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EL PROCESO DE LA INDEPENDENCIA DE MEXICO Jaime E. Rodriguez O. LA REVUELTA DE HIDALGO. “Una serie de factores econémicos, sociales y politicos thacfan del Bajfo un terreno ideal para la gestaciGa de una ‘gran insurrecciGn armada, Esta regiGn, situada al noroes- fe de la capital en el valle del rfo Lerma, entre Leén y ‘Querétaro, es una de las dreas agrcolase industrials més présperas de México. La ciudad de Guanajuato, ubicada ‘asi en el centro de dichs zona, era el lugar donde se halla- bala Veta Mace, una de las minas de plata mas ricas del mundo. Queréiaro, por su parte era el centro de [a i dustria textl. A diferencia del centro y el sur del pais, ‘que estaban poblados en general por comunidades indige- fas establecidas,e! Bajo fue colonizado pot Ios europcos después de la conguisa, los cuales atrajeron a indigenas, Imestios, mulatos y negros como trabajadores gracias 8 Jos altos salaros y alas seguras condiciones laborales. A fines del siglo XVII, la regién contaba con una poblaciéa saévil y dinémica, que en st mayorfa participaba dentro de la economia de mercado. El area se caracterizaba por su ra comercial ysu vast industria minera y tex ti, Las ciudades de Guanajuato y Querétaro tenfan {60 000 y 50-000 habicantes respectivamente; habia ade- ‘mds numeroans puebios y Gudades més pequefas disemi- ‘nados por toda la zona, En 1806, por ejemplo, ascendan 12288 154 las personas sujetas a tributo en la provincia de Guanajuato: 26% eran indios que vivian en pueblos; ‘50% eran mativos que trabajaban en las ciudades y el ‘campo como naberss, y 16% eran mulaios y negrog ees." , Hintéricament, la regin habia ofrecido grandes oper tunidades y movilidad social, pero a fines del siglo X¥IE las condiciones se deterioraron. El crecimiento demogré- fico redujo la posibilidad de que lor trabajadores, tanto rurales como urbanos, obtavieran salariossatsfactorios Vaso nun exalt 208 inden um cindro tad del Bojer wine Wall, “Mesean", 1887, Bening Mer, 971 pp ‘Baie braing, Hands, Fain, “Lie 1979, 99, 98378, Supe, ie 088; Mot, Mie saris ‘empleos seguros. A medida que su situacién empeoraba, Ia expansiGn de'la industria minera condujo al crecimien- to de las ciudades y también a la transformacién agricola log optlentor hacendados sabfan que los empobrecidos ‘campesinos los eulpaban, al igual que a sus mayordomos, de las tribulaciones sufidas, Esto hizo que algunos mag nates otrar grandes propietarios aportaran alimentos y ‘rovisiones a la causa rebelde, esperando con ello que se Fespetarfan sus tierras. Cualquier respaldo que el movi- miento pudiera haber hecho aflorar entre las clases altas se exfurné cuando se puso de manifiesto que los lideres no ‘podian controlar —o-no estaban dispuestos a hacerlo— a tus eeguidores, En poco tiempo los hambrientos insurgen- tes comenzaron a saquear indiscriminadamente, sin aten- der a ti te trataba de propiedades de europeos buenos 0 ‘malo, 0 i pertenecfan a peningulares 0 criollos.”” ‘EI saqueo de Guanajuato mareé un momento crucial nla ineurreceién, ya que en lo sucesivo el entusiasmo por el moviemiento decaeria. Esta ciudad era la capital de una rica intendencia agricola y minera con una poblacién de alrededor de 60 000 habitantes, la cual constitu la terce- ra zona urbana més grande del imperio después de Mé: coy La Habana. Gozaba, ademés, de fama de progresis- ‘2, misma que cobré reake bajo la administractn iusradia del intendente Riafo. No obstante, este funcionario co- ‘metié un fatal error de célculo al ver que los insurgentes se aproximaban a la ciudad, pues decid rotrarse a la liga de Granaditas, un espacioso granero, aesperat refuerzos. Axi, la noche del 2¢ de septiembre se encerr6 ‘ere recinto con la guarnicién realist y ls ciudadanos prominentes files al regimen. Dentro dels macizos mux rosde a alhGndiga fueron guardadas las pertenencias mis valiozas de los rios realistas, ls archivos gubernamenta- Tes y el tesoro, asf como provisiones suficientes para ali ‘mentar a 500 personas durante dos meses, Tal estrategia jgné al resto de la poblacién, que ae sintié abimdona- dda, Las clases bajas, en un principio partdarias de los realists, a volvieron en su contra. El 26 de septiembre Riafo traté de reeuperar el apoyo popular abollendo los tributos. Pero la medida abort debido a que la mayoria ¢ los indios y las castas de la ciudad consideraron aquel gesto un acto de hipocresfa, que quedaréareacindido Hidalgo era dervotado. ‘Cuando los insurgentes atacaron Guanajuato el 28 de septiembre, Riaio se uegé a rendirse creyendo que podria reristr hasta que Je legaran refuerzor. Sin embargo, el pueblo guanajvatense se unié alos miles de rebeldea irre gulares en el asedo al ranero. No obstante que los defen- sores inligieron terrible bajas entre las hueste de los in- surgentes, el lugar cay6 después de cinco horas, La mult tud dio muerte entonces a lor realatas, sin ditineign algu- ‘a entre eapaioles europeos y americanos, abandondncdose después al saqueo y ala destruccida del equipo de mineria ‘que habia en la ciudad. A duras penas los Iideres consi- ‘uieron detener la carnicerfa.” ‘Las noticias de la matanza de Guanajuato aterraron a ls clases media y ata, e incluso a muchos entre los estra- to pobres. El pllaje, Ta carnicertay la destruccién de esta ciudad indicaban claramnente que la insureccin promo: via un conilito de clases que sus propos dirigentes no ppodian controlar. Los ncleos acomodados temfan que ta- les confrontaciones desataran una guerra racial. Los in- dios y los campesinos duefios de tierraa comunales tentian, desasosiego ante la poxibilidad de ser despojados por la turba de desarraigador que acompafiaba a Hidalgo. To- dos estos temores fueron aprovechados pot la propaganda, ‘ealista. El obispo Abad y Quiepo, quien alguna vez favo- reciera los intereses criolios, adujo que la clase alta hnatiana habia sido la mds préspera y pacifica del mundo hasta que el confito racial la destruy6. Por lo tanto, el ai ‘mo destino aguardaba a sus contrapartes novohispanas si % slamde, Hiri, 1049-1652, ‘pp, 05-420; Hamil Je, ad (p18 pp. 137-48 a % amén, Hira, 18454052, , pp. 211-225, Mora, Mico, 136, "C0, p23; Hamil Je, A bie, 1965p. 181-168; Lad, Ne- 38 4, limpfo Hidalgo no era detenido, En un esfuerzo por de- ucreditar la rebei6n, Abad y Queipo excomulg6 a los ‘cuatro jefes principales del movimiento insurgente."* "El ejreitay gran parte de las milicias, conformados por rnovehispancs en un 95%, permanecieron files ala coro- tna. A pesar de que tunes cuantos miembros de la clases altas apoyaban a os insurrectos, la mayoria se adherfa i bien con renuencia— al gobierno. Un buen mimero Ge novohispancs, incluso lot magnates, mantenia una diff til neutralidad: aunque conservaba wu lealtad al régimen, rho se oponta de manera activa a loa rebeldes. EI movi- Imiento autonomista americano no habla muerto, sdlo se - Debido al peligro de una guerra racial y de cla- fs, a elite de Nueva Espafia crefa que no habia llegado cl ‘momento para implantar una administraci6n auténoma, ero nadie dudaba de que legarfa el dia en que Ia cues- tién de la autonomfa volveria a plantearse. Mientras tan- to, cada quien trataba de sobrevivir a la revuelta de Hi- algo como mejor podia. Para los terratenientes, dentro de las &reas bajo dominio rebelde, ello significaba coope- ‘ar eon los insurgentes, pues en caso de no satisfacer sus xigencias de alimentos y provisiones, tanto sus vides co- mo sus propiedades corrian peligro. ‘De Guanajuato, Hidalgo ae diigié al sur rumbo a Va- Uadolid, donde habja sido estudiante y més tarde macs- ‘wo. Para evitar una matanza, la ciudad se rindi el 16 de ‘octubre. Con ello se ent6 una pauta: al verse amenazadas por los rebeldes, las urbes se sometian para sustracree a la Violencia, pero en cuanto regresaban las fuerzas realistas ‘olvian a proclamar su lealtad al gobierno. En Valladolid, Hidalgo pidié al conde de Sierra Gorda —en ese momen to el candnigo a cargo del obispado, pues Abad y Queipo habla huido ala ciudad de México— que anulara a exco- ‘muni6n, El prelado, que simpatizaba con los insurgentes, [eeedi6 de inmediato, Seria este mismo clérigo aristécrata, (1 que més tarde instarfa al cura José Marfa Morelos a lunire ala revuelta, hecho que tendrfa hondas consecuen- cas. ‘De Valladolid, Hidalgo condujo a sus desorganizadas huestes, cuyo numero axcendia ya a 80 000, hacia la ciudad de México. E129 de octubre el contingente rebelde Tlegé a Toluca, mediando tan s6lo una baja cordillera centre ly la metr6poli més grande del nuevo mundo. En ‘dl Monte de las Cruces, una elevacidn que domina los ae- eros al valle de Méico, el coronel realista Torcuato Frujilo, al mando de un ejército de 2 $00 tropas, se dis- puso a defender la capital, Los bien disiplinados y mejor Ermados soldados realistas controlaban los puntos eleva dos, resultando su moderna artillerfa una mortfera y terrible sorpresa para los insurgentes. E130 de octubre tu vo lugar un sangriento combate que duré todo el dia. Allende y los otros comandantes rebeldes no pudieron im: ponerse asus aguerridas pero indéciles ropas. A pesar de aque las huestesrebeldes rodearon al ejército de Trujillo, los bien organizados realistas se abrieron paso a través de las fuerzas enemigas y sc baticromt en retirada hacia el valle de México al caer la noche. Si bien el mermado ejército de Trajillo no estaba ya en condiciones de defen der la capital, los insurgentes también sufrieron fuertes estragos: més de 2 000 muertos, miles de heridos y nurge~ 000s desertores. En un santiamén la mitad de las huesies rebeldes habia desaparecido. De pronto, Ia larga cadena de fAciles victorias y marchas triunfales Hegaba a na fin Las fuerzas realistas habian mostrado lo que un ejército pequefo, si tenia el adiestramiento y la disciplina ade~ ‘uados, era capaz de hacer > Los insurgentes que quedaron se reagruparon antes de avanzar sobre la ciudad de México, Hidalgo envid emisa- Fos alos pueblos indios del valle con la esperanza de con- seguir nuevos reclutas, A diferencia de los trabsjadores rrurales y urbanos del Bajio, las comunidades nativas del ‘centro del pate no se adhitieron a la causa rebelde, En li- gar de ello, a mayorfa se apresuré a expresar su apoyo a Jos realistas, Incluso surgié indignacin entre algunos de sus habitantes de que “entre los traidores hubiera gente de origen indigena’”. La parcialidad de Tecpan de San- tiago aseguré al virrey “que ninguno de sus hijor” se unirfa alos rebeldes. Asimismo, Tlaxcala rechazd los “es candalosos y detestables” actor de los insurgentes y ga rantzé a dicho gobernante que se opondria la rebelién en aquella ona.” ‘ Por tanto, a las seis semanas del Grit, la mayoria de los criollos, mestizos, indios y castas repudiaba a Hidalgo. La transformacién socloeeondmica del Bajfo haba causado tun profundo rencor entre Ja poblacién rural y urbana pobre de la regién, ya que consideraba injusta su si- tuacidn, Para esta gent, el lamado a las armas hecho por “Hidalgo y el resto de lot conspradores se present como una ‘oportunidad de resarcrse de los agravios y de castigar a los explotadores. Empero, este no era el panorama social que prevalecfa en otras zonas de Nueva Espafia. El pe- ligro de una guerra civil atemorizaba a todas ls clases, las ‘astas y los grupos étnicos en general, pues percibfan a la yreccidn como Una amenaza para sus intereses. Los pueblos indios mostraban una especial preocupacién de {ue sus tierras comunales pudieran ser invadidas por los 7 Alamin, Hida, 1869-1852, ‘hopp. 3148; Hamil, Ha 1, 1905, pp. 167173 2% vam J. Hilal, 1986, pp 7475. La. demontraone? de spoyo dels indgena a on ral tah be encuentran em Horas y Dévalon, Clrl, 10771082, « po 12120, 142, 14, 39 % Alama, Hit, 1049-1852, ‘te pp. 400800; Hamil J, idl (p88, 9p. 180-88; Ward, Me $2, 1629, 1, pp 129-18; Tin, Ihoaration, "1988, pp. 138-158, ‘amne, Rect, 1988, p. 126-180 desartaigados gafianes y naborfos que acompafiaban a Hidalgo. [No obstante que Hidalgo inet al virrey Venegas a que entregara la capital para evitar una batalla encarnizada, ste se rehus6. El general Félix Calleja habfa salido de San [Luis con refuerzos y lo nico que necesitaban los defenso- rex de la ciudad era resistir unot cuantos dias. Hidalgo y ‘Allende se percataron de que su ejército se enfrentaba a graves obstdeules. El castigo que les infligiera Trujillo en el Monte de las Cruces debilité la determinacién tanto de sus oficiales come del resto de sus hombres. El ejército de Calleja, mds numeroso, sin duda resultaria més diftcil de veneer. Por otra parte, #i se tomaba la decisidn de entrar en Ia capital, ge daria el saqueo indiscriminado y testo permitria a las tropas realists sorprender a las hues- tes rebeldes en un momento vulnerable. Por lo tanto, Hi dalgo ordené la retirada de sus hombres el 3 de novier- bre, dejando tras de af @ una atemorizada pero intacta ciudad de México. ‘De la capital, los insurgentes se dirigieron hacia Queré- taro. Aungue fu miimero era todavia imponente —quiz ‘unos 40 000 hombres—, no conformaban una fuerza bélica bien organizada, E17 de noviembre, el diciplinado ec to.de Callea, integrado por 7 000 milicianos, intercepts a los rebeldes en Aculco. A diferencia de la gente del Bajfo, los potosinos no habfan visto mermedo #1 nivel de vida; por el contrario, los eampesinos de a zona gozaban de se- {gutidad y de altos jornales. Por consiguiente, al igual que Ibs aldeanos del centro de México, vefan una amenaza en los insurrectos de las reas rurales, lo que hacia que, fen general, salieran en defensa del gobierno espafo. “Allende e Hidalgo tenfan planeado encarar al enemigo ‘para luego batirse cn una répida retirada a fin de evitar [graves bajas, Pero lo que deberia haber sido una retirada ‘ordenada ae convirtié en una completa desbandada. Los rebeldes abandonaron gran parte de su arilleria y prov slones en su desesperada huida de los realstas. La falta de disciplina, asf como la confusién y la aparente cobarda de los insurgentes, causaron repugnancia a las tropas lea- les conformadas por crollos y mestizos. A partir de enton- ces, las milicias ve volverfan el enemigo mas implacable de lee ingurgentes.* ‘Después de aquella batalla, las desorganizadas huestes rebeldes se dividieron en dos grupos. Hidalgo marché a Valladolid, mientras que Allende regres6 a Guanajuato. ‘A pesar de que en un principio Hidalgo habfa hecho poco ‘para restringir la furia de sus hombres, tampoco la habia fomentado, Pero cn Valladolid desaté una delibera- {da campatia de terror contra los peninsulares, ordenando la cjecucidn de 60 espafoles europeos para satisfacer a sus seguidores y restitur la confianza perdida despues de dos derrotas. Mas tarde, en Guadalajara, dict6 Ia muerte de otros 350 gachupines, Mientras que estos actos compla- cieron a los elementos proletarios de la insurreccin, in- ddignaron a la mayorfa de los sectores que componian la sociedad colonial. ‘Hacia fines de noviembre, Hidalgo cambid su cuartel general a Guadalajara, donde encontrS apoyo entre las ‘masas rurale. A pesar de que Jalisco posefa una estructu- +a agraria diferente, al igual que en ol Bajio la poble- % nstamarte, Cue, 1961, & hp. 130. 6 LA REVUELTA DE MORELOS ‘Lias transformaciones polttcas forjadas por las Cortes ‘espatolae fomentaron el desarrollo del regionalismo. Las diputaciones provincial y ls cabildos consttucionales oftecieron 2 lox novohispanos nuevas oportunidades de refrendar sus intereses locales. Sustentadas en el regiona- lismo extimulado anteriormente por las intendencias, las diputaciones provinciales preporcionaron una salida tentimientos localistas largamente reprimidos. Este re- gionalismo no hizo sino exacerbarse cuando primero Ve- negas y luego Calleja intentaron anular o reetringir los nuevos derechos provinciales. Tales conflicos no fueron ‘sino el comienzo de las uchas politicas entre el centro y las provincias que asolarfan al México posterior ala indepen~ ‘dencia, Al limitar la facultad de las fuerzas realistas pare hhacer frente a Ia insurgencia, las reformas de las Cortes ayudaron indirectamente a los rebeldes, aunque también obligaron a los insurgentes a tomar en cuenta al liberais- ‘mo expaflsies que habrfan de granjearse el respaldo de a mayorfa de los novohispanos. Como resultado, los aautonomistas consiguieron enfrentar a los realistas con los febeldesen un eafuereo por ganar concesioncs del gobier- re onatal , ‘rte ya, un abode guts dexempe como eee So ectae btetals, asm dn Soe Ttpetacelnmuet de talgoen 110 see rst Raven promuc sewn ata seo Ee Regeln ht extn ode ae a a Seca pesvecn desman Cee een amc oapern Nora Br ae eee crea cooper on laf. cee a teal pan woenar dh Ste a ir Al boa Calle imeno Soa emata Rapdn'y veo mugen ‘organizaron la Hamada Suprema Junta Nacional Ameri- cana, estableciendo su cuartel en el enclave montaiioso de Ziescuaro, a medio camino entre Valladolid y a capital [La Junta te dedicé a procurar apoyo para sus programas hasta el {de enero de 1812, fecha en que Callejatomé Zi- téeuaro, No obstante que Rayén escapé, fue perdiendo sradualmente su condicién de Iider. Sera el cara José Marla Morelos, quien desde 1810 sostendria una guerra de guerillas en el su, el que se erigirfa como el caudillo insurgente més importante Si ést toleré también Ia exs- teneia dela Suprema Junta Nacional, ello ve debi6 s que Ja misma conferia al movimiento la apariencia de com: ‘uidad y de representacién nacional. Sin embargo, el sacerdote rebelde tenia una mejor com- renin de Ins condiciones secioecondmicas de Nucva Expaila que su predecesor. Morelos pertenecia a la pe- quefia burguesia,siendo sus padres un artesano mestizo y ‘a erolla, Conocfa bien el sur, pues habfa pasado vy ju- ‘ventud trabajando en la hacienda de wu to cerca de Apat~ Zingén, lo miamo que de arrero. Asimiamo, habia eu. ddiado con Hidalgo en el Colegio de San Nicos en la opu- Jenta ciudad de Valladolid, hoy Morelia. A pesar de que su carrera ecesdstca no fue vertiginoa, ya que perma: necié durante once afios en la pequefia parroquia de Ca- cuaro, en la zona de Tierra Caliente, logré hacerse de algunas propicdades, entre ellas una pequefafinca y una confortable cata en la propia Valladolid. Morelos era un sacerdote estricto, pero bondadoso, que supo ganarse cl respeto de su feligreses de las autoridades eclesidticas, ‘yen quien alentaba un ardiente sentimiento nacionalisa, En virtad de ello, no resulté dificil para el conde de Sierra Gorda ni para Hidalgo convencerlo del cardeter juno de Ja causa insurgente y pedisle que organizaralarebelign en laur, Sin embargo, a diferencia de a antiguo maestro, Morelos rechazaba’ la violencia indicriminada y la sari ome inruento ios, Init on una ik ciplina rigurosa, cnzurando la brutalidad y el saqueo que cn su opintin habrian de ser “la causa de nuestra ruina total, tanto espritual como temporal”. Asf, se esforz6 por panos, en particular aquellos que vivian en las éreas de conficto, se pereataron de que el régimen juridico habla précticamente dejado de fancionar en las provincia, ya ue se encontraban a merced de oficiales realistas que a ‘menudo se condiufan en forma arbitraria. En tales ci- cunstancias, el gobierno virreinal perdié répidamente el apoyo de los gobernados."* ‘A pesar de todo, para 1816 el virrey Calleja habia paci- ficado, en buena medida, algunas regiones de Nueva Es- pala. Siendo un soldado implacable y tenaz no vail en desobedecer numerosasleyes con tal de obtener la victo- sia, No obstante, semejantes logros se consiguieron a un alto precio, pucs algunas zonas que iguraban entre lat ts ricas del pats quedaron devastadas por los combates, Y algo todavia més importante: las tdcticasrepresivas ero- sionaron el antiguo consenso pot. Entre 1813 y 1816, CCalleja no sdlo arresté a los presuntos insurgentes, sino también a cuatro ex rogidores, un oidor, un fica de la ‘Audiencia, un marqués y ua canénigo que era delegado clecto para las Cortes. Asimiamo, la muerte en prsicn de Franciaco Galicia, ex conecjal y gobernador indio de San Juan, agudiz6 la indignacién de Jos novohispanos en ‘contra del régimen de Fernando VII. Todos exto altos funcionarios habian side defensores prominentes de la ‘Consttucibn, por lo que su encarcelamientoy el maltrato ‘de que fueron objeto exhibieron la derrota del orden cons- titucional, asf como la violacién de lox derechos y privle- gio wadizionales de su jorarquia. Inch el recén rest- fuido ‘Cabildo. protests ante tan fagrante desacato del protocol, ‘De hecho, la unidad polftica ya habia sido debiltada [por trastornos previos, a saber: la centralzacién borbéni- a, la crisis imperial, las accionesilegales de los conserva dores espafioles, lor levantamientos rurales provocados por la revuelta de Hidalgo, asf como los constantes distur- 35 rer Cau 190,» “here, 1389. 7 typ a7; Gueden,“Goberado™ rer a80, pp. 2994; Aaa, Fal nee 2 sami Jr. cetona oe ese tos de Mora tm Wan 1976, Sst bios en las provincias suscitados por el entrejuego de in~ surgencia y contraiasurgencia. Los procedimientos de CGalleja, al igual que los de Fernando VII, 26loreforzaron fos temores de los americanos respecto a que Nueva Espa- fa estuviese viviendo bajo un mal gobierno. La anuencia de los gobernados, que durante casi $00 afios habia tentads al regimen espafol, ea ahora casi inexistente. qos novohispanos obedectan los dictdmenes del régimen, se debia principalmente a que éste gozaba del monopelio dela fuerza. En septiembre de 1816, Juan Ruiz de Apodaca sustitur 6a Calleja como virrey de Nueva Espada, implantando lina poltia de reconciliacign en un esfuerzo por cerrar lat hetidas causadas por el conficto. En contraste con las me~ ‘Graconianas de su predecesor, otorg6 la amnistfa a fos rebeldes. Durante su gestidn, Apodaca indult6 a més de_17 000 insurgentes, Quiz4 su politica habria tenido més éxito si Fernando VIE no hubiera repudiado fas re~ formas e introducido un absolutismo inflexible y sin pre- ‘cedentes en el mundo higpénico. La mayoria de los no- ohispanos, advirtiendo que las acciones del nuevo virrey ‘chocaban con lat del gobierno del propio monarca, tu Vicron la certeza de que #0 programa de concliacién jodie ser invalidado en cualquier momento, Por otra par~ te la insurgencia que habia transformado al pais, proseguia en forma enearnizada. La guerra civil provocé {crios dafios ala agricultura, el comercio, la industria y la rineria, al igual que a la compleja pero frdgil infra- ‘etructura de la naciéa. Lamentablemente, los combates ids devastadores ocurrieron en el centro de Nucva Espa- fa, la zona agricola y minera ms rica de pais, Los rebel~ ‘des quemaban fineat, mataban al ganado, destrufan et ccquipo minero y paralizaban el comercio, Las fuerzas res listas recurrfan al contraterror come medida punitiva, ‘asolando a las regiones que habian capitulado ante los in- suurgentes 0 respaldado su causa “Aunque es imposible evaluar cabalmente los efectos de la lucha por la Independencia, algunos de sus contempor ‘ncos intentaron calcular la magnitud de la matanza y la Gestruccién. José Maria Luis Mora estimaba que unas {600 000 personas —rais de un décimo de la poblacién— habfan muerto a consecuencia de la guerra, las enferme- dades y el hambre entre 1810 y 1816.” El nimero de ba- jaslleg6 a ser todavia mayor después de esta sitima fecha, WMando la insurgencia degeneré en una atroz. guerra de (guerrillas, Como sefiala Guedea: "Dejé de existic un or- ‘Sen civil y la lucha armada, la guerra de guerrillas, 2 Convirdd en el nuevo modo de vida para todos... El hhecho de que se vivia un estado de guerra permanente rmarcé y candciond todas ls actividades José Mara (Quirés proporciona los mejores céleulos de ias pérdidas ‘materiales causadas por el conflicto bélico. Este al igual {que otros autores, sostiene que si bien la agricultura sufié grandes perjuicios, el golpe mds severo asestado a la ‘economia novohispana consists en su descapitalizacién, yya.que considerables caurdales salieron del pas al suscitar- se la didspora de espafoles europeos, o bien fueron retira- don de Ia cireulacién.” Después de afios de lucha, el gobierno virreinal no con- taba ya con fondos suficientes para pagar a sus tropa, La ‘economéa re allaba estragada y no quedaba virtualmente dinero que gravar. Las regiones en que e dieron los com= bates més encarnizados, y en las que la destruccién fue ‘extrema, fueron las que soportaron las mayores cargas ‘nancieras como consecuencia del estado de conas. A pesar ddelos exorbitantes impuestos, el ejércitorealista estaba en condiciones deplorables! mientras que algunos hombres careefan de zapatos y equipo, otros ni siquiera tenfan ar- mas. Los europeos detestaban una lucha que no les haria, ganar laurel alguno y se resentian de las acciones del virrey, quien parecta haber perdido todo contacto con sus twopas. Elotrora formidable y altamente disciplinad ejér- cito de Nueva Espaia se hallaba surnido en el desorden y al borde de la anarquta a causa de una guerra prolongada y al parecer interminable, En las provincias, los oficiales realistas a menudo se comportaban como si fueran gober- nantes autGnomos. Algunos extorsionabaa con el pretexto de proteger la propiedad privada, mientras que otros simplemente tomaban lo que necesitaban o deseaban. Las ‘comunicaciones internas sélo funcionaban mediante el s0- borno tanto de realstas como de insurgentes. A veces e- sultaba dificil precisar quién era insurgente y quién realis- ta, puesto que los oportunistas se mostraban cambiantes

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