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Pero Dios, como custicamente observa John Locke, no fue tan avaro con el
hombre como para hacerlo una simple criatura con dos piernas, y encarg a
Aristteles que lo hiciera racional.
Las tormentas del tiempo no fueron benignas para ellos: sus barcos naufragaron y
solo quedan unas cuantas tablas destrozadas. Pero las pocas pruebas que
tenemos nos hablan de los hombres: nos revelan (por cambiar de metfora) que
buscaron las fuentes de la razn y bebieron de ellas; y aunque en ocasiones
aquella original y embriagadora libacin provocara el delirio de su cerebro,
seguimos teniendo con ellos una deuda inmensa por su maravillosa embriaguez.
Su paso tambaleante nos enseno a caminar con ms firmeza: si ellos no se
hubieran emborrachado, aun estaramos arrastrando los pies.