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El apóstol san Juan comienza su primera carta diciendo: «Lo que existía desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado y palpado y han tocado nuestras manos acerca de la palabra de la vida... os lo anunciamos para que también vosotros estéis en comunión con nosotros. Nosotros estamos en comunión con el Padre y con su Hijo Jesucristo» (1Jn 1,1-3). Con estas palabras viene a decirnos que debemos tener la experiencia de la comunión con Dios. Ciertamente, en este mundo no nos es posible tener experiencia directa de Dios; siempre se tratará de una experiencia mediatizada por la fe y el amor, fruto del Espíritu Santo. Para san Juan, por tanto, el centro de la experiencia cristiana es la comunión con Dios; y ésta es, en primer lugar, vida en Dios.
El apóstol san Juan comienza su primera carta diciendo: «Lo que existía desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado y palpado y han tocado nuestras manos acerca de la palabra de la vida... os lo anunciamos para que también vosotros estéis en comunión con nosotros. Nosotros estamos en comunión con el Padre y con su Hijo Jesucristo» (1Jn 1,1-3). Con estas palabras viene a decirnos que debemos tener la experiencia de la comunión con Dios. Ciertamente, en este mundo no nos es posible tener experiencia directa de Dios; siempre se tratará de una experiencia mediatizada por la fe y el amor, fruto del Espíritu Santo. Para san Juan, por tanto, el centro de la experiencia cristiana es la comunión con Dios; y ésta es, en primer lugar, vida en Dios.
El apóstol san Juan comienza su primera carta diciendo: «Lo que existía desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado y palpado y han tocado nuestras manos acerca de la palabra de la vida... os lo anunciamos para que también vosotros estéis en comunión con nosotros. Nosotros estamos en comunión con el Padre y con su Hijo Jesucristo» (1Jn 1,1-3). Con estas palabras viene a decirnos que debemos tener la experiencia de la comunión con Dios. Ciertamente, en este mundo no nos es posible tener experiencia directa de Dios; siempre se tratará de una experiencia mediatizada por la fe y el amor, fruto del Espíritu Santo. Para san Juan, por tanto, el centro de la experiencia cristiana es la comunión con Dios; y ésta es, en primer lugar, vida en Dios.
El apstol san Juan comienza su primera carta diciendo: Lo que exista desde el principio, lo que hemos odo, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado y palpado y han tocado nuestras manos acerca de la palabra de la vida pues la vida se manifest y nosotros la hemos visto y damos testimonio, y os anunciamos la vida eterna que estaba junto al Padre y se nos manifest, lo que hemos visto y odo os lo anunciamos para que tambin vosotros estis en comunin con nosotros. Nosotros estamos en comunin con el Padre y con su Hijo Jesucristo (1Jn 1,1-3). Con estas palabras viene a decirnos que debemos tener la experiencia de la comunin con Dios. Experiencia que slo es posible gracias al conocimiento de Dios que nos proporciona la fe y el amor. Ciertamente, en este mundo no nos es posible tener experiencia directa de Dios; siempre se tratar de una experiencia mediatizada por la fe y el amor, fruto del Espritu Santo. Para san Juan, por tanto, el centro de la experiencia cristiana es la comunin con Dios; y sta es, en primer lugar, vida en Dios. Dios es Luz sin tiniebla alguna. Quien ama las tinieblas rechaza esta luz. Para tener experiencia de Dios demos caminar en la luz, ser cada vez ms fieles a su Palabra, hacer un esfuerzo de transparencia, de pureza, de rectitud, de verdad. Pero Dios es tambin Amor, es la generosidad absoluta, radicalmente pura. Por eso, cuando amamos a Dios y a nuestros semejantes vivimos en Dios y Dios vive en nosotros. Esta comunin que se realiza en Jesucristo que nos ha redimido y purificado de nuestros pecados por su sangre nos hace participar en la pureza y en la generosidad de Dios. La experiencia cristiana es una relacin personal con Cristo, que nos une a su vez con el Padre y con el Espritu. No obstante, se trata de una experiencia difcil de explicitar. En esa misma carta el apstol san Juan enumera algunos criterios que nos permiten identificar la verdadera experiencia de Dios. El primero consiste en el deber de sinceridad con uno mismo y con Dios; es decir, en reconocerse pecador. San Juan llega a afirmar: Si decimos que no tenemos pecado, nos engaamos a nosotros mismos, y la verdad no est en nosotros. Si reconocemos nuestros pecados, Dios, que es justo y fiel, perdonar nuestros pecados y nos purificar de toda iniquidad (1Jn 1,8-9). Este abandono absoluto en las manos de Dios, que lleva consigo la humildad para reconocernos tal y como somos, pero tambin adoracin y esperanza, es el principio de nuestra paz y el signo de que estamos en la verdad. El segundo criterio para saber que nuestra experiencia de Dios es verdadera consiste en cumplir sus mandamientos. Este cumplimiento implica una obediencia voluntaria, un amor generoso y un compromiso real. Amar a Dios es poner en prctica sus mandamientos. Realmente no pondramos en prctica los mandamientos si no creyramos ni amramos a Dios. La fidelidad consciente y voluntaria a los mandamientos es la luz misma de la experiencia cristiana.
El tercer criterio de la verdadera experiencia de Dios es el amor a los hermanos, imitando
a Cristo, y el rechazo ms radical del odio. Quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve. El cuarto y ltimo criterio de la verdadera experiencia de Dios consiste en guardarse de los anticristos y afirmar a Cristo. El anticristo es el que est contra Cristo y trata de suplantar su lugar; se manifiesta en numerosos anticristos que niegan que Jess es el Hijo de Dios.