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identidad y diferencia sexual Circulan muchas confasiones a proposito de lo «masculine» y lo «femenino», del «otro» y del «si mismo». Tales confusiones han sido alimentadas fuertemente por la ideologta del gender (género) ast como por la vulgarizacién cientifica que ha rodeado a la clonacién. No es suficiente con decir que lo que enriquece a la comunidad humana es la diferencia que ca- racteriza a las personas. Es preciso sacar el mayor provecho posible de la fenomenologta existencial, de la antropologta personalista, de la psicologia, de la sexologta y de las ense- jranzas de Ia Biblia y de la teologta, para que aparezca plenamente que todo ser humano, en su singularidad, refleja algo de la muni y CEDAW; Familia y clonacis: encia divina. (7 Discriminacién de la mujer Homosexualidad y homofobia; Igualdad de derechos en- ire hombres y mujeres; «Matrimonio» de homosexuales).. INTRODUCCION Dentro del contexto de la denominada revolucién sexual, el tema de la identi- dad ¥ de la diferencia’ ha llevado a poner en cuestiOn de manera radical los térmi- nos constitutivos de hombre-mujer. En la mentalidad dominante hoy, se confunde frecuentemente la diferencia con la di- versidad. Es mas, suelen considerarse ambos sustantivos como intercambia- bles, con la clara tendencia a privilegiar la earacterizacién de que la nocién de diversidad especifica la de sexualidad. Por tanto, hay que despejar el campo de un equivoco: el término diferencia, tanto mis si se refiere a la sexualidad, no es ° El plan trazado nos limita voluntariamente a proponer en este punto tinieamente el miicleo «tedrico» del tema, No obstante algén tecnicismo ~exigido por «el cansancio del conceptor-, esta eleccién permits al Jector deseu- brit que muchos aspectos vinculades con la sexualidad se presentan como problemiticos tinicamente porque no son pensados en su rafz. sindnimo de diversidad. No lo es ni en el nivel cultural, ni en el filoséfico, ni —adn menos— en el teolégico. ANALISIS DE LOS SIGNIFICADOS DE_DIVERSIDAD Y DIFERENCIA Deniro de] marco de una concepcién an- tropolgica adecuada del hombre-mujer, es conveniente contrastar los dos bino- mios identidad-diferencia e igualdad-di- versidad en orden a mostrar por qué el binomio identidad-diferencia aparece como el més idéneo para expresar el sig- nificado esencial de la sexualidad. La unidad constituye el punto de partida: identidad y diferencia se dan dentro de la unidad del yo. La afirmacién de Em- manuel Lévinas: «El yo es diferente por su unicidad y no es tinico por su diferen- cia nos permite comprender cémo la di- ferencia se abre dentro de la unidad del yo. De hecho, la raiz. etimolégica misma 567 IDENTIDAD Y DIFERENCIA SEXUAL del término diferencia, al derivar de la forma verbal dif-ferre, sugiere la idea de «llevar lo idéntico a otro lado» al cam- biar su colocacién. La diferencia se ci rrelaciona estructuralmente con la iden- tidad ¢ implica el estar en unidad de aspectos insuperablemente distintos, pero incapaces de fraccionar la unidad misma. Por eso, la diferencia es intra- personal. La diversidad, en cambio, tiene que ver por su naturaleza con la multiplicidad y la pluralidad. Su raiz etimoldgica se re- mite a diversus, participio pasivo del verbo latino di-vertere, que significa «co- locar en direccién puesta». Por tanto, la categoria de diversidad —llevando con- sigo tl signifieado de separado, dividido— solo puede referirse exclusivamente a re- laciones inter-personales (no intra-perso- nales), y en cuanto tal, es extrafia a la re- laci6n identidad-diferencia. EI planteamiento que se apoya sobre el binomio identidad-difere: es capaz de no anular la carga de misterio conte- nida en la diferencia sexual, configurén- dola no como simple diversidad biofisica o biopsiquica entre el hombre y la mujer, sino como rasgo constitutive del huma- num, unido indisolublemente con los del don de sty de la vida (misterio nupcial). E] tentativo de Ja cultura actual de su- plantar el elemento originario de la di rencia sexual para asimilarla con diver- sidades de otra naturaleza (étnicas, religiosas, profesionales, etc.}, de las que el hombre tiene experiencia habitual, leva a definir al hombre-mujer desde la perspectiva impuesta por el binomio igualdad-diversidad, terminando inexo- rablemente por realizar una «reduccién ideolégica» de la realidad de las cosas. Reducir la nocién de diferencia al nivel de la de diversidad supone realizar una operacién incorrecta, porque ambos con- ceptos son irreducibles entre sf. La no- 568, cign de diversidad, al poner en relacién realidades separadas entre si y extrinse~ cas, se caracteriza como opuesta a la de identidad, mientras que, por su parte, la de diferencia, al no tener inmedia. tamente nada que ver con la multiplici- dad y la pluralidad, puede encontrarse dentto de lo idéntico. En sentido propio, el territorio de. la unidad no queda abandonado con la diferencia. Sin embargo, la categorfa de diferencia dice siempre una unidad dentro de la cual permanece una polaridad, una dua- lidad. No ya como oposicién dialéctica, sino mas bien como apertura al otro, De esta manera, la diferencia sexual consti- tutiva del yo sefiala una relacién, la del hombre-mujer, para la que el otro no es meramente extrinseco al yo, sino que, precisamente en razén de la relacién identidad-diferencia, de alguna manera es también interno a él. La diferencia s xual documenta la constitutiva receptivi- dad y apertura del yo en su naturaleza espiritual-corporal. El mismo procedimiento desmitificador efectuado en relacién con la progresiva sustitueién del término diferencia por el de diversidad, hay que aplicarlo a la sustitucién tan en boga hoy de identi- dad por igualdad. La rafz etimolégica del wocablo igualdad es el adjetivo la- lino aequus, que a su vez se deriva de sequor, que sugiere la idea de una se~ cuencia, de una sucesién ordenada y progresiva racterizar con esta nocién ja esfera de la sexualidad en vez de con Ja de identidad -en cuyo 4mbito semén- tico, como hemos visto, se custodia el dinamismo incesante de la apertura al otro (diferencia) conduce a una unidad entendida como achatada e infecunda uniformidad. ‘Al terminar este breve excursus podemos sostener, con mayor evidencia de argu- mentos, que tnicamente el binomio identidad-diferencia describe adecuada- mente la fisonomfa de la sexualidad hu- mana. Efectivamente, solo en estos tér- minos es posible pensar al hombre-mujer en clave adecuadamente personal, enrai- zandolo en la légica de la imago Dei -se- gan la tradicién judeo-cristiana-, que custodia toda su plenitud de significado. LA IDENTIDAD-DIFERENCIA SEXUAL La eleccién de describir al hombre-mu- jercon las categorfas del binomio identi- dad-diferencia surge también con evi- dencia dentro de la reflexién mds reciente del magisterio, que sefiala los contenidos imphieados por la dimensién afectivo-amorosa del yo. La diferencia sexual se propone como dato originario en el émbito de la doctrina de la imago Dei, fundamento irrenunciable de toda la antropologia cristiana (ef, Mulieris digni- tatem, 6). Asi lo expuso Juan Pablo II en las célebres catequesis sobre el amor es- ponsal (teologia del cuerpo): «La defini- tiva creacién del hombre consiste en la creacién de la unidad de dos seres. Su unidad denota, sobre todo, la identidad de la naturaleza humana, mientras que la dualidad manifiesta lo que, con base en tal identidad, constituye la masculinidad y la feminidad del hombre creado» (Ca- tequesis, IX). En efecto, cada hombre viene al mundo como ser sexuado (hom- bre-mujer), dentro de una relacién cons- titutiva, objetivamente unida al acto con- yugal, que implica la telacién de un hombre y de una mujer. Por tanto, en la biologia de un hijo estd siempre impli- cada una genealogia (cf. Carta a las fa- milias, 9). Ningin hombre puede poser su propio origen, ni decidir su propia identidad sexual. El yo nace estructural- IDENTIDAD Y DIFERENCIA SEXUAL mente referido a otro. Puede decirse también, con otras palabras, que el yo estd dentro de una di-ferencia. La uni- dad-identidad del yo se encuentra siem- pre en relacién con el otro. Incluso en el caso aberrante de la eventual clonacién humana nunca ser posible superar este elemento de diferencia. EL SIGNIFICADO ANTROPOLOGICO DEL HOMBRE-MUJER oe Para definir el alcance exacto, dentro del Ambito de la sexualidad humana, de la nocién de diferencia en relacién con la de diversidad, es necesario hacer expli- citos los rasgos esenciales del signifi- cado antropolégico del hombre-mujer. La Mulieris dignitatem en sun. 7 afirma que «el hombre no puede existir solo (cf. Gn 2, 18); solamente puede existir como Sinidad de los dos”, y, por tanto, en rela~ cién con otra persona humana. Se trata de una relacién recfproca: del hombre hacia la mujer y de la mujer hacia el hombre. Ser persona a imagen y seme- janza de Dios implica también, por tanto, un existir en relacién con el otro “yo”». De esta manera, el hombre-mujer apa- rece como expresién, en el nivel antroy légico, del denominado principio ontol6- ico de la unidad dual, segdn el cual, lentro de la realidad contingent, la uni- dad se da siempre dentro de una polari- dad. De este modo, por lo que se refiere al ser humano, este principio vale tam- bién ~ademés de para el hombre-mujer— para las otras dos polaridades constituti- vas, la de alma y cuerpo, y la de indivi- duo y comunidad. Los rasgos constitutivos del hombre-mu- jer son cuatro. Tras exponerlos breve- mente estaremos en disposicién de con- 569 cluir que la sexualidad es una dimensién originaria y no derivada. Y que, por tanto, la diferencia sexual no es un he- cho meramente accidental y superable, sino que, por pertenecer a la fisonomia constitutiva del hombre, es ineludible. EL panes se remite a un dato elemental: el hombre existe siempre y solo 0 como hombre o como mujer. Ningtin hombre (0 ninguna mujer) puede agotar tinicamente en sf a todo el hombre: siempre tiene ante si al otro modo, inaccesible para él, de ser hombre. La dualidad de los sexos, al manifestar su cardcter contingente, se- fiala para el hombre, al mismo tiempo, un limite i una oportunidad. Expresa su necesidad-eapacidad de autotrascen- derse en el encuentro con el otro distinto de sf, en vista de su propio cumpli- miento. Y esto abre al descubrimiento del yo como un ser en relacién con el otro yo. No solo como individuo, sino como persona (cf. Carta a las mujeres, 7). Ade- mas se puede observar que el hombre, por raz6n de su propia naturaleza se- xuada, se coloca dentro del ciclo de las generaciones humanas que se suceden de forma implacable. A través de dicho ciclo, la especie se conserva, pero, en. un cierto sentido, también expone al indivi- duo a la muerte. Se trata de otro aspecto, nada secundario, unido a la diferencia sexual, que impone al hombre una auto- onciencia mas aguda de su contingen- cia. El segundo rasgo manifiesta cémo la re- lacién entre lo masculino y lo femenino se caracteriza precisamente como rela- cién de identidad y diferencia. Aunque hoy, al menos en Ifnea de principios y en las sociedades occidentales, Ja cuestién de la identidad —de la que brota la abso- luta igualdad de dignidad y derechos del ser personal del hombre y de la mujer (cf. Gaudium et spes, 24), fundada en la comin humanidad (ef. Mulieris dignita- 570 IDENTIDAD Y DIFERENCIA SEXUAL tem, 6)— esté bastante consolidada; la cuestion de la diferencia, en cambio, se presenta mds compleja, como ya hemos apuntado. No se la puede confundir, en el contexto de la sexualidad, con un pro- blema de roles, ni reducirla a la evidente diferencia bio-psicolégica, sino que exige que sea comprendida ontolégica- mente. Un punto de vista més propiamente teo- légico —es este el tercer aspecto— nos permite afirmar que la diferencia sexual pertencce a la naturaleza original del ombre creado a imagen de Dios («A imagen de Dios lo ered. Varon y mujer los creé», Gn 1, 27). La inclusion de la diferencia sexual en la imago Dei per- mite, con determinadas condiciones, captar una cierta analogfa entre la rela- cién hombre-mujer y las relaciones trini- tarias. Dado que en todo hombre la com- munio (en cuanto apertura ineliminable al otro) es una dimensién constitutiva y parte de su ser en cuanto imagen de Dios, dentro de la unidad dual del hom- bre-mujer aflora una palida analogia con la comunién trinitaria (ef. Mulieris digni- tatem, 7). Se trata de un dato esencial. En efecto, si desde el inicio no se diera una diferencia que no altera la identidad ~como sucede con pleno sentido en la vida del Dios uno y trino, de cuyo desig- nio proviene el hombre como ser origina- riamente sexuado-, cualquier diferencia, al aparecer posteriormente, solamente serfa o consecuencia de una pérdida o el fruto de una violencia. Por tiltimo, a partir de los tres elementos hasta aqui brevemente expuestos, pode- mos atisbar en la indisoluble trama de diferencia sexual, don de sf y fecundidad (vida) —misterio nupcial— una dimensién esencial de la naturaleza del hombre. Se trata del dltimo de los cuatro rasgos constitutivos que perfilan el significado del hombre-mujer. Presentes en el yo IDENTIDAD Y DIFERENCIA SEXUAL __ conforme a una unidad dindmica y com- pleja, nos permiten eaptar la nocién de sexualidad en toda su amplitud, sefia~ Jando, entre otras cosas, en el lenguaje esponsal del amor, una «metéfora» privi- legiada para describir la relacién del hombre con lo real. EL PRINCIPIO DE LA DIFERENCIA EN SU NIVEL FILOSOFICO-TEOLOGICO Pensar la diferencia sexual con referen- cia al principio de la diferencia impone entrar decididamente en el Ambito filo- séfico-teolégico. Realmente es este el te- rreno en el que florece el sentido de la diferencia en relacién con la realidad de Jas cosas en sf mismas y con el designio con el que Dios uno y trino las crea y mantiene a todas en ri ser. Al no poder afrontar en esta sede con términos técni- camente completos el tema de la diferen- cia, nos limitaremos a sefialar algunos elementos sintéticos necesarios para fundar el dato de la diferenci xual, Se ha dicho que la diferencia sexual, en su nexo constitutive con el amor y la fe- cundidad, se presenta como originaria y no «deducible». Por tanto, se manifiesta como una dimensién esencial de la expe- riencia humana elemental. No seré intitil que pongamos de relieve, como sostie! lo demas, mucha de la psicologia de [eprofundo, que la diferencia sexual no cs «aprensible» por ninguna teorfa. De hecho, en cuanto experiencia concreta ¥ privilegiada que permite al individuo ac- ceder a lo real, tiene que ver, en tltimo andlisis, con la realizacién de su liber- tad, puesto que lo introduce en el descu- brimiento de la necesidad y de la satis- faccién; del deseo y de la realizacién; del placer ¥ de la renuncia; del goce y del sa- crificio. Estos son los términos en los que la libertad humana plantea su realiza- cién y termina por descubrir su diferen- cia especifica: el hombre no es solo un ser en-st y para-st, sino que sobre todo, es un ser-para-el-otro. De este modo, la diferencia sexual marca el recorrido por el que el yo, al conocerse a si mismo progresivamente en el otro, se abre a la realizacién ético-ascética. La forma de la unidad dual, constitutiva del hombre-mujer, es la repercusién en el nivel antropologico, de lo que -con las debidas distinciones—la Escuela tomista definia como distincién real (distinetio realis) y Heidegger, como diferencia on- tolégica. La raz6n del hombre que capta, en el corazén mismo del ser, una di-fe- rencia entre la «cosa» concreta y el ser total, hace que emerja un dato incontro- vertible: el ser se da siempre y solo como subsistente en cada ente individual, el cual, sin embargo, no puede nunca ago- tarlo. De este modo, se ilumina, en la re- lacién ontolégica entre el ser y el ente, la coexistencia de una propiedad doble: et tre los dos (ser-ente) hay una di-ferencia ¢ inseparabilidad. En todo enté, el ser, esto es, el fundamento trascendente, se da sin dejarse agotar por él, puesto que en su donacién se revela como promesa y anticipo, permaneciendo siempre a una distancia insuperable. Por tanto, el ente es un signo real del ser. Ser y ente se ofrecen simulténeamente, en la estruc- tura originaria, con la evidencia de que, en cuanto signo-promesa, conserva siem- re un cardicter simbélico. recisamente porque no es una propie- dad accidental del hombre, sino una di- mensién suya esencial, originaria y cons- titutiva, la polaridad antropolégica hombre-mujer -en correlacién, por una parte, con ta polaridad alma-cuerpo y, por otra, con la de individuo-sociedad (de la que, de alguna manera, constituye 571 IDENTIDAD Y DIFERENCIA SEXUAL una anticipacién)~ no puede dejar de re- flejar esta diferencia ontolégica. Y la di- ferencia sexual, conviene reafirmarlo, en cuanto que se deja definir en términos de reciprocidad esto es, de unidad dual-, muestra, en concreto, en el nivel del trascendental de la unidad, todo el peso de la diferencia ontolégica. E] principio de la diferencia sexual, a través de la diferencia ontolégica, exige dejar paso al discurso teolégico. Y es ue, solo en la relacién hombre-Dios, la iferencia ontolégica encuentra una ex- plicacién. La verdad de la relaci6n entre el hombre y Dios se funda precisamente sobre su diferencia. Como nos enseiia la doctrina sobre la Trinidad, la diferencia es la condicién para salvaguardar tanto Ja absoluta gratuidad de la donacién que Dios hace de sf mismo en Cristo, como la «no deducibilidad» de cada acto de la li- bertad humana (dicho acto, en cuanto que siempre esta histéricamente deter- minado, nunca puede ser poseido a pion por una teorfa). De este modo se ace evidente también cémo el misterio nupcial -trama indisoluble de diferencia sexual, don de sf y fecundidad (vida)- es pertinente en el Ambito teolégico. De he- cho, el misterio nupcial es una dimen- sion del amor. Y la estructura fntima de todo acto de amor es trinitaria, porque —como decfa Agustin— el rostro tiltimo de todas las cosas es la Trinidad’. El hom- bre y la mujer, que en razén de la dife- rencia sexual se unen en la una caro ~més alld del grado de conciencia (jque obviamente tiene su importancia!) con la que la vivan-, son captados por un dina- mismo, que Jes abre de par en par a la procreacién del hijo, el fruto del amor * Agustin, al distinguir entre res y signa, afirma que solo a la Trinidad le compete la denominacién de res (reali- dad), Todos Jos otros seres son signa de Ia Trinidad nism. 572 mismo, conforme a la visién clésica del amor diffusivus sui. Por eso, de manera genial, Hans Urs von Balthasar puede afirmar que «el acto de la union de dos personas en una carne y el resultado de esta unién han de considerarse simulté- neamente, olvidando su distanciamiento en el tiempo»*. La DIFERENCIA SEXUAL COMO RECIPROCIDAD ASIMETRIC Llegados a este punto, Ja reflexién no es- tarfa completa si no considerara de qué manera la diferencia sexual, en cuanto inguprimible apertura al otro, define esencialmente la reciprocidad del hom- bre-mujer. Es importante aclarar los tér- minos para explicar definitivamente por qué, a propésito de la sexualidad, no se Huede hablar simplemente de diversi- dad, sino que se debe hablar de diferen- cia. Basta simplemente con una observacién tomada de la experiencia mds elemental para descubrir que la unidad dual propia de la diferencia sexual no caracteriza la pacffica reciprocidad simétrica defen- dida por Arist6fanes en el Banquete de Platén, ni la connota en los términos de una simple complementariedad. En otras palabras, el hombre y la mujer no son dos mitades destinadas a fundirse para volver a componer la unidad originaria perdida. Perseguir este objetivo termina- ria mostrandose como una utopia mortal. Si no cabe duda de que hemos de hablar de reciprocidad, también hemos de ca- lificarla inmediatamente como asimé- trica. Y esto precisamente para poder dar ° HL U. vow Batriasan, La oracién contemplativa (Ea ‘cuentro, Madrid 1988) 55. IDENTIDAD Y DIFERENCIA SEXUAL cuenta del peso de la diferencia insupe- rable que aflora a todos los niveles de la experiencia de la unidad dual del hom- bre-mujer —incluso en la una caro de los cényuges— manteniéndola en permanente. tensién. En conclusién, se puede decir que la diferencia sexual se plantea como un dato constitutivo e includ ible que, ala vez que funda una relacién de reciproci- dad asimétrica, no destruye en manera alguna la unidad del yo mismo. «PENSAR» A DIFERENCIA SEXUAL. Dadas la ineludible complejidad y la ob- jetiva dificuliad del «pensamiento» dela diferencia —sobre la que tanto se ha in- sistido-, se puede comprender por qué normalmente se tiende a referirse a ella tnicamente en un sentido instrumental, con la pretensién de abolirla, puede que incluso con la ilusién de que se favorece de esta manera la emancipacién de la mujer. Por esta raz6n, se asiste hoy con frecuencia al intento de provocar el des- lizamiento del significado de la diferen- cia sexual hacia el de la mera diversidad, como ya hemos expuesto anteriormente. Por el contrario, en esa eminente forma de impacto con el otro constituido por el hombre-mujer entra en accién el dina- mismo originario de la autoconciencia del yo y se plantea la pregunta funda- menial: «... y, ,quién soy yo?»*. La dife- “G. Leoparpt, Canto nocturno de un pastor asidtico cerrante, ¥. 89. rencia sexual, en cuanto esencial a la na- turaleza humana ~a través de la polari- dad que dice reciprocidad asimétrica-, encamina a cada hombre en concreto ~-sea mas o menos consciente de ello~ a construir la propia respuesta personal a dicha pregunta constitutiva. Pero, como ya hemos sefialado, decir esto equivale a afirmar que la diferencia sexual no es-un sobreaiadido (superadditum), es decir, algo externo que viene a afiadirse al yo, sino que se trata de una dimensién cons titutiva de su experiencia y condiciona todo su acercamiento a lo real. Por esta raz6n, la diferencia no cesa de interrogar a todo hombre a lo largo de todo el arco de su existencia. Todo hombre esté obli- gado a «pensar» la diferencia dentro del empeiio por convertirse cada vex mas en sf mismo y, en consectencia, por expre- sarse como persona en relacién con los demas y con Dios. ReFereNcras et Macisterio. 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