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Trsrecmocciom 4 12S PROBIOMAS asmenemles! pel HONE 2\ BE. KR. Feonr a Foweo PS CoryeRA ELOWOML CA Se CAPITULO Vii EL PROBLEMA 1. Significado e imporrancia del problema a otros problemas que, a su vez, reciben la in- fluencia del primero. Partimos del problema moral —zqué debo hacer?— y al concluir su examen advertimos que no se podia dar una respuesta fundada a esa pre- gunta sin antes dilucidar si el hombre era real- mente libre y, por lo tanto, tesponsable. Al terminar ahora el examen de la libertad frente al espinoso problema de la naturaleza del hombre. En otras palabras, el problema de la Ik bertad desemboca en una antropologta filos6fica, Para Sartre, por ejemplo, la libertad no ¢¢ uns cualidad que tiene cl hombre, sino su trams 307 308 gQUE soy? actos estén predeterminados, como ocurre en to- dos los dems seres vivos. Como la diferencia entre el hombre y los demés animales es de gra- do, también sélo habré una diferencia de grado en lo que se refiere a la libertad. La discrepancia radical entre Sartre y los deter- ministas —para referirnos a casos exttemos— es una consecuencia de la actitud previa ante la pre- gunta: :qué es el hombre? Entre estas dos formas extremas se mueven las demés posiciones frente al problema de la liber- tad y del hombre. En la mayoria de los casos, basta hurgar un poco la doctrina de la libertad para descubrir que es la expresién de una teoria implicita sobre el hombre. No cs por azar que todas las interpretaciones_matetialistas o biologi- cas del hombre vayan acompafiadas de una acti- tud determinista y que el espiritualismo antropo- Igico se incline por la libertad. Quien se interese por Ia libertad no podré sos- layar la antropologia filos6fica. Si lo hace, corre el riesgo de adoptar dogmaticamente una posicién antropolégica que lo conduce necesariamente a una doctrina de la libertad implicita en ella. El problema de la libertad nos lleva asi a la pre- gunta sobre la naturaleza del hombre. Hay muchas preguntas filos6ficas que son el resultado de una exigencia y un desarrollo técni- co. Un ejemplo clasico es la Preocupacién de Kant sobre ia posibilidad de la existencia de jui- cios sintéticos @ prior, La pregunta central de este capitulo no pertenece a esa clase. No es necesario i sepsis e EL PROBLEMA 309 saber filosofia para interrogarse sobre si mismo. El hombre comin siente la necesidad de conocer. se. No s6lo de conocer aspectos parciales de su ser biolégico o psiquico, sino también su origen, na- turaleza y destino. Si bien la preocupacién tiene tonalidades distintas en cada sujeto, pocos esca- Pan a ella y se presenta, a veces, con gran inten- sidad, a partir de la adolescencia. Es el motor vital de un amplio desarrollo de la filosofia de todos los paises y estd en la raiz de lo que hoy se llama ‘antropologia filoséfica’. No se trata de una meta curiosidad como la quc_podamos tener acerca de la naturaleza de algunos objetos del mundo fisico. Tampoco es an conocimiento_pragmético, utilitatio, que busca- mos a fin de ponerlo al setvicio de algo, como es el caso de la tecnologia, Se trata de un _conoci- micnto que tiene valor por si mismo, pues se tere a nuestra propia vida, que ¢s.un fin y no un “medio. Si_algo es atl, a Ta vida humana oa ina de sus formas. — Ello no reac que el conocimiento que po- damos adquirir sobre nuestra propia vida no ten- 8a consecuencias pricticas; las tiene, y en alto grado, pero en un plano superior al de la utili- dad. El conocimiento que tengamos del hombre afectara nuestro trato con nosotros mismos y coi“ los demas. Quien cree que es un producto de la cteaci6n divina y que su alma es inmortal se con- duciré de un modo distinto a quien cree que es un animal evolucionado y que la totalidad de su Persona termina para siempre en el momento de were, ¢ 310 QUE soY? la muerte biolégica, para tomar dos posiciones extremas. Pero la filosofia no se apoya en meras creencias, actos de fe o convicciones, por més profundas y nobles que sean. Tiene aspiracién de conocimiento, lo mismo que la ciencia, aunque en un nivel distinto. Y ese afin de conocimiento no se alimenta de fe © convicciones; la filosofia analiza la raiz de esa fe 0 convicci6n. Y a lo largo de su desarrollo ha aventado muchas creencias que fueron tenidas por conocimiento absoluto, al mostrar la debilidad de su fundamento. La interrogacion sobre si mismo responde a un innegable afan vital, pero es, ademas, una cxi- gencia ética. Sécrates tenfa razén cuando afirma- ba que «una vida no examinada no vale la pena de ser vividas (Platon, Apologia, 37£). Reparese_en_que el hombre es el_tinico_ser capaz de autorreflexion. Los animales carecen de la capacidad de examinar sus propias vivencias. El hombre tiene esa capacidad y la obligacién moral de ejercerla. Quien no la ejerce desciende a la ca- tegoria de animal que vive sus estados sin reparar en ellos y sin esforzarse por orientarlos. «Conécete_a ti mismo» es_una exigencia_que encontramos en todas las épocas. Si miento de nosotros mismos no podriamos_com- prender y conocer las creaciones humanas que constituyen la historia de la cultura y, en pat- ticular, la de las artes, la ciencia_y la filosofia. ©, para tomar dos ejemplos aislados, no com- prenderiamos la naturaleza del lenguaje y la ‘del propio conocimiento. No puede saber qué cs el EL PROBLEMA 31 conocimiento quien ignore la naturaleza del su- jeto que conoce. La necesidad del autoconocimiento se agudiza en los momentos de crisis, sea personal o de una época histérica. La crisis implica una duda sobre la legitimidad de los supuestos que sostienen una forma habitual de vida. Con tal motivo se reexa- minan las normas de conducta, de convivencia social y los valores aceptados. No se puede reali- zat un examen a fondo de los valores y normas vigentes si no se analiza el origen, significacién y destino del hombre mismo. Toda crisis profunda afecta nuestra propia concepcién del ser humano. En el orden personal, esto ocurre en Ia adoles- cencia, cuando se ponen en duda las formas de comportamiento aprendidas en la familia y el medio social. Histéricamente, la crisis se produce cuando se agricta un sistema y aflora otro nuevo. La pregunta sobre el hombre es, al mismo tiem- po, la consecuencia de una crisis y uno de los primeros sintomas de que ella sera muy aguda. En la historia de Occidente, el’mundo gricgo, el judeo-cristiano, el moderno y el contemporaneo han replanteado el problema y artibado a conclu- siones distintas. No hay, desde luego, un modo uniforme de concebir al hombre en el mundo contemporaneo. Ni siquiera de plantear el problema, como vere- mos més adelante. Ello se debe en parte a que el mundo actual es conflictivo. La disputa mayor se da entre las formas tradicionales, que resisten cl cambio, y las nuevas ideas, que tienen impaciencia 312 QUE soy? por imponerse. Algunas, de larga tradicion, pre- fieren la estabilidad. Otras, en cambio, traen el aire fresco, pero inseguro, de una nueva vision del hombre. El hecho mis significativo a favor del cambio de actitud es el impacto de la ciencia a partir de la teoria de la evolucién de Darwin. Desde entonces el hombre se vio en la obligacién de reexaminar las ideas que tenia de si mismo. El sacudén fue tremendo y el oleaje esta lejos de haberse aquietado, Es evidente que se esta plas- mando una concepcién nueva del hombre, que tomara en consideracién el aporte valioso de la biologia y de las ciencias sociales. En verdad, el cambio se inicié en el siglo XVI con la revolucién copernicana. El hombre dej6 entonces de ser el centro del ‘universo La cuestion del origen, naturaleza y destino del hombre no atafie yaa la fe, sino que se convierte en una indagacion empirica. No podra haber _ninguna reforma profunda en el plano ético.o de teoria politica y social si no se forja previamente una idea clara del hombre. Marx, como tantos otros renovadores, sinti6 la necesidad de estudiar al hombre, y su programa revolucionario se basa en una concepcién del hombre, de su alienacién y del modo de liberarlo de la opresi6n de un sistema econémico-social que cumplié su ciclo historico. Parece, pues, innecesario insistir sobre la impor- tancia que tiene la indagacién sobre el hombre. Se la sefialé a lo largo de toda la historia y-se sintetiza en la afirmacién de Pope en el si- eel 7 a ee ER it EL PROBLEMA 313 glo XVIII: «The proper study of mankind is man.» Todos hemos sentido en algin momento de nuestra vida esa necesidad de bucear en nuestra propia ‘‘alma’’ para descubrir sus secretos. Las di- ficultades y escollos encontrados no nos han he- cho desistir, sino que han servido de acicate para continuar en esta dificil, dramatica y vital em- presa. Esto no es anécdota personal. Millones de hombres han tenido y tienen una preocupaci6r similar. Cientos de ellos nos han legado las con- clusiones de sus esfuerzos, que constituyen la his- toria del problema durante mas de dos mil afios de_meditacién. Si bien no se ha llegado a con- clusiones parecidas a las de la ciencia, el esfuerzo no ha sido estéril. En primer lugar, sabemos hoy cuales son los caminos infecundos de la inda- gacion, que en vano hemos de recorrer si quere- mos artibar a algGin conocimiento cierto. Mas el aporte no es sélo negativo. De los balbuceos ini- ciales, de una gran vaguedad, se ha Ilegado a planteamientos precisos, a estudios metodolégicos y a un gran esclarecimiento conceptual. Y, quiza lo mas importante, es que se pas6 de la mera fe a un conocimiento critico, riguroso, con base empi- rica. Se tiene hoy un panorama claro de las dis- tintas doctrinas interpretativas del hombre, de los puntos en que discrepan y de las razones de esa disctepancia'. No faltan, ademas, algunas buenas ' Una presentacién de este tipo la encontraré el lector en Ia obra de Mortimer Adler The Difference of Man and the 314 QUE SOY? historias de la antropologia filoséfica que nos pro- porcionan el fundamento para una meditacién critica, 2. Ciencia y filosofia del hombre A todo el aporte valioso de la indagacion fi- losdfica debemos agregar hoy la contribucién de la ciencia. Tan s6lo en lo que va de siglo se ha enriquecido enormemente el conocimiento de los aspectos biolégicos del hombre y, en particular, la constitucién y funcionamiento del sistema ner- vioso y las glandulas de secrecién interna. Al conocimiento estrictamente biolégico se ha agre- gado el aporte de la psicologia, la sociologia, la antropologfa cultural, la lingiiistica y muchas otras ramas de las llamadas ciencias sociales. El conocimiento cientifico que hoy se tiene sobre distintos aspectos del hombre impide que alguien pretenda encarar el estudio filoséfico del tema dejando de lado esa contribucién. Esto lo admite la mayoria de los fildsofos contempori- ncos, si bien no todos toman luego en considera- cién el aporte de Ia ciencia al elaborar sus teorias interpretativas. A su vez, cuando se comprueba el répido avan- ce del conocimiento cientifico sobre aspectos muy diversos del hombre, se siente la tentacién de Difference it Makes, Nueva York, Holt-Rinehart-Winston.,. 1967. | ORO. EL PROBLEMA 315 abandonar toda otra via o enfoque. Es cierto que ¢l_conocimiento que nos _ofrecen las _distintas ciencias es_ que cada una estudia un aspecto del ser humano y que ninguna los int gfa. Pero este hecho no excluye la posibilidad de una sintesis, sea en el plano estrictamente cienti- fico 0 en el filos6fico. A partir de Comte,-la fi- losofia positivista se propuso esa tarea. Para mu- chos, su fracaso debe ser aleccionador. Ese fracaso no prueba que la tarea no fuese valida y legitima. Hay que buscar la sintesis en la antropologia filos6fica. Parece dificil que la con- junci6n de enfoques parciales pueda darnos una imagen unitaria del hombre. Tres grandes filésofos alemanes que han aporta- do sus ideas renovadoras sobre este tema han sefia- lado el contraste entre la gran cantidad y variedad de conocimientos que se tiene hoy sobre el hom- bre y la falta de una imagen unitaria. Escribe Heidegger en Kant y e/ problema de la meta- Fisica: ?. La pregunta «qué soy?» origina, pues, un pri- mer problema ineludible: gsoy un ser inmutable © cambiante? Es decir, gsoy una sustancia espi- ritual, con una esencia inmutable, a la que le ocurren «cosas» que no logran afectar su. nticleo basico? 2O, por el contrario, todo mi ser consiste en devenir? En el primer caso, el esquema interpretativo de 2 El yo como estructura dindmica, Buenos Aires, Paidés, 1970, p. 11 EL PROBLEMA 331 nuestra personalidad parece forjado bajo la in- fluencia de la nocién de espacio. En el segundo, el tiempo es lo fundamental. Se trata de dos concepciones excluyentes surgidas para explicar dos hechos innegables que parecen incompatibles. La dificultad es real. Cambiamos a lo largo del tiempo; ahora somos distintos 2 como éramos hace diez, veinte o treinta afios. Distintos desde el punto de vista fisico, psicolégico, espiritual. El aspecto fisico es el mas patente: basta ver una fotografia de nuestra nifiez. En el orden psicolé- gico y espiritual también hemos cambiado. Desde Ja infancia han variado nuestra capacidad, nues- tros gustos, los valores morales, estéticos; las con- vicciones politicas y las creencias religiosas; el es- tado civil, los deberes y responsabilidades. Pode- mos también haber cambiado de nacionalidad, lengua, comportamiento, concepcién del mundo, etcétera, No se advierte qué nota descriptiva_de mi_personalidad es _capaz_de_resistir_al_cambio. Pareceria que todas ellas varien., Y, sin embargo, soy el mismo que era hace veinte afios. Pero soy yo quien ha cambiado, quien ha su- frido la mutaci6n. Por_eso recuerdo lo que era antes, las vicisitudes sufridas, y por ¢so soy res- ponsable de lo que hice en el pasado. De lo contrario, no habria cambio, sino sustitucién de una persona por otra. Para que haya cambio ¢s_g, imprescindible que algo no cambie. Parece existir = ¢ la_necesidad de que una _sustancia_o_niicleo**“ inmutable ¢ irreductible sirva de sostén o aglu- tine el constante fluir de las vivencias, que se 332 QUE soy? caracterizan justamente por su inestabilidad. Esa tentacién ha originado la concepcién sustancia. lista del alma, concebida como un ente al que le ocurten ciertas cosas que le afectan, pero jams lograr- alterar su naturaleza intima. Por el contrario, quienes ponen el acento en el cambio pierden de vista la continuidad de la per. sona y llegan a afirmar con Hume que somos tan slo un haz de vivencias. CAPITULO VIII LAS TEORIAS 1. El hombre, animal racional Muchas son las teorias sobre la naturaleza del hombre. Examinaremos criticamente las cuatro que consideramos més representativas en el mo- mento actual. La teoria clasica es la que lo define como un animal racional. Toma en consideracién el género proximo y la diferencia especifica, aunque no se refiere a la animalidad tan sélo como punto de referencia légico, sino también para indicar un aspecto que es menester recordar si se desea tener una imagen total del hombre. Cabe distinguir, como ya lo hizo Aristételes, entre cualidad exclusiva y definitoria. Reir, pei- narse, conducir un automévil, etc., son cualida- des exclusivas del hombre, pero no son definito- tias porque se puede carecer de ellas sin dejar de ser hombre. La racionalidad u otra cualidad esen- cial lo acompafia siempre, sea en forma actual c potencial. Si ello no ocurre no es una cualidac esencial o definitoria. La definicién del hombre como animal raciona. €s estoica, aunque de origen aristotélico '. Si bien 1 Cf, Sexto Empfrico, Pyrrb. Hyp. I, 26. Cf. también Santo Tomis, Summa Thcol., U-Il, q. 34a 5 333

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