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Colegio Artístico El Trigal

Historia, Geografía y Ciencias Sociales


Profesor Ricardo Castillo González.

Prólogo: Balance del Mundo Moderno

LA REVOLUCION INDUSTRIAL

A. Los cambios producidos y las condiciones que lo posibilitaron:

Hasta el siglo XVIII la actividad manufacturera conservaba características esencialmente


tradicionales: se radicaba en las zonas rurales, donde existían las fuentes de energía, principalmente el
agua, se realizaba en torno al trabajo familiar, la tecnología introducida en la producción era mínima y
la comercialización la hacía el propio productor 1 en el mercado local. Esta realidad comenzaría a
cambiar a mediados del siglo XVIII, cuando el mayor desarrollo del comercio, la mayor demanda de
los mercados y la necesidad de clientes nuevos impulsó a la incipiente industria inglesa a mejorar su
capacidad productiva, lo que se tradujo en la concentración física de la original industria artesanal y
casera, iniciándose una producción industrial en gran escala, seriada, especializada y con una
constante renovación tecnológica.
Este cambio, como veíamos, se inició en Inglaterra, país donde se conjugaron una serie de
condiciones que permitieron el desarrollo de la revolución: la existencia de una clase terrateniente
interesada en comerciar sus productos al exterior; el estímulo y protección que daba el Estado a la
industria, el comercio y las operaciones financieras; el acceso a un masivo comercio ultramarino, que
se convertía en un estímulo para la industria; la búsqueda de mayores utilidades y el aprovechar en
mejor forma las ventajas comparativas que se tenían - disponibilidad de fuerza de trabajo, control de
materias primas en las posesiones de ultramar (especialmente algodón), recursos energéticos claves
(carbón) y un sector agrario modernizado; y, como última y principal condición, el poseer la economía
más moderna de Europa, manifestado en el desarrollo del papel moneda, las letras de cambio, la banca
y la bolsa de comercio, entre otros.

B. La revolución en el campo y el crecimiento demográfico:

La revolución industrial estuvo a su vez precedida por la Revolución Agrícola y la expansión


demográfica, convirtiéndose ambas en poderosos estímulos para la actividad industrial. La revolución
agrícola dio sus primeros pasos en el siglo XVII, y se extendió durante todo el XVIII, favoreciendo el
aumento de la producción del campo al introducir cambios en la estructura de la propiedad de la tierra
y en las prácticas de cultivo. En el primer sentido, se puso fin a la excesiva fragmentación de la
propiedad del campo, y en el segundo, se produjo una mayor diversificación de la producción y un
mayor y mejor uso del suelo, impulsándose la introducción de nuevos productos (papas), la rotación
de cultivos y la supresión del barbecho (descanso de la tierra al no sembrar), a la vez que la
producción de forraje aumentó la masa ganadera y ésta proveyó naturalmente de abono a los cultivos.
Estos cambios en la actividad del agro permitieron el mejoramiento de la alimentación de la
población, lo que implicó el explosivo crecimiento de la población inglesa (y con ello del mercado
consumidor y productor), la cual se cuadruplicó entre 1750 y 1875 (7.8 millones en 1750 y 28
millones hacia mediados del siglo XIX), con lo cual se inició el primer proceso de explosión
demográfica, extendido luego al resto de Europa, la que en el mismo período paso de 150 millones de
habitantes a 300 millones, lo que producirá el desarrollo, durante el siglo XIX, de dos fenómenos de
amplias repercusiones: Las masivas migraciones hacia América, especialmente a EE.UU., Argentina y
Uruguay, y la migración desde el campo a la ciudad, fijándose en ésta última el eje del proceso
económico por concentrarse aquí el mercado consumidor y productor. A su vez, y a propósito de ésta
explosión demográfica, surgirán las primera teorías antinatalistas que propugnarán el freno del
crecimiento poblacional por poner en peligro éste el desarrollo sano de la economía.

THOMAS MALTHUS Y EL CONTROL POBLACIONAL

En 1798, el economista y demógrafo inglés publica su “Ensayo sobre el


principio de población”, retitulado “La pobreza de las naciones”. En él, Malthus
llama la atención sobre el desequilibrio existente entre el aumento explosivo de
la población (que crecería en proporción geométrica: 1,2,4,8...) y el menor e
insuficiente incremento de los recursos alimenticios y bienes de consumo (que
crecerían en proporción aritmética: 1,2,3,4...), por lo cual era necesario una
regulación de los nacimientos. De lo contrario, el Estado se vería obligado a
gastar los impuestos para mantener a los indigentes, “vaciando las clases
superiores en las inferiores hasta equipararlas en la miseria”.
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Profesor Ricardo Castillo González.

C. Las etapas de la revolución:

La primera etapa de la revolución industrial se sitúa entre mediados del siglo XVIII y
mediados del XIX, y tiene como principal manifestación la utilización del vapor como fuente de
energía, materializada en la introducción de la máquina a vapor en el área textil, lograda por James
Watt en 1764. Esta innovación llevó a la multiplicación de la producción, lo que sumado al control
que se tenía de la materia prima de la industria textil, el algodón (que se producía en las posesiones
coloniales inglesas fundamentalmente con mano de obra esclava), permitió abaratar los costos de
producción y por lo tanto los precios, convirtiéndose Inglaterra en el principal abastecedor de telas y
vestuario en el mundo. Prontamente del área textil la energía del vapor se ampliará a la minería,
especialmente a la industria del hierro, mineral básico para mantener la actividad industrial, a la vez
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que se aplicaba al transporte, surgiendo el barco a vapor (1870, Robert Fulton) y el ferrocarril
(1814, George Stephenson), los que en su conjunto agilizarán y abaratarán el intercambio económico
de las manufacturas, repotenciando la actividad industrial.

Una segunda etapa se puede reconocer entre 1870 y 1914, cuando hace su aparición la
electricidad y el petróleo, convirtiéndose en las nuevas fuentes de energía. A partir de éstas se
comienza el desarrollo de nuevos sectores industriales: el eléctrico y el químico. En lo referente al
primero de ellos, su principal impacto dice relación con la revolución del transporte, permitiendo el
surgimiento de trenes interurbanos como el metro. En lo que se refiere al petróleo, su impacto se
manifiesta en el surgimiento de la industria petroquímica, cuyos productos se orientaron tanto al rubro
agrícola (pesticidas, abonos), como al de transportes, apareciendo la bencina, más tarde aplicada al
automóvil. Un tercer rubro que se desarrolló en esta etapa fue la industria siderúrgica (acero), que
permitió el auge de la industria naval y de armamentos.

D. Un nuevo orden económico - social:

Los diversos cambios que se produjeron en los sectores del agro, la industria, las
comunicaciones, el transporte y el comercio terminaron por afianzar al sistema económico capitalista,
caracterizado por la apropiación privada de los medios de producción, lo que implica que quien posee
estos medios (capital, materias primas, máquinas y establecimientos) controla y organiza la actividad
productiva, y a partir de ésta define un nuevo ordenamiento político y social.

Este nuevo ordenamiento será la “sociedad de clases”, caracterizada por la existencia de dos
clases principales, antagónicas y contradictorias: la burguesía y el proletariado, definidas por la
posesión o carencia de los medios de producción, es decir, por la riqueza o la pobreza. Este nuevo
ordenamiento terminará por posicionar a la burguesía como principal clase social, desplazando a la
vieja aristocracia, a la vez que sus valores y formas de vida irán modelando y definiendo a la
sociedad: el ahorro, el fomento del trabajo y la práctica de la caridad, el estudio de profesiones
liberales (médico, abogado), el individualismo, la propiedad privada, la familia nuclear, etc.

ADAM SMITH Y EL SOPORTE TEORICO DE LA BURGUESIA

Desde mediados del siglo XVIII la burguesía contó con teóricos, agrupados en la llamada
“Escuela de Manchester”, que explicaban y justificaban el desarrollo del capitalismo, y entre
estos destacó el economista escocés Adam Smith (1723 - 1790). Este, en su obra La riqueza
de las naciones (1776), promovía la mayor libertad económica, negándole al Estado la
intervención en la economía, ya que ésta se debía regular por el libre juego de la oferta y la
demanda, ya que al involucrarse en éste individualmente los particulares buscando un mayor
enriquecimiento, en algún momento se produciría la riqueza general.

A los postulados de Smith se sumó posteriormente David Ricardo (1772 – 1823), quien
además planteó como indispensable la mantención de los salarios de los trabajadores en
niveles de subsistencia para evitar procesos inflacionarios que depreciaran los ingresos reales.

Finalmente, Jhon Stuart Mill (1806 - 1873) planteó la necesidad de algún nivel de
intervención estatal, ya que al hacerse más grande la distancia económica y social entre la
burguesía y los sectores obreros, se generarían crisis económicas internas por la
sobreproducción y el subconsumo.
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Profesor Ricardo Castillo González.

En el otro extremo de la sociedad se encontraba el obrero o proletario, llamado así porque lo


único que poseía era su prole (familia), además de su fuerza de trabajo, la cual debía vender para
subsistir. Este nuevo trabajador debió habituarse a una nueva organización del trabajo, propia del
capitalismo, desapareciendo el antiguo taller artesanal y el trabajo familiar, todo lo cual se trasladó a
la fábrica, caracterizada por un trabajo en serie, automatizado y donde el trabajador dejó de ver el
fruto de su labor. En ésta nueva realidad se vio sometido a extensas jornadas de trabajo y a una
disciplina laboral estricta, y a ésta situación no se libraron niños ni mujeres, los cuales en muchos
casos eran preferidos por que estaban más dispuestos a recibir órdenes, además de que se les
cancelaba un menor salario. Estas condiciones de precariedad laboral se reproducían luego en unas
paupérrimas condiciones de vida, caracterizada 3 por hogares insalubres que disponían de escasísimo
espacio y nula ventilación y calefacción, fomentando el hacinamiento y la propagación de
enfermedades infecciosas y pulmonares. Todo este escenario de precariedad llevaría en su momento a
la agitación de los sectores obreros durante el siglo XIX, apareciendo a la luz la “cuestión social”.

E. La cuestión social y la búsqueda de respuestas:

LA PASARELA DE LA MISERIA

“Me situé en la calle Oxford de Manchester y observé las riadas de obreros en


el momento en que abandonaban las fábricas, a las 12 en punto. Los niños tenían
casi todos mal aspectos, eran pequeños, enfermizos; iban descalzos y mal vestidos.
Muchos no aparentaban tener más de 7 años. Los hombres, de 16 a 24 años en
general, ninguno de ellos de edad avanzada, estaban casi tan pálidos y delgados
como los niños. Las mujeres eran las que tenían apariencia más respetable, pero
entre ellas no vi a ninguna que tuviese un aspecto lozano, o bello. Vi, o creí ver,
una estirpe degenerada, seres humanos mal desarrollados y debilitados, hombres y
mujeres que no llegarían a viejos, niños que jamás serían adultos saludables. Era un
triste espectáculo”.

Turner Thakrah: Informe del médico. 1831. Citado de “Historia Universal.


Educación Media”, de Patricia Jiménez y otros, p. 270.

Así como la revolución industrial significó para la burguesía su ascenso definitivo como clase
rectora de la sociedad, a la vez significó para el mundo obrero una constante situación de explotación
laboral y precarización de su sistema de vida.
En el recuadro anterior veíamos como se manifestaban éstas: Extensas jornadas de trabajo (12
a 14 horas), estricta disciplina laboral (por ejemplo se multaba al obrero que silbara o conversara
durante la actividad); trabajo de mujeres y niños en condiciones aún peores que las del hombre (en
Francia, en 1841, se reglamentó el trabajo infantil: se estableció como edad mínima los 8 años y la
prohibición de trabajar de noche); habitaciones que no contaban con condiciones de salubridad y
comodidad. A las anteriores habría que sumar unas relaciones laborales claramente contrarias al
obrero, no existiendo normas legales que lo protegieran, y la situación de inseguridad y desprotección
laboral, que se manifestaba en la posibilidad de perder el trabajo sin ningún tipo de indemnización o
bien perder la vida o enfermarse en la faena sin obtener compensación.
El conjunto de realidades anteriores es lo que se conocerá como la “cuestión social”, la cual
buscó ser resuelta durante todo el siglo XIX desde diversas miradas o doctrinas, de las cuales las más
destacadas fueron las socialistas, anarquistas y social - cristianas.

El Socialismo Utópico corresponde a los postulados de intelectuales progresistas que


buscaban la superación de los problemas sociales a partir de la reforma pacífica del modelo liberal, de
ahí el nombre que se le asignó a sus postulados. Dos de sus principales exponentes fueron el Conde
de Saint - Simon y Pierre Proudhon. El primero concebía una sociedad regida por sabios, donde la
propiedad privada debía ser sustituida por la propiedad comunitaria y debía ponerse fin a la
explotación del hombre por el hombre. Por su parte, Proudhon también se oponía a la existencia de
propiedad privada, planteando que esta debía ser colectiva o comunitaria. Su gran diferencia con Saint
- Simon era que él no concebía la existencia del estado, sino que la sociedad se debía basar en el
mutualismo y la libre federación de comunas, de ahí que posteriormente Proudhon fuese considerado
el padre del anarquismo.
Hacia mediados del siglo XVIII el socialismo utópico pierde terreno frente al Socialismo
Científico. Este se diferencia del socialismo utópico por que su formulación teórica se apoyará en un
armazón científico, a la vez que propondrá métodos políticos más concretos y definidos. Los máximos
exponentes del socialismo científico fueron Carl Marx y Friederich Engels, quienes planteaban la
transformación radical del estado capitalista por el estado socialista, fijando su matriz ideológica en el
Manifiesto Comunista (1848) y El Capital (1867). Los pilares de la teoría marxista eran el
Materialismo Dialéctico y el Materialismo Histórico. Según el primero, los cambios del universo
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natural y social se debían a las contradicciones existentes en su seno, por lo cual al ir desarrollándose
éstas contradicciones (sociedad nueva/sociedad vieja, opresores/oprimidos) la sociedad avanzaba
hacia formas nuevas. La aplicación del materialismo dialéctico en la disciplina histórica daría origen
al materialismo histórico, en el cual la lucha de clases se convierte en el motor de la historia. Esta
lucha se produciría a lo largo de la historia por que el conflicto entre oprimidos y opresores se habría
mantenido, originalmente entre patricios y esclavos (sociedad esclavista), posteriormente entre el
siervo y el señor feudal (sociedad feudal) y finalmente entre burgueses y proletarios (sociedad
capitalista), siendo la tarea de éste último la conquista del poder y la socialización de los medios de
producción (o sea el fin de la propiedad privada), lo que llevaría al establecimiento de una sociedad
más justa y sin clases: la sociedad comunista.
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MANIFIESTO COMUNISTA
“La existencia y la dominación de la clase burguesa tienen por condición esencial la
concentración de la riqueza en manos de unos cuantos individuos, la formación e incrementación
constante del capital; y este, a su vez, no puede existir sin el trabajo asalariado. El trabajo asalariado
descansa exclusivamente sobre la competencia de los obreros entre sí. Los progresos de la industria,
cuyo agente involuntario y pasivo es la burguesía, imponen, en vez del aislamiento de los obreros
por la competencia, su unión revolucionaria por la organización. Y así, al desarrollarse la gran
industria, la burguesía ve tambalearse bajo sus pies las bases sobre las que produce y se apropia de
los producido. Produce, ante todo, a sus propios enterradores. Su caída y el triunfo del proletariado
son igualmente inevitables”.
Marx y Engels. Londres, 1848. Citado de “Historia Universal. Educación Media”, de Patricia
Jiménez y otros, p. 283.

El Anarquismo se desarrolló principalmente en la segunda mitad del siglo XIX, y sus


principales exponentes fueron Pierre Proudhon y Mijail Bakunin. La línea principal del anarquismo
será su defensa radical de la libertad del hombre, por lo cual rechazará toda forma de autoridad y
organización que sea impuesta, especialmente el Estado, por considerarlo la principal forma de
represión del individuo. En contraposición, el anarquismo propone la organización de la sociedad
según la libre federación de asociaciones autónomas, es decir, la libre unión de núcleos de población
donde no existirían ni propiedad privada ni leyes. Respecto a la propiedad privada, como veíamos en
la idea anterior, los anarquistas plantean su eliminación, básicamente por considerarla fruto del robo.
La gran diferencia entre marxistas y anarquistas será la forma en que se debía lograr la emancipación
del proletariado. Para los primeros, era necesaria la creación de un partido obrero que organizase a la
clase trabajadora para finalmente conquistar el Estado y desde ahí iniciar los cambios, mientras que
para los segundos la revolución debía basarse en una lucha continua y en la huelga general
revolucionaria donde participaran todos los oprimidos (mujeres, campesinos, obreros), y el resultado
de ésta debía ser la destrucción de toda forma de organización estatal y de autoridad.
Finalmente, el Social - Cristianismo o Doctrina Social de la iglesia fue la respuesta de la
iglesia católica frente a las condiciones de vida y trabajo de los obreros. A diferencia de las corrientes
anteriores, a las cuales se opuso por propugnar la lucha de clases y el fin de la propiedad privada, el
social - cristianismo no rechazaba el sistema capitalista ni obviamente la propiedad privada, sino que
solo cuestionaba los efectos de injusticia que había producido, realizando un llamado a los capitalistas
a mejorar la condición de vida de sus empleados, a la vez que propone una mayor participación del
estado en la protección de los más pobres y la colaboración de clases. La doctrina social de la iglesia
recién vio la luz en 1891, en la encíclica Rerum Novarum del Papa León XIII.

E. Tiempos de conflictos, tiempos de organizarse:

El movimiento obrero, a la par, e incluso antes de dotarse de un aparataje teórico, fue


enfrentándose a los burgueses en busca de mejores condiciones de existencia. Tal como la
revolución industrial había comenzado en Inglaterra, las luchas de los sectores obreros también
comenzó en ese país. En un primer momento ésta reacción fue más bien desordenada y espontánea,
y se manifestó en la destrucción de máquinas e instalaciones porque en ellas se veía el origen de la
explotación, recibiendo éste movimiento el nombre de Ludismo, porque supuestamente fue el
obrero Ned Ludd quien inició ésta práctica. Con el tiempo sin embargo los obreros se dieron cuenta
que los responsables de la explotación no eran las máquinas sino sus dueños, y para enfrentarlos era
necesario organizarse, surgiendo las primeras asociaciones obreras, originalmente clandestinas por
estar prohibidas, hasta que la lucha desarrollada llevó al fin de la prohibición (1825),
multiplicándose los sindicatos de oficio o Trade Unions, que rápidamente crearon federaciones y
centrales sindicales, cuyas principales funciones eran la reivindicación social, y la lucha por
mejores condiciones de vida, trabajo y protección laboral.
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A partir de mediados del siglo XIX la actividad obrera va tomando otro cariz, en buena
medida por influencia de las doctrinas que van apareciendo, agregándose a la lucha reivindicativa la
lucha política, y en este sentido las manifestaciones más importantes fueron la creación de las
internacionales obreras. La Primera Internacional data de 1864, y se realizó bajo la influencia de
Marx y Engels, aún cuando también se dio la participación de los anarquistas, con Bakunin a la
cabeza. De hecho, la diferencia entre estos llevó a la expulsión de los anarquistas en 1872, en el
congreso de La Haya. En ésta primera internacional se fijaron dos principios básicos: el
internacionalismo proletario y la unión de la doctrina socialista con el movimiento obrero.
La primera internacional, debido a los conflictos internos, se disolvió en 1879, pero se
volvió a conformar una Segunda Internacional en 1889, triunfando en ésta una línea socialista
reformista, promoviéndose la participación de los partidos obreros en la vida política, buscándose la
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resolución de los conflictos por la vía de la negociación, perdiendo las tendencias más radicales
terreno en el mundo obrero.

1º DE MAYO

Una de las primeras y más importantes banderas de lucha del movimiento obrero mundial fue
la disminución de la jornada laboral a 8 horas. En EE.UU., ésta reivindicación se manifiesta
ya en 1827, pero pasaran décadas para obtenerla.
En 1884, la Federación Norteamericana del Trabajo fijará un ultimátum para la aprobación de
la nueva jornada: el primero de mayo de 1886, y de no aprobarse en ese transcurso se
organizaría una huelga general.
1886. Primero de mayo. Las negociaciones en estos dos años no han dado resultado y se
inicia la huelga general en todo el país, pero Chicago será el epicentro. En esta ciudad, a tres
días de iniciada la huelga, aún se mantienen las manifestaciones y mítines obreros. Uno de
estos intenta ser reprimido por la policía, pero del grupo de manifestantes se lanza un
artefacto que explota entre las fuerzas policiales, respondiendo éstas con una balacera,
quedando, según la prensa, 38 obreros muertos. Sin embargo la reacción de las autoridades
no se detiene. Días después son detenidos los supuestos atacantes de la bomba, la mayoría de
ellos connotados líderes anarquistas: Spies, Schwab, Engel, Fischer, Lingg, Fielden, Neebe y
Parsons.
El juicio es una parodia, un juicio político e ideológico al anarquismo, una advertencia para el
movimiento obrero.
Finalmente, el 11 de noviembre de 1887 la mayoría de ellos es conducido a la horca,
manifestando Spies antes que se cumpla la sentencia: “Tiempo llegará en que nuestro
silencio será más poderoso que las voces que hoy vosotros estranguláis”.

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