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Liceo Valentín Letelier

Depto. de Lenguaje y Comunicación


Prof. Alonso Macuer
-La Sociedad vista a través del cortometraje
Por Álvaro Chávez.

AFTERMATH
La parafilia como producto de una sociedad “cosificada”.

De acuerdo al significado original, la palabra “Necrofilia” se refiere a la atracción por


cadáveres, más específicamente a la atracción sexual, y por lo mismo, es considerada una
parafilia. Es incluso vista como una enfermedad psicológica, pues el acto mismo es considerado
como inmoral e insano. La interacción con algo desconocido para el hombre, como es la muerte,
es considerada un tabú, un algo sagrado, y por lo tanto, algo inmoral. La profanación del
cadáver, un ente que pertenece al más allá, algo nunca antes pensado, es el motor de un corto
tan controversial como Aftermath. “Va en contra de la convención occidental de que lo valioso,
el ‘gran tesoro del cuerpo’, una vez estático, debe permanecer escondido. He aquí la intrepidez
[…] profanar lo sagrado, cuyo destino es permanecer oculto y quizá por esto es fácil colocarlo
como objeto de culto.”1.
Ésta situación, sin embargo, va de acuerdo a lo visual del hecho, a la estética que presenta
Aftermath y que, por consiguiente, ha causado tanto revuelo; pero que no es lo más
importante. La importancia del corto, como tal, va más allá de la simple estética; si uno se sienta
a ver el filme, detrás de las escenas grotescas y de la morbosidad, se puede llegar a un trasfondo
mucho más interesante. Si uno se refiere al mismo término, pero ésta vez analizado por un
especialista, se puede llegar al concepto psicológico de Necrofilia, que se refiere al hombre que
“vive en el pasado, nunca en el futuro […] Son fríos, esquivos y devotos de la ley y el orden. Su
principal característica es el uso de la fuerza”2. Para este tipo de hombre necrofílico “no es dar
vida, sino destruirla; el uso de la fuerza no es una acción transitoria que le imponen las
circunstancias, es un modo de vida”3. Finalmente, “los rasgos del hombre necrofílico son ‘el
deseo de matar, el culto de la fuerza, la atracción de la muerte y la inmundicia, el sadismo y el
deseo de transformar lo orgánico en inorgánico mediante el orden’”4. Así, al representar de ésta
forma al personaje, se puede entender realmente cuál es el trasfondo de toda la historia.
Las parafilias son producto de una sociedad cuya única esencia consiste en el “cosificar” a
sus individuos y, por ende, las relaciones que éstos poseen entre sí: ya el sexo no es sobre amor,
sino sobre placer, satisfacción carnal mediante un objeto sexual, sin importar realmente si éste
objeto posee capacidad de interacción o no.

1
García Dussan, Eder (2007). El Cadáver como texto estético. Bogotá: Revista Logos.
2
Fromm, Erich (1980). El corazón del hombre. Chile: Fondo de Cultura Económica.
3
Ibídem.
4
León, Alan (2009). http://artheon.blogspot.com/2007/10/el-corazn-del-hombre.html
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Prof. Alonso Macuer
Las relaciones amorosas, lamentablemente, también se ven afectadas por este Aftermath5
de la sociedad moderna.

L'HOMME SANS TÊTE


La pérdida de identidad como consecuencia de la sociedad moderna.

Al ver este cortometraje del argentino Juan Solanas, es casi imposible no reparar en lo que
busca: realizar una crítica a la identidad del individuo moderno, en una sociedad estandarizante.
Desde el comienzo, se nos muestra un ambiente que se entiende ficticio, por lo cual la
situación del protagonista (el que no tenga cabeza) parece normal, e incluso aceptable, dentro
de la lógica del film. Pero luego, inmediatamente, se hace el contraste del protagonista con dos
personajes femeninos que si tienen cabeza, lo cual deja una sensación de diferencia
discriminativa.
El protagonista demuestra inmediatamente que siente esa diferencia, y al entrar a una
especie de comercio de cabezas, se hace otra diferencia: es normal no tener cabeza, tal cual lo
había pensado uno en un principio. Pero, entonces, ¿Por qué la escena anterior de
discriminación?
El corto, como dije en un principio, se trata sobre la identidad. EL autor refleja
inmediatamente que todos los individuos son esencialmente iguales, ninguno tiene una cabeza
propia. Sin embargo, tal cual ocurre en la sociedad nuestra, las personas disfrazan esa falta, con
tal de poder ser aceptados en la sociedad. “Mi alma es transparente […] en su fondo, no
encontraréis nada que sea mío. Nada, excepto la imagen de vuestro deseo, que hasta entonces
ignorabais […] ¡Espacio, puro espacio, nulo y vacío!”6.
Esta alegoría de la cabeza puede ser perfectamente comparable con el uso de ropas que
no son nuestras realmente, la adherencia a ciertos estilos prefabricados y aceptados por una
sociedad en la cual todos sus individuos buscan eso mismo, la aceptación. La inseguridad del
sujeto le vuelve vulnerable a la opinión pública, y por lo mismo decide optar por la monotonía,
pues “la gente nunca se equivoca”7.
Luego de esto, vemos como, a pesar de probarse distintas cabezas que están en venta, en
ellas no puede controlar su expresión facial. Y, claro, ¿Cómo podría sonreír al verse al espejo si
no es él mismo quien se presenta ante sus ojos, sino una imagen prefabricada, una máscara, y
nada más? No puede sonreír, pues no es su cara la que está enfrente. Y aunque finalmente
encuentra una cabeza que le gusta, al enfrentarse a la situación, se da cuenta de que, a pesar de
verse bien, de poder sonreír con este estilo que no es el suyo, sigue sintiéndolo ajeno: sus
manos no son del mismo color, pues por muy bien que se vea, ese estilo no es suyo.
La gente crece en una sociedad que, por esencia, busca homogeneizar su contenido,
transformando a sus individuos en una suerte de productos de stock, uno igual al otro.
Finalmente, la gente termina con ese tipo de crisis de identidad, en la cual deciden volverse uno
más del rebaño de personas. “Si no puedes vencerlos, úneteles”8.

5
Aftermath: Consecuencia, efecto. (Oxford English Dictionary, 1989, Oxford University Press).
6
Paz, Octavio (1994). La hija de Rappaccini. Madrid: Alianza Cien.
7
Macri, Mauricio (2007). http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=914685
8
Bonaparte, Napoleon.
Liceo Valentín Letelier
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Prof. Alonso Macuer
La sociedad vista a través del cortometraje

Ambos cortometrajes anteriores parecen no tener relación entre sí. A grandes rasgos,
hablan de temas diferentes, con lenguajes distintos, e incluso sus conclusiones pueden ser
consideradas antagónicas. Pero no. Si tienen algo en común. Es algo que está en ellas en su
esencia misma, y que es herencia de la misma situación, cual círculo vicioso. Su relación con la
propia identidad de ser humano, con la humanidad perdida que tiene cada individuo de esta
sociedad, incluidos tanto Nacho Cerdá como Juan Solanas, les hace querer denunciarlo,
consciente o inconscientemente.
Mientras que Aftermath denuncia la “cosificación” del ser humano, cómo los individuos
de ésta sociedad renuncian a sus almas y se transforman en objetos, en androides cuya
existencia se basa en la satisfacción casi instintiva de sus necesidades, L’Homme Sans Tête
denuncia cómo las personas han perdido su propia identidad, se han homogeneizado y
adquirido la calidad de rebaño, renunciando a su propia identidad humana individual.

El ser humano, gracias a la sociedad en la que vive, ha ido sacrificando distintas situaciones
esenciales en él en pos de otras. Ha cambiado su identidad por la homogeneidad en pos del
orden, sus sentimientos por las sensaciones instintivas en pos de la satisfacción, su alma y
decisiones por un código bien escrito y moralmente correcto, que no le permite disentir de la
decisión común. “La libertad estaba como metida en una camisa de fuerza, y la civilización hundida en
un statu quo invencible”9.
Si el hombre no tiene cabeza, o si tiene relaciones sexuales con cuerpos muertos, es producto de
la sociedad. Y si esas conductas suenan tan inhumanas, es por eso mismo, porque lo son: son vestigios
de un alma corrupta, mutilada y vendida, en pos de un “bienestar” común. Si existe gente que lo
denuncia, es porque es necesario. Porque la gente no se da cuenta de dónde está parada, hipnotizada
por la misma sociedad que los corrompe. Ya sea de forma directa, como Solanas, o indirecta, como
Cerdá, todos sentimos este hedor que nos envuelve, en esta sociedad que cada vez más cambia su “O”
por una “U”, protegida por los mismos individuos que son víctimas de ella.

9
Proudhon, Pierre Joseph.

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