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Carta de la maga a bebé Rocamadour de Rayuela, de Julio Cortazar ooo Dramaturgia de JOSE SANCHIS SINISTERRA PERSONAJES: Horacio Quivers Ossip Grecorovius La Maca A accion transcurre en Paris, afios 50. Un modesto apartamento de la Rue Sommerard Escasos muebles heterogéneos: entre ellos, una cama. Un biombo disimula lo que parece acceso a otra zona. A través de un ventanal se adivina un cielo gris, quizs crepuscular. En primer término, a un lado del proscenio, la puerta del apartamento, iluminada por la s6rdida lampara del descansillo; en el suelo, ante ella, una pequena estera (Se escucha, lejana, la misica de un acordeén que interpreta un tipico vals parisino. El interior del apartamento esté en sombras. Se enciende la luz del descansillo, sobre la puerta, yal poco llega ante ella Hoxacio, cubierto con una gabardina. Saca del bokillo unas llaves, busca una de ellas, va a abrir la puerta, se detiene, mira la llave y la puena. Respira hondo. Busca en sus bolsillos y encuentra un paquete de cigarrillos y un encendedor. Enciende éste y, cuando va a prender el cigarrillo, se escucha su voz en «offs:) Lb tA) a Voz Horacio.— Toco tu boca... Con un dedo toco el borde de tu boca... Voy dibu- jandola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera... y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar... (Prende el cigarritio y comienza a fumar, apoyado en a puerta. Tras una pausa, la Voz prosigue su evocacién:) Hago nacer cada vez la boca que deseo. la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara... una boca elegida entre todas... con soberana libertad elegida por mf... para di- bujarla con mi mano en tu cara... y que por un azar que no buseo comprender... coinci- de exactarnente con tu boca que sontrie... por debajo de la que mi mano te dibuja (Silencio.) Las bocas se encuentran y luchan tibia- mente, mordiéndose con los labios, apoyan- do apenas la lengua en los dientes, jugando en sus recintos, donde un aire pesado va y viene, va y viene, va y... con un perfume viejo y unt silencio. (Silencio,) Entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo... acariciar lentamente la profundi- dad de tu pelo... mientras nos besamos como si tuviéramos la boca lena de flores... 0 de peces... de movimientos vivos... de fragan- Cia oscura... ¥ si nos mordemos, el dolor es dulce... y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultaneo del aliento... esa instantanea muerte es bella (Silencio. Por la ventana va entrando una débil claridad que ilumina el interior del cuarto,) Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura... y yo (e siento temblar contra mi como una luna en el agua... (Horacio tira su cigarrillo al suelo y Io pisa. Resuelto, toma cle nuevo las Haves, abre /a puerta y entra en el apartamento. Ha au- mentado la luz, y ahora se advierte la pre- sencia de Ossie sentado en el suelo, apoyado en la cama, que le mira sorprendido con un diario en las manos.) Hoxicio.— (Reparando, a su vez, en Os- sip.) Vaya... (Silencio.) Ossip Gregorovius. Ossi. — No sabfa que tenias una Hlave.. (Silencio.) Hoacio.— Supervivencias... Te la daré, ahora que eres el duefio de la_casa (Intenta sacar una Ilave del llavero.) ‘Ossr.— Por un tiempo, solamente. Aqui hace demasiado frio... y ademas, hay que tener en cuenta al viejo de arriba. Esta ma- ana golped cinco minutos, no se sabe por qué.. Hoscio— (Cerrando la puerta tras si) Jnercia... Todo dura siempre un poco més de lo que deberia... Yo, por ejemplo: subir estos pisos, sacar la Have, abrir... (Va hacia Ja ventana para abrirla.) Huele a cerrado, aqui. Ossp— Un frio espantoso... Hubo que tener abierta la ventana cuarenta y ocho horas después de... de las fumigaciones Hoxacio.— (Queda de espaldas, sin abrir la ventana. Silencio.) ;Y estuviste aqui todo el tiempo? (Ossie se encoge de hombros.) Qué tipo tan caritativo.. Ossi. — No era por eso... Tenia miedo de que alguno de la casa aprovechara para ins- talarse en el cuarto y hacerse fuerte. Lucia me dijo una vez que la propietaria es una vieja loca... y que varios individuos no pa- gan nada desde hace aitos... Hosacio.— (Examina el cuarto,) Total, que te instalaste como un bacain... Chapeau, mon vieux... (Irénico gesto de congratulacién.) Espero que no me habréis tirado ef mate ala basura... (Se quita 2 gabardina y la deja en una silla,) Ossie. Oh, no... Esta ahi, en la mesa de luz, entre las medias... Ahora hay mucho espacio libre Horacio.— Asi parece... A la Maga le ha dado un ataque de orden. No se ven los discos ni las novelas... (Saca éa hierba y el mate y empieza a cebar despacio, miranda aun lado y a otro.) Asi que se fue... (Ossie asiente.) Y te dejé el cuarto... Ossir-— Ella sabfa que yo estaba pasando Por una situaci6n... delicada. Mi tia abuela ha dejado de pasarme la pensién, probable- mente ha fallecido... Y Lucia me ofrecié compartir el cuarto... después que ti anun- ttl jaste que te ibas. (Silencio.) Yo no sabia si aceptar, pero ella insistid. Horacio.— Eso no encaja demasiado con su partida. Ossir.— Pero todo eso era antes... (Se in terrumpe.) Hokacio.— jAntes de... las fumigaciones? Ossie. — Exactamente. Horacio.— (Le mira un momento y emite una risilla sarcastica.) Te sacaste la loteria, Ossip... Ossir.— (Evidentemente incémodo, se pone a buscar algo.) Es muy triste... Todo podia haber sido tan diferente. Horacio.— No te quejes, viejo. Una habi- tacién de cuatro por tres y medio, a cinco mil francos mensuales, con agua corriente... Ossi. (Encardndose, inquieto, con Ho- racio.) Yo quisiera que la situacién quedara aclarada entre nosotros, Horacio... Este cuarto.. Horacto.— (Le interrumpe, ofreciéndole mate.) No es mio, duerme tranquilo. Y la Maga se ha ido. Ossip.— De todos modos... Horacio.— jAd6nde? (Ossir 20 compren- de.) ;Adénde se ha ido? Ossir.— (Evasivo, le devuelve el mate y sigue buscando.) Hablé de Montevideo... Horacio.— No tiene dinero para eso. Ossip.— Hablo de Perugia Horacio.— (Intercepta su trayecto.) Dime bien clarito dénde esta. Ossie.— {No tengo la menor idea, Hora- cio!... El viernes Ilen6é una maleta con libros y ropa, hizo montones de paquetes, y des- pués vinieron dos negros y se los llevaron... Me dijo que yo me podia quedar aqui... y como lloraba todo el tiempo, no creas que era facil entenderla. Horacio.— Me dan ganas de romperte la cara... Ossip — sQué culpa tengo yo? Horacio.— No es cuestién de culpa... (Silencio. Transicién.) Eres dostoieskiana- mente asqueroso... y simpatico a la vez, Os- sip... Cuando te sonries asi, uno comprende que no hay nada que hacer. Ossip.— Oh, yo estoy de vuelta... Tai eres como yo, y por eso no me vas a pegar... (Ante el gesto de Horacio:) No me mires as no sé nada de Lucfa... Uno de los negros va casi siempre al café Bonaparte, lo he visto... ‘A lo mejor te puede informar... Pero... jpara qué la buscas, ahora? Horacio.— Explica eso de

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