, 186 (clt. ed. east. cit. pp. 62-63). © Cli. op. cic, ZA VI, 183 (cfr. ed. cst. cit, p. 59). % Clic op. cit, ZA VI, 238 (cfr. ed. cast. cit, p. 131) 3Ox BSTUDIO PRELIMINAR ser egolsta y, por ende, careceré de cualquier valor moral» ®. Mas no se one whist. cri del formalismo ético kantiano, el cual también le incoherente, habida cuenta de que aquel «eudemonismo, que Kane habia expulsado solemnemente por la puerta principal de su sistema como algo heteronémico, vuelve a introducirse furtivamente por la puerta trasera bajo el nombre de bien supremon™. En efecto, con la doctrina del bien supremo y sus postulados, el autor de la Critica de la razén practica, aquejado ya por los perversos tfectos de la senilidad, se habria encargado de arrojar por la borda los logrs aleanzados en su glriosa Fandamentaion de le metfie de ls costumbres". Fl filésofo de Kénigsberg, tras renegar de la heteronomta comportada por el eudemonismo y poner las condiciones para liberar a la moral de su tradicional yugo ceolégico, haria descansar finalmente su ética sobre hipétesis teolégicas disimuladas. «No pretendo hacer ninguna comparacién satitica— nos dice—, pero el procedimiento empleado aqui presenta ciertas analogls con la sorpresa que nos dis- pensa un prestidigitador, cuando nos hace descubrir una cosa que,pre~ viamente ha escamoteado a nuestra mirada», A los ojos de Schopen- hauer, el coqueteo de Kant con la teologia le hace pensar en «un hombre que asiste a un baile de disfraces y se pasa toda la noche corte- jando a una bella dama enmascarada, ilusionado por hacer una con- quista, hasta que al final ella se quita la careta, pata darse a conocer. como su esposar”" Un viaje hacia los confines del pensamiento: la «nada» como destino dela moral En algiin momento Schopenhauer describe su ética como «diame- tralmente opuesta en sus puntos esenciales a la de Kant» y nos reco- mienda confrontar sus discrepancias, para comprender mejor su pensa- miento. Por eso hemos crefdo conveniente ofrecer una visién panoramica de tales disimilitudes. Ahora sabemos que, al autor de Los dos problemas fundamentales de la moral, slo le preocupa comprender aquellos fenémenos que suclen circunscribirse al émbito de la moral. Esa seria en su opinién la tarea cabal del filésofo, al cual no le compete ap. cit, ZA VI, 163 (ft. ed. cst. cit, p. 33). @p. cit, ZA VI, 164 (eft. ed. cast. cit, p. 34). tp. it, ZR VU. 158 (ed. case cit. p- 2) Op. it, ZA VI, 165 (eft. ed. cast. ci, p. 36). Cf. op. ee, ZA VI, 209 (fe ed cast. cits. 93). » Chi. op cit, ZA VI, 155 (et. ed. cast city p. 22) XXX ROBERTO RODRIGUEZ ARAMAYO la faena de acufiar imperativos con los que nadie podrd cumplir. Cier- tamente, no se propone llegar a prscribir cudl haya de ser ef compor- tamiento calificable como ético, sino tan s6lo compulsar si dicho com- portamiento tiene realmente lugar, «La cuestin relativa a la realidad de a moral —leemos en un apunte fechado hacia 1833— se cifra en lo siguiente: zexiste de hecho algtin principio que pueda contrarrestar al del egoismo?» A renglén seguido nos brinda esta respuesta: «Como el egotsmo limita la preocupacién por lo provechoso a la esfera particular del propio individuo, el principio que se le contraponga habri de ampliar esos desvelos hasta la esfera de los demds indi Este principio, contrapuesto al del egoismo, no sera otro que la compasion, fendmeno en el que se basaria tanto la justicia esponté- nea como la verdadera filantropia. Sélo las acciones que broten de la compasién poseen un valor moral. Cuando ésta se despierta dentro de nosotros nuestro corazén presta cobijo al bien y el mal que suften los demis, haciéndolo suyo, logrando sentir sus alegrias y pesares del mismo modo, aunque con distinta intensidad, que si fueran las suyas propias. Pero Schopenhauer, tras constatar todo esto, confiesa que semejante proceso le parece admirable y lo califica de misterio- so. «E's, en verdad, el mayor misterio de la ética, constituye su fen6- meno primordial y originario, al tiempo que representa el mojén més alla del cual sélo puede avencurarse a transitar la especulaci6n metafisicar™. Schopenhauer sabe muy bien que nuestro principal mévil es el egoismo y por ello propone adoptar «la ausencia de coda motivacién egofsta como criterio del valor moral de las acciones»”, para descubrir a continuacién que la compasién es «la tinica fuente de las acciones abnegadas y por ello la verdarera base de la moralidad»™, al constituit «el nico motivo no egoista y, por lo tanto, el tinico auténticamente ‘moral, aun cuando de suyo represente la més extrafiae inconcebible de fas paradojas»”. Quien supo diseccionar con tanto deralle y minuciosidad todos los registros de las pasiones humanas, el mismo pensador que consa- g16 paginas inmortales a disertar sobre la envidia o la crueldad, no podia dejar de asombrarse ance un fendémeno que contrattestara esos petversos mecanismos y determinar que «cualquier acto caritativo supone todo un misterio», declarando a wla catidad el comienzo de la * Cie HN IL, 151 % Chi. Ober die Grandlae der Mora, ZA VI, 248 (eft ed. cast, p. 143). ® Git op it, ZAVI, Bad (ed, cat. cit p. 138). Chi. op. its ZA VI, 285 (ed, cast. cit, p. 192). © Cli op iin ZA VI, 270 (ce. ed. cast ce, pp. 172173). ~om ESTUDIO PRELIMINAR 4 mistica»™; y cllo pot la sencilla razén de que, tras los lindes de lo cog- noscible, todo se vuelve mistico”, como habrfa de refrendar ese apa- ido lector de Schopenhauer que fue Ludwig Wittgenstein: «existe ciertamente lo inefable, aguello que se deja raluctr,es0 es lo misticor®, Tal es la concepciér schopenhaueriana de los fenémenos éicos. Fstén ahi, pero represenian una misteriosa paradoja que nos conduce hasta el misticismo. «Mi filosoffa —leemos en un manuscrito fechado hhacia 1827— se diferencia de la méstica en que, mientras ésta se alza desde adentro, aquélla lo hace desde afuera. El mistico parte de su pro-_ pia e incima experiencia individual, en la que se reconoce como ef cen=, tro del mundo y la nica esencia eterna. Sélo que nada de todo ello” resulta comunicable y, salvo para quien mantenga que se debe creer en su palabra, no puede llegar a convencer. Por el contrario, mi punto de partida son meros fenémenos que resultan comunes a todos y cuya feflexién al respecta se muestra perfectamente participable. Ahora bien, cuando aleanza Wu maximo cenit, mi filosofia cobra un cardcter negativo, limitandose a hablar tan s6lo de aquello que debe ser negado y suprimido, al deber describir cuanto se conquista con ello como una nada e indicando el consuelo de que se trate de una nada relativa y no absoluta; mientras el mistico sigue un procedimiento enteramente positivo. De ahi que la mistica suponga un excelente complemento a i filosofiar La ética de Schopenhauer se nos presenta como una espe: sea hacia el insondable abismo escudrifiado por la mistica, si conforme con llevarnos hasta el borde mismo del precipicio, sin arro- jarse al vacio, como si harfa el mistico. A él lo que le interesa en el fon- do es explorar los confines del pensamiento, Hlegar hasta los tlcimos mojones del conocimiento y, a ser posible, echar un vistazo més alld de dichos limites. «Existe una frontera hasta la que puede abrirse paso el pensar y hasta la cual puede iluminar la noche de nuestra existencia, aun cuando el horizonte siga envuelro entre tinieblas. Este confin es alcanzado por mi tcoria en esa voluntad de vivir que se afirma o niega por encima de su propio fenémeno. Pero pretender it més lejos es, a mi juicio, canto como querer volar sobrepasando la atmésfera» ®. Lo que Schopenhauer nos propone se asemeja bastante a la preten- sién acariciada por Wittgenstein al final de su Tractarus, cuando se Gi HN Il, 211. ” Gir, HIN IIL, 203. © Cf. el aforismo 6.522 del Tracasus © Cf HN IL, 345. "Clr. Die Welt als Wille und Vorstellung, ZA IV, 693 (cht. ed. cast. city p. 1147) YOO

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