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El niño del lunar azul

Pablito se despertó esa lluviosa mañana con tremenda comezón en su lunar azul. ¿Por qué tenía
que haberse despertado cuando había tenido un sueño tan maravilloso. Pablo intentó volver a
dormirse para retomar ese dichoso sueño, pero el lunar seguía haciéndole cosquillas en su panza
¡Qué cosa tan extraña! Su lunar era algo muy especial, estaba ubicado justo arriba del ombligo y
tenía la forma de un pececito. Cuando estaba pequeño, su mamá solía decirle pececito azul y le
hacía cosquillas en el lunar similares a las que estaba sintiendo en ese momento. Esa comezón era
algo raro ya que la única razón por la que había sentido comezón una vez fue por nadar en el lago. A
Pablito le gustaba mucho ir al lago aunque no pudiera entrar. Pasaba largas horas en la orilla ya que
le encantaba observar a los peces que saltaban por ahí como saludándolo ¡Como le gustaría nadar
con ellos! Viendo el chipi-chipi por la ventana su mente viajó a los últimos recuerdos…

Pablito corría al lago y se acostó de panza en la orilla desando poder entrar de un salto al agua. Un
curioso pez dorado se aproximo hacia él. Pablo estiró su mano para tocar el agua y el pececillo se
acercó y mordió su dedo. A Pablito esto le pareció divertido al principio pero el pez no lo soltó y lo
comenzó a jalarlo hacia el lago. Jaló y jaló fuerte hasta que Pablito cayó al agua. Asustado intentó
salir pero el pez seguía jalándolo hacia abajo. Bajaba y bajaba mientras otros peces lo agarraban de
su ropa y lo jalaban hacia abajo. Después de unos segundos Pablito empezó a sentir que le hacía
falta aire y cuando pensaba que se iba a ahogar el pez lo soltó y le dijo mirándolo a los ojos: Pablito
respira! Para su sorpresa el agua no reventó sus pulmones y más temeroso que extrañado miró a su
alrededor buscando al extraño pez que lo había traído hasta ahí. El pececito que antes había sido
del tamaño de su mano ahora era el doble de grande que él. Pablito con los ojos desorbitados de
asombro observó como el pez se transformaba poco a poco adoptando una figura medio humana

-No tengas miedo Pablito- dijo una hermosa sirena con cola dorada – No te haremos daño

Pablo sorprendido, miró a la sirena; era hermosa y tenía sobre su rubia cabellera una corona de
diamantes por lo que Pablito supo que ella era la princesa del reino del lago. -Acompáñame - dijo
con una voz dulce y melodiosa

Pablito camino sobre la arena del fondo del lago mientras observaba la maravilla que tenía a su
alrededor. Delfines competían para ver quién era el más veloz, pulpos pintaban alegremente sobre
piedras, peces naranjas se escondían entre grandes anémonas; mantarrayas, tortugas, todo a su
alrededor era hermoso, todo era armonía. Corales de todos tamaños y formas lo rodeaban, los peces
parecían un mosaico de vida y esplendor, era como mirar en un caleidoscopio, los colores exaltaban
la belleza de las cosas, tanto que Pablito comenzaba a preguntarse si alguna vez podría existir algo
que superara tanta maravilla.

Un enorme pez rojo como el fuego se acerco a él impidiéndole el paso. Segundos después de
transformó en un tritón musculoso y grande. Pablo se asustó por la furia que veía en sus ojos tan
rojos como su cola. Saco un tridente y lo puso en el cuello del niño ¿Porque lo trajiste aquí?-dijo

Era necesario, necesitamos su ayuda y lo sabes- dijo la sirena de cola dorada

Él es un humano igual que los otros, irresponsable, inconsciente, lo único que busca es destruir.
¡Todos son iguales!
-El es un niño, he visto la inocencia en sus ojos, es la clave que nos falta para hacer la semilla….
Pero primero tenemos que ver si quiere ayudarnos. El tritón rojo contuvo su furia y permitió que la
sirena dorada siguiera su camino. Pablito desconcertado analizó las palabras que acababa de
escuchar ¿Cómo un niño de 7 años podía ayudar a un reino que era tan perfecto? – ¿Ayudar?- dijo
con voz temblorosa – ¿Ayudar a algo tan perfecto y maravilloso?

-Los años han cambiado el balance de la naturaleza y las cosas que solían ser bellas ahora mueren
por culpa de los de tu especie –dijo dulcemente la sirena dorada – Acompáñame Pablito, por favor,
tú eres el único que nos puede ayudar, el único que nos puede entender.

Siguieron avanzando mientras Pablito observaba como algunos peces mágicamente se convertían
en sirenas y tritones, era curioso como la cabellera de esos seres era del mismo color que el de su
cola. Pablito se imaginó a su papá el día que se puso unos pantalones naranjas y lo gracioso que se
vería si tuviera el cabello del mismo tono. Poco a poco los colores se fueron desvaneciendo y todo
comenzó a verse gris y negro, todo se empezó a ver muerto y el agua tenía un extraño y triste color.
Pablito sintió que toda esa tristeza oprimía su corazón y no lograba entender que cosa tan horrible
había pasado con esa parte del lago.

-En este lado está la cuidad, una ciudad de hombres irresponsables que piensan que el mundo es
todo suyo, que no les importa lo que pase con los demás seres vivos, que no se tocan el corazón
antes de cortar una flor, que no piensan en las consecuencias que pueden tener las acciones que
realizan en el mundo

- ¿Pero qué puedo hacer yo? – dijo Pablito desconsolado

-Dime que entiendes el balance que necesita la naturaleza, dime que comprendes que tenemos que
cuidar los recursos naturales que te rodean, dime que amas a tu planeta y estas dispuesto a
cooperar para que el ambiente no muera.

- ¡Si reina sirena! he visto y comprendido su belleza y estoy dispuesto a hacer lo que sea por salvarla

-Eso era todo lo que necesitaba oír- La sirena hizo una burbuja entre sus manos y un rayo de luz
multicolor cruzó del corazón de Pablo a la burbuja de la sirena. - Pablito esto es más de lo que yo
podía esperar, con esto haremos que llueva en la tierra de los humanos, cada gota contendrá una
semilla de tu esperanza, tu compasión y tu comprensión; esta semilla florecerá en los corazones de
los hombres que con sabiduría y amor sabrán que hacer para salvar al planeta. Gracias Pablito, nos
veremos pronto.

Una enorme tortuga tocó el brazo del niño y le dijo – Súbete a mi espalda que tienes que regresar a
casa. Pablito observó por última vez el lago deseando con todas sus fuerzas que viviera, que su
belleza nunca se desvaneciera…

¡Pablito a desayunar! – se escuchó el grito de su madre desde la cocina

Pablito saltó de su cama y justo cuando iba a salir de su cuarto algo se movió en su ventana por lo
que, curioso volteó. Varios hombres, mujeres y niños estaban en el extremo del lago con varias
bolsas cargando y recogiendo la basura que había tirada por allí.

¡Funcionó! dijo Pablito emocionado y bajó con una sonrisa en sus labios.

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