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MOVIMIENTO SIN META: PROBLEMAS METODOLOGICOS Y TEORICOS EN LA HISTORIA ORAL* Ronald J. Grete Durante los Uiimos diez afios ha tenido una rapida expan- ‘si6n @i acopio de testimonios orales como tecnica auxiliar de estudios histéricos. Tanto en terminos de) numero de per- sonas entrevistadas como del numero de proyectos estable- cidos, ha estado creciendo en forma sostenida lo que bas- tante flojamente se denomina "historia oral”.' Otro tanto ha Sucadido con su reputacion, si se toma camo ejemplo de opinion en Ja profesién en general el informe de la comision de la American Historical Association sobre el estado de AHA y Sus recomendaciones.’ A pesar del crecimiento y de ia evidencia de: historia oral en su propio trabajo, ha habido Poca Giscusion seria de ta historia oral por parte de fos his- loriadores. La tendencia dominante ha sido la de demostrar un enorme entusiasmo por el impreso publica y sospechas Profundas en la conversacién privada. Ninguna de ambas: actitudes se refieren directamente a las cuestiones que de- bieran plantear el uso de las entrevistas orales para los fi- nes historicos. Abundan los ejemplos dei entusiasmo del historiador por ba historia oral. Tipicas de esta reaccion fueron las criticas de Hard Times de Studs Terkel y de la biografia de Huey Long del profesor 7. Harry Williams. ’El elogio de tales obras, ‘si bien s9 justtica en muchos sentidos, tambien contiene una falta de perspectiva porque, como observa Michael Frisch en la critica mas concienzuda de Hard Times que he leido, *...la historia oral es de tal interés @ importancia autoevidente que ha resultado dificil que 1a gente la tome en serio’. Frisch quiere decir: * Ronald J. Grele (comp.). Envelopes of sound. The art of orat his tory. Chicago, Precedent Publishing, 1975, pags 127-154 V9 ...que aquellos interesadas en historia, cultura y politica han respondido tan intuitivamente al trabajo reciente an historia ‘oral que en general no se han detenida a pensar en lo qua es, a niveles que estén mas alla de lo obvio, y que la hace tan marecedora de que se la practique.’ A pesar de esa aceptacién acritica de los resultados del uso de! testimonio oral, hay evidencias de escepticismo, de duda y de desconfianza de la historia oral entre los histo- riadores profesionales, aquelios a los que se les paga por escribir y ensefar historia. Aunque sélo en acasiones surgen a la superficie, estas dudas estan institucionalizades dentro , 9¢ la profesion en la organizacién y en las convenciones de nuestra practica. Pecos departamentos de historia ensenan ‘© fomentan ol trabajo de campo en las entravistas orales 0 la historia oral, Pocos departamentos estan dispuestos a aceptar las responsabilidades financieras 0 intelectuales de jos proyectos de historia oral. Mas revelador es al hecho de que mientras la compilacién y edicién de manuscritos o de. correspondencia personal ha sido largamente considerada una tarea legitima tanto para los candidatos al doctorado como para los estudiosos profesionales, ningdn departamen- to de historia del que yo tenga noticia le otorgaria un doctorado a uno de su estudiantes a cambio de la presen- tacién de un conjunto de historias orales cabalmente docu- mentadas y bien encaradas, y pocos historiadores recibiran amplio elogio por la publicacion de entrevistas bien editadas come regularmente se hace en otras disciplinas. En suma, to que esta diciendo la profesién es que la historia oral no @s una practica respetada de la historia. Esta actitud no es ni nueva ni singular. En un periodo de declinacién de las oportunidades de empleo, fos historiado- res tienen una visién muy limitada de su dominio profesional. “Si hubiese sido suficiente {a inspiracién de Clio, tendriamos ahora sdlo una disciplina cientitica social, Se llamaria historia”.*Pero este no ha sido el caso. Los historiadores han permitido que ja ensefianza de bibliotecarios, archivistas y biblidgrafos pasara a otros por descuido. Y otro tanto ha sucedido con la historia oral: despreciados por la profesién, en su mayor parte ios historiadores sociales se han vuelto hacia los bibliotecarios y los archivistas en busca de apoyo y sustentacién. Elios, a su vez, han sido mucho mas 120 trospitalarios,°reforzando as{ por supuesto las sospechas de Ja mayoria de fos historiadores que, con las mejores inten- clones del mundo, no pueden concebir a bibliotecarios y aschivistas como significativos iniciadores de seria erudi- en? Algunas de las dudas de tos historiadores profesionales sobre la historia oral surgen en ocasiones cuando los his- toriadores deben evaluar obras tales como las entrevistas de historiadores realizadas por fos profesores Garraty y Cantor.* Aunque estas criticas suelen ser muy corteses y rara vez formulan preguntas acerca de los limites metodolégicos de fa historia oral, aun donde seria légico esperarlas. Los profesores Cantor y Garry han demostrado en sus entrevis- tas poco interés por las técnicas para la entrevista desarro- ladas por otras disciplinas como la antropologia, la socio- jogia, et folkiore, incluso las relaciones industriales. Ellos y otros tienden a hacer las mismas preguntas mal preparadas y formuladas con sorprendente reguiaridad. En cuanto a Hard Times, es dable cuestionar las técnicas de edicién empleadas por Terkel, sus preguntas cripticas y la natura- leza de las memorias histéricas de su informantes. Como observa e! mismo Terkel, su trabajo no es la historia sino fa memoria, y 6! no esta buscando el hecho sino la verdad que ésta detras del hecho. Tales distinciones plantean serios ptoblemas tedricos que en general no han sido encaradas por los historiadores profesionales. También se pueden plantear importantes preguntas acerca de tales obras como Ja del profesor Williams, que se basan tanto emdocumentos que no estar4n disponibles para lecturas alternativas por Parte de otros estudiases en fos afios préximos. Para ser justos, se debe observar que entre unos pocos historiadores ha suscitado una seria preocupacién por estas. cuestiones. Williams Cutler, de Temple University, se ha mostrado particularmente expresivo al advertir a los historia- dores orales acerca de los caprichos de la memoria y al cuestionar algunas de nuestras suposiciones basicas sobre e! efecto del entorno cultural y otras influencias sobre fa validez del testimonio oral.* Charles Morrisey, Gould Colman * y Saul Benison continuamente han acentuado ta fecesidad de pautas de erudicién para la historia oral y han planteado otras preguntas metodolégicas serias.'° Apesar de estas adverlencias y de la aprobacién publica ‘que se les dio, la historia oral en gran medida ha quedado 121 pPerjudicada, en las palabras de la critica de Gershon Legman al foklore, con un “...interminable garrapateo de formas insignificamtes y (una) ignorancia de significado para la gente Que transmite el material”."' La calidad de las entrevistas de la historia oral varia muy ampliamente, como lo revelan los materiales ahora disponibles de la Columbia University Orat History Office (aunque esta dura critica debe atenuarse con el recordatoria de que Columbia es uno de los pocos pro- yectos de historia oral que ha tratado de que sus entrevisias sean ampliamente disponibles). Pocos historiadores orales son obligados a presentar su trabajo a la critica publica. { Muchos entrevistadores tienen una mala preparacion y son : Gemasiados los que estan dispuestos a conformarse con niveles periodisticos de utilidad. En muchos proyectos es demasiado poco ei tiempo dedicado a la investigacion necesaria para prepatar una entrevista. Los historiadores orales son propensos a precipitarse a © preguniar como sucedié sin dedicar meses arduos a la fevision de los materiales escritos relacionados. Lo que es peor, sus patrocinantes a menudo alientan esa actitud y esa Practica. Hay mucho espacio para la especulacién sobre la contiabiidad de los productos de tales actividades En esta situacién, el historiador ha tenido poco que ofrecer en cuanto a critica constructiva. Hace ocho afos, Donald Swain observé la “necesidad de... mayor atencion a bs problemas de ia historia oral de parte de los historia- dores actuantes”."* Poco se ha hecho para satisfacer esa necesidad. Como s¢ observé anteriormente. los historiado- { 198 no han planteado las preguntas historiogralicas pertinen- tes en cuanto a las entrevistas de historia oral al encarar importantes trabajos con ei uso de la tecnica. En la mayoria de los casos se¢ han limitado derivar a otros sus responsa- bilidades y a esperar lo mejor, y cuando han ofrecide critica © comentario, sus observaciones generatmente han sido informadas por un miope fetichismo con articulos o libros. detiniciones insuficientes de sus propias pautas de juicio, y la hostilidad y la renuencia a entender otras disciplinas de las ciencias sociales.’* €n general, las criticas que se le ha formulade hasta hora 2 la historia oral pueden clasificarse segun tres categorias: entrevistas, niveles de investigacién para la preparacion y fe cuestiones de metodologias histéricas. El historiador social debiera poder encarar el primer conjunto de estas criticas 122 een bastantes facilidad, porque existe una bibliografia ya @ecuada y un cuerpo ya existente de conocimientos rela- tivos a las técnicas de entrevista y de interrogatorio a disposicién de los interesados."* Si bien buena parte de la fiteratura puede no preparar al entrevistador para la natura- jwza casi confesional y diversas otras respuestas que se ‘engendran en fa entrevista abierta, como observa Richard Sennett y Jonathan Cobb,’* no hay razon para que un ‘entrevistador, si esta bien preparado, no pueda lograr el eontro] sobre estas técnicas. La segunda categoria de problemas, aquellas centradas en ios niveles de investigacidn, pueden satistacerse muy enérgicamente con la simple insistencia en que se esperen jos niveles mas altos de investigacion y preparacién de los historiadores sociales. Estos son ios problemas que entren- tan todos los histonadores y correspenden los mismos canones de practicas. Las fuentes deben ser controladas, se debe prever la documentacion y se debe sopesar cuidado- samente ta avidencia. En este sentido, las entrevistas de (a historia oral no representan ninguna desviacién importante raspecto de la metodotogia de otras formas de la investiga- cién historica. No hay ninguna otra solucién para este problema, *...excepto en et ejercicio de ese juicio personal que el! historiador debe aplicar a toda fuente de informacion’.'* Para asegurar tal practica, los historiadores a los que se les pide que revisen trabajos basados en historias orales deben insistir en una revision de las entre- vistas usadas para la documentacion. Las cuestiones de métode no pueden desecharse tan facilmente. Como han observado los criterios mas persua- sivos, hay cuestiones reales y serias que deben enfrentar los que practican la historia oral. Pero muchas de estas cues- tiones no son aquellas especificamente notadas por los historiadores. Cuando los historiadores afirman que jos ° entrevistados en la historia oral no son estadisticamente Fapresentativos de ja pobiacién en general o de aigun segmento particular de la misma.” plantean una cuestion falsas y de ese modo oscurecen un problema mucho mas protundo. Los entrevistados son seleccionados no porque fepresenten alguna norma estadistica abstracta, sino porque tipifican procesos histéricos. Asi, las preguntas a formular Son relativas al concepto de un historiador de un proceso : historico: (es decir: su propia cortcepdion de la historia) y la 123 relevancia de la informacién acopiada para ese proceso ~ particular. Las cuestiones reales son historiograficas, no estadisticas. Otra advertencia errénea de la profesin se refiere a la primicia del testimonio escrito respecte del testimonio oral. La historia oral, dice el argumento tipico, “...no puede competir con un diario auténtico, con un informe de Bolsa contemporanea o con un relato de un testigo presencial transcripto el dia del acontecimiento”, Pero, nos dicen, “..probablemente se la deba calificar por encima de la evidencia rumoreada contemporanea’.'* No sélo esta critica ignora los problemas de exactitud que enfrentan los histo- riadores que usan el testimonio escrito, sino que ignora una. craciente {iteratura sobre el andlisis del testimonio oral para los tines histéricos."* La utilidad de toda fuente depende de “la informacién que se esta buscando, o de la pregunta que s@ intenta responder. Es posible sostener, como Ruth Fin- negan, que ef testimonio oral o la “literatura” tiene sus propias caracteristicas y no debe ser entendida mediante la aplicacién de pautas de juicio literario.” En algunos casos, el testimonio oral puede ser mas pleno y exacto que el testimonio escrito. Porque, como observé Platén respecto de las obras de arte, y por extensién los documentos escritos, “se diria que estén hablando como si fueran inteligentes, pero si se les pregunta acerca de lo que estan diciendo y se desea saber (mas), siguen diciendo una y la misma cosa para siempre’ .*' Asi, las criticas del testimonio oral a menudo: yerran porque no comprenden que para criticar seriamente toda forma, es necesario entender precisamente qué es lo que se esta por evaluar. Las mismas calificaciones deben aplicarse a esas criticas que cuestionan [a exactitud de la memoria o fa intrusién de sesgos subjetivos 0 sociales.” Todo depende de las pregun- tas que se trata de responder, Un linguista que esta inves- tigando la variedad, ef contexto y el estilo lingiistico del len- guaje de los americanos étnicos, se interasa en una clase diferente de exactitud que la de un historiador.* Otro tanto sucede con los investigadores de la salud o los que se interesan en ta conducta sexual.* Obviamente, el entrevis- tador cuidadoso trata, como sugiere Cutler, de superar esos problemas, pero debe entenderse que no todos los usos historices de la informacién son cubiertos por las preguntas. convencionales de los historiadores.* 124 Por importantes que esas, preguntas puedan ser, siguen siendo simples preguntas de método y dependen en gran medida de un marco de referencia {esr rice en cuanto a su significado y a sus respue: de un andlisis serio de las ontrevieias ‘se historia oral ha tenido sus efectos mas nocivos. La triste condicién de nuestros conocimientos tedricos acerca de la historia oral, y la falta de esfuerzos serios para dirimir exactamente qué es o debiera ser una entrevista oral, como se la debe anailizar, 0 para qué fines, ha tenido como consecuencia una situacién de interminable actividad sin meta ni. significado. En consecuencia, la historia oral no se ha convertido en una | herramienta para un andlisis serio de la cultura, Ha continua- do como un movimiento sin meta, con todos los problemas tipicos de tal situacién. Los dos debates mas significativos sobre la naturaleza de la historia oral son los presertados por Cutler y Benison, y Staughton Lynd y Jesse Lemisch. Como tos cuatro intenta- ron al menos encarar las mas importantes cuestiones ted- ricas 8 historiograficas planteadas por la entrevista, es conveniente observar aqui los puntos que ellos destacan. En el primer caso, Cutler sostiene que una entrevista de historia oral tal como existe en su forma final —una transcripcién— es “materia prima semejante a cualquier otra fuente”. Pero Benison ha sostenido que una historia oral es un recuerdo autobiografico y, notando debidamente el rot creativo del historiador-entrevistador, io ve como “una primera interpre- tacién, filtrada a través de una experiencia individual parti- cular en un momento particular del tiempo”. Es, sostiene, un primer ordenamiento, "un comienzo de la interpretacién aunque no un fin". En el segundo debate, Lind ha afirmado que /a historia oral es ta historia misma, en la forma de una conciencia expresiva. Impresionado con las oportunidades muy reales que ofrece la historia oral para la historia de lo “no expresado”, y por ia dindmica de la situacién de entre- vista, ha requerido un nuevo uso radical para la historia oral . En respuesta, tiene una visién mas tradicional de un en- trevista de historia oral como un documento limitado sobre el cual se construye una nueva sintesis histérica.* Pero ninguna de estas discusiones ha tenido como consecuencia una seria raformulacién del pensamiento sobre la historia oral entre los historiadores orales mismos y otros de la profesién. Ambas discusiones se centran 125 a “ También en un némero de suposiciones cuestionables que hasta ahora no han sido disputadas. Cutler y Lemisch, an su visién de jas entrevistas de historia oral como fuentes y documentos, parecen haber confundido esas entrevistas, que son una forma de testimonio oral, con Jas fuentes de manuscritos escritos. A diferencia de estas fuentes tradicio- » nales, las entrevistas de historia oral son construidas, para mejor 0 para peor, mediante la intervencién activa del historiador. Son una creacién colectiva e inevitablemente llevan incorporados ordenamianto, seleccién e interpretacion historicos preexistentes, A diferencia de tas cartas, los registros, los materiales. de archivo y otras fuentes de manuscritos, son creadas después del hecho, por historia- dares, por lo que son documentos en verdad muy singulares. Por otra parte, mientras Benison y Lind reconocen el rol activo de! historiador-entrevistador, sus andlisis se ven perjudicados por marcos de referencia diferentes aunque igualmente limitados. Benison, a pesar de su analisis expre- siVO y creativo de la historia oral, de todos modos es Tenuente a ver las entravistas como productos finales completos en si mismos.* Aun limitado por su fetichismo libresco de! estudio histérico, Benison no nos dice por qué la narrativa escrita de un historiador, con las adecuadas notas al pie de su entrevistas, se califica mejor en exactitud © Interpretacion que las entrevistas mismas. Puede ser que, aun admitiendo la excelencia de fa biogratia de Huey Long, el comentario a veces util de The Hidden Injuries of Class y de otras obras que emplean historias orales, a ta larga las entrevistas mismas resulten mucho mas utiles a los estudio- S08 que los textos injertados sobre esas entrevistas. Esta es, por supuesto, la mas uti! de las percepciones de Lind pero, lamentablemente, al acentuar el potenciat para. agudizar la conciencia que tiene la entrevista, 61 parece haber confundido el momento de presentacién con el ma- terial presentado. y la historia como proceso con la historia como estudio, disciplina 0 accién cognoscitiva. Ademas, pareceria haber ampiias brechas tedricas entre la entrevista, la conciencia y la “praxis” que, en especial para un marxista, deen expresarse con mayor precision. Por todas estas razones, esos debates y discusiones, si bien dignos y refrescantes, no han comenzado a rendir la clase de introspeocién tedrica que necesita la historia oral Tal introspeccion debe comenzar con el objeto que se tiene 126 @ mano, la entrevista como producto final, qué es y qué debiera ser, porque es sdlo en este marco que podemos empezar a discutir qué clases de informacién estamos obteniendo, qué es lo que estructura una entrevista, y como $e la debe realizar. Iniciar una discusi6n tentativa de estos puntos es e! objetivo del resto de! capitulo. La primera pregunta que debe formutarse, antes de que podamos comenzar la clase de analisis que necesita la historia oral, se refiere a la naturaleza del producto final que @s creado por el. historiador oral y su sujeto: ia entrevista. Por razones ya observadas, el producto final de ta historia oral no @s una Monografia o una narracion historica basaca ‘en entrevistas como fuentes. La entrevista puede ser usaca para tal trabajo, pero toda Ja jactancia orgullosa acerca de cuantes historiadores usan nuestro trabajo para sus propias Publicaciones no debe oscuracer al hecho de que el foco de la historia oral es registrar una entrevista en forma tan completa como sea posible, una entrevista que contiene dantro de si su propio sistema de estructuras, no un sistema derivado de las esirechas convenciones de ja historia . escrita. Si este es el caso, y creo firmemente que no es, entonces debemos tratar de definir bastante precisamente cual es la forma de la entrevista completada: Por razones que ya ha explicado el profesor Tedlock, la forma final de la entrevista 0 @s una transcripcion, por bellamente tipeada o indexada que esté. Tampoco es, salvo en el mas limitado de los aspectos mecanicos, una cinta, porque la cinta es simple- mente una reproduccién de los aspectos verbales (0 visuaies y verbales, si se usa videotape) de un particutar conjunto de estructuras © pautas, detras del cual existe alguna relacién humana. . + Dada la participaci6n activa det historiador-entrevistador, aun cuando esa participacién sdlo concita en una serie de gastos 0 grufidas, y dada la forma kigica impuesta por toda la comunicacién verbal, fa entrevista solo puede ser descrita como una narrativa convencional: conversacional por la relacion del entrevistador’y e! entrevistado, y narrativa por ia forma de exposicién, la narracién de un cuento.” Si bien algunas pueden construirse como relatos crono- légicos de recuerdos personales de acontecimientos, esas. narrativas no son autobiografias, biografias 0 memorias.”' Las conversaciones registradas de la historia oral, debe 127 | repetirse, son actividades conjuntas, organizadas @ informa- ' das por las perspectivas histéricas de ambos participantes y por lo tanto, como me to Sefialé el profesor Jan Vansi en una conversacién anterior respecto de la ‘Autobiogeaa Wo x Malcolm X de Alex Haley, no son realmente autobiografias. £ Gon independencia de la construccién de la narrativa, el * producto que creamos es una nafrativa conversacional y ‘slo puede entenderse entendiendo fas diversas relaciones contenidas dentro de esta estructura. Las relaciones en una entrevista de historia oral (narrative conversacional) son de tras tipas © conjuntos, uno interno y dos externos.* El primera une cada elemento, palabra o signo a todos los otros de !a entrevista. Relaciona las palabras entre si para crear un todo. Es la estructura lin- gilstica, gramatical y literaria de la entrevista, y si bien hasta ahora es principalmente el objeto de un andalisis \ingiiistico formal, si se la lee correctamente esta relacién proporciona uno de los métodos mas excitantes de andlisis posible en la historia oral El segundo conjunte de relaciones es aquel que se crea mediante Ja interaccién de! entrevistador y ef entrevistado. Nuevamente, coma lo han demostrado psicélogos, socidlo- gos y en especial aquellos como Erving Goffman, que estan interesados en la interaccién de pequefos grupos, estas relaciones estan también altamente estructuradas, y si se las analiza en forma adecuada pueden agregar amplias dimen- siones a nuestro entendimiento de la clase exacta de comunicacién que esta teniendo tugar dentro de la entrevista y del significado que se esta transmitiendo.** Estan conte- nidos dentro de esta relacién esos aspectos de la entrevista que pueden ser clasificados como desempefio, Como la entrevista no es creada como se crea us producto literario, solo y como resultado de la accién reflexiva, no puede ser * divorciada de las circunstancias de su creacién, que por ' necesidad es de partcipacién de ta audiencia y de confron- ‘ tacién cara a cara.* Para analizar una entrevista oral adecuadamente como una narracién conversacional, debe- mos combinar un analisis de las relaciones sociales y psi- coldgicas entre los participantes, y su propiedad para la ocasién, con nuestro andlisis histérico, El tercer conjunto de relaciones presente en la entrevisia es mas abstracto, menos estudiado y por fo tanto mas dificil de definir, aunque de mucho mayor importancia para nos- 128 “Jogos como historiadores. Cuando entrevistamos a alguien, i ne.86lo habla para si mismo y para el entrevistador, sino + ..@ve también habla mediante ei entrevistador para la comu- ' \idad més grande y su historia tal como la ve. Este es un ~ WSlogo, cuya naturaleza exacta es dificil de definir, Al .. Barecer hay dos relaciones contenidas en una: aquella entre @ informante y el historiador, y aquella entre ef informante y su propia conciencia histérica. ty La primera de estas relaciones es engendrada en gran medida por al historiador, porque es su curiosidad, no la de! actor historico, lo que tanto las preguntas como las explica- clones tratan de justificar. En ia mayoria de los casos, el informante ha actuado como si sus ideas de los procesos ¢ histéricos fueran una realidad dada en su mundo, y no las ha elaborado hasta verse enfrentado con Ja necesidad de hacerlo por la entrevista.” La retacién que surge asi es tanto , relativa como equivalents. Es ralativa porque fa visién que ” tiene ©! informante de fa historia (su uso, su estructura, un sistema de causa, eteétera) se desarrolla sdlo en relacion con la visién que tiene el historiadar de ese proceso, mien- tras que la organizacién que hace el historiador de sus’ Preguntas (la estructura de la entrevista} a su vez se des- arrolla en respuesta a jas respuestas de! entrevistado. Cada” idea es entonces una pauta de ‘eferencia para la otra. La teiacién también es equivalente en el sentido de que cuando finalmente se expresa, tas preguntas, formuladas y no for- muladas, y las respvestas dddas, forman una visién histérica + ‘gual a la dol historiador @ independiente de esta# 2 La segunda relacién, la del informante con lo que él ve como la historia de la comunidad, probablemente sea el aspecto mas claramente expresado de la entrevista y también el mas dificil de captar, porque es sdélo una parte - de una visién cultural y una estructura cognoscitiva mucho , mayores, y demanda para su analisis un tipo muy especial de lectura, Para leer correctamente Ja narrativa, para des- cubrir esta relacién y la visién cultural que fa informa, debamos darie a la entrevista la misma clase de lectura que Jacques Lacan |e ha dado a Freud o que Louis Althusser te ha dado a Marx, un método de lectura que Althusser denomina “sintomatico”. ~ Mientras pocos de nosotros o nuestros entrevistados creamos narraciones 0 andlisis tan ricos, tan complejos o tan te6ricamente sofisticados como los de Freud o Marx, nues- wie 129 tras entrevistas, como he tratado de demostrar, son muchi- simo mas complejas de cuanto solemos suponer. Si se las - lee correctamente, nos revelan niveles ocultos de discurso, cuya busqueda es la meta de la lectura sintomatica.” Si son igidas (o realmente escuchadas) una y otra vez, no sélo en busca de hechos y comentarios sino también, como lo sugiere Althusser, en busca de percepciones y descuidos, de fa combinacién. de vision y no vision, y en especial de respuestas a preguntas que nunca fueron formuladas, debiéramos poder aislar y describir la _problomatica que informa 1a entrevista particular. Es al nivel de esta problematica —el contexto tedrico o ideolégico dentro del cual se encuentran palabras y frases y la presencia o ausencia de ciertos problemas y concep- tos— *' que hallamos la sintesis de todas las diversas relaciones estructurales de la entrevista, asi como la parti- cular relacion del individuo con su vision de la historia. Lo que estamos discutiendo aqui no es simplemente una Wel- tanschauung (cosmovisién) sino un campo estructural en el cual fos hombres viven su historia y que quia su practica o accién. Dentro de esta problematica, una vision de ta historia tiene un papel clave y proporciona al historiador oral una herramienta critica para la creacion y el analisis. En uno de jos ensayos mas profundos @ importantes de la historiogratia norteamericana, Warren Susman ha delinea- do en forma brillante como “la idea de ta historia misma, clases especiales de estudios histoncos y diversas actitudes hacia la historia —-estén concebidos inteligentemente o no— siempre tienen un rol clave dentro de un cultura’. Lo que denominamos una “cosmovisicn” (problematica sustituta), sostiene Susman, “siempre contiene una vision mas o me- nos especifica de fa naturaleza de fa historia’ y "las actitudes hacia el pasado con frecuencia se convierten en hechos del protundas consecuencias para la cultura misma’. Observando que “la idea de historia misma pertenece una clase especial de organizacién social y cultural”, fo que solemos denominar ‘sociedades de contrato’, donde el orden social debe explicarse, racionalizarse u ordenarse razonablemente, Susman sostiene que “es la historia la que puede (muy) razonablemente explicar et origen, ta naturale- za y la funcién de varias instituciones y su interaccién. La historia parece capaz de sefalar la direccién hacia la que avanza una sociedad dinamica. Deriva orden de la variedad 130 desordenada de las consecuencias del cambio mismo”. Susman compara ia historia, sobre la cual ninguna per- gona © grupo tiene um menopolio, con sociedades donde predomina el sitio, sociedades de status, donde Ia “visién del mundo” esta dominada por mitos profundamente creidos, cuya expresiin suele ser prerrogativa de una clase especial de personas, generalmente sacerdotes. El mito, con su vision utdpica, su naturaleza sacerdotal, sus elementos de autoridad en respuesta a {a ignorancia, la duda o la incre- dulidad, funciona en una sociedad como un elemento cohesivo, en contraste con {a historia que, dado que explica ei pasado para ofrecer modos de cambiar el futuro y sirve como la base de la filosofia politica, se convierte en una herramienta ideolégica para alterar el orden social. Asi. mientras las consecuencias reales se siguen de cada vision del mundo, es fa historia, en su forma mas ideoldgica, la que ofrece un plan para la accién social Como observa Susman, la vision hist6érica del pasado no reemplaza una visién mitica: antes bien, en tas sociedades historicas existen en tension dialéctica entra si y mediante combinacion e interaccion producen una variedad de visio- nes histéricas. Estas, como to demuestra Susman en la historiografia norteamericana, pueden convertirse en la base para una morfologia det pensamiento histérico: una mor- fologia que a su vez se convierte en un preciso calibre de las tendencias de fa integracién o la diferenciacién social en la cultura misma. y un indice de ta potencia o impotencia de jas instituciones de esa sociedad para avanzar ta vision cultural de las masas que integran la sociedad. Todo esto es importante para ef historiador, en especial para el historiador oral porque este analisis nos permite centrar nuestras entrevistas en el stlemento crucial del Ppensamianto cognoscitivo del miembro de la cultura en ef que estamos particularmente interesados. Asi podemos usar {a idea de la historia y su relacién con el mito y la ideotogia como ia meta central de nuestras entrevistas para captar la problematica mas profunda den entrevistado. Pero parar elio debemos -econocer primero el rol crucial que tienen las sdeologias en la sociedad moderna y desarrollar una meto- dologia para el analisis de la estructura y la funcidn de la ideologia.© Una ideologia es mas que un simple programa politico. Como ' discutis Susman y lo detinid Althusser, es fa 131 ideclogfa lo que estructura ta conciencia de los individuos y sus concepciones de sus relaciones con las condiciones de. la existencia, y lo que rige sus acciones y practica mediante una variedad de aparatos como la familia, la iglesia, los sindicatos, fos sistemas de comunicacién asi como los mados de conducta y el comportamiento. Es la conceptua- lizacién basica de las relaciones de una sociedad basada en clases.* Por fo tanto es crucial para un entendimiento de la dinamica de la cultura, las pautas de conducta aprendidas. La clave para el entendimiento de fa funcién de la ideo- logia esté en el concepto de “hegemonia” tal como la desarrolld Antonio Gramsci" porque es mediante la hegemo- nfa —la “lealtad espontanea que cualquier grupo social dominante obtiene de las masas en virtud de su prestigio intelectual y su funcién supuestamente superior en el mundo de ja producclén"—* que ja ideologia logra su importancia como mecanismo de gobierno de clase y halla expresién en las creencias populares.” Con una amplia definicién de ideologia y un correcto entendimiento de la teoria de la hegemonia, sus limites, y los rolas que se cumplen mediante una visién del cambio histérico en ef desarrollo de una idsologia, el historiador oral deberia poder sintetizar sus andalisis de los tres conjuntos de relaciones contenidas en la entrevista, porque la estructura socio.o paralinglistica, las pautas de conducta y ta teoria de la historia estan todas unidas dentro dei concepto de ideologia. Anteriormente en este volumen (capitulo Il), Alice Kessler Harris observé sus experiencias en {as entrevistas con mujeres que habian migrado a los Estados Unidos, y la contradiccién entre sus acciones dentro de sus familias y su discusi6n de las pautas famitiares cambiantes. Sepultada dabajo de esta contradiccién hay una estructura mas profun- da de la cognicién histérica que praciama la necesidad de progreso en historia y la participacién del inmigrante en ese Progreso. Asi, historia y mito han sido sintetizados en una visién dindmica de la vida que si se la analiza con cuidado puede explicar muchas, si no todas, las tensiones de la vida inmigrante en América. En casos tales como este, concen- trando nuestras entrevistas en una serie de preguntas que apuntan a que é! entrevistade exprese sus ideas del cambio hist6rico, la causalidad, a evolucién de las instituciones y su idea del modo en que et pasado ha sido ordenado y racio- nalizado, y sobre el cual se predice el futuro, podemos 132 empezar a explicar ef contexto ideokigico particular de la entrevista, También podemos entender como y en qué medida nuestros informantes han aceptado la visién hege- ménica de la cultura, en este caso la idea de progreso. Por supussto, tal uso de la idea de historia para obtener un entendimiento de 1a ideologia y asi a) entendimiento de la dinamica de la historia de la cultura, no esta limitado a la historia oral. Los métodes especiales de |a historia oral, sin embargo, tornan especialmente util a tal procedimiento en la estructuracién y el analisié de nuestras entrevistas. La historia oral, casi sola entre las diversas practicas de | la historlografia, depende mucho def trabajo de campo, lo | que significa que no sélo podemos volver una y otra vez a nuestras fuentes y pedirles que nos digan mas, sino que también podemos explorar las variedades de visiones ti Yéricas en mucho mayor detaile y entre condiciones histéri- cas en cambio radical. En verdad, como en el caso mencio- nado anteriormerte, es !a misma experiencia de fa entrevista lo que puede revelar la contradiccién entre ideolagia, mito ; y realidad. Mediante a observacién cuidadosa y e! entendi- ' miento de esia experiencia podemos agregar una profundi- dad a Auestro entendimiento histérico que nunca se revela en el registro escrito. También, solos '@ nuestros pares nuestros documen- tos existen en el Ambita del sonido y la visién asi como el registro impreso. Si se fo prepara cuidadosamete y se lo lee sintomaticamente, debiéramos poder aportar a nuestro estudio histérico las poderosas hesramientas analiticas de | disciplinas mas avanzadas como la lingiiistica y la antre at logia, Al parecer, no debiera haber ninguna raz6n historica por la cual los documentos historicos de este tipo no puedan ser sometidos a los mismos tipos de anatisis brindados a otras entrevistas en otras profesiones. Pero para hacerlo necesitames un concepto mayor y mas - general de la cognicin histdrica, porque sin un contexto mas amplio dentro def cual colocar la informacién que recoge- mos, y los varios aspectos de la entrevista —lingulsticos, de desempeno y cognoscitivos— que sinteticen estas estructu- ‘Yas, corremos ei riesgo no sdlo de malinterpretar jo que esta diciendo y por qué. Es sdélo el contexto mayor ef que hace que la informacién transmitida en una entrevista no sea’ ambigua. Adamés, si no vemos a nuestros entrevistados como a 133 portadores de una cultura y asi como gente con su propia vision del pasado, esté esta formada como parte de una ideologia hegeménica o en oposicién a esa ideologia, o como una combinacién de mito ¢ estructurada, intundiremos ‘Nuestra propia visién del pasado en esa entrevista. Eso es exactamente lo que no debemos hacer. Nuestra meta es traer ala expresién consciente ta problematica ideciégica de! entrevistado, revelar el contexto cultural en que se transmite la informacién, y asi transformar una historia individual en una narrativa cufural y, de ese modo, entender de manera mas plena fo que sucedié en el pasado. Mientras esto sdlo puede hacerse mediante la interaccién de la diversas con- cepciones del pasado tanto dei entrevistador como del entrevistado, las concepciones ideolégicas presentes parti- culares del entrevistador no deben estructurar la expresién.* La concentracion en la interaceién de ideologia y las diversas concepciones de ia historia es también de impor- tancia especial para el historiador oral porque tal metodolo- gia as lo que distingue de otros trabajadores de campo que usan entrevistas, como psicélogos, antropdlogos y folkioris- tas, Como historiadores estamos preparados para entender y analizar las variedades del pansamiento histérico y su contexto cultural, y asi las entrevistas de la historia oral son s6lo una extensién de esa preparacién en al campo.” Esta vision del rol de la ideologia, al unir fos distintos elementos estructuraies de la entrevista de historia oral, también le proporciona al historiador oral un método para ocuparse del molesto problema de la memoria histérica. Nuestro problema, como facilmente la admitira todo el que haya hecho extensivas entrevistas, salvo en casos excep- cionales no es e| problema dal olvide sino mas bien ot problema de verse abrumado por las reminiscencias y fas memorias que fluyen de. manera ininterrumpida y al parecer no relacionada.* Si vernos la memoria como una fo:ma o vehiculo de cognicién histérica y si examinamos cuidadosa- mente nuestras entrevistas para una vision de ia problema- tica que informa estas memorias, podemos empezar a captar las estructuras mas profundas que organizan ese flujo de palabras aparentemente desorganizado, y luego dirigit fuestras preguntas y otras respuestas ai desarrollo da una entrevista tan piena como sea posible. Finalmente, como trabajadores de campo debiéramos adherir a ta visién segun la cual *...lo8 métodos de acopio 134 sQue deben alentarse son aquellos que proporcionan la mayor eantidad de informacién confiable”, en el sentido de propor- lonar una visién sistematica de las actividades creativas de ‘I humanidad.* En muchos casos, esa visién sistematica ‘36lo puede ser desarroltada por el historiador oral porque el “pasado, tal como ha existido, nunca ha formulado las pre- guntas pertinentes sobre su propia visién sistematica det mundo, es decir, su propia ideologia y su propio mito. Tai vision del rol de Ja historia oral la busqueda de la matriz ideoldgica y mitica de la conciencia cultural de la sociedad mediante el desarrollo de la idea de historia— no ‘Gabe entenderse como una indicacién de que et historiador Oral esta ahora en libertad para ignorar los registros escritos de heches y acontecimientos pata volar con los vientos de ta gran teoria, Antes bien, debiera ser un itamado para que fos historiadores orales comprendan el potencial de su trabajo y lo tomen con bastante seriedad, haciéndose aun tas rigurosos en el uso de jos materiales. Tanto {a teoria comg la practica rigurosa son necesarias si la historia oral, ‘en las palabras de Henry Glassia, debe contribuir a ~...una revoluciéa en la teorizacién diacrénica y al desarrollo de un entendimiento de fo que realmente hizo !a gente en el pasado”. Notas ' El panorama més reciente, Gary Shumway. Oral History in the United States: A Directory (New York, Colunvbia University Press, 1970), enumera 230 proyectos. Como estd compiiacién esta ya ‘Sesactualizada, la cifra tal vez se aproxime més a 450. El proyecto més grande de la nacién, Cee hag eel oh Sood Pl “gearovistacg a més do 2500 personas, Oral History Report for 1970- wa University (New York, Ored History Research Office. 9071; . ‘American Historical Association, Nehwsieiter, vol. X, n® 5 (Noviem- bre de 1972), pag. 21. ‘Véase en especial la critica de Richard Rhodes a “Hard Times". 135 New York Times Book Review, abril 19 de 1970, pag. 1, y la critica de G. B. Tindall de “Huey Long’, American Historica! Review, vol. 75 (octubre de 1970), pag. 1972, ‘Michael Frisch, ‘Oral History and Hard Times, a Review Essay”, Red Buffalo, nomero 2, 3 sin fecha. * Henry Glassie, "A Folkloristic Thought On the Promise of Oral History”, Selections From the Fifth and Sixth National Colloquia on Oral History, publicade por la Oral History Assaciation, Nueva York, 1971, pag. 54. * Gwen W. Bombard, “A New Messure of Things Past", American Archivist, vol. 18 (abril de 1955), pag. 156. A. Ray Stephane, “Oral History and Archives", Texas Librarian, vol. 29 (otofio de 1967), pags. 203-214. M. J. Zachert, “The Implication of Qral History For Librarians", College and Research Libraries, vol. 29 (marzo de 1968), pags. 101-103. Algunos incluso han afirmado que Ja historia. oral es demasiado importante para dejdrgelas a los historiadores: ver Richard A. Bartlett, “Some Thoughts After The Third National Coloquium On Oral History’, Tha Journal of Library History, vol 4 {abril de 1969), pags. 169-172 y Doyce 8. Nunis, Jr., “The Library and Ora History”, California Librarian, vol. 22 {julio de 1961), pags. 199-144, 7 En su comentario sobre estes artioule el profesor Benison me reprendié porque daba la impresién de estar de acuerdo con esta pobre estimacién de bibliotecarios y archivistas. Si esta es la implicacién de este parrafo, deseo corragirio. No tengo asta opinién del trabajo de biblictecario o archivistas, pero estoy convancido de que una de las razones de la pobre estimacién en que los histo- niadores tienen a ia historia oral es su_identificacién bastante estecha con la profesién archlvistica. Esta triste situacién es mucho més indicativa de las falsas pretensiones del estudio his- térico que del talento de los archivistas. * Véase en especial la discusién de Peter Gay sobre Norman F. Cantor, Perspectives on the European Past: Conversations With Historians, en American Historical Review, vol. 77, numero 5 (diciambre de 1972}, pAgs. 1404-1405. * William W. Cutler !ll, “Accuracy in Oral Interviewing", Historical Methodos Newsletter, n° 3 (junio de 1970), pags. 1-7. * Charles T. Morrisey , “On Oral History interviewing”, Elite and ‘SSecializied Interviewing, comp. por Lewis Anthony Dexter (Evans- ton, Northwestern University Press, 1970), pags. 109-118. Gould Cotman, “A Call for More Systamatic Procedures”, American Archi- vist, vol. 28, n° 1 (enero de 1965), pags. 79-83. Saul Benison, “Raflextions on Oral History", ibid., pags. 71-77. ™ Como se cita an Kennet S. Goldstein, A Guide for Field Workers in Folklore (Londres, Herbert Jenkins, 1964), nota al pie, pag. 6. *® Donald C. Swain, “Problems for Practitioners of Oral History”, American Archivist, vol. 28, n® 1 (enero de 1965), pag. 64. El profesor Gay discute Conversations With Historians como libro: 136 de texto suptementario o rival, op. cit, pag. 1404. Susanne Paul, de New York Women's Collective critica la historia oral como “elitista* sin define ese término, y sin tener en absoluto en cuenta que hasta las entravistas con miambros de la clase trabajadora, son \ “wlitistas” si se hace desde cierta posicién ideolégica. Comentarios } en ol Sixth Annual Colloquia on Oral History, Ver también “Is Oral History Really Worthwhile" ideas in Conflict: A Colloquium on Certain Problems in Historical Society Word in the United States and Canada, comp. por Clifford Lord (Harrisburg, Filadelfia, American Associations for State and Local History, 1958). “'Véase Eleanor E. Maccoby y Nathan Maccoby, “The Interview: A Tool of Social Science", The Handbook of Social Psychology, comp. por Gardner Linzey (Cambridge, Mass., Addison-Wesloy Publishing Company, 1954), vol. 1, pags. 449-487, y Goldstein, op. et. Puede hallarse una bibliogratia actualizada y anotada de obras relevantes en William H. Banaka, Training in Dapth interviewing (New York, Harper and Row, 1970), pags. 162-189. * Richard Sennet y Jonathan Cobb, The Hidden injuries of Class (New York, Alfted A. Knopf, 1972), pag 24. “ Christopher Storm-Clark, "The Miners, 1870-1970, a Test Case for Oral History”, Victorian Studies, vol. XV, n° 1 (setiembre de 1971), pag. 73. Pare una excelente discusién del problema de la exactitud en fa historia oral en una situacién real de trabajo de campo, ver pags. 69-74. Cutler, op. cit, pags. 6-7, Leonard Eaton, “Book Raview, Two Chicago Architects and Their Clients’, History Methods Newsletter, vol. 5 n* 4 (Setiembre de 1972), pag. 169, ” Vaughn . Bornet, “Oral History Can Be Wortwhile”, American Archivist, vol. 18 (julio de 1955), pag. 244, “La obra clasica en este campo es Jan Vansina, Oral Tradition: A Study in Historical Methodology, trad. por H. M. Wright (Londre: Routledge and Kegan Paul, 1965). Ver especialmente la Seccién Mil, Véase también Storm-Clark, op. cit, pag. 73. * Ruth Finnegan, Oral Literatura in Africa (Oxtord, The Clarendon Press, 1970), pag. 1. Véase también George Ewart-Evans, Tools of Their Trada: An Oral History of Men at Work, c. 1900 (New York, Taplinger Publishing Co., 1970), pag 18. * Como se cita en Finnegan, op, cit., pag. 11. # Cutler, op. cit, pags. 1-2. » Para un ejemplo de los interases de fos sociolingliistas ver Readings in The Sociology of Language, comp. por Joshua A. Fishman (La Haya, Mouton and Company, 1968). Un ejemplo de uso especialmete interesante da tos materiales de la entrevistas es William Labov, “Phonological Correlates of Social Stratification’, pad Anthropologist, vol, 66 parte 2 (diciembre, 1964}, pgs. 164-176. +Kant Marquis, “Effects of Social Reinforcement on Health Repor- ting in the Household Interview", Sociometry, vol. 33, nimero 2 137. (unio de 1970), pags. 203-215, jPaul H. Gebhard, “Securing Sensitive Personal Information by Interviews”, Selections, op. cit., pag 163-79 “También, como observé Saul Benison, "Oral History and Manus- cript Collecting’, isis, vol. 53 (marzo de 1962), pags. 113-117, al acopio de lo que no es verdad a menudo es tan valioso como fo que pasa por verdad. “Cutler, op. cit, pag. 7. + Saul Benison, “Oral History. A Personal View", Modem Methods in the History of Medicine, comp. por Edwin Clark (New York, Oxford U. Press, 1971), pg. 291 “El debate Lynd —Lemisch tuyo lugar en un encuentro del Radical Caucus de la American Historical Association y su reunién anual en Nueva York en 1971. Para una exposicién mas completa de las ideas de Lynd, ver “Guerrilla History in Gary”, Liberation, vol. 14 {octubre de 1969}, pags. 17-20, y “Personal Histories of the Early ate Aladical America, vol. 5, n® 3 (mayo-junio de 1971), pags. 50- x * Benison, “A Personal View", pag. 293. Esta mterpretacién apa racié originalmente como una advertancia juiciosa para al lector de Tom Rivers: Reflections on a Life in Medicine and Science (Cambridge, The MIT Press, 1967), acerca de los limites del testimonio oral. Como tal fue un util freno para la respuesta excesivamente estusiasta @ la historia oral, como ya s@ ha men- cionado, Su inclusién an “A Personal View" (ver nota al pie 27), que @3 una discusién de fos métodos de la historia oral, la eleva a un nivel nuevo y diferente. En el contexte del articule ya no es una advertencia simple sino una proposicién teénca, » » George N. Gordon, The languages of Communication: a Logical and Psychological Examinaton (Nueva York, Hastings House, 1969), pags. 111-127. Elizabeth Rumics, “Oral History. Dafining the term", Wilson Library Gullatin, vol 40 (marzo, 1966), pags, 602-605 “Para deliniciones mas precisas de estos términos, ver R. Pascal, Desinga and Truth in Autobiograph (London, Routledge and Kegai Paul, 1960). “Historia oral” como se emplea acd no debe entender- s@ que incluya “tradiciones orales* como suelen investigarse en ras disciplinas. Nuestra Unica preocupacién aqui es la evidencia © el tastimonio de tastigo presencial o de segunda mano da los que Partisiparon en acontecimientos pasades o los observaron '*Estructura”: “un conjunto sistamatico de transformaciones auto- rreguladoras”. Jean Piaget, Structuratism, trad. y editado por Chaninah Maschier (New York, Basic Books Inc., 1970). pag. 44. ” De una lectura de Roland Barthes, Critical Essays, trad. inglesa de Richard Howard (Evanton, Northwestems University Press, 1972), pags. 51-88, 203-211. \ Véase por ejemplo William Labov, The Social Stratification of English in New York City (Washington, D.C., Center for Applied Lingvistica, 1966). Uno de fos intentos mas interesantes de usar 138

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