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Raymond L. Bruckberger Ellobo de gubbio ‘Titulo original: LELOUP DE GUBBIO, "Tradueeion BLANCA SANTA CRUZ OSSA usiracidn de portada ANDRES JULLIAN Tusraciones interiores ELENA POIRIER, ISBN; 956-12-1148-3, 1 edicién: junio de 1993, 2 edicisn: julio de 1994 Srediciin: enero de 1996. 4 edicién:enezo de 1996. ‘©by Raymond Leopold Bruckberger. Derechos reservados dela presente traduccién por Empresa Bitora Zig-Zag. S.A. Insesipcin N? 18.632, Santiago de Chile Eaitado por Empresa Editora Zig-Zag, S.A. ‘Avda, Ricardo Lyon 1097, Teléfono 2047717, Fax 2235766. Santiago de Chile Impreso por Salesian S.A. Bulnes 19, Santiago. Impreso en Chile Printed in Chile, H. aqui, pues, la historia del lobo de Gubbio y sus siete milagr Gubbio es una aldea de Italia, aldea amada de San Francisco de Asis. Y sucedié, hace de esto muchos afios, que durante un invierno Gubbio fue azotada por una espantosa catdstrofe. En el bosque vecino habitaba un lobezno. Nunca se habja visio un lobo mas audaz y més fuerte. Se arrojaba sobre el rebaiio y, con la velocidad de un reldmpago, desgarraba el pescuezo de la oveja mas rolliza y se la Hevaba arrastréndola entre todo el ganado. FLLOBO DE GUBBIO = aX FL LOBO DE GUBEIO Naturalmente, habia pastores y perros en- cargados de la custodia del rebaiio. Pero el lobo era tan feroz que de nada servian aquellos guar- dianes, Protegida 0 no, el lobo salfa con la presa escogida por él. Parece una exageracién Hamar catistrofe a los merodeos de un malvado lobo. Empero, si se tiene en cuenta que cada noche, al regresar el rebafio al redil, se advertfa la falta de tuna 0 dos ovejas, y cuando cada dos semanas un pastorcillo no Hlegaba a su hogar, el caso asume las proporciones de una catastrofe, més tratando- se de una aldea tan pequefia. Por tiltimo, nadie, hombre o bestia, osaba aventurarse fuera de los muros del pequeiio villo- trio, Fue entonces cuando acudieron a San Fran- cisco El Pobrecito fue armado tinicamente de su candor y mansedumbre. Toda la poblacién de Gubbio se aglomer6 a su lado, como quien busca un refugio. El podesid, nombre que se da a la primera autoridad, ley6 un largo discurso demos- trando la terrible situaci6n en que se encontraba el villorrio. lo x El santo comenz6 por Dios y visité primero la iglesia; en seguida dirigis sus pasos hacia el bosque. La muchedumbre le acompaiié hasta las puertas de la aldea, Respetuosamente se aparta- ron de él, dejdndole seguir solo su camino. AL llegar a los contornos del bosque, San Francisco, con su voz tan suave, llam6 por tres veces: —jHermano lobo! Desde all lejos, desde las murallas de la aldea, el pueblo observaba con anhelante curio- sidad. De pronto sintieron todos un escalofrio, un temblor: habfan visto al lobo que, saltando y brincando, salfa del bosque. {Qué animal més magnifico y tan cruel! Sus ojos llameantes, sus cerdas erizadas por la furia, daban la impresion de que era el mismo demonio en persona. San Francisco avanz6 como una criatura. El miedo de la muchedumbre se trocé en terror al ver que el lobo se calmaba, cerraba su horrible hocico y se aproximaba mansamente, con la cabeza incli- nada, como un perro que solicita caricias. El 1 LOBO DE GUBBIO = — santo lo acaricié suavemente con su mano; luego dijo, mas o menos, estas palabras —Hermano lobo, muy mal se habla de tien estas tierras. El podesté ha pronunciado un dis- curso tan largo como lamentable en contra tuya Parece que no hay diaen quetiinodestroces a una criatura de Dios. Y no s6lo degiiellas animales, sino que no perdonas la vida de los hombres que fueron hechos a semejanza de Dios, nia los niios sin pecado, y en cuyos cuerpos brilla todavia el agua sagrada del bautismo. Hermano lobo, he sufrido gran dolor por tus crimenes. Yo sé que si ti pudieras hablar me dirfas que un estémago vacfo no tiene ofdos ni compasién, y, por el contrario, posee ojos avidos para el festin y que, después de todo, tii eres un animal de rapifia, y que tu papel es dominar por el terror el bosque y los campos vecinos. A pesar de todo, yo te quiero, hermano lobo, y prefiero que no hables: s6lo pronunciarias disculpas esttipidas, Pero advierto en tu hocico y en el movimiento de tus orejas que me comprendes perfectamente, y veo, por la EL LOBO DE GUBBIO > EL LOBO DE GUBBIO BM Jengua que lame mis manos, que tt también me quieres, un poquito. “Tienes raz6n, hermano lobo, los dos podre- mos formar una pareja de buenos amigos; esto es si ambos nos convertimos en servidores de nues- tro dulce Seftor Jesucristo, quien ha dado su paz al mundo, Yo te vengo a proponer esa paz, hermano lobo. Mas, como tt no quieres vivir de hierbas o de los aires del viento, hagamos un convenio entre nosotros. Por mi parte, yo me comprometo a que seas alimentado por el villo- trio de Gubbio, del cual tti sers ciudadano, con todo el honor lobuno. y estards bajo la protecci6n de sus leyes y magistrados. Nadie podra creerse con derecho a esclavizarte o brutalizarte. Ti serds el Ciudadano Lobo dé Gubbio. En cambio, 1, por tu parte, te comprometerds no sélo a no matar a alma viviente, sino a respetar y servir lealmente, con toda la altivez de tu orgullo, a los habitantes de la aldea, a sus huéspedes y a sus aliados, y también la propiedad de cada uno y de todos los habitantes de la aldea. Y si este pacio es 10 = aX de tu agrado, hermano lobo, coloca tu pata dere- cha en mi mano derecha, en seffal de que aceptas las cldusulas de nuestro tratado, y de que ambos estaremos dispuestos a cumplir fielmente todas nuestras mutuas obligaciones hasta la muerte." En seguida, San Francisco indicé al podesta que podia acercarse. El podesta avanz6, algo pilido, debido a la solemnidad del momento, pues él tomarfa nota y serviria de testigo del convenio de las partes: el lobo colocs su sedosa pata en la mano de San Francisco, quien volvié a dirigirle la palabra —Ciudadano Lobo de Gubbio, mi muy que- rido hermano, recuerda todos los dias de tu vida que has posado tu pata sobre mi mano y que yo he recibido tu promesa lobuna. En recompensa por tu lealtad, te doy el poder, en nombre de Dios, testigo de nuestra alianza, de ejecutar siete mila gros con ésta tu pata derecha, que ha sellado nuestro juramento. Ven con nosotros, hermano lobo, y que Dios, Nuestro Sefior, nos libre de todo mal y nos bendiga en su alegria. 11 EL LOBO DE GUBBIO pe aS E. medio de las aclamaciones del pue- blo, el lobo de Gubbio fue presentado a la aldea. Fue aquél un diade regocijo parael villorrio. Las calles ostentaban vistosas colgaduras, las campanas de la iglesia y de las capillas repicaron vibrantes de entusiasmo, Gritaban los nifios dan- do saltos de jibilo y corriendo a la vanguardia de lacomitiva, cimbrando banderillas multicolores. Juveniles mocitas, tocadas de lujosas cofias, cruzadas sobre sus pechos preciosas manteletas de encajes, se inclinaban sobre los balcones de sus casas lanzando ramilletes de flores sobre la procesién, La banda ejecutaba aires triunfales, Era el primer contacto del lobo con la gente civilizada. A decir verdad, él se sentia deslum- brado y aturdido. Cada persona le ofrecfa algo que comer. Indudablemente, en el fondo de los corazones existfael temor de que el animal fuese a sentir hambre. En buenas cuentas, el lobo comié por cuatro, y, al llegar la noche, dormia tranquilamente en un rincn de la morada del podesté. Por primera vez. sentia el estémago 13 ELLOBO DEGU lleno y pesado, Casi habfa olvidado sus enormes Arboles y su guarida, Durmié una noche sin suefios. A pesar de todo, alguien insinué la conve- niencia de observarlo, de mantener una guardia armada para su custodia. El podesté, muy posesionado de su papel de jefe del villorrio, de jefe que comprendia sus responsabilidades, declaré pomposamente: —Noveolanecesii remos de él. Lo esencial es que nunca sienta hambre, Con estas palabras, el podesta se retiré a su aposento, no sin preocuparse antes de que todas las puertas estuviesen perfectamente cerradas La naturaleza de los lobos es muy curiosa. S6lo duermen cuando estén hartos y lo tinico que les despierta es el hambre. He aqui el motivo por qué los lobos jamas duermen. Y 6sa es la raz6n por qué aquella maiiana el lobo desperté tarde. Mucho le sorprendié encontrarse bajo te- ? FL LOBODEGUBEIO cho, y transcurrié largo rato antes que Hlegara a darse cuenta de su situacién, Mas, comoa su lado le habfan dejado un plato con suculenta comida, comenzé6 a engullir y reflexionar. Record6 entonces a San Francisco y los compromisos que ambos habian contraido. No siendo por naturaleza dado a las cavilaciones, dejé de pensar en su vida pasada; lo importante era examinar su actual situaci6n, Sali6 a dar una vuelta. Decididamente echarfa una ojeada a esta aldea de Gubbio. La vispera muy poco habia visto. Su estupefaccién era demasiado grande. Gubbio era una aldea pequefia, de murallas blan- cas y tejados enrojecidos porel sol; las madresel- vas trepaban por todas las rejas y balcones de las casas. La luz reflejada en los guijarros redondos de la calzada y en la pintura desvaida de las murallas, inspiraba alegria, de manera que la gente siempre andaba risuefia. El lobo, obser- vando que toda la gente era amable y parecia contenta, no se explicaba cémo él pudo atacarla tan cruelmente. 16 EL LOBO DE GUBBIO ee __ay “Yo estaba loco —se dijo. {Nunca se reflexiona bastante antes de obrar! Felizmente, aqui estaba San Francisco” ‘Yel lobo también adopt6 la sonrisa popular, una sonrisa no demasiado amplia a fin de no mostrar los dientes. “Hay que darles tiempo a que se habitiien a mi presencia”, se dijo. Poco a poco fue dejandose invadir por una nueva sensacién: la de la ternura, Sinti6 que se convertia en un lobo diferente. in pensarlo, se encontré trotando alegre- mente en una plazoleta sombreada por grandes drboles que extendfan su ramaje al borde de una la pelota. El lobo se mezclé en su juego y los chicos lo recibieron con loco entusiasmo. De sbito, la pelota, torpemente lanzada, pas6 sobre el parapeto de piedra que bordeaba el precipicio. Un pequefuelo, al inclinarse sobre el parapeto para atrapar la pelota, perdié el equilibrio. El lobo acudié presuroso y alcanz6 a coger al nifio 17 > ELLOBO DE GUBBIO a por la pierna del pantalén, Por desgracia, la prenda de ropa cedié y, en medio del terror de todos sus compatieros, el nifito se precipité al abismo. El lobo también se queds petrificado de espanto, pero, de pronto, inconscientemente, alz6 su pata derecha. ;Y sucedié algo extraord Laestrepitosa caida del nifio fue interrumpida y qued6 inmévil entre el cielo y la tierra, luciendo al sol su parte posterior redondita y brillante. Al punto acudieron algunos hombres que arrojaron un lazo e izaron al nifio a la superficie. jEste fue el primer milagro del Lobo Ciuda- dano de Gubbio! Este milagroesté jarrado en todos los anales de laaldea. Y atin agregan que desde aquel dia los habitantes de Gubbio tuvieron verdadera venera- cién por su lobo y queen adelante le lamaron “El Lobo Santo” Es indiscutible que el egofsmo y la gratitud andan muchas veces entrelazados. Porque era sabido que el lobo todavia podia disponer de 18 > EL LOBODE GUBBIO ELLOBO DE GUBBIO By otros seis milagros. Los que ahora describimos eran infinitamente provechosos para el bien pui- blico. Un dia salv6 un gran rebafio de ovejas. Fue de esta manera: Con mucha frecuencia acompaiiaba a los pastores alos campos. Se avenfa a maravilla con los perros y les enseiié a cazar lobos; tan bien los, prepar6, en efecto, que ningtin lobo se atrevia a asomar la punta de su astuta nariz fuera de los bosques. A este entrenamiento se debe la fama de los perros de Gubbio como buenos cazadores de lobos. Pero no era precisamente esto lo que fbamos a contarles. Undiaen que el rebafio pacia tranquilamen- teen las riberas de un torrénte, las aguas crecie- ron de improviso y en breves minutos, cosa corriente en esa regién, la avenida se desbord6 inundando toda la quebrada. Todo el rebafto, perros y pastores, estaban en peligro de ahogar- Se, pero (semejante a Moisés con su vara por el Mar Rojo) el lobo, con un gesto de autoridad, 20 I= SK golpe6 el torrente con su pata y el agua se detuvo y se levant6 como un baluarte frente al rebafio. Las ovejas cruzaron pacificamente, en tanto que los peces, desde el muro de agua, miraban con grandes ojos redondos aquella milagrosa proce- sion 21 EL LOH DEGUBBIO ye aera __ ag U: majiana Gubbio fue remecido por un terremoto. Todas las casas amenazaban de- rrumbarse. El lobo, que era muy madrugador, rondaba por la ciudad. Corrié velozmente por las calles de Gubbio, y bastaba que él afirmase su pata derechaen la fachada de un edificio para que al momento éste se estabilizara. El lobo de Gubbio era, indudablemente, el ciudadano mds venerado en la ciudad. El podest4 le concedié licencia para entrar en la iglesia, porque era imposible no admitir en la casa de Dios a un lobo que efectuaba milagros, que era amigo de San Francisco y que era favorecido con gracias extraordinarias, Especialmente debfa recordarse que Jesu- cristo mismo fue acompafiado en su nacimiento en el establo por animales menos nobles. El lobo iba de casa en casa. En todas partes era bien recibido y tratado con respeto y carifio El lobo era verdaderamente feliz: la popularidad no habfa corrompido la sencillez de su corazén. En lo fntimo de su ser él atribufa todo el mérito de 23 = EL LOB DE.GUBBIO sus milagros y su felicidad a San Francisco, no olvidaba la dulce bendicién de su santa mano; esta sensacién le hacia recordarlo e invocarlo siempre en sus pensamientos. En la noche se acostaba al lado del fuego, cerraba sus ojos, colocaba la cabeza sobre sus patas delanteras y grufifa suavemente. Los habitantes de la casa bajaban la voz y decfan: —E] santo lobo esti sofiando. En realidad, el lobo rezaba. Esto era lo que decfa dentro de su corazén: “San Francisco de Asis, gran santo, mi buen amo y dulce amigo, soy yo, tu hermano lobo, quien te habla. No soy més que una bestia, pero yo sé que tti me escuchas y me comprendes de lejos 0 de cerea. Te doy laS gracias con corazén alegre por lo que me has dado. Sin ti jamés habria imaginado yo que los hombres podian ser tan buenos, ni que un lobo pudiera llegar a entender- se con ellos y sertan feliz. Me tratan tan bien, me alimentan tan bien y en todas partes me reciben con honor. Todo esto te lo debo a ti. Mi deseo es 24 ELLOBO DE GUBBIO| ee SX no cometer faltas en medio de tanta dicha, Creo que de verdad amo al mundo. Es tan agradable. Pero a ti te amo sobre todas las cosas y me cortaria mi pata derecha si faltase a la promesa que te hice, por mi honor de lobo. Dondequiera que te encuentres, piensa algunas veces en mi, y no permitas que yo merezca tus enojos. Si agin dia encuentras que la vida es mala para mi, devuélveme a mi condicién de un pobre lobo de los bosques. Preferirfa morir de hambre, entera- mente solo, a ofenderte y hacerte sufrir”. Asf or6 el lobo de Gubbio con la sinceridad de su alma salvaje. Y, como acontece con fre- cuencia al orar fervientemente, no imaginé el lobo qué era lo que pedia ni cuales serian las consecuencias de su plegaria. Por causa de ella tuvo grandes sufrimientos, y acerca de ellos hablaremos en seguida. 25 080 DE GUBBIO S. buen coraz6n fue Ia causa de su desventura, En esa época, el lobo habitaba en una gran casa donde habfa muchos nifios y numero- sos criados. Era una morada opulenta y muy alegre. Sin embargo, entre los nifios habia una nifita, Hamada Formicella, la cual era victima de la més aplastante desgracia que pueda recaer a una criatura en este mundo, Era fea, horrible- mente fea, tan fea como el pecado, Su desgarba- do cuerpo era deforme. Sus piernas torcidas, y ademis era jorobada, Sus mejillas estaban cu- biertas de manchas negras y de verrugas. Era bizeay sus cabellos tiesos como paja. Sus manos eran palmipedas, como una rana, y sus orejas largas y peludas como una hija del rey Midas, Su \inica belleza residfa en su voz. Era, en efecto, una voz bellfsima, pura como un oboe y tan sonora como las tonalidades de un 6rgano. A nadie le agradaba mirarla y todos hablaban dura- mente de Formicella. Ni siquiera su madre la amaba, (jQué desgracia, qué reproche constante era tener una hija como ésta!) La nifita, pues, 27 LORO DE GUBEIO desalifiada y mal vestida, pasaba siempre sol Nunca comfa con la familia; le servian en una mesita arrinconada en la cocina. En el invierno jamés le permitian acercarse a la chimenea ni en el verano le consentian que jugara afuera. Su dormitorio estaba en un sucio desvan y alli, en ese misero tugurio, pasaba sus dias, durmiendo, ocon la frente pegada a los vidrios de la ventana, atisbando a los transetintes; a yeces Lloraba y otras se lamentaba quedamente de su suerte Asf fue cémo el santo lobo la conocié: La casa estaba casi solitaria y silenciosa al término de un caluroso dia de verano. El mismo estaba sofioliento. Escuché una voz que parecia venir del cielo, voz. tan exquisita que creyé sofiar. Se sacudi6. La voz. era tan linda y la cancién tan triste, que no le quedaba mas que ir a investigar. Subio al desvén. La puerta de Formicella estaba semiabierta. La empujé suavemente. Ella le vio y. escondiendo el rostro entre sus manos, estall6 en Ilanto. El lobo se sintié muy conmovido y permanecié a su lado, Lamié ‘sus manos, tal 28 EL LOBO DF GUBBIO Pp Or como lo hiciera con San Francisco. Ella le acari- ci y, por primera vez, experiment6 el placer de acariciar a alguien que no la rechazara. ;Cuén tiernaera su sonrisa! jSi alguien la hubiera visto! Formicella y el lobo se hicieron amigos. Una mafianael lobo entré en lahabitacién de lanifia. Ella dormfa. El lobo se sent6a la cabecera de lacama y la mir6 con sus tiernos ojos de santo lobo. La carita manchada se traslucia entre las guedejas de su desgrefada cabellera. El lobo.alz6 de stibito su pata derecha mirando intensamente a Formicella, y aguard6. Comenzé por la cabellera. Maravillado, vio el lobo cémo se suavizaban los rizos, se alarga- bany tomaban un color dorado, en seguida brilla- ron. Por entre el velo dorado de sus trenzas, vio transfigurarse su rostro. Habjan desaparecido todas las deformidades. Observé la hermosa cur- va de sus cejas, la delicada forma de su nariz, la linea altiva de sus labios. Sus orejas iban adqui- riendoel tinte de una concha de nécar. Formicella desperté y sonri6. ;Qué sonrisa! Nunca olvidarfa 30 = EL. LOBO DE GUBBIO x aquella sonrisa del coraz6n de la nifiita, incons- ciente aiin de su hermosura, expresada por fin en un rostro de sin igual hermosura. Y sus ojos eran tan bellos, tan puros, sombreados por pestafias largas. tupidas y misterios Formicella mir6 sus cabellos y creyé que no eran suyos. Mir6 sus manos; eran bien formadas, finas, suaves como la seda, blancas, hechas para el arpa o para tejer delicados encajes. Salté de la cama. No habfa espejo en su habitaci6n, {De qué le habria servido antes de este milagro? Se visti6 apresuradamente. El mi- lagro continuaba. Cada prenda que vestia se trocaba en preciosa tela, lindamente confeccio- nada. {Qué hermosa estaba, vestida como una reina, esbelta y fina! Bajo corriendo la escalera y se precipité en el aposento desu madre, detenién- dose frente al espejo. Se quedé estupefacta, con la boca abierta, y se golpeaba el pecho con la mano a fin de convencerse de que no dormfa, de que todo no era un engajio.., un suefio. Por fin grité regocijada: 32 FLLONO DEGUBBIO Fe S, —iMadre, soy tan fe amorir! Estaba palida, sus labios temblaban y dos gruesas lagrimas rodaron por sus mejillas. Y su alegrfa llena de confusién prestaba mayor belle za.a su rostro. Por tiltimo cayé desmayada. Su madre no la habfa reconocido al princi- pio. Luego, escuchando su hermosa voz, que no habia cambiado, comprendié que aquella esplendorosa criatura, tan bien formada, era en realidad su hija. Pero las madres, aun las menos tiernas, siempre tienen un instinto infalible para reconocer a sus hijos, Era en verdad Formicella. Se inclin6, llena de angustia, sobre la maravillo- sa mufiequita, la colocé suavemente sobre el lecho y llamé a toda la gente de la casa. Acudie- ron todos. Se regocijaron, gritaron, revolotearon en toro de la niffia; alguien trajo un frasco de sales aromaticas y, por fin, Formicella abrié los .y dijo: {El lobo, el santo lobo! ;Madre, él me ha iz! Creo que me voy 33 EL LOBO DE GUEEIO Error XB curado de mi fealdad! Fueron en busca del lobo, pero ya habia partido a cuidar el rebafio y no regresé hasta el anochecer. Cuando lleg6, Formicella cogié su cabeza entre sus lindas manecitas y le bes6 entre los ojos, riendo y Horando al mismo tiempo, como una loca, 35 LOBO DE GUBBIO Rene ag Dose aquel dia Formicella y el lobo nunca se separaban, Ver a uno era ver al otro. Muchas veces iban a paseara las montafias. Ella, con su quitasol, presentaba en la pradera un brillante punto rojo, y él un resplandeciente punto negro en los caminos. Evidentemente, él no hablaba. Pero ella experimentaba su bondad lobuna y le amaba por la belleza que le habfa conferido. Formicella ahora reinaba, no s6lo en el ho- gar, sobre sus hermanos, sus hermanas, sus pa- rientes, sino que socialmente su presencia era solicitada en todas las fiestas de la aldea. El lobo la acompaiiaba en estas ocasiones. Ella siempre le daba un sitio de honor. El gozaba en las fiestas: los nifios armaban juegos, bellas niffitas baila- ban, y las jovencitas elegantes se divertian y retozaban alegres. En pocas palabras, el lobo se habia puesto muy mundano. Si habia decidido ser un lobo civilizado, por qué no ser amable y alegre cuando todos le querian y respetaban? Ningdin mal habfaen ello. San Francisco le habfa 37 ELLOWO DE a <5, pedido que no matara y él habia cumplido su promesa. Todo marchaba bien y él, con su con- ciencia tranquila, todas las noches dormia el suefio del justo. No habfa una criatura més juguetona que nuestro lobo. Con él nadie se hastiaba. Le habjan ensefiado una cantidad de modalidades sociales. Y hasta él invent6 algunas. Antes que nada aspi- raba a dar gusto a Formicella, Era ella un testigo permanente de su milagroso poder. Estaba mas orgulloso de ella que si hubiera detenido el sol en su curso, No s6lo era fuerte, sino diestro. Y asf aprendié a servir el champafia, Cogia la botella entre sus patas, quitaba el alambre con los colmi- Hos, inclinaba sabiamente la botella, y quitaba el corcho sin hacer el menor ruido y sin derramar una gota. Cogia el cuello de la botella entre los dientes y servia, Hasta probaba un poco cuando habfa ocasi6n. El chispeante sabor le agradaba y le levantaba el énimo. Unanoche se hallaban en laterrazade lacasa del podesta. El magistrado Ilevaba un sombrero 38 > EL LOBO DE GUBBIO aX redondo de terciopelo rojo, cubierto de medallas. Sentado en un sill6n de jardin, hablaba de politi- cacon algunos miembros del Instituto de Gubbio. La situacién era grave. Habfa temores de guerra. El Estado de Gubbio estaba envuelto en un sistema de seguridad colectiva, el cual, hasta el momento, parecfa un documento diplomatico inquebrantable. Empero, desde algin tiempo atrés, la poderosa replica vecina de Caporetto se habia armado formidablemente, y haba temo- res de que le viniera la tentacién de rescindir el pacto de no agresién con Gubbio. En efecto, buscaba motivos de querella con todos sus veci- nos. Elpodest4 proclams una vez mas que Gubbio deseaba la paz, pero al mismo tiempo su inque- brantable decisién de luchar hasta el fin si falla- ban sus concesiones diplomaticas. —No cederemos ante las amenazas. No queremos que nuestros hijos vivan bajo el signo del terror—declaré con su voz sonora y el acento cantarin de Gubbio. 40 FLLOBO DE GUBBIO tom XK Entre tanto, los nifios jugaban un juego llamado “Verdad y sus consecuencias”. El que Ilevaba el pandero grité: —{Vuelan las sillas? Formicella levant6 la mano en sefial afirma- tiva. Habja perdido. —No, sefior, de ninguna manera. Una silla podria volar. ‘Todos los nifios gritaban: —Formicella, ésa es trampa. Pero la nifia era obstinada. Estaba sentada a los pies del lobo y murmurs algo en su ofdo. El santo lobo, obedientemente, alz6 la pata derecha y todos vieron, sin lugar a duda, la silla del podesté, con el podesté sentado en ella, levantar- sedel suelo yemprenderel vuelo. ;Pobre podesti! Se encontraba en amarillos aprietos. Su espacio se habia reducido repentinamente aun cojin de tapicerfa veneciana sobre el cual se sentaba. El sillén continuaba volando. Ef breves minu- tos, el podestd inspeccioné toda la ciudad de 41 ELLOBO DE.GUBBIO Gubbio desde una enorme altura, Luego el sill6n comenz6 a descender y, suavemente, aterriz6 en el sitio que antes ocupaba, Formicella aparent6 creer que no habfa nada de extraordinario en aquel vuelo. Pero el lobo habia partido. No estaba muy ufano de su accién; era su quinto milagro. “{Cuidado! S6lo me quedan dos. Tengo que poner cuidado en mis actuaciones”, se dijo 43, EL, LOBO DE GUBBIO prensa. grande. Cada dia se tornaba mas y mas hermosa. Todavia no estaba enteramente habituada a su belleza; hacia poco tiempo que era tan fea, No obstante, su aposento era el mejor de la casa y 1ambign poseia un espejo en su boudoir, donde dia a dia podia admirarse. Sabia servirse de sus encantos y, por su intermedio, dominar, Tal como el poder, como la fortuna, como el imen, como el herofsmo, la belleza tiene su ‘atalidad, la cual encierra a los seres asf dotados en una peligrosa soledad. Porque, después de todo, ,qué puede saber del mundo una joven hermosa? Vea la gente a través de sus deseos ode su vanidad, pero nunca penetra en su verdadera naturaleza. Tal era, pues, el destino de Formicella, ¥y aplic6 el yugo a todos los que la rodeaban. Se convirtié en déspota. El santo lobo se sometié también au fascinante dominacién, Hacfa cuan- to ella le pedia, La familia de Formicella quiso celebrar el aniversario del dia en que ella san6 de su fealdad, 45 BL 1080 DE CUBBIO =-—__ 9% como lanifia lo Hamaba, Hubo una fiesta esplén: dida en los jardines y se prolong hasta tarde de la noche. Estuvieron el podesté y toda la juven- tud de la ciudad. Habfan contratado misicos y se bailé mucho al son de los bandolines. Por cierto que el santo lobo estuvo en la fiesta. Formicella quiso que él bailara. Y él bail6. iPobre lobo! Fue muy aplaudido. Habfa bebido demasiado champafia y no se daba cuenta de lo que hacia. Al llegar la medianoche, Formicella Pidié fuegos artificiales, pero no fue posible conseguirlos. Entonces atrajo al lobo a un lugar solitario, y le explicé sus deseos. El lobo se resistia; todavia sentfa remordimientos por el asunto de la silla del podesté. Tenia la intima sensacién de que el poder no le habfa sido dado para utilizarlo en semejantes caprichos, Empero ella se mostr6 tan tierna, tan suplicante, y como la elasticidad de su resoluci6n se habia dilatado untanto con el champai alz6 su pata derecha, Nunca se habia visto algo mais bello. Comenzaron las flores de las macetas. Los 46 = FL. LOHO DE. GUBBIO Ry crisantemos brillaron como soles y la avenida de rosas parecfa una fila de constelaciones. Luego se iluminaron los arboles. Cada rama, cada hoja se torné incandescente. Todo flameaba y nada se quemaba. Inmensos chubascos de fuego estalla- banenel cielo y se dispersaban en la lejanfa. Los bandolines y los violines dejaban ofr una musica fascinadora. Formicella bailaba. Bailaba hasta quedar sin resuello. El milagro duré mas de una hora. Era el sexto; slo quedaba uno, Solamente uno. El podesti se mostré disgustadoal ver como derrochaba el lobo sus milagros y en los momen- tos en que el pafs corrfa grave peligro. Apart a un tado al lobo y le amonest6, exponiéndole las razones de Estado qué imponfan mayor discre- cin. El lobo hizo sefiales manifiestas de com- prensién, Pas6 una noche intranquilo. Las recri- minaciones del podesté des vanecfan laalegriade Ja fiesta. Es verdad que todavia le quedaba un mila- gro. Y Formicella lo deseaba para ella a toda 48 EL LOO DE GUBBIO _ HK costa. Precisamente, por ser el tiltimo, tenia la posibilidad inmensa de presentar un trastorno en el curso natural de las cosas. ,Qué inventarfa? {Qué ocurrencia baladf la induciria a servirse de este gran poder? ;Qué discurriria para ir en contra de la naturaleza misma? Por cierto que sin propésito alguno determinado. Solamente con el fin de demostrar que el orden de la naturaleza podia ser alterado, tal como el curso de la historia ylafaz del mundo lo fue porlanatiz de Cleopatra. Formicella se restregaba la nariz devanéndose los sesos. Hacfa uso de todos sus ardides, de todos sus ruegos. Se valia de Ia astucia, de la sorpresa, de la amenaza, de las jugarretas, de las caricias, de accesos de Manto, de ira y del poder de su sonrisa, Al lobo de Gubbio le quedaba un s6lo milagro. Lo guardaba para una gran oca- sién. Permanecié inflexible. Las confidencias del podesté le habian hecho profunda impresién. Se sentfa culpable y se decfa que San Francisco no le habia concedido el don dé hacer milagros para entretenimiento de una tontuela y, ademis, 49 EL LOBO DE GUBBIO Pee el pais se encontraba en peligro. Aquella noche soié con matanzas. Formicella se burlaba de la idea del peligro. Para comenzar, la politica no era asunto para mujeres. Y en seguida, la inconmovible seguridad de su propia belleza la hacfa mirar esas probabilidades con corazon ligero. Si, no cabe duda, la bellezaes tan peligrosa como el dinero y el poder: desarrai- ga el propio ser de su buen terreno natural y le deja abandonado en fatal libertad. Sin previa declaracién de guerra, un domin- g0 por la mafiana, los ejércitos de Caporetto invadieron el territorio de Gubbio. Repercutié el toque a rebato. Los hombres abrazaron a sus esposas e hijos y partieron cantando y cubiertos de flores a defender el Sagrado suelo patrio. Mas, en pocos dias, las fortificaciones fueron horada- das. Las hordas enemigas penetraron en los va- Iles. Se vioel triste especticulo de los refugiados, luego el de los vencidos que se retiraban al campamento bajo las murallas mismas de la capital. 50 FL LOBO DE GUBBIO ____ 5% El Parlamento sesionaba dia y noche. Una tarde el podestd dirigié un pomposo discurso ensalzando el suelo sagrado de Gubbio; Ja peroracién fue larga, muy patristica y leal, y concluyé con las siguientes palabras: , —Sefiores, yo sé que Gubbio es eterno. Si alguien dice que nuestro pafs no puede ser salva- do sin un milagro, yo le responderé: perfecta- mente, espero ese milagro. . Toda la asamblea se puso de pie, entoné el himno nacional con emocién indescriptible. Y como se precisaba un milagro, se fueron en busca del lobo santo. El acudié. La asamblea le recibié con una ovacién. El podest lo nombr6 piiblicamente comandante en jefe del ejército derrotado. Alguien tocé la cometa y todos ento- naron el himno de la partida. El lobo corrié hacia las fortificaciones e inspeccioné todos los eam- pamentos. Su presencia reanimé el valor de los mas pusilénimes. Cesaron sus traicioneras char- las trocdndolas por palabras de venganza. Los viejos generales retirados sacaron & relucir sus 51 ELLOBO DE.GUBBIO| —— awe as arrugados uniformes y solicitaron ser admitidos a prestar sus servicios bajo tan impetuoso jefe. Cada uno tomé su puesto frente aun ntimero de tropas, y aguardaron al enemigo a pie firme. La vanguardia del enemigo aparecié esa misma noche. Mas encontro tan solida resistencia, que resolvi6 replegarse y aguardar al grueso del ejército caporetano. El general enemigo decidié sitiar la plaza, Lo intent6, pero el lobo tenfa otro pla Una noche, acompaiiado de un pufiado de valientes, salié de Gubbio por un ttinel descono- cido de los asaltantes y siguié a campo traviesa, colocandose detras de los sitiadores Dejé a su pequefia banda oculta en un bos- gue espeso y él se encaminé solo al campamento cnemigo. Deslizése entre las tiendas hasta llegar ala del general en jefe. Se arrojé sobre el centi- nela y lo estrangulé antes que alcanzase a decir: *; Ay!” Se escabull6 por debajo de la tienda del general y lo asfixié en su propio lecho. Haba alli un hermoso galgo blanco que comenz6 a ladrar. | FL.LOBO DEGUBBIO Dio la alarma algo tarde. Los oficiales se ajusta- ron sus cinturones, echaron mano a sus espadas y se apresuraron en llegar a la tienda del general EI lobo les aguardaba ansioso; en breves mo- mentos todos yacfan muertos. Fue entonces cuando él aullé con furia, Su banda de valientes acudi6 profiriendo gritos. La guarnicidn de Gubbio hizo una salida y subyuga- ron al enemigo. Fue una terrible matanza. El belloejército, el maravillosamente moderno ejér- cito de Caporetto se convirtié en humo y sangre EI sol salié sobre un inmenso campamento de cadaveres Aquel diael lobo santo conocié la verdadera gloria. El jtibilo por la liberacién sumergié a Gubbio en una histeria colectiva. Todo el mundo se hallaba en la calle 0 en las ventanas cuando, al término del dfa, el generalisimo lobo, a la cabeza del ejército victo- rioso, penetré en la ciudad. Las campanas fueron echadas a vuelo, las calles estaban cubiertas de banderas: por todas partes se levantaron arcos de 54 EL LOBO DE GUBBIO re 5 triunfo y las bandas de muisicos atronaban el aire. bullicio de la histérica multitud que reia, sritaba y Horaba, Hegaba hasta los ciclos. El jabilo espontineo de toda una muchedumbre puede ser tan impresionante como el estallido de un incendio en un bosque o Ia caida de un stibito chaparrén, Naturalmente, al santo lobo corres- pondian la mayor parte de las ovaciones. La victoria fue obra suya, Sin embargo, hay que contesar que termin6 exhausto, ensangrentado y con su pata derecha, la pata milagrosa, fracturada porun lanzazo. ;Eraaquello una sefial de que San Francisco le habia retirado su gracia? ;Acaso no era éste su séptimo y, por consiguiente, su tiltimo milagro? El podesté no dejé pasar la oportunidad sin dejar oir otro largo discurso. Felicité al lobo, invistiéndolo solemnemente con Ia estrellada nica de Jos mariscales de Gubbio; decret6 que le fuera otorgada la Gran Placa de la Gratitud Nacional y le agradecié en términos elocuentes 55 EL LOBO DE GUBEIO J ELLOBO DEGUBBIO. x que hubiese dedicado su séptimo milagro a la salvaci6n de la patria. Solamente el lobo conocié la naturaleza de su victoria. Si le hubiese sido dado el uso de la palabra, habria revelado que no existia el més mfnimo milagro en la arrolladora victoria; solo hubo su valentfa de lobo, sus tendencias guerre- ras; todo, pues, fue puramente obra de su propia naturaleza. Mas él no podia hablar. Bien pensa- do, era mejor que asf fuera, como se verd por la continuacién de nuestra historia. Porel momento, su tinico deseo era retirarse a su cama, descansar. Cuando se aprestaba a retirarse vio que le pisaba los talones el galgo del general caporetano, con un aire tan altivo como si él hubiese sido el condecorado. Al lobo jamas le agradaron los perros caseros. Pero en este dia se sentfa magnénimo y, ademas, rendido. Le tuvo compasién y le guié hacia la habitacién de Formicella. A pesar de que ya estaba obscuro, la casa parecfa solitaria. Toda la gente bailaba en Ia 56 - x calles a la luz de linternas chinas. El lobo se hallaba realmente extenuado. “Esta muy bien que me hayan hecho maris- |. pero mejor habrfa sido que lavaran y venda- sen mi herida”, deciase. Muy bien sabfa, empero, que con suséptimo_ y tiltimo milagro podria sanar. Pero decidié guardarlo en reserva. Termin6 por quedarse dor- mido con el galgo a su lado. 57 FLLOBO DEGUBEIO Ey A amanecer lo despertaron la sed y los dolores horribles. Habfa perdido mucha sangre. Se sentia enteramente molido. No tenia fuerzas para levantarse a beber. Estaba agotado, La gente de la casa durmié hasta tarde. Era evidente que nadie pensaba en él. EI galgo se levanté olfateando por todos lados y desaparecié. Nada le importaba al lobo lo que hiciera el galgo. Lo natural serfa que él se levantase y fuese a dar los buenos dias a Formicella. Cualquier otro dia habria ido a em- pujar la puerta de su dormitorio y se habria echado a los pies de su cama, aguardando que ella despertase. Pero ahora le era fisicamente imposible hacerlo. Ella tendrfa que venir a verle. Mas, casualmente, fue el galgo quien pene- tr6 en el aposento de la nifia. Con la insolencia propiade los animales domesticados, salt6 arriba del lecho y desperté a Formicella. La nifia lo encontré encantador y juguetén, limpio y perfu- mado; delicioso compaiiero de juego. Vistidse la nifia, y cuando estuvo lista se acord6 del lobo y 59 Pe x pregunt6 por él. Le dijeron que se hallaba malhe- rido y que, al parecer, sufrfa mucho. Fue enton- ces a verlo, pero retrocedié al encontrarlo tan sucio, ensangrentado y en tal lamentable estado. El la miraba con sus ojos lastimeros. Ella no quiso acariciarle y se conforms con ordenar que Jo lavasen y curasen. EI santo lobo tardé mucho tiempo en mejo- rarse, Durante largos dfas permanecié echado en un rincén delacasa, Formicellapareci Le visitaba todas las mafianas y todas las noches. Pero en verdad era indiferente. La invitaron a todas las ceremonias, a todos los bailes con que fue celebrada la milagrosa victoria. Siempre acontece iguall cosa. Nunca son los mismos aquellos que ganan las batallas y los que celebran las victorias. Por tanto, él se quedaba solo todo el dia. En cuanto a Formicella, ya se habfaacostumbradoa tenerunacompaiia. Como el lobo estaba incapacitado, la acompafaba el galgo. Y por cierto que aella le agradaba mucho el galgo blanco, tan bueno y tan distinguido. La 60 ye EL LOBO DE.GUBBIO vida de cuartel le confirié gran disciplina, Era un perro inteligente y correcto. Nadie habria imagi- nado que un perro fuese capaz de tantas habilida- des. Es verdad que no jugaba ajedrez, pero salta- ba al cordel, caminaba con yelas encendidas, se sostenfa en un barril rodante, y practicaba mil otras bufonadas. Evidentemente no hacia mila- gros. Mas, parael caso, el santo lobo yano podria hacerlos; por lo menos, asf lo crefan todos. Después de todo, el lobo era menos intere- sante de lo que lo habfan crefdo. ;Y por qué lo hirieron? ;Acaso no tenfa el poder milagroso de protegerse a sf mismo? Si se trata de hacer milagros, no se han de hacer a medias. Algo raro habiaen todoesto. , Acaso Dios habria permitido que su pata, su pata sobrenatural, fuese fractura- da en la batalla si el lobo hubiese permanecido fiel a su juramento? Si, ahi estaba el misterio. jEstaban seguros de que no habia faltado a su juramento? Porque habfa matado, estranguladoa centenares de hombres. Todos los que le vieron enlabatalla, hablaban deél con admiracién, pero 62 EL LOBO DE GUBBIO a eas con horror. Era verdad, sin embargo, que tenia pleno derecho, porque la guerra era justa; él era el generalisimo y sus victimas eran el enemigo. No obstante, era preciso admitir que no habia perdido el gusto por la sangre caliente. En ade ante habria necesidad de tener cautela. En efec- to, {seria prudente guardar dentro de los muros de la ciudad a una bestia tan feroz? Formicella, por su parte, estaba enfadada con el santo lobo, porque, como ella lo crefa, habia perdido su séptimo y tltimo milagro. ;Y en qué? En la guerra. Asunto que, después de todo, aellano le concernia. Y ahora el imbécil no tenia milagros a su disposicién. demas, no era entretenido. Un dia le dijo con un tono entre amable y distrafd —Mi pobre lobo. Mira lo que has hecho. Ya no eres mas que una bestia igual a todas las demas. Allobo le dolié mucho esta declaracién. En primer lugar, todavia le quedaba el séptimo milagro. En seguida, aunque no pudiera obrar 63 os ELLOBODE.GUBBIO milagros, él crefa que un lobo no era una bestia igual a las demas cuando ese lobo era amigo de San Francisco. En todo caso, era un lobo més valiente que todos los hombres de Gubbio que habian huido de los caporetanos. Ella habia dicho: “Una bestia igual a las demés”. Ay! ;Qué peso sentfa en su corazén! El le habja demostrado que no era una bestia igual alas demas, y se lo volveriaademostrar. ; Vamos! (En qué se parecia él a ese galgo palido, astuto, payaso adulador, cortesano perfumado, perro servil de orejas suaves? A la manana siguiente estrangul6 al galgo. 64 ELLOBO DE GUBBIO io sD rsgnciasa lobo! No bien hubo cometi- do el asesinato, cuando se arrepintié. Fue impre- meditado. Pens6 en San Francisco, en el jura- mento hecho mientras él tenfa su pata sobre la mano del Santo. Esta vez si que lo habria aban- donado la gracia de Dios. Permanecié echadoen su rineén con la nariz metida entre las patas. Dos gruesas lgrimas brotaron de sus ojos y comenz6 a gemir. Pudo haberse comido al galgo, y de esa manera borrar las huellas de su pecado, pero era demasiado honrado para hacerlo. ; Ademas, qué bien le reportaria el hacerlo cuando su coraz6n estaba destrozado? Formicella escuché su gemido y fue a ver qué le ocurria, Cuando vio a su perro ensangren- tado e inmévil, palidecié de furia, Sus ojos, tan grandes, tan bellos, centelleaban mirandoal lobo: —jAh, monstruo! —exclam6. Y huyé como loca. —Mat6 a mi galgo..., mi amor de perro. Ha quebrantado su promesa. Es un asesino, un per- 65 BBO juro. Nos mataré a todos si no tomamos precau- ciones. La gente se indigné. —iUn lobo santo? Ah, no!; una bestia salvaje sera siempre una bestia salvaje —Podria estrangularnos a nosotros, que lo hemos recibido en nuestros hogares. ;Qué justi- ficacién hay para lo que ha hecho? ;El malvado! Si no lo matamos, él nos mataré. Nada mas sencillo que matarlo en aquel momento, porque permanecfa echado y sus het das no estaban bien sanas. El podesté Hamé inmediatamente a toda la guamicién y hasta al cuerpo de bomberos. Los nifios cogieron palos y horquetas y la multitud se aglomers frente a la casaexhalando gritos de muerte. El lobo escuch6 ysedirigié ala ventana, Redobl6 la griterfa y una descarga de piedras azot6 los vidrios. EI lobo observaba a la multitud y sentia destrozarse su coraz6n; tal era su pena y su desencanto. jAh, si a pesar de su asesinato del galgo no se hubiera sentido ligado por su prome- 66 ye ELLOBO DE GUBBIO S saa San Francisco, c6mo se habria deleitado demostrando a estos mufiecos lo que era un lobo..., un verdadero lobo! {Cémo le habria gus- tado verlos escapar por las calles, saltando como conejos! De pronto una rafaga de viento le trajo el aroma de sus bosques. jNo, él nunca habia pertenecidoa este mundo, a este mundo cobarde y mezquino, egoista y embustero, embustero, embustero! Pens6 en su séptimo milagro. FY elasesinato! {No se habria terminado su poder? En tal caso, estaba perdido, porque él jamés se defenderia ni cometeria un crimen. Invoc6 a San Francisco desde el fondo de su coraz6n implorando piedad y protecci6n. Seria vergonzoso morir apaleado., De pronto la muchedumbre se queds estati- ca. Todos los habitantes de Gubbio lo vieron, lo vieron con sus propios ojos: el lobo, su lobo, se elev6 suavemente por los aires y se dirigié al bosque. Hubo consternacién, ;Cémo! {Todavia Je quedaba un milagro? ,O tendrfa poder perpe- tuo para efectuarlos? | Qué inmensa pérdida para 68 ellos el haberle dejado partir! —Porque hemos sido nosotros quienes lo hemos obligado a huir. Fuiste ti, Formicella, quien nos excitaste en su contra. Té que le debias todo. a ti que te curé tu fealdad. ;Vete, porque tienes un coraz6n tan pérfido como hermoso es tu rostro! Formicella sintié pénico. Corrié a su apo- sento y llor6, escondida la cara en la almohada. Lloré todo el dia y toda la noche. Lo cual es mucho decir en una nifia tan linda. 69 - EL LOBO DE GUBBIO E. lobo habfa aterrizado en la copa de una encina, en todo el centro del bosque. Su deseo era no moverse més de alli. Y allf se qued6. GA qué bajar? {A buscar su alimento? Mas él habia prometido no matar. Verdad que podria comer setas y fresas silvestres, pero no le agrada- ban mucho. Decidié perecer de hambre. iY helo ahi, echado sobre un horcén del 4rbol, sumido en la més profunda tristeza! Decir que se arrepentfa de haber dado muer- te al galgo no seria completamente veridico; se arrepentia de haber faltadoasujuramento, hecho ante San Francisco, y bajo su honor de lobo. En cuanto a los habitantes de Gubbio, comenzando por el podesta, los despreciaba con todo el peso de su terrible rencor. Los conocfa demasiado bien. gPor qué no los dejé ser aplastados por el terremoto 0 perecer bajo la espada? {Queria siempre a Formicella? jAh, su cara tan bella como el sol! El habfa accedido a. todos sus caprichos. Por ella habfa desperdiciado su don de 71 EL LOBODEGUBEIO P=" hacer milagros. La degradacién de una persona nunca es sdbita, Se prepara durante mucho tiem- po por miiltiples relajamientos y renuncias. El, como lobo y ciudadano de Gubbio, fiel am San Francisco. nunca debié haber cedido ante las fantasfas de una nifia vanidosa. Esa fue la causa de todo, Cuando recordaba toda la champaiia que le habian hecho beber, en las botellas que desta- 6, en sus danzas, en la silla del podesté, en los fuegos artificiales, su coraz6n se llenaba de ver- giienza. Sentfa el corazén leno de pecados, y como é1 no los podia borrar, determiné morir. Nunca perdonaria a esta gente que lo habia degradado a él, un lobo, convirtiéndolo en un bufén Cayé la noche y se levanté la luna, redonda y fria, El lobo la contemplaba por entre el follaje. Sintié odio hacia ella y comenzé a aullar con furia, Hamando a la muerte. La cancién dura y ligubre henchia el bosque y todo el valle, Los ruisefiores caliaron. Los abedules temblaban a orillas del riachuelo, Las liebres se retiraban a 72 = HL LOBO DE GUBBIO aS sus madrigueras. Los nifios sufrian pesadillas y despertaban llorando. Y el lobo segufa aullando, jy en su lamento habfa furia y ferocidad ancestral! La gente de Gubbio comprendié que desde el fondo del bos- que llegaba hacia ellos una terrible maldicién. Al dfa siguiente una gran poblada dio una batida al bosque, no ya para matar al lobo, sino para pedirle perdén y rogarle que regresase. El lobo permanecié inmévil. A nadie se le ocurrié. mirarhacia arriba, Formicella pas6 por debajo de a encina llamandole con su voz més seductora. EI lobo sintié la tentacién de responder a su clamor. Hubiera querido bajar, pero se refrend. Su coraz6n destrozado no tenfa remedio. A la noche siguiente continué aullando a la luna. ¥ asf noche tras noche. 74 = ELLOBD DEGUBEIO U: noche su finebre aullido fue inte- rrumpido por un sonido inmensamente alegre, un son que hacfa vibrar el cielo entero. Era el tafiido de las campanas de Gubbio echadas a vuelo en pleno volumen. Recordé el lobo que este repique a medianoche sélo se dejaba ofr en Navidad. Recordaba los sermones de San Fran- cisco, el lindo pesebre colocado en la iglesia y la bienaventurada paz prometida a los hombres de buena voluntad, sin exceptuar alos animales del campo ni a las aves del espacio. Hasta para él, pobre lobo. Entonces el lobo de Gubbio, lleno de humil- dad, rogé a San Francisco que lo volviera a la gracia en esta Pascua. De pronto sintié una terrible nostalgia de amor, un deseo de reconci- liarse consigo mismo y de confiarse en Dios. Descendié del arbol y dirigié sus pasos por el sombrio sendero hacia Gubbio. Las campanas habfan cesado de tafe. Siguié por calles desiertas. Sus antiguos compafieros, los perros pastores, le olfatearon y, 75 LLOn0 DEGUABIO = S reconociéndole,comenzaronaladraralegremente dentro de los corrales, Esto regocijé al lobo. iValientes perros! Lleg6 a la iglesia plena de luz y de cdnticos. No se atrevié aentrar y aguardé en el portico hasta el momento de la elevacién. El estaba enterado de que en ese momento todos inclinaban la cabeza, y nadie advertiria su entrada, El monaguillo hizo sonar la campanilla. La puerta estaba semiabierta. Se deslizé dentro de la iglesia, arrastrandose por la nave del costa- do, y se eché suayemente debajo del pesebre, asomando su nariza fin de respirar el incienso, el célido perfume de la Casa de Dios. Su alma se llen6 de content. En el momento de la Comunién vio levan- tarse a todos los fieles y acercarse a la sagrada mesa. Pasaron asu lado. El los reconocié a todos. Y volvié a sentir que Ja amargura invadia su coraz6n. Habja sufrido demasiado. Los hombres son tan ingratos. ;Cémo puede Dios soportarlos? Vio Formicella, ;Qué hermosa era, con sus ojos bajos, sus manos juntas, sus manos de madona! 76 = EL LOBO DE GUBBIO ~ Después de comulgar, los fieles volvieron a pasar a su lado. Y entonces ocurrié algo mas maravilloso que todos los milagros. Cada vez que un fiel, levando el cuerpo de Dios que acababa de recibir, pasaba al lado del pesebre, el lobo no podfa por menos que adorar la majestad de su presencia y todo su dolor se esfumaba de su corazén y de todo su cuerpo. Le parecfa que su alma de lobo participaba en esta comunién, en la paz que se extendia sobre todo. El se benefici6 también de esta divina pre- sencia. La miisica se elev6. Un violin expres6 la pureza y la serenidad desu gracia. En un momen- to dado, cuando el miisico retiraba.l arco, el lobo sintié que la languideciente nota habia expirado y su coraz6n viejo, salvaje, no tesistié mas, desbordandose en medio de una dulce serenidad. El violinista deslizé de nuevo el arco. El lobo grufié suavemente, Habja muerto. Habfa terminado la Misa y los nifios rodea- ron elestablo para venerarlo. Uno de ellos advir- 78 EL LOBO DE GUBBIO EZ Ui6 la nariz del lobo debajo del pesebre. Respe- twosamente retiraron su pobre cuerpo. Su boca estaba Ilena de miel. Volvieron a gritar: Un milagro! Pero, de ser un milagro, serfa solamente el efecto de la cari- dad, soberana, todopoderosa y muy preciosa caridad. 79

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