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Cucho y don Anion se intalaan en ts calle y enazaron a pasar la gora ‘Qt ula! La genie se paraba na solo par oir ta musica, sina para acmicar den Antoni, ¥ es que, entre el unilome: de taasia y el turbane de maf ‘ue fe tabia puesta Cucho, estaba gracisisime. ‘Barco d Vapor y Senda. en fa coveccibn Gran Angular j A partir de 9 afios TN jose Luis Olaizola Cucho Premia El Barco de Vapor 1982 José Luis Olaizola Premio Planeta 1963 ediciones Sl oaninass asst man Coleccion dirigida por Marinella Terzi Primera edicion: mayo 1983 Decimeséptima edicién: septiembre 1996 llustraciones y cubierta: Antonio Taito © José Luis Olaizola Sarria, 1983 © Ediciones SM Joaquin Turina, 39 - 28044 Madiie ‘Comerciaiza: CESMA, SA- Aguacate, 43 - 26044 Madrid ISBN: 84-348-1160-9 Deposito legal: M27602.1996 Folocompasicion: Secomp Impraso en Espafa/Printed in 5 Imprenta SM- Joaquin Tur 19 » 28044 Madsid 19 ena permitida la reproduccidn total o parcial de este lbs ni su tratamiento informatico, ni la transmision de ningun7 forma © por cualquier media, ya sea electronico, meconiea, por fotocepia, por registza u otros métodes, sin el poemiso previo ¥ por excrito de fos titulares del copyright A mi hija Recio Cuctio MaLuquer vivia en un piso Atico de la calle de la Luna, en Madrid, con su abuela. Iba a la escuela como los demas chicos. No sabia por qué no tenia padres, pero como otros chicos no sabian Por qué no tenian abuela, estaban igual. Su abuela se ganaba la vida trabajando de asistenta, pero cuando cumplié los se- senta afos tuvo tan mala suerte que s¢ rompié una pierna. Aunque se la arregla- ron, ya no pudo salir a la calle porque su casa era muy vieja, sin ascensor. Y como se quedé un poco coja, no podia subir las escaleras de los cuatro pisos que tenia el edificie. —Ta no te preocupes —le dijo la abue- la—. Yo sé coser y me puedo ganar la vida arreglando ropa. Aunque la casa de Cucho estaba junto ala Gran Via, que era la calle mas impor- tante de la ciudad, ta ocupaba gente muy humilde. A pesar de todo, procuraban ayudar a la abuela, mandandole ropa para 7 coser, pero le podian pagar muy poco dinero. Ademas, la verdad era que la abuelit cosia regular. y como. encima. tenia muy mata vista, sélo podia hacer arreglos de poca importancia. El caso es que empezi- ron a pasar hambre. Cucho menos, porque en la escuela, durante el recreo, se comia los bocadillos que dejaban a medias sus compaferos. Los habia que no los querian ni probar y se los daban enteros. Casi les hacia un favor porque asi no tenian que tirarlos a escondidas. En tal caso se los llevaba a la abuela. pero la mujer tenia otro problema; como le faltaban los dien- tes, le costaba mucho morder el pan y sélo se podia comer lo de dentro. Entonces Cucho se puso exigente y solo admitia bocadillos rellenos de cosas blandas como, por ejemplo, queso, mantequilla con mer- melada, membrillo y, sobre todo, los de tortilla francesa. Por tanto, la abuela cada dia comia mejor, pero cosia peor porque veia muy mal. Un dia se equivocé, y en un traje de caballero que le dieron para arreglar, a la chaqueta le puso, en lugar de las mangas, las perneras del pantalén. Cuando la ve- cina se vino a quejar, la abuela se dis- culpé: 8 —Ya me extranaba a mi que su marido tuviera los brazos tan largos... Por eso, aunque los vecinos quisieran ayudarla, resultaba dificil: veia tan mal que nunca sabian cémo iba a quedar lo que le dieran para coser. La mujer suspi- raba: —Ay! Si yo tuviera unas galas... Cucho —que tenia diez afios. pero pare- cia mayor— se fue a una tienda a ver cuanto valian unas gafas. El dependiente le preguntd: —¢Para quién son? —Para mi abuela. —, Cucho por poco se desmaya de la emo- cién, porque nunca habria podido imagi- narse que el mismo director de la escuela le fuera a escribir una carta llamandole «querido amigo», y encima diciéndole que a lo mejor le aprobaban sin ir al colegio. iCon la de veces que le habia oido decir que los nifios que no iban a la escuela terminaban en la carcel...! La primavera estaba espléndida, y em- pez6 a hacer tanto calor que Celia le dijo: Seria ideal que pudiéramos vender helados. Eso si seria un buen negocio. Mi padre siempre lo dice: «Como los helados no hay nada.» Se lo consultaron al «Langosta» y éste meneé la cabeza negativamente: —Imposible. Para vender helados hace falta un permiso especialisimo. Conférma- te con poder seguir con las chucherias. Aunque Cucho era pequefio y no enten- dia. se daba cuenta de que su amigo 75 estaba pesimista y receloso. El también se ex- trafaba de que. desde que se murié el tio Ambrosio, ya no tuviera que hacer dos partes con el dinero. Y se lo pregunté al peludo: —Oye, «Langosta», zy ahora qué pasa con el dinero que saco? ¢De quién es el puesto? El «Langosta» le contest, come malhu- morado: —No pagas ti la licencia? Pues el puesto es tuyo —pero se lo pensé un poco y afadié—: Td, por si acaso, no le digas nada al guardia de que se ha muerto el tio Ambrosio. Malena también parecia preocupada. Pero Celia y él eran muy felices, y cada vez vendian mas, porque muchos chicos de la escuela venian por las tardes a comprar al puesto, solo para que los aten- diera Celia. DE REPENTE, las catastrofes se desencade- naron una detras de otra, Y con tal rapi- dez, que a Cucho apenas le daba tiempo de enterarse de lo que pasaba. 76 La primera fue la peor, pues consistio, nada menos, en que un chico muy envi- dioso se chivé al padre de Celia de lo que hacia su hija. Si el pastelero le tenia prohibido a su hija vender en su propia pasteleria, que era la mas élegante del barrio. es de imaginar su furia cuando se enter6 que la nia estaba vendiendo en un puesto de pipas callejero. La castig6 sin salir de casa durante un mes, y la chica justo se pudo escapar, a la salida del colegio, para explicarselo a Cucho. Celia estaba a punto de llorar, y Cucho, pasmado, No sabian cémo despedirse por- que les parecia que ya no se iban a ver nunca mas. A Cucho lo unico que se le ocurrié fue decirle: —Oye, Celia, era mentira que la crema. de los pasteles que me dabas para mi abuela estaba agria.... y tampoco es ver- dad que a mi abuela no le gusten las tartas. Aunque era un historia antigua, la chi- ca entendié fo que queria decirle y, sin contestarle nada, se dio media vuelta y eché a correr, iQué desastre! Desde aquel dia los ejer- cicios se los levaba un chaval de la clase. Se limitaba a dejarselos. y Cucho se limi- taba a guardarlos en un cajén, porque habia perdido ef humor para todo. 77 Malena le queria consolar, haciéndole ‘comprender que una nifia como Celia no podia estar vendiendo en un puesto calle- jera. Pero hasta esos consuelos se terminaron cuando sucedié la segunda catastrofe. Con- sisti6 en que Jerénimo, el sobrino del di- funto Ambrosio, aparecié una mahana por la Plaza, reclamando el puesto. Por eso estaban tan preocupados el peludo y su novia. Ellos le habian visto randando en dias anteriores, medio escondido, para ‘conocer cémo funcionaba ei negacio que fuera de su tio. Pero no le habian querido decir nada a Cucho, con la esperanza de ‘que el hombre se olvidara del asunto. También fue mala suerte que la mafia- ma en que aparecié el hombre para recla- mar el puesto, no estuvieran el «Langosta» y su novia, porque se habian ido al Rastro a comprar mercancia. 0. quiza. el hombre eligié ese dia porque vio solo a Cucho. El ‘caso es que se le acercd y, sin mas, le dijo: —Bueno, chaval. vengo a hacerme car- go del puesto que era de mi tio. El dinero que hayas ganado estos dias te lo puedes quedar, ’ Llevaba una tranca en la mano, y lo anterior Io dijo como si estuviera muy enfadado. Cucho se qued6 mudo al princi- 78 pio, e instintivamente se aparté del carro porque le pareci6 que aquel hombre lleva- ba la tranca para pegarle si discutia. Cuando estaba a una distancia que su- ponia fuera del alcance del palo, se atrevié a decirle: —Oiga, pero yo le ayudaba a su tio e ibamos a medias. —Pues yo no necesito ayuda de nadie, y si la necesito ya te avisaré. Lo dijo de tal manera que Cucho se asust6 y se fue corriendo a su casa, para contarselo a la abuela, a la que encontr6 llorando. Pens6 que seria por lo del pues- to, pero luego se dio cuenta de que era imposible que le hubiera dado tiempo de enterarse, y se alarmé todavia mas. —Pero ¢qué pasa, abuela? La sefiora, al ver al chico, se secé las lagrimas y le explicé: —Ha estado el duefio de la casa. Dice que esta en ruinas y que nos tenemos que ir. Que si no, avisara a los bomberos. Cucho ne entendia nada, Los bomberos eran los que apagaban los fuegos, y quizd lo que pensaba hacer el duefio era quemar la casa para que se fueran, y luego avisa- ria a los bomberos para que extinguieran el fuego. 79 —Pe... pero gque nos tenemos que de dénde? —le pregunt6 a la abuela. —Del piso. —Pero ¢ad6nde vamos a ir? Al preguntarle esto, la abuela volvié a sollozar y le explicé: —Me ha dicho que donde yo me tengo que ir es a un asilo, Al oir la palabra terrible. Cucho no lo pudo remediar y se eché a lorar, también, en brazos de su abuela, que le dijo lo peor: —No te preocupes, hijo, con lo que ganas en el puesto podremos alquilar al- guna habitacién para vivir los dos. Dios aprieta, pero no ahoga. Vaya que si ahogaba, porque Cucho, a continuacion, le explicé a la abuela cémo. le habian echado del puesto. A la sefiora le dio un sofoco que parecié que se asfi- ‘xiaba. PERO NO se asfixid. y pasado un rato le dijo a Cucho: —Vamonos a la iglesia. El chico obedecié y, con gran esfuerzo, 80 apoyandose ella en su hombro y sujetan- dose en el bastén, logré Ilevarla a la iglesia de San Martin, que estaba dos manzanas mas arriba. Cucho pens6 que la abuela querria pedir ayuda al sefior cura, al que conocia, pero la sefora ni entré en la sacristia. Se limité a sentarse en un banco. frente al altar. y luego se estuvo de pie delante de una imagen de la Virgen, que estaba en una gruta como la de Lourdes. Le musité a Cucho: —Pidele a la Virgen que nos ayude. Asi lo hizo; pero no le dio muy buen resultado, porque aquella tarde terminé en la Comisaria. En efecto, después de comer se fue a la Plaza a esperar la Ilegada del «Langosta». De paso, a prudencial distancia, miré de reojo cémo Jerénimo vendia en el puesto. Le quedé la curiosidad de saber si acerta- ria con los precios que tenia que cobrar por las chucherias. Z A la hora de costumbre aparecieron el peludo y su novia, y Cucho les conté muy rapido lo sucedido. Bl «Langosta» se qued6 palido, pero Malena se puso roja de furia. El «Langosta». casi con un aire resignado, coment6: 4 me lo temia. A ese fresco se le han terminado las nueve mil pesetas y ahora viene buscar mas. 81 El comentario de Malena fue: —Pues si viene a buscar mas, se lo va a encontrar. Y se dirigié hacia el puesto, seguida del «Langosta», que le pedia se calmara y le dejara hablar a él. Al ver que se acerca- ban, el Jeronimo agarré la tranca con aire de desafio. El «Langosta» sujetaba a su novia para que se pusiera detrés de él; pero le costaba conseguirlo, porque Male- na era mas alta y mas fuerte que él. A pesar de todo lo consiguid, y le explicé cortésmente al sefior Jer6nimo: —Mire usted, este puesto era de su tio, nadie lo discute, pero el sefior Ambrosio se habia asociado a medias con este mucha- cho —dijo sefialando a Cucho, que miraba preocupado la situaci6n—. Por tanto, lo légico es que Cucho siga ccupandose del negocio y a usted le dé la mitad de las gananclas, —Yo no necesito que nadie se ocupe de «min» negocio —le replicé el hombre, con aire amenazador. —tLe advierto —le dijo el «Langosta»— que si vamos al Juzgado le daran la raz6n. al chico. Tiene testigos... 3 Pero el Jeronimo no le deja terminar y, levantando la tranca, le amenazé: —A mi me basta con este «Juzgado». 82 Lo decia refiriéndose al bast6n. Fuera que Malena temié que iba a pegar a su novio, 0 que no pude contener su furia, lo cierto es que le grit6: —1iY a mi con éste! ¥ levantando con las dos manos el saco en el que llevabs la mercancia, se lo estrell6 en la cabeza al sehor Jeronimo, que cayé redondo al suelo. Pero el «Lan- gosta» cometié el error de sujetar a su novia, que ya iba a darle el segundo golpe. y eso permitié a Jerénimo levantarse y atizarle un trancazo al peludo en la cabe- za, haciéndole una brecha de la que em- pezé a manar sangre. Cuando Malena vio la sangre de su novio, se ceg6. La emprendié con el Jeré- nimo y lo tiré sobre el carro. con tal furia que Cucho pens6 que, en cualquier caso, el negocio se habia terminado para siem- pre. Efectivamente, el puesto quedé com- pletamente descuajeringado y todas las chucherias rodaron por el suelo. La pelea no duré mucho porque apare- cieron los guardias y se los llevaron dete- nidos. A Cucho no le detuvieron porque era un nifio, pero él los acompané por si les podia ayudar en algo. Qué noche tan triste! Fl «Langosta» y Malena se fa pasaron en la Comisaria.. 83 Cuando Cucho se volvié a casa para expli- car a la abuela lo sucedido, se pas6 por la Plaza de Espana y se encontré con que los restos del carro deshecho alguien los ha- bia amontonado contra un Arbol, De | chucherias sdlo quedaban las bolsas va de pipas, los papeles de los caramelos. los palos de los chupa-chups, los sobres de los cromos... Todo se lo habian comido o llevado los nifios de la Plaza. Para colmo, habia llovido y los adornos del carro, que con tanta ilusién hiciera la abuela, esta- ban sucios y desparramados por el suelo. A la mafana siguiente aparecieron en el atico de la calle de la Luna el «Langos- ta» y su novia. recién salidos del calabozo. A Cucho le parecia bien que Malena hu- biera defendido su carro. Sin embargo, la mujer le pidié perdén por haber sido tan bruta. —OQuiza —le dijo llorosa— por mi culpa te has quedado sin puesto para siempre. El chico no dijo nada. pero el «Langos- ta» consolé a su novia: —Antes o después se hubieran enterado —y luego, dirigiéndose a Cucho, le expli- cO—: Mira, la licencia de vendedor era personal del sefior Ambrosio, y al morirse él ya nadie tenia derecho a seguir con el puesto. Por eso te dije yo que se la pagases 84 al guardia, pero sin explicar que el tio Ambrosio habia muerto. Pero, ahora, en la Comisaria se ha descubierto todo y ya el puesto no es ni para ti ni para el sefor Jerénimo. A Cucho la explicacién le dio lo mismo, porque después de haber visto el carro destrozado, inutil y sin mercancias, le pa- recia evidente que el negocio se habia terminado. En aquel momento Ilamaron a la puer- ta, cosa que no sucedia hacia meses, y la abuela se lamenté quejumbrosamente: —A ver qué nueva desgracia viene ahora. Fue Cucho el que abrié la puerta, y al principio ni reconocié al visitante. No le reconoci6 porque era don Antonio, el ve- cino que tocaba el clarinete, pero vestido con un traje completo, sombrero y corba- ta. Destocdndose, entré en el piso. Con su habitual cortesia salud6 a madame Petros- ka, besé a Cucho ¢ hizo una inclinacién de cabeza al «Langosta» y a su novia, a los que no conocia, Con aire satisfecho, dijo: —iQué gusto estar de vuelta en casa! Ha sido un viaje muy interesante el que he hecho con mister Coke y sus muchachos, pero ya tenia ganas de estar de nuevo en mi viejo edificio. 86 —i¥ tan viejo! —le salié del alma a la abuela—. Como que muy poco va a durar usted en él. ¥ le explicaron que el edificio estaba en tuinas y debian desalojarlo, Don Antonio seguia tan alargado y estrecho como su clarinete, pero estaba menos triste y ago- biado. La prueba es que. cuando le dijeron que él también se quedaba sin piso, en lugar de suspirar o lamentarse, comenté: —Pero la casa se podra arreglar, ¢no? Los otros movieron la cabeza negativa- mente, —Bien —dijo con cierta flema don An- tonio—, hablaré con mister Coke a ver qué se le ocurre. La propuesta no les parecié muy suge- rente ni a Cucho ni a su abuela. Recorda- ban a mister Coke como una excelente persona, pero bastante chiflado, y conven- cido de que la abuela era una costurera genial; por eso le habia puesto el mote de «madame Petroska». Como el «Langosta» no conocia al in- glés, pregunté: —Y ¢quién es ese mister Coke? —Un hombre que puede resolver todo en la vida —afirmé6 sin vacilaciones don Antonio—; figurése lo listo que seré que ha conseguide hacerse millonario dirigien- 87 do un grupo musical de cuatro muchachos que na saben ni el do, re, mi. fa, sof. Bueno, ahora saben algo mas porque se lo he ensefiado yo. Bien, no perdamos el tiempo. Voy a buscarle. Se fue don Antonio con la misma corte- sia con que habja llegado. Y empezaron a pasar las horas con gran desesperanza de los reunidos que. segiin transcurria el tiempo, se convencian de que don Antonio seguia tan infeliz como siempre. ‘Apenas comieron por falta de ganas. El «Langosta» no tenia humor para montar su tenderete en la Plaza de Espaiia. Aparte de que, con la cabeza vendada por culpa de la brecha que le habia hecho el Jeréni- mo y con los pelos lacios, no muy limpios, le daba vergiienza ir a sitios conocidos. Al filo de las nueve de la noche, cuando ya los novios se disponian a matcharse, pro- metiendo a la abuela que le ayudarian en lo que pudieran, soné el timbre de la puerta, con brio musical y arrollador. Igual de arrolladora fue la entrada de mister Coke. El inglés besé la mano de Ja abuela como si de una duquesa se tratara, al tiempo que la felicitaba: ° —iQué excelente noticia me ha dado don Antonio, madame Petroska! (Qué suer- te la mia} Mejor dicho, jla nuestra! 88 La abuela y el nieto se temieron que el sefior habia empeorado, y les dio pena porque con ellos se habia portado muy bien cuando le hicieron. los uniformes de los roqueros, Pero, de seguir asi, parecia seguro que terminaria en el manicomio. De repente se fij6 en el «Langosta», lo mir6 muy fijo y pregunto: —Supongo que el sefor seré también artista, che acertado? Pero no esperé respuesta porque tenia una gran necesidad de explicar la gran suerte que tenian todos jpor la ruina del edificiot —2Cémo dice usted? —se mosqued la abuela. —jNaturalmente, madame Petroskal Cuando me dio la noticia don Antonio —en ese momento se dieron cuenta de que el musico estaba detras del inglés, escuchando placidamente lo que éste de- cia— llamé a mi abogado. El localiz6 al propietario de tan singular edificio jy lo he comprado! Cucho se quedé admirado de que mister Coke hubiera aprendido a hablar tan bien el espafiol durante aquellos meses. Seguia con su acento extranjero, pero sin usar el verbo en infinitivo. En cambio. los otros tres se admiraron de que hubiera compra- 90 La abuela y el nieto se temieron que el sefior habia empeorado, y les dio pena porque con ellos se habia portado muy bien cuando le hicieron ‘os uniformes de los roqueros. Pero, de seguir asi, parecia seguro que terminaria en el manicomio. De repente se fijé en el «Langosta». lo mird muy fijo y pregunto: —Supongo que el sefior seré también artista, ghe acertado? Pero no esperd respuesta porque tenia una gran necesidad de explicar la gran suerte que tenian todos jpor la ruina del edificio! —¢Cémo dice usted? —se mosqueé la abuela. —iNaturalmente, madame Petroskal Cuando me dio la noticia don Antonio —en ese momento se dieron cuenta de que el misico estaba detras del inglés, escuchando plicidamente lo que éste de- cia— llamé a mi abogado. EI Jocalizé al propietario de tan singular edificio iy lo he comprado! Cucho se qued6 admirado de que mister Coke hubiera aprendido a hablar tan bien el espafol durante aquellos meses. Seguia con su acento extranjero, pero sin usar el verbo en inlinitivo. En cambio. los otros tres se admiraron de que hubiera compra- 90 do una casa que estaba a punto de caerse. y asi se lo dijo el «Langosta>. Mister Coke se eché a reir: —iAHI, ustedes los artistas no entienden. Este es un edificio antiguo, maravilloso, que yo restauraré. En él instalaré mis oficinas, y en la planta que da a la calle pondremes una gran tienda en la que venderemos distintos modelos de los fa- mosos uniformes de «Los roqueros a la luz de la Luna», diseiados por jmadame Petroska! A la abuela, con la boca abierta, le parecia que estaba en una funcién de circo y que le tocaba levantarse para saludar. Don Antonio, con su habitual seriedad, intervino: —Lo que dice mister Coke es cierto. Cuando volviamos de Canarias, me comen- t6 su idea de abrir una tienda para vender la ropa que han puesto de moda los «Ro- queros a ta luz de la Luna». Por eso, cuando se ba enterado de Io del edificio, se ha puesto tan contento y lo ha comprado... —Porque, ademas —le interrumpié en- tusiasmade mister Coke—, esta calle no solo esta al lado de Ja Gran Via sino que. por su nombre, nos facilitara muchisimo la publicidad, que sera asi: 91 EN LA CALLE DE LA LUNA SE VENDE LA ROPA DE LOS ROQUEROS A LA LUZ DE LA LUNA La abuela se quedé muy reflexiva, y le dijo a su nieto: —Cucho, majiana, en cuanto nos levan- temos, tenemos que volver a ta iglesia de San Martin a contarselo a la Virgen. LO PROMETIDO por mister Coke se cum- plié con exceso, A los pocos dias de su visita la casa ve Wend de albatiiles. La empezaron a arreglar, pero no para dejar- la como antes sino mucho mejor. A tal extremo que, aprovechando e} patio trase- ro. colocaron un ascensor: y la abuela se echo a llorar, porque ella habia pedido un milagro, pero no de tanta categoria, 92 En Ja planta baja situaron un gran local comercial, titulado: MADAME PETROSKA. MODA BLANDA Y es que la abuela, sin saberlo, habia sido fa inventora de una moda de ropa blanda y con fantasia. —zQué es eso de moda blanda? —le pregunté a mister Coke. —Usted no se preocupe, madame —le contesté el inglés—, usted haga la ropa como le parezca. Ya tendra a su disposi- cién otros sastres para ajustarla. Lo curioso fue que mister Coke no le dejé comprarse unas gafas nuevas, ahora que podia, sino que le rog6 siguiera costen- do con tos viejos lentes que le habia rega- lado el director de la escuela. Porque con ellos slo veia medio bien, y era ese mirar entre sombras fo que daba un aire fantas- tico a sus creaciones. Mister Coke, que no podia estarse quie- to, se fue un dia a la Plaza de Espana, a visitar el tenderete del «Langosta». Cuan- do vio lo que vendia, le pregunté —iY es usted capaz de vender esas porquerias? —Si, sefior —le replicé el peludo, muy ofendido. —Pues si usted es capaz de vender esas cursiladas, véngase a mi tienda, porque alli se va hacer de oro vendiendo produc- tos de alta fantasia. Al «Langosta» se le pasé el enfado en el acto, porque el suefio de toda su vida habia sido poder vender bajo techado. pero le parecia que nunca lo conseguiria. Malena también se sintié feliz, y le dijo a su novio: —Ahora si que nos podremos casar. —Tu crees? —le pregunté el «Langos- ta», que era muy perezoso para casarse. —No es que lo crea, es que estoy segura —le contesté su novia con un aire tan decidido como cuando arremetié contra el sefior Jerénimo. —Y yo también, y yo también —se apre- sur6 a decir el «Langosta», que sabia como se las gastaba su novia. A todo esto, Cucho tuvo que volver ala escuela. Al principio pensé que no le iba a gustar, acostumbrado como estaba a la diversién de vender en el puesto. Pero en cuanta vio a Celia cambié de opinion y 94 por poco se desmaya de la emocién. Y eso que les daba vergtienza mirarse. Menos mal que el director, hecho una furia, le recibié a gritos, —2Se puede saber por qué no has hecho los ejercicios del ultimo mes? —le pregun- t6, delante de toda la clase. Cucho, callado como un muerto. —Sabes que esto te puede costar el curso? De repente, atenuando su furia, se diri- gid a Celia: —2Pero no eras ti la encargada de ayudar a este desgraciado? Celia no dijo ni si. ni no; don Anselmo se hizo un lio; Cucho no se ofendié porque le llamara desgraciado; y el caso es que. a la salida de clase, Celia le dijo: —Bueno, te ayudaré. —De acuerdo. Y yo te explicaré la tien- da que vamos a poner. Pero es una tienda de verdad, no te creas. A la nifa le brillaron los ojos, y le pregunto: —Y de qué es la tienda? —De ropa. —(De ropa! —se entusiasmo—. jLo que mds me gusta del mundo! A Cucho no le extrané. porque Celia, 95 ademas de ser guapisima, era la chica mas elegante del universo. Seguro que cuando mister Coke la cono- ciera, la contrataba, 96 EL BARCO DE VAPOR SERIE NARANJA (a partir de 9 afios) 1/ Ottred Proussler. Las aventuras de Vania el fornado 21 Hilary Ruben Nube de noviembre 3 Jaan Muse Martin Fray Perics y 1 Doria 4] Maria Cope, los hijos det vidriera 8/A. Das de Moraes Tonico y el s- creto de estado 6/ Frangois Sousereau, Un agujero en I alambrads 7/ Pilar Molns Lbrente EL mensaje de rmaete Zamaor 8/ Marcelfe Lerme-Waiter, Los ae- 0s viajeros 9/ Dibi Tha, Mi hermana la pantera 10/ Hubert Monteithet De protesisn, fantasma 1L/ thay Raben Kimazi ya montafia 121 Jon Terfoww, Elo Willbrond 18. Juan Moe Martin BI pitata Gasra- pata 18/ Ene Wilson, Asesinato en et «Car radian Express 16/ Ene Wilson, Teor en Winnipeg 17/ Ere Wison, Pesala en Vanctver 18/ Alar Mateos Capitanes de plisico 1B José Laas Olas, Cucho / Altedo Gémez Cord, Las palabras smigicas 21 ilar Mateos, Lacas y tacas 221 Will Fatrmann El velero toio 25 Hida Perera, Kike 261 Bacto de Terin los mifenses £21 Fernando Almena. Un solo de cla sinete 28 Mira Lobe, La narx de Mori {1/ Carlo Colle Pipeto, el monte r2- sade 31 Ken Whitmore, Salad todos! 41 Robert C. O'inen La setiora Pisby ylas ras de Nim $8 Jean ven Leeuwen, Operacién res- ‘cate 3 Marts Cape, Foseina 381 Maris Capa, Hage 39/Crstna Alempare, Lambinico, el Planeta cabico 42/. Nine Ald Tanit 43/ Pular Mateos, La isla menguante 4 Lucia Boqoedann, Fentasmas de dia 48 / Paloma Bordons, Chis y Carabis 46 / Alfredo Gimez Cendd Nano y Es- meralda 47/ Eveline Haslee, Un montén de a. cas 48 (Molle Hunter, El verano de la st rena, 49. fost A dei Caran, Con a cabeza a éjaros 50/Chistne Nisttager Diario secrete de Susi, Diario secteta de Paul 51, Carols Sixt El rey pequeto y gor- die 884 fase Anton Fanero. Danko, el ca- ballo que conocia las estrellas {81 /Oithied Preussier, Los locos de Vi- asirmplona S41 Torry Wardle, La suma mds dite del mide 2 55/ Rocio de Tezén, Nuevas aventuras do un mifense S14Alberto Avendaf Aventuras de Sal 88/ Einli Tevxicor, Cada tigre on sa Jingia 88/Ursue Moray Willams, ri 80/Ottied Preusser, HI sefor King- sor 81/ Jaan Mutoe Martin, Fray Perico en langue 62/ Thérése de Chénsey, El protesor Poopsnagle 68/Bhrie bavreuls Brillante 64/ Elena O'Callaghan i Duch Pe- §6/Carlas Puerto, Sombrerete y Fos: fatina §1/ Aled Gimee Cerdé, Aparecs enmi veriana (88) Carmen Vésqver-Vigo, Un mons- trupen al armario 68/ foan Armengué, El agujero de las cosas perdidas 70/Jo Pesta. Bl pirata en el tejado ‘TY Carks Vibanes Cairo, Las balers cautins 7a/ Gauios Puerto, Un pingtino en el esietio Tai Jerome Fletcher, ba vee perdida de Alta 141 Ech Sctreiber-Wicke, (ub oo ast 15/ limein Sanciman lahus, El unicor- io 18! Paloma Bordons, frame una vea Ti! Waren Pug. El moscardén ingles TR /James Kriss, BL papagayo parlan- chin 18) Caies Puerto, El amigo visible 80/ Antoni Dalmases, El virconde menguante 81/ Achim Bréger, Una tarde en|a isla 8@/.Mino Milani Guillermo y la mo- nneda de oro 83) Fernando Lalana y José Marla Mearooe Silva y la méquina ‘4/-Femanco Lalana y José Marla Al- wndroegui, Aurelio Gene wn pro- Dlema gordisimo 88/Juan Mufor Martin Fray Perico, Calcetin y el guecrillero Martin 88 / Donatells Bind! Mondain EL se- ereto del ciprés 891 Dick King-Smitd, El eaballero Tembloque 88 / Haze! Townson, Caras peligrosas $9/ Uif Sark, Una bruja en casa 90/ Candas Puerto, La orquesta subte- eines S1/ Mouika Sock Agthe, Félix, el nifo feliz 98/ Ennque Pex, Un secuestro de pe- oul §3/Femando Pulin £1 pals de Kalin ba 94 Braulio Liamero, EL hijo del fo 85/,oke van Leeuwen, El increible ‘viaje de Desi 896/ Carbes Ville Cairo Labatallade Jos drboles 1 / Gu Quarm, Quien encuentra in (pinata, encuentra wn teeoro 88/Toreuate hice de Tena, El fabri ‘carte de suetioa 99/ Roberto Santiago, El ladrén de mentras 100/ Varios, Un barco cargado de... cuesios V0L/ Mira Lobe, Bl 200 90 va de viaje EL BARCO DE VAPOR SERIE ROJA (2 partir de 12 atios) 1/ Alan Packer, Chat0os en et camino 2/ Maria Grp, La hija del espanapiiares 3/ Hugueite Perol La jungla del oro makdito 4) Ivan Southall, Sala el glabol 6/ fan Terouw, Piotr 11 Hester Burton, Cinco das de agosto 8/ Hannelore Walencak Eltesoro del molino viejo 91 Hida Perera, Mai 10/Fay Sampscn, Alarma en Paterick Fel 11/ fos A dol Caio, BL maestto y el robot 12 /Jan Terkouw El rey de Katoren 14/ Witte Carmus El fabricante de Bavia 12) Wiltam Cimus, UtiTanka, pequedo bisonte 18/ Witiam Carus, Roales contra grises / Malue Honter, Ha Vegado un extraio BI José Las Olsizode Bibiana 23'/Jack Bennett El viaje del «lucky Dragons 25/ Geodrey Kilner, ba vocacién de Jon Burkinshave 28/ View Carvejal Cvestatrapos 21 / 80 Caspelan, Viento salvake de verano 28/ Margasetf. Anderson &3 via de los hios do a sombra 30/ Btrbasa Corcoran, La hija de la mafiana 31 /Giona Cecile Diaz. BL valle de los coeuyos 32 /Sanara Gordon Langfarc, Pia rojo de Ilana 38 / Margaret} Anderson. En el circulo del tiempo 35 /Annaltes Schwarz, Volveremas a encontramos 98 fan Teco, Bl precinicio 31/ Bll Teuadlr, Renco y ! esoro 38 / ihe! Turner, Sie chicos austraianos 39 aco Marth, Cosas de Ramon Larote 40 Jess Balaz El collas del lobo 48 / Monica Dickens La-casa del fin de] mundo 44 /Atce Vieira, Rost ti hermana Rosa 48 / Watt Morey, Kavis, el pares labo 46 / Maria Victoria Moreno, Leonardo y tos fontaneros. $9 / Camen Vézquez-Vigo, Caja de secretes 80 Caro! Drukowaler, La escuela encantada 51! Carles Guero Domingues, EL hombre de otra galaxia ‘82 Emi Teuedar, Renoo y sus amigos $3 /Asun Gafonk, La catadora de Indiana Jones $4 fess M* Meine Aude, El «Celeste $8./Paco Martin, Memoria nueva da antiqaos ofcios $8 / Alice Yeera, A voetas con mi nombre 5B1/Mguel Angel Mende, Por un maldito amuncio 58 Peier Biclanson El giganie de hielo 18 / Rodrigo Rubio, Los suefiog de Bruno 0 fan Textouw, la cara en clave 61 {Mire Lobe. La novia del bandolero 2) Tonpod Haugen. Hasta el verano que viene 68 (Jocelyn Moorhouse, Los Barton ‘4 /Emut Teodor, Un aire que mata 68 (ucla Baquedsna, Los bonstis gigantes 88 os! & Clazola, hijo del quincalero 51 Carks Pues, EL rugide de la leona 168 Bais Ssabye Chrstensen, Herman 69 / Miguel Angel Mendo, Un museo siniestro 170 / Goris Ceciis Diaz 1 sol de los venados 111 (Miguel Angel Mendo, Sth... esos muertos, que # caller! ‘7 Bernardo Atxaga, Memorias de wa vaca Bi fanice Mamett Catt a Ledley TA Alice Views, Les ojos da Ana Marta Bi fordi Sera 1 Fabra lax alas del sol 18 /Ennique Pez, Abdel ‘T)osé futon det Carian, {Canalla, twaidor, mortés! Teresa Durda Juanin de Rocacorba 79/ Melvin Burguess El aldo del lobo {/ ichae! Ende. Elponche de los deseos B1/Mino Misau El itive labo 82] Paco Martin, Dos hombres 0 tres 183/ Ruth Thos, ;Calpabilel 84 /Sol Nogueras, Cristal Azul 95 / Carlos Puen, Las alas de la pamtera 96 / Virgin Harton Plain Gay B2/ Joan Manel Obert, la sondmbula en Ja Cindad-Laberlnio {1 Joan Manuel Gsbert El mister de la mmjer automata 891 Altedo Gimez Cerda, El negocio de papa $0/ Paloma Borns, La terra de las papas 81 Domi Pennae,jinereible Kamo! 98/ Gonvale Moure, Wi, libertad {8/ Sgr Houck. EI jardin de! alequin $4/ Peter Harling, Con Clara somos seis

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