Está en la página 1de 84
ADELA CORTINA EL MUNDO DE LOS VALORES Etica y Educacién Is 958-9482-06-6 Primera edicién: 1997 ia. reimpresion: 1907 Los tres primeros capftulos forman parte del libro Un mundo de valores, publcado por la Caneilleria de Edueacién y Ciencia dela Generalidad Valenciana (Espafa). Los reedtamos en este volumen, on otros trabajos de a misma autora, con autoriza- cin suya. © Autora: Adela Cortina © Editor; EDITORIAL EL BUHO LTDA. Calle 54A No, 14-13 Of. 101 TTels.: 2561521, 2491083 Apartado Aéreo 75.985, Santafé de Bogolé, D.C. Disefo de cardtula: Andrés Marquinez Casas Diagramacién e impresién: EDITORIAL CODICE LTDA. Cra. 15 No. 58-86 Tels: 2177010, 2494902 Santafé de Bogoté, D.C. Prologo (Germén Marquinez Argote). INDICE Capitulo 1 QUE SON LOS VALORES?. EL MUNDO DEL VALOR. Un tema de moda. ....... Los valores eatin de actulidad Un mundo eseurridizo: sobre gustos no hay nada es- FiO. eee eeee ee — ; O no tan escurridizo: hay gustos que merecen palos. QUE SON LOS VALORES?. La capacidad de estimar. Los valores valen realmente. Son cualidades que nos permiten acondicionar el man- do, hacerlo habitable. . Son cualidadesreales, las que damos cuerpo creaiva- mente. . : Los valores son siempre positivos o negatives. 30 10, 0. Bibliografia. Los valores poseen dinamismo. La materia del valor. Capitulo 2 LOS VALORES MORALES, QUE HACE MORAL UN VALOR?. ... 1. Moral y étiea...... cess eo 2. El mundo de los valores: un mundo extraordinaria- mente variado. on 38. Untest para los valores morales. .... obo 4, Seres que tienen un valor en si mismos - Seres que tienen un valor relativo. 5. Laevolucién de los valores. 6. La teoria de la evolucién social. . 7. Valores universales: mas alld del relativismo. Bibliografia. Capitulo 3 EDUCAR MORALMENTE. iQUE VALORES PARA QUE SOCIEDAD?........... TOMAR CONCIENCIA DEL PROPIO TIEMPO. ‘Tiempos de desorientacién. El perfil valorativo de una sociedad. : Nuestro capital axiol6gico. ...-..........2005 ‘Més allé del triunfalismo y del catastrofismo. ‘TOMANDO EL PULSO A NUESTROS VALORES. Libertad, Igualdad, 65 67 2283 3 80 3. Respeto activo. . 4, Solidaridad. 5. El didlogo... Bibliografia.. Capitulo 4 PRESENTE ¥ FUTURO DE LOS VALORES. .... El presente de los valores éticos. "Nuevos caminos hacia los valores morales. Fin de la ética del sacrificio?. No saerificios, pero si exigencias. La étiea de la sociedad civil. El deelive de las ideologias politicas. Mas all de la ética individual... Crisis de fundamentos. 9. UFalta de sentide?. . 10, Un futuro con calidad... peepe Epilogo MAPA DE LAS TEORIAS ETICAS. .. SSSR 8 101 108 105 106 107 108 109 3, PROLOGO De la autora de este libro se puede decir que: "vino, habl6 y convenci". Vino por primera ver. a Colombia el afo 1990, invitada como ponente al VI Congreso Internacional de Filosofia Latino- americana, organizado por la Universidad Santo Tomés. En dicho evento hablé sobre "Justicia y solidaridad, virtudes de la ética comunicativa’. Desde entonces ha vuelto afo tras afio a nuestro pais, en miltiples ocasiones, invitada por organismos oficiales, fun- aeiones culturales y universidades tanto piblieas como privadas: Andes, Nacional, Javeriana, Antioquia, Valle, ete. Sus ideas han eneontrado acogida en innumerables oyentes que en todo momento han Henado las aulas 0 auditorios en los que ha hablado. Al mismo tiempo, sus libros, ampliamente difundidos, han permitido: tores profundizar en una filosofia préctica de la que estdbamos y seguimos estando necesitados en Colombia. Quizsis esta neeesidad explica por qué la propuesta “adeliana” de una “étie tenido tanta acogida, Se trata de un proyecto ético, a la altura de los, tiempos, para superar el elima de confrontacién, en que histérica- ‘mente hemos vivido, denunciado por G. Garefa Marquez. como "el cireulo vieioso de la guerra eterna’ us lee- Recordemos, en forma resumida, que dicho proyecto ético implica basiamente: el diagnéstico de un hecho, una propuesta para a nueva situaciGn en que estamos y una metodologia para levarla a ceabo, nos ayuden a labrarnos un buen eardeter para ser personas en el pleno sentido de la palabra; es decir, para acondicionar Ia realidad de tal modo que podamos vivir en ella de forma humana, continuan- doen la linea que iniciamos en el capitulo anterior. Y lo que decimos de las personas podomos docirlo también de las instituciones, los sistemas y las sociedades, Ahora bien, dicho esto, también es verdad que en el lenguaje filoséfico distinguimos entre estas dos expresiones -moral y ética- porque necesitamos dos términos diferentes para designar a su vez dos tipos de saber: uno que forma parte dela vida cotidiana, y que ha estado presente en todas las personas y en todas las sociedades (a moral), y otro que reflexiona sobre 61 flos6ficamente y, por lo tanto, nacié al tiempo que la filosofia (la ética o filosofia moral). Igual que distinguimos entre la ciencia y la flosofia de la cien- cia, la religion y la filosoffa de la religién, el arte y la flosofia del arte, distinguimos también entre la moral y la filosofia moral o éti- ca. De ahi que José Luis Aranguren las caracterizara muy adecua- damente con dos expresiones: la moral seria «moral vivida», y la étiea, «moral pensadas*, La moral entonces es un tipo de saber, encaminado a forjar ‘un buen earécter, que ha formado y forma parte de la vida cotidiana de las personas y de los pueblos. Por eso podemos decir que no la han inventado los filésofos, mientras que la ética, por ecntra, seria filosofia moral, es decir, una reflexién sobre la moral cotidiana he- cha por filésofos, que utilizan para ello la jerga propia dela flosofia. ‘Ala ética le importa ante todo averiguar en qué consiste la moral, y para eso tiene que investigar qué rasgos deben reunir los "ARANGUREN, Jou Luis. tea, en Obras Complets, Mai rtta, I, 1004, pp. 1550. 7 42 valores, las normas 0 los principios para que los lamemos «mora- les» y no de otro modo. Pero también se ve enfrentada ala tarea de Dbusear las razones de que haya moral, que es alo que se ha llamado «la cuestién del fundamento de lo moral», ¥, por dltimo, a ver de aplicar lo ganado con estas reflexions a la vida cotidiana. Ahora bien, como la distincién entre étiea (como filosofia mo- ral) y moral (como saber de la vida eotidiana) es negocio que sélo importa en buena ley alos fil6sofos, es perfectamente legitimo en la vida cotidiana -en el habla ordinaria, en los medios de comunica~ cign- emplear indistintamente las expresiones «moral» y «ética», y decir de los valores o de las normas que son morales y éticas, refi rriéndose en ambos casos a Ia forja del eardcter. 2. El mundo de los valores: un mundo extraordinariamente variado ‘Regresando al final del capitulo anterior, es decir, al tratamiento de los valores en general, reeordemos que el mundo de los valores ‘no s6lo es espinoso, sino también muy variado, porque existen dis- tintos tipos de valores de los que echamos mano para acondicionar nuestra existencia, y no sélo valores morales. Y es mérito de la Ila- ‘mada «ética de los valores», ala que se refiere Ortega en el articulo que hemos mencionado, el de intentar presentar tipografias, clasifi- caciones de los valores, que nos permitan ir haciéndonos una com- posicién de lugar’, Precisamente el ereador de esta escuela, Max Seheler, intro- dujo ya una clasificacién de los valores*, que podemos recoger en el siguiente cuadro: * PRONDIZI, Ruggiero, Qué som ls valores? Introduccién ala.aziologta, ‘en México, Fondo de Cultura Eeondmica, 1968 (4 ed.). * SCHELER, Max. Btica, Madrid, Revista de Occidente, 1941, 2vols. 43 ores sensibles: Placer / Dolor Alegria /Pena ‘Valores de la civilizacién: Util / Perjudicial Valores vitales: Noble/Valgar Estéticos: bello feo Valores culturales Btico-juridicos: oespirituales: justofinjusto Especulativos: verdadero /falso Valores religiosos: Sagrado / profano Como observaremos, se trata de establecer una clasificacion de distintos tipos de valores, cada uno de los cuales se considera, a ‘su vez, desde dos polos, el positive y el negativo. Todos los valores positives son importantes para organizar una vida humana en eon- diciones, porque una existeneia que no aspire ala alegris, a la utili- dad, ala belleza, ala justiciao ala verdad, tiene bien poco de huma- ‘na; pero también es verdad que no todos son importantes en el mis- mo sentido, Por su parte, Ortega, en el articulo que hemos mencionado, presenté también una clasificacién, tomando como inspiracién la de Scheler; cosa que hicieron a su vez otros representantes de este tipo de ética. Entre unas clasificaciones y otras existian algunas Aiserepancias, que no nos interesan demasiado, excepto una que si importa para el tema que nos ocupa. ¥ es que mientres Scheler ue -como hemos visto- no ineluye en su clasificacién los valores mora- les como un tipo peculiar de valores, Ortega sf introduce un aparta- do dedicado exclusivamente a ellos. Segrin Ortega, valores morales serian, por ejemplo. la bon- dad, la justicia o la lealtad. Mientras que Scheler, por su parte, en- tiende que los valores morales no constituyen una clase peculiar de valores, sino que la conducta moralmente adecuada consiste en tra- tar de realizar en el mundo los demés valores de una manera co- rreeta, Naturalmente, no vamos a entrar en los detalles de esta dis- crepaneia, sino a tomar de cada uno de los autores lo que nos intere- ‘sa para nuestro tema, porque cada uno de ellos tiene una parte de verdad, Nuestra sugerencia podria entonces recogerse en los si- guientes cuatro puntos: 1) Existen distintos tipos de valores, entre los que eabria ineluir: ~ Sensibles (Placer / Dolor; Alegria/Pena) = Utiles (Capacidad/Incapacidad; Eficacia/Ineficacia). ~ Vitales (Salud/Enfermedad; Fortaleza/Debilidad), — Estéticos (Bello/Feo; Elegante/Inelegante; Armonioso/ Casto. — Intelectuales: Verdad/Falsedad; Conocimiento/Error. — Morales: Justicia/Injusticia; Libertad/Esclavitud; Igual- dad/Desigualdad; Honestidad/Deshonestidad; Solidaridad/ Insolidaridad. — Religiosos: Sagrada/Profano. 2) La condueta adecuada con respecto a los valores, referi- da coneretamente a los positives, es la siguiente: 45 = Respetarlos alld donde estén ya incorporados. ~_ Defenderlos en aquellas situaciones en que se ven en dificul- tades. Tatar de encarnarlos en aquellos lugares enque no se en- ceuentran ineardinados o donde dominen los valores negati- vos". 3) Entre estos valores existen unos especificamente mora- les, como la libertad, la justieia, la solidaridad, la honestidad, la tolerancia activa, la disponibilidad al didlogo, el respeto a la huma- nidad en las demas personas y en la propia. Estos valores se especifican al menos por tres factores que comentaremos en los proximos epigrafes: ‘+ Dependen de lalibertad humana, lo cual significa que est en nuestra mano realizarlos, Porque ser feo 0 guapo, discapacitado o capaz esalgo que sélo en parte est en nuestras manos, pero depende de nosotros ser so- lidarios 0 no. + Precisamente porque dependen de la libertad humana, los aadjetivos califieativos que se construyen partiendo de valores mo- rales no pueden atribuirse nia los animales, nia las plantas ni alos objetos inanimados. Carece de sentido afirmar que un perro es solidario, que una planta es libre o que la naturaleza es bondadosa. En realidad, euan- 4o utilizamos estas expresiones lo hacemos por analogia con la con- ueta humana, pero no porque convengan en primera instaneia a plantas, animales 0 ala naturaleza en su conjunto. * REINER, Hans Vieja y nueva ético, Madrid, Revista de Oscidente, 1964; ‘Bueno y malo, Madrid, Ediciones Encuentro, 1985, 46 En este sentido, utilizar la conducta animal con fines pedag6- ‘icos -como es el caso de las fabulas- es un reeurso sumamente fe- cundo, pero precisamente porque se ve con mayor claridad lo ade- cuado o inadecuado de las aceiones cuando las realizan imaginariamente seres a los que tales aeciones no corresponden en primera instancia, + Una vida sin esos valores ests falta de humanidad, por eso los universalizarfamos; es decir, estamos dispuestos a defender que cualquier persona deberia intentar realizarlos. Esto no signifiea en modo alguno que una persona servil, hi- pécrita 0 mendaz deje por eso de ser persona. Significa més bien que ha renunciado al proyecto de humanidad que los seres huma- nos hemos ido deseubriendo a través de siglos de historia como su- perior a otros, porque es el que mejor acondiciona nuestro mundo para hacerlo habitable y fruible. Por el contrario, quien se propone apropiarse de esos valores, ir incorpordndolos en sus acitudes ante la vida, asume el proyecto que hemos ido degustando como mejor". 4) Ahora bien, propio de la vida moral son, no slo los valores especificamente morales, sino también la disponibilidad de la per- sona para realizar distintos valores, sean o no morales, integrando- los de una forma plenamente humana. Es decir, la predisposi- ign a enearnar valores de utilidad, de salud o estéticos, pero orga- nizndolos de un modo arménico. Por eso la difieultad fundamental consistiré ahora en encon- trar una piedra de toque que nos permita distinguir qué valores son % PUIG ROVIRA, Josep M°. La educacién moral en laenseitanca obligato- ria, Barcelona, Horsori, 1995. 47 morales y emo debemos integrar los distintos valores, sean mora- les o no, para que resulte una existencia verdaderamente humana. 3. Un test para los valores morales En a vida cotidiana empleamos a menudo la expresién «todo ‘el mundo deberia de hacer X-, siendoX una gran eantidad de ac- ciones posibles. Como de valores es de lo que estamos tratando, ‘vamos a sustituir X por algunos valores, la frase que hemos enun- ciado por esta otra: «Todo el mundo deberia tratar de realizar el valor X». Veremos eémo el resultado es interesante, + La simpatia Si yo digo «Todo el mundo deberia ser simpético, me daré ‘cuenta, a poco que reflexione, de que acabo de decir una tonteria, Hay personas simpéticas y otras que no lo son, pero esto no deja de ser una peculiaridad de su caréeter, que dificilmente podemos pre- tender universalizar en el sentido de exigencia, ‘Naturalmente, més vale ser simpatico que antipatico, porque Ja simpatfa hace la vida agradable. Sin embargo, un canalla puede ser simpatiquisimo, y estar tratando a sus victimas con toda amabi- lidad, a la vez que las tima o las explota. Por eso, si alguien nos advierte de que un individuo muy sim- pitico es a la vez un hipéerita, que nos trata con toda afabilidad y nos desacredita por Ia espalda, nos euidaremos muy mucho de acer- ‘carnos a él y acabaremos reconociendo que es mejor que las perso- nas sean simpaticas, pero que, si no lo son, tampoco es grave. En cambio lo que si afirmaremos con toda conviccién es que las perso- nas no deberian ser hipderitas, porque la hipocresia no es una, peculiaridad mas del eardcter de una persona, sino una caracteris- tica que le deshumaniza. 48 ‘Tomando como plantilla esta idea de la universalizaci6n, pode- mos ir pensando en diferentes valores y comprobando si creemos que deberfa tratar de realizarlos cualquier persona para no perder humanidad, 0 si, por el eontrario, nos parece deseable que traten de realizarlos, pero no més que deseable. * Labelleza Que todo e! mundo sea hermoso es sin duda deseable, eomo también que las personas traten de realizar bellas acciones, obras bellas. Pero, a fin de cuentas, nadie pierde en humanidad por ser feo, o por ser incapaz. de hacer cosas estéticamente hermosas. Ciertamente, de algunas acciones decimos que «resultan antiestétieas», eomo por ejemplo, de los incesantes y espectacula- rres cambios de chaqueta en el mundo de la politiqueria, 0 de esos vergonzosos manejos del incensario que hacen determinados per- sonajes cada vez que se acerca uno més poderoso que ellos, cuando ademas son capaces de destrozar al poderoso en cuanto ha perdido el poder. Actuaciones de este jaez.son en verdad antiestéticas, del peor estilo, pero no por eso faltas de étiea. También es antiestético dormirse en un coneierto o en una confereneia y no lo consideramos inmoral. ‘Aunque en ocasiones ética y estética estén proximas, el papel de tornasol por el que se comprueba que una aetuacién es inmoral tiene que ver con un proyecto humanizador que vamos planteando como exigencia, Ante una frase tal como «Nadie deberia dormirse en os eoneiertos o en las eonferencias», mas bien nos encogemos de hombros y decimos: «Bueno, en general es mejor que la gente nose duerma, pero si alguien est muy eansado, porque ha dormido poco © porque ha trabajado mucho, tampoco es tan dramétieo que se duerma». 49 En cambio, ante la expresién «Nadie deberia adular a otros por convenieneia, y menos atin si esta dispuesto a Cenigrarlos en ‘cuanto le convenga», no respondemos tranquilamente: «Bueno, en general, es mejor que la gente no actie de este modo, pero si lo hace en determinadas casos, tampoco es dramético. La verdad es que sies dramatieo, tanto por el datio que hace a otro, eomo porque rebaja la dignidad del hermoso proyecto de ser una persona. + Lasalud Cambiando ahora de tereio, pongamos en juego un valor tan preciado como la salud y diganos que “Todas las personas deberian estar sanas». Rapidamente nos percatamos de que estamos enun- ciando en realidad una mezela de deseo y de invitacién. En realidad lo que estamos diciendo es: «iOjalé estuvieran todos sanos!»,y tam- bién: «Debemos hacer lo posible para que todos estén sanos. Por 80 se introducen en los Planes de Estudio materias como «Educa- ciGn para la Salud», porque la salud es sin duda un velor muy nece- sario, como lo es, en otro sentido, la belleza, Sin embargo, igual que no responsabilizaremos a la persona fea por serlo, ni pensaremos que no es persona porque no es bella, tampoco culparemos al enfermo por su enfermedad (a no ser que no haya hecho nada por curarse), ni consideraremos que eso le deshumaniza. No hay en estos casos responsabilidad, no se trata de valores que est en nuestras manos realizar, pero ademss tampoco puede decirse que el hecho de no poseerlos deshumaniza a la per- sona. * Lautilidad ‘Y por continuar con nuestros experimentos, recurramos a uno de los valores més estimados en nuestro momento, como es el de la Utilidad. Lo peor que puede decirse, por ejemplo, de una asignatura es que es intl. Lo eual significa claramente, no que no sirve para 50 absolutamente nada, pero sf que no sirve para hacer cosas: no sirve para produeir casas, puentes, objetos, riqueza contante y sonante. En un mundo encandilado por la produecién de objetos y por cl consiguiente consumo, que un saber no sirva para producir 6s como decir que queda desealificado. Pero algo parecido ocurre con las personas. Proclamar que alguien es un initil es algo ast como firmar su acta de defuncion social: ya no cuenta para contribuir ala produecién general, luego es s6lo una carga. Parece, pues, que la proposicién «Todo el mundo deberfa ser itil» tenga pleno sentido. Y, sin embargo, no es asf. ¥ no lo es, en principio, porque ser productives 0 no no es cosa que esté en nues- ‘tras manos, no es cosa de la que se nos pueda responsabilizar. Pero también porque un individuo sumamente produetivo puede ser ala vez un canalla, lo cual prueba que la productividad no es necesaria- mente un sintoma de humanidad. Se puede ser poco productivo y plenamente humano, y viceversa. Lautilidad es, pues, un valor, pero no uno de los que eondicio- na la plena humanidad de las personas. + Lajusticia Sometamos ahora el valor «justicia» al test que venimos prac- ticando, componiendo, como es de rigor, la proposicién: «Todo el mundo deberia ser justo». ‘Y hete aqui que nos encontramos a una persona que nos espe- ta: «Mire usted, yo no soy justo porque no quiero». Ciertamente, seria de agradecer su sinceridad, porque lo habitual es obrar ast, pero no reconocerlo abiertamente. Ahora bien, pasado el primer momento de estupefaccién ante lo inusual de tan sincero reconoci- miento, iqué diriamos a nuestro interlocutor? 51 ‘Supongamos que preguntamos sencillamente: «, no es menos cierto que hemos ido earacte- rizando de distinto modo qué es lo que le eorresponde a cada uno. Platén entendia que la justicia de la sociedad eonsiste en que haya ‘una armonia entre los distintos grupos sociales, de forma que cada uno desempefie la tarea que le corresponde: los campesinos, ocu- parse de la tierra y proveer de alimentos a la poblacién; los solda- dos, guardar la repabliea, y los gobernantes, dirigirla sabiamente. ‘Sin embargo, ya Aristételes entendié de otro modo lo justo, y una larga historia va mostrando lo diferente que puede ser «lo que co- rresponde a cada uno», Obviamente, la historicidad del contenido de los valores mora- les ha despertado frecuentemente la sospecha de que su valia es relativa alas distintas épocas historieas y a las diferentes culturas, de suerte que cada una de ellas ha entendido por libertad, justicia 0 ® MARTINEZ NAVARRO, Emilio, «Justiia-, en Adela Cortina (ed), Diez palabras clave en étiea, VD, 1994. solidaridad cosas bien distinta. De donde parece que dea conctuir- se que nada puede afirmarse universalmente a cuento de los valo- res, sino que es preciso atenerse a cada una de las 6pocas para ver qué es lo que realmente vale en ellas. Sin embargo, una afirmacién semejante no es correcta. Cier- tamente, hay una evolucién en el contenido de los valores morales, pero una evolueién que implica un progreso en el modo de percibir- los, de suerte que en las etapas posteriores entendemos e6mo los han pereibido en las anteriores, pero no estamos ya de acuerdo con ellas porque nos parece insuficiente. Entendemos, por ejemplo, que ese esquema de justicia, tal como Platén lo propone, pudiera ser en su tiempo un ideal, pero tras veinticuatro sigias de historia hemos aprendido que todos los seres humanos son iguales en dignidad y que la division del trabajo no puede hacerse por estamentos estancos, sino favoreciendo una igualdad de oportunidades en el acceso a los mejores puestos. Si alguien propusiera volver a la idea de justicia, tal como Platén la defendia, estarfa proponiendo regresar a una idea ya cbsoleta: tarfa proponiendo un rotundo retrocesomoral, y noun simple cambio. Lo cual significa que la evolucidn de lo moral no es simple cam- bio, sino progreso moral, ce forma que historicamente hemos ido recortiendo unas etapas y volver a las anteriores no es s6lo eam- biarsino retroceder: En este punto nos ser de enorme utilidad la Teoria de la Evolucién Social, que Jargen Habermasha diseiado ‘en algunas de sus obras, y que es una teorfa de la evolucion de la conciencia moral de Jas sociedades. La clave de esta teoria es la siguiente: las sociedades aprenden, no s6lo téenicamente, sino también moralmente”, y este aprendizaje va acufiando la forma de conocer de las personas que las componen. % HABERMAS, Jirgen.Lareconstruccin del materialismo aistérico, Ma rid, Taurus, 1981; Conciencia moral y accién comunicativa, Barcelona, Pe- 56 Esto ge ve muy claramente en el aprendizaje téenico, porque tun nifio normalmente socializado sabe manejar un televisor, deja tamatitos a los adultos en el trato con videos y similares, y bien pronto empieza a entender de ordenadores. Su forma de concebir que sea un instrumento de trabajo es bien distinta a la que tuvo en su infancia la generacién de los que hoy euentan con cuarenta afios, yy este modo de concebir los instrumentos condiciona también su forma de comprender el mundo. Esto es evidente y nadie lo diseute. Pero igualmente verdadero es que a ese nifo, si est normal- ‘mente socializado, le transmitimos una idea de libertad, de justicia ‘ode solidaridad diferente a la que nosotros aprendimos, y eso tam- ign le condiciona para comprender el mundo en un sentido, que 61 revisaré cuando sea adulto, pero desde los materiales que le dimos. ‘iCémo se ha producido ese desarrollo de la conciencia moral social que influye necesariamente en la educacién personal? 6. La Teorfa de la Evolucién Social 6.1 Tras las huellas de la teorfa de Lorenz Kohlberg \Nilas personas ni las sociedades nacen con una conciencia ya hecha, sino que va conforméndose a través de un proceso de apren- izaje que abarca, bien la propia biografia personal, bien la historia. En ambos casos se trata de un proceso de «degustacién», por el que ‘vamos comprobando qué valores acondicionan mejor nuestra exis- tencia, y sobre todo qué forma de realizar esos valores, qué forma de ponerlos en prictica. En ese proceso cooperan aspectosemocio- ales, sentimentales y cognitivos, que siempre estén estrecha- ‘insula 1989. Para una exposicin sucinta de a teoria de a evolucin social ver ‘Adela Cortina, Btica minima, Madrid, Teenos, 1986, cap. 5 37 mente entrelazados entre si, tanto en el caso de las personas como encl de las sociedades. Ahora bien, en su Teoria de la Evolucién Social Habermas centra su atencién fandamentalmente en los procesos cognitivos, entre otras razones, porque toma como modelo para su teoria la ‘que disefé Lorenz Kohlberg para analizar el desarrollo de la concien- cia moral individual. En efecto, aunque Kohlberg reconoce que en el caso del pro- eso personal desempefian un papel fundamental los factores socio- culturales, e tipo de edueacién recibida y la experiencia emocional, considera que en la conformacién de la conciencia es central a evo- lucién que se produce en el aspecto cognitivo, es decir, en el modo de razonar acerca de ls cuestiones morales y de juzgar sobre ellas. Por eso analiza la estructura del crecimiento moral de la persona teniendo en cuenta eémo formula juicios, y muy coneretamente los, {uicios sobre lo que es «justo o correcto»', Del método de Lorenz Kohlberg se ocuparé con detalle otro de los capitulos de este libro; en el presente nos interesa destacar s6lo aquellos elementos que utiliza Habermas para construir su teo- ria. En principio, valiéndose de la téeniea de los dilerias morales, Kohlberg establece una secuencia en el desarrollo moral de 3 nive- les y 6 estadios (2 por cada nivel) en la evolucién moral de la perso- na, desde la infancia hasta la edad adulta, ~ Los niveles definen las perspectivas de razonamiento que Ja persona puede adoptar en relacién a las normas morales de la sociedad. \ KOHLBERG, Lorenz. Psicologia del desarrollo more, Bilbao, Deselée de Brouwer, 1992, 58 Los estadios expresan los crterios mediante los que la per- sona emite su juicio moral, lo cual muestra la evolueién seguida den- tro de cada nivel. L. Nivel preconvencional Estadio 1.- Orientacion a la obediencia y el castigo. Estadio 2. Orientacion egoista¢ instrumental, II, Nivel conveneional Estadio 3.- Orientacion de «buen (a) ehicota)».. Estadio 4.- Orientacion hacia el mantenimiento del orden social LILNivel posteonvencional Estadio 5.- Orientacién legalista Gjuridieo-contraetual). Estadio 6.- Orientacién por principios éticos universales. Comentaremos brevemente este esquema en la medida en que puede aplicarse al desarrollo de la conciencia moral de las socieda- des, como Habermas intenta mostrar. @) Nivel preconvencionat: el egotsmo como principio de justicia Este nivel representa a forma menos madura de razonamien- tomoral. Una persona se encuentra en él cuando enjuicia las cuestio- nes morales desde la perspectiva de sus propios intereses. En este sentido, la persona tiene por justo lo que le conviene egofstamente. ‘Segiin Kohlberg, este primer nivel earacteriza principalmen- tel razonamiento moral de los nifios, aunque muchos adolescentes yun buen niimero de adultos persisten en él 59 ) Nivel convencional. Conformismo con las normas sociales Una persona en este nivel enfoca las cuestiones morales de acuerdo con las normas, expectativas e intereses que convienen al orden social estableeido~, porque le intercsa ante todo ser acepta- da por el grupo, y para ello est4 dispuesta a acatar sus costumbres. En este sentido, la persona tiene por justo lo quees conforme alas normas y usos de su sociedad. Por eso considera que es valioso en sf mismo desempefiar bien los «roles» o papeles sociales conven- cionales, es decir, adaptarse a lo que su sociedad considera bueno, Segtin Kohlberg, este segundo nivel surge normalmente du- ante la adolesceneia y es dominante en el pensamiente de la mayo- ria de los adultos. No superarlo supone plegarse a lo que el grupo dese, lo cual tiene serios peligros, porque los grupos tienden a ge- nerar endogamia, prejuicios frente a los diferentes e intolerancia, ante los que no se someten al rebatio, de forma que pueden acabar ahogando a los individuos. Por eso es preciso aeceder alnivel supre- mo de madurez: el posteonvencional. ©) Nivel postconvencional: los principios universales En este nivel la persona distingue entre las normas de su so- ciedad y los principios morales universales, y enfocs los proble- ‘mas morales desde éstos dltimos. Esto significa que es capaz de rreconocer principios morales universales en los que deberia basar- ‘se una sociedad justa y eon los que cualquier persona deberia com- prometerse para orientar el juicio yla accion. La medida de lo jus- tola dan los prineipios morales universales desde los cuales pue- de criticar las normas sociales. ‘Segiin Kohlberg, este Gltimo nivel es el menos freeuente, sur- ge durante la adolescencia o al comienzo de la edad adulta y earacte- rrza el razonamiento de s6lo una minoria de adultos. 60 6.2 Justicia y responsabilidad La teoria de Kohlberg ha reeibido una gran cantidad de eriti- cas y de rectificaciones. Por ejemplo, su diseipula Carol Gilligan entiende, con toda razén, que en el desarrollo de la coneiencia mo- ral es preciso contar con otros componentes ademas de la justicia, ‘como son la compasién y la responsabilidad”. Aleanzar la madu- rez moral no consiste sélo en llegar a ser justo, sino también en lograr ser compasivo y capaz de responsabilizarse de aquéllos que nos estén encomendados. La indiferencia ante las demas personas y la conviceién de que no somos responsables de ellas son muestras claras de falta de madurez. Lo bien cierto es que hay al menos dos voces morales: * Lavoz de la justicia, que consiste en juzgar sobre lo buerio y lo malo situéndose en una perspectiva universal, més allé de las convenciones sociales y el gregarismo grupal. + Lavorde la compasién por los que precisan de ayuda, que son responsabilidad nuestra, empezando por los més eereanos. Alin y al eabo, no hay verdadera justicia sin solidaridad con Jos débiles, ni auténtiea solidaridad sin una base de justicia, 6.3 El desarrollo de la conciencia moral social ‘Tomando como base esta teorfa de Kohlberg, incluso contan- do con las rectificaciones de Gilligan, diseta Habermas su teoria del desarrollo de la eoneiencia moral social. A su tenor, las socieda- des con democracia liberal hemos realizado un proceso de aprendi- ™ GILLIGAN, Carol, La moral y la teoria, Psicologia dl desarrollo femeni- no, México, Fondo de Cultura Beonsmica, 1985, at zaje que ha acuitado ya nuestros esquemas cognitive-morales. En ese proceso de aprendizaje las sociedades ahora demoerticas han recorrido los tres niveles deseritos por Kohlberg y han legado al posteonveneional, es decir, al nivel en el que hemos aprendido a istinguir entre las normas de nuestra comunidad eonereta y prin- cipios universalistas. ‘Cada uno de los niveles de este proceso de desarrollo supone lun progreso con respecto al anterior, porque las personas que se encuentran en los niveles posteriores comprenden el criterio para, juagar que utilizan los sujetos situados en las primeres etapas y, sin ‘embargo, les parecen ya insuficientes. Esto muestra que esos suje- tos han madurado, han progresado. En el aso de la sociedad ocurrird lo mismo: que las socieda- des van aprendiendo moralmente, de forma que entendemos el modo de juzgar moralmente de etapas anteriores, pero ya nos parecen insuficientes. Por ejemplo, podemos entender que haya habido esclavos en ‘otros tiempos, pero ya nos parece incomprensible que la esclavitud estuviera permitida en Estados Unidos en los estados del Sur en pleno siglo XIX, tras haber sido reeonocidos expresamente los De- rechos del Hombre, no digamos lo que hoy opinariamos de quien tuviera un eselavo o nos dijera que le pareeia muy bien que hubiera esclavos. Valorar positivamente la esclavitud es hoy sencillamente ‘un retroceso ineomprensible. Ciertamente, nos han llegado noticias de personajes de otros tiempos con los que sintonizamos perfectamente, mejor que con el resto de su época. Es el caso de Antigona, dispuesta a defender la, dignidad de su hermano Polinieés, dando sepultura a su cadaver, frente a la prohibicién de Creonte. Apela Antigona para justificar su conducta a unas leyes universales, no escritas, a unas leyes que 62 ponen en cuestién las de la ciudad “Tebas-, porque son leyes supe- riores a las de cualquier ciudad. Y sintonizamos con Antigona por- que es un elaro precedente del universalismo, propio de estadios ‘mis maduros en el desarrollo de la conciencia moral. 7. Valores universales: mas alla del relativismo Estos prineipios tienen en cuenta a toda la humanidad, de modo que desde ellos podemos poner en euestién también las normas de nuestras sociedades coneretas. Y esos prineipios entrafian un con- Junto de valores morales, que son universales: aquellos valores que cexigiriamos para cualquier persona. Con esto el relativismo queda arrumbado, porque hemos ido aprendiendo al hilo de los siglos que cualquier ser humano, para serlo plenamente, deberfa ser libre y aspirar ala igualdad entre los hombres, ser solidario y respetar activamente su propia persona y alas demas personas, trabajar por la paz.y por el desarrollo de los pueblos, conservar el medio ambiente y entregarlo alas generacio- nes futuras no peor que lo hemos recibido, hacerse responsable de aquellos que le han sido encomendados y estar dispuesto a resolver ‘mediante el dilogo los problemas que pueden surgir con aquéllos 4que comparten con él el mundo y la vida. BIBLIOGRAFIA CORTINA, Adela. Etica minima, Madrid, Teenos, 1986. La tien dea sociedad civil Maid, Anaya/Alauda, 1904 GARCIA MARZA, Domingo. Btica dela justicia, Madrid, Teenos, 1992 XIBECA, Grup. Los dilemas morales, Valencia, Nau Llibres, 1995, 63 HABERMAS, Jirgen. Conciencia moral y accion comunicativa Barce- Jona, Peninsula, 1983. KANT, Immanuel. Fundamentacién de la Metafisica de las Costumbres, ‘Madrid, Real Sociedad Econdmica Matritense de Amigos del Pais. PEREZ, Esteban/ GARCIA, Rafael (comps.),La psicologia del desarro- Uo moral, Madrid, Siglo XI, 1901. REINER, Hans. Vieja y nueva ética. Madrid, Revista de Otcidente, 1964. _——. Bueno y malo, Madrid, Ediciones Eneventro, 1885. SCHELER, Max. Btica, Madrid, Revista de Occidente, 1941 Capitulo 3 EDUCAR MORALMENTE éQUE VALORES PARA QUE SOCIEDAD? I. TOMAR CONCIENCIA DEL PROPIO TIEMPO 1. Tiempos de desorientacién ‘Como comentébamos al comienzo de este libro, nos eneontra- ‘mos en tiempos de preocupacién por los valores morales por parte de los mis variados eolectivos: politicos, empresarios, médieos, cien- tificos, movimientos sociales y periodistas se muestran preocupa- dos por una revitalizacin de sus profesiones. Ahora bien, sihay dos colectivos que aventajan a los restantes en preocupacién son los padres y los profesores. Los profesores se ven de pronto confrontados a la nueva legis- lacién educativa, que les implica en la formacién en valores. Pero ademas, a poca coneiencia que tengan acerca de en qué consiste la funcién docente, saben que no existe ninguna edueacién neutral, sino que cualquier tipo de educacién esta siempre impregnado de valores. En lo que respecta a los padres, ven mermada su autoridad, cereen que el grupo de amigos y los medios de comunicacién mere- cen a sus hijos mas erédito que ellos mismos y, por si faltara poco, consideran frecuentemente que nos encontramos en un mundo en crisis, en el que hemos perdido los referentes tradieionales de valor. 67 ‘Sin embargo, unos y otros se pereatan de que es fundamental transmitir valores a sus hijos y alumnos, entre otras razones por- quecreen que los valores que ellos aprecian son indispensables para acondicionar la vida de sus hijos y hacerla habitable: sor. indispen- sables para vivir humanamente. Entre la desorientacién, por una parte, y la necesidad de educar por la otra, se plantea entonces la gran pregunts: “Qué ha- cer? En qué valores educar? 2. El perfil valorativo de una sociedad ‘Tomar el pulso a distintos colectivos sociales con el objetivo de averiguar eusles son los valores que mésestiman, construir su «perfil valorativo», es una de las tareas que entusiasman a los socidlogos y encandilan al piblico. Saber cuales son los valores de los j6venes, de los empresarios, de los latinoamericanos en general, de los eo- Jombianos en particular, o de los lectores de una revista, es algo que siempre despierta interés entre los ciudadanos, aunque sélo sea porque nos interesa descubrir nuestra identidad. En definitiva, mas verdadero que el refrn «Dime con quién andas, y te diré quién eres», es este otro: «Dime qué valoras, y te diré quién eres». El perfil de una persona ode una sociedad es el de sus valores, el de sus preferencias valorativas a la hora de elegir, de ‘tomar un eamino u otro. Ciertamente, la dificultad de las eneuestas eonsiste en que, a pesar de todos los esfuerzos, no aeaban de resultar demasiado fia- bles, y por eso siempre hay que tenerlas en cuenta con muchas re- servas. A mayor abundamiento, en ocasiones el leetor tiene la sen- saci6n de que 61 podta haber anticipado los datos de la encuesta, y por mucho menos dinero, es decir, gratis. Porque cuandose trata de 68 la realidad que nos cireunda, con un poco de olfato podemos deseu- brir lo que a los encuestadores cuesta mucho més tiempo y dinero. ‘Tal vez por esa idea de ahorro, hoy en dia tan necesario, va- ‘mos a tomar aquf el pulso a los valores de nuestra sociedad sin so- meterla a encuestas, sino ealdndonos las antenas y pereibiendo en la elecciones que realmente la gente hace qué es lo que de verdad valora. Para hacerlo necesitaremos un termométro, sin el que no hay posibilidad de tomar Ia temperatura, y vamos a recurrir en este ‘easoalos valores que componen lo que Ilamamos tna «étiea elviea», {que son aquéllos que ya comparten todos los grupos de una socie- dad pluralista y democratica, y a los que hemos aludido al final del capitulo anterior. Que los eiudadanos los compartan no significa que vivan se- sin ellos, 0 que realicen sus opciones teniéndolos por referente, porque aqui hay que distinguir entre los valores segtin los que realmente elegimos y aquéllos que decimos que se deben esti- Por ejemplo, yo puedo tomar por referente mi propio benefi- cio a la hora de tomar decisiones, y afirmar, sin embargo, que la solidaridad es un valor muy superior al egofsmo. ¥ es que entre lo que hacemos y lo que decimos que se debe hacer hay todo un mundo: un mundo del que precisamente se ocupa la étiea. ‘Vamos, pues, a poner a nuestra sociedad el termémetro de esos valores que componen la ética civica, para ver eémo andamos de temperatura y qué de todo esto habriamos de transmitir en la edu- cacién". ‘Paral distineon, cave a mi juleo, entre indoctrinacién y edueacién, ver Cortina, Adela. 8! quchacer ético, cap. 4 «9 3. Nuestro capital axiolégico Como en otro lugar he comentado con mayor detalle, los valo- ‘res que componen una étiea civiea son fundamentalmente Ia liber- tad, laigualdad, la solidaridad, el respeto activo y el didlogo, o, me- jor dicho, la disposieién a resolver los problemas comunes a través del dialogo". Se trata de valores que cualquier centro, piblico o privado, ha de transmitir en la educacién, porque son los que durante siglos hemos tenido que aprender y ya van formando parte de nuestro mejor tesoro. Que sin duda los avances téenicos son valiosos, pero se pueden dirigir en un sentido u otro, se pueden eneaminar hacia la libertad o la opresién, hacia la igualdad o la desigualdad, y es precisamente la direeeién que les damos lo que los convierte en va~ liosos o en rechazables. Sin ir mas lejos, el progreso en ingenierfa genética es induda- ble, pero puede utilizarse para evitar enfermedades genéticas, en euyo caso es auténtico progreso humano, o para «mejorarla raza» Eneste dltimo caso seria un regreso, mas que un progrese, porque creer que hay razas superiores, que los altos son mas personas que los bajitos, 0 los rubios preferibles a los morenos, es ereeneia ya trasnochada y obsoleta. El auténtieo progreso humano ha consisti- do en deseubrir creativamente el valor de Ia igualdad, a pesar de las, diferencias y en ellas. Por eso, sialguien intentara «mejorarlaraza~ mediante la manipulacién genética, no harfa sino dar a entender su conviceién de que hay seres humanos superiores ¢ inferiores, lo cual es un auténtico atraso, un rotundo retroceso, ® CORTINA, Adela. La ética de la sociedad civil, Madrid, Anasa/Alauda, 1994, 70 De ahi que podamos afirmar que nuestro scapital axiolégico», nuestro haber en valores, es nuestro mejor tesoro. Un capital que merece la pena invertir en nuestras elecciones porque generar ssustanciosos intereses en materia de humanidad, 4, Mas alla del triunfalismo y del catastrofismo Pasando ya a tomar el pulso-o la temperatura-a nuestro valo- res, nos encontramos en primera instancia que no hay motivos ni para el triunfalismo ni para el catastrofismo. ‘No hay motivos para el triunfalismo porque, aunque nadie se atreve a denigrar piblicamente a los valores que hemos menciona- do, y aunque tirios y troyanos se hacen lenguas de sus bondades, todavia queda mucho eamino por andar en lo que toca a su realiza- cién, Como ya hemos apuntado, entre las declaraciones pablicas sobre los valores que deben ser valorados y las realizaciones de la vida corriente y moliente, entre el dicho y el hecho, hay todavia un ‘gran trecho. De abi que las posiciones triunfalistas disten mucho de tener una base suficiente para el entusiasmo, Ahora bien, tampoco la tienen los eatastrofistas y apocalip- ticos para proclamar a troche y moche que nos encontramos en una época de desmoralizacién como jamés se vio en tiempos anteriores que este grado de inmoralidad que hemos aleanzado es yairrespir ble. En realidad, conviene recordar que nunea hubo una Edad de Oro de la moralidad, nunea hubo un tiempo en que los valores ‘mencionados se vivieran a pleno pulmén y orientaran las opciones reales de las gentes. Y en lo que al ambiente irrespirable hace, bastante oxigeno todavia nos queda, y no sélo en tantas personas y grupos que viven nm bien altos de moral, sino también en los eiudadanos que se asom- bran ante las noticias de inmoralidad. Si tales noticias lo son y apa- rrecen en los periédicos, es porque esas inmoralidacles no son lo ha- bitual en la vida cotidiana, sino lo raro, lo eseaso, lo chocante y, por 10 mismo, lo que los medios de comunieacién ereen que vende. ‘Vamos a situarnos, pues, més alld del triunfalismo y del catastrofismo, reeonociendo que en esto de los valores morales lle- ‘vamos andado un buen trecho y nos queda asimismo otra buen tre- cho por andar. Y para comprobarlo, repasaremos eada uno de los valores que componen la ética civiea, por ver euiles son los que en nuestra sociedad estiin realmente en el eandelero, cudles estn mas en el dicho que en el hecho, y eudles, por dltimo, pareve que van quedando relegados incluso en el dicho. Il. TOMANDO EL PULSO A NUESTROS VALORES 1. Libertad La libertad es el primero de los valores que defendié la Revo- lucién Francesa y sin duda uno de los més preciados para la huma- nidad. Quien goza siendo eselavo, quien disfruta dejando que otros Te dominen y decidan su suerte por él, est4 perdiendo una de las posibilidades mas plenifieantes de nuestro ser personas. ‘Sin embargo, también es cierto que un valor tan atraetivo ha tenido y tiene distintos signifieados, y que conviene diferenciarlos con objeto de averiguar si en nuestra sociedad la libertad es 0 no un valor en alza, o silo es s6lo alguno de sus significados y otros no. Con lo cual tendremos el eamino preparado para ir pensando en qué idea de libertad queremos educar. {Qué es, pues, la libertad? 1.1 Libertad como participacién + Caracterizacién La primera idea de libertad que se gesta en la polftiea y la filosofia occidental, es la que Benjamin Constant denomin6 «liber- tad de los antiguas» en una excelente conferencia titulada «De la 7 libertad de los antiguos comparada con la de los modernos»". Se rrefiere con esa expresién ala libertad politica de la que gozaban los ‘ciudadanos en la Atenas de Pericles, es decir, en el tiempo en que se instauré la democracia en Atenas. Los eiudadanos eran allflos hombres libres, a diferencia de Jos esclavos, las mujeres, los metecos y los nifios, que no eran libres. Y eso significaba fundamentalmente que podfan acudir a la asam- blea de la ciudad, a deliberar con los demas ciudadanos y a tomar decisiones conjuntamente sobre la organizacién de la vida de la ciu- dad. «Libertad» significaba, pues, sustancialmente participacién en los asuntos pablicos», derecho a tomar parte en las decisiones ‘comunes, después de haber deliberado conjuntamente sobre todas las posibles opciones. + Temperatura Ante una idea de libertad como la que acabamos de exponer cabe preguntar sin duda si es apreciada positivamente en nuestro tiempo y en nuestra sociedad o si, por el eontrario, no despierta demasiado entusiasmo, Eno que respecta a la participacién politica, creo que no es ‘un valor precisamente en alza entre nosotros. Por una parte, por- que la politica ha perdido de algiin modo el halo que en algtin tien po le rodeara, y las gentes prefieren dedicarse a otras actividades, propias de la sociedad civil. Pero ademés tampoco ven los ciudada- nos que su participacién en las decisiones politicas a través de los votes influyan demasiado en la mareha de los acontecimientos, ¥ acaban «desencantados», con una enorme apatia en estas materias. ™ CONSTANT, Benjamin, Escritos politicos, Centro de Estudios Constitu- cionales, Madrid, 1989, pp. 257-285. 7 Ahora bien, la idea de libertad como participacién puede limi- tarse a la vida politica o bien extenderse a otros ambitos de la vida social. Porque puede sueeder que algunas personas -0 muchas- no tengan vocacién para la politica, pero todas deberian estar implica- das ext las decisiones que se toman en algunos ambitos pablicos: la escuela, el instituto, la empresa, las asociaciones de vecinos o de consumidores, las ONGs, ete. Hay una gran cantidad de espacios, de participaci6n en que las personas pueden impliearse si desean ser libres en este primer sentido de libertad. Y, sin embargo, no parece ser éste un valor en alza, Por el contrario, es el nuestro un tiempo en que se aprecia mas Ja privacidad, la defensa de la vida privada, que a participacién. Es el segundo coneepto de libertad el que se aprecia, més que el pri- mero. 1.2. Libertad como independencia * Caracterizacién Como el mismo Benjamin Constant recoge en la conferencia ‘que hemos mencionado, el inicio de la Modernidad supone el naci- miento de un nuevo concepto de libertad en los siglos XVI y XVI Ia «libertad de los modernos» 0 libertad como independenci estrechamente ligada al surgimiento del individuo. En 6pocas anteriores se entencfa que el interés de un indivi- uo es inseparable del de su comunidad, porque a eada uno de los individuos le interesa que subsista y prospere la comunidad en la que vive, ya que del bienestar de su comunidad depende el suyo propio, Sin embargo, en la Modernidad empieza a entenderse que los intereses de los individuos pueden ser distintos de los de su ¢o- ‘munidad, ¢ incluso que pueden ser contrapuestos. Por lo tanto, que conviene establecer los limites entre eada individuo y los dems, como también entre cada individuo y la comunidad, y asegurar que 5 todos los individuos dispongan de un espacio en que movezse libre- mente sin que nadie pueda interferir. Asi nacen todo un eonjunto de libertades que son sumamente apreciables: la libertad de concieneia, de expreston, de asociacién, de reunién, de desplazamiento por un territorio, ete. Todas ellas tienen en comin la idea de que es libre aquél que puede realizar determinadas aeciones (profesar 0 no una determinada fe, expre- sarse, asociarse eon otros, reunirse, desplazarse, etc.) sin que los demas tengan derecho a obstaculizarlas. Aeesta libertad que consiste en garantizar un émbitoen el que nadie puede interferir, es a lo que Constant llamé «libertad de los modernos», y consiste fundamentalmente en asegurar la propia independencia. Este es el tipo de libertad que més apreciamos en la Moderni- «dad, porque nos permite disfrutar de la vida privada: a vida fami- lia, el eireulo de amigos, las asociaciones en las que entramos vo- luntariamente, nuestros bienes econémicos, garantizados por el ca- récter sagrado de la propiedad privada. En esta vida privada no pueden intervenir ni los demas individuos ni el Estado, A diferencia de la democracia ateniense que identifica la au- téntica libertad con la participacién en la vida piblica, la Moderni- dad estrena la libertad como independencia, como disfrute celo- 8o de la vida privada, + Temperatura Que cada persona pueda gozar de un amplio abanico de liber- tades sin que nadie tenga derecho a impedirselo es sin duda una de las grandes conquistas de la Modernidad. Por eso nos repugna que una persona se le encarcele, o incluso se le condene a muerte, por 6 expresar una opini6n, por eseribir un libro o por ser miembro de una asociacion que no dafia a nadie. ‘También encontramos inadmisible que los medios de comunica- cién se inmiscuyan en la vida privada de algunas personas y aten- ten contra su derecho a la intimidad, contando detalles de su vida {intima que nadie tiene derecho a revelar. Exeepto en los easos en «que esas personas han sido las primeras en vender su intimidad a los medios de comunicacién, cobrando exorbitantes exclusivas por contar sus relaciones conyugales, extraconyugales y otras indezas que entusiasman a parte de los lectores. Pero, si no es este el caso, encontramos inadmisibles los atentados contra la intimidad y con- tra las restantes libertades. ‘Ahora bien, entender por «libertad» exclusivamente este tipo de independencia da lugar a unindividualismo egofsta, de indivi- duos cerrados sobre sus propios intereses. Cada uno exige que se respeten sus derechos, pero nadie esté dispuesto a dejarse la piel para conseguir que se respeten los derechos de los dems. Cuando lo convincente seria afirmar que un individuo s6lo se ve legitimado para reclamar determinados derechos cuando esté dispuesto a exi- girlos para cualquier otra persona: que yo no puedo exigir como humano un derecho que no esté dispuesto a exigir con igual fuerza para cualquier otro. Y aqui me parece que nuestro tiempo no tiene una temperatu- ramnuy alta, Cuando lo bien cierto es que un valor que nose univer- salice deja de estar a la altura moral de nuestro tiempo. Lo que sucede es que universalizar las libertades de todos exi- ge solidaridad. Las personas somos desiguales, en cuanto que unas son més fuertes en unos aspectos y otras son mas débiles, y sino hay ayuda mutua resulta imposible que todos podamos gozar de la libertad. n Por eso, aunque es verdad que la libertad como independencia es hoy un valor muy estimado, urge en la edueacién ir transmitien- do que este valor no se mantiene sin solidaridad. ‘Lo eual exige para cada uno ir més allé de la vida privada y ‘comprometerse también en la pablica para que el respeto de las libertades sea universal. «Publica», eomo hemos dicho, no signifies necesariamente «politica», sino que se refiere al Ambito en que los intereses de todos estén en juego, y no sélo mis intereses privados. 1.3 Libertad como autonomia + Caracterizacién Enel siglo XVIII, con la Iustracion, nace una tereeva idea de libertad: la libertad entendida como autonomfa, Libre seré ahora aquella persona que es auténoma, es decir, que es eapar de darse sus propias leyes. Los que se someten a leyes ajenas son cheterénomos, en definitiva, esclavos y siervos; mientras que aqué- los que se dan sus propias leyes y las eumplen son verdaceramente libres. Sueede, sin embargo, que es importante entender bien laidea de autonomfa porque, a primera vista, puede parecer que «darme a ‘mimisma mis propias leyes» significa «hacer lo que me venga en gana», y nada més alejado de la realidad.

También podría gustarte